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title: 'El Día de Salvación'
date: 2009-03-31
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city: San Salvador
state: San Salvador
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Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes; y los que están a través del satélite Amazonas y de internet en diferentes naciones; es un privilegio y una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa, correspondiente a este tiempo final.
Para lo cual leemos en Segunda de Corintios, capítulo 6, versos 1 al 2, palabras del Espíritu de Dios a través del apóstol San Pablo, que dicen de la siguiente manera:
“*Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios.*
*Porque dice:*
*En tiempo aceptable te he oído.*
*Y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.”*
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
De estas palabras de San Pablo, que dice: *“He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.”* De ahí tomamos el tema: **“EL DÍA DE SALVACIÓN.”**
El Señor Jesucristo cuando vino a este mundo en un cuerpo de carne en medio del pueblo hebreo, dijo:
“*Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”* (San Lucas, capítulo 19, verso 10; y San Mateo, capítulo 18, versos 11 al 14).
Y comparó esas personas que se habían perdidos, esas almas, las comparó con ovejas, ovejas que se habían perdido; por eso en el Antiguo Testamento encontramos que Dios habla acerca de Su pueblo como ovejas; y las pastoreó por el desierto por cuarenta años el Ángel del Pacto, como el pastor de esas ovejas. Y luego en diferentes lugares de las profecías de Isaías, de Jeremías y demás profetas, habla acerca del pueblo como ovejas. Y Cristo nos dice:
“*Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.”* (San Juan, capítulo 10)
Él nos dice: “También tengo otras ovejas que no son de este redil; las cuales también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.” Esas son las ovejas del Padre que se han perdido y el Hijo del Hombre, Cristo, vino a buscarlas para colocarlas nuevamente en el Reino de Dios. Él, en diferentes pasajes del Antiguo Testamento nos habla de ese recogimiento, de esas ovejas. Por ejemplo en Ezequiel nos dice en el capítulo 34, versos 15 en adelante:
“*Yo apacentaré mis ovejas, y yo les daré aprisco, dice Jehová el Señor.*
*Yo buscaré la perdida, y haré volver al redil la descarriada; vendaré la perniquebrada, y fortaleceré la débil; mas a la engordada y a la fuerte destruiré; las apacentaré con justicia.”* Eso está en el capítulo 34, versos 15 al 16, y en el verso 11, dice:
“*Porque así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo, yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré.*
*Como reconoce su rebaño el pastor el día que está en medio de sus ovejas esparcidas, así reconoceré mis ovejas, y las libraré de todos los lugares en que fueron esparcidas el día del nublado y de la oscuridad.*
*Y yo las sacaré de los pueblos, y las juntaré de las tierras; las traeré a su propia tierra, y las apacentaré en los montes de Israel, por las riberas, y en todos los lugares habitados del país.*
*En buenos pastos las apacentaré, y en los altos montes de Israel estará su aprisco; allí dormirán en buen redil, y en pastos suculentos serán apacentadas sobre los montes de Israel* (y está hablando de seres humanos)*.”*
Luego, del verso 20 en adelante dice, de este capítulo 34:
“*Por tanto, así les dice Jehová el Señor: He aquí yo, yo juzgaré entre la oveja engordada y la oveja flaca.”*
Luego en el verso 22, sigue diciendo:
“*Yo salvaré a mis ovejas, y nunca más serán para rapiña; y juzgaré entre oveja y oveja.*
*Y levantaré sobre ellas a un pastor, y él las apacentará; a mi siervo David, él las apacentará, y él les será por pastor.”*
Y ahora, de la descendencia de David, Dios levantó a Cristo, el buen Pastor que apacentaría a estas ovejas:
“*Yo Jehová les seré por Dios, y mi siervo David príncipe en medio de ellos. Yo Jehová he hablado.*
*Y estableceré con ellos pacto de paz...”*
Encontramos que va a establecer un Pacto de paz, el cual es el nuevo Pacto que Dios prometió que establecería con la casa de Israel y con la casa de Judá. De este nuevo Pacto habla Cristo en San Mateo, capítulo 26, versos 26 en adelante. Esto sucedió en la última Pascua, última Cena que Cristo tuvo con Sus discípulos, la cual fue en la víspera de la Pascua, y esa misma noche lo tomaron preso. Dice:
“*Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.*
*Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;*
*porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.”*
Y aquí Cristo les habla del nuevo Pacto y les muestra que la Sangre del nuevo Pacto, es la Sangre de Jesucristo mismo, la cual va a ser derramada en Su crucifixión, pero ellos no comprendían eso de que Cristo tenía que morir, tenía que ser crucificado; porque ellos tenían las Escrituras cerradas para ellos y su mente también cerrada.
Luego, Él cuando resucitó, les abrió el entendimiento y les abrió las Escrituras; las mismas Escrituras que ustedes entienden, hay miles de personas que no las entienden; pero a ustedes les ha sido abierto el entendimiento, y les han sido abiertas las Escrituras y por eso entienden.
Así sucedía con los discípulos cuando Cristo les abría el entendimiento y les abría las Escrituras, entonces ellos comprendían. Las Escrituras, la cual llamamos la Biblia Sagrada, es un libro misterioso para muchas personas, es un libro que contiene el pensamiento divino expresado a través de los profetas, de los hombres que han sido ungidos con el Espíritu de Dios, a través de los cuales el Espíritu de Dios ha hablado; y por consiguiente, siendo el pensamiento divino expresado en letras, es realmente misterioso el pensamiento divino para millones de seres humanos.
El mismo Dios dice: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis pensamientos mas altos que vuestro pensamientos y mis caminos más altos que vuestros caminos.”(Isaías, capítulo 55.)
Ahora, siendo que la Biblia es el pensamiento divino, tenemos que tener el Espíritu de Cristo que dio esas palabras a través de los profetas, para poder comprender por medio del Espíritu de Cristo en nosotros el significado de las Escrituras.
Y la Iglesia como Cuerpo Místico de creyentes, tener en su medio, en la edad correspondiente a cada etapa de la Iglesia, tener el Espíritu Santo en un hombre, el mensajero de esa edad; y con ese hombre los ministros que están trabajando en la Obra de Dios para ese tiempo; porque el mensaje viene de etapa en etapa, de edad en edad, por medio del Espíritu de Dios al mensajero, del mensajero pasa a los ministros y los ministros lo llevan por todos los lugares y así llega a las personas; y así es como es abierto el libro Sagrado, la Escritura, a las personas, y así es como se proclama el Evangelio de Cristo; y por esa causa todos los mensajeros de la Iglesia de Jesucristo para cada edad, y también los ministros de cada tiempo son embajadores de paz, son mensajeros de paz, y por consiguientes sus pies son benditos por Dios y hermosos para Dios; porque son los que están anunciando: “Las buenas nuevas de paz.”
En el Evangelio de Cristo, el Evangelio de la Gracia, está la bendición que todo ser humano necesita, está la revelación divina de la primera Venida de Cristo, y de la Obra de Cristo en la Cruz del Calvario, para el ser humano ser reconciliado con Dios y tener Vida eterna y tener paz y felicidad en su alma; la felicidad perfecta se tiene solamente por medio de Cristo nuestro Salvador, al ser reconciliados con Dios.
El ser humano al nacer en la Tierra, viene con la angustia existencial, porque no sabe de dónde vino, no sabe porqué está aquí en la Tierra y no sabe hacia dónde va cuando muere; pero cuando recibe a Cristo como Salvador, luego le es abierto el entendimiento y las Escrituras, y entonces comprende que ha venido de donde vino Jesucristo, de Dios, del Padre; y sabe que está aquí en la Tierra con y para un propósito divino, para ser rociados con la Sangre de Cristo y ser limpiado de todo pecado.
Para lo cual escucha la predicación del Evangelio de Cristo, nace la fe de Cristo en su alma y con la boca confiesa a Cristo como único y suficiente Salvador, y esto para salvación; porque con la boca se confiesa para salvación y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego y produce en la persona el nuevo nacimiento y así la persona nace de nuevo, nace en el Reino de Cristo a una nueva vida, a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno; porque en dónde único hay Vida eterna es en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador.
Es el Reino con Vida eterna, los reinos terrenales no tienen Vida eterna, solamente tienen vida temporera y a sus ciudadanos se les acaba a cierta edad, a unos siendo niños, a otros siendo jóvenes, a otros siendo adultos y a otros siendo ancianos; y nadie sabe cuando se le va a terminar su vida terrenal; por esa causa tenemos que asegurar nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno, para así saber hacia dónde vamos si terminan nuestros días, aquí en la Tierra; tener asegurado nuestro futuro eterno.
Por esa causa es que San Pablo nos dice: “Hoy es el día aceptable.” Este es el día aceptable, el tiempo aceptable, este es el día de Salvación, es la Dispensación de la Gracia que comenzó el Día de Pentecostés y que terminará cuando sea redimido hasta el último hijo o hija de Dios escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, y entonces se cerrará la puerta del Reino de los Cielos o del Reino de Dios.
Nicodemo quería entrar al Reino de Dios, iba donde Jesucristo una noche (allá en el capítulo 3 de San Juan), y le dice: “Maestro, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer las cosas que tú haces, las obras que tú haces si Dios no está con él.” Y estaba diciendo la verdad. Pero Cristo le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios.”
Y Nicodemo estando interesado en ver el Reino de Dios, le pregunta: “¿Cómo puede hacerse esto? ¿Puede acaso el hombre ya siendo viejo, entrar en el vientre de su madre, y nacer?” No comprendía, las Escrituras no estaban abiertas para él y su mente tampoco estaba abierta, y Cristo le explica, diciéndole: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.”
Y ahora, quizás con esto tampoco entendió Nicodemo, pero ahora cuando Dios nos abre las Escrituras, desde el Día de Pentecostés, fueron abiertas las Escrituras, cuando Pedro comenzó a predicar y aún a los apóstoles les abrió las Escrituras, correspondientes a la Venida del Señor y a Su muerte; les mostró que todo eso estaba escrito en la Ley de Moisés, en los Salmos y en los profetas. Eso está en San Lucas, capítulo 24.
Y ahora, encontramos que las Escrituras han sido abiertas desde el Día de Pentecostés en adelante, para que las gentes por medio de la predicación del Evangelio de Cristo tengan las Escrituras abiertas, y la mente de las personas viene a ser abierta por el Espíritu de Dios para entender, y así nazca la fe de Cristo en su alma, crean en Cristo, lo reciban como único y suficiente Salvador, sean bautizados en agua en Su Nombre y Cristo los bautice en Espíritu Santo y Fuego, y produzca en las personas el nuevo nacimiento, nazcan en el Reino de Cristo. Nacer del agua es nacer de la predicación del Evangelio de Cristo, y nacer del Espíritu es nacer del Espíritu Santo, el bautismo del Espíritu Santo.
Y ahora, hemos visto que entrar al Reino de Dios, es menos complicado que entrar a este reino terrenal. Para entrar a este reino terrenal, el hombre y la mujer se unen, la mujer concibe y esta nueve meses, normalmente, ahí el bebé creciendo, y luego nace y cuando nace, él nació a la vida, pero de este mundo que es temporera.
Pero en el Reino de Dios, vean ustedes, se nace a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. Es por medio de la unión de Cristo y Su Iglesia, en donde por medio de la predicación de Cristo y el Espíritu Santo usando la predicación del Evangelio, produce la parte importante en la persona: engendra en la persona *acá* ese nuevo nacimiento, o sea, engendra una nueva criatura y entonces la persona nace en el Reino de Cristo cuando recibe el Espíritu de Cristo. Es igual que el bebé, cuando nace y recibe el espíritu, nació a una nueva vida, sino recibe el espíritu, ¿qué sucede? Pues aunque haya nacido, nació muerto, es un aborto.
Ahora, tenemos que entender que tenemos que nacer del Agua y del Espíritu, del Evangelio de Cristo, y del Espíritu Santo; y así es como nacemos a la Vida eterna en el Reino de Cristo. Por eso San Pablo en Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21, dice que nuestra ciudadanía está ¿donde? En los Cielos.
Cualquier persona pude decir: “San Pablo está equivocado, porque mi ciudadanía, si es del Salvador, es salvadoreña; por lo tanto está, no en el Cielo, sino en el Salvador.” Vean, pero vamos a ver de qué ciudadanía nos está hablando San Pablo:
“*Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;*
*el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”*
Esta ciudadanía que tenemos del Cielo en y donde está Cristo, o sea, la Jerusalén celestial viene por medio del nuevo nacimiento; porque así como usted tiene la ciudadanía del país donde nació, el nuevo nacimiento viene desde el Cielo, y por consiguiente la ciudadanía que tiene la persona que ha nacido del Agua y del Espíritu es celestial, es del Cielo, de la Jerusalén celestial, de donde está Cristo y de donde esperamos a Cristo, el cual va a transformar el cuerpo físico nuestro, para que sea como Su cuerpo glorificado, un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible, glorificado y joven para toda la eternidad.
Y ese es un cuerpo interdimensional, que se puede mover de una dimensión a otra, sin necesidad de un automóvil, o de un avión, o de un cohete, o de algún otro medio de transportación, en palabras mas claras, ya viene con el equipo por dentro; esa es la clase de cuerpo que Cristo tiene y la clase de cuerpo que Cristo le va a dar a todos los creyentes en Él que han muerto con la fe puesta en Cristo, van a resucitar en cuerpos eternos y a todos los que estén vivos en esos días los va a transformar a todos los creyentes en Cristo, y entonces todos seremos inmortales físicamente, y por consiguiente aparecerá en la tierra una raza inmortal.
Una raza con Vida eterna, una super raza eso es lo que Cristo esta creando, una super raza que va a reinar con Cristo en Su Reino milenial y luego por toda la eternidad, a esa super raza de la cual Jesucristo es el Rey, pertenezco yo. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.
Nacer de papá y mamá terrenal, es nacer de una raza que murió a la Vida eterna, una raza que perdió sus derechos que le fueron dados a Adán; pero nacer de nuevo, nacer en el Reino de Cristo por medio de la unión de Cristo y Su Iglesia, es nacer a una raza con Vida eterna y una raza que heredará con Cristo; porque es heredera y coheredera con Cristo de la Vida eterna y de toda la herencia de Dios.
Esos son los creyentes en Cristo, esos son los hijos e hijas de Dios, esos son los primogénitos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, esos son los que escuchan la Palabra, creen y reciben a Cristo como único y suficiente Salvador, esos son los que están representados en el trigo y esos son los que están representados también en la buena tierra, del capítulo 13, verso 23, de San Mateo; y del capítulo 13, verso 37 al 43 de San Mateo, donde habla del trigo, donde dice que el trigo son los Hijos del Reino.
Y ahora, para esta nueva raza comenzó el Día de Salvación, el Día de Pentecostés, Cristo en la Cruz del Calvario pagó el precio de nuestra Redención, con Su Sangre nos redimió y nos limpió de todo pecado y nos ha hecho para nuestro Dios, Reyes y Sacerdotes y reinaremos con Cristo por mil años y luego por toda la eternidad. De eso es que nos habla Apocalipsis, capítulo 1, versos 5 al 6; y Apocalipsis, capítulo 5, versos 8 al 11; y Apocalipsis, capítulo 20, versos 4 al 6.
Y ahora, siendo que todavía estamos en el tiempo aceptable delante del Señor, en el tiempo en que Dios acepta toda persona que recibe a Cristo como Salvador y lo coloca en Su Reino, le da la entrada a Su Reino, le abre la puerta para que entre al Reino de Dios; y siendo que éste todavía es el Día de Salvación, la persona que recibe a Cristo obtiene la salvación y Vida eterna: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” O sea, que vino a buscarme a mí y vino a salvarme a mí. ¿Y a quién más? A cada uno de ustedes también.
Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos para que Cristo le reciba en Su Reino, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, sea bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y así entre al Reino de Dios, al Reino de Cristo con Vida eterna, y así tenga su futuro eterno asegurado con Cristo en Su Reino eterno.
Por lo cual, pueden pasar acá al frente y estaremos orando por usted, los que todavía no han recibido a Cristo, para que así Cristo los reciba en Su Reino. Este es el Día de Salvación, o sea, la dispensación, el Día de la Dispensación de la Gracia, que comenzó el Día de Pentecostés y todavía estamos en ese día.
Todos necesitamos a Cristo. No hay otro Salvador, no hay otro Redentor, solamente hay UNO y Su Nombre es SEÑOR JESUCRISTO.
Jesucristo vino a la Tierra con una comisión divina, tomar nuestros pecados y morir por nosotros en la Cruz del Calvario, y así dar Su Vida en rescate por nosotros. El propósito de nuestra vida en la Tierra, está claro en el Evangelio de Cristo y las cartas apostólicas, es para obedecer al Evangelio de Cristo, que es a Palabra de Dios, recibiendo a Cristo como Salvador y siendo rociados con la Sangre de Cristo y limpiados de todo pecado.
Estamos todavía en tiempo de Salvación, tiempo en que Dios acepta a toda persona que recibe a Cristo como único y suficiente Salvador. Toda persona que quiere ser salva, que quiere vivir eternamente, tiene la oportunidad en este ciclo divino, llamado el Día de Salvación, que es el Día de la Dispensación de la Gracia.
Si oyes hoy Su Voz, Su Evangelio, no endurezcas tu corazón, Él te está llamando porque tu nombre que esta escrito en el cielo en el Libro de la Vida, y tú eres una oveja del Señor, Él vino a buscarte y a salvarte, para que puedas vivir eternamente con Cristo en Su Reino. En lo profundo de tu ser, en tu alma tú deseas vivir eternamente.
Todos deseamos vivir eternamente y todos deseamos tener un cuerpo eterno y joven para toda la eternidad y eso es lo que Cristo tiene para todos aquellos que lo reciben como único y suficiente Salvador; Jesucristo está tan joven como cuando subió al cielo, y cuando lo veamos, lo vamos a ver joven como de 18 a 21 años de edad, y cuando Él nos vea a nosotros ya transformados, así nos va a ver: de 18 a 21 años de edad, porque esa es la flor de la juventud, de esa edad nadie quisiera salir.
Esa es la edad ideal, anhelada por todas las personas, es la edad de la alegría, es la edad de la esperanza, es la edad de la fe, es la edad de los buenos planes, es la edad de la energía, es la edad en donde uno se siente que puede lograr lo que quiere y es la edad del amor también, es la edad en donde casi todos, los que se han casado, se casan de 18 a 21 años, algunos un poquito más, pero la mayor parte están por ahí, se enamoran, porque esa es una edad de amor, de alegría, de felicidad y se piensa en un futuro feliz.
Cristo está tan joven como cuando subió al Cielo, por eso es que cuando María Magdalena lo vio, no se dio cuenta, no vio, no entendió que era Jesús y también los otros discípulos que iban camino a Emaús con Él, no sabían que era Jesús, hasta que Jesús partió el pan, como lo hacia siempre cuando comía con ellos; bendijo el pan, dando gracias a Dios y lo partió, y lo hizo exactamente como lo hacía siempre con Sus discípulos y se dieron cuenta que era Jesús; pero ahí se desapareció de ellos; porque ahora el cuerpo que tiene está glorificado y es inter-dimensional, puede aparecer en una dimensión y desaparecer y pasar a otra dimensión; por eso entraba donde estaban los discípulos reunidos con las puertas cerradas, pero para Cristo no había puerta cerrada, Él pasaba a través de la dimensión, de una dimensión a otra sin ningún problema.
También cuando María le dice al joven que ve: “¿Tú has tomado a mi maestro? ¿Dónde lo pusiste?” Y Jesús le dice: “María” La llamó como otras veces, y entonces se le abrió el entendimiento y los ojos: “¡Pero si es el Maestro!” Así sucedía luego que Jesucristo había resucitado, aún cuando se reúne con todos Sus discípulos, no creían que era Él, creían que era un espíritu, pero Cristo les dice: “Soy yo, ¿tienen algo de comer?” Le dan un pedazo de pescado y un panal de miel, y come delante de ellos.
Así que, podemos ver que para el cristiano el futuro esta seguro, para el cristiano, Dios tiene Vida eterna, es Vida eterna lo que la persona recibe, cuando recibe a Cristo como Salvador, el mismo Cristo lo dijo, cuando dijo: “Mis ovejas oyen mi Voz y me siguen y yo las conozco, y yo les doy Vida eterna.” (San Juan, capítulo 10, versos 27 al 30).
Así que, habiendo escuchado ustedes la Voz de Cristo, el Evangelio de Cristo, han venido a los Pies de Cristo, para recibirlo como único y suficiente Salvador, y para Cristo darles Vida eterna; porque Cristo es el único que tiene la exclusividad de la Vida eterna, y por consiguiente no se puede ir a otra persona, hay que ir al que tiene la exclusividad de la Vida eterna, para que Él nos dé la Vida eterna.
¿Y quien tiene la exclusividad es quién? Jesucristo nuestro Salvador. Gracias a Dios que no la tiene otra persona o no la tienen otras personas, solamente la tiene UNO y Su Nombre es SEÑOR JESUCRISTO; por eso todos tienen que venir a los Pies de Cristo, para recibir la Vida eterna.
Ya vamos a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo. Vamos a estar puestos en pie, si falta alguno por venir de los que están presentes o de los que están en otras naciones, pueden venir a los Pies de Cristo, para que queden incluidos en esta oración que estaremos haciendo; en las demás naciones, cuando estén listos... ya están listos.
En la vida hacemos muchas decisiones grandes y pequeñas también, pero hay una sola que es la más grande de todas las decisiones, es la única que coloca al ser humano en la Vida eterna y esa es recibir a Cristo como único y suficiente Salvador, no hay otra decisión que coloque al ser humano en la Vida eterna, solamente hay una, recibirlo como nuestro único y suficiente Salvador; para lo cual ustedes han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión.
Y ahora, vamos a orar por ustedes. Con nuestras manos levantadas al Cielo, los que están presentes y los que están en otras naciones, y los que han venido a los Pies de Cristo, repitan conmigo esta oración:
***Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón; creo en Tu primera Venida, creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo*** ***dados a los hombres en que podemos ser salvos; creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por mis pecados, y por los de todos ser humano;***
***reconozco que soy pecador y necesito un Salvador; me entrego a Ti en alma, espíritu y cuerpo, y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y produzcas en mí el nuevo nacimiento. Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente Contigo en Tu Reino.***
***Sálvame, Señor, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.***
Y con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, todos decimos: *¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén.*
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados, y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado; porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador. Por lo cual ustedes me dirán: “Escuché la predicación del Evangelio de Cristo, nació la fe de Cristo en mi alma y lo he recibido como mi Salvador, dando testimonio público de mi fe en Cristo salvo. “¿Cuándo me pueden bautizar?” Por cuanto Él dijo: “El que creyere y fuere bautizado será salvo,” por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados. **Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.**
El bautismo en agua es un mandamiento del Señor Jesucristo. El mismo Jesucristo fue bautizado por Juan el Bautista, y también los apóstoles de Jesucristo fueron bautizados por Juan el Bautista; si Jesucristo fue bautizado ¿cuánto más tenemos necesidad nosotros de ser bautizados? El Día de Pentecostés, San Pedro predicó lleno del Espíritu Santo y todos los que creyeron, que fueron como tres mil personas, fueron bautizadas en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; y encontramos que a través de la historia de la Iglesia del Señor Jesucristo, todos los que han recibido a Cristo como Salvador, han estado siendo bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Y ahora, les ha tocado a ustedes, y ahora ustedes dirán: “Y ahora me ha tocado a mí que he creído en Cristo, ser bautizado en agua en Su Nombre.” El agua no quita los pecados, es la Sangre de Cristo nuestro Salvador, la que nos limpia de todo pecado; pero es un mandamiento del Señor Jesucristo, en el cual nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.
El bautismo en agua es muy importante para todos los creyentes en Cristo; cuando una persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente, simbólicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando, se está levantando a una nueva vida, a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. Tan simple como eso.
Por lo tanto, bien pueden ser bautizados. **Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino de Jesucristo nuestro Salvador.**
Ha sido para mí un privilegio grande, estar con ustedes en esta noche, en esta ocasión, en este compañerismo espiritual, dándoles a conocer el Evangelio de Cristo y ustedes recibiendo a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador.
Continúen pasando todos una noche feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador. Y dejo en estos momentos al ministro Roberto Atilio, para que les indique hacia dónde dirigirse para colocarse las ropas bautismales, y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Hay bautisterios, hay vestidores de ropa y ropas bautismales y personas que les ayudarán; así como en el tiempo de los apóstoles en donde las personas escuchaban el Evangelio, creían y eran bautizados inmediatamente; porque la meta es que nazcan de nuevo, que reciban el nuevo nacimiento, que reciban el Espíritu de Cristo.
Que Dios les bendiga y les guarde, y continúen pasando una noche feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
Dejo al ministro aquí presente, y al ministro correspondiente a cada nación.
“**EL DÍA DE SALVACIÓN.”**