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El mensajero de paz 2007-01-28 1 Rio de Janeiro Rio de Janeiro BR 00:00:00 false

Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes, y los que están a través de internet o del satélite en otras naciones. Que la paz de Dios sea en vuestros corazones y que en esta ocasión nos abra las Escrituras y nos permita comprender Su Programa correspondiente a este tiempo final.

Leemos en el libro del Profeta Isaías, en el capítulo 52, donde nos dice del verso 5 en adelante:

Y ahora ¿qué hago aquí, dice Jehová, ya que mi pueblo es llevado injustamente? Y los que en él se enseñorean, lo hacen aullar, dice Jehová, y continuamente es blasfemado mi nombre todo el día.

Por tanto, mi pueblo sabrá mi nombre por esta causa en aquel día; porque yo mismo que hablo, he aquí estaré presente.

¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ¡Tu Dios reina!”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema para esta ocasión es: “EL MENSAJERO DE PAZ.”

La Escritura que leímos nos dice que son hermosos los pies del que anuncia la paz, del que trae alegres nuevas, dice:

¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz...!”

Por lo tanto, ése es el Mensajero de paz, de la paz divina. Para que el ser humano pueda obtener la paz, el ser humano, la persona como individuo, hay un Programa Divino, vamos a llamarle: “un proyecto divino.” Ese proyecto divino es el Programa de Redención, el cual fue representado en el Antiguo Testamento en la Fiesta de la Expiación. En Levítico, capítulo 23, nos habla de la Fiesta de la Expiación y nos dice de la siguiente manera: capítulo 23, versos 26 al 29 de Levítico, dice:

También habló Jehová a Moisés, diciendo:

A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.

Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.

Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.”

Aquí podemos ver el Programa de Redención a través de un Sacrificio de Expiación, en donde las personas arrepentidas de sus pecados pedían perdón a Dios; en ese día el sumo sacerdote sacrificaba el macho cabrío por Jehová, llevaba la sangre de esa expiación dentro del lugar santísimo, y esparcía con su dedo siete veces sobre el propiciatorio.

El propiciatorio en el templo, es el Trono de Dios. Por eso estaban dos querubines de oro, uno a cada lado, y en medio de ellos estaba Dios en la Luz de la Shekinah; y Dios aceptaba ese sacrificio y la sangre de ese sacrificio, y todos aquellos que arrepentidos de sus pecados se acercaban a Dios, pues nadie se puede acercar a Dios sin el sacrificio por el pecado; y ahora, encontramos que obtenían el perdón de sus pecados y quedaban reconciliados con Dios para vivir un año más; al otro año tenían que hacer lo mismo, ¿por qué? Porque la sangre de los animalitos no quita el pecado, solamente lo cubre, porque los animales no tienen alma; aquel animalito siendo sacrificado, tipificaba al Mesías, al Cristo, que vendría a la Tierra, tomaría nuestros pecados, moriría por nosotros, como el Sacrificio de Expiación, y quitaría nuestros pecados, y Dios no se acordaría más de nuestros pecados.

Todo lo del Antiguo Testamento es tipo y figura de lo que sería efectuado en el Nuevo Testamento, por eso es que Jesucristo hablando en San Mateo, capítulo 26, versos 26 en adelante, dice (esto fue en la última cena, en la víspera de la Pascua), dice:

Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.

Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;

porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.”

Ahora, aquí Cristo está mostrando que va a ser efectuado un Sacrificio perfecto por Él mismo para redimir a todas las personas que lo recibirían como su Salvador.

Por lo tanto, las palabras del profeta Juan el Bautista cuando vio a Jesús y dijo: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.” [San Juan 1:29] Estaban correctas esas palabras, porque Cristo vino para quitar el pecado del mundo, tomando nuestros pecados, haciéndose mortal y muriendo como la expiación por nuestros pecados. Aquí tenemos la forma establecida por Dios para ser reconciliados y obtener la paz de Dios acá en nuestra alma. Tenemos otras Escrituras que nos hablan de estos misterios divinos para que el ser humano pueda obtener la paz en su alma.

El ser humano llega a la Tierra con la angustia existencial, porque no sabe de dónde vino, no sabe porqué está aquí y no sabe hacia dónde va cuando muera. Pero cuando recibe a Cristo como su único y suficiente Salvador, se le va la angustia existencial y entonces tiene la paz de Dios en su alma, vive tranquilo su vida terrenal sabiendo que si muere, va al paraíso.

Y cuando Cristo complete Su Iglesia, se levantará del Trono del Padre, concluyendo así Su Obra de Sumo Sacerdote, intercediendo en el Cielo, tomará el Título de Propiedad, reclamará todo lo que Él ha redimido con Su Sangre, resucitará a los muertos creyentes en Él en cuerpos glorificados, eternos, inmortales como Su cuerpo glorificado, y joven, y entonces estaremos de regreso a la Tierra, pero como inmortales, para vivir en el Reino de Cristo por toda la eternidad; e iremos también a la fiesta más grande que en el Universo se haya efectuado, es llamada la Cena de las Bodas del Cordero, a la cual yo fui invitado, ¿y quién más? Cada uno de ustedes también.

Por lo tanto, la paz en el alma del ser humano, vean lo sencillo que es obtenerla. Miren aquí en Efesios, capítulo 2, versos 14 al 17, dice San Pablo:

Porque él es nuestra paz...”

¿Qué es la paz? Jesucristo, Él es nuestra paz.

Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno...”

De gentiles y hebreos ha hecho uno, ese pueblo es la Iglesia del Señor Jesucristo, un pueblo redimido por Dios por medio del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, el cual ha sido restaurado al Reino de Dios, y por consiguiente a la Vida eterna. Yo tengo Vida eterna en mi alma. Si mi cuerpo físico muere, yo sigo viviendo en alma y espíritu en el Paraíso de Dios; y cuando Cristo resucite a los muertos creyentes en Él, yo me levantaré también en un nuevo cuerpo.

El cuerpo que actualmente tenemos es temporal, y por consiguiente es para un propósito divino, para que estemos en la Tierra, escuchemos la predicación del Evangelio de Cristo, nazca la fe de Cristo en nuestra alma, y demos testimonio público de nuestra fe en Cristo recibiéndole como nuestro único y suficiente Salvador, para obtener el perdón de nuestros pecados y ser limpios de todo pecado con la Sangre de Cristo, porque la Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado.

Por lo tanto, estamos aquí en la Tierra para escuchar y obedecer la Palabra de Dios, el Evangelio de Cristo, el Evangelio de la paz, el Evangelio, las buenas nuevas de la paz que nos dan a conocer cómo obtener la paz con Dios. Recuerden que cuando hay un conflicto entre una persona y otra o entre una familia y otra o entre una nación y otra, se pierde la paz, no están en paz. Y la única forma para estar en paz es reconciliándose; y para el ser humano estar en paz con Dios, la única forma es siendo reconciliados con Dios por medio del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario.

Jesucristo es nuestra paz. Por lo tanto, para tener paz en el alma, tenemos que tener a Cristo acá en el alma, lo cual ocurre cuando escuchamos la predicación del Evangelio de Cristo, nace la fe de Cristo en nuestra alma y lo recibimos como nuestro único y suficiente Salvador.

Ahora, continuamos leyendo:

Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación,

aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz.”

Y ahora, ese nuevo hombre es cada creyente en Cristo nacido de nuevo, el cual tiene la paz de Dios en su alma, por medio de Jesucristo.

...y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.”

Y ahora, somos reconciliados con Dios por medio de Jesucristo, y es hecha la paz para el ser humano y Dios.

Y ahora, los creyentes en Cristo se encuentran en un Cuerpo Místico de creyentes, que es la Iglesia del Señor Jesucristo; y ahí está la paz en el corazón de cada creyente en Cristo y por consiguiente en la Iglesia del Señor Jesucristo. Sigue diciendo:

Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca.”

Cristo cuando resucitó, anunció las buenas nuevas de paz, las buenas noticias de paz. Ustedes encuentran que cuando aparecía a Sus discípulos, lo primero que les decía era: “Paz a vosotros,” o sea: “Shalom.” Ése era el saludo que les daba al encontrarse con ellos durante esos cuarenta días, que estuvo con ellos luego de haber resucitado.

Y luego, ese mensaje de paz del cual el Mensajero mayor de paz es Jesucristo, el cual encabeza a todos los mensajeros de paz, nos mostró el camino de la paz para cada individuo, para tener así la paz con Dios, y estar reconciliado con Dios para vivir, no un año más sino por toda la eternidad, y así tener asegurado su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno.

Veamos otra Escritura en el capítulo 6 de Efesios, nos habla algo muy importante. Capítulo 6, verso 15, dice San Pablo:

...y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.”

El Evangelio de Cristo es el Evangelio de la paz, porque el Evangelio de Cristo, las buenas noticias de Cristo, de Su Venida y Su muerte en la Cruz del Calvario y Su resurrección, son las buenas noticias de salvación y Vida eterna y reconciliación del ser humano con Dios, para tener la paz de Dios en su corazón. Por esa causa se predica el Evangelio de la paz.

Y ahora, Cristo predicó el Evangelio, los Apóstoles predicaron el Evangelio, los diferentes mensajeros que Cristo ha enviado a Su Iglesia y diferentes ministros han predicado el Evangelio de Cristo, han predicado el Evangelio de la paz, han anunciado, han proclamado las buenas nuevas de paz.

Hemos visto el misterio del Mensajero de paz, y el Mensaje que porta el mensajero de paz en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo, para que todo ser humano pueda obtener en su alma la paz de Dios por medio de Jesucristo.

Si hay un Mensajero de paz, tiene que tener un Mensaje de paz; y si hay un Mensaje de paz, tiene que proclamarlo, y tiene que haber personas que lo escuchan, que anhelen la paz, que amen la paz. El ser humano puede ser rico, pero sin paz no disfruta las riquezas.

Por lo tanto, todo ser humano necesita la paz, y por consiguiente necesita escuchar el proyecto divino para obtener la paz en su alma. El Evangelio de Cristo es el Evangelio de la paz que da a conocer el proyecto divino de la paz divina para el corazón del ser humano, por medio del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, para todo ser humano ser perdonado y limpiado de todo pecado y ser reconciliado con Dios y obtener la paz en su alma; y saber por consiguiente que tiene Vida eterna.

Cristo vino para dar Vida eterna a todas las ovejas que el Padre le dio. Él dijo también: “Mis paz os dejo, mi paz os doy.” (San Juan, capítulo 14) Esa es una Escritura muy importante: “La paz os dejo, mi paz os doy. Yo no la doy como el mundo la da.”

Por lo tanto, la paz que Cristo da es del Cielo, es divina, ésa es la que necesita el alma de todo ser humano, esa es la paz que es proclamada en el Evangelio de Cristo. Para que haya paz entre personas o naciones que están en conflicto, tiene que surgir una reconciliación; y para que haya paz entre el ser humano y Dios, tiene que efectuarse una reconciliación del ser humano con Dios, a través de Jesucristo, el cual murió en la Cruz del Calvario.

Yo recibí a Cristo como mi Salvador y fui reconciliado con Dios por medio de Jesucristo, ¿y quién más? Cada uno de ustedes también. Por lo tanto, yo tengo la paz de Cristo en mi alma, ¿y quién más? Cada uno de ustedes también. Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, no tiene todavía la paz de Dios.

Por lo tanto, en estos momentos puede levantarse, pasar al frente, para dar testimonio público de su fe en Cristo, pues ya la fe de Cristo nació en vuestra alma, al escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, del Evangelio de la paz. Puede venir en estos momentos al frente, para recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador, y yo estaré orando por usted para que Cristo les reciba en Su Reino.

Los que están en otras naciones también pueden venir a los Pies de Cristo para que queden incluidos en esta oración. Vamos a dar unos minutos mientras vienen a los pies de Cristo las personas que todavía no lo habían hecho, para que reciban la paz de Cristo en vuestra alma.

Venimos a los pies de Cristo para recibir la Vida eterna, la cual Dios nos da a través de Cristo, y una de las bendiciones grandes que hay en el Reino de Dios, en la Vida eterna, es la paz.

La paz es una bendición del Cielo, de Dios. Dios tiene mucho pueblo, Dios tiene muchos hijos en esta ciudad de Río de Janeiro, y en toda la República del Brasil, y los está llamando en esta ocasión. Si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón, tu nombre está escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida. Por esa causa es que estás escuchando la predicación del Evangelio de Cristo, la predicación de salvación y Vida eterna, la predicación de la paz. Es un asunto de Vida eterna recibir a Cristo como único y suficiente Salvador.

Jesucristo es la persona más importante que ha pisado este planeta Tierra, y está vivo todavía, y continuará vivo por toda la eternidad. Dios nos ha dado Vida eterna y esta vida ¿dónde está? En Jesucristo, por eso lo recibimos como Salvador para que Él nos dé la Vida eterna, y podamos vivir en Su Reino por toda la eternidad.

Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo, los que están en otras naciones también pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo. Los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo, Dios tiene lugar en Su Reino para los niños también. Dios ama a los niños, también a los bebés, también a los jóvenes, también a los adultos, también a los ancianos, y les da la oportunidad de entrar a Su Reino para que obtengan la Vida eterna y la paz de Dios en su alma.

La decisión más grande que una persona hace en la vida, es una sola; aunque hacemos muchas decisiones en la vida, decisiones importantes, pero usted podrá ver que las decisiones que hacemos en la Tierra, como nacer, comer, dormir, trabajar, estudiar, y así por el estilo, ninguna de esas decisiones, lo coloca a usted en la Vida eterna, solamente en cosas temporales; cuando muere, se acabó todo, se le acabó el dinero, aunque lo tenga aquí en la Tierra, pero no se lo puede llevar para donde va, se queda para la familia o para el gobierno.

Así también es con la casa: se queda aquí en la Tierra la casa, y la persona va a otra dimensión cuando muere.

¿Y cuál es entonces la decisión más importante que un ser humano hace en su vida? La decisión que lo coloca en la Vida eterna, la cual es recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador, esa es la única decisión que coloca al ser humano en la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. Esa es la única decisión que le asegura a usted la Vida eterna, por esa causa se predica el Evangelio de Cristo a toda criatura, como Cristo dijo:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado (pierde la oportunidad de vivir eternamente, porque rechazó la Vida eterna a través de Cristo, la cual está disponible para todo ser humano que viene a vivir en este planeta Tierra).”

Recuerden que el propósito por el cual vivimos en la Tierra es para que escuchemos la predicación del Evangelio de Cristo, nazca la fe de Cristo en nuestra alma, y lo recibamos como nuestro Salvador, para ser limpios de todo pecado con la Sangre de Cristo.

Hemos sido colocados en la Tierra para la Sangre de Cristo ser esparcida sobre nosotros y ser limpios de todo pecado, ése es el propósito principal de nuestra existencia en este planeta Tierra. Tenemos una oportunidad única en la Vida, para entrar a la Vida eterna, y es a través de Cristo.

Si falta alguna persona por venir a los Pies de Cristo, puede venir para que asegure con Cristo su futuro eterno. Hay muchas compañías de seguro en todos los países, vaya usted a una de ellas y dígales: “Quiero un seguro.” Le dirán: “Usted es bienvenido para obtener un seguro.” Pero dígales: “Quiero asegurar mi alma con la Vida eterna.” Le dirán: “Ese seguro no lo tenemos.” La exclusividad de la Vida eterna la ha dado Dios a Jesucristo, Él es el único que tiene ese seguro y su precio es muy caro. Pero no se preocupe, ya Cristo lo pagó en la Cruz del Calvario por nosotros, para que nosotros lo obtengamos gratuitamente.

Yo tengo el seguro de la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también. Los que todavía no lo tienen, tienen la oportunidad de obtenerlo con Cristo, recibiéndole como su único y suficiente Salvador. Ustedes que están en otras naciones escuchando la predicación del Evangelio de Cristo en estos momentos, a través del satélite Amazonas o de internet, pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo, y los que están aquí presentes también pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo.

Lo más importante para el ser humano es una sola cosa, ¿saben cuál es? La vida. Usted puede tener mucho dinero, y si lo pierde, continúa viviendo; pero si pierde la vida, se acabó todo para usted en la Tierra. Y más importante que esta vida terrenal, es la Vida eterna. Si no la obtiene a través de Cristo, usted se ha conformado con vivir en esta Tierra en un cuerpo mortal, temporal, corruptible, que se nos pone viejo y luego se muere, porque no comprendió el propósito y la importancia de asegurar su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno.

Todos tenemos la oportunidad de vivir eternamente cuando se nos acabe esta vida terrenal; los que han recibido a Cristo como Salvador no tendrán ningún problema, continúan viniendo en el Paraíso en alma y espíritu, y en la resurrección de los muertos en Cristo volverán a la Tierra en un nuevo cuerpo eterno, joven, inmortal y glorificado como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador, y serán jóvenes para toda la eternidad.

Mientras estamos en estos cuerpos físicos, estamos pasando por una etapa de prueba, y nos da la oportunidad de confirmar nuestro lugar en la Vida eterna con Jesucristo. Cristo dijo: “También tengo otras ovejas que no son de este Redil (o sea, que no son del pueblo hebreo, son de entre los gentiles), las cuales también debo traer; y oirán mi Voz, y habrá un rebaño y un pastor.” El Rebaño es la Iglesia del Señor Jesucristo, el Pastor es el Señor Jesucristo; y esas ovejas, ¿quiénes son? Todos nosotros. Eso está en San Juan, capítulo 10, versos 14 al 17; y en San Juan, capítulo 10, versos 27 al 30, dice: “Mis ovejas oyen mi voz, y me siguen, y yo las conozco.”

¿Desde cuándo las conoce Cristo? Desde antes de la fundación del mundo. El nombre de esas personas está escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Él dice: “Mis ovejas oyen mi voz, y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy Vida eterna.”

Él es el único que le puede dar Vida eterna al ser humano. No hay otra persona. Yo no puedo darle Vida eterna a usted. Ninguna otra persona le puede dar Vida eterna a usted, solamente hay una persona y Su Nombre es SEÑOR JESUCRISTO. Por esa causa, todo ser humano necesita a Jesucristo.

Todos queremos vivir eternamente, y tenemos la oportunidad. Él nos va a dar Vida eterna física también, pero primero recibimos Vida eterna acá en el alma; después Él nos dará un nuevo cuerpo para vivir con Él en Su Reino por toda la eternidad. Y cuando leemos o escuchamos acerca de ese nuevo cuerpo glorificado que Él nos dará, igual a Su cuerpo glorificado, cuando ya tenemos más de 40 años, decimos: “Ésa es la clase de cuerpo que yo necesito, porque ya mi cuerpo se está poniendo viejo,” y eso es señal de que nos queda poco tiempo en la Tierra. Por lo tanto, necesitamos a Jesucristo. Él vino y murió por nosotros para que nosotros recibamos la Vida eterna.

La Venida y muerte de Cristo en la Cruz del Calvario es la expresión más grande del amor de Dios hacia mí, ¿y hacia quién más? Y hacia cada uno de ustedes también.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (San Juan, capítulo 3, verso 16)

Por lo tanto, toda persona tiene en sus manos la oportunidad de obtener la Vida eterna a través de Jesucristo, recibiéndolo como su único y suficiente Salvador, porque solamente hay un Salvador, y Su Nombre es SEÑOR JESUCRISTO.

Vamos ya a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión, los que están presentes y los que están en otras naciones. Si todavía falta alguno por venir a los Pies de Cristo, puede venir para que Cristo le reciba en Su Reino. Vamos a orar, los que están en otras naciones también, vamos a levantar nuestras manos al Cielo a Cristo, y repitan conmigo esta oración los que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión y están aquí presentes o a través de internet o del satélite en otras naciones. Con nuestros ojos cerrados decimos:

Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio, el Evangelio de paz, el Evangelio de Salvación, y nació Tu fe en mi corazón; creo en Ti de todo corazón, creo en Tu Primera Venida, creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos; creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por mis pecados.

Señor Jesucristo, reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, reconozco que Tú eres mi único y suficiente Salvador. Te recibo como mi único y suficiente Salvador, me rindo a Ti, me entrego a Ti en alma, espíritu y cuerpo. Señor, sálvame, Te lo ruego, perdona mis pecados y con Tu Sangre límpiame de todo pecado, y bautízame con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre. Quiero nacer en Tu Reino, quiero entrar a la Vida eterna, quiero vivir eternamente Contigo en Tu Reino. Sálvame, Señor, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.

Y con nuestras manos levantadas al Cielo a Cristo, todos decimos: ¡La Sangre de Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre de Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre de Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén.

Cristo les ha recibido en Su Reino, les ha perdonado de todo pecado y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado. Él dijo:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16).

Ustedes han recibido a Cristo como Salvador, porque escucharon la predicación del Evangelio de Cristo, nació la fe de Cristo en vuestra alma y dieron testimonio público de vuestra fe en Cristo, recibiéndole como vuestro único y suficiente Salvador. Ustedes me dirán: “Por cuanto Él dijo: El que creyere y fuere bautizado, será salvo, ahora quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo lo más pronto posible.”

En los días de los Apóstoles cuando predicaban y la gente recibía a Cristo como Salvador, inmediatamente los bautizaban en el Nombre del Señor Jesucristo. Y estamos en tiempo igual al de los Apóstoles. Siempre ha sido en esa forma a través del Libro de los Hechos.

La Iglesia del Señor Jesucristo ha continuado predicando el Evangelio de Cristo y ha continuado llamando a la gente a los Pies de Cristo, y bautizándolos en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo ha continuado bautizando con Espíritu Santo y Fuego a todos los que le han recibido como único y suficiente Salvador, y por consiguiente ha estado produciendo el nuevo nacimiento en millones de personas, los cuales han estado entrando al Reino de Dios, naciendo del Agua y del Espíritu, como dijo Cristo a Nicodemo en San Juan, capítulo 3, verso 1 al 6: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.”

Nacer del agua es nacer de la predicación del Evangelio de Cristo; y nacer del Espíritu es nacer del Espíritu Santo, al recibir el Espíritu de Cristo, y así la persona ha nacido a una nueva vida en el glorioso Reino eterno de Jesucristo.

Ahora, ustedes me dirán: “He recibido a Cristo como mi Salvador, y ahora quiero ser bautizado en agua en Su Nombre.” Por lo cual la pregunta es: “¿Cuándo me pueden bautizar?” Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, en estos momentos. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino de Cristo.

Ahora pregunto al ministro Erlix si hay agua, hay bautisterio: hay bautisterio. ¿Hay ministros también que bautizarán a las personas? También hay ministros que les bautizarán. ¿Hay ropas bautismales también? Hay ropas bautismales también, para que así no mojen la ropa que ustedes tienen. ¿Hay vestidores de ropa? También hay. ¿Hay personas que les ayudarán para llegar a lo vestidores de ropa? También hay personas, así que tienen ustedes la oportunidad de también ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. En el Nombre del Señor Jesucristo.

En esta ocasión nuestro tema fue: “EL MENSAJERO DE PAZ.”

Un Mensajero tiene que tener un Mensaje, y el Mensajero de paz pues tiene que tener el Mensaje de paz para el alma de las personas, que es el Evangelio de Cristo.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión.

Que Dios les bendiga y les guarde, y les bautice con Espíritu Santo y Fuego, a ustedes que han venido a los Pies de Cristo; y a todos los demás les bendiga grandemente también, y les fortalezca y que pronto se cumpla la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos.

Muchas gracias por vuestra amable atención, y continúen pasando una tarde llena de las bendiciones de Jesucristo, y nos continuaremos viendo por toda la eternidad.

Dejo al reverendo Erlix por aquí y a cada ministro en cada nación para que les indique hacia dónde caminar para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Que Dios les bendiga y les guarde a todos.

EL MENSAJERO DE PAZ.”