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La Casa de Dios 2006-01-01 3 Goiânia Goiás BR 00:00:00 false

Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes, autoridades eclesiásticas y demás autoridades. Que Dios les bendiga grandemente.

Para esta ocasión leemos en Primera de Timoteo, capítulo 3, verso 14 al 16, donde nos dice San Pablo:

Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte,

para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.

E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:

Dios fue manifestado en carne,

Justificado en el Espíritu,

Visto de los ángeles,

Predicado a los gentiles,

Creído en el mundo,

Recibido arriba en gloria.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema para esta ocasión es: “LOS HIJOS DE DIOS, LA CASA DE DIOS, LA FAMILIA DE DIOS.”

LA CASA DE DIOS.” Ese es nuestro tema para esta ocasión.

El Apóstol Pablo cuando nos habla de la Casa de Dios, no se refiere a un edificio de paredes de piedras, sino que se refiere a los hijos e hijas de Dios, a la descendencia de Dios, a la Familia de Dios. Y por cuanto el Espíritu de Dios mora en cada hijo e hija de Dios, cada hijo o hija de Dios es una Casa de Dios, un Templo Espiritual para Dios, de lo cual habló San Pablo en Hebreos, capítulo 3, verso 5 al 6, donde dice:

Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir;

pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros.”

Y ahora, Jesucristo es Hijo sobre Su Casa, y esa Casa somos nosotros, es la Casa que es la Familia, mi Familia, mi Casa. Por eso el carcelero dijo, y otras personas dijeron como Josué, Josué dijo: “Yo y mi casa serviremos al Señor, o sea, yo y mi familia.”

Y ahora, cuando Dios dice: “Su Casa,” se refiere a Su Familia, Su Familia, Sus hijos e hijas.

Y ahora, San Pablo nos dice que Cristo como Hijo sobre Su casa, la cual Casa somos nosotros. Jesucristo es nuestro Hermano mayor en la Familia de Dios, en la descendencia de Dios. Por lo tanto, Jesucristo es el Segundo Adán, y del Segundo Adán surge la Casa de Dios, la Familia de Dios, los hijos e hijas de Dios; y por consiguiente surgen los hijos del Rey, que es la Familia de Dios, los hijos de Dios; y por consiguiente ellos son los herederos del Reino.

Y ahora, esa es la Realeza Celestial, esa es la Realeza eterna de hijos e hijas del Rey eterno, Rey de los Cielos y de la Tierra. Cada creyente en Cristo nacido de nuevo es un miembro de la Casa de Dios, de la Familia de Dios; y por consiguiente es un miembro de la Realeza, de la Realeza Celestial, donde tenemos una Ciudad: la Ciudad del Rey, la Jerusalén Celestial. Tenemos una Ciudad en el Cielo, y a Dios, el Rey de los Cielos y de la Tierra. De esa Ciudad nosotros somos miembros. Eso nos dice San Pablo en Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21:

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos...”

Somos ciudadanos celestiales, pero hemos nacido aquí en la Tierra y tenemos una ciudadanía terrenal, esa tiene que ver con el cuerpo físico que es temporal; por lo tanto, es una ciudadanía temporal. Pero tenemos una ciudadanía eterna, de los Cielos: porque hemos nacido del Cielo, por medio del nuevo nacimiento, y hemos entrado al Reino de Dios, a ese Reino Celestial; y por consiguiente pertenecemos a la Familia de Dios como hijos e hijas de Dios; y por consiguiente pertenecemos a la Realeza, ese Reino Celestial. Sigue diciendo:

...de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra...”

O sea, transformará este cuerpo físico, en donde hemos venido a vivir en una forma más baja de la que nos corresponde; hemos venido a vivir aquí a la Tierra como personas comunes, siendo de la Realeza celestial. Pero cuando tengamos el nuevo cuerpo, ya no estaremos en un cuerpo de humillación, sino en un cuerpo de gloria, y estaremos en Su Reino como Reyes, y Sacerdotes y Jueces también. Sigue diciendo:

...el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra...”

Vamos a ser transformados, vamos a tener un cuerpo eterno como el cuerpo glorificado de Jesucristo. Hay tres clases de cuerpo: cuerpo espiritual, o sea, angelical; cuerpo de carne y cuerpo glorificado. Vamos a tener el cuerpo glorificado que será eterno.

...por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”

Con ese poder Él nos va a transformar, y entonces seremos a Su imagen y semejanza; la imagen ya la recibimos cuando recibimos Su Espíritu, y obtuvimos el nuevo nacimiento, nacimos del Cielo, nacimos del Agua y del Espíritu. El nuevo nacimiento es celestial. Y ya tenemos la imagen de Cristo, o sea, el cuerpo angelical, hemos recibido Su Espíritu, y por consiguiente el nuevo nacimiento.

Cuando una persona nace, un cuerpo ha nacido, y ese cuerpo es espiritual, es llamado también: “El Ángel del Señor que acampa en derredor de los que le temen, y los defiende.”

Cuando Pedro estuvo preso y fue libertado por el Ángel del Señor, luego tocó a la puerta del hogar donde oraban por él, y una joven llamada Rode salió para abrir la puerta, y cuando vio que era Pedro, no abrió la puerta de gozo, y corrió de nuevo donde estaban las personas orando por Pedro, en el hogar de Juan Marcos, y dijo a ellos: “Es Pedro.”

Ellos le dijeron: “No es Pedro, estás loca, no es Pedro, es su ángel.” Ellos tenían conocimiento de que cada cristiano nacido de nuevo tiene un ángel, es el ángel guardián, es el ángel que acompaña a la persona, es el cuerpo angelical que recibe al nacer de nuevo. Solamente los creyentes en Cristo nacidos de nuevo tienen ángeles, tienen el ángel del Cielo, celestial.

Y ahora, encontramos que ya ese es el cuerpo angelical que vamos a tener eternamente. Pero también vamos a tener un cuerpo físico, un cuerpo tangible, un cuerpo en el cual podremos comer, como el que tiene Cristo, el cual podía comer, el cual podía hablar con las personas, y el cual podía saludar a las personas, lo podían tocar, era tangible. Esa es la clase de cuerpo con el cual hemos de ir a la Cena de las Bodas del Cordero. No hay cohetes ni aviones para ir al Cielo, a la Casa de nuestro Padre Celestial. Pero Él nos va a dar un cuerpo glorificado.

Y así como Jesucristo subió al Cielo y llegó al Lugar Santísimo del Templo Celestial, nosotros cuando seamos transformados, luego nos iremos con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero al Cielo, a la Casa de nuestro Padre Celestial. Será la fiesta más grande que se haya llevado a cabo en el Cielo, para la cual están invitados ángeles también, y también los Patriarcas del Antiguo Testamento. Ahí será la gran fiesta celestial, de la cual Cristo habló en muchas ocasiones.

Por esa causa es que Él enseñó que tenemos que tener el vestido de boda, el Espíritu Santo, para así tener el cuerpo angelical y luego recibir el cuerpo físico glorificado, y tener la doble porción, estar revestidos y así estar adoptados. La Adopción es la Redención de nuestro cuerpo. La Redención es nuestra transformación.

Cuando tengamos el cuerpo nuevo, estaremos redimidos físicamente, ya seremos inmortales; y así la Casa de Dios es la Familia de los inmortales, ya tienen inmortalidad en el alma y también en el cuerpo angelical; y lo tendrán también, tendrán esa inmortalidad en el cuerpo que han de tener, que será un cuerpo físico pero eterno, inmortal y glorificado. Todo eso está prometido para los miembros de la Casa de Dios. Y la Casa de Dios es la Iglesia del Señor Jesucristo, columna y baluarte de la verdad.

¿Cómo entramos a esa Casa? ¿Cómo nacemos en esa Casa? Para entrar hay que nacer, y el que entra ha entrado al Reino de Dios, al Reino eterno; y es parte de la Realeza celestial. Dijo Cristo a Nicodemo en el capítulo 3 de San Juan, versos 1 en adelante: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios.” Nicodemo le preguntó cómo podía ser hecho esto, pues Nicodemo estaba interesado en entrar al Reino de Dios. Y Cristo le dice a Nicodemo, pues toda persona que está interesada en entrar al Reino de Dios, necesita saber cómo entrar. Y Cristo dice cómo entrar. Si Él dice que busquemos el Reino de Dios, hay una forma para buscarlo y para entrar a Él. Y aquí está el secreto:

Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?

Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios (no puede entrar en el Reino de Dios).

Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.”

No hay otra forma para entrar al Reino de Dios, se requiere nacer de nuevo del Agua y del Espíritu, nacer de la predicación del Evangelio de Jesucristo, en donde obtiene el conocimiento, la revelación de la Primera Venida de Cristo y Su muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por sus pecados, y nace la fe de Cristo en su alma, y la persona cree, porque la fe viene por el oír la Palabra de Dios, el Evangelio de Cristo.

Y la persona da testimonio público de su fe en Cristo, recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador. Y la persona arrepentido de sus pecados le pide perdón a Cristo, es perdonado y limpiado con la Sangre de Cristo de todo pecado, es bautizada en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en la persona el nuevo nacimiento; y así la persona ha nacido del Agua del Evangelio de Cristo y del Espíritu: del bautismo del Espíritu Santo, y es una nueva criatura, ha nacido como un bebé en el Reino de Dios, pertenece a la Casa de Dios, a la Familia de Dios, es un miembro de la Realeza, es un descendiente de Dios.

Vean ustedes cómo San Pedro el Día de Pentecostés predica a aquellas personas que creyeron. Dice en el capítulo 2, versos 36 en adelante del libro de los Hechos. Esto fue el Día de Pentecostés:

Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”

Por eso llamamos a Jesús: SEÑOR JESUCRISTO, porque Dios lo ha hecho Señor Jesucristo, Señor y Cristo. Por eso Jesús es el Señor.

Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?

Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.

Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”

Y el verso 47 dice que luego ellos estaban (los demás días):

...alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.”

Y así ha estado sucediendo por dos mil años, desde la muerte de Cristo hacia acá, ha estado Dios añadiendo a Su Iglesia los que han de ser salvos; porque los que han de ser salvos son llamados y juntados en el Cuerpo Místico de Jesucristo, que es la Casa de Dios, la Familia de Dios, la descendencia de Dios, la Familia de la Fe, como dice San Pablo en Gálatas, capítulo 6, verso 10, llamando a la Iglesia y a sus miembros: La Familia de la Fe.

Ahora, en Apocalipsis, capítulo 1, verso 5, dice:

...y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,

y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.”

Nos lavó con Su Sangre y nos ha hecho para nuestro Dios Reyes y Sacerdotes, Reyes y Sacerdotes según el Orden Celestial de Melquisedec. Y ese Orden Celestial es el que gobernará en este planeta Tierra en la Venida del Reino de Dios. Por esa causa se reflejó en el rey David ese Orden. Y Dios dijo de David: “Tú eres Sacerdote para siempre, según el Orden de Melquisedec.”

Y ahora, Jesucristo es el Sumo Sacerdote y Rey según el Orden de Melquisedec. Él es el gran Rey, el Rey de reyes y Señor de señores, el Sumo Sacerdote y el Juez de los vivos y de los muertos según el Orden Celestial de Melquisedec.

Y todo creyente en Cristo pertenece a ese Orden de Melquisedec. Por eso somos Reyes, Sacerdotes y Jueces según el Orden de Melquisedec, y según el Orden de Melquisedec será establecido el Reino de Dios en la Tierra; y por consiguiente allí estaremos como la Realeza de ese Reino Mesiánico con cuerpos glorificados y eternos, para vivir con Él por toda la eternidad.

Vean aquí en Apocalipsis, capítulo 5, verso 8 en adelante, dice:

Y cuando hubo tomado el libro...”

¿Quién tomó el libro? El Cordero, que es Jesucristo, el cual también es el León de la Tribu de Judá; y si es el León de la Tribu de Judá, es el Rey. Él es el Rey heredero al Trono de David, para Él establecer Su Reino en la Tierra y restaurar la Monarquía de David, porque la Monarquía de David es el Reino terrenal en el cual se refleja y se manifiesta el Reino Celestial de Dios, el Reino según el Orden Celestial de Melquisedec. Sigue diciendo:

Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;

y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;

y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.”

Por lo tanto, vamos a reinar sobre la Tierra en ese Reino Mesiánico del Hijo de David, la Casa de David es restaurada en este tiempo final, conforme a las promesas divinas.

Y ahora, leemos también en Apocalipsis, capítulo 20, versos 4 al 6, donde nos habla de ese Reino Milenial del Mesías Príncipe, donde nos dice:

Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.

Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección.

Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.”

Vivieron y reinaron con Cristo durante mil años, y después de eso vendrá la resurrección general y el juicio final, y luego vendrá la eternidad para el planeta Tierra y todos los que vivirán eternamente. Y nosotros continuaremos como Reyes, como Sacerdotes y Jueces en ese mismo Reino de Dios.

Hemos visto la promesa de que reinaremos sobre la Tierra como Reyes y Sacerdotes; pertenecemos a un Orden Celestial, pertenecemos a un Reino Celestial, pertenecemos a la Familia de Dios. Somos descendientes de Dios, pertenecemos a la Casa de Dios, la Familia de Dios; y por consiguiente de esa Familia de Dios es que viene la restauración de la Casa de David y del Reino de David para Israel.

Habrá en este tiempo final una manifestación grande de Dios para la Venida del Reino de Dios, y la restauración del Reino de Dios en la restauración de la Monarquía de David, para el pueblo hebreo, y desde ahí ese Reino con su gobierno se extenderá para todas las naciones.

Todo esto está por suceder muy pronto. Por lo tanto, como miembros de la Casa de Dios, de la Familia de Dios, de la Iglesia del Señor Jesucristo, glorificamos a Dios por medio de Jesucristo y le damos gracias por pertenecer a la Casa de Dios, a la Familia de Dios, a la Iglesia del Señor Jesucristo, que es columna y baluarte de la verdad, pertenecemos a la Casa de Dios, la Familia de Dios, y por consiguiente pertenecemos a la Casa de David.

Ahí tenemos la Casa de David pasando por una etapa espiritual. Pero pronto ya todo se materializará en el Reino del Mesías Príncipe, en donde estaremos con Él como los miembros de la Realeza del Reino del Mesías Príncipe, que se establecerá en Jerusalén, y se sentará sobre el Trono de David.

Ahora, hemos visto que pertenecemos a la Casa de Dios, a la Familia de Dios, y a la Casa de David.

Ha sido para mí una bendición darles testimonio de: “LA CASA DE DIOS.”

Esta Casa de Dios es la Casa más grande, la Familia más grande, y es la Casa real, la Casa de la realeza, la Casa del Reino, la Familia real de Dios.

Para la restauración de Israel al Reino de Dios para tener un Rey nuevamente descendiente del Rey David, solamente necesita encontrar dos palos: palo de José por medio de Efraín, y palo de Judá, que viene directo de la Casa de David.

Y ahora, esos son los dos palos en que estuvo el Reino del pueblo hebreo, y por consiguiente el Reino de Dios, luego de la muerte del rey Salomón cuando Su hijo Roboam ascendió al trono. En sus días fue divido el reino y diez tribus le fueron dadas a Jeroboam, descendiente de Efraín.

Por lo tanto, la parte más grande de ese reino, que son diez tribus, quedaron en la mano de la tribu de José, y en la mano de un descendiente de José, a través de Efraín. Y esas diez tribus fueron esparcidas por la Tierra, esas diez tribus fueron desarraigadas, arrancadas del territorio de Israel; y esas diez tribus han estado perdidas entre las naciones. Pero Cristo dijo que fueran a los hijos de Israel, a las ovejas perdidas de Israel, para buscarlas.

También fue dicho que el Mesías moriría no solamente por Israel, no solamente por la nación, sino por los hijos de Dios que estaban dispersos. Y han estado siendo llamados y recogidos en la Casa de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo.

El Mesías Príncipe vino y murió en la Cruz del Calvario para socorrer a la descendencia de Abraham. “No socorrió a los ángeles sino a la descendencia de Abraham.” Dice San Pablo en Hebreos, capítulo 2, verso 10 y verso 16.

Por lo tanto, la descendencia de Abraham ha estado siendo llamada, por eso San Pablo dice en Gálatas que los que son de la fe en Jesús, en Jesucristo, son hijos de Abraham. Todos los de la fe en Cristo son hijos de Abraham y son la Casa de Dios, la descendencia de Dios.

Para que tengan el cuadro claro, les voy a dejar una Escritura: capítulo 2 de Efesios, verso 19 al 22:

Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos (no sois extranjeros ni advenedizos; no somos extraños, somos miembros de la Casa de Dios)...”

No somos extraños en la Casa de Dios, no somos extraños en la Familia de Dios, somos hijos e hijas de Dios. Esa es la posición más alta que una persona puede tener en la Familia de Dios: ser hijo o hija de Dios, eso es lo más cercano a Dios, es parte de Dios.

...sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios (o sea, miembros de la Familia real, de la Realeza Celestial),

edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,

en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;

en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.”

Nosotros como individuos somos edificados para morada del Dios eterno dentro de nosotros en Espíritu Santo; porque como personas somos un Templo Espiritual, como Jesucristo mismo dijo de Él: “Destruyan este Templo y en tres días Yo lo levantaré.” Y estaba hablando de Su cuerpo como Su Templo humano, lugar de morada de Dios.

Y ahora, la Iglesia también como Cuerpo Místico de creyentes es la Casa de Dios, el Templo de Dios. Y cada creyente en Cristo como individuo es Casa de Dios, Templo de Dios, para Dios en Él morar, habitar y hablar a través de Él, y tener compañerismo con la persona acá en el alma.

“LOS HIJOS DE DIOS,” esos son los miembros de la Casa de Dios, de la Familia de Dios, que es la Iglesia del Señor Jesucristo.

La Iglesia del Señor Jesucristo es el pueblo más grande y más importante que Dios ha tenido y tiene y tendrá en este planeta Tierra, al cual pertenecen hebreos y gentiles, el cual ha estado siendo formado por hebreos y gentiles que han recibido a Cristo como su único y suficiente Salvador.

Toda persona desea pertenecer a la Casa de Dios, a la Familia de Dios, a la Iglesia del Señor Jesucristo; y por consiguiente al Reino de Dios; quiere ser un miembro del Reino de Dios.

¿Cómo puede entrar al Reino de Dios? Naciendo de nuevo. Así como para entrar a este reino terrenal tuvimos que nacer aquí para tener parte en este reino terrenal. Y para tener parte en el Reino Celestial, el Reino de Dios, tenemos que nacer en el Reino de Dios, tenemos que nacer de nuevo del Agua y del Espíritu. Es una Obra de Dios por medio del Espíritu de Dios.

Por lo tanto, toda persona que ya ha recibido a Cristo como Salvador, ha sido bautizada en agua en Su Nombre, ha recibido Su Espíritu Santo, ha obtenido el nuevo nacimiento y ya pertenece a la Casa de Dios, a la Familia de Dios, pertenece al Reino de Dios, ha entrado al Reino de Dios. Es un heredero de Dios y coheredero con Cristo Jesús Señor nuestro. A todo lo que Cristo es heredero, también yo soy heredero. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también. ¿Por qué? Porque usted es un miembro de la Casa de Dios, usted es un hijo o una hija de Dios. Usted es un miembro de la realeza del Reino Celestial; y por consiguiente es un miembro de la realeza de la Casa de David y del Reino de David.

Si alguna persona todavía no ha entrado a formar parte de la Casa de Dios para vivir eternamente como un hijo e hija de Dios, como rey o reina en el Reino de Dios, puede entrar en esta ocasión al Reino de Dios, recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador. Para lo cual puede venir al frente para dar testimonio público de su fe en Cristo. Ya usted ha escuchado la predicación del Evangelio de Cristo, pues Él dijo:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Tan simple como eso. Es un asunto de creer para ser salvo, y es un asunto de no creer en Cristo para ser condenado. Todos queremos ser salvos y vivir eternamente con Cristo en Su Reino.

Por lo tanto, puede venir al frente para dar testimonio público de su fe en Cristo, recibiéndole como vuestro único y suficiente Salvador. Ya pueden venir. Yo oraré por usted para que Cristo le reciba en Su Reino en estos momentos. Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo. Cristo tiene lugar en Su Reino para cada uno de ustedes que todavía no han recibido a Cristo, Él tiene lugar en Su Reino.

En la cena que preparó el gran rey para su hijo, él dio a conocer que había lugar en la casa de ese gran rey, de ese gran padre de familia para todos aquellos que serían invitados, y aceptarían esa invitación.

Hay lugar en la Casa del Padre Celestial para cada uno de ustedes que todavía no lo han recibido como su Salvador.

Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo. Cristo dijo: “El que me confesare delante de los hombres, Yo le confesaré delante de mi Padre que está en los Cielos. Mas a cualquiera que me negare delante de los hombres, Yo le negaré delante de mi Padre que está en los Cielos.” (San Mateo, capítulo 10, versos 32 al 33).

Si nos avergonzamos de Cristo, Cristo se avergonzará de nosotros. Pero si le confesamos como nuestro único y suficiente Salvador, Cristo no se avergonzará de nosotros sino que dará testimonio público delante de nuestro Padre Celestial y delante de Sus Ángeles, de que nosotros hemos creído en Él y lo hemos recibido como nuestro único y suficiente Salvador.

Pueden continuar viniendo a los Pies de nuestro amado Señor Jesucristo. Si alguno ha sido tímido para pasar al frente, deje a un lado la timidez. Para recibir la Vida eterna no podemos ser tímidos, Cristo tampoco fue tímido para morir por mí en la Cruz del Calvario, y para morir ¿por quién más? Por cada uno de ustedes también.

Por lo tanto, echamos a un lado la timidez, y recibimos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador. Diga: “Yo he escuchado la Palabra del Evangelio de Cristo, nació la fe de Cristo en mi alma, creo en Él de todo corazón, y me paro y paso al frente y doy testimonio público de mi fe en Cristo, y lo recibo como mi único y suficiente Salvador.” Esa es la actitud correcta ante la oportunidad que tenemos de recibir la Vida eterna a través de Jesucristo. Es para recibir la Vida eterna que nosotros venimos a los Pies de Jesucristo. Dios nos ha dado Vida eterna y esta Vida está en Su Hijo, Jesucristo.

Por lo cual la exclusividad de la Vida eterna la tiene un solo hombre: nuestro amado Señor Jesucristo. Por eso todos necesitamos venir a los Pies de Jesucristo y recibirlo como nuestro único y suficiente Salvador, para que Él nos dé la salvación y Vida eterna.

Pueden continuar viniendo, los que están también en otros países para que Cristo les reciba en Su Reino. Pueden continuar pasando al frente también los aquí presentes y los que están en otros países, para entregar vuestras vidas a Cristo en alma, espíritu y cuerpo. Él les está llamando y la Escritura dice: “Si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón.” [Hebreos 4:7] Él te está llamando para darte Vida eterna.

El que cree no es condenado, pero el que no cree, ya ha sido condenado. Dice San Juan, capítulo 3, verso 36, dice:

El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida (no verá la Vida eterna)...”

Para ver la Vida eterna, para obtener la Vida eterna necesitamos creer en Jesucristo y recibirlo como nuestro único y suficiente Salvador, para que Él pueda producir en nosotros el nuevo nacimiento, podamos nacer a la Vida eterna y así ver la Vida eterna y obtener la Vida eterna. Pablo decía a Timoteo: “Echa mano de la Vida eterna.” [Primera de Timoteo 6:12]

¿Cómo vamos a echar mano de la Vida eterna? Cristo dijo: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida; y nadie viene al Padre sino por mí.” (San Juan, capítulo 14, verso 6)

Cristo es la Vida. Echamos mano a la Vida eterna echando mano de Jesucristo, agarrándonos de Jesucristo, para que Él nos dé la Vida eterna.

Si falta alguna persona por venir a los Pies de Cristo, puede venir, de los que están aquí presentes y de los que están a través de internet o del satélite en otras naciones, en esta actividad que está siendo transmitida a nivel mundial.

Los que están en la América Latina y el Caribe pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo, los que se encuentran en Norteamérica y los que se encuentran en el Canadá, en Japón o en el África, o en alguna otra nación, pueden también continuar viniendo a los Pies de Cristo, para que Cristo les reciba en Su Reino y les dé la salvación y Vida eterna.

Vamos a estar puestos de pie, para orar por todas las personas que han venido a los Pies de Jesucristo. Si todavía falta alguna persona, puede venir. Vamos ya a orar, vamos a levantar nuestras manos al Cielo a Cristo, los que están aquí presentes y los que están en otras naciones también.

Y repitan conmigo esta oración todos los que han pasado al frente aquí en Goiânia, Estado de Goiás, Brasil, y los que están también en otras naciones. Repitan conmigo esta oración:

Señor Jesucristo, he escuchado la predicación de Tu Evangelio, nació Tu fe en mi corazón, y creo en Ti de todo corazón, creo en Tu Nombre como el único Nombre de salvación y Vida eterna para el ser humano; “porque no hay otro Nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos.” Dijo el Espíritu Santo a través de San Pedro en el capítulo 4, verso 12 del libro de los Hechos.

Y ahora, creo en Tu Primera Venida, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por mis pecados, y doy testimonio público de mi fe en Ti, reconociendo que soy pecador y que necesito un Salvador. Y reconozco que Tú eres mi único y suficiente Salvador. Doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. En Tus Manos me entrego en alma, espíritu y cuerpo.

Señor Jesucristo, Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, y produzcas en mí el nuevo nacimiento. En el Nombre del Señor Jesucristo, Te ruego estas cosas, ¡Oh Dios eterno! Te ruego produzcas en mí el nuevo nacimiento luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre. En Tus Manos encomiendo mi alma. Salva mi alma, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso. Señor Jesucristo. Amén y amén.

Y ahora todos podemos decir con nuestras manos levantadas al Cielo: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.

Y ahora me preguntarán ustedes: “¿Cuándo me pueden bautizar? Quiero ser bautizado lo más pronto posible, escuché la predicación del Evangelio de Cristo, nació la fe de Cristo en mi alma, creí en Cristo y lo recibí como mi Salvador. Él dijo: El que creyere, ya he creído; y fuere bautizado. Me falta ser bautizado en agua en Su Nombre. Por lo tanto, quiero cumplir su mandato completo, quiero ser bautizado lo más pronto posible en agua en Su Nombre.”

En el bautismo en agua nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Cuando Él murió, estábamos muriendo con Él. Cuando Él fue sepultado, estábamos siendo sepultados con Él. Cuando Él resucitó, estábamos siendo resucitados con Él. Y todo eso es representado en el bautismo en agua.

Por lo tanto, sabiendo el significado del bautismo en agua, sabiendo que cuando recibimos a Cristo como Salvador, morimos al mundo; y cuando nos sumerge el ministro en las aguas bautismales, eso tipológicamente es una sepultura, estamos siendo sepultados tipológicamente. Y cuando nos levanta de las aguas bautismales, estamos siendo resucitados tipológicamente, es una resurrección, es una resurrección espiritual a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.

Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en estos momentos en el Nombre del Señor Jesucristo.

Y que Jesucristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. Y a vuestros familiares Cristo los traiga a Sus Pies y les dé también la salvación y Vida eterna, para que estén con ustedes en el Reino eterno de Cristo viviendo por toda la eternidad. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Y ahora, pregunto al ministro, reverendo Salomón Cunha si hay agua: hay agua. ¿Hay ropas bautismales también? Hay ropas bautismales también. ¿Hay personas que les ayudarán? Hay personas que les ayudarán para llegar al lugar, de los vestidores de ropa, y también cuidarán vuestras ropas. Y hay ministros también que les bautizarán. Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Y que Jesucristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Y ahora, tenemos al doctor, reverendo Salomón Cunha para indicarles hacia dónde caminar para colocarse las ropas bautismales.

Muchas gracias por vuestra amable atención y continúen pasando este primer día del nuevo año 2006, lleno de las bendiciones de Jesucristo. Y así pasen todos los días de este nuevo año 2006. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Que Dios les bendiga a todos.

Con nosotros el reverendo, doctor salomón Cunha.

LA CASA DE DIOS.”