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El día de salvación 2005-09-10 1 Berna CH 00:00:00 false

Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos aquí en la Iglesia “Asamblea de Dios de las Naciones,” y también a usted pastor Amadeo, aquí en Berna, Suiza.

Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también.

Para esta ocasión leemos en Segunda de Corintios, capítulo 6, verso 2, donde dice San Pablo:

En tiempo aceptable te he oído,

Y en día de salvación te he socorrido.

He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.”

EL DÍA DE SALVACIÓN.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema es: “EL DÍA DE SALVACIÓN.”

Este día de salvación es un día que estaba profetizado por el Espíritu de Dios, el cual habló a través del Profeta Isaías, en el capítulo 49, verso 8, donde dice:

Así dijo Jehová: En tiempo aceptable te oí, y en el día de salvación te ayudé; y te guardaré, y te daré por pacto al pueblo, para que restaures la tierra, para que heredes asoladas heredades.”

Esta profecía la encontramos cumplida en Jesucristo, el cual ha sido colocado por pacto al pueblo; y la Sangre del Nuevo Pacto es la Sangre de Jesucristo.

Dios en Jeremías, capítulo 31, verso 31 al 36, nos habla de un Nuevo Pacto que Él establecería con la casa de Judá y con la casa de Israel; y ese Nuevo Pacto ha sido establecido por el Ángel del Pacto, que es Jesucristo nuestro Salvador, el cual vino en carne humana, con un y para un propósito divino.

En San Juan, capítulo 10, verso 14 en adelante, nos habla del motivo de Su Venida a la Tierra. Dice:

Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,

así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.”

Aquí ya nos está diciendo que Él va a poner Su vida, a dar Su vida por las ovejas, por lo tanto va a morir.

También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.”

El Rebaño es la Iglesia del Señor Jesucristo y las ovejas son los creyentes en Cristo nacidos de nuevo; y el Buen Pastor es nuestro amado Señor Jesucristo, el cual pastorea a Sus ovejas por medio de Su Espíritu Santo en medio de Su Iglesia. El mismo Espíritu Santo que pastoreó al pueblo hebreo por el desierto es el que pastorea a la Iglesia del Señor Jesucristo, es el Espíritu de Cristo en Su Iglesia pastoreando a Sus ovejas por las cuales Jesucristo murió.

Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.

Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.”

O sea, que ya Cristo vino a la Tierra con una misión divina: poner Su vida por mí. ¿Y por quién más? Por cada uno de ustedes también, y luego volverla a tomar, resucitar.

Por lo tanto, Él vino para morir por nosotros.

Y ahora, ¿por qué tenía que Cristo morir? Ya aquí encontramos que el mismo Jesucristo dice que Él iba a morir, ya eso estaba profetizado en Daniel, capítulo 9; y lo vamos a leer para que veamos que todo era un Programa Divino que se estaba llevando a cabo; y el único que lo conocía era Jesucristo. Por eso cuando Jesús dice que iban a subir a Jerusalén e iban a tomar preso al Hijo del Hombre y lo iban a crucificar, lo iban a matar. Pedro le dice: “Tal cosa no te acontezca.” Cristo le dice: “Apártate de mí Satanás.” [San Mateo 16:22-23]

Ahora, Cristo también ha dicho: “¿Cómo entonces se podrán cumplir las Escrituras?” O sea, que todas estas Escrituras, estas profecías tenían que ser cumplidas en Jesús, Él tenía que morir. Cristo dijo en San Juan, capítulo 12, verso 24: “Si el grano de trigo no cae en Tierra y muere, él queda solo; pero si cae en Tierra y muere, mucho fruto lleva.”

Jesucristo, el Hijo de Dios, es el grano de trigo; y Él como el Segundo Adán tenía que reproducirse en muchos hijos de Dios, como también el primer Adán fue colocado en la Tierra para reproducirse en muchos hijos de Dios.

Y ahora, Jesucristo tiene que reproducirse y se representa en el grano de trigo que tiene que morir para poderse reproducir. Usted puede tener un grano de trigo y lo coloca en un pote de cristal, lo puede ver todos los días y solamente verá un grano de trigo. Pero usted lo siembra en tierra, y luego nace una planta de trigo, producto del grano de trigo, y pasa el tiempo y comienza a crecer y luego comienza a echar fruto, muchos granos de trigo, igual al grano de trigo que fue sembrado en tierra.

Y ahora, Jesucristo, el grano de trigo que murió en la Cruz del Calvario, se va a reproducir en muchos granos de trigo, en muchos hijos e hijas de Dios, para lo cual tiene que nacer la Planta de Trigo, que es la Iglesia del Señor Jesucristo, que nació en la Cruz del Calvario, para en la Iglesia del Señor Jesucristo Él reproducirse en muchos hijos de Dios, en muchos granos de trigo.

Ninguna persona puede nacer en el Reino de Dios como un hijo o una hija de Dios, a menos que sea en la Iglesia del Señor Jesucristo.

¿Dónde usted puede conseguir granos de trigo? ¿En un árbol de mango, de aguacate, de naranjas? No. En una planta de trigo.

¿Dónde usted podrá encontrar hijos e hijas de Dios? En la Iglesia del Señor Jesucristo, que es la planta de trigo. Ahí es donde Jesucristo se reproduce en muchos granos de trigo, en muchos hijos e hijas de Dios. Por eso Él tenía que morir.

Ahora, en Daniel, capítulo 9, versos 21 en adelante cuando le aparece el Arcángel Gabriel al Profeta Daniel. Dice:

...aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde.”

El Arcángel de las revelaciones viene al Profeta Daniel.

Y ahora vean lo que le dice:

Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo: Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento.

Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. Entiende, pues, la orden, y entiende la visión.

Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo (o sea, sobre el pueblo hebreo, que es el pueblo de Daniel) y sobre tu santa ciudad (o sea, sobre Jerusalén), para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.

Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.

Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías...”

Y aquí la profecía dice que la vida al Mesías le será quitada después de las sesenta y dos semanas; primero son siete semanas y después son sesenta y dos semanas; en total sesenta y nueve semanas. Después de esas sesenta y nueve semanas entonces comienza la semana número setenta en la cual le será quitada la vida al Mesías.

A la mitad de la semana número setenta la vida al Mesías le sería quitada, Él tendría un ministerio de tres años y medio.

Y ahora, continúa diciendo:

...mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones.”

Y ahora, hemos visto que la profecía bíblica dice que la vida al Mesías le sería quitada. También en Isaías, capítulo 53, verso 10, que es un pasaje mesiánico que corresponde a la Primera Venida de Cristo como el Siervo de Jehová, dice:

Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.”

Y ahora, en este pasaje nos dice que el Mesías pondrá Su vida en expiación por el pecado.

Por lo tanto, tenía que morir. Eso está tipificado en el día de la expiación; el día diez del mes séptimo de cada año, en medio del pueblo hebreo se efectuaba la expiación por el pecado.

Levítico, capítulo 23, versos 26 al 29, dice:

También habló Jehová a Moisés, diciendo:

A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.

Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.

Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.”

Este día diez del mes séptimo de cada año era el día de la expiación; un macho cabrío por Jehová era sacrificado, y por consiguiente el pecado del pueblo era llevado o colocado en ese macho cabrío, o sea, que ese macho cabrío moría en lugar del pecador; porque el pecador tenía que morir, porque la paga del pecado es muerte.

Ahora, si una persona está condenada a muerte, y hay una ley que permite que otra persona diga: “Yo voy a morir por el delito que cometió esa persona;” y es aceptado, pues entonces muere esa persona; pero el que era culpable, entonces no muere, porque otra persona murió por él.

Y ahora, encontramos que en este tipo y figura un macho cabrío moría en lugar del pecador. Y encontramos que ese día el pueblo, cada hebreo, tenía que venir ante la presencia de Dios arrepentido de sus pecados, pidiendo perdón a Dios por sus pecados, y creyendo en ese sacrificio de expiación. Si no creía, no recibía el beneficio. Dice que ese día es día de expiación para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.

Por lo tanto, en ese día el pueblo tenía que venir afligido en su alma, por haber pecado contra Dios, y pedirle perdón a Dios; y Dios lo perdonaba y quedaba cubierto con la sangre de ese sacrificio, cubierto, no limpiado, solamente cubierto; porque los animales no tienen alma, y por consiguiente esos sacrificios no son perfectos, solamente son el tipo y figura de un sacrificio perfecto que iba a venir más adelante.

Por lo tanto, la persona con su fe puesta en esa palabra y en ese sacrificio, venía a Dios arrepentido, pidiendo perdón a Dios por sus pecados, Dios lo perdonaba, quedaba cubierto con esa sangre de expiación, y Dios reconocía que por cuanto la paga del pecado es muerte, tuvo que morir aquel macho cabrío de la expiación por el pecador. Todo eso es el tipo y figura de Cristo y Su muerte en la Cruz del Calvario.

Y ahora, cada año el pueblo hebreo tenía que tener ese sacrificio, y tenían que hacerlo allá en Jerusalén en el templo, y lo tenía que efectuar el sumo sacerdote.

Y ahora, quedaban reconciliados con Dios por un año, porque los sacrificios de animales no son perfectos; pero todo aquello tipificaba un tiempo en que vendría un hombre, el cual sería el Mesías y vendría para tomar nuestros pecados y morir en lugar de nosotros en la Cruz del Calvario. Por eso cuando Juan el Bautista vio a Jesús en el capítulo 1 de San Juan, verso 29 en adelante, dijo:

He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.”

¿Cómo era el pecado perdonado en el Antiguo Testamento? Por medio de un sacrificio.

Y ahora, Juan el Bautista señalando a Cristo como el Cordero de Dios para quitar el pecado del mundo, por consiguiente estaba señalando que Cristo iba a morir como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.

Y ahora, encontramos que en el Nuevo Testamento hay un Sacrificio de Expiación por los pecados del pueblo de Dios, de la Iglesia del Señor Jesucristo, de cada miembro de la Iglesia de Jesucristo. Dice el libro del Apocalipsis en el capítulo 1, verso 5 en adelante:

...y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,

y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.”

Y ahora, podemos ver que en el Nuevo Testamento no necesitamos un sacrificio de un animalito, sino que ya tenemos el Sacrificio Perfecto por nuestros pecados. Y Cristo con Su Sangre nos lavó, nos limpió de todo pecado, y nos ha hecho para nuestro Dios, Reyes y Sacerdotes.

Ahora, miren ustedes, el pueblo que tenía el sacrificio de un animalito por sus pecados, era el pueblo del cual Dios dijo que era un pueblo de sacerdotes.

Y ahora, el que tiene el Sacrificio del Nuevo Pacto, es un pueblo de Sacerdotes, los miembros de la Iglesia del Señor Jesucristo, Sacerdotes, no según el orden levítico, no según el orden de Aarón, sino según el Orden de Melquisedec.

Y ahora, los que tienen el Sacrificio de Expiación por sus pecados son miembros de un Orden Sacerdotal Celestial, lo cual fue tipificado en el pueblo hebreo, un pueblo de sacerdotes con un orden sacerdotal terrenal y con un sacrificio por sus pecados: el sacrificio de la expiación del día diez del mes séptimo de cada año.

Y ahora, en el libro del Apocalipsis, capítulo 5, verso 9 en adelante, mostrando a los creyentes en Cristo, dice:

...y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;

y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.”

Ahí tenemos de nuevo la Palabra de Dios que nos muestra que Jesucristo nos ha limpiado con Su Sangre de todo pecado, y nos ha hecho para nuestro Dios Reyes y Sacerdotes; y por consiguiente pertenecemos al Orden de Melquisedec, que es un Orden Celestial.

Melquisedec es Rey de Salem, es Rey y Sacerdote, y Juez también; y conforme a ese Orden Celestial, Jesucristo es Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec; y es Rey también, y es Juez. Y todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo son coherederos con Cristo, y por consiguiente son Reyes, Sacerdotes y Jueces también.

La Escritura dice que juzgaremos al mundo, y aun a los Ángeles [Primera de Corintios 6:3].

Por lo tanto, pertenecemos a un Orden Celestial: el Orden Celestial que gobernará sobre este planeta Tierra en todos los campos; y eso se cumplirá en la Venida del Reino de Dios. Es el Reino de Dios el que va a ser establecido en la Tierra, para que se haga la voluntad de Dios, como en el Cielo también en la Tierra.

Por ese Reino es que Cristo pidió que oráramos diciendo: “Venga Tu Reino, hágase Tu voluntad como en el Cielo, también en la Tierra.” San Mateo, capítulo 6, verso 10.

Por lo tanto, a ese Reino es que pertenecen todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo, y por consiguiente son coherederos con Cristo, son Reyes, son Sacerdotes, y Jueces también. Pero Jesucristo es el Sumo Sacerdote, el Sacerdote mayor. Y Jesucristo es el Rey mayor, Rey de reyes y Señor de señores. Y Jesucristo es el Juez mayor, porque Dios juzgará por medio de Jesucristo a los vivos y a los muertos; porque a éste ha colocado Dios por Juez de vivos y muertos [Hechos 10:42].

Y ahora, veamos lo que nos dice Apocalipsis, capítulo 20, verso 4 en adelante:

Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.

Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección.”

Esta es la resurrección que ocurre antes de la gran tribulación.

Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.”

Y ahora, pertenecemos a un Orden Sacerdotal Celestial, el Orden Sacerdotal de Melquisedec, y de este Orden Sacerdotal Jesucristo es el Sumo Sacerdote, y Su Cuerpo de Sacerdotes son los creyentes en Él nacidos de nuevo; y reinarán con Cristo, o sea, que no solamente tendrán la parte del sacerdocio, sino que tendrán también la parte del Reino, tendrán todo lo máximo en el Reino de Cristo: la parte política, de la cual son Reyes; la parte religiosa, de la cual son Sacerdotes; la parte judicial, de la cual son Jueces.

Vean, también en Primera de Corintios, capítulo 6, verso 2, dice (al 3):

¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?

¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?”

Y ahora, aquí San Pablo muestra un Orden Judicial que va a estar en funcionamiento para ese juicio divino que va a ser efectuado por Cristo y Su Iglesia, por Cristo y cada creyente en Él nacido de nuevo. Y no solamente el mundo va a ser juzgado, sino también los Ángeles, dice San Pablo.

Y ahora, todo eso será en el Reino de Dios. En el Reino de Dios tenemos la posición más importante, luego de la posición de Jesucristo como Rey, como Sumo Sacerdote y como Juez, luego los que le siguen son los creyentes en Él.

En este planeta Tierra en los gobiernos terrenales, quizás no tengamos una posición importante, pero en el Reino de Cristo tenemos la posición más importante que una persona puede tener: la de Reyes, Sacerdotes y Jueces.

Por lo tanto, agradecemos a Cristo la bendición tan grande que nos ha traído en Su Venida y en Su muerte, muriendo por mí. ¿Y por quién más? Por cada uno de ustedes en la Cruz del Calvario. Y así abrió el día de salvación.

Vean que en Levítico, capítulo 23, verso 26 al 29, el día diez del mes séptimo de cada año era día de salvación, era el día en que Dios perdonaba el pecado del pueblo, y quedaba reconciliado con Dios para vivir un año más.

Y ahora, en el Cielo, en el Templo Celestial, se abrió el día de salvación, para salvación y Vida eterna de todo aquel que viene a los Pies de Cristo arrepentido de sus pecados, y lo recibe como su único y suficiente Salvador. La persona recibe el perdón de sus pecados, es limpio con la Sangre de Cristo de todo pecado, es bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en la persona el nuevo nacimiento; y la persona nace a una nueva vida, a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno; y así ha entrado a la Vida eterna. Y todo esto es en el día de salvación, que comenzó en el tiempo de la muerte de Cristo y continuó el Día de Pentecostés, y ha continuado hasta nuestro tiempo.

Por eso San Pablo puede decir: “Este es el día aceptable delante del Señor,” o sea, el día en que Dios acepta a cada persona que recibe a Cristo como Salvador arrepentido de sus pecados y es bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y le da la Vida eterna, produce en la persona el nuevo nacimiento; y la persona es reconciliada con Dios para vivir no un año más, sino para vivir eternamente con Cristo en Su Reino eterno.

Por lo tanto, este es el día de salvación, dice San Pablo. No es un año de trescientos sesenta y cinco días, ni es un día de veinticuatro horas, es un día dispensacional, es el día de la Dispensación de la Gracia, de la cual llevamos ya dos mil años, y todavía estamos en el día de salvación, todavía estamos en la Dispensación de la Gracia, que es el día de salvación, el día en que Dios recibe a toda persona que recibe a Cristo como su único y suficiente Salvador.

Yo escuché Su Palabra, pues Él dice: “Si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón.” Hebreos, capítulo 3, verso 7; y Hebreos, capítulo 4, verso 7.

Por lo tanto, escuché Su Voz, la predicación de Su Evangelio, las buenas nuevas de salvación, y lo recibí como Salvador. Él perdonó mis pecados, con Su Sangre me limpió de todo pecado, fui bautizado en agua en Su Nombre, Él me ibautizó con Espíritu Santo y Fuego, y produjo en mí el nuevo nacimiento, y me dio la Vida eterna.

Es Vida eterna lo que la persona recibe cuando recibe a Cristo como su único y suficiente Salvador.

Por lo tanto, Él me dio la Vida eterna gratuitamente, Él pagó el precio de la salvación. Yo no podía pagarlo, pero Él lo pagó por mí. ¿Y por quién más? Por cada uno de ustedes también.

Por lo tanto, hemos obtenido la salvación y Vida eterna, porque hemos venido a los Pies de Cristo en este tiempo aceptable delante de Dios, este tiempo de salvación delante de Dios; porque este es el día de salvación, esta es la Dispensación de la Gracia que comenzó con la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario, y se abrió en el Cielo el día de salvación, la Dispensación de la Gracia.

Si alguna persona no ha recibido a Cristo como Salvador, todavía no está aceptado delante de Dios, porque Dios acepta a la persona a través del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario. Así es como la persona obtiene la Misericordia de Dios, obtiene el perdón de sus pecados, es limpio de todo pecado con la Sangre de Cristo, es bautizada en agua en Su Nombre, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en la persona el nuevo nacimiento; y la persona queda reconciliada con Dios, para vivir eternamente con Cristo en Su Reino eterno.

Si alguno todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos y yo oraré por usted para que Cristo le reciba en Su Reino; porque este es el día de salvación, esta es la Dispensación de la Gracia de la cual ya llevamos dos mil años en los cuales millones de seres humanos han obtenido la salvación y Vida eterna, y por consiguiente han sido reconciliados con Dios para vivir eternamente.

Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo, lo puede hacer en estos momentos, y yo oraré por usted. Vamos a dar unos segundos, si hay alguna persona. Si todos son creyentes, ya bautizados también, y nacidos de nuevo, entonces estoy en medio de creyentes en Cristo, los cuales ya lo recibieron como Salvador.

Pero si hay alguno que todavía no lo ha recibido, lo puede recibir en estos momentos. Unos segundos y luego oraremos y pasaremos al pastor Amadeo para continuar.

¿Hay alguna persona? Puede venir al frente para orar por usted. Puede estar aquí, de frente hacia acá puede estar. Si hay alguna otra persona puede venir.

Recuerde que es el día de salvación, la Dispensación de la Gracia, que comenzó en los tiempos de Jesús y los Apóstoles, y ya está terminando. Pero está llamando Dios los últimos que faltan para completar la Iglesia del Señor Jesucristo.

Si todavía falta alguna persona, puede venir a los Pies de Cristo. Este es el día de salvación, esta es la Dispensación de la Gracia.

Vamos a levantar nuestras manos al Cielo a Cristo, los que han venido a los Pies de Cristo en estos momentos, levanten sus manos al Cielo a Cristo, y repitan conmigo esta oración:

Señor Jesucristo, vengo a Ti en estos momentos reconociendo que ha nacido Tu fe en mi corazón, al escuchar la predicación de Tu Evangelio, creo en Ti de todo corazón, creo en Tu Primera Venida, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por mis pecados.

Señor Jesucristo, creo que Tú eres el Hijo de Dios que has venido al mundo.

Señor Jesucristo, reconozco que soy pecador y reconozco que necesito un Salvador, y reconozco que Tú eres el único y suficiente Salvador.

Señor Jesucristo, doy testimonio público de mi fe en Ti, y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. En Tus Manos entrego mi vida, en alma, espíritu y cuerpo.

Señor Jesucristo, salva mi alma, Te lo ruego, perdona mis pecados y con Tu Sangre límpiame de todo pecado, y bautízame con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y produzcas en mí el nuevo nacimiento. Quiero nacer en Tu Reino eterno, quiero nacer en la Vida eterna, quiero vivir Contigo eternamente. En Tus Manos encomiendo mi alma. Salva mi alma, Señor Jesucristo, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso. Señor Jesucristo. Amén y amén.

Y ahora, decimos con nuestras manos levantadas al Cielo a Cristo: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.

Que Jesucristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, luego que ustedes sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y a vuestros familiares Jesucristo los traiga a Sus Pies y les dé también la salvación y Vida eterna. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Que Cristo, el Ángel del Pacto, les continúe bendiciendo, y les fortalezca para continuar hacia adelante en el Camino del Señor Jesucristo. Amén.

Muchas gracias por vuestra amable atención amables amigos y hermanos presentes, y pastor Amadeo, y muchas gracias por haberme invitado para estar con usted y la iglesia en esta actividad. Que Dios le bendiga grandemente.

Con nosotros el pastor Amadeo para continuar.

EL DÍA DE SALVACIÓN.”