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El Día de Jubileo 2004-02-13 1 Piranhas Goiás BR 00:00:00 false

Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes aquí en Piranhas, República del Brasil. Me acompaña también mi esposa Erica, a quien le pido levante su mano y les salude, mirando hacia ustedes; para los niños saludos de América, mi niña, y Yahannah Gabriela.

Para esta noche leemos en Romanos, capítulo 8, versos 18 en adelante hasta el 23, donde dice San Pablo:

Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.

Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.

Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza;

porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;

y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.”

Nuestro tema es: “EL DÍA DE JUBILEO.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Este día señalado aquí en que los hijos e hijas de Dios van a ser manifestados, van a ser adoptados, o sea, la Redención del cuerpo, lo cual es la transformación de los vivos en Cristo en cuerpos eternos, y la resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos eternos, glorificados, y jóvenes como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.

Para esa bendición tan grande que recibirán los creyentes en Cristo, hay un tiempo señalado, el cual dice San Pablo en la carta a los Efesios, capítulo 4, verso 30, que es el Día de la Redención, dice:

Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.”

O sea, para el Día de la Redención del cuerpo, que es la Adopción, y que es la resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos glorificados y eternos, y la transformación de nosotros los que vivimos. Todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo serán adoptados, y recibirán ese cuerpo nuevo y eterno, por eso es tan importante ser un creyente en Cristo: porque para los creyentes en Cristo es la promesa de la Vida eterna en cuerpos eternos y glorificados, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.

También San Pablo en Efesios, capítulo 1, verso 13 al 14, dice:

En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,

que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.”

Cristo ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego a todos los creyentes en Él que le han recibido como su Salvador. Cristo los ha recibido, ellos han pedido perdón a Cristo por sus pecados porque el arrepentimiento y el perdón de pecados se predica en el Nombre del Señor Jesucristo, conforme a la orden de Cristo de San Lucas, capítulo 24, versos 44 al 48, donde dice de la siguiente manera el Evangelio según San Lucas (estas son las palabras de Cristo ya resucitado), vamos a comenzar en el verso 45 de San Lucas, capítulo 24, dice:

Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras...”

Ninguna persona puede entender las Escrituras por sabiduría humana, sino que tiene que ser que Dios le abra el entendimiento para comprender las Escrituras, y que Dios abra las Escrituras correspondientes al tiempo en que el quiere que sean entendidas esas Escrituras.

Y ahora, continuamos leyendo:

...y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día;

y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.”

El arrepentimiento y el perdón de los pecados Cristo ordenó que se predicase en Su Nombre, por esa causa se predica el Evangelio de Cristo y se le da a conocer a los seres humanos que Cristo murió en la Cruz del Calvario por el ser humano, para que toda persona pueda recibir arrepentimiento y perdón de pecados en el Nombre del Señor Jesucristo. Por medio de la Sangre de Cristo, somos redimidos, y por medio de la Sangre de Cristo somos limpios de todo pecado. Usted no encuentra otra cosa que pueda quitar sus pecados, ¿por qué? Porque no la hay, solamente hay una cosa, y es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.

En Primera de Juan, capítulo 1, verso 7, dice de la siguiente manera:

Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.”

La Sangre de Jesucristo es lo único que nos limpia de todo pecado. En el libro del Apocalipsis también dice de la Sangre de Cristo, de la siguiente manera... capítulo 1, versos 5 al 6 del Apocalipsis, dice:

Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre.”

Nos amó y con Su Sangre nos limpió de todo pecado.

...y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.”

Y nos ha hecho Reyes y Sacerdotes en Su Reino. Quizás en este reino terrenal no seamos reyes en esta Tierra, pero en el Reino de Cristo somos Reyes espirituales y Sacerdotes espirituales, y en el Reino Milenial de Cristo, ahí seremos físicamente Reyes y Sacerdotes y Jueces. Por lo tanto, en el Reino de Jesucristo cuando sea literalmente establecido en el planeta Tierra, tendremos la posición más importante que ser humano puede tener: la posición de Reyes, Sacerdotes y Jueces.

San Pablo dice: “¿No saben ustedes que los santos juzgarán al mundo y aun a los ángeles?” Los Santos son los redimidos por la Sangre de Cristo, los creyentes en Cristo.

Y ahora, en el Reino Milenial de Cristo habrá un orden sacerdotal y una sola religión, y un solo Dios, y de esa religión nosotros seremos los eternos. Pertenecemos al Orden Sacerdotal Celestial de Melquisedec. Y cuando el Reino de Dios sea físicamente establecido en el planeta Tierra, el Orden Sacerdotal Celestial será establecido en la Tierra, y de ese Orden Sacerdotal es que nosotros somos Sacerdotes, y de ese Orden Sacerdotal es que Jesucristo es el Sumo Sacerdote, el cual está en el Cielo como Sumo Sacerdote con Su propia Sangre haciendo Intercesión por cada persona escrita en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, que viene a este planeta Tierra a vivir para recibir a Cristo como su Salvador; para eso es que hemos venido a este planeta Tierra: para recibir a Cristo como nuestro Salvador, y ser limpios de todo pecado con la Sangre de Jesucristo, ser redimidos.

Vean ustedes en el capítulo 5 del Apocalipsis, verso 9 en adelante, o verso 8 en adelante, dice:

Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;

y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación (esos son los creyentes en Cristo dando testimonio de que Jesucristo es digno de tomar el Libro de los Siete Sellos y abrirlo en el Cielo, porque Jesucristo con Su Sangre nos limpió de todo pecado, nos redimió para nuestro Dios);

y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.”

Vamos a reinar con Cristo en este planeta Tierra durante ese glorioso Reino Milenial de Cristo, y ahí seremos Reyes y Sacerdotes y Jueces de ese Orden Celestial de Melquisedec. También en Apocalipsis, capítulo 20, versos 4 al 6, dice:

Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.”

Ese es el futuro glorioso de los creyentes en Cristo: vamos a estar con Cristo en Su Reino literal en este planeta Tierra, reinando con Cristo, Cristo es el Rey, el Rey máximo, el Rey más grande, el Rey de Reyes y Señor de señores. Pero nosotros somos Reyes con Él; a todo lo que Cristo es heredero, nosotros también somos coherederos con Él. Por eso Cristo es el heredero al Reino en este planeta Tierra, y nosotros somos coherederos con Cristo de ese Reino. Por eso Él decía: “No temáis manada pequeña, porque al Padre le ha placido darles el Reino.”

Por lo tanto, somos coherederos con Cristo de ese Reino Milenial, donde estaremos con Cristo como Reyes, como Sacerdotes, y como Jueces, y eso será el Reino de David restaurado, eso será la Monarquía de David fusionada con la Teocracia. Sigue diciendo:

Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección.

Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.”

Eso es el futuro de los creyentes en Cristo: reinar con Cristo por mil años, y luego ¿qué más? Por toda la eternidad; porque Jesucristo con Su Sangre nos limpió de todo pecado, y nos ha hecho para nuestro Dios Reyes y Sacerdotes.

Ahora, ¿por qué todavía no hemos recibido nuestra transformación física? ¿Por qué no hemos recibido el cuerpo eterno todavía? Hasta que no entre al Cuerpo Místico de Cristo hasta el último escogido de Dios escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, Cristo no puede levantarse del Trono del Padre donde está haciendo intercesión como Sumo Sacerdote con Su propia Sangre por todos los escogidos de Dios, porque se quedaría sin ser limpio con la Sangre de Cristo algunos escogidos. Por lo tanto, Él tiene que permanecer en el Cielo como Sumo Sacerdote haciendo Intercesión con Su propia Sangre hasta que entre hasta el último escogido a formar parte de Su Iglesia, hasta que el último escogido entre al Nuevo Pacto, y quede cubierto con la Sangre de Cristo, la Sangre del Nuevo Pacto, del Pacto eterno.

Es un Pacto en donde la persona que entra, entra a la eternidad. Toda persona creyente en Cristo que lo ha recibido como su Salvador, le ha pedido perdón a Cristo por sus pecados, ha sido bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo lo ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, esa persona ha recibido el nuevo nacimiento, ha entrado al Reino de Cristo, y por consiguiente es una nueva criatura, entró al Reino de Cristo, nació de nuevo, nació a la Vida eterna.

Cuando nacimos en esta Tierra a través de nuestros padres terrenales, no nacimos a la Vida eterna; por eso es que nacemos en la Tierra, vamos creciendo, después somos niños, después jovencitos, después ya llegamos a adultos, y después llegamos al tiempo en que nos ponemos viejos, y después llega la muerte; ¿por qué? Porque aunque hemos nacido en esta Tierra no fue un nacimiento a la Vida eterna sino a la vida temporal, porque cuando Adán y Eva pecaron, perdieron la Vida eterna, Dios les dijo, le dijo a Adán: “El día que comieres del árbol de ciencia del bien y del mal, ese día morirás.” El día que pecaron, ese día murieron.

Aunque podemos ver en la Escritura que Adán continuó viviendo, y Adán vivió bastantes años, vivió muchos años: ochocientos y algo de años. Adán vivió ochocientos y algo de años ó 930 años, dice capítulo 5, verso 5, del Génesis, dice:

Y fueron todos los días que vivió Adán novecientos treinta años; y murió.”

¿Por qué murió? Porque había perdido la Vida eterna, él había muerto a la Vida eterna cuando él y Eva pecaron. Por lo tanto, lo que les quedó fue una vida temporal que le duró 930 años (a Adán). Y todo ser humano que nace en esta Tierra nace a la vida, pero a la vida temporal, y en esta vida temporal en que tenemos la oportunidad de identificarnos con Cristo, el cual es la Vida eterna, y confirmar nuestro lugar en la Vida eterna; en la misma forma que confirmamos nuestro lugar en esta vida terrenal.

¿Cómo nosotros confirmamos nuestro lugar en esta vida terrenal, en esta vida temporal que es tan corta? Pues naciendo a través de nuestros padres. Por medio del nacimiento nosotros aparecimos en esta Tierra, y así confirmamos nuestro lugar en este planeta Tierra.

Y ahora, ¿cómo vamos a confirmar nuestro lugar en la Vida eterna? Naciendo de nuevo, naciendo de nuevo en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador. Cuando recibimos el Espíritu Santo hemos obtenido el nuevo nacimiento, y al obtener el nuevo nacimiento, obtuvimos un cuerpo angelical, y obtuvimos la bendición de entrar, de nacer en la Vida eterna, en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador.

Ahora, podemos ver para qué estamos aquí en la Tierra: para confirmar nuestro lugar en la Vida eterna, y esa es una oportunidad única que tiene todo ser humano mientras vive en esta Tierra; cuando terminen sus días aquí en la Tierra, se acabó el tiempo de oportunidad para confirmar su lugar en la Vida eterna. Por eso es tan importante que todo ser humano escuche la predicación del Evangelio de Cristo, y reciba a Cristo como su Salvador, arrepentido de sus pecados, pidiéndole perdón a Cristo por sus pecados, y Cristo le perdona y con Su Sangre le limpia de todo pecado, y es bautizada en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, por un ministro y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en usted el nuevo nacimiento, y así nace a la Vida, ¿a qué Vida? A la Vida eterna. Así es como se nace en la Vida eterna.

Por eso Cristo dijo a Nicodemo: “De cierto te digo, que el que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios.” Nicodemo estaba interesado en el Reino de Dios, porque toda persona creyente en Dios que cree en las Escrituras está interesada en el Reino de Dios. Y Nicodemo pensó que ese nuevo nacimiento era naciendo de nuevo a través de su madre; pero Cristo le explicó lo que era el nuevo nacimiento. Le dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.”

Es necesario nacer de nuevo para entrar al Reino de Dios, y para eso es necesario creer en el Evangelio de Cristo; eso es del agua; y recibir el Espíritu Santo, y eso es nacer del Espíritu; y así la persona ha nacido de nuevo en el Reino de Cristo, ha nacido en el Reino eterno en y a la Vida eterna, para vivir con Cristo por toda la eternidad en Su Reino eterno.

Cuando Cristo haya llamado y juntado en Su Iglesia a todos Sus escogidos, en este tiempo final, entonces habrá terminado Su Obra de Intercesión en el Cielo, se levantará del Trono del Padre, y tomará el Título de Propiedad, que es el Libro de los Siete Sellos de Apocalipsis, capítulo 5, verso 1 en adelante, lo abrirá en el Cielo y hará Su Obra de Reclamo, y resucitará a los muertos en Cristo en cuerpos glorificados y a nosotros los que vivimos nos transformará, y entonces habremos entrado a la Vida eterna física con un cuerpo físico eterno. Ese cuerpo físico eterno es para los creyentes en Cristo.

San Pablo en Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21, dice:

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.”

San Pablo dice que nuestra ciudadanía está en el Cielo, somos ciudadanos celestiales, aunque tenemos una ciudadanía terrenal también. La ciudadanía terrenal que tenemos es porque nacimos en esta Tierra en un país y en un territorio, en alguna ciudad o en algún territorio perteneciente a una ciudad, y por consiguiente somos ciudadanos de esa nación en la cual hemos nacido. Esa es nuestra nacionalidad terrenal y temporal. Pero nuestra ciudadanía celestial es porque hemos nacido del Cielo en el Reino de Jesucristo al nacer del Agua y del Espíritu, y entrar al Reino de Jesucristo nuestro Salvador.

Por lo tanto, tenemos una ciudadanía celestial, pertenecemos a la Nueva Jerusalén, la Jerusalén Celestial. Por eso es que San Pablo dice que nuestra ciudadanía está en el Cielo:

...el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya.”

Aquí nos dice que Cristo va a transformar nuestro cuerpo, para que sea nuestro cuerpo un cuerpo conforme a la imagen, a la semejanza del cuerpo glorificado que tiene Jesucristo. Y eso es un cuerpo eterno, y es un cuerpo interdimensional con el cual Cristo ascendió al Cielo y llegó a la Casa de nuestro Padre Celestial, a la séptima dimensión.

Esa clase de cuerpo es la clase de cuerpo más importante, y de esa clase de cuerpo es que todos nosotros vamos a tener. De esa clase de cuerpo es que tiene Jesucristo, y nosotros por cuanto somos coherederos con Él, somos coherederos a un cuerpo glorificado como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.

Por lo tanto, esa bendición tan grande es para el Día de Jubileo, y será un jubileo grande cuando nosotros recibamos ese cuerpo eterno y glorificado.

Ahora, estamos viviendo en el Día de Jubileo, de la Dispensación de la Gracia, donde todos los creyentes han estado recibiendo un cuerpo eterno angelical, pero nos falta recibir el cuerpo físico glorificado, y esto es para el Día de Jubileo. El Día de Jubileo en donde Cristo llevará a cabo físicamente esa transformación, así como ha efectuado una transformación espiritual dentro de nosotros.

Y ahora, este Día de Jubileo fue reflejado o representado en el año del jubileo de Levítico, capítulo 25, verso 8 al 13. En ese año del jubileo se tocaba la trompeta de jubileo el día diez del mes séptimo y se proclamaba libertad en toda la Tierra. Eso es tipo y figura del Día o Año de Jubileo, tanto del Año o Tiempo de Jubileo Espiritual en la Dispensación de la Gracia, como también en la Dispensación del Reino. En la Dispensación del Reino es que Dios materializará todas las cosas.

En la Dispensación de la Gracia es en el campo espiritual: recibimos un cuerpo espiritual angelical, cuando obtenemos el nuevo nacimiento. Y luego Él nos dará un cuerpo físico y glorificado en el Día Postrero, en el Día de Jubileo, tipificado en el año del jubileo. El Año del Jubileo cubre la parte espiritual y la parte física también.

La Primera Venida de Cristo fue para cumplir la parte espiritual, y Él predicó y dijo en San Lucas, capítulo 4, verso 18, citando lo que el Profeta Isaías dijo en el capítulo 60 ó 61 (61), cuando le dieron el libro para leer en la sinagoga, vean cómo dice (verso 17):

Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:

El Espíritu del Señor está sobre mí,

Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;

Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;

A pregonar libertad a los cautivos,

Y vista a los ciegos;

A poner en libertad a los oprimidos;

A predicar el año agradable del Señor (o sea, a predicar el Año de Jubileo, el Año de la Buena Voluntad del Señor).”

El Tiempo o Día aceptable ante Dios, en donde Dios acepta al pecador que viene arrepentido a los pies de Cristo, pidiendo perdón por sus pecados, Cristo lo perdona y con Su Sangre lo limpia de todo pecado, es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en la persona el nuevo nacimiento; y así entra al Reino de Cristo, nace en el Reino de Cristo a la Vida eterna. Y luego espera, sirviendo a Cristo, el Día de la resurrección de los muertos en Cristo y de la transformación de nosotros los que vivimos, en donde Cristo en Su Segunda Venida llevará a cabo esa segunda parte, esa parte física en donde Él resucitará a los muertos creyentes en Él y nos transformará a nosotros los que vivimos, y entonces todos seremos jovencitos, representando de 18 a 21 años de edad. Así es el cuerpo glorificado: jovencito.

Cuando Cristo resucitó, María Magdalena no lo reconocía, ni los Apóstoles tampoco. Cristo resucitó glorificado.

Ahora, cuando los muertos en Cristo resuciten, si ustedes tienen familiares creyentes en Cristo que han partido y tenían 60, 70, 80, 90 ó 100 años, o más, cuando resuciten usted no va a ver un ancianito o una ancianita, usted va a ver una jovencita o un jovencito de 18 a 21 años de edad, porque van a resucitar en cuerpos glorificados, y luego nosotros cuando los veamos seremos transformados y entonces seremos jóvenes (todos) representando de 18 a 21 años de edad. Y entonces tendremos ese cuerpo glorificado y eterno, tendremos Vida eterna física con un cuerpo físico eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, y eso es para el Día de Jubileo en la Segunda Venida de Cristo, en donde Cristo cumplirá Su Programa físico de una transformación física y una resurrección física.

Por lo tanto, estamos esperando nuestra transformación. La gran Voz de Trompeta o Trompeta final, dice San Pablo que sería tocada y los muertos en Cristo resucitarán en cuerpos glorificados e incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Eso está en Primera de Corintios, capítulo 15, versos 49 al 58, y también en Primera de Tesalonicenses, capítulo 4, verso 12 al 17, ahí nos dice que Él vendrá, descenderá del Cielo, con aclamación, Voz de Arcángel, y Trompeta de Dios.

Esa es la Gran Voz de Trompeta con la cual son llamados y juntados todos los escogidos de Dios en este tiempo final. Esa es la Séptima Trompeta de Apocalipsis, capítulo 11, verso 15 en adelante. Esa es la gran Voz de Trompeta de San Mateo, capítulo 24, verso 30, donde Cristo dice: “Y enviará Sus Ángeles con gran Voz de Trompeta, y juntarán a Sus escogidos, desde un extremo de la Tierra hasta el otro extremo.”

O sea, que la Gran Voz de Trompeta, que es la Luz de Cristo hablándonos en este tiempo final y revelándonos todas estas cosas que deben suceder pronto, llamará y juntará a todos los escogidos de Dios. Cristo en Espíritu Santo manifestado en Su Ángel Mensajero hablándonos todas las cosas que deben suceder pronto y llamando y juntando a Sus escogidos en este tiempo final, y dándonos la fe, la revelación, para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

Por lo tanto, estamos esperando la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos. Cuando Cristo complete Su Obra de Intercesión en el Cielo se levantará del Trono del Padre, tomará el Título de Propiedad, que es el Libro de los Siete Sellos de Apocalipsis, capítulo 5, lo abrirá en el Cielo y hará Su Obra de Reclamo, resucitará a los muertos en Cristo en cuerpos glorificados y a nosotros nos transformará, hará Su Obra de Reclamo de todo lo que Él ha redimido con Su Sangre preciosa, y eso es el Día de Jubileo, eso es el Día de la Adopción, de la Adopción física; porque la Adopción espiritual la hemos recibido al recibir a Cristo como nuestro Salvador, ser bautizados en agua en Su Nombre, ser limpios con Su Sangre preciosa de todo pecado, y ser bautizados por Cristo con Espíritu Santo y Fuego, y obtener el nuevo nacimiento. Ya eso es la Adopción Espiritual. Pero nos falta la Adopción física, que es nuestra transformación, la Redención del cuerpo, la cual estamos esperando en este tiempo final.

EL DÍA DE JUBILEO.”

Y ese es el Día en que nosotros seremos transformados y estaremos jubilosos con un cuerpo nuevo, eterno y glorificado. Ya estamos llenos de júbilo, de gozo, sabiendo que estamos en el tiempo final, en donde de un momento a otro Cristo completará Su Iglesia, y entonces resucitará a los muertos creyentes en Él y a nosotros nos transformará, y entonces será el jubileo grande, con cuerpos eternos. Eso será la manifestación de los hijos e hijas de Dios en cuerpos eternos. Esa es la Adopción de los hijos de Dios, eso es la Redención del cuerpo, y esto es para el Día de Jubileo.

Estamos en el tiempo en que de un momento a otro se completará la Iglesia de Jesucristo, y Cristo resucitará a los muertos creyentes en Él en cuerpos glorificados, y a nosotros nos transformará.

EL DÍA DE JUBILEO.”

Ha sido para mí una bendición grande estar con ustedes en esta noche, dándoles testimonio de: “EL DÍA DE JUBILEO.”

Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como su Salvador, debe saber que no tiene Vida eterna, aunque tiene vida aquí en la Tierra no es Vida eterna, es vida temporal, es vida que de un momento a otro se le puede acabar, porque ninguna persona sabe cuándo se le va a acabar su vida terrenal; se le acaba a los niños, se le acaba a los jóvenes, se les acaba a los de edad mediana, se le acaba a los ancianos; o sea, que no hay una edad en específico en la cual se acaba la vida terrenal para las personas; a unos se les puede acabar primero y a otros después. Por eso es que tenemos que asegurar nuestro futuro eterno en el Reino eterno de Jesucristo en la Vida eterna.

Miren lo que dice Primera de Juan, capítulo 5, verso 10 al 12:

El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.

Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.”

Usted no puede conseguir la Vida eterna fuera de Jesucristo, el Hijo de Dios. Jesucristo dijo: “Yo Soy el Camino, la Verdad, y la Vida; y nadie viene al Padre sino por mí.” (San Juan, capítulo 14, verso 6). No busque la Vida eterna fuera de Jesucristo. Si quiere vivir eternamente busque a Jesucristo, porque en Él está la Vida eterna, recíbalo como su Salvador.

El que tiene al Hijo (de Dios), tiene la vida (tiene la Vida eterna); el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.”

El que no tiene a Jesucristo en Su corazón, porque no lo ha recibido como su Salvador, no tiene la Vida, o sea, no tiene la Vida eterna; lo que tiene es una vida temporal que en algún momento se le va a acabar. Por lo tanto, le conviene asegurar su futuro eterno en la Vida eterna con Jesucristo nuestro Salvador; porque esta vida terrenal no es eterna, pero hay una Vida eterna, y esa Vida eterna está en Jesucristo nuestro Salvador.

Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna (la buena noticia para los creyentes en Cristo es que tenemos Vida eterna), y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”

Y ahora, San Marcos, capítulo 16, verso 15 al 16:

Y les dijo (o sea, Cristo ya resucitado)... Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Nadie quiere ser condenado, todos queremos ser salvos. Por lo tanto, todos necesitamos escuchar la predicación del Evangelio, creer en Jesucristo como nuestro Salvador y ser bautizados en agua en Su Nombre. Por lo tanto, todos los que han creído en Cristo y han sido bautizados en agua en Su Nombre y Cristo los ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, han obtenido el nuevo nacimiento, y tienen Vida eterna. Yo tengo Vida eterna. ¿Y quién más tiene Vida eterna? Cada uno de ustedes también.

Pero el que no ha recibido a Cristo no tiene Vida eterna, pero en esta noche puede recibir Vida eterna, recibiendo a Cristo como su Salvador, siendo bautizado en agua en Su Nombre y Cristo lo bautizará con Espíritu Santo y Fuego, y obtendrá el nuevo nacimiento, nacerá a la Vida eterna en el Redil eterno de Jesucristo nuestro Salvador.

Por lo tanto, si hay alguna persona que desea recibir a Cristo como su Salvador para asegurar su futuro eterno con Jesucristo en Su Reino eterno puede levantar su mano y yo estaré orando por usted; puede levantar su mano sabiendo que va a recibir a Cristo como su Salvador, Cristo lo va a perdonar y con Su Sangre lo va a limpiar de todo pecado y luego podrá ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo lo bautizará con Espíritu Santo y Fuego, y obtendrá el nuevo nacimiento, nacerá en el Reino de Cristo, nacerá a la Vida eterna.

Pueden levantar su mano en esta noche, y estaré orando por ustedes, para que Cristo le reciba, le perdone, y con Su Sangre le limpie de todo pecado. Vamos a dar unos minutos para que tenga la oportunidad de levantar sus manos y pasar al frente para orar por ustedes. Vamos a inclinar nuestros rostros:

Padre nuestro, que estás en el Cielo, en el Nombre del Señor Jesucristo he dado a conocer Tu Programa de Redención, a todas las personas que están aquí presentes y a los que escucharán esta conferencia a través de la televisión, a través de un video o a través de un casete, o a través de un folleto escrito. Te ruego hables a sus almas y llames a todos los que todavía no Te han recibido, y a los que ya Te han recibido los confirmes en Tu Reino. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo, Te lo ruego. Y Te ruego llames en esta noche a los aquí presentes que todavía no Te han recibido como Salvador. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y Amén.

Y ahora, ustedes han visto la bendición y privilegio que hay para los que reciben a Cristo como Salvador, ustedes han visto cuál es el futuro eterno de todos los creyentes en Cristo. Por lo tanto, en esta noche tienen la oportunidad de recibir a Cristo como su Salvador. Pueden pasar al frente y estaré orando por ustedes. Estamos dando unos minutos para que así puedan pasar al frente todos los que desean vivir eternamente pero que todavía no han recibido a Cristo como su Salvador. Hay que asegurar nuestro futuro eterno, y con quien único lo podemos asegurar: con Jesucristo nuestro Salvador. Él es el que me asegura a mí un futuro eterno en la Vida eterna y en Su Reino eterno. Ninguna otra persona le puede asegurar a usted la Vida eterna. Ninguna otra persona le puede asegurar a usted que usted vivirá eternamente, solamente hay una persona y Su Nombre es Señor Jesucristo.

Por lo tanto, todos necesitamos a Jesucristo para que nos asegure nuestro futuro eterno en la Vida eterna, con un cuerpo eterno y glorificado, y esta es la oportunidad para ustedes asegurar con Cristo vuestro futuro eterno. Tienen la oportunidad de pasar al frente y estaré orando por ustedes. Recuerden que lo más importante que una persona puede hacer en la vida es recibir a Cristo como su Salvador, para asegurar su futuro eterno. No hay cosa más importante que la Vida eterna.

San Pablo dijo a Timoteo: “Echa mano de la Vida eterna.” ¿Cómo echamos mano de la Vida eterna? Recibiendo a Cristo como nuestro Salvador, porque Él es el camino, la Verdad, y la Vida. Echamos mano de Jesucristo y estamos echando mano de la Vida eterna. Todavía estamos dando unos minutos para todos los que necesitan recibir Salvación y Vida eterna, de parte de Jesucristo. Los niños de doce años en adelante también pueden recibir a Cristo como su Salvador.

Estamos dando unos minutos para que todos tengan la misma oportunidad de recibir a Cristo como Salvador, Cristo dijo: “El que me confesare delante de los hombres, Yo también le confesaré delante de mi Padre.” Es una confesión pública que hacemos dando testimonio de que recibimos a Cristo como nuestro Salvador, y Él nos confiesa delante de nuestro Padre Celestial. Todavía pueden seguir pasando las demás personas que necesitan recibir a Cristo como su Salvador para asegurar su futuro eterno en la Vida eterna.

“¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y pierde su alma?” De nada le habrá servido vivir en esta Tierra y ser multimillonario y perder su alma. ¿De qué le sirvió vivir en la Tierra y ser rico? No le sirvió de nada, porque con dinero usted no puede comprar la salvación de su alma. La salvación la compró Cristo en la Cruz del Calvario, para nosotros, y Él la otorga gratuitamente a toda persona que lo recibe como su único y suficiente Salvador.

Si en algún país se corriera la noticia que hay una persona, un médico o alguna otra persona que puede alargar la vida de las personas por cien años más, muchas personas ricas llegarían a él y le dirían: “Yo te doy todo lo que tengo para que me alargues la vida por cien años más.” Porque es que si la persona no recibe esa extensión de vida de cien años, aunque sea rico, muere. Pero si obtiene la extensión de cien años más, aunque haya pagado todo, aunque haya dado todo lo que tenía, ya como sabe cómo - ya aprendió cómo hacer dinero, cómo ganar dinero, en cien años más recupera todo lo que dio, y tendrá mucho más que lo que tenía.

Pero vean, Jesucristo no nos ofrece cien años, Él nos da gratuitamente Vida eterna, la Vida eterna, y nos dará un cuerpo eterno para vivir en él por toda la eternidad, sin pagar ni un solo centavo. Si usted tuviera que pagar por la Vida eterna o el ser humano tuviera que pagar por la Vida eterna, nadie obtendría la Vida eterna, porque la Vida eterna no tiene precio. Y si Dios le pusiera un precio, ningún ser humano la podría comprar.

Por lo tanto, Dios la da gratuitamente a través de Jesucristo. Él pagó el precio de la salvación en la Cruz del Calvario para que todos los ricos y los pobres puedan obtener la salvación y Vida eterna en forma sencilla, por la fe en Cristo, creyendo con toda su alma en Jesucristo como su Salvador.

Todavía estamos dando algunos segundos más para que pasen los que faltan de pasar, y luego estaremos orando por los que ya habrán pasado para recibir a Cristo como Salvador. Vamos ya a orar por los que están al frente... solo unos segundos.

Todo ser humano para vivir eternamente necesita a Jesucristo, sin Cristo el ser humano no puede vivir eternamente. Todos queremos vivir eternamente con Cristo en Su Reino. Si vivir en estos cuerpos, que son temporales y mortales es tan bueno, ¿cómo será en un cuerpo eterno? No hay palabras para expresar lo hermoso que será vivir en un cuerpo eterno.

Ya estamos dando unos segundos para luego orar por todos los que habrán pasado. Todos necesitamos a Jesucristo para obtener la Vida eterna. No hay otra fuente de Vida eterna, Cristo es el Árbol de la Vida eterna, y Cristo es la Fuente de la Vida eterna.

Vamos ya a orar... todavía siguen pasando más personas. Saber que la oportunidad de vivir eternamente es la noticia más grande que el ser humano puede escuchar. Job decía: “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?” Luego cuando tuvo la revelación, dijo: “Yo sé que mi Redentor vive, y aun después de desecha ésta mi carne, en mi carne he de ver a mi Redentor; yo lo veré, y no otro.”

Vamos ya a orar. Si falta alguna persona puede pasar y ya estaremos orando. Aseguren su futuro eterno en la Vida eterna. Oremos, repitan conmigo esta oración los que han pasado. Inclinemos nuestros rostros:

Señor Jesucristo, yo Te confieso públicamente como mi Salvador, yo te recibo como mi Salvador. Yo creo en Tu Primera Venida y Tu Sacrificio en la Cruz del Calvario, por mí.

Señor Jesucristo, reconozco que soy pecador. Te ruego Señor Jesucristo perdones mis pecados y me limpies con Tu Sangre de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, y produzcas en mí el nuevo nacimiento luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre. Señor Jesucristo, salva mi alma, Te lo ruego en Tu Nombre, Señor Jesucristo. Amén y Amén.

Repitan conmigo: La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado.

Cristo ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado. Cristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado será salvo.” Ustedes me dirán: “Ya nosotros hemos creído pero nos falta ser bautizados en Agua en Su Nombre. Por lo tanto, ¿cuándo me pueden bautizar?” Le pregunto al ministro Salomón Cunha: ¿Hay agua aquí? Hay agua. ¿Hay ropas bautismales? También hay ropas bautismales. Por lo tanto, bien pueden ser bautizados esta misma noche en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, conforme a la ordenanza divina.

Que Dios les bendiga y les guarde, y muchas gracias por vuestra amable atención, y dejo al Rvdo. Salomón Cunha para que continúe y les indique cómo hacer para ser bautizados en Agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos, y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.

EL DÍA DE JUBILEO.”