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title: 'La verdadera paz'
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date: 2006-08-01
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city: Ecatepec
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state: Estado de México
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Estamos viviendo en un tiempo, muy, pero que muy importante, y a nosotros nos ha tocado vivir el tiempo más importante de la historia de la raza humana, el tiempo en que aparentemente la situación de la humanidad es de guerras en diferentes naciones, pero que hay esperanza de paz.
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Y esta esperanza de paz está prometida para la raza humana, pues Dios prometió a la raza humana la paz, porque Dios creó al ser humano a Su imagen y semejanza, para que viviera en este planeta Tierra y tuviera amor, paz, felicidad y prosperidad.
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El ser humano no fue creado para la guerra, sino para la paz. Por lo tanto, hay un Programa Divino para que el ser humano pueda obtener la paz que tanto anhela.
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Una persona o una nación puede ser completamente rica o rico, pero si no tiene paz, no tiene felicidad. La paz es lo más deseado del corazón del ser humano, y está al alcance de todo ser humano. No depende de su nivel social o económico. Dios tiene la paz, porque Él es el que hizo la paz y el que da la paz al ser humano y a las naciones, para lo cual el ser humano necesita conocer a Dios para obtener esa paz divina.
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Y ahora, tenemos que comprender que hay paz temporal y hay paz imperecedera, eterna, permanente. Para tener la paz temporal hay pactos que llevan a cabo las naciones, pero luego con ciertos problemas se va esa paz porque era temporal, cuando se violan los derechos de una nación a otra, o de una persona a otra se va la paz y viene por consiguiente ¿qué? La guerra. Así sucede con los individuos y también con las naciones.
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Ahora, las naciones necesitan la paz, así como los individuos. Toda persona desea vivir en una nación que tenga paz. Es un tesoro la paz.
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Y ahora, hemos visto que la paz temporal se adquiere por medio de pactos una nación con otra o un continente con otro. Pero para obtener la paz imperecedera el pacto tiene que ser con el que da la paz, que es Dios. Y en Ezequiel nos habla de un pacto de paz, lo cual cubre a individuos como a naciones. Dice en el capítulo 34, versos 23 al 26 de Ezequiel:
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“*Y levantaré sobre ellas a un pastor, y él las apacentará; a mi siervo David, él las apacentará, y él les será por pastor.*
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*Yo Jehová les seré por Dios, y mi siervo David príncipe en medio de ellos. Yo Jehová he hablado.*
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*Y estableceré con ellos pacto de paz, y quitaré de la tierra las fieras; y habitarán en el desierto con seguridad, y dormirán en los bosques.*
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*Y daré bendición a ellas y a los alrededores de mi collado, y haré descender la lluvia en su tiempo; lluvias de bendición serán.”*
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Ahora, aquí Dios trata al ser humano como a las naciones como ovejas, porque Dios es el Buen Pastor de los individuos como de las naciones. También en Ezequiel, capítulo 37, la última parte del verso 23 en adelante dice:
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“*Y me serán por pueblo, y yo a ellos por Dios.*
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*Mi siervo David será rey sobre ellos, y todos ellos tendrán un solo pastor* (o sea, un solo Rey)*; y andarán en mis preceptos, y mis estatutos guardarán, y los pondrán por obra.*
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*Habitarán en la tierra que di a mi siervo Jacob, en la cual habitaron vuestros padres; en ella habitarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre; y mi siervo David será príncipe de ellos para siempre.*
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*Y haré con ellos pacto de paz, pacto perpetuo será con ellos; y los estableceré y los multiplicaré, y pondré mi santuario entre ellos para siempre.*
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*Estará en medio de ellos mi tabernáculo, y seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.*
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*Y sabrán las naciones que yo Jehová santifico a Israel, estando mi santuario en medio de ellos para siempre.”*
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Y ahora, encontramos aquí que hay un pacto de paz prometido por Dios, tanto para Israel que es la nación primogénita de Dios, como para otras naciones que entrarán a ese pacto y que también serán conceptuadas en ovejas tipológicamente, como en la parábola del juicio de las naciones que dio Jesucristo en San Mateo, capítulo 25, versos 31 al 46, en donde dice que el Hijo del Hombre juntará a todas las naciones, van a ser juntadas todas las naciones delante del Hijo del Hombre, el cual es el Mesías y el cual juzgará a todas las naciones; y unas entrarán al Reino del Mesías y otras no entrarán al Reino del Mesías.
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Por esa causa es que se ha estado predicando el Evangelio de Jesucristo en todas las naciones, para que todo ser humano tenga la oportunidad, privilegio y bendición de entrar a ese Nuevo Pacto de paz para vivir eternamente en el Reino de Dios, que es el Reino del Mesías.
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El Señor Jesucristo hablando acerca del Reino de Dios cuando estuvo enseñando a Sus discípulos a orar, en el capítulo 6, verso 10 de San Mateo, dice a ellos que pidan la venida del Reino de Dios. Dice:
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“*Venga tu reino, hágase tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra.”*
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Todo ser humano y todas las naciones desean la venida del Reino de Dios, porque es el Reino en donde estará la paz imperecedera, la paz eterna bajo un pacto de paz, el Nuevo Pacto del cual habló Dios por medio del Profeta Jeremías, en el capítulo 31, versos 31 al 36.
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Así como para las naciones tener paz unas con las otras hacen un pacto, así también para tener la paz imperecedera, la paz eterna, uno tiene que entrar en el pacto de Dios, y así obtienen la paz para el alma, para el corazón.
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Cristo hablando en San Juan, capítulo 14, antes de irse a la Casa del Padre Celestial, dice en San Juan, capítulo 14, verso 27:
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“*La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da.”*
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Y si no es como el mundo la da, no es la paz que hacen las naciones unas con otras, es la paz bajo el Nuevo Pacto que Dios ha establecido, para que toda persona entre en ese pacto con Dios y obtenga la paz imperecedera, la felicidad, el amor y la prosperidad espiritual y también la material.
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En el Reino del Mesías, de Jesucristo, que es el Reino de Dios, el cual ha estado, por estos últimos dos mil años, en la esfera espiritual, y por eso es que para entrar a ese Reino, Cristo dijo a Nicodemo que era necesario nacer de nuevo, nacer del Agua y del Espíritu. Él dijo: “El que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios.” Y por consiguiente no puede obtener la paz imperecedera para el alma, para su familia y para vivir en paz con Dios por toda la eternidad.
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En el Antiguo Testamento el día diez del mes séptimo de cada año, en medio del pueblo hebreo se efectuaba el sacrificio de la expiación por el pecado, en donde toda persona se presentaba ante Dios arrepentido de sus pecados, afligido en su alma por haber pecado contra Dios; Dios lo perdonaba, porque la persona pedía perdón a Dios por sus pecados, y quedaba reconciliada con Dios. Ese día se sacrificaba un macho cabrío en expiación por el pecado. Eso está en Levítico, capítulo 23, versos 26 en adelante, dice:
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“*También habló Jehová a Moisés, diciendo:*
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*A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.*
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*Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.*
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*Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.”*
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Así era en medio del pueblo hebreo el día diez del mes séptimo de cada año, en donde toda persona obtenía esa reconciliación con Dios por un año más.
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¿Por qué por un año? Porque los sacrificios de animalitos no son perfectos porque los animales no tienen alma, y por consiguiente la sangre de los animales no puede quitar el pecado y el espíritu del animal no puede venir al ser humano; pero eso estaba dando testimonio de que vendría más adelante un Sacrificio perfecto para la raza humana, en donde los pecados del ser humano serían perdonados y limpiados con la Sangre de ese Sacrificio, y el Espíritu de ese Sacrificio, de ese Ser que sería sacrificado, el Espíritu de Él vendría sobre la persona que obtenía la reconciliación con Dios, para así la persona obtener el nuevo nacimiento, nacer de nuevo, ser una nueva criatura, una nueva creación, nacer en el Reino de Dios que está en la esfera espiritual, y así pertenecer a una nueva raza con Vida eterna.
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La persona desde el momento en que obtendría el nuevo nacimiento del Agua y del Espíritu, ya tendría Vida eterna y por consiguiente tendría la paz imperecedera acá en el alma, en el corazón.
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Ahora, ¿cuál es ese Nuevo Pacto que Dios haría con Su pueblo, en el cual se efectuaría un Sacrificio por el ser humano, en favor del ser humano? Dice el mismo Jesucristo en San Mateo, capítulo 26, versos 26 al 29, en la última Cena, mientras comían, dice:
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“*Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.*
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*Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;*
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*porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.”*
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Aquí tenemos el Nuevo Pacto que Dios prometió establecer con Su pueblo y con todo ser humano. Y el Sacrificio para el establecimiento de ese Nuevo Pacto, es el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario; y Su Sangre nos limpia de todo pecado, y somos bautizados en agua en Su Nombre, y Él nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego y produce en nosotros el nuevo nacimiento, y así nacemos en Su Reino eterno, así es como entramos al Reino de Dios, que es el Reino de Jesucristo nuestro Salvador, que se encuentra en la esfera espiritual en la forma de Su Iglesia.
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Toda persona que desea la paz eterna y que desea vivir eternamente y desea entrar al Reino de Dios, necesita entrar al pacto eterno y ser limpio con la Sangre del pacto eterno, para así obtener Su redención.
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El Apóstol Pablo, conocedor de este misterio divino, en su carta a los Hebreos, en el capítulo 13, verso 20 al 21, dijo.
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“*Y el Dios de paz...”*
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¿Quién es el dueño de la paz? Dios.
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“*Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno.”*
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La Sangre del pacto eterno ¿cuál es? No es la sangre de un animalito como se hacía en el Antiguo Testamento en medio del pueblo hebreo, sino que la Sangre del Nuevo Pacto, del Pacto eterno, es la Sangre de Jesucristo derramada en la Cruz del Calvario, para lo cual se requiere que toda persona reciba a Cristo como Salvador, para que Cristo lo perdone y con Su Sangre lo limpie de todo pecado y entre al pacto eterno y obtenga la salvación y Vida eterna, obtenga Su redención y por consiguiente obtenga la paz interior, la paz del alma, que es lo más preciado para todo ser humano.
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Si el ser humano no tiene paz acá en su alma, no disfruta de la vida que Dios le ha dado para vivir en este planeta Tierra. ¿Por qué hay un conflicto en el Medio Oriente que parece no tener fin? Por la falta del establecimiento de este pacto eterno en medio de esos pueblos como naciones.
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Como individuos hay muchos judíos y muchos libaneses y muchos sirios y muchos iraníes y también muchos palestinos, que tienen la paz acá en el alma porque han entrado al pacto eterno establecido por Dios a través de Jesucristo.
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Jesucristo es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno; por lo tanto, toda persona que vive en este planeta Tierra, aunque su nación esté en conflictos políticos, económicos, sociales o militares, con todo y eso puede tener paz acá en su alma, si tiene a Jesucristo, el cual es nuestra paz.
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En el Medio Oriente, en Israel estaba el templo donde se efectuaban los sacrificios correspondientes, el sacrificio de la paz o por la paz, el sacrificio de la expiación para la reconciliación del pueblo con Dios y así por el estilo, pero desde que fue destruida Jerusalén y el templo, no hay sacrificio en ese templo, porque ya no está el templo allí.
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Y por cuanto no han recibido estos pueblos como naciones a Jesucristo como Salvador, no pueden tener la paz; ése es el problema del Medio Oriente: que como naciones no han recibido el Sacrificio único establecido por Dios para el ser humano y para las naciones.
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En la América Latina y el Caribe, aunque hay en algunas ocasiones problemas, con todo y eso hay paz acá en el alma de los creyentes en Cristo, porque tienen el Sacrificio de la Expiación por sus pecados y el Sacrificio por la paz, porque el precio de nuestra paz fue sobre Jesucristo, Él pagó el precio de la paz para nosotros.
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Y todo ser humano tiene derecho a la paz interior, a la paz en su alma; a través de Jesucristo reclama y obtiene la paz imperecedera, eterna, divina, y así también es para las naciones.
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Viene una etapa muy importante para todas las naciones, en donde el Reino de Dios así como ha sido establecido acá en el alma de los creyentes en Cristo, va a ser establecido en este planeta Tierra en medio de las naciones; y la paz de Dios de ese Reino y en ese Reino, cubrirá no solamente a Israel, sino a todas las naciones, porque el Mesías Príncipe vendrá para establecer el Reino de Dios en este planeta Tierra, para gobernar como Rey no solamente sobre el pueblo hebreo, sino sobre todas las naciones, porque Él ama no solamente a Israel sino a todas las naciones.
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La única diferencia entre Israel y las demás naciones, es que Israel es la nación primogénita de Dios y por consiguiente tiene una doble bendición, porque la primogenitura tiene una doble bendición; por esa causa es que el Distrito Federal del Reino de Dios cuando sea establecido en la Tierra, será todo el territorio de Israel; y la Capital será Jerusalén, para desde ahí gobernar el Mesías Príncipe sobre Israel y sobre todas las naciones.
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Así como Él reina, como Él gobierna acá desde lo profundo de nuestra alma nuestras vidas, así gobernará sobre todas las naciones, pues Él es el heredero del Reino de Dios, Él es el heredero del Reino de David.
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El Reino de David es el Reino de Dios que fue establecido en la Tierra en los días del rey David y del rey Salomón, ese Reino no ha estado activo por muchos siglos, el Trono de Dios terrenal es el Trono de David, y no ha estado activo por muchos siglos, pero va a ser restaurado ese Reino de Dios en la Tierra, y entonces Israel y todas las naciones tendrán la paz imperecedera, la cual el Mesías Príncipe traerá para todas las naciones, como está prometido en Isaías, capítulo 9, verso 6 al 7, que dice:
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“*Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz.”*
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¿Quién es el Príncipe de paz? Este niño que nacería, ése es el Mesías Príncipe prometido para Israel y para todas las naciones, pues todas las naciones desean tener como gobernante mundial al Mesías Príncipe que traerá la paz para todas las naciones. Sigue diciendo:
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“*Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.”*
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O sea, quien va a hacer esto es Dios, va a traer Su Reino a la Tierra, va a ser establecido sobre todas las naciones, y ahí todas las naciones obtendrán la paz imperecedera. Por eso el Mesías Príncipe es el deseado de todas las naciones.
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Ahora, como señal para la venida y establecimiento de ese Reino del Mesías, dice la Escritura en Hageo, capítulo 2, verso 5 al 6, el tiempo en que eso va a suceder. Vamos a ver ese pasaje, porque ese pasaje muestra algo grande que va a suceder para el tiempo en que el Mesías Príncipe va a manifestarse. Aquí está la Escritura, dice:
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“*Según el pacto que hice con vosotros cuando salisteis de Egipto, así mi Espíritu estará en medio de vosotros, no temáis.*
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*Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca;*
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*y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos.”*
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Y la señal de esto que está prometido aquí, en donde Dios hará temblar, hará temblar los Cielos y la Tierra y hará temblar a todas las naciones, es la señal para el tiempo de la venida del Mesías, y para el establecimiento de Su Reino en este planeta Tierra.
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¿Y cómo están las naciones en este tiempo? Muy asustadas, temblando de miedo de que vaya a surgir una tercera guerra mundial; y también a causa de los tsunamis o maremotos gigantes que ocurren; y también los terremotos y cosas así que han estado ocurriendo; y todavía vienen más, como señal de que estamos en el tiempo para la Venida del Reino de Dios, y por consiguiente la venida del Mesías y el establecimiento de Su Reino en este planeta Tierra, para traer la paz imperecedera, universal, para que la raza humana disfrute de la vida que Dios le ha dado en este planeta Tierra.
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Antes de tener la paz universal en este planeta Tierra, el ser humano necesita tener la paz acá en su alma, para lo cual necesita al Príncipe de paz, que es nuestro amado Señor Jesucristo.
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Recibir a Cristo es el honor, el privilegio y la bendición más grande que una persona puede tener, es el privilegio más grande que Dios le ha dado al ser humano: que reciba a Cristo como su único y suficiente Salvador, para que obtenga el perdón de sus pecados, sea limpio con la Sangre de Cristo de todo pecado, sea bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo lo bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en la persona el nuevo nacimiento, y así la persona entre al Reino de Dios y asegure así su futuro eterno con Dios. Ésa es la única forma en que el ser humano puede asegurar su futuro eterno.
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El ser humano compra seguros para el auto, para la casa, seguros también de salud, seguros de vida; aunque si muere no es él el que va a recibir el beneficio, pero por lo menos la familia no queda desamparada. Pero algunas veces el ser humano se olvida del seguro más importante, que es el seguro de la Vida eterna.
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Yo tengo el seguro más importante, que es el de la Vida eterna, el cual me ha otorgado nuestro amado Señor Jesucristo al recibirlo como mi único y suficiente Salvador, y me ha dado la paz acá en mi alma. ¿Y a quién más? A cada uno de ustedes también.
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El ser humano tiene un problema, el más grande, es un problema en el cual el ser humano se siente siempre inseguro: es la angustia existencial, porque no sabe de dónde ha venido, no sabe porqué está aquí y no sabe hacia dónde va cuando termine sus días aquí en la Tierra.
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Pero cuando recibe a Cristo como su único y suficiente Salvador se le va esa angustia existencial, Jesucristo la quita. A través del Evangelio la persona comprende que ha venido de otra dimensión.
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Algunas personas cuando escuchan hablar de extraterrestres se asustan y no comprenden que ellos mismos son extraterrestres, han venido de otra dimensión, lo que tienen de esta dimensión es el cuerpo físico; por eso cuando terminan sus días en esta dimensión terrenal, desaparecen de esta Tierra y su cuerpo físico queda sin vida, porque el cuerpo sin espíritu está muerto, queda muerto.
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La persona, el ser humano es trino como Dios. Dios es trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo; y Dios hizo al ser humano a Su imagen y semejanza, por eso el ser humano es trino, el ser humano es alma, espíritu y cuerpo.
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Cuando muere su cuerpo físico, el ser humano no murió, lo que murió fue su casa terrenal, su semejanza física, pero sigue viviendo en otra dimensión, la dimensión de los espíritus.
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Y algunas personas piensan que cuando mueren desaparecieron de la existencia totalmente, pero no, siguen existiendo en otra dimensión. Lo único que sucedió fue que perdieron la forma física, el cuerpo físico, pero tienen un cuerpo espiritual llamado: “el espíritu” de la persona.
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Un espíritu es un cuerpo de otra dimensión, y la persona va a vivir a otra dimensión. Si había recibido a Cristo como único y suficiente Salvador, va a la dimensión llamada el Paraíso, que es la sexta dimensión.
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La séptima dimensión es la dimensión de Dios, donde Dios habita, está más arriba, más alta.
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Pero la persona que muere sin haber recibido a Cristo no puede ir al Paraíso, no puede ir a esa sexta dimensión donde van los redimidos, esa dimensión donde están los Ángeles de Dios. ¿Y a dónde va la persona que muere sin Cristo? Va a la quinta dimensión, una dimensión para aquellos que no recibieron a Cristo como Salvador, para aquellos que no obtuvieron la redención, la cual estaba a la disposición de ellos.
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¿Y qué es la quinta dimensión? La quinta dimensión es llamada comúnmente, tanto en las Escrituras como por la mayor parte de las personas, como “el infierno;” y ahí nadie quiere ir; y la única forma para evitar ir a esa quinta dimensión, al infierno, es obteniendo la redención de su alma a través de Jesucristo nuestro Salvador.
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Por esa causa Él vino a la Tierra y murió voluntariamente por nosotros, para que nosotros obtuviéramos la redención de nuestra alma. Él dijo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda; pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva.” San Juan, capítulo 12, verso 24.
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Jesucristo es el grano de trigo, la semilla original, el Hijo de Dios para reproducirse en muchos hijos e hijas de Dios, por eso Jesucristo es el Segundo Adán. A través del primer Adán entró la muerte a la raza humana y por eso tenemos vida temporal, pero por medio del Segundo Adán: Jesucristo, entró la Vida eterna a la raza humana, para que el ser humano tenga Vida eterna a través de Jesucristo, el Segundo Adán.
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Por eso al nacer de nuevo, nacemos de Cristo y nacemos en la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno, y por eso obtenemos la paz del Reino de Dios, del Reino de Cristo, la obtenemos acá, la cual Él le da a todos los miembros de Su Reino, que son todos los creyentes en Él que forman la Iglesia del Señor Jesucristo.
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Yo tengo esa paz eterna, imperecedera, porque recibí a Cristo acá en mi alma, en mi corazón, y Él me colocó en Su Reino, y ahora tengo el seguro de la Vida eterna. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.
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Recibir a Cristo como Salvador es Vida eterna. Jesucristo es la persona más grande que ha pisado este planeta Tierra; y él dijo: “El que me confesare delante de los hombres, Yo le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos; mas el que me negare delante de los hombres, Yo le negaré delante de mi Padre que está en los Cielos.”
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Es un asunto de recibir a Cristo, confesar públicamente a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, para que Él nos confiese delante del Padre Celestial, delante de los Ángeles de Dios. O negarlo, no recibirlo, para Él negar a la persona delante de Dios.
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Pero nadie quiere que Jesucristo lo niegue delante del Padre Celestial. Todos queremos entrar al Reino de Dios, todos queremos vivir eternamente, todos queremos que Jesucristo nos confiese delante del Padre Celestial y delante de los santos Ángeles de Dios. Para lo cual todos necesitamos recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, dando testimonio público de nuestra fe en Cristo.
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Como Mensajero de la paz de Dios, la paz de Jesucristo, la paz del Reino de Dios, yo les anuncio esa paz eterna, imperecedera, la paz que Dios por medio de Cristo da a todo aquel que lo recibe como único y suficiente Salvador.
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La paz eterna, imperecedera, la da Dios por medio de Jesucristo. Ése es mi anuncio de paz eterna, imperecedera para todo ser humano, es a través de Jesucristo nuestro Salvador, para que el ser humano tenga esa paz acá en su alma, y tenga el amor de Dios, la prosperidad espiritual y la felicidad en el Reino de Dios.
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Si alguno todavía no ha dado testimonio público de su fe en Cristo, por cuanto la fe viene por el oír la Palabra de Dios, el Evangelio de Cristo, y ustedes han escuchado la predicación del Evangelio de Cristo, ustedes que están aquí presentes y los que están a través del satélite Amazonas en el canal WSS: “El Mensajero de la Paz,” y los que están a través de internet en otras naciones, pueden en estos momentos dar testimonio público de vuestra fe en Cristo, “porque con el corazón se cree,” y ustedes han escuchado y nació la fe de Cristo en su alma y están creyendo en Cristo, “y con la boca se da testimonio público para salvación, se confiesa para salvación.” De eso habló San Pablo en Romanos, capítulo 10 \[verso 10\].
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Y ahora, los que todavía no habían dado testimonio público de su fe en Cristo, al nacer la fe de Cristo en estos momentos en su alma, en su corazón, pueden estar en pie y pasar acá al frente para dar testimonio público de su fe en Cristo, y yo oraré por ustedes para que Cristo les reciba en Su Reino, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado.
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Conseguir la paz eterna después de la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario, es más fácil que conseguir la paz entre las naciones en el Medio Oriente. Miren lo simple que es, lo sencillo que es conseguir la paz eterna, imperecedera, la paz de Dios acá en el alma de todo ser humano. Pero no era fácil antes de la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario.
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Todos tienen derecho a obtener la paz eterna a través de Jesucristo. Todo ser humano tiene derecho a la paz como tiene derecho a la vida; así como tiene derecho a la vida y la paz terrenal, tiene derecho a la Vida eterna y a la paz eterna.
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Le toca a cada persona reclamar esa Vida eterna y esa paz eterna, ¿cómo? A través de Jesucristo, así como se hace en una corte cuando alguien va a hacer un reclamo de una propiedad, de algo que le pertenece y que está en pleito, va a la corte con un abogado, pero la persona de sí misma no puede hacer el reclamo, sino que lo hace a través de un abogado.
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Y ahora, la paz eterna y la Vida eterna el ser humano hace su reclamo ante Dios, ante el Juez de la Corte celestial, a través del Abogado perfecto que no ha perdido ni un caso, ese Abogado es Jesucristo. “Si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, Jesucristo el Hijo de Dios.” \[Primera de Juan 2:1\] No hay otro abogado que pueda defender sus derechos a la Vida eterna y a la paz eterna, y a los demás derechos que le corresponden a las personas que obtienen la Vida eterna.
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Cristo es nuestro Abogado, el cual reclama nuestros derechos a la Vida eterna y a la paz eterna, y por consiguiente a la felicidad eterna y a la prosperidad eterna.
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Estamos en la esfera espiritual del Reino de Dios, del Reino de Dios que corresponde al Mesías Príncipe, el cual es el heredero al Reino de Dios. Más adelante vendrá una etapa para la raza en que entrarán físicamente al Reino de Dios, cuando el Reino de Dios esté en la esfera física, en donde todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo obtendrán la redención del cuerpo, que será la transformación de sus cuerpos para los que estén vivos en ese tiempo, y para los que murieron siendo creyentes en Cristo nacidos de nuevo, la resurrección en cuerpos eternos, inmortales, jóvenes y glorificados, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador, para ser a Su imagen y a Su semejanza, y así todos ser eternos en Su Reino y jóvenes para toda la eternidad, en donde ya al mirarnos en el espejo no veremos que al transcurrir cincuenta años aparecerán algunas canas.
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En el nuevo cuerpo no aparecerán canas, en el nuevo cuerpo no aparecerán arrugas en el rostro, en el nuevo cuerpo no habrá vejez, siempre jóvenes con Cristo en Su Reino, como Cristo, el cual está tan joven como cuando subió al Cielo, Él no se ha puesto viejo, y han transcurrido ya dos mil años.
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Por lo tanto, recibiremos un cuerpo como Su cuerpo glorificado, eso es una promesa para todos los creyentes en Cristo que han obtenido la redención y Vida eterna, y ése es el futuro para los creyentes en Cristo, y eso es tener el futuro eterno asegurado, ¿con quién? Con el único que nos puede asegurar nuestro futuro: nuestro amado Señor Jesucristo.
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Si usted va a una compañía de seguros para que le aseguren su futuro eterno, le dirán: “Aquí no vendemos ese tipo de seguro.” Solamente hay uno que tiene ese seguro, y es nuestro amado Señor Jesucristo.
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¿Ven ustedes cómo el mismo Jesucristo al tener Su cuerpo eterno y glorificado, desea que nosotros tengamos un cuerpo igual al suyo, para que seamos como Él? Y entonces lo veremos porque seremos como Él, y hablaremos con Él.
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San Pablo en Filipenses, en el capítulo 3, verso 20 al 21 dijo:
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“*Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;*
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*el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”*
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Aquí tenemos la promesa de que Él nos va a transformar, de mortales a inmortales; de personas con cuerpos corruptibles y temporales, a personas con cuerpos inmortales, con cuerpos incorruptibles, con cuerpos que nunca se pondrán viejos, con cuerpos que nunca morirán. Esa es la promesa divina para todos los creyentes en Cristo.
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Por esa causa la ciudadanía de los creyentes en Cristo está ¿dónde? En los Cielos. Pero, ¿no somos ciudadanos del país donde hemos nacido? Claro que sí, esa es nuestra ciudadanía terrenal, pero ¿por qué? Porque nacimos en algún país y obtuvimos esa ciudadanía. Pero por nacer de nuevo, y por cuanto el nuevo nacimiento es del Cielo, hemos obtenido la ciudadanía celestial, la ciudadanía de la Nueva Jerusalén, la Ciudad celestial, la Ciudad de Dios.
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Y ahora, tenemos doble ciudadanía: la terrenal y la celestial; cuando se nos acabe la vida de la terrenal, continuaremos con la vida de la celestial, porque ya tenemos la vida de nuestra ciudadanía celestial: Vida eterna acá en lo profundo de nuestra alma, y por eso la angustia existencial desapareció de acá de nuestra alma.
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Nos acostamos a dormir tranquilos, si termina nuestra vida terrenal, pasamos al Paraíso a vivir en cuerpos angelicales y esperamos allí hasta la resurrección; si permanecemos vivos hasta la resurrección de los muertos en Cristo, entonces seremos transformados sin ver muerte, y continuaremos viviendo, pero en otro cuerpo glorificado, sin ver muerte, en ese no nos pondremos viejos, no moriremos porque será eterno, y eso nos da paz acá en nuestra alma, saber que nuestro futuro eterno está asegurado con Jesucristo en Su Reino eterno.
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En los demás países que están a través de internet o del satélite Amazonas, pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo también, para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo.
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Estamos en una actividad por la paz, por la paz del alma del ser humano, la paz que Dios da a todos los que reciben a Cristo como único y suficiente Salvador. “Cuan hermosos son los pies de los que anuncian buenas nuevas (o sea, buenas noticias), de los que anuncian la paz.” ¿Ven? Esos son los que anuncian el Evangelio de Jesucristo, el Evangelio de la paz para todos los seres humanos, y todo ser humano la puede obtener recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador.
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Ya vamos a orar por todos ustedes que han venido a los Pies de Cristo en estos momentos, y por los que han venido a los Pies de Cristo en otras naciones que están a través del satélite Amazonas o a través de internet.
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Vamos a estar todos puestos en pie para orar, vamos a levantar nuestras manos al Cielo, a Jesucristo nuestro Salvador, para dar testimonio público de nuestra fe en Cristo, para así dar testimonio público de que nació la fe de Cristo en nuestra alma, creemos en Él de todo corazón y lo recibimos como único y suficiente Salvador.
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Los que han venido a los Pies de Cristo repitan conmigo esta oración que estaré haciendo en favor de ustedes ante Jesucristo, con nuestros ojos cerrados; también los que están en otras naciones que han venido a los Pies de Cristo, repitan conmigo esta oración con sus manos levantadas y sus ojos cerrados. Repitan conmigo:
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***Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón, creo en Ti de todo corazón, creo que Tú eres el Hijo de Dios que has venido al mundo, creo en Tu Primera Venida, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por mis pecados y por los de todos los seres humanos; creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres en que podemos ser salvos. Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, reconozco que Tú eres el único y suficiente Salvador para mí. Doy testimonio público de mi fe en Ti, y Te recibo como mi único y suficiente Salvador.***
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***Salva mi alma, Te lo ruego, perdona mis pecados y con Tu Sangre límpiame de todo pecado, y bautízame con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y sea producido en mí el nuevo nacimiento. Quiero nacer en Tu Reino eterno, quiero nacer en la Vida eterna. Salva mi alma, Señor; me entrego a Ti, me rindo a Ti en alma, espíritu y cuerpo. Sálvame, Te lo ruego, Señor. En Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.***
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Con nuestras manos levantadas al Cielo a Cristo, todos decimos: **¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.**
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Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes escucharon la predicación del Evangelio de Cristo y lo recibieron como único y suficiente Salvador, para eso fue que Cristo ordenó a Sus discípulos ir por todo el mundo predicando el Evangelio a toda criatura.
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“*Y el que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”* Tan simple como eso. San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16.
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Y ahora, ustedes me dirán: “Escuché la predicación del Evangelio de Cristo, nació la fe de Cristo en mi alma, creí, dí testimonio público de mi fe en Cristo recibiéndolo como mi único y suficiente Salvador; y ahora, por cuanto Él dijo: ‘El que creyere (y ya creí) y fuere bautizado, será salvo,’ quiero ser bautizado en agua en Su nombre lo más pronto posible.”
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La pregunta de ustedes es: “¿Cuándo me pueden bautizar?” Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón y lo han recibido como Salvador, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo en estos momentos, en donde se identificarán con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.
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Cuando ustedes han recibido a Cristo como Salvador, han muerto al mundo; y cuando el ministro los sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente los está sepultando, usted está siendo sepultado en las aguas bautismales; y cuando el ministro lo levanta de las aguas bautismales, usted está resucitando a una nueva vida: a la Vida eterna con Jesucristo en Su Reino eterno, y Cristo le bautizará con Espíritu Santo y Fuego y producirá en usted el nuevo nacimiento, y usted vivirá eternamente con Cristo en Su Reino eterno, usted ha asegurado su futuro eterno, y usted puede decir: “Yo tengo futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno, yo tengo mi futuro eterno asegurado.”
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Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en estos momentos. Pregunto al ministro, le pido pase acá: ¿Si hay agua? ¿Hay bautisterios? Hay bautisterios en ambos lados. ¿Hay ropas bautismales? Hay ropas bautismales. Hay vestidores de ropa donde se colocarán las ropas bautismales, hay personas que les ayudarán también para llegar a los vestidores de ropa y también cuidarán de vuestras ropas, y hay ministros que les bautizarán en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y luego regresarán a los vestidores de ropa para colocarse de nuevo las ropas de ustedes que estarán secas, porque para el bautismo tendrán ropas bautismales que están en los vestidores de ropa.
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Así que, Dios les bendiga grandemente y que Jesucristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego luego que ustedes sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Y a los que están a través de internet o del satélite Amazonas y recibieron a Cristo como Salvador, que Cristo luego que sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
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Y nos continuaremos viendo por toda la eternidad, porque tenemos nuestro futuro eterno asegurado con Jesucristo en Su Reino eterno, y hemos entrado al verdadero pacto: al pacto eterno, y hemos obtenido la verdadera paz, la verdadera paz que se obtiene exclusivamente a través de Jesucristo, porque es la paz imperecedera, la paz eterna para nuestra alma y todo nuestro ser.
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Ha sido un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión.
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Que Dios por medio de Jesucristo les bendiga y les guarde a todos, y nos continuaremos viendo por toda la eternidad.
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Dejo con ustedes aquí al ministro presente, y también al ministro correspondiente a cada país que está a través del satélite o de internet.
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Dios les bendiga.
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“**LA VERDADERA PAZ.”**
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