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| Perseverando hasta obtener la promesa | 2003-08-28 | 1 | Xalapa | Veracruz | MX | 00:00:00 | false |
Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.
Me acompañan en este recorrido mi esposa Erica y también mis niñas América y Yahannah Gabriela; ahí mismo pueden levantar su mano aunque sea, ya las había presentado también el pastor aquí de la congregación; y también nuestro hermano José Benjamín Pérez, también dijo que estaban aquí (también); así que ésta es la tercera ocasión.
También nos acompaña la doctora Nelly Fuentes del Perú en este recorrido por México (aquí la tenemos también); y nos acompaña también nuestro hermano, el Rvdo. José Benjamín Pérez, quien me presentó en estos momentos pasados, el cual es mi copastor allá en Cayey.
Y también de diferentes lugares de la República, nos acompañan también personas en este recorrido, como nuestro hermano Alejandro Ranjel, y aquí lo tenemos también; y también de Ciudad Juarez también, tenemos aquí a este ayudante de Alejandro (por aquí está también); y también del Paraguay nos acompaña nuestro hermano José Tillería (aquí lo tenemos), y también el Rvdo. Joel Lara de Bolivia, de Santa Cruz, Bolivia.
Y en esta ocasión esperamos grandes bendiciones de parte de Dios, porque nos acompaña nuestro amado Señor Jesucristo en este recorrido y está con nosotros aquí para bendecirlos; y le pido a Cristo nos bendiga en esta ocasión, y nos abra las Escrituras, y nos abra el corazón para recibir Su Palabra, y nos abra el entendimiento para comprenderla. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y ahora, leemos en Hebreos, capítulo 10, versos 35 al 39, donde nos dice el Apóstol San Pablo:
“No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón;
porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.
Porque aún un poquito,
Y el que ha de venir vendrá, y no tardará.
Mas el justo vivirá por fe;
Y si retrocediere, no agradará a mi alma.
Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma.”
Nuestro tema es: “PERSEVERANDO HASTA OBTENER LA PROMESA.” “PERSEVERANDO HASTA OBTENER LA PROMESA.”
Por lo tanto, tenemos que ser imitadores de aquellos que perseveraron creyendo lo que Dios les había prometido y fueron herederos de lo que Dios les prometió; de lo cual también nos habla San Pablo en este mismo pasaje, en donde nos habla acerca de la perseveración, de perseverar, para así mantenernos positivos creyendo lo que Dios ha prometido, y perseverando, caminando siempre hacia adelante en el camino del Señor, siempre persistiendo, siguiendo a Cristo, y esperando en cada ocasión que Él cumpla lo que Él nos ha prometido.
Por lo tanto, vean, aquí en Hebreos, capítulo 6, verso 13 nos habla del padre de la fe: Abraham, al cual Dios le prometió un hijo. Abraham tenía setenta y cinco años cuando Dios le dijo que saliera de su tierra, de su parentela y haría de él una nación grande.
Abraham estuvo esperando que Dios le diera el hijo a través del cual vendría otro hijo; y luego a través de ese hijo que vendría por medio del hijo de Isaac, vendrían otros hijos, que serían los patriarcas; y luego a través de esos patriarcas vendrían otros hijos; y así la descendencia de Abraham se multiplicaría y se formaría una gran nación.
Por lo tanto, Abraham se agarró de la Palabra prometida de Dios para él; y esperanza contra esperanza caminó, persistió, perseveró, hasta recibir lo que Dios le prometió.
Ahora vean, “esperanza contra esperanza,” ahí como que uno no puede comprender qué significa esperanza contra esperanza; pero miren, es bien sencillo: se puede esperar de un hombre anciano que tenía setenta y cinco años y su esposa tenía sesenta y cinco años, ya anciana y para colmo estéril, y para colmo ya había pasado el tiempo de una mujer tener niños.
¿Se puede esperar que Abraham tuviera un niño por medio de su esposa Sara? No, normalmente no, y cualquier médico le diría: “Eso es imposible, no puedes esperar tener un niño a través de Sara.” La misma Sara pensó que no podía ser posible, y le dijo: “Toma a mi sierva Agar,” y entonces tendría un hijo, y lo tomaría Sara, lo criaría como un hijo suyo. Pero ése no era el plan de Dios; en el plan de Dios era Dios darle un hijo a Abraham a través de su esposa Sara.
¿Y por qué Dios le hace una promesa a un hombre que ya está viejo y una esposa que él tiene, que Abraham tiene que ya también está anciana? Porque no hay nada imposible para Dios, para Dios no hay nada imposible. Cualquier persona puede decir: “Pero esas personas para poder tener un hijo siendo ya ancianos, tendrían que ser jóvenes de nuevo,” pues Dios los hizo jóvenes de nuevo y les dio el hijo.
Ahora vean, Abraham permanecía todos los años creyendo lo que Dios le había prometido, siguiendo, continuaba esperando el cumplimiento de lo que Dios le prometió, y en esperanza (o sea, esperando) contra esperanza (contra algo que no se podía esperar) él obtuvo la victoria, obtuvo la victoria de la fe y le ganó - y ganó la batalla en contra de lo que no se podía esperar. Él esperó porque él colocó su fe y su esperanza en lo que Dios le había dicho, en la Palabra de Dios. Y cuando la persona coloca su fe y su esperanza en la Palabra de Dios, puede esperar lo que Dios ha prometido en Su Palabra.
Ahora, encontramos que Cristo nos ha dado Su Palabra y nos ha enseñado que hay salvación y Vida eterna para el ser humano, y nos ha mostrado cómo es que podemos obtener esa salvación y Vida eterna.
Por lo tanto, tenemos que ser imitadores de aquellos que por la fe obtuvieron la promesa como nos dice en Hebreos, capítulo 6, verso 9 al 12 cuando dice:
“Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así.
Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún.
Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza,
a fin de que no os hagáis perezosos.”
Vean, no se puede ser un cristiano perezoso.
“Para que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.”
Tenemos que ser imitadores de los que por la fe (porque creen) y la paciencia (porque esperan con paciencia lo que Dios les ha prometido), y perseveran, persisten, se mantienen creyendo y esperando.
Fe y esperanza ahí unidos, hace que la persona reciba lo que Dios le prometió. Pero recuerden que hay una etapa de prueba, hay una etapa en que la fe de cada persona es probada, porque algunas personas dicen, oyen tal cosa y dicen: “Yo lo creo.” Pero luego viene la etapa de prueba a ver si lo creyó de todo corazón.
Por lo tanto, cuando Dios le dijo a Abraham que le daría un hijo, Abraham lo creyó, y pasó una etapa de prueba de veinticinco años, y ya cuando tenía noventa y nueve años y Sara ochenta y nueve años en el capítulo 18 del Génesis, le apareció Dios, Elohim con Sus Arcángeles Gabriel y Miguel el día antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra, y Abraham los recibió.
Dios con Sus Arcángeles fueron materializados, Dios creó para cada uno de Sus Arcángeles un cuerpo del polvo de la tierra y uno para Sí mismo, y apareció a Abraham; aparecieron tres hombres a Abraham, y Abraham reconoció que uno de ellos era el que siempre le hablaba: era Elohim.
Y encontramos que los invitó a una buena comida a eso de mediodía en adelante, en la etapa del calor del día, y Abraham les ofrece un becerro tierno con todo lo que conlleva un becerro tierno, asado, preparado: lleva panes, lleva quesos también, y leche y todas esas cosas, y Abraham dice: “Porque por eso ustedes me han aparecido a mí, me han aparecido.” Por lo tanto, les invitó y fue aceptada la invitación.
Vean, en lo que Abraham salió corriendo, un hombre de noventa y nueve años; pero él fue corriendo y buscó un becerro tierno y lo entregó a su siervo y le dijo: “Date prisa, prepara esto bien, y prepara todas las cosas que van con esto.” Y a Sara le dijo: “Prepara (digamos) tortillas (acá, en el término acá) o panes al rescoldo en la ceniza, y dense prisa.” Porque para Dios las cosas no se pueden hacer ahí muy lentamente o lentamente, sino para Dios hay que hacer las cosas lo más rápido posible y bien hechas. El ejemplo lo da ¿quién? Abraham.
Vean, eso está en el Génesis, capítulo 18; en el capítulo 18 del Génesis... vamos a ver, capítulo 18 del Génesis, verso 1 en adelante para que tengamos la historia completa, porque esto es una historia muy importante, una historia en donde Dios con Sus Arcángeles Gabriel y Miguel se materializaron, pues en cuerpos angelicales no se puede comer, pero tuvieron que materializarse para poder comer. En el capítulo 18, verso 1 en adelante, dice.
“Después le apareció Jehová en el encinar de Mamre, estando él sentado a la puerta de su tienda en el calor del día.
Y alzó sus ojos y miró, y he aquí tres varones que estaban junto a él; y cuando los vio, salió corriendo de la puerta de su tienda a recibirlos, y se postró en tierra,
y dijo: Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo.”
Ahora miren, Abraham aunque era un hombre paciente en cuanto a esperar lo que Dios le había prometido, lo cual él creía con toda su alma, cuando se trataba de él hacer cosas para Dios, vean ustedes:
“...y cuando los vio, salió corriendo de la puerta de su tienda a recibirlos.”
¿Salió cómo? Corriendo, porque Abraham no quería que se le pasara esta bendición de la visita de Dios con Sus Arcángeles, y era un hombre de noventa y nueve años.
“...y dijo: Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo.
Que se traiga ahora un poco de agua, y lavad vuestros pies; y recostaos debajo de un árbol.”
¿Ven? Están materializados, pues Abraham les habla de lavar sus pies.
“...y recostaos debajo de un árbol.”
O sea, que donde Abraham tenía su carpa, que era la casa, la tienda de Abraham; y no una tienda de vender productos, sino la tienda, la casa, la carpa, ahí estaban unos árboles, pues eso ayuda a que el lugar sea más fresco.
“...y traeré un bocado de pan, y sustentad vuestro corazón, y después pasaréis; pues por eso habéis pasado cerca de vuestro siervo.”
¿Ven?, ahora la forma de Abraham hablar con respeto a Dios es muy importante, ahí Abraham se llama a sí mismo siervo del que lo está visitando, y le ofrece lo mejor y le dice: “Porque por eso habéis pasado por aquí: por vuestro siervo, habéis pasado cerca de vuestro siervo.”
“Y ellos dijeron: Haz así como has dicho.” Ahí está aceptada la invitación.
Ahora, a Elohim con Sus Arcángeles Gabriel y Miguel no les preocupó cuánto tiempo Abraham iba a tardar para preparar el alimento que él les prometió.
“Entonces Abraham fue de prisa a la tienda a Sara.”
¿Ven? De prisa. Las cosas para Dios hay que hacerlas rápidamente y bien hechas.
“Entonces Abraham fue de prisa a la tienda a Sara, y le dijo: Toma pronto tres medidas de flor de harina, y amasa y haz panes cocidos debajo del rescoldo.”
Le está diciendo hasta la cantidad de harina que debe usar.
“Y corrió Abraham...”
Ahora, Abraham miren, está haciendo todo corriendo: “Corrió Abraham.” Y de seguro estaba bien nervioso con la presencia, la visita de estos seres celestiales, lo cual es tipo y figura para este tiempo final, porque Cristo dijo que como fue en los días de Lot, así será en la Venida del Hijo del Hombre. Y los días de Lot fueron los días de Abraham, en donde Dios visitó a Abraham, y luego los Arcángeles Gabriel y Miguel luego pasaron y visitaron a Lot y le dijeron que habían llegado a la ciudad para destruirla.
Ahora vean, un hombre de noventa y nueve años corriendo de un lado al otro; o sea, muchos jóvenes de nuestro tiempo se quedarían pequeñitos al lado de Abraham, o sea, serían lentos comparados con Abraham.
“Y corrió Abraham a las vacas, y tomó un becerro tierno y bueno (lo mejor para el Señor), y lo dio al criado, y éste se dio prisa a prepararlo.”
Todo de prisa, como fue en la víspera de la pascua cuando sacrificaron el cordero, y luego en la noche de la pascua todo fue también con prisa, tenían que tener su ropa puesta, sus zapatos puestos también o sandalias, el bordón en la mano, y todos estar listos para salir en el momento en que Dios diera la orden a través del Profeta Moisés.
“Tomó también mantequilla y leche, y el becerro que había preparado, y lo puso delante de ellos; y él se estuvo con ellos debajo del árbol, y comieron.”
O sea, que vean, aquí tenemos la primera, o una de las pocas veces en que no un hombre celestial sino tres, visitan a un hombre y comen con él.
Ahora, en el Nuevo Testamento el mismo que visitó a Abraham, el cual se hizo carne, luego comió con los discípulos. Cuando los discípulos comían con Jesús, estaban comiendo con un hombre celestial, del Cielo, de otra dimensión, el cual se había materializado en un cuerpo de carne, el cual fue creado por Dios y nació a través de la virgen María. Y todos los que comían con Jesús, estaban comiendo con el mismo con el cual Abraham comió. Por eso Cristo dijo:
“Abraham deseó ver mi día, y lo vio y se gozó.”
San Juan, capítulo 8, verso 56 en adelante:
“Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.”
¿Por qué? Porque Cristo es el mismo que le apareció a Abraham y comió con Abraham, en aquel velo de carne llamado Jesús estaba Elohim, Dios, Emanuel: Dios con nosotros. Por eso Cristo decía: “El Padre que mora en mí, Él hace las obras.” Y ése fue el que le apareció a Abraham, al cual Abraham le preparó una buena comida, porque un becerro tierno bien preparado y colocándole mantequilla y panes y leche también, todo eso es una buena comida, y más en aquellos tiempos.
Ahora, continuamos viendo aquí:
“Y él se estuvo con ellos debajo del árbol, y comieron.”
O sea, que fue una comida al aire libre bajo un árbol, porque debajo de una tienda o una carpa, al tiempo o al horario del calor del día es muy caluroso, pero debajo de un árbol es mucho más fresco; o sea, que tuvieron una cena o una comida, algo así como dicen: de camping, estuvieron así de camping ahí, pero pegadito a la casa.
“Y le dijeron: ¿Dónde está Sara tu mujer? Y él respondió: Aquí en la tienda.”
La cual estaba a la parte de atrás de donde estaban Elohim y los Arcángeles Gabriel y Miguel:
“Entonces dijo...”
¿Quién fue el que habló? Elohim.
“Entonces dijo: De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo. Y Sara escuchaba a la puerta de la tienda, que estaba detrás de él.
Y Abraham y Sara eran viejos, de edad avanzada; y a Sara le había cesado ya la costumbre de las mujeres.
Se rió, pues, Sara entre sí.”
O sea, por dentro, como algunas veces nos reímos por dentro y ni siquiera la sonrisa se nos ve, así se rió Sara. Pero por cuanto Dios ve el corazón y ve los pensamientos del corazón, y los pensamientos del corazón Él los escucha. Y son más fuertes los pensamientos del corazón, hablan más fuerte en el Cielo, que la voz nuestra aquí en la Tierra.
Para que tengan una idea cómo se escuchan los pensamientos de los seres humanos en el Cielo, es como una persona normalmente hablando, está hablando como nosotros hablamos; pero cuando está pensando es como si estuviera hablando a gritos, así es como se escucha los pensamientos, cada pensamiento de los seres humanos, y son escritos en el Cielo.
Por eso tenemos que pensar correctamente y hablar correctamente también, porque Dios no solamente escucha lo que hablamos con nuestra boca, sino lo que pensamos en nuestro corazón, y eso para Dios es estar hablando acá, el ser humano hablando acá en su alma.
Por lo tanto, es muy importante saber que nuestros pensamientos son escritos en el Cielo, todo queda registrado, y también lo que hablamos con nuestra boca y lo que hacemos con nuestro cuerpo, todo queda grabado en el Cielo, y por consiguiente es importante que quede grabada la historia de nuestra vida en una forma hermosa.
Y usted es el actor de la historia de su vida, así que, actúe conforme al libreto que Dios nos da, que es Su Biblia, Su Palabra, y le saldrá bien la película que le es tomada en el Cielo por los Ángeles de Dios.
Recuerden que la Escritura dice que daremos cuenta a Dios por todas nuestras obras.
Ahora, hemos visto aquí el caso de Abraham, y hemos visto que Sara se rió entre sí (o sea, por dentro); pero vamos a ver aquí qué sucedió cuando Sara se rió.
“Se rió, pues, Sara entre sí, diciendo: ¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo?
Entonces Jehová dijo a Abraham: ¿Por qué se ha reído Sara diciendo: ¿Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja?
¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo.
Entonces Sara negó, diciendo: No me reí; porque tuvo miedo.”
Y físicamente no se había reído pero en su corazón sí, y fue una risa de incredulidad. Abraham en una ocasión que Dios le habló de tener un hijo se rió pero de gozo, se rió gozoso, creyendo lo que Dios le había prometido; porque uno se puede reír de gozo, creyendo, y otros se pueden reír de incredulidad, dudando lo que Dios ha prometido.
Y una risa de duda, de incredulidad es desagradable delante de Dios; una risa de fe, creyendo lo que Dios ha prometido es agradable a Dios.
“Y él dijo: No es así, sino que te has reído.”
¿Ven? Dios juzga el corazón, por lo tanto en su corazón ella se rió y Dios lo vio, Él discierne los pensamientos del corazón, de alma, y las intenciones.
“Y los varones se levantaron de allí.”
Ahora vean, luego de esa risa de incredulidad y luego de negar que ella había dudado y se había reído en su alma, los varones se levantaron y se fueron. Donde hay incredulidad se va Dios y los Ángeles de Dios, donde están las personas con fe en la Palabra de Dios, en lo que Dios ha prometido, ahí está Dios y los Ángeles de Dios.
“Y los varones se levantaron de allí, y miraron hacia Sodoma; y Abraham iba con ellos acompañándolos.”
Así que Sara se perdió el resto de las cosas que Dios iba a hablarle a Abraham, pero Abraham no se perdió nada, Abraham continuó acompañándolos a ellos, iban los tres personajes celestiales y Abraham iba con ellos; pero en cierto momento dos de ellos siguieron hacia Sodoma ya en la tarde; o sea, que pasaron una tarde con Abraham, desde que el sol estaba en su etapa caliente hasta la tarde, o sea, que fueron unas cuantas horas: en lo que prepararon el cordero, el becerro tierno; preparar un becerro tierno tarda no menos ¿de cuánto? De una hora, de ahí en adelante. Por lo tanto, pasaron unas cuantas horas con Abraham.
Ahora, vamos a continuar leyendo aquí.
“Y Jehová dijo: ¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer.”
“Dios no hará nada sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos sus Profetas,” Amós, capítulo 3, verso 7; y Abraham es un Profeta pero de los grandes, un Profeta dispensacional, de los cuales Dios tiene ¿cuántos? De los cuales Dios tiene solamente siete Profetas dispensacionales. Pero de los demás Profetas de un nivel más bajo tiene muchos Profetas, pero tiene también un número, o sea, una cantidad.
Ahora, Abraham siendo un Profeta dispensacional Dios le va a revelar lo que va a hacer, lo cual será un tipo y figura de lo que Dios va a hacer en este tiempo final, por lo cual así como fue en los días de Lot, dijo que será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste, se revele.
Por lo tanto, así como hubo un Profeta dispensacional allá, habrá un Profeta dispensacional en este tiempo, y todo lo que Dios va a hacer en este tiempo no lo hará sin que lo revele a ese Profeta. Por eso Cristo dice:
“Sube acá (en el capítulo 4 del Apocalipsis), y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas.”
¿Y a dónde vamos a subir? Vamos a subir a una edad: la Edad de la Piedra Angular, porque la Iglesia de Jesucristo ha venido subiendo de etapa en etapa, de edad en edad, como subiendo por una escalera. Como la escalera que vio Jacob allá cuando Jacob iba hacia Padan-aram, él en cierto lugar se detuvo y allí tuvo un encuentro con Dios. Eso fue ahí en el capítulo 28, en donde tuvo un sueño muy importante, y en donde él vio una escalera que bajaba del Cielo y se posaba en la tierra, y esa escalera la parte de arriba llegaba al Cielo.
Ahora, encontramos que vio Ángeles que subían y bajaban, eso - el lugar fue Betel, el cual antes se llamaba “Luz.” Y ahora allí vio la Luz de Dios en sueños, vio que Ángeles subían y bajaban, y de esto y a esto es que Cristo hace referencia en San Juan, capítulo 1, verso 43 en adelante, dice:
“El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme.
Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro.
Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.”
Todavía Felipe no sabía que Jesús había nacido en Belén de Judea.
“Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno?”
Pues de Nazaret no había salido (parece) ningún Profeta, y Nazaret era un lugar mezclado, era un territorio donde estaba un poco mezclado, por lo tanto no tenía buena fama.
“¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve.”
No se puede estar dando opiniones, ni tampoco tomar las opiniones de las personas (opiniones negativas), sino uno debe ir y ver, y ver si es lo que Dios ha prometido en Su Palabra; y si lo que ve es lo que Dios prometió en Su Palabra, entonces decir: “Eso es lo que Dios ha prometido y lo está cumpliendo, y yo lo creo con toda mi alma.”
“Cuando Jesús vio a Natanael...”
Así que Natanael entonces le dijo: “Pues yo te acompaño, yo voy contigo, voy contigo a la actividad.” Porque Jesús tenía actividades todo el tiempo. Y ahora, va para Felipe llevarlo a Jesús, para que conozca a Jesús y vea a Jesús y lo escuche predicando.
“...Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño.”
Era un hombre sincero, era un hombre honesto, era un hombre bueno.
“Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces?”
Pues no lo conocía Natanael a Él, y pensaba que Cristo no lo conocía a él. Pero Jesucristo conoce a todas las personas, no solamente del tiempo en que Él estuvo aquí en la Tierra sino de todos los tiempos: los del pasado y los del presente también. Él me conoció a mí desde antes de la fundación del mundo, ¿y a quién más? A cada uno de ustedes también.
“Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.”
Es que siendo que era un hombre religioso, honesto, verdadero, bueno, era un hombre también de oración.
Por lo tanto, en cierto momento del día los hombres honestos y religiosos del pueblo hebreo oran a Dios. David decía que oraba a unas cuantas veces a Dios, y Daniel también oraba a Dios con las ventanas abiertas en cierto tiempo en que hubo peligro para su vida.
Y ahora, cuando Natanael escucha estas palabras: “Cuando estabas debajo de la higuera, te vi.” Ahora ,vean ustedes, Natanael siendo un hombre religioso oraba por él, por su familia, por su nación, y oraba también por la Venida del Mesías, y deseaba ver al Mesías en Su Venida, por lo tanto él estaba esperando el Mesías.
Y ahora, cuando Jesús le dice: “Cuando estabas debajo de la higuera, te vi,” allí *Felipe estaba orando y tuvo su experiencia, y ahora Jesús le habla de ese momento y de esa experiencia; y ahora, vean lo que Natanael le dice:
“Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.” Porque le dijo que lo vio debajo de la higuera:
“Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás.
Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.”
Esto fue lo que vio Jacob; vean, capítulo 28 del Génesis, verso 10 en adelante... Jacob salió de la casa de su padre para ir a la casa de su tío y allá encontrar una compañera para sí y casarse allá, dice:
“Salió, pues, Jacob de Beerseba (en Beerseba era que vivía Isaac con su familia)...
Salió, pues, Jacob de Beerseba, y fue a Harán.
Y llegó a un cierto lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar.
Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella.
Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia.
Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente.
He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho.
Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía.
Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo.”
Y en el Nuevo Testamento la Casa de Dios y Puerta del Cielo es la Iglesia de Señor Jesucristo, donde está la Puerta del Cielo, que es Jesucristo nuestro Salvador. Cristo dijo: “Yo Soy la Puerta, el que por mi entrare, será salvo.”
Ahora, esta escalera que vio Jacob es la Iglesia del Señor Jesucristo en sus diferentes etapas, por la cual han pasado y han subido los diferentes Ángeles Mensajeros. Vean ustedes, cada Ángel Mensajero ha subido a la edad que le toca y ha traído el mensaje de parte de Dios.
Y al final de la escalera, a la parte alta de la escalera, que es la Edad de la Piedra Angular, es la edad en donde la Segunda Venida de Cristo se cumplirá; y el pueblo hebreo verá a Cristo viniendo a Su Iglesia y en medio de Su Iglesia, en la parte alta de esa escalera, en la parte alta de la Iglesia: la Edad de la Piedra Angular y dirá: “Éste es el que nosotros estamos esperando.”
¿Ven? ahí fue donde Jacob vio a Jehová, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob en la parte alta de la escalera; en las demás etapas vio Ángeles, pero en la parte alta vio a Dios. Y Cristo dijo que Ángeles... y le dijo:
“Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.”
Y ahora, por esa escalera, la Iglesia del Señor Jesucristo, es que han estado subiendo Ángeles de Dios, no solamente los Ángeles Mensajeros sino todos los hijos e hijas de Dios que son como los Ángeles de Dios.
Por lo tanto, en sus cuerpos teofánicos, en sus cuerpos angelicales son como los Ángeles, porque el cuerpo angelical, el cuerpo espiritual que Él nos da cuando lo recibimos como nuestro Salvador, lavamos nuestros pecados en Su Sangre, somos bautizados en agua en Su Nombre y Cristo nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego, obtenemos el nuevo nacimiento y obtenemos un cuerpo angelical, un cuerpo angelical como el cuerpo angelical de Jesucristo.
El cuerpo angelical de Jesucristo del Antiguo Testamento es llamado el Ángel de Jehová o Ángel del Pacto; y así estos hijos e hijas de Dios son como los Ángeles porque tienen un cuerpo angelical espiritual.
El Ángel de Jehová acampa en derredor de los que le temen y los defiende: ese cuerpo angelical. Por lo tanto, es por esa escalera: la Iglesia del Señor Jesucristo, de etapa en etapa, de edad en edad, que suben al Cielo los hijos e hijas de Dios, entrando por Cristo, la puerta, Cristo nuestro Salvador.
Ahora vemos cómo allá en el Antiguo Testamento Dios mostró a la Iglesia del Señor Jesucristo en la forma de una escalera por donde suben y bajan los Ángeles de Dios, y en la parte alta está Dios.
En la parte alta de la escalera de la Iglesia de Jesucristo para este tiempo final, la Segunda Venida de Cristo se hará una realidad, y el pueblo hebreo verá lo mismo que vio Jacob en el sueño que tuvo, y verá lo mismo que vio Jacob luego cuando regresó y llegó a Peniel en donde él tuvo la experiencia de ver al Ángel de Jehová y luchar con él y recibir la bendición de Dios.
“Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma.” Capítulo 32, verso 30 del Génesis.
Ahí cuando Jacob luchó con el Ángel y lo soltó hasta que recibió la bendición del Ángel, nos muestra la forma en que nosotros tenemos que perseverar, perseverar en Cristo y permanecer en el Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia del Señor Jesucristo, sirviendo a Cristo con toda nuestra alma, y creyendo Sus promesas para nosotros, y sabiendo que Él nos va a transformar si permanecemos vivos hasta que Él complete Su Iglesia y resucite a los muertos en Cristo en cuerpos eternos, en cuerpos glorificados.
Cuando Él resucite a los muertos creyentes en Él en cuerpos glorificados nos transformará a nosotros, eso será así porque Dios lo ha prometido, y nosotros lo creemos con toda nuestra alma; y nosotros perseveramos, persistimos, continuamos hacia adelante con nuestra fe puesta en Cristo, y con la esperanza en lo que Él ha prometido, esperando lo que Él prometió, y algún día se cumplirá en nosotros.
Heredaremos la promesa que Él ha hecho para nosotros, esa promesa la obtendrán aquellos que perseverarán hasta el fin. Cristo en una ocasión dijo: “El que perseverare hasta el fin, éste será salvo.”
Por lo tanto, habrá un grupo en esta Tierra en este tiempo final, que perseverará hasta el fin y obtendrá la promesa, heredará la promesa de la transformación de su cuerpo.
Pero, ¿qué de los creyentes que han muerto en este tiempo y los que han muerto en otros tiempos pasados? También van a obtener esa promesa aunque hayan partido, porque ellos la creyeron con toda su alma; por lo tanto Cristo los resucitará en cuerpos glorificados y entonces serán herederos de esa promesa.
Y nosotros estando vivos, si permanecemos vivos hasta ese momento, estando vivos heredaremos esa promesa de la transformación, esa promesa del cuerpo nuevo, del cuerpo glorificado, porque es una promesa para todos los creyentes en Cristo que lo han recibido como su Salvador, le han pedido perdón a Cristo por sus pecados, Cristo los ha perdonado, Cristo los ha limpiado con Su Sangre de todo pecado, y Cristo los ha recibido, les ha extendido Su Misericordia y Su amor a ellos, y han sido bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo los ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, y por consiguiente han nacido del Agua y del Espíritu, han obtenido el nuevo nacimiento.
Ahora, ¿por qué es bautizada la persona en agua en el Nombre del Señor Jesucristo? Encontramos que en el Antiguo Testamento hubo un lugar con agua donde los sacerdotes se lavaban antes de entrar al tabernáculo, antes de entrar al lugar santo se lavaban, y aun también antes de entrar al lugar santísimo el sumo sacerdote.
Cuando Juan el Bautista vio a Jesús que vino a él, pues Juan el Bautista estaba predicando y estaba bautizando a las personas (bautismo de arrepentimiento), Cristo vino para ser bautizado por Juan, y cuando entra al agua, Juan le dice: “Tú vienes a mí para que yo te bautice, y yo soy el que tengo necesidad de que Tú me bautices a mí.” Y no lo quería bautizar. Y Jesús le dice: “Nos conviene cumplir toda justicia.” Por lo tanto, Juan entonces dejó de discutir y lo bautizó. Cristo tenía que ser lavado siendo el Cordero de Dios para luego ser sacrificado; y siendo el Sumo Sacerdote del Templo Celestial, vean, fue lavado, porque después más adelante entraría al Cielo, al Lugar Santísimo.
Y usted y yo siendo descendientes de Dios por medio de Cristo, que es Melquisedec, el Sumo Sacerdote del Templo Celestial, somos Sacerdotes con Cristo del Templo Celestial; y por cuanto somos Sacerdotes también tenemos que ser lavados, lavados en las aguas bautismales en el Nombre del Señor Jesucristo.
Por eso Cristo, vean ustedes, en San Marcos, capítulo 16, versos 15 en adelante (15 al 16) ya resucitado y glorificado, dice:
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Y nadie quiere ser condenado porque nadie quiere ser condenado en el juicio final y ser echado en el lago de fuego, todos queremos ser salvos y vivir eternamente con Cristo en Su Reino.
Y por esa causa es que se predica el Evangelio de Cristo para que toda persona pueda recibir a Cristo como su Salvador personal, y pueda ser perdonado por Cristo y limpiado con la Sangre de Cristo de todo pecado, y pueda la persona ser bautizada en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, para Cristo bautizarlo con Espíritu Santo y Fuego, y así la persona obtener el nuevo nacimiento, nacer del Agua y del Espíritu.
Cristo dijo a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios,” no puede entrar en el Reino de Dios ninguna persona, excepto aquellos que nazcan de nuevo, que nazcan del Agua y del Espíritu, para lo cual la persona necesita recibir a Cristo como su Salvador, ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y recibir el Espíritu Santo, Cristo bautizarlo con Espíritu Santo y Fuego, y así la persona ha obtenido el nuevo nacimiento y ha nacido en el Reino de Cristo, ha entrado al Reino de Cristo con Vida eterna, ha nacido a la Vida eterna. Porque cuando nacimos en esta Tierra a través de nuestros padres terrenales, no nacimos a la Vida eterna, nacimos a una vida temporal, que es tan corta que algunas personas hasta acabando de nacer se les acaba, porque mueren cuando están naciendo.
Y otros ni siquiera nacen vivos, y otros mueren a los cinco años, otros a los diez, otros a los quince, otros a los veinte, otros a los treinta o cuarenta, otros a los cincuenta o sesenta, otros a los setenta u ochenta años, otros a los ochenta o noventa o cien años, otros a los cien o ciento diez años.
Pero vean, de una u otra forma es temporal, no importa todos los años que vivan, al final se les acaba esa vida, porque usted y yo nacimos en esta Tierra no en/ni a la Vida eterna, sino nacimos a una vida temporal.
Y toda persona que vive en esta Tierra sabe que vivir en este cuerpo físico es muy bueno. ¿Y cómo será vivir en un cuerpo eterno? Millones y millones, y billones y billones de veces mucho mejor.
En este cuerpo que tenemos nos ponemos débiles, nos enfermamos, nos ponemos viejos también, y también luego muere el cuerpo físico. Pero en el nuevo cuerpo, el cuerpo eterno que Cristo nos dará, ahí ni nos enfermaremos, ni siquiera una gripe nos dará, ni siquiera un estornudo tendremos; eso quiere decir ni una alergia, y ni siquiera una cana en nuestras cabezas, y ni siquiera una arruga en nuestro rostro, y ni siquiera habrá personas sin cabello.
Así que no se preocupen si lo perdieron en este cuerpo, en el nuevo lo tienen todo, y toda la juventud la tienen en el nuevo, porque es un cuerpo eterno, un cuerpo perfecto, ¿para quiénes? Para los que perseveran esperando el cumplimiento de la promesa de Cristo: por eso estamos perseverando hasta obtener la promesa.
Y perseveramos en el Cuerpo Místico de Cristo como creyentes en Cristo, reuniéndonos en los días de actividades, escuchando la Palabra siendo predicada, siendo leída también, y alabando a Dios con cánticos, con alabanzas y orando a Dios y glorificando a Dios, y pidiéndole siempre perdón a Dios por toda falta, error o pecado que hayamos cometido, y Cristo con Su Sangre nos limpia de todo pecado.
Así perseveramos sirviendo a Cristo todos los días de nuestra vida, y trabajando en Su Obra, llevando el mensaje por todos los lugares, o sea, trabajando en la obra evangelística, en la obra misionera, en una forma o en otra forma, y así estamos perseverando hasta obtener la promesa del cuerpo nuevo, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado que Él ha prometido para mí. ¿Y para quién más Él ha prometido un cuerpo nuevo? Para ustedes también.
Por lo tanto, toda persona que ha recibido a Cristo como su Salvador, ha lavado sus pecados en la Sangre del Señor Jesucristo, y ha sido bautizado en agua en Su Nombre y Cristo lo ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, ha obtenido el nuevo nacimiento y ha obtenido una transformación interior, y ha obtenido un cuerpo angelical, ha nacido como un bebé en el Reino de Cristo.
Y ahora, le falta el cuerpo físico glorificado, el cual Él también nos dará. Por lo tanto, continuamos perseverando hasta obtener la promesa, la promesa del cuerpo nuevo, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado.
Y ahora, las personas que no han recibido a Cristo todavía como su Salvador no tienen esta esperanza, no están perseverando hasta obtener el cuerpo nuevo, pues primero tienen que obtener el perdón de sus pecados, ser limpios de todo pecado por la Sangre de Cristo, ser bautizados en agua también en el Nombre del Señor Jesucristo, para obtener el nuevo nacimiento, obtener el Espíritu Santo, y obtener la transformación interior y obtener el cuerpo angelical, para después tener la esperanza de obtener un cuerpo físico glorificado.
¿Y qué pueden hacer las personas que todavía no tienen la esperanza de recibir un cuerpo físico glorificado? Lo mismo que hemos hecho nosotros: recibir a Cristo como su Salvador personal, y arrepentidos de sus pecados ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo los bautizará con Espíritu Santo y Fuego y obtendrán el nuevo nacimiento, y entonces estarán perseverando con la fe puesta en Cristo y la esperanza puesta en Cristo, y en la promesa que Él ha hecho de una transformación para nosotros si permanecemos vivos hasta el momento en que Él resucite los muertos en Cristo.
Pero si alguno de nosotros se va antes, no hay ningún problema, será resucitado en un cuerpo físico glorificado y joven para toda la eternidad, y regresará acá con nosotros en este tiempo final; y nosotros los veremos y seremos transformados cuando veamos a los muertos en Cristo resucitados.
Y ahora, Pedro nos dijo en el libro de los Hechos, capítulo 2, verso 36 en adelante:
“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”
Por eso es que llamamos a Jesús SEÑOR JESUCRISTO: porque Dios lo ha hecho Señor y Cristo. Por eso también Pedro en el capítulo 4, verso 12 del libro de los Hechos, dijo:
“Porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.”
No hay otro Nombre, el único Nombre es SEÑOR JESUCRISTO.
“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.
Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”
Como tres mil personas creyeron la predicación de Pedro, creyeron en Jesucristo, lo recibieron como su Salvador, fueron bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo los bautizó con Espíritu Santo y Fuego y fueron añadidos a la Iglesia de Jesucristo como tres mil personas; fueron añadidos a la Iglesia de Jesucristo, a la escalera que vio Jacob como tres mil personas, como tres mil personas subieron por esa escalera al Reino de Dios, subieron al Cielo y nacieron en el Cielo, nacieron en nuevo nacimiento, nacieron a la Vida eterna.
El que cree en Jesucristo como su Salvador y arrepentido de sus pecados pide perdón a Cristo por haber pecado contra Dios, Cristo lo perdona y Cristo con Su Sangre lo limpia de todo pecado, porque la Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado, es lo único que puede limpiarlo a usted y a mí de todo pecado, es lo único que quita el pecado.
Y la persona es bautizada en agua en el Nombre del Señor Jesucristo por el ministro, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego y la persona obtiene el nuevo nacimiento, nace a la Vida eterna en el Reino de Jesucristo, que es el Reino Eterno con Vida eterna. Para entrar al Reino Eterno de Jesucristo hay que recibir al Rey de ese Reino, que es Jesucristo, Él es la Puerta a ese Reino. Por lo tanto, toda persona que ya ha recibido a Cristo como su Salvador tiene Vida eterna, nació a la Vida eterna, obtuvo el nuevo nacimiento. El nuevo nacimiento es a la Vida eterna, el nuevo nacimiento lo obtiene la persona cuando recibe el Espíritu Santo, ahí ha obtenido su nuevo nacimiento y por consiguiente ha nacido a la Vida eterna, y ha nacido en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador.
Vean lo que nos dice el Apóstol San Juan en Primera de Juan, capítulo 3, verso 1, dice:
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.
Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.”
Y ahora, para Su Segunda Venida es que Él nos va a dar Su semejanza física, que es el cuerpo físico glorificado que Él ha prometido para todos los creyentes en Él. Pero ahora, somos hijos de Dios. Cuando la persona recibe a Cristo y obtiene el nuevo nacimiento, ha nacido en el Reino de Cristo como un hijo o una hija de Dios. En su alma siempre ha sido un hijo o una hija de Dios, siempre ha sido una simiente de Dios, un atributo de Dios; pero tiene que ser redimido ese atributo, esa alma de Dios, para al ser redimida ser restaurada a la Vida eterna, porque redimir es volver al lugar de origen.
Una cosa que es redimida es algo que estaba en un lugar y salió de ese lugar, y luego lo traen de nuevo a ese lugar; y nosotros estamos eternamente en Dios, pero al nacer en la Tierra salimos de eternidad.
Y ahora, en la Tierra hacemos contacto con la eternidad, que es Cristo, y al recibirlo Él nos restaura a la eternidad y nos reconcilia con Dios, y nacemos en el Reino de Cristo como hijos e hijas de Dios.
En Primera de Juan, capítulo 5, verso 10 en adelante, dice San Juan:
“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.
Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.”
¿Ven? Dios nos ha dado Vida eterna, y esta Vida eterna está ¿dónde? En Jesucristo, el Hijo de Dios:
“El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida (o sea, la Vida eterna).
Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.”
Ésa es la buena noticia para todos los creyentes en Cristo: que tenemos Vida eterna, y perseveramos esperando la promesa de nuestra transformación, esperando la promesa de un cuerpo nuevo, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.
“...y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”
Y ahora, ¿cuántos tienen al Hijo de Dios, Jesucristo, acá en su alma? Ustedes tienen Vida eterna; el que tiene al Hijo de Dios, tiene la Vida eterna, porque Cristo es la Vida eterna; y si lo tenemos acá, tenemos la Vida eterna acá en nuestra alma, y Él nos ha restaurado a la Vida eterna.
Los que no tienen a Cristo en su alma, los que no lo han recibido como su Salvador, no tienen la Vida eterna y por consiguiente no vivirán eternamente con Cristo en Su Reino, sino que en el juicio final serán juzgados y echados en el lago de fuego que es la segunda muerte.
Esto es muy importante entenderlo para que las personas comprendan que estamos aquí con y por un propósito divino, Dios ha colocado delante de todo ser humano la vida y la muerte, y le ha recomendado al ser humano que escoja la vida, y la vida es Jesucristo nuestro Salvador.
No recibir a Cristo es no escoger la Vida eterna, y por consiguiente la persona no tiene Vida eterna y por consiguiente la persona no podrá vivir eternamente con Cristo en Su Reino, tendrá que ser juzgado en el juicio final; y vean cómo será este juicio final: capítulo 20 del Apocalipsis, versos 11 en adelante, donde dice... aún un poquito antes, verso 10 en adelante, dice:
“Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.”
¿Dónde fue lanzado el diablo? En el lago de fuego, donde estaba la bestia y el falso profeta, donde habían sido lanzados.
“Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.
Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios.”
Para esos días la resurrección de todos los seres humanos que no tuvieron parte en la primera resurrección como parte del Cuerpo Místico de Cristo, serán resucitados para ir ante el Trono de Juicio de Cristo.
“Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.
Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras (y fueron juzgados cada uno según sus obras).
Y la muerte y el Hades (o sea, y la muerte y el infierno, el hades). Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda.
Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.”
El lago de fuego es la segunda muerte, donde estarán la bestia, el falso profeta y el diablo, y ahí estarán también los que serán juzgados y condenados por no haber recibido a Cristo como su Salvador personal.
Pero nadie quiere ir a ese juicio final para ser juzgado y echado en el lago de fuego, que es la segunda muerte, donde dejará de existir la persona en cuerpo, en espíritu y en alma también. Y lo más importante de la persona es el alma, porque eso es lo que en realidad es la persona: alma viviente.
Cristo dijo en una ocasión: “No temáis a los que matan el cuerpo y después no tienen poder para matar el alma o el espíritu, temed a aquél que puede matar el cuerpo y destruir el alma, el cuerpo y el alma en el infierno.” O sea, que la muerte física es algo insignificante comparado con lo que será la muerte del alma de los seres humanos.
La muerte del alma de los seres humanos será la extinción del alma; así como muere el cuerpo y desaparece, el alma de las personas que sean juzgadas y condenadas y echadas al lago de fuego, desaparecerá en ese lago de fuego.
Así que tenemos que asegurar nuestro futuro eterno con Cristo en la Vida eterna, en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador. Ninguna otra persona le puede asegurar a usted su futuro eterno, solamente hay uno, y se llama “Señor Jesucristo.”
¿Y cómo Él nos asegura nuestro futuro eterno con Vida eterna en Su Reino? Pues recibiendo a Cristo como nuestro Salvador, lavando nuestros pecados en Su Sangre, siendo bautizados en agua en Su Nombre, y Él nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego y obtenemos el nuevo nacimiento, nacemos a la Vida eterna y por consiguiente tenemos Vida eterna, y no pereceremos jamás, no tendremos que ir al juicio final, y no tendremos que ser juzgados y condenados y echados al lago de fuego.
Vean, cuando Cristo habla aquí en San Juan, capítulo 10, verso 27 en adelante, dice:
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,
y yo les doy vida eterna.”
Esas ovejas son las almas de Dios que se habían perdido y le han sido dadas a Cristo para que las busque y les dé Vida eterna. Por eso Cristo dijo en San Lucas y en San Mateo, que el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. En San Lucas, capítulo 19, verso 10 lo dice, vamos a leerlo:
“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”
Y también en San Mateo, capítulo 18, versos 11 al 14 nos habla de esto, cuando nos dice:
“Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido.
¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado?
Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron.
Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños.”
No es la voluntad de Dios, de nuestro Padre Celestial que usted se pierda; la voluntad de Dios es que Cristo nos encuentre y nos salve, nos perdone, nos limpie con Su Sangre preciosa, seamos bautizados en agua en Su Nombre y Él nos bautice con Espíritu Santo y Fuego, y obtengamos la salvación de nuestra alma para vivir con Cristo eternamente en Su Reino: ésa es la voluntad de Dios. Vean:
“Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
Yo y el Padre uno somos.”
Y ahora, estas ovejas son estas almas de Dios, que son los atributos de Dios que eternamente estaban en Dios y tenían que ser manifestados en la Tierra como seres humanos; pero por causa del pecado en el Huerto del Edén aparecimos aquí en la Tierra como mortales en un cuerpo temporal, un cuerpo mortal, corruptible, un cuerpo que solamente nos es concedido por un lapso de tiempo y después muere.
Pero nuestra alma que es lo más grande que hay en nosotros, que es en realidad lo que nosotros somos, tiene la promesa de que si perseveramos en Cristo, recibiremos la promesa de un cuerpo nuevo, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado y joven para toda la eternidad, lo cual será a la Final Trompeta, lo cual será al Mensaje final. Y el Mensaje final es el mensaje del Evangelio del Reino, el Mensaje del Ángel del Señor Jesucristo, en la Iglesia del Señor Jesucristo en la Edad de la Piedra Angular.
El Mensaje del Ángel de Jesucristo, el Mensaje del Evangelio del Reino siendo predicado en la Iglesia de Jesucristo, es la Séptima Trompeta de Apocalipsis 11, verso 15 en adelante, y de Primera de Corintios, capítulo 15, verso 49 en adelante, y de Primera de Tesalonicenses, capítulo 4, verso 2 en adelante. Ésa es la Final Trompeta o Trompeta de Dios o Gran Voz de Trompeta.
Y luego que con ese Mensaje sean llamados y juntados todos los escogidos de Dios en el Cuerpo Místico de Cristo, luego vendrá la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos, los que estaremos perseverando en el Cuerpo Místico de Cristo, en la Iglesia de Jesucristo, sirviendo a Cristo todos los días de nuestra vida hasta obtener la promesa del cuerpo nuevo, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, hasta obtener la promesa de nuestra transformación.
“PERSEVERANDO HASTA OBTENER LA PROMESA.” Ése ha sido nuestro tema para esta ocasión.
Y ahora, ¿quiénes están perseverando hasta obtener la promesa? Todos nosotros.
Si alguno no ha recibido a Cristo como su Salvador, no está perseverando para recibir esa promesa de un cuerpo nuevo, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador. Pero desea tener un cuerpo eterno, un cuerpo como el cuerpo de Jesucristo, un cuerpo glorificado para poder vivir eternamente con Cristo en Su Reino.
¿Y qué puede hacer usted para obtener ese cuerpo? Lo mismo que nosotros hemos hecho: recibir a Cristo como su Salvador personal, y Cristo lo perdonará, lo limpiará de todo pecado con Su Sangre, usted será bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautizará con Espíritu Santo y Fuego y así obtendrá el nuevo nacimiento, nacerá del Agua y del Espíritu, nacerá a la Vida eterna con Cristo, y vivirá eternamente con Cristo en Su Reino. Ésa es la forma para usted obtener la promesa de la Vida eterna, la promesa de un cuerpo físico eterno, para vivir con Cristo en Su Reino por toda la eternidad.
El que no nazca de nuevo del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios; pero el que nace de nuevo, el que nace del Agua y del Espíritu entra al Reino de Dios, y entra con Vida eterna porque es restaurado a la Vida eterna, nace a y en la Vida eterna.
Y ahora, toda persona que todavía no ha recibido a Cristo como su Salvador, pero que quiere vivir eternamente con Cristo en Su Reino y quiere perseverar hasta obtener su transformación, obtener el cuerpo eterno, en esta ocasión puede recibir a Cristo como su Salvador personal, para asegurar su futuro eterno con Cristo en Su Reino; y puede levantar su mano y yo estaré orando por usted en esta ocasión, para que Cristo le reciba, le perdone y con Su Sangre lo limpie de todo pecado, y pueda ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautizará con Espíritu Santo y Fuego, y obtendrá así el nuevo nacimiento, nacerá a la Vida eterna en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador.
Pueden también pasar al frente para orar por ustedes los que desean recibir a Cristo como su Salvador personal, para asegurar su futuro eterno en la Vida eterna con Cristo nuestro Salvador.
Ya pueden pasar al frente y estaré orando por todos ustedes, y Cristo les recibirá en Su Reino. También los niños de doce años en adelante pueden recibir a Cristo como su Salvador, y pueden pasar aquí al frente para orar por ustedes también.
Ya están pasando por los diferentes pasillos las personas que quieren asegurar su futuro eterno con Jesucristo nuestro Salvador, para vivir eternamente con Cristo en Su Reino.
Siempre podemos ver que pasan muchas personas, ¿por qué? Porque todos deseamos vivir eternamente con Cristo en Su Reino, nadie quiere ser echado al lago de fuego donde estará el anticristo, el falso profeta, la bestia, y el diablo. Más bien le dejamos ese lugar para el diablo, el lago de fuego, eso es para el maligno, y Dios hizo el infierno para el diablo; pero para nosotros Dios hizo el Cielo, y por eso lo recibimos como nuestro Salvador (a Cristo), ¿para qué? Para que nos lleve al Cielo, porque queremos vivir con Él eternamente en Su Reino.
Siguen pasando más personas, por eso todavía no hemos comenzado a orar por ustedes; pero ya dentro de unos momentitos estaremos orando por todos ustedes.
Pueden continuar pasando todas las personas que desean recibir a Cristo como su Salvador y desean vivir con Cristo eternamente en Su Reino, y así nos veremos los unos a los otros pero en un cuerpo nuevo, en un cuerpo eterno y jovencito para toda la eternidad. Eso es lo que Cristo ha prometido para todos nosotros, por eso perseveramos en Cristo y en Su Cuerpo Místico de creyentes: Su Iglesia, esperando hasta obtener la promesa del cuerpo nuevo que Él ha prometido para todos los creyentes en Él.
Todavía continúan pasando más personas, porque más personas quieren vivir eternamente con Cristo en Su Reino. No encontraremos nada que pueda quitar nuestros pecados, sino una sola cosa: la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. Por lo tanto, lo único que el ser humano necesita para quitar sus pecados es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. Cristo es el único que con Su Sangre nos limpia de todo pecado. Él es el que nos salva de todo pecado limpiándonos con Su Sangre de todo pecado.
Vamos a dar unos segundos para que pasen las últimas personas y oraremos por todos los que están aquí al frente. Todavía vienen más personas, por eso estamos esperando.
Cristo sigue llamando Sus ovejas, porque todavía hay ovejas que Él está buscando y está trayéndolas a Su Redil, y Su Redil es Su Iglesia, Su Cuerpo Místico de creyentes.
Todavía vienen más personas por este pasillo, si hay más personas en este otro lado que desean asegurar su futuro con Cristo, su futuro eterno, y todavía no han recibido a Cristo, ésta es la oportunidad para hacerlo. Todavía vienen más personas, por acá vienen más personas todavía; es que hay hambre y sed de la Vida eterna, todos queremos Vida eterna. Por eso es que cuando nos enfermamos en nuestro cuerpo, seguida vamos al médico porque queremos continuar viviendo.
Y en cuanto a la Vida eterna para continuar viviendo eternamente, pues necesitamos que Cristo nos perdone y nos limpie con Su Sangre de todo pecado, y seamos bautizados en agua en Su Nombre, y Él nos bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en nosotros el nuevo nacimiento, y así nacemos a la Vida eterna en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador.
Si falta alguna otra persona, ésta es la oportunidad para venir, para pasar al frente para que sea incluido en esta oración, en donde usted confiesa a Cristo como su Salvador personal. Cristo dijo:
“A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.” (Nota - San Mateo 10:32).
Así que la forma para que Él nos confiese delante de nuestro Padre Celestial, es que lo confesemos públicamente, que confesemos que creemos en Él, en Su Sacrificio en la Cruz del Calvario y lo recibimos como nuestro único y suficiente Salvador. Y Él nos perdonará, nos limpiará con Su Sangre preciosa de todo pecado, seremos bautizados en Agua en Su Nombre, y Él nos bautizará con Espíritu Santo y Fuego y así obtendremos el nuevo nacimiento, y así nacemos en la Vida eterna, en el Reino de Cristo con Vida eterna.
Eso es el nuevo nacimiento: nacemos a la Vida eterna por medio del Espíritu Santo, del bautismo del Espíritu Santo, por medio de nacer del Agua y del Espíritu.
Bueno, ya si queda alguna otra persona puede pasar, y ya estaremos orando por los que ya están aquí.
Todavía faltan algunas personas más, les estamos dando unos segunditos para que así sean incluidos en esta oración, en donde ustedes le confiesan a Cristo públicamente como el Salvador de ustedes, el que salva el alma de ustedes, el que murió por ustedes y por mí para salvar nuestra alma. Y ahora, podemos repetir:
La Sangre del Señor Jesucristo me limpia de todo pecado. Y yo recibo a Jesucristo como mi Salvador personal y suficiente delante de Dios y de estos testigos.
Señor Jesucristo, perdona mis pecados, límpiame con Tu Sangre preciosa de todo pecado, justifícame, déjame como si nunca en la vida hubiese pecado.
Y, Señor Jesucristo, guía mi vida, todos los días de mi vida terrenal, yo he creído en Ti Señor Jesucristo, he escuchado la predicación del Evangelio, he escuchado que Tú has muerto por mí en la Cruz del Calvario, yo Te he recibido como mi Salvador.
Señor Jesucristo, Tú has dicho también: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” Yo deseo esa salvación, por lo tanto, yo he creído en Ti como mi Salvador, y seré bautizado en agua en Tu Nombre lo más pronto posible.
Señor Jesucristo, yo quiero ser bautizado en agua en Tu nombre, porque Tu has dicho: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo,” y yo quiero la salvación de mi alma para vivir contigo por toda la eternidad. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y ahora, voy a orar por ustedes a Dios. Inclinemos nuestros rostros:
Padre nuestro que estás en el Cielo, ante Tu presencia vengo en el Nombre del Señor Jesucristo, trayendo ante Ti todas estas personas, estas almas que han recibido a Cristo como su Salvador personal.
Padre Celestial, Te ruego les recibas, y Te ruego Señor, produzcas en ellos el nuevo nacimiento, les bautices con Espíritu Santo y Fuego cuando ellos sean bautizados en agua.
Luego que sean bautizados en agua, Te ruego les bautices con Espíritu Santo y Fuego y produzcas en ellos el nuevo nacimiento, y así nazcan en Tu Iglesia, Tu Cuerpo Místico de creyentes, Tu Reino, el Reino del Señor Jesucristo, y vivan felices en el Reino de Cristo, en la Iglesia de Jesucristo, sirviéndote a Ti, oh Dios, sirviéndote siempre en el Nombre del Señor Jesucristo.
Y que ellos perseveren todos los días de su vida, sirviéndote todos los días de su vida y esperando recibir la promesa de la transformación de sus cuerpos, como Tú lo has prometido en Tu Palabra: la Biblia.
En Tus manos los encomiendo a ellos y me encomiendo yo también, y Te doy gracias por haber llamado a todas estas personas y haberlas traído a los pies de Jesucristo.
Gracias, oh Dios, por todas estas ovejas Tuyas que Tu has llamado, y las has colocado en las manos de Jesucristo nuestro Salvador.
Señor, Dios Eterno, gracias por haber llamado a todas estas ovejas, las entrego en Tus manos en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y ahora, siendo que Cristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” Ustedes se preguntarán: “Ya yo he creído, y ahora, ¿cuándo voy a ser bautizado?”
Eso mismo sucedió cuando Felipe, el evangelista, le enseñó, le predicó al eunuco, en el carro del eunuco (pues iban juntos en el carro) le predicó a Cristo, y le habló acerca del bautismo en agua también; y cuando pasaban frente a un lugar con agua, el eunuco dijo: “He aquí agua, ¿qué impide que yo sea bautizado?” Felipe le dice: “Si crees de todo corazón, bien puedes.” El eunuco dijo: “Yo creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.” Y bajaron del carro y Felipe bautizó al eunuco, o sea, creyó y rápidamente el próximo paso fue ser bautizado.
Cuando Pedro predicó el Día de Pentecostés y creyeron como tres mil personas, dijeron:
“¿Qué haremos?
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare (o sea, para los que están lejos también, y fueron bautizados en agua ese mismo día, en ese mismo momento como tres mil personas).”
Y ahora, ustedes se preguntarán: “¿Y nosotros cuándo podemos ser bautizados?” Porque ustedes han estado viendo que hay agua en los bautisterios. Si creen, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo hoy mismo, dentro de algunos minutos; y ustedes han hecho profesión de fe, confesión, han confesado a Cristo como su Salvador, han confesado que ustedes han creído en Jesucristo el Hijo de Dios como su Salvador.
Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua hoy mismo en el Nombre del Señor Jesucristo, como era hecho en el tiempo de los Apóstoles: no esperaban para otro día el ser bautizados, decían: “Yo quiero ser bautizado.” Y el ministro les decía: “Bien pueden.” Y eran bautizados.
Dejaré al Rvdo. José Benjamín Pérez para continuar y al Rvdo. Mario Elizondo (el pastor aquí), para que les indiquen en qué momento pueden ser bautizados, y dónde y cómo pueden ser bautizados.
Así que dejo al Rvdo. José Benjamín Pérez y al Rvdo. Mario Elizondo para que les den esta información, y la congregación nos quedaremos aquí cantando mientras se lleven a cabo los bautismos de todos los que han confesado a Cristo como su Salvador personal.
Por aquí dejamos al Rvdo. José Benjamín Pérez y al Rvdo: Mario Elizondo.
Que Dios les bendiga y les guarde.
“PERSEVERANDO HASTA OBTENER LA PROMESA.”