obsidian/es/conferencias/2003/05/spa-2003-05-09-1-alegrate_m...

41 KiB

title date activity place city state country duration public youtube translations files
Alégrate mucho Hija de Sion 2003-05-09 1 Durango Durango MX 00:00:00 false

Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes; es para mí un privilegio y bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, y compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Reciban también saludos de mi esposa Erica, y los niños reciban saludos de mi niña América y de mi niña Yahannah Gabriela.

Para esta ocasión leemos en Zacarías, capítulo 9, verso 9, donde dice:

Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema es: “ALÉGRATE MUCHO HIJA DE SION.”

Esta profecía es la profecía de la Venida del Señor; y por cuanto la Venida del Señor tiene dos partes, esta profecía tiene un doble cumplimiento; por lo tanto, aquí por cuanto nos habla de la hija de Sion y nos habla de la hija de Jerusalén, también ahí hay dos pueblos.

La hija de Sion es la Iglesia novia del Señor Jesucristo en medio del cristianismo, y la hija de Jerusalén es el pueblo hebreo; y aquí encontramos que en la Primera Venida de Cristo esta profecía tuvo un cumplimiento, el cual no fue comprendido por el pueblo hebreo, era un tiempo para regocijarse en el cumplimiento de esa profecía, pues dice:

Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti.” O sea que el motivo de gozo y regocijo es el motivo de la Venida del Rey de Israel, es el motivo de la Venida del Señor.

Ahora, veamos en medio del pueblo hebreo en la Primera Venida de Cristo cuando esta profecía se cumplió en un día en que Cristo entró a Jerusalén, aunque ya Él llevaba 33 años en la Tierra, pero Él se presentó ya al final de Su ministerio como Rey, se presentó oficialmente como el Rey de Israel, aunque Él tenía ya unos 33 años (más o menos) que ya estaba sobre la Tierra.

Ahora, veamos cuando Él cumplió esta profecía allí en Jerusalén, dice capítulo 21 de San Mateo, dice:

Cuando se acercaron a Jerusalén, y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos,

diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos.

Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará.

Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:

Decid a la hija de Sion:

He aquí, tu Rey viene a ti,

Manso, y sentado sobre una asna,

Sobre un pollino, hijo de animal de carga.

Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó;

y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima.

Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino.

Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!

Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es éste?

Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea.”

Y ahora, encontramos que ese era un tiempo para el pueblo estar regocijado, para el pueblo estar de júbilo, porque estaba entrando a la ciudad de Jerusalén el Rey de Israel, el Rey que tomará el Trono de David y se sentará sobre el Trono de David, conforme a las promesas mesiánicas del reino mesiánico; por eso el Arcángel Gabriel dijo a la virgen María en San Lucas, capítulo 1, y versos 31 en adelante, dice:

Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.

Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;

y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.”

Y ahora, aquí el Arcángel Gabriel señala que el hijo que va a nacer a la virgen María es el Heredero al trono de David, es el que se sentará en el trono de David y reinará sobre el pueblo hebreo para siempre, ese Reino nunca terminará; y ese Heredero a ese trono y a ese Reino es Jesucristo nuestro Salvador, aquí el Arcángel se lo da a conocer a la virgen María.

Y ahora, cuando nació Jesús nació el Rey de Israel, la noticia de que había nacido el Rey de los judíos fue dada a conocer por los magos que vinieron del Oriente, pero allí en Jerusalén no creyeron, si hubiesen creído hubiesen ido con los magos hasta Belén de Judea para darle la bienvenida al Rey de Israel, al Mesías prometido.

Desde el tiempo en que nació Jesús era tiempo para el pueblo hebreo estar regocijado, porque era el tiempo en que el Mesías estaba sobre la Tierra, y Él tenía que pasar por el proceso de estar en el vientre de María, luego nacer, luego ser un niñito, luego sigue creciendo, ser un jovencito, luego seguir creciendo y ya ser una persona adulta para comenzar Su ministerio mesiánico, y Su ministerio mesiánico duraría tres años y medio, que es la primera parte, la primera mitad de la semana número setenta de la profecía de Daniel, capítulo 9.

Por lo tanto, el Mesías ya cuando comenzó Su ministerio era tiempo para que el pueblo estuviera regocijado, estuviera lleno de gozo viendo la Venida del Mesías, y regocijándose porque había venido su Rey. Pero encontramos que no lo reconocieron como el Mesías que ellos estaban esperando, principalmente los líderes religiosos de la religión hebrea, compuesto ese grupo de líderes por el concilio del sanedrín, o sea, la directiva de la religión hebrea era el concilio del sanedrín, compuesta por setenta sabios religiosos hebreos, más el sumo sacerdote, que hacían setenta y uno. Ese grupo no creyó y no recibió a Cristo como el Rey de Israel, excepto dos o tres de ellos, como Gamaliel, José de Arimatea y Nicodemo, pero —digamos— el 90% de los miembros del concilio de la religión hebrea no creyó que Jesucristo era el Rey que ellos estaban esperando, ¿por qué? Estaban ciegos espiritualmente al cumplimiento de la promesa mesiánica de la Venida del Rey de Israel para sentarse en el Trono de David.

Y cuando una persona está ciega no puede ver, aunque las cosas estén frente a él, una persona ciega no puede ver el sol, ni la luz del sol, y aunque usted le diga que hay un sol y que está alumbrando, él por cuanto no ve, no puede decirle a usted: “Sí, yo veo que hay un sol y yo veo que está alumbrando.” No ve, no puede ver porque no tiene vista, está ciego. Y Cristo dijo: “Yo Soy la Luz del mundo.” La Luz del mundo, el Sol de Justicia estaba allí en medio de ellos y los líderes religiosos no podían ver allí al Sol, ¿por qué? Porque estaban ciegos, un ciego no puede ver. Por eso Cristo en una ocasión dijo a Sus discípulos que dejaran a esos líderes religiosos: “Dejadlos, son ciegos, guías de ciegos, y si el ciego guía al otro ciego, ambos caerán en el hoyo, en el hueco.”

Por lo tanto, Cristo los identificó (a esos líderes religiosos) como líderes religiosos ciegos, por lo tanto no podían ver el cumplimiento de las promesas mesiánicas, el cumplimiento de la Venida del Mesías, del Rey de Israel, y por consiguiente tampoco le podían decir al pueblo: “Jesús es el Rey de Israel.” Y no le dieron por consiguiente la bienvenida al Rey de Israel, esos líderes religiosos estaban tan ciegos que aunque Él cumplió todo lo que la profecía bíblica decía que el Mesías tenía que hacer, lo hizo todo, cumplió todas esas profecías y ellos no creyeron, no pudieron ver, no pudieron entender que ése era el Mesías, y por consiguiente no se regocijaron, siendo aquel un tiempo para regocijarse, siendo aquel un tiempo de jubileo, en la Biblia decía: “Dad voces de júbilo, regocíjate.” Y ellos más bien estaban enojados con Jesucristo.

Pero hubo un grupo de personas sencillas, unos eran pescadores, otros eran agricultores, otros eran personas del común del pueblo, otros eran amas de casas y así por el estilo, que vieron en Jesús el cumplimiento de la Venida del Mesías, y por consiguiente creyeron en Él.

Veamos a una mujer muy importante en el grupo que seguía a Jesús... cuando Lázaro su hermano murió (el hermano de Marta y María), mandaron a buscar a Jesús para que orara por él, para que lo sanara, pero Jesús no fue a donde ellos; y Lázaro murió. Pero Cristo había dicho que Lázaro estaba enfermo, pero que esa enfermedad no era para muerte y sin embargo se murió, ahora Cristo dijo: “Esa enfermedad no es para muerte, sino para que la gloria de Dios sea manifestada.” Por lo tanto Jesús no podía ir, porque si Jesús iba, lo iba a sanar y entonces no iba a morir Lázaro para luego Cristo resucitar a Lázaro.

Lázaro representa a todos los creyentes en Cristo que a través de la historia de la Iglesia de Jesucristo llegaría el momento en que físicamente morirían a causa de que nuestros cuerpos se van poniendo viejos. Vean, el Apóstol Pedro murió hace mil y algo de años, San Pablo también y todos los creyentes de aquellos días murieron también, porque este cuerpo físico que tenemos dura normalmente de setenta a ochenta años, algunos logran pasar de cien años, pero no importa cuántos años más vivan a lo último mueren también.

Es como Matusalén, el hombre que más vivió, el que vivió 969 años, pero con todo y eso al final murió; porque estos cuerpos son cuerpos temporales o temporáneos, en los cuales Dios nos ha permitido vivir para que nosotros busquemos a Cristo, obtengamos el perdón de nuestros pecados, seamos bautizados en Agua en Su Nombre, y Cristo nos bautice con Espíritu Santo y Fuego, y así obtengamos el nuevo nacimiento y así todos nazcamos en el Reino de Dios. Cristo dijo a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.”

Ninguna persona puede entrar al Reino de Dios a menos que nazca del Agua y del Espíritu, para lo cual necesita recibir a Cristo como su Salvador, lavar sus pecados en la Sangre de Cristo, arrepentido de sus pecados y Cristo lo perdona, y Cristo con Su Sangre lo limpia de todo pecado, la persona es bautizada en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, pues Cristo dijo: “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura; el que creyere y fuere bautizado será salvo, mas el que no creyere será condenado.”

Todo ser humano tiene una oportunidad en la vida para escoger entre la Vida eterna o dejar de existir, tiene la oportunidad de escoger entre la salvación de su alma o la perdición de su alma: “El que creyere y fuere bautizado será salvo, mas el que no creyere será condenado.” Será condenado y por supuesto echado al lago de fuego, que es la muerte segunda, donde dejará de existir la persona en cuerpo, en espíritu y en alma también. Por eso Cristo dijo: “No teman a los hombres que pueden matar el cuerpo, pero después no pueden matar el espíritu y el alma; teman a aquel que puede matar el cuerpo y también puede matar el alma y el espíritu en el infierno.” Y nadie quiere ir para el infierno, nadie quiere ir para el lago de fuego; todos queremos ir para el Cielo, para el Reino de Dios para vivir con Cristo por toda la eternidad.

Por lo tanto, todos escogemos a Cristo, creemos en Jesucristo como nuestro Salvador, arrepentidos de nuestros pecados los confesamos a Cristo, Cristo nos perdona, Cristo con Su Sangre nos limpia de todo pecado, y somos bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, porque Cristo dijo. “El que creyere y fuere bautizado será salvo, mas el que no creyere será condenado,” somos bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y obtenemos así el nuevo nacimiento, así nacemos del Agua y del Espíritu, y entramos al Reino de Dios, nacemos en el Reino de Dios, nacemos como bebés en el Reino de Dios, y hay gozo en el Cielo en cada ocasión en que una persona recibe a Cristo como su Salvador, lava sus pecados en la Sangre de Cristo, es bautizado en agua en Su Nombre y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, porque ha nacido en el Reino de Dios un hijo o una hija de Dios.

Siempre hay gozo en el Cielo cuando una persona obtiene el nuevo nacimiento, así como hubo gozo de los Ángeles cuando Jesucristo nació en Belén de Judea, porque allí estaba naciendo el Rey de Israel.

Y cada vez que una persona nace de nuevo creyendo en Cristo como su Salvador, y recibiendo el bautismo en agua en el Nombre de Jesucristo, y Cristo bautizándolo con Espíritu Santo y Fuego, ha nacido en el Cielo, en el Reino de Dios un rey o una reina, porque somo Reyes y somos Herederos con Cristo y Coherederos con Cristo de toda la herencia de Dios, Cristo nos ha lavado con Su Sangre preciosa y nos ha hecho para nuestro Dios Reyes y Sacerdotes, de eso es que habla aquí en Apocalipsis, capítulo 5, verso 9 en adelante (del Apocalipsis), dice:

Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;

y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.”

Y ahora, vean cómo Cristo nos ha hecho para nuestro Dios Reyes y Sacerdotes, para reinar con Cristo en el Reino Milenial; por lo tanto, toda persona que recibe a Cristo como su Salvador, recibe la bendición de la salvación de su alma, para vivir eternamente con Cristo en Su Reino.

Todo ser humano tiene libre albedrío, y por eso se predica el Evangelio y se le ofrece la oportunidad a todo ser humano para que reciba a Cristo como su Salvador. Y toda persona tiene que hacer su propia decisión, tiene que ser una decisión de lo profundo de su alma. Toda persona que desea vivir eternamente en el Reino de Dios, desea que Cristo salve su alma para poderlo colocar en el Reino de Dios y vivir eternamente en el Reino de Dios.

Ahora, por cuanto todo ser humano tiene libre albedrío, toda persona tiene que desde lo profundo de su alma, decir acá en su alma si quiere dejar de existir y ser echado en el lago de fuego y no vivir eternamente, si quiere ser echado entonces en el lago de fuego donde será echado el diablo, o quiere vivir eternamente en el Reino de Dios con Jesucristo; si quiere vivir en el Reino de Dios con Jesucristo, si quiere vivir eternamente, pues necesita recibir a Cristo como su Salvador, el Rey de ese Reino; y el Rey de ese Reino les dará la bienvenida y les dirá: “Venid benditos de mi Padre.”

Ahora, encontramos que de edad en edad han estado siendo llamados y juntados todos los escogidos de Dios que formarían la Iglesia de Jesucristo, formarían el Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia. Y esas personas, aunque las que vivieron en edades pasadas murieron físicamente, no están muertas, excepto su cuerpo físico, ellos están viviendo en el Paraíso que es otra dimensión invisible a nuestra vista humana, se llama también la sexta dimensión, en donde ellos están viviendo con cuerpos angelicales, cuerpos espirituales, el cuerpo espiritual que recibieron cuando obtuvieron el nuevo nacimiento, ese cuerpo angelical es llamado también el Ángel de Jehová que acampa en derredor de los que le temen y los defiende.

Cada creyente en Cristo tiene un Ángel guardián, el Ángel, el cuerpo angelical que ha recibido por medio del nuevo nacimiento; por lo tanto en ese cuerpo angelical que es parecido a nuestro cuerpo físico, la persona al morir va a vivir al Paraíso.

¿Recuerdan el caso del mendigo Lázaro y del rico; el rico, el cual tenía su corazón en las riquezas? Murió y luego se encontró en el infierno, y deseaba tomar agua y no tenía agua allí y el dinero tampoco lo tenía, fue rico en la Tierra, pero en esa otra dimensión era tan pobre que no tenía ni un vaso de agua para tomar; luego encontramos que él miró hacia el otro lado, porque el infierno (que es la quinta dimensión) es otra dimensión, estaba en un lugar, está en un lugar y luego hay una sima o un precipicio, y al otro lado estaba otro territorio, donde estaba el padre de la fe: Abraham, y todos los creyentes de Dios del Antiguo Testamento, y a ese lugar se le llama el Paraíso o el Seno de Abraham allá en el Antiguo Testamento, y cuando Lázaro murió fue llevado por los Ángeles de Dios al Seno de Abraham.

Los creyentes van, son llevados por los Ángeles cuando mueren, cuando muere su cuerpo físico, son llevados al Paraíso de Dios; el hombre rico miró y vio a Lázaro, vio a Abraham y a Lázaro allá en el Seno de Abraham, que en ese tiempo estaba cerca del infierno, pero un precipicio grande los separaba; ya no está allá, porque los santos del Antiguo Testamento resucitaron cuando Cristo resucitó, y fueron llevados con Cristo cuando Cristo ascendió al Cielo, fueron llevados a la presencia de Dios.

Ahora, encontramos que el hombre rico le pidió a Abraham que enviara a Lázaro con la punta de su dedo mojada en agua para que la colocara sobre la lengua del hombre rico, y no le fue concedida la petición. Vean, el hombre rico fue al lugar que le correspondía porque no había vivido sirviendo a Dios, sino en sus fiestas; Lázaro vivió sirviendo a Dios aunque era un hombre pobre y estaba con sus problemas de salud.

Pero es mejor ser pobre y servir a Dios que ser rico y no servir a Dios, ¿por qué? Porque una persona puede ser rica aquí en la Tierra y tener muchas facilidades, pero luego cuando terminan sus días aquí en la Tierra va (la persona) al infierno, pero si es pobre y sirve a Dios, cuando muere va al Paraíso; y la vida aquí en la Tierra es corta, por lo tanto las riquezas que la persona tenga solamente las podrá disfrutar un corto tiempo, por eso Cristo dice: “¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y pierde su alma?” “Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de Su Padre con Su Ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.”

Así que lo más importante no es uno hacerse rico aquí en la Tierra, sino uno haber recibido a Cristo como su Salvador, haber lavado sus pecados en la Sangre de Cristo, haber sido bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y haber recibido el Espíritu Santo, y así haber obtenido el nuevo nacimiento, esa persona se encuentra en el Reino de Dios con Vida eterna, y si muere físicamente va al Paraíso (que es la sexta dimensión), el cual ya no está donde estaba antes, por lo tanto ahora está en un lugar más arriba, en un lugar en donde los que están en el infierno no pueden ver a los que están en el Paraíso.

Ahora, ¿dónde quiere ir usted: a la quinta dimensión, que es el infierno o a la sexta dimensión, que es el Paraíso, cuando parta de esta Tierra? Pues todos queremos ir a la sexta dimensión, al Paraíso. Y solamente pueden ir al Paraíso aquellas personas que han recibido a Cristo como su Salvador personal, los que han sido bautizados en agua en Su Nombre y han recibido Su Espíritu Santo, esas personas han nacido de nuevo, esas personas han entrado al Reino de Dios y forman parte de la Iglesia del Señor Jesucristo.

¿Vieron lo sencillo que es todo? Por eso dice: “El que creyere y fuere bautizado será salvo, mas el que no creyere será condenado.” Dios hace todas las cosas sencillas para que todas las personas puedan entrar al Programa de salvación y Vida eterna, tanto los que han estudiado, como los que nunca han ido a la escuela también pueden entrar al Reino de Dios y recibir la salvación de su alma, porque es un asunto de creer en la predicación del Evangelio y recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador, y arrepentido de sus pecados pedir perdón a Cristo por haber pecado contra Dios, Cristo lo perdona y Cristo con Su Sangre lo limpia de todo pecado, y es bautizada la persona en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y la persona ha obtenido el nuevo nacimiento y ha entrado al Reino de Dios, y ha venido a formar parte de la Iglesia del Señor Jesucristo.

Ahora, vemos lo sencillo que es todo el Programa de Dios para la salvación y Vida eterna de todo ser humano que cree en Jesucristo, lo recibe como su Salvador y es bautizado en agua en Su Nombre, ¿ven? No necesita ir a la universidad y graduarse y obtener un doctorado en alguna ciencia, solamente lo que necesita es escuchar la predicación del Evangelio y creer, y recibir a Cristo como su Salvador personal, de eso depende su futuro eterno. Y no estamos aquí para perder el tiempo, estamos aquí para asegurar nuestro futuro. Nuestro futuro eterno solamente puede ser asegurado con Jesucristo nuestro Salvador, Él es el que nos asegura el futuro dándonos salvación y Vida eterna.

Vean Cristo en San Juan, capítulo 11, hablando con Marta en el capítulo 11, verso 23 en adelante, dice:

Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.

Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.

Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?

Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.”

Y ahora vean, una mujer sencilla creía de toda su alma, con toda su alma que Jesucristo era el Hijo de Dios que había venido al mundo, sin embargo el sumo sacerdote no lo creía. ¿Ven que no es un asunto de sabiduría humana? El sumo sacerdote tenía sus doctorados en teología, pero esta mujer era una sencilla mujer de un territorio cerca a Jerusalén, la cual creía en nuestro amado Señor Jesucristo, su hermano había muerto, ya llevaba cuatro días que había muerto y estaba ya sepultado en una cueva, y Cristo había venido para resucitar a Lázaro, le había dicho a Marta: “¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?”

Y ahora, la gloria de Dios iba a ser manifestada a través de Cristo resucitando a Lázaro, porque les dije que Lázaro es tipo y figura de los creyentes en Cristo, es tipo y figura de la Iglesia de Jesucristo, Lázaro es tipo y figura de todos los creyentes en Cristo que han muerto físicamente, y Cristo ha dicho que Él va a resucitar a todos los creyentes en Él que han muerto. Vean en San Juan, capítulo 6, versos 39 al 40, dice nuestro amado Señor Jesucristo:

Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.”

¿Ven? Aquí está la promesa para todos los creyentes en Cristo, que son las ovejas que el Padre le dio a Cristo para que les dé Vida eterna. Él promete resucitarlos en el Día Postrero a todos aquellos creyentes que físicamente han muerto, a los que estamos vivos, si permanecemos vivos hasta ese momento cuando Él resucite a los creyentes que ya han partido en cuerpos glorificados y jóvenes para toda la eternidad, a nosotros nos transformará y entonces tendremos un cuerpo nuevo, eterno y joven que representará de 18 a 21 años, y eso será para toda la eternidad, será un cuerpo glorificado igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.

Nadie puede ofrecerle y darle a usted un cuerpo nuevo y glorificado y joven, excepto una sola persona: Jesucristo nuestro Salvador, y eso es para aquellas personas que lo han recibido como su Salvador personal, esas personas han asegurado con Cristo su futuro eterno. Nadie más puede asegurarle su futuro eterno, excepto Jesucristo nuestro Salvador, el Rey de Israel.

Y ahora, el Rey de Israel en Su Primera Venida estuvo en medio del pueblo hebreo y era aquel un tiempo para el pueblo hebreo estar regocijado, pero sus líderes religiosos estaban ciegos a Cristo en Su Primera Venida y no vieron en medio de ellos al Rey de Israel prometido para estar en medio de ellos en la visitación de Dios manifestado en Jesús de Nazaret. Dios estaba en toda Su plenitud en Jesús, en Jesucristo estaba la plenitud de la deidad, de la divinidad morando en un cuerpo de carne, por eso Jesús decía: “El Padre y Yo una cosa somos.” Y también decía: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre.”

Ahora, ¿dónde estaba el Padre? El Padre estaba en Jesús, dentro. ¿Y dónde estaba el Espíritu Santo? En Jesús. En Jesús estaba la plenitud de la divinidad que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, todo estaba en un hombre llamado Jesús, el cual es el Rey de Israel, el Heredero al Trono de David, el cual reclamará ese Trono, se sentara sobre ese Trono y reinará sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones en ese glorioso Reino Milenial de Cristo, ese es el Reino mesiánico prometido para Cristo establecer.

Ahora, leamos el verso que le sigue aquí, pasemos al verso 40 de este mismo capítulo 6 de San Juan, donde dice:

Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”

Y ahora, la promesa es que para toda persona que crea en Jesucristo, el Hijo de Dios, tiene Vida eterna, Dios le da Vida eterna y le resucitará en el Día Postrero si muere físicamente, lo resucitará en un cuerpo nuevo y glorificado, si permanece vivo hasta ese momento entonces lo transformará y le dará así un nuevo cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador, un cuerpo que será joven, que representará de 18 a 21 años de edad, y será así para toda la eternidad; y así usted y yo tendremos la flor de la juventud en ese nuevo cuerpo que Él nos va a dar, en donde no le hallaremos ningún defecto. En este cuerpo que tenemos, tenemos muchas cosas que no nos gustaría tener, pero en el nuevo cuerpo que Él nos va a dar no hallaremos ningún defecto.

Así que eso es lo que Cristo tiene para los creyentes en Él, y para que reinen con Él, con Cristo en Su Reino por el Milenio y luego por toda la eternidad. Personas que aquí en la Tierra no han tenido una posición política o una posición económica buena, o social o una posición social buena, vean en este reino de este mundo no lo han tenido, pero en el glorioso Reino de Cristo sí la tendrán todas aquellas personas que han recibido a Cristo como su Salvador, aunque sean pobrecitas, aunque no tengan estudios, en el Reino de Cristo ya serán Reyes, serán Sacerdotes y serán Jueces y serán jóvenes para toda la eternidad, y tendrán toda la sabiduría y conocimiento de Dios. Nadie será más sabio que los creyentes en Cristo cuando tengamos el nuevo cuerpo.

Por lo tanto, recibir a Cristo como nuestro Salvador es ser sabio, porque usted está asegurando su futuro eterno con Cristo para vivir en un nuevo cuerpo, en un cuerpo eterno y joven para toda la eternidad.

Por lo tanto, no podemos dejar pasar esa oportunidad mientras estamos viviendo en estos cuerpos mortales, porque después que ya uno termina su vida en estos cuerpos mortales ya no hay oportunidad, pues el hombre rico no tuvo ya más oportunidad, ni siquiera le enviaron a Lázaro con la punta de su dedo mojada en agua; vean, el hombre rico quería que Abraham enviara a Lázaro, lo sacara del Paraíso y lo enviara al infierno. Pero Abraham le dijo: “No, tú recibiste tus bienes en la Tierra y ahora eres atormentado ahí donde estás, ahí en el infierno; y Lázaro recibió males, tuvo muchos problemas de salud, problemas económicos también, pero ahora él es consolado acá.”

Los creyentes en Cristo no importa los problemas económicos o de salud que tengan, cuando terminen sus días aquí van a descansar al Paraíso en el cuerpo angelical, y allí no hay problemas, no hay necesidades, allí tampoco ni se trabaja, ni se come, ni se duerme, es un lugar donde las personas están descansando de los trabajos terrenales, porque no están haciendo trabajos allí terrenales; allí están para adorar a Dios, servir a Dios y esperar la Segunda Venida de Cristo para la resurrección de ellos en cuerpos glorificados para estar de nuevo con nosotros, pero en un cuerpo que no volverán a morir, y nosotros seremos transformados y entonces no tendremos que pasar por la muerte física, sino que obtendremos el nuevo cuerpo estando vivos, pero si alguno de los nuestros se va antes regresará en un nuevo cuerpo.

Cuando usted tiene esta esperanza, usted vive tranquilo acá en su alma, usted tiene la paz de Cristo en su alma, esa paz que Él dijo: “Mi paz os dejo, mi paz os doy; no como el mundo la da, yo os lo doy.” Esa paz Él la coloca acá en nuestra alma, y entonces vivimos felices los días que Dios nos da para vivir, y regocijados y agradecidos a Dios por la oportunidad de vivir en la Tierra, ser seres humanos y sobre todo seres humanos que hemos recibido a Cristo como nuestro Salvador y hemos asegurado nuestro futuro eterno. El único que le puede asegurar el futuro eterno a usted es Jesucristo; por lo tanto, no confíe en nadie más, solamente en Jesucristo nuestro Salvador.

Ahora, hemos visto quién es nuestro amado Señor Jesucristo: es el Rey de Israel, es el Hijo de Dios y es nuestra salvación, Él es el que salvaría a Su pueblo de sus pecados, Él es el único que puede perdonar nuestros pecados y con Su Sangre quitarlos de nosotros, limpiándonos con Su Sangre de todo pecado. Nadie más puede hacer eso con usted o conmigo, solamente el Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, el Rey de Israel.

Por lo tanto hay gozo, hay regocijo, hay júbilo acá en nuestra alma, porque hemos reconocido a Jesucristo como nuestro Salvador personal y como nuestro Señor, y Él así como entró a Jerusalén y se gozaron aquellas personas sencillas, estaban llenos de júbilo, clamando: “¡Hosanna al Rey que viene en el Nombre del Señor! ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!”

Ahora, cuando usted ha recibido a Cristo como su Salvador, Cristo ha hecho Su entrada triunfal como Rey a su alma, a su corazón, y se ha colocado en el trono que es su corazón, su alma; allá no lo quisieron colocar en el trono, pero ahora cuando Él entró a usted a su corazón, usted lo colocó en el trono de su alma, en el trono de su corazón, por lo tanto Cristo es nuestro Rey, Cristo es nuestro Señor, Cristo es nuestro Salvador.

Algún día (el cual está muy cercano) el pueblo hebreo se va a dar cuenta de que estuvo en medio de ellos el Rey de ellos, el Rey de Israel y lo rechazaron, eso será bajo el ministerio de los Dos Olivos, bajo el ministerio de Moisés y Elías, pero todavía falta algún tiempito, el cual es corto para que eso se cumpla. Mientras tanto el Señor Jesucristo dijo que el Reino de Dios sería quitado de ellos, del pueblo hebreo, y sería dado a otro pueblo, a otra gente que lleven el fruto de ese Reino, y fue pasado el Reino de Dios de los hebreos a los gentiles, de los hebreos a la Iglesia del Señor Jesucristo, para que la Iglesia lleve muchos hijos e hijas de Dios.

Y ahora, el pueblo hebreo no ha comprendido todavía lo que sucedió y las consecuencias de haber rechazado a su Rey. Pero ahora, nosotros estamos regocijados teniendo a Cristo, el Rey de Israel en medio de Su Iglesia, hablándonos de edad en edad a través de cada Ángel Mensajero, pues Cristo en Espíritu Santo está en medio de Su Iglesia, y Cristo con Su cuerpo glorificado con el que ascendió al Cielo, está en el Cielo en el Trono del Padre, haciendo Intercesión con Su propia Sangre por toda persona que lo recibiría como su Salvador.

Por lo tanto, Él está allí haciendo Intercesión por todas las personas que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, y cuando haya entrado hasta el último escogido de Dios escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, entonces Cristo habrá terminado Su Obra de Intercesión en el Cielo, y vendrá y reclamará el trono de David. Pero antes resucitará a los muertos creyentes en Él, a nosotros nos transformará, y entonces todos seremos jóvenes y seremos inmortales, seremos personas con cuerpos eternos, como el cuerpo eterno y glorificado de Jesucristo, y todo el poder de Dios estará en nosotros, y para ese tiempo habrá una manifestación grande y estará plenamente el Rey de Israel en medio de Su Iglesia y será tiempo de jubileo, de regocijo, para todos los hijos e hijas de Dios, para el Israel Celestial, que es la Iglesia del Señor Jesucristo.

Cuando tengamos el nuevo cuerpo el gozo será mayor que el que tenemos en la actualidad, en ese nuevo cuerpo nos gozaremos y nos manifestaremos en medio de la humanidad con el poder de Dios, y no habrá nada imposible para cada hijo e hija de Dios, pero eso será de treinta a cuarenta días nada más, una manifestación de un corto tiempo y después nos iremos con Cristo al Cielo, a la Cena de las Bodas del Cordero, a la séptima dimensión, a la Casa de nuestro Padre Celestial, donde hay una gran fiesta preparada y ordenada para todos los convidados que son todos los miembros de la Iglesia de Jesucristo, todas las personas que han recibido a Cristo como su Salvador personal.

Y para ese tiempo el gozo será mayor que el gozo que tenemos en la actualidad, aunque tenemos mucho gozo por las bendiciones que Él nos está dando, el gozo seguirá aumentando, y cuando tengamos el nuevo cuerpo el gozo será mayor y cada vez que usted se vea en el espejo dirá: “Éste era el cuerpo que Dios prometió para mí, éste era el cuerpo que yo quería tener, éste es un cuerpo eterno, éste es un cuerpo que siempre será jovencito, éste cuerpo no tiene problemas, por lo tanto se acabaron todos los problemas físicos para mí.” Ni una cana aparecerá en ese cuerpo en su cabellera, ni una arruga en su rostro, ninguna de esas señales que anuncian la vejez y anuncian el fin de la vida en la Tierra, mientras que en el nuevo cuerpo todo será juventud, felicidad, paz y gozo.

Por lo tanto, lo que nos espera es tan grande que ya estamos gozosos esperando lo que Cristo ha prometido para todos nosotros, estamos esperando nuestra transformación. San Pablo habló de esto en Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21, cuando dijo:

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos...”

Es que toda persona que nace de nuevo nace del Cielo; así como usted al nacer en esta Tierra físicamente en el país que le tocó nacer, usted obtuvo la ciudadanía de ese país; y al nacer de nuevo, al nacer del Agua y del Espíritu, ese nacimiento es del Cielo, por lo tanto usted nació en el Cielo y su ciudadanía es del Cielo, su ciudadanía como un creyente en Cristo nacido de nuevo, aunque físicamente tenga la ciudadanía terrenal de la nación donde físicamente nació, usted también tiene una ciudadanía superior, la ciudadanía del Cielo, la ciudadanía que obtuvo cuando nació del Cielo, cuando nació de nuevo, por eso San Pablo dice:

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra (va a transformar nuestros cuerpos físicos)...el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya (para que sea semejante a Su cuerpo glorificado, para que sea igual al cuerpo glorificado que Él tiene), por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”

Con ese poder que Él tiene, Él nos transformará y resucitará también a los muertos creyentes en Él que han partido en nuestro tiempo y en otras edades.

Y ahora, encontramos que esto es motivo de júbilo, de regocijo para nuestras almas; y cuando Él venga, cuando Él termine Su Obra de Intercesión en el Cielo, Él vendrá a Su Iglesia, que es el Israel Celestial y es también la Jerusalén Celestial, y será tiempo de júbilo para todos los creyentes en Cristo que estarán viviendo en la Tierra y para todos los que ya partieron, porque regresarán en cuerpos glorificados, y entonces el pueblo hebreo verá la Segunda Venida de Cristo, la Venida de Cristo en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo y verá las maravillas que estará haciendo y dirá: “Éste es el que nosotros estamos esperando.” Pero Él viene por Su Iglesia. Luego el pueblo hebreo lo recibirá en Su Segunda Venida y serán convertidos a Cristo ciento cuarenta y cuatro mil hebreos, para lo cual los Dos Olivos, los ministerios de Moisés y Elías, estarán en operación, trayendo el Mensaje del Evangelio del Reino al pueblo hebreo.

Ahora, hemos visto que lo que sucedió allá, la entrada triunfal del Rey de Israel a la Jerusalén terrenal de en medio del pueblo hebreo, luego se repite para este tiempo final en medio de la Jerusalén Celestial, en medio de la Iglesia de Jesucristo, que es la Jerusalén Celestial, y habrá grande jubileo y de ahí en adelante no parará el júbilo de los escogidos de Dios, porque recibiremos el nuevo cuerpo, el cuerpo glorificado, seremos redimidos físicamente, la Redención del cuerpo, que es nuestra transformación, y eso es la manifestación gloriosa de los hijos de Dios en cuerpos nuevos, eternos y glorificados.

Y ahora, estamos en el tiempo final, estamos en el tiempo en que nosotros tenemos que estar gozosos, felices, estar jubilosos, porque este es el tiempo en que Cristo va a completar Su Iglesia, y va a venir con los muertos creyentes en Él resucitados en cuerpos eternos y nos va a transformar a nosotros los que vivimos.

Por lo tanto, es tiempo de júbilo, tiempo de regocijo para la Iglesia del Señor Jesucristo, como fue tiempo de júbilo para los creyentes en Cristo de aquel tiempo que lo siguieron y decían: “¡Hosanna al Rey que viene en el Nombre del Señor! ¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor! ¡Hosanna al Hijo de David!.”

Estamos en un tiempo paralelo, estamos en un tiempo en donde todas las promesas mesiánicas correspondientes a este tiempo para ser cumplidas, estarán siendo cumplidas en la Iglesia de Jesucristo en la etapa correspondiente a este tiempo, que es la etapa de la Edad de la Piedra Angular, y esa etapa se cumpliría en la América Latina y el Caribe.

Por lo tanto, el júbilo, el regocijo va a estar manifestado ¿dónde? En la América Latina y el Caribe, en los creyentes en nuestro amado Señor Jesucristo.

Así que adelante sirviendo a Cristo con toda vuestra alma y regocijaos, alegraos: “ALÉGRATE MUCHO HIJA DE SION.” Alégrate mucho Iglesia del Señor Jesucristo.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta tarde, dándoles testimonio de nuestro tema: “ALÉGRATE MUCHO HIJA DE SION.”

Toda persona que ha recibido a Cristo como su Salvador ya tiene Vida eterna y tiene más que motivos para regocijarse, ya sabe que no va a ser condenado y no va a ser echado al lago de fuego, si muere, pues tampoco va a ir al infierno, va al Paraíso, y cuando Cristo termine Su Obra de Intercesión será resucitado en un nuevo cuerpo glorificado y será igual a Jesucristo, y los que vivimos seremos transformados.

Por lo tanto, tenemos nuestra esperanza puesta en nuestro amado Señor Jesucristo, en lo que Él ha prometido para nosotros, y tenemos la fe puesta en Jesucristo, creemos todo lo que Él ha dicho, por lo tanto, Él cumplirá lo que Él ha prometido.

Toda persona que todavía no ha recibido a Cristo como su Salvador, todavía no tiene Vida eterna y todavía no está sellado con el Sello del Dios Vivo para el Día de la Redención, o sea, para el día en que Cristo transformará nuestros cuerpos, para el día en que Cristo nos dará un nuevo cuerpo; y si usted quiere vivir eternamente con Cristo en Su Reino, usted entonces necesita recibir a Cristo, el Rey de ese Reino de Dios, recibir a Jesucristo, el Rey y Salvador, para que Él lo coloque en Su Reino con Vida eterna.

Así que, en esta ocasión, en esta tarde, tendrán la oportunidad también ustedes que no lo han recibido todavía, de recibirlo para que Cristo les reciba y perdone sus pecados, y les limpie de todo pecado con Su Sangre preciosa y sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y entren así al Reino de Dios, nazcan en el Reino de Dios.

Por lo tanto, dejaré al Rvdo. Miguel Bermúdez Marín, para que ore por ustedes los que recibirán a Cristo como su Salvador, los que levantarán sus manos para que Cristo tenga Misericordia de ustedes, les perdone, les limpie con Su Sangre preciosa y les coloque en Su Reino, Su Iglesia.

Dejo al Rvdo. Miguel Bermúdez Marín para orar por ustedes y para también finalizar nuestra parte en esta ocasión.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes, dándoles testimonio de nuestro tema: “ALÉGRATE MUCHO HIJA DE SION.”

Con nosotros nuevamente el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín, para finalizar, o continuar y finalizar nuestra parte en esta ocasión.

Que Dios les bendiga, que Dios les guarde; y que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. Y muchas gracias por vuestra amable atención. Con nosotros el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín.

ALÉGRATE MUCHO HIJA DE SION.”