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El misterio de la paz 2006-10-17 1 Mazamari Satipo Junín PE 00:00:00 false

A las autoridades municipales, a los amigos y amigas presentes. Y que las bendiciones del Dios eterno sean sobre todos ustedes.

Leemos un pasaje muy importante de la Escritura, que nos habla de un Pacto de paz. Vamos a buscar ese pasaje en Ezequiel, capítulo 34, verso 24 al 25, dice:

Yo Jehová les seré por Dios, y mi siervo David príncipe en medio de ellos. Yo Jehová he hablado.

Y estableceré con ellos pacto de paz...”

Que Dios bendiga nuestras almas con la paz del Cielo, y nos permita comprender: “EL MISTERIO DE LA PAZ.”

Para tener más información sobre este Pacto de paz, vamos a las Escrituras. La paz es un don de Dios, la paz es lo más que el ser humano anhela. Toda persona desea la paz y toda nación desea la paz, pues no importa cuánto una persona o una nación tenga de riquezas, si no tiene la paz de nada le sirven sus riquezas.

Vimos que la paz está dentro de un Pacto divino, Dios es el Dios de paz, y por consiguiente la paz como un don divino viene del Cielo, de Dios.

Para el ser humano obtener la paz, tiene que ser reconciliado con Dios, y por consiguiente el ser humano necesita conocer todo el misterio del proceso para la paz que tanto anhela el ser humano.

Para individuos, para naciones y para la humanidad el misterio de la paz es muy importante conocerlo, para obtener la paz y ser todos felices; está la paz espiritual para el individuo, está la paz para las naciones y todo esto está dentro de un pacto de paz del cual leímos en el pasaje de Ezequiel, capítulo 34, versos 24 al 37. También en el capítulo 37, verso 26 nos dice (de Ezequiel):

Y haré con ellos pacto de paz, pacto perpetuo será con ellos; y los estableceré y los multiplicaré, y pondré mi santuario entre ellos para siempre.”

Y ahora, aquí hablando a Israel, dice que Él, el Eterno, el Dios Todopoderoso establecerá con Israel un Pacto de paz.

Israel está establecido como una nación libre y soberana desde el año 1948. Israel ha prosperado en el campo de la ciencia, en el campo de la agricultura, en todos los campos ha prosperado Israel, en el campo económico ha prosperado mucho; pero no tiene paz y anhela la paz, y sabe que la paz solamente vendrá a través del Mesías Príncipe que está esperando, conforme a Isaías, capítulo 9, verso 6 al 7, habrá un Príncipe que traerá la paz para Israel, y por eso es llamado “Príncipe de Paz.” Dice así:

Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz.

Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.”

Aquí tenemos la promesa de este niño, del Mesías Príncipe, el cual es llamado Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Admirable, Príncipe de Paz; este es el Mesías Príncipe prometido para el pueblo hebreo, el cual establecerá Su Reino en esta Tierra, y traerá la tan anhelada paz que Israel está esperando.

Israel sabe que de ninguna otra forma vendrá la paz para ellos, la paz imperecedera, pero se lucha por la paz, aunque sea temporal, en lo que llega la Paz del Cielo a través del Mesías Príncipe que establecerá Su Reino en este planeta Tierra.

Vendrá un momento en que por medio de pactos humanos, se declarará la paz en la Tierra, pero será una paz temporal, por lo cual San Pablo en Primera de Tesalonicenses, capítulo 5, versos 1 al 10, dice que cuando digan paz y seguridad, entonces vendrá destrucción repentina (o sea, una tercera guerra mundial).

Deseamos todos la paz, todas las naciones desean la paz, Israel desea la paz, la paz imperecedera, la cual viene del Cielo, de Dios, y viene dentro de un Nuevo Pacto para Israel y para todas las naciones.

Pero, ¿cómo podemos obtener esa paz imperecedera antes que llegue ese Reino del Mesías, ese reino físico en esta Tierra, del cual Jesucristo dijo que orando pidieran la venida del Reino? Él dijo: “Venga Tu Reino, hágase tu voluntad como en el Cielo, aquí en la Tierra,” en ese Reino es que habrá paz para Jerusalén, para todo Israel y para todas las naciones, en ese Reino físico que ha de venir.

Pero, ¿hay la posibilidad de que un ser humano pueda obtener la paz, aunque no haya venido físicamente el Reino de Dios, el Reino del Mesías, aunque no esté establecido todavía en la Tierra? Claro que sí, Jesucristo dijo: “Mi paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da.” (San Juan, capítulo 14, verso 27).

Para el ser humano como individuo, hay la oportunidad de obtener esa paz imperecedera del Cielo bajo un Nuevo Pacto; de este Pacto nos habla el Profeta Isaías, del cual también San Pablo hablándonos, explica que este Nuevo Pacto es el que fue establecido por Jesucristo, dice en el capítulo 10 de Romanos, versos 8 en adelante. Dice:

Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos:

que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.

Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.

Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado.

Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan;

porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.

¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quién les predique?

¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!”

Y ahora, son hermosos los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas, de los que anuncian buenas noticias para el ser humano.

Los que anuncian el Evangelio de la Paz, están trayendo las buenas noticias de la paz para el alma del ser humano, son bienaventuradas esas personas, sus pies son benditos, porque ellos están calzados en sus pies con el apresto del Evangelio de la Paz, el Evangelio de la Gracia, con el cual se dan las buenas noticias de que el Mesías Príncipe, el Rey de Israel vino dos mil años atrás, y como Cordero de Dios murió en Expiación por el pecado de cada ser humano, en la Cruz del Calvario.

La muerte de Jesús no fue una desgracia ni fue una casualidad, sino que fue el Sacrificio de Expiación por el pecado de todo ser humano, el cual fue tipificado, representado en el sacrificio de expiación que se efectuaba el día diez del mes séptimo de cada año, cuando un macho cabrío era sacrificado y su sangre era llevada al lugar santísimo por el sumo sacerdote, el cual esparcía con su dedo sobre el propiciatorio y hacía así la intercesión por el pueblo.

Y cuando terminaba sus labores de ese día, salía y bendecía al pueblo en el Nombre del Señor, y pedía la paz para el pueblo y para cada persona que arrepentido de sus pecados, se había afligido en aquel día diez del mes séptimo de cada año, que era el día de la expiación, el día del perdón. Y el pueblo quedaba reconciliado con Dios y obtenía la paz para disfrutarla durante todo ese año, y obtenía la bendición y derecho de vivir un año más.

Todo eso es tipo y figura de la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por el pecado del ser humano, en donde el ser humano viene arrepentido a los Pies de Cristo recibiéndolo como único y suficiente Salvador, y Cristo lo perdona, con Su Sangre lo limpia de todo pecado, es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego y produce en la persona el nuevo nacimiento.

Esa persona nace a una nueva vida: a la Vida eterna en el Reino eterno de nuestro amado Señor Jesucristo, donde está el Nuevo Pacto y está la Sangre del Nuevo Pacto, que es la Sangre de nuestro amado Señor Jesucristo derramada en la Cruz del Calvario.

Por eso en la última cena de Cristo con Sus discípulos allá en Jerusalén, dice de la siguiente manera en San Mateo, capítulo 26, versos 26 al 29:

Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad , comed ; esto es mi cuerpo.

Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos, porque esto es mi sangre del nuevo pacto.”

Y ahora, el Nuevo Pacto tiene una Sangre que limpia al ser humano de todo pecado.

Porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.”

Y ahora, tenemos aquí al mismo Jesucristo diciendo que Su Sangre es la Sangre del Nuevo Pacto, que es derramada para remisión de los pecados.

Lo único que puede limpiar al ser humano de todo pecado es la Sangre de Jesucristo, no hay otra cosa con la cual el ser humano pueda ser redimido; la redención pertenece al Señor, y por medio de Su muerte en la Cruz del Calvario se efectuó el Sacrificio de Expiación para el ser humano, para que el ser humano pueda obtener la salvación y Vida eterna, pueda obtener por consiguiente la reconciliación con Dios y tener paz con Dios y tener así la paz imperecedera. Vean en Colosenses, capítulo 1, verso 12 al 14, dice San Pablo:

Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;

el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,

en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.”

La redención la tiene el ser humano, por medio de la Sangre de Jesucristo derramada en la Cruz del Calvario en el Sacrificio Expiatorio de nuestro amado Señor Jesucristo.

En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.”

Y ahora, en el capítulo 2 de la carta de San Pablo a los Efesios, dice de la siguiente manera, y vamos a leer, capítulo 2, verso 14 en adelante de Efesios, dice San Pablo:

Porque él es nuestra paz...”

Y ahora, ¿quién es la paz del ser humano y para todo ser humano? Jesucristo.

Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación,

aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz.”

Siendo que Jesucristo es el Príncipe de Paz, Él es nuestra paz, Él es el que nos da la paz por medio de ese Nuevo Pacto que Él estableció al morir en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados; por eso en Isaías, capítulo 53, dice que Él pondría Su vida en Expiación por el pecado, y si pondría Su Vida en expiación tenía que morir. Isaías, capítulo 53, verso 10, dice:

Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.”

Y El puso Su vida en Expiación por el pecado en la Cruz del Calvario, Él pagó el precio de nuestra salvación, Él pagó el precio de nuestra paz. Dice en el capítulo 53 mismo, verso 5:

Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.”

Y ahora, siendo que Jesucristo es el Príncipe de Paz, Él es el único que puede traer al alma del ser humano la paz, para la cual por medio del Evangelio de Cristo se dan las buenas nuevas, las buenas noticias de la paz, las buenas noticias de que Jesucristo murió en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados, para traer la salvación y Vida eterna a nuestra alma y darnos la paz imperecedera. Cristo dijo: Mi paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da.” (San Juan, capítulo 14, verso *27).

Antes de venir el Reino de Dios físicamente, el Reino del Mesías físicamente en donde traerá la paz para Israel y para todas las naciones, todo ser humano como individuo puede obtener esa paz de Dios acá en el alma, recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador para entrar al Reino del Mesías, al Reino de Cristo que está en la esfera espiritual.

Solamente entrando al Reino de Cristo es que el ser humano como individuo puede obtener la paz imperecedera acá en su alma, fuera del Reino de Cristo, la Escritura dice que no hay paz para el impío.

Por lo tanto, toda persona que quiera tener la paz de Dios acá en su alma, necesita recibir al Príncipe de Paz, a Jesucristo como su único y suficiente Salvador arrepentido de sus pecados, y ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo le bautizará con Espíritu Santo y Fuego y producirá el nuevo nacimiento en la persona, nacerá a un nuevo Reino: al Reino de Jesucristo, el Hijo de Dios, Reino que se encuentra en la esfera espiritual; y entonces la persona tendrá la paz imperecedera, la Paz de Dios en su corazón.

Cristo hablando a Nicodemo en el capítulo 3 de San Juan, versos 1 al 6, dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu no puede entrar al Reino de Dios.” Y si no puede entrar la persona que no nace del Agua y del Espíritu, tampoco puede entonces tener la Paz de Dios, la paz imperecedera que Cristo da para el ser humano, la cual está dentro de un Nuevo Pacto.

Solamente entrando a ese Nuevo Pacto el ser humano puede obtener la paz imperecedera, la Paz de Dios.

Naciendo del Agua y del Espíritu entramos al Reino de Dios que está en la esfera espiritual, nacer del Agua es nacer de la predicación del Evangelio de Cristo, y nacer del Espíritu es nacer del Espíritu Santo, en donde la persona obtiene el nuevo nacimiento y por consiguiente nace en el Reino de Dios, y así es como entra al Reino de Dios.

Así como para vivir esta vida terrenal, tuvimos que nacer; el que no nació pues no vive en este planeta Tierra; pero nacimos en un reino terrenal, mortal, temporal para vivir una temporada aquí en la Tierra, pero que nos da la oportunidad de hacer contacto con Jesucristo y entrar a Su Pacto, y por consiguiente entrar a Su Reino que está en la esfera espiritual, para así obtener la Vida eterna y obtener la paz imperecedera acá en nuestra alma.

Y luego, cuando Él establezca Su Reino físicamente en medio del pueblo hebreo, y desde ahí gobierne sobre Israel y sobre todas las naciones, ahí también estaremos con Él en Su Reino como Reyes, como Sacerdotes y Jueces, porque ya hemos entrado al Nuevo Pacto, al Pacto de paz, y hemos sido cubiertos con la Sangre del Nuevo Pacto, que es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.

Yo escuché la predicación del Evangelio de Cristo y recibí al Príncipe de Paz, a Jesucristo, al Señor el cual es la paz del mundo, la paz de todo ser humano, Jesucristo es la paz del mundo, así como también Él es la Luz del mundo. Él dijo:

Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mí.”

Nadie puede llegar a Dios, a menos que sea a través de Jesucristo y Su Sacrificio efectuado en la Cruz del Calvario, como el Sacrificio de Expiación por el pecado del ser humano para la persona ser reconciliada con Dios.

No hay otra forma para el ser humano llegar a Dios y entrar al Reino de Dios. Jesucristo, la paz del mundo, ha estado dándole esa paz imperecedera a todos aquellos que lo han recibido como su único y suficiente Salvador, y les ha dado Vida eterna.

Jesucristo, hablando acerca de las ovejas que el Padre le dio para que las busque y les dé Vida eterna, dice: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” San Lucas, capítulo 19, verso 10. Y también en San Juan, capítulo 10, Jesucristo dice de la siguiente manera [verso 27]:

Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,

y yo les doy vida eterna (las ovejas de Jesucristo, Él dice que el Padre se las dio, por consiguiente son las ovejas del Padre, y esto se refiere a personas, a seres humanos); y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.

Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.

Yo y el Padre uno somos.”

Y ahora, todas estas ovejas del Padre, son personas que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, y que le han sido dadas a Cristo para que Él muriera por ellas en la Cruz del Calvario y efectuara el Sacrificio de Expiación por esas personas, y luego Él las buscaría en todas las naciones por medio de Su Espíritu Santo manifestado en diferentes Mensajeros, diferentes predicadores, los cuales estarían predicando el Evangelio de la Paz, que es el Evangelio de Cristo, el Evangelio de la Gracia, el Evangelio de nuestra salvación.

Y al escuchar la predicación del Evangelio de Cristo y nacer la fe de Cristo en el alma de la persona, y creer en Cristo y recibirlo como Salvador, estarían escuchando así la Voz de Cristo, la Voz del Buen Pastor, y serían bautizadas en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, pues Él dijo:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16).

Y ahora, podemos ver porqué se ha estado predicando por dos mil años el Evangelio de Jesucristo; esto es la Voz de Cristo por medio de Sus diferentes predicadores, para que las ovejas del Padre que le fueron dadas a Cristo, escuchen la Voz de Cristo y lo reciban como su único y suficiente Salvador, pues nace la fe de Cristo en su alma y creen en Cristo, y así dan testimonio público de su fe en Cristo y Cristo les recibe en Su Reino y les da la salvación y Vida eterna, porque Jesucristo es la paz del mundo, es la paz para todo ser humano.

Jesucristo es mi paz, ¿y la de quién más? De cada uno de ustedes también que lo han recibido como vuestro único y suficiente Salvador.

Sin Cristo el ser humano no tiene la Paz de Dios, sin Cristo el ser humano no tiene la salvación y Vida eterna, lo que tiene es una vida temporal que se le va a terminar en algún momento, y no sabe cuándo se le terminará. Por eso Cristo dijo:

Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?

Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.” (San Mateo, capítulo 16, versos 26 al 28).

Y ahora, no vale nada la vida terrenal sin Cristo, un lapso de tiempo de 100 años aproximadamente para la mayor parte de las personas en la actualidad, ¿qué es comparado con la eternidad? Es mucho menos que un grano de arena; ¿y qué son las riquezas terrenales comparadas con la salvación y Vida eterna? Nada, menos que un grano de arena, menos que un grano de arena en el Universo.

Por lo tanto, el ser humano necesita comprender que ha sido colocado en este planeta Tierra por el Creador, para y con un propósito: con el propósito de que el ser humano escuche la predicación del Evangelio de Cristo, nazca la fe de Cristo en su alma y lo reciba como su único y suficiente Salvador, para que sea limpiado con la Sangre de Cristo de todo pecado y entre por consiguiente al Nuevo Pacto, y entre al Reino de Dios que se encuentra en la esfera espiritual.

Vean, en Primera de Pedro, capítulo 1, verso 2, dice:

Elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo.”

Para eso es que Dios lo ha colocado a usted en este planeta Tierra por un lapso de tiempo, y usted no sabe cuántos días o meses o años de vida le quedan en este planeta Tierra.

Por lo tanto, usted necesita luego que escucha la predicación del Evangelio de Cristo y nace la fe de Cristo en su alma y cree en Cristo de todo corazón, necesita dar testimonio público de su fe en Cristo, recibiéndolo como su único y suficiente Salvador, para que Cristo le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, y sea bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en usted el nuevo nacimiento, nazca usted en el Reino de Cristo, entre usted al Reino de Cristo, que es el Reino de Dios que se encuentra en la esfera espiritual.

Yo escuché la predicación del Evangelio de Cristo, nació la fe de Cristo en mi alma, creí de todo corazón en Cristo, y dí testimonio público de mi fe en Cristo recibiéndole como mi único y suficiente Salvador, y fui bautizado en agua en Su Nombre, y Él me bautizó con Espíritu Santo y Fuego y produjo en mí el nuevo nacimiento, y entré al Reino de Dios, nací en el Reino de Dios, y ahora tengo mi futuro asegurado con Cristo en Su Reino eterno, viviré con Cristo por toda la eternidad en Su Reino. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también que lo han recibido como único y suficiente Salvador.

Si hay alguna persona que todavía no lo ha recibido como su único y suficiente Salvador y nació la fe de Cristo en su alma, puede pasar al frente para que dé testimonio público de su fe en Cristo, recibiéndole como su único y suficiente Salvador, y yo estaré orando por usted para que Cristo le reciba en Su Reino.

Pueden venir a los Pies de Cristo en estos momentos, también los que están a través de internet o del satélite en otras naciones, pueden venir a los Pies de Cristo si no lo habían hecho en otra ocasión.

Vamos a dar unos minutos en lo que vienen a los Pies de Cristo las personas que todavía no lo habían hecho.

Usted se encuentra aquí presente escuchando la predicación del Evangelio de Cristo, porque el nombre suyo está escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida, y en estos momentos Él le ha estado llamando a usted porque su nombre está escrito en el Cielo, le ha estado llamando por medio de la predicación de Su Evangelio.

Él es el Príncipe de Paz, Jesucristo es la paz del mundo, Jesucristo es nuestra paz, Él es nuestro único y suficiente Salvador.

Por lo tanto, pueden venir a los Pies de Cristo en estos momentos y yo estaré orando por usted para que Cristo le reciba en Su Reino. Los niños de diez años en adelante, también pueden venir a los Pies de Cristo, para que Cristo les coloque en Su Reino.

Los que están a través de internet también pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo, y los que están a través del satélite Amazonas también pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo en estos momentos, para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo.

Dios tiene mucho pueblo aquí en Mazamari, República del Perú, y los está llamando en estos momentos, para perdonar vuestros pecados y con Su Sangre limpiarles de todo pecado, y bautizarles con Espíritu Santo y Fuego luego que sean bautizados en agua en Su Nombre, y así colocarlos en Su Reino eterno y glorioso, el cual es eterno y en el cual está la paz del Nuevo Pacto, que nos da nuestro amado Señor Jesucristo.

Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo las personas que faltan por venir y que no lo habían hecho, y que no habían recibido anteriormente a Cristo.

Recibir a Jesucristo como nuestro único y suficiente Salvador, es la decisión más importante que el ser humano hace en su vida, pues esa es la única decisión que coloca al ser humano en la Vida eterna. Cualquier otra decisión que el ser humano hace en su vida, no lo coloca en la Vida eterna y por consiguiente no lo coloca en el Reino de Dios.

Hay muchas decisiones que el ser humano tiene que hacer en su vida; por ejemplo, la primera que hace para vivir en esta Tierra, es nacer. Si no nace, no puede vivir en esta Tierra. También la de estudiar, la de obtener una profesión si estudia en la universidad, o la de obtener un oficio para poder trabajar y poder comprar sus alimentos y su ropa. También la decisión de casarse. Todas esas son buenas decisiones, pero ninguna de ellas le coloca a usted en el Reino de Dios, y por consiguiente ninguna de esas decisiones le da a usted la Vida eterna.

Solamente hay una decisión que le da a la persona la entrada al Reino de Dios, coloca a la persona en el Reino de Dios y por consiguiente en la Vida eterna, y es recibir a Cristo como único y suficiente Salvador, y eso lo tiene que hacer mientras está viviendo en el cuerpo de carne; cuando muere ya no hay tiempo para hacer decisiones, ya la decisión que usted iba a hacer, la hizo.

Y si no hizo la decisión de recibir a Cristo, ¿qué decisión usted hizo? La de no recibir a Cristo; por lo tanto, luego de esta vida terrenal, las consecuencias le seguirán a la persona, las consecuencias negativas si no ha recibido a Cristo (los que no recibieron a Cristo), y las consecuencias positivas, para los que recibieron a Cristo como único y suficiente Salvador.

Todos queremos vivir eternamente, todos queremos entrar al Reino de Dios, todos queremos llegar a Dios. Cristo dijo en San Mateo, capítulo 10, versos 32 al 33:

A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.”

Esa es una bendición grande para todos los que confiesan a Cristo como su único y suficiente Salvador. Pero ¿qué de aquellos que no lo confiesan como su Salvador, que no lo reciben como su Salvador? Vean aquí lo que ocurre en el Cielo:

Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.”

O sea, que lo que la persona hace frente a la oportunidad de recibir a Cristo como Salvador, ya sea que lo reciba o no lo reciba, eso tiene unas consecuencias en el Cielo delante del Padre Celestial: negativas para los que no reciben a Cristo como Salvador, y positivas para los que reciben a Cristo como su único y suficiente Salvador.

Lo que vale es luego lo que Cristo diga delante de nuestro Padre Celestial, acerca de las personas que escucharon el Evangelio de Cristo, y unos no lo recibieron como Salvador, y otros sí lo recibieron como su único y suficiente Salvador.

Habrá una diferencia en el Cielo para las personas: para unos negativa y para otros positiva.

Todos queremos que Jesucristo nos confiese delante de nuestro Padre Celestial, como personas que hemos escuchado la predicación de Su Evangelio y nació la fe de Cristo en nuestra alma, creímos en Él y lo recibimos como nuestro único y suficiente Salvador, dando testimonio público de nuestra fe en Él, y así lo que Cristo dirá de nosotros ante el Padre Celestial será positivo, y nos dará la entrada a Su Reino eterno.

Ya vamos a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo. Dios tiene mucho pueblo en esta Ciudad de Mazamari, República del Perú y los está llamando. Los que están en otras naciones, también han estado siendo llamados y han estado respondiendo al llamado de Cristo.

Vamos a levantar nuestras manos al Cielo para así orar, y repitan conmigo esta oración los que han venido a los Pies de Cristo para recibirlo como su único y suficiente Salvador. Los que están presentes y los que están en otras naciones también, con nuestras manos levantadas al Cielo y nuestros ojos cerrados, repitan conmigo esta oración:

Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi alma, creo en Ti de todo corazón, creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres en que podemos ser salvos, creo en Tu Primera Venida y creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el único Sacrificio de Expiación por mis pecados y los pecados de todo ser humano; reconozco que soy pecador y necesito un Salvador.

Señor Jesucristo, doy testimonio público de mi fe en Ti, y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Salva mi alma Te lo ruego, perdona mis pecados y con Tu Sangre límpiame de todo pecado, y bautízame con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y sea producido así en mí el nuevo nacimiento. Quiero nacer en Tu Reino, quiero entrar a Tu Reino, quiero entrar, nacer en la Vida eterna; Señor, me rindo a Ti, me entrego a Ti en alma, espíritu y cuerpo, sálvame Señor, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.

Y con nuestras manos levantadas al Cielo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.

Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador. Ahora, ustedes me dirán: “Cristo dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” Usted me dirá: “Yo escuché la predicación del Evangelio de Cristo, nació la fe de Cristo en mi alma, creí y lo recibí como mi único y suficiente Salvador dando testimonio público de mi fe en Cristo. Y ahora, quiero ser bautizado en agua lo más pronto posible en el Nombre del Señor Jesucristo, para así cumplir Su mandato, el cual fue: El que creyere y fuere bautizado, será salvo. Quiero cumplir Su mandato completo. ¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta de ustedes.

Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo en estos momentos. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, y así entren al Reino de Dios.

En el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. El bautismo en agua es simbólico. Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida, a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno, para vivir con Cristo en Su Reino por toda la eternidad.

Cuando Él establezca Su Reino en la Tierra, ahí yo estaré con Él, ¿y quién más? Cada uno de ustedes también. Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en estos momentos, en el Nombre del Señor Jesucristo. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

Ahora, pregunto al ministro Jesús Inga Veli si hay agua: hay agua, hay bautisterios. ¿Hay ropas bautismales? Hay ropas bautismales también. ¿Hay ministros que les bautizarán? Hay ministros que les bautizarán. Hay personas que les ayudarán también a llegar a los vestidores de ropa. Hay vestidores de ropa también.

Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en estos momentos, en el Nombre del Señor Jesucristo. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento y así entren a la Vida eterna, y nos continuaremos viendo por toda la eternidad. Y que la Paz de Cristo, el cual es la paz del mundo y de todo ser humano, habite en vuestros corazones desde ahora y para siempre. Amén.

Con ustedes el reverendo Jesús Inga Veli para indicarles hacia dónde caminar para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos.

EL MISTERIO DE LA PAZ.”