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El que venció al sepulcro 2005-03-27 1 Cayey PR 00:00:00 false

Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes, y también a todos los que están a través de internet o del satélite en los diferentes países, allá en Brasil y demás naciones que están a través de internet en la América Latina, el Caribe, Norteamérica, Europa, África, el Japón también, y demás naciones que están conectadas con esta transmisión.

Y para ti Erica también, que Dios te bendiga, y a América también, y a Yahannah Gabriela también, y a todos los hermanos y amigos que están a través de internet, del satélite o algún otro medio de comunicación, y a cada uno de ustedes que están aquí presentes.

Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Para esta ocasión leemos en el libro del Apocalipsis, en el capítulo 1, versos 10 al 20, donde dice de la siguiente manera... vamos a ver, verso 9 para que tengamos ahí la introducción que habla San Juan. Capítulo 1, verso 9 al 20 del Apocalipsis, dice de la siguiente manera:

Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.

Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,

que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.

Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro,

y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro.

Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego;

y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas.

Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.

Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último;

y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.

Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas.

El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Tomamos el verso 17 y 18, para de ahí sacar nuestro tema, dice:

Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último;

y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.”

Nuestro tema es: “EL QUE VENCIÓ EL SEPULCRO.” El que venció al sepulcro es éste que dice: “He aquí que vivo, y estuve muerto; y he aquí que vivo por los siglos de los siglos. Amén.” Ese tiene un Nombre y Su Nombre es SEÑOR JESUCRISTO.

A través de los cuatro Evangelios, encontramos la historia de la trayectoria de la vida de Jesucristo por este planeta Tierra en carne humana; y la vida de Jesucristo en este planeta Tierra fue el cumplimiento de las promesas mesiánicas dadas por el Espíritu Santo a través de los Profetas del Antiguo Testamento.

A través de los Profetas del Antiguo Testamento el Espíritu Santo habló acerca de los sufrimientos del Mesías y luego de las glorias que vendrían tras esos sufrimientos.

En Primera de Pedro, capítulo 1, verso 10 en adelante, dice San Pedro:

Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación,

escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos.

A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles.”

En este pasaje bíblico que hemos leído, dice San Pedro:

Que los Profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación,

escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo el cual estaba en ellos (El Espíritu de Cristo, el cual estaba en los Profetas del Antiguo Testamento), y el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras esos sufrimientos.”

Por lo tanto, ya el Espíritu Santo, el Espíritu de Cristo que estaba en los Profetas del Antiguo Testamento estaba anunciando la Primera Venida de Cristo y estaba anunciando los sufrimientos por los cuales pasaría el Mesías en Su Primera Venida.

¿Y por qué tenía que Cristo en Su Primera Venida sufrir aquí en la Tierra? El Apóstol Pedro cuando oyó a Jesús hablando acerca de que subían a Jerusalén, y el Hijo del Hombre, Jesucristo sería tomado preso, sería juzgado y condenado y crucificado, Pedro le dice: “Tal cosa no te vaya a acontecer a ti, si sabes que te van a hacer eso en Jerusalén, pues no vayamos para Jerusalén.”

Humanamente así pensamos; porque si usted sabe que en una ciudad o en algún lugar usted va a tener problemas, pues no va a ir a ese lugar porque usted no quiere problemas. Pero este era un problema necesario, era el problema nuestro que Él iba a encarar, Él tenía que encarar el problema nuestro yendo a Jerusalén, para resolver nuestro problema.

En el Distrito Federal es que se resuelven los problemas grandes; y este problema mayor tenía que ser resuelto en la capital de Israel: en Jerusalén.

Y por esa causa es que cuando el tabernáculo fue llevado a Jerusalén y después Salomón más adelante construyó el templo en Jerusalén, vean, allí era donde se resolvían los problemas del pueblo, los problemas que el pueblo tenía ante Dios, y por esa causa en el templo, como en el tabernáculo, se sacrificaba el macho cabrío de la expiación el día diez del mes séptimo de cada año; ese era el sacrificio de la expiación por los pecados del pueblo para el pueblo obtener el perdón de sus pecados y ser reconciliados con Dios y poder vivir un año más.

Y el que no se arrepentía de sus pecados y pedía perdón a Dios por sus pecados, ese día sería el día en que la persona sería condenada por sus pecados por no haberse arrepentido de sus pecados.

Pero los que se arrepentían de sus pecados pidiendo perdón a Dios por sus pecados y creían en el sustituto del macho cabrío de la expiación muriendo en lugar del pecador, esas personas quedaban perdonadas cuando se efectuaba ese sacrificio y se llevaba la sangre de ese sacrificio al lugar santísimo y el sumo sacerdote esparcía con su dedo siete veces sobre el propiciatorio.

Y luego cuando él terminaba sus labores de ese día, el pueblo que se había arrepentido estaba perdonado y estaba reconciliado con Dios, y podía decir: “Yo viviré un año más, estoy reconciliado con Dios por un año más para servir a Dios y Dios me bendecirá en todas las labores que llevaré a cabo en mi hacienda, en mi propiedad.”

Pero el que no pedía perdón a Dios por sus pecados arrepentido de sus pecados en ese día, esa persona no podía hablar de esa misma forma que hablaba el otro, esa persona tenía que decir que ya su tiempo de vivir en la Tierra había llegado a su final. Pero algunos rebeldes podían decir: “La Biblia dice así, pero voy a seguir viviendo.” Pero no iba a seguir viviendo un año más, iba a morir, Dios lo cortaba del pueblo. Eso está en Levítico, capítulo 23, versos 26 en adelante. Dice:

También habló Jehová a Moisés, diciendo:

A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.

Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.

Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.”

Por lo tanto, la persona que no se arrepentía, no se afligía en su alma por haber pecado contra Dios, no quedaba perdonada y por consiguiente Dios la cortaba del pueblo, esa persona moría; y por consiguiente había perdido el derecho a continuar viviendo un año más, y al otro año hacía lo mismo y continuaba viviendo un año más, sirviendo a Dios todos los días de su vida, hasta que le llegara el tiempo conforme a la voluntad de Dios de partir de este planeta Tierra.

Todo eso es tipo y figura de un tiempo que vendría en el cual se efectuaría un Sacrificio perfecto por los pecados del pueblo, con el cual el pueblo obtendría el perdón de sus pecados y sería limpio de todo pecado con la Sangre de ese Sacrificio perfecto, y sería reconciliado con Dios para vivir eternamente en el Reino de Dios.

Ese Sacrificio perfecto de la Expiación lo realizaría el Mesías Príncipe en Su Venida; y ya no tendrían más sacrificios de animalitos por los pecados, porque tendrían el Sacrificio perfecto realizado por el Mesías en Su Venida, y con ese Sacrificio sería quitado el pecado de las personas.

En la profecía de Daniel dada por el Arcángel Gabriel al Profeta Daniel, en el capítulo 9, dice versos 21 en adelante:

Aún estaba hablando en oración (o sea, Daniel dice)...

Aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde.

Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo: Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento.”

Recuerden que este Arcángel tiene acceso al Libro de la Verdad, al Libro donde está escrito todo lo que sucedería en el planeta Tierra, o sea, que ahí está profetizada la historia de la raza humana.

Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. Entiende, pues, la orden, y entiende la visión.

Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.”

Vean, estas setenta semanas están determinadas para el pueblo hebreo, para terminar la prevaricación, poner fin al pecado y expiar la iniquidad. Solamente con un sacrificio de expiación es que puede ser quitado el pecado, y puede ser expiada la iniquidad. Y solamente con el Sacrificio Expiatorio del Mesías en Su Venida sería posible el cumplimiento de esta profecía.

Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas (o sea, que habrá sesenta y nueve semanas).

Y ahora, el Mesías Príncipe tendría Su ministerio Mesiánico luego de las sesenta y nueve semanas. Dice:

...se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.

Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías.”

Aquí está la profecía de que el Mesías en Su Primera Venida tenía que morir, ¿por qué tenía que morir el Mesías? Para quitar, para poner fin al pecado y expiar la iniquidad; tenía que morir como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados; para poner fin al pecado y expiar la iniquidad.

El Mesías Príncipe salvaría a Su pueblo de sus pecados; y para salvar a Su pueblo de sus pecados tenía que el Mesías Príncipe morir como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados:

Y después de las sesenta y dos semanas...”

O sea, ya transcurren primero siete semanas y después sesenta y dos semanas, después de esas sesenta y dos semanas, entonces, dice:

Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones.”

Y luego del ministerio profético del Mesías en la semana numero setenta, la vida le sería quitada al Mesías, pero no por Sí, o sea, que moriría no suicidándose sino que lo condenarían a muerte y lo crucificarían, y después de eso, más adelante:

...el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones.”

Y luego de la muerte del Mesías Príncipe, en la semana número setenta, luego más adelante, el pueblo de un príncipe que vendría, y el pueblo de ese príncipe sería el pueblo romano con los ejércitos romanos; y el príncipe aquí, que por el momento aparece aquí es el general romano Tito, el cual también luego viene a ser tipo y figura del anticristo.

Y ahora, este general romano Tito cercó la ciudad de Jerusalén, ¿por cuántos años? ¿Por cuántos años cercó la ciudad de Jerusalén? Por dos años, en el año sesenta y ocho de la era cristiana llegó el general romano Tito con sus ejércitos y cercó la ciudad de Jerusalén, y permitía que salieran de Jerusalén todos los que quisieran salir.

Cristo había dicho a Sus discípulos que cuando vieran a Jerusalén cercado de ejércitos, el que estuviera fuera de la ciudad no regresara a la ciudad; y el que estuviera dentro de la ciudad saliera de la ciudad de Jerusalén, porque había llegado el tiempo para la destrucción de Jerusalén. O sea, que la señal de la destrucción de Jerusalén era un general del imperio romano con su ejercito cercando a Jerusalén. Esa era la señal de que la destrucción de Jerusalén había llegado, había llegado el tiempo para ser destruida Jerusalén.

Cristo había hablado acerca de la destrucción de Jerusalén, en San Lucas, capítulo 19, versos 41 al 44, y da la razón por la cual sería destruida Jerusalén. En su entrada triunfal a Jerusalén Cristo cuando está llegando a Jerusalén, ve a Jerusalén, dice:

Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella,

diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos.”

Y aquí lo que es para la Paz de Jerusalén está en Cristo, en el Mesías, porque el Mesías es el que trae la Paz para Jerusalén y para todo ser humano que cree en Él, le da la Paz del Nuevo Pacto, la Paz de Dios, reconcilia al ser humano con Dios y por consiguiente hay Paz entre Dios y el ser humano, y entre el ser humano y Dios, entonces están en Paz, el ser humano con Dios.

Mas ahora está encubierto de tus ojos.”

Por lo tanto, aunque veían al Mesías Príncipe no entendían que era el Mesías Príncipe y que tenía que morir, aunque los que seguían a Jesús sí sabían que ése era el Mesías Príncipe, pero esperaban que Él tomara el Reino y comenzara el Reino de David, lo restaurara; pero ellos no comprendían que el Mesías Príncipe tenía que morir como el Sacrificio de la Expiación por los pecados del pueblo.

En Su Primera Venida vino como el Sacrificio por nuestros pecados, el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados para morir como el Sacrificio de la Expiación. En Su Segunda Venida es que Él viene como Rey y Juez de toda la Tierra para restaurar el Reino a Israel.

Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán,

y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.”

Cuando una persona, una ciudad o una nación rechaza la Misericordia de Dios que viene en el Mensajero que Dios envía, no le queda a esa ciudad, a esa nación o a esa persona, otra cosa que el juicio divino.

Aquí está la profecía dada por Cristo, y también en San Lucas, capítulo 13 está esta profecía, capítulo 13, versos 34 al 35 nos habla de esto mismo:

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!

He aquí, vuestra casa os es dejada desierta; y os digo que no me veréis, hasta que llegue el tiempo en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor.”

Y ahora, tenemos de nuevo la profecía de la destrucción de Jerusalén. En San Mateo, capítulo 24, verso 1 en adelante (1 al 3), dice:

Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo.

Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada.”

Está hablando de la destrucción de Jerusalén; aquí podemos ver claramente cómo nuestro amado Señor Jesucristo habla de esta destrucción de Jerusalén, y podemos ver también cómo la señal de que había llegado la destrucción de Jerusalén era la aparición de los ejércitos que rodearían a Jerusalén.

Y ahora, vean aquí en San Lucas, capítulo 21, verso 5 en adelante, dice:

Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas, dijo:

En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida.”

O sea, que Cristo sabía que vendría la destrucción para Jerusalén, y por eso Él dijo a Sus discípulos que cuando vieran a Jerusalén cercada de ejércitos, el que estuviera en Jerusalén se fuera de Jerusalén; y el que estuviera fuera de Jerusalén no regresara a Jerusalén, porque había llegado el tiempo para la destrucción de Jerusalén. Por lo tanto, Jerusalén sería destruida.

Ahora, vean aquí en San Mateo, capítulo 23, versos 37 al 39, donde nos habla de nuevo de la destrucción de Jerusalén, nos habla algo aquí muy, pero que muy, importante. Ya para esta ocasión, ya Cristo había tenido Su entrada triunfal a Jerusalén y lo habían rechazado como Rey. Capítulo 23, versos 37 al 39 dice de San Mateo:

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!

He aquí vuestra casa os es dejada desierta.

Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.”

Y ahora, esta profecía se va a cumplir en el Día Postrero, en donde Israel va a recibir al Mesías en Su Segunda Venida, porque Él vendrá como Rey de reyes y Señor de señores y Juez de toda la Tierra para establecer, restaurar el Reino de Dios en la Tierra en medio del pueblo hebreo, restaurar el Reino de David, que es el Reino de Dios en la Tierra; y restaurar el Trono de David, que es el Trono de Dios en la Tierra.

Y ahora, tenemos aquí la profecía para el Día Postrero en el cual nosotros estamos viviendo, por lo tanto, esta profecía va a ser cumplida en este tiempo final.

Ahora, hemos visto que el mismo Cristo había hablado, había profetizado acerca de la destrucción de Jerusalén, el mismo Espíritu que estaba en Cristo había ya profetizado también acerca de esta destrucción de Jerusalén, a través del Profeta Daniel, cuando les habla acerca de la Venida del Mesías y de la muerte del Mesías, y luego les habla de la destrucción de Jerusalén.

Y ahora, encontramos que el único que cumple con todos los requisitos bíblicos, todos los requisitos proféticos para ser el Mesías prometido que aparecería en medio del pueblo hebreo y moriría en la semana número setenta, es uno solo, es una sola persona, pues no pueden haber dos personas que cumplan el requisito para ser el Mesías prometido que vendría y moriría en la semana número setenta.

Vean, y después de la semana número setenta y la muerte del Mesías, sería la destrucción de Jerusalén; por lo tanto, los que no creyeron que el Mesías estaba en la Tierra en aquellos días, estaban fuera de lugar proféticamente, estaban viviendo en un tiempo pasado sin despertar a la realidad que estaban viviendo en el tiempo mesiánico, la época mesiánica.

Ahora, los líderes religiosos del pueblo hebreo tenían que estar ciegos para que la profecía de la muerte del Mesías se cumpliera, porque si ellos no estaban ciegos a la Venida del Mesías, para ver y creer el Mesías, entonces no lo crucificarían, no lo matarían.

Y para aun estar más ciegos los líderes religiosos, estaban frente al concilio del sanedrín: el sumo sacerdote Caifás y su suegro Anás, los cuales, aunque Anás era ya un sumo sacerdote que había terminado su labor, pero era el suegro del sumo sacerdote y por lo tanto él tenía una parte importante en medio del pueblo hebreo y en los asuntos religiosos también.

Los fariseos, dice la Biblia que no creían en la resurrección y no creían en ángel. Miren la clase de personas que estaban frente a la religión hebrea. Y todo esto para que se cumpliera la profecía de que el Mesías tenía que morir en la semana número setenta, o sea, después de las sesenta y nueve semanas.

Cuando se tiene que cumplir la Escritura, aparecen los personajes que tienen que tienen que estar presentes para el cumplimiento de esas Escrituras.

Y ahora, allí estaban los personajes correspondientes, el Mesías y también el concilio del sanedrín encabezado por el sumo sacerdote, el concilio de la religión hebrea, el concilio de la denominación religiosa del pueblo hebreo.

Para ellos Jesús no les cayó bien, no les agradó cómo era Jesús, pero sabían que nadie podía hacer aquellas señales y maravillas que Jesús hacía si Dios no estaba con Él; por lo tanto, reconocían que esas maravillas que Jesús hacía eran de Dios, aunque públicamente con el pueblo decían que era por el dedo de Beelzebú, pero después ellos entre ellos sabían que esas eran las Obras de Dios, porque Dios, dice: “Abre los ojos a los ciegos.” Eso está en los Salmos [Salmo 146:8]. Y luego aparece un hombre abriéndole los ojos a los ciegos, y por consiguiente Dios estaba en ese hombre haciendo esas maravillas.

Por eso Nicodemo le dijo: “Sabemos que has venido de Dios como Maestro, porque nadie puede hacer estas cosas que tu haces si Dios no está con Él.” [San Juan 3:2] Por lo tanto, en medio de los miembros del concilio del sanedrín hubo un grupo que creían que Jesús había sido enviado por Dios: Nicodemo, José de Arimatea y Gamaliel son mencionados ahí, aunque pudo haber otros que creyeran también que Jesús era el Mesías.

Pero por miedo al concilio y al sumo sacerdote no daban testimonio público de su fe en Cristo. Por miedo a su concilio, para que no los botaran del concilio, no los destituyeran como sacerdotes, no se atrevían dar testimonio público de que creían que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios.

Ahora, encontramos que a Jesús le tenía miedo el sumo sacerdote y todo el concilio del sanedrín. Vean, y eso lo muestran en San Juan, capítulo 11, verso 47 en adelante, luego que Jesús resucitó a Lázaro y llegó la noticia a los líderes religiosos de Jerusalén. Vean en el capítulo 11, verso 45 en adelante, dice:

Entonces muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús (¿y qué hicieron? Creyeron en Jesús), creyeron en él.

Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho.

Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio, y dijeron: ¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales.

Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación.”

Tenían temor, tenían miedo de que todo el pueblo creyera en Jesús; y ese es el propósito: que todos crean en Jesucristo.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” [San Juan 3:16]

Para obtener la Vida eterna es que Dios envió a Jesucristo, para morir por nosotros en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados. “Para que así todo aquel que en Él crea no se pierda, mas tenga Vida eterna,” viva eternamente con Jesucristo en el Reino de Dios.

Pero estas personas, estos líderes religiosos, el concilio del sanedrín y el sumo sacerdote, no querían que la gente creyera en Jesús. Siempre hay personas que no quieren que las demás personas crean en Jesucristo.

Hay personas que quieren que los demás se pierdan, mueran y vayan al infierno y después sean juzgados, condenados y sean echados en el lago de fuego. Pero Cristo dijo:

Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” [San Marcos 16:15-16]

Por lo tanto, Cristo envió personas que sí están interesados en que las demás personas crean en Cristo, sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, obtengan el perdón de sus pecados, arrepentidos de sus pecados, y Cristo los bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en esas personas el nuevo nacimiento y obtengan la Vida eterna.

Por lo tanto, hay personas que sí están interesadas en que otras personas crean en Cristo para que reciban la Vida eterna. Por esa causa es que vamos predicando el Evangelio a toda criatura por todos los lugares, esas personas serán bienaventuradas en el Reino de Cristo. Dice en Proverbios: “El que gana almas es hombre sabio.” [Proverbios 11:30]

Vean, la cosa más sabia es que las personas reciban la Vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Salvador. Por lo tanto, los que llevan el Evangelio de Cristo son personas sabias que van con el Evangelio de Cristo, buscando las almas para que entren al Reino de Cristo y obtengan por consiguiente la Vida eterna.

A través de la Escritura en el Antiguo Testamento está profetizado lo que haría el Mesías y lo que le sucedería al Mesías en Su Primera Venida.

Uno de los secretos de la Venida de Señor es que la Venida del Señor tiene dos partes: Su Primera Venida como Cordero de Dios para morir en la Cruz del Calvario, y Su Segunda Venida como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.

Por eso cuando Juan el Bautista vio a Jesús que venía a él dijo: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.” [San Juan 1:29] ¿Y cómo iba a quitar el pecado del mundo Jesucristo? Muriendo por nosotros en la Cruz del Calvario en la semana número setenta, a la mitad de la semana número setenta como fue profetizado.

En Isaías, capítulo 53, nos muestra los sufrimientos de Cristo por los cuales el Mesías en Su Primera Venida pasaría, dice:

¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová?

Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos.

Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.

Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.

Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.”

Aquí nos habla de la Venida del Mesías como el Siervo de Jehová tomando nuestros pecados y por consiguiente recibiendo la paga del pecado que es la muerte. “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es Vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro,” nos dice San Pablo en Romanos, capítulo 6, verso 23. Vean, dice:

Y por su llaga fuimos nosotros curados.”

Eso nos habla de sanidad física y de sanidad espiritual, de sanidad para el alma. Él nos ha sanado de nuestras enfermedades y también Él nos ha sanado del pecado, de la enfermedad del pecado, y por consiguiente nos ha dado la Vida eterna. Al sanarnos del pecado nos ha dado la Vida eterna, porque la paga del pecado es muerte, pero si es quitada la muerte entonces hay Vida eterna.

Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.

Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.

Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido.

Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.

Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado.”

Y ahora, ¿por qué Cristo tenía que morir? Porque tenía que poner Su vida en Expiación por el pecado; si no ponía Su vida en Expiación por el pecado, la raza humana tenía que desaparecer en el día en que Cristo murió en la Cruz del Calvario. Esto lo refleja Cristo, lo muestra Cristo en San Juan, capítulo 12, verso 24 (de San Juan), dice: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, él solo queda; pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva.”

Por lo tanto, si Cristo no moría quedaba solo en este planeta Tierra, continuaba viviendo eternamente en este planeta Tierra pero completamente solo, el resto de la raza humana desparecería como sucedió en el tiempo de Noé, en donde el juicio divino vino sobre la raza humana y el diluvio se desató sobre la raza humana y murieron ahogados millones de seres humanos que vivían en el tiempo de Noé, y solo Noé y su familia se salvaron en el arca.

Ahora, Cristo nos dice que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda, no se salvaría ni uno de Sus discípulos, ni siquiera la virgen María. Él dice: “Solo queda.” ¿Por qué? Porque el resto de la raza humana estaba contaminado con el pecado, a causa de que el pecado entró a la raza humana en el Huerto del Edén por Adán y Eva, y por consiguiente la raza humana estaba con la plaga del pecado.

Así como un árbol puede tener la plaga, alguna plaga de alguna enfermedad, y por consiguiente el fruto sale defectuoso; y la raza humana fue contaminada con la plaga del pecado allá en el Huerto del Edén cuando Satanás a través de la serpiente engañó a Eva y comió del árbol de ciencia del bien y del mal, y después Adán. Por lo tanto, la raza humana fue contaminada con la plaga del pecado, y la paga del pecado es muerte.

Y ahora, Cristo por cuanto vino sin pecado, Cristo era el único hombre, el único ser sin pecado, y por consiguiente no podía morir. Cristo dijo: “Nadie me quita la vida, Yo la pongo por mí mismo para volverla a tomar.” [San Juan 10:18]

¿Cómo puso Jesucristo la vida y por qué? Él dijo: “Yo pongo mi vida por las ovejas, ¿cómo puso Él Su vida? La puso como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados en la Cruz del Calvario.

Ahora veamos, aquí en Isaías nos dijo:

Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje , vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.”

Y ahora, nos dice que pondrá Su vida en Expiación por el pecado, y después dice que verá linaje y que vivirá por largos días y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.

Por lo tanto, tenía que morir y luego resucitar para continuar viviendo por toda la eternidad. Cristo murió por nuestros pecados y luego resucitó glorificado, y por eso no podían conocer, no lo podían reconocer Sus discípulos; y las mujeres que lo habían visto, no lo podían reconocer porque había resucitado glorificado, y el cuerpo glorificado representa de 18 a 21 años de edad.

Por lo tanto, Cristo el Mesías, luego que pondría Su vida en Expiación por el pecado, dice: “Verá linaje.” Va a ver el linaje de Dios, la descendencia de Dios que vendrá por medio del nuevo nacimiento, y por consiguiente eso será una Nueva Raza con Vida eterna que Dios estará creando por medio de Jesucristo, el Hijo de Dios.

Según la carne nosotros somos descendientes de Dios a través de Adán, pero por cuanto Adán y Eva pecaron hemos venido a ser mortales.

Y ahora, por medio del Segundo Adán, que es Jesucristo, y la Segunda Eva, que es la Iglesia del Señor Jesucristo, nosotros somos hijos de Dios con Vida eterna, hijos de Dios descendientes de Dios a través del Segundo Adán. Por lo tanto, somos descendientes del Segundo Adán, de Jesucristo, el Hijo de Dios: y ahí tenemos el linaje que Él vería. Sigue diciendo:

Verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.”

Por lo tanto, Él estaría - luego continuaría haciendo la voluntad de Dios, y ahora como Sumo Sacerdote Él está en el Cielo haciendo la voluntad de Dios, está el grano de trigo: Cristo, reproduciéndose en muchos hijos e hijas de Dios a través de Su Iglesia. Cristo es el grano de trigo y Su Iglesia es la planta de trigo, y cada creyente en Cristo es un grano de trigo en la planta de trigo, en la Iglesia del Señor Jesucristo co-producto de Cristo el rano de trigo.

Por lo tanto, somos hijos e hijas de Dios por medio de Cristo en la Iglesia del Señor Jesucristo.

Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho.”

Y nosotros somos el fruto de la aflicción de su alma, porque por medio de la aflicción de su alma Él llevó a cabo el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, para que nosotros seamos reconciliados con Dios por medio de Cristo y Su Sacrificio Expiatorio en la Cruz del Calvario, y Cristo como Sumo Sacerdote está en el Cielo en el Templo Celestial.

Recuerden que el Mesías tenía que venir a la Tierra para poner Su vida en Expiación por el pecado, y ése sería el Sacrificio correspondiente al Templo Celestial, el único Sacrificio que Dios aceptaría en el Templo Celestial.

Y la Sangre de ese Sacrificio está en el Trono de Dios, en el Trono de Intercesión, haciendo intercesión Cristo con Su propia Sangre, por cada persona escrita en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, desde antes de la fundación del mundo, que vendría a este planeta Tierra y escucharía la predicación del Evangelio de Cristo y creería en Cristo como su único y suficiente Salvador, nacería la fe de Cristo acá en su alma.

Y al creer daría testimonio público de su fe en Cristo, recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador, recibiendo al que murió en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.

Él es el que estuvo muerto, pero vive para toda la eternidad, Él es el que venció al sepulcro, Él es el que venció al diablo, Él es el que venció todas las huestes de las tinieblas.

Cristo cuando murió fue al infierno y le predicó a los espíritus encarcelados que fueron desobedientes en el tiempo de Noé cuando se preparaba el arca, en la cual ocho personas fueron salvas por agua, conforme a Primera de Pedro, capítulo 3, versos 17 al 22; y Génesis, capítulo 6 y 7; de lo cual Cristo hace referencia, en San Mateo, capítulo 24, versos 34 al 39, diciéndonos que como fue en el tiempo de Noé, en los días de Noé, así será el día en que el Hijo del Hombre se manifestará, así será el tiempo en que tendremos en la Tierra en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo al Hijo del Hombre.

Vean, aquí en San Mateo, capítulo 24, verso 36 en adelante, dice:

Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre.

Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre.

Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca,

y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre.”

O sea, que la humanidad estará viviendo como vivían la gente en el tiempo de Noé antes del diluvio.

Y ahora, vendrá un diluvio de fuego sobre la raza humana, y eso será el día ardiente como un horno de Malaquías, capítulo 4, verso 1:

Aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama.

Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia.”

O sea, la Venida del Señor, el cual dijo: “Yo Soy la Luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, mas tendrá la luz de la vida.” San Juan, capítulo 8, verso 12. Y en San Mateo, capítulo 4, vean cómo es que nacerá la Luz para los que temen el Nombre del Señor.

En Isaías, capítulo 9, verso 1 al 3 estaba profetizado que al pueblo que estaba viviendo en tinieblas y sombra de muerte, luz les iba a resplandecer. Vamos a leerlo aquí, Isaías, capítulo 9, verso 1 al 3:

Mas no habrá siempre oscuridad para la que está ahora en angustia, tal como la aflicción que le vino en el tiempo que livianamente tocaron la primera vez a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí; pues al fin llenará de gloria el camino del mar, de aquel lado del Jordán, en Galilea de los gentiles.

El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos.”

Y ahora, veamos cómo fue cumplida esta profecía completamente en medio del pueblo hebreo en Galilea de los gentiles. San Mateo, capítulo 4, verso 12 al 17, dice:

Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, volvió a Galilea;

y dejando a Nazaret, vino y habitó en Capernaum, ciudad marítima, en la región de Zabulón y de Neftalí,

para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo:

Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,

Camino del mar, al otro lado del Jordán,

Galilea de los gentiles;

El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz;

Y a los asentados en región de sombra de muerte,

Luz les resplandeció.

Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.”

Y en el capítulo 4 mismo, verso 23, dice:

Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.”

Y ahora, ¿cómo fue que resplandeció la luz allá en Galilea de los gentiles a los que habitaban en tinieblas y sombra de muerte? Apareciendo el Mesías Príncipe en medio de los habitantes de Galilea; y predicando el Evangelio, allí estaba resplandeciendo la luz, ahí estaba Cristo resplandeciendo y dándoles la luz del conocimiento de todo el Programa Divino.

Por lo tanto, allí estaba Cristo, la Luz del mundo resplandeciendo, alumbrando a los que estaban en tinieblas y sombra de muerte.

Por lo tanto, aquellas personas que creyeron en Cristo fueron iluminados por la luz que resplandeció en Galilea de los gentiles.

Esa es la forma en que la Luz resplandece, cuando el Verbo que era con Dios y era Dios, el cual es la Luz que alumbra a todo hombre, se hace carne y a través de carne humana comienza a hablar y comienza a revelar los misterios de Dios, y comienza a darnos Su Palabra, y ahí está resplandeciendo Cristo, el Ángel del Pacto, el Verbo resplandeciendo a través de carne humana y alumbrando el alma, el corazón, la mente, el entendimiento de las personas. Por lo tanto:

Despiértate , tú que duermes,

Y levántate de los muertos,

Y te alumbrará Cristo.”

Porque Cristo es la Luz del mundo que resplandeció en Galilea de los gentiles al otro lado del Jordán, en Zabulón, en la tierra de Zabulón y en la Tierra de Neftalí.

Por lo tanto, Cristo, la Luz del mundo, es el único que puede resplandecer y alumbrar el alma y la mente del ser humano, para que vean el Programa Divino y obtengan la salvación y Vida eterna.

Hubo muchos hombres importantes en este planeta Tierra para la raza humana, que fundaron religiones importantes, que tienen millones de seguidores; pero ninguno de ellos pudo decir que moriría y al tercer día resucitaría; y ninguno de ellos pudo decir que moriría por las ovejas, por su pueblo; ninguno de ellos pudo decir que pondría su vida por todos los creyentes en él y luego la tomaría de nuevo; ninguno de ellos pudo decir: “Por eso me ama el Padre, porque Yo pongo mi vida para volverla a tomar.” [San Juan 10:17] Y por consiguiente todos ellos murieron y ninguno de ellos se levantó al tercer día de la tumba, de la muerte.

Pero hay UNO que vino con una comisión divina, el cual dijo: “Nadie me quita la vida, Yo la pongo por mí mismo para volverla a tomar, este mandamiento recibí de mi Padre.” [San Juan 10:18]

Por lo tanto, el mandamiento que recibió del Padre era que Cristo pusiera Su vida por las ovejas que el Padre le dio para que las buscara y les diera Vida eterna; y la única forma en que Él podía buscar esas ovejas y darles la Vida eterna era muriendo como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.

Por eso cuando Él en la última cena estuvo hablando a Sus discípulos, dice la Escritura en San Mateo, capítulo 26, versos 26 en adelante (26 al 29), dice:

Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.

Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;

porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.”

Vean, Jesús era el único que podía hablar en esta forma, era el único que podía decir que Su Sangre tipificada en el vino, era la Sangre del Nuevo Pacto.

Dios había prometido en Jeremías, capítulo 21, verso 31 al 36 que haría un Nuevo Pacto con Su pueblo, con Su pueblo Israel, y que sería un Pacto de Paz (dice en otros lugares).

Por lo tanto, Cristo ha sido puesto por Pacto para el pueblo; y Su Sangre, como la Sangre del Nuevo Pacto. Por eso es que en Isaías, capítulo 42, verso 6 al 7, dice... Aquí nos habla del siervo de Jehová, y dice:

He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones.” Isaías, capítulo 42, verso 1. Y aquí mismo en Isaías 42, verso 6 al 7, dice:

Yo Jehová te he llamado en justicia, y te sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones.”

Por eso Cristo podía decir: “Yo Soy la Luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, mas tendrá la Luz de la vida.” [San Juan 8:12] ¿La luz de qué vida? La Luz de la Vida eterna.

Y ahora, Cristo ha sido puesto por Pacto para todas y a todas las naciones. Ninguna persona puede entrar al Nuevo Pacto, a menos que sea a través de Jesucristo nuestro Salvador; y en el Nuevo Pacto es que está la Vida eterna y la reconciliación con Dios, para vivir eternamente con Dios en Su Reino:

Para que abras los ojos de los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de casas de prisión a los que moran en tinieblas.

Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas.

He aquí se cumplieron las cosas primeras, y yo anuncio cosas nuevas; antes que salgan a luz, yo os las haré notorias.

Cantad a Jehová un nuevo cántico, su alabanza desde el fin de la tierra.”

Su alabanza desde el fin de la tierra.”

Y ahora, en el capítulo 49 de Isaías, verso 8 dice: “Así...” esto es otro capítulo, pasaje mesiánico, dice:

Así dijo Jehová: En tiempo aceptable te oí, y en el día de salvación te ayudé; y te guardaré, y te daré por pacto al pueblo, para que restaures la tierra, para que heredes asoladas heredades;

para que digas a los presos: Salid; y a los que están en tinieblas: Mostraos. En los caminos serán apacentados, y en todas las alturas tendrán sus pastos.

No tendrán hambre ni sed, ni el calor ni el sol los afligirá; porque el que tiene de ellos misericordia los guiará, y los conducirá a manantiales de aguas.”

O sea, al manantial del Agua de la Vida eterna, que es Cristo, y el Agua de la Vida eterna es el Espíritu Santo. Por lo tanto, por medio de Cristo es que la persona recibe el Espíritu Santo, el Agua de la Vida eterna. Por eso Cristo dijo a la mujer samaritana: “Si alguno toma de esta agua, volverá a tener sed, pero el que toma del Agua que Yo le daré no tendrá sed jamás.” San Juan, capítulo 4, verso 14:

Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.”

Es para Vida eterna que Cristo nos da el Agua de la Vida eterna, nos da Su Espíritu Santo; por eso en San Juan, capítulo 7, verso 37 al 39, dice:

En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.

El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.

Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.”

Y ahora, es Cristo el que ofrece gratuitamente a todo ser humano el Agua de la Vida eterna, Su Espíritu Santo, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga Vida eterna, conforme a San Juan, capítulo 3, verso 16.

Por lo tanto, Cristo es la Fuente del Agua de la Vida eterna, Cristo es el que venció al sepulcro y el que está a la diestra de Dios en el Cielo y le dice a todo ser humano: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.” [San Juan 7:37]

Y en Apocalipsis, capítulo 21, verso 5 al 7, dice:

Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.

Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.

El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.”

Aquí Cristo ofrece gratuitamente de la Fuente del Agua de la Vida eterna, a todo aquel que tiene sed, a todo aquel que tiene sed del Agua de la Vida eterna para poder vivir eternamente; a todo aquel que tiene sed del Espíritu Santo, Cristo le ofrece el Espíritu Santo a todo aquel que lo recibe como su único y suficiente Salvador. Por eso Él dijo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.”

No hay otra fuente de agua de Vida eterna, sino hay solamente UNA y Su Nombre es SEÑOR JESUCRISTO. Por lo tanto, todo el que tiene sed del Agua de la Vida eterna para vivir eternamente, todo aquel que tiene sed del Espíritu Santo, para vivir eternamente, venga a los Pies de Cristo, y Cristo le dará el Agua de la Vida eterna.

En Apocalipsis, capítulo 22, verso 16 al 17, dice:

Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.

Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven.”

Vean, el Espíritu y la Esposa. El Espíritu Santo trae el Mensaje a la Iglesia de Jesucristo, que es la Esposa de Jesucristo, y luego la Esposa de Jesucristo, la Iglesia de Jesucristo proclama ese Mensaje, porque Cristo dijo:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” [San Marcos 16:15-16]

Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.”

Tome del Agua de la Vida eterna, tome del Agua de la Vida eterna que es el Espíritu Santo, viniendo a la Fuente del Agua de la Vida eterna, que es Jesucristo nuestro Salvador. Por eso Cristo es la Roca de Agua de Vida eterna.

Cristo es la Fuente del Espíritu Santo. Por eso Dios nos ha dado Vida eterna, ¿y esta vida dónde está? En Su Hijo Jesucristo. En San Juan, capítulo 3 dice de la siguiente manera... capítulo 3, verso 36 de San Juan, dice:

El que cree en el Hijo (o sea, en Jesucristo) tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida (o sea, no verá la Vida eterna, no vivirá eternamente), sino que la ira de Dios está sobre él.”

Y por consiguiente si muere no puede ir al Cielo, va al infierno, y luego en el juicio final será juzgado, condenado y echado en el lago de fuego. Ese es el futuro de los que rehúsan creer en Jesucristo, el Hijo de Dios, como su único y suficiente Salvador.

Los que rehúsan creer en Cristo y recibirlo como su único y suficiente Salvador, tendrán ese futuro, ese es el futuro de los incrédulos a Cristo. Pero el futuro de los creyentes en Cristo es la Vida eterna.

Por lo tanto, los creyentes en Cristo han asegurado su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno, han obtenido la Vida eterna acá en el alma, su alma tiene Vida eterna, y después Cristo le dará Vida eterna física dándoles un cuerpo físico, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado. Cristo es las primicias de los que durmieron.

Cristo es el primero, el principio de la Creación de Dios conforme a Apocalipsis, capítulo 3, verso 14, Él es el primero de esta Nueva Creación, de esta Nueva Raza con Vida eterna, Él es la cabeza, el principio de la Iglesia, Él es la cabeza de Su Iglesia, Él es la cabeza de esta Nueva Raza que recibe Vida eterna a través de Jesucristo nuestro Salvador y nace de nuevo, obtiene el nuevo nacimiento, nace a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador.

Cristo dijo a Nicodemo en el capítulo 3 de San Juan, versos 1 al 6:

De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”

Por lo tanto, para entrar al Reino de Dios y vivir eternamente, tenemos que nacer del Agua y del Espíritu, nacer de la predicación el Evangelio de Cristo y que nazca la fe de Cristo en nuestra alma y creer de todo corazón en Cristo, recibirlo como nuestro único y suficiente Salvador, dando testimonio público de nuestra fe en Cristo, y siendo bautizados en agua en Su Nombre, y Él nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego y produce en nosotros el nuevo nacimiento.

¿Ven? Nacer del Agua es nacer del Evangelio de Cristo, y nacer del Espíritu es nacer del Espíritu Santo, recibiendo el Espíritu Santo, y así la persona nace a una nueva vida: a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.

Ya yo he escuchado la predicación del Evangelio de Cristo, nació la fe de Cristo en mi alma, en mi corazón, creí en Cristo de todo corazón, porque la fe viene por el oír la Palabra. “Y con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.” [Romanos 10:10]

Por lo tanto, la persona tiene que confesar públicamente a Cristo como su único y suficiente Salvador para recibir la salvación de su alma; tiene que recibirlo como su único y suficiente Salvador y ser bautizado en agua en Su Nombre. Y el que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Por lo tanto, a los creyentes en Cristo que lo han recibido como Salvador y han sido bautizados en agua en Su Nombre arrepentidos de sus pecados, Cristo les ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego y ha producido el nuevo nacimiento, a esas personas les ha dado la Vida eterna y perseveran en la Iglesia del Señor Jesucristo, en el Reino de Cristo que está en una esfera espiritual, y ahí sirven a Cristo de todo corazón.

Ahora, desde el día en que Cristo murió en la Cruz del Calvario se abrió en el Templo Celestial el ciclo divino del Día de la Expiación; y por eso Cristo tenía que morir en el día que murió: en la víspera de la pascua, porque Cristo es nuestra Pascua, y Cristo es también el Macho Cabrío de la Expiación por Jehová y el Macho Cabrío por Azazel. Por lo tanto, en Cristo se cumplieron todos esos tipos y figuras.

Y ahora, tenemos, lo que había sido reflejado lo tenemos ahora, tenemos la realidad: la realidad es Cristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.

Ya tenemos un Redentor, ya tenemos un Sacrificio de Expiación por nuestros pecados, ya se abrió el Día de la Expiación en el Cielo, y por consiguiente se abrió el Día de salvación para hebreos y para gentiles desde que Cristo murió en la Cruz del Calvario.

Y por consiguiente ya todo ser humano puede obtener el perdón de sus pecados, ser limpio de todo pecado con la Sangre de Cristo y ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y recibir el Espíritu Santo y obtener el nuevo nacimiento, y quedar reconciliado con Dios para toda la eternidad, y así obtiene la persona la Vida eterna.

Ya tenemos un Salvador, que es Cristo el Señor, ya tenemos el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados: el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario; ya tenemos un Sacrificio que no corresponde al templo terrenal, sino al Templo Celestial, y tenemos un Sumo Sacerdote que fue tentado en todo como nosotros, y obtuvo la victoria, no pecó, y se compadece de nosotros.

Tenemos un Sumo Sacerdote no en el templo terrenal, sino en el Templo Celestial, ese Sumo Sacerdote se llama: NUESTRO AMADO SEÑOR JESUCRISTO, es el Señor Jesucristo, Él es el Sumo Sacerdote del Templo Celestial conforme al Orden de Melquisedec.

Él es el Sumo Sacerdote Melquisedec del Templo Celestial, que ha llevado Su propia Sangre al Lugar Santísimo del Templo Celestial, y la ha colocado sobre el propiciatorio que es el Trono de Dios, y se convirtió el Trono de Dios en un Trono de misericordia para toda persona que escucha la predicación del Evangelio de Cristo y cree en Cristo de todo corazón, y lo recibe como su único y suficiente Salvador y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego y produce en la persona el nuevo nacimiento, en la persona que ha recibido a Cristo arrepentido de sus pecados, y le ha pedido perdón a Cristo por sus pecados y ha sido bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Por eso Pedro dijo:

Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.”

O sea, para los que están lejos: para los gentiles, para los que están cerca: los hebreos; es para todos los que Dios llame, porque esas personas están escritas en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.

Por lo tanto, el que murió como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, es el que resucitó glorificado y se sentó a la Diestra de Dios en el Cielo, y dijo: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra.” Y mandó a predicar a todas las naciones y a bautizarlos en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

EL QUE VENCIÓ AL SEPULCRO.”

Ese es nuestro amado Señor Jesucristo, ése es el Conquistador, el Conquistador más grande, el Conquistador que ha conquistado el Cielo y la Tierra, el que venció al diablo y a sus ejércitos espirituales de las tinieblas, y el que le quitó las llaves al diablo, las llaves del infierno y de la muerte y resucitó.

Y por cuanto tiene las llaves del infierno y de la muerte, resucitará a los muertos creyentes en Él en cuerpos glorificados y a nosotros que vivimos nos transformará.

Por lo tanto, el que venció al sepulcro ya sabemos quién, es nuestro amado Señor Jesucristo, y Él es el único Salvador, el único que salva al ser humano de la muerte y del pecado (o del pecado y de la muerte), Él es el único que salva el alma del ser humano, de toda persona que lo recibe como su único y suficiente Salvador.

Él salvó mi alma porque yo creí en Él al escuchar la predicación de Su Evangelio y lo recibí como mi único y suficiente Salvador. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también. Cristo se identifica aquí diciendo.

No temas; yo soy el primero y el último;

y el que vivo, y estuve muerto ; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.”

Ese es nuestro amado Señor Jesucristo, Él estuvo muerto, pero resucitó y vive para toda la eternidad, y está como Sumo Sacerdote haciendo intercesión con Su propia Sangre por mí. ¿Y por quién más? Por cada uno de ustedes también, y de toda persona que lo recibe como su único y suficiente Salvador.

Si hay alguna persona que todavía no ha dado testimonio público de su fe en Cristo, para que Cristo le reciba, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, y le bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento, puede ahora dar testimonio público de vuestra fe en Cristo, pues ya usted escuchó la predicación del Evangelio de Cristo y la fe de Cristo nació en su alma, en su corazón.

Ya está creyendo en Cristo, ahora le falta dar testimonio público de vuestra fe en Cristo, porque con la boca se confiesa para salvación; por lo tanto, ahora tiene la oportunidad de dar testimonio público de su fe en Cristo recibiéndole como vuestro único y suficiente Salvador.

Desde el día que Cristo murió en la Cruz del Calvario se abrió el tiempo, el día de salvación para el ser humano, se abrió ese ciclo divino en el Templo Celestial.

Y por lo tanto, a través de la predicación del Evangelio de Cristo se da a conocer ese misterio, y se da a conocer que hay oportunidad de salvación y Vida eterna para toda persona que recibe a Cristo como su único y suficiente Salvador, y así asegure su futuro eterno con Jesucristo nuestro Salvador.

Ninguna otra persona le puede asegurar a usted el futuro eterno suyo, solamente hay UNO y Su Nombre es NUESTRO AMADO SEÑOR JESUCRISTO.

EL QUE VENCIÓ AL SEPULCRO.”

Ése es el que nos asegura nuestro futuro eterno, el que murió el cual vive para siempre; y viviremos con Él para siempre eternamente en Su Reino, porque lo hemos recibido como nuestro único y suficiente Salvador.

Por lo tanto, este es el día, el tiempo aceptable delante del Señor, el tiempo en que Dios acepta a toda persona que recibe a Cristo como su único y suficiente Salvador, y por consiguiente tiene el Sacrificio de la Expiación por sus pecados: el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, tiene un Sacrificio de Expiación por sus pecados.

Por eso Cristo dijo: “Yo Soy el Camino, la Verdad, y la Vida; y nadie viene al Padre, sino por mí.” Nadie puede llegar a Dios y ser reconciliado con Dios, a menos que sea través de Jesucristo, porque la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario es el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.

Este es el tiempo, el día de salvación para todo ser humano que ha venido a la Tierra desde los tiempos de Jesús hacia acá.

Toda persona viva en los días de Jesús y en los días de los Apóstoles hasta este tiempo final, han tenido la oportunidad de vivir en el día de salvación, en el día de la Dispensación de la Gracia, que es el día dispensacional de salvación. Para todo aquel que en Él cree, para que no se pierda sino que tenga Vida eterna.

Si hay alguna persona que todavía no ha dado testimonio público de su fe en Cristo, y no ha aprovechado esta bendición de salvación y Vida eterna, no ha aprovechado este día de salvación y Vida eterna, en el cual Dios acepta a toda persona que recibe a Cristo como Salvador, puede hacerlo en esta ocasión y yo oraré por usted en esta ocasión.

También los que están en otras naciones, también pueden venir a los Pies de Cristo, dando testimonio público de vuestra fe en Cristo, pueden venir, pueden pasar al frente y yo oraré por ustedes; por los que están aquí presentes en esta actividad en Cayey, Puerto Rico, y por los que están también en otras naciones y están a través de internet o del satélite o algún otro medio de comunicación viendo y escuchando la predicación del Evangelio de Cristo en esta ocasión.

Pueden continuar viniendo en las diferentes naciones a los Pies de Cristo para que queden incluidos en la oración que estaré haciendo por todos los que están recibiendo a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador.

Pueden continuar viniendo a los Pies de Jesucristo nuestro Salvador. Dios tiene pueblo aquí en Cayey, Puerto Rico y en todo Puerto Rico, y los está llamando por medio de la predicación de Su Evangelio.

Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo en estos momentos, para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo a Cristo.

Vamos a dar unos minutos en lo que vienen a los Pies de Cristo los que faltan por venir y están aquí presentes, y también por los que faltan por venir y están en otras naciones escuchando la predicación del Evangelio de Cristo y viendo esta actividad.

Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo en todos los países, para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo dentro de algunos minutos.

Cuando llega el momento para dar testimonio público de nuestra fe en Cristo, algunas personas se detienen porque piensan que lo van a ver cuando pase al frente y siente vergüenza y timidez.

Pero para recibir a Cristo y obtener la Vida eterna no podemos ser tímidos ni podemos avergonzarnos de Jesucristo. Él murió por nosotros y no se avergonzó de nosotros, y no se avergüenza de llamarnos hermanos.

Por lo tanto, no podemos avergonzarnos de Cristo.

Vean lo que Cristo dijo de las personas que se avergüencen de Él y de las personas que no se avergüencen de Él, aquí en San Mateo, capítulo 10, verso 32 al 33, dice:

A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.

Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.”

Toda persona que se avergüence de Cristo y lo niegue delante de los hombres, no recibe a Cristo como su Salvador, Cristo se avergonzará de la tal persona delante de Dios y lo negará delante del Dios, o sea, negará a esa persona como un creyente, dirá: “Esa persona no es un creyente en mí, esa persona no me recibió como su Salvador.”

Por lo tanto, esa persona no tiene a Cristo como el Sacrificio de la Expiación por sus pecados, y por consiguiente los pecados de la persona están en la persona, y no podrá entrar al Reino de Dios, y no podrá vivir eternamente con Dios en el Reino eterno, porque se avergonzó de Cristo, no lo recibió como su único y suficiente Salvador, rehusó creer en Cristo y dar testimonio público de su fe en Cristo.

Pero a cualquiera que no se avergüence de Cristo, sino que da testimonio público de su fe en Cristo, confiesa a Cristo como su único y suficiente Salvador públicamente, Cristo dice: “Yo lo confesaré delante de mi Padre que está en los Cielos.” O sea, Cristo dirá. “Este creyó en mí, es un creyente en mí, me ha recibido como su único y suficiente Salvador, me ha pedido perdón por sus pecados, yo lo he perdonado y con Su Sangre le he limpiado de todo pecado, y ha sido bautizado en agua en mi Nombre (dirá Cristo al Padre). Padre, bautízalo con Espíritu Santo y Fuego.”

Y el Padre lo bautizará con Espíritu Santo y Fuego y entrará, entrará la persona al Reino de Dios y por consiguiente a la Vida eterna, porque ha dado testimonio público de su fe en Cristo recibiéndolo como su único y suficiente Salvador.

El que cree en el Hijo de Dios tiene Vida eterna, el que rehúsa creer en el Hijo de Dios no verá la vida, no verá la Vida eterna, no vivirá eternamente con Cristo en Su Reino, sino que será echado en el lago de fuego, que es la segunda muerte, donde dejará de existir.

Pero todos queremos continuar existiendo, todos queremos vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino eterno; y para eso es que recibimos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, y le pedimos perdón a Cristo por nuestros pecados, Cristo nos perdona y con Su Sangre nos limpia de todo pecado, somos bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego y produce en nosotros el nuevo nacimiento, nacemos a una nueva vida: a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.

Y así hemos asegurado nuestro futuro eterno con Jesucristo en Su Reino eterno, y entonces podremos dormir tranquilos, porque si nuestro cuerpo físico muere no hay ningún problema, Cristo enviará Sus Ángeles que nos llevan al Paraíso a vivir, donde están todos los santos del pasado.

Aunque nuestro cuerpo físico lo entierren en alguna sepultura, no hay problema, Cristo después nos dará un cuerpo nuevo cuando resucite a todos los creyentes en Él que han muerto, los resucitará en cuerpos eternos y glorificados como Su cuerpo glorificado y joven, y joven para toda la eternidad, y a nosotros los que vivimos nos transformará y entonces todos tendremos un cuerpo glorificado como el de Jesucristo y joven para toda la eternidad.

Yo estoy esperando ese cuerpo nuevo; todavía tengo el cuerpo de carne mortal, corruptible y temporal, pero Él ha prometido un cuerpo nuevo para mí. ¿Y para quién más? Para cada uno de ustedes también, para todos los creyentes en Él.

Para todos los creyentes en Él (en Cristo) es la promesa de un cuerpo nuevo, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, para vivir eternamente físicamente con Cristo en Su Reino eterno.

El que venció el sepulcro o al sepulcro es el que ha hecho esa promesa, y es el que nos da la Vida eterna cuando lo recibimos como nuestro único y suficiente Salvador.

El ser humano no puede arriesgar su futuro eterno, tiene que asegurar su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno, recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador.

¿Qué otra persona dijo que moriría y al tercer día resucitaría? ¿Y qué otro ha dicho que el que en Él cree tiene Vida eterna? Solamente Jesucristo.

Vean lo que dice Cristo para los creyentes en Él en San Juan, capítulo 11, verso 25 al 26, hablándole a Marta le dice (Marta la hermana de Lázaro le dice):

Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?

Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.”

Y ahora, el que cree en Cristo, el que cree en Cristo aunque esté muerto, aunque haya muerto físicamente después, dice: “Vivirá.” ¿Por qué? Lo primero es que continúa viviendo en otro cuerpo: un cuerpo angelical, y luego vivirá en esta Tierra porque Cristo lo resucitará en un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado para vivir físicamente con un cuerpo joven e inmortal, como el cuerpo glorificado de Jesucristo. Y dice:

Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.”

O sea, todo creyente en Cristo que muere, no murió eternamente, solamente murió su cuerpo físico, pero está vivo en alma y espíritu, y volverá a vivir en esta Tierra en un cuerpo glorificado, un cuerpo inmortal como el de Jesucristo nuestro Salvador, el cual Cristo le dará a los muertos creyentes en Él cuando los resucite y a nosotros cuando nos transforme, así nos dará el cuerpo nuevo.

Por lo tanto, la garantía de la Vida eterna es creer en Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, la garantía de que tenemos un futuro eterno en el Reino de Dios es creyendo en Cristo como nuestro único y suficiente Salvador.

Ya estamos casi listos para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo. Si falta alguna otra persona aquí presente, puede venir a los Pies de Cristo para así dar testimonio público de su fe en Cristo, recibiéndole como vuestro único y suficiente Salvador.

Y los que están a través de internet o del satélite en otras naciones, también pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo por todos ustedes los que están en otras naciones y por los que están aquí presentes recibiendo a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador.

Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo. Si falta alguno póngase en pie, diga: “Yo creo en Cristo, yo creo que Él es mi único y suficiente Salvador, y yo quiero vivir eternamente con Cristo en Su Reino, por lo tanto, paso al frente y doy testimonio público de mi fe en Cristo.”

Y así echa a un lado la timidez y pasa al frente para recibir a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador, para que Cristo le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, y sea bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en usted el nuevo nacimiento, y así le dé a usted la Vida eterna.

Es para recibir la Vida eterna que venimos a los Pies de Cristo y lo recibimos como nuestro único y suficiente Salvador. Es un asunto de Vida eterna creer en Cristo y recibirlo como nuestro único y suficiente Salvador.

Si todavía falta alguna persona en otras naciones de venir a los Pies de Cristo, puede venir para que quede incluido en esta oración que estaré haciendo dentro de unos segundos por los que han venido a los Pies de Cristo aquí en Cayey, Puerto Rico.

Vamos ya a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo, vamos a levantar nuestras manos al Cielo, a Cristo, vamos a cerrar nuestros ojos los que estamos aquí presentes y los que están en otras naciones también, y los que han venido a los Pies de Cristo aquí en Cayey, Puerto Rico y también en las demás naciones, repitan conmigo esta oración:

Señor Jesucristo, he escuchado la predicación de Tu Evangelio y ha nacido Tu fe en mi corazón, creo en Ti Señor Jesucristo, creo en Tu Primera Venida, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por mis pecados.

Y, Señor Jesucristo, reconociendo que soy pecador. Te ruego, Señor Jesucristo, salves mi alma, Señor Jesucristo, doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador.

Señor Jesucristo, salva mi alma, Te lo ruego. Señor Jesucristo, perdona mis pecados y con Tu Sangre límpiame de todo pecado, y bautizame con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y Te ruego produzcas en mí el nuevo nacimiento. Quiero nacer en Tu Reino eterno a la Vida eterna. Señor Jesucristo, quiero vivir contigo por toda la eternidad en Tu Reino eterno.

Señor Jesucristo, en Tus manos encomiendo mi alma, salva mi alma, Señor Jesucristo, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso Señor Jesucristo, y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. En Tu Nombre Eterno Señor Jesucristo. Amén y amén.

Y con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.

Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, por cuanto ustedes escucharon la predicación del Evangelio de Cristo, y nació la fe de Cristo en vuestras almas y creyeron en Cristo y dieron testimonio público de vuestra fe en Cristo recibiéndole como nuestro único y suficiente Salvador.

Cristo les ha perdonado y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, Él dijo:

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Ustedes han creído en Cristo de todo corazón, ustedes me dirán: “Pero todavía me falta una cosa: ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, porque Él dijo: El que creyere y fuere bautizado. Por lo tanto, deseo ser bautizado en agua lo más pronto posible, quiero cumplir el mandato de Cristo completo. ¿Cuándo me pueden bautizar en agua en el Nombre del Señor Jesucristo?”

Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón, ustedes que están aquí presentes y los que están en otras naciones, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo en estos mismos momentos.

Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, y Cristo llame a vuestros familiares, y les dé la salvación y Vida eterna también; y los coloque a ustedes y a sus familiares, Cristo los coloque en Su Reino con Vida eterna para vivir con Cristo por toda la eternidad. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Y ahora pregunto aquí al ministro, al Reverendo José Benjamín Pérez y también a los ministros en cada nación que están frente a la actividad que están teniendo, llevando a cabo en las diferentes naciones, a cada uno de los ministros de cada una de las naciones y de cada lugar donde están escuchando, pregunto... pueden pasar al frente también en las demás naciones el ministro a cargo, y pregunto si hay agua: Hay agua, hay un bautisterio aquí. ¿Hay también ropas bautismales? Hay ropas bautismales también para cambiarse de ropas, colocarse las ropas bautismales para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

¿Hay también vestidores dónde cambiarse de ropa? También hay lugar donde cambiarse de ropas, vestidores, y personas que les ayudarán también para estar la ropa de ustedes cuidadas en lo que ustedes serán bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Así es aquí en Cayey, Puerto Rico y también en todos los lugares que están en esta conexión de esta transmisión vía internet o satélite o algún otro medio de comunicación.

Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

Así que bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo en estos mismos momentos, como sucedió cuando Pedro predicó el Día de Pentecostés: todos los que creyeron (que eran como tres mil personas) fueron bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo los bautizó con Espíritu Santo y Fuego y produjo en ellos el nuevo nacimiento y fueron añadidos a la Iglesia del Señor Jesucristo, nacieron en el Reino de Cristo, recibieron la Vida eterna.

Y ahora, a todos los que están en las demás naciones y a los aquí presentes.

Que Cristo, el Ángel del Pacto, les continúe bendiciendo a todos y les use grandemente en Su Obra en este tiempo final, y les cuide de todos los peligros en esta vida terrenal. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Y ya nos veremos el viernes próximo y el domingo próximo aquí mismo en este mismo lugar, y a través de internet y del satélite en las demás naciones.

Que Dios les continúe bendiciendo a todos.

Muchas gracias por vuestra amable atención.

Con nosotros el Reverendo José Benjamín Pérez para indicarles hacia dónde caminar para cambiarse de ropas y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

El Reverendo José Benjamín Pérez con nosotros.

EL QUE VENCIÓ AL SEPULCRO.”