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|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
| La Bendición que enriquece | 2005-02-13 | 1 | São Paulo | São Paulo | BR | 00:00:00 | false |
Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes, y los que están a través de internet y del satélite o de la televisión allá en Puerto Rico, en Venezuela, en Colombia, en el Ecuador, en el Perú, en Bolivia, en Paraguay, en Uruguay, en Chile, en Argentina, en toda la República del Brasil, en todo el Caribe, en Norteamérica, en México, en El Salvador, en Honduras, en Nicaragua, en Costa Rica, en Panamá. Y también los que están en el África, en Europa, y demás países.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes, nos bendiga grandemente, nos abra las Escrituras, y nos abra el corazón para creer y nos abra el entendimiento para comprender. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Para esta ocasión leemos en Proverbios, capítulo 10, verso 22, donde nos dice:
“La bendición de Jehová es la que enriquece,
Y no añade tristeza con ella.”
Nuestro tema es: “LA BENDICIÓN QUE ENRIQUECE.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
“LA BENDICIÓN QUE ENRIQUECE.”
A través de la Escritura encontramos que es Dios el que bendice al ser humano, y vamos a ver cómo es que viene la bendición de Dios al ser humano.
Dios tiene un Programa para que el ser humano reciba la bendición de Dios; toda persona desea recibir la bendición de Dios.
Ahora, veamos a través de la Escritura diferentes hombres de Dios que fueron bendecidos por Dios; uno de ellos fue Abraham. En el capítulo 12 del Génesis nos dice, Dios hablándole a Abraham, capítulo 12, verso 1 al 3 dice (del Génesis):
“Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.
Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.
Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.”
Para Abraham recibir la bendición de Dios, Dios le dijo que saliera de su tierra y de su parentela. Y para recibir la bendición de Dios toda persona tiene que salir de la Babilonia espiritual, tiene que salir del reino de las tinieblas y ser colocado en el Reino de Jesucristo, el Hijo de Dios, que es el Reino donde está la bendición de Dios bajo el Nuevo Pacto, en donde está también la Sangre del Nuevo Pacto, que es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.
Ahora, por cuanto toda persona desea la bendición de Dios, la bendición de Dios puede recibirla la persona exclusivamente dentro del Pacto que esté vigente en ese tiempo. Por esa causa encontramos las diferentes dispensaciones y los diferentes pactos establecidos por Dios; y bajo el pacto vigente en cada tiempo las personas que estaban dentro de ese pacto recibían la bendición de Dios.
Por ejemplo, en el tiempo de Abraham, el cual estaba en la Dispensación de la Promesa. Luego más adelante en el tiempo de Moisés, de ahí en adelante hasta Juan el Bautista el pueblo vivió en la Dispensación de la Ley; y la bendición de Dios las personas podían recibirla estando dentro de la Dispensación de la Ley, fuera de la Dispensación de la Ley no podían ser bendecidos.
Dios colocó delante del ser humano la vida y la muerte, la bendición y la maldición, y recomendó al ser humano que escogiera la bendición, la vida para que viviera él y su familia, para que sus días fueran prolongados.
Luego cuando apareció Juan el Bautista predicando era el tiempo para aparecer el Mesías-Príncipe, el cual moriría a la mitad de la semana número setenta de las setenta semanas de la profecía de Daniel, y quitaría el pecado.
Él moriría como la Expiación por el pecado, lo cual había sido representado en Levítico, capítulo 23, versos 26 al 29, donde dice de la siguiente manera:
“También habló Jehová a Moisés, diciendo:
A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.
Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.”
El día diez del mes séptimo de cada año en medio del pueblo hebreo era el día más importante, el día de la expiación, donde se sacrificaba el macho cabrío de la expiación, y toda persona estaba llamada, estaba amonestado a que viniera a los Pies de Dios arrepentido de sus pecados, pidiendo perdón a Dios por sus pecados, para obtener el perdón de sus pecados y ser cubierto con la sangre de la expiación y ser reconciliado con Dios para vivir un año más.
¿Por qué un año más y no para toda la vida? Porque la sangre de los animalitos no es perfecta y no puede quitar el pecado, solamente la sangre de aquellos sacrificios cubría el pecado en lo que llegaba o hasta que llegara un Sacrificio perfecto con una Sangre perfecta que quitara el pecado del ser humano, que lo borrara.
Por lo tanto, el sacrificio de la expiación del día diez del mes séptimo, estaba señalando que vendría algún día un hombre que moriría como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, y entonces toda persona recibiría las buenas nuevas, el Evangelio, las buenas noticias de la venida de ese Hombre y de Su muerte como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.
Y así el ser humano sería reargüido por el Espíritu Santo, el Espíritu Santo pondría convicción de pecado en el corazón de la persona al escuchar la buenas noticias, las buenas nuevas del Evangelio de Cristo, del Evangelio de la Gracia, nacería la fe de Cristo en el alma de la persona y la persona creería de todo corazón en Cristo y lo recibiría como su único y suficiente Salvador, y sería bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo le bautizaría con Espíritu Santo y Fuego, y produciría en la persona el nuevo nacimiento, y así la persona entraría al Reino de Dios y recibiría las bendiciones del Cielo, las bendiciones de Dios, recibiría la bendición que enriquece y que no añade tristeza con ella.
Ahora, siendo que aquel sacrificio de la expiación del macho cabrío el día diez del mes séptimo de cada año, señalaba un Sacrificio que vendría, el cual sería perfecto, ese sacrificio representaba a Cristo muriendo por nosotros como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, para nosotros obtener la fe de Cristo, creer en Cristo de todo corazón arrepentidos de nuestros pecados y ser bautizados en agua en Su Nombre, y recibir Su Espíritu Santo y obtener así la bendición más grande del Cielo, que es la salvación y Vida eterna, y así estar reconciliado con Dios, recibir la reconciliación con Dios.
Ahora, continuamos leyendo el verso 29 de este capítulo 23 de Levítico, dice:
“Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.”
Y ahora, toda persona que no se arrepentía de sus pecados y no pedía perdón a Dios por sus pecados en el día de la expiación, la persona no quedaba reconciliada con Dios, no quedaba perdonada y por consiguiente el juicio divino venía sobre la persona y moría, Dios lo cortaba, sería cortado del pueblo el individuo.
Y ahora, encontramos que bajo el Nuevo Pacto establecido por Cristo, el Ángel del Pacto, desde la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario se abrió en el Cielo el día de la Expiación para la reconciliación del ser humano con Dios, y esta bendición es para hebreos y para gentiles también.
Y ahora, el Apóstol Pablo en Segunda de Corintios, capítulo 6, verso 2, dice:
“Porque dice:
En tiempo aceptable te he oído,
Y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.”
El día de salvación es la Dispensación de la Gracia, el Día de la Gracia, la Dispensación de la Gracia. Esa Dispensación de la Gracia fue tipificada en el día diez del mes séptimo de cada año.
Y desde que Cristo murió en la Cruz del Calvario el Día de la Expiación, el Día de Salvación se abrió en el Cielo, y todavía estamos viviendo en el Día de salvación, en el Día aceptable delante de Dios, en donde Dios acepta a toda persona que recibe a Cristo como su único y suficiente Salvador, y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego y produce en la persona el nuevo nacimiento, la persona ha obtenido el nuevo nacimiento y ha entrado al Reino de Dios, ha sido aceptado por Dios en Su Reino, porque este es el Tiempo aceptable delante de Dios, este es el Día de salvación: la Dispensación de la Gracia.
Y ya lleva dos mil años de Cristo hacia acá, del Sacrificio de Cristo hacia acá, y todavía estamos en Tiempo aceptable, en donde Dios acepta a toda persona en Su Reino, a toda persona que recibe a Cristo como su único y suficiente Salvador.
Todo ser humano desea entrar al Reino de Dios, porque desea vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino eterno.
¿Y cómo la persona puede entrar al Reino de Dios? Que lo diga Jesucristo para que todos lo puedan entender mejor. En el capítulo 3 de San Juan, verso 1 al 6 estuvo Nicodemo hablando con Jesús, y Nicodemo fue llamado por Jesús: “El maestro de Israel.” O sea, que era un hombre bien preparado en las Escrituras, era un líder religioso miembro del concilio del sanedrín, del concilio de la religión hebrea.
Él deseaba entrar al Reino de Dios porque él deseaba vivir eternamente en el Reino de Dios. Capítulo 3 de San Juan, verso 1 en adelante, dice:
“Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.
Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.
Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”
Y ahora, Jesucristo establece la forma para entrar al Reino de Dios y obtener por consiguiente la salvación y Vida eterna. Usted no puede entrar al Reino de Dios de otra forma, es como dice nuestro amado Señor Jesucristo. Sigue diciendo Cristo:
“Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.”
Es necesario nacer de nuevo para entrar al Reino de Dios; y se nace de nuevo del Agua y del Espíritu. Nacer del Agua es nacer del Evangelio de Cristo, escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, nacer la fe de Cristo en su alma, en su corazón, la persona creer en Cristo de todo corazón, porque con el corazón se cree para justicia.
La fe viene por el oír la Palabra, y con el corazón se cree para justicia, mas con la boca se confiesa para salvación. La persona confiesa públicamente su fe en Cristo, da testimonio público de su fe en Cristo, recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador.
Con el corazón la persona cree, o sea, con su alma; de eso fue que nos habló San Pablo en Romanos, capítulo 10, verso 1 al 21.
Y ahora, encontramos que la persona nace del Agua al escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, creer en Cristo y recibirlo como su único y suficiente Salvador, y ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego.
El bautismo del Espíritu Santo y Fuego es nacer del Espíritu, y así la persona ha nacido en el Reino de Cristo, en el Reino del Hijo de Dios, en el Reino de Dios, ha sido trasladado del reino de las tinieblas al Reino de Cristo el Hijo de Dios, salió del reino de las tinieblas y fue colocado en el Reino de Cristo.
Así como Abraham salió de su tierra y de su parentela de Ur de los Caldeos para ir a la tierra que Dios le mostraría, donde Dios lo bendeciría grandemente a él y a su descendencia.
Y es así también para toda persona que busca la bendición de Dios: tiene que salir del reino de las tinieblas y ser colocado en el Reino de Cristo, donde están todas las bendiciones celestiales. Fuera del Reino de Cristo no hay bendiciones celestiales.
Vean ustedes, en Efesios, capítulo 1, verso 3 en adelante dice así:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo.”
Es en Cristo donde están todas las bendiciones celestiales, y estando en Cristo es que nosotros recibimos las bendiciones celestiales:
“Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él.”
¿Para qué fuimos escogidos desde antes de la fundación del mundo? Para ser santos y sin mancha delante de Él. Solamente a través de Cristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario es que podemos obtener esa bendición: ser santos y sin mancha delante de Él, porque la Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado, y quedamos sin manchas delante de Dios.
Ahí podemos ver la bendición que hay para todos los creyentes en Cristo. Sigue diciendo:
“En amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad.”
Y ahora, fuimos predestinados ¿desde cuándo? Elegidos, escogidos ¿desde cuándo? Desde antes de la fundación del mundo, fuimos escogidos en Cristo.
¿Y cómo podemos entender que desde antes de la fundación del mundo fuimos escogidos, elegidos, predestinados? Eso es sencillo. Cristo dijo en una ocasión, eso está en San Juan, capítulo 12, verso 24:
“...Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.”
Jesucristo es el Grano de trigo, Él se está representando en un grano de trigo. Y Cristo para llevar muchos hijos a la Gloria tenía que morir, como muere el grano de trigo; y cuando muere el grano de trigo luego nace la planta de trigo, y en la planta de trigo surgen muchos granos de trigo. Eso es el grano de trigo que fue sembrado en tierra reproduciéndose en muchos granos de trigo.
La planta de trigo es el mismo grano de trigo en la forma de la planta de trigo, la misma vida que estaba en el grano de trigo formó la planta de trigo, y por consiguiente la planta de trigo ¿dónde estaba? En el grano de trigo. ¿Y dónde estaban los granos de trigo que produce la planta de trigo? En el grano de trigo que fue sembrado.
Y ahora, Cristo es el Grano de Trigo, y por consiguiente la Planta de Trigo que es la Iglesia de Jesucristo ¿dónde estaba? En Jesucristo, y todos los miembros de la Iglesia de Jesucristo ¿dónde estaban? En Jesucristo. ¿Ven? estábamos en Cristo desde antes de la fundación del mundo.
Es como nuestro cuerpo físico, ¿dónde estaba nuestro cuerpo físico? Veamos lo que nos dice Génesis, y también San Pablo en la carta a los Hebreos. Vamos a leer lo que dice San Pablo en la carta a los Hebreos, en el capítulo 7, verso 6 en adelante (al 10) hablando de Melquisedec, cuando bendijo a Abraham, dice:
“Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas.
Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor.
Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive.
Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos;
porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.”
Estaba en los lomos de Abraham. En los lomos de Abraham estaba Isaac, estaba Jacob y estaba Leví y los demás patriarcas. Y así como estaba Leví y demás patriarcas en los lomos de Abraham, el cuerpo físico nuestro estaba en los lomos de nuestro padre terrenal.
Pero ahora, el nacimiento físico nos dio la bendición y privilegio de obtener la vida que tenemos; pero esta vida es temporal, pero la obtuvimos por medio del nacimiento. Y para obtener la Vida eterna la persona la obtiene por medio del nacimiento, por medio del nuevo nacimiento.
Y ahora, este nuevo nacimiento lo produce Cristo por medio de Su Espíritu Santo, donde ocurre en la persona el nacer del Agua y del Espíritu, y la persona nace como un bebé a una nueva vida: a la Vida eterna en un nuevo reino: en el Reino de Dios, que es el Reino de Jesucristo, el Hijo de Dios. Por eso es necesario nacer de nuevo, nacer del Agua y del Espíritu.
Naciendo de nuevo del Agua y del Espíritu obtenemos la Vida eterna. Así como obtuvimos la vida física naciendo. ¿Ven? Para obtener la Vida eterna hay que nacer como tuvimos que nacer para obtener la vida física. Pero el nuevo nacimiento no es terrenal, es del Cielo, y por eso entramos al Cielo, al Reino de Dios y obtenemos las bendiciones celestiales en Cristo Jesús Señor nuestro.
Encontramos que así como la persona al nacer trae una herencia, la cual estaba en su padre, así también cuando la persona nace de nuevo obtiene una herencia, la herencia de Dios que está en Cristo, porque cuando la persona nace de nuevo, nace en la Iglesia del Señor Jesucristo, que es tipificada en la planta de trigo que lleva mucho fruto, que lleva muchos granos de trigo. Y la Iglesia del Señor Jesucristo es la Planta de Trigo que lleva muchos hijos e hijas de Dios, muchos hijos e hijas de Dios con Vida eterna, con toda la herencia de Cristo.
Y ahora, la persona que recibe a Cristo como su Salvador y arrepentido de sus pecados le pide perdón a Cristo por sus pecados, afligido en su alma, obtiene la Misericordia de Cristo y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego y nació de nuevo, nació para recibir bendición.
Hemos nacido en esta Tierra para recibir bendición; y cuando nacemos de nuevo, nacemos del Cielo para recibir las bendiciones del Cielo. El nuevo nacimiento es del Cielo, por lo tanto somos colocados en lugares celestiales en Cristo Jesús Señor nuestro, y somos hechos Sacerdotes y Reyes para nuestro Dios. ¿Quién hace eso por nosotros? Jesucristo, Él con Su Sangre nos ha limpiado de todo pecado y nos ha hecho para nuestro Dios Reyes y Sacerdotes.
Vean, aquí en Apocalipsis, capítulo 1, verso 5 al 6 lo dice:
“Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra.
Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,
y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.”
Ahora, podemos ver la bendición que hemos recibido: hemos sido limpios de todo pecado con la Sangre de Cristo y hemos sido hechos Reyes y Sacerdotes para nuestro Dios, para el Reino de Dios, y por consiguiente como Sacerdotes de Dios.
Pero Cristo es el Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec, del Templo Celestial, y nosotros somos Sacerdotes de Dios del Templo Celestial, ¿de qué orden sacerdotal? Del Orden Sacerdotal de Melquisedec, no del orden sacerdotal levítico. Miren lo que dice San Pablo del orden sacerdotal levítico, en el capítulo 7 de Hebreos, verso 11 al 12, dice:
“Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón?”
Ahora, podemos ver que Jesucristo es el Sumo Sacerdote del Templo Celestial, según el Orden Celestial Sacerdotal de Melquisedec, no del orden levítico, no como un descendiente de Aarón, sino del Orden de Melquisedec que es el Orden Sacerdotal del Templo Celestial.
Pero en el poden sacerdotal levítico del templo terrenal fue reflejado el Orden Celestial de Melquisedec del Templo Celestial:
“Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley;”
Y ahora, el sacerdocio levítico fue cambiado por el Sacerdocio de Melquisedec.
Y ahora, ya no se requieren sacrificios de animalitos por el pecado para la persona ser reconciliada con Dios por un año, hay un Sacerdocio Celestial de Melquisedec, el cual corresponde a Cristo y Cristo se ofreció a Sí mismo como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados para reconciliarnos con Dios no por un año más sino por toda la eternidad.
Y ahora, el orden sacerdotal levítico fue quitado, y el Orden Sacerdotal actual es el Orden de Melquisedec del Templo Celestial, y el Sumo Sacerdote de ese Orden Celestial es Jesucristo, el cual intercede por nosotros con Su Sangre en el Trono de Intercesión en el Cielo ante el Padre.
Por lo tanto, todo ser humano tiene la oportunidad, privilegio y bendición de saber que hay un Sacrificio por nuestros pecados: el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario para así ser perdonados y limpiados de todo pecado, porque la muerte de Cristo en la Cruz es el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.
Y ahora, toda persona tiene la oportunidad y bendición de recibir la reconciliación con Dios. “Si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón.”
¿Cuántos han escuchado la Voz de Dios llamándonos a reconciliación con Dios? Todos nosotros. San Pablo decía: “Rogamos como embajadores, reconciliaos hoy con Dios.”
Estamos en el Día de la reconciliación, que es la Dispensación de la Gracia, que es el Tiempo aceptable delante de Dios, donde Dios acepta en Su Reino a toda persona que recibe a Cristo como Su único y suficiente Salvador, lo recibe como el Sacrificio de la Expiación por sus pecados.
Esa es la forma para el ser humano ser reconciliado con Dios y entrar al Reino de Dios, y por consiguiente obtener la Vida eterna; y así la persona nace en la Planta de Trigo como un Grano de Trigo, o sea, nace en la Iglesia del Señor Jesucristo como un hijo o una hija de Dios, como producto de Cristo el Grano de Trigo que murió por nosotros en la Cruz del Calvario.
Por lo tanto, somos descendientes del Segundo Adán, descendientes del Segundo Adán en el nuevo nacimiento, y nuestra ciudadanía está en el Cielo, de donde esperamos también a nuestro Señor Jesucristo, el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra. (Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21).
Ahora, hemos visto cuál es la bendición que enriquece. Hemos visto que esta bendición está en Jesucristo nuestro Salvador; y cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador, estamos recibiendo la bendición más grande, porque al recibir a Cristo recibimos todas las bendiciones de Dios que están en Cristo para mí. ¿Y para quién más? Para cada uno de ustedes también.
Y así es como obtenemos la bendición que enriquece, la recibimos bajo el Nuevo Pacto, el Nuevo Pacto establecido por Cristo, pues Cristo es el Ángel del Pacto, y el Nuevo Pacto tiene la Sangre del Nuevo Pacto, que es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.
En Hebreos, capítulo 12, y capítulo 13 nos habla de la Sangre de Cristo, y dice, capítulo 12, verso 24, dice:
“...a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.”
Y ahora, Jesucristo es el Mediador del Nuevo Pacto, el Sumo Sacerdote del Nuevo Pacto; así como el sumo sacerdote bajo la Dispensación de la Ley era el mediador entre Dios y el pueblo y entre el pueblo y Dios. Pero ahora el Sumo Sacerdote, Mediador, Abogado de nosotros es nuestro amado Señor Jesucristo. En Hebreos, capítulo 13, verso 20, dice:
“Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno.”
La Sangre del Pacto eterno es la Sangre de Jesucristo, la cual nos limpia de todo pecado, y nos mantiene limpios de todo pecado.
Y ahora, el Nuevo Pacto es el Pacto eterno. Cristo en la última cena cuando tomó el pan, lo partió, lo bendijo y lo partió, y dio a Sus discípulos y dijo: “Comed, este es mi Cuerpo que por vosotros es partido.” Y luego tomó la copa de vino y dio gracias al Padre y dijo: “Tomad, esta es la Sangre del Nuevo Pacto que por muchos es derramada.” San Mateo, capítulo 26, versos 26 al 29.
Y ahora, la Sangre del Nuevo Pacto es la Sangre de Jesucristo; por eso Juan el Bautista cuando vio a Jesús, dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”
¿Cómo quitó Cristo el pecado? Muriendo en la Cruz del Calvario, llevando nuestros pecados y derramando Su Sangre por todos nosotros con la cual nos limpió de todo pecado. Así Cristo quitó nuestros pecados. Cristo sacrificado en la Cruz del Calvario es nuestro Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.
Y ahora, en el Antiguo Testamento toda persona que no se arrepentía y pedía perdón a Dios por sus pecados, el día diez del mes séptimo de cada ño, el día de la expiación era cortado del pueblo, perdía el derecho a la vida, y por consiguiente perdía el derecho a continuar viviendo.
Y ahora, bajo el Nuevo Pacto toda persona que no se arrepiente de sus pecados y no reciba a Cristo como su único y suficiente Salvador, pierde el derecho a la Vida eterna y será cortado del pueblo, será condenado y echado en el lago de fuego en el juicio final, donde dejará de existir en alma, en espíritu y en cuerpo, ¿por qué? Porque no se arrepintió de sus pecados y no recibió a Cristo como su único y suficiente Salvador en el Día de la Expiación, en el Día de Salvación, en el Día aceptable delante del Señor, en el Día de la Dispensación de la Gracia en donde Dios acepta en Su Reino a toda persona que recibe a Cristo como su único y suficiente Salvador.
Pero toda persona que escucha la predicación del Evangelio de Cristo, y recibe a Cristo como su Salvador, y lava sus pecados en la Sangre de Cristo y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego y produce en la persona el nuevo nacimiento y le da la Vida eterna, por lo tanto, esa persona tiene el derecho a vivir eternamente con Cristo en Su Reino. ¿Ven? ¿Por qué? Porque afligido en su alma por haber pecado contra Dios, pidió perdón a Dios y recibió a Cristo como su único y suficiente Salvador, como el Sacrificio de la Expiación por sus pecados.
Esa persona es de las que lloran, lloran por sus pecados, arrepentido de sus pecados para obtener la misericordia de Dios, obtener el perdón divino, para poder vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino.
Y ahora, por cuanto yo he recibido a Cristo como mi único y suficiente Salvador tengo la bendición que enriquece y viviré eternamente con Cristo en Su Reino como Rey, como Sacerdote y como Juez. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también, porque ustedes han recibido a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador, han recibido la bendición que enriquece, esta bendición que está dentro del Nuevo Pacto, el Nuevo Pacto que Dios prometió establecer con la casa de Israel y con la casa de Judá.
Y ahora, hay un Nuevo Pacto; y toda persona que arrepentido de sus pecados recibe a Cristo como su Salvador, y es bautizado en agua en Su Nombre, y recibe el Espíritu Santo entra al Nuevo Pacto, queda cubierto con la Sangre del Nuevo Pacto, la Sangre de Jesucristo que fue derramada por mí para limpiarme de todo pecado. ¿Y por quién más? Por cada uno de ustedes también.
Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como su único y suficiente Salvador, pues no tiene la bendición que enriquece, pero en esta ocasión ha escuchado la predicación del Evangelio de bendición, el Evangelio que nos muestra la bendición del Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados para obtener la Salvación y Vida eterna.
Por lo tanto, toda persona que todavía no ha recibido a Cristo no tiene la bendición que enriquece, pero en estos momentos puede recibir la bendición que enriquece recibiendo a Jesucristo como su único y suficiente Salvador, dando testimonio público de su fe en Cristo.
Ya ha escuchado el Evangelio de la Gracia, el Evangelio de Jesucristo, el Evangelio de nuestra bendición, por lo tanto la fe de Cristo ha nacido en su alma y ya está creyendo en Cristo como su único y suficiente Salvador, como el Sacrificio de la Expiación por vuestros pecados. “Con la boca se confiesa para salvación.”
Ahora, tiene la oportunidad de confesar públicamente a Cristo como su único y suficiente Salvador, tiene la oportunidad de dar testimonio público de su fe en Cristo, para lo cual daré algunos minutos para que puedan venir a los Pies de Cristo dando testimonio público de vuestra fe en Cristo y recibir a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador, para que Cristo le reciba en Su Reino, le perdone y con Su Sangre lo limpie de todo pecado, y sea bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego, y así obtenga el nuevo nacimiento, y así entre al Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador.
Cristo dijo en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16:
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” Tan simple como eso.
Por lo tanto, ha llegado el momento de dar testimonio público de vuestra fe en Cristo y ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo arrepentido de vuestros pecados, para que Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento, para que así tenga la bendición que enriquece.
Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo dando testimonio público de vuestra fe en Cristo los que están aquí presentes que no habían recibido a Cristo como vuestro Salvador. Los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo, también los que están en otras naciones viendo esta actividad y escuchando esta conferencia: la predicación del Evangelio de Cristo, pueden también venir a los Pies de Cristo para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo por todas las personas que están viniendo a los Pies de Cristo.
Pueden continuar viniendo y yo oraré por ustedes para que Cristo les reciba en Su Reino, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado y puedan ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, y así nazcan en el Reino eterno de Cristo y obtenga la Vida eterna.
Recibimos a Cristo como nuestro Salvador para que Él nos dé la Vida eterna, “porque no hay otro nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos.” San Pedro en el libro de los Hechos, capítulo 4, verso 12. Y Cristo también dijo en San Mateo, capítulo 10, versos 32 al 33:
“A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.”
Y todos queremos que Jesucristo nos confiese delante de nuestro Padre Celestial como personas creyentes en Cristo que hemos creído y recibimos a Cristo como nuestro Salvador, y hemos sido bautizados en agua en Su Nombre, y hemos recibido a Cristo como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, y el Padre nos recibe en Su Reino, nos da la entrada a Su Reino y por consiguiente nos da la Vida eterna.
“Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.”
Y por consiguiente el Padre no le dará la bienvenida en Su Reino eterno y por consiguiente no tendrá la Vida eterna la persona que niegue a Cristo, pero la persona que confiese a Cristo públicamente como su único y suficiente Salvador, Cristo lo confiesa delante de nuestro Padre Celestial y el Padre Celestial le da la bienvenida a Su Reino eterno para que viva eternamente con Jesucristo en el Reino eterno de Dios.
Recibimos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador para que Él nos dé la Vida eterna. Dios nos ha dado la Vida eterna, y esta vida está en Su Hijo, o sea, en Jesucristo.
Por esa causa para recibir la Vida eterna recibimos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador. Cristo dijo: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida, y nadie viene al Padre sino por mí.” Nadie puede llegar a Dios y nadie puede entrar al Reino de Dios a menos que sea a través de Jesucristo; por esa causa toda persona necesita a Cristo, necesita recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador para entrar al Reino de Dios, y poder vivir eternamente con Jesucristo en el Reino de Dios; y eso es lo que queremos: vivir eternamente, queremos la Vida eterna; y esta Vida está en Jesucristo.
Pueden continuar viniendo las personas que faltan por venir a los Pies de Cristo, y también los que están en otras naciones pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo por todas las personas que están viniendo a los Pies de Jesucristo.
Vamos a dar unos segundos en lo que vienen las personas que faltan por venir, luego que las personas escuchan la predicación del Evangelio de Cristo, algunos son tímidos y les da timidez pasar al frente para recibir a Cristo como su Salvador porque piensan que las demás personas lo estarán mirando, pero no podemos ser tímidos para recibir a Cristo y obtener la salvación y Vida eterna.
Cristo no fue tímido para morir por nosotros en la Cruz del Calvario. Es un asunto de Vida eterna recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador. Cristo dijo en San Mateo, 16 versos 26 en adelante:
“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?”
¿De qué le vale al ser humano convertirse en una persona rica en esta Tierra y perder su alma? Lo más importante es nuestra alma, eso es lo que somos en realidad: alma viviente, y nosotros necesitamos la salvación de nuestra alma para que Cristo nos dé la Vida eterna y nuestra alma pueda vivir eternamente con Cristo en Su Reino en un cuerpo eterno, inmortal y glorificado como el cuerpo glorificado que tiene Jesucristo, el cual está tan joven como cuando se fue el Cielo.
Esa clase de cuerpo es la que Cristo dará a todos los creyentes en Él, resucitará a los muertos creyentes en Él en cuerpos glorificados y eternos, y jóvenes, y a nosotros los que vivimos si permanecemos vivos hasta el momento de la resurrección, seremos transformados, y así obtendremos el nuevo cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, y joven para toda la eternidad.
Todavía estamos esperando que lleguen las personas que faltan por venir. Diga: “Yo quiero vivir eternamente, por lo tanto me levanto, paso al frente y doy testimonio público de mi fe en Cristo, y lo recibo como mi único y suficiente Salvador.”
Hay que asegurar nuestro futuro eterno, y el único que nos puede asegurar el futuro eterno es una sola persona, y Su Nombre es SEÑOR JESUCRISTO. Tenemos que asegurar nuestro futuro eterno, lo más importante es la Vida eterna, por lo tanto, aseguramos nuestro futuro eterno en la Vida eterna con Jesucristo nuestro Salvador. Y así sabemos que cuando termine nuestra vida terrenal continuaremos viviendo, y viviremos con Cristo en Su Reino por toda la eternidad con cuerpos eternos y glorificados.
Todavía vienen más personas que como ustedes, desean vivir eternamente, por lo tanto, estamos esperando a que lleguen las personas que faltan por venir. También en los demás países que están a través de internet y del satélite, o de la televisión, pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo para que Cristo les reciba en Su Reino, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado.
Dios tiene mucho pueblo aquí en la Ciudad de San Pablo, y en toda la República del Brasil, y los está llamando en este tiempo final. “Si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón,” abre tu corazón y da testimonio público de tu fe en Cristo recibiendo a Cristo como tu único y suficiente Salvador, para que Él te dé la Vida eterna, y asegures tu futuro eterno en la Vida eterna con Jesucristo nuestro Salvador.
Vamos a estar puestos en pie mientras llegan las personas que faltan por venir. Pueden continuar viniendo; los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo dando testimonio de su fe en Cristo y recibiéndole como su único y suficiente Salvador.
Recuerden que es un asunto de Vida eterna recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, es para recibir la Vida eterna que recibimos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador.
Cristo tiene lugar en Su Reino para los niños también, y para los jóvenes, y para los adultos también. Hay lugar en el Reino de Cristo para toda persona que escucha la predicación del Evangelio de Cristo y nace la fe de Cristo en su alma, y cree en Cristo de todo corazón, y lo recibe como su único y suficiente Salvador. No pierda la oportunidad de ese lugar en el Reino de Cristo para usted, hay lugar en el Reino de Dios para usted.
Todavía estamos dando unos segundos en lo que llegan las personas que faltan por venir, porque Dios tiene mucho pueblo en esta ciudad de San Pablo y en toda la República del Brasil, y en toda la América Latina y el Caribe, en Norteamérica, en Europa, en el África y en el mundo entero.
Vamos ya a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo; en los demás países pueden pasar inmediatamente los que faltan por pasar para recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador. Vamos a levantar nuestras manos al Cielo, a Cristo, vamos a cerrar nuestros ojos y repitan conmigo esta oración:
Señor Jesucristo, he escuchado la predicación de Tu Evangelio y ha nacido Tu fe en mi corazón.
Señor Jesucristo, creo en Tu Primera Venida, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por mis pecados, y doy testimonio público de mi fe en Ti, y Te recibo como mi único y suficiente Salvador reconociendo que soy pecador y necesito un Salvador, y Tu eres mi único y suficiente Salvador.
Señor Jesucristo, perdona mis pecados, y con Tu Sangre limpiame de todo pecado, y bautízame con Espíritu Santo y Fuego, y Te ruego produzcas en mí el nuevo nacimiento.
Quiero nacer en Tu Reino eterno, quiero vivir eternamente contigo en Tu Reino. Señor Jesucristo, en Tus manos encomiendo mi alma, salva mi alma Señor Jesucristo, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y ahora, todos con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, por cuanto ustedes escucharon la predicación del Evangelio de Cristo, y Cristo dijo:
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo.”
Y ustedes han escuchado el Evangelio siendo predicado y han creído en Cristo como vuestro único y suficiente Salvador. Ustedes me dirán: “Pero todavía me falta una cosa: me falta ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. ¿Cuándo me pueden bautizar? Pues deseo ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo lo más pronto posible, porque deseo cumplir el mandato de Cristo completo, y deseo que me bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en mí el nuevo nacimiento.” Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados en agua en este mismo momento en el Nombre del Señor Jesucristo.
Para lo cual pregunto al Reverendo Oswaldo Natale si hay agua. Hay agua, hay bautisterios. ¿Hay ropas bautismales? Hay ropas bautismales también. ¿Hay lugar dónde cambiarse de ropas, vestidores, donde colocarse las ropas bautismales. ¿Hay personas también que cuidarán de sus ropas? También hay personas que cuidarán de las ropas de ustedes en lo que ustedes son bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Por lo tanto, hay ropas bautismales, hay ministros también para bautizarles en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y hay personas que cuidarán de vuestras ropas en lo que ustedes son bautizados en agua, y luego regresarán a los vestidores y se cambiarán de ropa, se colocarán la ropa de ustedes que estarán secas, y regresarán a sus hogares gozosos y agradecidos a Cristo por la salvación de vuestra alma, por la Vida eterna que Jesucristo les ha dado.
Ha sido para mí un privilegio y bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de nuestro tema: “LA BENDICIÓN QUE ENRIQUECE.”
Que Cristo les bendiga, y les bautice con Espíritu Santo y Fuego luego que ustedes sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Y Cristo llame a vuestros familiares y les dé también la salvación y Vida eterna para que estén con ustedes en el Reino eterno de Cristo por toda la eternidad. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Muchas gracias por vuestra amable atención amables amigos y hermanos presentes, y los que están a través de internet y del satélite en la América Latina, en el Caribe, en Norteamérica, en Europa, en el África y demás naciones que en esta ocasión han estado conectados a través de internet o del satélite.
Que Dios les bendiga a todos y les guarde.
Con nosotros nuevamente el Reverendo Oswaldo Natale.
“LA BENDICIÓN QUE ENRIQUECE.”