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|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
| El Pacto inmutable | 2006-03-06 | 1 | Ciudad de Guatemala | Guatemala | GT | 00:00:00 | false |
Muy buenas tardes, amables amigos y hermanos presentes; es un privilegio y bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.
Para lo cual leemos en Jeremías, capítulo 31, versos 31 al 34, donde dice:
“He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá.
No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová.
Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.
Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Esta Escritura que hemos leído nos habla de un Nuevo Pacto que Dios hará con Su pueblo, y este es un Pacto que está señalado como un Pacto inmutable, un Pacto que no puede ser movido, no puede ser cambiado. Por lo tanto, este es el Pacto que Dios ha prometido para la Casa de Judá y para la Casa de Israel.
A este Pacto quiere entrar todo hebreo, y a este Pacto quiere entrar toda persona de entre los gentiles también. Este es un Pacto en donde Dios perdonará la maldad de las personas, y no se acordará más de los pecados de la persona, no habrá más memoria, recuerdo en Dios.
Y ahora, ¿qué Pacto tan importante es ése, en donde la persona obtendrá el perdón de sus pecados, y Dios no se recordará más, no se acordará más de los pecados de la persona? Borrará los pecados de la persona y por consiguiente Dios mirará la persona y lo verá sin pecado, y no habrá más recuerdo para Dios de los pecados de la persona.
Vean, la Casa de Judá es el reino del Sur, que corresponde al descendiente de David, hijo de Salomón, llamado Roboam. En el tiempo de Roboam el reino de Israel fue dividido, roto en dos reinos, por causa de un error que cometió el rey Salomón y ese fue el pecado grande que cometió el rey Salomón; y por causa de ese pecado el reino de David, que es el reino terrenal de Dios, el cual estaba unido en medio del pueblo hebreo, el cual heredó el rey Salomón y se sentó en el Trono del Reino de Dios sobre Israel.
Pero luego por el pecado de Salomón establecer templos y lugares altos para sus esposas adorar a sus dioses paganos; y el mismo Salomón asistir y adorar dioses paganos, lo cual es idolatría, por causa de la idolatría que Salomón efectuó, vino la maldición de la división del Reino de David, el cual es el Reino de Dios que estaba allí en la Tierra en medio del pueblo hebreo; porque el pueblo hebreo es el único pueblo (como nación) que por decreto de Dios es heredero al Reino de Dios.
Por eso el Reino de Dios tiene que ser establecido en medio del pueblo hebreo, y de ahí es que gobernará todas las naciones. Cristo enseñando a Sus discípulos a orar, dijo que oraran pidiendo la Venida del Reino de Dios, cuando dijo: “Venga Tu Reino, hágase tu voluntad como en el Cielo también en la Tierra,” o “aquí en la Tierra.” Eso está en el Padre Nuestro (capítulo 6, verso 10 de San Mateo).
Ahora, el Reino en el tiempo de David y Salomón estaba unido: un solo Reino; pero por causa de idolatría el Reino fue dividido en los días del hijo de Salomón, Roboam. Y le fueron dejadas a la dinastía de David dos tribus, que es la tribu de Judá y la tribu de Benjamín; y las otras diez tribus fueron entregadas en las manos de Jeroboam, un descendiente de José a través de la línea de Efraín (hijo de José).
Y vinieron a ser dos reinos: el Reino de Dios que estaba en la Tierra en medio del pueblo hebreo, y luego Jeroboam estableció dos ídolos, dos becerros de oro, uno en Dan y otro en Bet-el, para que los miembros de esas diez tribus no fueran a Jerusalén a adorar a Dios porque él pensó juntamente con sus consejeros que si el pueblo iba a adorar a Dios a Jerusalén, en algún momento se iba a tornar el corazón del pueblo de esas diez tribus, se iba a tornar al rey Roboam, y luego iban a matar al rey Jeroboam, y el reino del Norte (compuesto por diez tribus), iba a regresar al rey Roboam, y se iba a unificar de nuevo el Reino de Dios, se iba a unificar ese Reino de David.
Luego más adelante por causa de idolatría, también el reino del Norte tuvo problemas. Es que la idolatría está condenada por Dios. Aún dice la Escritura que toda persona que adore o porte un ídolo, y también toda nación que tenga ídolos, será desarraigada.
Por lo tanto, pierde el derecho a su existencia, toda persona, ciudad o nación que caiga en la idolatría, pierde el derecho a la vida, a su existencia.
Estas diez tribus del Norte por causa de idolatría fueron desarraigadas de Israel y fueron llevadas a otras naciones sus miembros, esparcidas por todas las naciones. Y por esa causa es que a ese reino del Norte compuesto por esas diez tribus de Israel le llaman: “Las diez tribus perdidas,” y que no han podido conseguirlas por todos esos siglos o milenios.
Pero a Dios no se le pierde nada, a Dios no le pasa como nos pasa a nosotros: que tenemos algo y lo colocamos en algún lugar, y después estamos buscándolo, y decimos: “¿Dónde estará tal cosa, tal prenda o tal cantidad de dinero, que yo tenía y lo coloqué en un lugar, y ahora no sé el lugar dónde lo coloqué?” En sí no se le ha perdido quizás la prenda o el dinero sino que se le perdió en su mente el lugar dónde lo colocó.
¿Pero cree usted que a Dios se le ha olvidado dónde colocó esas diez tribus del Norte y dónde están los descendientes de esas diez tribus? No, Él sabe dónde están, porque Él fue el que las colocó en esas naciones.
Y ahora, Dios va a restaurar el Reino de David, y por consiguiente tiene que juntar las diez tribus del Norte con las dos tribus, con la tribu de Judá y la tribu de Benjamín. Por eso en Ezequiel, capítulo 37, verso 15 en adelante nos habla del palo de Judá y del palo de José en la mano de Efraín, y nos dice a través del Profeta Ezequiel, que Dios ha dicho que tome esos dos palos y los coloque en su mano y serán un solo palo en la mano del Profeta; y así esos dos palos serán un solo palo en la mano de Dios, y vendrá a ser entonces un solo Reino: el Reino de Dios restaurado en la Tierra de Israel, en la restauración del Reino de David.
Estas diez tribus desaparecieron a la vista humana, pero sabemos que existen; existen y Dios las llamará. Y si Dios las va a llamar, entonces será la Voz de Dios la que identificará esas tribus, porque esas personas pertenecientes al reino del Norte van a escuchar la Voz de Dios y van a responder al llamado divino. Y esa será la identificación máxima que tendrán las personas que pertenecerán a esas diez tribus del Norte. No habrá ninguna identificación mayor que esa: que escucharán la Voz de Dios. Esa gran Voz de Trompeta o Trompeta, o gran Trompeta de la cual nos habla Isaías, capítulo 27, verso 13.
Y ahora, en el Programa Divino siendo que Dios prometió un Nuevo Pacto en el cual los pecados del ser humano van a ser perdonados y Dios no va a tener más memoria de ellos, en y para este Nuevo Pacto, millones de hebreos entrarán y también de gentiles. Este Nuevo Pacto está prometido.
Por lo tanto, en este Nuevo Pacto hay grandes bendiciones para todos los seres humanos. No será un Nuevo Pacto exclusivamente para el pueblo hebreo, sino que a este Nuevo Pacto podrán entrar los gentiles sin pagar un solo centavo. En forma gratuita, será otorgada la entrada a este Pacto, pues el precio para el establecimiento de este Pacto lo pagaría el Mesías Príncipe, el cual está prometido en Isaías, capítulo 53, versos (para no leer mucho, ustedes leen luego en sus hogares el resto)... este capítulo 53 de Isaías es un pasaje mesiánico, el cual el Mesías Príncipe tiene que cumplir en Su Venida. Dice capítulo 53, verso 10:
“Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.”
Siendo que este es un pasaje mesiánico, el Mesías Príncipe en Su Venida tiene que poner Su Vida en Expiación por el pecado. En palabras más claras: el Mesías Príncipe en Su Venida tiene que morir, morir por el pecado de Su pueblo; y por consiguiente el Mesías Príncipe aparecerá en la Tierra como un hombre de carne y hueso.
Ahora, ¿en qué tiempo está señalado en la Escritura que el Mesías tiene que aparecer y morir? Recuerden que para el establecimiento del Nuevo Pacto que Dios ha prometido, tiene que el Mesías aparecer y morir. En el capítulo 9 de Daniel, versos 23 en adelante, dice el Arcángel Gabriel o Ángel Gabriel al Profeta Daniel:
“Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado...”
¿A cuántas personas les gustaría escuchar del Ángel Gabriel las palabras: Tú eres muy amado? Muy amado, ¿dónde? En el Cielo, muy amado por Dios. Pues esas palabras son, no solamente para el Profeta Daniel, sino para todos ustedes también.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” [San Juan 3:16]
¿Por qué vendría el Mesías Príncipe, el Hijo de Dios a la Tierra, y moriría? Porque Dios nos ama. Por lo tanto, no solamente el Profeta Daniel es muy amado en el Cielo, sino yo también. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.
Y ahora, el motivo por el cual el Mesías Príncipe conforme a las profecías tiene que venir a la Tierra y morir, es porque somos muy amados de Dios. El ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios, y por consiguiente lo que se parece a Dios es el ser humano. ¿Y a quién se parece Dios? Pues al ser humano.
Así como Dios creó al ser humano: alma, espíritu y cuerpo, Dios es alma, espíritu y cuerpo; y todo esto estaría manifestado en toda Su plenitud en la persona del Mesías Príncipe que vendría y moriría como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Continuemos aquí leyendo [Daniel 9:23]:
“Entiende, pues, la orden, y entiende la visión.
Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo (o sea, sobre el pueblo hebreo) y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad...”
Aquí nos habla que es en ese lapso de setenta semanas que será terminada la prevaricación y se pondrá fin al pecado y se expiará la iniquidad.
“...para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.
Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas (siete semanas y sesenta y dos semanas son sesenta y nueve semanas)...”
Estas setenta semanas de las cuales habla el Arcángel Gabriel al Profeta Daniel son semanas de años que en total son cuatrocientos noventa años.
Y ahora, siete semanas son cuarenta y nueve años.
Y ahora, siete semanas y sesenta y dos semanas suman sesenta y nueve semanas que corresponden a cuatrocientos ochenta y tres años, porque son semanas de años. Sesenta y nueve semanas multiplicadas por siete, ya ahí da cuatrocientos ochenta y tres años, por consiguiente desde la salida de la orden para edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá (dice) cuatrocientos ochenta y tres años.
“... se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.”
O sea, que la edificación de la plaza y del muro la efectuarían en tiempos difíciles. Pero sigue diciendo:
“Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías...”
Vean, antes de las sesenta y dos semanas se cumplen siete semanas; por lo tanto siete semanas y sesenta y dos semanas ya son sesenta y nueve semanas; por consiguiente después de las sesenta y nueve semanas en total, la vida al Mesías le va a ser quitada. El misterio del Mesías por consiguiente comenzaría luego de cumplirse sesenta y nueve semanas de años; o sea, luego de cumplirse cuatrocientos ochenta y tres años desde la salida de la orden para la edificación o restauración de Jerusalén.
“Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías (o sea, que vendrá para morir)...”
¿Y por qué tiene que morir? Porque tiene que morir como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, para así limpiarnos de todo pecado con Su Sangre preciosa; y para así establecer un Nuevo Pacto que está prometido en Jeremías, capítulo 31, versos 31 en adelante.
“Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí (o sea, que Él no se va a suicidar); y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones.”
Luego de la muerte del Mesías, más adelante Jerusalén sería destruida y el templo sería destruido. Jerusalén, la ciudad y el templo fueron destruidos en el año setenta de la era común o era cristiana por el general romano Tito Vespasiano, el cual rodeó la ciudad por dos años; y durante ese lapso de tiempo de dos años permitía a toda persona que quisiera salir de Jerusalén, que se fuera de Jerusalén.
Pero luego cumplidos los dos años en el año 70 entró con su ejército y destruyó la ciudad y también el templo. Pero antes de eso tenía que el Mesías Príncipe venir a la Tierra y morir como el Sacrificio de Expiación por los pecados de Su pueblo Israel y de todo ser humano, y establecer un Nuevo Pacto para que toda persona pudiera obtener el perdón de sus pecados, y pudiera ser limpio de todo pecado con la Sangre del Mesías Príncipe y ser reconciliado con Dios.
Ahora, si estudiamos, escudriñamos la historia, encontraremos que para el año 483, de ahí en adelante el Mesías Príncipe tenía que aparecer en la Tierra, ser manifestado como el Mesías, como el Ungido con el Aceite de Dios, que es el Espíritu Santo; porque el aceite representa al Espíritu Santo. Y tenía que cumplir la profecía de Isaías, capítulo 61, que dice (verso 1 al 2):
“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel;
a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados.”
Y ahora, esta es una profecía mesiánica que tiene que ser cumplida en la Venida del Señor, en la Venida del Mesías, en la Venida del Ungido con el Espíritu de Dios. Esta fue la profecía que Jesucristo leyó en San Lucas, capítulo 4, para luego más adelante ir a la Cruz y morir por nosotros. Comenzando Su ministerio Cristo leyó esta profecía en San Lucas, capítulo 4; y luego fue a la Cruz del Calvario, al final de Su ministerio, que vino a ser la mitad de la semana número setenta.
Vean, aquí dice capítulo 4, verso 16 en adelante, dice:
“Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.
Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos;
A predicar el año agradable del Señor.
Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.
Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.”
Esta Escritura de Isaías, capítulo 61, verso 1 al 2, estaba cumpliéndose allí en la persona de Jesús, que era el Ungido con el Espíritu de Dios, era el Ungido con el Aceite, que es el Espíritu de Dios; porque el aceite tipifica el Espíritu Santo.
Y ahora, encontramos que Jesús cuando terminó de leer ese pasaje, o cuando terminó la lectura Él ahí lo último que leyó fue: “A predicar el año agradable del Señor,” y allí se detuvo. ¿Por qué no continuó leyendo lo que a continuación dice: “Y el día de venganza del Dios nuestro.”? Porque la predicación del día de venganza del Dios nuestro, corresponde a la Segunda Venida de Cristo; es en la Segunda Venida de Cristo que Él estará proclamando el día de venganza del Dios nuestro, estará anunciándole el juicio divino que ha de venir sobre naciones, pueblos y lenguas y sobre individuos. Por lo tanto, Cristo Jesús, leyó hasta donde iba a cumplir en Su Primera Venida, y el resto corresponde a Su Segunda Venida.
Y ahora, siendo que el Mesías tenía que morir, luego de los cuatrocientos ochenta y tres años de esas setenta semanas de Daniel, para el tiempo de la semana número setenta, el Mesías tenía que estar en la Tierra en Su ministerio, y tenía que morir.
Por lo tanto, todos los estudiosos de la Biblia, que han rechazado a Jesús como el Mesías Príncipe, tienen que buscar otra persona que haya tenido un ministerio en los primeros tres años de la semana número setenta, o sea, que haya tenido un ministerio de tres años y medio, en la semana número setenta, o sea, desde el año cuatrocientos ochenta y tres, al cuatrocientos ochenta y seis y medio de la semana número setenta, para así tener el hombre que llenó los requisitos para ser reconocido y proclamado como el Mesías Príncipe, que vendría a la Tierra y moriría en Expiación por los pecados del ser humano.
Para el Cristianismo esa persona fue Jesús, llamado Jesús de Nazaret; pero que nació en Belén de Judea, y se crió luego en Nazaret.
Toda persona que no sea un creyente en Cristo, que no crea que Jesucristo es el Mesías Príncipe, pero que sea creyente en la Biblia, tiene que buscar otra persona en la historia del pueblo hebreo, que haya cumplido con esa profecía, y que haya muerto en la semana número setenta.
Y si no lo encuentran, obligatoriamente tienen que decir: “Verdaderamente solamente hay una persona que llenó los requisitos para ser reconocido y declarado como el Mesías Príncipe hebreo, como el Mesías prometido como el Rey de Israel, que vendría a la Tierra y antes de establecer físicamente Su Reino, moriría en Expiación o como la Expiación por nuestros pecados.”
Él tendrá un Reino de Paz, de amor, de justicia y de felicidad para el pueblo hebreo y para todas las naciones, y por esa causa tiene que quitar el pecado y expiar la iniquidad. No ha sido hallado ningún otro individuo que haya cumplido los requisitos para ser el Mesías Príncipe que vendría a la Tierra y moriría en Expiación por los pecados del ser humano. Excepto una sola persona: EL SEÑOR JESUCRISTO.
Y por consiguiente tiene que ser reconocido y declarado mundialmente entre todas las naciones como el Mesías Príncipe hebreo (judío), descendiente del rey David, descendiente de la dinastía de David, y heredero al Trono de David y por consiguiente al Reino de David, Reino que es nada menos que el Reino de Dios, el cual fue establecido en la Tierra en medio del pueblo hebreo, y del cual tenemos a Saúl como el primer rey de ese reino, y luego al rey David, un hombre conforme al corazón de Dios, para percibir los pensamientos del corazón de Dios y ser colocados en su corazón y transmitirlos al pueblo hebreo y gobernar para Dios al pueblo hebreo.
Dios prometió a David que su Reino sería para siempre, lo que significa que la monarquía para el pueblo hebreo corresponde a la dinastía de David, y por consiguiente es un descendiente de David, de la dinastía de David, el que se sentará en el Trono de David y gobernará, reinará sobre el pueblo hebreo, y ese Reino se extenderá a los gentiles también.
Y a ese Reino entrarán muchas naciones gentiles conforme a las palabras de Jesús en San Mateo, capítulo 25, versos 31 en adelante, y serán naciones que tendrán, en ese Reino, el amor de Dios expresado por medio del Mesías y tendrán la paz de Dios, que es imperecedera; tendrán el amor de Dios manifestado en medio de esos pueblos gentiles, juntamente con el pueblo hebreo, y tendrán la prosperidad y la felicidad.
Por lo cual las naciones gentiles representadas en sus gobernantes, desean tener como Rey de todas ellas, al Mesías judío, al Rey de Israel, por lo cual dice la Escritura que es el Deseado de todas las naciones.
En cada ocasión en que un país tiene elecciones políticas, para elegir a su presidente y a sus gobernadores y alcaldes, desearían que uno de ellos fuera el Mesías Príncipe que se sentará sobre el Trono de David para gobernar al pueblo hebreo y a todas las naciones.
Ese anhelo está en el corazón de los ciudadanos de todas las naciones, y por eso Jesucristo, el Mesías Príncipe reconocido por el Cristianismo es el deseado de todas las naciones, y todas las naciones desean Su Segunda Venida. Y el pueblo hebreo aunque no sabe, y sus líderes no saben que ese Deseado de todas las naciones que es el Rey de Israel, el heredero al Trono de David y por consiguiente heredero al Trono terrenal de Dios, es Jesucristo; aunque no lo saben, con todo y eso están esperando la Venida del Mesías, la Venida del Ungido, porque Mesías significa Ungido, el Cristo, el Mesías, el Ungido, lo están esperando para que establezca Su Reino en esta Tierra.
En el establecimiento de ese Reino, el Nuevo Pacto estará presente, y ese Nuevo Pacto estará establecido con la casa de Israel, compuesto por las diez tribus del Norte, y con la casa de Judá, compuesto ese reino por las dos tribus de Judá y Benjamín.
Y ahora, de este Pacto que corresponde a este Nuevo Pacto del cual habló Dios por medio del Profeta Jeremías, vean, lo que dice el Señor Jesucristo, en San Mateo, capítulo 26, versos 26 al 29, y eso fue mientras comían la última cena, mientras estaban en la última cena, esto fue allá en la tierra de Israel.
“Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.
Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;
porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.”
Y ahora, Jesucristo sabía quién Él era, y sabía que Él siendo el Mesías Príncipe, el Ungido de Dios, con el Espíritu de Dios, tenía que morir, y Él estaba consciente de que estaba viviendo en la semana número setenta, y que ya estaba a la mitad de esa semana número setenta, en donde el Mesías Príncipe tenía que morir.
La vida al Mesías le tenía que ser quitada, Él tenía que morir como el Sacrificio de la Expiación por los pecados de Su pueblo y de todo ser humano; y por eso ahora nos habla de Su cuerpo, tipificado en el pan, y nos habla de Su Sangre tipificada en el vino, y nos muestra que Su Sangre es la Sangre del Nuevo Pacto que será derramada para remisión de los pecados, será derramada por muchos.
Por lo tanto, aquí Cristo identifica el motivo de Su muerte, y también el motivo de la comisión divina para la cual Él vino a la Tierra. En Hebreos, capítulo 13 el Apóstol San Pablo nos habla en el verso 20 y 21 de la siguiente manera:
“Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno.”
Y ahora, muestra que la Sangre de Jesucristo derramada en la Cruz del Calvario, es la Sangre del Pacto eterno; y por consiguiente toda persona que recibiría a Jesucristo como su único y suficiente Salvador, sería limpiado con la Sangre del Pacto eterno, y entraría al Pacto eterno, y por consiguiente entraría a la Vida eterna.
Ninguna persona puede entrar a la Vida eterna, a menos que sea a través de Jesucristo, porque a través de Jesucristo es que se efectuó el Sacrificio de Expiación por los pecados del ser humano, y fue establecido el Pacto eterno, que es Inmutable, que no puede ser mudado, no puede ser cambiado.
El Pacto eterno tiene una Sangre, y es la Sangre de Jesucristo derramada en la Cruz del Calvario. Este Pacto eterno es el Nuevo Pacto que Dios dijo que establecería con la casa de Judá y con la casa de Israel, con el reino del Sur y con el reino del Norte del pueblo hebreo; y este es el único Pacto eterno, es el Pacto que permanecerá y por consiguiente la Sangre de Jesucristo es la Sangre de ese Pacto.
No puede ser quitada la Sangre de Cristo y colocada la sangre de un animalito, para decir que las personas obtienen el perdón de sus pecados y son limpios de todo pecado con la sangre de un animalito que es sacrificado. No. Esos sacrificios de animalitos tenían validez en el Antiguo Testamento, porque eran el tipo y figura de Cristo y Su muerte en la Cruz del Calvario, en donde Él derramaría Su Sangre para limpiarnos de todo pecado. Ya esos sacrificios todos se cumplieron en la persona de Jesucristo y Su muerte en la Cruz del Calvario, como la Expiación por nosotros, por nuestros pecados.
Por lo tanto, ya Dios no acepta sacrificios de animalitos, ya todos se convirtieron en una realidad en Cristo y Su muerte en la Cruz del Calvario.
Y ahora, toda persona que quiera obtener el perdón de sus pecados y ser limpio de todo pecado, viene a los Pies de Jesucristo, luego de escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, Cristo dijo en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16.
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.”
¿Por qué? Porque toda criatura tiene un derecho dado por Dios: el derecho a la Vida eterna. Pero también tiene un derecho de elegir, el derecho de autodeterminación, tiene libre albedrío todo ser humano, y por consiguiente todo ser humano tiene que elegir lo que será su futuro después de esta vida terrenal.
Hay solamente dos futuros, o un futuro doble. El futuro de, por ser pecadores, ser juzgados y condenados y echados en el lago de fuego y dejar de existir; y el otro es ser perdonados y ser limpios de todo pecado con la Sangre de Cristo, y obtener el Espíritu de Cristo y por consiguiente obtener el nuevo nacimiento y obtener la Vida eterna, para vivir eternamente con Cristo en Su Reino eterno.
Y cada persona tiene que decidir dónde quiere ir después que terminen esta vida terrenal, pues Dios ha colocado delante del ser humano la vida y también la muerte; y por consiguiente toda persona está responsabilizada a elegir, tiene una responsabilidad delante de Dios.
Así como todos los ciudadanos de cada nación tienen una responsabilidad para elegir quién será su presidente, algunos usan ese derecho y otros no. El que no usa de ese derecho y sale como presidente el candidato que no le gustaba, no puede quejarse, no hizo nada para que saliera el que él quería, por lo tanto, se tiene que atener a las consecuencias de tener un presidente que no era el de su agrado, pues no usó del libre albedrío que tenía para elegir.
Y ahora, siendo que Dios ha colocado delante del ser humano el derecho a la elección, todo ser humano escucha la predicación del Evangelio de Cristo, y hace su elección.
Vean aquí en Deuteronomio, capítulo 30, versos 14 en adelante, dice:
“Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas.
Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal.”
Dios ha colocado delante de todos los seres humanos la vida, y por consiguiente el bien, y la muerte y por consiguiente el mal.
“Porque yo te mando hoy que ames a Jehová tu Dios, que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado (o sea, que aquí nos muestra cómo es que el ser humano puede vivir, fuera de eso no podrá vivir), y Jehová tu Dios te bendiga en la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella.
Mas si tu corazón se apartare y no oyeres, y te dejares extraviar, y te inclinares a dioses ajenos y les sirvieres,
yo os protesto hoy que de cierto pereceréis; no prolongaréis vuestros días sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para entrar en posesión de ella.
A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición.”
Y ahora viene el consejo de parte de Dios. El mejor Consejero es Dios.
Quizás cuando usted escucha la predicación del Evangelio de Cristo, usted siente el deseo porque recibió la fe, nació la fe de Cristo en su alma, y cree en Cristo de todo corazón, pero quizás algún amigo y familiar suyo, le dice: “No vayas, no vayas al frente, no pases al frente para recibir a Cristo.” Ese consejo no es bueno, aunque sea de un familiar o de un amigo.
El consejo bueno pídalo a Dios: “¿Qué debo hacer al escuchar la predicación del Evangelio de Cristo? ¿Qué debo hacer al escuchar que Cristo es la Vida?” Cristo dijo: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida; y nadie viene al Padre, sino por mí.” (San Juan, capítulo 14, verso 6).
Por lo tanto, recibir a Cristo es recibir la vida, es recibir la luz, porque Él dijo: “Yo Soy la Luz del mundo.” Él es la Luz de la vida, Él es el Camino, el único camino a Dios, Él es la única verdad. Por lo tanto, vamos a preguntarle a Dios qué Él nos aconseja; y ahora, vamos a escuchar su consejo:
“Escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia.”
Y Cristo es la Vida, Él es el Camino, la Verdad y la Vida, y Él es la Luz del mundo que alumbra a todos ser humano, Él es la luz de la vida que vendría a este mundo en carne humana.
Por lo tanto, si seguimos el consejo de Dios, todos recibirían a Cristo como su único y suficiente Salvador.
En Jeremías, capítulo 21, verso 8, nos dice también, y vamos a leer donde dice:
“Y a este pueblo dirás: Así ha dicho Jehová: He aquí pongo delante de vosotros camino de vida y camino de muerte.”
Cristo es el Camino de Vida, el Camino de la Vida eterna.
En San Mateo, capítulo 7, el mismo Jesucristo predicando dice (verso 13 al 14).
“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella;
porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.”
Y ahora, la recomendación es entrar por la Puerta angosta que es Cristo. Él dijo: “Yo Soy la Puerta; el que por mí entrare, será salvo.” Y también Él dijo: “Yo Soy el Camino.” Por lo tanto, el Camino a la Vida eterna es Cristo, y hay que entrar por la Puerta que es Cristo también.
En San Lucas, capítulo 13, versos 22 en adelante, pues toda persona desea ser salvo, ser perdonado y limpio de todo pecado, y entrar al Reino de Dios, obtener por consiguiente la salvación y Vida eterna. Dice capítulo 13, verso 22 en adelante de San Lucas.
“Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén.
Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo:
Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.”
Vean, hay una Puerta angosta que es Cristo.
“Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois.”
Y ahora, para los que no entran por esa Puerta angosta, cuando se termine el tiempo y sea cerrada esa Puerta, luego todos los que vengan que quieran entrar por la Puerta angosta, que quieran recibir a Cristo como Salvador, ya estará cerrada, y por consiguiente ya se habrá completado la Iglesia del Señor Jesucristo; el resto de las personas quedarán en el planeta Tierra para pasar por los juicios divinos de la gran tribulación, donde morirán millones de seres humanos, y en donde la Tierra será purificada para ser preparada para el glorioso Reino Milenial de Cristo, la Tierra será purificada con una tercera guerra mundial atómica, con la erupción de volcanes, con terremotos, con maremotos y con todos esos juicios divinos que están señalados en la Escritura.
Y los que no habían entrado por la Puerta angosta y no habían obtenido el nuevo nacimiento, lamentablemente tendrán que pasar por esa situación, y las personas no podrán decir: “Esto yo no lo quería.” Tuvo la oportunidad mientras se predicaba el Evangelio de Cristo, y mientras la Dispensación de la Gracia estaba vigente, tuvo la oportunidad de escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, y recibir a como su único y suficiente Salvador.
Y si no lo hizo, la oportunidad que tuvo la despreció, y tiene que atenerse a las consecuencias que le vendrán después. También no solamente es necesario ser un creyente en Cristo profesante, sino tiene que nacer de nuevo, para poder entrar al Reino de Dios, como le dijo Cristo a Nicodemo en San Juan, capítulo 3, versos 1 al 6.
“De cierto de cierto te digo, que el que no nazca del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”
Nacer del Agua es nacer de la predicación del Evangelio de Cristo, donde nace la fe de Cristo cuando un ministro ungido por el Espíritu de Cristo predica el Evangelio de salvación, dando a conocer el misterio de la Primera Venida de Cristo y Su muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Y nacer del Espíritu, es nacer del Espíritu Santo, por lo tanto, la persona necesita nacer de nuevo, o sea, que la persona no puede decir: “Yo voy a leer o voy a ver una película que me hable de la religión de buda o de alguna otra religión pagana, para nacer de nuevo.” Los que nacen de nuevo, nacen en el Cristianismo.
Y ahora, vean lo que Pedro dijo a aquellas personas que escucharon la predicación de Cristo, dice Pedro predicando dice en el capítulo 2, verso 34 en adelante del libro de los Hechos:
“Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”
Llamamos a Jesús: SEÑOR JESUCRISTO, porque Dios ha hecho a Jesús Señor y Cristo. Él es el Cristo, o sea, el Ungido con el Espíritu Santo, y Él es el Señor, Él es Señor de los vivos y de los muertos.
“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.
Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”
Y luego el verso 47 dice como después todos ellos estaban perseverando y alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo, y el Señor añadía cada día a la Iglesia los que habían de ser salvos.
Los que han de ser salvos son añadidos a la Iglesia del Señor Jesucristo. ¿Y cómo son añadidos? Escuchan la predicación del Evangelio de Cristo, nace la fe de Cristo en sus almas, reciben a Cristo como Salvador, son bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo los bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en esas personas el nuevo nacimiento, y así nacen a una nueva vida en el Reino eterno de nuestro amado Señor Jesucristo, que es el Reino de Dios, nacen a la Vida eterna.
Y cuando se les acabe esta vida terrenal no tienen ningún problema, tienen la Vida eterna para vivir con Cristo en Su Reino eterno, porque ellos al tener libre albedrío eligieron a Cristo como su único y suficiente Salvador.
El que no elige a Cristo para entrar en el Programa de salvación y Vida eterna, ha perdido lamentablemente su tiempo en este planeta Tierra; porque, ¿qué le aprovechará el hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma? Si lo más importante que usted y yo tenemos es el alma, porque eso en lo que en realidad somos.
El cuerpo físico es una casa terrenal. El espíritu de la persona es una casa espiritual, un cuerpo espiritual parecido al cuerpo físico. Pero el alma de persona es lo que es en realidad la persona. Usted es alma viviente, que vive y que mora en un cuerpo, en una casa de carne y hueso.
Algunas personas se ocupan más de la casa que de usted, que es el alma que habita en esa casa. Es como una persona que se ocupe de una casa física que tiene y gaste millones de dólares en la apariencia de esa casa, y no le presta atención al alimento para su vida, no le presta atención al alimento para su esposa y sus hijos. Se está ocupando más de la parte exterior de la casa de cuatro paredes, que de los habitantes de esa casa, que son seres humanos.
El primer lugar en atención pertenece a la familia, a los miembros de la casa, y de lo que sobra es que entonces le damos los retoques y a la apariencia física a la casa de cuatro paredes. Por lo tanto, lo más importante es y son los que moran en la casa.
Y ahora, ¿qué es lo más importante en usted? El alma suya, que es la que mora en esa casa de carne, hueso y sangre. Por eso Jesús dijo: “Buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, y las demás cosas serán añadidas.” (San Mateo, capítulo 6, verso 33).
Por lo tanto, lo que tenemos que buscar primero es la salvación y Vida eterna para nuestra alma.
“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?”
No hay recompensa que usted pueda pagar para tener la Vida eterna para su alma, solamente hay una forma de obtener la Vida eterna, y es a través de Jesucristo el Hijo de Dios.
Por lo tanto, primeramente hay que buscar el Reino de Dios para nacer de nuevo, y por consiguiente entrar al Reino de Dios, y eso se obtiene recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. No hay otra forma.
Y usted lo tiene que hacer antes que se cierre la Puerta de la Misericordia. Antes que la oportunidad de recibir a Cristo se acabe, usted necesita recibir a Cristo como único y suficiente Salvador, y llegar hasta el bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y llegar hasta recibir el Espíritu Santo y obtener así el nuevo nacimiento, porque la meta es el nuevo nacimiento.
No puede la persona ser negligente en cuanto a la salvación de su alma.
Cristo dijo en San Lucas, capítulo 19, verso 10:
“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”
Él vino a buscarme a mí, y vino a salvarme a mí. ¿Y a quién más? A cada uno de ustedes también, para lo cual se predica el Evangelio de Cristo y se da a conocer el misterio de la Primera Venida de Cristo y se da la oportunidad a los seres humanos que reciban a Cristo como Salvador.
Luego de la predicación del Evangelio de Cristo, la persona descubre que nació la fe de Cristo en su alma, y que cree en Cristo de todo corazón, y luego le es dada la oportunidad de que dé testimonio público de su fe en Cristo, porque la fe viene por el oír la Palabra de Dios, el Evangelio de Cristo predicado. “Y con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.” [Romanos 10:10]
Por lo tanto, la persona al tener libre albedrío necesita confesar con su boca a Cristo como su único y suficiente Salvador, para obtener la salvación y Vida eterna, y entrar luego de ser bautizado en agua en Su Nombre y recibir el Espíritu Santo, entrar por consiguiente así al Reino de Dios y por consiguiente entrar al Nuevo Pacto, al Pacto inmutable; y estar cubierto con la Sangre del Pacto eterno, del Pacto inmutable, que es la Sangre de nuestro amado Señor Jesucristo.
Yo escuché la predicación del Evangelio de Cristo, nació la fe de Cristo en mi alma, creí en Cristo de todo corazón, y dí testimonio público de mi fe en Cristo, recibiéndolo como único y suficiente Salvador, y fui bautizado en agua en Su Nombre, y Él me bautizó con Espíritu Santo y Fuego y produjo en mi el nuevo nacimiento y así entré al Reino de Dios, y entré por consiguiente al Pacto inmutable, al Nuevo Pacto establecido por Dios a través de Jesucristo y fui reconciliado con Dios para vivir eternamente en el Reino de Dios. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.
Si hay alguna persona que todavía no ha dado testimonio público de su fe en Cristo, y nació la fe de Cristo en su alma al escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, puede ahora dar testimonio público de su fe en Cristo, recibiéndolo como único y suficiente Salvador. Y ustedes que están en otras naciones y no habían recibido a Cristo como Salvador, también pueden hacerlo en estos momentos, dando testimonio público de vuestra fe en Cristo.
Pueden venir acá al frente y yo oraré por ustedes en esta ocasión. Y los que están en otras naciones también pueden pasar al frente, venir al frente, en donde ustedes se encuentran para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo.
Ustedes están aquí presentes, los que están aquí en Ciudad Guatemala, y los que están también en otras naciones a través de internet o del satélite, escuchando la predicación del Evangelio de Cristo.
Todos los que están aquí en Guatemala, Ciudad Guatemala, pueden venir al frente para recibir a Cristo si no lo habían hecho anteriormente, para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo. Pueden las personas, los ya convertidos a Cristo, pueden ayudarles también, acompañarles a pasar al frente, para que así se les haga más cómodo a ellos.
Ustedes están aquí presentes porque el nombre de ustedes está escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida, y ustedes no lo sabían, ustedes fueron traídos por Dios para escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, ustedes que están aquí presentes y los que están a través de internet o del satélite escuchándome en estos momentos.
Ustedes están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida, y Cristo por medio de la predicación del Evangelio de Cristo los está llamando, el Espíritu de Cristo por medio de la predicación del Evangelio les está llamando en estos momentos.
Él les trajo para escuchar y para que naciera la fe de Cristo en su alma y creyeran en Cristo y dieran testimonio público de su fe en Cristo, recibiéndole como único y suficiente Salvador, para Cristo darles el perdón de vuestros pecados, limpiarle con Su Sangre de todo pecado y que sean bautizados en agua en su Nombre, y Él bautizarlos con Espíritu Santo y Fuego y darles Vida eterna, darles la Vida eterna.
Así es como Dios por medio de Cristo nos da salvación y Vida eterna, es un asunto de Vida eterna recibir a Cristo como único y suficiente Salvador, así es como aseguramos nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno, y así es como entramos al Pacto inmutable, al Nuevo Pacto que Dios dijo que establecería con la casa de Judá y con la casa de Israel. Es a este Nuevo Pacto al que tienen derechos todos los seres humanos que viven en este planeta Tierra, para de esa manera venir a formar parte del pueblo que Dios llamaría de entre los gentiles para Su Nombre.
Él ha estado llamando un pueblo para Su Nombre de entre los gentiles, desde los días de San Pedro, cuando fue a predicar el Evangelio a Cornelio, un gentil, y fueron convertidos a Cristo todos los que allí estaban presentes, y fueron bautizados en el Nombre del Señor Jesucristo en agua.
De ahí en adelante Dios ha estado buscando y llamando de entre los gentiles un pueblo para Su Nombre, los cuales han escuchado o escucharían la predicación del Evangelio de Cristo, nacería la fe de Cristo en su alma, y darían testimonio público de su fe en Cristo recibiéndolo como único y suficiente Salvador, para así entrar al Nuevo Pacto, al Pacto eterno, al Pacto inmutable, y por consiguiente entrar al Reino de Dios y tener Vida eterna.
Lo más importante para el ser humano es la vida, y si esta vida es tan importante, cuánto más la Vida eterna. Por lo tanto, lo más importante de la vida es la Vida eterna. Hay vida terrenal la cual es importante, porque nos da la oportunidad de obtener la Vida eterna a través de Jesucristo nuestro Salvador.
Todavía continúan viniendo más personas a los Pies de Cristo, porque Dios tiene mucho pueblo en esta ciudad y en esta nación de Guatemala, y en todas las naciones de la América Latina y el Caribe, y demás naciones y continentes.
Pueden continuar viniendo de los que se encuentran en la parte alta en ambos lados y de los que se encuentran en la parte baja, pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo. Recuerden que la decisión más grande que usted puede hacer en la vida es una sola: la única decisión que le coloca a usted en la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno, es la decisión de recibir a Cristo como único y suficiente Salvador. No hay otra decisión que lo coloque a usted en la Vida eterna, solamente la de recibir a Cristo como único y suficiente Salvador.
Usted puede tomar la decisión de estudiar la universidad y convertirse en un médico o en un abogado o en un ingeniero o en algún otro profesional, pero ninguna de esas decisiones le coloca a usted en la Vida eterna, solamente le coloca en una buena posición en esta vida terrenal, pero no en la Vida eterna.
Pero la decisión de recibir a Cristo como único y suficiente Salvador lo coloca a usted en la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.
Todavía vienen más personas de camino, y por eso estamos dando tiempo, unos segundos en lo que llegan todas las personas que han sido llamadas por el Espíritu Santo a través de la predicación del Evangelio de Cristo.
Todos ustedes que están aquí reunidos en este auditorio, tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida, y por eso ustedes están aquí presentes aunque no sabían que el nombre de ustedes estaba escrito en el Cielo en el Libro de la Vida, y ustedes también que están en otros países, escuchando la predicación del Evangelio de Cristo en estos momentos.
El nombre de ustedes también está escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida, y Dios les ha traído para escuchar la predicación del Evangelio de Cristo y darles la fe de Cristo, nazca la fe de Cristo en su alma, y lo reciban como único y suficiente Salvador.
Ese es el propósito por el cual se predica el Evangelio de Cristo y por el cual las personas se reúnen para escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, donde nace la esperanza y la fe de una Vida eterna después de esta vida terrenal; y en donde la persona tiene la esperanza de que volverá a vivir después... [Cote de energía]
Es un asunto de Vida eterna recibir a Cristo como único y suficiente Salvador, para asegurar nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno, y tener la esperanza de vivir eternamente con Cristo en Su Reino eterno.
Dios dijo: “Escoge la vida, para que vivas tú y tu familia, y tu descendencia.”
Ustedes están escogiendo la vida, que es Jesucristo nuestro Salvador, Él dijo: “Yo Soy el Camino, la Verdad, y la Vida; y nadie viene al Padre, sino por mí.”
Mientras esperamos los que vienen de camino que como ustedes desean recibir Vida eterna a través de Cristo, veamos lo que Cristo dice en San Juan, capítulo 11, versos 25 al 27, hablando Cristo con Marta la hermana de Lázaro y María, cuando Cristo fue a resucitar a Lázaro, le dice:
“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida (¿Quién es la resurrección y la vida? Jesucristo); el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.”
Y cuando una persona al llegarle la edad de anciano, sabe que está muy cerca de terminar sus días aquí en la Tierra, si es un creyente en Cristo tiene esa esperanza; aunque esté muerto, vivirá.
Por lo tanto, podrá decir: “Aunque muera y me sepulten, volveré a vivir, Cristo me resucitará en un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado; y en ese cuerpo nunca moriré, porque será un cuerpo eterno.”
Así que mientras estamos en estos cuerpos mortales necesitamos tener la esperanza de que volveremos a vivir, luego que se nos termine esta vida terrenal, volveremos a vivir en un cuerpo eterno, como el cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado de nuestro amado Señor Jesucristo.
“Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? (Le pregunta Cristo a Marta y por consiguiente a nosotros también. Marta dijo):
Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.”
Y nosotros contestamos a esa pregunta también en la misma forma: “Sí Señor Jesucristo, yo he creído que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios que has venido al mundo, y por consiguiente te recibo como mi único y suficiente Salvador.”
Todavía vienen más personas de camino, que desean entrar al Pacto inmutable, al Nuevo Pacto, para así tener Vida eterna y vivir con Cristo en Su Reino eterno, cuando termine nuestra vida terrenal, y entonces viviremos en un cuerpo nuevo, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado en el Reino de nuestro amado Señor Jesucristo.
Todavía continúan viniendo más personas que como ustedes desean vivir eternamente.
Algunas personas son tímidas y para venir a los Pies de Cristo les da timidez o vergüenza, y piensan que las demás personas los van a estar viendo, y eso les da mucho temor o vergüenza o timidez, y se aguantan [detienen].
Pero Cristo no fue tímido para morir por usted en la Cruz del Calvario. Usted no sea tímido para recibirlo como único y suficiente Salvador.
Vean lo que Cristo dice en San Mateo, capítulo 10, versos 32 al 33:
“A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.”
Eso es lo que Cristo hace en el Cielo delante del Padre Celestial cuando una persona lo recibe como único y suficiente Salvador. Cristo está como Sumo Sacerdote en el Cielo, haciendo intercesión por toda persona que lo recibe como único y suficiente Salvador, y Él intercede ante el Padre y con Su Sangre nos limpia de todo pecado, y nos confiesa delante de nuestro Padre Celestial.
Pero toda persona que niega a Cristo delante de los hombres, Cristo lo negará delante de Su Padre Celestial. Dice:
“Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.”
Y nadie desea que Cristo lo niegue delante del Padre Celestial, todos queremos que Cristo nos confiese en el Cielo delante del Padre Celestial como creyentes en Él, como personas que lo hemos recibido como único y suficiente Salvador.
En San Marcos, capítulo 8, versos 36 al 38, dice Cristo:
“Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?
¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.”
Y ahora, para la Segunda Venida de Cristo con Sus Ángeles, también Cristo se avergonzará de las personas que se avergonzaron de Cristo y no lo recibieron como su único y suficiente Salvador.
Pero los que no se avergonzaron y estarán vivos en la Tierra, él los transformará, les dará un nuevo cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado y nos llevará con Él a la Casa de nuestro Padre Celestial, a la Cena de las Bodas del Cordero.
Si todavía falta alguna persona que escuchó y creyó y no había recibido a como Salvador, puede hacerlo en estos momentos, puede venir; ya vamos a orar por los que han venido a los Pies de Cristo. Unos segundos y ya estaremos orando.
Vamos a estar puestos en pie para orar. Mientras esperamos a las últimas personas que están viniendo.
Vamos ya a orar. Si falta alguno por venir todavía, puede venir para que quede incluido en esta oración. También los niños de diez años en adelante pueden venir a los Pies de Cristo, pues ya tienen edad y tienen conocimiento del bien y del mal.
Con nuestras manos levantadas al Cielo a Cristo, y nuestros ojos cerrados, los que están aquí presentes y los que están a través de internet, los que han venido a los Pies de Cristo en estos momentos, repitan conmigo esta oración:
Señor Jesucristo, vengo a Ti habiendo escuchado la predicación de Tu Evangelio, nació Tu fe en mi corazón, creo en Ti de todo corazón, creo en Tu Primera Venida, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por mis pecados, creo en Tu Nombre, como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres, en que podemos ser salvos.
Señor Jesucristo, reconozco que soy pecador, reconozco que necesito un Salvador, un Redentor, y reconozco que Tú eres mi único y suficiente Salvador, por lo cual doy testimonio público de mi fe en Ti, y Te recibo como mi único y suficiente Salvador.
Me entrego a Ti en alma, espíritu y cuerpo, Te ruego salves mi alma, Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y produzcas en mí el nuevo nacimiento, me des así el nacimiento en Tu Reino eterno a la Vida eterna. En Tus Manos encomiendo mi alma, sálvame Señor, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y con nuestras manos levantadas a Cristo al Cielo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.
La Sangre de Cristo les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes escucharon la predicación del Evangelio de Cristo, nació la fe de Cristo en vuestra alma, y dieron testimonio público de vuestra fe en Cristo, recibiéndole como único y suficiente Salvador. Cristo dijo:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16). Tan simple como eso.
Se predica el Evangelio y los que creen y son bautizados, son salvos; y el que no cree, será condenado.
Ustedes me dirán: “Yo he creído en Cristo y lo he recibido como mi único y suficiente Salvador.” Y ustedes también que están a través de internet y del satélite me dirán lo mismo, y me dirán: “Quiero ser bautizado en agua lo más pronto posible, porque él dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo.’ ¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta de ustedes. Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo en estos momentos.
Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
En el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Usted estaba en Cristo y con Cristo todo el tiempo, así como una planta de trigo con muchos granos de trigo, antes de aparecer en la Tierra como una planta de trigo, ¿dónde estaba? En la semilla de trigo que fue sembrada.
Y Cristo dijo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda; pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva.” Y está hablando de Sí mismo y mostrando que Él tenía que morir para llevar mucho fruto.
Un grano de trigo para reproducirse y llevar mucho fruto tiene que morir; y nace una planta de trigo y en la planta de trigo, nacen todos los granos de trigo que es la multiplicación del grano de trigo que murió, que fue sembrado.
Y Cristo representado en el grano de trigo, muriendo en la Cruz del Calvario y luego siendo sepultado, y el Día de Pentecostés nació la planta de trigo, la Iglesia del Señor Jesucristo, para llevar muchos granos de trigo, muchos hijos e hijas de Dios.
Por lo tanto, en el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección; pues estamos en Él todo el tiempo.
Y ahora, siendo que el bautismo en agua es tipológico, el agua no le quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que los limpia, la que le limpia a usted de todo pecado. El bautismo en agua es tipológico, es simbólico; por lo tanto, usted cuando ha recibido a Cristo como Salvador, ha muerto al mundo; y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente lo está sepultando, está sepultando el viejo hombre; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando como un nuevo hombre a una nueva vida, a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.
Es importante conocer lo que significa el bautismo en agua, para que así todo ser humano que reciba a Cristo sea bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautice luego con Espíritu Santo y Fuego y produzca en la persona el nuevo nacimiento, y entre la persona al Reino de Dios y por consiguiente al Nuevo Pacto inmutable, en donde queda cubierto con la Sangre del Nuevo Pacto, la Sangre de Cristo, para toda la vida.
Y ahora, ustedes pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, y a vuestros familiares Cristo los traiga a Sus Pies y les dé también la salvación y Vida eterna para que estén con Cristo y ustedes en el Reino Milenial de Cristo y por toda la eternidad.
Y ahora, pregunto al ministro aquí, el reverendo, doctor Esteban Golón Sanik, si hay agua: ¿Hay agua? ¿Hay bautisterios? Hay bautisterios. ¿Hay ministros también que les bautizarán? Hay ministros que les bautizarán. ¿Hay ropas bautismales? Hay ropas bautismales para que no se moje la ropa que ustedes tienen. Hay ropas bautismales. ¿Hay vestidores de ropa también? Hay vestidores de ropa, lugares donde colocarse las ropas bautismales. ¿Hay personas que les ayudarán también? Hay personas que les ayudarán también, les guiarán hasta el lugar de los vestidores para que ustedes se coloquen las ropas bautismales y sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. También hay personas que cuidarán de vuestras ropas en lo que ustedes serán bautizados.
Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre de nuestro amado Señor Jesucristo.
Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
Y luego nos continuaremos viendo mientras estemos en estos cuerpos mortales, y cuando tengamos el nuevo cuerpo, también nos continuaremos viendo por toda la eternidad.
Y ustedes me dirán: “Le elección que yo hice en esa ocasión en donde usted predicó y luego hizo el llamado para recibir a Cristo, la elección que yo hice de recibir a Cristo, me dio la salvación y Vida eterna y por eso estoy viviendo eternamente en el Reino de Cristo.”
Allá en ese Reino nos encontraremos también, y viviremos eternamente con Cristo en Su Reino, con cuerpo jóvenes que representarán de 18 a 21 años de edad, cuerpos inmortales, cuerpos glorificados y cuerpos perfectos, en donde ustedes se mirarán en el espejo y no le encontrarán ninguna falta.
Y todos decimos: “Esa es la clase de cuerpo que yo quiero tener.” Y esa es la clase de cuerpo que Cristo tiene para mí. ¿Y para quién más? Para cada uno de ustedes también.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de nuestro tema: “EL PACTO INMUTABLE.”
Ese ha sido el tema de esta ocasión: “EL PACTO INMUTABLE.”
A ese Pacto es que ustedes querían entrar para poder vivir eternamente y por eso están en esta ocasión aquí presentes, recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador, porque esa es la forma establecida por Dios para entrar al Pacto inmutable y eterno.
Que las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y nos dé todas las bendiciones del Cielo y de la Tierra, y nos acompañe todos los días de nuestra vida, y nos prospere espiritualmente y materialmente, y nos use también grandemente en Su Obra en este tiempo final. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Muchas gracias por vuestra amable atención, y continúen pasando una tarde llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.
Con nosotros el reverendo Esteban Golón para indicarles hacia dónde caminar para colocarse las ropas bautismales.
“EL PACTO INMUTABLE.”