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Una mirada al cielo abierto 2006-11-12 1 São José dos Campos São Paulo BR 00:00:00 false

Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes; es una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios, y el Programa divino correspondiente a este tiempo final, para lo cual leemos en San Juan, capítulo 1, versos 43 al 51, y dice así:

El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme.

Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro.

Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.

Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve.

Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño.

Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.

Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.

Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás.

Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.”

UNA MIRADA AL CIELO ABIERTO.”

Si Jesucristo dijo: “De aquí adelante veréis el Cielo abierto, y a los Ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre,” entonces el Cielo se abriría y subirían y descenderían sobre el Hijo del Hombre, los Ángeles de Dios.

Ahora, cuando Jesús nació, encontramos que antes de eso, el Ángel o Arcángel Gabriel le había aparecido al sacerdote Zacarías y le había dado la noticia que el sacerdote Zacarías a través de su esposa Elisabet iba a tener un hijo, y que sería grande delante de Dios ese hijo, y que vendría “con el espíritu y virtud de Elías, para convertir el corazón de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia.” Esa fue la noticia que le dio el Ángel Gabriel.

Y ahora, encontramos que se cumplió lo que dijo el Ángel: el niño fue Juan el Bautista, precursor de la Primera Venida de Cristo. También para el nacimiento de Jesús apareció el Ángel a la virgen María y le dijo que la virgen María tendría un hijo, y sería grande delante de Dios, y Dios le daría el Trono de David Su padre, y reinaría para siempre sobre Israel. Eso está en el capítulo 1 de San Lucas, versos 30 al 36; y lo de Juan el Bautista está en el mismo capítulo 1 de San Lucas, versos 11 en adelante.

Luego también cuando nació Jesús, Ángeles de Dios aparecieron con un Ángel, el Ángel de Dios con una multitud de Ángeles cantando y proclamando que había nacido en Belén de Judea un Salvador, que es Cristo el Señor; y proclamó la paz para todos los hombres de buena voluntad.

Luego encontramos que cuando Cristo ayunó por cuarenta días y cuarenta noches, luego de eso Ángeles de Dios vinieron y le servían. También cuando Cristo murió y resucitó, en la tumba aparecieron dos Ángeles, uno a la cabecera y otro a los Pies; y María Magdalena y otras que fueron con ella, el domingo de resurrección miraron en la cueva, miraron allí y vieron Ángeles de Dios. También Pedro cuando entró a la cueva (porque la tumba era una cueva), allí estaban los lienzos en los cuales habían envuelto a Jesús, estaban enrollados, y dos Ángeles estaban allí presentes; dos Ángeles jóvenes; pues dice que eran dos jóvenes.

Luego encontramos que Ángeles de Dios acompañaron a Jesús todos los días que Él estuvo en esta Tierra. Jesús dice a Natanael: “De aquí en adelante veréis el Cielo abierto y Ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.” Y ahora aun más, Jesucristo dice acerca de los creyentes en Él que sus “Ángeles ven el rostro de nuestro Padre Celestial cada día.”

Y ahora, dando una mirada al Cielo abierto encontramos que Jesús dijo: “No sois del mundo.” Y también dice de los creyentes en Él: “No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.”

Y ahora, ¿de dónde es Cristo? Del Cielo. ¿De dónde son los creyentes en Él? ¿De dónde han venido? Del Cielo. Cristo dijo: “Nadie subió al Cielo sino ¿quién? El Hijo del Hombre que está en el Cielo, y estaba en la Tierra.

Y ahora, Cristo dice: “No sois del mundo como tampoco yo soy del mundo.” Eso está en San Juan, capítulo 17, verso 14. No son del mundo, no son de este reino terrenal, no son de esta dimensión terrenal, son de una dimensión celestial; pero así como Jesucristo siendo de una dimensión celestial tuvo que venir a esta dimensión terrenal para buscar y salvar lo que se había perdido (San Lucas, capítulo 19, verso 10; y San Mateo, capítulo 18, versos 11 al 14). También Él dice: “No sois del mundo, antes yo os escogí del mundo.” (San Juan, capítulo 15, verso 19)

Y ahora, si no son del mundo, de esta dimensión terrenal, ¿entonces de dónde son los creyentes en Cristo? Son de la dimensión celestial; pero han venido a esta dimensión terrenal, y Cristo por esa causa tuvo que venir a esta dimensión terrenal; por cuanto los hijos de Dios, los hijos participaron de carne y sangre, Él también participó de lo mismo. Eso está en Hebreos, capítulo 2, verso 9 en adelante, dice:

Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.

Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos (y ahora, Él va a conducir a la gloria muchos hijos).

Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos (y si Él nos llama hermanos, hemos venido de donde Él vino; somos hijos de nuestro Padre Celestial; no se avergüenza de llamarnos hermanos),

diciendo:

Anunciaré a mis hermanos tu nombre,

En medio de la congregación te alabaré.

Y otra vez:

Yo confiaré en él.

Y de nuevo:

He aquí, yo y los hijos que Dios me dio (estos son hijos de Dios).

Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo (así como todos los hijos de Dios han participado de carne y sangre, Él vino a la Tierra para participar de carne y sangre también, ser un hombre de esta dimensión terrenal: comer, caminar, hablar, y al final efectuar el Sacrificio de Expiación por todos esos hijos de Dios, por todos Sus hermanos)...

Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo,

y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.”

Y ahora, nos muestra que Él destruiría al que tenía el imperio, el reino de la muerte; lo destruiría.

Y ahora, Cristo tiene el imperio de la vida, el diablo tiene el imperio de la muerte, o sea, del reino de la muerte; el rey de la muerte es el diablo, el Rey de la vida es Jesucristo. Por eso Él decía: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida; y nadie viene al Padre sino por mí.” [San Juan 14:6]

Y ahora, veamos lo que nos dice verso 16:

Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham.

Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo.

Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.”

Y ahora, Él vino para libertar a todos los hijos e hijas de Dios que estaban presos en el reino, en el imperio del maligno, el imperio de la muerte.

Y ahora, miren lo que sucede en Colosenses, capítulo 1, verso 12 en adelante, dice:

Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz.”

Los santos en luz tienen una herencia, una herencia divina; y ahora todos los creyentes en Cristo han sido hechos participantes de esa herencia de los santos en luz. Sigue diciendo:

...el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo (o sea, nos libertó del reino de las tinieblas y del rey del reino de las tinieblas; ese rey del reino de las tinieblas es el diablo o Satanás).”

Así como Dios libertó al pueblo hebreo del imperio egipcio y de su rey, el faraón egipcio; Dios por medio de la Columna de Fuego, el Ángel del Pacto, el Espíritu Santo manifestado en y a través del profeta Moisés, libertó al pueblo hebreo. En esa misma forma en que Dios libertó al pueblo hebreo de un reino terrenal que representaba el reino de las tinieblas, ahora Jesucristo ha libertado a Su pueblo, y por consiguiente a cada persona perteneciente a ese pueblo celestial de Dios que han venido a esta dimensión terrenal, pero que tienen la promesa de ser sacados del reino de las tinieblas y colocados en el Reino de Cristo, el Hijo de Dios.

Y ahora, hemos visto cómo aquella liberación del pueblo hebreo, aquel primer éxodo, es tipo y figura del segundo éxodo, donde Dios liberta al pueblo del reino de las tinieblas y del faraón de las tinieblas, que es el diablo, y lo lleva al pueblo al Reino de Cristo que está en la esfera espiritual. Por eso la persona al recibir el Espíritu de Cristo ha entrado a la tierra prometida, ha nacido de nuevo y ha entrado al Reino de Dios, que es el Reino de Cristo que está en la esfera espiritual.

Y cuando vemos a esas personas que escuchan el Evangelio de Cristo y reciben a Cristo como Salvador, estamos viendo el Cielo abierto; y estamos viendo que esas personas que han venido del Cielo a esta dimensión terrenal, están retornando al Reino de Dios, están subiendo al Reino de Dios, a la edad que les toca vivir; y por consiguiente lo que vio Jacob, aquella escalera por la cual subían y bajaban los Ángeles de Dios, a la cual Cristo hizo referencia cuando dijo: “De aquí adelante veréis el Cielo abierto y a los Ángeles de Dios que descienden, que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.”

Y ahora, dando una mirada al Cielo abierto comprendemos que lo que ha estado sucediendo de Cristo hacia acá ha sido Ángeles de Dios, seres celestiales que han estado subiendo al Cielo, de donde habían venido; han estado retornando al Reino de Dios, de donde habían venido; y eso es el cumplimiento de lo que vio Jacob en el capítulo 28 del Génesis, versos 11 en adelante, cuando vio la escalera con los Ángeles de Dios subiendo y bajando por ella, y en la parte alta de la escalera a Dios, el cual se identificó con Jacob.

Y ahora, en la Iglesia del Señor Jesucristo ha estado sucediendo lo mismo: se ha estado materializando el Cielo que ha estado abierto para que estas cosas estén sucediendo. Y cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, luego entiende que había venido de Dios. Por eso Cristo dijo: “El que es de Dios, la Voz de Dios oye.” (San Juan, capítulo 7, verso 47). Y si es de Dios, ¿de dónde vino? De Dios, por lo tanto, vino de la dimensión de Dios, vino del Reino de Dios; y ahora, al recibir a Cristo regresa al Reino de Dios, y por consiguiente a la Vida eterna; es el regreso a la Tierra prometida, es el regreso al Reino de Dios, es el regreso a la Vida eterna.

Todos los que han recibido a Cristo como Salvador, han sido bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo los ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, han obtenido el nuevo nacimiento, han regresado al Reino de Dios, y por consiguiente a la Vida eterna; ya tienen Vida eterna, el alma de esas personas tiene Vida eterna, y ahora les falta la Vida eterna física, para lo cual en la resurrección, Jesucristo les dará un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, y joven para toda la eternidad, igual al cuerpo glorificado que Jesucristo tiene.

Y a los que están vivos en la Iglesia de Jesucristo, serán transformados y entonces todos tendrán un cuerpo eterno, inmortal e incorruptible y glorificado; porque estas personas son los Ángeles mencionados que subirían y bajarían; porque los hijos e hijas de Dios son como los Ángeles, y por consiguiente Cristo dice: “Sus Ángeles ven el rostro de mi Padre cada día.” Cada hijo de Dios tiene un Ángel. Algunos le llaman: “El Ángel guardián o Ángel de la guarda.” En la Escritura es llamado: “El Ángel de cada persona.” También es llamado: “El Ángel del Señor o Ángel de Jehová que acampa en derredor de los que le temen, y los defiende.”

Aun el mismo Jesucristo, ¿saben quién es? El Ángel del Pacto o Ángel de Jehová que le aparecía a Moisés, a Isaac, a Jacob, y a otros profetas, como también le había aparecido a Abraham.

Y ahora, podemos ver que ése es el grupo principal de Dios, y por consiguiente pertenecen al orden superior de Dios, son del Orden de Melquisedec del Templo Celestial, de la ciudad de nuestro Dios; y por consiguiente así como Jesucristo es el Sumo Sacerdote del Templo Celestial, de la Ciudad de nuestro Dios, todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo pertenecen a ese Orden Sacerdotal de Melquisedec: son real sacerdocio, son por consiguiente los Sacerdotes del Reino de Dios; y Jesucristo es el Sumo Sacerdote.

También Jesucristo es el Rey, Rey de reyes y Señor de señores. Él dijo que se sentaría a la diestra de Dios; y cuando subió al Cielo victorioso se sentó a la diestra de Dios, se sentó en el Trono de Dios, es el Rey de los Cielos y de la Tierra según el Orden de Melquisedec; y todos los creyentes en Él nacidos de nuevo son Reyes también, Reyes y Sacerdotes, y jueces también.

Por lo tanto, dando una mirada al Cielo abierto, podemos ver que los creyentes en Cristo nacidos de nuevo son del Cielo, han venido del Cielo para pasar una temporada en esta Tierra en cuerpos mortales, para ser rociados con la Sangre de Cristo y limpiados de todo pecado y bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo bautizarlos con Espíritu Santo y Fuego, y producir en ellos el nuevo nacimiento, y así nacer en el Reino de Dios, que es eterno, y por consiguiente nacer a la Vida eterna.

Tan simple como eso es ver el Cielo abierto, del cual Cristo habló, diciendo: “De aquí adelante veréis el Cielo abierto.” Todo lo que está allá en el Cielo, se materializa en la Tierra, porque lo que se ve (dice San Pablo en Hebreos, capítulo 11, verso 1 al 3), fue hecho de lo que no se ve.”

Por lo tanto, la Iglesia del Señor Jesucristo, ¿de dónde ha venido? Del Cielo, de la Ciudad de nuestro Dios y del Templo de nuestro Dios. Por eso es que cuando vayamos con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero, iremos a la nueva Jerusalén, la ciudad de nuestro Dios que está en el Cielo, porque de allí fue que nosotros vinimos.

Y ahora, estamos viendo con más claridad el Cielo abierto durante estos dos mil años que han transcurrido, y a los Ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre.

Y ahora, con una mirada al Cielo abierto, podemos ver que hay en el Cielo un Trono, y por consiguiente eso nos habla de un Reino, el Reino de los Cielos o Reino Celestial. Ese Trono es el Trono de Dios, donde Jesucristo dijo que se sentaría con Su Padre en Su Trono. Y luego en Apocalipsis Él dice que se sentó, por eso dice Apocalipsis, capítulo 3, verso 21:

Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono (o sea, en el Trono de Dios, en el Trono terrenal que Cristo va a tener), así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.”

Y ahora, Cristo se sentó con el Padre en Su Trono Celestial, el Trono del Cielo es el Trono del Padre; el Trono de Jesucristo es el Trono de David en el Reino de David que va a ser restaurado, y en donde el Mesías príncipe se sentará sobre el Trono de David y reinará sobre Israel y sobre todas las naciones. Por eso el Ángel Gabriel le dijo a la virgen María que el hijo que tendría ella, sería llamado: “Hijo de Dios; y Dios le daría el Trono de David, Su Padre; y reinará sobre Israel para siempre (sobre Jacob o Israel).”

Y ahora, podemos ver que en este Reino del Mesías, estarán con Él todos los creyentes en Él que lo han recibido como Salvador, han sido bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo los bautizó con Espíritu Santo y Fuego y produjo en ellos el nuevo nacimiento. Todo esto ha sido, esos hijos e hijas de Dios llamados también Ángeles, subiendo al Reino de Dios por esa escalera, subiendo por la Iglesia al Reino de Dios.

Y ahora, nos encontramos en la parte alta de esa escalera, nos encontramos en la parte más importante del Cuerpo Místico de Cristo, en donde todo lo que está en el Lugar Santísimo en el Cielo, se tiene que materializar en la Iglesia del Señor Jesucristo. Recuerden que con el Cielo abierto, el Cielo se ha estado materializando en la Tierra, el Reino de Dios se ha estado manifestando en la esfera espiritual, entre los seres humanos. Todo eso ha sido el Cielo abierto. Por eso Cristo dijo: “Buscad primeramente el Reino de Dios y Su justicia.” ¿Para qué? Para entrar al Reino de Dios. Eso está en San Mateo, capítulo 6, verso 36; y en San Mateo, capítulo 6, verso 10, dice enseñando a orar a Sud discípulos:

Venga tu reino.

Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.”

O sea, que venga el Reino de Dios, se materialice el Reino de Dios, para que se haga la voluntad en la Tierra, en el Reino de Dios en la Tierra como se hace en el Reino de Dios celestial, para lo cual el Reino de Dios terrenal, que es el Reino de David, tiene que venir, tiene que ser establecido, ser restaurado en esta Tierra; por consiguiente la humanidad obtendrá la bendición de Dios en ese Reino, cuando sea establecido en la Tierra; bendiciones materiales y bendiciones espirituales también.

Y ahora, el Reino de Dios, dijo Cristo que estaría cerca cuando estuviésemos viendo las señales, la higuera reverdeciendo y los demás árboles; o sea, Israel y las demás naciones.

Hemos visto cómo Israel ha venido a ser una nación libre y soberana, y también otras naciones también; y ahora, esa es una señal grande de que el Reino de Dios está cerca, o sea, el verano está cerca, el Reino de Dios está cerca; está cerca del Reino de Dios, el cual está en la esfera espiritual, materializarse físicamente y el Trono de David y Reino de David ser restaurado; y el gobierno de Israel y de todas las naciones venir a ser el del Mesías príncipe para traer la paz, la paz de Cristo, la paz de Dios, traer la felicidad, la prosperidad, el amor, el compañerismo, el equilibrio, y así por el estilo; porque la paz es el equilibrio en la persona, en su interior, en las naciones unas con otras; y así por el estilo.

Y ahora, para los creyentes en Cristo, Cristo es nuestra paz, porque Él es el que trae el equilibrio en nuestras almas, y por consiguiente trae la salvación y Vida eterna y nos da Su Paz, Su amor, Su felicidad, y así por el estilo.

Mirando el Cielo abierto, hemos visto lo que ha estado sucediendo en estos dos mil años que han transcurrido de Cristo hacia acá; y todavía dando una mirada al Cielo está abierto, podemos ver que hay lugar en el Reino de Dios para los que están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, y que todavía no han recibido a Cristo como Salvador.

Una mirada al Cielo abierto nos trae esperanza, nos trae felicidad, nos trae paz, nos trae amor, y nos trae prosperidad espiritual.

Cuando una persona escucha la predicación del Evangelio de Cristo, y ve que hay oportunidad de salvación y Vida eterna, está viendo el Cielo abierto. Cristo dijo a Nicodemo en el capítulo 3 de San Juan, verso 1 al 6: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.” Para entrar al Reino de Dios se requiere que la persona nazca del Agua y del Espíritu, o sea, nazca de la predicación del Evangelio de Cristo y del bautismo del Espíritu Santo, para que así entre al Cielo abierto y pueda ser una persona redimida por Cristo, para vivir eternamente con Cristo en Su Reino eterno.

Cuando yo escuché la predicación del Evangelio de Cristo y nació la fe de Cristo en mi alma, vi el Cielo abierto, vi que podía entrar al Reino de Dios, y por consiguiente a la Vida eterna; y entré, porque al Cristo decir: “De aquí adelante veréis el Cielo abierto, es para que las personas al ver el Cielo abierto entren al Reino de Dios, entren al Cielo.” Yo entré, ¿y quién más? Cada uno de ustedes también, ¿por qué? Porque dimos una mirada al Cielo abierto y vimos el camino.

Cristo para entrar al Cielo, Él también dice que Él es la Puerta: “Yo Soy la Puerta y el que por mí entrare, será salvo.” San Juan, capítulo 10, verso 9; y San Mateo, capítulo 7, versos 13 al 15. Él dijo que la Puerta angosta es la Puerta que lleva a la Vida, Él dice también que el camino que lleva a la vida es angosto. Y Cristo es la Puerta angosta y Cristo es el Camino angosto; pero es la Puerta abierta del Cielo. Por eso Cristo le dio las llaves a Pedro del Reino de los Cielos, para que abriera la Puerta, la Puerta del Cielo, y así quedará el Cielo abierto para las personas entrar al Cielo.

Cuando Pedro predicó el Día de Pentecostés, les mostró la salvación y Vida eterna a través de Jesucristo, el cual murió como el Sacrificio de Expiación por los pecados del ser humano, y así abrió ese misterio de la Primera Venida de Cristo, abrió la Puerta del Cielo, y ha estado abierta y millones de seres humanos han estado entrando por esa Puerta abierta del Cielo.

Si usted todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, usted todavía no ha entrado al Reino de Dios. La fe viene por el oír, oír la Palabra de Dios, el Evangelio de Cristo. “Y con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.” [Romanos 10:10] Ustedes que está aquí presentes, y ustedes a través del satélite Amazonas en diferentes naciones o por internet, ustedes tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida, por eso están escuchando la predicación del Evangelio de Cristo.

Y ahora, si usted no había recibido a Cristo y en estos momentos ha nacido la fe de Cristo en vuestra alma, usted ahora está creyendo en Cristo, creyendo en Su Primera Venida, creyendo en Su muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por sus pecados, y ahora tiene la oportunidad de dar testimonio público de vuestra fe en Cristo, recibiéndole como vuestro único y suficiente Salvador; para lo cual tiene usted la oportunidad de pasar al frente, para dar testimonio público de vuestra fe en Cristo, recibiéndole como vuestro único y suficiente Salvador.

Los que están en otras naciones, también pueden pasar al frente para recibir a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador. El Cielo está abierto para que usted entre y obtenga la Vida eterna.

Vamos a dar unos minutos en lo que llegan las personas que no habían recibido a Cristo, pero que han visto el Cielo abierto, y por consiguiente la oportunidad de la Vida eterna, para asegurar nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno. Todos quieren entrar al Cielo, todos quieren entrar al Reino de Dios, todos quieren vivir eternamente.

Y ahora, la Puerta del Cielo está abierta, el Cielo está abierto. Juan el Apóstol vio al Cielo abierto, vio una Puerta abierta en el Cielo, y miró y oyó la Voz de Trompeta o como de Trompeta, la Voz del Señor. Usted ha escuchado la Voz del Señor para subir al Cielo, para entrar al Cielo, entrar al Reino de Cristo, y por consiguiente obtener la Vida eterna.

Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo, Cristo tiene muchas personas, mucho pueblo en esta ciudad, y los está llamando para que entren al Cielo, porque el Cielo está abierto; la Puerta del Cielo, que es Cristo, se abrió el Día de Pentecostés y ha permanecido abierta esa Puerta, y millones han entrado y continúan entrando al Cielo por la única Puerta, que es Cristo. Él dijo: “Yo Soy la Puerta, el que por mí entrare, será salvo.” La salvación se obtiene solamente a través de Jesucristo.

Todavía pueden continuar viniendo las personas que faltan por llegar. Dentro de unos minutos estaremos orando por todos ustedes; los que están en otras naciones también pueden venir a los Pies de Cristo, pueden continuar viniendo para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo por todos. Vamos a estar puestos en pie. Todavía vienen más personas. Pueden continuar viniendo los que faltan por venir a los Pies de Cristo. En las demás naciones también pueden continuar viniendo.

Recuerden que es un asunto de Vida eterna recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, Él es la Puerta del Cielo; recibiéndolo como nuestro Salvador estamos entrando por esa Puerta al Cielo. El Cielo está abierto, porque la Puerta está abierta, la Puerta del Cielo, que es Cristo.

Vamos a orar por todos los que han venido a los Pies de Cristo. Los que faltan en otras naciones por venir, los cuales están a través del satélite Amazonas o a través del internet, pueden venir para que queden incluidos en esta oración. Vamos ya a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo. Si alguno es tímido y no se atrevía a venir, venga, diga: “Yo quiero entrar al Reino de Dios, Yo quiero entrar al Cielo. El Cielo está abierto, la Puerta del Cielo está abierta, que es Cristo; quiero recibirlo como mi Salvador, quiero entrar al Reino de Dios, quiero vivir eternamente con Cristo en Su Reino.”

Vamos ya a orar por todos, vamos a levantar nuestras manos al Cielo a Cristo, los que están aquí presentes y los que están en otras naciones también; y con nuestros ojos cerrados repitan conmigo esta oración, todos los que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión:

Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón, creo en Ti de todo corazón, creo en Tu Primera Venida, creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos; creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por mis pecados, y por los de todo ser humano.

Señor Jesucristo, reconozco que soy pecador y necesito un Salvador.

Señor Jesucristo, doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Salva mi alma, Señor, perdona mis pecados y con Tu Sangre límpiame de todo pecado, y bautízame con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre. Quiero nacer en Tu Reino, quiero entrar a Tu Reino, quiero vivir eternamente Contigo, quiero nacer a la Vida eterna. Señor, me rindo a Ti en alma, espíritu y cuerpo. Sálvame, Señor, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.

Y ahora con nuestras manos levantadas a Cristo al Cielo decimos todos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.

Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado. Por cuanto ustedes escucharon la predicación del Evangelio de Cristo y nació la fe de Cristo en vuestra alma, pues Cristo dijo en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Ustedes me dirán: “Escuché la predicación del Evangelio de Cristo, creí y ahora quiero ser bautizado en agua en Su Nombre lo más pronto posible. ¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta de ustedes. Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados en agua en estos momentos.

Pregunto al reverendo Gian del Corto si hay agua: hay agua, hay bautisterio. ¿Hay ropas bautismales también? Hay también ropas bautismales. ¿Hay ministros que les bautizarán? Hay ministros también que les bautizarán. ¿Hay personas que les ayudarán a llegar a los vestidores de ropa? Hay ropas bautismales también y vestidores de ropa. Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Y que Jesucristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, y así entren al Reino de Dios y aseguren así su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno.

El bautismo en agua no quita los pecados, es tipológico, es simbólico, pero es un mandato de Jesucristo en el cual la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; cuando el ministro sumerge a la persona en las aguas bautismales, la persona tipológicamente es sepultada; y cuando el ministro lo levanta de las aguas bautismales, la persona ha resucitado a una nueva vida, se ha levantado a una nueva vida con Cristo en Su Reino eterno.

Por lo tanto, en el bautismo en agua nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Por lo tanto, entendiendo el simbolismo del bautismo en agua, lo cual significa que nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección, bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

Ha sido una bendición y privilegio grande estar con ustedes, dándoles testimonio de nuestro tema: “UNA MIRADA AL CIELO ABIERTO.”

Que Dios les bendiga y les guarde, y continúen pasando una tarde llena de las bendiciones de Jesucristo.

Dejo al reverendo Gian del Corto para que les indique hacia dónde caminar para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

Dejo al reverendo Gian del Corto para indicarles hacia dónde caminar para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Ya tenemos al reverendo Gian del Corto con nosotros.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos.

UNA MIRADA AL CIELO ABIERTO.”