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| La Voz de Dios Hoy | 2005-02-23 | 1 | Tehuacán | Puebla | MX | 00:00:00 | false |
Muy buenas, noches amables amigos y hermanos presentes, y también amables amigos y hermanos radioyentes, y también los amados y amigos hermanos que están por internet o por el satélite en los diferentes países de la América Latina, del Caribe, de Norteamérica, de Europa y del África, y demás países que están conectados en esta ocasión y están viendo y escuchando esta actividad.
Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, nuestro Salvador, sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí también, y nos abra las Escrituras en esta noche y nos permita entender Su Palabra, nos abra el corazón, el alma, para recibir Su Palabra y creerla de todo corazón.
Para esta noche, para esta ocasión leemos en el Libro de los Hebreos lo que dijo San Pablo en el capítulo 1, verso 1 al 3, donde dice:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo;
el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema para esta ocasión es: “LA VOZ DE DIOS HOY.”
A través de la historia bíblica encontramos que Dios le ha hablado al ser humano, y a través de la Biblia podemos ver cómo es que Dios le ha hablado al ser humano.
Dios le habló al ser humano allá en el Huerto del Edén, a Adán; era Dios hablando por medio de Su Ángel, el Ángel del Pacto, el cual es Cristo en Su cuerpo angelical. Y luego encontramos que a Moisés, Dios le habló también; y encontramos que en el Monte Sinaí Dios estuvo hablándole al pueblo, pero el pueblo tuvo miedo y pidió que Dios no le hablara más así, en esa forma, y le pidió a Moisés que le dijera a Dios, que Dios le hablara a Moisés y Moisés le hablaba al pueblo. Eso está en Deuteronomio, capítulo 18, verso 15 al 19, donde dice:
“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis.”
Vean, aquí Moisés les dice: “Dios levantará de en medio de ti Profeta como yo (Profeta como Moisés); de tus hermanos; a él oíd.”
¿A quién está llamado el pueblo a escuchar? Al Profeta que Dios levanta en medio del pueblo. Pero vamos a ver porqué razón es que Moisés dice que escuchen al Profeta que Dios levanta de en medio del pueblo. Sigue diciendo:
“...conforme a todo lo que pediste a Jehová tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: No vuelva yo a oír la voz de Jehová mi Dios, ni vea yo más este gran fuego, para que no muera.
Y Jehová me dijo: Han hablado bien en lo que han dicho.
Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.”
Aquí podemos ver dónde es que Dios coloca Su Palabra para que sea hablada Su Palabra y para que el pueblo escuche la Voz de Dios. De edad en edad y de dispensación en dispensación, Dios ha enviado diferentes Profetas y ha colocado Su Palabra en la boca de esos Profetas. Y cuando esos Profetas han hablado esa Palabra que Dios ha colocado en su boca, el pueblo al escuchar a ese Profeta hablando la Palabra de Dios, está escuchando la Voz de Dios. Esa es la forma establecida por Dios para que el pueblo escuche la Voz de Dios.
Siempre hay personas que dicen: “Yo no estoy interesado en escuchar a un hombre.” Vamos a ver lo que Dios dice acerca de esas personas:
“Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta.”
Que se las arreglen con Dios después, porque Dios les va a pedir cuenta por no haber escuchado la Voz de Dios, que Dios colocó en la boca de ese Profeta.
Ahora, Dios habló por medio de los Profetas en el Antiguo Testamento y algunas personas no quisieron escuchar.
Vean, el pueblo hebreo, el pueblo de Dios, al cual Dios le dio un Pacto, lo encontramos aquí presentado por Dios como un pueblo que no quiso escuchar la Voz de Dios; o sea, que la mayoría de ellos no quisieron escuchar la Voz de Dios en las diferentes etapas en que Dios habló por medio de diferentes profetas.
Vean aquí en Zacarías, capítulo 7, versos 11 al 12, dice:
“Pero no quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír;
y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros; vino, por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los ejércitos.”
Vean, Dios enviaba Su Palabra por medio de Su Espíritu Santo, a través ¿de quién? De los Profetas; era Dios por medio de Su Espíritu Santo hablando a los seres humanos a través de un hombre, a través de un Profeta. Así ha sido en todo tiempo.
Vean, acá en Deuteronomio, capítulo 28, versos 62... aun podemos leer desde un poco antes, dice, versos 61 al 62, dice:
“Asimismo toda enfermedad y toda plaga que no está escrita en el libro de esta ley, Jehová la enviará sobre ti, hasta que seas destruido.
Y quedaréis pocos en número, en lugar de haber sido como las estrellas del cielo en multitud, por cuanto no obedecisteis a la voz de Jehová tu Dios.”
Vean, no obedecieron a la Voz de Jehová-Dios, el cual habló por medio de Sus Profetas y entonces vino el juicio de Dios, las maldiciones de Dios sobre el pueblo hebreo en ese tiempo y en diferentes tiempos. Siempre los problemas y las plagas que han venido sobre el pueblo hebreo han sido porque no han escuchado la Voz de Dios, a través de los Profetas que Dios les envió.
Vean, aquí también en Éxodo, capítulo 23, verso 20 en adelante (20 al 23), dice:
“He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.
Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.
Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren.
Porque mi Ángel irá delante de ti.”
Aquí Dios dice que escuchemos la Voz de Su Ángel, el Ángel de Jehová.
¿Y quién es el Ángel de Jehová? Es Jesucristo en Su cuerpo angelical, es Jesucristo en Espíritu Santo, y Él ha hablado por medio de los diferentes Profetas. Dios por medio de Su Ángel, el Ángel de Jehová, Cristo en Su Cuerpo Angelical en el Antiguo Testamento estuvo hablando a través de los Profetas.
Y ahora, vean ustedes, Cristo nos habla de que antes que Abraham fuese, Él era. San Juan capítulo 8, verso 56 al 58, donde hablando con los judíos dice:
“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.”
¿Cómo era Cristo antes de Abraham? Cristo era el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, a través del cual Dios estuvo hablándole a Adán, a Noé, y a todos esos Profetas que fueron enviado por Dios a la Tierra. Por lo tanto, Cristo es antes que Abraham, y antes aun que Adán. Vean, vamos a ver si es antes de Adán. En San Juan, capítulo 1, versos 1 en adelante, dice:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.”
Y aquí nos dice que el Verbo que era con Dios y era Dios, y que era con Dios en el principio, dice:
“Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.” En el Génesis, capítulo 1, verso 1, dice:
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra.”
¿Cómo los creó? Por medio del Verbo. Y ahora, dentro algunos momentos, vamos a ver quién es el Verbo. Sigue diciendo:
“En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.
Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.
No era él la luz (o sea, Juan el Bautista no era la luz, sino el que vendría después de él)...
No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.
Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.”
Y ahora, la Luz verdadera, el Verbo, venía a este mundo. Y vamos a ver cómo venía a este mundo, cómo venía a esta dimensión terrenal, cómo venía a esta dimensión de los seres humanos. Dice:
“En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.
A lo suyo vino (al pueblo hebreo, que es el pueblo de Dios)...
A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.”
¿Ven? En Su Primera Venida Él vino en medio del pueblo hebreo y ellos no le recibieron. No le recibió la religión hebrea, no le recibió el concilio de la religión hebrea, el concilio del sanedrín, no lo recibió el sumo sacerdote, no lo recibieron los líderes políticos y los líderes religiosos. ¿Ven? Vino a lo Suyo, el pueblo hebreo; y los Suyos no le recibieron.
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;
los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”
Estas son las personas que obtienen el nuevo nacimiento, que nacen del Agua y del Espíritu, y entran al Reino de Dios y obtienen la Vida eterna, y son hijos e hijas de Dios, Dios les ha dado potestad de ser hechos hijos de Dios.
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros.” Verso 14 del Evangelio según San Juan, del capítulo 1 verso 14. Aquí dice:
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”
Y ahora, el Verbo que era con Dios y era Dios y creó todas las cosas, ahora se hizo carne y lo conocimos por el nombre de Jesús. El Verbo hecho carne es nuestro amado Señor Jesucristo. ¿Ven? El Verbo que creó todas las cosas, que es Jesucristo, a través del cual Dios creó todas las cosas; pues en Jesucristo Dios moró, mora y morará eternamente en toda Su plenitud.
Y ahora, encontramos que Cristo antes de venir a la Tierra y nacer en Belén de Judea, ya existía en Su cuerpo angelical, pero todavía no tenía Su cuerpo de carne, y lo tuvo cuando nació en la Tierra a través de la Virgen María, allá en Belén de Judea; y estuvo en la Tierra y la Palabra de Dios estaba en Él, en Su boca; y Él hablaba la Palabra de Dios.
Por eso Él decía: “Yo no hablo nada de mí mismo, sino que como Yo oigo al Padre hablar, así Yo les hablo.” O sea, que lo que Él hablaba, era lo que el Padre colocaba en Su boca para hablar. Él decía: “El padre que mora en mí, Él hace las Obras.” El Padre estaba morando en Jesús y Dios en Espíritu Santo estaba en Jesús. En Jesús moró y mora y morará eternamente la plenitud de Dios, la plenitud de la divinidad, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Por eso Cristo decía que las obras que Él hacía, no las hacía de Sí mismo, sino del Padre que moraba en Él, era el que hacía las obras.
Por lo tanto, en Jesús estaba Dios haciendo todas aquellas obras que fueron hechas bajo el ministerio de nuestro amado Señor Jesucristo. Jesucristo como hombre no hizo ningún milagro. Todos los milagros los hizo ¿quién? Dios, el Padre que estaba en Jesús; y de igual manera, ninguno de los Profetas en el Antiguo Testamento o en el Nuevo Testamento, ninguno ha hecho milagros, ha sido Dios en esos Profetas obrando esos milagros. Por lo tanto, la gloria la damos, ¿a quién ? A Dios.
Ahora, Dios por medio de Cristo en Espíritu Santo, llamado en el Antiguo Testamento el Ángel de Jehová, estuvo hablando a través de los Profetas; y ahora cuando aparece en carne humana el Ángel de Jehová, Cristo el Verbo, Dios habló por medio de Jesucristo.
Y ahora, ¿cómo podemos escuchar la Voz de Dios, pues Jesucristo se fue al Cielo? Vamos a ver cómo podemos escuchar la Voz de Dios hoy. En San Juan, capítulo 14, verso 26, dice de la siguiente manera:
“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.”
Y ahora, Dios envía Su Espíritu Santo, el cual estaba en Jesucristo, lo envía a la Tierra a la Iglesia del Señor Jesucristo, y Dios por medio de Su Espíritu Santo le habla a la humanidad, le habla a Su Iglesia y le habla al mundo entero.
¿Pero cómo vamos a escuchar la Voz del Espíritu Santo en nuestro tiempo? Veamos, vamos a continuar leyendo aquí en el capítulo 15 de San Juan, verso 26 también, dice:
“Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.”
O sea, que el Espíritu Santo vendría y estaría dando testimonio acerca de Jesucristo, acerca de la Primera Venida de Cristo y la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario, dándole a conocer a los seres humanos el misterio de la Primera Venida de Cristo y de la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario, que fue el Misterio de la Redención.
La muerte de Cristo en la Cruz del Calvario fue el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados. Ese misterio tan grande el Espíritu Santo lo daría a conocer a los seres humanos, a la Iglesia del Señor Jesucristo; y toda persona que escucharía la predicación del Evangelio de Cristo, estaría escuchando la Voz del Espíritu Santo dando testimonio de Cristo, dando testimonio del misterio de la Primera de Cristo y de la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario, como el Sacrifico de la Expiación por nuestros pecados.
Ya no se necesitan sacrificios de animalitos, como hacían los hebreos en el Antiguo Testamento, que sacrificaban un macho cabrío de la expiación; eso lo hacía el sumo sacerdote allá en el templo, y llevaba la sangre de ese macho cabrío de la expiación, la llevaba en una vasija de oro, entraba al lugar santísimo y esparcía con su dedo siete veces sobre el propiciatorio, para la reconciliación del pueblo hebreo con Dios.
Los pecados del pueblo hebreo eran perdonados y eran cubiertos con la sangre de ese sacrificio: todos aquellos que arrepentidos de sus pecados pedían perdón a Dios en ese día.
Las personas que no se arrepentían, no afligían su alma por haber pecado contra Dios y no le pedían perdón a Dios por sus pecados, no quedaban perdonados, y por consiguiente no quedaban reconciliados con Dios, y por consiguiente Dios los cortaba de en medio del pueblo hebreo, o sea, perdían el derecho y privilegio a continuar viviendo, a vivir un año más. Ese sacrificio se hacía una vez al año y quedaban reconciliados por un año; y el que no se arrepentía y pedia perdón a Dios, no quedaba perdonado y no quedaba reconciliado, y por lo tanto, tenía que morir en ese tiempo, no podía vivir ese año más, porque no quedó reconciliado con Dios.
Y ahora, con el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, ya no se necesitan sacrificios de animalitos, porque ya tenemos un Sacrificio Perfecto, el cual fue hecho por mí. ¿Y por quién más? Por cada uno de ustedes también. Con el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, nuestros pecados son perdonados y con Su Sangre somos limpiados de todo pecado, y se convierte eso en una realidad, cuando recibimos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador; y arrepentidos de nuestros pecados le pedimos perdón a Cristo por nuestros pecados, Cristo nos perdona y somos bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en nosotros el nuevo nacimiento, nacemos a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno, para vivir eternamente y felices y jóvenes con Cristo en Su Reino eterno.
Ahora, este es el testimonio que da el Espíritu Santo acerca de Jesucristo desde el día de Pentecostés; porque fue enviado el Espíritu Santo para dar testimonio de Cristo, de ese misterio de la Primera Venida de Cristo y de la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario, que para muchas personas era una tragedia. Pero no fue una tragedia, fue una bendición grande para la raza humana, fue la bendición del Sacrifico de la Expiación por nuestros pecados, que fue realizado ese Sacrificio por nuestro amado Señor Jesucristo.
Tanto nos amó Dios y nos ama, que nos dio a Jesucristo para que viniera a la Tierra y muriera por mí. ¿Y por quién más? Por cada uno de ustedes en la Cruz del Calvario. Y Él llevó nuestros pecados en la Cruz del Calvario, Él se hizo pecado por nosotros.
Por lo tanto, la bendición grande fue para la raza humana, la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario, y luego la resurrección de Cristo.
Y ahora, en San Juan, capítulo 16, nos habla también del Espíritu Santo, Cristo, y dice capítulo 16, verso 7 en adelante (de San Juan):
“Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.
Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.
De pecado, por cuanto no creen en mí;
De justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más;
Y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.”
Y ahora, aquí la promesa del Espíritu Santo venir a la Tierra, aquí está y viene y convencerá al mundo de pecado. Por eso el Espíritu Santo por medio de Sus diferentes Mensajeros, le habla a la humanidad del pecado y de que se arrepientan de sus pecados, para que reciban el perdón de sus pecados y reciban la salvación y Vida eterna.
Cristo, vean ustedes, aquí en San Lucas, capítulo 24, versos 44 en adelante, dice:
“Y les dijo (ya resucitado Cristo les apareció a Sus discípulos y les dice)...
Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.
Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras;
y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día;
y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.”
Y ahora, el arrepentimiento y el perdón de los pecados se predica en el Nombre del Señor Jesucristo.
Por lo tanto, toda persona al escuchar la predicación del Evangelio de Cristo tiene la oportunidad y bendición de arrepentirse de sus pecados y recibir a Jesucristo como su único y suficiente Salvador, y ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo le perdona, con Su Sangre le limpia de todo pecado y le bautiza con Espíritu Santo y Fuego y produce en la persona el nuevo nacimiento, y así la persona nace a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno, así la persona ha nacido del Agua y del Espíritu y ha entrado al Reino de Dios.
Vean, aquí nos continúa diciendo Cristo:
“Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.
Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.
El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.”
Y ahora, encontramos que el Espíritu Santo estará también dando a conocer las cosas que han de venir, que han de suceder, y estará también recordando las cosas que Jesús habló. Por lo tanto, el Espíritu Santo estará trayendo la Palabra de Dios a la Iglesia del Señor Jesucristo y a toda la humanidad.
Y ahora, vamos a ver cómo en el Nuevo Testamento el Espíritu Santo estaría hablando.
En Primera de Pedro, capítulo 1, verso 10 en adelante, dice:
“Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación,
escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos.”
El Espíritu de Cristo estaba en los Profetas.
Y ahora, en el Nuevo Testamento Cristo promete enviar Su Espíritu Santo. Y vamos a ver dónde estará el Espíritu Santo en el Nuevo Testamento, hablando como habló en el Antigo Testamento a través de Sus Profetas. Y ahora:
“... escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos.
A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles.”
Y ahora, los que han predicado el Evangelio por el Espíritu Santo.
Y ahora, en San Pedro estaba el Espíritu Santo predicando el Evangelio, el Espíritu Santo hablando a través de San Pedro el Día de Pentecostés, y en las demás ocasiones que San Pedro predicó.
Ahora, el Espíritu Santo en el Nuevo Testamento habla a través de Sus Apóstoles, a través de San Pedro y los demás Apóstoles, a través de San Pablo y a través de cada Ángel Mensajero que Él ha enviado en cada etapa de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y ahora, veamos los que nos dice en Apocalipsis, capítulo 1, verso 10 al 11:
“Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,
que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.”
Aquí tenemos al Espíritu Santo, Cristo hablando en Espíritu Santo en el Día Señor. El Día del Señor es el Séptimo Milenio de Adán hacia acá o Tercer Milenio de Cristo hacia acá. “Porque un día delante del Señor es como mil años y mil años como un día,” dice el Profeta Moisés en el Salmo 90, verso 4; y San Pedro en Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8. Un día delante del Señor es como mil años para los seres humanos.
Y ahora, el Día Postrero es el Día del Señor, es el Día Milenial en donde Cristo estará hablando por medio de Su Espíritu Santo, y dando a conocer las cosas que han de suceder en este tiempo final.
Vean, aquí en Apocalipsis, capítulo 4, versos 1, dice:
“Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas.”
Y ahora, la promesa es que nos mostrará las cosas que sucederán después de las que ya han sucedido en estos dos mil años que han transcurrido de Cristo hacia acá.
Y ahora, para este tiempo final, para este Día Postrero tenemos la promesa que Dios nos va a hablar y nos va a mostrar las cosas que deben suceder pronto. Y vamos a ver por medio de quién nos va a estar hablando Dios todas estas cosas que deben suceder pronto; que lo diga el mismo Jesucristo, porque Él fue el que lo prometió. En Apocalipsis, capítulo 22, verso 6, está la respuesta:
“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.”
Y ahora, aquí la promesa es que el Dios de los Espíritus de los Profetas, el Señor, ha enviado Su Ángel para mostrar a Sus siervos las cosas que deben suceder pronto. Es a través del Ángel del Señor Jesucristo que serán dadas a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, las cuales ya están aquí en símbolos, en el libro del Apocalipsis, y fueron dadas a Juan el Apóstol en símbolos.
Y para este tiempo final Cristo enviará Su Ángel, para darnos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, y por consiguiente estará abriéndonos estos misterios del Apocalipsis y mostrándonos a través del libro del Apocalipsis todas estas cosas que deben suceder pronto.
Este Ángel del Señor Jesucristo está prometido para estar en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo, es el Ángel que le dio a Juan el Apóstol la revelación del Apocalipsis; es ese Ángel, el cual ha estado en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo en Espíritu, en cuerpo angelical, en cuerpo espiritual, el cual estará en este tiempo final en cuerpo humano, en cuerpo de carne, hablándonos todas estas cosas que deben suceder pronto.
Así como el Ángel de Jehová, que es Cristo, estaba en el Antiguo Testamento en cuerpo angelical, hablando a través de los Profetas del Antiguo Testamento y dándoles a conocer todas las cosas que ellos hablaron.
Y ahora, en el Nuevo Testamento así como Jehová Dios tiene Su Ángel, el Ángel de Jehová, que es Cristo en Su cuerpo angelical, y ahora Cristo en el Nuevo Testamento tiene Su Ángel. Y en Apocalipsis, capítulo 22, verso 16, Cristo dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.”
Este Ángel del Señor Jesucristo ha estado en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo todo el tiempo, y le dio a Juan el Apóstol la revelación del Apocalipsis.
Y ahora, para este tiempo final este Ángel del Señor Jesucristo estará en carne humana; y así como el Ángel de Jehová cuando se hizo carne en medio de la raza humana, en medio del pueblo hebreo, era un Profeta, ahora el Ángel del Señor Jesucristo cuando lo vean los miembros de la Iglesia de Jesucristo, lo vea el mundo entero en medio de la Iglesia, será un Profeta; porque este es un Espíritu de Profeta que le dio a Juan la revelación del Apocalipsis.
Así como el Ángel de Jehová en el Antiguo Testamento, es un espíritu de Profeta, Cristo en Espíritu Santo, Cristo en cuerpo angelical hablando a través de los Profetas.
Y ahora, este Ángel del Señor Jesucristo, es un Espíritu de Profeta que es enviado a la Iglesia y ha estado en medio de la Iglesia en cuerpo espiritual; y para el Día Postrero, para este tiempo final, estará en carne humana hablándonos todas estas cosas que deben suceder pronto.
¿Cómo vamos a conocer a ese Ángel? Por lo que Él estará hablandonos que serán las cosas que deben suceder pronto, y estará dando testimonio de Cristo.
Por lo tanto, este Ángel del Señor Jesucristo es el instrumento a través del cual el Espíritu Santo estará hablándonos todas estas cosas que deben suceder pronto; y todos los que estarán escuchando a ese Ángel dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, estarán escuchando la Voz de Dios hoy.
Vean, aquí en Apocalipsis, capítulo 22, verso 16, dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias.”
Por lo tanto, estará en medio del cristianismo dando testimonio de estas cosas y será un Profeta dispensacional, el cual vendrá y estará en medio de la Iglesia de Jesucristo con un Mensaje dispensacional; y él será el que tendrá en su boca la Palabra de Dios por medio del Espíritu de Cristo, hablando a través de ese Profeta Mensajero de Jesucristo, llamado: “El Ángel del Señor Jesucristo.” Un Ángel es un Mensajero. Los Profetas son Ángeles, son Mensajeros de Dios.
Ahora, aquí en Hebreos, capítulo 12, dice del verso 25 en adelante, dice:
“Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos.”
¿Y quién es el que nos amonesta desde el Cielo? El Espíritu Santo. Y nos amonesta desde el Cielo hablando a través de Sus Mensajeros. El Espíritu Santo habló a través de Cristo, el Espíritu Santo habló a través de San Pedro, el Espíritu Santo habló a través de San Pablo y el Espíritu Santo ha estado hablando a través de Sus diferentes Mensajeros que han sido enviados a la Iglesia del Señor Jesucristo. Y para este tiempo final estará hablando a través del Ángel del Señor Jesucristo. Y ahora dice:
“Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos.
La voz del cual conmovió entonces la tierra...”
¿Ven? Y recuerden: cuando el Espíritu Santo habla, hay una Voz.
“La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo.
Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles.
Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia;
porque nuestro Dios es fuego consumidor.”
Y ahora, para este tiempo final, Cristo en Espíritu Santo en medio de Su Iglesia, estará hablando por medio de Su Ángel, todas estas cosas que deben suceder pronto, estará hablando las bendiciones que Cristo dará a Su Iglesia, a cada creyente en Cristo, y también estará hablando los juicios divinos que vendrán sobre la raza humana; y si los que desecharon al que les hablaba desde la Tierra, no escaparon del juicio divino, muchos menos escarparán en este tiempo los que desechen, los que no escuchen la Voz del que les habla desde el Cielo. De los que no escuchen la Voz del Espíritu Santo hablándonos en este tiempo final, dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto.
Por lo tanto, el Espíritu Santo estará hablando por medio del Ángel del Señor Jesucristo todas estas cosas que deben suceder pronto. Y el Ángel del Señor Jesucristo estará en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo en este tiempo final, en carne humana, y será un Profeta dispensacional con un Mensaje dispensacional.
Por lo tanto, él estará predicando el Evangelio del Reino y también estará predicando el Evangelio de la Gracia. Él estará predicando el Evangelio de la Gracia que gira alrededor de la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario, para el Espíritu Santo, por medio de él, llamar y juntar a todos los escogidos de este tiempo final.
Y luego también estará hablando el Evangelio de Reino que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo como el León de la Tribu de Judá; y estará dándonos a conocer todas estas cosas que sucederán en el Reino de Cristo, bajo la Dispensación del Reino.
Por lo tanto: “Si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón.” Dice San Pablo en Hebreos, capítulo 3, verso 7; y Hebreos, capítulo 4, verso 7.
El pueblo hebreo no quiso escuchar la Voz de Dios por medio de Su Espíritu Santo, a través de los Profetas, y le vinieron los juicios divinos. Dios estuvo muy enojado con el pueblo hebreo.
Pero Dios está muy feliz con aquellos que oyen la Voz de Dios por medio de Su Espíritu Santo, a través del Mensajero que Él tiene en cada tiempo, en cada edad y en cada dispensación. Las personas de esa edad y de esa dispensación, de ese tiempo, reciben las bendiciones de Dios; y Dios está muy feliz con esas personas, y esas personas están muy felices con Dios y el Programa de Dios, y lo que Dios habla través de ese hombre, de ese Mensajero que Dios les envía.
Así es también para el pueblo de Dios de este tiempo final, así es también para los miembros de la Iglesia del Señor Jesucristo, así es también para toda oveja del Señor Jesucristo. Cristo dijo: “Mis ovejas oyen mi Voz y me siguen.”
Y ahora, hemos visto cómo es que escucharían la Voz de Cristo, pues Cristo cuando murió y resucitó y se fue al Cielo, ha permanecido en el Cielo, en el Trono de Dios, haciendo intercesión con Su propia Sangre; está como Sumo Sacerdote intercediendo por toda persona que lo recibe como su único y suficiente Salvador, arrepentido de sus pecados; Cristo le recibe, le perdona y con Su Sangre le limpia de todo pecado, y Cristo intercede por esa persona ante el Padre Celestial, y el Padre Celestial le da la entrada al Reino eterno.
Esa persona es bautizada en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo bautiza a la persona con Espíritu Santo y Fuego, y la persona ha nacido de nuevo, ha nacido del Agua y del Espíritu, y ha entrado al Reino de Dios, y por consiguiente ha entrado a la Vida eterna, ha asegurado su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno, ha asegurado su futuro eterno en la Vida eterna.
Por lo tanto, tiene la esperanza de volver a vivir una vida en un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, como el cuerpo glorificado de nuestro amado Señor Jesucristo, y joven para toda la eternidad.
Y ahora, veamos aquí lo que Cristo dice en San Juan, capítulo 10, versos 14 en adelante, dice:
“Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,
así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.
También tengo otras ovejas que no son de este redil (o sea, que no son del pueblo hebreo, no están allá en medio del pueblo hebreo, sino que están entre los gentiles), aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.”
¿Cómo van a oír la Voz de Cristo esas ovejas? A través del Espíritu de Cristo que estará en Sus diferentes Mensajeros, en los Apóstoles allá en el principio y en los diferentes Mensajeros que Dios ha enviado después de los Apóstoles, y en el Ángel del Señor Jesucristo en este tiempo final. Es la Voz de Cristo llamando Sus ovejas de tiempo en tiempo.
Y ahora, les ha tocado escuchar la Voz de Cristo, la Voz de Dios, a las ovejas de Cristo que el Padre le ha dado para que les dé Vida eterna. Esas personas representadas en ovejas, son los hijos e hijas de Dios; y los hijos e hijas de Dios de este tiempo estarán escuchando la Voz de Dios, la Voz de Cristo, por medio del Espíritu Santo en el Ángel del Señor Jesucristo, que estará en medio de Su Iglesia, dando testimonio de todas estas cosas que deben suceder pronto.
Y si oyes hoy Su Voz no endurezcas tu corazón, abre tu corazón y escucha la Voz de Cristo por medio de Su Espíritu Santo a través de Su Ángel Mensajero, y cree de todo corazón en Cristo. La fe de Cristo nace en tu corazón, porque la fe viene por el oír la Palabra de Dios, el Evangelio de Cristo. “Y con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.” [Romanos 10:10]
La persona luego de haber escuchado la predicación del Evangelio de Cristo, ha nacido la fe de Cristo en su alma, en su corazón, y cree en Cristo ya en su corazón; pero luego le corresponde dar testimonio público de su fe en Cristo, recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador; porque se confiesa para salvación, se confiesa a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador. Eso es dar testimonio público de nuestra fe en Cristo, y por consiguiente la persona recibe la bendición de Dios, la bendición del Cielo, la persona arrepentida de sus pecados pide perdón a Cristo por sus pecados, Cristo lo perdona y con Su Sangre lo limpia de todo pecado y es bautizada en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en la persona el nuevo nacimiento. Así la persona ha nacido de nuevo del Agua y del Espíritu, del Evangelio de Cristo y del Espíritu Santo. “Porque el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios,” dijo Cristo a Nicodemo en el capítulo 3 de San Juan, versos 1 al 6.
Y todos queremos entrar al Reino de Dios, y por consiguiente, todos entonces necesitamos escuchar la Voz de Dios hoy, la Voz de Cristo hoy dándonos testimonio de todas estas cosas que deben suceder pronto y dándonos testimonio de Cristo, de Su Primera Venida y de Su muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.
El Sacrifico de Cristo en la Cruz del Calvario, la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario, es el Sacrificio de la Expiación por mis pecados. ¿Y por los pecados de quién más? Por los pecados de cada uno de ustedes también.
Cristo dijo en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16:
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Esa es la realidad bíblica para todo ser humano. Solamente hay dos cosas que pueden suceder en la vida de cada ser humano: o ser salvo y obtener la Vida eterna, o ser condenado para ser echado en el lago de fuego y dejar de existir.
La persona al escuchar la predicación del Evangelio de Cristo tiene libre albedrío, para así hacer la decisión más grande de su vida. La decisión más grande que un ser humano hace en su vida, es una sola y es la decisión que le coloca en la Vida eterna, es la decisión de recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador. Cualquier otra decisión que la persona hace, por más grande que parezca ser la decisión que haga, no le coloca en la Vida eterna. Pero la decisión de recibir a Cristo como nuestro Salvador, nos coloca en la Vida eterna.
Por lo tanto, luego de escuchar la predicación del Evangelio de Cristo y nacer la fe de Cristo en el corazón, en el alma de la persona, y creer en Cristo como su Salvador, le corresponde dar testimonio público de su fe en Cristo recibiéndolo como su único y suficiente Salvador.
Yo lo he recibido como mi único y suficiente Salvador y he dado testimonio público de mi fe en Cristo y he sido bautizado en agua en Su Nombre y Él me ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, y ha producido en mí el nuevo nacimiento. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también. Por lo tanto, ustedes tienen Vida eterna.
Vean, aquí en San Juan, dice el mismo Cristo en San Juan, capítulo 5, verso 24, dice:
“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.”
Ha pasado de muerte a Vida eterna, porque ha escuchado la Voz de Cristo, el Evangelio de Cristo, en el tiempo que le ha tocado vivir. Tan simple como eso es recibir la Vida eterna. Recibir la Vida eterna es más simple, más fácil que recibir cualquier otra cosa en esta Tierra.
Miren, para una persona recibir un título, un doctorado, tiene que estudiar muchos años y graduarse en la Universidad. Una persona para recibir el diploma de sexto grado (aunque sea), tiene que estudiar; aunque sea algo tiene que estudiar. Una persona para recibir el salario de una semana o un mes, tiene que trabajar; una persona para cosechar, tiene que trabajar, tiene que sembrar; una persona para comer, tiene que buscar comida, tiene que comprarla en el supermercado para traerla a su hogar.
Pero una persona para obtener la Vida eterna y entrar al Reino de Dios, no necesita hacer nada de eso, porque ya alguien lo hizo por mí. ¿Y por quién más? Por cada uno ustedes. ¿Quién lo hizo? Jesucristo muriendo en la Cruz del Calvario llevó nuestros pecados y nos compró la Vida eterna para todos nosotros, nos compró para nuestro Dios.
Por lo tanto, es un asunto de fe en Cristo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo (¿ven lo sencillo que es?); más el que no creyere, será condenado.”
Por lo tanto, la salvación y Vida eterna la puede recibir una persona en el mismo día. ¿Ven? Y no la puede conseguir ni en la farmacia, ni en el supermercado, ni en la escuela, ni en la universidad, en ningún lugar puede conseguir la Vida eterna, sino en Jesucristo, que es la Fuente del Agua de la Vida eterna.
Vean, aquí en Apocalipsis, capítulo 21; y en el capítulo 22 nos habla del Agua de la Vida eterna. Todos queremos vivir eternamente y por esa causa hablamos de estas cosas divinas. Capitulo 21, verso 6, dice:
“Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin.”
¿Quién es el Alfa y Omega? Nuestro amado Señor Jesucristo.
“Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.”
La Fuente del Agua de la Vida es Cristo, y Él nos dará de la Fuente del Agua de la Vida, a todo aquel que tenga sed, que tenga sed del Agua de la Vida eterna para vivir eternamente. La Fuente del Agua de la Vida es Cristo y el Agua de la Vida eterna es el Espíritu Santo; por eso en el último y gran día de la fiesta, Cristo se puso en pie allá en el Templo, en Jerusalén, y les dijo las palabras que están aquí en San Juan, capítulo 7, versos 37 al 39:
“En el último y gran día de la fiesta (o sea, en el último y gran día de la fiesta de los tabernáculos) Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.”
Por lo tanto, Cristo se presenta aquí como la Fuente del Agua de la Vida.
“El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.”
Vean, hay personas que dicen: “Yo creo en Dios, yo creo en Dios a mi manera, yo creo en Cristo a mi manera.” Pero Cristo dice cómo es que usted y yo tenemos que creer en Él.
“El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.”
Esos ríos de agua de viva es nada menos que el Espíritu Santo dentro del creyente en Cristo.
“Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él.”
¿Ven? Esto dijo del Espíritu, del Espíritu Santo que habían de recibir los que creyesen en Él, en Cristo. El Espíritu Santo es exclusivamente para los creyentes en Cristo. Y el Espíritu Santo lo tiene Jesucristo para impartirlo a todos los creyentes en Él.
“Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.”
¿Ven? Y ahora, Cristo se presenta como la Fuente del Agua de la Vida eterna; Cristo se presenta como la Fuente del Espíritu Santo para darle del Espíritu Santo a todo ser humano que lo recibe como su único y suficiente Salvador, para que así el ser humano tenga la Vida eterna. El Espíritu Santo es el Agua que salta para Vida eterna.
Vean, de esta Agua fue que le habló Cristo a la mujer samaritana cuando le dijo: “Mas el que bebiere del Agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el Agua que yo le daré será en él una Fuente de Agua que salte para Vida eterna.” San Juan, capítulo 4, verso 14. Esto fue lo que le dijo Cristo a la mujer samaritana, allí en el pozo de Sicar, en Samaria, que era el pozo que Jacob le dio a su hijo José.
Y ahora, Cristo es la Fuente del Agua de la Vida eterna, y el que toma de esta Agua de la Vida eterna que Cristo da, vivirá eternamente con Cristo en Su Reino.
Vean, aquí en Apocalipsis, capítulo 22, verso 16 y 17, dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.
Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.”
Tome ¿de qué agua? Del agua de la Vida eterna, que es el Espíritu Santo, el cual recibe la persona cuando viene a Cristo y lo recibe como su único y suficiente Salvador.
Cuando la persona ha escuchado la predicación del Evangelio de Cristo y ha nacido la fe de Cristo en su corazón, en su alma, ha creído en Cristo y se levanta y pasa al frente y da testimonio público de su fe en Cristo, y lo recibe como su único y suficiente Salvador, está viniendo a la Fuente del Agua de la Vida eterna, que es Jesucristo nuestro Salvador, para que le dé del Agua de la Vida eterna, le dé de Su Espíritu Santo, porque solamente Jesucristo es el único que nos puede dar el Espíritu Santo. Solamente Jesucristo es el que nos puede dar el Agua de la Vida eterna, solamente Jesucristo es el que nos puede dar la Vida eterna.
Vean, aquí en Primera de Juan, nos dice en el capítulo 5 de la siguiente manera. Y vamos a leer ese pasaje, en el capítulo 5 de Primera de Juan, verso 10 al 13, dice:
“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.
Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.”
¿Dónde está la Vida eterna que Dios nos ha dado? Está en Su Hijo Jesucristo. Por lo tanto, para recibir la Vida eterna tenemos que venir a Cristo, que es la Fuente de la Vida eterna, la Fuente del Agua de la Vida eterna, para que Él nos dé la Vida eterna. Usted no puede ir a cualquier otra persona para recibir la Vida eterna, solamente hay un solo Salvador, hay solamente una persona en la cual Dios ha colocado la Vida eterna para que le dé Vida eterna al ser humano y Su Nombre es SEÑOR JESUCRISTO. “Porque no hay otro nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” Dijo San Pedro en el libro de los Hechos, capítulo 4, verso 12.
Y ahora, aquí continuando, ya hemos visto que Dios nos ha dado Vida eterna y esta Vida está en Su Hijo, en Jesucristo.
“El que tiene al Hijo, tiene la vida (o sea, al que tiene a Jesucristo acá porque lo recibió como su Salvador, tiene la Vida, la Vida eterna); el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.”
No tiene la Vida eterna, lo que tiene es una vida temporal que se le va terminar en algún momento y no sabe cuándo se le va a terminar, no sabe si amanecerá vivo mañana, no sabe si en la noche de hoy se le acaba la vida terrenal, porque la vida terrenal es temporal. Pero la vida que Cristo nos da cuando lo recibimos como nuestro Salvador, es Vida eterna para vivir con Él en Su Reino eterno.
Por lo tanto, tenemos la esperanza de volver a vivir, vivir una nueva vida, una Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno, con un cuerpo eterno y glorificado, y joven para toda la eternidad. Continuamos leyendo aquí, dice:
“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.”
Esa es la buena noticia para los creyentes en Cristo: que tenemos Vida eterna. ¿Cómo la hemos conseguido? A través de Jesucristo.
“...y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”
Ya hemos visto dónde está la Vida eterna: está en Jesucristo, para que todo ser humano que quiera vivir eternamente la obtenga (esa Vida eterna), recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador, para que Cristo le dé la Vida eterna.
Miren ustedes aquí en San Juan, capítulo 5 y el capítulo 3, vamos a ver capítulo 3, verso 31 al 36, dice:
“El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz.
Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida.
El Padre ama al Hijo (o sea, a Jesucristo) y todas las cosas ha entregado en su mano.
El que cree en el Hijo (o sea, el que cree en Jesucristo)...
El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo (el que rehúsa creer en Jesucristo); pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida (no verá la Vida eterna), sino que la ira de Dios está sobre él.”
Por lo tanto, la ira de Dios está sobre las personas que rehúsan creer en Jesucristo como su único y suficiente Salvador; y son condenados y echados en el lago de fuego cuando llegue el momento del juicio final, y de ser condenados y echados en el lago de fuego, donde serán quemados en cuerpo, espíritu y alma.
Esa es una realidad a la cual es mejor que se enfrenten en la actualidad y no después que mueran, porque después que mueren ya no hay oportunidad para decir: “Ahora yo quiero recibir a Cristo como mi único y suficiente Salvador.” Ya no hay oportunidad; le sucede como le sucedió al hombre rico que murió y fue al inferno, y ya quería una oportunidad, quería un vaso de agua fresca para colocar en su lengua y no le fue permitido; todos los derechos le fueron cancelados.
Y ahora vean, aquí Cristo dice en San Mateo, capítulo 10, verso 28:
“Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno (o sea, temed a Dios).”
Por lo tanto, Él es el que puede destruir el cuerpo y el alma en el infierno. Pero, ¿cómo podemos evitar eso? Recibiendo al único que nos puede salvar. “Porque no hay otro nombre bajo el Cielo en el cual podamos ser salvos.” Hay solamente un Nombre, y ese Nombre es SEÑOR JESUCRISTO.
Por lo tanto, nuestro amado Señor Jesucristo es el único Salvador, el cual al escuchar la predicación de Su Evangelio nace la fe de Cristo en nuestra alma, en nuestro corazón, creemos en Cristo como nuestro único y suficiente Salvador y nos levantamos y pasamos al frente y damos testimonio público de nuestra fe en Cristo, y lo recibimos como nuestro único y suficiente Salvador, pidiéndole perdón a Cristo por nuestros pecados y somos bautizados en agua en Su Nombre, Cristo nos perdona y con Su sangre nos limpia de todo pecado, y nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y obtenemos el nuevo nacimiento, nacemos del Agua y del Espíritu y entramos al Reino de Dios, y por consiguiente a la Vida, a la Vida eterna, y así hemos asegurado nuestro futuro eterno para vivir con Cristo en Su Reino por toda la eternidad.
El propósito de nuestra vida aquí en la Tierra, es que nosotros seamos rociados con la Sangre de Cristo y limpiados de todo pecado y aseguremos nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno.
Por lo tanto, el propósito de nuestra existencia aquí en la Tierra es que nosotros recibamos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, para que obtengamos la salvación y Vida eterna. Y Dios nos ha dado muchos años para vivir en la Tierra, para que así tengamos la oportunidad de escuchar la predicación de Su Evangelio, y nacer la fe de Cristo acá en nuestra alma y creer en Él, y recibirlo como nuestro único y suficiente Salvador.
Por lo tanto, estamos escuchando la Voz de Dios hoy, dándonos testimonio de Cristo y de Su Sacrificio en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, para que nosotros creamos en Él, para que nazca la fe de Cristo en nuestra alma, creamos en Él y lo recibamos como nuestro único y suficiente Salvador.
Y ahora, ¿cuántos ya le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador? Pues Cristo los ha recibido en Su Reino, y si han sido bautizados en agua en Su Nombre, Cristo también les ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego y ha producido en ustedes el nuevo nacimiento y ustedes han entrado al Reino de Cristo, ustedes tienen Vida eterna, y yo también.
Si hay alguna persona que todavía no ha dado testimonio público de su fe en Cristo, no lo ha recibido como su único y suficiente Salvador, lo puede hacer en estos momentos, levantándose y pasando al frente, para dar testimonio público de su fe en Cristo y recibirlo como vuestro único y suficiente Salvador.
Y yo estaré orando por usted para que Cristo le reciba y le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, y sea bautizado en agua en Su Nombre y Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento, y así le dé la Vida terna y entre al Reino eterno de Cristo, y así asegure usted su futuro eterno con Cristo nuestro Salvador, con el único que podemos asegurar nuestro futuro eterno.
Vamos a dar unos minutos en lo que vienen dando testimonio de su fe en Cristo y recibiendo a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador y yo estaré orando por ustedes en esta noche, por ustedes que están aquí presentes y por los que están en otras naciones y que están escuchando en estos momentos a través de internet o del satélite, y también ustedes que están escuchando a través de la radio en esta noche, ustedes que están escuchando esta conferencia a través de Radio Popular WJ 1410 AM.
Pueden también ustedes acercarse al radio, a la radio para que queden incluidos en esta oración que haré por todas las personas que están viniendo a los Pies de Cristo en esta noche, aquí en esta actividad que estamos teniendo en Tehuacán, Puebla.
Vamos a pedirle a los que están a través de internet y del satélite en la América Latina y el Caribe, en Norteamérica, en Europa, en el África y demás naciones, que también vengan al frente, pasen al frente dando testimonio público de su fe en Cristo, para que queden incluidos en esta oración.
Todos los que todavía no habían recibido a Cristo en los diferentes países pueden hacerlo, pueden pasar al frente en donde ustedes se encuentran y los que están a través de la radio, pueden pasar al frente, pueden pasar a donde está la radio, el radio de ustedes, y colocar ahí su mano sobre la radio, para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo por todas las personas que están viniendo a los Pies de Cristo en esta noche.
Todos los que quieren vivir eternamente con Cristo están viniendo a los Pies de Cristo en estos momentos, porque quieren asegurar su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno. Cristo dijo:
“El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Tan simple como eso: es un asunto de fe en Cristo para obtener la salvación y Vida eterna, y es un asunto de no creer en Cristo para la persona recibir la condenación y ser luego echado en el infierno. Por no creer en Cristo es que las personas irán al infierno, y por creer en Cristo es que las personas irán al Cielo, entrarán al Reino de Dios y vivirán eternamente con Cristo en Su Reino. Cristo dijo en San Mateo, capítulo 10, versos 32 al 33:
“A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.”
¿Ven? Toda persona que públicamente confiesa a Cristo como su único y suficiente Salvador y lo recibe como su Salvador, Cristo lo confiesa delante del Padre Celestial, lo confiesa como un creyente en Él, en Cristo, y un creyente al cual Cristo ha perdonado y el cual ha sido bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Y Cristo le pide al Padre que le dé la entrada al Reino y el Padre le da la entrada al Reino y la persona recibe el Espíritu de Cristo y la persona obtiene la Vida eterna, entra al Reino eterno de Dios y la persona tiene Vida eterna y así ha asegurado su futuro eterno con Jesucristo en Su Reino eterno.
Todos queremos que Cristo nos confíese delante de nuestro Padre Celestial como creyentes en Él, en Cristo. Pero las personas que no confiesan a Cristo como su único y suficiente Salvador, vean lo que es de ellos en el Cielo delante de nuestro Padre Celestial:
“Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.”
Cualquier persona que niega a Cristo como su único y suficiente Salvador, cualquier persona que no lo recibe como su Salvador, será negado delante del Padre Celestial, Cristo lo negará delante del Padre Celestial, Cristo lo negará, dirá: “Ése no es un creyente en mí, ése no me ha recibido como su único suficiente Salvador.” Por lo tanto, el Padre no le dará la entrada al Reino eterno de Dios, y por lo tanto esa persona no podrá vivir eternamente, no vivirá eternamente con Cristo en Su Reino, porque ha rechazado al Rey de ese Reino que es nuestro amado Señor Jesucristo.
Por lo tanto, a todos nos conviene ¿qué? Creer en Cristo como nuestro único y suficiente Salvador y recibirlo como nuestro único y suficiente Salvador, dando testimonio público así de que creemos en Cristo y lo recibimos como nuestro único y suficiente Salvador. Creemos en Su Primera Venida y creemos en Su muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por mis pecados y ¿por los pecados de quién más? Por los pecados de cada uno de ustedes también.
Creemos que el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario es el Sacrifico de la Expiación para reconciliarnos con Dios, y así entrar al Reino de Dios: y para eso creemos en Cristo y lo recibimos como nuestro único y suficiente Salvador. Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo.
Vean las palabras de San Pedro en el libro de los Hechos, capítulo 2, verso 36 en adelante, dice:
“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”
Por eso llamamos a Jesús SEÑOR JESUCRISTO: porque Dios ha hecho a Jesús Señor y Cristo; porque en Jesús moró la plenitud de Dios, la plenitud de la Divinidad, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios lo ha hecho Señor y Cristo.
“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.
Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”
Como tres mil personas creyeron y fueron bautizadas en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo los bautizó con Espíritu Santo y Fuego, y obtuvieron el nuevo nacimiento, y entraron al Reino de Dios, entraron a formar parte de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y ahora, en esta noche, aquí en esta ciudad en la cual nos encontramos, en Tehuacán, Puebla, República Mexicana, ustedes, luego de escuchar la predicación del Evangelio de Cristo han creído de todo corazón en Cristo y han venido al frente dando testimonio público de vuestra fe en Cristo; y así también ustedes que están a través de la radio han creído y han colocado su corazón en las manos de Cristo en estos momentos.
Y ustedes también que están en otras naciones a través de internet y del satélite escuchando y viendo esta actividad, ustedes que han pasado al frente para recibir a Cristo, han creído de todo corazón y han pasado al frente dando testimonio público de vuestra fe en Cristo.
Y ahora, si falta alguna persona por venir a los Pies de Cristo, puede venir de los que están aquí presentes o de los que están a través de la radio o de los que están a través de internet o del satélite en diferentes países de la América Latina, del Caribe, de Norteamérica, de Europa, y del África y demás países, pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo, para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo por todas las personas que están viniendo a los Pies de Cristo en esta noche, aquí en Tehuacán, Puebla, República Mexicana.
Los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo, pues Cristo tiene lugar en Su Reino para los niños también. Él dijo: “Dejad a lo niños venir a mí, y no se lo impidáis porque de los tales es el Reino de los Cielos.”
Por lo tanto, los niños también tienen lugar en el Reino de Cristo, pueden recibir a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador. Todavía siguen viniendo más personas a los Pies de Cristo, pues quieren vivir eternamente con Cristo en Su Reino y han visto que no hay otra forma para obtener la Vida eterna, sino a través de Jesucristo recibiéndolo como nuestro único y suficiente Salvador.
“Porque no hay otro nombre bajo el Cielo, dado a los hombres en que podamos ser salvos.” Libro de los Hechos, capítulo 4, verso 2.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” [San Juan 3:16]
Queremos tener Vida eterna y lo tenemos a través de Jesucristo; para eso Dios mandó a Su Hijo Jesucristo a este mundo: para morir por nosotros en la Cruz del Calvario y darnos la Vida eterna.
Todavía pueden continuar viniendo las personas que faltan por venir, ya Dios les ha hablado, ya han escuchado la Voz de Dios hoy, ya vieron cómo es que se escucha la Voz de Dios en este tiempo final. ¿Ven? En la misma forma en que la Iglesia a través de sus diferentes etapas ha escuchado la Voz de Dios y como el pueblo hebreo escuchaba la Voz de Dios.
Y ahora, hemos escuchado la Voz de Dios a través del Evangelio de Jesucristo siendo predicado.
Y ahora, la respuesta de ustedes ha sido positiva. San Pablo dijo: “Si oyes hoy Su Voz no endurezcas tu corazón.” Y ustedes han escuchado la Voz de Dios hoy y no han endurecido vuestro corazón, sino que han abierto vuestro corazón para recibir en vuestro corazón a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador. Todavía si falta alguna persona puede venir a los Pies de Cristo.
Algunas veces, luego de escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, algunas personas son tímidas y no se atreven pasar al frente. Pero para recibir la Vida eterna no podemos ser tímidos. Para recibir a Cristo para que nos dé la Vida eterna no podemos ser tímidos, es un asunto de Vida eterna recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador. Cristo no fue tímido para morir por nosotros en la Cruz del Calvario.
Por lo tanto, no podemos ser tímidos para recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador. Por lo tanto, diga: “Yo he escuchado la Palabra de Cristo hoy, y he creído de todo corazón en Cristo y ahora me levanto y paso al frente y doy testimonio público de mi fe en Cristo, y lo recibo como mi único y suficiente Salvador.” Y Cristo le recibe a usted y le da la Vida eterna, que es lo que nosotros queremos. Nosotros queremos Vida eterna para vivir con Cristo por toda la eternidad en el Reino de Dios.
Vamos ya a estar listos para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en esta noche, vamos a estar puestos en pie; y si falta alguna persona por venir, pues ya ha escuchado y a ha creído de todo corazón en Cristo, puede venir, pasar al frente para dar testimonio público de su fe en Cristo y recibirlo como vuestro único y suficiente Salvador.
Y también los que están en otras naciones pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo, y ya dentro de unos segundos vamos a orar por todos los que han venido a los Pies de Cristo, y por ustedes allá que están en otras naciones también, pues quedarán incluidos en esta oración que haré por todos los que están aquí presentes.
Vamos a estar puestos en pie todos, vamos a levantar nuestras manos al Cielo, a Cristo. Si todavía falta alguno puede venir inmediatamente para que quede incluido en esta oración. Nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, nuestros ojos cerrados, repitan conmigo esta oración:
Señor Jesucristo, vengo a Ti habiendo escuchado la predicación de Tu Evangelio y habiendo nacido Tu fe en mi corazón, en mi alma.
Señor Jesucristo, doy testimonio público de mi fe en Ti, creo en Ti ,creo en Tu Primera Venida, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por mis pecados; reconozco que soy pecador y reconozco que necesito un Salvador que me salve de mis pecados y me dé la Vida eterna.
Y, Señor Jesucristo, reconozco que Tú eres mi único y suficiente Salvador, y Te recibo públicamente, en estos momentos, como mi único y suficiente Salvador.
Señor Jesucristo, en Tus manos encomiendo mi alma, perdona mis pecados y con Tu Sangre límpiame de todo pecado. Te lo ruego y bautízame con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre y produzcas en mí el nuevo nacimiento. Quiero nacer en Tu Reino eterno, quiero vivir eternamente contigo en Tu Reino eterno. Señor Jesucristo, en Tus manos encomiendo mi alma, salva mi alma. Señor Jesucristo, Te lo ruego. En Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y todos decimos con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.
Cristo les ha recibido en Su Reino por cuanto ustedes han escuchado la predicación del Evangelio de Cristo, Él dijo:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Ustedes han escuchado la predicación del Evangelio de Cristo, y han creído de todo corazón y lo han recibido como vuestro único y suficiente Salvador, han dado testimonio público de vuestra fe en Cristo, y Cristo les ha recibido en Su Reino. Ustedes también me dirán: “Cristo dijo: El que creyere y fuere bautizado, será salvo . ¿Cuándo me pueden bautizar? Quiero ser bautizado lo más pronto posible. Por cuanto he creído en Cristo de todo corazón, y Él dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado será salvo.”
Por cuanto han creído ustedes de todo corazón, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, ¿cuándo? En este mismo momento, en estos mismos momentos pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Pregunto al Reverendo Hipólito Galván Rosas si hay agua: Hay agua, hay bautisterios en ambos lados. ¿Hay ropas bautismales también? Hay ropas bautismales. ¿Hay vestidores donde colocarse las ropas bautismales? También hay vestidores. ¿Y personas que les ayudarán también? Hay personas que les ayudarán también y cuidarán también de vuestras ropas en lo que ustedes serán bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo esta misma noche, tanto ustedes que están aquí presentes, como los que están a través de internet o del satélite en las diferentes naciones de la América Latina, del Caribe, de Norteamérica, de Europa, del África, y demás naciones que están en estos momentos escuchando esta conferencia y que han recibido a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador.
Bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Hay ministros y hay bautisterios y ropas bautismales también allá donde ustedes se encuentran en las diferentes naciones, que están escuchando esta conferencia del Evangelio de Jesucristo nuestro Salvador. Bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Y que Jesucristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento y entren al Reino de Jesucristo nuestro Salvador; y a vuestros familiares Cristo también los llame, los traiga a Sus Pies y les dé la salvación y Vida eterna, para que estén con ustedes viviendo en el Reino de Cristo por toda la eternidad. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.
Nuestro tema ha sido: “LA VOZ DE DIOS HOY.”
Y ustedes han escuchado la Voz de Dios hoy y han recibido a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador, porque eso es lo que la Voz de Dios hoy nos ha dado ha conocer: El misterio de la Primera Venida de Cristo y Su muerte en la Cruz del Calvario, para la salvación de nuestra alma.
Muchas gracias por vuestra amable atención y continúen pasando todos una noche llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.
Dejo con ustedes en estos momentos al Reverendo Hipólito Galván Rosas, para que les indique hacia dónde caminar para ponerse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre de nuestro amado Señor Jesucristo.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos, y a ustedes amables radioyentes que Dios les bendiga grandemente también. Dentro de algunos momentos también escucharán los teléfonos y direcciones a los cuales ustedes podrán comunicarse y a los lugares a donde ustedes podrán asistir para continuar escuchando conferencias similares a esta, y también para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Dejo con nosotros al Reverendo Hipólito Galván Rosas para continuar.
Dios les bendiga y les guarde a todos.
“LA VOZ DE DIOS HOY.”