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El Amor Divino 2003-10-17 1 Rancharia São Paulo BR 00:00:00 false

Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión. Reciban un saludo de mi esposa Erica, ella va estar el sábado y domingo en San Pablo en las actividades que allá se estarán llevando a cabo. También los niños, reciban un saludo de América y de Yahannah Gabriela; ellas no están viajando con nosotros, pero ellas aman a los niños también, y a todos los hermanos. También reciban un saludo de nuestros hermanos en Puerto Rico, quienes les aman también, y esperan algún día verles, y ustedes les van a ver a ellos también, será cuando seamos transformados.

Para esta ocasión leemos en San Juan, capítulo 3, versos 16 en adelante, donde dice de la siguiente manera:

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.

Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.”

AMOR DIVINO.”

Ese es nuestro tema para esta ocasión: “EL AMOR DIVINO.”

La Primera Venida de Cristo fue una manifestación del Amor Divino manifestado en favor de la raza humana. La raza humana en el Huerto del Edén (representada en Adán y Eva), pecaron contra Dios. Y por cuanto en Adán y Eva estaba toda la raza humana representada, así como en un grano de trigo está representada una planta de trigo con muchos granos de trigo, y aunque las personas puedan ver un grano de trigo, no pueden ver la planta de trigo y los demás granos de trigo que están en esa planta de trigo. Todo eso está en ese grano de trigo, está potencialmente ahí esa planta de trigo. Pero se siembra ese grano de trigo y nace en la forma de una planta de trigo, la cual lleva muchos granos de trigo.

¿Dónde estaba esa planta de trigo y esos granos de trigo? En un grano de trigo que fue sembrado en tierra; en esa semilla que fue sembrada en tierra estaba esa planta de trigo y esos granos de trigo. Y Adán fue esa semilla que estuvo allá en el principio, en donde estaba representada la raza humana; potencialmente todos los seres humanos descendientes de Adán y Eva, estaban representados en Adán; aún Eva estaba representada en Adán, ¿porque de dónde vino Eva? De Adán. Por lo tanto, la raza humana estaba representada en Adán.

Cuando Adán pecó, pecó la raza humana completa, porque estaba en Adán. Como en el grano de trigo: si un grano de trigo es contaminado por una plaga, la planta de trigo, con todos los granos de trigo que están representados en ese grano de trigo, fueron contaminados también. Y así también todo ser humano fue contaminado con el pecado cuando Adán y Eva pecaron contra Dios.

Dios había dicho a Adán que no comiera del árbol de ciencia del bien y del mal. Adán tenía Vida eterna, él podía continuar viviendo eternamente si no pecaba contra Dios, pero entró el pecado a la raza humana, porque el diablo trajo el pecado a la raza humana a través de la serpiente, y el ser humano pecó contra Dios, al pecar contra Dios, el ser humano murió; pero Adán y Eva continuaron viviendo. Aparentemente no murieron, pero sí murieron, murieron a la Vida eterna, y solamente les quedó una vida temporal, que a Adán le duró 930 años, lo cual es nada comparado con la eternidad. Y Eva, la Escritura no dice cuántos años vivió, pero vivió menos que Adán.

Ahora, podemos ver lo que fue la muerte de Adán y Eva en el Huerto del Edén al comer del árbol de ciencia del bien y del mal; fue la muerte a la vida, a la Vida eterna. Y de ahí en adelante el ser humano vino a ser mortal; todos los hijos e hijas que tuvieron Adán, vinieron a ser mortales, y los hijos de los hijos también.

Y así por el estilo, los seres humanos; vienen a la Tierra y viven una temporada, y luego se les acaba la vida terrenal, porque no es Vida eterna, es vida temporal; por eso al nacer a través de nuestros padres terrenales, obtenemos un cuerpo mortal, corruptible y temporal, sin Vida eterna, solamente con una vida temporal, que a algunos les dura en la actualidad hasta 100 años, y algunos pasan de 100 años; pero eso es muy raro, a la mayoría se les acaba de los 50 a los 70 años, y a otros mucho antes. Porque la vida temporal es tan frágil, que hasta de una caída la persona puede perder esa vida temporal, puede morir su cuerpo físico.

Ahora, el ser humano es alma viviente. Lo más importante que hay en usted y en mí es el alma, alma viviente. Por eso Cristo dijo en San Mateo 16, versos 26 al 28: “¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?”

Ahora, vean ustedes, que de lo que habla Cristo aquí, es del alma de la persona; porque el alma de la persona es lo que en realidad es la persona: alma viviente. El cuerpo físico es una casa terrenal, en donde la persona vive por una cantidad de tiempo, pero después tiene que dejar esta casa terrenal para ir a otra dimensión, a otro mundo, y va a otro mundo en un cuerpo, pero es un cuerpo espiritual, no es de carne, es un cuerpo espiritual, llamado el espíritu de la persona.

El ser humano es alma, espíritu y cuerpo. El cuerpo físico es una casa terrenal; el espíritu de la persona es otra casa, otro cuerpo de otra dimensión; pero el alma de la persona es lo que en realidad es la persona. Por eso lo que se pierde o se salva, es el alma de la persona; porque eso es lo que es la persona: alma viviente. ¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y pierde su alma? De nada le ha servido vivir en esta Tierra. ¿Por qué? Porque no aprovechó su tiempo aquí en la Tierra para obtener Vida eterna, Vida eterna para su alma.

¿Y cómo puede obtener un ser humano la Vida eterna para su alma? Por medio de la manifestación del Amor Divino, del Amor de Dios. Esa manifestación del Amor de Dios, envió a Jesucristo a este planeta Tierra con un propósito especifico; vean ustedes, en San Mateo y en San Lucas, Cristo nos habla de este propósito. En San Lucas, capítulo 19, verso 10, dice Cristo:

Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”

Ahí tenemos el propósito de la Primera Venida de Cristo. Luego en San Mateo, capítulo 18, verso 11 al 14, de esto mismo abunda aquí Cristo más:

Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido.

¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado?

Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron.

Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños.”

No es la voluntad de Dios que se pierda una persona, un ser humano; la voluntad de Dios es que la persona sea salva, o sea, que la persona obtenga la Vida eterna. Por eso dice el mismo Cristo que cuando un pecador se arrepiente hay gozo en el Cielo, causa gozo en el Cielo cuando una persona recibe a Cristo como su Salvador, porque esa persona nace de nuevo, nace del Cielo, nace de esa dimensión celestial, esa dimensión eterna, y por consiguiente ese nuevo nacimiento que es del Cielo, es un nacimiento a una nueva vida, a la Vida eterna.

Por eso Cristo dijo: “El que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios.” Nicodemo le pregunta: “¿Cómo puede hacerse esto? ¿Puede el hombre ya siendo viejo entrar en el vientre de su madre y nacer?” No es un nacimiento físico. Cristo le dice: “De cierto, de cierto te digo: que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.”

Este nuevo nacimiento ocurre para la persona en el Reino de Dios, el Reino de Jesucristo, y por cuanto el Reino de Cristo es un Reino eterno, la persona nace a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador, para poder vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino; porque el único Reino eterno es el Reino de Jesucristo.

Por lo tanto, toda persona que desea vivir eternamente, necesita comprender que la única forma para vivir eternamente es recibiendo la Obra del Amor Divino, y la Obra del Amor Divino es la Primera Venida de Cristo como Cordero de Dios muriendo en la Cruz del Calvario, donde llevó nuestros pecados, para que nosotros podamos vivir eternamente. Por eso Cristo dijo en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16, de la siguiente manera:

Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.”

En la predicación del Evangelio se da a conocer el Amor Divino, expresado en la Primera Venida de Cristo muriendo en la Cruz del Calvario por cada uno de nosotros.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo.”

La salvación del alma, la salvación de lo que es en realidad la persona, se obtiene creyendo lo que dice el Evangelio de Cristo y recibiendo a Cristo como nuestro Salvador, y pidiendo a Cristo perdón por nuestros pecados y Cristo nos perdona y con Su Sangre nos limpia de todo pecado, y somos bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo por un ministro, y entonces Cristo nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y obtenemos el nuevo nacimiento; así hemos nacido del Agua y del Espíritu, hemos nacido de la Palabra, del Evangelio de Cristo (el cual hemos creído), y del Espíritu Santo, y entonces hemos nacido de nuevo, hemos nacido en el Reino de Cristo con Vida eterna y a la Vida eterna (la Vida eterna que perdió Adán y Eva en el Huerto del Edén).

Y ahora, el Reino de Cristo está en una fase espiritual; por eso el nuevo nacimiento es del Cielo y es espiritual, en donde obtenemos un cuerpo angelical de esa dimensión celestial, igual al cuerpo angelical de Jesucristo nuestro Salvador; y así hemos sido sellados con el Sello del Dios Vivo (que es el Espíritu Santo), para el Día de la Redención, para el día en que Cristo va resucitar a los muertos creyentes en Él, y a los vivos nos va a transformar y nos va a dar un cuerpo físico, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, en Su Segunda Venida.

Ahora, podemos ver lo importante que es recibir a Cristo como nuestro Salvador, y así aseguramos nuestro futuro eterno.

Job decía, preguntaba: “Si el hombre muere, ¿volverá a vivir?” Esa era la pregunta de Job, y es la pregunta de todo ser humano. Se pregunta: “Si muero, ¿qué será de mí? ¿Volveré yo a vivir de nuevo en otro cuerpo? ¿Y qué será de mí sin este cuerpo físico? ¿A dónde voy?” ¿Ve? El ser humano se pregunta: Qué será después de esta vida terrenal.

Por lo tanto, necesita conocer estas cosas que Cristo habló y que los Apóstoles hablaron, para que sepa cómo ir al mejor lugar: ir al Paraíso, donde están los Apóstoles y donde están todos los creyentes en Cristo de los diferentes tiempos y edades (porque el que no recibe a Cristo, no tiene esperanzas de ir a vivir al Paraíso), y luego en la Segunda Venida de Cristo ser resucitado en un cuerpo nuevo, eterno, inmortal y glorificado, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador, el cual es un cuerpo con Vida eterna. Esa es la clase de cuerpo que todos deseamos tener, pero primero nos ha tocado recibir este cuerpo de carne, este cuerpo mortal, temporal. ¿Por qué? Porque hemos venido a la Tierra como descendientes de Adán y Eva. Pero ahora, por medio del nuevo nacimiento, ahora somos descendientes del Segundo Adán, que es Jesucristo nuestro Salvador.

Y el Segundo Adán tiene Vida eterna; Él está tan joven en la actualidad como estaba cuando ascendió al Cielo.

Por lo tanto, esa es la clase de cuerpo que nosotros queremos tener: un cuerpo glorificado, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador. Y para eso tenemos que ser descendientes del Segundo Adán: de Jesucristo nuestro Salvador, obteniendo el nuevo nacimiento, naciendo del Agua y del Espíritu, naciendo del Espíritu de Cristo, y así nacemos en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador con Vida eterna, y ya de ahí en adelante usted no se puede perder, ya fue salvo; Cristo lo buscó y lo salvó y lo colocó en Su Reino con Vida eterna, y ya tiene un cuerpo angelical eterno, perteneciente al Reino de Cristo.

Las personas que no reciben a Cristo como su Salvador, cuando mueren, no pueden ir al Paraíso, porque no recibieron a Cristo, y el Paraíso le pertenece a Cristo. Por lo tanto, si no se recibe al Dueño del Paraíso, no puede entrar al Paraíso.

¿Pero qué sucede con las personas que no reciben a Cristo como su Salvador, y mueren? Tienen que ir a la dimensión a la cual pertenece el espíritu de la persona.

Cuando el ser humano nace, recibe un cuerpo físico y recibe un espíritu del mundo, un espíritu de la quinta dimensión, lo cual es un cuerpo espiritual de otra dimensión. Por eso es que algunas personas, cuando han muerto ciertas personas, han visto que ha pasado esa persona y ha desaparecido. Y entonces dicen: “Murió fulano de tal.” ¿Por qué? Porque vieron el espíritu de esa persona. El espíritu no tiene carne, es un cuerpo espiritual. Cristo dijo que el espíritu no tiene carne ni huesos.

Ahora, veamos, millones de personas en esos cuerpos espirituales luego que murieron. En Primera de Pedro, capítulo 3, verso 18 en adelante, Pedro nos habla de la muerte de Cristo, y cómo Cristo cuando murió en Su cuerpo físico, fue a otro mundo, a otra dimensión. Siendo que Él llevó nuestros pecados, se hizo mortal a causa de que la paga del pecado es la muerte, y por consiguiente Él tenía que ir donde iban todos los pecadores; porque Él llevó todos nuestros pecados, se hizo pecado por nosotros. Primera de Pedro, capítulo 3, verso 18 en adelante, dice:

Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu.”

Cristo murió físicamente, pero Su Espíritu no murió, ni Su alma tampoco. ¿Y qué sucedió con Él, luego que murió Su cuerpo físico? En Su cuerpo espiritual, que es llamado el Ángel de Jehová, o Ángel del Pacto, Cristo fue a otra dimensión, fue al infierno, por causa de que se hizo pecado por nosotros; y en Espíritu, Él fue al infierno:

...en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados,

los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé.”

Todas aquellas personas que no creyeron al Profeta Noé, cuando vino el diluvio se los llevó a todos, y fueron millones de seres humanos que murieron por el diluvio, porque no conocieron, no entendieron, el Programa de Dios para ese tiempo, y no creyeron que Noé era el Profeta de Dios enviado para ese tiempo, para dar a conocer las cosas que iban a suceder.

Siempre los ignorantes tienen problemas, y tienen problemas con Dios. Vean, el pueblo hebreo cuando no recibió a Cristo, Cristo dijo: “Por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.” Y comenzó a decir los juicios divinos que le vendrían a Jerusalén.

Uno no puede ser ignorante al Programa de Dios correspondiente al tiempo que uno está viviendo, porque en ese Programa Divino están todas las bendiciones de Dios para todo ser humano; pero para el que no cree, están todas las maldiciones de Dios. Por lo tanto, es necesario que entendamos el Programa de Dios, porque somos nosotros los que vamos a ser beneficiados.

Miren, estas personas no conocieron en el tiempo de Noé, y vino el diluvio y se los llevó a todos; y por ser incrédulos ahora se encuentran en el infierno, viviendo en sus cuerpos espirituales, sus cuerpos espirituales, los cuales eran de esa dimensión.

Y ahora, Cristo, cuando tiene que ir al infierno en Su cuerpo espiritual... Recuerden que el cuerpo espiritual se parece a nuestro cuerpo físico, pero es de otra dimensión, y no tiene carne ni hueso.

Y ahora, Cristo les predicó a todas esas personas, a todas esas almas que estaban en sus cuerpos espirituales; y no les predicó salvación, les predicó condenación por incrédulos. En palabras más claras: en Su mensaje les mostró que ellos estaban allí por haber sido incrédulos al Mensaje de Dios a través del Profeta Noé.

Ahora, podemos ver que la persona cuando muere va a un lugar: va a la quinta dimensión, si no ha creído en Cristo; y la quinta dimensión es esa dimensión donde estaban esos que fueron desobedientes en el tiempo de Noé. Esa dimensión es como una cárcel; o sea, no pueden salir de esa dimensión las personas. Para que entiendan lo que es esa quinta dimensión, les voy a decir la forma corriente o común en que se nombra esa dimensión, se le llama: “El infierno.” Y nadie quiere ir al infierno.

Pero vean, esas personas por incrédulas murieron y fueron al infierno, y allí están todavía; van a ser sacadas de allí después del Reino Milenial de Cristo, para ser juzgadas por Cristo en el juicio final, y ser condenadas y echadas a un lugar peor que el infierno: al lago de fuego, que es la segunda muerte, donde dejarán de existir, serán exterminados. Todos los incrédulos tienen un futuro: el lago de fuego.

¿Pero cómo podemos evitar el lago de fuego, que es la segunda muerte? Si la muerte física para las personas que no creen en Cristo es algo terrible, porque tienen que ir en sus cuerpos espirituales al infierno, más terrible es la segunda muerte, porque tienen que ir al lago de fuego, son echados al lago de fuego, donde serán quemados en cuerpo, espíritu y alma.

Por eso Cristo dijo: “No teman a los que matan el cuerpo; teman a aquél que puede matar el cuerpo y echar el alma en el infierno, destruir el alma, y el cuerpo, y el espíritu.” A Dios es que hay que temer; porque ése sí puede destruir: alma, espíritu y cuerpo, de toda persona. ¿ Y por qué lo puede destruir? Por incrédulo.

Pero un creyente en Cristo no puede ser destruido por Dios, un creyente en Cristo tiene la promesa de vivir con Cristo en Su Reino por toda la eternidad; porque ha recibido el Amor de Dios expresado en Cristo muriendo en la Cruz del Calvario en Su Primera Venida.

En Romanos, capítulo 5, versos 5 en adelante, dice San Pablo:

Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.

Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.

Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.

Mas Dios muestra su amor para con nosotros...”

Y ahora, vamos a ver cómo Dios muestra Su Amor para con nosotros. Alguna persona podrá decir: “¿Será que Dios me ama a mí?” Vamos a ver si lo ama a usted y me ama a mí, porque vamos a ver la muestra del Amor de Dios hacia nosotros:

...que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”

La muestra del Amor de Dios hacia nosotros, es que Cristo murió por nosotros:

Porque de tal manera amó Dios al mundo , que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

El Amor de Dios hacia nosotros es mostrado en Cristo, Cristo es la manifestación del Amor de Dios, para que nosotros no tengamos que morir, no tengamos que dejar de existir; sino que nosotros podamos vivir eternamente con Cristo en Su Reino. Sigue diciendo:

Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.

Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.

Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.”

En el Antiguo Testamento, en Levítico, capítulo 23, versos 26 en adelante, nos habla de lo que fue el tipo y figura, la sombra de lo que Cristo haría en Su Primera Venida. Dice el capítulo 23, verso 26 en adelante, de Levítico:

También habló Jehová a Moisés, diciendo:

A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.

Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.

Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.”

Encontramos que el pueblo hebreo, el mes séptimo de cada año, tenía que afligir su alma por haber pecado contra Dios, y pedir perdón a Dios en ese día de la expiación, en donde se sacrificaba un macho cabrío por el pecado de cada hebreo. Toda persona que no se arrepentía de sus pecados y los confesaba a Dios, y le pedía perdón a Dios por sus pecados, no quedaba reconciliada con Dios, y por consiguiente Dios lo cortaba, o sea, moría, perdía el derecho a vivir un año más como pueblo de Dios.

Pero los que se arrepentían y pedían perdón a Dios, quedaban perdonados, quedaban cubiertos con la sangre de la expiación, y quedaban reconciliados con Dios y tenían derecho a vivir un año más como pueblo de Dios.

Eso es tipo y figura de lo que en el Nuevo Testamento sucede. Cristo es nuestra Expiación, Él es la Expiación por el pecado, para que nosotros confesemos a Cristo nuestros pecados, y Él nos perdona, con Su Sangre nos limpia de todo pecado, somos bautizados en agua en Su Nombre y Cristo nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y quedamos reconciliados con Dios, no para vivir un año más, sino para vivir eternamente con Cristo en Su Reino.

Por lo tanto, toda persona necesita conocer estas cosas para saber que ya no se necesitan sacrificios de animalitos, porque hay un Sacrificio perfecto por el pecado: el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario.

Desde el día que Cristo murió en la Cruz del Calvario, en el Templo Celestial comenzó el Día de la Expiación, y de ahí en adelante, todo ser humano ha tenido la oportunidad de, afligido en su alma por haber pecado contra Dios, pedirle perdón a Dios por sus pecados, Cristo lo perdona y con Su Sangre lo limpia de todo pecado, es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y obtiene el nuevo nacimiento, nace a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador.

Pero las personas que no se arrepienten de sus pecados y no reciben a Cristo como su Salvador, no quedan reconciliados con Dios, y por consiguiente no tienen derecho a vivir eternamente con Cristo en Su Reino.

Ahora, vean lo sencillo que es todo. Toda persona desea vivir eternamente, y como único puede vivir eternamente es recibiendo a Cristo como su Salvador, para vivir eternamente con Cristo en Su Reino, porque ese es el único Reino eterno que nunca dejará de existir, ese es el Reino en el cual tenemos que nacer, tenemos que nacer de nuevo. Son las palabras de Jesucristo nuestro Salvador.

Y Dios en Su Amor Divino envió a Jesucristo para que muriera por nosotros e hiciera posible el nuevo nacimiento, e hiciera posible que millones de seres humanos nacieran de nuevo, nacieran en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador, para que puedan vivir eternamente en el Reino de Dios.

Por eso es que se le da la oportunidad a las personas para que reciban a Cristo como su Salvador, luego de darles a conocer la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario, para que así sepan porqué van a recibir a Cristo como su Salvador.

Cristo dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

El que crea, vivirá eternamente con Cristo en Su Reino, el que no crea, será condenado y echado al lago de fuego, que es la segunda muerte, donde dejará de existir.

Pedro predicando el Día de Pentecostés, en el capítulo 2 del libro de los Hechos, versos 36 en adelante:

Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.

Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?

Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.”

Toda persona tuvo allí la oportunidad de arrepentirse de sus pecados recibiendo a Cristo, confesando a Cristo sus pecados, Cristo los perdonaría, serían bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo los bautizaría con Espíritu Santo y Fuego, y así entrarían al Reino de Cristo, al Reino de Dios; obtendrían el nuevo nacimiento, nacerían a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador.

Y ahora, viendo, entendiendo el Programa de Salvación que Dios en Su Amor divino ha dado a la raza humana, toda persona que ya le ha recibido como su Salvador y ha sido bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo lo ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, ha obtenido el nuevo nacimiento, ha nacido del Agua y del Espíritu, y por consiguiente ha nacido en el Reino de Cristo a la Vida eterna y con Vida eterna; por lo tanto, vivirá eternamente con Cristo en Su Reino.

Pero toda persona que no ha recibido a Cristo como su Salvador, no tiene Vida eterna, y no tiene esperanzas de vivir eternamente con Cristo en Su Reino; la única esperanza que hay para la persona es ser juzgado en el juicio final, condenado y echado al lago de fuego, que es la segunda muerte. Pero tal cosa no la deseamos para nosotros, preferimos vivir eternamente con Cristo en Su Reino.

Por lo tanto, en esta noche tienen la oportunidad de recibir a Cristo como su Salvador, y estaré orando por ustedes para que Cristo les perdone, y con Su Sangre les limpie de todo pecado. Cristo dijo: “El que me confesare delante de los hombres; Yo también le confesare delante de mi Padre.”

Por lo tanto, esta es una noche muy importante para ustedes, esta es la noche que marcará su futuro eterno con Cristo en Su Reino, al recibirlo como su Salvador.

En esta noche todos los que deseen que yo ore por ustedes, para que Cristo les reciba, les perdone y les limpie de todo pecado, pueden levantar sus manos y yo estaré orando por ustedes en esta noche. Veo una mano que fue levantada por este lado; si hay otras personas acá en esta sección que desean que Cristo salve su alma, que desean vivir con Cristo eternamente en Su Reino, pueden levantar su mano y estaré orando por ustedes, y también las personas de esta sección.

Por aquí veo manos levantadas, pueden pasar acá al frente, y estaré orando por ustedes en esta noche, para que Cristo les reciba, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado. Pueden continuar pasando al frente.

Lo más importante es la Vida eterna, sin la Vida eterna usted habrá pasado por esta Tierra y no ha tenido significado su vida aquí en la Tierra. Por lo tanto, lo más importante es la Vida eterna. ¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y pierde su alma? De nada le habrá servido vivir en esta Tierra. Lo más importante es la Vida eterna. Por eso Cristo dijo: “Buscad primeramente el Reino de Dios y Su justicia.”

Lo más importante es buscar el Reino de Dios, el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador, buscarlo y entrar a él, ¿cómo? Naciendo del Agua y del Espíritu al recibir a Cristo y obtener el perdón de nuestros pecados, ser limpios con la Sangre de Cristo, ser bautizados en agua en Su Nombre, y recibir el Espíritu de Cristo, y así obtener el nuevo nacimiento, así nacer en el Reino de Dios, en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador, el Reino eterno.

Y el que nace en el Reino eterno de Cristo, nace a la Vida eterna, y tiene Vida eterna para vivir con Cristo en Su Reino por toda la eternidad. Y nos dará un nuevo cuerpo en Su Segunda Venida, un cuerpo glorificado como Su cuerpo glorificado, para poder vivir físicamente en Su Reino, con un cuerpo inmortal e incorruptible y joven para toda la eternidad, un cuerpo que representará de 18 a 21 años de edad.

Y cuando escuchamos estas cosas divinas de parte de la Palabra de Dios, decimos: “¡Ese es el cuerpo que yo necesito, ese es el cuerpo que yo quiero! Porque este cuerpo que tengo se me pone viejo cada día; por lo tanto, necesito un cuerpo que no se ponga viejo.” Ese es el cuerpo nuevo que Cristo nos va dar, para que vivamos con él en Su Reino por toda la eternidad.

Pueden seguir pasando las personas que desean vivir con Jesucristo en Su Reino en cuerpos glorificados, en cuerpos eternos, para así disfrutar con Cristo la Vida eterna. Todavía vamos a dar unos poquitos minutos para esperar los que faltan por pasar.

Esta es una noche muy importante, en donde el futuro eterno de ustedes es marcado, es confirmado. Todos los que desean vivir eternamente y todavía no han recibido a Cristo como su Salvador, pueden pasar el frente para que Cristo les reciba, les perdone, con Su Sangre les limpie de todo pecado, sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y obtengan el nuevo nacimiento.

Hay que asegurar el futuro eterno, y solamente lo podemos asegurar, ¿con quién? Con Jesucristo. Él es el único que me asegura a mí y le asegura a usted el futuro eterno en Su Reino con Vida eterna.

No queremos dejar de existir, queremos vivir eternamente con Cristo en Su Reino. Cristo nos libra, nos salva del infierno y del lago de fuego, del infierno y de la segunda muerte. No hay otro que lo pueda librar a usted, no hay otro que lo pueda salvar a usted; solamente hay uno, se llama: Jesucristo; porque no hay otro nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos. Libro de los Hechos, capítulo 4, verso 12, ahí lo dice San Pedro: “Porque no hay otro nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos.” Él nos salva de nuestros pecados, y por consiguiente nos salva del infierno y de la muerte, nos libra del infierno y de la muerte, para que podamos vivir con Cristo en Su Reino por toda la eternidad.

Es un asunto de vida o muerte: de muerte eterna, de muerte para siempre, o de Vida eterna para siempre. ¿Y escogemos qué? La Vida eterna. Dios dice: “Yo pongo delante de ti la Vida y la muerte; escoge la vida para que vivas tú y tu familia.” Escoge la vida, la Vida eterna, que es Cristo, para que vivas eternamente con Cristo en Su Reino. Eso fue lo que yo hice: escogí a Cristo, la Vida eterna para vivir con Cristo en Su Reino por toda la eternidad.

Hemos visto que el Amor Divino nos ha dado a Jesucristo para que nos dé salvación y Vida eterna.

Estamos esperando por unos segundos por los últimos que han de pasar, para ya orar por todas las personas que han pasado. Unos segundos, y ya oraremos por todas las personas que estarán aquí presentes.

Recuerden que esta noche, es una noche muy importante, una noche de decisión, que marcará el futuro eterno de las personas que han recibido a Cristo como su Salvador.

Si falta alguien más, puede pasar para ya orar por ustedes. Todavía hay más personas que desean vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino, y necesitamos esperar por ellas, para que así queden incluidas en esta ocasión en esta oración.

Si falta alguien más, puede pasar y ya estaremos orando. Siguen pasando más personas, porque desean vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino. Si falta alguien más, puede pasar inmediatamente, y vamos a estar puestos en pie para orar por todas las personas que han pasado en esta noche.

Vamos a inclinar nuestros rostros para orar, y repitan conmigo, las personas que han pasado, esta oración:

Señor Jesucristo, reconozco que soy pecador, reconozco que necesito un Salvador, un Redentor, y yo reconozco que Tú eres el único Salvador. Reconozco Tu Primera Venida y Tu muerte en la Cruz del Calvario, llevando mis pecados, para así salvarme, Señor. Reconozco Tu Sangre derramada en la Cruz del Calvario, y reconozco que Tu Sangre me limpia de todo pecado.

Señor Jesucristo, yo públicamente confieso mi fe en Ti.

Señor Jesucristo en esta noche yo te recibo como mi único y suficiente Salvador. Señor Jesucristo, perdona mis pecados, límpiame con Tu Sangre de todo pecado. Señor Jesucristo, salva mi alma.

En Tus manos me encomiendo, recíbeme ¡Oh Señor Jesucristo! Yo vengo a Ti y entrego mi alma a Ti, para que salves mi alma. Señor Jesucristo reconozco que Tú eres mi Salvador. Señor Jesucristo, en Tus manos estoy, límpiame con Tu Sangre preciosa, salva mi alma Señor. Yo Te lo pido ¡Oh Señor Jesucristo! En Tu Nombre, Señor Jesucristo. Amén y amén.

La Sangre de Jesucristo me ha limpiado de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado.

Señor Jesucristo, he de ser bautizado en agua en Tu Nombre, y Te pido que Tú me bautices con Espíritu Santo y Fuego, y produzcas en mí el nuevo nacimiento; quiero nacer en Tu Reino. Por lo tanto, Señor Jesucristo, Te ruego produzcas en mí el nuevo nacimiento. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.”

Cristo ha perdonado vuestros pecados y Cristo con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado. Y ahora me preguntarán: ¿Y cuándo puedo ser bautizado? ¿Qué impide que yo sea bautizado? Nada impide que sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; porque ustedes han creído de todo corazón, y Cristo les bautizará con Espíritu Santo y Fuego.

Por lo tanto, le preguntó al ministro José Candido: ¿Hay agua? Hay agua para ser bautizados. ¿Hay ropas bautismales? Hay ropas bautismales también, para que se cambien de ropa y no se les moje la ropa que tienen ustedes, y luego puedan regresar con sus ropas secas a sus hogares.

Así que, bien pueden ser bautizados en el Nombre del Señor Jesucristo, porque ustedes han creído de todo corazón, Y Cristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” Por lo tanto, ustedes quieren cumplir todo el mandamiento de Jesucristo nuestro Salvador.

Dejo al Rvdo. José Candido, para que les indique dónde están las ropas bautismales, para que puedan ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Nuestro tema fue: “AMOR DIVINO.” EL AMOR DIVINO, el cual fue manifestado en Jesucristo nuestro Salvador en favor de todos nosotros, para que nosotros podamos ser salvos y vivir con Cristo en Su Reino por toda la eternidad.

Muchas gracias por vuestra amable atención, y dejo al Rvdo. Candido con nosotros para continuar.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos.

EL AMOR DIVINO.”