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El Día de la Expiación 2005-02-18 1 Torreón Coahuila MX 00:00:00 false

Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes, y los que están a través de internet o del satélite en Puerto Rico, Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú, Chile, Paraguay, Uruguay, Argentina, el Brasil, todo el Caribe, toda la América Latina, también Norteamérica, también Europa, y también los que están allá en el África y en los demás países del planeta Tierra.

Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, nuestro Salvador, sean con todos ustedes y conmigo también. Y nos hable en este día, en esta mañana, nos abra las Escrituras y nos abra el corazón para creer y entender la Palabra de Dios. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y Amén.

Leemos en esta ocasión en el libro de Levíticos, capítulo 23, versos 26 en adelante (26 al 32), donde dice de la siguiente manera:

También habló Jehová a Moisés, diciendo:

A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.

Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.

Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.

Y cualquiera persona que hiciere trabajo alguno en este día, yo destruiré a la tal persona de entre su pueblo.

Ningún trabajo haréis; estatuto perpetuo es por vuestras generaciones en dondequiera que habitéis.

Día de reposo será a vosotros, y afligiréis vuestras almas, comenzando a los nueve días del mes en la tarde; de tarde a tarde guardaréis vuestro reposo.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Tomamos el verso 27 para de ahí tomar nuestro tema, ese verso dice:

A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.”

EL DÍA DE EXPIACIÓN.” Ese es nuestro tema para esta ocasión.

A través de la historia bíblica y a través de la historia de la raza humana, encontramos que todos los seres humanos y las naciones han tratado de encontrar a Dios. Y por esa causa encontramos en diferentes naciones diferentes religiones, y encontramos que cada una de las religiones cree en que hay un Dios, creador de los Cielos y de la Tierra. Y encontramos que en las diferentes religiones sacrifican animalitos, y algunas hasta sacrifican personas también.

Ahora, el ser humano ha estado buscando a Dios, porque quiere la paz de Dios y quiere ser reconciliado con Dios. Y para poder comprender este Misterio del Día de la Expiación, en donde el ser humano es perdonado y es reconciliado con Dios, tenemos que ir a través del Antiguo Testamento para ver este Misterio del Día de la Expiación.

Encontramos que en el tiempo de Adán, él tenía Vida eterna, pero todavía no estaba adoptado; y por esa causa estaba pasando por una etapa de prueba, en donde mostraría si guardaría la Palabra de Dios o no la guardaría, en las buenas y en las malas, en tiempos fáciles o en tiempos difíciles.

Y cuando llegó cierto momento, la raza humana pecó contra Dios. Dios le había dicho al ser humano, a Adán, que no comiera del árbol de ciencia del bien y del mal, porque el día que comiera de él, ese día moriría, moriría a la vida que él tenía, que era la Vida eterna. Y cuando el ser humano pecó contra Dios, murió a la Vida eterna, y solamente le quedó vida temporal, que a Adán se le acabó a los 930 años; lo cual fue un tiempo muy corto para Adán, porque 930 años se pasan muy rápidamente.

Pero, vean ustedes, el ser humano luego que pecó se había escondido de Dios, pero Dios buscó al ser humano, no abandonó Dios al ser humano, no abandonó Dios a la raza humana; y lo buscó, escuchó, preguntó qué habían hecho: si habían pecado, si habían comido del árbol de ciencia del bien y del mal; y Él los escuchó a ellos hablar, y luego de decirle lo que sería el futuro de ellos, les dio pieles para cubrir la desnudez de ellos; por consiguiente, tuvieron que morir, tuvo que morir un animalito, para de ese animalito Dios darle pieles al ser humano.

Por lo tanto, pieles sangrantes fueron entregadas a Adán y Eva para cubrir su desnudez, lo cual es tipo y figura de un Sacrificio Perfecto, que más adelante vendría por medio de la simiente de la mujer que nacería en la Tierra y realizaría el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.

Desde Adán en adelante el ser humano estuvo efectuando sacrificios por sus pecados. Y cuando Dios le dio al pueblo hebreo las leyes, encontramos que le estableció el sacrificio de la expiación por el pecado. Abraham, Isaac y Jacob, y los patriarcas habían efectuado el sacrificio de animalitos.

Y ahora, Dios le da al pueblo hebreo como nación también la ordenanza del sacrificio de la expiación por sus pecados.

Este sacrificio de la expiación por los pecados es el sacrificio más importante que el pueblo hebreo realizaba en el Antiguo Testamento. Ya en la actualidad no tienen templo, y por consiguiente no tienen lugar dónde efectuar ese sacrificio.

Ahora, este sacrificio es el sacrificio en el cual el ser humano viene a Dios arrepentido de sus pecados, viene afligido en su alma por haber pecado contra Dios. Cristo dijo: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.” [San Mateo 5:4]

Hay una bienaventuranza grande para los que lloran; llorar ¿por qué? Muchas personas lloran y no son bienaventuradas, pero son los que lloran afligidos en su alma por haber pecado contra Dios. Esas personas afligirse en su alma, llorando, por haber pecado contra Dios, piden perdón a Cristo por sus pecados y Cristo les perdona y con Su Sangre les limpia de todo pecado. Todo eso fue tipificado allá en el Antiguo Testamento, en el Día de la Expiación, en donde se sacrificaba el macho cabrío de la expiación, y el sumo sacerdote llevaba la sangre de ese macho cabrío en una vasija, y entraba al lugar santísimo del tabernáculo; y luego en el templo de Salomón también fue así, y luego esparcía con su dedo siete veces sobre el propiciatorio.

El propiciatorio es la tapa del arca del Pacto: el propiciatorio es de oro puro y están dos querubines de oro también, uno a cada lado, mirando el uno al otro, hacia el arca del Pacto; y en medio de los dos querubines de oro está la presencia de Dios en la Luz de la Shekinah, en esa Columna de Fuego que acompañó al pueblo hebreo por el desierto.

Y sobre ese propiciatorio es que el sumo sacerdote esparcía con su dedo siete veces, y allí estaba Dios, el cual recibía también las oraciones del pueblo, las cuales eran llevadas a Dios cuando el sumo sacerdote con el incensario de oro y con fuego en el incensario echaba el perfume, y subía el humo a la presencia de Dios, llevando así las oraciones de los santos, las oraciones del pueblo hebreo, pidiendo perdón y misericordia por sus pecados.

Recuerdan que en una ocasión en el Nuevo Testamento estaba el sacerdote Zacarías ofreciendo el incienso a Dios, en el altar del incienso, y le apareció el Arcángel Gabriel, y le dijo el Arcángel Gabriel que Dios había escuchado su oración.

Ahora, podemos ver que con el incienso siendo quemado en ese lugar, en el lugar santo, en el lugar del incienso, ahí las oraciones suben a Dios y entran adonde está Dios: al Lugar Santísimo, y Dios escucha esas oraciones.

Ahora, el sumo sacerdote era el único que tenía derecho a entrar al lugar santísimo y entraba con el incensario, y el humo del incienso subía a la presencia de Dios; y ahí es donde el sumo sacerdote hacía la intercesión por el pueblo, y esparcía con su dedo siete veces con la sangre del macho cabrío de la expiación. Ahí era donde se efectuaba la reconciliación del pueblo con Dios.

Y ahora, todas esas cosas que se efectuaban en el Antiguo Testamento, son tipo y figura de las cosas que serían efectuadas en el Nuevo Testamento, bajo el Nuevo Pacto, en donde tendríamos un Sacrifico de la Expiación por nuestros pecados. Ya no sería un animalito, sino sería un hombre que vendría a la Tierra, y que vendría con la misión divina de morir por nosotros como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.

Y eso tenía que efectuarse en el Día de la Expiación del Templo Celestial, conforme a la ordenanza del Templo Celestial; y sería hecha esa Expiación, ese Sacrificio aquí en la Tierra, y sería presentado en el Templo Celestial, y sería llevada la Sangre de ese Sacrificio por el Sumo Sacerdote del Templo Celestial, que es Melquisedec, el cual es Cristo nuestro Salvador, el cual es el Sumo Sacerdote del Orden de Melquisedec del Templo Celestial.

Por lo tanto, ese hombre que vendría a la Tierra para hacer el Sacrificio, Él mismo ser el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, y que moriría por nosotros aquí en la Tierra. Cuando Juan lo vio en San Juan, capítulo 1, vean lo que dijo acerca de este hombre: San Juan, capítulo 1, versos 26 en adelante dice (de San Juan, capítulo 1), Juan el Bautista, dice:

Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis.

Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.

Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”

Y ahora, Juan el Bautista presenta a Jesús ante el pueblo como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

¿Y cómo es que tenía que quitar el pecado del mundo, Jesucristo el Cordero de Dios? Vean aquí en Isaías, capítulo 53, hablando del Mesías y de Su Venida, dice:

Con todo eso, Jehová quiso (capítulo 53, verso 10)...

Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento.

Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.”

Y ahora aquí, vean, nos dice:

Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado.”

Eso está profetizado que haría el Mesías: pondría Su vida en Expiación por el pecado, por el pecado del ser humano. Y todo eso había sido tipificado en el Antiguo Testamento en el sacrificio de la expiación, el sacrificio que se efectuaba el día diez del mes séptimo de cada año.

Y ahora, aquí en Daniel, capítulo 9, verso 21 en adelante, dice:

...aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde.

Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo: Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento.

Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. Entiende, pues, la orden, y entiende la visión.

Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.”

Y ahora, vean cómo aquí está profetizado que setenta semanas están determinadas para el pueblo hebreo; y cuando apareció Jesucristo en la escena, en Su ministerio, comenzó la semana número setenta; y Jesucristo tuvo un ministerio de tres años y medio, y al final de esos tres años y medio de ministerio, se estaba viviendo a la mitad de la semana número setenta. Y a la mitad de la semana número setenta le fue quitada la vida al Mesías. Vean:

Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.

Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí.”

Y ahora, después de las sesenta y dos semanas, que son las que le siguen a las siete primeras semanas; siete semanas y sesenta y dos semanas son sesenta y nueve semanas; después de las sesenta y nueve semanas comienza la semana número setenta. ¿Ven? Por lo tanto, en la semana número setenta le sería quitada la vida al Mesías. Él tuvo un ministerio de tres años y medio, que corresponde a los primeros tres años y medio de la semana número setenta; y le fue quitada la vida al Mesías en la mitad de la semana número setenta. Y ahí se detuvo el trato de Dios con el pueblo hebreo, y ahí fue efectuado el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados. Ese es el Día de la Expiación, fue efectuado el Sacrificio de nuestros pecados.

Y ahora, se detuvo la semana número setenta para el pueblo hebreo en la mitad, y le faltan al pueblo hebreo tres años y medio de esa semana número setenta, que son los que corresponden a la gran tribulación, donde Dios tratará con el pueblo hebreo nuevamente, y en donde el Espíritu de Dios regresará al pueblo hebreo. Y donde el pueblo hebreo será despertado a la realidad de lo que es el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.

El pueblo hebreo ha estado sufriendo mucho a través de estos dos mil años que han transcurrido, porque no tienen un Sacrificio de Expiación por sus pecados; y el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, que es el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, lo han estado rechazando. Y por consiguiente, no han estado reconciliados con Dios ni como individuos ni como nación, pero van a ser reconciliados con Dios por medio del Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, realizado por Cristo en la Cruz del Calvario: porque ese es el Sacrificio de la Expiación por los pecados de hebreos y por los pecados de los gentiles.

Y en el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario se cumplió el Día de la Expiación. Cristo es la Expiación nuestra para obtener el perdón de nuestros pecados y ser limpios de todo pecado, y libres de todo pecado. Él es el que salva a Su pueblo de sus pecados, dijo el Ángel que le apareció a José, el marido de la Virgen María, en San Mateo, capítulo 1, versos 20 al 21, donde dice:

Y pensando él en esto (o sea, José pensando en dejar secretamente a María)...

Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.

Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.”

El único que puede salvar a su pueblo de sus pecados es nuestro amado Señor Jesucristo, porque Él es el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados. Cuando Él murió en la Cruz del Calvario, vean, allí Cristo realizó el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados. Por eso Juan lo presentó como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

¿Cómo quita el pecado? Él tomando nuestros pecados y muriendo en la Cruz del Calvario, como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados. Desde la muerte de Cristo hacia acá en el Cielo, en el Templo Celestial, se ha estado viviendo en el Día de la Expiación, Día que comenzó cuando Cristo murió en la Cruz del Calvario.

Y recuerden que este Día de Expiación en el Cielo es el Día de la Dispensación de la Gracia, que comenzó con el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario. Por lo tanto, este es el Día de Salvación, este es el Día del Perdón, este es el Día en que Dios acepta a todo hombre que recibe a Cristo como su único y suficiente Salvador.

Estaba dicho en Isaías, capítulo 49, acerca de este día; y dice allí, en el capítulo 49, verso 8 de Isaías:

Así dijo Jehová: En tiempo aceptable te oí, y en el día de salvación te ayudé; y te guardaré, y te daré por pacto al pueblo, para que restaures la tierra, para que heredes asoladas heredades.”

Y ahora, aquí nos habla del tiempo aceptable, del Día de Salvación, y nos habla del Mesías que es colocado por Pacto al pueblo.

Y ahora, San Pablo en Segunda de Corintios, capítulo 6, verso 2, dice San Pablo:

Porque dice: En tiempo aceptable te he oído,

Y en día de salvación te he socorrido.

He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.”

Y ahora, el Día de Salvación es el Día de la Dispensación de la Gracia, del cual ya llevamos dos mil años del Sacrificio de Cristo hacia acá. Estamos viviendo todavía en el Tiempo aceptable delante de Dios, donde Dios acepta a toda persona que recibe a Cristo como su único y suficiente Salvador, toda persona que reconoce y cree de todo corazón en la Primera Venida de Cristo y en Su muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.

Dios acepta a esa persona porque esa persona pide perdón a Cristo, Cristo lo perdona, con Su Sangre lo limpia de todo pecado, y queda justificado ante de Dios y queda reconciliado con Dios para vivir por toda la eternidad. Por eso dice:

He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.”

Estamos en el Día de Salvación, en el tiempo aceptable, en el Día de la Expiación, desde la muerte de Cristo hacia acá.

Por lo tanto, toda persona que quiere estar reconciliada con Dios, que quiere obtener el perdón de sus pecados y ser limpio de todo pecado y ser reconciliado con Dios, y vivir eternamente en el Reino de Dios, recibe a Cristo como su único y suficiente Salvador, reconociendo que Cristo es el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.

No hay otro nombre. Pedro dice en el libro de los Hechos, capítulo 4 verso 12: “Porque no hay otro nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” No hay otro nombre en que podamos ser salvos. Solamente hay un nombre de salvación y ese Nombre es SEÑOR JESUCRISTO, porque Cristo es el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, para obtener el perdón de nuestros pecados, ser limpios de todo pecado, con la Sangre de Cristo, ser así perdonados y ser reconciliados con Dios.

Vean, estamos viviendo aquí en la Tierra para un propósito divino y por un propósito divino. Y necesitamos nosotros comprender cuál es ese propósito. En Primera de Pedro, capítulo 1, verso 2, dice:

...elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo.”

Vean para qué Dios nos ha enviado a vivir en este planeta Tierra: para obedecer, ¿obedecer a qué? Obedecer al Evangelio de Cristo, y ser rociados con la Sangre de Jesucristo al recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador.

Dios llama a todos los hombres a que se arrepientan de sus pecados y reciban a Cristo como su único y suficiente Salvador, y sean rociados con la Sangre de Cristo, y sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; y Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en esas personas el nuevo nacimiento, nazcan de nuevo, nazcan a la Vida eterna, la cual perdió Adán y Eva cuando pecaron. Por eso en el Libro de los Hechos, capítulo 3, verso 19 en adelante, dice:

Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio,

y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado;

a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.”

Y ahora, en este Día de la Expiación toda persona es llamada a arrepentirse de sus pecados y a ser convertido a Cristo, para que sean borrados sus pecados, y la persona obtenga así la salvación y Vida eterna.

Vean también cómo San Pedro nos dice, también en el capítulo 2 del Libro de los Hechos, verso 32 en adelante, dice:

A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.

Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.

Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra,

Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.

Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”

Dios a hecho a Jesús Señor y Cristo. Por eso llamamos a Jesús SEÑOR JESUCRISTO: porque Dios ha hecho a Jesús Señor y Cristo, porque en Jesús moró la plenitud de Dios, la plenitud de la Divinidad, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?

Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.

Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”

Como tres mil personas escucharon a Pedro, el Apóstol, predicando acerca de Cristo, y creyeron en Cristo como su único y suficiente Salvador, creyeron en Cristo como el Sacrificio de la Expiación por sus pecados.

Luego el verso 47, dice que luego todos los creyentes en Cristo estaban, ¿cómo?:

...alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.”

Los que han de ser salvos y han de vivir eternamente con Cristo en Su Reino, son añadidos a la Iglesia de Jesucristo, cuando las personas reciben a Cristo como su único y suficiente Salvador, y son bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo los bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en esas personas el nuevo nacimiento. De esto fue de lo que le habló Cristo a Nicodemo cuando le dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios.” Nicodemo le pregunta: “¿Cómo puede hacerse esto? ¿Puede acaso el hombre siendo viejo entrar en el vientre de su madre y nacer?” Cristo le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.” [San Juan 3:4-5].

Toda persona desea entrar al Reino de Dios para vivir eternamente en el Reino de Dios, pero se requiere nacer del Agua y del Espíritu. Así como para nosotros vivir en esta Tierra, vivir en esta vida temporal, tuvimos que nacer; el que no nació, no está viviendo aquí en la Tierra. Tuvo que nacer usted y tuve que nacer yo aquí en esta dimensión terrenal a través de nuestros padres terrenales.

Y para vivir eternamente en el Reino de Dios, usted tiene que nacer en el Reino de Dios, nacer de nuevo del Agua y del Espíritu. Nacer del Agua es nacer de la predicación del Evangelio de Cristo, y nacer del Espíritu es nacer del Espíritu Santo; y así la persona obtiene el nuevo nacimiento y nace a una nueva vida, nace a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador. Así es como se entra al Reino de Dios y así es como se nace a y en la Vida eterna. No hay otra forma para el ser humano obtener la Vida eterna.

Y ahora, desde la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario estamos en el Día de la Expiación. Tenemos una Expiación por nuestros pecados, que es el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, para ser aceptados por Dios y ser reconciliados con Dios. Estamos en el Día de la Expiación, en el Día aceptable delante del Señor, en el Día de Salvación. Y toda persona que ha recibido a Cristo como su único y suficiente Salvador, arrepentido de sus pecados y le ha pedido perdón a Cristo por sus pecados, Cristo lo ha perdonado y con Su Sangre lo ha limpiado de todo pecado.

Recuerden que el propósito de nuestra existencia en la Tierra es que seamos rociados con la Sangre de Jesucristo, para lo cual recibimos a Cristo, para que Él nos limpie con Su Sangre preciosa. Y vivimos en la Tierra para ser reconciliados con Dios en este Día de la Expiación, que es la Dispensación de la Gracia.

En este Día de la Expiación, que es la Dispensación de la Gracia, es que la persona confirma su lugar con Cristo en Su Reino eterno en la Vida eterna; si no lo hace estando en esta Tierra viviendo, y muere, ya no tiene oportunidad para confirmar su lugar en la Vida eterna, tiene que ser mientras vive en esta Tierra; y la persona no sabe cuánto tiempo va a vivir en esta Tierra.

Por lo tanto, por medio de la predicación del Evangelio de Cristo, el Espíritu Santo le habla a su alma y lo llama, y dice la Escritura: “Si oyes hoy Su Voz no endurezcas tu corazón.” Hebreos, capítulo 4, verso 7; y Hebreos, capítulo 3, verso 7.Y la cita que les cité, les mencioné, de Nicodemo y el nuevo nacimiento está en San Juan, capítulo 3, verso 1 al 6.

Por lo tanto, siendo este el Día de la Expiación, toda persona necesita aprovechar bien este Día de la Expiación, este tiempo de Misericordia y de perdón y de reconciliación con Dios, para ser reconciliado con Dios y confirmar su lugar en la Vida eterna, para vivir eternamente con Cristo en Su Reino.

Ya yo confirmé mi lugar en la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno, reconociéndolo y recibiéndolo como el Sacrifico de la Expiación por mis pecados, el Sacrifico que Cristo efectuó en la Cruz del Calvario. He creído en Su Primera Venida y en Su muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por mis pecados, Sacrificio con el cual Cristo me perdona y me limpia de todo pecado y me justifica delante de Dios, y me ha dejado como si nunca en la vida hubiese pecado ante Dios.

¿Y quién más ha sido reconciliado con Dios? Cada uno de ustedes porque han creído en Cristo y en Su Primera Venida y Su muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.

Si hay alguna persona que todavía no ha dado testimonio público de su fe en Cristo, en esta tarde o en este día, ha escuchado la predicación del Evangelio de Cristo, y por cuanto la fe viene por el oír la Palabra de Dios, el Evangelio de Cristo, ya la fe de Cristo ha nacido en vuestro corazón. “Y con el corazón se cree para justicia (por lo tanto, ya usted está creyendo en Cristo como vuestro único y suficiente Salvador), más con la boca se confiesa para salvación.” [Romanos 10:10]

Por lo tanto, ahora le corresponde confesar públicamente a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador, o sea, dar testimonio público de su fe en Cristo. Para lo cual daré algunos minutos, para que usted pueda dar testimonio público de su fe en Cristo viniendo acá al frente, para dar testimonio público de su fe en Cristo, recibiéndolo como vuestro único y suficiente Salvador, para que Cristo le reciba en Su Reino, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, y sea bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento, y así usted nazca en el Reino eterno de Dios, nazca en la Vida eterna y a la Vida eterna, para vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino eterno.

Hemos visto que estamos en el Día de la Expiación desde la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario. Por lo tanto, Cristo está en el Cielo como Sumo Sacerdote haciendo intercesión con Su propia Sangre, como lo hacía el sumo sacerdote en la tierra, en el tabernáculo que construyó Moisés y en el templo que construyó el rey Salomón.

Todo eso era tipo y figura de lo que sucedería en el Templo Celestial, en donde tenemos a Cristo, el Sacrifico de la Expiación por nuestros pecados, y lo tenemos también como el Sumo Sacerdote del Templo Celestial, según el Orden de Melquisedec, haciendo Intercesión por cada persona escrita en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, desde antes de la fundación del mundo.

Todo eso estaba en el Programa de Dios; y la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario también estaba en el Programa de Dios desde antes de la fundación del mundo. Y por cuanto Cristo estaba en el Programa Divino, conforme al Programa Divino estaba desde antes de la fundación del mundo destinado para morir por nosotros en la Cruz del Calvario, también estaban ya destinados aquellos por los cuales moriría Jesucristo en la Cruz del Calvario; o sea, moriría por mí. ¿Y por quién más? Por cada uno de ustedes también.

De esto fue que nos habló San Pedro en Primera de Pedro, capítulo 1, verso 18 en adelante, donde dice:

...sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata,

sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros.”

¿Ve? Ya la Primera Venida de Cristo y Su muerte en la Cruz del Calvario, ya estaba destinada Su Venida y Su muerte en la Cruz del Calvario, estaba destinada ya desde antes de la fundación del mundo; pero manifestada Su Venida y Su muerte en la Cruz del Calvario en los postreros tiempos, o sea, en los Días Postreros que comenzaron cuando Cristo tenía de 3 a 7 años de edad; porque un día delante del Señor es como mil años y mil años como un día.”

Por lo tanto, los Días Postreros comenzaron cuando Cristo ya tenía de 3 a 7 años de edad.

Y ahora, todavía estamos viviendo en los Días Postreros delante de Dios, que son los Milenios Postreros; estamos en el último de los Días Postreros, en el Día Postrero, que es el Milenio Postrero, Séptimo Milenio de Adán hacia acá o Tercer Milenio de Cristo hacia acá. Y todavía estamos en el Día de la Expiación, estamos en el Día de la Reconciliación del ser humano con Dios. El ser humano es reconciliado con Dios a través de Cristo, a través del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, que es el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.

No hay otra forma en que el ser humano pueda ser perdonado y limpio de todo pecado y reconciliado con Dios; solamente por medio de Jesucristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario, que es el Sacrificio Expiatorio por nuestros pecados.

Todavía continúan viniendo más personas que quieren obtener el perdón de sus pecados y ser limpios de todo pecado con la Sangre de Cristo, y ser reconciliados con Dios para vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino Eterno. Recuerden que es Vida eterna lo que recibimos al recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador.

¿Qué otra persona le puede dar a usted o a mí la Vida eterna? No hay otra persona. Y nosotros queremos la Vida eterna, queremos vivir eternamente, y por esa causa nosotros venimos al que tiene la Vida eterna, que es Jesucristo nuestro Salvador.

En Primera de Juan dice en el capítulo 5, verso 10 en adelante:

El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.

Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.”

¿Ve? Dios nos ha dado la Vida eterna. ¿Y dónde está la Vida eterna que Dios nos ha dado? Está en Jesucristo, en el Hijo de Dios. Y para recibir la Vida eterna, recibimos a Cristo y Él nos da la Vida eterna.

El que tiene al Hijo, tiene la vida.” Tiene ¿qué vida? La Vida eterna.

...el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.”

El que no tiene a Cristo porque no lo ha recibido como su Salvador, no tiene la Vida eterna, lo que tiene es una vida temporal que se le va a terminar en algún momento y no sabe cuándo se le va a terminar la vida terrenal. Por eso tenemos que asegurar la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno, tenemos que asegurarnos en la Vida eterna con Jesucristo, para así tener la esperanza y la fe de volver a vivir, de vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino eterno. Si es tan bueno vivir esta vida terrenal, que es temporal, ¡cómo será una Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno, con un cuerpo joven, eterno, inmortal e incorruptible y glorificado como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador, y joven para toda la eternidad! Representará de 18 a 21 años de edad ese cuerpo que Él nos va a dar.

Por lo tanto, lo más importante para el ser humano es la Vida eterna. No hay otra cosa más importante; y la decisión que una persona hace, la más importante decisión que una persona hace es recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador. Esa es la única decisión que le coloca a usted en la Vida eterna con Jesucristo nuestro Salvador. No hay otra decisión que usted pueda hacer que lo coloque a usted en la Vida eterna, solamente la decisión de recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador. Sigue diciendo Primera de Juan, el verso 13, dice:

Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”

La buena noticia para los creyentes en Cristo es que tenemos Vida eterna. Si se nos acaba esta vida terrenal no hay ningún problema, tenemos la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. Y Él nos va a dar un cuerpo eterno con Vida eterna y joven para toda la eternidad; y cuando Cristo establezca Su Reino eterno aquí en la Tierra, estaremos con Cristo viviendo en cuerpos glorificados y eternos.

Por lo tanto, hemos asegurado nuestro futuro eterno con Jesucristo en Su Reino eterno. Jesucristo está tan joven como cuando Él se fue al Cielo, luego de resucitar y estar con Sus discípulos unos cuarenta días apareciéndoles en diferentes ocasiones.

Cuando Cristo resucitó, Sus discípulos no lo conocían; es que la resurrección es en cuerpo glorificado para todos los creyente en Cristo, y por consiguiente, Cristo resucitó glorificado; y el cuerpo glorificado es joven, representa de 18 a 21 años de edad. ¿Ven lo sencillo que es todo?

Y ahora, cuando usted esté transformado y yo esté transformado, representaremos de 18 a 21 años de edad, porque esa es la edad que representa el cuerpo glorificado.

Y nuestros familiares que han partido y que eran creyentes en Cristo, cuando resuciten, resucitarán en cuerpos glorificados y nosotros los vamos a conocer porque sabemos que vendrán en cuerpos jóvenes y eternos que representarán de 18 a 21 años de edad. Esos cuerpos no se pondrán viejos. Y nosotros decimos: “¡Esa es la clase de cuerpo que yo necesito, yo necesito esa clase de cuerpo glorificado, igual al cuerpo glorificado de Cristo para vivir eternamente, físicamente, con Cristo en Su Reino eterno!”

Los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo. Cristo tiene lugar en Su Reino para los niños también. Y para ustedes que están a través de internet o del satélite o de la televisión en otras naciones, pueden también venir a los Pies de Cristo, para que queden incluidos en esta oración que haré por las personas que están viniendo a los Pies de Cristo en esta ocasión.

Todos los que están allá en Puerto Rico, en Venezuela, en Colombia, en el Ecuador, en Perú, en Bolivia, en Paraguay, en Chile, en Uruguay, en la Argentina, en el Brasil, en todo el Caribe, en República Dominicana y todo el Caribe, en toda la América Latina y también en Norteamérica, y también en Europa, y también ustedes allá en el África y demás naciones, pueden venir en estos momentos a los Pies de Cristo dando testimonio público de vuestra fe en Cristo, para que Cristo les reciba en Su Reino, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado.

Recordando que estamos en el Día de la Expiación. Ese día fue efectuado el día allá de la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario, y todavía estamos en ese Día de Expiación, en donde el ser humano alcanza la Misericordia, el perdón de Dios, creyendo en la muerte de Cristo como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.

Porque de tal manera amó Dios al mundo , que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (San Juan, capítulo 3, verso 16).

Y en San Juan, capítulo 3, versos 13 en adelante, dice:

Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.

Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,

para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

Y así como Moisés levantó la serpiente en el desierto para que toda persona que era picada, mordida por serpientes venenosas y, estaban condenados a morir porque la persona que es mordida por una serpiente venenosa, está condenada a la muerte, y solamente le quedan unos minutos de vida.

Pero con una mirada de fe a aquella serpiente de bronce que Moisés levantó allá en el desierto en una vara, en un asta, la persona quedaba libre de la muerte, quedaba libre del veneno y de las consecuencias del veneno de la serpiente. Aquella serpiente de bronce tipifica a Cristo levantado en la Cruz del Calvario, para que toda persona que dé una mirada de fe a Cristo crucificado, obtenga el perdón de sus pecados y sea limpio de todo pecado con la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador, y pueda vivir eternamente con Cristo en Su Reino.

En el Huerto del Edén encontramos que la serpiente antigua trajo el pecado a la raza humana y colocó el veneno del pecado en la raza humana.

Y ahora, la raza humana fue mordida por la serpiente antigua y colocó en la raza humana el veneno del pecado, y por consiguiente la muerte en la raza humana. Y la raza humana murió a la Vida eterna. Pero ahora para la persona poder vivir eternamente, no perder la Vida eterna, necesita dar una mirada de fe a Cristo crucificado, creer en la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario como el Sacrifico de la Expiación por nuestros pecados.

Como las personas en el tiempo de Moisés tenían que mirar la serpiente de bronce cuando eran mordidas por serpientes venenosas, para poder ser libres de la muerte y poder continuar viviendo.

Y así es con la Vida eterna: dando una mirada de fe a Cristo, obtenemos el perdón de nuestros pecados, somos limpios de todo pecado con la Sangre de Cristo y obtenemos la Vida eterna. “Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, más tenga Vida eterna,” dijo nuestro amado Señor Jesucristo.

Por lo tanto, obtener la Vida eterna es algo más sencillo de lo que el ser humano se puede imaginar. La Vida eterna está en Jesucristo. Recibiendo a Cristo recibimos la Vida eterna.

Es como un hombre que haya sido prometido que vendrá con mucho dinero para repartirlo a las personas. Las personas enseguida salen a recibir a ese hombre para que les dé el dinero que trajo para ellos. Y Cristo vino para traer la Vida eterna al ser humano: y toda persona sale a recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador, para que Cristo le dé la Vida eterna.

No hay otra persona que me pueda dar la Vida eterna a mí, y no hay otra persona que le pueda dar la Vida eterna a usted. Solamente hay UNO y Su Nombre es SEÑOR JESUCRISTO. Yo le he recibido y Él me ha dado la Vida eterna. ¿Y quién más? ¿Y a quien más? A cada uno de ustedes también le ha dado la Vida eterna, porque lo han recibido como vuestro único y suficiente Salvador.

Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en estos momentos, tanto por ustedes que están aquí presentes, como también por cada uno de ustedes que están en las diferentes naciones de la América Latina y el Caribe, de Norteamérica, del Europa también, y también del África, y demás naciones.

Si falta alguna otra persona por venir a los Pies de Cristo, dando testimonio público de su fe en Cristo, puede venir (de los que están aquí presentes y también de los que están en otras naciones); y ya dentro de algunos segundos oraremos por todos ustedes.

Si faltan algunos niños de diez años en adelante por venir a los Pies de Cristo, pueden hacerlo en estos momentos, para que queden incluidos en esta oración que haré por todas las personas que están viniendo a los Pies de Cristo. Cristo tiene lugar en Su Reino para los niños también. Él dijo: “Dejad a los niños venir a mí y no se lo impidáis, porque de los tales es el Reino de los Cielos.”

Vamos ya a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo, dando testimonio público de su fe en Cristo. Si falta alguna persona por venir todavía, puede venir.

Venimos a los Pies de Cristo para recibir la Vida eterna. No hay otra persona que tenga la Vida eterna para darla a nosotros: solamente hay UNO y Su Nombre es SEÑOR JESUCRISTO. Solamente hay un Salvador y Su Nombre es SEÑOR JESUCRISTO.

Todos deseamos vivir eternamente, y ya hemos visto quién es la Fuente de la Vida eterna: Jesucristo es la Fuente del Agua de la Vida eterna. Y todo el que quiere vivir eternamente toma del Agua de la Fuente de la Vida eterna, que es Jesucristo. Si todavía falta alguna persona por venir, puede hacerlo en estos momentos, para que quede incluido en esta oración que haré por los que han estado viniendo a los Pies de Cristo aquí en Torreón, Coahuila, República Mexicana, y también en otras naciones.

Vamos a levantar nuestras manos al Cielo, a Cristo, y repitan conmigo esta oración las personas que han venido a los Pies de Cristo dando testimonio público de vuestra fe en Cristo:

Señor Jesucristo, he escuchado la predicación de Tu Evangelio, y ha nacido Tu fe en mi corazón, creo en Ti de todo corazón ,creo en Tu Primera Venida y creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por mis pecados.

Y, Señor Jesucristo, doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador, reconociendo que soy pecador.

Te ruego, Señor Jesucristo, perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado. Señor Jesucristo, bautízame con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre. Te ruego produzcas en mí el nuevo nacimiento, quiero nacer en Tu Reino Eterno a la Vida eterna.

Señor Jesucristo, en Tus manos encomiendo mi alma. Salva mi alma, Señor Jesucristo, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso. Amén y amén. En Tu Nombre eterno Señor Jesucristo. Amén y amén.

Y todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado!

Cristo les ha recibido en Su Renio, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado. Por cuanto ustedes han escuchado la predicación del Evangelio de Cristo y ha nacido la fe de Cristo en sus corazones, y han creído en Él y lo han recibido como vuestro único y suficiente Salvador. Cristo dijo:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16).

Y ustedes han creído de todo corazón en Cristo y han dado testimonio público de vuestra fe en Cristo. Ustedes me dirán: “¿Y cuándo me pueden bautizar en agua en el Nombre del Señor Jesucristo? Porque Él dijo: El que creyere y fuere bautizado, será salvo. Quiero ser bautizado en el Nombre del Señor Jesucristo en agua lo más pronto posible, quiero cumplir el mandato de Cristo completo.” Por cuanto ustedes han creído de todo corazón en Cristo, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo hoy mismo, en estos mismos momentos.

Y que Cristo les bautice luego con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. En el Nombre del Señor Jesucristo. Y a vuestros familiares Cristo los traiga a Sus Pies y les dé la salvación y Vida eterna también, para que estén con ustedes en el Reino de Cristo por toda la eternidad. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Pregunto al Reverendo aquí presente, al pastor aquí presente si hay agua: ¿Hay bautisterio? Hay bautisterios aquí para ser bautizados. ¿Hay ropas bautismales también? Hay ropas bautismales también. ¿Hay lugar dónde cambiarse de ropas? También hay lugar dónde cambiarse de ropas. Vamos a pedirle al ministro pase aquí, más cerca, si puede pasar acá .Y también hay personas que cuidarán de vuestras ropas mientras ustedes son bautizados en agua, y luego también les ayudarán para luego colocarse de nuevo las ropas de ustedes que estarán secas, para luego regresar a sus hogares gozosos y agradecidos a Cristo por la salvación de vuestra alma.

Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo hoy mismo.

Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de nuestro tema: “EL DÍA DE LA EXPIACIÓN.”

Muchas gracias por vuestra amable atención y dejo con ustedes al Reverendo aquí presente, para indicarles hacia dónde caminar para cambiarse de ropas y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Muchas gracias por vuestra amable atención, y continúen pasando una tarde o un día lleno de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.

Con nosotros el ministro aquí presente.

EL DÍA DE LA EXPIACIÓN.”