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Yo soy la puerta 2002-12-17 1 Santiago de Cali Valle del Cauca CO 01:17:25 false

Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes; es para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

Reciban también saludos de mi esposa Erica y de mis niñas América y Yahannah Gabriela. Para los que no conocen a Erica, mi esposa, aquí la tenemos, y también a América, mi niña, tiene ya nueve años, y también a Yahannah Gabriela está aquí con América, y también aquí tenemos a Yahannah Gabriela.

En esta ocasión leemos en el Evangelio según San Juan, capítulo 10, la Escritura correspondiente para nuestro tema. Y dice esta Escritura de la siguiente manera, comenzando en el verso 6 en adelante de San Juan. San Juan, capítulo 10, verso 6 en adelante, dice:

Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.

Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.

Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas.

Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.

El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.

Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.

Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.

Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas.

Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,

así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.

También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.

Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.

Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema es: “YO SOY LA PUERTA.”

Toda persona siempre busca una puerta para entrar por ella y obtener lo que desea; y todo ser humano ha deseado vivir eternamente, pues no hay nada más importante para el ser humano que la Vida eterna. A tal grado que aún la ciencia, respaldada por todas las naciones, busca el origen de la vida, y cómo lograr vivir más años, y llegar al conocimiento de cómo vivir eternamente; porque lo más importante para el ser humano es la Vida eterna.

Cristo hablando de esto, dijo en San Mateo, capítulo 16, versos 26 en adelante:

Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?

Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.”

Y ahora, ¿de qué le vale al hombre si gana todo el mundo, si se convierte en la persona más rica del planeta Tierra, y pierde su alma? De nada le habrá servido vivir en este planeta Tierra. Como sucedió al hombre rico, del cuál Cristo habló cuando también Cristo habló de Lázaro el mendigo.

Encontramos que Cristo dice que murieron ambos, y el rico fue al infierno y Lázaro fue llevado al Paraíso, al Seno de Abraham; fue llevado por los Ángeles de Dios.

El hombre rico perdió su tiempo en la Tierra, porque dedicó su vida a hacer dinero, a las riquezas, y a vivir cómodamente en la Tierra. Pero se olvidó de lo más importante: se olvidó de la salvación de su alma; y por consiguiente al morir tuvo que ir al lugar que le correspondía, el cual era el infierno.

El ser humano al morir, lo que muere es su cuerpo físico, pero él sigue viviendo, porque el ser humano es alma viviente, y sigue viviendo en su cuerpo espiritual, llamado: “El espíritu de la persona.” Si no servía a Dios, si no había recibido a Cristo como su Salvador, por consiguiente irá al infierno. Dice el mismo Cristo:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Estas son palabras textuales de nuestro amado Señor Jesucristo en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16.

Por lo tanto, ninguna persona puede ir al Cielo por sus propios méritos, sino porque ha recibido a Cristo como su Salvador. Esa es la única forma para la persona ir al Cielo, porque Cristo es la Puerta al Cielo. Toda persona busca la puerta al Cielo, toda persona busca la puerta a la Vida eterna, y esa Puerta es nuestro amado Señor Jesucristo. Cristo dijo: “Yo Soy la Puerta, el que por mí entrare será salvo.”

Y ahora, El es la única Puerta al Cielo, no hay otra puerta al Cielo para ninguna persona. El también es el Camino. Cristo en San Mateo, capitulo 7, versos 13 al 14, dice:

Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella;

porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.”

La Puerta es estrecha y el Camino es angosto, la Puerta y el Camino que llevan a la Vida eterna. Y Cristo es la Puerta, nos dijo en San Juan, capítulo 10. Y ahora vamos a ver entonces cuál es el Camino. En San Juan, capítulo 14, verso 6, dice Cristo:

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.”

Y ahora, nuestro amado Señor Jesucristo, el cual es la Puerta de las ovejas, para las ovejas entrar por esa Puerta al Redil del Señor a la Iglesia de Jesucristo, y por consiguiente entrar a la Vida eterna, Cristo también es el Camino, el Camino a la Vida eterna, el Camino que lleva a Dios, al Padre Celestial. Por lo tanto, “nadie viene al Padre, sino por mí,” dice nuestro amado Señor Jesucristo. En San Lucas, también, capítulo 13, versos 22 en adelante, dice:

Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén.

Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo:

Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.

Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois.”

Aquí nos muestra Cristo que esta Puerta será cerrada algún día. Esa Puerta que lleva al ser humano a la Vida eterna, el cuál es Cristo, se va a cerrar en algún momento de la historia de la raza humana. Esta es la misma Puerta de la cual nos habla Cristo en San Mateo, capítulo 25, versos 10 al 13, donde nos habla de la parábola de las diez vírgenes, cinco de ellas prudentes y cinco fatuas. Dice capítulo 25, verso 10 en adelante (para no leer mucho), dice:

Pero mientras ellas iban a comprar (o sea, a comprar aceite), vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta.

Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos!

Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.

Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.”

Por lo tanto, toda persona está llamada a entrar por esa Puerta abierta, que es Cristo; el cuál murió por todos nosotros, llevando nuestros pecados, para así quitar de nosotros nuestros pecados, y con Su Sangre limpiarnos de todo pecado, y así colocarnos en Su Reino con Vida eterna, para que usted y yo tengamos la esperanza de una nueva vida, una Vida eterna en el Reino de nuestro amado Señor Jesucristo; pues en este reino terrenal, en el cual vivimos, las cosas no han estado muy bien en ningún tiempo, y mucho menos en este tiempo.

En este reino terrenal hay problemas por todos lados. Pero en nuestras almas deseamos paz, deseamos amor, deseamos prosperidad, y todas estas cosas grandes de Dios. Deseamos la bendición de Dios. Todo eso lo tendremos en el Reino Milenial de nuestro Señor Jesucristo.

Por lo tanto, en esta Tierra estamos pasando una temporada, la cual es muy importante, no para poner nuestro corazón en las cosas terrenales, sino para levantar nuestras cabezas al Cielo y ver que Cristo es esa Puerta abierta, esa Puerta Celestial, para entrar por El.

¿Y cómo entramos por El, para entrar a la Vida eterna y llegar a la Casa de nuestro Padre Celestial? Pues recibiendo a Cristo como nuestro Salvador, y así confesamos a Cristo nuestros pecados, arrepentidos de nuestros pecados, y Cristo con Su Sangre nos limpia de todo pecado, pues El perdona nuestros pecados y nos limpia de todo pecado con Su Sangre, y somos bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo nos bautiza con Espíritu Santo y fuego, y así obtenemos el nuevo nacimiento, y entramos al Reino de Dios; porque lo más importante es buscar y entrar al Reino de Dios.

Cristo hablando a Nicodemo, en una conversación que tuvo en esta entrevista que Nicodemo tuvo con Jesús. En San Juan, capítulo 3, verso 1 en adelante, dice:

Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.

Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.

Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.

Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?

Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.

Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.”

Por lo tanto, no podemos maravillarnos de que El ha dicho que es necesario nacer de nuevo; lo importante es que nazcamos de nuevo, y para eso se requiere recibir a Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en Su Sangre, confesando a El nuestros pecados, y El perdona nuestros pecados y nos limpia con Su Sangre y somos bautizados en agua en Su Nombre, y El nos bautiza con Espíritu Santo y fuego, y así obtenemos el nuevo nacimiento, y entramos al Reino de Dios, y así es como entramos a formar parte de la Iglesia del Señor Jesucristo, que es el pueblo Celestial, compuesto por los Redimidos del Señor Jesucristo.

Y ahora, hemos visto que Cristo es la Puerta de entrada a la Vida eterna, Cristo es la Puerta de entrada a Su Redil, Cristo es la Puerta de entrada a Su Iglesia, Cristo es la Puerta de entrada al Reino de Dios, Cristo es la Puerta de entrada a la Vida eterna, y Cristo es el Camino que lleva al ser humano a la Vida eterna. Hay que caminar por el Camino, que es Cristo; por lo tanto, hay que caminar en el Camino cristiano, hay que estar dentro de la Iglesia del Señor Jesucristo. Por lo tanto, el cristianismo es el Camino de Dios.

Y ahora, Dios había prometido abrir camino para Sus Redimidos, para Sus escogidos; y Cristo es ese Camino; y El ha abierto una Puerta, y esa Puerta es Cristo.

El Día de Pentecostés, cuando San Pedro estuvo predicando ese poderoso Mensaje, lleno del Espíritu Santo, allí él abrió la puerta a los hebreos, porque Cristo le había dado la llave del Reino de los Cielos. Por lo tanto, Pedro tenía la llave, la revelación del Reino de los Cielos, la revelación del Reino de los Cielos para abrir la Puerta, era la revelación del misterio de la Primera Venida de Cristo como Cordero de Dios y Su muerte en la Cruz del Calvario (muerte, sepultura, resurrección y ascensión al Cielo).

Todo ese misterio lo abrió Pedro el Día de Pentecostés, y así abrió la Puerta, que es Cristo, a todos los seres humanos que estaban allí presentes; y entraron como tres mil personas por esa puerta abierta, fueron compungidos de corazón, se arrepintieron de sus pecados, y fueron bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y fueron añadidos a la Iglesia como tres mil personas.

En el libro de los Hechos, capítulo 12, verso 34 al verso 41, dice:

Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra,

Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.

Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.

Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?

Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.

Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”

Siendo que Dios va a destruir la generación caída que comenzó con la descendencia de Adán, es importante que toda persona sea salvo, para que así no sea destruida en el juicio divino que Dios traerá sobre la raza caída. Es importante que la persona entre por la Puerta abierta, que es Cristo nuestro Salvador. Pedro aquí abrió la puerta a los hebreos el Día de Pentecostés, y entraron ese día como tres mil personas; y luego en cada mensaje que Pedro predicaba entraban más personas.

Así que, vean ustedes, en esta ocasión entraron como tres mil personas, y luego en el segundo Mensaje, mencionado en el capítulo 4, del libro de los Hechos, versos 1 al 4, dice:

Hablando ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo, y los saduceos,

resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos.

Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde.

Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil.”

O sea, que en esa ocasión también fue añadido a la Iglesia un grupo grande, de unos cinco mil que creyeron la Palabra de Dios, porque lo más importante para ellos fue entrar por la Puerta abierta del Redil del Señor Jesucristo, y esa Puerta abierta es Jesucristo nuestro Salvador. Cristo fue dado a conocer, revelado, por medio de la predicación del Evangelio de la Gracia, a través de San Pedro; y miles entraron por esa Puerta abierta, recibiendo a Cristo como nuestro Salvador.

Y ahora, es importante que toda persona que desea vivir eternamente en un cuerpo eterno, inmortal e incorruptible y glorificado, y vivir en el Reino de Cristo por toda la eternidad, entre por esa Puerta abierta, que es Jesucristo nuestro Salvador.

¿Y cómo se entra por esa Puerta abierta? ¿Cómo se entra a Cristo? Recibiendo a Cristo como nuestro Salvador, arrepentido de nuestros pecados y confesando a Cristo nuestros pecados, y Cristo perdona nuestros pecados y nos lava con Su Sangre preciosa de todo pecado, y somos bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo nos bautiza con Espíritu Santo y fuego, y así obtenemos el nuevo nacimiento, así nacemos del agua y del Espíritu, y por consiguiente nacemos en el Reino de Dios, entramos al Reino de Dios, porque hemos entrado por Cristo, la Puerta abierta del Cielo.

Cristo es la Puerta abierta que lleva al Cielo. Es a través de Cristo que toda persona puede llegar al Cielo, a la Casa de nuestro Padre Celestial, y vivir eternamente con Cristo en Su Reino. Por lo tanto, toda persona necesita esa Puerta, que es Jesucristo nuestro Salvador, para entrar por esa Puerta y vivir eternamente. Cristo dijo: “Yo Soy la Puerta, el que por mí entrare será salvo, y saldrá y hallará pastos.”

Así que se requiere que todo ser humano entre por esa Puerta, para que reciba la salvación de su alma.

Cristo hablandónos en San Lucas, acerca de la Venida del Hijo del Hombre y Su propósito, dice en San Lucas, capítulo 19, verso 10.

Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”

El ser humano, la raza humana, era la que se había perdido; y ahora Cristo viene para salvar al ser humano. Y toda persona que desea ser salvo, y desea vivir eternamente con Cristo en Su Reino, tiene la oportunidad de obtener la salvación de su alma; pues ese es el propósito de la vida del ser humano aquí en la Tierra: que reciba a Cristo como su Salvador, que entre por esa Puerta de salvación, la cual es Jesucristo nuestro Salvador.

En San Juan, capítulo 3, versos 14 en adelante, dice:

Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado.”

En el tiempo de Moisés, allá en el desierto, las serpientes estaban mordiendo a los hebreos, a causa de que habían pecado contra Dios. Y toda persona mordida por una serpiente venenosa está condenado a muerte, ya ha sido condenado; aunque esté vivo está muerto, porque ya tiene la condenación de la muerte. Pero Dios le dijo a Moisés: “Coloca una serpiente de bronce en una vara, en un asta, levántala, colocala allá en el desierto, y toda persona mordida por serpientes venenosas que miren a esa serpiente de bronce y serán sanadas, no morirán.”

La serpiente de bronce representa el pecado ya juzgado. Aquella serpiente de bronce tipifica a Cristo crucificado por todos nosotros.

Y ahora, toda persona que miraba aquella serpiente de bronce, quedaba libre de la condenación de la muerte, el veneno era anulado, y entonces la persona no moría; era un milagro que ocurría, porque eso tipificaba a Cristo en la Cruz del Calvario llevando nuestros pecados, porque el pecado nuestro ya fue juzgado cuando Cristo murió por todos nosotros. Por lo tanto, nosotros fuimos juzgados por nuestros pecados cuando Cristo murió por nosotros en la Cruz del Calvario.

Y ahora, por cuanto la raza humana fue mordida por la serpiente antigua, y la serpiente antigua colocó el veneno del pecado en la raza humana. Ahora el veneno del pecado en la raza humana es anulado, cuando la persona da una mirada de fe a Cristo crucificado, cuando la persona cree en Cristo y Su muerte en la Cruz del Calvario, y confiesa a Cristo sus pecados, ¿qué sucede? La Sangre de Cristo desintegra el pecado, y anula así el pecado, lo quita de todos nosotros, y entonces no tendremos que morir, no tendremos que ser echados al Lago de fuego que es la segunda muerte, sino que viviremos eternamente. Porque, vean ustedes, por cuanto la paga del pecado es la muerte, si no hay pecado, entonces no hay muerte. ¿Ven? Entonces hay Vida eterna.

Para que la persona pueda vivir eternamente, su pecado tiene que ser quitado, y eso solamente lo puede hacer Jesucristo nuestro Salvador. Y sucede eso en la vida de la persona cuando da una mirada de fe a Cristo crucificado, cuando da una mirada de fe al Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, y recibe a Cristo como su Salvador, lava sus pecados en la Sangre de Jesucristo y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y fuego, y así la persona ha obtenido el nuevo nacimiento y tiene Vida eterna. El pecado de la persona fue anulado; por lo tanto, no morirá eternamente la persona, sino que vivirá eternamente con Cristo nuestro Salvador.

Cristo en San Juan, capítulo 11, dice de la siguiente manera... versos 25 al 26, dice hablando con Marta, cuando fue a resucitar a Lázaro, Cristo le dice:

Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.”

O sea, el creyente en Cristo aunque muera físicamente, sigue viviendo en un cuerpo angelical, y luego en el Día Postrero Cristo dice: “Y Yo le resucitaré, y Yo le resucitaré en el Día Postrero.” Por lo tanto, volverá a vivir en un cuerpo nuevo y eterno y glorificado, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.

Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?

Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.”

Y ahora, ¿qué dicen ustedes de estas palabras del Señor Jesucristo? ¿Crees esto? Amén. También nosotros lo creemos, nosotros decimos: ¡Sí, Señor!

Por lo tanto, si alguno de los nuestros muere físicamente no morirá eternamente, es una muerte temporal, la cual Cristo le llama: “Dormir.” Por lo tanto, El despertará a todos los muertos creyentes en El, los despertará en nuevos cuerpos eternos, inmortales y glorificados, igual al cuerpo glorificado Suyo, como El lo ha prometido; y entonces todos seremos iguales a Jesucristo: inmortales, con cuerpos glorificados y cuerpos jovencitos para toda la eternidad.

En este cuerpo que tenemos nos ponemos viejos, en el nuevo cuerpo que Cristo nos dará nunca nos pondremos viejos, sino que permaneceros jovencitos, representado siempre de 18 a 21 años de edad. Y esa es la clase de cuerpo que todo ser humano desea, y esa es la clase de cuerpo que todo ser humano puede obtener.

Algunos preguntarán: “¿Y cómo puedo obtener esa clase de cuerpo?” Entrando por la Puerta, que es Jesucristo nuestro Salvador. No hay otra forma para el ser humano obtener la inmortalidad; es a través del Señor Jesucristo, que es la Puerta abierta que lleva al Cielo. El es la Puerta estrecha y es el Camino estrecho que lleva al Cielo, a la Casa de nuestro Padre Celestial, y por consiguiente a la inmortalidad.

Ahora, si permanecemos vivos hasta que los muertos en Cristo resuciten en cuerpos físicos glorificados, entonces nosotros seremos transformados estando vivos, y obtendremos así la Adopción física, que es nuestra transformación; es la Redención del cuerpo, en donde obtendremos el nuevo cuerpo, eterno y glorificado, estando vivos sin ver muerte.

Por lo tanto, los ancianos creyentes en Cristo, nacidos de nuevo serán rejuvenecidos, serán transformados, y aunque sean ancianos vendrán a ser jóvenes, pero será un nuevo cuerpo glorificado. En esto tendrán que ver también los Ángeles de Dios, en esto tendrán que ver lo que llaman: “Carros de fuego o platillos voladores.”

Cuando el Profeta Elías fue arrebatado al Cielo, dice la Escritura que unos carros de fuego se lo llevaron, Ángeles de Dios. También encontramos que el Profeta Eliseo vio carros de fuego alrededor de las montañas. Aún también cuando el Profeta Moisés libertó al pueblo hebreo, le acompañaba el Ángel de Jehová y huestes celestiales acompañaban al Ángel de Jehová. O sea, que en realidad hay vida, aparte de la vida humana terrenal. Hay Ángeles de Dios y Arcángeles de Dios, hay otro mundo invisible que es más real que este mundo material. Porque el mundo material pasa, pero el invisible no pasa.

Ahora, encontramos que se requiere que toda persona entre por Cristo, la Puerta abierta Celestial, para que pueda la persona obtener la salvación de su alma, y pueda vivir con Cristo en Su Reino por toda la eternidad, en un cuerpo joven, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado.

Así que no hay otra puerta por la cual el ser humano pueda entrar para recibir la salvación de su alma y por consiguiente la Vida eterna.

Los conquistadores españoles buscaban la fuente de la juventud y no la encontraron, ¿por qué? Porque ellos estaban buscando un manantial o un riachuelo, o un río que fuera la fuente de la juventud. Pero no se dieron cuenta que la fuente de la juventud es Jesucristo nuestro Salvador. El es el que ha prometido resucitar los creyentes en El en cuerpos nuevos y glorificados, El es el que ha prometido darnos Vida eterna. Por lo tanto El es la Fuente de la Juventud, El es la Fuente de la Vida eterna. El dijo en San Juan, capítulo 4, a la mujer samaritana (el verso 14):

Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.”

¿Y cual es el agua que Cristo aquí ha prometido dar a los creyentes en El? Es el bautismo del Espíritu Santo. De lo cual habló también en San Juan, capítulo 7, versos 37 al 39, donde dice:

En el último y gran día de la fiesta (esto fue el día de la Fiesta de los tabernáculos)...

En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.

El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.

Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.”

Y ahora, el agua que Cristo ofrece para el que tenga sed es el Espíritu Santo, el cual reciben los creyentes en El que lo reciben como su Salvador, lavan sus pecados en la Sangre de Cristo, arrepentidos de sus pecados, y son bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo los bautiza con Espíritu Santo y fuego, Cristo le da el agua de la Vida eterna, que es el bautismo del Espíritu Santo.

Por eso también Cristo habló en San Juan, capítulo 21, y le voy a pedir al Rvdo. Miguel Bermúdez Marín, me facilite una Biblia, ya con el capítulo 21 listo (del Apocalipsis), para que podamos ver lo que ahí está hablado por Cristo en el libro del Apocalipsis. Comienzo a leer (Nota - Apocalipsis, capítulo 21, verso 3):

Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.

Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.

Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.

Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.

El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.”

Y ahora, se requiere que toda persona tome de la Fuente del Agua de la Vida, para que pueda vivir eternamente.

También encontramos en el capítulo 22, verso 16 al 17, donde dice:

Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.

Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.”

Toda persona está invitada para venir y tomar del Agua de la Vida gratuitamente, para venir y tomar, recibir el Espíritu Santo. ¿Y cómo hay que hacer? Recibiendo a Cristo como nuestro Salvador, lavando nuestros pecados en Su Sangre y siendo bautizados en agua en Su Nombre, Cristo nos da Su Espíritu Santo, nos bautiza con Espíritu Santo, y así nos da el agua de la Vida eterna, que es el Espíritu Santo, y así obtenemos salvación y Vida eterna, y así hemos asegurado la salvación de nuestra alma, y hemos asegurado nuestro futuro.

El único que realmente tiene un seguro de vida, de Vida eterna es Jesucristo nuestro Salvador. No hay ninguna compañía de seguros que le pueda vender a usted un seguro de Vida eterna, solamente Jesucristo nuestro Salvador. Y no se lo vende a usted, El le regala ese seguro. Ya El pagó el precio de ese seguro de Vida eterna para usted y para mí.

Por lo tanto, le toca a todo ser humano venir a Cristo, la Puerta abierta, para recibir el seguro de la Vida eterna, recibiendo a Cristo como nuestro Salvador. Cristo es el seguro de la Vida eterna para ustedes y para mí. No hay otro seguro para el ser humano de Vida eterna, solamente Jesucristo nuestro Salvador, el cuál dijo: “Yo Soy la Puerta, el que por mí entrare, será salvo.” Y toda persona quiere ser salvo. El ser humano es alma, espíritu y cuerpo, y lo que en realidad es la persona es alma viviente, el cuerpo físico es temporal, es una casa temporal, en la cual vive nuestra alma.

Por lo tanto, lo más importante es nuestra alma; y lo más importante para nuestra alma es la salvación; y por consiguiente lo más importante que nuestra alma necesita recibir es a Jesucristo, el cuál es la Vida eterna, y el cuál es la Puerta abierta para entrar a la Vida eterna. Nadie puede entrar a la Vida eterna, a menos que sea a través de Cristo, que es la Puerta abierta a la Vida eterna.

Por lo tanto, todos los que han recibido a Cristo como su Salvador, arrepentido de sus pecados, y han sido lavados sus pecados con la Sangre de Cristo, pues Cristo ha perdonado sus pecados y han sido bautizados en agua en Su Nombre, en el Nombre del Señor Jesucristo, Cristo prometió bautizarlos con Espíritu Santo y fuego, y darles así el nuevo nacimiento, y por consiguiente tienen Vida eterna.

¿Y dónde están esas personas que han recibido a Cristo y han sido bautizados en agua en Su Nombre? Aquí estamos. Por lo tanto, ustedes tienen Vida eterna y yo también.

Ahora, los que no han recibido a Cristo como su Salvador no tienen Vida eterna, por lo tanto no tienen la esperanza de una nueva Vida en el Reino de Cristo para vivir por toda la eternidad. Y eso es muy triste para el alma de las personas que no han recibido a Cristo como su Salvador, teniendo la oportunidad de recibirlo como su Salvador.

Mientras la persona no ha recibido a Cristo como su Salvador está perdiendo el tiempo aquí en la Tierra, está perdiendo su tiempo en las añadiduras de la vida terrenal. Pero se requiere que el ser humano aproveche su tiempo en aquello para lo cual Dios lo ha colocado en este planeta Tierra.

¿Y para qué Dios ha colocado al ser humano en este planeta Tierra? Para que confirme su lugar en la Vida eterna, recibiendo a Cristo como su Salvador. Ese es el propósito por el cual usted y yo vivimos en este planeta Tierra.

Por eso está la angustia existencial de los seres humanos, que no saben de dónde han venido, dónde están y porqué están aquí, y hacia dónde van. Pero cuando reciben a Cristo como su Salvador se les acabó la angustia existencial, y ya saben que han venido de Dios y que están aquí con un propósito divino: Para recibir a Cristo como su Salvador; y luego irán con Cristo en Su Reino, para vivir eternamente con Cristo como Reyes y Sacerdotes. ¿Ven?

Es importante para todo ser humano recibir a Cristo como su Salvador, porque El es la Puerta abierta de y a la Vida eterna, y El es la Vida eterna.

Por lo tanto, los que no han recibido a Cristo como su Salvador, se están perdiendo todas estas bendiciones celestiales y están perdiendo su futuro; porque aquí en la Tierra se va a determinar cuál será el futuro de cada persona.

¿Cómo será para los que reciben a Cristo como su Salvador? Su futuro será Vida eterna con Cristo en Su Reino. Para los que no lo reciben como su Salvador, su futuro será el lago de fuego, donde serán exterminados, en cuerpo, en espíritu y en alma; cosa que nadie desearía, pero que será así con los que no hayan recibido a Cristo como su Salvador.

Sigo leyendo, en el pasaje que nos habíamos detenido aquí, donde habíamos leído:

Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado (capítulo 3, verso 14 en adelante de San Juan).

Para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.”

Por lo tanto, toda persona que no cree en Jesucristo ya está condenado, como las personas mordidas por serpientes venenosas ya están condenadas; cuando han sido mordidas por serpientes venenosas están condenadas a la muerte. Y así es toda persona que no ha recibido a Cristo como su Salvador. Toda persona que no cree en Jesucristo está condenada a la muerte, ya está condenada; pero el que cree sale de esa condenación, es anulado el pecado y por consiguiente es anulada la muerte, que es el resultado del pecado.

Y ahora, podemos ver porqué todo ser humano necesita recibir a Cristo como su Salvador.

Hemos visto porqué todo ser humano necesita creer en Jesucristo, el Hijo de Dios: Para que sus pecados sean perdonados y sean limpiados con la Sangre de Cristo y la persona sea salva, sea bautizada en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, sea salva, que Cristo lo bautice con Espíritu Santo y fuego, y así obtenga el nuevo nacimiento y nazca en el Reino de Dios.

“Buscad primeramente el Reino de Dios.” Eso es lo más importante: Buscar el Reino de Dios.

¿Y cómo entramos al Reino? Por medio del nuevo nacimiento, entrando por Cristo, la Puerta abierta. El dijo: “Yo Soy la Puerta.”

No busque otra forma de vida, no busque otra forma para vivir eternamente, porque no la hay. Solamente hay una forma: una Puerta, y es Jesucristo nuestro Salvador. Y todos los que han entrado por esa Puerta vivirán por toda la eternidad con Cristo nuestro Salvador.

Yo viviré con Cristo por toda la eternidad, porque he entrado por esa Puerta abierta, ¿y quiénes más? Todos ustedes también.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de: Jesucristo, la Puerta abierta. El cuál dijo: “Yo Soy la Puerta.”

Ese ha sido nuestro tema: “YO SOY LA PUERTA.” O sea, Jesucristo, Jesucristo es la Puerta.

Toda persona que todavía no ha recibido a Cristo como su Salvador, todavía no ha entrado por esa Puerta abierta, y es necesario que entre para que reciba Vida eterna. En esta ocasión el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín estará orando por todas las personas que levantarán sus manos para recibir a Cristo como su Salvador, y así para entrar por esa Puerta abierta, entrar por Cristo al Reino de Dios.

Muchas gracias por vuestra amable atención, y dejo nuevamente al Rvdo. Miguel Bermúdez Marín con nosotros, para orar por todas las personas que levantarán sus manos para recibir a Cristo como su Salvador.

Que Dios les bendiga a todos, que Dios les guarde, y nos veremos el próximo año, Dios mediante, ya sea en estos cuerpos mortales o en el nuevo cuerpo. Y que tengan una Feliz Navidad y un Próspero Año Nuevo 2003.

YO SOY LA PUERTA.”