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La Esposa de Dios 2005-05-01 2 San Fernando Buenos Aires AR 00:00:00 false

Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes; y también radioyentes por FM Occidente 97.3. Es una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

Para lo cual leemos en el Libro del Apocalipsis, capítulo 21, versos 1 al 7, donde nos habla aquí de una gran ciudad, una hermosa ciudad.

Vamos a leer aquí en el Libro del Apocalipsis, capítulo 21, versos 1 al 7, son palabras dadas por el Apóstol Juan, el cual estuvo viendo y oyendo todas estas cosas. Apocalipsis, capítulo 21, verso 1en adelante dice:

Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.

Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.

Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.

Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.

Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.

Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.

El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema es: “LA ESPOSA DE DIOS,” que es la Esposa del Cordero, la Iglesia del Señor Jesucristo.

En este pasaje que hemos tenido podemos ver una gran ciudad, la Nueva Jerusalén. Esa gran ciudad es la que el Profeta y patriarca Abraham buscaba, porque él siendo Profeta, había visto en sus visiones esa ciudad; y esa ciudad va a estar sobre el planeta Tierra, viene del Cielo. Los ciudadanos de esa ciudad son los redimidos cor la Sangre de Cristo. Ahí van a estar en esa ciudad, tanto los Santos del Antiguo Testamento, que creían en el Sacrificio de la Expiación por sus pecados, el cual era tipo y figura del Sacrificio de Cristo.

Y cuando Cristo murió en la Cruz del Calvario, los pecados de ellos que estaban cubiertos con la sangre de esos sacrificios que ellos efectuaban, luego fueron quitados cuando Cristo murió en la Cruz del Calvario. Y los Santos del Nuevo Testamento, que son los creyentes en Cristo, los cuales han sido limpiados de todo pecado con la Sangre de nuestro amado Señor Jesucristo.

Y ahora, encontramos que todos los creyentes en Cristo son los ciudadanos de esa Nueva Jerusalén, esa Jerusalén Celestial que vendrá a la Tierra; y será establecida en el planeta Tierra después del Reino Milenial de Cristo.

Los ciudadanos de esa ciudad son los creyentes en Cristo del Nuevo Testamento, y también los patriarcas Abraham, Isaac, Jacob y los hijos de Jacob; y todos los creyentes en aquellos sacrificios, que fueron justos, y que son los escogidos del Antiguo Testamento.

Ahora, encontramos que todo lo que hay en esa ciudad es la representación de personas que vivieron en esta Tierra y fueron creyentes en Dios y Su Programa. Por eso es que en esta ciudad, vean ustedes, en el mismo capítulo 21, verso 9 en adelante, dice:

Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero.

Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios,

teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal.

Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel.”

¿Ven? Aquí tenemos en las puertas los doce nombres de las doce tribus, por consiguiente, los doce nombres de los patriarcas que fueron los fundadores de esas tribus. Esos son los hijos de Jacob. Luego dice:

...al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas.

Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.”

Vean, y los muros tenían doce cimientos, y en esos cimientos estaban escritos los nombres de los doce Apóstoles. Por lo tanto, esos doce cimientos representan a los doce Apóstoles; o sea, que cada parte de esa Nueva Jerusalén es nada menos que una representación de los hijos e hijas de Dios que forman el pueblo de Dios.

Y ahora, en el Nuevo Testamento encontramos que así como el pueblo hebreo era la Casa de Dios, sobre la cual Dios colocó a Moisés, y Moisés fue fiel en toda la Casa de Dios; y era nada menos que la Iglesia de Dios del Antiguo Testamento el pueblo hebreo; y por consiguiente, era la Esposa de Dios, el pueblo hebreo como nación en el Antiguo Testamento.

Ahora, en el Nuevo Testamento la Esposa de Dios, la Iglesia de Dios, es la Iglesia de nuestro amado Señor Jesucristo; porque el Reino de Dios pasó de los hebreos a la Iglesia del Señor Jesucristo.

Así como la Bendición de la Primogenitura, Jacob al cruzar sus brazos y colocar su mano derecha sobre la cabeza de Efraín, y la mano izquierda sobre la cabeza de Manasés, cuando habló la bendición, habló primero sobre Efraín; y dijo que Manasés iba a ser un gran pueblo, un pueblo grande, pero Efraín sería mayor que él .Y dice que de Efraín saldrían, vendrían o saldría multitud de naciones. Eso está en el capítulo 48 del Génesis. Veamos aquí cómo lo dice Jacob siendo Profeta, dice en el capítulo 48, verso 19, dice:

“Mas su padre no quiso...”

O sea, José quería que quitara la mano derecha de la cabeza de Efraín y la pusiera sobre la cabeza de Manasés, porque Manasés era el mayor. Y la Bendición de la Primogenitura es la primera bendición que se echa, y se echa sobre el mayor, sobre el primogénito. Pero Jacob no quiso quitar la mano derecha de la cabeza de Efraín, y dice:

Mas su padre no quiso, y dijo: Lo sé, hijo mío, lo sé; también él vendrá a ser un pueblo, y será también engrandecido.”

Y Manasés representa, tipifica al pueblo hebreo, el cual vendría a hacer un gran pueblo y sería engrandecido.

Por lo tanto, el pueblo terrenal de Dios es el pueblo hebreo, el cual ha sido engrandecido y será engrandecido aún más; y será en medio del pueblo hebreo que estará el Mesías Príncipe como Rey sentado sobre el Trono de David en el Reino Milenial de Cristo; y será en la Tierra de Israel, que esta gran ciudad, la Nueva Jerusalén, será establecida. Y será Jerusalén en el Reino Milenial de Cristo, la capital no solamente de Israel, sino la capital del planeta Tierra completa. Y la tierra de Israel, todo el territorio de Israel, será el Distrito Federal.

Desde ahí Cristo gobernará sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones. Y en la eternidad, después del Reino Milenial el planeta Tierra será el centro del Universo; será el Distrito Federal o la Capital del Universo completo.

Y ahí en el planeta Tierra donde está ahora la Jerusalén terrenal, estará la Nueva Jerusalén; y por consiguiente estará la Capital, no solamente del planeta Tierra completo sino del Universo completo. Por eso es que Dios colocó al ser humano en este planeta Tierra: porque este es el planeta más importante de todos los planetas. Y el sistema solar nuestro es el sistema solar más importante.

Por lo tanto, el planeta Tierra será el centro y capital del Universo completo o Distrito Federal. Y la tierra de Israel, Jerusalén, allí la Nueva Jerusalén será la capital del Universo completo. Allí estará Cristo, allí estará Dios el Padre, y allí estarán los cuarteles generales de Dios.

Ahora, podemos ver el Programa tan grande que Dios tiene con el planeta Tierra y con los seres humanos que van a vivir en esa Nueva Jerusalén.

Que serán todos aquellos que han escuchado la predicación del Evangelio de Cristo y han creído, ha nacido la fe de Cristo en su alma, han creído de todo corazón en Cristo y lo han recibido como su único y suficiente Salvador.

Toda persona que quiere vivir en esa gran Ciudad primero habrá escuchado la predicación del Evangelio de Cristo, habrá creído en Cristo, habrá creído en la muerte de Cristo como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados y lo habrá recibido como su único y suficiente Salvador.

Esa es la forma para los que van a vivir en esa Nueva Jerusalén, la Ciudad del Dios Vivo, la Jerusalén Celestial que va a ser establecida en este planeta Tierra.

Ahora, vean el Programa divino para entrar a la Vida eterna y poder vivir en esa ciudad eterna es sencillo: es creyendo en Cristo como nuestro único y suficiente Salvador; porque todos necesitamos un Sacrificio por nuestros pecados para poder llegar a Dios, y ser reconciliados con Dios.

Por eso en medio del pueblo hebreo en el Antiguo Testamento efectuaban los sacrificios por el pecado y el sacrificio de la expiación por el pecado, el día diez del mes séptimo se efectuaba; y toda persona que creía y confesaba a Dios sus pecados, y pedía perdón a Dios por sus pecados, quedaba perdonado y quedaba cubierto con la sangre de ese sacrificio, y quedaba reconciliado con Dios.

Y por consiguiente obtenía la bendición, privilegio y derecho, a vivir un año más; quedaba reconciliado por un año más, para vivir un año más, tener un año más de vida. Pero los que no se arrepentían de sus pecados y no pedían perdón a Dios por sus pecados, no quedaban perdonados y no quedaban reconciliados con Dios, y perdían el derecho y oportunidad y privilegio de vivir un año más, Dios los cortaba del pueblo.

Y ahora, en el Nuevo Testamento, encontramos que toda persona que recibe a Cristo como su único y suficiente Salvador, obtiene el perdón de sus pecados al pedir perdón a Cristo por sus pecados, Cristo con Su Sangre lo limpia de todo pecado, es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en la persona el nuevo nacimiento.

Y la persona nace a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo; y por consiguiente la persona queda reconciliada con Dios para vivir, no un año más, sino para vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino eterno, para vivir con Cristo en esa gran Ciudad: la Nueva Jerusalén, que es la Esposa de Dios, la gran Ciudad, la Jerusalén Celestial, que será establecida en este planeta Tierra.

Y esa gran Ciudad está representada en todos los creyentes en Cristo, porque los creyentes en Cristo son los miembros de esa gran Ciudad Celestial.

Por eso es que San Pablo dice que nuestra ciudadanía está en el Cielo. Y si está en el Cielo, pues pertenecemos a una Ciudad Celestial, ¿a cuál? A la Nueva Jerusalén.

Así como al ser ciudadanos terrenales, al nacer en esta Tierra obtuvimos una ciudadanía terrenal, y por consiguiente pertenecemos a una ciudad terrenal según la carne, al nacer en esta vida terrenal. Y por consiguiente tenemos un nombre registrado en esa ciudad, y tenemos un acta de nacimiento; y al nacer de nuevo, ahora tenemos una ciudadanía doble; aunque somos ciudadanos terrenales tenemos la ciudadanía celestial también. Y nuestro nombre está escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, y ahora pertenecemos a esa Ciudad Celestial, la Nueva Jerusalén, que es la Esposa de Dios, la Esposa del Cordero. Y sus miembros, los miembros de esa Ciudad, son los redimidos con la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.

Cuando en un país las cosas no van bien y no hay trabajo, tampoco hay comida; porque sin dinero, no se puede obtener comida, y las personas sufren mucho. Pero si saben de un país donde las cosas estén buenas y hay oportunidad de llegar a ese país, las personas ¿qué hacen? Tratan de irse a ese otro país para buscar mejores condiciones de vida, y poder sostener a su familia, criarlos, mandarlos a la escuela y que puedan obtener una profesión en ese país.

Buscamos siempre lo mejor para nuestra familia.

Y lo mejor para nuestra familia y para nosotros mismos es: la Nueva Jerusalén. Esa es la ciudad que tiene futuro, tiene un futuro eterno para todos los que entran a esa Ciudad. ¿Y cómo se entra? Por medio del nuevo nacimiento; se entra al Reino de Dios y viene la persona a ser un ciudadano celestial. Y nuestra ciudadanía entonces, está ¿dónde? En los Cielos. La ciudadanía del nuevo nacimiento, la ciudadanía como creyentes en Cristo.

Pero todavía mantenemos la ciudadanía terrenal y un pasaporte terrenal también. Pero cuando se nos acabe esta vida terrenal, no tenemos ningún problema; porque somos ciudadanos de la Nueva Jerusalén, la Ciudad Celestial; y por consiguiente viviremos eternamente con Cristo.

Si muere nuestro cuerpo físico, pues vamos al Paraíso en alma y espíritu. El espíritu es un cuerpo angelical de otra dimensión, en ese cuerpo angelical vamos a vivir al Paraíso por una temporada en lo que Cristo completa Su Iglesia. Y luego Cristo resucitará a los muertos creyentes en Él en cuerpos eternos y glorificados, igual al cuerpo glorificado que Él tiene; y a nosotros los que vivimos nos transformará, y entonces todos seremos eternos físicamente, y todos tendremos Vida eterna y un cuerpo joven para toda la eternidad, joven , inmortal, incorruptible y glorificado, igual al cuerpo glorificado de nuestro amado Señor Jesucristo.

Y así es como somos identificados como miembros de la Esposa de Dios, miembros de la Nueva Jerusalén, miembros de la Jerusalén Celestial, miembros de la Iglesia del Señor Jesucristo.

El salmista David siempre estaba interesado en las cosas de Dios, era un hombre conforme al corazón de Dios. Y vean lo que él dijo allá en el Salmo 27, verso 4:

Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré;

Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida.”

Y todos los escogidos de Dios desean estar en la Casa de Dios, la Nueva Jerusalén, la Jerusalén Celestial, todos los días de su vida, o sea, eternamente.

Por lo tanto, todos queremos vivir eternamente en la Casa de Dios.

Vean también, lo que el salmista dijo en el Salmo 65, verso 4, dice:

Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti,

Para que habite en tus atrios.”

En el tiempo del salmista David se estaba viviendo en el tiempo de los Atrios de la Casa de Dios.

Luego en el tiempo de los Apóstoles, de ahí en adelante se ha estado viviendo en el Lugar Santo de la Casa de Dios, de la Iglesia del Señor Jesucristo, que es el Templo Espiritual de Cristo.

Y en este tiempo estamos viviendo en el tiempo del Lugar Santísimo de la Casa de Dios, y por consiguiente en la Iglesia del Señor Jesucristo está reflejada la Nueva Jerusalén.

Por lo tanto, todo lo que está en la Nueva Jerusalén en el Cielo es manifestado en la Iglesia del Señor Jesucristo.

Vean, los muros representan a los Apóstoles, y ahí están los nombres de los Apóstoles; y así por el estilo encontramos que en la Nueva Jerusalén todo lo que está allí, representa personas creyentes en Cristo.

Y ahora, encontramos que en nuestro tiempo, es bienaventurado aquel al cual Dios atraiga, atrajere a Sí mismo para que habite en este tiempo en el Lugar Santísimo de Su Templo Espiritual.

Y ahora, todo lo que está en el Cielo es reflejado en la Iglesia del Señor Jesucristo, así como todo lo que está en el Cielo, en el tiempo de Moisés fue reflejado en el tabernáculo que construyó Moisés; y en el tiempo del rey Salomón fue reflejado en el templo que construyó el Rey Salomón.

Y ahora, el deseo de todo ser humano es morar en la Casa de Dios, en la Nueva Jerusalén, para lo cual toda persona escucha la predicación del Evangelio de Cristo y nace la fe de Cristo en su alma y con el corazón, vean, la fe viene por el oír, oír la Palabra, el Evangelio de Cristo, y con el corazón se cree para justicia.

La persona cree, porque nace la fe de Cristo en su alma, y dice: “Yo creo en Cristo, yo creo que la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario es el Sacrificio de la Expiación por mis pecados.” Eso lo escucha siendo predicado y acá lo cree de todo corazón. Porque nace la fe de Cristo en su alma. El Espíritu Santo se encarga de crear ahí la fe de Cristo. Y luego la persona da testimonio público de su fe en Cristo, porque con la boca de confiesa para salvación. Cristo dijo:

A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.

Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.” (San Mateo, capítulo 10, versos 32 al 33).

Y ahora, todos queremos vivir en la Nueva Jerusalén la Ciudad de nuestro Dios, que es la Esposa de Dios, que es la Esposa del Cordero.

Y ahora, para eso recibimos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador.

Vean, en Hebreos, capítulo 3 nos dice el Apóstol Pablo de la siguiente manera, y vamos a leerlo, dice capítulo 3, versos 5 al 6, dice:

Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir;

pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros.”

¿Cuál es la Casa de Dios? Nosotros, los creyentes en Cristo, la Iglesia del Señor Jesucristo.

...si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.”

Y ahora, pertenecemos a una Familia, a una Casa.

Recuerden, la Casa de Dios es la Familia de Dios. Y por consiguiente esa Familia de Dios pertenece a la Ciudad de nuestro Dios, la Nueva Jerusalén; y por consiguiente cada creyente en Cristo vivirá eternamente en esta Ciudad, la Nueva Jerusalén; vivirá ahí eternamente con Jesucristo.

Ahí estará el Trono de Dios y el Trono de Cristo; o sea, el Trono de Dios Celestial y el Trono de Cristo, que es el Trono de David. Y ahí estarán fusionados ambos Tronos y estará funcionando el Reino de Dios Celestial con el Reino de Dios terrenal.

El Reino de Dios terrenal es también el Reino de David; y el Trono de Dios terrenal es el Trono de David. Ambos Tronos estarán fusionados y ambos Reinos estarán fusionados; y Dios el Padre, y Cristo el Cordero, estarán ahí fusionados y estarán ahí trayendo las bendiciones para esa Ciudad.

Esa Ciudad tendrá luz propia. La misma nube de luz que alumbraba al pueblo hebreo durante la noche, mientras ellos iban viajando por el desierto, es la misma luz, la misma nube de luz que estará alumbrando en esa ciudad. Por eso es que dice la Escritura que las puertas no serán cerradas de día porque... vamos a ver cómo lo dice aquí, capítulo 21, verso 22 al 27 dice, del Apocalipsis:

Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero.

La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.

Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.

Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.”

¿Ve? No puede decir: “Nunca serán cerradas de noche.” ¿Por qué? Porque es que no va a ver noche allí, no serán cerradas de día, ¿por qué? Porque allí no habrá noche.

Por lo tanto, la Columna de Fuego, esa nube de Luz que acompañó al pueblo hebreo por el desierto, esa misma nube de Luz que le apareció a Saulo de Tarso en el camino, esa misma nube de Luz que apareció en el Monte de la Transfiguración, cuando Cristo fue transfigurado delante de Sus discípulos; esa misma nube de Luz estará en la Nueva Jerusalén alumbrando todo el tiempo.

Por lo tanto, tendrá Luz propia; y tendrá agua propia también; o sea, no tendremos que pagar recibos de agua, ni recibos de luz eléctrica. Por lo tanto, allí no habrán los problemas que hay en esta Tierra.

Vean aquí porqué no habrá necesidad de sistemas como en la actualidad de acueductos de agua. Dice en el capítulo 22, dice, del Apocalipsis verso 1 en adelante, dice:

Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.

En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.

Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán.”

¿Ven? El Trono de Dios, que es el Trono Celestial, y del Cordero, o sea, el Trono de David estarán allí.

...y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.”

O sea, Su Nombre estará en la mente, o sea, conocerán el Nombre eterno de Dios.

Ahora, vean en el capítulo aquí 21, verso 27, dice:

No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.”

¿Quiénes van a estar allí? Yo voy a estar allí. ¿Quién más? Cada uno de ustedes también. ¿Por qué? Porque nuestro nombre está escrito en el Cielo en el Libro de la Vida del Cordero, desde antes de la fundación del mundo.

Por lo tanto, nuestro futuro eterno está asegurado con Cristo en esa Ciudad, la Nueva Jerusalén, la Casa de Dios, la Ciudad de nuestro Dios. Y por consiguiente esa gran Ciudad es llamada la Esposa del Cordero, y es por consiguiente la Esposa de Dios.

¿Y quiénes pertenecen a esa gran Ciudad? Yo pertenezco a esa gran Ciudad, y ustedes también.¿ Por qué? Porque hemos creído en Cristo de todo corazón y lo hemos recibido y hemos sido bautizados en agua en Su Nombre, arrepentidos de nuestros pecados y Él nos ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, y ha producido en nosotros el nuevo nacimiento; y el nuevo nacimiento es del Cielo, el nuevo nacimiento es de esta Ciudad Celestial.

Por lo tanto, estaremos viviendo con Cristo en esa gran Ciudad, la Nueva Jerusalén; viviremos por toda la eternidad.

Si hay alguna persona que todavía no ha dado testimonio público de su fe en Cristo, y al escuchar la Palabra de Cristo en esta noche, la predicación del Evangelio de Cristo, ha nacido la fe de Cristo en su alma. Cristo por medio de Su Espíritu ha colocado Su fe en el corazón suyo; porque el nombre suyo está escrito en el Cielo, y por consiguiente usted no sabía que era uno de los que vivirá en esa Ciudad eterna; pero ahora está viendo que usted es una persona que está escrito en el Libro de la Vida de Dios, el Libro de la Vida , y por consiguiente sería llamado por Cristo a través de la predicación del Evangelio de Cristo, para que así usted reciba el perdón de sus pecados y sea limpio con la Sangre de Cristo de todo pecado, y sea bautizado en agua en el Nombre de Jesucristo y Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento; y así usted nazca a una nueva vida: a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo; y así usted nazca como un ciudadano de la Nueva Jerusalén, un ciudadano Celestial.

Vean, San Pablo hablándonos en Filipenses, capítulo 3, verso 20 dice (verso 20 al 21), dice:

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”

Y ahora, San Pablo nos dice que nuestra ciudadanía está en los Cielos, ¿dónde? En esta Nueva Jerusalén, en la Ciudad de Dios, la Nueva Jerusalén. Por consiguiente, cuando esa ciudad esté aquí en la Tierra, ahí yo voy a estar también. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.

Por eso es que Cristo ha estado llamando y juntando a todos los ciudadanos de esa Ciudad, a todos los que vivirán eternamente en esa Ciudad; pues tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo, y son las ovejas que el Padre le dio para que les dé Vida eterna.

Por lo tanto, si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón. Cristo dijo: “Mis ovejas oyen mi Voz y me siguen.” Esas son las personas que vivirán eternamente en esta Nueva Jerusalén que será establecida en este planeta Tierra; y que será más grande que la Jerusalén actual. Y ahí vivirán millones de seres que habrán recibido a Cristo como su único y suficiente Salvador; y también vivirán los Santos del Antiguo Testamento.

Por lo tanto, si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón, pues Cristo te ha traído hasta aquí para que escuches Su Palabra, creas y obedezcas al Evangelio y lo recibas como tu único y suficiente Salvador.

El propósito de nuestra vida en este planeta Tierra es que nosotros obedezcamos al Evangelio de Cristo y recibamos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, para que seamos rociados con la Sangre de Cristo y seamos limpios de todo pecado.

Vean en Primera de Pedro, capítulo 1, verso 2, dice que hemos sido elegidos, ¿elegidos por quién? Por Dios. Dice:

...elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo.”

Para eso es que Dios nos ha enviado a vivir en este planeta Tierra.

Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo , y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (San Marcos, capítulo 8, verso 36).

No habrá dinero que pueda dar a Dios por la salvación de su alma; y si pierde la oportunidad aquí en la Tierra de entrar al Reino de Dios a través de Jesucristo, de nada le sirvió vivir en este planeta Tierra. Lo mismo era que usted fuera un ser humano o fuera un ave o un animal o un reptil, ¿por qué? Porque si no recibió a Cristo como Salvador usted perdió su tiempo aquí en la Tierra. Usted se ocupó de todas las cosas de la vida y se le olvidó ocuparse de la salvación de su alma, que era lo más importante. Cristo dijo: “Buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia.” (San Mateo, capítulo 6 , verso 33).

Por lo tanto, lo más importante es buscar el Reino de Dios ¿para qué? Para entrar a él. ¿Cómo se entra al Reino de Dios? Cristo dijo a Nicodemo en el capítulo 3 de San Juan, verso 1 al 6, le dijo: “El que no nazca de nuevo, no puede ver el reino de Dios.”

Y luego Nicodemo le pregunta:

Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?

Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”

Buscamos el Reino de Dios para entrar al Reino de Dios. ¿Y cómo entramos? El Reino de Dios tiene una Puerta, la Puerta es Cristo. Cristo dijo: “Yo Soy la Puerta, el que por mí entrare será salvo.” (San Juan, capítulo 10, verso 9).

Por lo tanto, entramos por la Puerta, que es Cristo, así entramos al Reino de Dios. El que no nazca del Agua y del Espíritu no puede entrar al Reino de Dios. ¿Cómo es nacer del Agua y del Espíritu? ¿Qué es nacer del Agua y del Espíritu? Es nacer de la predicación del Evangelio de Cristo y nacer del Espíritu Santo.

Por lo tanto, el que nace de la predicación del Evangelio de Cristo, recibiendo a Cristo como Salvador y siendo bautizado en agua en Su Nombre, y luego recibe el Espíritu Santo, ha nacido del Agua y del Espíritu, y por consiguiente ha entrado al Reino de Dios, y pertenece a la Nueva Jerusalén; porque el nuevo nacimiento es del Cielo, es de la Nueva Jerusalén; y por consiguiente pertenece a la Esposa de Dios, a la Esposa del Cordero, a la Iglesia del Señor Jesucristo, y por consiguiente a la Nueva Jerusalén.

Yo pertenezco a la Nueva Jerusalén, a la Esposa de Dios, a la Esposa del Cordero. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.

Si hay alguna persona que todavía no ha dado testimonio público de su fe en Cristo y ha nacido la fe de Cristo en su alma, puede hacerlo en esta ocasión y yo oraré por usted para que Cristo le reciba en Su Reino, le perdone, con Su Sangre le limpie de todo pecado, y sea bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento, y así usted nazca a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador; así usted nazca del Cielo, nazca de la Nueva Jerusalén, nazca del Agua y del Espíritu, y así usted asegure su futuro eterno con Jesucristo en Su Reino eterno.

¿Que otra persona le puede asegurar a usted el futuro eterno? No lo hay. Solamente hay UNO y Su Nombre es SEÑOR JESUCRISTO.

Por lo tanto, así como aseguramos los automóviles y aseguramos las casas, y aseguramos un sinnúmero de cosas en nuestra vida terrenal; aseguremos lo más importante, aseguremos nuestra alma con Cristo en Su Reino eterno, para que vivamos eternamente con Cristo y disfrutemos todas esas bendiciones de la Nueva Jerusalén.

Si hay alguna persona que todavía no ha dado testimonio público de su fe en Cristo y ya nació la fe de Cristo en su alma al escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, puede dar testimonio público de su fe en Cristo y yo oraré por usted en esta noche. Puede venir a los Pies de Cristo, puede venir al frente para yo orar por usted y Cristo tendrá Misericordia de usted y le recibirá en Su Reino.

Pueden venir para que queden incluidos en esta oración que haré por todas las personas que vengan para dar testimonio público de su fe en Cristo.

Los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo, pues Cristo tiene lugar en Su Reino para los niños también. Él dijo: “Dejad a los niños venir a mí y no se lo impidáis, porque de los tales es el Reino de los Cielos.”

Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo los que se encuentran aquí, en Buenos Aires, República de Argentina, y también los que se encuentran en otras naciones, allá en el Brasil, allá también en Chile, en Bolivia, en Paraguay, en el Perú, en el Ecuador, en Colombia, en Puerto Rico, en República Dominicana, en la República Mexicana, en el Salvador, en Guatemala, en Nicaragua, en Honduras, en Costa Rica, en Panamá, en Norteamérica, en Europa, en el África, en el Japón y demás naciones pueden también venir a los Pies de Cristo, todos los que están a través de internet o del satélite conectados con esta transmisión, para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo por todos los que están recibiendo a Cristo aquí como su único y suficiente Salvador.

Por lo tanto, en las demás naciones que están en estos momentos escuchando la predicación del Evangelio de Cristo, pueden también venir a los Pies de Cristo dando testimonio público de su fe en Cristo.

Vamos a dar unos segundos en lo que llegan las personas que faltan por venir.

Vamos a estar puestos en pie.

Algunas veces hay personas que son tímidas y les da vergüenza pasar al frente; pero para recibir a Cristo y obtener la Vida eterna, no puede ser posible que nos dé vergüenza. Cristo dijo:

Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles.”

Por lo tanto, no nos podemos avergonzar de Cristo. Es para recibir la Vida eterna que recibimos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador.

¿Qué otra persona le puede dar a usted la Vida eterna? No lo hay. Solamente hay UNO, y su nombre es SEÑOR JESUCRISTO.

Y el que quiere vivir eternamente, pues tiene que asegurar su futuro eterno con Jesucristo en Su Reino eterno.

Vamos a dar unos segundos en lo que llegan las personas que faltan por venir, y también en las demás naciones pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo en estos momentos para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo por las personas que están recibiendo a Cristo, aquí en Buenos Aires, República de Argentina.

Unos segundos y ya oraremos por las personas que están viniendo a los Pies de Cristo.

Recuerden que recibir a Cristo es un asunto de Vida eterna. Nadie le puede asegurar a usted la Vida eterna, excepto nuestro amado Señor Jesucristo. Él dijo:

El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.”

Recibimos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, porque Él al morir en la Cruz del Calvario es el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, para así obtener el perdón de nuestros pecados, ser limpios de todo pecado con Su Sangre, y ser bautizados en agua en Su Nombre y recibir Su Espíritu Santo, y obtener el nuevo nacimiento; y así nacer a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador.

Vamos ya a orar por las personas que han venido, pero todavía vienen más personas de camino que desean vivir eternamente con Cristo en Su Reino y vamos a esperar unos segundos en lo que llegan todos los que vienen de camino y quieren vivir eternamente con Cristo en Su Reino eterno.

Dios tiene mucho pueblo aquí en Buenos Aires, República de Argentina, y los está llamando por medio de Su Palabra, por medio de Su Evangelio. El nombre de ustedes está escrito en el Cielo en el Libro de la Vida, y por esa causa es que los está llamando, y por esa causa es que ustedes están aquí escuchando la predicación del Evangelio de Cristo; fue el Espíritu de Dios el que los trajo hasta aquí, para que escucharan la predicación del Evangelio de Cristo y naciera la fe de Cristo en su alma y dieran testimonio público de su fe en Cristo, recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador.

O sea, que usted no esta aquí por mera casualidad; como tampoco está en este planeta Tierra viviendo por mera casualidad. Usted está aquí en la Tierra para recibir a Cristo como Su Salvador, y usted está en esta actividad para recibir a Cristo como Su Salvador, si todavía no lo había recibido. Ese es el programa de Dios para con usted.

Por lo tanto, estamos aquí presentes para dar testimonio público de nuestra fe en Cristo. Y los que ya hemos recibido a Cristo, continuamos dando testimonio público de nuestra fe en Cristo. Él es nuestro único y suficiente Salvador; y por consiguiente vamos a estar con Él en Su Reino eterno, en la Ciudad eterna: la Nueva Jerusalén.

Vamos ya a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión.

Si todavía falta alguno puede venir. Y si falta alguno allá en las demás naciones donde están escuchando la predicación del Evangelio de Cristo y están viendo esta actividad, pueden venir también para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo dentro de algunos segundos para las personas que han estado viniendo a los Pies de Cristo en esta ocasión.

Vamos todos a estar preparados para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión. Si falta alguno puede venir. Si oyes hoy la Voz de Cristo, no endurezcas tu corazón. Él te está llamando para darte la salvación y Vida eterna.

Con nuestras manos levantadas a Cristo al Cielo, nuestros ojos cerrados lo que están aquí presentes y los que están a través de internet o del satélite en las demás naciones, vamos a levantar nuestras manos al Cielo, nuestros ojos cerrados, y repitan conmigo esta oración los que han venido a Cristo en esta noche danto testimonio público de su fe en Cristo.

Repitan conmigo esta oración:

Señor Jesucristo, vengo a Ti dando testimonio público de mi fe en Ti; ha nacido Tu fe en mi corazón, al escuchar la predicación de Tu Evangelio.

Señor Jesucristo, creo en Tu Primera Venida, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrifico de la Expiación por mis pecados.

Señor Jesucristo, reconozco que soy pecador y reconozco que Tú eres el único Salvador. Por lo tanto, doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador.

Señor Jesucristo, te ruego perdones mis pecados y Te ruego me limpies de todo pecado, con Tu Sangre preciosa y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre. Te ruego produzcas en mí el nuevo nacimiento. Quiero nacer en Tu Reino eterno, quiero nacer a la Vida eterna, quiero vivir eternamente Contigo en Tu Reino eterno. Quiero vivir en esa Ciudad, la Nueva Jerusalén, por toda la eternidad.

Señor Jesucristo, en Tus Manos encomiendo mi alma. Salva mi alma, Señor Jesucristo, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.

Y con nuestras manos levantadas a Cristo al Cielo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.

Por cuanto ustedes escucharon la predicación del Evangelio de Cristo, y nació la fe de Cristo en vuestra alma, Cristo les ha recibido en Su Reino. Ustedes han recibido a Cristo y Cristo les ha recibido a ustedes en Su Reino. Él dijo:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Ustedes escucharon la predicación del Evangelio de Cristo y han creído en Cristo y lo han recibido como vuestro único y suficiente Salvador. Ustedes me dirán: “Todavía me falta una cosa: ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.” Pues Él dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” Y ustedes me dirán: “Quiero ser bautizado en agua lo más pronto posible. ¿Cuándo me pueden bautizar?” Yo les dijo: Por cuanto ustedes han creído de todo corazón en Cristo bien pueden ser bautizados en agua en estos mismos momentos.

Por lo tanto, pregunto aquí al ministro si hay agua: Hay agua, hay bautisterio. ¿Hay ropas bautismales también? Hay ropas bautismales también. ¿Hay lugar donde cambiarse de ropas, vestidores? Hay también lugar donde cambiarse de ropas, hay vestidores, y ropas bautismales. ¿Y hay personas que les ayudarán también? Hay personas que les ayudan también y cuidarán de sus ropas también. Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Hay también ministros que les bautizarán. Por lo tanto, bien pueden.

Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y a vuestros familiares Cristo los traiga a Sus Pies y les dé la salvación y Vida eterna, para que estén con ustedes eternamente viviendo en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador.

El bautismo en agua es tipológico. La persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, está siendo sepultado el viejo hombre; y luego cuando el ministro lo levanta de las aguas bautismales, está representando que la persona ha resucitado a una nueva vida, a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador. Así como Cristo murió, fue sepultado y resucitó a la Vida eterna.

Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y regresarán a sus hogares gozosos y agradecidos a Cristo por la salvación de vuestra alma.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, amables amigos y hermanos aquí presentes, y también los que están a través de la radio y también los que están a través de internet o del satélite en otras naciones.

Ha sido para mí un privilegio estar con todos ustedes, dándoles testimonio de nuestro tema: “LA ESPOSA DE DIOS,” o sea, la Esposa de Cristo, la Esposa del Cordero.

Permanezcan en sintonía los que están a través de la radio, los que están a través de internet en las demás naciones.

Dejo al Reverendo aquí, Reverendo Carlos Cabezas para que les indique hacia dónde caminar para cambiarse de ropas, colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Y también para que les dé el teléfono y dirección a los que están a través de la radio, para que pueden venir hasta aquí algún otro día, para que sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo todos los que han escuchado por la radio y han creído de todo corazón. Y también los que están en otras naciones pueden ser bautizados en agua en estos mismos momentos, allá donde ustedes se encuentran en la Iglesias o auditorios o lugares donde se encuentran, pues allí hay bautisterios, hay ministros y también ropas bautismales para que sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Y ahora, dejo a los ministros que están en las demás naciones para que continúen y les indiquen a las personas hacia dónde caminar para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Y a los que están aquí presentes, y para los que están aquí presentes, dejo al Reverendo Carlos Cabezas para que les indique hacia dónde caminar para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Muchas gracias por vuestra amable atención, y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.

LA ESPOSA DE DIOS.”