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| El Gran Don de Dios | 2004-05-10 | 1 | Houston | Texas | US | 00:00:00 | false |
Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Para lo cual leemos en San Juan, capítulo 4, versos 1 en adelante (1 al 14), donde dice:
“Cuando, pues, el Señor entendió que los fariseos habían oído decir: Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan
(aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos),
salió de Judea, y se fue otra vez a Galilea.
Y le era necesario pasar por Samaria.
Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José.
Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta.
Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber.
Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer.
La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí.
Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.
La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?
¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?
Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed;
mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.”
Nuestro tema es: “EL DON DE DIOS.”
Tomamos este pasaje: el verso 10 del capítulo 4 del Evangelio según San Juan:
“Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Para obtener, para recibir el Agua de Vida eterna y obtener Vida eterna, hay que conocer el Don de Dios. Y aquí en la Escritura que hemos leído, Jesucristo se identifica como el Don de Dios. La Escritura dice en San Juan, capítulo 3, verso 16:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
Ha dado a Su Hijo Unigénito, porque de tal manera amó Dios al mundo. Por amor a la humanidad Dios dio a Su Hijo Unigénito. Un don es una dádiva, un presente, algo que es dado. Y el Don de Dios dado a los seres humanos para que tengan Vida eterna se llama JESUCRISTO. Jesucristo es el Don de Dios, la Dádiva de Dios dada a los seres humanos, para que puedan recibir Vida eterna los seres humanos.
En Romanos, capítulo 6, San Pablo dice... verso 22 al 23, dice:
“Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.
Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”
La Dádiva de Dios es Vida eterna para los seres humanos en Cristo Jesús, Señor nuestro. La Vida eterna para el ser humano está en Jesucristo, porque Jesucristo es el Don de Dios; y la Vida eterna que es dada como un Don al ser humano es dada gratuitamente está y viene de Dios a través de Jesucristo nuestro Salvador.
Por lo tanto, toda persona que desea vivir eternamente y desea vivir joven por toda la eternidad en un cuerpo inmortal, en un cuerpo glorificado como el cuerpo glorificado de Jesucristo, necesita conocer el Don de Dios, que es Jesucristo, el cual y del cual viene el Agua de la Vida eterna; porque Él es la Fuente del Agua de la Vida eterna, Él es la Fuente del Espíritu Santo; y de Él viene el Espíritu Santo para todo ser humano, el Agua que salta para Vida eterna.
Por lo tanto, todo ser humano tiene a la disposición suya el Don de Dios, que es Jesucristo nuestro Salvador. El Don de Dios, el presente de Dios, es otorgado gratuitamente a la raza humana para que todo ser humano pueda obtener la Vida eterna. Cristo dijo en San Juan, capítulo 14, verso 6:
“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.”
No hay forma para el ser humano llegar a Dios, excepto a través de Jesucristo nuestro Salvador, que es el Don de Dios dado a los seres humanos para que reciban la salvación y Vida eterna. Luego siendo que Cristo es el Don de Dios, cuando Cristo murió, fue sepultado, y resucitó, y luego cuarenta días más adelante ascendió al Cielo; y luego diez días después de haber subido al Cielo, derramó el Espíritu Santo sobre ciento veinte creyentes en Él que estaban en el Aposento Alto; y siendo que el Espíritu Santo. Y siendo que el Espíritu Santo es el mismo Cristo en Espíritu, el Espíritu Santo ha sido como el Don de Dios para los seres humanos.
Por eso el Apóstol Pedro el Día de Pentecostés en el capítulo 2 del libro de los Hechos, versos 36 al 41, dice:
“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”
Por eso es que a Jesús lo llamamos SEÑOR JESUCRISTO: porque Dios lo ha hecho Señor y Cristo.
“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.
Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”
Como tres mil personas creyeron en Jesucristo nuestro Salvador, que es el Don de Dios dado al ser humano para salvación y Vida eterna, y fueron bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, para recibir el Espíritu Santo, el Don del Espíritu Santo, que es Cristo en Espíritu Santo viniendo al alma, al corazón de cada creyente en Cristo que lo recibe arrepentido de sus pecados, y pide perdón Cristo por sus pecados; y Cristo lo perdona y con Su Sangre lo limpia de todo pecado, y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con el Espíritu Santo, y así la persona recibe el Don del Espíritu Santo, que es Cristo mismo en Espíritu Santo entrando al alma, al corazón de la persona, y produciendo en la persona el nuevo nacimiento; y así nace la persona del Agua y del Espíritu, del Evangelio de Cristo y del Espíritu Santo; y así entra la persona al Reino de Cristo, al Reino de Dios, entra a una nueva vida: a la Vida eterna; pues la vida que hemos recibido cuando hemos nacido en esta Tierra a través de nuestros padres terrenales, ha sido una vida temporal, que nos dura muy poco tiempo.
Pero es importante esta vida terrenal, porque nos da la oportunidad de hacer contacto con Cristo, la Vida eterna, el Don de Dios, para recibir a Jesucristo como nuestro Salvador, y por consiguiente recibir la salvación y Vida eterna; porque Jesucristo es la Vida eterna.
Por lo tanto, esta vida terrenal es muy importante para nosotros porque nos da la oportunidad y privilegio de recibir a Cristo como nuestro Salvador, cuando escuchamos la predicación del Evangelio de Cristo; y así confirmamos nuestro lugar en la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno; y así aseguramos nuestro futuro eterno con Jesucristo nuestro Salvador. Por eso es importante conocer el Don de Dios, que es Jesucristo nuestro Salvador, y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario por cada uno de nosotros. Él es la Expiación por nuestros pecados.
Usted y yo no podemos quitarnos nuestros pecados con algún blanqueador que compremos en el supermercado o con alguna medicina que compremos en la farmacia. Solamente hay un blanqueador que quita el pecado, y es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. No hay otra cosa con la cual usted pueda ser limpio de todo pecado; y no hay ninguna persona, no hay persona alguna que pueda perdonar los pecados suyos y los pecados míos; solamente hay UNO, y se llama NUESTRO AMADO SEÑOR JESUCRISTO; porque Él es el Don de Dios, dado a los hombres para que podamos ser salvos. “Porque no hay otro nombre dado a los hombres bajo el Cielo en que podamos ser salvos.” Eso está en el libro de los Hechos, capítulo 4, verso 12.
Por lo tanto, todo ser humano necesita el Don de Dios, conocer el Don de Dios, que es Jesucristo nuestro Salvador. Por eso es que Cristo ordenó, luego de resucitado, predicar el Evangelio a toda criatura, y darle a conocer el misterio del Don de Dios, y los beneficios para aquellos que lo reciben como su Salvador.
Dice en San Lucas, capítulo 24, versos 45 en adelante:
“Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras;
y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día;
y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.
Y vosotros sois testigos de estas cosas.”
Por eso es que se predica el arrepentimiento y el perdón de los pecados en el Nombre del Señor Jesucristo. Y cuando se predica el Evangelio de Cristo, se le da la oportunidad a los seres humanos que reciban a Cristo para que obtengan así arrepentidos de sus pecados, reciban el perdón de sus pecados. Por eso el arrepentimiento y el perdón de los pecados se predica en el Nombre del Señor Jesucristo. Eso lo ordenó nuestro amado Señor Jesucristo.
Y también en San Marcos, capítulo 16, verso 15 al 16, dice (ya Cristo resucitado dice a Sus discípulos):
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Es un asunto de creer en nuestro amado Señor Jesucristo para ser salvo; y es un asunto de no creer en nuestro amado Señor Jesucristo para ser condenado. Pero nadie quiere ser condenado, todos queremos ser salvos y vivir eternamente con Cristo en Su Reino.
Por lo tanto, todos recibimos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, conociéndolo a Él como el Don de Dios dado a los hombres para que los seres humanos puedan ser salvos y vivir eternamente con Cristo en Su Reino.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.”
Por lo tanto, la bendición está en creer en el Don de Dios, que es Jesucristo nuestro Salvador. En Primera de Juan, capítulo 5, versos 10 al 13, dice:
“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.
Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.
El que tiene al Hijo, tiene la vida (tiene ¿qué vida? La Vida eterna); el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.”
No tiene la Vida eterna, aunque tenga vida temporal, vida física; eso no es Vida eterna, es una vida temporal que Dios nos ha dado, nos ha permitido tener, para que estando en esta vida terrenal reconozcamos a Jesucristo como el Don de Dios, el Don de la Vida eterna para que así lo recibamos y por consiguiente recibamos la salvación y Vida eterna.
Sigue diciendo:
“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna...”
Todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo tienen Vida eterna; aunque nuestros cuerpos se enfermen, aunque nuestros cuerpos se pongan viejos, aunque nuestros cuerpos físicos mueran, con todo y eso acá adentro hay Vida eterna. El cuerpo físico es temporal, pero Él nos va a dar un cuerpo físico, inmortal e incorruptible, un cuerpo con Vida eterna, el cual Él ha prometido para mí, ¿y para quién más? Para cada uno de ustedes también.
“... y para que creáis en el Nombre del Hijo de Dios.”
Así que podemos ver que la bendición está en creer en Jesucristo como nuestro Salvador, porque la paga del pecado es muerte, pero la Dádiva de Dios es Vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro. Por lo tanto, no podemos buscar la Vida eterna fuera de Jesucristo; porque en Él está la Vida eterna para ser impartida a todos aquellos que lo reciben como su Salvador.
A través de Jesucristo es que Dios le da Vida eterna al ser humano, a través de Jesucristo es que el ser humano es reconciliado con Dios. Dice Romanos, capítulo 5, versos 6 en adelante:
“Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.
Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.
Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.
Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.
Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.”
Hemos sido reconciliados con Dios por medio de Jesucristo nuestro Salvador, y hemos sido perdonados, limpiados con la Sangre de Cristo de todo pecado, hemos sido bautizados en agua en Su Nombre y hemos recibido Su Espíritu Santo, y hemos obtenido el nuevo nacimiento, hemos nacido en el Reino de nuestro amado Señor Jesucristo.
Toda persona que ha recibido a Cristo como Salvador, arrepentido de sus pecados, y le ha pedido perdón a Cristo por sus pecados, Cristo lo ha perdonado y con Su Sangre le ha limpiado de todo pecado, ha sido bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo luego lo ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, y ha obtenido el nuevo nacimiento, porque Cristo ha producido el nuevo nacimiento en la persona. Y por consiguiente la persona ha nacido a una nueva vida, a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador.
Si alguno todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, todavía no tiene Vida eterna. Pero desea vivir eternamente con Cristo en Su Reino eterno, por consiguiente necesita reconocer que el Don de Dios es Jesucristo nuestro Salvador, y recibir el Don de Dios, para recibir el Agua de la Vida eterna; esa Agua que salta para Vida eterna, que es el Espíritu Santo, que Cristo otorga a todos aquellos que lo reciben como su Salvador; y así la persona obtiene la Vida eterna. Tan simple como eso. Y así ha asegurado la persona su futuro eterno con Jesucristo en Su Reino eterno.
Nadie sabe cuántos días va a vivir en esta Tierra. Ninguna persona puede decir que porque es joven todavía le falta muchos años de vivir en la Tierra; al otro día ya pueden haber terminado sus días aquí en la Tierra; porque lo mismo mueren ancianos, como mueren personas de mediana edad, como mueren jóvenes y como mueren bebés también. Por eso es tan importante también presentar los niños, luego que nacen presentarlos al Señor, a través de traerlos a la Iglesia y entregarlos al ministro, o sea, traerlos al ministro para que los presente al Señor Jesucristo, y sean colocados en el Reino del Señor Jesucristo, y sean colocados dentro del Nuevo Pacto y queden cubiertos con la Sangre del Nuevo Pacto, que es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.
Y por cuanto ninguna persona sabe cuántos días le quedan en esta Tierra, necesita asegurar su futuro eterno en la Vida eterna, necesita asegurar su futuro. Su futuro, luego de esta vida terrenal, ¿cuál será su futuro? Usted tiene que asegurar ese futuro con Jesucristo en Su Reino eterno; y eso lo puede hacer únicamente mientras está vivo aquí en la Tierra.
Cuando termine sus días aquí en la Tierra ya no hay más oportunidad para decir: “Ahora es que yo quiero asegurar mi futuro eterno.” No. Si lo aseguró mientras estuvo vivo aquí en la Tierra, entonces al morir físicamente va al Paraíso, donde están los Apóstoles y donde están todos los creyentes en Cristo que han partido en edades pasadas y en nuestro tiempo también. Pero si no ha recibido a Cristo como Salvador, no puede esperar que Cristo lo coloque en el Paraíso, luego que muera la persona.
Tenemos que recibir al Rey de ese Reino eterno para que Él nos coloque en Su Reino eterno; porque Él, el Señor Jesucristo, es la Dádiva de Dios, es el Don de Dios para que todo aquel que en Él cree no se pierda, mas tenga Vida eterna.
¿Cuántos han asegurado su futuro eterno con Cristo, la Dádiva de Dios? Todos nosotros. Si hay alguno que todavía no ha asegurado su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno, puede hacerlo en esta noche y yo estaré orando por usted; puede levantar su mano y yo oraré por usted para que Cristo le reciba, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado. Puede levantar su mano y estaré orando por usted. Veo manos levantadas, pueden pasar al frente para orar por ustedes en estos momentos.
La Escritura dice: “El que me confesare delante de los hombres, Yo le confesaré delante de mi Padre.” Todos queremos que Jesucristo nos confiese delante del Padre Celestial; y eso es lo que Él ha prometido hacer para todos aquellos que públicamente le confiesan como su Salvador. Toda persona que lo confiesa como Salvador públicamente está dando testimonio público de su fe en Jesucristo nuestro Salvador.
Recibimos a Cristo porque queremos vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino. Nuestro amado Señor Jesucristo, el Don de Dios.
“EL GRAN DON DE DIOS.”
Todavía estamos esperando por los que faltan por pasar, que también han reconocido el Gran Don de Dios, Jesucristo, para así recibirlo como su Salvador, porque Jesucristo es el Don de Dios, la Dádiva de Dios, para Vida eterna de todo aquel que lo recibe. La paga del pecado es muerte, pero la Dádiva de Dios, el Don de Dios, es Vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Todavía estamos dando oportunidad a los que faltan por pasar para luego orar por todos, y que Cristo les reciba, les perdone, y con Su Sangre les limpie de todo pecado. Pueden pasar los que faltan todavía por pasar para orar por ustedes. Pueden continuar pasando los que faltan para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo por ustedes.
Todos deseamos vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino eterno y con un cuerpo eterno y joven para toda la eternidad. Y hemos visto lo sencillo que Dios ha hecho el Programa de Salvación, para que todos puedan recibir la salvación y Vida eterna. Todavía faltan algunas personas, por eso estamos esperando a que lleguen. Si falta alguna otra persona puede pasar, y así comenzaremos a orar. También los niños de diez años en adelante pueden recibir a Cristo como Salvador, por lo tanto pueden pasar también.
Vamos a estar puestos en pie todos y vamos a orar por los que han pasado. Vamos a dar unos segundos nada más y ya oraremos por los que han pasado. Vamos a inclinar nuestros rostros y vamos a orar. Si falta alguno todavía, puede pasar. Inclinemos nuestros rostros. Oremos (repitan conmigo esta oración los que han pasado):
Señor Jesuristo, en estos momentos hago confesión pública de mi fe en Ti, doy testimonio público en estos momentos de que Te recibo como mi Salvador. Señor Jesucristo, Te recibo como mi Salvador. Señor Jesucristo, reconozco Tu Sacrificio en la Cruz del Calvario, reconozco que Tú llevaste mis pecados en la Cruz del Calvario y por mí moriste allí.
Señor Jesucristo, reconozco que Tu Sangre derramada en la Cruz del Calvario es la única que me puede limpiar de todo pecado, y yo lo creo con toda mi alma. Señor Jesucristo, Te ruego salves mi alma; en Tus manos encomiendo mi alma; perdona mis pecados, Te lo ruego, límpiame con Tu Sangre de todo pecado.
Y, Señor Jesucristo, bautízame con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre; y Te ruego produzcas en mí el nuevo nacimiento. Quiero nacer en Tu Reino eterno para vivir eternamente contigo. En Tus manos encomiendo mi alma, salva mi alma, Señor Jesucristo. Te lo ruego en Tu Nombre glorioso. Amén y amén.
Y ahora repitan conmigo: La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado.
Cristo ha perdonado vuestros pecados, y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado. Oremos (no tienen que repetir esta oración):
Padre nuestro que estás en el Cielo, ante Tu presencia vengo, trayendo ante Tu presencia todas estas personas que han recibido a Jesucristo, Tu Hijo amado como Su Salvador, recíbeles en Tu Reino, y cuídales y bendíceles y bautízales con Espíritu Santo y Fuego, y Te ruego produzcas en ellos el nuevo nacimiento; en Tus manos los encomiendo; y también Te pido por sus familiares, que los trigas a los pies de Jesucristo, para que reciban la Salvación y Vida eterna, y estén con ellos viviendo por toda la eternidad en Tu Reino eterno. Padre Te lo ruego en el Nombre del Señor Jesucristo, Tu Hijo amado. Amén y amén.
“El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” Dijo Jesucristo nuestro Salvador. Ustedes han creído en Jesucristo como vuestro Salvador de todo corazón. Pero me dirán ustedes: “Pero todavía me falta ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. ¿Cuándo pueden bautizarme?” Sería la pregunta de ustedes. Por cuanto han creído en Jesucristo como vuestro Salvador de todo corazón, bien pueden ser bautizados en agua hoy mismo, esta misma noche, pues aquí hay dos bautisterios y ropas también, ropas bautismales.
Por lo tanto, hoy mismo pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, para así identificarse con Jesucristo en Su muerte, sepultura y resurrección.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta noche, dándoles testimonio de: “EL GRAN DON DE DIOS,” que es nuestro amado Señor Jesucristo. Dejo al Rvdo. Juan Cedillo con nosotros para continuar y decirles a dónde están las ropas bautismales y dónde pueden cambiarse de ropa para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Voy a pedirle al ministro de esta congregación, el Rvdo. Juan Cedillo, pase hacia adelante, y continúe.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos; y muchas gracias por vuestra amable atención. Buenas noches.
“EL GRAN DON DE DIOS.”