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La Prueba de Vuestra Fe 2005-02-15 3 Austin Texas US 00:00:00 false

Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes, y los que están a través de internet y del satélite.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y nos bendiga grandemente en esta ocasión, nos hable directamente a nuestra alma, nos abra las Escrituras y nos abra el corazón para creer Su Palabra, y así se haga realidad en nuestra vida. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Para esta ocasión leemos en la Palabra de Dios, en Santiago, capítulo 1, donde nos dice: Capítulo 1, verso 1 al 8, dice:

Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud.

Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.

Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Santiago dice: “Sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.”

LA PRUEBA DE VUESTRA FE.” Ese es nuestro tema para esta ocasión.

“LA PRUEBA DE NUESTRA FE.” Toda persona que es un creyente en Cristo, es probado, su fe es probada. Por lo tanto, la persona pasará por diferentes etapas difíciles en su vida, donde su fe es probada; y si su fe es real en Cristo, permanecerá sirviendo a Cristo, no importa los problemas que tenga en su vida.

Cristo dijo: “Si alguno quiere seguir en pos de mí, tome su cruz y sígame.” O sea, que Cristo muestra que la fe de cada persona en Cristo será probaba, pasará por diferentes pruebas.

Y ahora, la Iglesia del Señor Jesucristo es la Familia de la Fe, es la Familia de Dios que tiene a los creyentes en Cristo, a los que son de la fe en Cristo.

Los que son de la fe en Cristo no están en religiones paganas, no están en el budismo ni en otras religiones; están en la Iglesia del Señor Jesucristo, que es la Familia de la Fe.

Todo miembro de la Iglesia del Señor Jesucristo es un miembro de la Familia de la Fe.

San Pablo en Gálatas, capítulo 6, verso 10, dice:

Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.” Gálatas, capítulo 6, verso 10.

Y ahora, los miembros de la Familia de la Fe son los creyentes en Cristo, ellos son del Cielo.

San Pablo dijo en Filipenses, capítulo 3, verso 20:

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”

Y ahora, San Pablo nos muestra que nuestra ciudadanía está en los Cielos. ¿Y cómo puede ser posible que seamos ciudadanos del Cielo, celestiales, cuando hemos nacido en esta Tierra y somos ciudadanos terrenales? Sencillo: ¿Cómo vino usted a ser un ciudadano terrenal? Por nacimiento; porque nació a través de sus padres terrenales en este planeta Tierra. ¿Y cómo usted puede ser un ciudadano celestial? Naciendo de nuevo, naciendo del Cielo, a través de nacer del Agua y del Espíritu como dijo Cristo a Nicodemo: “Porque el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios”; pero el que nace del Agua y del Espíritu entra al Reino de Dios.

Y ahora, al entrar al Reino de Dios, por cuanto el Reino de Dios es del Cielo, la persona es un ciudadano celestial, pertenece a la Ciudad de nuestro Dios, que es la Nueva Jerusalén, de donde también esperamos a nuestro Salvador Jesucristo, el cual está en el Cielo, en el Lugar Santísimo, en el Templo Celestial, como Sumo Sacerdote haciendo intercesión por todo creyente en Él, por toda persona que es de la fe en Jesucristo.

Ahora, la fe sin obras es muerta, dice Santiago en el capítulo 2; y si la fe sin obras es muerta, pues no queremos tener una fe muerta. Dice que la fe sin obras es muerta como el cuerpo sin espíritu es muerto.

Por lo tanto, todos queremos tener una fe viva y, por consiguiente, tener las obras de la fe. Veamos aquí, en Santiago, capítulo 2, verso 21 al 26, dice:

¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?

¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?

Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.”

Y ahora, los que son de la fe en Cristo son hijos de Abraham por la fe en Cristo; y por consiguiente, así como Abraham es llamado amigo de Dios, todos los de la fe en Cristo son los amigos de Cristo. Cristo dijo a Sus discípulos: “No os llamaré siervos, no os llamaré siervos, sino amigos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor.”

Por lo tanto, todos los creyentes en Cristo son los amigos de Cristo, así como Abraham, el Padre de la Fe, fue llamado amigo de Dios.

Y ahora, nosotros por la fe en Cristo somos amigos de Cristo. Cristo dijo: “No os llamaré siervos, sino amigos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor.” Pero Cristo, a los que son de la fe en Él, les da a conocer las cosas que Él hace; por lo tanto, les da a conocer todo el Programa Divino, de etapa en etapa, a través de la trayectoria de la Iglesia. Y para este tiempo final Cristo dice:

Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias (o a las iglesias).”

¿A quiénes? A los creyentes en Él, a los que son de la fe en Cristo, los cuales son los amigos de Cristo, a los cuales Cristo les da a conocer todas las cosas.

En una ocasión preguntaron los discípulos a Jesucristo, en el capítulo 13, verso 11 en adelante, de San Mateo: “¿Por qué les hablas por parábolas?”

Y Cristo les dijo: “Porque a vosotros os es dado conocer los misterios del Reino de Dios o del Reino de los Cielos; mas a ellos no es concedido.”

Ahora, encontramos que a unos es concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos y a otros no es concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos. A los que son de la fe en Cristo es concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos; a los que no son de la fe en Cristo, no les es concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos.

A los amigos de Cristo, que son los creyentes en Cristo, Él les da a conocer los misterios del Reino de los Cielos; en donde nos muestra quiénes somos en el Reino de los Cielos y cuál es nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino Eterno.

La promesa es que seremos a Su imagen y a Su semejanza; esto es, tendremos un cuerpo espiritual angelical, como el cuerpo angelical de Cristo, y un cuerpo físico glorificado y eterno como el cuerpo glorificado de Jesucristo, y joven para toda la eternidad. Esas son bendiciones grandes que Cristo tiene para los creyentes en Él, para los que son de la fe en Cristo Jesús.

Ahora, estas personas que tienen la fe en Cristo, su fe en Cristo es probada; por lo tanto, tenemos que comprender que pasaremos por diferentes etapas en nuestra vida en donde nuestra fe en Cristo es probada. Pero tenemos que permanecer firmes, con nuestra fe en Cristo y con la fe de Cristo acá en nuestra alma, sin dejar a Cristo en ningún momento, manteniéndonos agarrados de Cristo como Jacob (en el capítulo 32 del Génesis, verso 24 en adelante hasta el 32) se agarró del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová, y no lo soltó.

Y el Ángel le dijo: “Suéltame que tengo que irme, me tengo que ir.”

Y Jacob le dijo: “No te dejaré, no te soltaré, hasta que me bendigas.”

Y el Ángel le preguntó: “¿Cuál es tu nombre?”

Y Jacob le dijo: “Jacob.”

Y el Ángel le dijo: “No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.”

Tenemos que vencer nosotros también. Ese Ángel de Jehová es Jesucristo, y Jacob se agarró de Cristo estando Cristo en Su cuerpo angelical; porque Cristo es el Ángel del Pacto del Antiguo Testamento, el cual luego se hizo carne y habitó en medio del pueblo hebreo, y fue conocido por el Nombre de Jesús.

Y ahora, en el Nuevo Testamento los creyentes en Cristo se están agarrando de Cristo, el Ángel del Pacto; y no lo soltamos hasta que nos bendiga, hasta que nos transforme y seamos todos a Su imagen y a Su semejanza. Y entonces todos estaremos con Cristo en Su Reino Eterno, como Reyes, como Sacerdotes, iguales a Cristo, con cuerpos glorificados y jóvenes para toda la eternidad, porque hemos pasado por la prueba de la fe.

La prueba de nuestra fe es muy importante para todo ser humano creyente en Cristo. Nuestra fe, la fe de Cristo en nosotros es probada; por lo tanto, Cristo nos ayuda, nos fortalece y nos bendice, y nos mantenemos con nuestra fe puesta en Cristo; y obtendremos todas las bendiciones que Él ha prometido para nosotros, todas las bendiciones del Programa de Redención.

Hemos sido reconciliados con Dios por medio de Cristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario, al nosotros creer en Cristo, en Su Primera Venida y en Su muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.

Eso nos ha dado la bendición de obtener el perdón de nuestros pecados, arrepentidos de nuestros pecados, y ser bautizados en agua en Su Nombre, y recibir el Espíritu Santo, y obtener el nuevo nacimiento; y así obtener ese nacimiento del Cielo que nos coloca como hijos e hijas de Dios adoptados en el Reino de Dios, adoptados por Cristo en Su Reino.

Nos da la Adopción Espiritual, que es el nuevo nacimiento producido por el Bautismo del Espíritu Santo; y nos dará la Adopción física, que será el cuerpo nuevo y eterno, esa Adopción del cuerpo prometida para los creyentes en Cristo; y entonces estaremos adoptados espiritualmente y físicamente, y todos seremos iguales a Jesucristo, hijos e hijas de Dios perfectos, con Cristo en Su Reino Eterno.

La fe sin obras es muerta. La fe tiene alma, tiene espíritu y tiene cuerpo; la fe está en forma trina así como el ser humano es trino: el ser humano es alma, espíritu y cuerpo; y Dios es trino también: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Y ahora, encontramos que todo en el Programa de Dios es en forma trina. Y ahora, la fe sin obras no tiene cuerpo, porque el cuerpo de la fe es la obra de la fe; por lo tanto, todos tenemos que tener una fe viva con obras, o sea, que esté cubierta con el cuerpo de las obras de la fe.

Para este tiempo final, dice Cristo profetizando para este tiempo final, en San Lucas, capítulo 18, verso 8:

Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” San Lucas, capítulo 18, verso 8.

Para el Día Postrero, así como para la Primera Venida de Cristo se requería que las personas tuvieran la fe de Cristo y la fe en Cristo... Hubo muchos que no creyeron en Cristo; por lo tanto, no tenían la fe de Cristo en su alma, ni tenían fe en Cristo. Pero los que creyeron en Cristo tenían la fe de Cristo en su alma; y luego, el Día de Pentecostés, fueron llenos del Espíritu Santo y obtuvieron la transformación interior, obtuvieron el nuevo nacimiento y obtuvieron el cuerpo angelical.

Y para este tiempo final, así como para recibir la transformación interior espiritual se requiere creer en Cristo, en Su Primera Venida como el Cordero de Dios, como el Redentor, como nuestro Salvador, como el Hijo de Dios, y creer en Su Sacrificio en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.

Y para recibir la transformación física en el Día Postrero, en este tiempo final, los que van a ser transformados creerán —en adición— en la Segunda Venida de Cristo, en la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles, porque les será revelado el misterio de la Segunda Venida de Cristo, de la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles; y ellos creerán de todo corazón en la revelación del misterio de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.

La Segunda Venida de Cristo es para llevar a cabo la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos. En palabras más claras: es para llevar a cabo la Adopción física de todos los escogidos de Dios, de todos los miembros de la Familia de la Fe, que son los miembros de la Iglesia del Señor Jesucristo, que son las personas creyentes en Cristo nacidos de nuevo.

Y ahora, la prueba de nuestra fe tiene que ser realizada. Para este tiempo final serán probados todos los seres humanos; y los que pasen la prueba, los que tengan la fe para ser transformados y raptados, que es la revelación del Séptimo Sello, la revelación de la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles, la revelación de la Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo: serán transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

Cristo viene en Su Segunda Venida para transformar a todos Sus escogidos; y Sus escogidos tendrán la revelación de Su Segunda Venida, estarán creyendo en el misterio de Su Segunda Venida así como creen en el misterio de Su Primera Venida.

Y por consiguiente, recibirán las bendiciones que Él traerá en Su Segunda Venida, que son la resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos glorificados y eternos, y la transformación de nosotros los que vivimos.

Yo seré transformado y tendré un cuerpo nuevo y eterno y glorificado, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.

Estamos en una etapa en que nuestra fe tiene que ser probada; pero nuestra fe pasará la prueba. Permanecerá firme nuestra fe en Cristo, en el misterio de la Primera Venida de Cristo y en el misterio de la Segunda Venida de Cristo.

Por lo tanto, en la prueba de nuestra fe, al final, obtendremos la bendición de la transformación de nuestro cuerpo. San Pablo decía que prefería permanecer vivo, ser revestido, eso es ser transformado; él no deseaba partir del cuerpo. Y nosotros preferimos permanecer vivos pasando por la prueba de nuestra fe hasta llegar a la transformación.

Pero si alguno se quiere ir antes, les da saludos a todos los que están en el Paraíso y les dan la buena noticia que todo va marchando muy bien en la Iglesia del Señor Jesucristo, en este Día Postrero, y que pronto Cristo va a completar Su Iglesia.

Y cuando complete Su Iglesia, lo cual será cuando haya llamado y juntando en Su Iglesia hasta el último escogido de Dios; y cuando eso suceda, Cristo se levantará del Trono del Padre, tomará el Título de Propiedad, que es el Libro de los Siete Sellos, lo abrirá en el Cielo, conforme a Apocalipsis, capítulo 5 y capítulo 6 y capítulo 8, verso 1; y luego lo traerá a la Tierra en Apocalipsis, capítulo 10; lo traerá abierto en Su mano y lo entregará a un hombre. Ese Libro de los Siete Sellos es el Título de Propiedad de los Cielos y de la Tierra.

Lo traerá a la Tierra para entregárselo a un hombre para que se lo coma y para Cristo entonces restaurar a ese hombre y a toda la Iglesia de Jesucristo de este tiempo final, a la Vida eterna física, y también a los muertos en Cristo. Por lo tanto, estamos viviendo en un tiempo muy importante.

Permanezcan firmes en la fe de Jesús. Nunca se desanimen, no importa los problemas que tengan en su vida.

Y si alguno de los que está aquí presentes o a través de internet o del satélite todavía no ha dado testimonio público de su fe en Cristo, y en esta noche mientras escuchaba la predicación del Evangelio de Cristo nació la fe de Cristo en su alma, en su corazón (porque la fe viene por el oír la Palabra, y usted ha estado oyendo la Palabra de Dios en esta noche); por lo tanto, la fe de Cristo ha nacido en su alma, en su corazón. Con el corazón se cree para justicia, y usted ya está creyendo.

Y ahora, lo siguiente es lo que dice San Pablo: “Mas con la boca se confiesa para salvación,” o sea, da testimonio público de su fe en Cristo, recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador, y Cristo lo recibe.

Usted viene a Cristo arrepentido de sus pecados, y Cristo lo perdona y con Su Sangre lo limpia de todo pecado, y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; porque el Nombre: Señor Jesucristo, es el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; en Jesucristo moró la plenitud de la Divinidad, la plenitud de la Deidad; y esto es: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Y Padre, Hijo y Espíritu Santo morando en Jesús tiene un Nombre, ese Nombre es SEÑOR JESUCRISTO. “Por eso no hay otro Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos,” dice San Pedro en el libro de los Hechos, capítulo 4, verso 12.

Por esa causa bautizaban los discípulos en el tiempo de los apóstoles, a las personas; y bautizaban en el Nombre del Señor Jesucristo, porque ese es el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Y ahora, en este tiempo final encontramos que Dios está llamando y juntando a Sus escogidos del tiempo final para completar Su Iglesia; y por consiguiente, muy pronto, Cristo completará Su Iglesia; y entonces se levantará del Trono del Padre y hará Su Obra de Reclamo: resucitará los muertos en Cristo en cuerpos glorificados, y a mí me transformará. ¿Y a quién más? A cada uno de ustedes también.

Les dije: “Y a mí me transformará.” Y luego les pregunté: “¿Y a quién más?” Para que ustedes también den testimonio de la fe en Cristo que ustedes tienen, y den testimonio de lo que ustedes están esperando de Cristo en este tiempo final; porque cada uno tiene que creer que será transformado.

Ninguna persona será transformada si no cree que va a ser transformada. Es como la sanidad divina: ninguna persona puede ser sanada si no cree que va a ser sanada.

Es por la fe en Cristo que se reciben todas las promesas divinas. Sin fe es imposible agradar a Dios, y sin fe es imposible que una persona reciba los beneficios de Jesucristo. Es para los creyentes en Cristo, que tienen la fe de Cristo y creen en Él y en todas Sus promesas.

Por lo tanto, nos mantenemos firmes con nuestra fe puesta en Cristo, porque Cristo es el fundamento de nuestra fe. Cristo es el fundamento, es la roca sobre quien está puesta nuestra fe. Por lo tanto, nuestra fe está colocada en el lugar correcto: en Jesucristo nuestro Salvador.

LA PRUEBA DE VUESTRA FE.” Ese ha sido nuestro tema para esta ocasión.

Y ahora, ¿cuántos son de la fe en Cristo? Todos nosotros. Si hay alguno que todavía no ha dado testimonio público de su fe en Cristo y todavía no es uno de la Familia de la Fe en Cristo, y no tiene esperanza de una Vida eterna pero quiere vivir eternamente con Cristo en Su Reino: en esta ocasión puede venir a los Pies de Cristo, dando testimonio público de su fe en Cristo, y yo oraré por usted para que Cristo le reciba en Su Reino, le perdone, y con Su Sangre le limpie de todo pecado, y pueda ser bautizado en agua, en el Nombre del Señor Jesucristo, y el Señor Jesucristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento, y así usted nazca en el Reino de Dios a la Vida eterna, nazca del Agua y del Espíritu.

Vamos a dar unos minutos en lo que vienen a los Pies de Cristo, dando testimonio público de su fe en Cristo, las personas que han escuchado y ha nacido la fe de Cristo en sus almas en esta ocasión.

La fe viene por el oír la Palabra de Dios, y con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. La persona da testimonio público de su fe en Cristo recibiéndolo como su único y suficiente Salvador; y Cristo lo recibe en Su Reino, lo perdona y con Su Sangre le limpia de todo pecado.

Cristo dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” Tan simple como eso.

La salvación y Vida eterna es para los creyentes en Cristo, que escuchan el Evangelio de Cristo y creen en Cristo de todo corazón y lo reciben como su único y suficiente Salvador. El que no cree, entonces pierde la bendición de la salvación y Vida eterna, será condenado y echado en el lago de fuego.

Pero el que cree, dice Cristo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” O sea, obtendrá la salvación y Vida eterna, y vivirá eternamente con Jesucristo en Su Reino Eterno. Eso está en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.”

Y en San Mateo, capítulo 10, verso 32 al 33, dice Cristo:

A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.”

Cristo confiesa delante de nuestro Padre Celestial a todo aquel que confiesa a Cristo públicamente como su único y suficiente Salvador. Y entonces el Padre Celestial nos da la entrada en Su Reino Eterno para que vivamos eternamente con Jesucristo en Su Reino Eterno; y por consiguiente, nos da la Vida eterna, que es lo que todos queremos.

Recibimos a Cristo como nuestro Salvador para que Él nos dé la Vida eterna. [Primera de Juan 5:11] “Dios nos ha dado Vida eterna; y esta vida está en Su Hijo (o sea, en Jesucristo).

El que tiene al Hijo, tiene la vida (la Vida eterna); el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida (no tiene la Vida eterna).”

Por lo tanto, el que quiere la Vida eterna tiene que venir a Cristo, porque en Cristo es que está la Vida eterna. Y recibimos a Cristo para que Él nos dé la Vida eterna.

Cristo el Hijo del Hombre, vino a buscar y a salvar lo que se había perdido; estas son las ovejas del Padre que han sido entregadas a Cristo, estas son las ovejas del Padre para que Cristo las busque y les dé la salvación y Vida eterna.

Para los que no creen en Cristo, Cristo dijo:

Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.”

Pero nadie quiere que Cristo le niegue delante del Padre Celestial; porque el que niegue a Cristo, Cristo le negará delante del Padre Celestial, y el Padre Celestial no lo dejará entrar al Reino de Dios, y por consiguiente no podrá entrar a la Vida eterna.

¿Ven por qué es tan importante recibir a Cristo como nuestro Salvador? En San Juan, capítulo 3, verso 16, dice:

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga Vida eterna.”

Para eso es que Dios nos ha dado a Jesucristo: para que creamos en Él y obtengamos la salvación y Vida eterna.

Todo es sencillo en el Programa Divino. Para el ser humano obtener la Vida eterna todo es sencillo: es recibiendo a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, porque Él es nuestro Salvador.

“No hay otro Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” Y si no hay otro Nombre, pues no podemos buscar otra persona que nos dé la salvación; tenemos que buscar a Cristo para que nos dé la salvación y Vida eterna, y así quede asegurado nuestro futuro eterno con Jesucristo en Su Reino Eterno.

No hay nada más importante para el ser humano que la vida, la Vida eterna. Si la vida terrenal es importante, mucho más importante es la Vida eterna; por lo tanto, “tenemos que ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor,” dice la Escritura.

Jesús dijo en San Mateo, capítulo 16, versos 26 en adelante: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?”

¿Ven que Jesucristo habla del alma?, y habla de la salvación o perdición del alma de la persona. Porque el alma de la persona es lo más importante que hay en la persona. ¿Por qué? Porque el ser humano es alma viviente. Eso es lo que somos: almas vivientes que vivimos en una casa terrenal de carne; pero lo que somos en realidad es alma viviente, por eso se habla de la salvación del alma; por eso Jesús dijo:

Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”

Y también en San Mateo, capítulo 10, verso 28 Cristo dijo. Capítulo 10, verso 28 de San Mateo, dice:

Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.” San Mateo, capítulo 10, verso 28.

Por lo tanto, todos queremos la salvación de nuestra alma, queremos vivir eternamente con Cristo en Su Reino Eterno, en un nuevo cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.

Y Cristo lo ha prometido para nosotros; y los apóstoles por medio del Espíritu Santo dieron testimonio de que esto será así; y yo lo creo de todo corazón.

Yo voy a vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino Eterno, en un cuerpo eterno y glorificado y joven para toda la eternidad. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también. Porque ustedes han escuchado la predicación del Evangelio de Cristo y han creído en Cristo como vuestro único y suficiente Salvador, y lo han recibido como vuestro único y suficiente Salvador.

Vamos a estar puestos en pie mientras esperamos que lleguen los que faltan por venir. Y también en las demás naciones que están escuchando en esta ocasión esta conferencia, pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo también en las demás naciones, para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo por todas las personas que están viniendo a los Pies de Cristo en esta ocasión.

Ustedes allá en los diferentes países de la América Latina y del Caribe, de Norteamérica también, de Europa, del África y demás naciones, pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo para que queden incluidos en esta oración también.

Unos segundos y ya oraremos por todos ustedes en esta noche. Si todavía falta alguna persona por venir a los Pies de Cristo, para dar testimonio público de su fe en Cristo, puede venir. Recuerde que venimos a los Pies de Cristo para que Él nos dé la salvación y Vida eterna, porque queremos vivir eternamente.

Es Vida eterna lo que Cristo nos da cuando lo recibimos como nuestro único y suficiente Salvador.

Cristo vino a la Tierra para tomar nuestros pecados y morir en la Cruz del Calvario; y ya Él murió por nosotros. Y luego al ser humano le corresponde dar testimonio público de su fe en Cristo, recibiéndolo como su único y suficiente Salvador para obtener la Vida eterna.

Cristo es la Fuente del Agua de la Vida eterna. Por eso Él dijo en San Juan, capítulo 7, verso 37 al 39:

Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.

El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.

Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.”

Y ahora, desde el Día de Pentecostés en adelante encontramos que vino el Espíritu Santo; y los seres humanos que han recibido a Cristo han tomado del Agua de la Vida eterna, han recibido el Agua de la Vida eterna: el Espíritu Santo de parte de Jesucristo, y han obtenido la Vida eterna. ¿Vieron lo sencillo que es todo? Para obtener la Vida eterna es un asunto de fe, pero de fe en Jesucristo.

Si falta alguna otra persona por venir a los Pies de Cristo, para dar testimonio público de vuestra fe en Cristo, puede venir, ya sea que esté aquí presente o en alguna otra nación donde esté viendo y escuchando esta conferencia.

Vamos ya a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo. Vamos a levantar nuestras manos al Cielo, a Cristo, y repitan conmigo esta oración. Con nuestros ojos cerrados decimos:

Señor Jesucristo, he escuchado la predicación de Tu Evangelio y he creído en Tu Primera Venida como el Cordero de Dios para quitar el pecado del mundo, y creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por mis pecados, y doy testimonio público de mi fe en Ti, y Te recibo como mi único y suficiente Salvador.

Señor Jesucristo, reconozco que soy pecador, Te ruego perdones mis pecados y me limpies de todo pecado con Tu Sangre preciosa, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y produzcas en mí el nuevo nacimiento.

Quiero nacer en Tu Reino Eterno, quiero entrar a la Vida eterna, quiero vivir eternamente Contigo en Tu Reino.

Señor Jesucristo, en Tus manos encomiendo mi alma. Salva mi alma, Señor Jesucristo, Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y Glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.

Y con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo decimos todos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.

Por cuanto ustedes han escuchado la predicación del Evangelio de Cristo y han dado testimonio público de vuestra fe en Cristo recibiéndolo como vuestro único y suficiente Salvador, Cristo les ha recibido en Su Reino.

Ustedes me dirán o me preguntarán: “¿Cuándo me pueden bautizar en agua en el Nombre del Señor Jesucristo? Porque quiero cumplir Su mandato lo más pronto posible. Él dijo: El que creyere y fuere bautizado, será salvo. Ya he escuchado la predicación de Su Evangelio y he creído en Cristo como mi único y suficiente Salvador, pero me falta ser bautizado en agua en Su Nombre. ¿Cuándo me pueden bautizar?”

Por cuanto han creído de todo corazón en Cristo, bien pueden ser bautizados en agua en estos mismos momentos; para lo cual pregunto al Reverendo Juan Ramos si hay agua. ¿Hay bautisterio? ¿Hay ropas bautismales? Hay ropas bautismales también. ¿Hay lugar dónde cambiarse de ropas? Hay también vestidores donde cambiarse de ropas. ¿Y personas que les ayudarán? También hay personas que les ayudarán; y también hay ministros que les bautizarán en agua, en el Nombre del Señor Jesucristo. Hay personas que cuidarán de vuestra ropa en lo que ustedes serán bautizados en agua.

Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego luego que ustedes sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; y a vuestros familiares Cristo los traiga a Sus Pies también, y les dé la salvación y Vida eterna para que estén con ustedes en el Reino de Cristo por toda la eternidad. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Ha sido para mí un privilegio grande darles testimonio de: “LA PRUEBA DE VUESTRA FE.”

Muchas gracias por vuestra amable atención, y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.

Pasen todos muy buenas noches. Con nosotros nuevamente el Reverendo Juan Ramos para indicarles hacia dónde caminar para cambiarse de ropas y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos.

LA PRUEBA DE VUESTRA FE.”