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|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
| La coigualdad con Dios | 2003-07-09 | 1 | Santiago de Cali | Valle del Cauca | CO | 00:00:00 | false |
Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Reciban todos saludos de mi esposa Erica, y los niños reciban saludos de América y de Yahannah Gabriela. También saludos de nuestro hermano Bermúdez.
Para esta ocasión leemos en Génesis, capítulo 1, versos 26 al 28, donde dice de la siguiente manera:
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.”
Y luego leemos el capítulo 2 del Génesis, verso 7, donde dice:
“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.”
Nuestro tema es: “LA COIGUALDAD CON DIOS.”
Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza.” En el Programa Divino Dios tenía hacer un ser coigual con Él, por lo tanto Dios creó al ser humano a Su imagen y a Su semejanza.
La imagen de Dios es el cuerpo angelical de Dios, en el Antiguo Testamento llamado el Ángel de Jehová o Ángel del Pacto; por eso encontramos en la Escritura, por ejemplo en el libro del Éxodo, en el capítulo 3 apareciendo el Ángel de Jehová a Moisés, y vean lo que dice aquí, capítulo 3, verso 1 en adelante, dice:
“Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios.
Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.
Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema.
Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí.
Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.
Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios.”
Y ahora, el Ángel de Jehová le aparece a Moisés y luego le dice: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.” ¿Cómo puede ser posible que un Ángel sea el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob? Porque ese Ángel siendo el Ángel de Jehová, es el cuerpo angelical de Dios, donde Dios moraba en toda Su plenitud y a través del cual Dios creó los Cielos y la Tierra.
Es llamado también en San Juan, capítulo 1, verso 1 en adelante, el Verbo que era con Dios y era Dios, el cual creó todas las cosas, y luego se hizo carne y habitó en medio de la raza humana y fue conocido por el nombre de Jesús, Él es el Verbo hecho carne, Él es el Ángel de Jehová hecho carne, en quien Dios habitó, habita y habitará eternamente en toda Su plenitud.
Ahora, podemos ir viendo cuál es la imagen de Dios. La imagen de Dios es el cuerpo angelical de Dios, llamado en el Antiguo Testamento el Ángel de Jehová; por eso también en Éxodo, capítulo 23, verso 20 en adelante, dice:
“He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.
Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.”
Y ahora, ¿dónde está el Nombre de Dios? En Su Ángel, el Ángel de Jehová, el cual es Jesucristo en Su cuerpo angelical acá en el Antiguo Testamento. Todavía Él no tenía un cuerpo, un velo de carne, por lo tanto usaba Profetas, usaba los cuerpos de los Profetas, y a través de ellos se manifestaba y llevaba a cabo la obra correspondiente a cada tiempo.
Por lo tanto cuando Dios libertó al pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto, lo hizo a través de Su Ángel, el Ángel de Jehová, que es Cristo en Su cuerpo angelical, pero usó un velo de carne llamado Moisés.
Y ahora, continuamos leyendo aquí, vean, cuando Moisés le preguntó al Ángel de Jehová y... eso está en el capítulo 3, del cual estábamos leyendo al principio. Vean, capítulo 3, verso 13 al 14:
“Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?
Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.”
Y ahora, el Ángel de Jehová, el cual está presente hablando con Moisés, le da el Nombre a Moisés, porque en el Ángel de Jehová está Dios, Dios está en Su Ángel, el cual es el cuerpo angelical de Dios, cuerpo angelical de otra dimensión, de la sexta dimensión.
Y ahora, encontramos que Dios fue el que le dio a Moisés la Ley en el Monte Sinaí, y luego en el libro de los Hechos y también en Hebreos veamos lo que nos dice.
En Hebreos nos habla algo acerca de la Ley que fue dada al pueblo hebreo y la forma en que fue dada la Ley al pueblo hebreo. Capítulo 2 del libro o carta de San Pablo a los hebreos, el verso 2 dice:
“Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución,
¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron,
testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad.”
Y ahora, la Palabra dicha por los Ángeles fue firme.
Ahora en Hechos, capítulo 7, verso 53, veamos lo que dice aquí este hombre de Dios: Esteban. Dice capítulo 7 del libro de los Hechos, verso 47 en adelante, dice:
“Mas Salomón le edificó casa;
si bien el Altísimo no habita en templos hechos de mano, como dice el profeta:
El cielo es mi trono,
Y la tierra el estrado de mis pies.
¿Qué casa me edificaréis? dice el Señor;
¿O cuál es el lugar de mi reposo?
¿No hizo mi mano todas estas cosas?
¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros.
¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores;
vosotros que recibisteis la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis.”
Y ahora, la Ley fue recibida por Moisés y dada al pueblo hebreo por disposición de Ángeles, porque el Ángel de Jehová fue el que dio la Ley al pueblo hebreo, Dios por medio de Su Ángel la dio al pueblo hebreo y utilizó al Profeta Moisés, ese velo de carne a través del cual Dios con Su cuerpo angelical se manifestó a través de Moisés para dar al pueblo hebreo la Ley.
Pero vean, Dios escribió en tablas de piedras Su Ley, fue el Ángel de Jehová, Dios por medio del Ángel de Jehová, Dios por medio de Cristo en Su cuerpo angelical, porque el cuerpo angelical de Dios es la imagen de Dios, y eso es Jesucristo en Su cuerpo angelical.
Y ahora, lo aclara más San Pablo en Hebreos, capítulo 1, verso 1 en adelante, verso 1 al 3, dice:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.”
¿Por medio de quién Dios hizo el Universo? Por medio de Su Hijo Jesucristo, el cual en ese tiempo estaba en Su cuerpo angelical, el cual es llamado también el Verbo que era con Dios y era Dios.
“A quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.”
Por lo tanto, nadie tiene nada porque todo le pertenece a Jesucristo nuestro Salvador, Él es el heredero de toda la creación.
Cualquier persona puede decir: “Yo tengo un título de propiedad de mi propiedad, de lo que compré.” Pero Dios tiene el Título de Propiedad de toda la Creación en Su mano, que es el Libro sellado con Siete Sellos. Ése es el verdadero Título de Propiedad. Por lo tanto, nadie tiene nada, sino Dios, y todo lo ha pasado a Jesucristo, porque Jesucristo es la imagen del Dios Viviente, Él es el heredero de toda la Creación y por medio de Él fue que creó todas las cosas.
“...el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia.”
¿Ven? Jesucristo es la imagen misma de la sustancia de Dios:
“...y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder.”
Es Jesucristo el que le da continuidad de vida a toda la Creación.
“...habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.”
Y ahora, leemos en Colosenses, capítulo 1, verso 12 en adelante, donde dice:
“Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;
el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo.”
Hemos sido librados de la potestad de las tinieblas, hemos sido librados del diablo y del reino del diablo, como fue librado el pueblo hebreo de faraón y el reino del faraón, fue libertado el pueblo hebreo; y así Cristo nos ha libertado del imperio del diablo, del reino del diablo, en palabras sencillas para que lo podamos comprender.
Y así como Dios por medio del Profeta Moisés llevó a cabo el Primer Éxodo, Dios por medio de Jesucristo llevó a cabo el Segundo Éxodo, y falta el Tercer Éxodo que será nuestra transformación y la resurrección de los muertos en Cristo para salir de esta condición mortal, corruptible y temporal y entrar a la eternidad física, pues ya tenemos Vida eterna espiritual, pero nos falta la Vida eterna física en donde nosotros obtendremos un cuerpo físico, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.
Ahora, continuamos leyendo aquí, leímos:
“...el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo.”
Y ahora, hemos sido colocados en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador:
“...en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.”
No hay otra cosa con la cual usted pueda recibir la Redención de su alma. No hay otra cosa con la cual usted pueda recibir el perdón de sus pecados y la limpieza de sus pecados, o sea, usted ser limpio de todo pecado; solamente por medio de la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. “La Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado.” Dice en Primera de Juan, capítulo 1, verso 7:
“Y la sangre de Jesucristo, su hijo, nos limpia de todo pecado.”
No busque otra cosa para entrar al Reino de Dios, no busque otra cosa para obtener el perdón de sus pecados, no busque otra cosa para usted obtener la salvación y Vida eterna; es Jesucristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario lo que ha sido establecido por Dios para que nosotros podamos obtener el perdón de nuestros pecados, podamos ser limpios de todo pecado y podamos ser reconciliados con Dios, y podamos vivir eternamente con Cristo en Su Reino, tanto en el Reino Milenial como luego del Reino Milenial vivir por toda la eternidad, y vivir en cuerpos nuevos, eternos, inmortales, incorruptibles y glorificados, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador. Sigue diciendo.
“El es la imagen del Dios invisible.”
La imagen del Dios invisible se llama Señor Jesucristo, es el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto.
Cuando Moisés quiso ver la gloria de Dios, él quiso ver a Dios. Pero Dios le dijo: “No me verá hombre y vivirá, por lo tanto yo voy a pasar delante de ti y voy a colocarte en la hendidura de la roca y voy a colocar mi mano sobre ti, y pasaré proclamando el Nombre de Jehová, y cuando haya pasado quitaré mi mano de sobre ti y entonces verás mis espaldas.” Iba a ver las espaldas de Dios. Pero nadie jamás ha visto a Dios, por lo tanto iba a ver el cuerpo angelical de Dios pasando frente a él, y al pasar frente a él lo vería de espaldas.
Ahora, eso es porque Jesucristo es la imagen del Dios invisible, el Ángel de Jehová es Jesucristo, y el cual es la imagen del Dios invisible, es el cuerpo visible de Dios de la sexta dimensión, es un cuerpo parecido a nuestro cuerpo pero de otra dimensión; a esa dimensión es que pertenecen los Ángeles de Dios:
“El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación (el Primogénito de toda creación).
Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.”
¿Ven que nadie tiene nada? Todo le pertenece a Jesucristo, Él es el heredero de toda la creación, y toda la creación fue llevada a cabo por Dios a través de Jesucristo, en Él fueron creadas todas las cosas, Él es la semilla original de toda la creación. O sea, que así como en una semilla de trigo, de aguacate o de mango, está en la de trigo una planta de trigo, ahí está creada, porque el trigo es una creación de Dios allá en el principio. Por lo tanto en la semilla de trigo está creada una planta de trigo con todo el tallo y con todos los granos de trigo que va a tener. Y también todos esos granos de trigo, si son sembrados van a nacer en la forma de una planta de trigo, y van a tener más granos de trigo, y todo eso está creado ya en una semilla de trigo.
Y toda la creación de Dios fue creada en Jesucristo nuestro Salvador, Él es la simiente original, Él es la semilla a través de la cual Dios traería a existencia toda la creación. Por eso dice.
“Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles.”
O sea, el mundo invisible y el mundo visible también. Y el mundo visible ¿de dónde vino? Del mundo invisible, porque lo que se ve fue creado de lo que no se ve, vino de lo que no se ve; el mundo invisible fue creado por Dios a través de Jesucristo primero, y después el mundo visible. Primero el mundo invisible y después el mundo visible.
Y el mismo Jesucristo antes de venir a este mundo visible, en un cuerpo visible de carne, ya existía en el mundo invisible; pero se hacía visible en algunas ocasiones a Sus Profetas y a diferentes personas también. Dice:
“...todo fue creado por medio de él y para él.”
La creación de Dios pertenece a Jesucristo, Él es el heredero de toda la creación. ¿Y Dios se quedó entonces sin nada? No. ¿Por qué? Porque Dios está en Jesucristo. Cristo dijo: “El Padre es mayor que yo.”
“Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten;
y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia;
por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud.”
Padre, Hijo y Espíritu Santo estaba en Jesucristo, esa es la plenitud de Dios, por lo tanto en Jesucristo habitó la plenitud de Dios, la plenitud de la Divinidad habitó, habita y habitará eternamente.
“...y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.
Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado.”
La reconciliación del ser humano con Dios es a través de Jesucristo exclusivamente, no hay otra forma para el ser humano ser reconciliado con Dios. Y el perdón de los pecados del ser humano son perdonados por Dios a través de Jesucristo, no hay otra forma, por eso toda persona necesita a Jesucristo, necesita recibirlo como su único, exclusivo y suficiente Salvador, porque no hay otro Salvador.
Él es el Salvador del ser humano, Él es el que salvaría al ser humano de sus pecados, Él es el que reconcilia al ser humano con Dios, Él es el Sumo Sacerdote del Dios Altísimo del Templo Celestial, Él es aquel Melquisedec que le apareció al Profeta y patriarca Abraham, y le dio pan y vino:
“...ahora os ha reconciliado
en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él.”
Y ahora, la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario fue la solución al problema del pecado del ser humano, por eso Él tenía que morir. Si no moría nuestro amado Señor Jesucristo, ¿qué pasaría con la raza humana? La raza humana se perdería. Él dijo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda; pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva.”
Porque el grano de trigo - si usted tiene un grano de trigo y lo coloca en un pote de cristal, todos los días lo puede ver, pero se queda ahí solito; y Dios colocó a Jesucristo en esta Tierra, y si Cristo no moría quedaba solito en este planeta Tierra y Dios lo veía siempre pero solo, sería un hombre solitario en este planeta Tierra.
Ahora, ¿le gustaría a usted vivir en un planeta solo? No le gustaría. ¿Con quién va a hablar? Y los animales no los encontraría tampoco, porque quedaría solo en un planeta, por lo tanto su vida sería la vida de un solitario que no tendría con quién hablar; hasta el idioma se le olvidaría a usted.
Ahora, Cristo dijo: “Pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva.”
Ahora, si usted toma el grano de trigo que ha colocado en un pote y lo siembra, nace una planta de trigo y luego crece esa planta de trigo y lleva muchos granos de trigo, y puede tener un pote lleno de granos de trigo, y si lo siembra de nuevo, luego nacen muchas plantas de trigo y producen muchos granos de trigo que ya no le caben en el pote de cristal.
Ahora, no importa cuántos granos de trigo, hijos e hijas de Dios tenga Jesucristo, si no caben en este planeta Tierra hay un Universo completo que Él creó, el cual vamos a usar en el Programa que Cristo tiene para la eternidad.
Porque esos planetas, esos sistemas solares y esas galaxias, no están ahí de adorno, Él tiene un propósito; y en el propósito divino, cuando ya tengamos el cuerpo nuevo, vamos a viajar a la velocidad del pensamiento o más rápido todavía. Y no vamos a necesitar ni cohetes ni naves espaciales para viajar a otras galaxias, porque la misma cantidad de tiempo que usted se echaría en caminar de donde usted está hasta donde yo estoy, sería la misma cantidad de tiempo que usted se echaría en llegar desde la Tierra hasta la galaxia más lejana.
Porque usted pensar en salir de donde usted está sentado hasta donde yo estoy, le toma el mismo tiempo que si usted pensara salir de donde usted está y llegar a la galaxia más lejana. ¿Ven? Esto es así porque no hay tiempo cuando tengamos el cuerpo eterno, estaremos en eternidad.
Luego cuando regresemos del viaje más lejano, todavía el tiempo no ha pasado para nosotros porque estamos en eternidad, no nos habremos puesto un día o un año más viejos, estaremos tan jóvenes como antes de salir a la galaxia más lejana.
Pero en estos cuerpos mortales un viaje a la galaxia más lejana significaría que no llegaríamos a esa galaxia, porque nos pondríamos viejos antes de llegar a la galaxia más lejana; aunque al salir fuera de esa dimensión terrenal ya la persona ha entrado en otra fase, de lo cual, pues no vamos a hablar en estos momentos.
Ahora, los Ángeles de Dios están en eternidad, por eso, por ejemplo, los que vieron al Arcángel Miguel y al Arcángel Gabriel miles de años atrás, digamos Adán, y Abel, y Set, y Enoc y Noé, y Moisés, en la forma física en que los vieron, aunque están en cuerpos angelicales, al verlos nuevamente en este tiempo, no van a ver un ancianito y decir: “Ése es el Arcángel Miguel o el Arcángel Gabriel.”
Recuerden que Moisés fue enterrado, el funeral de Moisés lo llevó a cabo el Arcángel Gabriel, porque cuando los santos de Dios mueren Dios envía Ángeles para que lo lleven al Paraíso, no así para los incrédulos. Para los incrédulos, pues el diablo les envía ángeles caídos para que los lleven a la quinta dimensión, que es el infierno. Por eso es tan importante tener a Cristo como nuestro Salvador, para que cuando terminen nuestros días en la Tierra Dios envíe Ángeles que nos lleven al Paraíso, porque si no somos creyentes en Cristo, si no lo hemos recibido como nuestro Salvador entonces Él no enviará Ángeles para que nos lleven al Paraíso.
Y entonces, ¿qué significa eso? Que el enemigo de Dios: el diablo, va a enviar sus ángeles caídos para que lo lleven ¿a dónde? A la quinta dimensión, que es el infierno, donde fue el hombre rico por no servir a Dios. Pero Lázaro, el mendigo, fue llevado por los Ángeles al Seno de Abraham, al Paraíso.
Así que es muy importante estar sirviendo a Cristo habiéndolo recibido como nuestro Salvador personal, para así ser colocados en el Reino de Cristo.
Ahora, hemos visto que los Ángeles de Dios existen, aparecen en diferentes tiempos, la Biblia da testimonio de este gran evento. Por ejemplo, veamos aquí un caso muy claro en Josué, capítulo 5, verso 13 al 15, cuando Josué fue a conquistar a Jericó, luego de haber pasado al otro lado del Jordán y haber entrado a la tierra prometida, dice:
“Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él (o sea, vio a un hombre que estaba delante de él), el cual tenía una espada desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?
El respondió: No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora. Entonces Josué, postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo?
Y el Príncipe del ejército de Jehová respondió a Josué: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo. Y Josué así lo hizo.”
¿Quién era ese hombre con la espada desenvainada en su mano? Era el Ángel de Jehová, Jesucristo en Su cuerpo angelical.
También tenemos el caso de Manoa, el padre de Sansón: ellos no podían tener hijos (Manoa y su esposa), pero Dios le apareció en Su Ángel, el Ángel de Jehová, que es Cristo en Su cuerpo angelical, y le dijo a la esposa de Manoa que iban a tener un hijo; y luego Manoa oró a Dios para que enviara de nuevo a ese hombre, a ese varón que le había dado esa buena noticia, Dios lo envió de nuevo y le habló también así a Manoa.
Y Manoa, dice: “Te voy a preparar una comida, espera un momento más.” Y le dijo que le iba a preparar un cabrito, pero el Ángel le dice (recuerden que Manoa no sabía que ese era el Ángel de Jehová) - y Manoa le dice: “Te voy a preparar una comida.” Pero Manoa no sabía que era el Ángel de Jehová. Manoa también le había dicho, le había preguntado: “¿Cuál es tu Nombre? Para que cuando se cumpla lo que tú has dicho, nosotros te honremos.”
Pero el Ángel le dice a Manoa: “¿Por qué preguntas por mi Nombre, el cual es admirable?” Y no le dijo cuál era su Nombre, y Manoa no sabía que ése era el Ángel de Jehová, el cual es Cristo en Su cuerpo angelical, Su cuerpo teofánico.
Ahora, veamos aquí cuando Manoa ofrece el sacrificio a Dios, porque el Ángel - cuando Manoa le ofrece un cabrito preparado, el Ángel le dice a Manoa que no va a comer de su comida sino que si quiere ofrecer algo, lo sacrifique a Dios, lo ofrezca en sacrificio a Dios, y Manoa sacrificó un animalito para Dios y lo colocó sobre una roca, y Dios visitó a Manoa con una bendición grande allí.
Manoa encendió el fuego, y mientras el fuego subía y quemaba el sacrificio, el Ángel de Jehová entró al fuego y subió por la llama de fuego, y Manoa supo que era el Ángel de Jehová. Aquí está en Jueces, capítulo 13, verso 15 en adelante, dice:
“Entonces Manoa dijo al ángel de Jehová: Te ruego nos permitas detenerte, y te prepararemos un cabrito.
Y el ángel de Jehová respondió a Manoa: Aunque me detengas, no comeré de tu pan; mas si quieres hacer holocausto, ofrécelo a Jehová. Y no sabía Manoa que aquél fuese ángel de Jehová.
Entonces dijo Manoa al ángel de Jehová: ¿Cuál es tu nombre, para que cuando se cumpla tu palabra te honremos?
Y el ángel de Jehová respondió: ¿Por qué preguntas por mi nombre, que es admirable?
Y Manoa tomó un cabrito y una ofrenda, y los ofreció sobre una peña a Jehová; y el ángel hizo milagro ante los ojos de Manoa y de su mujer.
Porque aconteció que cuando la llama subía del altar hacia el cielo, el ángel de Jehová subió en la llama del altar ante los ojos de Manoa y de su mujer, los cuales se postraron en tierra.
Y el ángel de Jehová no volvió a aparecer a Manoa ni a su mujer. Entonces conoció Manoa que era el ángel de Jehová.
Y dijo Manoa a su mujer: Ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto.”
Manoa sabía que Dios estaba en Su Ángel, el Ángel de Jehová, Manoa sabía que ése era el cuerpo angelical de Dios, pero Manoa también sabía que Dios le había dicho al Profeta Moisés: “No me verá hombre y vivirá.”
Y ahora, Manoa había visto cara a cara a Dios en Su cuerpo angelical; pero aunque había visto a Dios en Su cuerpo angelical, no había visto a Dios, solamente vio el cuerpo angelical de Dios, pero Dios estaba dentro de ese cuerpo angelical.
“Y dijo Manoa a su mujer: Ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto.
Y su mujer le respondió: Si Jehová nos quisiera matar, no aceptaría de nuestras manos el holocausto y la ofrenda, ni nos hubiera mostrado todas estas cosas, ni ahora nos habría anunciado esto.”
Les había anunciado un hijo, el cual fue Sansón; así que Manoa estaba muy asustado porque había visto a Dios, pero había visto a Dios en Su Ángel, el Ángel de Jehová, que es Cristo en Su cuerpo angelical, porque en Jesucristo en Su cuerpo angelical moró Dios en toda Su plenitud; y cuando se hizo carne siguió morando en toda Su plenitud en Cristo, y ha continuado morando en Cristo en toda Su plenitud, y continuará morando por toda la eternidad, porque Cristo en Su cuerpo angelical es el cuerpo angelical de Dios, y Cristo en Su cuerpo físico es el cuerpo físico de Dios, el cual ya fue glorificado.
Dios creó al hombre a Su imagen y a Su semejanza. Lo más que se parece a Dios es el hombre, el ser humano.
El ser humano es cuerpo físico, que es lo que nos podemos ver los unos a los otros, pero eso es nuestra casa terrenal.
También el ser humano es espíritu, y ese espíritu es un parecido al cuerpo físico pero de otra dimensión; pero todavía eso no es el hombre, eso es otra casa pero de otra dimensión.
Y es alma viviente, eso es lo que en realidad es usted y soy yo, somos almas vivientes que vivimos en estos cuerpos mortales, en estos cuerpos temporales, y tenemos un espíritu dentro de nosotros que es un cuerpo espiritual parecido a nuestro cuerpo pero de otra dimensión.
Y por cuanto el ser humano es cuerpo, espíritu y alma, o viceversa: alma, espíritu y cuerpo, y Dios creó al hombre, al ser humano a Su imagen y a Su semejanza. Lo más que se parece a Dios es el hombre, y lo más que se parece al hombre, al ser humano, es Dios.
Por lo tanto, Dios en Cristo tiene Su imagen y Su semejanza, por eso Dios habitando en Jesucristo nuestro Salvador, está en cuerpo (el cuerpo glorificado, el cual fue el cuerpo físico que estuvo aquí en la Tierra pero que fue glorificado, resucitó glorificado). Y Dios tiene Su imagen, que es el cuerpo angelical, el cual es Cristo en Su cuerpo angelical.
Por lo tanto, Dios con Su imagen y semejanza, lo encontramos manifestado en la forma de un hombre llamado Jesucristo nuestro Salvador. Por eso Isaías, capítulo 7, verso 14, dice quién es el que nacería, quién es el Hijo de la virgen. Capítulo 7, verso 14 dice (de Isaías):
“Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.”
Emanuel significa “Dios con nosotros.” A Dios nadie jamás le ha visto. Pero ahora en la persona de Cristo en Su cuerpo angelical muchas personas del Antiguo Testamento vieron a Dios, pero lo vieron en Su cuerpo angelical, lo que vieron fue el cuerpo angelical de Dios, pero no vieron a Dios que estaba dentro de ese cuerpo angelical. Veamos aquí en San Juan, capítulo 1, verso 18, dice:
“A Dios nadie le vio jamás.”
¿Y qué de Jacob en el capítulo 22, versos 24 al 32 del Génesis?, que dice que se encontró con el Ángel de Jehová y luchó con él y obtuvo la victoria, no lo soltó hasta que recibió la bendición del Ángel de Jehová. Y el Ángel le dice cuando Jacob le dice al Ángel, porque el Ángel le dice: “Suéltame porque ya raya el alba,” o sea: “Tengo que irme.” Y Jacob le dice: “No te dejaré, no te soltaré, hasta que me bendigas.”
Ésa es la forma en que toda persona creyente en Cristo tiene que agarrarse de Cristo, porque Cristo es el Ángel de Jehová. Y nos hemos agarrado de Cristo, y no lo soltaremos, hasta que nos bendiga con la bendición de nuestra transformación.
Y el Ángel le dice a Jacob: “¿Cómo te llamas?” Jacob le dice: “Me llamo Jacob.” El Ángel le dice: “No se dirá más tu nombre Jacob sino Israel, porque has luchado con Dios y los hombres y has vencido.”
Había luchado con los hombres, con su hermano y con otras personas cuando estuvo allá en Padan-aram y había obtenido la victoria, aun contra su suegro. Pero ahora luchó con el Ángel de Jehová, que es Cristo, en quien estaba Dios manifestado y obtuvo la victoria.
¿Y cómo pudo obtener la victoria contra Dios? Porque él luchó una batalla de fe para obtener la bendición de Dios, lo cual tiene que hacer toda persona para recibir la bendición de Dios, es una lucha de fe.
Usted creyendo hará que Dios conceda a usted las peticiones que usted le hace a Dios, Dios concederá a usted las peticiones de su corazón, Dios concederá a usted todo lo que Él ha prometido en Su Palabra. Agárrese bien como se agarró Jacob, agárrese bien de Dios, agárrese con la mano poderosa de la fe y obtendrá todas las bendiciones de Dios.
Ahora, encontramos que Jacob cuando recibió la bendición, ya soltó al Ángel de Jehová, el cual se fue. Pero Jacob, vean lo que dice ahí en Génesis luego que soltó al Ángel de Jehová, capítulo 32, verso 26:
“Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices.
Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob.
Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.
Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y el varón respondió: ¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí.
Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma.
Y cuando había pasado Peniel, le salió el sol; y cojeaba de su cadera.”
Ahora, Jacob cuando había llegado a ese lugar, había llegado caminando bien; y ahora cuando sale de ese lugar, sale cojeando.
Pero es mejor un cojo con la bendición de Dios, que una persona que esté bien sin la bendición de Dios. Y es mejor un pobre con la bendición de Cristo, con la salvación de su alma, que un rico sin la salvación de su alma.
Porque vean, en la parábola del hombre rico y de Lázaro, el hombre rico cuando murió fue llevado al infierno, y Lázaro fue llevado por los Ángeles de Dios al Paraíso, al Seno de Abraham. El hombre pobre servía a Dios, el hombre rico no servía a Dios.
Ahora, no es que sea malo ser rico, un rico con Cristo en su alma es una bendición para él y para todos aquellos que él ayude, y para la Obra del Señor; pero algunos se les olvida a Cristo, o sea, no que Cristo se olvida de ellos, sino que ellos se olvidan de Cristo, y se olvidan de buscar la bendición de Dios.
Vean, Jacob era un hombre rico, pero vean, se agarró del Ángel de Jehová para recibir la bendición de Dios. Abraham también era un hombre rico pero servía a Dios. Isaac también era un hombre rico y servía a Dios. Los patriarcas fueron hombres ricos cuando estaban allá en la tierra donde se habían criado, pero servían a Dios; ya en Egipto vinieron a ser ricos por un tiempo, y después vinieron a ser pobres los hijos de los patriarcas porque fueron convertidos en esclavos.
Ahora, lo importante para el ser humano es la Vida eterna, eso es lo importante para el ser humano, sea pobre o sea rico, no hay diferencia económica, social, política ni de raza tampoco, ni de nacionalidad; por lo tanto, lo más importante es la Vida eterna para todo ser humano, para que venga a ser coigual con Dios, para que venga a ser a imagen y semejanza de Dios.
El ser humano cuando pecó allá en el Huerto del Edén, perdió la bendición de la imagen y semejanza de Dios, y toda la descendencia de Adán y Eva vinieron a obtener luego una semejanza animal. Vamos a ver aquí en Primera de Corintios, capítulo 15, dice desde el verso 42 en adelante, dice:
“Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción (o sea, estamos en estos cuerpos corruptibles, pero luego los muertos en Cristo resucitarán en cuerpos incorruptibles, en cuerpos glorificados).
Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder.
Se siembra cuerpo animal...”
¿Ven? Estos cuerpos que tenemos son llamados por San Pablo: cuerpo animal, pues fue un animal, la serpiente, en quien el diablo se encarnó y por medio de la serpiente engañó a Eva, y de ahí en adelante la raza humana cayó de la gloria de Dios, cayó de la Vida eterna y perdió la bendición de la semejanza, de la imagen de Dios, y luego de la semejanza de Dios.
“Por cuanto todos pecaron, todos están destituídos de la gloria de Dios.” Romanos, capítulo 3, verso 23. Y en Romanos, capítulo 6, verso 23 nos dice que “la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es Vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro.”
Por lo tanto, el ser humano para ser restaurado a la imagen y semejanza de Dios, al cuerpo angelical teofánico de la sexta dimensión, como el de Jesucristo, y para obtener la semejanza física de Dios, que es el cuerpo físico de Jesucristo, el cual está glorificado.
El ser humano para obtener esa imagen y semejanza (obtener un cuerpo angelical como el de Jesucristo y obtener un cuerpo físico glorificado como el de Jesucristo), necesita recibir a Cristo como su Salvador personal, de otra forma no puede ser restaurado a la Vida eterna y a la coigualdad con Dios, para poder ser así coheredero con Cristo de toda la herencia de Dios, porque Cristo es el heredero de toda la creación, y nosotros somos coherederos con Él, porque nosotros somos coiguales.
Por lo tanto, al ser coiguales con Cristo somos coherederos con Cristo. Esa bendición de Cristo hacia acá, ha estado siendo restaurada al ser humano, para que así el ser humano pueda pertenecer a una Nueva Raza con Vida eterna, que es coigual con Dios (coigual con Dios).
Dios en Cristo tiene Su cuerpo angelical teofánico y Su cuerpo físico glorificado. Y el ser humano, que es coigual con Dios, primero recibe el cuerpo angelical cuando recibe a Cristo como su Salvador, y lava sus pecados en la Sangre de Cristo, y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego y así la persona ha obtenido el nuevo nacimiento y ha entrado al Reino de Dios, al Reino de Cristo con Vida eterna, y ha obtenido un cuerpo angelical igual al cuerpo angelical de Jesucristo nuestro Salvador, y ha obtenido la imagen de Dios, un cuerpo igual al cuerpo angelical de Cristo.
Porque Cristo en Su cuerpo angelical es la imagen del Dios Viviente, y Cristo en Su cuerpo de carne es la semejanza física de Dios, y esas dos clases de cuerpo son las que Cristo ha prometido para todos los creyentes en Él; primero nos da el cuerpo angelical, y después nos dará el cuerpo físico glorificado, igual a Su cuerpo glorificado. En Filipenses, capítulo 3 nos dice, en el verso 20 al 21:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos...”
¿Por qué nuestra ciudadanía está en los Cielos? ¿No nació usted en este país de Colombia y otros han nacido en otros países y tienen su ciudadanía de ese país? Esa ciudadanía es terrenal, tiene que ver con el nacimiento terrenal que usted obtuvo al nacer a través de sus padres terrenales.
La ciudadanía celestial es la nueva ciudadanía que le corresponde a usted, porque usted ha recibido a Cristo como su Salvador, ha lavado sus pecados en la Sangre de Cristo, ha sido bautizado en agua en Su Nombre, y ha recibido el Espíritu Santo y ha obtenido el nuevo nacimiento.
¿Y el nuevo nacimiento de dónde es? ¿Es de la Tierra o es del Cielo? Es del Cielo, por lo tanto, usted ha nacido del Cielo, usted es ciudadano celestial; la ciudadanía suya y la mía, es celestial, nuestra ciudadanía está en los Cielos, la ciudadanía de nosotros como nuevas criaturas. “Si alguno está en Cristo nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas.”
Y ahora, usted tiene una nueva ciudadanía: la ciudadanía celestial de donde usted ha nacido, por lo tanto usted pertenece a la Nueva Jerusalén, su nombre está escrito en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo, ahí están escritos todos los que nacerían del Cielo, todos los que obtendrían el nuevo nacimiento:
“...de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra...”
¿Ven? Su Segunda Venida es para transformar nuestros cuerpos físicos, para que así seamos a Su semejanza física también, tengamos un cuerpo físico glorificado como Su cuerpo glorificado. Vean:
“...el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya.”
Y así tengamos la semejanza física del cuerpo físico glorificado de Jesucristo nuestro Salvador, y así seamos restaurados plenamente a la imagen y semejanza de Jesucristo nuestro Salvador, que es la imagen y semejanza del Dios Creador de los Cielos y de la Tierra. ¿Con qué poder lo va a hacer?
“Con el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”
Todas las cosas están sujetas a Él, Él está sobre el Trono de Dios, y Él es Rey de reyes y Señor de señores, Él es Rey en la séptima dimensión (la dimensión de Dios), Él es el Rey en la sexta dimensión también (la dimensión de los Ángeles, la dimensión en donde están los muertos en Cristo en cuerpos angelicales), y Él es Rey de esta dimensión terrenal y Él reinará sobre el pueblo hebreo y sobre toda la humanidad en Su Reino Milenial.
Él se sentará sombre el Trono de David como Rey sobre este planeta Tierra, y tendrá ese glorioso Reino mesiánico Milenial donde habrá paz en este planeta Tierra, y donde estaremos nosotros como Reyes, como Sacerdotes y Jueces de ese Reino de Cristo, y Cristo será el Rey, el Rey máximo, pero nosotros seremos Reyes con Él, porque somos coiguales con Él.
Nosotros somos Sacerdotes con Él en ese Reino y Él es el Sumo Sacerdote de ese Orden Sacerdotal de Melquisedec, que será establecido físicamente en este planeta Tierra en el Reino Milenial. En la actualidad está establecido pero en el campo espiritual, en la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y seremos Jueces con Cristo, y Él es el Juez Supremo. Por lo tanto pertenecemos a la Realeza Celestial, somos hijos e hijas de Dios, somos la descendencia de Dios. Ser hijo o hija de una persona significa que usted es descendiente de esa persona; y nosotros al ser hijos e hijas de Dios, somos los descendientes de Dios y por eso somos coiguales con Dios. Por ser coiguales con Dios, somos también herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús Señor nuestro.
Y ahora el Salmo 82, vean lo que nos dice aquí:
“Dios está en la reunión de los dioses;
En medio de los dioses juzga.
¿Hasta cuándo juzgaréis injustamente,
Y aceptaréis las personas de los impíos?”
Eso le habla Dios al mundo y a jueces de este mundo.
“Defended al débil y al huérfano;
Haced justicia al afligido y al menesteroso.
Librad al afligido y al necesitado;
Libradlo de mano de los impíos.
No saben, no entienden,
Andan en tinieblas;
Tiemblan todos los cimientos de la tierra.
Yo dije: Vosotros sois dioses,
Y todos vosotros hijos del Altísimo.”
¿Quiénes son estas personas de las cuales Dios dice: “Vosotros sois dioses”? Son los hijos de Dios, los hijos del Altísimo.
Por lo tanto, esta es la descendencia de Dios, son Sus hijos, y por consiguiente estas son las personas a las cuales Dios les dice: “Vosotros sois dioses.” Cristo citó esta Escritura en San Juan, capítulo 10, porque cuando Cristo habló ciertas cosas le querían apedrear, y Cristo pregunta a ellos porqué causa ellos querían apedrearlo. Vean, capítulo 10,verso 27 en adelante, dice:
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,
y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
Yo y el Padre uno somos.”
Cristo y el Padre son uno, así como el cuerpo suyo físico y su espíritu, su cuerpo espiritual y su alma, son uno, lo convierten a usted en una persona.
Y Dios en Cristo, en el cuerpo angelical de Cristo y en el cuerpo físico de Cristo, es uno: Dios hecho hombre en medio de la raza humana visitando a Su pueblo Israel y por consiguiente a la raza humana, el Verbo hecho carne en medio de la raza humana, y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios y creó todas las cosas, Dios por medio de Su cuerpo angelical.
Y luego cuando se hizo carne allí estaba Dios en Su cuerpo de carne llamado Jesús, Dios en Cristo para reconciliar consigo mismo al ser humano, ésa es la forma en que Dios y Cristo son uno; Dios en Cristo está en cuerpo, espíritu y alma, como usted y yo estando en estos cuerpos mortales, estamos en cuerpo, espíritu y alma:
“Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle.
Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis?
Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios.”
¿Ven? Siendo hombre se hacía Dios, dicen de Cristo, al decir: “El Padre y yo una cosa somos.” Porque en Jesús estaba la plenitud de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo; como en usted está la plenitud suya, que es alma, espíritu y cuerpo; y cuando estemos en el cuerpo nuevo estaremos en la plenitud, en la imagen y semejanza de Dios.
“Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois
Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada),
¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?”
Porque Él dijo que era el Hijo de Dios, ahora dicen que Él estaba blasfemando, y usted y yo al reconocer que somos hijos e hijas de Dios y que hemos sido creados a la imagen de Cristo. “Porque si alguno está en Cristo, nueva criatura es.” Es una Nueva Creación, pertenece a una Nueva Raza con Vida eterna de la cual Cristo es la cabeza, Él es el Primogénito, el primero de esa Nueva Raza, Él es el principio de la Creación de Dios, de esa Nueva Creación con Vida eterna. Sigue diciendo:
“Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis.
Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.”
Y ahora, viendo las obras que Jesús hacía, si creían en esas obras podían ver que esas eran las obras de Dios que habían sido prometidas para Dios realizar en ese tiempo.
Y ahora, estaban siendo hechas por un hombre, por lo tanto, lo que dijo Nicodemo a Jesús: “Nosotros sabemos que tú has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer las cosas que tú haces si Dios no está con él.”
Si ellos veían las obras que Jesús hacía y se daban cuenta que esas eran las obras de Dios, podían entonces darse cuenta que Dios estaba dentro de ese velo de carne llevando a cabo esas obras, era Dios en Su templo humano, era Dios en Su casa humana, en Su casa o cuerpo de carne llamado Jesús.
Jesús en Su cuerpo angelical es el Ángel de Jehová, es el cuerpo angelical de Dios, es la imagen del Dios Viviente, y Dios en el cuerpo de carne de Jesús, ahí tenemos la semejanza física de Dios, por lo tanto Jesús en Su cuerpo de carne es la semejanza física de Dios.
“Nadie jamás ha visto a Dios, el unigénito hijo que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.”
Y a usted, aunque nos estamos viendo aquí nunca nos hemos visto, no nos hemos visto ni nos estamos viendo porque nosotros somos almas vivientes y no nos podemos ver nuestra alma, lo que estamos viendo es el cuerpo de carne donde nosotros estamos viviendo.
¿Ven lo sencillo que es todo? Pero cuando usted ve mi cuerpo, usted dice que me está viendo a mí, y cuando yo veo su cuerpo de carne yo digo que lo estoy viendo a usted. Jesús dijo a Felipe en una ocasión en que Felipe dijo... pues Cristo estaba hablando mucho del Padre, Felipe dice: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta.”
Cristo dice a Felipe: “Tanto tiempo hace que estoy con vosotros Felipe ¿y no me has conocido? El que me ha visto a mí ha visto al Padre ¿cómo pues dices tú: ‘Muéstranos al Padre y nos basta’? El Padre y yo una cosa somos.”
Era Dios, el Padre, dentro del cuerpo de carne llamado Jesús, así como usted que es alma viviente está habitando en el cuerpo de carne al cual le colocaron un nombre cuando usted nació, y lo registraron en el registro civil o registro en donde registran a todos los que nacen.
Por lo tanto, en la misma forma en que usted es cuerpo de carne, es espíritu (cuerpo espiritual) y alma, Dios en Cristo es cuerpo, espíritu y alma. Por lo tanto, el que ha visto a Jesús, ha visto al Padre, por lo tanto el que recibe a Jesucristo, recibe al que lo envió.
Y nosotros al recibirlo como nuestro Salvador, recibimos la bendición de Dios que viene a través de Jesucristo nuestro Salvador para hacernos coiguales con Dios.
La coigualdad que el ser humano perdió, ahora es restaurada al ser humano, al ser humano que recibe a Cristo como su Salvador personal, y por consiguiente viene a ser heredero de Dios y coheredero con Cristo Jesús Señor nuestro, conforme a Romanos, capítulo 8, versos 14 al 29.
Y por consiguiente hemos de recibir el cuerpo físico glorificado, igual al cuerpo físico glorificado de Jesucristo nuestro Salvador, y entonces seremos a imagen y semejanza de Dios en toda Su plenitud, y seremos plenamente coiguales con Dios.
Ahora, hemos visto lo del Salmo, ¿vieron que Dios llama dioses a todos Sus hijos, a los hijos de Dios, los hijos del Altísimo? Porque esas personas son coiguales con Dios: “Yo dije...” Ése es el Salmo 82, verso 6, aquí dice.
“Yo dije: Vosotros sois dioses,
Y todos vosotros hijos del Altísimo;
Pero como hombres moriréis.”
Como hombres morimos porque nuestro cuerpo físico es mortal, corruptible y temporal en lo que nos llega el nuevo cuerpo.
Pablo decía: “Yo desearía estar, marcharme y estar presente ante Dios (o sea, morir físicamente). Pero decía: “Pero por causa de vosotros prefiero permanecer en el cuerpo y deseo no ser desvestido (o sea, no perder la vestidura terrenal, el cuerpo físico), sino ser revestido (o sea, ser transformado y tener el cuerpo nuevo glorificado para continuar viviendo sin ver muerte).”
Pero esa bendición es para los que viven en el Día Postrero y permanezcan vivos hasta que Cristo termine Su Obra de Intercesión y complete Su Iglesia, y se levante del Trono del Padre, resucite a los muertos creyentes en Él en cuerpos glorificados y nos transforme a nosotros los que vivimos, y entonces todos tendremos la semejanza física de Dios, que es Cristo en Su cuerpo físico glorificado, y entonces todos seremos inmortales.
Ése es el pueblo de los inmortales, ése el pueblo de los que vivirán eternamente con Cristo en cuerpos glorificados a imagen y semejanza de Dios, esos son los coiguales con Dios, y esos son los que tienen la coigualdad con Dios.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta noche, dándoles testimonio de nuestro tema: “LA COIGUALDAD CON DIOS.”
Toda persona que ha recibido a Cristo como su Salvador ya tiene el cuerpo angelical al nacer de nuevo, ha recibido esa primera parte, y nos falta la segunda parte: el cuerpo físico glorificado, el cual vamos recibir, ya tenemos Vida eterna.
Toda persona que no ha recibido a Cristo como su Salvador no tiene Vida eterna y no es coigual con Dios. Pero en esta noche puede recibir Vida eterna y venir a ser coigual con Dios. ¿Cómo? Recibiendo a Cristo como su Salvador. Cristo dijo en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16:
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Por lo tanto, en esta noche todos los que todavía no han recibido a Cristo como su Salvador, pueden hacerlo levantando sus manos y el Rvdo. Mauricio Vivas estará orando por ustedes, para que Cristo les reciba, les perdone y sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y así obtengan el nuevo nacimiento y obtengan la primera parte de la coigualdad con Dios, el cuerpo angelical, y luego más adelante reciban el cuerpo físico glorificado y seamos coiguales con Dios en toda Su plenitud.
“El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere será condenado.”
En esta noche tienen la oportunidad los que todavía no han recibido a Cristo como su Salvador, de hacerlo, y pueden levantar sus manos todos los que desean recibir a Cristo como su Salvador, para que Cristo les perdone y les limpie con Su Sangre preciosa de todo pecado y salve vuestras almas, y así aseguren su futuro eterno, aseguren su Vida eterna con Cristo en Su Reino, que es el único que le puede asegurar a usted y a mí el futuro eterno, y lo asegura ¿dónde? En Su Reino eterno.
Por lo tanto, toda persona necesita asegurar su futuro, necesita asegurar su vida con Cristo, para que así tenga Vida eterna. Sin Cristo la persona no tiene Vida eterna, con Cristo la persona si tiene Vida eterna y Cristo nos hará totalmente a Su imagen y a Su semejanza.
Por lo tanto, en esta noche la oportunidad para los que todavía no han recibido a Cristo como su Salvador y han escuchado la Palabra del Evangelio de Cristo y les ha hablado Cristo a sus almas, esta es la noche en que Cristo les está llamando.
Ustedes no saben si mañana todavía estarán vivos, porque el ser humano no sabe cuándo terminarán sus días en la Tierra, por lo tanto necesita asegurar su vida, su alma con Vida eterna, y el único que tiene y da Vida eterna es Jesucristo nuestro Salvador.
Por lo tanto, en esta noche todos los que desean asegurar su vida con Cristo para vivir eternamente con Cristo en Su Reino, pueden hacerlo levantando sus manos y pasando acá al frente, para que el Rvdo. Mauricio Vivas ore por ustedes para que Cristo les reciba, les perdone, les limpie de todo pecado con Su Sangre preciosa, y sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y así obtengan el nuevo nacimiento, así nazcan del Agua y del Espíritu y entren al Reino de Dios, el Reino de Cristo.
Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, nuestro Salvador, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y pronto Cristo complete Su Iglesia y resucite a los muertos creyentes en Él y nos transforme a nosotros los que vivimos, y nos lleve con Él a la Cena de las Bodas del Cordero, a la Casa de nuestro Padre Celestial al Cielo. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Dejo al Rvdo. Mauricio Vivas para orar por las personas que levantarán sus manos para recibir a Cristo como su Salvador personal.
Que Dios les bendiga, les guarde y les proteja de todo peligro. Muchas gracias y buenas noches.
“LA COIGUALDAD CON DIOS.”