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El Mandamiento de Dios 2003-05-23 1 Poza Rica Veracruz MX 00:00:00 false

Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios, aquí en Poza Rica, República Mexicana. Reciban todos saludos de mi esposa Erica y los niños reciban saludos de mis niñas América y Yahannah Gabriela.

Para esta noche leemos en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16, palabras de nuestro amado Señor Jesucristo, luego de haber resucitado, en donde da un mandamiento a Sus discípulos. Capítulo 16 de San Marcos, versos 15 al 16, donde dice:

Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y nos hable directamente a nuestra alma en esta ocasión nuestro Señor Jesucristo.

EL MANDAMIENTO DE DIOS.”

Este mandamiento dado por Cristo de ir por todo el mundo y predicar el Evangelio a toda criatura, fue de Sus últimas Palabras, de Sus últimas enseñanzas dadas a Sus discípulos, luego que Él resucitó.

Este mandamiento es dado para que llegue la buena nueva, la buena noticia, el Evangelio, que significa: “Las buenas nuevas de salvación a todos los seres humanos, para que todo ser humano sepa que hay un Salvador, un Redentor, el cual perdona todos nuestros pecados y con Su Sangre nos limpia de todo pecado y nos reconcilia con Dios.

Por eso Él ordenó a Sus discípulos a predicar el Evangelio en todo el mundo y a toda criatura, para que todos sepan cómo ser reconciliados con Dios y ser restaurados a la Vida eterna, lo cual toda persona desea, porque toda persona desea vivir eternamente con Cristo en el Reino de Dios. Toda persona entonces debe saber que hay una forma establecida por Dios para obtener el perdón de nuestros pecados y ser lavados con la Sangre de ese Sacrificio, ser perdonados y ser redimidos y restaurados a la Vida eterna, y así ser reconciliados con Dios.

Por eso también en San Lucas, capítulo 24, versos 44 en adelante, dice luego de resucitado:

Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.

Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras;

y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día;

y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.

Y vosotros sois testigos de estas cosas.”

Por lo tanto, a través de la predicación del Evangelio, a través de la predicación de las buenas noticias de salvación para el ser humano, se da a conocer que todo ser humano está llamado a arrepentirse de sus pecados y venir rendido a los pies de Cristo, y pedir perdón a Cristo por haber pecado contra Dios, y Cristo lo perdona, Cristo con Su Sangre preciosa lo limpia de todo pecado, y luego la persona es bautizada en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y así la persona ha obtenido el nuevo nacimiento, ha nacido del Agua y del Espíritu, lo cual Cristo enseñó a Nicodemo.

Cristo dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios (o sea, no lo puede comprender).” Y Nicodemo le pregunta a Cristo: “¿Cómo puede hacerse esto? ¿Puede el hombre ya siendo viejo entrar en el vientre de su madre y nacer de nuevo?” Cristo le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu no puede entrar al Reino de Dios.” Y toda persona desea entrar al Reino de Dios para vivir eternamente en el Reino de Dios.

Por lo tanto, hay un mandamiento divino para que toda persona cumpla y pueda entrar al Reino de Dios, y es creer en Jesucristo, creer en Su Sacrificio en la Cruz del Calvario, ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y así la persona obtiene el nuevo nacimiento y así nace en el Reino de Cristo con Vida eterna. Por eso le habló a Nicodemo en el capítulo 3, verso 1 al 6 acerca del nuevo nacimiento.

También en San Juan, capítulo 3, del verso 13 en adelante, dice:

Nadie subió al cielo , sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.

Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,

para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

Y ahora, todo aquel que cree en Jesucristo no se perderá, sino que tiene Vida eterna y vivirá eternamente en el Reino de Dios con Jesucristo nuestro Salvador. Pero el que no cree ya ha sido condenado.

Como Moisés levantó la serpiente de bronce allá en el desierto, para que toda persona que era mordida por serpientes venenosas, tuvieran la oportunidad de dar una mirada de fe a esa serpiente de bronce y vivir. Era un momento entre la vida y la muerte, cuando una persona era mordida por serpientes venenosas, pocos minutos le quedaban de vida, estaba condenado a la muerte una persona que era mordida por serpientes venenosas. Pero en ese momento tan corto podía creer en aquella serpiente de bronce y dar una mirada de fe creyendo, y sus pecados le eran quitados, perdonados, y por consiguiente la muerte era anulada.

El veneno de las serpientes, el veneno que habían inyectado esas serpientes venenosas quedaba sin efecto, porque era quitado el veneno del pecado de las personas y por consiguiente la muerte quedaba anulada, ¿por qué? Porque la paga del pecado es la muerte, y por cuanto era quitado el pecado, entonces no había muerte, porque la muerte es el resultado del pecado. Si no hay pecado, entonces la muerte no puede hacer nada, no puede venir a la persona. Y en ese momento de una mirada de fe a esa serpiente de bronce, la persona quedaba libre del pecado, era transferido a la serpiente de bronce y quedaba libre de la muerte también.

¿Y por qué eso funcionaba de esa manera? Porque aquella serpiente de bronce levantada en una vara, en un asta, representaba a Cristo crucificado en la Cruz del Calvario, en el cual todos nuestros pecados fueron colocados. Él tomó nuestros pecados y se hizo pecado por nosotros, para morir en la Cruz del Calvario, porque la paga del pecado es muerte, por lo tanto, Él al tomar nuestros pecados también obtuvo el resultado del pecado, que es la muerte, y murió por usted y por mí, para que usted y yo podamos vivir eternamente.

No hay otra forma de Vida eterna, sino Jesucristo es la Vida eterna. Él es la única forma de Vida eterna. Hablándonos acerca del Verbo que era con Dios y era Dios y creó todas las cosas, dice: “En Él estaba la Vida y la Vida era la Luz de los hombres.” Y nos dice también: “Aquel Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.” San Juan, capítulo 1, verso 14. Y cuando se hizo carne lo conocimos por el nombre de Jesús.

Y ahora, también encontramos en San Juan, capítulo 14, verso 6, donde el mismo Cristo dice:

Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.”

No hay otra forma para el ser humano acercarse a Dios, excepto a través de Jesucristo. ¿Y cómo se acercaban a Dios en el Antiguo Testamento? Por medio de los sacrificios de animalitos, los cuales tipificaban a Jesucristo. Por eso funcionaban delante de Dios aquellos sacrificios por el pecado, porque tipificaban a Jesucristo nuestro Salvador.

Pero ya los sacrificios de animalitos no funcionan, porque ya el Sacrificio perfecto de Cristo fue realizado, y ahora toda persona que quiera acercarse a Dios, tiene que hacerlo a través de Jesucristo y Su Sacrificio realizado en la Cruz del Calvario, con el cual son perdonados y quitados nuestros pecados para poder acercárnos a Dios.

Y ahora, veamos también aquí en este mismo capítulo 3 de San Juan, verso 15 en adelante dice:

Para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

Ahora vean, así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, para que las personas mordidas por serpientes venenosas, pudieran vivir, no morir sino vivir, ahora Cristo fue levantado en la Cruz del Calvario para que usted y yo podamos vivir eternamente, podamos ser salvos, ser salvos del pecado y ser salvos de la segunda muerte, que es el lago de fuego.

Ahora, continuamos leyendo el verso 16 de este mismo capítulo 3 de San Juan, verso 16 al 19, dice:

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.”

Y ahora, podemos ver que una persona sin Cristo está perdida, está condenada y será echada en el lago de fuego, pues no tiene Vida eterna. Así como estaban condenados los que eran mordidos por serpientes venenosas, estaban condenados a la muerte. Así también todo ser humano. Pero esa condenación es quitada por medio de una mirada de fe a Jesucristo, creyendo en Su Primera Venida y Su Obra en la Cruz del Calvario, Su Obra de Redención, creyendo en el Sacrificio de Cristo quedamos perdonados y quedamos libres del pecado y de la muerte.

Esa es la forma para obtener salvación y Vida eterna: obedeciendo el mandamiento de Dios. Para eso es que Cristo ordenó ir por todo el mundo y predicar el Evangelio a toda criatura. “Y el que creyere y fuere bautizado será salvo, más el que no creyere será condenado.” En el bautismo en agua está tipificado usted, representado en Cristo, cuando Cristo murió, fue sepultado y fue resucitado, porque estábamos en Él.

Por lo tanto, usted se identifica con la muerte de Cristo, con la sepultura de Cristo y con la resurrección de Jesucristo nuestro Salvador. Eso es lo que muestra el bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. El agua no le quita el pecado a usted. Cristo perdona los pecados suyos y los míos y con Su Sangre es que Él quita nuestros pecados, limpiándonos de todo pecado con Su Sangre. Para eso Él derramó Su Sangre por todos nosotros.

Ahora, en Levítico, capítulo 23, versos 26 en adelante, nos muestra ya el tipo y figura de Cristo muriendo en la Cruz del Calvario; en lo que llegaba Cristo y realizaba Su Sacrificio por el pecado el pueblo hebreo tenía sacrificios por el pecado, tenía el sacrificio por el pecado, llamado la Expiación, que era realizado en día diez, del mes séptimo de cada año, en donde se sacrificaba un macho cabrío.

Ahora, veamos como dice aquí, capítulo 23, verso 26 en adelante del libro de Levítico, dice:

También habló Jehová a Moisés, diciendo:

A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová

Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.

Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.”

En este día de la expiación del mes séptimo de cada año, toda persona tenía que venir a Dios arrepentida de sus pecados y el sumo sacerdote ofrecía el sacrificio del macho cabrío, llevaba la sangre de ese sacrificio dentro del templo al lugar santísimo y esparcía con su dedo siete veces sobre el propiciatorio, y así él hacía la Obra de interceder por el pueblo, de intercesor, para que Dios perdonara los pecados del pueblo que arrepentido de sus pecados perdían perdón a Dios.

Luego, cuando ya el sumo sacerdote terminaba las labores de ese día y salía de su labor ministerial, el pueblo que se había arrepentido de sus pecados quedaba reconciliado delante de Dios para vivir un año más, bajo la bendición de Dios. Los que no se habían arrepentido de sus pecados y no habían pedido perdón a Dios por sus pecados, no quedaban reconciliados, porque no creyeron en el sacrificio por el pecado y no se humillaron ante la Presencia de Dios, para obtener el perdón de sus pecados.

Por lo tanto perdían el derecho a vivir un año más y eran cortados del pueblo, Dios los cortaba del pueblo; o sea, Dios los quitaba, de alguna forma ellos morían. Y eso, porque no se arrepintieron de sus pecados, no pidieron perdón a Dios el día de la expiación, para ser reconciliados con Dios.

Y ahora, en el Nuevo Testamento ya no se llevan a cabo sacrificios de animalitos, porque ya ese tiempo pasó, ahora estamos viviendo en el Nuevo Testamento, en donde hay un Nuevo Pacto y hay una Nueva Sangre, lo cual todo fue tipificado bajo el Antiguo Pacto y bajo la sangre del Pacto Antiguo.

Aquél macho cabrío de la expiación tipificaba a Cristo siendo crucificado, muriendo por todos nosotros, y las personas al venir para pedir perdón a Dios, representa a toda persona que viene a Cristo pidiéndole perdón por los pecados que ha cometido afligido en su alma, triste y lamentando en su alma haber pecado contra Dios.

Esa persona recibe el perdón de sus pecados y es bautizada en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, Cristo la limpia con Su Sangre preciosa, esa persona queda justificada ante Dios, y Cristo la bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y esa persona obtiene el nuevo nacimiento, esa persona nace como un bebé en el Reino de Dios, y esa persona en el Reino de Dios, es alimentada con el alimento para el alma, que es la Palabra de Dios; y va creciendo en el conocimiento de Dios y Su Programa, va creciendo en el conocimiento del Padre y de Cristo a medida que va recibiendo la Enseñanza de la Palabra de Dios.

Ahora, hemos visto cómo entrar al Reino de Dios, hemos visto este misterio, y hemos visto el porqué del mandamiento de Cristo de ir por todo el mundo predicando el Evangelio a toda criatura, “y el que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere será condenado.”

Ahora, el pueblo hebreo no creyó en Cristo, el pueblo hebreo como nación, y por consiguiente la muerte ha estado persiguiendo al pueblo hebreo por estos dos mil años que han transcurrido (aproximadamente), desde que Cristo fue crucificado en la Cruz del Calvario.

Pero el pueblo hebreo va a recibir en este tiempo final a Cristo, va a creer que Aquel Jesús, al cual ellos rechazaron y pidieron que fuese crucificado era el Mesías que ellos estaban esperando, pero no le reconocieron, sus líderes religiosos de aquel tiempo no le reconocieron. Jesús era un hombre sencillo y no había estudiado en los seminarios e institutos religiosos, ni en las universidades del pueblo hebreo; por eso decían en diferentes ocasiones: “¿Cómo sabe éste letras sin haber estudiado?”

También los discípulos del Señor Jesucristo eran personas sencillas del común del pueblo, personas sin estudios teológicos, sin estudios universitarios, pero eran verdaderos creyentes en el Cristo, el Mesías que Dios envió al pueblo hebreo.

Para este tiempo final, Dios va despertar al pueblo hebreo y ellos van a llorar, van a venir arrepentidos a Cristo por haber pecado contra Dios al rechazar a Cristo.

Dice en Zacarías, capítulo 12, verso 10 en adelante, dice:

Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito.

En aquel día habrá gran llanto en Jerusalén, como el llanto de Hadad-rimón en el valle de Meguido.

Y la tierra lamentará, cada linaje aparte; los descendientes de la casa de David por sí, y sus mujeres por sí; los descendientes de la casa de Natán por sí, y sus mujeres por sí;

los descendientes de la casa de Leví por sí, y sus mujeres por sí; los descendientes de Simei por sí, y sus mujeres por sí;

todos los otros linajes, cada uno por sí, y sus mujeres por sí.”

El pueblo hebreo va (como nación) a recibir a Cristo, y esos serán ciento cuarenta y cuatro mil hebreos, que van a venir por medio de las buenas nuevas del Evangelio del Reino, en donde la Enseñanza del Evangelio de la Gracia y las Enseñanzas del Evangelio del Reino estarán siendo dadas a conocer al pueblo hebreo, y por consiguiente el pueblo hebreo va a ser despertado espiritualmente y van a venir arrepentidos ciento cuarenta y cuatro mil hebreos, doce mil de cada tribu; comenzará e irá en una forma gradual.

Ahora, veamos... esto está también en el libro del Apocalipsis, capítulo 1, verso 7 en adelante, dice:

He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén.”

Y luego en el capítulo 7 del libro del Apocalipsis, dice cómo va Dios a llamar esos hebreos, esos ciento cuarenta y cuatro mil hebreos, luego que Él haya completado Su Iglesia. Dice el capítulo 7, verso 2 del Apocalipsis:

Vi también a otro ángel que subía de donde sale el sol, y tenía el sello del Dios vivo; y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar,

diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios.

Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel.

De la tribu de Judá, doce mil sellados. De la tribu de Rubén, doce mil sellados. De la tribu de Gad, doce mil sellados (y sigue enumerando cada tribu y la cantidad de los sellados).”

Ahora, este Ángel es un Mensajero que viene con el Sello del Dios Vivo y el Sello del Dios Vivo es el Espíritu Santo, como nos dice San Pablo en Efesios, capítulo 4, verso 30, cuando nos dice:

Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.”

Para el día en que vamos a ser transformados es que hemos sido sellados con el Sello del Dios Vivo, con el Espíritu Santo.

Ahora, este Ángel viene y con el Espíritu Santo en él manifestado, pues ha sido prometido que el Espíritu Santo vendrá manifestado en carne humana, y entonces ahí es en que el pueblo hebreo va a ser llamado y va a ser despertado, como ha sucedido entre los gentiles con individuos, con personas que han recibido a Cristo como su Salvador personal, han tenido un despertamiento espiritual acá en lo profundo de su alma, sus almas han despertado a la realidad del Programa Divino y han despertado a la realidad del mandamiento de Dios, de que el Evangelio ha estado siendo predicado, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, mas tenga Vida eterna. Y por eso son bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo todas las personas que reciben a Cristo como su Salvador personal.

También cuando le toque el tiempo a los hebreos van a ser llamados, van a ser juntados, van a ser bautizados también en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Y luego acá en Apocalipsis, capítulo 14, verso 1 en adelante, aparecen ya llamados, juntados y sellados en sus frentes. Dice Apocalipsis, capítulo 14, verso 1 en adelante:

Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente.”

Aquí tenemos el grupo de ciento cuarenta y cuatro mil hebreos, los mismos que son llamados en Apocalipsis, capítulo 7, son juntados y sellados con el Sello del Dios Vivo por el Ángel que es enviado para esa labor. Ese Ángel es el Ángel del Señor Jesucristo enviado con el Espíritu Santo a los hebreos, cuando haya terminado el Espíritu Santo la Obra en medio de la Iglesia; en medio de la Iglesia estará también el Ángel del Señor Jesucristo, siendo el instrumento para este tiempo final, para el llamado de los últimos escogidos de Dios, para ser llamados, juntados, bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo bautizarlos con Espíritu Santo y Fuego.

Y luego cuando se complete el número de los escogidos de este tiempo final, entonces Cristo se levantará del Trono del Padre, en donde está haciendo Intercesión por cada persona escrita en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, y entonces se habrá terminado el tiempo de Redención para los gentiles y se habrá terminado el tiempo de la expiación para los gentiles. Y el que no aprovechó ese lapso de tiempo, que es la Dispensación de la Gracia, la cual comenzó cuando Cristo fue crucificado, allí comenzó el Día de la Expiación; porque la Expiación por el pecado es Cristo siendo sacrificado.

El Sacrificio de Cristo es la Expiación por el pecado. Por lo tanto, desde ese día comenzó en el Cielo el Día de la Expiación; y ya de ese tiempo hacia acá van cerca de dos mil años; o sea, que van ya unos mil novecientos setenta y algo de años desde ese tiempo hacia acá.

Por lo tanto, toda persona necesita aprovechar ese lapso de tiempo de la Dispensación de la Gracia, que es de Cristo hasta que haya entrado al Cuerpo Místico de Cristo hasta el último escogido de Dios. Ese es el lapso de tiempo del Día de la Expiación en el Cielo en el Templo Celestial, para todo ser humano que quiera vivir eternamente, recibir a Cristo como su Salvador, lavar sus pecados en la Sangre de Cristo, ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo bautizarlo con Espíritu Santo y Fuego, y así la persona obtiene el nuevo nacimiento y obtiene la bendición de haber nacido como un hijo o una hija de Dios en el Reino de Dios.

Así es como se entra al Reino de Dios: naciendo del agua y del espíritu, creyendo en la predicación del Evangelio y recibiendo a Cristo como su Salvador y siendo bautizado en agua en el Nombre de Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y así ha obtenido la persona el nuevo nacimiento y ha entrado al Reino de Dios; ya está sellado con el Espíritu Santo para el Día de la Redención, para el día en que vamos a ser transformados y vamos a tener un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador, el cual nos dará en Su Segunda Venida.

Por eso es tan importante que toda persona obedezca el mandamiento de Dios: de recibir a Cristo como su Salvador, ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo lo bautizará con Espíritu Santo y Fuego, y habrá obtenido la salvación de su alma, y habrá sido sellado con el Sello del Dios vivo para vivir eternamente con Dios, habrá sido reconciliado con Dios.

Ahora, veamos a San Pedro, el cual tenía las llaves del Reino de los Cielos, predicando el Día de Pentecostés su primer Mensaje, luego de ser lleno del Espíritu Santo y haber obtenido el nuevo nacimiento. Capítulo 2, del libro de los Hechos, verso 34 en adelante, dice:

Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra,

Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.

Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.

Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?

Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.

Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”

El primer Mensaje de San Pedro lleno del Espíritu Santo, como tres mil personas creyeron y fueron bautizadas en el Nombre del Señor Jesucristo. “Porque no hay otro nombre en el cual podamos ser salvos.” Nos dice el mismo San Pedro en el capítulo 4, verso 12, verso 11 al 12, del libro de los Hechos, cuando estuvo hablando con los ancianos de Israel, con los líderes religiosos de la nación hebrea, cuando le pidieron cuenta allá por causa de un hombre que había sido sanado:

Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo.

Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.”

No hay otro nombre. Por lo tanto, toda persona que quiera la salvación y la Vida eterna, para vivir con Cristo en el Reino de Dios por toda la eternidad, necesita venir a Cristo arrepentido de sus pecados, recibirlo como su Salvador, y Cristo lo perdonará, lo limpiará con Su Sangre preciosa de todo pecado y será bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo lo bautizará con Espíritu Santo y Fuego.

Vean, aquí en el capítulo 22 del libro de los Hechos, cuando Pablo da testimonio de la forma en que él recibió a Cristo como su Salvador y lo que luego le dijo un hombre de Dios, un varón de Dios, que fue enviado a San Pablo para que orara por San Pablo, dice... dice San Pablo... capítulo 22, verso 6 en adelante:

Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo;

y caí al suelo, y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?

Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues.

Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo.

Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate, y vé a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas.

Y como yo no veía a causa de la gloria de la luz, llevado de la mano por los que estaban conmigo, llegué a Damasco.

Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban,

vino a mí, y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo miré.

Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca.

Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído.

Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre.”

Y ahora, todas las personas que han escuchado en mandamiento de Dios: de creer y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, han obedecido la Voz de Cristo y por consiguiente han recibido la bendición del perdón de sus pecados, han sido lavados con la Sangre de Cristo y Cristo los ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, y han obtenido en nuevo nacimiento, han nacido en el Reino de Dios.

Pero los que no lo han hecho, no han obedecido la Voz de Dios, la Voz de Cristo, y por consiguiente no han sido lavados con la Sangre de Cristo, y por consiguiente tampoco han sido bautizados en agua en el Nombre de Jesucristo y por consiguiente no han nacido en el Reino de Dios, no tienen Vida eterna, están perdidos.

Ahora, ¿qué pueden hacer esas personas? Lo mismo que nosotros hemos hecho, y lo mismo que hizo San Pablo. El varón de Dios: Ananías, le dijo a Pablo:

¿Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre.”

La Escritura dice acerca de esto de invocar el nombre, para la persona obtener la salvación de Dios, el mismo Pedro citando la profecía de Joel, dice en el libro de los Hechos, capítulo 2, verso 20 en adelante, dice:

El sol se convertirá en tinieblas,

Y la luna en sangre,

Antes que venga el día del Señor,

Grande y manifiesto.”

O sea, antes que venga la gran tribulación, donde los malos serán quemados. Vean aquí como será: “Antes que venga el día grande y terrible del Señor.”

En Malaquías, capítulo 4, verso 1 en adelante, dice:

Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará (o sea, los quemará), ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama.”

¿Pero qué pasará con los creyentes en Cristo, los que temen el Nombre de Dios? Sigue diciendo:

Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación (o sea, traerá la resurrección para los muertos en Cristo y la transformación para nosotros los que vivimos), y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada.

Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies, en el día en que yo actúe, ha dicho Jehová de los ejércitos.

Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel.

He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible.

El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición.”

Los juicios de la gran tribulación será la maldición divina cayendo sobre todos los que no han recibido a Cristo como su Salvador personal.

Y ahora, continuemos leyendo aquí, donde decía en el libro de los Hechos, capítulo 2, verso 20 en adelante:

Antes que venga el día del Señor,

Grande y manifiesto;

Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”

El que invoque el Nombre del Señor será salvo. Esto está en Joel también, de ahí de Joel, capítulo 3, es que lo toma, es que lo toma San Pedro. En Joel es que nos habla en el capítulo 3 sobre esta gran bendición. Dice, capítulo 2, verso 30 al 32, dice:

Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová.

Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado.”

Por lo tanto, en medio de la Iglesia de Jesucristo, que es el Monte de Sion espiritual, habrá salvación, por eso la salvación del alma se predica en el Nombre del Señor Jesucristo en medio de la Iglesia de Jesucristo nuestro Salvador, y luego se va predicar en medio del pueblo hebreo, en medio de ciento cuarenta y cuatro mil hebreos que Lo recibirán como su Salvador personal.

Por lo tanto, la Iglesia del Señor Jesucristo con el Mensaje del Evangelio de la Gracia, ha estado llevándolo por todos los lugares, y aún en medio del pueblo hebreo se ha predicado, pero el pueblo hebreo no ha recibido a Cristo como su Salvador; pero va Dios a tener un remanente: ciento cuarenta y cuatro mil hebreos, doce mil de cada tribu, que en este tiempo final van recibir a Cristo como su Salvador personal y van a ser reconciliados con Dios y van a tener el Sacrificio del Nuevo Testamento, que es el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario.

Y van a tener la bendición de recibir el Nuevo Pacto, y entrar al Nuevo Pacto, el Nuevo Pacto, el Pacto de paz, que Dios prometió para el pueblo hebreo y para todos los que recibirían a Cristo como su Salvador personal.

Veamos aquí también, en Hebreos, capítulo 13, versos 20 al 21, dice:

Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno...”

Vean, la Sangre de Cristo es la Sangre del Pacto eterno.

... os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.”

Y ahora, tenemos un Pacto Eterno y tenemos la Sangre del Pacto Eterno, que es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. Toda persona que recibe a Cristo como su Salvador, entra al Pacto Eterno, que es un Pacto donde la persona obtiene Vida eterna; por eso es un Pacto Eterno.

Así como el día de la expiación, las personas arrepentidas de sus pecados, que confesaban a Dios sus pecados y pedían perdón a Dios por sus pecados, cuando el sumo sacerdote hacía intercesión por el pecado y terminaba esas labores en ese día, quedaban esas personas reconciliadas y vivían un año más.

Cada año tenían que hacer lo mismo, porque los animales no son perfectos, por cuanto no tienen almas, no tienen alma y por eso no son perfectos, y por eso los sacrificios de animalitos no eran sacrificios perfectos y no podían perfeccionar a las personas.

Pero el Sacrificio de Cristo es el Sacrificio perfecto, del cual Juan el Bautista dijo: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.” Para eso fue que vino Jesucristo: para quitar el pecado del mundo y que el mundo sea salvo por Él; vino para quitar tus pecados y mis pecados, para que nosotros seamos salvos y podamos ser reconciliados con Dios para toda la eternidad, y podamos vivir con Cristo en el Reino de Dios por toda la eternidad.

Cristo dijo: “¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y pierde su alma? Porque el Hijo del Hombre viene, o vendrá en la gloria de su Padre con Sus Ángeles y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.” Eso está en San Mateo, capítulo 16, versos 26 al 28. También Cristo dijo: “Buscad primeramente el Reino de Dios y Su justicia.”

Lo primero que el ser humano tiene que buscar cuando aparece en este planeta Tierra es el Reino de Dios, y para buscar y entrar al Reino de Dios, necesita nacer de nuevo, y para nacer de nuevo necesita recibir a Cristo como su Salvador y ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y así la persona nace del Agua y del Espíritu, y así es como entra al Reino de Dios y asegura su futuro eterno en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador, para vivir eternamente en ese glorioso Reino de nuestro amado Señor Jesucristo.

Toda persona desea vivir eternamente con Cristo en Su Reino; por eso es que tenemos que recibir como nuestro Salvador al Rey de ese Reino, que es Jesucristo nuestro Salvador. Cuando lo recibimos ¿qué es lo que sucede? Pues Cristo nos ha sacado del reino de las tinieblas y nos ha colocado en Su Reino.

El reino de las tinieblas dejará de existir; será echado en el lago de fuego con el rey del reino de las tinieblas, y el rey del reino de las tinieblas es el diablo; van a ser echados, va a ser echado en el lago de fuego, que es la muerte segunda. Por eso, nadie quiere ser condenado y echado en el lago de fuego, donde va estar el diablo, donde va estar el anticristo y el hombre de pecado.

Vean, en el capítulo 19 del Apocalipsis, dice verso 19 en adelante:

Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército.

Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre.”

Y luego en el capítulo 20, dice del verso 10 en adelante, dice:

Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.”

Y luego, vean en el lago de fuego, donde va ser echado el diablo y el falso profeta el anticristo, el hombre de pecado.

Y vi un gran trono blanco (esto es el juicio final)...

Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.

Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.

Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras.

Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda.

Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.”

Y a ese lugar nadie quiere ir; ese es el lugar que le espera al diablo, al anticristo, al hombre de pecado, a la bestia, y a todos los que no creen en Jesucristo como nuestro Salvador personal. Pero ustedes sí han creído en Jesucristo como nuestro Salvador.

Por lo tanto, aunque sabemos que hay un lago de fuego esperando a todos los incrédulos, sabemos que ahí no vamos a estar; porque hay un Cielo, un Reino Celestial esperando a todos los creyentes, a donde nosotros vamos a estar.

Por lo tanto, toda persona que ha recibido a Cristo como su Salvador, aunque escucha que hay un lago de fuego no le tiene miedo, ¿por qué? Porque el lago de fuego es para el diablo, la bestia, el anticristo, y el hombre de pecado, y para todos los incrédulos que no han querido recibir a Cristo como su Salvador personal.

Por lo tanto, ese lugar espera a todos los incrédulos, donde van a ser destruidos, donde dejarán de existir, van a ser quemados en cuerpo, en espíritu y en alma también. Pero los creyentes en Cristo van a ser transformados y van a ser iguales a Jesucristo nuestro Salvador con Vida eterna. En el Evangelio de Cristo están grabadas estas noticias buenas para ustedes y para mí.

En Primera de Juan, capítulo 5, versos 10 en adelante, dice:

El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.

Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo...”

¿La Vida eterna en quién está? En Jesucristo el Hijo de Dios. Para recibir la Vida eterna, pues hay que ir al que la tiene: a Jesucristo nuestro Salvador, el cual nos da esa Vida eterna cuando lo recibimos como nuestro Salvador.

El que tiene al Hijo, tiene la vida (o sea, que tiene la Vida eterna); el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida (el que no ha recibido a Cristo como su Salvador, no tiene Vida eterna).

Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”

Los que han creído en el Nombre del Hijo de Dios y lo han recibido como su Salvador y han sido bautizados en agua en Su Nombre y han recibido el Espíritu Santo, han obtenido el nuevo nacimiento y han obtenido salvación y Vida eterna. La buena noticia es que tenemos Vida eterna y viviremos con Cristo en Su Reino por toda la eternidad en cuerpos glorificados, en cuerpos eternos y jóvenes para toda la eternidad.

Y ustedes son las personas que han escuchado y han obedecido el mandamiento de Dios. Cristo mandó a predicar el Evangelio a toda criatura, y dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere serán condenado.” Los que no creen son condenados y serán echados en el lago de fuego donde estará el diablo, que es el primer incrédulo, el cual se rebeló contra Dios. Pero los que han creído en Cristo estarán con el primer creyente, que es Jesucristo nuestro Salvador.

Por lo tanto, es una cosa de creer o no creer: de creer en Jesucristo y recibirlo como nuestro Salvador y asegurar así nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino, lugar que todos desean, para lo cual y por lo cual recibimos a Cristo como nuestro Salvador, lavamos nuestros pecados en Su Sangre, hemos sido bautizados en agua en Su Nombre y Él nos ha bautizado con Espíritu Santo y fuego y nos ha reconciliado con Dios, ha producido en nosotros el nuevo nacimiento, nos ha restaurado a la Vida eterna.

Y toda persona que no lo ha recibido, pues no tiene Vida eterna, no ha sido restaurado a la Vida eterna, y no está reconciliada con Dios; por lo tanto, no tiene derecho a vivir eternamente con Cristo en Su Reino; el único lugar que le espera es el lago de fuego, lugar que le espera al diablo también, pero nadie quiere ir para ese lugar.

¿Qué puede hacer una persona, o las personas que todavía no han recibido a Cristo y que están condenados para ser echado al lago de fuego? Pues dar una mirada de fe a Cristo, recibirlo como su Salvador arrepentido de sus pecados, pedirle perdón a Cristo por sus pecados, los pecados que ha cometido aquí en la Tierra la persona; Cristo lo perdonará, Cristo lo limpiará con Su Sangre preciosa, será bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautizará con Espíritu Santo y fuego, y la persona obtendrá el nuevo nacimiento y entrará al Reino de Dios, para vivir con Cristo en Su Reino por toda la eternidad.

¿Cuántos vivirán con Cristo en Su Reino por toda la eternidad? Todos nosotros. ¿Por qué? Porque hemos obedecido el mandamiento de Dios, hemos obedecido al Evangelio de Cristo: Lo hemos recibido como nuestro Salvador y hemos sido bautizados en agua en Su Nombre, El nos ha limpiado con Su Sangre y nos ha dado Su Espíritu Santo y ha producido en nosotros el nuevo nacimiento.

Y ahora, los que todavía no lo han hecho, tienen la oportunidad en esta noche de recibir a Cristo como su Salvador, levantando sus manos y el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín orará por ustedes, para que Cristo perdone sus pecados, los limpie con Su Sangre preciosa y sean bautizados en agua en Su Nombre y Cristo los bautice con Espíritu Santo y Fuego, y Cristo les dé salvación y Vida eterna, produzca en ustedes el nuevo nacimiento, y nazcan así en el Reino de Cristo nuestro Salvador, y tengan la esperanza de vivir eternamente con Cristo en Su Reino.

Muchas gracias por vuestra amable atención, amables amigos y hermanos presentes, y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.

Nuestro tema ha sido: “EL MANDAMIENTO DE DIOS.” Y los mandamientos de Dios son para obedecerlos.

Bueno, con nosotros el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín, para orar por todas las personas que levantarán sus manos, para que Cristo tenga Misericordia de ustedes. También los niños de 12 y 13 años en adelante, pueden recibir también a Cristo como su Salvador personal.

Ya tenemos al Rvdo. Miguel Bermúdez Marín aquí, para orar por todas las personas que levantarán sus manos en esta ocasión, para que Cristo tenga Misericordia de ustedes.

Bueno, con nosotros el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos, y sigan las bendiciones de Cristo, del Cielo, viniendo sobre cada uno de ustedes y sobre mí también.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos.

EL MANDAMIENTO DE DIOS.”