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El Mensaje de la Paz 2008-03-30 2 Medellín Antioquia CO 00:00:00 false

Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes y los que están a través del satélite Amazonas y también de internet; es para mí­ un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión en Medellí­n, la Ciudad Modelo de la Paz. Es una Ciudad muy hermosa, y lo más hermoso que tiene es su gente.

Para esta ocasión leemos en el libro de los Hechos, capí­tulo 10, versos 34 al 43, donde dice el apóstol Pedro:

"Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas,

sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia.

Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos (vamos a detenernos ahí­)."

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema es: "EL MENSAJE DE LA PAZ."

El ser humano siendo creado a imagen y semejanza de Dios, así­ como Dios es Padre, Hijo y Espí­ritu Santo, el ser humano es alma, espí­ritu y cuerpo, y tiene sus necesidades el ser humano en su cuerpo, su espí­ritu y su alma; y también tiene sus sentidos en el cuerpo, que son cinco; en el espí­ritu que son cinco también, y en el alma que es uno solo, el cual es el libre albedrí­o, para creer o no creer, para creer o dudar.

Y ahora, el ser humano en su alma tiene no solamente el anhelo de la paz, sino la necesidad de la paz acá en su alma, para poder ser feliz y disfrutar de todas las bendiciones divinas.

El ser humano ha estado buscando la paz, ¿desde qué tiempo? Desde que la perdió en el Huerto del Edén al pecar; y ahora, el ser humano perdió la paz con Dios, y esa es la paz importante que el ser humano ha estado buscando.

Sin paz no hay felicidad, y por consiguiente se requiere buscarla para encontrarla, para lo cual hay que buscarla en el lugar correcto: en Dios por medio del conocimiento del mensaje de la paz, que es el Evangelio de Jesucristo, el cual nos muestra como obtener la paz que el ser humano perdió en el Huerto del Edén cuando pecó.

Por medio de un hombre: Adán, el ser humano, la raza humana perdió la paz al pecar, allá en el problema que hubo en el Huerto del Edén, en la primera familia que fue colocada en la Tierra: Adán y Eva para multiplicarse en muchos hijos e hijas de Dios.

Pero ahora por medio de diferentes sacrificios que fueron establecidos, desde que Dios le dio pieles de un animalito al ser humano para cubrir su desnudez y por lo tanto tuvo que morir ese animalito, ha mostrado luego a través de los diferentes sacrificios que se han llevado a cabo desde Adán en adelante con animalitos, que el ser humano para ser reconciliado con Dios y obtener la paz nuevamente, necesita un Sacrificio perfecto, el cual serí­a el Sacrificio del Mesí­as Prí­ncipe, representado, tipificado en aquellos sacrificios que el pueblo hebreo efectuaba en el Antiguo Testamento.

Y ahora, todos los sacrificios que se efectuaban para el perdón de los pecados y reconciliación del ser humano con Dios, como el sacrificio de la expiación del dí­a diez del mes séptimo de cada año en medio del pueblo hebreo allá en el templo, conforme a Leví­tico, capí­tulo 23, versos 26 al 29, de lo cual también Cristo tomando esa base en la ví­spera de la pascua cuando hubo cenado con Sus discí­pulos en el capí­tulo 26 de San Mateo, tomando el pan partió y dio a Sus discí­pulos diciendo a ellos... dice: [verso 26]

"Y mientras comí­an, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discí­pulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.

Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;

porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados."

Aquí­ nos muestra que aquel pan era tipo y figura de Su cuerpo que iba a ser sacrificio en la Cruz del Calvario, iba a morir en Expiación por el pecado, y Su Sangre, representada en el vino que dio a tomar en la copa a Sus discí­pulos. Dijo del pan: "Este es mi cuerpo que por muchos... este es mi cuerpo." Y luego tomando la copa dio a Sus discí­pulos para tomar y dijo: "Bebed de ella todos, porque esto es mi Sangre del nuevo Pacto que por muchos es derramada," o sea, por todos aquellos que lo recibirí­an como su único y suficiente Salvador.

Ahí­ tenemos tipificado el cuerpo y la Sangre de Cristo para remisión de los pecados, por esa causa luego en San Lucas, capí­tulo 24, cuando ordena a Sus discí­pulos a llevar el Evangelio, les dice de la siguiente manera, capí­tulo 24 de San Lucas, verso 46 en adelante:

"Y les dijo: Así­ está escrito, y así­ fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer dí­a;

y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén."

La predicación del Evangelio de Cristo es la que nos muestra el arrepentimiento y el perdón de pecados en el Nombre del Señor Jesucristo, y nos muestra por consiguiente que no hay otro Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos.

La salvación y Vida eterna está en Jesucristo, por lo cual se predica el Evangelio de la paz, el Evangelio de la salvación, el Evangelio de la Vida eterna, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, mas tenga Vida eterna, porque de tal manera amó Dios al mundo, el amor de Dios fue, es y será inmenso, eterno, por lo cual nos dio a Su Hijo amado, Su Hijo unigénito "para que todo aquel que en Él cree no se pierda, mas tenga Vida eterna." San Juan, capí­tulo 3, verso 16. También nos dice: "El que en Él cree, o el que cree en el Hijo, tiene Vida eterna."

¿Cómo obtiene la Vida eterna la persona? Creyendo en Cristo, porque Él dijo: "Yo soy la resurrección y la vida, el que en mí­ cree, aunque esté muerto vivirá." Por lo tanto, para el creyente en Cristo la muerte es solamente una puerta que se abre a otra dimensión: al paraí­so, porque la persona creyente en Cristo al morir pasa al paraí­so, donde están todos los santos creyentes en Cristo de edades pasadas, y allí­ esperan reposando, descansando de sus trabajos terrenales porque allí­ no van a trabajar, allí­ están sin trabajar; no tienen que comer tampoco porque en el cuerpo espiritual no hay necesidad, tampoco hay necesidad de dormir, allí­ no hay noche.

Por lo tanto, van a descansar por una temporada en lo que se completa la Iglesia del Señor Jesucristo, y así­ se completa el número de los elegidos predestinados, escogidos de Dios escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.

Y cuando se complete ese número, se habrá completado la Iglesia y Cristo terminará Su obra, Su labor de Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec en el Cielo, en el Templo celestial, donde Él está como Sumo Sacerdote haciendo intercesión con Su Sangre por toda persona que lo recibe como su único y suficiente Salvador.

Él es nuestro Abogado ante el Padre Celestial, ante Dios, Él es nuestro intercesor, Él es nuestro Pariente Redentor, Él es nuestro Abogado. La Escritura dice: "Si alguno ha pecado, Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo." No hay otro abogado que lo pueda defender ante Dios, ni usted mismo se puede defender.

Si cuando una persona tiene un problema de corte, busca el mejor abogado, cuanto más ante Dios, ante el Juez de toda la Tierra en la corte divina, tenemos que tener el mejor abogado para salir libres, y por consiguiente tener la Vida eterna, y yo les recomiendo el mejor Abogado. "Si alguno ha pecado, Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo." [Primera de Juan 2:1]

Ese es mi Abogado ante el Juez celestial, ese es mi Abogado ante el Juez supremo Creador de los Cielos y la Tierra, mi Abogado es nuestro amado Señor Jesucristo. ¿Y el de quién más? De cada uno de ustedes también.

Si alguno todaví­a no tiene a Jesucristo como su Abogado porque no lo ha recibido como su Salvador, lo puede hacer en estos momentos y yo estaré orando por usted, para que la paz prometida en el mensaje de paz, en el mensaje del Evangelio de Cristo, que es el mensaje de paz, venga a vuestro corazón esa paz y así­ tenga usted la felicidad y Vida eterna con Cristo en Su Reino, y esté tranquilo sabiendo que si su cuerpo fí­sico muere, va al Paraí­so usted con su cuerpo espiritual, que es su espí­ritu.

Y luego cuando Cristo resucite a los muertos creyentes en Él, lo resucitará a usted si muere fí­sicamente, pero si permanece vivo hasta que ocurra la resurrección, entonces lo transformará y tendrá un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, como el cuerpo glorificado de Jesucristo, el cual está tan joven como cuando se fue al Cielo.

En ese cuerpo glorificado, ese cuerpo eterno la persona no se pone viejo, se mantiene joven para toda la eternidad, porque es un cuerpo incorruptible, inmortal y glorificado, esa es la clase de cuerpo que tiene Jesucristo, y esa es la clase de cuerpo que yo necesito, porque el que tengo se ha estado poniendo viejo; y lo que se pone viejo está cerca a la muerte.

Por lo tanto, tenemos la promesa de un cuerpo eterno que Él nos va a dar cuando ocurra la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de los vivos.

A medida que cumplo un año más en mi vida, me miro en forma positiva. Algunos cuando cumplen años piensan o dicen: "Un año más viejo." Pero yo digo: "Un año más cerca de mi cuerpo eterno, un año más cerca a mi juventud eterna." ¿Y para quién más es así­? Para cada uno de ustedes también.

Si hay alguna persona que no tiene esa esperanza porque todaví­a no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos y yo estaré orando por usted para que Cristo le reciba en Su Reino.

Vamos a dar unos minutos para que puedan pasar al frente y así­ orar por ustedes en esta ocasión, para que sean reconciliados con Dios por medio de Jesucristo nuestro Salvador, el cual es nuestra paz.

La salvación solamente se halla en Cristo, y la paz eterna, la paz imperecedera, la paz perfecta solamente en Cristo se halla, por lo cual hay que recibirlo como nuestro único y suficiente Salvador, eso es lo que nos enseña el mensaje de la paz, el Evangelio de la paz, que es el Evangelio de Jesucristo nuestro Salvador.

Dios tiene mucho pueblo en esta hermosa Ciudad de Medellí­n, y los está llamando para darles la Vida eterna y por consiguiente la paz imperecedera, la paz divina. A medida que las personas reciben la paz de Dios, la Ciudad se va haciendo más la Ciudad de la Paz, la Ciudad de la Paz de Dios.

Así­ como a medida que un lugar se va llenando de personas, se va haciendo un lugar de seres humanos, y a medida que la gente se va llenando de la paz divina por medio de Cristo, se va llenando la ciudad con sus habitantes, de la paz, de la paz de Dios, de la paz divina, y por consiguiente se va haciendo una ciudad modelo de la paz, de la paz permanente, de la paz eterna.

Cuando los Ángeles que cantaron en el nacimiento de Cristo aparecieron a los pastores, vean lo que dijeron en el capí­tulo 2 de San Lucas, versos 8 en adelante, dice (hablando del nacimiento de Cristo esa noche):

"Habí­a pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.

Y he aquí­, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor.

Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí­ os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:

que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.

Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.

Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decí­an:

¡Gloria a Dios en las alturas,

Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! (Paz en la Tierra, y buena voluntad para con los hombres)."

Y ahora, el Evangelio de Cristo siendo el mensaje de la paz, proclama la paz imperecedera en Cristo, Él es nuestra paz para así­ toda persona que lo recibe como Salvador, reciba la paz de Dios en su alma, la paz imperecedera, y tenga paz para con Dios, sea reconciliado con Dios y reciba todas las bendiciones de Dios.

Todaví­a vienen más personas de camino, vamos a esperar unos segundos porque Dios tiene mucho pueblo en esta ciudad; y a los que están a través del satélite Amazonas o a través de algún otro medio de comunicación como internet, pueden también continuar viniendo a los Pies de Cristo para que queden incluidos en esta oración.

Y a las personas que están a la parte alta también de este auditorio, también pueden venir a los Pies de Cristo. Y los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo, pues ya tienen conciencia del bien y del mal.

Todaví­a vienen más personas de camino que como ustedes desean la paz de Dios por medio de Cristo, desean ser reconciliados con Dios para vivir eternamente con Cristo en Su Reino.

El ser humano en su vida tiene que hacer muchas decisiones, y entre ellas hay muchas, muy pero que muy importantes, pero solamente hay una que es la más importante, la cual coloca a la persona en la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. ¿Y cuál es? Recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador, no hay otra decisión más importante que esa para el ser humano.

Para el ser humano la vida es lo más importante, y para recibirla tiene que hacer la decisión más importante que es recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador, por esa causa es que Cristo ordenó a Sus discí­pulos "ir por todo el mundo predicando el Evangelio a toda criatura, y al que creyere y fuere bautizado, ese será salvo; mas el que no creyere, será condenado." De eso fue que habló en San Marcos, capí­tulo 16, versos 15 al 16.

Y hasta el dí­a de hoy se ha estado predicando el Evangelio de Cristo, el Evangelio de la paz, para que así­ tengan la oportunidad de obtener la salvación y Vida eterna las personas, y ustedes en esta ocasión han estado escuchando la predicación del Evangelio de Cristo para que así­ la fe de Cristo naciera en vuestro corazón, y dieran testimonio público de vuestra fe en Cristo recibiéndole como vuestro único y suficiente Salvador.

Les felicito por la decisión más grande de su vida, recibir a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador, decisión que ustedes han hecho en esta ocasión, tanto ustedes que están presentes como los que están en otras naciones conectados con esta actividad a través del satélite Amazonas o de internet.

Dios continúa trayendo a los Pies de Cristo más almas representadas en ovejas, Cristo dijo: "Mis ovejas oyen mi Voz y me siguen." Pues Él dijo: "Yo soy el Buen Pastor." Cristo es el Buen Pastor y nosotros somos Sus ovejas que Él ha estado llamando y las ha estado colocando en Su redil, en Su Reino.

"Mis ovejas oyen mi Voz y me siguen." ¿Y qué hace Cristo? Dice: "Y yo les doy Vida eterna." ¿Para qué Él habla? Para que escuchemos Su Voz, Su mensaje de paz, Su Evangelio, para que nazca su fe en nuestra alma y lo recibamos como nuestro único y suficiente Salvador, dando testimonio de nuestra fe en Cristo para Él darnos la Vida eterna gratuitamente.

Es un asunto de Vida eterna recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, ¿qué otra persona le puede dar a usted o a mi Vida eterna? No lo hay, solamente hay una persona y Su Nombre es Señor Jesucristo, porque no hay otro salvador, solamente hay uno y ese es nuestro amado Señor Jesucristo, Él es nuestro Redentor, nuestro Salvador.

Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo, si falta alguno por venir, puede venir para que quede incluido en esta oración.

Algunas veces hay personas que se avergí¼enzan de pasar al frente porque piensan que lo van a estar mirando y que no lo van a ver muy bien pasando al frente, pero Cristo dijo: "El que me confesare delante de los hombres, yo le confesaré delante de mi Padre que está en los Cielos." Pero también dice: "Pero el que me negare delante de los hombres, yo le negaré delante de mi Padre que está en los Cielos." (San Mateo, capí­tulo 10, versos 32 al 33).

Por lo tanto, nuestra responsabilidad es muy grande delante de Dios, Dios ha colocado delante de nosotros la vida y la muerte, la bendición y la maldición; la vida que es Cristo, para que todos recibamos la Vida eterna de parte de Dios a través de Cristo y así­ recibamos la bendición de Dios, la bendición más grande: la Vida eterna por medio de Cristo.

Ya vamos a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo, todaví­a vienen más personas, por lo tanto, vamos a dar unos segundos más en lo que llegan, para que así­ queden incluidos en esta ocasión y Cristo les reciba en Su Reino.

Tener la esperanza en vivir en el Reino de Dios eternamente es maravilloso, usted puede dormir tranquilo, sin tener miedo a que en la mañana ya su cuerpo no pueda levantarse porque haya terminado su vida terrenal en el cuerpo fí­sico, usted sabe que va al Paraí­so entonces y ya los problemas terrenales se habrán terminado para usted.

Es maravilloso tener a Cristo en el corazón, en el alma, le trae paz, tranquilidad, Vida eterna, felicidad y toda bendición divina prometida en la Escritura para los que sirven a Dios a través de Cristo.

Vamos a orar, vamos a levantar nuestras manos al Cielo, a Cristo, y con nuestros ojos cerrados los que han venido a los Pies de Cristo en esta noche, repitan conmigo esta oración, también los que están en otras naciones:

Señor Jesucristo, escuché el mensaje de paz, el Evangelio de Jesucristo y nació la fe de Cristo en mi alma, creo en Tu Primera Venida, creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo en que podemos ser salvos, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por mis pecados y por los de todo ser humano. Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Me rindo a Ti, me entrego a Ti en alma, espí­ritu y cuerpo. Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado y me bautices con Espí­ritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, Señor, sálvame Te lo ruego. En Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.

Y con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.

Cristo les ha recibido en Su Reino porque ustedes escucharon la predicación del Evangelio de la paz, del Evangelio de Cristo, y nació la fe de Cristo en vuestra alma y han dado testimonio público de vuestra fe en Cristo, recibiéndole como vuestro único y suficiente Salvador. Él dijo:

"Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo..." (San Marcos, capí­tulo 16, versos 15 al 16).

Y usted ahora me dirá: "Quiero ser bautizado en agua lo más pronto posible, en el Nombre del Señor Jesucristo porque ya creí­ y Cristo dijo: 'El que creyere y fuere bautizado, será salvo.' ¿Cuándo me pueden bautizar?" Es la pregunta de lo profundo de vuestro corazón. Por cuanto ustedes han creí­do en Cristo, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo en estos momentos.

En el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección, estábamos en Él y con Él todo el tiempo, así­ como Leví­ estaba en Abraham, y Leví­ era el bisnieto de Abraham, pero dice la Escritura que estaba en los lomos de Abraham, y cuanto más estábamos nosotros en Cristo.

Y ahora, en el bautismo en agua la persona al identificarse con Cristo está dando testimonio que estaba en Cristo cuando Él murió, cuando Él fue sepultado y cuando resucitó y luego ascendió al Cielo.

El bautismo en agua es simbólico, tipológico, pero es un mandamiento del Señor. El agua no quita los pecados, es la Sangre de Jesucristo la que nos limpia de todo pecado.

Todos los creyentes en Cristo desde los apóstoles en adelante han bautizado y han sido bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y todaví­a se continúa predicando el Evangelio de Cristo y bautizando en el Nombre del Señor Jesucristo a todos los que lo reciben como único y suficiente Salvador.

Luego Cristo los bautiza con Espí­ritu Santo y Fuego y produce en la persona el nuevo nacimiento, de eso fue que habló San Pedro cuando dijo a todos los que recibieron a Cristo... vean, en el capí­tulo 2, verso 36 en adelante del libro de los Hechos, dice:

"Sepa, pues, ciertí­simamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo (por eso a Jesús lo llamamos SEÑOR JESUCRISTO: porque Dios lo ha hecho Señor y Cristo).

Al oí­r esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?

Pedro les dijo: Arrepentí­os, y bautí­cese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espí­ritu Santo.

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.

Así­ que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel dí­a como tres mil personas."

Como tres mil personas escucharon y creyeron y fueron bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; Cristo los bautizó con Espí­ritu Santo y Fuego y produjo el nuevo nacimiento en esas personas. Así­ es como se añade a la Iglesia de Jesucristo cada persona que lo recibe como su único y suficiente Salvador.

Y ahora, por cuanto ustedes han creí­do en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espí­ritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino de Jesucristo nuestro Salvador.

Y ahora, dejo aquí­ al ministro David para que les indique hacia donde dirigirse para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Dejo al reverendo David Rí­os, y a cada ministro en las diferentes naciones que está a cargo de la actividad que están teniendo en cada nación.

Y que Dios les bendiga y les guarde, y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador.

"EL MENSAJE DE LA PAZ."