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El Día de Salvación 2009-03-27 1 Ciudad de Guatemala Guatemala GT 00:00:00 false

Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes, y los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones.

Aprecio y agradezco mucho el respaldo que le están dando a Puerto Rico en el proyecto La gran Carpa-Catedral, y que Dios les use cada día y más en ese proyecto, y que un super milagro se efectúe con el super esfuerzo que se hace para conquistar esta bendición, esta promesa de la construcción de una gran Carpa-Catedral. Y que Dios les acredite en Su Reino todo lo que ustedes están haciendo en este proyecto.

También les agradezco y aprecio mucho el respaldo que le han estado dando a AMISRAEL.

Para esta ocasión leemos un pasaje de la Escritura que se encuentra en Segunda de Corintios, capítulo 6, verso 1 al 2, donde San Pablo nos dice:

Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios.

Porque dice:

En tiempo aceptable te he oído,

Y en día de salvación te he socorrido.

He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema es: “EL DÍA DE SALVACIÓN.”

El apóstol San Pablo al hablar del día de Salvación y colocarlo en el presente para su tiempo, y que todavía para nuestro tiempo está en el presente, él está tomando del libro del profeta Isaías, el capítulo 49 y verso 8 en adelante, donde dice:

Así dijo Jehová: En tiempo aceptable te oí, y en el día de salvación te ayudé; y te guardaré, y te daré por pacto al pueblo, para que restaures la tierra, para que heredes asoladas heredades;

para que digas a los presos: Salid; y a los que están en tinieblas: Mostraos. En los caminos serán apacentados, y en todas las alturas tendrán sus pastos.

No tendrán hambre ni sed, ni el calor ni el sol los afligirá; porque el que tiene de ellos misericordia los guiará, y los conducirá a manantiales de aguas.

convertiré en camino todos mis montes, y mis calzadas serán levantadas.

He aquí éstos vendrán de lejos; y he aquí éstos del norte y del occidente, y éstos de la tierra de Sinim.

Cantad alabanzas, oh cielos, y alégrate, tierra; y prorrumpid en alabanzas, oh montes; porque Jehová ha consolado a su pueblo, y de sus pobres tendrá misericordia.”

Este pasaje se hace una realidad, se cumple en los días de Jesús en donde se abre el día de salvación y en donde encontramos que Jesucristo es colocado por Pacto al pueblo; por eso es que en la última cena, cuando Jesús está con Sus discípulos en la víspera de la Pascua, allá en San Mateo, capítulo 26, Cristo sabiendo que Él vino para morir, porque dice la Escritura:

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” [San Juan, 3:16].

Cristo fue enviado a la Tierra, dado a la raza humana, para ser el Sacrificio de Expiación por el pecado del ser humano; por eso Él dijo que Él pondría Su vida por Sus ovejas.

Él al poner Su vida en Expiación, como dice Isaías, capítulo 53, que Él como Cordero, dice que pondría Su vida en Expiación por el pecado. Vean, Él sabía para qué Él vendría, Él ya tenía una misión divina para cumplir en la Tierra, la cual solamente Él conocía. Vean aquí en San Juan, capítulo 10, dice verso 17 al 18:

Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.

Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.”

Él vino con un mandamiento divino: poner Su Vida en Expiación por el pecado de todas las ovejas del Padre que se habían perdido, y Él viene a buscar y a Salvar lo que se había perdido conforme a San Lucas, capítulo 19, verso 10, donde Él dice:

Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”

Por lo tanto, viene para llevar a cabo un proyecto divino, un proyecto de Salvación y Vida eterna para las ovejas del Padre que le fueron encomendadas a Cristo, para que Él las buscara y les diera Vida eterna. Vean, en el capítulo 17 de San Juan, verso 6, dice:

He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra.”

Esas personas son representadas en las ovejas del Padre que le fueron dadas a Cristo, para buscarlas y darles Vida eterna. Vean, en el capítulo 17 mismo, verso 2 al 3, dice:

Como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste.”

Le dio potestad para dar Vida eterna ¿a quiénes? A todos los que el Padre le dio, esas son las ovejas del Padre que le han sido dadas a Cristo. Sigue diciendo:

Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.”

Y ahora, vean cómo se obtiene la Vida eterna: creyendo en Dios el Padre como el único Dios verdadero y en Jesucristo, el cual Dios envió para llevar a cabo ese Sacrificio de Expiación, para efectuar la redención del ser humano, la redención de las ovejas del Padre, o sea, volverlas al Reino de Dios y por consiguiente a la Vida eterna.

Y todo eso estaba programado por Dios para ser llevado a cabo en el día de redención, el día de Salvación, que es el día de la Dispensación de la Gracia, el día en que se llevaría a cabo el Sacrificio de Expiación y serían llamados todos los escogidos de Dios, todas las ovejas del Padre que le fueron dadas a Cristo; por eso Cristo dijo: “El que es de Dios, la Voz de Dios oye.” (San Juan, capítulo 8, verso 47). Y también Él dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy vida eterna.” (San Juan, capítulo 10, verso 27).

Así que, podemos ver que hay un Programa Divino, un proyecto divino de Salvación y Vida eterna, de redención para el ser humano regresar a Dios, ser restaurado con Dios, ser restaurado a la Vida eterna, y por consiguiente al Reino eterno de Dios.

Y ahora, ese lapso de tiempo se le llama: El día de Salvación y también la Dispensación de la Gracia, que es la dispensación en donde se efectúa la redención del ser humano en la esfera espiritual, y entran al Reino de Dios todas esas ovejas del Padre, entran al Reino de Dios que está en la esfera espiritual; por eso Cristo dijo a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo (o sea del Espíritu), no puede ver el Reino de Dios.” [San Juan 3:4].

Nicodemo pensó que tenía que nacer literalmente la persona a través de una mujer, y sobre todo de su madre, y le pregunta: ¿Cómo puede hacerse esto? ¿Puede acaso el hombre ya siendo viejo entrar en el vientre de su madre y nacer? Él lo interpretó o lo pensó en forma literal, pero Cristo le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.”

Nacer del Agua, es nacer de la predicación del Evangelio de Cristo, al escuchar el Evangelio de Cristo, nacer la fe de Cristo en su alma, creer y dar testimonio público de su fe en Cristo, recibiéndolo como único y suficiente Salvador y ser bautizado en agua en Su Nombre, que es un mandamiento del Señor; y luego Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, lo cual es nacer del Espíritu, recibir el Espíritu de Cristo y así la persona ha nacido de nuevo, ha nacido en el Reino de Dios.

Y por eso San Pablo dice en Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21: “Vuestra ciudadanía...” diciéndonos acerca de nuestra ciudadanía, la cual aquí se refiere a la ciudadanía celestial. Dice:

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”

Y ahora, nos habla de una nueva ciudadanía, pues ya tenemos una ciudadanía terrenal a causa del nacimiento terrenal que obtuvimos a través de nuestros padres, y somos ciudadanos de la nación donde hemos nacido.

Pero ahora nos habla de una ciudadanía celestial (del Cielo), nuestra ciudadanía es del Cielo, la que tenemos, hemos obtenido por el nuevo nacimiento, es de donde está Jesucristo, o sea, de la Jerusalén celestial; y de ahí esperamos la Venida del Señor, el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, o sea, este cuerpo de carne, donde siendo príncipes y princesas del Reino celestial, del Reino de Dios, hemos venido como personas comunes a este planeta Tierra.

Siendo de la realeza del Reino celestial, hemos venido a esta Tierra como personas sencillas, simples, sin estar disfrutando de lo que somos en el Reino celestial del Creador de los Cielos y de la Tierra. O sea, que estamos en esta Tierra pasando una temporada para hacer contacto con la Vida eterna que es Cristo, recibiéndolo como nuestro Salvador y siendo bautizados en agua en Su Nombre, y Él bautizándonos con Espíritu Santo y Fuego y produciendo en nosotros el nuevo nacimiento, el nacimiento del Cielo, celestial; y por eso nuestra ciudadanía en el Reino de Cristo es del Cielo, porque el nuevo nacimiento es celestial, lo opera o lo obra Cristo por medio de Su Espíritu Santo.

Y ahora, desde que Cristo murió en la Cruz del Calvario se abrió el día de Salvación, el día de redención, la Dispensación de la Gracia, para Salvación y Vida eterna de todas las ovejas del Padre que le fueron dadas a Cristo y que a través de los años, de los siglos y milenios aparecerían en esta Tierra en cuerpos mortales, y por consiguiente aparecerían sin Vida eterna; pero por medio de Cristo al recibirlo como Salvador, recibirían la Vida eterna y serían restaurados al Reino de Dios. Ya no estarían perdidos, sino salvos con Cristo en Su Reino.

Este día de Salvación, ya hemos visto que en la Dispensación de la *Gracia, y que es en ese lapso de tiempo en donde el ser humano tiene la oportunidad de obtener la Salvación y Vida eterna; pero ese ciclo divino va a terminar en algún momento.

El mismo Cristo hablando de eso, dice en el capítulo 13 de San Lucas, versos 22 en adelante, dice:

Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén.

Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo:

Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.

Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois.

Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.

Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad.

Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos.

Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.”

Y ahora, vean el cuadro hermoso para los creyentes en Cristo, y el cuadro triste para los que no aprovecharon el tiempo o día de Salvación; y luego cuando quieren obtener la Salvación ya es demasiado de tarde; porque el Padre de familia, el cual es Cristo, el Padre de una familia con Vida eterna, porque Él es el segundo Adán y Su Iglesia es la segunda Eva, a través de la cual Cristo, el Segundo Adán ha estado reproduciendose en hijos e hijas de Dios, los cuales por consiguiente son príncipes y princesas del Reino de Cristo, del Reino de Dios.

Y ahora, este programa de redención en la esfera física tiene un tiempo, el cual es llamado el día de Salvación; y San Pablo, ya desde el tiempo de Jesucristo, de los apóstoles, de Pedro y San Pablo y todos ellos, ya había comenzado el día de Salvación, por eso San Pablo dice: “Hoy es el día de salvación.” Y por consiguiente es el día aceptable, el tiempo en donde Dios acepta a cada persona que escucha la predicación del Evangelio de Cristo, nace la fe de Cristo en su alma, y cree en Cristo y lo recibe como su único y suficiente Salvador. Por eso Cristo dijo:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” [San Marcos 16: 15 al 16]. Tan simple como eso.

Yo escuche la predicación del Evangelio de Cristo, nació la fe de Cristo en mi alma, creí y lo recibí como mi Salvador, fui bautizado en agua en Su Nombre y Él me bautizó con Espíritu Santo y Fuego y produjo mí el nuevo nacimiento. Y ahora, yo aproveché el día de salvación, la Dispensación de la Gracia, para obtener Salvación y Vida eterna. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.

Si hay alguna persona que todavía en este día de Salvación, en esta Dispensación de la Gracia, en donde se predica el Evangelio de la Gracia, el Evangelio de Cristo, todavía no ha recibido a Cristo como Salvador para obtener la Vida eterna, lo puede hacer en estos momentos y estaremos orando por usted, para lo cual puede pasar acá al frente para orar por usted en esta noche.

Vamos a dar unos minutos, mientras vienen, mientras pasan al frente para que oremos por ustedes, y también en las demás naciones los que están a través del satélite Amazonas o de internet, pueden venir a los Pies de Cristo, los que todavía no han recibido a Cristo como Salvador; para que así queden incluidos en la oración que estaremos haciendo por todos ustedes.

Dios tiene mucho pueblo en esta bella República de Guatemala y los está llamando, y el Reino de Cristo se está llenando de personas de Guatemala y también de Latinoamericanos en todas las naciones.

Por lo tanto, si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón, porque es Cristo por medio de Su Evangelio el que te está llamando, Él ha hablado a tu corazón y ha nacido la fe de Cristo en tu corazón, en tu alma porque eres una oveja del Señor, tu nombre está escrito en el Cielo en el Libro de la Vida, y Él dijo que llamaría a Sus ovejas por Su nombre, Él por medio del Evangelio te llamaría a ti y a mí en este tiempo llamado el día de Salvación, día de redención.

La Escritura dice que Dios muestra Su amor para con nosotros, en que siendo nosotros aún pecadores, Cristo murió por nosotros allá en la Cruz del Calvario. Eso está en Romanos, capítulo 5, versos 6 al 10.

Y ahora, encontramos que la Venida y muerte de Cristo en la Cruz del Calvario, fue la demostración máxima del amor de Dios hacia mí, ¿y hacia quién más? Hacia cada uno de ustedes también; si Él no venía a la Tierra y moría como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados, todos nosotros no estaríamos aquí en esta noche.

El mismo Cristo lo dijo en aquella parábola del grano de trigo, de San Juan, capítulo 12, verso 24, cuando dijo Él representándose en el grano de trigo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda; pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva.” O sea, muchos granos de trigo iguales al grano de trigo que fue sembrado en tierra.

Cristo se tipifica en el grano de trigo. El grano de trigo siendo una simiente original es sembrado, nace una plantita, y esa plantita lleva muchos granos de trigo, es la vida del grano de trigo que fue sembrado en tierra el que produce, se reproduce en una planta de trigo, y luego a través de esa planta de trigo se reproduce en muchos granos de trigo, es la vida del grano de trigo que fue sembrado en tierra; y el grano de trigo representa a Cristo.

Y la vida de Cristo es el Espíritu Santo, la vida de Cristo, el Espíritu Santo, vean ustedes, el día de Pentecostés, produce o se reproduce en una planta de trigo, y luego a través de esa planta de trigo que es la Iglesia del Señor Jesucristo, produce o se reproduce en muchos granos de trigo, en muchos hijos e hijas de Dios. Tan simple como eso.

Por eso, es que la Iglesia del señor Jesucristo es la que tiene la comisión de ir por todo el mundo predicando el Evangelio de la Gracia a toda persona: “Y el que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” [San Marcos, 16:15 al 16].

En palabras más claras, el que creyere y fuere bautizado recibe el Espíritu Santo y por consiguiente nacerá en la planta de trigo, en la Iglesia del Señor Jesucristo, nacerá como un grano de trigo, o sea, como un hijo o una hija de Dios; así nacerá en el Reino de Cristo, el Reino de Dios, y entonces podrá decir: “Aunque tengo una ciudadanía terrenal por causa del nacimiento a través de mis padres terrenales, tengo otra, una nueva que es celestial, del Cielo.”

Y cualquiera le puede preguntar: Pero, ¿cuándo tú naciste allá en el Cielo, si tú naciste aquí en la tierra?

Sí, mi nacimiento terrenal fue en la Tierra a través de mis padres terrenales y tengo una ciudadanía del país donde nací; pero tengo una ciudadanía del Cielo, nací de nuevo, y por causa de mi nuevo nacimiento que es del Cielo, tengo la ciudadanía del Cielo, de la Jerusalén celestial, del Reino celestial de Dios.”

Y ahora, como un hijo o una hija de Dios, vean ustedes somos hijos e hijas de Dios en el Reino de Dios, redimidos en este día de Salvación, en este día dispensacional de la Gracia que comenzó allá en el tiempo de Jesús siendo crucificado, y el Día de Pentecostés naciendo la Iglesia del Señor Jesucristo; y todavía estamos en el Día de Salvación.

Por eso se continúa predicando el Evangelio de Cristo por testimonio de Salvación y para Salvación a todos los seres humanos, hasta que se complete la Iglesia del Señor Jesucristo, hasta que la planta de trigo que es la Iglesia, hasta que nazca ahí en la Iglesia el último hijo e hija de Dios, o sea, nazca de nuevo como un hijo o hija de Dios en el Reino de Cristo.

Y ahora, está llamando en este tiempo final los últimos hijos e hijas de Dios, las últimas ovejas del Padre que le han sido dadas a Cristo para que las busque y les dé Vida eterna.

Pueden continuar viniendo los que faltan por venir, pues sus nombres están escritos en el Cielo en el Libro de la Vida, y Cristo los está llamando, Cristo el buen Pastor, para colocarlos en Su Redil, en Su Reino que está en la esfera espiritual y por consiguiente en Su Iglesia.

Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión; en las demás naciones todavía pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo.

Los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo. Cristo dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis, porque de los tales es el Reino de los cielos.”

Vamos a preguntarle a las demás naciones cuando estén listos. Ya están listos para orar ya por todos los que han venido a los Pies de Cristo. Vamos a estar con nuestras manos levantadas al Cielo. Si falta todavía alguno, puede pasar. Algunas veces hay personas un poco tímidas, y les da timidez o vergüenza que lo vean pasar al frente para recibir a Cristo.

Cristo es la persona más importante que hay en el Cielo y en la Tierra, por consiguiente, no nos puede dar vergüenza o timidez recibir a la persona más importante del Cielo y de la Tierra. Más bien Él dijo: “El que me confesare delante de los hombres, yo le confesaré delante de mi Padre que está en los Cielos.” Y para los que no lo reciben, dijo: “Mas el que me negare delante de los hombres, yo le negaré delante de mi Padre que está en los Cielos.” (San Mateo, capítulo 10, verso 32 al 33).

Si lo negamos, Él nos negará; si lo confesamos como nuestro Salvador, Él nos confesará delante de nuestro Padre celestial.

Con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, nuestros ojos cerrados, los que han venido a los Pies de Cristo y están aquí presentes y los que están en otras naciones, repitan conmigo esta oración:

Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón, creo en Ti con toda mi alma, creo en Tu primera Venida, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por mis pecados y por los de todo ser humano. Creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo en que podemos ser salvos.

Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador. Doy testimonio público de mi fe en Ti, y Te recibo como mi único y suficiente Salvador, Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre. Quiero nacer de nuevo, quiero entrar a Tu Reino, quiero vivir eternamente Contigo en Tu Reino, Te ruego me salves Señor. Sálvame Señor. Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.

Y con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén.

Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador.

Ustedes me dirán: “Quiero ser bautizado en agua lo más pronto posible, pues Cristo dijo: El que creyere y fuere bautizado, será salvo. ¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón; por cuanto ustedes han creído en Cristo, bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

El bautismo en agua es un mandamiento del Señor. El agua no quita los pecados, en el bautismo en agua nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Porque así como los granos de trigo de una planta de trigo estaban ¿dónde? En la semilla de trigo, el grano de trigo que fue sembrado en tierra, así también estábamos en Cristo.

Y cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida: a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.

Conociendo el simbolismo del bautismo en agua, bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

Por lo tanto, bien pueden identificarse con Cristo en el bautismo en agua en estos momentos. Y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso de nuestro amado Señor Jesucristo.

Dejo con ustedes al ministro, reverendo Esteban Golon, para que les indique hacia dónde dirigirse para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

Ya tenemos al reverendo Esteban Golon con nosotros, y en cada país dejo al ministro correspondiente para hacer en la misma forma.

Que Dios les bendiga, y continúen pasando una noche feliz, llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador en este Día de Salvación, en esta dispensación de Salvación y Vida eterna, para todos los que reciben a Cristo como único y suficiente Salvador. Pasen todos muy buenas noches.

EL DÍA DE SALVACIÓN.”