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| La trinidad del ser humano | 2003-09-09 | 1 | San José | CR | 00:00:00 | false |
Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes; es para mí un privilegio y bendición grande estar con ustedes en esta noche, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Reciban todos saludos de mi esposa Erica, y también los niños reciban saludos de América y de Yahannah Gabriela.
Para esta noche leemos en la carta de San Pablo a los Tesalonicenses, Primera de Tesalonicenses, capítulo 5, versos 1 en adelante, donde dice:
“Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba.
Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche;
que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán.
Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón.
Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas.
Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios.
Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan.
Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo.
Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo,
quien murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él.
Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis.
Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan;
y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre vosotros.
También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos.
Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos.
Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos.
Estad siempre gozosos.
Orad sin cesar.
Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.
No apaguéis al Espíritu.
No menospreciéis las profecías.
Examinadlo todo; retened lo bueno.
Absteneos de toda especie de mal.
Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
Fiel es el que os llama, el cual también lo hará.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Tomando el verso 23, donde dice:
“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo (nuestro espíritu, alma y cuerpo).”
Nuestro tema es: “LA TRINIDAD DEL SER HUMANO,” el cual es: alma, espíritu y cuerpo.
El ser humano es trino: es alma, espíritu y cuerpo. El ser humano todavía no ha comprendido que es él mismo, y solamente ha visto su cuerpo de carne, pero no se ha adentrado por completo a lo que es en realidad el ser humano, ¿qué es el ser humano? Alma viviente, eso es lo más importante que hay en cada persona, porque eso es en realidad lo que es la persona: alma viviente.
Dios cuando creó al ser humano, encontramos que lo hizo, lo creó a Su imagen y a Su semejanza, ¿qué es lo más que se parece a Dios? El hombre. ¿Y qué es lo más que se parece al hombre? Dios. Como, ¿qué es lo más que se parece a un hombre? Una mujer. ¿Qué es lo más que se parece a una mujer? Un hombre.
Y ahora, veamos en Génesis, capítulo 1, versos 26 al 27, donde Dios dice:
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.”
Dios había dicho: “Hagamos al hombre a/o conforme a nuestra imagen. Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza.” Pero aquí lo creó a Su imagen, ¿y qué de la semejanza? La imagen es el cuerpo angelical de Dios, y Dios creó al ser humano un cuerpo angelical, en el cual colocó el alma del ser humano, y luego más adelante en el capítulo 2, verso 7 del Génesis Dios le da, le crea la semejanza física, que es el cuerpo de carne, del cual se habla la Escritura, el cuerpo que nosotros tenemos. Y Dios tomó del polvo de la tierra y creó para Adán un cuerpo físico. Capítulo 2, verso 7 del Génesis, dice:
“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.” En otras versiones dice: “Alma viviente.”
El ser humano es alma viviente y tiene dos cuerpos en los cuales vive: el cuerpo espiritual, que es llamado el espíritu de la persona; el cuerpo espiritual es parecido a nuestro cuerpo físico, pero es de otra dimensión. Y el otro cuerpo que el ser humano tiene es el cuerpo físico, el cuerpo de carne. Hay tres tipos de cuerpos: cuerpo espiritual, el cuerpo angelical, y el segundo tipo de cuerpo es el cuerpo físico, cuerpo de carne, y el tercer tipo de cuerpo que hay es el cuerpo glorificado, como el cuerpo glorificado que tiene Jesucristo nuestro Salvador.
Todo ser humano tiene un cuerpo espiritual, llamado el espíritu, y tiene un cuerpo de carne, el cual nosotros tenemos. Pero solamente Jesucristo tiene un cuerpo glorificado. El cuerpo físico de Jesucristo, luego que murió y resucitó, encontramos que resucitó glorificado, y Sus mismos discípulos no sabían que era Jesús. ¿Por qué no sabían que era Jesús? Porque había resucitado glorificado.
Y ahora, el único hombre con un cuerpo glorificado, vean ustedes, ha sido nuestro amado Señor Jesucristo. Ahora, Cristo ha prometido para todos los creyentes en Él un nuevo cuerpo, un cuerpo glorificado como Su cuerpo glorificado.
En Primera de Corintios, capítulo 15, San Pablo dice del verso 42 en adelante, dice:
“Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción...”
O sea, resucitará en un cuerpo glorificado, el cual es eterno, el cual es incorruptible, el cual no se pone viejo, el cual es joven para toda la eternidad. Ésa es la clase de cuerpo más importante.
“Se siembra en deshonra, resucitará en gloria...”
O sea, que resucitará en un cuerpo glorificado los que ya han partido y son creyentes en Cristo. Y los que vivimos y permanecemos vivos hasta ese tiempo, hasta ese momento, seremos transformados, y entonces tendremos el cuerpo glorificado, ese tercer tipo de cuerpo, el cual tiene Jesucristo nuestro Salvador.
“Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder...”
En ese cuerpo nuevo todo el poder de Dios está. Por lo tanto, en el cuerpo glorificado cada uno de ustedes y yo también tendremos todo el poder de Dios, todos seremos como Jesucristo nuestro Salvador:
“Se siembra cuerpo animal (el cuerpo animal es este cuerpo de carne que nosotros tenemos), resucitará cuerpo espiritual (o sea, el cuerpo glorificado). Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual.
Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente (¿ven? Adán fue hecho alma viviente); el postrer Adán, espíritu vivificante (el postrer Adán es Jesucristo nuestro Salvador).
Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal.”
Todo ser humano viene a la Tierra en un cuerpo animal para vivir en este planeta Tierra y pasar por la etapa de prueba, en donde todo ser humano se encuentra en la misma posición en que Adán y Eva estaban en el Huerto del Edén. Para que todo ser humano tenga la oportunidad de comer del Árbol de la Vida, el cual es Cristo, lo cual hace recibiendo a Cristo como su Salvador personal, y Cristo perdona sus pecados, con Su Sangre Cristo lo limpia de todo pecado y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y así se identifica con Cristo en la muerte de Cristo, la sepultura de Cristo y la resurrección de Cristo.
Y el ministro al bautizarlo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, ahí la persona ha quedado identificada con la muerte, sepultura y resurrección de Cristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y la persona obtiene el nuevo nacimiento, la persona nace a una nueva vida.
El ser humano al nacer en esta Tierra a través de sus padres terrenales nace a la vida, pero es a una vida temporal que se le acaba a casi todas las personas antes de llegar a 100 años. Desde la caída del ser humano en el Huerto del Edén, desde el tiempo en que el ser humano pecó en el Huerto del Edén, el ser humano murió, porque Dios dijo: “El día que comas del árbol de ciencia del bien y del mal, ese día morirás.”
Ahora, algunas personas leen la Biblia y ven que luego que Adán y Eva pecaron siguieron viviendo, y algunas pueden pensar: “Dios dijo que iban a morir y no murieron, siguieron viviendo.” Y Adán continuó viviendo y vivió 830 años y luego murió, pero al final siempre murió; porque Adán y Eva el mismo día que pecaron murieron, pero siguieron viviendo, murieron a la vida, a la Vida eterna, pero continuaron viviendo una vida temporal, una vida que se les iba a acabar en algún momento.
Y de ahí en adelante todo ser humano que nace en la Tierra nace a la vida, pero no a la Vida eterna, nace a una vida temporal, que es muy corta, para que estando en esta vida temporal pueda creer en Jesucristo, y Cristo siendo el Camino, la Verdad y la Vida, la Vida eterna, la persona coma del Árbol de la Vida, que es Cristo, recibiéndolo como su Salvador, y Cristo perdona sus pecados, Cristo lo limpia con Su Sangre preciosa de todo pecado, y el ministro bautiza a esa persona en el Nombre del Señor Jesucristo en agua, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y la persona ha obtenido el nuevo nacimiento.
¿A qué ha nacido la persona en el nuevo nacimiento? Ha nacido a la Vida eterna, la cual el ser humano perdió en el Huerto del Edén cuando pecó.
Ahora, el creyente en Cristo continúa viviendo su vida terrenal en el cuerpo físico que es temporal, pero ya tiene Vida eterna, porque nació a la Vida eterna, y entró a esa fase espiritual; como Adán cuando Dios creó al hombre, lo creó en cuerpo angelical a imagen de Dios (ése es el cuerpo angelical). Y cuando la persona nace de nuevo, nace en una Nueva Creación a imagen de Dios, que es el cuerpo angelical, recibe un cuerpo angelical de la sexta dimensión; la sexta dimensión es el Paraíso, y recibe un cuerpo angelical de esa dimensión como el cuerpo angelical de Jesucristo nuestro Salvador.
El cuerpo angelical de Jesucristo es llamado en el Antiguo Testamento el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el cual le aparecía a los Profetas del Antiguo Testamento, el cual le apareció al Profeta Moisés, y el cual a través del Profeta Moisés libertó al pueblo hebreo. Es llamado también el Verbo que era con Dios y era Dios, a través del cual Dios creó todas las cosas. Todo el Universo lo creó Dios por medio del Verbo, que es el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, el cual es Jesucristo en Su cuerpo angelical.
Por eso en San Juan, capítulo 1, verso 14, nos dice la Escritura acerca del Verbo que era con Dios y era Dios, a través del cual Dios creó el Universo completo. Dice capítulo 1, verso 14 de San Juan:
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”
Cuando el Verbo se hizo carne lo conocimos por el Nombre de Jesús. Jesucristo es el Verbo hecho carne, es el Ángel de Jehová hecho carne, es ese cuerpo angelical de Dios en un cuerpo de carne. Y en esa forma, encontramos que en Jesús estaba el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, que es el cuerpo angelical, y en Jesús estaba Dios, el Padre; por eso Cristo decía: “El Padre que mora en mí, Él hace las obras.”
Ahora, siendo que Dios creó al ser humano a Su imagen y a Su semejanza, lo más que se parece al ser humano es Dios. Por lo tanto, así como encontramos en el ser humano una naturaleza trina, una trinidad, encontramos en el ser humano: alma, espíritu y cuerpo, lo más grande es el alma. Por lo tanto, en Dios hay una trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Ahora, en Jesucristo está la plenitud de la Divinidad conforme a todo lo que nos enseña el Apóstol San Pablo en Colosenses, capítulo 1, verso 15 en adelante, donde dice:
“El es la imagen del Dios invisible...”
Jesucristo es la imagen del Dios invisible, Jesucristo en Su cuerpo angelical es el cuerpo angelical en el cual Dios mora, y a través del cual Dios creó todas las cosas. Ese cuerpo angelical es llamado en el Antiguo Testamento el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, y es también llamado por Juan en el evangelio según San Juan, capítulo 1, verso 1 al 14: el Verbo que era con Dios y era Dios y creó todas las cosas. Ese cuerpo angelical de Dios es Cristo en Su cuerpo angelical, y la semejanza física de Dios es el cuerpo físico de Jesucristo. ¿Ven?
Por lo tanto, podemos ver que Dios estando en Jesucristo en toda Su plenitud, ahí estaba Dios en imagen y en semejanza física, en imagen: en cuerpo angelical, en semejanza física: el cuerpo de carne de Jesús. Y estando Dios en toda Su plenitud en Cristo, ahí tenemos a Dios hecho carne, hecho hombre en medio de la raza humana. Era nada menos que Emanuel, conforme a Isaías, capítulo 7, verso 14, donde dice, hablando acerca de Cristo y Su nacimiento, dice:
“Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.”
Emanuel significa: Dios con nosotros. Por lo tanto, Dios visitó la raza humana en la forma de un hombre llamado Jesús, en quien estaba Dios en toda Su plenitud: Padre, Hijo y Espíritu Santo, todo estaba velado en un cuerpo de carne llamado Jesús. En el capítulo 9 de Isaías, verso 6 en adelante dice hablando de ese niño:
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz.”
Todo esto estaría en un niño que nacería en Belén de Judea, el cual fue Jesucristo, en Jesucristo estaba Dios, el Padre eterno. Ahora, encontramos en Jesucristo a Dios el Padre, manifestado en cuerpo angelical y cuerpo físico, y estando en la Persona de Jesucristo ahí tenemos a Dios a la imagen y semejanza humana.
Dios se parce al hombre cuando se hace carne en la persona de Jesucristo, y el ser humano se parece a Dios. ¿Ven? Por eso cuando Dios se hizo carne, se hizo hombre, ¿a quién se pareció? Al ser humano. Por eso es que también nos dice San Pablo en Primera de Timoteo, capítulo 3, verso 16:
“E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:
Dios fue manifestado en carne.”
Dios fue manifestado en carne en la Persona de Jesucristo, ahí estaba Dios en toda Su plenitud, ahí tenemos a Dios en imagen y en semejanza como los seres humanos. Por eso la Escritura dice que Jesucristo es la imagen del Dios viviente, la imagen de Dios, el cuerpo angelical de Dios, y es también la semejanza física de Dios, eso es el cuerpo de carne de Jesús, el cual ya está glorificado.
Ahora, podemos ver en Dios esa trinidad: Alma viviente, eterna: ése es Dios, el Dios eterno, el Padre Celestial, el alma eterna viviente, luego el cuerpo angelical, eso es la imagen de Dios, Cristo en Su cuerpo angelical. Por eso es que Cristo en San Juan habló de la siguiente forma y los que lo oyeron no lo podían creer, capítulo 8, verso 56 al 58, dice:
“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.”
¿Cómo era Cristo antes de Abraham? Cristo era el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová que libertó al pueblo hebreo y que le apareció anteriormente a Abraham en diferentes ocasiones. El mismo que le apareció a Noé y también a Adán, ése es Jesucristo en Su cuerpo angelical, en quien moraba Dios en toda Su plenitud, y luego cuando se hizo carne continuó morando Dios en Él en toda Su plenitud. Por eso en el capítulo 23, verso 20 en adelante del Éxodo, dice Dios hablando de Su Ángel, el cual es Cristo, ese Ángel del Pacto, dice en Éxodo, capítulo 23, verso 20 en adelante:
“He aquí yo envío mi Angel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.
Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.”
¿El Nombre eterno de Dios dónde estaba? En Su Ángel, el cual es Cristo. Y luego cuando se hizo carne ¿dónde estaba el Nombre de Dios? Cristo decía: “Yo he venido en Nombre de mi Padre.” Por lo tanto el Nombre de Dios estaba en Cristo en Su cuerpo angelical, y luego cuando se hizo carne, estaba también en el cuerpo de carne: Jesús. Por eso es que Jesucristo tuvo que venir a la Tierra y morir por nosotros en la Cruz del Calvario, para así quitar nuestros pecados y restaurarnos a la Vida eterna.
Cristo está con Su pueblo, con Su Iglesia, en Espíritu Santo, pero Su cuerpo físico glorificado está en el Cielo en el Templo Celestial, en el Trono de Dios haciendo intercesión con Su Sangre por toda persona que escucha la predicación del Evangelio y recibe a Cristo como su Salvador personal, Cristo lo perdona, Cristo con Su Sangre lo limpia de todo pecado, y la persona es bautizada en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego y la persona obtiene el nuevo nacimiento, y así nace a una nueva vida, a una Vida eterna en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador.
Esa clase de vida fue la que nuestros padres terrenales no pudieron darnos, porque esa clase de vida solamente la puede dar Dios, que es el que la tiene, y solamente la puede dar a través de Jesucristo nuestro Salvador.
Por lo tanto, toda persona que quiere esa clase de vida para vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino, necesita recibir a Cristo como su Salvador personal, para que Cristo le otorgue Vida eterna, para que Cristo produzca en la persona el nuevo nacimiento y la persona nazca en el Reino de Dios a la Vida eterna.
Por eso fue que Cristo habló con Nicodemo y Nicodemo no comprendía; porque todo ser humano la única vida que conoce es esta vida terrenal que tenemos en nuestros cuerpos, la cual es temporal, la cual se acaba antes de los 100 años, en la actualidad, son pocos los que pasan de 100 años. Pero Cristo aquí le habla de otra clase de vida: de una Vida eterna y de un reino eterno, ése es el único Reino que tiene Vida eterna: el Reino de Jesucristo, para y en todas las personas que pertenecen a ese Reino.
Y para pertenecer a ese Reino hay que nacer en ese Reino. Así como usted y yo nacimos en esta Tierra para pertenecer a la raza humana, no pudo ser de otra forma, tuvo que nacer en esta Tierra a través de nuestros padres terrenales, así tuvimos que nacer. Y para entrar al Reino de Dios, tenemos que nacer de nuevo, nacer a la Vida eterna, y eso solamente se obtiene a través de Jesucristo nuestro Salvador. Por eso vean lo que Cristo dice a Nicodemo:
“Respondió Jesús y le dijo...” Capítulo 3, verso 13 en adelante:
“De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios...”
Así como el que no nace aquí en la Tierra no puede ver este planeta Tierra y no puede ver a los demás seres humanos, tiene que nacer la persona aquí para poder ver a los demás seres humanos y ver todo lo que hay aquí.
“Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo?...”
Nicodemo ya aquí da testimonio de que él está viejo, porque él está preocupándose por sí mismo, él quiere vivir eternamente, él quiere entrar al Reino de Dios.
“¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”
No puede entrar al Reino de Dios ninguna persona porque sea bueno, porque no le haga mal a nadie. No, esas no son las calificaciones para entrar al Reino de Dios: es naciendo de nuevo, naciendo del Agua y del Espíritu, esto es escuchando la predicación del Evangelio de Cristo y recibiendo a Cristo como su Salvador y siendo bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo bautizándolo con Espíritu Santo y Fuego, y la persona obteniendo el nuevo nacimiento.
Por eso Cristo en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16, dijo:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” Tan simple como eso.
Y ahora, todo ser humano al vivir en esta Tierra sabe que es buena y es agradable la vida. Y si la vida en un cuerpo animal, temporal, corruptible, mortal, es buena, ¿cómo será en un cuerpo eterno y glorificado? No hay palabras para expresar lo glorioso que es vivir en un cuerpo glorificado, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.
Por lo tanto, todo ser humano que viene a la Tierra, viene a vivir en un cuerpo mortal, corruptible y temporal: un cuerpo animal, para que ahí la persona por medio del libre albedrío que tiene diga: “Yo quiero vivir eternamente, yo quiero la Vida eterna. Pues si la vida temporal es tan buena en este cuerpo ¿cómo será la Vida eterna en un cuerpo eterno? Yo quiero vivir eternamente en un cuerpo eterno, ¿qué debo hacer?” Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa.
Todos los que tienen hambre y sed de la Vida eterna, tienen la oportunidad mientras viven en la Tierra, de comer del Árbol de la Vida (que es Cristo), y vivir eternamente. Toda persona tiene libre albedrío, por lo tanto le corresponde a cada persona como individuo recibir a Cristo como su Salvador personal, para que pueda nacer a la Vida eterna y asegurar su futuro eterno con Cristo en Su Reino, para que así su alma pueda recibir un nuevo cuerpo espiritual, angelical (un cuerpo angelical), y un cuerpo físico glorificado.
Por eso, mientras estamos en estos cuerpos, es el tiempo más importante de nuestras vidas, porque es el tiempo en donde se decide dónde usted irá luego que termine su vida en este cuerpo terrenal.
Si no aseguró su futuro eterno con Cristo, al morir irá a la quinta dimensión, que es llamado el infierno; esa dimensión y de esa dimensión no pueden salir las personas hasta que Cristo los resucite para juzgarlos en el juicio final después del Reino milenial, y serán condenados por incrédulos porque no quisieron la Vida eterna que Cristo les ofreció gratuitamente, y como no quisieron vivir eternamente, son condenados y echados en el lago de fuego donde dejarán de existir.
Pero el que quiere vivir eternamente, el que no quiere dejar de existir, recibe a Cristo como su Salvador, y vivirá eternamente con Cristo en Su Reino, porque ha asegurado su futuro eterno con Cristo en la Vida eterna.
Ahora, hemos visto el porqué estamos viviendo en esta Tierra, siendo que somos: Alma, espíritu y cuerpo, nos es dado un cuerpo cuando nacemos en esta Tierra en la permisiva voluntad de Dios y un espíritu del mundo en la permisiva voluntad de Dios, para que estemos aquí en la Tierra y decidamos como almas vivientes dónde queremos ir después que termine el tiempo de prueba en este cuerpo terrenal.
Recuerden que en este cuerpo terrenal hemos venido para pasar una etapa de prueba y decidir dónde queremos ir, dónde queremos llegar después de esta vida terrenal. El que no le interese la Vida eterna, pues no recibirá a Cristo como su Salvador personal. El que le interesa vivir eternamente, recibirá a Cristo como su Salvador personal; esas personas tienen sus nombres escritos en el Cielo en el Libro de la Vida del Cordero. Dios desde antes de la fundación del mundo sabe quién recibirá a Cristo como su Salvador, y quién no recibirá a Cristo como su Salvador personal.
Por lo tanto, las personas que reciben a Cristo como su Salvador, esas personas están escritas en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, y esas personas son las que van a actividades como estas para escuchar la Voz de Dios, la Palabra de Dios, dándonos a conocer estos misterios del Reino de Dios, para que así nuestra fe nazca, crezca y recibamos a Cristo como nuestro Salvador personal y aseguremos nuestro futuro eterno, lo aseguremos con Cristo en Su Reino.
Por lo tanto, tendremos luego la oportunidad de vivir eternamente como almas vivientes con un nuevo cuerpo espiritual y con un nuevo cuerpo físico, el cual será glorificado, y todos seremos iguales a Jesucristo nuestro Salvador.
Hemos visto: “LA TRINIDAD DEL SER HUMANO.”
Alma, eso es lo que es la persona, y por eso es que dice la Escritura que el alma que pecare, esa morirá, ésa será echada al lago de fuego y dejará de existir. También Cristo hablando del ser humano, habla directamente de lo que es el ser humano en realidad, en San Mateo, capítulo 16, verso 25 en adelante dice:
“Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.
Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?...”
Ahí habla directamente de todo ser humano, hablando de lo que es la persona: alma viviente.
“¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? (¿ven?).
Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.”
Ahora, podemos ver que el ser humano al vivir en esta Tierra puede convertirse en una persona muy rica, pero eso no tiene ningún valor si no ha asegurado su alma con Cristo en la Vida eterna. Cuando la persona muere, no se puede llevar su dinero para la otra dimensión donde va.
¿Recuerdan el hombre rico del cual habló Cristo? Cuando murió fue al infierno y allí no tenía dinero, ni tenía ni siquiera un vaso de agua para tomar. Pero Lázaro cuando murió fue al Paraíso, al Seno de Abraham y allí era consolado y estaba muy feliz. Lo más importante es asegurar nuestro futuro eterno.
Es bueno trabajar, y todos estamos llamados a trabajar, pero lo primero que hay que asegurar es nuestro futuro eterno, el futuro de nuestro ser, de nuestra alma, pues somos almas vivientes. Por lo tanto, hay que hacer lo que Cristo dijo: “Buscad primeramente el Reino de Dios y Su justicia, las demás cosas serán añadidas,” son las añadiduras de la vida.
Pero hay que buscar el Reino de Dios y entrar al Reino de Dios: naciendo del Agua y del Espíritu, escuchando la predicación del Evangelio de Cristo y recibiendo a Cristo como nuestro Salvador, y siendo bautizados en agua en Su Nombre y Cristo nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y obtenemos el nuevo nacimiento, y así nacemos a la Vida eterna en el Reino de Dios, que es el Reino de Jesucristo nuestro Salvador.
Pedro dijo en el capítulo 4, verso 11 al 12 del libro de los Hechos:
“Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo.
Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.”
No hay otro nombre, solamente hay un nombre y ese Nombre es SEÑOR JESUCRISTO. La salvación pertenece al Señor Jesucristo, Él es el que la tiene y la da a todos aquellos que lo reciben como su único y suficiente Salvador.
En el capítulo 2, verso 36 en adelante del libro de los Hechos, San Pedro el Día de Pentecostés predicando dijo:
“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”
Por eso es que a Jesús lo llamamos: SEÑOR JESUCRISTO: porque Dios lo ha hecho Señor y Cristo, porque en Él moró, mora y morará la plenitud de Dios, la plenitud de la divinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.
Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”
Como tres mil personas creyeron, recibieron a Cristo como su Salvador, fueron bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo los bautizó con Espíritu Santo y Fuego y obtuvieron el nuevo nacimiento, nacieron en el Reino de Cristo a la Vida eterna, y así aseguraron su futuro eterno con Cristo en el Reino de Cristo, que es el único Reino eterno, el único Reino que tiene Vida eterna. Por eso es tan importante entrar a ese Reino: el Reino de Jesucristo nuestro Salvador, recibiendo a Cristo como nuestro suficiente Salvador.
¿Cuántos ya han entrado al Reino de Jesucristo? Pues la buena noticia es que tenemos Vida eterna, hemos nacido a la Vida eterna, tenemos Vida eterna, aunque todavía nos queda algo de la vida terrenal en estos cuerpos; pero tenemos la más importante, que es la Vida eterna con Cristo en Su Reino.
Y mientras todavía nos queda un poco de vida en el cuerpo mortal, corruptible y temporal, dedicamos esta vida a Cristo: para servirle con toda nuestra alma y trabajar en Su Obra todos los días de nuestra vida.
Toda persona que todavía no ha recibido a Cristo como su Salvador, no tiene Vida eterna, por lo tanto no tiene una esperanza de volver a vivir a una vida, la cual es eterna, se conformó con una vida temporal, mortal, corruptible que se le acaba en cualquier momento; porque nadie sabe cuándo se le acaba esa vida en el cuerpo físico, porque esa vida es frágil, hasta de una caída se le puede acabar la vida terrenal a la persona. Pero la Vida eterna no se acaba nunca, es eterna. Si nuestro cuerpo físico muere, no hay ningún problema: tenemos Vida eterna, Cristo nos dará luego un cuerpo eterno y continuaremos viviendo por toda la eternidad. Primera de Juan, capítulo 5, verso 10 en adelante, dice:
“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.
Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo (o sea, en Jesucristo).
El que tiene al Hijo, tiene la vida (el que tiene a Cristo acá, el que lo ha recibido como su Salvador tiene la Vida, la Vida eterna); el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida (o sea, no tiene la Vida eterna, lo único que tiene es una vida temporal, pero no tiene la Vida eterna).
Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna...”
Es Vida eterna lo que tenemos, porque hemos recibido a Jesucristo como nuestro Salvador.
“...y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”
Ahora, toda persona que todavía no ha recibido a Cristo como su Salvador, no tiene Vida eterna. Pero los que han recibido a Cristo como su Salvador, tienen Vida eterna ¿quiénes son esas personas? Todos nosotros. Pero si alguno todavía no ha recibido a Cristo, pues no tiene Vida eterna.
Pero en esta noche puede obtener Vida eterna, y para eso tiene la oportunidad en esta noche de recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador. “Porque no hay otro nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos.” No lo hay. Solamente hay un nombre, y ese Nombre es: SEÑOR JESUCRISTO, por eso hay que recibir a Cristo como nuestro Salvador: para obtener la Vida eterna.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (San Juan, capítulo 3, verso 16).
En esta noche toda persona que todavía no ha recibido a Cristo como su Salvador, puede hacerlo en esta noche para que Cristo le imparta salvación y Vida eterna, y así tenga usted asegurado su futuro eterno con Jesucristo nuestro Salvador y tenga la esperanza de volver a vivir en un cuerpo nuevo y eterno y glorificado, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.
Para lo cual puede levantar su mano y estaré orando por usted en esta noche. Por aquí vi que se movían algunas manos, por aquí veo manos levantadas, pueden pasar al frente para orar por ustedes en esta noche, para que Cristo extienda Su Misericordia hacia ustedes, les perdone, les limpie con Su Sangre preciosa de todo pecado y puedan ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y obtengan el nuevo nacimiento, y así nazcan en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador, nazcan a una nueva vida, a una Vida eterna, porque la vida terrenal es muy corta, se nos acaba, con los años se nos va acabando y difícilmente podemos llegar a 100 años. Por eso necesitamos una vida que sea eterna, y ésa es la que Cristo nos da.
Estamos esperando por los demás que vienen por aquí de camino para orar ya por todos ustedes en esta noche. Hay más personas como ustedes que quieren vivir eternamente también como ustedes y quieren vivir en un reino eterno, y el único Reino eterno es el Reino de Jesucristo nuestro Salvador. Por lo tanto, estamos esperando unos momentitos para que lleguen los que faltan, los cuales también quieren vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino, y así es como aseguramos nuestro futuro eterno: recibiendo a Cristo como nuestro Salvador.
Todavía hay más personas por aquí, vamos a ver, a dar unos minutitos en lo que pasan los últimos para orar ya por todos, para que Cristo extienda Su Misericordia hacia ustedes y les reciba en Su Reino. Cristo dijo: “El que me confesare delante de los hombres, Yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los Cielos, delante de mi Padre Celestial.”
Por eso es que tenemos la oportunidad de hacer esta confesión pública de que recibimos a Cristo como nuestro Salvador, Él dijo: “El que me confesare delante de los hombres.” Aquí ustedes están para hacer una confesión pública de que reciben a Cristo como su Salvador personal, han creído la predicación del Evangelio de Cristo, han creído en Su Primera Venida y en Su Sacrificio en la Cruz del Calvario por todos nosotros, han reconocido que Él murió por nosotros en la Cruz del Calvario y que Él es el único que puede salvar nuestra alma para colocarla en Su Reino con Vida eterna.
Lo más importante es la Vida eterna, no hay otra cosa más importante para ninguna persona, y esa vida está en Jesucristo, la obtenemos recibiendo a Jesucristo, porque Él es la Vida eterna, al recibirlo aquí, recibimos la Vida eterna acá en nuestra alma.
Todavía siguen pasando más personas, porque hay más personas, que como ustedes quieren vivir eternamente con Cristo en Su Reino, por eso es que recibimos a Cristo como nuestro Salvador.
Vamos a dar ya unos segunditos y oraremos por todas las personas que estarán aquí al frente. Vamos a pedir ya a los últimos que faltan por pasar, lleguen hasta acá para que queden incluidos en esta oración.
La Sangre del Señor Jesucristo nos limpia de todo pecado. Vean, no hay otra cosa con la cual podamos quitar nuestros pecados de nosotros, solamente con la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. La Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado, eso es lo que dice la Escritura. Por lo tanto, recurrimos a Cristo para que nos perdone y nos limpie de todo pecado con Su Sangre preciosa.
Ya vamos a orar, todavía vienen más personas; es que todos queremos que Cristo nos perdone, nos limpie con Su Sangre de todo pecado y produzca en nosotros el nuevo nacimiento, el nuevo nacimiento a la Vida eterna, porque queremos vivir con Cristo eternamente en Su Reino.
Todavía siguen pasando más personas que desean vivir eternamente con Cristo en Su Reino.
Dios tiene mucho pueblo, muchos hijos e hijas en esta República de Costa Rica, y eso es una bendición para Costa Rica: que Dios tenga mucho pueblo en Costa Rica. Por lo tanto, en la eternidad estarán viviendo muchos que vivieron en la República de Costa Rica, y que deseaban vivir eternamente con Cristo en Su Reino, y comprendieron que la única oportunidad es recibiendo a Cristo como nuestro Salvador; ésa es la única oportunidad para vivir eternamente con Cristo en Su Reino: es recibiéndolo como nuestro Salvador.
Ya vamos a orar por las personas que ya han pasado, si falta alguno, puede acercarse y aún mientras estamos orando, si llega, se coloca donde están todos aquí y quedará incluido también en la oración.
Inclinemos nuestros rostros y repitan conmigo:
Señor Jesucristo, en esta noche he escuchado la predicación de Tu Evangelio, y yo he creído en Ti, he creído en Tu Sacrificio en la Cruz del Calvario, he creído que Tu Sangre me limpia de todo pecado, he creído que Tú eres el único que me puedes perdonar.
Señor Jesucristo, en esta noche, confieso públicamente que Te recibo como mi Salvador. Perdona Señor Jesucristo mis pecados, límpiame con Tu Sangre preciosa.
Y Señor Jesucristo, seré bautizado en agua en Tu Nombre lo más pronto posible, y Te ruego Tú me bautices con Espíritu Santo y Fuego y produzcas en mí el nuevo nacimiento, el nacimiento a la Vida eterna en Tu Reino.
¡Oh Señor Jesucristo! Yo Te lo ruego y creo en Ti como mi Salvador. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.”
Y ahora, repetimos:
La Sangre del Señor Jesucristo me ha limpiado de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me ha limpiado de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me ha limpiado de todo pecado.
Cristo le ha perdonado y con Su Sangre le ha limpiado de todo pecado.
Y ahora, siendo que ustedes han recibido a Cristo como su Salvador, Cristo les ha recibido como las ovejas que el Padre le dio para que les dé Vida eterna.
Inclinemos nuestros rostros y estaré orando por ustedes a Dios (no tienen que repetir esta oración):
Padre nuestro que estás en el Cielo, ante Tu Presencia vengo en el Nombre del Señor Jesucristo, trayendo aquí todas estas almas, estas personas que han recibido a Jesucristo como su Salvador personal.
Padre Celestial, ellos han recibido a Tu Hijo Jesucristo como su Salvador, recíbeles en Tu Reino ¡Oh, Dios eterno!
Y Señor Dios eterno, sé con ellos todos los días de su vida; cuídales, guíales en sus vidas, y llénales del conocimiento de todo Tu Programa, y fortalecelos Señor. Y cuando se complete Tu Iglesia, que ellos puedan ser transformados juntamente con los que ya han creído y están en Tu Cuerpo Místico de creyentes.
En Tus manos los encomiendo Dios eterno. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y ahora, siendo que la Escritura dice: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” Se preguntarán: “¿Y cuándo podré ser yo bautizado?” Porque Cristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” Y Pedro dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el Nombre de Jesucristo.” Y Ananías cuando le predicó a Saulo, le dijo: “Levántate ¿por qué te detienes? Levántate y bautizate invocando Su Nombre.” Y el eunuco al cual Felipe le predicó, le dijo a Felipe: “¿Qué impide que yo sea bautizado?” Felipe le dice: “Si crees de todo corazón, bien puedes.” Y el eunuco le dijo: “Yo creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.” Y bajaron del carro donde iban y Felipe lo bautizó en agua.
Y ahora, ustedes preguntarán: “¿Y yo cuándo voy a ser bautizado? Porque yo quiero ser bautizado ya. ¿Qué impide que yo sea bautizado?” Si crees de todo corazón, bien puedes. Y ustedes han creído de todo corazón, porque han pasado al frente para recibir a Cristo como su Salvador personal. Por lo tanto, bien pueden ser bautizados esta misma noche.
Ahora, no vemos agua aquí. Vamos a preguntarle al ministro si hay agua. Hay agua, pues si hay agua, bien pueden ser bautizados en esta noche. ¿Hay vestiduras también? Hay vestiduras y un lugar donde cambiarse de ropa para ser bautizados, y luego se colocan de nuevo la ropa de ustedes seca y regresan a sus hogares felices y agradecidos a Cristo por haber salvado vuestra alma.
Que Dios les bendiga y les guarde, y dejo al Rvdo. William Sibaja, para que les indique dónde esta el lugar que hay agua, dónde está el bautisterio y la ropa para ser bautizados esta misma noche.
Que Dios me los bendiga, y les veré, les veré en el cuerpo eterno cuando ya lo tengamos, y nos gozaremos también cuando tengamos ese cuerpo eterno.
Que Dios les bendiga y les guarde y con nosotros nuevamente el Rvdo. William Sibaja. Muchas gracias.
“LA TRINIDAD DEL SER HUMANO.”