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|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
| Luchad por la bendición | 2003-10-07 | 1 | Barranquilla | Atlántico | CO | 00:00:00 | false |
Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.
Me acompaña también mi esposa Erica, quien está aquí en este lado y quien ya ustedes vieron; pero para los que no la vieron puede levantar su mano y saludar a todos. Los niños también reciban saludos de mis niñas América y Yahannah Gabriela. Y todos los hermanos reciban saludos de los hermanos de Puerto Rico.
Para esta ocasión leemos el pasaje de Génesis, capítulo 32, verso 24 en adelante, donde Jacob se encontró con Ángel de Jehová, y no soltó al Ángel de Jehová hasta que recibió de Él la bendición de Dios. Dice así:
“Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba.
Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba.
Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices.
Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob.
Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.
Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y el varón respondió: ¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí.
Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma.
Y cuando había pasado Peniel, le salió el sol; y cojeaba de su cadera.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema es: “LUCHAD POR LA BENDICIÓN.”
Las bendiciones de Dios son gratuitas para todas las personas, pero toda persona tiene que luchar para recibir esa bendición de Dios; porque el enemigo de Dios, el diablo, se opone a que toda persona reciba las bendiciones de Dios. Por lo tanto, hay que luchar para recibir la bendición de Dios.
Ahora, en este caso de Jacob, tenemos un ejemplo muy hermoso de toda persona que lucha por la bendición de Dios. Vean, Jacob regresaba de Padan-aram a la tierra prometida, venía con toda su familia, y con ovejas, y con diferentes animales, o sea, venía rico; pero le faltaba esa bendición.
Y todo ser humano que vive en la Tierra puede ser rico. ¿Pero, de qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y pierde su alma? Sin la bendición de Dios el hombre, el ser humano, es nada. Por lo tanto, toda persona tiene que luchar por la bendición de Dios.
Y ahora, Jacob se encontró con el Ángel de Jehová, se agarró de él, y hasta que el Ángel lo bendijo, lo soltó; por lo tanto, Jacob muestra lo que es una persona que lucha y ama la bendición de Dios, y lucha para recibir esa bendición de Dios.
Ahora, encontramos que en el Antiguo Testamento Dios estableció para el pueblo que ama la bendición de Dios, para toda persona que ama la bendición de Dios, Dios estableció desde el Génesis un sacrificio por el pecado del ser humano.
Cuando Dios le dio a Adán y a Eva vestiduras de pieles, un animalito fue sacrificado, murió un animalito, para así ser cubierta la desnudez de Adán y Eva; y allí fue tipificado Cristo muriendo en la Cruz del Calvario, para que nuestros pecados fueran quitados y ser cubierta nuestra desnudez delante de Dios.
Ahora, encontramos que desde Adán en adelante los descendientes de Adán han sacrificado animalitos por el pecado; y así también fue Abraham, lo fue Isaac, así hicieron ellos, y así hacía también Jacob, y los hijos de Jacob también.
Luego encontramos en el libro del Éxodo, en el capítulo 12, que en la víspera de la pascua, antes del pueblo hebreo salir de Egipto, todos tenían la orden divina de sacrificar un cordero pascual, un cordero de un año sin defecto, y la sangre de ese corderito pascual ser tomada en una vasija, y de ahí colocar con un hisopo sobre los postes y el dintel de las puertas de los hogares hebreos, y luego el corderito asarlo y colocarlo dentro de la casa y durante la noche comer ese cordero pascual.
Y a la medianoche Dios pasaría hiriendo a todos los primogénitos que estaban en Egipto. Pero los primogénitos del pueblo hebreo, que estaban dentro de esos hogares creyentes en Dios, que tenían la sangre aplicada del cordero pascual en sus puertas, no morirían. Dios no dejaría entrar a la muerte a esos hogares, y por consiguiente esos primogénitos de esas familias estarían a salvo. Ese sacrificio por los primogénitos fue para la preservación de la vida de los primogénitos.
Y encontramos que todos los primogénitos en esos hogares, podían estar felices comiendo el cordero pascual, sabiendo que la muerte no entraría a esos hogares.
Pero los egipcios no tenían esa revelación divina, y no tenían un cordero pascual sacrificado ni su sangre aplicada en los postes y el dintel de las puertas de sus hogares, y por consiguiente a medianoche entró la muerte, entró en todos los hogares de los egipcios, y murió el primogénito de la familia.
Por ejemplo, si el padre de familia tenía muchos hijos, el primogénito moría, y si ese padre de familia también era un primogénito, vean ustedes, moría también. Todos los primogénitos en Egipto murieron esa noche, y aun el primogénito del faraón (el hijo del faraón), y también los primogénitos de los animales. Por lo tanto, la muerte llegó a Egipto; y Egipto representa el reino del maligno.
Ahora, encontramos que la muerte estaba suelta en Egipto, pero en los hogares hebreos la muerte no llegó, Dios no permitió la muerte en esos hogares.
Encontramos que luego Dios le estableció al pueblo hebreo que esa Fiesta de la Pascua la mantuvieran efectuándola todos los años en esa misma fecha en memoria de lo que sucedió allá en Egipto, era un memorial luego en medio del pueblo hebreo, un recordatorio de lo que había sucedido y de cómo Dios libró a los primogénitos hebreos. Luego también encontramos que Dios estableció el sacrificio de la expiación.
Ahora, recuerden, la pascua representa a Cristo. Cristo es nuestra pascua, el cual fue sacrificado por todos los primogénitos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, para la preservación de la vida eterna de esos Primogénitos, que son los hijos e hijas de Dios.
Sin Cristo ningún primogénito puede vivir eternamente, la preservación de la Vida eterna es por medio de Cristo, el Cordero pascual, para la preservación de la Vida eterna de cada Primogénito de Dios.
Y ahora, en Levítico, capítulo 23, verso 26 en adelante, dice:
“También habló Jehová a Moisés, diciendo:
A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.
Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.
Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.”
Esta fiesta de la expiación, donde el macho cabrío de la expiación es sacrificado, y la sangre del macho cabrío de la expiación es llevada al lugar santísimo y el sumo sacerdote esparce con su dedo siete veces sobre el propiciatorio, es el sacrificio para la reconciliación de cada hebreo con Dios, lo cual se realizaba cada año.
El pueblo hebreo, cada hebreo, tenia que afligirse por haber pecado contra Dios (o sea, arrepentirse), y dolido en su alma por haber pecado contra Dios pedir perdón a Dios, y Dios entonces lo perdonaba y quedaba cubierto con la sangre de la expiación, y quedaba reconciliado con Dios por un año más.
¿Por qué no podía ser por más de un año? Porque los animales no tienen alma y por consiguiente no son perfectos, y por consiguiente el espíritu del animal no puede venir al individuo.
Ahora, este sacrificio de la expiación es tipo y figura del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, por eso tenía un valor muy grande en medio del pueblo hebreo; y ninguna persona podía ser reconciliada con Dios en medio del pueblo hebreo, a menos que se arrepintiera ese día por sus pecados y pidiera perdón a Dios, y entonces era perdonado, era cubierto con la sangre de la expiación y ya Dios no veía los pecados de esa persona, ya estaban perdonados y cubiertos; no quitados porque la sangre de los animalitos no quita el pecado, la única cosa que quita el pecado es la Sangre del Señor Jesucristo. “La Sangre Jesucristo nos limpia de todo pecado.” Dice Primera de Juan, capítulo 1, verso 7.
Ahora, encontramos que si en el Antiguo Testamento bajo el sacrificio del macho cabrío de la expiación era así: que toda persona que no se arrepentía de sus pecados no quedaba perdonado y no quedaba reconciliado con Dios, y por consiguiente Dios lo cortaba del pueblo, sería cortado del pueblo, o sea, perdía la oportunidad y el privilegio y derecho de vivir un año más en medio del pueblo hebreo, Dios lo quitaba del pueblo, moría esa persona.
Ahora, los que sí se arrepentían de sus pecados y pedían perdón a Dios, quedaban perdonados, quedaban cubiertos con la Sangre de la expiación y quedaban reconciliados con Dios, y tenían derecho a vivir un año más. Todo eso es tipo y figura del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, Sacrificio realizado dos mil años atrás aproximadamente, conforme al calendario gregoriano.
Y ahora, vean ustedes, en Romanos, capítulo 5, versos 8 en adelante dice San Pablo:
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.”
Lo único que puede salvar al ser humano de la ira de Dios es Cristo, Su Sangre nos limpia de todo pecado. Ya Dios no acepta sacrificios de animalitos por el pecado para las personas ser reconciliadas con Dios y obtener el privilegio y derecho a vivir, no un año más sino eternamente.
Ahora, por cuanto el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario es un Sacrificio perfecto. Y Cristo es el Cordero y el macho cabrío de la expiación perfecto, ahora, la reconciliación no es por un año, sino es eternamente, es la persona reconciliada para vivir eternamente con Cristo en Su Reino.
Si una persona no recibe a Cristo como su Salvador, entonces no queda perdonada delante de Dios, sus pecados no son perdonados y no es limpio de todo pecado con la Sangre de Cristo, y por consiguiente esa persona ha perdido el derecho a vivir eternamente con Cristo en Su Reino, ha perdido el derecho a ser reconciliado con Dios.
Pero ahora, toda persona que recibe a Cristo como su Salvador, obtiene la bendición de la reconciliación con Dios y queda restaurado a la Vida eterna, es reconciliado con Dios y obtiene el derecho a vivir eternamente con Dios en Su Reino.
¿De qué le vale al hombre si gana todo el mundo y pierde su alma? De nada le sirve. ¿Qué recompensa dará el hombre por su alma? No hay ninguna que pueda dar; hubo solamente un precio que tenía que pagarse, y lo pagó Cristo por la salvación de nuestras almas, para que nosotros podamos ser reconciliados con Dios y vivir eternamente en el Reino de Dios.
Ahora, sigue diciendo San Pablo:
“Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.
Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.”
Y ahora, hemos recibido por medio de Cristo la reconciliación de nosotros con Dios, y hemos sido restaurados al Reino de Dios y a la Vida eterna, porque el Reino de Dios es eterno y hay Vida eterna en el Reino de Dios, el único Reino que tiene Vida eterna. Los reinos terrenales no tienen Vida eterna. Cada reino de cada nación tiene una vida temporal, cada ciudadano que vive en ese reino. Pero el Reino de Cristo, el cual se encuentra en la fase espiritual, es un Reino con Vida eterna, y los que están dentro de ese Reino tienen Vida eterna.
Por eso la persona cuando recibe a Cristo como su Salvador, sus pecados son perdonados porque le pide perdón a Cristo por sus pecados, Cristo lo perdona y la persona es limpia con la Sangre de Jesucristo, Cristo la limpia de todo pecado con Su Sangre, y el ministro bautiza a la persona en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo bautiza luego la persona en Espíritu Santo y Fuego, y la persona ha obtenido el nuevo nacimiento, ha nacido de nuevo, ha nacido del Agua y del Espíritu.
La fe viene por el oír la Palabra, el Evangelio de Cristo, eso es el Agua, el Agua de la Palabra, del Evangelio de Cristo, y luego cuando recibe el Espíritu Santo eso es la parte espiritual. Nace del Agua, de la predicación del Evangelio, el cual cree al recibir a Cristo como su Salvador; y nace del Espíritu al recibir el Espíritu Santo, y ha obtenido el nuevo nacimiento, ha nacido en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador. Y a la vida que ha nacido es a una nueva vida: a la Vida eterna, ya tiene la persona Vida eterna aunque su cuerpo físico todavía es mortal, corruptible y temporal.
Pero si muere físicamente no tiene ningún problema porque sigue viviendo en su cuerpo espiritual, su cuerpo angelical, porque nació del Cielo, nació en el Reino de Cristo, que es eterno y la persona va al Paraíso.
Toda persona se pregunta: “Bueno, yo sé que soy un ser humano, estoy vivo, razono, puedo ver, puedo hablar, puedo pensar, puedo trabajar, puedo comer; pero después que muera este cuerpo físico. ¿Qué será de mí?” ¿Qué será de usted? Esa es una buena pregunta. Cristo dijo en San Lucas, capítulo 16... vamos a ver el capítulo 16, verso 19 en adelante (una de estas dos cosas será para todo ser humano):
“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez.
Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas,
y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.
Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham.”
Toda persona quisiera ser llevada por los Ángeles de Dios al Paraíso, eso fue lo que sucedió con este mendigo, el cual era un creyente en Dios, aunque era pobre.
Ser pobre no es un impedimento para que la persona diga: “Soy pobre y no puedo servir a Dios.” Puede agarrarse bien de Cristo que es el Ángel de Jehová, como se agarró Jacob para recibir la bendición de Jesucristo que es la Vida eterna.
Ahora vamos a ver, siempre que muere un creyente en Cristo Dios envía Ángeles para que lo lleven al Paraíso, porque esa persona ha sido limpiada con la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador y no tiene pecados, sus pecados fueron quitados por Cristo con Su Sangre.
Y ahora, veamos lo que sucedió con el hombre rico:
“y murió también el rico, y fue sepultado.”
O sea, que los Ángeles de Dios no vinieron a buscarlo para llevarlo al Paraíso:
“Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.”
Encontramos que el hombre rico por cuanto descuidó lo más importante que es la salvación y Vida eterna, no fue llevado al Seno de Abraham que era el Paraíso en aquel tiempo, sino que fue llevado al infierno por los ángeles caídos del maligno.
Cuando una persona muere, vienen ángeles malos que le llaman demonios, o vienen Ángeles buenos de parte de Dios.
Las personas que no sirven a Cristo no pueden esperar que Dios les envíe Ángeles para llevarlos al Cielo, porque es como cuando la persona está en un aeropuerto y dice: “Yo deseo ir para tal nación.” Pero si no compró su boleto, no ha pagado un boleto para ir, pues no puede esperar que le digan: “Venga por aquí señor o señora, móntese en este avión que va hacia ese lugar.” No. “¿Tiene su boleto?” Si no tiene boleto no puede volar hacia ese lugar.
Y el boleto nuestro es Cristo. Toda persona que ha recibido a Cristo como su Salvador tiene el boleto al Cielo; y Dios envía Sus Ángeles cuando esa persona va a morir, y lo llevan en alma y espíritu al Paraíso.
Pero cuando una persona no es creyente en Cristo no puede esperar que lo lleven al Cielo, lo llevan a donde llevaron al hombre rico: al infierno, que es la quinta dimensión; y ahí permanece hasta después del Reino Milenial de Cristo, en donde será sacado de esa quinta dimensión, que es al infierno, para ir al juicio final.
Vean, aquí en Apocalipsis, capítulo 20, verso 11 en adelante, dice:
“Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.
Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.
Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras.
Y la muerte y el Hades (o sea: y la muerte y el infierno). Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda.
Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.”
La muerte segunda es la muerte de la cual nadie puede salir. Toda persona que sea echado al lago de fuego ha sido echado en la muerte segunda.
Las personas aquí en la Tierra mueren, esa es la muerte primera, una muerte que solamente mata el cuerpo físico pero no el alma, la persona sigue viviendo, si no es un creyente en Cristo pues sigue viviendo allá en el infierno, que es la quinta dimensión, sigue viviendo en un cuerpo espiritual, que se llama el espíritu de la persona.
Pero si es un creyente en Cristo sigue viviendo en otra dimensión que es la sexta dimensión: el Paraíso, ahí sigue viviendo en su cuerpo espiritual, que es un cuerpo parecido a nuestro cuerpo pero de esa sexta dimensión, un cuerpo como el cuerpo de los Ángeles de Dios.
Y para los creyentes en Cristo está la promesa de una resurrección, también habrá una resurrección para los que están en el infierno pero para ir ante el juicio final, ante el Trono Blanco en donde Cristo los juzgará.
Pero para los creyentes en Cristo hay una resurrección antes del milenio, esa es la primera resurrección en donde los muertos en Cristo serán resucitados en cuerpos glorificados, como nos dice San Pablo en Primera de Corintios, capítulo 15, verso 49 en adelante, cuando dice:
“Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.”
O sea, que seremos a imagen y semejanza de Jesucristo nuestro Salvador que es el Segundo Adán:
“Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.”
O sea, que con estos cuerpos físicos mortales no podemos continuar viviendo por toda la eternidad, en estos cuerpos vivimos una cantidad de tiempo para que nosotros hagamos contacto con Cristo la Vida eterna, para confirmar nuestro lugar en la Vida eterna.
Y el que no confirme su lugar en la Vida eterna no podrá vivir eternamente con Cristo en Su Reino, o sea, que el que no recibe a Cristo como su Salvador, el cual dijo: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida; y nadie viene al Padre, sino por mí.” Y también Él dijo: “Yo Soy la Luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, mas tendrá la Luz de la Vida.” San Juan, capítulo 8, verso 12, y el anterior que les cité es el capítulo 14, verso 6 de San Juan.
Ahora, sin Cristo el ser humano no tiene Vida eterna:
“He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos.”
O sea, no todos vamos a morir, habrá un grupo que estará viviendo en el tiempo final, que no morirá sino que continuará viviendo, verá a los muertos en Cristo que resucitarán en cuerpos glorificados y jóvenes, y entonces esas personas creyentes en Cristo de este tiempo final serán transformados sin ver muerte.
“He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados.”
¿Ven? Habrá una transformación:
“en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta.”
¿La Final Trompeta qué es? Es el Mensaje final de Dios, el Evangelio del Reino que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.
En palabras más claras, cuando se esté predicando, proclamando el Evangelio del Reino, y se esté hablando, revelando, el misterio de la Segunda Venida de Cristo, ese es el tiempo en que los muertos en Cristo van a resucitar, o sea, bajo el tiempo de la predicación del Evangelio del Reino es que vendrá la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos.
Bajo la predicación del Evangelio de la Gracia es que ha estado viniendo la transformación espiritual, interior de cada persona que recibe a Cristo como su Salvador, pues escucha la predicación del Evangelio de la Gracia, Evangelio que gira alrededor ¿de qué? De la Primera Venida de Cristo como Cordero de Dios en Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario.
Y la persona escucha esa predicación y Cristo le habla directamente a su alma, lo llama y la persona recibe a Cristo como su Salvador personal, y la persona pide perdón a Cristo por haber pecado contra Dios, Cristo lo perdona, Cristo con Su Sangre lo limpia de todo pecado, y la persona es bautizada por un ministro en el Nombre del Señor Jesucristo en agua, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y la persona ha obtenido una transformación interior y ha obtenido el nuevo nacimiento, y ha obtenido un cuerpo angelical de la sexta dimensión.
Y ahora, para la transformación física es la Segunda Venida de Cristo, la fe en el Hijo del Hombre, en Su Segunda Venida: “Cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la Tierra?” pregunta Cristo en San Lucas, capítulo 18, verso 8. ¿Hallará fe en la Tierra cuando el Hijo del Hombre venga?
Ahora, la revelación de la Segunda Venida de Cristo es esencial, sin ella ninguna persona podrá ser transformada en este tiempo final.
Por lo tanto, Cristo nos da esa fe, la fe en el Hijo del Hombre, en Su Segunda Venida en este tiempo final, bajo la predicación del Evangelio del Reino, que estará para este tiempo final siendo dada esa fe juntamente con la fe en la Primera Venida de Cristo.
La fe en la Primera Venida del Hijo del Hombre como Cordero de Dios en Su Obra de Redención, y eso es bajo el Evangelio de la Gracia, y bajo la predicación del Evangelio de la Gracia se habla acerca de la Primera Venida de Cristo. Luego bajo la predicación del Evangelio del Reino se habla, se revela todo lo relacionado a la Segunda Venida de Cristo.
Y así como hemos recibido la fe en la Primera Venida de Cristo, en la Venida del Hijo del Hombre como Cordero de Dios en Su Obra de Redención, y hemos obtenido el perdón de nuestros pecados, y hemos obtenido el perdón de nuestros pecados y hemos obtenido la limpieza de nuestros pecados por la Sangre de Cristo, y hemos sido bautizados en agua en Su Nombre, y Él nos ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, y ha producido en nosotros el nuevo nacimiento, y ha producido esa transformación espiritual interior, y hemos nacido en el Reino de Cristo. Así también para la parte física será; todo está, para la parte física, en la Segunda Venida de Cristo.
Ahora, así como hemos recibido de parte de Dios la fe en la Primera Venida de Cristo, recibimos de parte de Dios la fe en la Segunda Venida de Cristo. Sigo, continúo leyendo aquí, en el mismo capítulo 15, verso 52 estoy leyendo:
“...en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.”
Hay una transformación prometida aquí, eso será para todos aquellos que estarán agarrados como Jacob se agarró del Ángel de Jehová, estarán agarrados del Ángel de Jehová que es Jesucristo.
Y Jesucristo en Su Primera Venida estuvo en carne humana en medio del pueblo hebreo, y todos los que creyeron, vean ustedes, fueron el Día de Pentecostés al Aposento Alto y recibieron la transformación interior, recibieron el bautismo del Espíritu Santo.
Y luego todos los que bajo la predicación de los Apóstoles creyeron, luego siguieron predicando el Evangelio y las personas continuaron viniendo a los pies de Cristo, y continuaron siendo bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo miles de personas, y continuaron recibiendo el Espíritu Santo hasta este tiempo final, y todavía la Puerta de la Misericordia está abierta para los que faltan de recibir a Cristo como su Salvador personal, hasta que se complete el número de los escogidos de Dios en el Reino de Cristo, la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y luego vendrá la parte física de la transformación física, comenzando con la resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos glorificados, y luego la transformación nuestra en donde obtendremos un cuerpo joven, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador. Continúo leyendo aquí, dice:
“Y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.”
Y ya cuando recibamos esa bendición seremos todos jóvenes representando de 18 a 21 años de edad, será un cuerpo nuevo, eterno, inmortal, incorruptible, glorificado, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.
Jesucristo hace unos dos mil años aproximadamente que ascendió al Cielo. ¿Y saben ustedes una cosa? Que no se ha puesto viejo, está tan joven como cuando se fue, porque en el cuerpo glorificado la persona no se pone vieja, es un cuerpo eterno. Sigue diciendo:
“Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.
Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.”
Y entonces no habrá muerte física para los creyentes en Cristo porque ya tendremos un cuerpo nuevo, joven, inmortal, incorruptible y glorificado, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.
También, vean acá en Filipenses San Pablo hablando de este mismo tema, en el capítulo 3, verso 20 al 21 de Filipenses, dice:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”
Con ese poder que Él tiene, con el cual sujeta a Sí mismo todas las cosas, con ese poder nos transformará a todos nosotros en Su Segunda Venida. Para eso es Su Segunda Venida: para traer una transformación física en donde nos dará un cuerpo eterno, nos dará la inmortalidad, nos dará la bendición en lo físico, como también nos ha dado la bendición en lo espiritual. Así como le dio la bendición a Jacob, el cual no soltó al Ángel de Jehová, hasta que lo bendijo.
Y nosotros no podemos soltar a Cristo, el cual es el Ángel de Jehová, tenemos que estar bien agarrados de Cristo para recibir la bendición de la Vida eterna, que es la bendición más grande, la bendición de la Vida eterna.
Sin Cristo nadie puede vivir eternamente. En Primera de Juan, capítulo 5, dice el Apóstol Juan, verso 10 en adelante:
“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.
Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.”
Toda persona que busca la Vida eterna, ¿dónde la puede encontrar? En Jesucristo. ¿Cómo? Recibiendo a Cristo como su Salvador personal:
“El que tiene al Hijo, tiene la vida.”
Porque Jesucristo es la Vida eterna; y cuando usted lo recibe como su Salvador, ha recibido la Vida eterna:
“El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.”
No tiene la Vida eterna, lo que tiene es una vida temporal que en algún momento se le ha de acabar:
“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.”
Eso es una buena noticia para los creyentes en Cristo: que tenemos Vida eterna:
“y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”
Por eso San Juan, capítulo 3, verso 16, dice:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
La Vida eterna es Jesucristo y está en Jesucristo, y de ahí es que nosotros la recibimos. En San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16, dice:
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” Tan simple como eso.
Los que serán condenados irán al lugar que fue el hombre rico: al infierno; los que son salvos van al Paraíso de Dios.
Por lo tanto, ¿a dónde irá usted cuando terminen sus días en el cuerpo terrenal? Usted tiene que saber cuál es su futuro eterno. Todos los creyentes en Cristo irán con Cristo a vivir en Su Reino eternamente, pero los que no creen serán condenados.
Yo estaré con Cristo en Su Reino por toda la eternidad. ¿Y quién más? Ustedes también.
Pero los que no han creído no tienen esa esperanza, porque no hay esperanzas para los incrédulos, la única esperanza que hay es que serán echados al lago de fuego, que es la segunda muerte.
Y esto es mejor que lo sepan estando aquí, porque estando aquí, todavía vivos en cuerpos de carne, tienen la oportunidad de impedir que eso tan terrible le acontezca a usted.
¿Y cómo lo pueden impedir? Vean lo que dice el libro de los Hechos, capítulo 2, verso 36 en adelante San Pedro predicando lleno del Espíritu Santo el Día de Pentecostés, dice:
“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.
Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”
Como tres mil personas creyeron a San Pedro predicando el Evangelio de Cristo, y recibieron a Cristo como su Salvador y fueron bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, Cristo los bautizó con Espíritu Santo y Fuego y fueron añadidos a la Iglesia del Señor Jesucristo, entraron al Reino de Cristo, obtuvieron el nuevo nacimiento del Agua y del Espíritu.
Y ahora, eso es lo que toda persona que todavía no ha recibido a Cristo como su Salvador necesita hacer: recibir a Cristo como su Salvador, pidiéndole perdón a Cristo por sus pecados, Cristo lo perdonará y Cristo con Su Sangre lo limpiará de todo pecado, y será bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo por un ministro, y Cristo lo bautizará con Espíritu Santo y Fuego y así obtendrá el nuevo nacimiento, así habrá nacido del Agua y del Espíritu, habrá nacido en el Reino de Cristo a una nueva vida, a la Vida eterna.
El nuevo nacimiento es a la Vida eterna, se nace a la Vida eterna; porque el nacimiento físico que obtuvimos acá en la Tierra a través de nuestros padres, fue un nacimiento a una vida temporal en un cuerpo temporal. Pero el nuevo nacimiento que Cristo nos da es a la Vida eterna, donde nos da un cuerpo angelical eterno, y nos dará un cuerpo físico también eterno y glorificado como Su cuerpo glorificado.
Por lo tanto, toda persona que viene a la Tierra, viene a la Tierra para luchar por la bendición de Dios. ¿Cómo lucha? Agarrándose de Cristo, que es el Ángel de Jehová, para recibir de Cristo la bendición de la salvación y Vida eterna.
Por lo tanto, toda persona que en esta noche está presente y ha recibido a Cristo como su Salvador tiene Vida eterna, pero el que no lo ha recibido no tiene Vida eterna; pero en esta noche puede recibir Vida eterna de parte de Cristo recibiéndolo como su Salvador, agarrándose de Cristo como se agarró Jacob del Ángel de Jehová.
Por lo tanto, daré la oportunidad en esta noche a todos los que todavía no han recibido a Cristo como su Salvador, para que lo hagan y oraré por ustedes en esta noche, para que Cristo les bendiga en esta ocasión, les bendiga con la salvación y Vida eterna, para lo cual y por la cual Él murió en la Cruz del Calvario por cada uno de ustedes y por mí también.
Toda persona que en esta noche quiere recibir a Cristo como su Salvador, quiere agarrarse de Cristo, el Ángel de Jehová, como lo hizo Jacob, puede levantar su mano si todavía no ha recibido a Cristo, puede recibirlo y estaré orando por ustedes para que Cristo, el Ángel del Pacto, les bendiga, como bendijo a Jacob.
Por aquí tenemos manos levantadas y por acá también, pueden pasar al frente para pasar por ustedes en esta noche.
Pueden colocarse acá al frente y estaré orando por ustedes para que así como Cristo, el Ángel de Jehová, bendijo a Jacob en aquella madrugada en donde estaba rayando el alba, les bendiga a ustedes en esta noche con la bendición de la salvación y Vida eterna, que es la bendición más grande del Cielo otorgada a todos los que reciben a Cristo como su Salvador personal.
Jacob tipifica a la Iglesia de Jesucristo y tipifica también al pueblo hebreo, y tipifica a cada creyente en Cristo que se agarre de Cristo para recibir la bendición de Dios, porque toda bendición de Dios viene a través de Jesucristo nuestro Salvador, porque Jesucristo es el Ángel de Jehová que aparecía en el Antiguo Testamento. Por eso les dijo Cristo a unos hebreos: “Antes que Abraham fuese, antes que Abraham fuera, Yo Soy.”
¿Cómo era Cristo entonces antes de Abraham? Cristo era el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, era Jesucristo en Su cuerpo angelical.
Y luego se hizo hombre, se hizo carne para morir por cada uno de nosotros en la Cruz del Calvario, porque en Su cuerpo angelical no puede morir porque es un cuerpo inmortal; pero en Su cuerpo de carne al tomar nuestros pecados se hizo mortal y murió por todos nosotros, murió por nuestros pecados, porque la paga del pecado es muerte.
Él murió la muerte que nosotros teníamos que morir por nuestros pecados para Él llevarnos a Dios, para que nosotros podamos vivir eternamente con Cristo en Su Reino.
Estamos esperando que pasen las últimas personas que faltan por pasar para ya orar por ustedes.
Lo que vemos en esta noche: personas recibiendo a Cristo, eso es haciendo lo mismo que Jacob hizo cuando vio ese Varón del Cielo que le apareció, el Ángel de Jehová, se agarró de Él, lo recibió y no lo soltó hasta que recibió la bendición de Dios.
Eso es lo que ustedes están haciendo agarrándose de Jesucristo, recibiendo a Cristo como su Salvador personal. Ya estamos casi para orar. Vamos a dar unos segundos y estaremos orando por todas las personas que han pasado al frente.
Somos como Jacob: que nos agarramos de Jesucristo, el Ángel de Jehová, para recibir la bendición de la salvación y Vida eterna.
Ya estamos, ya estamos, ya casi para... ya estamos casi para comenzar a orar por todos. Vamos a esperar unos segunditos para ya comenzar a orar por todas las personas que han pasado al frente, para que Cristo les reciba, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado.
Todavía continúan pasando más personas porque también quieren agarrarse como ustedes de Cristo, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová. Ya vamos a orar. ¿Falta alguno más por pasar? Todavía siguen pasando más personas.
Es que ustedes son personas como Jacob, que están agarrados de Jesucristo el Ángel de Jehová, por lo tanto no lo vamos a soltar hasta que nos bendiga, no solamente con la bendición espiritual sino con la física también, con la transformación de nuestro cuerpo cuando Él resucite a los muertos en Cristo.
Él primero nos transforma espiritualmente cuando lo recibimos y somos bautizados en agua en Su Nombre, y luego perseveramos sirviéndole a Él todos los días de nuestra vida esperando nuestra transformación física también. Y si alguno parte, muere físicamente, no tiene ningún problema, los Ángeles de Dios vienen por él y lo llevan al Paraíso de Dios.
Ya estamos para orar por todos los que han pasado al frente.
Vamos a estar quietecitos, pero si alguno mientras estamos orando (vamos a comenzar a orar) no había pasado y pasa, se acomoda entre los que están aquí para que sea también incluido en la oración.
Vamos a inclinar nuestros rostros para orar, y repitan conmigo esta oración todos los que en esta noche han pasado para recibir a Cristo como su Salvador personal.
Cristo dijo: “El que me confesare delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre Celestial,” y ustedes aquí están dando una confesión pública, haciendo una confesión pública de que reciben a Cristo como su Salvador personal, y Cristo les confiesa delante de Su Padre Celestial como personas que lo han recibido como su Salvador personal.
Repitan conmigo esta oración:
Señor Jesucristo, yo reconozco Tu Sacrificio en la Cruz del Calvario por mí, yo creo con toda mi alma que Tu Sangre me limpia de todo pecado.
Señor Jesucristo, yo en esta noche Te recibo como mi Salvador, Te ruego perdones mis pecados los cuales confieso a Ti. Te ruego me limpies con Tu Sangre de todo pecado, y Te ruego Señor que luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre Tú me bautices con Espíritu Santo y Fuego, y produzcas en mí el nuevo nacimiento.
Señor Jesucristo, confieso públicamente delante de todos estos testigos presentes que yo Te he recibido en esta noche como mi Salvador personal, salva mi alma, dame Vida eterna. En Tus manos me encomiendo.
Señor Jesucristo, Te he recibido como mi Salvador, he entregado a Ti mi alma para que me des Vida eterna, Tú eres el único Salvador, Tú eres el único que puedes darme Vida eterna, por lo tanto a Ti Te he recibido con toda mi alma y en mi alma como mi Salvador personal. En Tu Nombre Señor Jesucristo.
Y Señor Jesucristo, me bautizaré en agua en Tu Nombre como Tú has ordenado cuando dijiste: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” Yo he creído y quiero ser bautizado conforme a Tu orden: en agua en Tu Nombre, porque yo quiero la salvación de mi alma para vivir contigo en Tu Reino por toda la eternidad.
En Tus manos me encomiendo, en Tu Nombre Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y ahora, no tienen que repetir esta oración que estaré haciendo dentro de algunos momentos, solamente vamos a repetir lo siguiente, porque ya Cristo les ha perdonado y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado. Vamos a repetir:
La Sangre del Señor Jesucristo me ha limpiado de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me ha limpiado de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me ha limpiado de todo pecado. Así ha sido. Amén.
Inclinemos nuestros rostros y estaré ya orando ante Dios por todos ustedes (no tienen que repetir esta oración). Inclinemos nuestros rostros.
Padre nuestro que estás en el Cielo, ante Tu presencia vengo con todas estas personas que han pasado al frente para recibir a Cristo como su Salvador personal, ellos han creído que Jesucristo es Tu Hijo, el Hijo de Dios, y lo han recibido como su Salvador.
Padre Celestial, recibe a todas estas personas en Tu Reino, y Señor, Dios Eterno, bautízales con Espíritu Santo y Fuego luego que sean bautizadas en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
En Tus manos encomiendo todas estas personas, las entrego en Tus manos, ¡Oh Dios Eterno! En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y ahora, preguntarán: “¿Y cuándo puedo ser bautizado?” Felipe le contestó al eunuco, el cual preguntó en una ocasión cuando vio agua, preguntó: “¿Qué impide que yo sea bautizado?” Felipe le dijo: “Si crees de todo corazón, bien puedes.” Y el eunuco dijo: “Yo creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.” Y bajaron del carro y Felipe bautizó al eunuco en el Nombre del Señor Jesucristo.
Y ahora, ustedes han hecho una confesión pública de fe en Jesucristo, de que han creído en Jesucristo, han creído que Jesucristo es el Hijo de Dios que vino al mundo y murió en la Cruz del Calvario por todos nosotros, y por consiguiente nada impide que ustedes sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Y ahora, le pregunto al ministro aquí: ¿Hay agua? Hay agua aquí en los bautisterios. ¿Y hay lugar donde cambiarse de ropas? También hay lugar. ¿Y hay ropas bautismales también? También hay ropas bautismales. Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. ¿Y hay ministros para bautizarlos en agua también? Están los ministros también, por lo tanto pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, nada impide que sean bautizados. Y el ministro les dará la información de dónde y para cambiarse de ropa y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
“El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” ¿De eso depende qué? El futuro eterno de la persona. Tan simple como eso.
Vean Dios hace las cosas bien simples. Por lo tanto, en esta noche ustedes han dado un testimonio público de su fe en Cristo, para asegurar su futuro eterno con Cristo en Su Reino.
Que Dios les bendiga y les guarde, y manténgase cada uno de ustedes bien agarrado de Cristo, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová. Con nosotros el ministro para continuar.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos.
“LUCHAD POR LA BENDICIÓN.”