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|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
| El Tribunal de Cristo | 2006-02-03 | 1 | Bogotá D.C. | Cundinamarca | CO | 00:00:00 | false |
Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes, y los que están a través de internet o del satélite en estos momentos en otros lugares y en otros países.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes, y que en esta noche nuestro amado Señor Jesucristo nos hable por medio de Su Espíritu Santo, y nos hable directamente a nuestra alma abriéndonos las Escrituras y enseñándonos Su Palabra. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y en esta noche hacemos una oración de dedicación de este lugar, de este auditorio: “Jesucristo el Sol de Justicia.” Dedicamos también al pastor reverendo doctor Camilo Montoya Reyes y su esposa doctora Sonia Estela Real Miranda, y a sus hijos Camilo Montoya Real y Valeria Montoya Real, para el servicio del Reino de Dios en este lugar. Oremos.
Padre nuestro que estás en los Cielos, santificado sea Tu Nombre. Venga Tu Reino. Y hágase Tu voluntad, como en el Cielo también en la Tierra.
Padre Celestial, en el Nombre del Señor Jesucristo dedicamos a Ti este lugar, este auditorio, esta Iglesia: “Jesucristo el Sol de Justicia” juntamente con su pastor reverendo Camilo Montoya y su esposa Sonia Real y sus hijos Camilo Montoya y Valeria Montoya, para el servicio Tuyo juntamente con la congregación de hermanos que aquí se reúnen.
Te ruego añadas aquí más hermanos, y que la labor que aquí se lleve a cabo sea de bendición para esta Iglesia y para toda la comunidad. En el Nombre del Señor Jesucristo.
Que desde este lugar la Luz Tuya salga y alumbre el alma de todos los seres humanos a los cuales llegará la Luz de Tu Palabra revelada para este tiempo final. En el Nombre del Señor Jesucristo Te lo ruego, ¡oh Padre Celestial! Amén y amén.
Y ahora, en esta ocasión leemos en las Escrituras las palabras del Apóstol Pablo en Segunda de Corintios, capítulo 5, verso 10, donde nos dice Segunda de Corintios, capítulo 5, verso 10:
“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema es: “EL TRIBUNAL DE CRISTO.”
El Apóstol Pablo nos enseña que todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.
Dios es el Juez de toda la Tierra, y para juzgar al ser humano, Dios ha establecido la forma. Y todo esto proviene del Reino de Dios; y en el Reino de Dios tenemos el Poder Judicial. Y conforme al orden del Poder Judicial del Reino de Dios, para juzgar la Tierra con los seres humanos que en ella habitan, dice que todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.
En el capítulo 17, verso 30 al 31 del libro de los Hechos, dice San Pablo:
“Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan;
por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.”
Y ahora, la promesa es que Dios ha establecido un día en el cual juzgará el mundo con justicia por medio de aquel Varón, de Jesucristo, al cual levantó de entre los muertos.
Dios, así como creó los Cielos y la Tierra a través de Jesucristo el Verbo, mientras Él estaba en Su cuerpo angelical llamado el Verbo, ahora para juzgar al mundo con justicia, lo hará también a través de Jesucristo; porque Dios no ha hecho nada en el pasado, no está haciendo cosa alguna en el presente y no hará cosa alguna en el futuro, a menos que sea a través de Jesucristo; es por medio de Jesucristo que Dios ha hecho todas las cosas. De esto da testimonio el Apóstol San Pablo en Hebreos, capítulo 1, versos 1 al 3, donde dice:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.”
Dios creó el Universo por medio de Jesucristo. Jesucristo estando en Su cuerpo angelical llamado el Verbo de Dios.
“...el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.”
Y ahora, por medio de Jesucristo es que Dios llevó a cabo el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados para reconciliarnos Dios Consigo mismo a través de Jesucristo; y así por medio de Sí mismo llevó a cabo toda esta labor. Dios nos ha reconciliado Consigo mismo a través de Jesucristo, que es Su imagen y Su semejanza física. “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le declaró (o sea, le ha dado a conocer).” San Juan, capítulo 1, verso 18.
Todos los Profetas del Antiguo Testamento que dieron testimonio de que habían visto a Dios, encontramos que lo que vieron fue la imagen de Dios, que es Jesucristo en Su cuerpo angelical, y dijeron: “He visto a Dios cara a cara,” como dijo Jacob cuando se encontró con el Ángel de Dios, luchó con Él y no lo soltó, hasta que recibió la bendición de Él.
“Y el Ángel le dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices.
Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob.
Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido. Y lo bendijo allí.”
Eso está en Génesis, capítulo 32, versos 24 al 32.
También Manoa cuando vio al Ángel de Dios y habló con Él, luego le dijo a su esposa: “Hemos de morir porque hemos visto a Dios cara a cara,” pero vieron a Dios en Su cuerpo angelical; y Su cuerpo angelical es Cristo en Su cuerpo angelical llamado el “Ángel de Dios” o “Ángel de Jehová,” el cual le apareció a Jacob y Jacob dijo: “Vi a Dios cara a cara,” y por eso le puso por nombre al lugar donde había tenido esta experiencia, le puso por nombre “Peniel,” que significa: “”l Rostro de Dios.” Vio a Dios cara a cara.
Y ahora, todas estas personas que vieron a Dios cara a cara, lo vieron en Su cuerpo angelical, y Su cuerpo angelical es Cristo en ese cuerpo angelical.
Por eso Jesucristo en San Juan, capítulo 8, verso 56 al 58, dijo: “Abraham vuestro padre deseó ver mi día; y lo vio, y se gozó.” Esto fue cuando Dios le apareció con dos Ángeles: Miguel y Gabriel a Abraham el día antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra, comió con Abraham un becerro tierno que Abraham le preparó, y también leche, y también panes y todo lo que conlleva un buen almuerzo para un visitante muy especial; y ahí vemos que Dios no era vegetariano, y aceptó un becerro tierno a Abraham: le fue preparado y comió.
Ahora, encontramos que luego los Ángeles pasaron a Sodoma, hablaron con Lot y también cenaron con Lot, almorzaron con Abraham y cenaron con Lot, y luego sacaron en la madrugada a Lot de la ciudad y vino fuego del cielo.
Esos Ángeles le dijeron a Lot: “Hemos venido para destruir la ciudad.” O sea, que venían en una misión de investigación de juicio para traer el juicio divino sobre Sodoma y Gomorra.
Y ahora, siempre que va a venir una bendición de Dios o un juicio divino, siempre Dios envía Sus Ángeles para llevar a cabo esa labor.
Ahora, encontramos que siempre hay un ciclo divino o de bendición o de juicio divino.
Y ahora, para el juicio divino que ha de venir sobre la raza humana ya Dios tiene designado a un Varón, al cual ha puesto por Juez de vivos y muertos, el Varón es nuestro amado Señor Jesucristo el cual Dios resucitó de entre los muertos. Dice San Pedro en Primera de Pedro, capítulo 4, verso 5:
“Pero ellos darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos.”
Y el que está preparado es nuestro amado Señor Jesucristo. Lo encontramos también en Apocalipsis, capítulo 14, ahí encontramos a un Ángel poderoso anunciando algo que va a suceder, dice Apocalipsis, capítulo 14, verso 6 en adelante, dice:
“Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo,
diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.”
Y aquí ya este Ángel que tiene el Evangelio eterno para predicarlo a toda nación, pueblo y lengua anuncia que la hora de Su juicio ha llegado, y juzgará Dios al mundo por medio de un Varón: Jesucristo.
Ahora, a través de dos mil años hemos tenido un ciclo divino que corresponde a la Dispensación de la Gracia, en donde nuestro amado Señor Jesucristo, desde que ascendió al Cielo, se sentó en el Trono de Dios y ha estado haciendo intercesión como Sumo Sacerdote en el Cielo con Su propia Sangre, y el Trono de Dios ha sido convertido en un Trono de Misericordia, y mientras la Sangre de Jesucristo esté en ese Trono de Misericordia, en ese Trono de Intercesión, habrá Misericordia para el ser humano.
El juicio divino no puede venir sobre la raza humana mientras la Sangre de Cristo esté en el Trono de Dios, en el Propiciatorio.
Pero cuando se complete el número de los escogidos de Dios en la Iglesia del Señor Jesucristo, entonces Cristo, el cual está como Sumo Sacerdote en el Cielo haciendo intercesión con Su propia Sangre y por consiguiente como Abogado defensor nuestro, porque si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo Su Hijo. [Primera de Juan 2:1]
Por lo tanto, el Ciclo divino de Misericordia corresponde a la Dispensación de la Gracia, y todavía no ha terminado, aunque está cerca de terminar ese Ciclo divino; y luego el Trono de Dios que ha estado como Trono de Intercesión, de Misericordia por dos mil años, se convertirá en un Trono de Juicio, y entonces la raza humana y todas las naciones serán juzgadas por medio de Jesucristo, el Varón al cual Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos.
Y ahora, la raza humana se está acercando a ese momento en que el Trono de Dios se convertirá en Trono de Juicio y se dictará el juicio divino desde el Trono Celestial y se cumplirá en este planeta Tierra.
Pero todavía hay Misericordia de parte de Dios, porque todavía Cristo está como Abogado, como Sumo Sacerdote en el Cielo haciendo intercesión con Su propia Sangre, para toda persona que arrepentido de sus pecados lo recibe como su único y suficiente Salvador.
Así como en el Antiguo Testamento el día diez del mes séptimo el sumo sacerdote sacrificaba un macho cabrío de expiación por Jehová, y toda persona que arrepentida de sus pecados venía arrepentido ante Dios y afligido en su alma por haber pecado contra Dios y pedía perdón a Dios por haber pecado, el sumo sacerdote llevaba la sangre de ese sacrificio al lugar santísimo en una vasija de oro y esparcía con su dedo siete veces sobre el propiciatorio, y luego que terminaba sus labores de ese día y salía del lugar de intercesión y salía del templo, el pueblo cuando lo veía se ponía muy feliz porque se había llevado a cabo la expiación, la intercesión; y todos los que se habían arrepentido de sus pecados y le habían pedido perdón a Dios por sus pecados quedaban reconciliados con Dios, quedaban perdonados y reconciliados con Dios para vivir un año más.
Los que no se habían arrepentido de sus pecados quedaban condenados y eran cortados del pueblo; Dios los cortaba del pueblo, morían, no podían continuar viviendo, perdían el derecho a la vida.
Eso es tipo y figura de lo que sucede a toda persona que no se arrepiente de sus pecados para alcanzar la Misericordia de Dios, obtener el perdón de sus pecados, ser limpios de todo pecado con la Sangre de Cristo y ser reconciliados con Dios.
El que no aproveche esa oportunidad pierde el derecho a la Vida eterna, y después no habrá oportunidad cuando ya Cristo salga del Trono de Intercesión.
En muchas ocasiones muchas personas han perdido el derecho a la Vida eterna. Usted que me escucha no pierda ese derecho que usted tiene a la Vida eterna, tiene ese derecho a la Vida eterna a través de Jesucristo, porque Dios nos ha dado Vida eterna y esta vida está en Su Hijo Jesucristo.
El que tiene al Hijo tiene la vida, el que no tiene al Hijo, a Jesucristo, no tiene la vida, no tiene la Vida eterna, solamente tiene una vida temporal que se le acabará y la persona no sabe cuándo se le va a terminar.
Cuando Cristo termine Su Obra de Intercesión, ya no habrá más oportunidad para ningún ser humano, las personas podrán venir llorando y pidiendo perdón a Dios por sus pecados, pero ya no habrá Sangre en el Trono de Dios, y por consiguiente ya el Trono de Dios no será un Trono de Misericordia y de Intercesión sino de juicio, y al ser un Trono de Juicio, las personas serán juzgadas por Dios a través de Jesucristo. Ya no habrá oportunidad de salvación.
Ahora vean, esto va a suceder en medio de la raza humana conforme a Apocalipsis, capítulo 6, versos 12 al 16:
“Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre;
y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento.
Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar.
Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;
y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero;
porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?”
El gran Día de la ira de Dios es el gran Día del juicio de Dios a través de Jesucristo, y el Trono Celestial se convertirá en Trono de Juicio, y desde el Trono de Dios saldrá el juicio divino para y sobre la raza humana, sobre todas las naciones, y se derramará la sentencia divina, que será las plagas de la gran tribulación, que durarán tres años y medio esos juicios divinos sobre la raza humana, y se cumplirá la Escritura del Apocalipsis, capítulo 11, verso 15 al 19, donde dice:
“El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos.
Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios,
diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado.
Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra.
Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo.”
Eso nos habla del juicio divino desde el Trono Celestial de Dios, juicio que se llevará a cabo por Dios a través de Jesucristo, el cual está sentado en el Trono Celestial de Dios.
El ser humano no puede esperar a que llegue ese momento, porque cuando llegue ese momento ya no habrá Misericordia para ser extendida hacia el ser humano, sino el juicio divino.
Las personas serán juzgadas, las naciones serán juzgadas y así por el estilo, y caerá el juicio divino sobre todas las naciones y sobre los seres humanos que no se hayan arrepentido y no hayan recibido a Cristo como su único y suficiente Salvador.
¿Pero dónde estarán los que han recibido a Cristo y estarán vivos para el tiempo en que se terminará la Misericordia de Dios, se terminará el ciclo de la Gracia divina? Serán resucitados los muertos creyentes en Cristo en cuerpos glorificados, y los creyentes en Cristo nacidos de nuevo que vivimos en la Tierra, seremos transformados y luego estaremos una temporada de treinta a cuarenta días aquí en la Tierra en una manifestación plena del Poder de Dios en medio de Su Iglesia, y luego nos iremos con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero, a la séptima dimensión, que es la Casa de nuestro Padre Celestial, que es el lugar donde se encuentra Cristo como Sumo Sacerdote.
Él dijo: “Donde yo estoy, quiero que también vosotros estéis.” Él nos va a llevar a la Casa de nuestro Padre Celestial donde nos esperan con una gran fiesta, la fiesta más grande que se haya efectuado en el Cielo, es la Fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero, a la cual los que son invitados son bienaventurados. “Bienaventurados los que son convidados a la Cena de las Bodas del Cordero.”
Por lo tanto, yo soy una persona bienaventurada porque yo soy un convidado a la Cena de las Bodas del Cordero. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.
Por lo tanto, si hay alguno que todavía no ha escuchado y no ha aceptado el llamado, la invitación a la Cena de las Bodas del Cordero, lo puede hacer en esta noche recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador, para que Cristo le reciba en Su Reino, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, sea bautizado en agua en Su Nombre y Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento, y así obtenga el Espíritu Santo, que es la Vestidura de boda para ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Y en este tiempo final recibirá en adición la doble porción, que será el cuerpo nuevo y eterno, que será la transformación de nuestro cuerpo físico, lo cual es la Adopción del cuerpo, lo cual es la Redención del cuerpo, la Adopción o manifestación gloriosa de los hijos e hijas de Dios en cuerpos eternos y glorificados.
En el Tribunal de Cristo iremos para ser juzgados y recibir los galardones; pero los que no hayan recibido a Cristo, tendrán que presentarse ante el Tribunal de Cristo, para ser juzgados y condenados por no haber creído en Jesucristo y haberlo recibido como su único y suficiente Salvador.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
Eso es lo que está dicho. Eso fue San Juan, capítulo 3, verso 16; y continúa el verso 17, diciendo:
“Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.”
Sigue diciendo en el mismo capítulo 3, verso 36:
“El que cree en el Hijo tiene vida eterna (¿cómo obtenemos la Vida eterna? Creyendo en el Hijo de Dios, en Jesucristo); pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida...”
El que rehúsa creer en Cristo como su único y suficiente Salvador, el que rehúsa creer en Jesús como Señor y Cristo no verá la Vida eterna, no obtendrá Vida eterna, se conformó con una vida temporal que se le va a terminar y no sabe cuándo se le va a terminar; y por consiguiente no tendrá derecho a vivir eternamente porque se conformó con una vida temporal que en algún momento se le va a terminar.
Pero el que recibe a Cristo como su único y suficiente Salvador es reconciliado con Dios y recibe la Vida eterna, y aunque se le termine la vida temporal, tiene Vida eterna para vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino eterno en un y con un cuerpo nuevo, eterno, inmortal, incorruptible, joven para siempre, como el cuerpo glorificado de nuestro amado Señor Jesucristo, el cual está tan joven como cuando se fue al Cielo.
Esa es la clase de cuerpo que nosotros necesitamos, esa es la clase de cuerpo que yo necesito para poder vivir eternamente después que se me acabe la vida temporal de este cuerpo físico que tengo.
Todavía no tengo Vida eterna física, pero tengo Vida eterna espiritual acá en mi alma; y para vivir físicamente eternamente, lo que necesito es la transformación, la Adopción, la Redención del cuerpo que será la transformación que Él ha prometido para mí. ¿Y para quién más? Para cada uno de ustedes también.
Por lo tanto, ante el Tribunal de Cristo iremos para recibir, nos presentaremos para recibir todas las bendiciones de Dios, todos los galardones que nos corresponden por ser creyentes en Cristo y estar en Su Iglesia trabajando todos los días de nuestra vida; porque nuestro trabajo en el Señor no es en vano, Él recompensará a cada uno según sea su obra.
En Apocalipsis, capítulo 22, dice:
“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.”
Por lo tanto, en el Tribunal de Cristo nos presentaremos para recibir galardones; los que no son creyentes en Cristo y nunca llegan a recibir a Cristo como Salvador, se presentarán para ser juzgados y condenados por ser incrédulos.
Por lo tanto, la parte buena para los que se presentarán ante el Tribunal de Cristo corresponde a los creyentes en Cristo, se presentarán para recibir los galardones por sus labores en el Reino de Cristo.
Por lo tanto, si hay alguna persona que ya ha recibido a Cristo, ya sabe para qué se va a presentar ante el Tribunal de Cristo; yo también me presentaré ante el Tribunal de Cristo para recibir los galardones que Él me dará. Los que no han recibido a Cristo, cuando les toque presentarse ante el Tribunal de Cristo, será para ser juzgados y condenados por no haber creído en Cristo y no haberlo recibido como su único y suficiente Salvador. Eso será muy triste para esas personas.
No podemos dejar que termine el tiempo de la Dispensación de la Gracia, porque cuando termine, el Trono Celestial de Dios se convertirá en un Trono de Juicio, y desde el Trono de Dios será hablado el juicio divino por medio de Jesucristo para todo ser humano que no recibió a Cristo como su único y suficiente Salvador.
Yo deseo las bendiciones de Dios para mí y para ustedes también. Deseo las bendiciones del Tribunal de Cristo para todos ustedes, para lo cual les digo la forma para recibir esas bendiciones: recibiendo a Jesucristo como vuestro único y suficiente Salvador.
En la predicación de San Pedro el Día de Pentecostés en el libro de los Hechos, él dice ungido por el Espíritu Santo, en el capítulo 2 del libro de los Hechos, versos 36 en adelante:
“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”
Por eso llamamos a Jesús: Señor Jesucristo: porque Dios lo ha hecho Señor y Cristo.
“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.
Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.
Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.
Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles.
Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas;
y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno.
Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón,
alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.”
Dios añadía a Su Iglesia los que habían de ser salvos, y todavía sigue añadiendo a Su Iglesia los que han de ser salvos, porque es en la Iglesia del Señor Jesucristo donde Jesucristo con Su Iglesia se junta y se reproduce en muchos hijos e hijas de Dios. Para eso es que así como Dios le dio a Adán una compañera (Eva), para reproducirse en muchos hijos de Dios, le ha dado una compañera a Jesucristo, la cual es Su Iglesia, para que a través de Su Iglesia se reproduzca en muchos hijos e hijas de Dios.
Los hijos e hijas de Dios nacen en el Reino de Dios en la Iglesia del Señor Jesucristo; por medio de la manifestación de Cristo en Su Iglesia, en esa manifestación de amor de Cristo con Su Iglesia, se reproduce Cristo en muchos hijos e hijas de Dios, los cuales son los que escuchan la predicación del Evangelio de Cristo, nace la fe de Cristo en su alma, porque la fe viene por el oír la Palabra de Dios, el Evangelio de Cristo, “y con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.” Eso está en Romanos, capítulo 10.
Por lo tanto, cuando la persona escucha la predicación del Evangelio de Cristo, nace la fe de Cristo en su alma, y con el corazón cree en Cristo, porque su nombre está escrito en el Cielo en el Libro de la Vida, y por esa causa Dios lo trajo para escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, y luego tiene la oportunidad de confesar públicamente a Cristo como su único y suficiente Salvador, y así hace esa confesión pública con su boca dando testimonio público de su fe en Cristo para salvación.
Por lo tanto, ya yo escuché la predicación del Evangelio de Cristo, nació la fe de Cristo en mi alma y dí testimonio público de mi fe en Cristo recibiéndolo como mi único y suficiente Salvador y fui bautizado en agua en Su Nombre y Él me dio la salvación y Vida eterna. ¿Y a quién más? A cada uno de ustedes también.
Si hay alguno que todavía no ha dado testimonio público de su fe en Cristo y en esta noche al escuchar la predicación del Evangelio de Cristo nació la fe de Cristo en su alma, y está creyendo en Cristo como su único y suficiente Salvador, como el Sacrificio de Expiación por sus pecados, puede en estos momentos dar testimonio público de su fe en Cristo recibiéndole como su único y suficiente Salvador, para que Cristo le reciba, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, sea bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo lo bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en usted el nuevo nacimiento, y así usted nazca a la Vida eterna en el Reino eterno de nuestro amado Señor Jesucristo, y así quede asegurado su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno, para vivir eternamente en el Reino de Cristo.
Si hay alguna persona puede venir acá al frente y yo oraré por usted para que Cristo le reciba. También los que están a través de internet o del satélite, pueden venir a los Pies de Cristo para que queden incluidos en esta oración.
Recibir a Cristo como Salvador es un asunto de Vida eterna. Es la única oportunidad que usted tiene para vivir eternamente: recibir a Cristo como único y suficiente Salvador. No hay otra forma. “Porque no hay otro nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos.”
Así dijo San Pedro a los líderes religiosos del concilio del sanedrín cuando lo interrogaron por la sanidad de un hombre que había sido sanado. Y Pedro les dijo: “No hay otro nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos.” Y si no hay otro nombre, entonces no podemos buscar otro nombre ni a otra persona, solamente a Jesucristo.
Ese es el Nombre de salvación para todo ser humano, para así asegurar su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno. En lo profundo del corazón, del alma de todo ser humano está el anhelo de vivir eternamente, porque en su alma el ser humano sabe que hay una Vida eterna, la cual puede obtener a través de Jesucristo. No puede obtenerla de otra forma, tiene que ser a través de nuestro amado Señor Jesucristo.
San Pablo hablando a los Romanos, en el capítulo 5, dijo unas palabras muy importantes en donde él muestra la grandeza del Amor de Dios, y la forma en que ha sido expresada para el ser humano. Dice en Romanos, capítulo 5, versos 6 al 11:
“Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.
Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.
Mas Dios muestra su amor para con nosotros...”
¿Cómo muestra Dios Su Amor para con nosotros? En la forma más grande en que Dios puede mostrar Su Amor para con nosotros. Vamos a ver cuál es:
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”
Esa es la muestra más grande del Amor de Dios hacia nosotros.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” San Juan, capítulo 3, verso 16.
Y ahora, continuamos aquí:
Romanos 5:6-11
Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.
Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.
Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.”
Hemos sido reconciliados con Dios por medio de Jesucristo; por lo tanto no hay otro camino a Dios, no hay otro camino a la Vida eterna, no hay otro camino a la felicidad y la paz eterna.
Cristo dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” San Juan, capítulo 14, verso 6.
Si no hay otro camino, no podemos buscar otro camino a Dios, solamente hay uno y ese es nuestro amado Señor Jesucristo, Él es el Camino, Él es la Verdad y Él es la Vida, la Vida eterna.
También nos dice el Apóstol Juan en su primera epístola en el capítulo 5, verso 10 en adelante:
“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.
Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.”
Dios nos ha dado Vida eterna. ¿Y dónde está la Vida eterna que Dios nos ha dado? En Jesucristo, por lo tanto Dios le ha dado a Jesucristo la exclusividad de la Vida eterna; y toda persona que desea la Vida eterna, viene a Jesucristo y Cristo le otorga gratuitamente la Vida eterna para que viva eternamente en el Reino de Dios.
Por lo tanto, no hay otra forma para obtener la Vida eterna, es a través de nuestro amado Señor Jesucristo.
“El que tiene al Hijo, tiene la vida (o sea, tiene la Vida eterna); el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.”
No tiene Vida eterna, lo que tiene es una vida temporal que se le va a terminar en algún momento.
“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna (esa es la buena noticia para los creyentes en Cristo: que tenemos Vida eterna) y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”
Si falta alguna persona por venir a los Pies de Cristo para recibirlo como su único y suficiente Salvador, puede venir. Ya vamos a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo, vamos a estar puestos en pie, los que están en otras naciones también, si falta alguno por venir a los Pies de Cristo puede venir para que quede incluido en esta oración que estaré haciendo.
Vamos ya a orar, vamos a levantar nuestras manos a Cristo al Cielo, vamos a cerrar nuestros ojos, y los que han venido a los Pies de Cristo repitan conmigo esta oración:
Señor Jesucristo, he escuchado la predicación de Tu Evangelio, ha nacido Tu fe en mi corazón, en mi alma; creo en Tu Primera Venida, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por mis pecados, creo en Ti de todo corazón, reconozco que soy pecador y necesito un Salvador.
Señor Jesucristo, doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y produzcas en mí el nuevo nacimiento. Quiero nacer a la Vida eterna en Tu Reino eterno, me entrego a Ti en alma, espíritu y cuerpo, salva mi alma, sálvame Señor Jesucristo, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y con nuestras manos levantadas al Cielo a Cristo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes escucharon la predicación del Evangelio de Cristo, nació la fe de Cristo en vuestra alma, creyeron y lo recibieron como vuestro único y suficiente Salvador. Cristo dijo en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Ustedes me dirán: “Yo escuché la predicación del Evangelio de Cristo, nació la fe de Cristo en mi alma, creí de todo corazón y lo recibí como mi único y suficiente Salvador; y ahora quiero cumplir el mandato completo, quiero ser bautizado en agua en Su Nombre y quiero que Él me bautice con Espíritu Santo y Fuego luego que sea bautizado en agua en Su Nombre, quiero nacer en Su Reino eterno.”
Por lo tanto me dirán ustedes, me preguntarán ustedes: “¿Cuándo me pueden bautizar?” Por cuanto ustedes han creído de todo corazón en Cristo, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo en estos momentos.
Y que Jesucristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y a vuestros familiares Cristo los traiga a Sus Pies y les dé también la salvación y la Vida eterna, para que estén con ustedes eternamente en el Reino de Cristo viviendo. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y ahora, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Pregunto al doctor, reverendo Camilo Montoya, si hay agua: Hay agua, hay bautisterio. ¿Hay ropas bautismales también? Hay ropas bautismales. ¿Hay personas que les ayudarán? Hay personas que les ayudarán. ¿Hay lugar, vestidores de ropa dónde colocarse las ropas bautismales? Hay también lugar y ropas bautismales también.
Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en estos momentos, pueden dentro de algunos momentos ir a los vestidores de ropas con las personas que les acompañarán y les ayudarán para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. Y a ustedes que están en otras naciones también pueden ser bautizados en agua en estos momentos en el Nombre del Señor Jesucristo.
Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
Hay bautisterios, y ministros que les bautizarán donde ustedes se encuentren en otras naciones escuchando esta conferencia, la predicación del Evangelio de Cristo, la predicación del Evangelio de Salvación.
Por lo tanto, bien pueden también en otras naciones ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Dejo en las diferentes naciones a los ministros encargados para continuar e indicarles hacia dónde caminar para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Y para los aquí presentes dejo al doctor, reverendo Camilo Montoya, para que les indique hacia dónde caminar para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Hay bautisterios, hay ministros que les bautizarán, hay ropas bautismales y personas que les ayudarán y también cuidarán de vuestras ropas.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de: “EL TRIBUNAL DE CRISTO.”
No nos asusta a nosotros porque creemos en Cristo, y para nosotros ese Tribunal, cuando nos presentemos a él será para recibir los galardones por nuestras labores realizadas en el Reino de Cristo.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta noche, dándoles testimonio de nuestro tema: “EL TRIBUNAL DE CRISTO.”
Muchas gracias por vuestra amable atención y con nosotros nuevamente el doctor, reverendo Camino Montoya para continuar.
Dios les bendiga y pasen todos muy buenas noches.
“EL TRIBUNAL DE CRISTO.”