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Buscando la Ciudad Eterna 2005-03-09 2 Campeche Campeche MX 00:00:00 false

Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes; es para mí un privilegio y bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. También a todos los que están a través de internet o del satélite, que Dios les bendiga grandemente en esta noche y también les abra el corazón y las Escrituras para comprender todo el Programa Divino.

Para esta ocasión leemos en el libro o carta de San Pablo a los Hebreos en el capítulo 11, versos 8 al 16, donde dice:

Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba.

Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa;

porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido.

Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar.

Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.

Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria;

pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver.

Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.”

Nuestro tema es: “BUSCANDO LA CIUDAD ETERNA (o sea, la Ciudad de Dios, la Ciudad llamada la Nueva Jerusalén, la Ciudad de oro; sus calles son de oro).”

El patriarca Abraham buscaba esta gran ciudad, la Ciudad de Oro, la Ciudad de Dios; y estuvo buscándola, pero esta Ciudad solamente la pudo ver en sus visiones o sueños, pero todavía no era el tiempo para ser establecida en este planeta Tierra. Pero esa Ciudad será establecida en este planeta Tierra y ahí vivirán todos los escogidos de Dios, todas las personas que han recibido a Cristo como su único y suficiente Salvador.

Por lo tanto, todos los que así como Abraham estaban buscando la Ciudad de Dios, son aquellos que reciben a Cristo como su único y suficiente Salvador. Esas personas están buscando la Ciudad de Dios, la Ciudad Eterna, para vivir eternamente en esa Ciudad Eterna.

De esta Ciudad es que da testimonio la Escritura cuando nos dice en el libro del Apocalipsis, acerca de esta Ciudad... nos habla en el capítulo 21 del Apocalipsis, vamos a ver lo que nos dice la Escritura acerca de esta Ciudad. Apocalipsis, capítulo 21, verso 9 en adelante, dice:

Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero.

Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios,

teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal.

Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel;

al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente (o sea, al Oeste) tres puertas.

Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.”

Y ahora, aquí podemos ver que sobre las puertas, que son de perla, son doce perlas, están escritos los nombres de los doce patriarcas, los nombres, que son los nombres de las doce tribus de Israel; y sobre los muros, en el muro dice:

Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos.”

Y ahora, en esos doce cimientos, vean:

Y sobre ellos los doce nombres de los Apóstoles del Cordero.”

Todo lo que hay en la Nueva Jerusalén es una Obra que representa a los escogidos de Dios.

Vean, el muro tiene doce fundamentos, doce cimientos; y ahí están en esos doce cimientos o fundamentos, los doce nombres de los Apóstoles del Señor; un cimiento para cada Apóstol; por lo tanto, lleva el nombre de cada Apóstol. Y en las puertas están los nombres de los doce patriarcas, que son los doce nombres de las doce tribus de Israel.

Cuando veamos en esa Ciudad las doce puertas, recordaremos a los doce patriarcas y a las doce tribus de Israel; o sea, que toda la Ciudad, toda la construcción de la Ciudad es una conmemoración a todos los creyentes de Dios del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. Cada cosa en esa Ciudad representan a los escogidos de Dios, a cada escogido de Dios.

Y hay grandes obras en esa Ciudad, que tipifican, por ejemplo: las puertas a los patriarcas y por consiguiente a las doce tribus de Israel; el muro, al verlo, veremos los doce nombres de los Apóstoles, por lo tanto, es un una conmemoración o un monumento a los doce Apóstoles del Señor. Judas Iscariote perdió la bendición, por lo tanto, la tomó otro, otro Apóstol.

Y ahora, también en esa Ciudad estarán los veinticuatro tronos: doce tronos para los doce patriarcas y doce tronos para los doce Apóstoles. Sigue diciendo:

El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro.

La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales.

Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel.

El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro...”

Esa es la Ciudad de nuestro Dios, esa es la Ciudad que estaba buscando Abraham, y esa es la Ciudad que toda persona que ha recibido a Cristo ha estado buscando y esa es la Ciudad donde van a vivir todos los redimidos del Señor. Esa es la Ciudad donde yo voy a vivir, es la Ciudad Eterna de Dios, la cual va ha ser establecida en este planeta Tierra.

Y los habitantes de esa Ciudad han estado naciendo de nuevo, por medio de creer en Cristo como su único y suficiente Salvador, y arrepentidos de sus pecados pedirle perdón a Cristo, y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; y así Cristo luego los ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, y ha producido en ellos el nuevo nacimiento, han nacido de nuevo, han nacido del Cielo, han nacido por consiguiente de la Ciudad de nuestro Dios, de la Nueva Jerusalén.

Por eso es que San Pablo en su carta a los Filipenses nos dice de la siguiente manera, en el capítulo 3, verso 20 al 2:

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos...”

¿Por qué? Porque somos ciudadanos de la Ciudad de nuestro Dios, de la Nueva Jerusalén, porque hemos nacido del Cielo; porque el nuevo nacimiento es del Cielo, hemos nacido del Cielo, de Dios, y por consiguiente pertenecemos a la Ciudad de nuestro Dios, la Nueva Jerusalén, la Ciudad Eterna que estaba buscando Abraham.

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”

Vean, va a transformar nuestros cuerpos para que nuestro cuerpo entonces sea igual a Su cuerpo, para que nuestro cuerpo sea semejante al cuerpo de la gloria Suya, para que nuestro cuerpo sea a Su semejanza, igual a Su cuerpo glorificado.

Vamos a tener cuerpos glorificados y eternos para vivir en la Ciudad Eterna, la Nueva Jerusalén. Esa Ciudad, continuemos leyendo de ella aquí... esa Ciudad es la Ciudad que va a ser establecida en este planeta Tierra; y por consiguiente el Reino de Dios totalmente va a ser establecido en el planeta Tierra después del Reino Milenial de Cristo. Y la Nueva Jerusalén estará en este planeta Tierra en el territorio donde está actualmente la Jerusalén terrenal, en medio del pueblo hebreo; por la cual hay muchas luchas, muchas guerras, porque otros quieren esa ciudad para ellos.

Pero Cristo va a establecer la Ciudad Eterna de Dios después del Reino Milenial. Pero en el Reino Milenial, la ciudad de Jerusalén actual estará funcionando como la capital del pueblo hebreo y la capital del mundo entero; y el territorio de Israel completo con la ciudad de Jerusalén también será el Distrito Federal.

Por lo tanto, este Distrito Federal que será el territorio de Israel, será nada menos que el Distrito Federal del planeta Tierra completo; o sea, el D.F., estará allí, el D.F. del Reino de Cristo. Y Cristo estará allí como Rey sobre el Trono de David, del cual le habló el Arcángel Gabriel, el cual es conocedor de todos estos misterios divinos y tiene acceso al Libro de la Verdad; y por consiguiente, él puede revelar a los diferentes Profetas de Dios en los diferentes tiempos estos misterios contenidos en el Libro de la Verdad.

Al Profeta Daniel le apareció en diferentes ocasiones y le dijo: “Yo te mostraré lo que está escrito en el Libro de Verdad.” Porque las cosas que están escritas en el Libro de la Verdad son las cosas que estarán sucediendo en medio de la raza humana a través de sus diferentes generaciones.

Y ahora, en San Lucas capítulo 1, versos 26 en adelante, dice:

Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,

a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David...”

De la casa de David, o sea, de la familia de David, pues era un descendiente del rey David; descendía del rey David a través de la línea de Salomón o de la línea de Natán. Y José descendía de David a través de la línea de Salomón. Ahora, sigue diciendo:

...a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María.

Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.

Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.

Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.

Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;

y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.”

Aquí tenemos la promesa divina dada por el Arcángel Gabriel a la Virgen María, y aquí queda establecido que el heredero al Trono de David es nuestro amado Señor Jesucristo, nacido Su cuerpo físico a través de la Virgen María.

Por lo tanto, Cristo es el heredero al Trono de David; y Cristo establecerá Su Reino en esta Tierra, y será así restaurado el Reino de Dios al pueblo hebreo y el Reino de David será otra vez manifestado, porque el Reino de David es el Reino de Dios, el Reino de Jehová sobre la Tierra en medio del pueblo hebreo.

Y el anhelo del pueblo hebreo de gobernar sobre todas las naciones se convertirá en una realidad bajo el reinado del Mesías, el reinado de Jesucristo sentado sobre el Trono de David; porque Dios le dará a Cristo todos los reinos de este mundo. Eso esta ya profetizado, por lo tanto, eso está conforme a cómo está escrito en el Libro de la Verdad. Y si está escrito en el Libro de la Verdad, tiene que cumplirse.

Vean aquí, en Apocalipsis capítulo 11, verso 15 en adelante, dice:

El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos.”

Aquí encontramos que los reinos de este mundo van a pasar a las manos de Cristo, y Cristo va a gobernar sobre todas las naciones desde Su Trono terrenal, el Trono de David allá en Jerusalén.

Y ahora, podemos ver, miren aquí, dice:

Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios,

diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado...”

Y ahora, los veinticuatro ancianos son los doce patriarcas y los doce Apóstoles. Cristo prometió a Sus discípulos una bendición muy especial aquí en San Mateo, capítulo 19; y vean el porqué, Cristo ya conocía el Programa Divino. Dice San Mateo, capítulo 19, versos 27 al 30:

Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?

Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración (o sea, esto será en el glorioso Reino Milenial de Cristo)... que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria (el Trono de Su gloria es el Trono de David al cual Cristo es heredero)... vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos (¿ven?), para juzgar a las doce tribus de Israel.”

Eso es una promesa que será hecha realidad en el Reino Milenial. Pero ya ellos están en su lugar correspondiente, porque fueron grandes líderes aquí en la Tierra en la Iglesia del Señor Jesucristo. Pero en el Reino Milenial de Cristo tendrán una posición muy grande; a ellos corresponde esa parte de la teocracia, en la cual (en el Antiguo Testamento) Dios juzgaba a Su pueblo a través de los jueces, de los cuales Samuel fue el último de los jueces; y a través de los jueces Dios reinaba sobre el pueblo hebreo.

Por esa causa es que cuando Samuel ya estaba avanzado en edad y el pueblo quiso tener un rey, Samuel se puso muy triste y molesto con el pueblo hebreo, y clamó a Dios. Y Dios le dijo: “No te han rechazado a ti, no te han despreciado a ti, sino a mí, para que no reine sobre ellos.” Porque Dios estaba reinando a través de los jueces, y Samuel era el último de los jueces allí, a través del cual Dios estaba reinando sobre el pueblo hebreo.

Por lo tanto, Dios se puso muy molesto por el pueblo hebreo, porque todavía no había llegado el tiempo para Dios establecerle un rey. Pero ellos quisieron un rey antes de tiempo. En la Escritura dice que ellos podrían tener un rey, pero todo, por supuesto, conforme al tiempo establecido por Dios.

Vean, Deuteronomio nos habla de eso en el capítulo 17, verso 15 donde dice (14 al 15), dice:

Cuando hayas entrado en la tierra que Jehová tu Dios te da, y tomes posesión de ella y la habites , y digas: Pondré un rey sobre mí, como todas las naciones que están en mis alrededores; ciertamente pondrás por rey sobre ti al que Jehová tu Dios escogiere.”

¿Ven que no sería por voto del pueblo, por elección del pueblo? Sino por elección de Dios, para que fuera un hombre conforme al corazón de Dios, y así los pensamientos del corazón de Dios pasaran al corazón de ese hombre, y ese hombre gobernara para Dios al pueblo de Dios, y lo gobernara conforme a las Leyes Divinas. Por consiguiente, conforme a la Voluntad de Dios.

...ciertamente pondrás por rey sobre ti al que Jehová tu Dios escogiere; de entre tus hermanos pondrás rey sobre ti; no podrás poner sobre ti a hombre extranjero, que no sea tu hermano.”

Y ahora, Dios le había dicho que sí podían tener rey, pero al que Jehová escogiera; y el que Dios había escogido para ser rey sobre Israel era a David, y David todavía estaba pequeño. Pidieron rey antes de tiempo, y entonces en la permisiva voluntad de Dios, Dios le dio un rey que fue Saúl, el cual no era un rey conforme al corazón de Dios, sino conforme al corazón del pueblo, querían un rey grande como los reyes de la Tierra y querían un rey de un estilo así, como los demás reyes de la Tierra.

Dios les dio un rey conforme al deseo y el corazón del pueblo. Pero luego fue manifestado que ese tipo de rey conforme al corazón del pueblo no funciona bien. Y luego Dios le dio un rey conforme a su corazón, a David; no era grande en estatura como Saúl, pero era un hombre conforme al corazón de Dios, era grande acá en el corazón, y era grande porque era el escogido de Dios y era grande porque era un Profeta con las dos conciencias juntas.

Y ahora, encontramos que ese fue el rey conforme al corazón de Dios que gobernó para Dios. Y por consiguiente, la bendición del Reino de Dios sobre la Tierra corresponde a la Casa de David, a la descendencia de David; y por esa causa Cristo vino como un descendiente del rey David según la carne, vino de la tribu de Judá y de la familia del rey David, nació a través de la virgen María, que es una descendiente del rey David por Natán, el hijo de David; y José es un descendiente del rey David por Salomón, el hijo de David. Y José adoptó como hijo a Jesús. Por lo tanto, tenía una bendición doble Jesús como hijo de David, y como heredero al Trono de David.

Por lo tanto, el Reino corresponde a Cristo nuestro Salvador. Por esa causa es que Cristo dice en el libro del Apocalipsis en el capítulo 3, verso 20 al 21, dice:

He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.

Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.

El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”

Y ahora, Cristo en Espíritu Santo está hablando ahí y está prometiendo que al Vencedor le dará que se siente con Él en Su Trono, ¿en qué Trono? En el Trono de David, al cual Cristo es heredero. El Trono de Jesús es el Trono de David, del Reino de Dios sobre esta Tierra. Pero Cristo cuando subió al Cielo, ascendió al Cielo victorioso, se sentó en el Trono Celestial de Dios. Por eso dice:

Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.”

En la misma forma que el Padre ha hecho con Jesús sentándolo en Su Trono, ahora Cristo va a hacer con el Vencedor.

¿Y quién fue el que sentó con el Padre en Su Trono? El Ángel de Jehová, que es Cristo en Su cuerpo angelical, el cual vino en carne humana luego, y vivió en medio del pueblo hebreo y llevó a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario, murió y al tercer día resucitó y ascendió al Cielo glorificado, y se sentó en el Trono de Dios. El primer hombre que con un cuerpo físico pero glorificado se ha sentado en el Trono de Dios, y único hombre, nadie más se sentará allí.

Ahora, Cristo, el Ángel del Pacto, en el Antiguo Testamento en el capítulo 23... Vean ustedes, en el capítulo 23, del Éxodo dice de la siguiente manera... capítulo 23, verso 20 en adelante del Éxodo, dice:

He aquí yo envío mi ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.

Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.”

¿Dónde está el Nombre de Dios? En Su Ángel, el Ángel de Jehová, que es Cristo en Su cuerpo angelical. El Ángel de Jehová que le apareció a Moisés era Cristo en Su cuerpo angelical, a través del cual Dios le habló a Moisés.

Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren.

Porque mi Ángel irá delante de ti (irá delante del pueblo), y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir.”

Y ahora, Cristo, el Ángel del Pacto, encontramos que es el que se manifestó en carne humana en la Tierra. Él es el que había estado hablando a través de los Profetas del Antiguo Testamento, pero luego le tocó venir a la Tierra en carne humana, en medio del pueblo hebreo, en medio del cual en diferentes ocasiones (Él) había estado hablándole al pueblo hebreo a través de los Profetas. Pero ahora vino como un hombre, como un Profeta, y Dios estuvo hablando por medio de Jesucristo nuestro Salvador. Y Cristo vino en el Nombre de Su Padre.

Vean aquí lo dice en el capítulo 5, verso 43, de San Juan, dice:

Yo he venido en nombre de mi Padre...”

Cristo vino en el Nombre de Su Padre, porque el Nombre del Padre, el Nombre de Dios estaba ¿en dónde? En Su Ángel, que es Cristo nuestro Salvador. Y cuando vino en carne humana permaneció el Nombre de Dios en Él.

Y ahora, Cristo, el Ángel del Pacto, hecho hombre, hecho carne, fue el que obtuvo la victoria muriendo por nosotros, y luego resucitando y ascendiendo al Cielo y sentándose a la Diestra de Dios.

Y ahora, Cristo promete sentar con Él en Su Trono al Vencedor; y por consiguiente el que se sentará con Cristo en Su Trono, tendrá que recibir el Nombre de Cristo, tendrá que venir en el Nombre de Jesucristo y tendrá que ser un Ángel, un Ángel, un Ángel mayor, un Mensajero mayor; así como el que se sentó con el Padre en Su Trono fue un Ángel, el Ángel de Jehová, donde estaba el Nombre de Dios.

Y ahora, vean ustedes aquí lo que nos dice Cristo en el libro del Apocalipsis, capítulo 3, verso 12, para que tengamos el cuadro claro de lo que estamos hablando. Dice Cristo en el capítulo 3 verso 12 del Apocalipsis:

Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.”

¿Ven? Así como Dios hizo en el Antiguo Testamento colocando Su Nombre en Su Ángel, el Ángel de Jehová, y luego enviando a Su Ángel en carne humana en medio del pueblo hebreo; y el Ángel vino en carne humana y dijo: “Yo he venido en Nombre de mi Padre.” Cristo, Jesucristo es el Ángel de Jehová que se hizo hombre y habitó en medio del pueblo hebreo para llevar a cabo la Obra de Redención.

Y ahora, en la misma forma que Dios en el Antiguo Testamento ha tenido Su Ángel, el Ángel del Pacto, a Cristo, y luego se hizo carne, ahora Cristo en el Nuevo Testamento hace en la misma forma que el Padre hizo en el Antiguo Testamento.

Vean en el libro del Apocalipsis, capítulo 22, verso 16, dice Cristo:

Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias.”

Y ahora, ¿quién es el Enviado de Jesucristo para dar testimonio de estas cosas en las Iglesias? El Ángel del Señor Jesucristo.

Ese Ángel del Señor Jesucristo dice el Reverendo William Branham que es un Profeta. Así como el Ángel del Jehová del Antiguo Testamento era un Profeta que estaba profetizando a través de los Profetas del Antiguo Testamento.

Y ahora, este Ángel del Señor Jesucristo es un Profeta. Dice: “Puede ser o pudo ser el Profeta Elías, o algún otro Profeta; puede ser el Profeta Elías o algún otro Profeta.”

Ahora, este Ángel es el Enviado para dar testimonio de estas cosas en las Iglesias. En Apocalipsis, capítulo 22, verso 6, dice:

Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas...”

¿Ven? Dios es el Dios de los espíritus de los Profetas. Los espíritus de los Profetas son los cuerpos angelicales de los Profetas.

...ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.”

¿Para qué ha enviado a Su Ángel? Para mostrar a Sus siervos las cosas que deben suceder pronto. Este Ángel del Señor Jesucristo ha estado en la Iglesia del Señor Jesucristo todo el tiempo, y ha estado en Su cuerpo angelical, fue el que le dio a Juan el Apóstol la revelación del Apocalipsis. Dice en el libro del Apocalipsis, en el capítulo 1, hablándonos de la forma en que Juan recibió la revelación apocalíptica, nos dice de la siguiente manera:

La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan.”

¿Cómo vino la revelación apocalíptica a Juan el Apóstol? Dios la envió por medio de Su Ángel a Su siervo Juan. La revelación de Jesucristo ha venido a través del Ángel del Señor Jesucristo. Así como la revelación de Dios, el Padre, ha venido a través de Cristo, el Ángel del Pacto, y cuando se hizo carne estaba revelándose el Padre Dios a través de Su Hijo Jesucristo.

Dice en San Juan, capítulo 1, verso 18, dice de la siguiente manera... y vamos a leerlo para que tengan la lectura tal y cómo está aquí en la Biblia. Dice:

A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.”

Dios estaba en Cristo, y a través de Cristo Dios se reveló, se dio a conocer al pueblo hebreo; era nada menos que el Verbo.

Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” [San Juan 1:14]

Y aquel Verbo, el Verbo que era con Dios y era Dios y creó todas las cosas, ahora se hizo carne, se hizo hombre, en medio del pueblo hebreo, y habitó en medio del pueblo hebreo y fue conocido por el nombre de Jesús, y en Él estaba la plenitud de Dios, la plenitud de la divinidad que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Y la plenitud de la divinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, tenía un Nombre, que es Señor Jesucristo. Ese es el Nombre de la divinidad manifestada en carne humana en la persona de Jesucristo; porque el Nombre de Dios estaba ¿dónde? En Su Ángel, el Ángel de Jehová. Y cuando se hizo carne, allí estaba el Nombre de Dios, de Jehová, manifestado y siendo dado a conocer. Por eso Cristo decía: “Yo he venido en Nombre de mi Padre.”

Y ahora, en la misma forma en que el Padre hizo con Su Ángel, el Ángel de Jehová, que es Cristo en Su cuerpo angelical, ahora Cristo en el Nuevo Testamento ha hecho con Su Ángel. Así como Dios el Padre, Jehová en el Antiguo Testamento, tenía un Ángel, Su Ángel; ahora Cristo en el Nuevo Testamento tiene Su Ángel, al cual Él ha enviado. Envió a Juan Su Ángel para darle esta revelación, en donde todas las cosas que han de suceder están aquí escritas en símbolos en el libro del Apocalipsis.

Y ahora, este es el Ángel del Señor Jesucristo, el cual y en el cual está, conforme a la Escritura, la bendición y la promesa que Cristo ha hecho:

Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.”

¿Ven? En la misma forma en que el Padre escribió sobre Su Ángel, el Ángel de Jehová, Su Nombre, también Cristo ha escrito sobre el Vencedor, que es el Ángel del Señor Jesucristo, ha escrito el Nombre de Dios, el Nombre de la Ciudad de nuestro Dios y Su Nombre Nuevo. Eso es lo que está aquí prometido, y por consiguiente eso es lo que Cristo estará cumpliendo en medio de Su Iglesia en este tiempo final.

Ese Ángel del Señor Jesucristo ha estado en la Iglesia del Señor Jesucristo todo el tiempo en cuerpo angelical, como el Ángel de Jehová estuvo todo el tiempo en medio del pueblo hebreo, en Su cuerpo angelical, llamado “El Ángel de Jehová.” Y acá en el Nuevo Testamento el Ángel de Jesucristo es llamado “El Ángel del Señor Jesucristo,” ha estado todo el tiempo en la Iglesia de Jesucristo y se ha manifestado en diferentes ocasiones a los Apóstoles y demás Mensajeros que Dios ha enviado. Y para el Día Postrero o para el tiempo final, estará en carne humana en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo, y estará conforme a la Escritura, dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto.

Por lo tanto, lo conoceremos por medio del Mensaje de parte de Dios que nos estará dando en este tiempo final, con el cual nos estará revelando todas las cosas que deben suceder pronto, es el Ángel Mensajero de Jesucristo que en el Día Postrero estará dándonos a conocer todas estas cosas con la predicación del Evangelio de la Gracia y con la predicación del Evangelio del Reino.

Es el Ángel que viene con la Gran Voz de Trompeta, es el Ángel que viene sonando la Gran Voz de Trompeta, llamando y juntando a todos los escogidos de Dios, es el Ángel a través del cual Cristo en Espíritu Santo se manifiesta en el Día Postrero, y llama y junta a todos Sus escogidos en Su Iglesia.

Y es el Ángel que se sentará con Cristo en Su Trono; así como el Ángel de Jehová fue el que se sentó con el Padre en Su Trono, luego de haber pasado por la Tierra, y haberse hecho carne en la Tierra, y haber muerto, y haber resucitado glorificado, y haber subido al Cielo, y el Padre lo sentó con Él en Su Trono. Fue la primera ocasión en que un hombre con un cuerpo físico, pero glorificado, se ha sentado en el Trono de Dios. Por eso Cristo dijo: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra.”

Y ahora, Cristo, Él decía en diferentes ocasiones que se iba a sentar con el Padre en Su Trono, que se iba a sentar a la Diestra de Dios. Eso Cristo lo sabía, pues así estaba profetizado.

Y ahora, el Ángel del Señor Jesucristo, todo el tiempo estará sabiendo que Él es el que se sentará con Cristo en Su Trono terrenal, en el Trono de David. Pues Cristo hizo la promesa diciendo: “Al que venciere Yo le daré que se siente conmigo en mi Trono, así como Yo he vencido y me he sentado con mi Padre en Su Trono.” ¿Ven? O sea, que todo corre paralelo.

Es en la misma forma en que el Padre hizo con Cristo, el Ángel del Pacto, que Cristo hará con Su Ángel; y, por consiguiente, la manifestación de Cristo a través de Su Ángel traerá grandes bendiciones para la Iglesia del Señor Jesucristo; y nos dará la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

Ese es el Ángel que ha estado todo el tiempo en medio de la Iglesia de Jesucristo en cuerpo angelical, pero en el Día Postrero estará en cuerpo físico también. Y es el Ángel que luego va a estar con el pueblo hebreo y va a llamar y juntar ciento cuarenta y cuatro mil hebreos. Por eso es que han tratado de convertir al pueblo hebreo a Cristo y no han podido: porque esa labor le toca al Ángel del Señor Jesucristo. Él es el único que conocerá lo que debe ser hablado, para que el pueblo hebreo sea despertado y venga a los Pies de Cristo.

Hay un misterio ahí que solamente el Ángel del Señor Jesucristo conocerá. Por lo tanto, él obtendrá la victoria total en el Amor Divino, y Cristo lo sentará con Él en Su Trono.

Ese es el Ángel sobre el cual Cristo escribirá el Nombre de Dios, el Nombre de la Ciudad de nuestro Dios, la Nueva Jerusalén y Su Nombre Nuevo. ¿Ven?

Y ahora, ese Nombre que Cristo escribirá sobre el Vencedor, será el Nombre de la Ciudad eterna de Dios; porque ese será el Nombre Eterno de Dios y Nombre Nuevo del Señor Jesucristo. Y Cristo lo escribirá sobre el Vencedor. Y ahí en Jerusalén Cristo estará con Su Ángel gobernando sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones, en Su Reino terrenal.

Y luego, después del Reino Milenial y después del juicio final, la Nueva Jerusalén, la Ciudad Celestial, será establecida en la Tierra. De la Tierra surgirá a causa de los volcanes un monte alto allí en donde está Jerusalén, pero que será la mitad - del tamaño de la mitad de los Estados Unidos; o sea, que cubrirá no solamente Jerusalén, sino mucho más territorio. Y sobre ese monte estarán viviendo todos los redimidos por la Sangre de Cristo, todos los miembros de la Iglesia del Señor Jesucristo.

Todos los pertenecientes a la Jerusalén Celestial estarán allí, porque la Jerusalén Celestial estará en la Tierra, y entonces el planeta Tierra se convertirá en el centro del Universo. Por eso es que Dios ha guardado tanto este planeta Tierra, y el territorio de Israel también; y por esa causa es que Dios ha colocado al ser humano en este planeta Tierra: porque este planeta Tierra es el planeta conforme al Programa Divino que vendrá a ser el centro del Universo; o sea, que vendrá a ser la capital del Universo completo; y por consiguiente el sistema solar nuestro será el Distrito Federal.

¿Ven? Por lo tanto, hay grande bendición de parte de Dios para el planeta Tierra y para todo el sistema solar, y para todo ser humano que vive en la Tierra y escucha la predicación del Evangelio de Cristo y ha recibido a Cristo como su único y suficiente Salvador.

Toda persona que recibe a Cristo como su Salvador, está buscando la Ciudad Eterna, porque quiere vivir eternamente; y solamente en la Ciudad Eterna habrá Vida eterna para los ciudadanos que allí estarán. Esa Ciudad no tendrá sistemas de alumbrado eléctrico, ni tampoco tendrá sistemas de acueductos con tuberías y cosas así; esa Ciudad, vean aquí lo que nos dice de ella, dice:

El material (verso 18 en adelante de Apocalipsis, capítulo 21, dice:)

...El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio;

y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, ágata; el cuarto, esmeralda;

el quinto, ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista.

Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio.”

Ya no estaremos viendo más asfalto o concreto en las calles, sino estaremos viendo oro puro y caminando sobre el oro puro.

Y no vi en ella templo...”

No habrá en esa Ciudad un templo como el templo que fue construido en Jerusalén por el rey Salomón. Dice:

Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero.

La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.”

¿Ve? No tiene la necesidad de que la luna o el sol las alumbren, la alumbre, sino que la presencia de Dios en la Columna de Fuego estará alumbrando esa Ciudad. Por eso es que no habrá noche: porque la presencia de Dios en esa Luz de la Shekinah se mantendrá las veinticuatro horas del día, y no habrá noche.

¿Recuerdan que Dios les alumbraba el camino al pueblo hebreo durante la noche? Cuando iban viajando, para que pudieran viajar toda la noche. Por lo tanto, no tenían noche cuando estaban viajando por el desierto en los días que tenían que estar viajando. Hubo otras ocasiones que tenían que quedarse quietos y abrir sus casas de campaña, sus carpas, y quedar allí hasta que la Columna de Fuego, esa nube, se levantara, y entonces todo el pueblo se preparaba y salía en pos de la Columna de Fuego, de la Luz de la Shekinah, de la presencia de Dios.

Y durante el día era una nube de sombra, una nube que las protegía del sol; o sea, que iban con aire acondicionado. Y durante la noche era una nube de luz que les alumbraba todo el camino. Por lo tanto, tenían luz las veinticuatro horas del día; tipo y figura de lo que Dios va a hacer.

En lo Espiritual también Cristo que es la Luz de la Vida eterna, la Luz del mundo ha estado alumbrando en Su Iglesia las veinticuatro horas del día, guiando a Su pueblo a la tierra prometida, guiando a Su pueblo para llegar a la Ciudad Eterna, la Ciudad de Oro, la Ciudad del gran Dios, la Ciudad que ha sido prometida para todos los escogidos de Dios, para vivir en esa Ciudad Eterna.

Ahora, continuando aquí dice:

Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.

Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche (¿ven? No habrá noche en esa Ciudad).

Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella.

No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.”

Y ahora, esa Ciudad es para los que están escritos en el Libro de la Vida del Cordero, que son las personas que escuchan la predicación del Evangelio de Cristo, y reciben a Cristo como su único y suficiente Salvador, y son bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo arrepentidos de sus pecados, y Cristo los bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en ellos el nuevo nacimiento; nacen del Cielo, nacen de la Ciudad de nuestro Dios, nacen de la Ciudad Eterna, de la Ciudad de Oro, de la Ciudad del Dios Creador de los Cielos y de la Tierra.

A esa Ciudad yo pertenezco. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también. Mi ciudadanía es de esa Ciudad, de la Ciudad de nuestro Dios. Nuestra ciudadanía está en los Cielos, la ciudadanía de nosotros como creyentes en Cristo nacidos de nuevo; porque el nuevo nacimiento es del Cielo. Por eso Cristo dijo a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.” [San Juan 3:5]

Nacer del Agua es nacer de la predicación del Evangelio de Cristo, donde la persona escucha la predicación del Evangelio de Cristo y cree en la Primera Venida de Cristo y recibe a Cristo como su único y suficiente Salvador, creyendo en la muerte de Cristo como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados; y arrepentidos de sus pecados la persona recibe a Cristo como Salvador, le pide perdón a Cristo por sus pecados, Cristo lo perdona y con Su Sangre lo limpia de todo pecado, y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego.

Ahora, nacer del Agua es nacer de la predicación del Evangelio de Cristo, y nacer del Espíritu es nacer del Espíritu Santo, cuando Cristo bautiza a la persona con Espíritu Santo y Fuego. Y ahí la persona ha obtenido el nuevo nacimiento, ha nacido del Agua y del Espíritu, ha nacido del Cielo, ha nacido de la Ciudad Eterna de Dios, de la Ciudad de Oro, de la Ciudad del Dios Creador de los Cielos y de la Tierra, ha nacido de la Nueva Jerusalén.

Vean, el Apóstol Pablo, conocedor de este gran misterio, nos dice en Gálatas, capítulo 4, verso 20 en adelante, dice el Apóstol Pablo hablándonos de esa Ciudad dice... vamos a comenzar en el verso 22 de Gálatas, capítulo 4, dice:

Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre.

Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa.

Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar.

Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual (corresponde a la Jerusalén terrenal), pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud.

Mas la Jerusalén de arriba (¿ven? La Celestial, la Ciudad de nuestro Dios)...

Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre.

Porque está escrito:

Regocíjate, oh estéril, tú que no das a luz;

Prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes dolores de parto;

Porque más son los hijos de la desolada, que de la que tiene marido.

Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa.

Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora.

Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre.

De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre.”

No somos hijos de la Jerusalén terrenal, sino de la Jerusalén Celestial, de la Ciudad Eterna de Dios, de la Nueva Jerusalén.

También en Hebreos, capítulo 12, el Apóstol Pablo nos habla también diciéndonos desde el capítulo 12, verso 21 en adelante, dice, hablando de la experiencia que tuvo Moisés en el Monte Sinaí, en donde dice aquí San Pablo que Moisés estaba allí espantado y temblando. Dice:

...y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando;

sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial...”

Y ahora, nos habla de la Ciudad del Dios vivo, Jerusalén la Celestial. Esa es la Nueva Jerusalén, ese es el Monte de Sión Celestial, es la Ciudad del Dios vivo, Jerusalén la Celestial.

...a la compañía de muchos millares de ángeles,

a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos.”

Los Primogénitos, que son los miembros de la Iglesia de Jesucristo nacidos de nuevo, están escritos en el Cielo en el Libro de la Vida del Cordero, que es el Libro de los Siete Sellos que está en la Diestra de Dios, y que será tomado por Cristo; y Él abrirá ese Título de Propiedad, ese Libro, y hará Su Obra de Reclamo, resucitará a los muertos creyentes en Él, y a nosotros los que vivimos nos transformará, y entonces todos seremos inmortales físicamente y luego nos iremos con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero, nos iremos a la Jerusalén Celestial, para la Gran Fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero.

...a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos,

a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.”

Y ahora, vean cómo hemos venido a ser miembros de la Jerusalén Celestial, de la Ciudad Eterna de Dios. Por eso cuando Cristo nos lleve con Él a la Cena de las Bodas del Cordero, nos llevará a la Jerusalén Celestial, a la Ciudad de nuestro Dios, a la Ciudad de Oro, a la Ciudad Eterna. Esa ha existido eternamente, esa era la Ciudad que Abraham estaba buscando y esa es la Ciudad donde Abraham estará en la Cena de las Bodas del Cordero, y yo también estaré allí. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.

Por lo tanto, hemos nacido del Cielo, y por consiguiente somos ciudadanos celestiales, nuestra ciudadanía está en el Cielo, en la Ciudad de nuestro Dios, la Nueva Jerusalén, la Ciudad Eterna de Dios, la Ciudad de Oro.

Por lo tanto, somos ciudadanos Celestiales, nuestra ciudadanía está en los Cielos .Toda persona que ha nacido de nuevo ha nacido del Cielo, es un ciudadano Celestial ¿de qué lugar? De la Ciudad Eterna, la Ciudad de Oro, la Ciudad de Dios, la Nueva Jerusalén. Esa es la Ciudad que Abraham estaba buscando y esa Ciudad Celestial va a estar también aquí en la Tierra después del Reino Milenial; y cubrirá todo el territorio donde está la Jerusalén terrenal actual, y aún más; será tan grande que será mayor que todo el estado de Israel. Y ahí yo viviré. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también .Dice:

No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.”

Solamente los escritos en el Libro de la Vida del Cordero, son los que vivirán en esa Ciudad, que son todos los creyentes en Cristo de las diferentes etapas o edades de la Iglesia del Señor Jesucristo y los santos del Antiguo Testamento.

Por lo tanto, siendo que somos ciudadanos Celestiales y que hemos nacido del Cielo, y que hemos estado buscando la Ciudad Eterna, y hemos recibido al Rey de esa Ciudad, que es nuestro amado Señor Jesucristo, el cual está sentado a la Diestra de Dios, a la Diestra del Padre, está sentado en el Trono de Dios. Y por eso Él dijo: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra.”

Tenemos a Cristo en la Ciudad Eterna de Dios sentado en el Trono de Dios, y todos nosotros somos miembros de esa Ciudad, somos ciudadanos de esa Ciudad. Por consiguiente, cuando nos vayamos con Cristo en el arrebatamiento de la Iglesia, ¿a dónde vamos a ir? A la Ciudad Eterna de Dios, a la Ciudad de Oro, la Nueva Jerusalén.

Yo iré con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero, a la Ciudad Eterna, a la Ciudad de Oro, la Nueva Jerusalén. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.

Si hay alguno que todavía no ha recibido a Cristo, pues no podrá ir a la Cena de las Bodas del Cordero, a la Ciudad Eterna de Dios, a la Ciudad de Oro, a la Nueva Jerusalén. Pero en esta noche tiene la oportunidad de dar testimonio público de su fe en Cristo, recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador.

La fe viene por el oír, y ya usted ha escuchado la predicación del Evangelio de Cristo; viene la fe por el oír la Palabra, el Evangelio de Cristo. “Y con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.” [Romanos 10:10]

Se da testimonio público de nuestra fe en Cristo, recibiendo a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, dando testimonio público de nuestra fe en Cristo.

Cristo dijo en San Mateo, capítulo 10, verso 32 al 33:

A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.”

Cristo lo confesará como un creyente en Cristo que ha pedido perdón a Cristo por sus pecados, y ha recibido a Cristo como su único y suficiente Salvador, y que ha sido bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y el Padre le dará la entrada al Reino Eterno, y le dará entrada a la Ciudad Eterna, a la Ciudad de Oro, y vendrá a ser un ciudadano de la Ciudad Eterna, de la Ciudad de Oro, para vivir con Cristo por toda la eternidad en la Ciudad de Oro, en la Ciudad Eterna, la Nueva Jerusalén. Pero cualquiera que no reciba a Cristo como su Salvador dice aquí:

Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.”

Cristo negará a la persona que no lo reciba como su único y suficiente Salvador. Por lo tanto, todos necesitamos a Cristo para poder entrar a la Ciudad Eterna de Dios, para poder entrar a la Nueva Jerusalén.

Por lo tanto, si hay alguna persona aquí que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, puede hacerlo en esta noche para que Cristo le reciba en Su Reino, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado y le dé la entrada a la Ciudad Eterna, a la Nueva Jerusalén.

Vamos a dar unos minutos en lo que vienen a los Pies de Cristo las personas que quieren vivir en la Ciudad Eterna, la Ciudad de Oro, la Nueva Jerusalén, con nuestro amado Señor Jesucristo.

Vamos a dar unos minutos, pueden venir a los Pies de Cristo dando testimonio de vuestra fe en Cristo, y recibiéndolo como vuestro único y suficiente Salvador.

También los que están a través de internet o del satélite pueden también venir a los Pies de Cristo, y recibirlo como vuestro único y suficiente Salvador, para que Cristo les reciba en Su Reino y les dé la salvación y Vida eterna, y lo haga un ciudadano de la Ciudad Eterna, de la Ciudad de Oro, de la Nueva Jerusalén.

Vamos a continuar viniendo a los Pies de Cristo, recuerden que tenemos que asegurar nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino Eterno, para vivir eternamente con Cristo en la Ciudad Eterna, la Ciudad de Oro, la Nueva Jerusalén.

Todos queremos vivir con Cristo eternamente, todos queremos vivir en la Ciudad Eterna, la Ciudad de Oro, la cual buscaba Abraham. Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo, todos los que todavía no han recibido a Cristo como Salvador en esta noche lo pueden hacer; y los que en alguna ocasión servían a Cristo y se apartaron de Cristo, pueden venir también a los Pies de Cristo para ser reconciliados con Cristo en esta ocasión; pues Cristo está llamando y buscando, llamando y juntando a todos Sus escogidos, a todos los que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.

Usted está en esta noche aquí presente, porque el nombre suyo está escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida. Y por eso Cristo en y por medio de Su Espíritu Santo le ha traído para estar en esta actividad, para que escuche la predicación del Evangelio de Cristo y la fe de Cristo nazca en su corazón, y crea en Cristo de todo corazón y lo reciba como vuestro único y suficiente Salvador, para que Cristo le dé la entrada a la Ciudad Eterna, a la Nueva Jerusalén.

Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo los que están aquí presentes y los que están también en otras naciones, pueden venir a los Pies de Cristo, pueden pasar al frente allá donde se encuentran en las demás naciones, en la América Latina y el Caribe, Norteamérica y Europa, y también en el África y demás naciones, pueden continuar viniendo también a los Pies de Cristo, pueden continuar pasando al frente para dar testimonio público de vuestra fe en Cristo y recibir a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador, para que Cristo les reciba en la Ciudad Eterna, la Ciudad de Oro, la Ciudad de nuestro Dios, la Nueva Jerusalén.

Los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo, porque Cristo tiene lugar en Su Reino para los niños también.

Por lo tanto, pueden venir a los Pies de Cristo para que Cristo les reciba en Su Reino, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado, pues ya de los diez años en adelante los niños tienen conciencia del bien y del mal, y están llamados a arrepentirse de sus propios pecados.

Recuerden que cada persona se arrepiente de sus propios pecados delante de Cristo y con Cristo, para que Cristo les perdone, le piden perdón a Cristo y Cristo les perdona y con Su Sangre Cristo les limpie de todo pecado. “Porque la Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado,” dice Primera de Juan, capítulo 1 verso 7. Es un asunto de fe en Cristo para obtener la salvación y Vida eterna. “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido,” dice San Lucas, capítulo 19, verso 10.

Y también en San Juan, capítulo 3, verso 16, dice:

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

Es Vida eterna lo que reciben todas las personas que creen en Cristo y lo reciben como su único y suficiente Salvador. Todos queremos vivir en la Ciudad Eterna, para lo cual necesitamos tener Vida eterna, necesitamos recibir la Vida eterna, para poder vivir en la Ciudad Eterna, en la Nueva Jerusalén.

Y solamente hay UNO que nos puede dar la Vida eterna y Su Nombre es SEÑOR JESUCRISTO. Por eso venimos a Cristo arrepentidos de nuestros pecados, y le pedimos perdón a Cristo por nuestros pecados, y lo recibimos como nuestro único y suficiente Salvador, y Cristo nos perdona y con Su Sangre nos limpia de todo pecado, y somos bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego y produce en nosotros el nuevo nacimiento. Cristo dijo:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

¿Qué quiere usted? ¿Ser condenado? No. ¿Quiere ser salvo? Sí. Por lo tanto, el que creyere en Cristo y fuere bautizado, será salvo y obtendrá la Vida eterna, y entrará a la Ciudad Eterna, la Ciudad de Oro, la Ciudad de nuestro Dios, la Nueva Jerusalén. ¿Ven lo sencillo que es todo?

Ahora, llegó el momento para dar testimonio público de nuestra fe en Cristo, recibiéndolo como nuestro único y suficiente Salvador, para que Él nos dé la Vida eterna y nos dé la entrada a Su Reino Eterno, nos dé la entrada a la Ciudad Eterna, la Ciudad de Oro, la Ciudad de nuestro Dios, la Nueva Jerusalén.

Si todavía falta alguna persona por venir a los Pies de Cristo puede venir, ya vamos a orar por las personas que han estado viniendo a los Pies de Cristo. Vamos a estar puestos en pie todos, para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo. Si falta alguna persona, puede venir a los Pies de Cristo.

También los que están en otras naciones pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo por todos los que están viniendo a los Pies de Cristo, aquí en Campeche, Campeche, República Mexicana. En Ciudad del Carmen fue esta mañana; y vinieron muchos a los Pies de Cristo; y en esta noche también ¿por qué? Porque vuestro nombre está escrito en el Cielo en el Libro de la Vida, y por consiguiente está escrito en la Ciudad Eterna, la Ciudad de nuestro Dios en el Libro de la Vida del Cordero, que es el Libro que está en la Ciudad Eterna, en la Ciudad de Oro, la Ciudad de nuestro Dios, la Nueva Jerusalén.

Y ahora, los que están en otras naciones también pueden continuar viniendo; y pueden estar puestos en pie los que están en otras naciones también, pues ya vamos a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo aquí en Campeche, Campeche, República Mexicana, y también los que han venido a los Pies de Cristo en las diferentes naciones en la América Latina, en Norteamérica, en Europa, en el África, en el Caribe también, y demás naciones.

Vamos todos a estar preparados para orar en esta noche. Si todavía falta alguno por venir puede venir. Venimos a los Pies de Cristo para que Cristo nos reciba, nos perdone y con Su Sangre nos limpie de todo pecado, y seamos bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo nos bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en nosotros el nuevo nacimiento, y así obtengamos el nuevo nacimiento, nazcamos en la Ciudad Eterna, la Ciudad de nuestro Dios, la Nueva Jerusalén; y así seamos ciudadanos Celestiales, ciudadanos de la Ciudad Celestial, la Ciudad Eterna de Dios, la Nueva Jerusalén.

Todavía si falta alguno puede venir para que quede incluido en esta oración. Vamos a levantar nuestras manos al Cielo...

Recuerden que algunas veces hay personas que son tímidas y les da timidez pasar al frente, porque piensa que lo van a estar mirando; pero para recibir a Cristo y recibir la Vida eterna a través de Cristo, no podemos ser tímidos. Cristo no fue tímido por nosotros, para morir por nosotros en la Cruz del Calvario, y nosotros no podemos ser tímidos para dar testimonio público de nuestra fe en Cristo, y recibirlo como nuestro único y suficiente Salvador.

Recuerden que es un asunto de Vida eterna recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador. Todos tienen la misma oportunidad de recibir a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador. Cristo dijo:

A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.”

Y eso es lo que todos queremos: que Cristo dé testimonio de nosotros, como creyentes en Él que lo hemos recibido como nuestro único y suficiente Salvador, para que Dios el Padre nos dé la entrada a Su Ciudad Eterna, a Su Ciudad de Oro, a Su Ciudad gloriosa, la Nueva Jerusalén.

Vamos ya a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo, si falta alguno, venga para que quede incluido en esta oración.

Recuerden, tenemos que asegurar nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino Eterno, tenemos que asegurar nuestro futuro eterno en la Vida eterna, en la Ciudad Eterna, la Ciudad de nuestro Dios, la Nueva Jerusalén; y el único que nos puede asegurar el futuro eterno se llama SEÑOR JESUCRISTO. Nadie más le puede asegurar a usted su futuro eterno, porque nadie más le puede dar a usted la Vida eterna, y nadie más lo puede hacer a usted un ciudadano Celestial de la Ciudad Eterna, de la Nueva Jerusalén.

Todos queremos vivir eternamente con Cristo en esa Ciudad Eterna, en esa Ciudad de Oro, en esa Ciudad de Dios, la Nueva Jerusalén, y lo vamos a lograr a través de Jesucristo nuestro Salvador. No hay otra forma para lograr vivir en la Ciudad Eterna por toda la eternidad. Es a través de Jesucristo nuestro Salvador. Cristo dijo: “Yo Soy el Camino, y la Verdad y la Vida; y nadie viene al Padre, sino por mí.” (San Juan, capítulo 14, verso 6). Y Él dijo:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16.

Ya vamos a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo, que desean entrar en la Ciudad Eterna para vivir eternamente con Cristo en Su Reino. Vamos ya a orar, vamos a levantar nuestras manos al Cielo, a Cristo, y repitan conmigo esta oración... con nuestros ojos cerrados repitan conmigo esta oración. También los que están en otras naciones, todos con nuestras manos levantadas al Cielo a Cristo y nuestros ojos cerrados:

Señor Jesucristo, vengo a Ti habiendo escuchado la predicación de Tu Evangelio. Señor Jesucristo, ha nacido Tu fe en mi corazón y creo en Ti de todo corazón, creo en Tu Primera Venida, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por mis pecados; y doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador; reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, y Tú eres mi Salvador.

Señor Jesucristo, Te ruego perdones mis pecados, y Te ruego me limpies con Tu Sangre de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y produzcas en mí el nuevo nacimiento.

Señor Jesucristo, quiero nacer en Tu Reino Eterno, quiero nacer a la Vida eterna, quiero nacer en la Ciudad Eterna, la Ciudad de nuestro Dios, la Ciudad llamada “La Nueva Jerusalén.” Quiero entrar a esa Ciudad Eterna, para vivir contigo por toda la eternidad.

Señor Jesucristo, en Tus manos encomiendo mi alma, salva mi alma, Señor Jesucristo, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso Señor Jesucristo. Amén y amén.

Y todos con nuestras manos levantas al Cielo, a Cristo decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.

Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado: a ustedes que están aquí presentes y vinieron dando testimonio público de vuestra fe en Cristo, y lo recibieron como vuestro único y suficiente Salvador; y a ustedes también que en otras naciones en estos momentos han recibido a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador. Cristo dijo:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo...”

Ustedes me dirán: “Ya he creído de todo corazón en Cristo pero todavía me falta ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Quiero ser bautizado en agua lo más pronto posible en el Nombre del Señor Jesucristo. ¿Cuándo me pueden bautizar?” Por cuanto ustedes han creído de todo corazón en Cristo, bien pueden ser bautizados en agua en este mismo momento en el Nombre del Señor Jesucristo.

Para lo cual pregunto al Reverendo aquí si hay agua. ¿Hay bautisterios? Hay bautisterios aquí a este lado, hay tres bautisterios. ¿Hay ropas bautismales también? Hay ropas bautismales también. Hay vestidores de ropas, vestidores de ropa donde también se pueden cambiar de ropas y colocarse las ropas bautismales. ¿Hay personas también que les ayudarán? Hay personas que les ayudaran también y también cuidarán de vuestra ropa en lo que ustedes serán bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. En el Nombre del Señor Jesucristo. Y Cristo traiga a Sus Pies a vuestros familiares y les dé la salvación y Vida eterna también, para que estén con ustedes en el Reino Eterno de Cristo viviendo por toda la eternidad. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Estamos viviendo en tiempos como los tiempos de los Apóstoles, en donde predicaba Pedro y los que recibían a Cristo, los que creían, eran bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. También en los días de Juan el Bautista, cuando Juan el Bautista predicaba, a los que creían Juan el Bautista los bautizaba con bautismo de arrepentimiento; y cuando Cristo predicaba, los que creían los Apóstoles los bautizaban en agua también.

Y estamos viviendo en tiempos paralelos al tiempo de Jesús, y al tiempo de los Apóstoles del Señor Jesucristo. Y por esa causa se predica el Evangelio de Cristo, se da la oportunidad para que las personas den testimonio público de su fe en Cristo, y reciban a Cristo como su Salvador, y luego sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo en esos mismos momentos.

Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y Amén.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de nuestro tema: “LA CIUDAD ETERNA (o sea, la Ciudad de Oro, la Ciudad de nuestro Dios, la Nueva Jerusalén).”

Esa es la Ciudad Eterna, la cual estaba buscando Abraham y busca cada persona que tiene hambre y sed de vivir eternamente, quiere vivir en una ciudad en donde sea la vida para toda la eternidad. Esa es la Ciudad Eterna de Dios, esa es la Nueva Jerusalén, donde viviremos con Cristo por toda la eternidad.

Los que están en otras naciones y han recibido a Cristo, también pueden ser bautizados en agua esta misma noche, en estos mismos momentos, por los ministros que están allí, los cuales tienen los bautisterios listos también y ropas bautismales, para que ustedes se cambien de ropa y sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Por lo tanto, ustedes también en otras naciones bien pueden ser bautizados en agua en estos mismos momentos.

Y que Cristo también les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, y entren a la Ciudad Eterna, nazcan en la Ciudad Eterna, la Ciudad de Oro, la Nueva Jerusalén, nazcan a la Vida eterna.

Que Dios les continúe bendiciendo a todos y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, luego que sean bautizados en agua en el Nombre de Jesucristo y les acompañe todos los días de vuestra vida y nos continuaremos viendo en estos cuerpos, mientras tengamos este cuerpo de carne, y luego en el cuerpo eterno que Cristo nos dará, y luego en la Ciudad Eterna, la Ciudad de Oro, la Nueva Jerusalén, donde viviremos con Cristo por toda la eternidad.

Muchas gracias por vuestra amable atención y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.

Dejo aquí al ministro, al Reverendo Eduardo Hernández Zapata para que les indique hacia dónde caminar para cambiarse ropas y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Con nosotros el ministro Reverendo Eduardo Hernández Zapata para indicarles hacia dónde ir las damas y hacia dónde ir los caballeros para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Y que Dios les continúe bendiciendo a todos.

BUSCANDO LA CIUDAD ETERNA.”