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| ¿De dónde proceden las bendiciones? | 2004-05-18 | 2 | Saltillo | Coahuila | MX | 00:00:00 | false |
Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Para lo cual leemos la Escritura en el libro o carta de Santiago, en el capítulo 1, verso 17 al 21, donde dice:
“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.
El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.
Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse;
porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.
Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.”
También en el libro de Jeremías, capítulo 21, verso 8, nos dice de la siguiente manera:
“Y a este pueblo dirás: Así ha dicho Jehová: He aquí pongo delante de vosotros camino de vida y camino de muerte.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema es: “¿DE DÓNDE PROCEDEN LAS BENDICIONES?” Porque todos queremos las bendiciones del Cielo, las bendiciones de Dios.
En el libro de Deuteronomio Dios nos habla de la bendición y de la maldición, de la vida y de la muerte. Dice en Deuteronomio, capítulo 30, verso 14 en adelante, dice:
“Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas.
Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal;
porque yo te mando hoy que ames a Jehová tu Dios, que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y Jehová tu Dios te bendiga en la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella.
Mas si tu corazón se apartare y no oyeres, y te dejares extraviar, y te inclinares a dioses ajenos y les sirvieres,
yo os protesto hoy que de cierto pereceréis; no prolongaréis vuestros días sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para entrar en posesión de ella.
A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia;
amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y prolongación de tus días; a fin de que habites sobre la tierra que juró Jehová a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob, que les había de dar.”
Aquí podemos ver que Dios ha colocado delante del pueblo hebreo y por consiguiente delante de todo ser humano, la vida y la muerte, la bendición y la maldición.
Ahora, podemos ver que es de Dios que viene la bendición para aquellos que escuchan Su Palabra y lo siguen a Él todos los días de su vida, y por consiguiente encontramos que Dios envió Su bendición a los seres humanos conforme a San Juan, capítulo 3; y Gálatas, capítulo 3, esta bendición de Abraham.
Vean aquí en Gálatas, capítulo 3, dice San Pablo, verso 13 en adelante, dice:
“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero
para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.”
Es por medio de Cristo que la bendición de Abraham ha pasado a los gentiles, para que toda persona que recibe a Cristo como su Salvador y confiesa a Cristo sus pecados, Cristo lo perdona y con Su Sangre lo limpia de todo pecado, y sea bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en la persona el nuevo nacimiento, y así nazca la persona del Agua y del Espíritu, y por consiguiente entre al Reino de Dios.
Cristo dijo en San Juan, capítulo 3, verso 1 al 6 a Nicodemo:
“De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?”
Cristo le explica, porque Nicodemo estaba pensando que era nacer de nuevo a través de una mujer, de su madre o de alguna otra mujer; o sea, estaba pensando que luego de estar viejo tenía que volver a nacer como un bebé... ese casi sería la reencarnación, pero Cristo le dijo cómo era, le dijo:
“ De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.”
No es cosa para uno maravillarse, sino para uno desearlo de todo corazón: nacer de nuevo del Agua y del Espíritu para entrar al Reino de Dios y tener la bendición de Dios a través de Jesucristo, porque la bendición de Dios viene a través de nuestro amado Señor Jesucristo.
La bendición de Abraham ha pasado a los gentiles, para que se predique el Evangelio de Cristo a los gentiles, y los gentiles reciban a Cristo como Salvador y reciban la bendición de Dios, la bendición del Cielo, la cual viene de Dios a través de Jesucristo nuestro Salvador.
Encontramos también en San Juan, capítulo 3, versos 13 en adelante:
“Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.
Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado (o sea, sea levantado en la cruz, ¿para qué?), para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
Para eso fue que Cristo fue levantado en la Cruz del Calvario, fue crucificado: para que todo aquel que cree en Jesucristo no se pierda, sino que viva eternamente.
Así como en el Antiguo Testamento, cuando el pueblo hebreo iba por el desierto rumbo a la tierra prometida, por causa del pecado y de la incredulidad del pueblo, vino la ira de Dios sobre el pueblo hebreo y las serpientes venenosas estaban mordiendo a los hebreos en grandes cantidades, y Dios le dijo al Profeta Moisés: “Prepara una serpiente de bronce y levantala en una vara, y toda persona que sea mordida por serpientes venenosas, que mire a esa serpiente de bronce y vivirá.” O sea, será anulado el veneno que inyectó esa serpiente en la persona, porque una persona que sea mordida por una serpiente venenosa está condenada a muerte, ya le quedan pocos minutos de vida.
Pero vean, con una mirada de fe a la serpiente de bronce levantada en una vara, la persona quedaba libre del efecto del veneno que la serpiente había colocado en su cuerpo, y entonces la persona vivía, porque era anulado el efecto de ese veneno, y el efecto de ese veneno era la muerte.
Ahora, ¿por qué esa serpiente de bronce era tan importante en esos momentos últimos de la vida de las personas que eran mordidas por serpientes venenosas? Porque esa serpiente de bronce tipificaba a Cristo crucificado en la Cruz del Calvario.
En aquella serpiente de bronce el pecado del pueblo había sido juzgado, y estaba ya el pueblo perdonado en este simbolismo de la serpiente de bronce, porque tipificaba a Cristo en la Cruz del Calvario.
Y la persona que decía: “¿Pero qué poder puede tener esa serpiente de bronce? Es un pedazo de bronce.” No era en sí el bronce el que tenía poder, sino lo que significaba aquella serpiente de bronce.
Es como las banderas de las diferentes naciones, son de tela, pero de acuerdo a los colores y la forma que tenga esa bandera, es representante esa bandera de la nación a la cual pertenece, y por consiguiente tiene que ser honrada esa bandera.
Ahora, encontramos que la serpiente de bronce en el desierto, tenía una importancia muy grande para el pueblo hebreo que era mordido por serpientes venenosas, porque tipificaba a Cristo muriendo en la Cruz del Calvario para toda persona que vive en esta Tierra, la cual ha nacido en una raza caída, una raza que fue mordida por la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, cuando engañó a Eva en el Huerto del Edén, y colocó en la raza humana el veneno del pecado. ¿Y el veneno del pecado qué trae? La muerte. “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es Vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” Eso está en Romanos, capítulo 6, verso 23.
Por lo tanto, la única forma en que el ser humano puede ser librado del pecado y del efecto del pecado, que es la muerte, es por medio de una mirada de fe a Cristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario, recibiendo con todo su corazón a Cristo como su único y suficiente Salvador, para que así el veneno del pecado que inyectó la serpiente antigua en la raza humana, pierda su efecto y entonces usted y yo podamos vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino.
Así como no hubo otra medicina que pudiera quitar el veneno y el efecto del veneno de los hebreos que eran mordidos por serpientes venenosas en el desierto, tampoco hay otra cosa que pueda quitar el veneno del pecado y el efecto del pecado: la muerte, del ser humano, sino la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador derramada en la Cruz del Calvario en Su Sacrificio expiatorio.
Por lo tanto, toda persona que desea vivir, necesita dar una mirada de fe a Cristo y Su Sacrifico en la Cruz del Calvario, reconociendo que es lo único que puede perdonar su pecado, y con Su Sangre limpiarlo de todo pecado y quitar así el veneno del pecado, y quitar, por consiguiente, el efecto del pecado.
Romanos, capítulo 6, verso 23, que les cité, donde dice: “Porque la paga del pecado es muerte.” Pero lo segundo o lo que le sigue, dice: “Mas la dádiva de Dios es Vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”
Por lo tanto, la dádiva de Dios, que es Vida eterna, lo que Dios da gratuitamente al ser humano: la Vida eterna, es en y por medio de Jesucristo nuestro Salvador. Por medio de Jesucristo es que viene la bendición de la Vida eterna para el ser humano, porque Él murió por nosotros en la Cruz del Calvario y Él es el que con Su Sangre derramada en la Cruz del Calvario nos limpia de todo pecado.
Ya Él quitó el pecado original de la raza humana, el pecado cometido por Adán y Eva, pero ahora cada persona tiene que arrepentirse de sus propios pecados, para que Cristo le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado.
En San Juan, capítulo 3, continuamos leyendo... pasamos al verso 14, dice:
“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
Y ahora, Dios ha colocado delante del ser humano la vida y la muerte; si la persona no quiere vivir eternamente, pues no tiene que mirar a Cristo y no tiene que recibir a Cristo como su Salvador; como los hebreos que eran mordidos por serpientes venenosas, que no creían que dando una mirada a aquella serpiente de bronce iban a evitar la muerte. Desde el momento que una serpiente venenosa muerde a una persona, ya la persona quedó sentenciada a muerte y solamente le quedan unos minutos de vida; pero una mirada a la serpiente de bronce quitaba el efecto del veneno (y el efecto del veneno era la muerte), quedaba anulado todo ese veneno y el efecto del veneno.
Y ahora, con una mirada de fe a Cristo queda anulado el veneno del pecado y el efecto del pecado, que es la muerte, por lo tanto la segunda muerte no tiene potestad, no tiene poder, no tiene autoridad sobre los creyentes en Cristo que han sido lavados con la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador, porque han creído en Cristo y por consiguiente el que en Él cree no se perderá, el que en Él cree no morirá eternamente, sino que vivirá eternamente con Jesucristo nuestro Salvador.
Vean aquí en San Juan, capítulo 11, versos 25 en adelante (25 al 27) Jesús hablando con Marta cuando fue a resucitar a Lázaro le dice:
“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.”
¿Y nosotros qué decimos? También lo creemos de todo corazón. Por lo tanto nuestra fe y esperanza es en nuestro amado Señor Jesucristo, a través del cual vienen las bendiciones de Dios, viene la bendición de la Vida eterna para mí. ¿y para quién más? para cada uno de ustedes también.
Por lo tanto, estas palabras de Cristo en donde Él dice: “El que cree en mi aunque esté muerto vivirá,” Por lo tanto todo creyente en Cristo nacido de nuevo, aunque muera físicamente, resucitará en el Día Postrero en donde Cristo resucitará a todos los creyentes en Él que han muerto físicamente, y a los que quedan vivos los transformará, les dará un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, y a los muertos en Cristo cuando los resucite, también les va a resucitar en cuerpos inmortales, en cuerpos glorificados como el cuerpo glorificado que tiene Jesucristo nuestro Salvador.
De esta resurrección habló Cristo en San Juan, capítulo 6, versos 39 en adelante, cuando dijo:
“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero (esa es la voluntad de Dios).
Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”
Ese es el Programa Divino que Dios le dio a Cristo para llevar a cabo, para que todo aquel que cree en Jesucristo no se pierda, sino que tenga Vida eterna; si muere físicamente Cristo lo resucitará en el Día Postrero que es el séptimo milenio de Adán hacia acá, y también es el tercer milenio de Cristo hacia acá.
Por lo tanto todo el que cree en Cristo no morirá eternamente, o sea, todo el que cree en Cristo no dejará de existir. El ser humano es alma, espíritu y cuerpo, y lo más importante de la persona es su alma, eso es lo que en realidad es la persona: alma viviente, pero tiene un cuerpo físico y tiene un espíritu, que es otro cuerpo parecido al nuestro, pero de otra dimensión.
Por lo tanto, siendo que el alma de la persona es lo más importante y es lo que en realidad es la persona, entonces la persona tiene que ocuparse con temor y temblor de la salvación de su alma, de recibir la bendición de Dios para su alma a través de Jesucristo, recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador.
“Porque no hay otro nombre dado a los hombres bajo el Cielo en que podamos ser salvos.” No hay otro nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos, solamente hay uno, y ese Nombre es: SEÑOR JESUCRISTO. Eso está en el libro de los Hechos, capítulo 4, verso 12.
Por lo tanto, toda persona que desea vivir eternamente y desea recibir un cuerpo nuevo y eterno y glorificado, como el cuerpo glorificado de Jesucristo y joven para toda la eternidad, lo cual es la bendición de la Vida eterna para la persona, necesita recibir esa bendición de Dios a través de un hombre que tiene un Nombre, y Su Nombre es Señor Jesucristo. “Porque no hay otro nombre dado a los hombres, bajo el cielo en que podamos ser salvos.”
Por eso es que se predica el arrepentimiento y el perdón de los pecados en el Nombre del Señor Jesucristo. ¿Para qué? Para que las personas vengan arrepentidas de sus pecados y reciban a Cristo como Salvador, y pidan perdón a Cristo por sus pecados, Cristo los perdone y los limpie con Su Sangre preciosa.
Por lo tanto, Cristo es el que perdona nuestros pecados y con Su Sangre nos limpia de todo pecado. Cristo es el que nos trae la bendición del Cielo, la bendición de Dios a nosotros acá en nuestra alma, para que así vivamos con Él en Su Reino por toda la eternidad.
La reconciliación del ser humano con Dios es muy importante, y así como en el Antiguo Testamento para una persona ser reconciliada con Dios en medio del pueblo hebreo, tenía que el día diez del mes séptimo de cada año cuando se ofrecía el sacrificio del macho cabrío de la expiación, conforme a Levítico, capítulo 23, la persona tenía que venir arrepentido de sus pecados a Dios, y creyendo en ese sacrificio por el pecado que era realizado por el sumo sacerdote, y entonces la persona obtenía el perdón de sus pecados, era cubierto con la sangre de esa expiación, y Dios le daba la reconciliación, quedaba reconciliado con Dios, y Dios le daba la bendición de vivir un año más, le daba vida por un año más.
Todos los años tenía que hacer lo mismo, porque esos sacrificios de animalitos no eran perfectos. Pero cuando Cristo fue sacrificado en la Cruz del Calvario se efectuó ese Sacrificio perfecto por el ser humano, para el ser humano ser reconciliado con Dios.
Y por consiguiente ya no acepta Dios sacrificios de animalitos, ni ninguna otra cosa que no sea el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, el cual la persona tiene que creer con toda su alma y recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador, para obtener el perdón de sus pecados y ser limpio con la Sangre de Cristo de todo pecado, y ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; y así la persona luego recibir el Espíritu Santo y obtener el nuevo nacimiento, nacer de nuevo, nacer a una nueva vida, nacer a la Vida eterna.
Porque todo ser humano que vive en la Tierra y nace a través de sus padres terrenales, no nace a la Vida eterna, nace a una vida temporal; por eso la vida del cuerpo físico es por un tiempo, porque fue un nacimiento a la vida temporal.
Pero el nuevo nacimiento que Cristo produce en el creyente, bautizándolo con Espíritu Santo y Fuego, es un nacimiento a la Vida eterna; y toda persona que quiera vivir eternamente tiene que nacer a la Vida eterna por medio de Cristo, el cual bautiza a la persona con Espíritu Santo y Fuego, y la persona obtiene el nuevo nacimiento, nace del Agua y del Espíritu, y así entra al Reino eterno y glorioso de nuestro amado Señor Jesucristo; y así la persona ha asegurado su vida con Cristo en la Vida eterna.
Muchas veces compramos seguros para el auto, compramos seguros de salud, compramos seguros para la casa, y así por el estilo, seguros que solamente aseguran cosas temporales o temporeras.
¿Pero se han asegurado las personas en lo eterno, con algo eterno y para algo eterna, para vivir eternamente? Las personas... se les olvida que hay un seguro eterno para vivir eternamente, un seguro de vida, pero es de Vida eterna.
Y si es importante un seguro de vida terrenal, de vida temporal, cuánto más un seguro de Vida eterna; pero, ¿quién tiene ese seguro de Vida eterna al cual nosotros ir para buscar, recibir esa bendición de ese seguro de Vida eterna, para asegurar nuestra vida, nuestra alma en y con Vida eterna? Su Nombre es SEÑOR JESUCRISTO, ese es el que nos asegura a nuestra alma la Vida eterna.
Por consiguiente todo ser humano necesita ese seguro de Vida eterna, ese seguro que le asegura a usted la bendición de la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador, y así lo salva a usted de sus pecados, los quita de usted sus pecados, Cristo con Su Sangre los quita, y le da Salvación y Vida eterna. “Porque Cristo, el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” San Lucas, capítulo 19, verso 10.
En San Mateo, capítulo 1, verso 20 al 21, dice, hablando acerca de José cuando pensaba dejar a María secretamente, porque María estaba embarazada y no era de él, dice:
“Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.
Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.”
Cristo es el único Salvador que salva a todo ser humano de sus pecados, todo ser humano que lo recibe como su Salvador obtiene la salvación de su alma, lo salva de sus pecados, los quita de la persona, y entonces la persona recibe Salvación y Vida eterna y puede dormir tranquilo y feliz, sabiendo que si muere físicamente va al Paraíso a vivir con los santos que están allá: los Apóstoles y los Mensajeros de Jesucristo, y todos los creyentes en Cristo de Edades pasadas, va al Paraíso, y allí espera hasta que Cristo complete Su Iglesia, y luego Cristo se levantará del Trono del Padre, tomará el Título de Propiedad, que es el Libro de los Siete Sellos conforme a Apocalipsis, capítulo 5, lo abrirá en el Cielo, y como León de la Tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores y Juez de toda la Tierra, hará Su Obra de Reclamo, y reclamará a todos los creyentes en Él que han muerto, los resucitará en cuerpos inmortales, cuerpos glorificados, eternos y jóvenes, y a los que vivimos y permanecemos vivos hasta ese momento nos transformará, y entonces todos seremos jóvenes y seremos inmortales y tendremos un cuerpo eterno y glorificado, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.
Por eso es tan importante saber de dónde vienen, de dónde proceden, las bendiciones de Dios: vienen del Cielo a través de nuestro amado Señor Jesucristo. Él vino para traer las bendiciones de Dios al alma de todo ser humano que lo recibe como su Salvador.
Encontramos en Apocalipsis, capítulo 1, verso 5 en adelante (5 al 6) las palabras siguientes, dice:
“Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre.”
¿Con qué hemos sido lavados y limpios de todo pecado? Con la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador, porque nos amó y con Su Sangre nos lavó, nos limpió, de todo pecado:
“...y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.”
Y nos ha hecho para nuestro Dios Reyes y Sacerdotes.
Y ahora, en el Reino de Cristo usted y yo tenemos una posición bien importante: de Reyes y de Sacerdotes en el Reino de Cristo.
Aunque en este reino terrenal no tengamos una posición importante, en el Reino de Cristo si tenemos una posición bien importante, porque lo recibimos como nuestro Salvador y Él ha perdonado nuestros pecados, hemos sido bautizados en agua en Su Nombre, y Él nos ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, y ha producido en nosotros el nuevo nacimiento, y hemos nacido de nuevo, hemos nacido en Su Reino eterno a una Vida eterna. Y en ese Reino eterno es que tenemos la posición más importante que un ser humano puede desear: ser un rey, Reyes y Sacerdotes.
Por lo tanto, somos Reyes en ese Reino de Cristo, y en la actualidad, por cuanto ese Reino está en la esfera espiritual, somos Reyes espirituales de Cristo y Sacerdotes también de Cristo; somos Sacerdotes de Dios por medio de Cristo, somos personas pertenecientes al orden Sacerdotal Celestial, que es el orden según Melquisedec. Melquisedec, el Sumo Sacerdote del Templo Celestial es Jesucristo, y nosotros hemos sido hechos Sacerdotes de ese orden Celestial Sacerdotal de Melquisedec, y hemos sido hechos también Reyes de ese orden de ese Reino celestial, de esa monarquía y de esa teocracia celestial.
Y cuando sea establecido ese Reino en la Tierra, pues Cristo dijo que, orando, todos pidiéramos la Venida del Reino de Dios, Él dijo: “Venga Tu Reino.” Enseñando a orar a Sus discípulos dijo: “Venga Tu Reino, hágase Tu voluntad como en el Cielo también aquí en la Tierra.” Y cuando el Reino de Dios sea literalmente establecido en la Tierra y Cristo se siente sobre el Trono de David, porque el Trono de David es el Trono terrenal de Dios, en el cual estuvo sentado el rey David y el rey Salomón y otros reyes; y Jesucristo siendo un descendiente, según la carne, de David, es el heredero al Trono de David.
Por lo tanto, Cristo, el Hijo de David y como Hijo de David, se sentará en el Trono de David y por consiguiente, el Reino de David, que es el Reino terrenal de Dios, será restaurado en la Tierra en medio del pueblo hebreo; y desde la tierra de Israel, teniendo a Jerusalén como la capital del mundo, Cristo gobernará como Rey sobre los hebreos y sobre todas las naciones; y será un solo Reino con un Rey, pero con representantes en las diferentes naciones, porque los creyentes en Cristo son Reyes y Sacerdotes.
Por lo tanto, el Orden de ese Reino Divino de Dios que va a ser establecido en la Tierra, tiene Reyes que son los redimidos por la Sangre de Cristo, los cuales reinarán con Cristo por el milenio y luego por toda la eternidad.
Y también el orden religioso, el orden Sacerdotal de ese Reino es el orden de Melquisedec, el orden celestial. Ya el orden levítico terminó desde que Cristo murió en la Cruz del Calvario, conforme a Hebreos, capítulo 7, donde San Pablo dice (capítulo 7 verso 11 al 12):
“Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón?
Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de la ley.”
Y hubo cambio del sacerdocio, y ahora el sacerdocio que está vigente no es el orden sacerdotal levítico, del cual Aarón era el sumo sacerdote, y los descendientes de Aarón eran los que tenían derecho a ser sumos sacerdotes.
Ahora, el orden Sacerdotal y por consiguiente el orden Religioso, es el Orden de Melquisedec, el orden Celestial, ese es el orden que está establecido en la Iglesia del Señor Jesucristo, y de ese Orden Sacerdotal Celestial, Cristo por cuanto nos ha redimido con Su Sangre y nos ha limpiado de todo pecado con Su Sangre, nos ha hecho Sacerdotes de ese orden Celestial.
Por eso es que como Sacerdotes ofrecemos a Dios sacrificios de alabanzas, ofrecemos a Dios ofrendas de alabanzas y así por el estilo, a través de Jesucristo, el Sumo Sacerdote. Él presenta a Dios nuestras ofrendas y sacrificios de alabanzas, cantamos para Dios en el Nombre del Señor Jesucristo, y Jesucristo, como Sumo Sacerdote, presenta a Dios nuestras alabanzas, nuestros sacrificios, y todo lo que hacemos para Dios.
Ahora, podemos ver la bendición tan grande que Dios nos ha dado a través de nuestro amado Señor Jesucristo, porque las bendiciones vienen de Dios, vienen del Cielo a través de Jesucristo para todos los seres humanos. Él dijo: “Yo Soy el Camino, la Verdad, y la Vida; y nadie viene al Padre, sino por mí.” San Juan, capítulo 14, verso 6.
Por lo tanto, Dios ha puesto delante del ser humano el camino que lleva al Cielo, Él dijo (Cristo dijo): “Yo Soy el Camino.” Él es el camino angosto que lleva al Cielo, que lleva a la Vida eterna conforme a San Mateo, capítulo 7, verso 13 en adelante, donde Él nos habla de ese camino angosto que lleva al Cielo.
Capítulo 7, versos 13 al 14 de San Mateo, dice:
“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella;
porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.”
La Puerta es angosta. ¿Y cuál es la Puerta? En San Juan, capítulo 10 nos dice cuál es esa Puerta angosta, capítulo 10, verso 9 de San Juan, dice:
“Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.”
Cristo es la Puerta, y el que entra por esa Puerta... ¿cómo entramos por esa puerta? Recibiendo a Cristo como nuestro Salvador, confesando a Cristo nuestros pecados y siendo bautizados en agua en Su Nombre, y Él nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego y produce en nosotros el nuevo nacimiento, entramos por esa Puerta a la Vida eterna. No hay otra puerta para entrar a la vida eterna, para entrar y recibir la salvación y Vida eterna.
También el camino angosto, Cristo dijo: “Yo Soy el camino.” Así que Cristo es el camino, y por consiguiente caminar en la vida cristiana habiendo recibido a Cristo y perseverando en Cristo, sirviéndole todos los días de nuestra vida, es estar caminando en el camino angosto que lleva a la Vida eterna, lleva al ser humano a Dios.
Ninguna persona puede llegar a Dios, a menos que sea a través de Jesucristo nuestro Salvador. “Nadie viene al Padre, sino por mi.” Dijo Jesucristo nuestro Salvador.
En San Lucas, capítulo 13 también, versos 22 en adelante, dice:
“Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén.
Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo:
Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.
Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois.”
Nadie quiere que la Puerta de la misericordia, de la Gracia, de la Salvación, se cierre sin que haya la persona entrado primero por esa Puerta, que es Cristo, que haya recibido a Cristo como su único y suficiente Salvador, porque después que se cierre esa Puerta, ya ninguna persona podrá entrar por esa Puerta para recibir la Salvación y Vida eterna.
Cuando Cristo se levante del Trono del Padre y tome el Título de Propiedad, el Libro de los Siete Sellos conforme a Apocalipsis, capítulo 5, y haga Su Obra de Reclamo y resucite a los muertos creyentes en Él y nos transforme a nosotros los que vivimos, ya no habrá oportunidad de salvación para las personas que no hayan recibido a Cristo como su Salvador; después desearán recibir a Cristo pero ya será demasiado tarde.
Esto fue lo que pasó aquí en la parábola de las diez vírgenes, en el capítulo 25 de San Mateo, versos 6 en adelante, dice:
“Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!
Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas.
Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan.
Mas las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas.
Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta.
Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos!
Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.
Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.”
Aquí podemos ver que la Puerta va a ser cerrada y luego nadie más podrá entrar por esa Puerta de salvación, pero ya habrán entrado todas las vírgenes prudentes, las cuales tomaron aceite en sus lámparas y también en sus vasijas, esto es luego de recibir a Cristo como Salvador, y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, recibieron el Espíritu Santo, que es el aceite de esas lámparas y de esas vasijas.
Por lo tanto, las vírgenes insensatas solamente eran creyentes profesantes en Cristo, pero no tenían el Espíritu Santo. Cristo dijo:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” [Marcos 16:15-16] Tan simple como eso. Porque Dios ha colocado delante del ser humano la vida (que es Cristo) y la muerte, para que el ser humano crea de todo corazón en Cristo, lo reciba como su único y suficiente Salvador, y reciba la Salvación y Vida eterna. El que no recibe a Cristo, pues no recibe la vida, y por consiguiente, ¿qué tiene y qué le queda a la persona? La muerte, porque el que rechaza la bendición, solamente queda para la persona la maldición, la muerte.
En el libro de los Hechos, capítulo 2 el Apóstol San Pedro predicando el Día de Pentecostés, dice a los que estaban allí presentes en el capítulo 2, versos 34 al 41:
“Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”
Por eso es que llamamos a Jesús: SEÑOR JESU-CRISTO, porque Dios lo ha hecho Señor y Cristo, y no hay otro nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos, solamente hay uno, y ese Nombre es SEÑOR JESUCRISTO, ese es el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, porque Dios estaba en Cristo en toda Su plenitud.
La plenitud de la Deidad, de la Divinidad, estaba en Jesucristo, esto es: Padre, Hijo y Espíritu Santo, por eso Cristo decía que las obras que Él hacía, no las hacía de Sí Mismo, sino que el Padre que estaba en Él era el que hacía las obras, y también Él decía que no hablaba nada de Sí Mismo, sino que lo que Él escuchaba al Padre hablar, eso era lo que Él hablaba, lo que Él decía a las personas. Era Dios por medio de Su Espíritu Santo, hablando a través de nuestro amado Señor Jesucristo.
Ahora, continuamos leyendo:
“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.”
Aquí Pedro les dice que se arrepientan y sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo: “Bautícese cada uno de vosotros en el Nombre de Jesucristo, para perdón de los pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo.”
La persona tiene que recibir a Cristo como Salvador arrepentido de sus pecados, y Cristo lo recibe, lo perdona y con Su Sangre lo limpia de todo pecado, la persona tiene que ser bautizada en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y entonces Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y obtiene la persona el nuevo nacimiento, así ha nacido la persona del Agua y del Espíritu, ha nacido en el Reino de Cristo, ha entrado al Reino de Cristo, ha nacido a la Vida eterna.
Sigue diciendo San Pedro:
“Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.”
Esto lo dijo en Jerusalén para los que estaban allí presentes, y para todos los que el Señor llame o llamaría a través de las diferentes etapas de la Iglesia de Jesucristo, para los que estaban allí cerca y para los que estaban lejos; para nosotros, que estamos tan lejos de la tierra de Israel, para nosotros también es la promesa del bautismo del Espíritu Santo al recibir a Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en la Sangre de Jesucristo, y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y así Cristo nos da la bendición del bautismo del Espíritu Santo, bendición que viene del Cielo a través de Jesucristo nuestro Salvador, y así produce Cristo en los que lo reciben como Salvador, produce el nuevo nacimiento, nacen en el Reino eterno de Cristo a una nueva vida: a la Vida eterna.
Por lo tanto, toda persona que ha recibido a Cristo como su Salvador, ha hecho lo que es correcto, y ha hecho aquello para lo cual Dios lo envió a vivir en este planeta Tierra.
La vida nuestra en esta Tierra tiene un propósito divino, no estamos aquí por mera casualidad, el propósito es que toda persona asegure su futuro eterno recibiendo a Cristo como su Salvador, mientras hay tiempo, oportunidad de salvación.
Dice San Pablo en Segunda de Corintios, capítulo 6, verso 2:
“Porque dice:
En tiempo aceptable te he oído,
Y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.”
Desde la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario, se abrió la Dispensación de la Gracia, que es el Día de Salvación, la Dispensación de Salvación para todo ser humano que escucha la predicación del Evangelio de Cristo y lo recibe como su Salvador. El Día de Salvación es la Dispensación de la Gracia, y por consiguiente es el tiempo aceptable delante de Dios, el tiempo en que Dios acepta al ser humano que recibe a Cristo como su Salvador, y la persona es reconciliada con Dios.
Por lo tanto, la Dispensación, el Día de la Dispensación de la Gracia es el día de salvación para todos ser humano. Y por consiguiente todo ser humano que vive en la Tierra tiene que aprovechar este día de salvación, esta Dispensación de Salvación que se abrió desde que Cristo murió en la Cruz del Calvario.
Cuando termine este tiempo de salvación, ya nadie puede ser salvo, hay que aprovechar el tiempo aceptable delante del Señor, el Día de Salvación; como tenían que aprovechar en el Antiguo Testamento el día diez del mes séptimo de cada año, que era el día de la expiación por el pecado, el día en que las personas confesaban a Dios sus pecados y obtenían el perdón de sus pecados, y eran cubiertas con la sangre de la expiación del macho cabrío, y eran perdonadas y eran reconciliadas con Dios, y por consiguiente obtenían vida para un año más.
Pero ahora con el Sacrificio perfecto de Cristo, recibimos vida no para un año más, sino vida para toda la eternidad en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador.
Por eso es que Cristo hablando en la última cena a Sus discípulos, en el capítulo 26, versos 26 al 28, dice:
“Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.”
En otra versión o en otro de los evangelios, dice: “Este es mi cuerpo que por vosotros es partido.”
“Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;
porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.”
La remisión de los pecados es por medio de la Sangre de Jesucristo que fue derramada en la Cruz del Calvario, y esa es la Sangre del Nuevo Pacto que fue establecido por Cristo, el Ángel del Pacto, al morir en la Cruz del Calvario.
Un Nuevo Pacto fue establecido, Dios había prometido que establecería un Nuevo Pacto con Su pueblo. Jeremías capítulo 31 da testimonio de este Nuevo Pacto, y también el libro de Romanos en el capítulo 11 y otros pasajes de la Biblia dan testimonio de este Nuevo Pacto.
Ahora, veamos lo que nos dice San Pablo de este Nuevo Pacto, citando San Pablo este pasaje de Jeremías, 31(del 31 al 34), dice San Pablo en Hebreos, capítulo 8, verso 7 en adelante, dice, 6 en adelante, dice:
“Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo (o sea, el de Cristo), cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.
Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo.
Porque reprendiéndolos dice:
He aquí vienen días, dice el Señor,
En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto (y con la casa de Judá un Nuevo Pacto).”
Ya estaba profetizado que Dios establecería un Nuevo Pacto y que de ese Nuevo Pacto el que sería Mediador no sería el sumo sacerdote del orden levítico, sino que sería el Sumo Sacerdote del orden Celestial de Melquisedec el cual es nuestro amado Señor Jesucristo, Él es el Sumo Sacerdote, el Mediador, el Abogado de ese Nuevo Pacto, el que aboga por todos nosotros.
“No como el pacto que hice con sus padres.
El día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto;
Porque ellos no permanecieron en mi pacto,
Y yo me desentendí de ellos, dice el Señor.
Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel
Después de aquellos días, dice el Señor:
Pondré mis leyes en la mente de ellos,
Y sobre su corazón las escribiré;
Y seré a ellos por Dios,
Y ellos me serán a mí por pueblo;
Y ninguno enseñará a su prójimo,
Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; Porque todos me conocerán,
Desde el menor hasta el mayor de ellos.
Porque seré propicio a sus injusticias,
Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades.”
Nunca más se acordará de nuestros pecados y de nuestras iniquidades porque por medio de Cristo, el mediador del Nuevo Pacto y la Sangre de Cristo rociada, Cristo nos perdona y con Su Sangre nos limpia de todo pecado, y desaparecen nuestros pecados, y Dios no se acuerda más de nuestros pecados, quedamos justificados delante de Dios como si nunca en la vida hubiésemos pecado. Ese es el poder de Cristo y Su Sangre, que con Su Sangre nos limpia de todo pecado.
“Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.”
Así como las personas cuando llegan a ancianitos, los familiares ya lo dan por viejo y está a pronto a morir; así también ha sido el pacto antiguo que Dios estableció con el pueblo hebreo, y ahora Dios ha establecido un Nuevo Pacto.
Y ahora de este Nuevo Pacto, vean lo que dice San Pablo en Hebreos, capítulo 12, verso 24, dice:
“A Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.”
Esa es la Sangre de Cristo, la Sangre del Nuevo Pacto.
En Hebreos, capítulo 13, verso 20 al 21, dice San Pablo:
“Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno.”
El Nuevo Pacto es un Pacto eterno y la Sangre del Nuevo Pacto es la Sangre eterna de ese Pacto eterno. No habrá otra Sangre que pueda quitar el pecado del ser humano, y no habrá otro pacto para el ser humano entrar a un nuevo pacto para ser reconciliado con Dios, solamente hay un Nuevo Pacto y es el pacto que Cristo ha establecido; y hay solamente una Sangre que limpia al ser humano de todo pecado y es la Sangre del Nuevo Pacto, la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.
Por lo tanto, toda persona que ha recibido a Cristo como Salvador, ha sido limpiada con la Sangre de Cristo, la Sangre del Nuevo Pacto, ha sido bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo lo ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, y la persona ha entrado al Nuevo Pacto y ha quedado cubierta la persona con la Sangre del Nuevo Pacto.
Para eso es que hemos venido a este planeta Tierra: para entrar al Nuevo Pacto y ser cubiertos con la Sangre del Nuevo Pacto, la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.
San Pedro dice en Primera de Pedro, capítulo 1, verso 2, dice:
“Elegidos según la presciencia de Dios en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.”
¿Para qué fuimos elegidos desde antes de la fundación del mundo? Para ser santificados por el Espíritu Santo y ser rociados con la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador, el cual fue elegido y predestinado desde antes de la fundación del mundo para morir en la Cruz del Calvario por mí. ¿y por quién más? por cada uno de ustedes también, para rociarnos con Su Sangre y así quedar dentro del Nuevo Pacto, cubiertos con la Sangre del Nuevo Pacto.
Dice en Primera de Pedro, capítulo 1, verso 19 en adelante la forma en que hemos sido rescatados, dice:
“Sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,
ya destinado desde antes de la fundación del mundo...”
¿Desde cuándo Cristo fue destinado para morir en la Cruz del Calvario y derramar Su Sangre por nosotros en la Cruz del Calvario? Desde antes de la fundación del mundo.
“...pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros.”
“Pero manifestado en los postreros tiempos,” los postreros tiempos son los Días Postreros, un día delante del Señor es como mil años y mil años como un día, y en Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8, dice:
“Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.”
Y el Profeta Moisés en el Salmo 90, verso 4 también nos habla de un día delante del Señor como mil años.
Ahora, hemos visto que Cristo fue destinado desde antes de la fundación del mundo para morir por nosotros en la Cruz del Calvario como el Cordero inmolado, y con Su Sangre así limpiarnos de todo pecado.
Para los Días Postreros fue que se hizo realidad, y los Días Postreros comenzaron cuando Cristo apareció en la Tierra y tenía de 4 a 10 años de edad, ahí comenzó el quinto milenio de Adán hacia acá, y por cuanto los Días Postreros son el quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio para los seres humanos, lo cual para Dios solamente son tres días, tres días para Dios son tres milenios para los seres humanos, porque un día es como mil años delante de Dios.
Y ahora, en los Días Postreros, en el primero de los Días Postreros, que fue el quinto milenio, allí estuvo Cristo en la Tierra en carne humana y murió en la Cruz del Calvario para con Su Sangre limpiarnos de todo pecado.
Y ahora, hemos visto dónde y de dónde vienen, de dónde proceden las bendiciones de Dios: vienen del Cielo, de Dios por medio de Jesucristo nuestro Salvador.
Toda persona desea las bendiciones de Dios, toda persona desea estar en paz con Dios, toda persona desea ser reconciliada con Dios y toda persona desea vivir eternamente con Dios en el Reino eterno de Dios, pero ese Reino de Dios es el Reino de Jesucristo nuestro Salvador; Cristo es el Rey de ese Reino en quien ha estado, está y estará Dios en toda Su plenitud.
Por lo tanto, por medio de nuestro amado Señor Jesucristo es que vienen todas las bendiciones de Dios para los seres humanos que quieren las bendiciones de Dios.
La bendición de la Vida eterna es la bendición más grande que un ser humano puede recibir, porque no hay nada más importante para el ser humano que la Vida eterna, y por consiguiente, la persona que quiere vivir eternamente tiene la oportunidad de saber dónde está la Vida eterna.
Veamos dónde está la Vida eterna.
Los conquistadores españoles estaban buscando la fuente de la juventud para permanecer jóvenes y vivir eternamente, pero la fuente de la juventud está en Jesucristo nuestro Salvador, Él es la Fuente del Agua de la Vida eterna.
Los conquistadores españoles estaban buscando un manantial o un río que fuera la fuente del agua de la Vida eterna, pero la Fuente del agua de la Vida eterna tiene un Nombre y ese Nombre es SEÑOR JESUCRISTO. “En Él estaba la Vida y la Vida era la Luz de los hombres.” (San Juan, capítulo 1, verso 1 al 18).
Estaba, es y estaba ahí el Verbo el cual se hizo carne y habitó en medio de los seres humamos y fue conocido por el Nombre de Jesús.
Y ahora, en Primera de Juan, capítulo 5, versos 10 en adelante, dice 10 al 13, dice:
“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.
Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.”
¿Ven? ¿Dónde está la Vida eterna que Dios nos ha dado? En Su Hijo Jesucristo, para recibir la Vida eterna hay que recibir a Cristo y Cristo la otorga gratuitamente a la persona.
“El que tiene al Hijo, tiene la vida (o sea, tiene la Vida eterna); el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.”
Lo que tiene es una vida temporal que se le va a terminar en algún momento, pero la Vida eterna hay que recibirla a través de Jesucristo, porque toda bendición de Dios viene a través de nuestro amado Señor Jesucristo.
“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna...”
Esa es la buena noticia para los creyentes en Cristo que lo han recibido como su Salvador, han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo, han sido bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo los ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego: han recibido Vida eterna a través de Jesucristo nuestro Salvador.
“...y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”
Por lo tanto, toda persona que ha recibido a Cristo como Salvador arrepentido de sus pecados, Cristo lo ha perdonado y con Su Sangre Cristo lo ha limpiado de todo pecado, dice Primera de Juan, capítulo 1, verso 7:
“Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.”
Hemos visto este misterio que tenemos como tema: “¿DE DÓNDE PROCEDEN LAS BENDICIONES?” Vienen de Dios a través de nuestro amado Señor Jesucristo.
Por lo tanto, toda persona que ha recibido a Cristo como Salvador tiene Vida eterna, el que no lo ha recibido no tiene Vida eterna, y por consiguiente no tiene esperanzas de vivir otra vida, la Vida eterna con Cristo en Su Reino, se conformó con esta vida temporal, terrenal que solamente dura un corto tiempo.
Pero no debemos ser conformistas, sino debemos buscar la bendición de la Vida eterna que es dada por Dios a través de Jesucristo nuestro Salvador, y es dada, otorgada, gratuitamente para toda persona que recibe a Cristo como su único y suficiente Salvador. Por lo tanto toda persona que ha recibido a Cristo ya tiene Vida eterna; ya yo tengo Vida eterna porque recibí a Cristo mi único y suficiente Salvador, y fuí bautizado en Su Nombre, y Él me bautizó con Espíritu Santo y Fuego y produjo en mí el nuevo nacimiento, y nací en Su Reino. ¿y quién más? cada uno de ustedes también.
Si hay alguno que todavía no ha recibido a Cristo, pues todavía no tiene Vida eterna, pero puede en esta ocasión recibir Vida eterna, porque la bendición de la Vida eterna viene de Dios a través de Jesucristo nuestro Salvador.
Dios ha puesto delante de todo ser humano la vida: a Jesucristo, el cual es la Vida eterna para que todo ser humano reciba Vida eterna recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador.
Por lo tanto, pueden levantar su mano y yo oraré por usted para que Cristo le reciba, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado y sea bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego.
Por lo tanto, toda persona que todavía no ha recibido a Cristo puede hacerlo en esta ocasión, puede levantar su mano y yo estaré orando por usted en esta ocasión.
Veo manos levantadas, pueden pasar al frente y estaré orando por ustedes en esta ocasión, para que Cristo les reciba, les perdone, y con Su Sangre les limpie de todo pecado. Pueden pasar acá al frente para orar por ustedes para que reciban la bendición de Dios por medio de Jesucristo nuestro Salvador.
Cristo dijo: “El que me confesare delante de los hombres, Yo le confesaré delante de mi Padre.” Todos queremos que Cristo nos confiese delante de nuestro Padre Celestial, porque todos queremos vivir eternamente con Cristo en Su Reino, y tenemos todos la misma oportunidad.
Cristo dijo:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” [San Marcos 16:15-16] Tan simple como eso.
Dios ha hecho Su Programa de Salvación y Vida eterna tan simple, que las personas que nunca han estudiado en una escuela pueden oír, y pueden creer, y pueden recibir a Cristo como su Salvador y recibir la Vida eterna, para que así esté al alcance de todo ser humano, no importa su posición económica o social, no importa su condición intelectual tampoco, hasta los niños pueden recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador.
Todos los niños de 10 años en adelante pueden pasar también al frente para recibir a Cristo como Salvador, y Cristo perdonar sus pecados, y con Su Sangre les limpiará de todo pecado, y podrán ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo les bautizará con Espíritu Santo y Fuego.
Pueden continuar pasando, Cristo tiene mucho pueblo en esta ciudad y sus alrededores, y en toda la República mexicana también.
Por lo tanto, Cristo está llamando y juntando todas esas personas que Él tiene en esta ciudad y en toda la República mexicana y también en toda la América Latina y el Caribe, y en el mundo entero, para darle Salvación y Vida eterna.
Él es el que nos da Su Palabra, y Él es el que nos da el arrepentimiento, coloca en nosotros arrepentimiento, y también el que coloca en nosotros la fe para creer, porque la fe viene por el oír la Palabra.
Con la boca se hace... con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se hace confesión para salvación, se hace confesión pública de que la persona recibe a Cristo como su único y suficiente Salvador, así le confiesa públicamente, como dijo Cristo: “El que me confesare delante de los hombres yo le confesaré delante de mi Padre, pero el que se avergonzare, yo también me avergonzaré de él delante de mi Padre.”
Es una mirada de fe a Cristo y creyendo en Él con toda nuestra alma y en Su Sacrificio en la Cruz del Calvario, y levantándonos y confesando públicamente que creemos en Cristo como nuestro Salvador, lo recibimos como nuestro Salvador, damos testimonio de nuestra fe en Él, en Cristo.
Esa es la forma establecida por Dios para que las personas reciban la bendición del Cielo, la bendición de Dios, a través de nuestro amado Señor Jesucristo.
Todavía vienen más personas que desean vivir eternamente como ustedes, y estamos esperando que lleguen para orar por todos ustedes, para que Cristo les reciba, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado, y sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y obtengan el nuevo nacimiento, nazcan a una nueva vida, nazcan a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador.
Todavía continúan pasando más personas, pueden continuar pasando los que faltan por pasar para orar por ustedes y así queden incluídos en esta oración que estaremos haciendo, para que así Cristo les reciba en Su Reino, porque así como yo deseo vivir eternamente, también ustedes desean vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino eterno, por lo cual y para lo cual todos necesitamos recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador.
Todavía uno segundos daremos en lo que pasan las personas que faltan por pasar, porque deseo que Cristo les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado, y desean también ser bautizados en agua en Su Nombre, pues Él dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo;” y desean que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, desean nacer en y a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador, y así asegurar su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno.
Ninguna otra persona le puede asegurar a usted el futuro eterno sino Jesucristo en Su Reino eterno.
Todavía estamos dando unos segundos en lo que llegan las personas que faltan por pasar, la decisión más grande que un ser humano puede hacer en este planeta Tierra, ¿saben cuál es? Recibir a Cristo como su Salvador, porque es la decisión que coloca a la persona en la Vida eterna.
Cualquier otra decisión que haga es pasajera, pero la decisión de recibir a Cristo como Salvador es una decisión para Vida eterna, y esa decisión la persona solamente puede hacerla mientras vive en esta Tierra en el cuerpo físico, en el cuerpo de carne. Cuando la persona muere, si no había hecho esa decisión y no había recibido a Cristo como Salvador, ya se le hizo tarde, porque después que muera la persona ya no puede hacer ninguna decisión.
Si no recibe a Cristo, lamentablemente va a la quinta dimensión. ¿Y qué es la quinta dimensión? El infierno, donde fue el hombre rico de la parábola que Cristo dio cuando habló del hombre rico y del mendigo Lázaro, el hombre rico fue al infierno y Lázaro fue al Paraíso.
Todos queremos ir al Paraíso, por lo tanto, tenemos que hacer la decisión más grande, que es recibir a Cristo como nuestro Salvador, es la decisión que coloca a la persona en el Reino eterno de Jesucristo para vivir con Cristo por toda la eternidad.
No hay nada más importante para el ser humano que la vida, pero la Vida eterna, la vida temporal es por un tiempito, a la mayor parte de las personas les dura de 70 a 80 años, algunos logran pasar de 100, pero a lo último también mueren, porque es una vida temporal.
Pero la Vida eterna que Cristo da es para siempre, y cuando se nos acaba esta vida temporal tenemos la Vida eterna para vivir con Cristo por toda la eternidad, porque hicimos la decisión correcta, la decisión más grande, la decisión de recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador; esa es la decisión que usted necesita hacer si no la ha hecho todavía.
Por lo tanto, pueden pasar al frente para orar por ustedes, para que así aseguren su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno.
Todavía estamos dando unos segundos, porque todavía hay personas que necesitan hacer la más grande decisión de su vida: la de recibir a Cristo para así asegurar su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno. Si falta alguna otra persona puede pasar inmediatamente y estaré orando por ustedes.
Recuerde que es para recibir la bendición del Cielo, la bendición de Dios por medio de nuestro amado Señor Jesucristo. ¿De dónde proceden las bendiciones? de Dios por medio de Jesucristo nuestro Salvador. La bendición de la Vida eterna viene de Dios por medio de Jesucristo nuestro Salvador.
Todavía unos segundos en lo que llegan las personas que ya vienen de camino para recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador.
Siempre hay una lucha en el alma, en el corazón de las personas cuando llega el momento de hacer esa decisión tan importante. Pero la persona lo único que tiene que decir es: “Yo quiero vivir eternamente con Cristo en Su Reino, por lo tanto yo me levanto y recibo a Cristo como mi único y suficiente Salvador, yo quiero la Vida eterna, la quiero para vivir con Cristo por toda la eternidad.”
Ya vamos a orar por todos, vamos a estar puestos en pie en estos momentos para orar por los que han pasado, y por los que vienen de camino también, para que reciban la bendición de Dios por medio de Jesucristo nuestro Salvador, la bendición de la Vida eterna.
Vamos a inclinar nuestros rostros, (si todavía falta alguno puede pasar). Vamos a inclinar nuestros rostros y vamos a orar. Recuerden: “El que me confesare delante de los hombres, Yo le confesare delante de mi Padre.”
La persona hace frente a la realidad de que necesita un Salvador, necesita a Cristo como su Salvador, y le da el frente a esa realidad de su vida, y le da el frente a Cristo recibiéndolo como su Salvador; pero el que no lo recibe le da la espalda a Cristo, pero Cristo dice para esas personas: “El que me negare, Yo le negaré delante de mi Padre.” Cristo le dará la espalda a toda persona que le negó delante de los hombres.
Pero no queremos que Cristo delante de nuestro Padre Celestial nos dé la espalda, sino que diga: “No, éste me confesó públicamente y Yo lo confieso a Ti públicamente como que él me recibió como su Salvador, Yo lo perdoné, con mi Sangre lo limpié de todo pecado, Padre recíbele en Tu Reino.” Eso es lo que todos queremos que Cristo haga delante de nuestro Padre Celestial, que no nos dé la espalda, sino que de frente diga: “Padre, este me recibió como su Salvador.”
Unos segundos para que pasen los últimos que faltan y ya oraremos. Vienen niños también, porque hasta los niños tienen la oportunidad de Salvación y Vida eterna. Los mayores deben ver eso, que los niños vienen a recibir a Cristo como su Salvador, o sea, que valientemente hacen su decisión más grande de su vida; y los mayores deben de decir: “Yo también quiero vivir eternamente y por consiguiente quiero recibir a Cristo como mi único y suficiente Salvador.” Si no lo recibe, ¿quién pierde? la persona; si lo recibe ¿quién gana? la persona, gana la Salvación y Vida eterna.
Vamos ya a inclinar nuestros rostros para orar, pero si falta alguno, puede pasar para que quede incluido en esta oración.
Inclinemos nuestros rostros para orar, y repitan conmigo esta oración los que ya han pasado.
Señor Jesucristo, ante Tu presencia vengo dando testimonio público de mi fe en Ti. He escuchado la predicación de Tu Evangelio. He escuchado el Sacrificio que Tú hiciste por mí en la Cruz del Calvario, y he creído en Ti con todo mi corazón, con toda mi alma, y públicamente confieso que Te recibo como mi Salvador, Señor Jesucristo Te recibo como mi Salvador, salva mi alma Señor Jesucristo, Te lo ruego.
Reconozco que soy pecador, perdona mis pecados, y con Tu Sangre límpiame de todo pecado, y bautízame con Espíritu Santo y Fuego, te ruego produzcas en mí el nuevo nacimiento; quiero nacer en Tu Reino a la Vida eterna y vivir contigo por toda la eternidad. Señor Jesucristo, en tus manos encomiendo mi alma, salva mi alma, Te lo ruego Señor Jesucristo.
Señor Jesucristo, también quiero ser bautizado en agua en Tu Nombre en cumplimiento, en obediencia, a tu mandato cuando dijiste: “El que creyere y fuere bautizado será salvo.” Quiero ser bautizado en agua en Tu Nombre, porque he creído en Ti con todo mi corazón, con toda mi alma.
Señor Jesucristo, en Tus manos encomiendo mi alma, salva mi alma; Te lo ruego en Tu Nombre glorioso Señor Jesucristo. Amén.
Repitan conmigo: La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado.
Cristo les ha recibido, Cristo ha perdonado vuestros pecados, y Cristo con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, y eso ha sido porque ustedes han escuchado la predicación del Evangelio de Cristo y han creído en Cristo de todo corazón, lo han recibido como su Salvador.
Y ahora, ustedes me preguntarán y me dirán: “Cristo dijo: ‘El que creyere.’ Y ya yo he creído. Y también dijo: ‘Y fuere bautizado.’ Todavía no he sido bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. ¿Cuándo me pueden bautizar? Porque quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo en obediencia a Su mandato.”
En el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección, cuando la persona va a ser bautizada, esa persona al recibir a Cristo murió al mundo, y todo el que muere tiene que ser sepultado. Todo eso en lo espiritual, en el campo espiritual del Reino de Cristo.
Por lo tanto, la persona murió al mundo y ahora es sumergida en las aguas bautismales, al ser sumergida representa la sepultura, y luego cuando es sacada de las aguas por el ministro, tipifica la resurrección a una nueva vida, a la vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador; y así la persona se ha identificado con Cristo en la muerte de Cristo, sepultura de Cristo y resurrección de Jesucristo.
El bautismo en agua es simbólico, por lo tanto es un simbolismo que ordenó Cristo a llevar a cabo a todos los que lo reciben como su Salvador. “El que creyere y fuere bautizado, será salvo, mas el que no creyere será condenado.”
Y ahora me preguntarán ustedes: “¿Y cuado me van a bautizar? Porque quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, quiero identificarme con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.”
Le pido al ministro aquí que se acerque y me diga si hay agua: Hay agua, hay bautisterios aquí con agua, ¿Hay ropas bautismales también? hay ropas bautismales. ¿Hay cambiadores de ropa? hay cambiadores de ropa también; por lo tanto bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo hoy mismo, en estos mismos momentos.
Por lo tanto, dejo al Rvdo aquí para que les indique hacia dónde pasar para cambiarse de ropas y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, para tener todas las bendiciones de Dios por medio de nuestro amado Señor Jesucristo, para recibir la salvación y Vida eterna completa.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de nuestro tema: “DE DÓNDE PROCEDEN LAS BENDICIONES.” La contestación ha sido: las bendiciones proceden de Dios a través de Jesucristo para todo ser humano; para mí ¿y para quién más? para cada uno de ustedes también.
Que las bendiciones de Dios por medio de Jesucristo sean sobre todos ustedes y sobre mí también.
Oremos.
Padre nuestro que estás en el Cielo ante Tu presencia vengo en el Nombre del Señor Jesucristo trayendo ante Ti todas estas personas que han recibido a Tu Hijo amado Jesucristo como su Salvador, recíbeles en Tu Reino, bautízales con Espíritu Santo y Fuego y Te ruego produzcas en ellos el nuevo nacimiento, Padre, y acompáñales todos los días de su vida y trae también a sus familiares a los pies de Jesucristo, para que reciban la Salvación y Vida eterna y vivan con ellos por toda la eternidad en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador. Padre Te lo ruego en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Muchas gracias por vuestra amable atención y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.
Con nosotros nuevamente el ministro aquí presente, el Rvdo. para indicarles hacia dónde caminar para ser cambiados de ropa y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
“¿DE DÓNDE PROCEDEN LAS BENDICIONES?”