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| Prosiguiendo la Meta de Dios | 2003-10-16 | 1 | Presidente Prudente | São Paulo | BR | 00:00:00 | false |
Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios. Reciban todos saludos de mi esposa Erica, la cual se encuentra en la República del Brasil, y ya el sábado y el domingo estará en las actividades de San Pablo, y luego también en las actividades de San José, la otra semana arriba, el otro sábado y domingo de la otra semana arriba. Pero este domingo que viene; sábado y domingo que viene es en San Pablo, en el lugar que Gian les anunció o les va a anunciar.
Los niños reciban saludos de América y de Yahannah Gabriela; ellas no pudieron venir, pues América está en la escuela, y la más pequeña tenía que ponerse un sinnúmero de vacunas, y está muy pequeña para esas vacunas dijo la doctora, la pediatra, que la atiende, por lo tanto la dejamos en Puerto Rico.
Para esta noche, leemos en Filipenses, capítulo 3, versos 10 en adelante, donde dice:
“A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte,
si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.
No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.
Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,
prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.”
Nuestro tema es: “PROSIGUIENDO A LA META DE DIOS.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
“PROSIGUIENDO A LA META DE DIOS.”
Hay un propósito divino por el cual Jesucristo vino a la Tierra y murió en la Cruz del Calvario, el propósito es que todos lleguemos a la meta divina. ¿Y cuál es la meta divina? Que todos seamos a imagen y semejanza de Jesucristo nuestro Salvador, que todos tengamos un cuerpo angelical y todos tengamos un cuerpo físico glorificado, y así todos seamos eternos como Jesucristo nuestro Salvador. Esa es la meta de Dios.
Por lo tanto, todo creyente en Cristo como San Pablo y los demás Apóstoles, en su tiempo, prosiguieron adelante, porque ellos tenían su mirada fija en la meta de Dios para con los creyentes en Cristo.
La meta de Dios para los creyentes en Cristo, es que todos lleguemos a ser iguales a Jesucristo, que todos tengamos Vida eterna. ¿La corona de la Vida saben cuál es? La Vida eterna, porque de toda vida, la que corona toda vida, es la Vida eterna, es lo más grande que un ser humano puede alcanzar, la Vida eterna.
Cuando hemos nacido en esta Tierra a través de nuestros padres terrenales, nacimos a la vida, pero no fue a la Vida eterna, fue a una vida temporal en un cuerpo mortal, corruptible, un cuerpo que se va poniendo viejo y después se muere; por lo tanto, al aparecer en esta Tierra obtuvimos ese cuerpo mortal y obtuvimos un espíritu del mundo.
Por lo tanto, toda persona vive en esta Tierra por un lapso de tiempo y después muere, por eso esta vida que tenemos terrenal, no es la Vida eterna, es la vida temporal, a causa de que Adán y Eva pecaron en el Huerto del Edén. Dios le había dicho a Adán que no comiera del árbol de ciencia del bien y del mal, porque el día que comiera, ese día moriría.
Algunas personas leen en la Biblia que Adán vivió 930 años. ¿Y Dios no había dicho que moriría el día que comiera del árbol de ciencia del bien y del mal? Claro que sí, y el mismo día que Adán y Eva comieron del árbol de ciencia del bien y del mal murieron, murieron a la Vida eterna, pero continuaron viviendo una vida temporal, que a Adán se le acabó a los 930 años y a Eva se le acabó mucho antes. Y por consiguiente todos los descendientes de Adán y Eva vienen a ser mortales, nacen en cuerpos mortales, reciben un espíritu del mundo y viven una temporada en este planeta Tierra.
Por lo tanto, la raza humana murió a la Vida eterna y solamente le ha quedado vida temporal, vida que se le acaba a la mayor parte de las personas; en nuestro tiempo se les acaba antes de los 100 años, son pocos los que llegan a 100 años.
Ahora, podemos ver que al ser humano se le ha estado agotando la vida, la vida terrenal. En el tiempo de Adán, luego de pecar, 930 años vivió Adán. Y encontramos que Matusalén el más que vivió, vivió 969 años, después Noé vivió 950 años; o sea, que vivió 350 años más después del diluvio, pero al final murió también, porque solamente tenía vida temporal. Y cuando lo que se tiene es vida temporal, la persona tiene que morir en algún momento, o sea, su cuerpo físico tiene que morir.
Les dije que 950 años tuvo Noé cuando murió, eso está en el capítulo 9, verso 28 al 29 del Génesis:
“Y vivió Noé después del diluvio trescientos cincuenta años.
Y fueron todos los días de Noé novecientos cincuenta años; y murió.”
Una persona de nuestro tiempo solamente vivir los años que Noé vivió después del diluvio es suficiente, diríamos: sería algo grande; pero vean ustedes, Dios fue acortando los años de la vida del ser humano; a medida que se fueron mezclando los hijos de Dios, la descendencia de Adán con los hijos de los hombres, fue cortándose la vida del ser humano.
Encontramos que Abraham vivió unos 175 años, y encontramos que Jacob no llegó a 175 años, Jacob murió mucho antes, Jacob no pudo llegar a tantos años, solamente llegó a unos 147 años, y luego murió. Y José, el hijo de Jacob, vivió 110 años, pocos comparados con los de Jacob. Pero cualquier persona de este tiempo diría: “Que no me den los años que vivió Noé: 950 años, solamente que me den los años que vivió José: 110 años.” Pero para llegar a 110 años da mucho trabajo en este tiempo.
Ahora, encontramos que los años del ser humano se han estado acortando. Ahora, ¿cuál es el propósito del ser humano vivir en esta Tierra? Es que haga contacto con la Vida eterna, para que quede confirmado en la Vida eterna, para que pueda vivir eternamente en el Reino de Dios.
¿Y cómo puede el ser humano hacer contacto con la Vida eterna? Si el ser humano en el Huerto del Edén, al comer del árbol de ciencia del bien y del mal, murió a la Vida eterna, perdió la Vida eterna, y solamente le quedó vida temporal; por medio de otro árbol: el Árbol de la Vida, el ser humano vive eternamente. En Apocalipsis, capítulo 2, verso 7, dice:
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.”
Y ahora, toda persona desea comer del Árbol de la Vida para vivir eternamente. ¿Y cómo podemos comer del Árbol de la Vida? El Árbol de la Vida tiene un nombre, su Nombre es: SEÑOR JESUCRISTO, Él es el Árbol de la Vida. Cristo dijo: “Yo Soy el pan vivo que descendí del Cielo, y el que come de este pan vivirá eternamente, no verá muerte.” Cristo es el Árbol de la Vida.
En la Biblia encontramos que Dios compara a los seres humanos con árboles, y ahora el Árbol de la Vida es Cristo. Por lo tanto, el que cree en Cristo como su Salvador y le pide perdón a Cristo por sus pecados, Cristo lo perdona, y Cristo con Su Sangre preciosa lo limpia de todo pecado, y es bautizada la persona en agua por un ministro en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y la persona obtiene el nuevo nacimiento, la persona ha nacido de nuevo, ha nacido del Agua y del Espíritu.
Ha nacido del Agua al escuchar la predicación del Evangelio de Cristo y ha creído en Jesucristo como su Salvador; y ha nacido del Espíritu al recibir el Espíritu Santo; ha nacido del Agua y del Espíritu, ¿y dónde ha nacido? Ha nacido en el Reino de Cristo, ha nacido en el Reino de Jesucristo, que está en la esfera espiritual, y por consiguiente ha obtenido un cuerpo angelical, como el cuerpo angelical de Cristo.
El cuerpo angelical de Cristo es llamado en el Antiguo Testamento: el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto; ese Ángel del Pacto es Cristo en Su cuerpo angelical. Por eso fue que Cristo en San Juan, capítulo 8, versos 56 en adelante, dijo de la siguiente manera:
“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.”
Ellos pensaron: “Éste joven está loco.” Pero no estaba loco, vean, tomaron piedras...
“Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue.”
Ellos no podían comprender cómo Jesús era antes que Abraham, cuando Su cuerpo físico había nacido en Belén de Judea. Es que Jesucristo antes de tener Su cuerpo físico tenía Su cuerpo angelical, el cual en el Antiguo Testamento es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová.
Vean ustedes, en Primera de Pedro nos habla Dios por medio de San Pedro de la siguiente manera. Capítulo 1 de Primera de Pedro, verso 10 en adelante:
“Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación,
escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos.”
El Espíritu de Cristo estaba en ellos, en los Profetas del Antiguo Testamento, era el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, en los Profetas del Antiguo Testamento manifestado hablando por medio de ellos, fue el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, Jesucristo, el cual le apareció al Profeta Moisés, y el cual libertó al pueblo hebreo a través del Profeta Moisés.
Vean, también en Zacarías, capítulo 7, versos 11 al 12, donde Dios habla acerca del pueblo hebreo, y dice que el pueblo hebreo no quiso escuchar a Dios. Ahora, vean cómo Dios hablaba:
“Pero no quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír;
y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros; vino, por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los ejércitos.”
Era Dios por medio de Su Espíritu, por medio de Cristo en Su cuerpo angelical, el cual hablada a través de los Profetas, encontramos en el capítulo 23 del Éxodo, verso 20 en adelante, las palabras que Dios habla acerca de Su Ángel.
“He aquí yo envío mi Angel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.
Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.”
¿Dónde está el Nombre de Dios? En Su Ángel, el Ángel de Jehová. Por eso cuando el Ángel de Jehová le apareció al Profeta Moisés en el capítulo 3 del Éxodo, Moisés quiso saber el Nombre de Dios, y le pregunta: “¿Cuál es Tu Nombre? Cuando ellos me pregunten: ¿Cuál es Su Nombre?, ¿qué les voy a contestar?” Y Dios por medio de Su Ángel, por medio del Ángel de Jehová, Dios le habló al Profeta Moisés y le dice: “Yo Soy el que Soy; y dirás al pueblo: Yo Soy me envió a vosotros.”
“Yo Soy.” Eso es en los originales Y H W H. En esas cuatro consonantes está contenido en Nombre eterno de Dios.
Y ahora, cuando Cristo viene en el Nuevo Testamento, dice: “Yo he venido en Nombre de mi Padre.” Ahora, vamos a ver quién es Jesucristo entonces. En Malaquías, capítulo 3, verso 1, dice:
“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí.”
Ese Mensajero, todos sabemos que fue Juan el Bautista, el precursor de la Primera Venida de Cristo, el cual les dijo: “Después de mí viene uno mayor que yo, del cual yo no soy digno de desatar la correa de su calzado. Yo les bautizo en agua, pero él les bautizará en Espíritu Santo y Fuego. Él es mayor que yo, y él es primero que yo.” Y vean, nació después de Juan, pero era primero que Juan, y era primero que Abraham, y aún primero que Adán; porque ese es Cristo en Su cuerpo angelical, el cual vendrá para aquel tiempo de Juan en carne humana como un Profeta.
“ Y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos.”
Y ahora ¿quién vendría?, ¿quién vendría? El Señor, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob vendría a Su templo, a Su templo humano, el velo de carne llamado Jesús. Y cuando Juan bautizó a Jesús, ahí vino el Espíritu Santo, ahí vino Dios y se colocó en Su templo humano.
“...y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros.”
¿Y quién es el Ángel del Pacto? El Ángel de Jehová, del cual Dios dijo que Su Nombre está en Su Ángel. Y ahora, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, que se manifestó a través de los Profetas del Antiguo Testamento, ahora se manifestó en carne humana en el cuerpo de Jesús, y el cuerpo de Jesús, el cual fue creado por el Espíritu Santo, por Dios a través de Su Espíritu Santo, ahora ese es el cuerpo eterno de Dios, el cual ya está glorificado.
Y ahora, podemos ver que el Dios Todopoderoso con Su cuerpo angelical, que es el Ángel del Pacto, el cual se manifestaba a través de los Profetas, ahora tiene un cuerpo propio llamado Jesús, en el cual habitó la plenitud de la divinidad, la plenitud de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Por eso no hay otro nombre en que podamos ser salvos, solamente hay un nombre, y ese Nombre es Señor Jesucristo.
Ahora, encontramos que en San Juan, dice Dios en el capítulo 1:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.”
Todas las cosas Dios las hizo por medio del Verbo. El Verbo es Cristo en Su cuerpo angelical. Todas las cosas Dios las creó a través de Jesucristo en Su cuerpo angelical.
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” ¿Cómo lo hizo? A través de Cristo, Cristo en Su cuerpo angelical. Por eso continuamos leyendo aquí:
“En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.”
La luz de los hombres, la Luz eterna es Cristo. Luego en el verso 9 de ese mismo capítulo de San Juan dice, de ahí en adelante:
“Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.
En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.”
El mundo no lo conoció (a Cristo), el pueblo hebreo no reconoció quién era Jesucristo.
“A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.”
Vino al pueblo hebreo y el pueblo hebreo no lo recibió, lo rechazó.
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.”
Son hechos hijos de Dios aquellos que creen en Jesucristo como su Salvador, porque obtienen el nuevo nacimiento y nacen en el Reino de Cristo, en la Iglesia de Jesucristo como hijos e hijas de Dios, nacen a la Vida eterna; por eso es necesario nacer de nuevo, nacer del Agua y del Espíritu para poder entrar al Reino de Jesucristo con Vida eterna, y así nacer en el Reino de Cristo a la Vida eterna, y venir a ser un descendiente del Segundo Adán, que es Jesucristo nuestro Salvador.
“Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”
El nuevo nacimiento no es por voluntad humana, no es por la unión de un hombre y de una mujer, es por recibir a Cristo como nuestro Salvador, creyendo en nuestra alma de todo corazón y recibiéndolo, y siendo bautizado en agua en Su Nombre y recibiendo Su Espíritu Santo, y así nacemos del Agua y del Espíritu, nacemos a la Vida eterna, nacemos en el Reino de Jesucristo, que es un Reino con Vida eterna; porque es el Reino de Jesucristo, que es la Vida eterna.
Ahora, encontramos que Cristo es el Verbo que era con Dios y era Dios, y es la Vida eterna que alumbra a todo hombre.
Sigo leyendo el verso 14, donde dice:
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”
El Verbo que era con Dios y era Dios, el cual es Cristo, en quien estaba Dios eternamente, ahora se hizo carne, se hizo hombre en medio del pueblo hebreo, y dentro de ese Velo de carne llamado Jesús estaba Dios con Su cuerpo angelical, por eso estaba la plenitud de Dios en Jesús: Padre, Hijo y Espíritu Santo; por eso Jesucristo es el Segundo Adán, con Vida eterna, para impartir Vida eterna al ser humano.
Solamente a través de Cristo es que el ser humano puede nacer a la Vida eterna. Sin Cristo el ser humano está perdido. La Escritura dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Nota: San Juan 3:16).
La raza humana está perdida, la raza humana perdió la Vida eterna, y solamente le quedó vida temporal. Todo descendiente de Adán y Eva está perdido, se perdió de la Vida eterna y solamente tiene vida temporal. Por eso Cristo dijo en San Mateo 16, versos 26 al 28:
“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?
Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.”
También dijo: “¿Qué recompensa dará el hombre por su alma?” No hay recompensa que el ser humano pueda dar para comprar la Vida eterna. La Vida eterna, Cristo la otorga gratuitamente a todos los que lo reciben como su Salvador, Él es el que salva al ser humano de sus pecados y por consiguiente lo salva de la muerte y del infierno, lo salva de la segunda muerte.
Por lo tanto, solamente Jesucristo es el Salvador del ser humano. Y toda persona que quiere ser salvo del infierno y de la muerte segunda, necesita entender que Jesucristo es el único que lo puede salvar y lo puede colocar en la Vida eterna, en Su Reino, el Reino de Jesucristo nuestro Salvador. Por lo tanto, toda persona que desea vivir eternamente, tiene la oportunidad de recibir a Cristo como su Salvador.
En San Juan, capítulo 5, verso 21 en adelante, dice:
“Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida.
Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo.”
Por eso Jesucristo es el Juez de los vivos y de los muertos, porque todo el juicio le ha sido dado a Jesucristo.
“Para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió.
De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.”
La raza humana está muerta desde que el ser humano pecó en el Huerto del Edén, pero las personas dicen: “Estamos vivos.” Vivos a una vida temporal, pero muertos a la Vida eterna; son dos vidas diferentes. Y el ser humano para poder vivir eternamente tiene que nacer a la Vida eterna, y así pasa de muerte a Vida. Por eso dice:
“Despiértate, tú que duermes,
Y levántate de los muertos,
Y te alumbrará Cristo.” (Efesios, capítulo 5, verso 14).
La raza humana está muerta a la Vida eterna, y al llamado de Cristo es que despierta el ser humano y recibe a Cristo como su Salvador. ¿Para qué? Para que Cristo lo alumbre y le dé la Luz de la Vida eterna, porque Él es la Luz que alumbra a todo hombre. Cristo dijo: “Yo Soy la Luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas; mas tendrá la Luz de la Vida, la Luz de la Vida eterna.”
Por lo tanto, la Luz de la Vida eterna solamente se puede obtener a través de Jesucristo nuestro Salvador, para así nacer a la Vida eterna y poder vivir con Cristo en Su Reino eterno, ¿por cuánto tiempo? Por toda la eternidad.
Ahora, nuestro cuerpo físico es mortal, es temporal, pero Cristo ha prometido darnos un cuerpo eterno, un cuerpo glorificado, y esa es la meta: que todos seamos inmortales como Jesucristo nuestro Salvador, esa es la meta de Dios para todos aquellos que reciben a Cristo como su Salvador.
En Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21 dice San Pablo: “Mas nuestra ciudadanía está en los Cielos.” Pero nosotros nacimos aquí en la Tierra, y tenemos una ciudadanía terrenal, la ciudadanía de la nación en la cual hemos nacido; la ciudadanía la hemos obtenido por nacer en esta Tierra en la nación que nos tocó nacer. ¿Y cómo somos ciudadanos celestiales? ¿Cómo somos ciudadanos del Cielo? Por el nuevo nacimiento, porque el nuevo nacimiento es del Cielo, es Celestial, y el que nace del Agua y del Espíritu ha nacido del Cielo, y su nueva ciudadanía, la ciudadanía que Cristo le da es celestial, es la ciudadanía del Reino de Cristo, la ciudadanía de la Nueva Jerusalén.
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra.”
¿Ven que la meta es una transformación física? Nos transformará y entonces tendremos un cuerpo eterno, un cuerpo glorificado como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.
“...el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra , para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya.”
Para que tengamos un cuerpo semejante a Su cuerpo glorificado, para que tengamos un cuerpo glorificado, un cuerpo eterno, un cuerpo con Vida eterna, no con vida temporal, sino con Vida eterna, un cuerpo joven, un cuerpo que nunca se pondrá viejo, un cuerpo que nunca se enfermará, ni una gripe le dará a ese cuerpo nuevo, un cuerpo que nunca morirá; y entonces seremos físicamente inmortales como Jesucristo nuestro Salvador.
Por lo tanto, todos necesitamos a Jesucristo para que nos dé Vida eterna. Él tiene una meta para los que le reciben, la meta es: que todos seamos a Su imagen y a Su semejanza, seamos inmortales, seamos eternos con cuerpos eternos y espíritus angelicales eternos también. Lo primero que recibimos es el espíritu angelical, ese cuerpo angelical de la sexta dimensión, un cuerpo angelical como el cuerpo angelical de Jesucristo, el cual es llamado en el Antiguo Testamento, el Ángel de Jehová o Ángel del Pacto.
Por lo tanto, la persona al recibir a Cristo como su Salvador, y lavar sus pecados en la Sangre de Cristo, y ser bautizado en agua en Su Nombre, recibe luego el Espíritu de Cristo y obtiene el nuevo nacimiento, nace a la Vida eterna, y por consiguiente un cuerpo obtiene; porque la persona cuando nace obtiene un cuerpo, si no, no ha nacido. Obtiene un cuerpo angelical como el cuerpo angelical de Jesucristo, y luego prosigue adelante en el camino de Cristo, sirviendo a Cristo todos los días de su vida con su mirada puesta en la meta, y la meta es: un cuerpo físico también eterno, inmortal, glorificado, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador; por consiguiente la meta es: que seamos a imagen y semejanza de Jesucristo nuestro Salvador. Y Él tiene el poder para darnos el cuerpo físico glorificado, como nos ha dado el cuerpo angelical. Dice:
“Por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”
Con ese mismo poder Él transformará nuestros cuerpos, resucitará los muertos creyentes en Él también en cuerpos eternos, cuerpos glorificados con Vida eterna, y jóvenes para toda la eternidad.
Si una persona creyente en Cristo ha muerto a los 70 ó 90 años, murió anciano u anciana; pero cuando sea resucitado por Cristo, será resucitado en un cuerpo nuevo, un cuerpo eterno, un cuerpo glorificado y joven para toda la eternidad, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.
Por lo tanto, toda persona que puede saber, conocer la meta que Dios tiene a través de Cristo para todos nosotros, la meta, la cual es que seamos a imagen y semejanza de Cristo, eternos con Vida eterna. Toda persona que sabe esto, dice: “Yo quiero Vida eterna, yo quiero vivir eternamente en un cuerpo eterno; porque este cuerpo terrenal se enferma, se pone viejo y en algún momento va a morir y me voy a quedar sin vida terrenal.”
Cristo tiene para nosotros Vida eterna en un cuerpo eterno, glorificado como Su cuerpo glorificado.
¿Qué debo hacer para ser salvo? ¿Qué debo hacer para obtener la salvación y la Vida eterna? En San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16, Cristo dijo luego de resucitado:
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” Tan simple como eso.
Toda persona que quiere ser salva y quiere vivir eternamente con Cristo en Su Reino, escucha la predicación del Evangelio de Cristo y cree, y arrepentido de sus pecados, le pide perdón a Cristo, lo recibe como su Salvador, Cristo lo perdona, Cristo con Su Sangre lo limpia de todo pecado, y la persona es bautizada por un ministro en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y la persona ha obtenido el nuevo nacimiento, ha nacido en el Reino de Cristo, ha nacido a una nueva vida, a la Vida eterna.
Ahora, en el libro de los Hechos, el Apóstol Pedro, nos dice en el capítulo 2, verso 36 en adelante, el Día de Pentecostés en su primer mensaje, dice:
“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.”
Esa es la orden del Espíritu Santo a través de San Pedro.
El ser humano es llamado a arrepentirse de sus pecados, recibiendo a Cristo como su Salvador, y Cristo lo perdona y Cristo con Su Sangre lo limpia de todo pecado, y el ministro bautiza a la persona en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; porque el Nombre del Señor Jesucristo es el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, porque en Jesús moró la plenitud de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo; por eso los Apóstoles bautizaban en el Nombre del Señor Jesucristo: porque el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es Señor Jesucristo.
Porque Dios ha hecho a Jesús: Señor y Cristo; por eso lo llamamos SEÑOR JESUCRISTO.
Y ahora, los que escucharon la predicación de San Pedro y escucharon el llamamiento que hizo, creyeron y recibieron a Cristo como su Salvador y fueron bautizados en agua como tres mil personas, y fueron añadidas a la Iglesia de Jesucristo como tres mil personas.
Ahora, podemos ver lo que hay que hacer. Toda persona que escucha la predicación del Evangelio de Cristo, necesita saber que hay una meta, la meta es que recibamos salvación y Vida eterna, y podamos ser a imagen y semejanza de Jesucristo, para vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino.
Hay una meta; no es asunto de uno ser una persona de algún grupo religioso, la meta es que vivamos eternamente con Cristo en Su Reino en cuerpos eternos y glorificados.
Por lo tanto, toda persona que recibe a Cristo, luego continua, prosigue a la meta, prosigue hasta que lleguemos a ser a Su imagen y semejanza; la imagen es el cuerpo angelical, que es lo primero que recibimos al recibir el Espíritu Santo, y luego recibiremos la semejanza física, que será el cuerpo físico glorificado y joven, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.
Y ahora, ¿cuántos ya han recibido a Cristo como su Salvador? Ustedes tienen Vida eterna y yo también, y estamos en la fase espiritual, porque el Reino de Cristo está en la fase espiritual en medio de los creyentes en Cristo; pero luego vendrá la fase física, que será la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos.
Y cuando resuciten los muertos creyentes en Él, luego nosotros seremos transformados, y entonces habremos llegado a la meta física, a la meta de un cuerpo glorificado eterno, inmortal e incorruptible, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo, y entonces seremos inmortales físicamente, entonces estaremos restaurados a la Vida eterna físicamente. Eso es la Adopción, la Adopción del cuerpo, eso es Redención del cuerpo.
Ahora, la espiritual, es cuando recibimos el Espíritu Santo, y obtenemos una transformación interior y obtenemos el cuerpo angelical; esa es la Redención o Adopción espiritual; pero luego viene la Adopción física, que será nuestra transformación, para ser iguales físicamente a nuestro amado Señor Jesucristo; ser inmortales y jóvenes para toda la eternidad en un cuerpo perfecto, en el cual cuando nos miremos en el espejo, diremos: “No le encuentro ni una falta, no le encuentro ni una falla.” Y cuando nos miremos mil años después, diremos: “Está tan joven como cuando lo recibí.” Y cuando nos miremos un millón de años después en el espejo, diremos: “Todavía está tan joven como cuando lo recibí.” ¿Por qué? Porque es un cuerpo inmortal, un cuerpo glorificado.
Jesucristo está tan joven como cuando ascendió al Cielo dos mil años atrás aproximadamente ¿por qué? Porque Su cuerpo está glorificado; así será para mí ¿y para quién más? Para cada uno de ustedes también.
Y para los que no han recibido a Cristo como su Salvador, no será así; serán juzgados y condenados y echados en el lago de fuego y dejarán de existir. Pero nadie quiere ser echado en el lago de fuego, nadie quiere dejar de existir. ¿Qué pueden hacer ustedes que todavía no han recibido a Cristo como su Salvador? ¿Qué pueden hacer para no ser echados en el lago de fuego, sino vivir eternamente con Cristo en Su Reino? Lo mismo que nosotros hemos hecho: recibir a Cristo como nuestro Salvador.
Por lo tanto, en esta ocasión tienen la oportunidad de levantar sus manos para recibir a Cristo como su Salvador, y estaré orando por ustedes, para que Cristo perdone vuestros pecados y con Su Sangre les limpie de todo pecado y puedan ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y obtengan el nuevo nacimiento, y entonces tengan su vista puesta en la meta de Dios, tengan su vista puesta en un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, tengan su vista puesta en la meta de Dios, que es que seamos a imagen y semejanza de Jesucristo nuestro Salvador, y luego proseguirán, caminarán con la vista puesta en la meta de Dios.
“PROSIGUIENDO LA META DE DIOS.”
No hay otra meta más importante. ¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y pierde su alma? De nada le ha servido vivir en este planeta Tierra, estamos aquí para que confirmemos nuestro lugar en la Vida eterna con Cristo en Su Reino, recibiéndolo como nuestro Salvador.
Por lo tanto, pueden levantar sus manos los que en esta noche quieren recibir a Cristo como su Salvador y confirmar así su lugar en la Vida eterna con Cristo en Su Reino, y yo estaré orando por ustedes.
Vamos a esperar unos minutos en lo que levantan sus manos para orar por ustedes en esta noche. Esta noche es la gran decisión de la vida de ustedes, es la noche más importante para cada persona que recibirá a Cristo como su Salvador, porque estará marcando el momento en que usted aseguró su vida con Cristo, la aseguró para vivir eternamente con Cristo en Su Reino.
Ninguna otra persona le puede asegurar su futuro eterno, solamente Jesucristo nuestro Salvador.
Ya veo manos levantadas acá, pueden levantar también en esta sección las manos, los que desean vivir con Cristo eternamente en Su Reino. Pueden pasar al frente y estaré orando por ustedes en esta noche.
Lo más importante es el Reino de Dios, el Reino de Cristo, es ahí donde aseguramos nuestro futuro eterno. Ninguna otra persona le puede asegurar su futuro eterno, solamente Jesucristo, porque Él es la Vida eterna para todo ser humano, Él es el Segundo Adán; por lo tanto, todos los creyentes en Él obtienen la Vida eterna de Cristo, el Segundo Adán. Él vino para buscar y salvar lo que se había perdido y restaurarlos a la Vida eterna. Por eso Él es nuestro Redentor. Redimir es, volver al lugar original, volver a la Vida eterna con Cristo, siendo redimidos de lo mortal a lo inmortal. Todos queremos vivir con Cristo eternamente en Su Reino.
Por lo tanto, en esta noche los que todavía no habían recibido a Cristo como su Salvador, tienen la oportunidad de hacerlo de todo corazón, Cristo les recibirá, Cristo les perdonará y con Su Sangre les limpiará de todo pecado, y serán bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, pues Él dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” Y nosotros queremos ser salvos y vivir eternamente con Cristo en Su Reino.
Estamos esperando todavía unos minutos en los que pasan las demás personas para orar por todos en esta noche.
Lo más importante para toda persona es la vida; pero si esta vida es importante, cuánto más la Vida eterna. Por lo tanto, la corona de la vida del ser humano es la Vida eterna; la Vida eterna es lo que corona la vida del ser humano. La corona de la vida es la Vida eterna, y esa es la Vida que Cristo da a todos los que lo reciben como su Salvador personal, para que luego en el Reino Milenial de Cristo y en toda la eternidad podamos vivir con Cristo en cuerpos eternos, cuerpos inmortales y glorificados, y podamos estar allí con Él disfrutando la eternidad, y ocupando posiciones importantes en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador.
La Escritura dice que Jesucristo con Su Sangre nos ha redimido, nos ha limpiado de todo pecado y nos ha hecho para nuestro Dios Reyes y Sacerdotes. Por lo tanto, Jesucristo es la solución para todo ser humano, Jesucristo es la solución para que podamos vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino eterno.
Esta vida en estos cuerpos mortales es temporal, pero tiene un propósito: que nosotros recibamos a Cristo como nuestro Salvador y así confirmemos nuestro lugar en la Vida eterna; toda persona tiene que confirmar su lugar en la Vida eterna.
Es como cuando vamos a viajar en un avión; no podemos llegar al aeropuerto sin dinero y sin un boleto, y decir:
—“Yo voy para tal ciudad, y quiero volar en un avión.”
— Le dicen: “Tienes que tener un boleto.”
— Y usted dice: “No tengo ningún boleto.”
—“Pues tienes que comprar un boleto.”
—“No tengo dinero.”
—“Pues no tienes viaje tampoco.”
Y toda persona que quiera vivir eternamente con Cristo, necesita tener su boleto y tener confirmado su boleto. Y nuestro boleto a la Vida eterna tiene un nombre: Señor Jesucristo, ese es nuestro boleto a la Vida eterna; Él pagó el precio de nuestra salvación, para llevarnos a la Vida eterna.
Por lo tanto, toda persona necesita a Jesucristo para poder vivir eternamente con Cristo en Su Reino. Sin Cristo ninguna persona podrá vivir eternamente. Por lo tanto, el que en Él cree no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado. Porque la raza humana está condenada desde que pecó; pero el que cree en Cristo es libre de la condenación, y es colocado en el Reino de Cristo con Vida eterna, y así ha asegurado su futuro eterno para vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino eterno.
Toda persona necesita conocer el sentido de esta vida terrenal, para que pueda tener sentido su vida terrenal. Porque, ¿qué sentido tiene para una persona el nacer, crecer, comer, dormir, estudiar y después trabajar, y después seguir trabajando y ponerse viejo y después morir? Eso no tiene sentido. La vida no es nada mas que la comida, la vida tiene un sentido mayor; la vida que tenemos aquí en la Tierra es con un propósito: para que hagamos contacto con Cristo y confirmemos nuestro lugar en la Vida eterna, recibiendo a Cristo como nuestro Salvador.
El que tiene a Jesucristo, el Hijo de Dios, acá en su alma, porque lo ha recibido como su Salvador, tiene la Vida eterna. El que no tiene a Cristo, el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la Vida eterna, lo que tiene es vida temporal que en algún momento se le va a acabar, y después ya no tiene oportunidad de decir: “Ahora yo quiero recibir a Cristo como mi Salvador.” No habrá oportunidad ya, tiene que ser mientras esté en el cuerpo físico.
Por lo tanto, la oportunidad de salvación y Vida eterna, es mientras estamos en este planeta Tierra en estos cuerpos mortales. Ese es el propósito de estar en estos cuerpos mortales.
Por lo tanto, si somos fieles y recibimos a Cristo, en lo poco somos fieles, en lo mucho Cristo nos pondrá: nos pondrá en un cuerpo eterno para vivir eternamente con Cristo en Su Reino.
Pero una persona que estando en un cuerpo mortal, terrenal, un cuerpo temporal, no recibe a Cristo, si viviera eternamente, tampoco recibirá a Cristo, y tampoco serviría a Cristo; por lo tanto, no tiene derecho a vivir eternamente una persona que no recibe a Cristo como su Salvador. El que no cree, ya ha sido condenado; pero el que cree, no es condenado, el que cree, ha pasado de muerte a vida, ha entrado al Reino de Cristo, que es un Reino eterno con Vida eterna para todos los que lo reciben como su Salvador.
Ya estaremos orando por las personas que están aquí, por lo tanto, unos segundos más para que pasen las últimas personas que han de pasar y oraré por todos ustedes.
La decisión más grande que un ser humano hace en su vida, es recibir a Cristo como su Salvador, es una decisión que tiene que ver con su futuro eterno, y ese es el futuro que realmente hay que asegurar, y el único que se lo puede asegurar a usted es Jesucristo en Su Reino.
Estamos esperando que pasen las últimas personas para orar por todos en esta noche.
Nuestro futuro eterno está en las manos de Cristo, Él es el que nos colocará en Su Reino eterno físico para vivir con Él por toda la eternidad. Pero también Él colocará en el lago de fuego a los que no lo recibieron como su Salvador, porque Él es el Juez de los vivos y de los muertos.
Vamos ya a orar por las personas que han pasado. Inclinemos nuestros rostros... pueden estar en pie todos, inclinemos nuestros rostros, y los que han pasado al frente repitan conmigo esta oración:
Señor Jesucristo, yo reconozco que soy pecador. Señor Jesucristo, también reconozco que Tú has muerto en la Cruz del Calvario, llevando mis pecados y los de toda la raza humana, y reconozco que Tu Sangre derramada en la Cruz del Calvario me limpia de todo pecado.
Señor Jesucristo, yo Te recibo como mi Salvador. Señor Jesucristo, salva mi alma, perdona mis pecados y con Tu Sangre límpiame de todo pecado.
Y Señor Jesucristo, yo seré bautizado en agua en Tu Nombre, y Te ruego me bautices con Espíritu Santo y Fuego, y produzcas en mí el nuevo nacimiento.
Señor Jesucristo, reconozco que Tu Sangre me limpia de todo pecado. Y he confesado públicamente delante de todos estos testigos que Te he recibido, que Te recibo como mi Salvador. Tú has dicho: ‘El que me confesare delante de los hombres, Yo también le confesaré delante de mi Padre Celestial.’ Te he confesado públicamente delante de todos los aquí presentes, Te ruego me confieses delante de Tu Padre Celestial como uno que ha creído en Ti, que Te ha recibido como Salvador.
Señor Jesucristo, Te ruego todas estas cosas en Tu Nombre, Señor Jesucristo.”
Y ahora, oraré por ustedes en esta ocasión.
Dios Eterno, ante Tu presencia vengo en el Nombre del Señor Jesucristo, y traigo a Ti todas estas personas que han recibido a Jesucristo como su Salvador; recíbeles en Tu Reino. Y Señor Jesucristo, cuando sean bautizadas en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, baútizales con Espíritu Santo y Fuego, y Señor, produce en ellos el nuevo nacimiento.
Señor, Dios Eterno, en Tus manos los encomiendo en el Nombre del Señor Jesucristo para Su gloria y Su honra. Amén y amén.
Y ahora, repitan conmigo:
La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado.
Cristo les ha perdonado y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado.
Y ahora, se preguntarán: “¿Cuándo me pueden bautizar? Porque Cristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” Yo quiero cumplir la orden de Cristo completa.”
El etiope eunuco, dijo a Felipe en una ocasión, luego de escuchar la predicación del Evangelio por Felipe, al ver un lugar con agua dijo a Felipe: “¿Qué impide que yo sea bautizado?” Felipe le dijo: “Si crees de todo corazón, bien puedes.” Y el eunuco dijo: “Yo creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.” Y bajaron del carro en el cual iban y Felipe lo bautizó en agua en el Nombre del Señor, y se fue feliz a su tierra, habiendo sido bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Y ahora, “¿qué impide que yo sea bautizado?” Me preguntarán ustedes. Nada impide, porque ustedes han creído de todo corazón en nuestro amado Señor Jesucristo y lo han recibido como su Salvador, han hecho una confesión pública de su fe en Jesucristo.
Y ahora, le pregunto al ministro: ¿Hay agua en que puedan ser bautizados, y hay ropas bautismales? Hay todo lo que se necesita para cumplir el deseo del alma de ustedes. Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua esta misma noche en el Nombre del Señor Jesucristo, y cumplir así el mandato de Cristo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.”
Dejo al Rvdo. para que aquí les indique dónde están las vestiduras bautismales y el bautisterio para que puedan ser bautizados en esta noche. Con nosotros el Rvdo. Alexandre José de Souza con nosotros.
Que Dios les bendiga y les guarde.
Y recuerden: prosigan a la meta de Dios: a ser iguales a Jesucristo, a ser a la imagen y semejanza de Jesucristo nuestro Salvador.
Muchas gracias por vuestra amable atención, y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador. Con nosotros el Rvdo. Alexandre de Souza.
“PROSIGUIENDO LA META DIVINA.”