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| El Misterio de Dios | 2004-08-27 | 2 | Bogotá | CO | 00:00:00 | false |
Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes; es para mí un privilegio y bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Reciban todos saludos de mi esposa Erica, y de mis niñas América y Yahannah Gabriela, reciban saludos los niños.
Para esta ocasión leemos en la Escritura, en el libro del Apocalipsis, capítulo 10, versos del 1 en adelante, lo que nos dice Dios ahí, lo cual es muy importante para todos nosotros, pues estas cosas que son escritas aquí tienen un significado muy grande para nosotros, el cual nosotros necesitamos comprender. En el capítulo 10 del Apocalipsis, verso 1 al 11, dice:
“Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego.
Tenía en su mano un librito abierto; y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra;
y clamó a gran voz, como ruge un león; y cuando hubo clamado, siete truenos emitieron sus voces.
Cuando los siete truenos hubieron emitido sus voces, yo iba a escribir; pero oí una voz del cielo que me decía: Sella las cosas que los siete truenos han dicho, y no las escribas.
Y el ángel que vi en pie sobre el mar y sobre la tierra, levantó su mano al cielo,
y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y las cosas que están en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que están en él, que el tiempo no sería más,
sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas.
La voz que oí del cielo habló otra vez conmigo, y dijo: Vé y toma el librito que está abierto en la mano del ángel que está en pie sobre el mar y sobre la tierra.
Y fui al ángel, diciéndole que me diese el librito. Y él me dijo: Toma, y cómelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel.
Entonces tomé el librito de la mano del ángel, y lo comí; y era dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo hube comido, amargó mi vientre.
Y él me dijo: Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema es: “EL MISTERIO DE DIOS.” “EL MISTERIO DE DIOS.”
Aquí dice la Escritura en el verso 7 de este capítulo 10 del Apocalipsis:
“Sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas.”
El Apóstol Pablo hablándonos en Colosenses, capítulo 2, verso 2 al 3, dijo:
“Para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo,
en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.”
El Apóstol deseaba que todos conocieran el misterio de Dios el Padre, y de Cristo.
Ahora, para la raza humana Dios es un misterio, es el misterio más grande; para la ciencia Dios es un misterio, y algunos piensan que es un mito. Pero si todo ser humano, y aun la ciencia ve que hay una creación; si hay una creación tiene que haber un creador; por lo tanto, Dios es el Creador de los Cielos y de la Tierra, y es una realidad. Pero es un misterio para la raza humana. Pero la Escritura dice que el misterio de Dios será consumado como Él lo anunció a Sus siervos, los Profetas. Todo el misterio de Dios tiene que ser manifestado, revelado por medio de Jesucristo, el Hijo de Dios.
En San Juan, capítulo 1, verso 18, dice:
“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.”
Y ahora, todos los que en el Antiguo Testamento dijeron que vieron a Dios, ahora el Evangelio según San Juan, dice que a Dios nadie le vio jamás: “...el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.” Él le ha revelado; porque la revelación de Dios es por medio de Jesucristo, Su Hijo.
Y ahora, ¿cuál es entonces el misterio de Dios el Padre, y de Jesucristo? Para comprender el misterio de Dios, tenemos que ir a la Escritura. Dice la Escritura: “En el principio creó Dios los Cielos y la Tierra.” [Génesis 1:1]
Ahora, veamos cómo Él los creó, y ahí entonces entenderemos más claramente el misterio de Dios. En Hebreos, capítulo 1, verso 1 al 3, dice:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.”
El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios que habló a través de los Profetas, dice San Pablo: “En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo (o sea, por Jesucristo).” Dice: “En estos postreros días,” y ya han transcurrido dos mil años desde que San Pablo dijo estas palabras.
Pedro también en el Día de Pentecostés dijo que Dios había prometido por medio del Profeta Joel que en los Postreros Días Dios derramaría de Su Espíritu; y allí en el Día de Pentecostés Dios estaba derramando de Su Espíritu, y señala entonces que aquellos días eran los Días Postreros. Los Días Postreros delante de Dios para los seres humanos son los milenios postreros. “Porque un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día.” Dice Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8; y el Profeta Moisés en el Salmo 90, verso 4.
Y por cuanto los Días Postreros delante de Dios, para los seres humanos son los milenios postreros, así como los días postreros de la semana son: jueves, que es el quinto día de la semana; viernes, que es el sexto día de la semana; y sábado, que es el séptimo día de la semana. Y para los seres humanos los días Postreros delante de Dios son los milenios postreros, que son: el quinto milenio, el sexto milenio y el séptimo milenio.
En los días de Jesucristo, cuando Jesucristo tenía de tres a siete años de edad, comenzó el quinto milenio, por consiguiente comenzaron delante de Dios los días postreros, y para los seres humanos comenzaron los milenios postreros, los tres milenios postreros.
Y ahora, de Cristo hacia acá ya han transcurrido dos mil años, y por consiguiente delante de Dios ya han transcurrido dos días; de los tres Días Postreros, ya dos han transcurrido, y nos queda el último de los Días Postreros, nos queda el Día Postrero delante de Dios, que es el Milenio Postrero, el Séptimo Milenio.
No quiere decir que después que termine el Séptimo Milenio, el Día Postrero delante de Dios, se acaba la vida, no. La Tierra con todos los seres humanos que estarán en la Tierra entrarán al Juicio final y de ahí saldrán a Vida eterna los que serán juzgados y recibirán Vida eterna, y los que sean condenados serán echados en el lago de Fuego, que es la segunda muerte, y dejarán de existir.
Pero los escogidos de Dios, entran a Vida eterna espiritual desde que reciben a Cristo como su único y suficiente Salvador; y entran a Vida eterna física, cuando Cristo resucite a los muertos creyentes en Él en el Día Postrero, o sea, en el Séptimo Milenio, en algún año del Séptimo Milenio. Y cuando nos transforme a nosotros los que vivimos, entonces entramos a Vida eterna física, en un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado. Eso es sencillo.
Ahora, Dios, el Dios que habló a través de los Profetas, dice: Ha hablado en estos Días Postreros a través de Su Hijo. Dice:
“En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo.”
En la Tierra cualquier persona puede decir: “Yo tengo una propiedad, aquí tengo la escritura.” Pero el único Heredero es Jesucristo, y nadie tiene nada, sino Jesucristo; porque Él tiene el Título de Propiedad, que es el Libro de la Vida del Cordero.
“…a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.”
Y ahora, Dios que creó los Cielos y la Tierra, conforme al Génesis, capítulo 1, verso 1: “En el principio creó Dios los Cielos y la Tierra.” Ahora aquí dice que por medio de Jesucristo, del Hijo de Dios, fue que Dios creó todas las cosas:
“... y por quien asimismo hizo el universo.”
Este es un misterio, pero es sencillo de entender. En este verso 3 que le sigue, dice:
“El cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia.”
Jesucristo es el resplandor de Su gloria y la imagen misma de la sustancia de Dios. La imagen de Dios es Jesucristo en Su cuerpo angelical, el cual en el Antiguo Testamento fue llamado el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová. Por esa causa los Profetas del Antiguo Testamento, comenzando desde Adán y continuando con Abel, Set, también con Enoc, con Noé, y así por el estilo; con Abraham, con Isaac, con Jacob. Jacob dice que se agarró del Ángel, y lo soltó hasta que recibió la bendición de Él. Eso está en el capítulo 32 del Génesis, versos del 24 al 32. Y luego dice que recibió la bendición de Dios a través de ese Ángel de Jehová.
Vean aquí, capítulo 32, verso 24 en adelante, dice:
“Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba.
Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba.
Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices.
Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob.
Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.
Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y el varón respondió: ¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí.
Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma.”
Peniel significa: “El rostro de Dios.” Porque vio a Dios cara a cara y fue librada su alma.
Y ahora, en San Juan, capítulo 1, verso 18, dice: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le declaró, él le ha dado a conocer.” Entonces, ¿se equivocaría Jacob, cuando dijo que vio a Dios cara a cara cuando luchó con aquél Varón, el cual era el Ángel de Jehová? No se equivocó, porque Dios estaba en ese Ángel manifestado.
¿Y saben quién es ese Ángel, el Ángel de Jehová? Es Jesucristo en Su cuerpo angelical. Por eso Jesucristo en el capítulo 8, verso 56 al 58 de San Juan, podía decir: “Abraham, vuestro padre deseó ver mi día; y lo vio, y se gozó.” Y le dijeron: “Aún no tienes cincuenta años, ¿y dices que has visto a Abraham?” Y Jesús dice, les contesta: “Antes que Abraham fuese, Yo Soy.”
¿Cómo era Jesucristo antes que Abraham? Era el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el cuerpo angelical de Dios, ese Varón angelical que le aparecía a los diferentes Profetas en diferentes ocasiones, ese Ángel de Jehová en el cual estaba el Nombre de Dios y en el cual estaba Dios velado en ese cuerpo angelical. Pero a Dios nadie le vio jamás, porque Dios estaba dentro de Su Ángel, el Ángel de Jehová, el cual es Cristo en Su cuerpo angelical, y por consiguiente allí estaba el Nombre de Dios.
Luego cuando se hizo carne y habitó en medio del pueblo hebreo, el Verbo que era con Dios y era Dios, el cual creó todas las cosas, ahora es conocido por el Nombre de JESÚS. Y dijo: “Yo he venido en Nombre de Mi Padre.” Por eso Jesús podía decir en San Mateo, capítulo 11, versos 25 al 27:
“En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños.
Sí, Padre, porque así te agradó.
Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.”
Porque toda revelación de Dios es en y a través de Cristo y viene a través de Cristo para el pueblo de Dios, y toda la Creación que Dios realizó fue a través de Jesucristo en Su cuerpo angelical, fue a través de Cristo, el Ángel del Pacto. Por eso dice: “A quien constituyó heredero de todo, de todas las cosas, y por quien asimismo hizo el Universo.” Fue por medio de Su Hijo Jesucristo, que Dios, el Padre creó los Cielos y la Tierra.
Por eso nuestro amado Señor Jesucristo es el Personaje más grande, más importante que ha pisado este planeta Tierra, y miren cómo lo trataron. Pero todo eso estaba en el Programa de Dios, para llevarse a cabo así la Obra de Redención y quitar el pecado de la raza humana y reconciliarnos con Dios. Así como en el Antiguo Testamento la reconciliación se efectuaba por medio del sacrificio de la expiación del macho cabrío, que era sacrificado el día diez, del mes séptimo de cada año, conforme a Levítico, capítulo 23, versos 26 al 29, lo cual era tipo y figura de la Expiación por el pecado que realizaría Jesucristo, el Hijo de Dios, en Su Primera Venida.
Por lo tanto, aquello era solamente el tipo y figura; por eso tenía valor delante de Dios, y tenía valor para el pueblo hebreo. Eso era algo temporero en lo que llegaba lo perfecto, lo eterno. Los pecados del pueblo eran perdonados, pero no eran quitados; porque la sangre de un animalito no puede quitar el pecado del ser humano, y el espíritu del animalito no puede venir a la persona. Pero por cuanto era tipo y figura de Cristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario, como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados; por eso era una bendición en medio del pueblo hebreo temporeramente, en lo que llegaba el Sacrificio Perfecto.
Cuando llegó Cristo, el Sacrificio Perfecto, y murió en la Cruz del Calvario, ya no se necesitaban sacrificios de animalitos, ni siquiera se necesitaban los sacerdotes para ministrar. Un Nuevo Orden Divino fue establecido con un Nuevo Sacrificio Perfecto: el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario; y fue llevada la Sangre de ese Sacrificio, no al templo terrenal, sino al Templo Celestial, cuando Cristo ascendió al Cielo victorioso.
Y ningún sumo sacerdote terrenal podía ir al Cielo; pero Jesucristo, el Sumo Sacerdote del Templo Celestial, conforme al Orden Celestial de Melquisedec, fue al Cielo con Su Propia Sangre y la presentó por todos nosotros ante Dios, y ha permanecido en el Cielo, en el Templo Celestial como Sumo Sacerdote, haciendo Intercesión por cada persona escrita en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, que aparece en esta Tierra al nacer en esta Tierra, y es llamado por Cristo a Su Redil; porque Cristo es el Buen Pastor, que dio Su Vida por Sus ovejas, y ahora las llama y las junta, las recoge en Su Redil, y Su Redil es Su Iglesia.
Y Cristo como Sumo Sacerdote en el Cielo, está haciendo Intercesión por cada una de esas ovejas, de esas personas, hasta que entre al Reino de Dios hasta el último escogido de Dios. Por lo tanto, Cristo está en el Templo Celestial haciendo Intercesión sobre el Propiciatorio (que es el Trono de Dios), con Su Propia Sangre.
Mientras Cristo esté allá en el Cielo como Sumo Sacerdote haciendo Intercesión con Su propia Sangre, Dios no puede destruir este planeta Tierra; aunque se ha predicado desde el Génesis que va Dios a destruir a la raza humana, como lo hizo en el tiempo de Noé. Pero ahora vean, por cuanto hay un Sacrificio por el pecado del ser humano, y hay un Sumo Sacerdote en el Cielo haciendo Intercesión con Su propia Sangre, Dios no puede destruir a la raza humana, Dios mira a la raza humana a través de la Sangre de Jesucristo. Por lo tanto, tenemos un Abogado en el Cielo, que hace Intercesión por todos nosotros.
Pero cuando Cristo complete Su Iglesia, haya llamado hasta el último escogido, y lo haya colocado en Su Reino, en Su Iglesia, entonces se levantará del Trono del Padre, porque ya habrá terminado Su Obra de Intercesión en el Cielo como Sumo Sacerdote, y ya no habrá Sangre sobre el Propiciatorio en el Trono de Dios; y por consiguiente Cristo tomará el Título de Propiedad, lo abrirá en el Cielo, que es el Libro de los Siete Sellos, el cual es el Libro de la Vida del Cordero, y entonces vendrá con el Título de Propiedad. Él vendrá como el León de la Tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo, para reclamar todo lo que Él ha redimido con Su Sangre preciosa.
Resucitará los muertos creyentes en Él en cuerpos glorificados, y a nosotros que vivimos, si permanecemos vivos hasta ese momento, nos transformará. Pero si alguno de los nuestros (de nuestro tiempo) se va antes, muere antes, no tiene ningún problema si es un creyente en Cristo; Cristo lo coloca en el Paraíso, que es la sexta dimensión, y luego lo resucitará en el Día Postrero, que es el Séptimo Milenio, en algún año del Séptimo Milenio, cuando haya completado Su Iglesia y haya tomado el Título de Propiedad, el Libro de los Siete sellos; y traerá a los muertos creyentes en Él en cuerpos eternos, inmortales y glorificados, como el cuerpo glorificado que tiene Jesucristo nuestro Salvador, el cual desde que se fue hasta este tiempo, no se ha puesto viejo; porque es un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y sin pecado.
Esa es la clase de cuerpo que Él ha prometido para mí. ¿Y para quién más? Para cada uno de ustedes también. Para eso Él vino en Su Primera Venida y murió por todos nosotros como el Sacrifico de la Expiación por nuestros pecados.
Por lo tanto, hay una esperanza grande para los seres humanos que escuchan la predicación del Evangelio de Cristo y creen de todo corazón en Cristo y lo reciben como su único y suficiente Salvador. Cristo dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Vean, el ser humano para que no tenga problemas de que diga: “Es que hay muchas cosas y no sé qué escoger.” No, hay solamente dos cosas: creer o no creer en Cristo. La decisión más grande que una persona hace en su vida es: creer o no creer en Cristo. Esa es la decisión que lo colocará en su destino eterno. Si cree en Cristo como su único y suficiente Salvador, esa decisión coloca a la persona con Cristo en la Vida eterna y en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador. Pero el que no cree, esa decisión de no creer coloca a la persona en el juicio final y en el lago de fuego, o sea, coloca a la persona en condenación; por lo tanto, no tiene esperanzas de volver a vivir, se conformó con una cantidad de años tan corta de vida en este cuerpo terrenal, cuando Cristo ha prometido darnos Vida eterna en un cuerpo eterno y glorificado como el que Él tiene.
En este cuerpo que tenemos normalmente los seres humanos duran o viven menos de cien años. Conformarse con menos de cien años de vida, eso no está bien; teniendo la oportunidad de vivir eternamente con Cristo en Su Reino, no es buena decisión conformarse con menos de cien años de vida y después dejar de existir, ser echada el alma de la persona, que es lo que es la persona: alma viviente, ser echada en el lago de fuego y dejar de existir.
Todos queremos vivir eternamente, continuar viviendo, y siempre deseamos que cada día que viene sea mejor para nosotros. Y con Cristo en Su Reino, nosotros tenemos la promesa que los días venideros en el cuerpo eterno, serán billones de veces superiores a estos días que estamos viviendo en estos cuerpos mortales, en los cuales tenemos muchísimos problemas. Pero en el cuerpo glorificado no tendremos ningún problema; Cristo en Su cuerpo glorificado no tiene ningún problema, está tan joven como cuando se fue. Por lo tanto, Él conoce el secreto de la Vida eterna, y el misterio o secreto de la Vida eterna está en Jesucristo.
Vean, en Primera de Juan, capítulo 5, dice de la siguiente manera, y vamos a leerlo para que tengamos el cuadro claro, dice... Primera de Juan, capítulo 5, verso 10, en adelante, dice:
“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.
Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.”
¿Ven, todo lo que Dios hace y todo lo que Dios da? Es a través de Su Hijo Jesucristo.
Juan 1:18
Toda revelación de Dios es a través de Jesucristo nuestro Salvador.
Primera de Juan 5:12
Aunque tenga vida física, eso es una vida temporera que se le va a terminar antes de los cien años a la mayor parte de las personas, y la cosa es que no sabe cuándo se le va a terminar. A algunos se les termina a los cien años o después de los cien años, a otros a los noventa años, a otros ochenta, a otros a los setenta años, a otros a los sesenta, a los cincuenta, a los cuarenta, a los treinta, a los veinte, a los quince, a los diez, y a algunos hasta siendo unos bebés que todavía no tienen ni un año de edad se les acaba la vida, ¿por qué? Porque eso es vida temporera; nuestros padres no pudieron darnos Vida eterna, solamente vida temporera. Pero mucho hicieron nuestros padres por nosotros. Pero más ha hecho Jesucristo por nosotros: dándonos Dios por medio de Jesucristo la Vida eterna.
El que escucha la predicación del Evangelio de Cristo y cree en Jesucristo y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en esa persona el Nuevo nacimiento, nace a una nueva Vida, a la Vida eterna, en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador, y así ha asegurado su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno. Por lo tanto, tiene Vida eterna y tiene la esperanza de volver a vivir una nueva vida física en un cuerpo nuevo y glorificado, igual al cuerpo glorificado de nuestro amado Señor Jesucristo, que será un cuerpo joven para toda la eternidad, representará de 18 a 21 años de edad.
Por eso fue que cuando Cristo resucitó, resucitó glorificado, y Sus propios discípulos no lo conocían y pensaban que era otra persona, no podían creer que era Jesucristo. Pero era Jesucristo, pero glorificado.
Cuando nuestros familiares que han partido, creyentes en Cristo, regresen resucitados, si tenían cien años, noventa, ochenta o sesenta años, no vamos a ver cuando resuciten a una persona de esa edad, vamos a ver a un joven o una joven de 18 a 21 años de edad; porque en el cuerpo glorificado la apariencia física es de 18 a 21 años de edad, es un cuerpo joven para toda la eternidad. Así es el cuerpo glorificado que Cristo ha prometido para mí. ¿Y para quién más? Para cada uno de ustedes también.
Todo esto está dentro del misterio divino que Él estaría manifestando. Y el misterio más grande de todos es el misterio de Dios y de Cristo; porque Dios estaba en Cristo reconciliando consigo mismo al mundo. ¿Ven? Para Dios reconciliar al ser humano consigo mismo, lo hizo a través de Jesucristo; porque Dios no hace nada a menos que sea a través de Jesucristo.
Ahora, continuemos leyendo aquí, dice:
“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.”
Esa es la buena noticia para los creyentes en Cristo. Y mientras esperamos el momento en que Él nos dé el cuerpo nuevo y eterno, pues continuamos disfrutando este cuerpo temporero, mientras tenga este cuerpo vida, tenga salud y vida, lo continuamos disfrutando y trabajando con él y sirviendo al Señor Jesucristo con este cuerpo que Él nos ha permitido tener. Pero sabiendo que este cuerpo que tenemos no es el eterno; porque la carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.
Por eso a la final Trompeta está prometido que los muertos en Cristo resucitarán primero glorificados, y nosotros los que vivimos seremos transformados, y entonces tendremos el cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, igual al cuerpo de Jesucristo, que Dios predestinó para mí. ¿Y para quién más? Para cada uno de ustedes. ¿Desde cuándo Dios predestinó ese cuerpo para nosotros? Desde antes de la fundación del mundo.
Por lo tanto, estamos en la permisiva voluntad pasando por esta dimensión terrenal en estos cuerpos físicos, mortales, temporeros. Estamos por consiguiente pasando por una experiencia única, que no se va a repetir; porque luego Él nos va dar un cuerpo eterno, y ya ahí no tendremos ninguna clase de problemas; ahí en ese cuerpo eterno tendremos todo el poder divino.
Aun no tendremos que preocuparnos por el tráfico. En la actualidad, estando en estos cuerpos físicos, cuando pensamos en la madrugada que tenemos que dar para llegar al trabajo, y si queremos llegar al trabajo sin tomar el tráfico fuerte, tenemos que madrugar más y salir bien temprano. Pero en el nuevo cuerpo tendremos todo; es así como el cuerpo físico: éste es el medio de transportación que Dios nos ha dado, que Dios nos ha permitido tener; pero como no es un cuerpo perfecto, pues entonces tenemos que ayudarlo con bicicletas, con autos, con aviones, y así por el estilo.
Pero en el cuerpo nuevo, vean ustedes, Cristo en el cuerpo, cuando resucitó aparecía a Sus Discípulos sin los Discípulos abrir la puerta para que Él entrara, y también les decía: “Vayan a Galilea, y allí les veré.” Y cuando ellos llegaban, allí estaba Jesucristo.
Y cuando tuvo que irse al Cielo, a la Casa de nuestro Padre Celestial, no mandó a sacar un boleto aéreo, ni siquiera en ese tiempo tenían aviones y mucho menos cohetes, para ir a un lugar fuera del planeta Tierra; y ni siquiera en la actualidad hay cohetes que pueden llevar a una persona a la Casa de nuestro Padre Celestial, que es la séptima dimensión. Pero Cristo ascendió al Cielo y una nube lo tomó y desapareció. ¿Ven? Porque el cuerpo glorificado es también el medio de transportación más perfecto que una persona pueda tener.
Por lo tanto, no necesitaremos ni automóviles, ni aviones para ir de un lugar a otro, caminaremos, viajaremos más rápido que la velocidad del pensamiento; y la velocidad del pensamiento es más rápida que la luz. ¿Cuánto tiempo toma usted en pensar que en estos momentos está en su casa, en su hogar? Menos de un segundo. Ese mismo tiempo toma en pensar que está en Júpiter, o que está en Saturno, o en cualquier otro planeta de alguna de las galaxias; toma el mismo tiempo; o sea, no tiene limitaciones.
Y más rápido que el pensamiento será la velocidad a la cual podremos viajar, más rápida, esa velocidad será más rápida que la del pensamiento humano en estos cuerpos terrenales. Pero digamos que será a la velocidad del pensamiento del cuerpo glorificado; que eso debe ser billones y billones de veces más rápido que el pensamiento, que la velocidad del pensamiento humano. Así que tendremos todo lo que necesitamos en ese cuerpo glorificado.
Y ese es el cuerpo que yo estoy esperando, porque Jesucristo lo ha prometido para mí. ¿Y quién más está esperando ese cuerpo? Cada uno de ustedes. ¿Por qué? Porque Cristo lo ha prometido para cada uno de ustedes también. Por eso es tan importante conocer el misterio de Dios, y el misterio de Dios en Cristo; o sea, el misterio de Dios Padre, y de Cristo.
Dios estaba en Cristo reconciliando consigo mismo al mundo. Es por medio de Jesucristo que Dios efectúa la reconciliación del ser humano con Él, con Dios. Sin Cristo el ser humano no puede llegar a Dios, sin Cristo el ser humano no puede ser reconciliado con Dios, sin Cristo el ser humano no puede ser perdonado de sus pecados, sin Cristo el ser humano no puede quitarse los pecados con alguna sustancia, con algún detergente que compre en algún supermercado, o en alguna farmacia; porque lo único que quita el pecado del ser humano es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.
Por lo tanto, todos los seres humanos necesitamos a Jesucristo como nuestro único y suficiente Salvador; no hay otro Salvador, no hay otro que pueda salvarnos de nuestros pecados, y quitar nuestros pecados, no hay otro que pueda perdonar nuestros pecados y con Su Sangre limpiarnos de todo pecado. Solamente hay Uno, y se llama: SEÑOR JESUCRISTO. Ese es nuestro amado Salvador, ese es el Hijo de Dios, ese es el que vino a la Tierra para morir en mi lugar y en el lugar de cada uno de ustedes, para que nosotros podamos vivir eternamente con Cristo en Su Reino.
Por lo tanto, el misterio de Dios estaba en Cristo velado y revelado. Cristo por consiguiente es el misterio de Dios revelado a la raza humana.
Así como el ser humano es alma, espíritu y cuerpo, y Dios creó al ser humano a Su imagen y semejanza; por consiguiente lo más que se parece al hombre es Dios, y lo más que se parece a Dios es el hombre, el ser humano. Dios es Alma, Espíritu y Cuerpo, eso es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Por consiguiente el Padre es Alma viviente, Alma eterna viviente; y Jesucristo en Su cuerpo angelical es ese cuerpo espiritual de Dios, es la imagen del Dios viviente. Y Jesucristo en Su cuerpo de carne es ese cuerpo de carne de Dios. Y por eso Dios estaba en Cristo reconciliando consigo mismo al mundo.
En Jesucristo estaba, está y estará eternamente la plenitud de la Divinidad, la plenitud de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Por eso Dios hizo a Jesús, Señor y Cristo, por eso llamamos a Jesús SEÑOR JESUCRISTO, porque en Él habitó la plenitud de la Divinidad; y por consiguiente la plenitud de la Divinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, tienen un nombre, que es SEÑOR JESUCRISTO. Por lo tanto, el misterio de Dios es revelado en Jesucristo.
Ahora, en la Primera Venida de Cristo, Dios reveló Su misterio, velado y revelado en Cristo; el misterio de Dios el Padre estaba en Cristo, y fue revelado a través de Jesucristo. Cristo dijo: “Nadie sabe quién sea el Padre...” Vamos a ver cómo fue que lo dijo aquí, dice:
“...y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno , sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.”
Y ahora, este misterio de Dios el Padre, y de Cristo, es un misterio que solamente Jesucristo lo revelaría. En la predicación del Evangelio de la Gracia es revelado el misterio de Dios el Padre, y de Cristo; porque Dios estaba en Cristo, reconciliando consigo mismo al mundo, era Dios velado en un cuerpo de carne humana llamado Jesús. Y ahí, por consiguiente Dios estaba en Su imagen y en Su semejanza, Dios estaba con el cuerpo angelical, que es llamado el Ángel del Pacto o Ángel de Jehová, el cual es Cristo en Su cuerpo angelical, y estaba en Su cuerpo de carne, el cual es llamado, Jesús; y por consiguiente Dios estaba como un hombre, porque Dios creó al ser humano a Su imagen y a Su semejanza.
Por consiguiente ver la imagen de Dios es ver el cuerpo angelical de Dios, que es llamado el Ángel del Pacto, el cual vieron los Profetas del Antiguo Testamento; y ver la semejanza física de Dios, es ver el cuerpo físico de Jesucristo; ese es el cuerpo físico de Dios, el cual ya está glorificado, y está en el Cielo. Como ver nuestro cuerpo físico es ver nuestro cuerpo de carne, eso es ver la semejanza física que nosotros tenemos. Pero vean, la imagen nuestra es ver nuestro cuerpo angelical, nuestro cuerpo espiritual, y no lo podemos ver porque está dentro del cuerpo físico.
Pero cuando la persona muere, va en el cuerpo angelical al Paraíso, si es un creyente en Cristo. Y si no es un creyente en Cristo, lamentablemente no puede ir al Paraíso, sino que va a la quinta dimensión, que es el infierno. Lo que le pasó al hombre rico de la enseñanza que Cristo dio de Lázaro el mendigo y el hombre rico. Por lo tanto, lo más importante es la Vida eterna. “¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma? Porque el Hijo del Hombre... (Dice Cristo), porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de Su Padre, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.” También dijo, anterior a esa palabra, dijo: “¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?”
No hay recompensa que el ser humano pueda pagar a Dios por la salvación de su alma; ya el precio de la salvación lo pagó Cristo en la Cruz del Calvario muriendo por todos nosotros. Por lo tanto, Jesucristo es nuestro único medio de salvación, para poder vivir eternamente en el Reino de Dios con Jesucristo nuestro Salvador.
“EL MISTERIO DE DIOS.”
Vean, el misterio de Dios estaba en Cristo y fue revelado en Cristo y a través de Jesucristo. Y en la predicación del Evangelio de la Gracia es dado a conocer ese misterio de Dios en Cristo para salvación de todo aquel que escucha la predicación del Evangelio de Cristo y lo recibe como su único y suficiente Salvador, creyendo en Cristo de todo corazón y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo los bautiza con Espíritu Santo y Fuego y produce en la persona el nuevo nacimiento, nace a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador; y así ha quedado asegurado el futuro eterno de la persona; Cristo se lo ha asegurado en Su Reino eterno. Por lo tanto, necesitamos a Cristo para que nos dé la salvación y Vida eterna.
No hay otro Salvador, ni hay otro nombre bajo el Cielo en el cual podamos ser salvos; Jesucristo es el único Salvador. Ese es el Nombre de salvación para todo ser humano; porque Dios estaba en Jesucristo, reconciliando consigo mismo al mundo, al ser humano, para que pueda vivir eternamente el ser humano. No hay otra forma en que el ser humano pueda vivir eternamente.
Cristo está creando una Nueva Raza con Vida eterna. Toda persona que lo recibe como su único y suficiente Salvador y es bautizada en agua en Su Nombre, Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y fuego, y produce el nuevo nacimiento, nace como una Nueva Criatura en una Nueva Raza en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador, de la cual Jesucristo es la Cabeza de esa Nueva Raza, es el principio de la Creación de Dios, de esa Nueva Creación con Vida eterna, para ser a imagen y semejanza de Jesucristo nuestro Salvador, y vivir con Él en Su Reino por toda la eternidad.
Si vivir en estos cuerpos es algo hermoso, maravilloso, ¿cómo será viviendo en cuerpos eternos y glorificados en el Reino eterno de Jesucristo? No hay palabras para expresar lo hermoso que va a ser la vida en el Reino de Cristo con cuerpos glorificados. Pero vamos a estar allí, y vamos a vivir con Él en Su Reino, ¿por cuánto tiempo? Por toda la eternidad. ¿Y quiénes son esas personas que van a estar allí? Todos nosotros, porque lo hemos recibido como nuestro único y suficiente Salvador.
Si hay alguna persona que no lo ha recibido como su único y suficiente Salvador todavía, lo puede hacer en esta noche, para que así asegure su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno. No se conformen con vivir cien años o menos de cien años y nada más. No, hay una Vida eterna, la cual usted puede obtener a través de Jesucristo nuestro Salvador; y disfrutaremos esa Vida eterna con Cristo en Su Reino. También disfrutamos la vida en estos cuerpos físicos, sirviendo a Cristo nuestro Salvador, y disfrutaremos en el cuerpo eterno que Él nos dará la Vida eterna.
Por lo tanto, toda persona que aun - todavía no ha recibido a Cristo, pero ha escuchado en esta noche la predicación del Evangelio de Cristo, y ya ha visto la forma de asegurar su futuro eterno en con Cristo en Su Reino eterno para tener derecho a vivir eternamente. Puede levantar su mano y puede pasar al frente, y yo oraré por usted, para que Cristo le reciba en Su Reino, perdone sus pecados y con Su Sangre le limpie de todo pecado, y pueda ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego y obtenga el nuevo nacimiento, y nazca en el Reino eterno de Cristo a y en la Vida eterna. Y así esté asegurado su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno. Pueden pasar al frente y oraré por ustedes en esta noche, para que Cristo les reciba en Su Reino.
Vamos a dar unos minutos, para que así tengan la oportunidad de pasar al frente todos los que todavía no hay recibido a Cristo, y quieren vivir eternamente, y tengan así la oportunidad de recibirlo como su único y suficiente Salvador. Recuerden que es un asunto de Vida eterna recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador. No es juego, ni es asunto de uno decir: “Me voy a meter a la religión.” No, más bien uno tiene que creer de todo corazón, y decir: “Voy a entrar a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno, por eso lo recibo como mi único y suficiente Salvador.”
Pueden pasar al frente y oraré por ustedes en esta noche. Pueden continuar pasando las personas que falten por pasar. Y los niños de diez años en adelante también pueden pasar, porque Cristo tiene lugar en Su Reino para los niños también. Cristo dijo: “Dejad a los niños venir a Mí, y no se lo impidáis, porque de los tales es el Reino de los Cielos.”
¿Ven? Cristo tiene lugar para los niños, tiene lugar para los jóvenes, tiene lugar para los adultos, tiene lugar para los ancianos también en Su Reino. Pero para los que mueren sin haberlo recibido como su Salvador, Cristo no tiene lugar en Su Reino. Por eso no podemos esperar que terminen nuestros días terrenales sin recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador.
Recuerden que es un asunto de Vida eterna recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador. Todos queremos asegurar nuestro futuro eterno, todos queremos estar seguros que cuando termine nuestra vida terrenal, al morir nuestro cuerpo físico vamos a ir a un lugar mejor que este planeta Tierra, vamos a ir al Paraíso (al Paraíso), donde están los Apóstoles del Señor Jesucristo, y donde están todos los creyentes de edades pasadas que murieron físicamente. Pero si permanecemos vivos hasta el momento que Cristo resucite a los muertos creyentes en Él, pues seremos transformados y entonces tendremos el cuerpo eterno y glorificado.
Vamos a dar unos segundos más. Vamos a estar puestos en pie mientras pasan las personas que faltan por pasar y que quieren asegurar su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno. No hay otra persona que le pueda asegurar a usted o a mí nuestro futuro eterno; solamente hay UNO y Su Nombre es SEÑOR JESUCRISTO.
Cristo dijo: “El que me confesare delante de los hombres, Yo le confesaré delante de Mi Padre; mas el que me negare, Yo también le negaré delante de Mi Padre.” Todos queremos que Cristo nos confiese delante de nuestro Padre Celestial como creyentes en Él, que lo hemos recibido como nuestro Salvador, y que Él nos ha perdonado y con Su Sangre nos ha limpiado de todo pecado y hemos sido bautizados en agua en Su Nombre, y Él nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y así produce en nosotros el nuevo nacimiento, y así aseguramos nuestro futuro eterno, en la Vida eterna con Jesucristo, nuestro Salvador. “El que tiene al Hijo de Dios, tiene la Vida eterna.” Es Vida eterna lo que recibimos cuando recibimos a Cristo, porque Cristo es la Vida eterna.
Vamos a orar ya por las personas que han pasado. Si falta alguno puede pasar inmediatamente. Vamos a inclinar nuestros rostros para orar y repitan conmigo esta oración, y nuestras manos levantadas a Cristo, y repitan conmigo esta oración:
Señor Jesucristo, ante Tu presencia vengo, habiendo escuchado la predicación de Tu Evangelio, Señor Jesucristo, ha nacido en mi corazón, en mi alma, la fe para creer en Ti como mi único y suficiente Salvador; y doy testimonio público de mi fe en Ti, y Te recibo como mi único y suficiente Salvador.
Señor Jesucristo, salva mi alma, Te lo ruego, perdona mis pecados y con Tu Sangre límpiame de todo pecado y bautízame con Espíritu Santo y Fuego. Te ruego produzcas en mí el nuevo nacimiento, quiero entrar a Tu Reino eterno, quiero vivir contigo por toda la eternidad. Salva mi alma, Señor Jesucristo, Te lo ruego, en Tus manos encomiendo mi alma. En Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo, Te lo ruego. Amén y amén.
Y todos repitan conmigo, con nuestras manos levantadas al Cielo:
La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado. Cristo dijo: “Id por todo el mundo, y predicad el Evangelio a toda criatura; el que creyere y fuere bautizado será salvo, mas el que no creyere, será condenado.” Ustedes han creído en Cristo como vuestro único y suficiente Salvador. Pero me dirán: “Pero todavía me falta ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. ¿Cuándo me pueden bautizar?” Por cuanto han creído de todo corazón en Cristo, bien pueden ser bautizados en agua esta misma noche en el Nombre del Señor Jesucristo.
Por lo cual pregunto al Reverendo, al ministro aquí: Si hay agua (al doctor Camilo). Él dice que hay agua, hay bautisterio. ¿Hay ropas bautismales también? También hay ropas bautismales. ¿Hay vestidores de ropa? También hay vestidores de ropa, para que se puedan cambiar de ropas, colocarse las ropas bautismales, ser bautizados, y luego colocarse de nuevo las ropas de ustedes y regresar a sus hogares felices, gozosos y agradecidos a Jesucristo por la salvación de vuestra alma, la cual Cristo ha realizado en esta noche.
La salvación de vuestra alma es lo más grande que Cristo hace en la vida de cada uno de nosotros. La salvación de nuestra alma fue lo que lo hizo morir por cada uno de nosotros en la Cruz del Calvario: para poder salvar nuestra alma.
Nuestro tema en esta noche fue: “EL MISTERIO DE DIOS.”
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta noche, dándoles testimonio de nuestro tema: “EL MISTERIO DE DIOS.” Y hemos visto que el misterio de Dios estaba en Cristo.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. Y Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, luego que sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y traiga también a los Pies de Jesucristo a todos sus familiares para que reciban la salvación y Vida eterna y estén con ustedes en el Reino eterno de Jesucristo viviendo por toda la eternidad. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Muchas gracias por vuestra amable atención, y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.
Dejo nuevamente al Reverendo Camilo, para continuar e indicarles hacia dónde caminar para cambiarse de ropa y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos.
“EL MISTERIO DE DIOS.”