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| La Luz del Nuevo Día | 2002-08-04 | 1 | Bogotá D.C. | Cundinamarca | CO | 00:00:00 | false |
Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su programa correspondiente a este tiempo final. Reciban también saludos de mi esposa Erica y también de mis niñas América y Yahannah Gabriela.
Para esta ocasión leemos en Isaías, capítulo 9, versos 1 en adelante y también en Isaías, capítulo 60, verso 1 en adelante. Dice capítulo 9 de Isaías, verso 1 en adelante, dice:
“Mas no habrá siempre oscuridad para la que está ahora en angustia, tal como la aflicción que le vino en el tiempo que livianamente tocaron la primera vez a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí; pues al fin llenará de gloria el camino del mar, de aquel lado del Jordán, en Galilea de los gentiles.
El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos.”
Y en el capítulo 60 de Isaías, verso 1 en adelante, dice:
“Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti.
Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria.
Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento.
Alza tus ojos alrededor y mira, todos éstos se han juntado, vinieron a ti; tus hijos vendrán de lejos, y tus hijas serán llevadas en brazos.
Entonces verás, y resplandecerás; se maravillará y ensanchará tu corazón, porque se haya vuelto a ti la multitud del mar, y las riquezas de las naciones hayan venido a ti.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema es: “LA LUZ DEL NUEVO DÍA.”
“LA LUZ DEL NUEVO DÍA.”
En el Programa de Dios, los días literales que nosotros vivimos son tipo y figura de días espirituales, como edades y dispensaciones.
Y ahora, así como la luz del día literal es la luz del sol, la Luz de un Día espiritual como una edad o una dispensación es Cristo, el Ángel de Jehová, el cual se hizo carne y habitó en medio de la raza humana.La promesa es en Isaías (que habrá luz), dice: “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti.”
Está prometido en Isaías, capítulo 60 que la gloria de Jehová nacería sobre el pueblo hebreo; y ahora en Isaías, capítulo 40, vean cómo es que esta promesa sería cumplida. Dice capítulo 40, verso 3 en adelante:
“Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios.
Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane.”
Esta promesa de uno clamando en el desierto fue cumplida en Juan el Bautista enviado como precursor de la Primera Venida de Cristo, preparándole el Camino a Cristo en Su Primera Venida.
“Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; porque la boca de Jehová ha hablado.”
Y ahora, Juan le está preparando el camino al Señor, y la gloria de Jehová va ha ser manifestada allí en medio del pueblo hebreo.
¿Y cómo se manifestó la gloria de Jehová? En carne humana en la persona de Jesús de Nazaret, en Jesucristo (al cual Juan le preparó el camino) estaba la gloria de Jehová siendo manifestada.Por eso en San Mateo, capítulo 4, dice del verso 12 en adelante, en cumplimiento a lo que dice Isaías, capítulo 9, dice:
“Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, volvió a Galilea;
y dejando a Nazaret, vino y habitó en Capernaum,
ciudad marítima, en la región de Zabulón y de Neftalí,
para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo:
Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,
Camino del mar, al otro lado del Jordán,
Galilea de los gentiles;
El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz;
Y a los asentados en región de sombra de muerte,
Luz les resplandeció.
Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.”
Y ahora, vean cómo la tierra de Zabulón y de Neftalí, al otro lado del Jordán, en Galilea de los Gentiles vio la Luz manifestada, ¿cómo? La vio manifestada en carne humana; porque Dios es Luz, y se hizo carne y habitó en medio del pueblo hebreo; y por consiguiente allí estaba la Luz manifestada en medio del pueblo hebreo y estaba también viajando de ciudad en ciudad, alumbrando. Por eso El dijo:
“Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la luz de la vida.” (Nota - San Juan 8:12).
Y ahora, Cristo es la Luz del mundo, Cristo es la Luz de la vida; y toda persona que cree en Cristo, lo recibe como su Salvador, arrepentido de sus pecados y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, Cristo le da el bautismo del Espíritu Santo y la persona obtiene el nuevo nacimiento y la persona nace en el Reino de Cristo, que es el Reino de Dios; y así la persona sigue la Luz del mundo (que es Cristo) y no andará en tinieblas, porque Cristo lo ha libertado del reino de las tinieblas, que es el reino del diablo, para que camine en Luz en el Reino de Luz, que es el Reino de Jesucristo nuestro Salvador.
Cristo es la Luz y Su Reino es el Reino de Luz, y los que reciben a Cristo reciben la Luz y por consiguiente son colocados en el Reino de Luz, que es el Reino de Cristo, y así no andarán en tinieblas sino que andarán en Cristo la Luz del mundo; ya no andarán en el reino de las tinieblas sino en el Reino de Luz, Reino de Jesucristo nuestro Salvador.
En San Juan, capítulo 1, verso 1 en adelante, dice:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.”
Dios, por medio del Verbo, creó todas las cosas: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” Dice Génesis, capítulo 1, verso 1.
Y ahora, aquí dice que fue el Verbo que era con Dios y era Dios. Este misterio del Verbo que era con Dios y era Dios lo vamos a comprender porque es sencillo. Dice:
“Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan (o sea, Juan el Bautista).
Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.
No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.
Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.
En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.
A lo suyo vino (o sea, al pueblo hebreo), y los suyos no le recibieron”.
No recibieron al Verbo que era con Dios y era Dios y creó todas las cosas, el cual es la Luz que alumbra a todo ser humano.
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;
los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”
O sea, que nacen como hijos e hijas de Dios, no por medio de la unión de un hombre y de una mujer, sino por medio de creación divina, en el Programa de Redención de Dios, a través de Jesucristo nuestro Salvador. Sigue diciendo:
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”
El Verbo que era con Dios y era Dios es nada menos que el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, el cual libertó al pueblo hebreo, es Cristo en Su cuerpo angelical. Y Cristo en Su cuerpo angelical es la imagen del Dios viviente, es el cuerpo angelical de Dios.
Por eso la Escritura dice en Hebreos, capítulo 1, verso 3 en adelante... San Pablo, este hombre, este Apóstol conocedor del misterio de Dios en Cristo, dice, capítulo 1 de Hebreos, verso 1 al 3, dice:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.”
¿Por medio de quién Dios hizo el Universo? Por medio de Su Hijo Jesucristo.
“El cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia (¿quién es la imagen de Dios? Jesucristo, Jesucristo en Su cuerpo angelical), y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.”
Y ahora, podemos ver claramente que Jesucristo es el Personaje más importante que ha pisado este planeta Tierra. En Colosenses, capítulo 1, verso 12 en adelante dice San Pablo:
“Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;
el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo.”
Y ahora, hemos sido libertados de la potestad de las tinieblas, del reino de las tinieblas, como Dios libertó al pueblo hebreo de la potestad del reino de las tinieblas, del reino egipcio, los libertó y los llevó a la tierra prometida. El faraón con su imperio allá de Egipto representaba al diablo y el imperio del diablo, que es el imperio de las tinieblas, el cual ha tenido a la raza humana esclavizada.
Pero así como el faraón tuvo al pueblo hebreo esclavizado, luego Dios libertó al pueblo hebreo. Dios le apareció a Moisés en la Columna de Fuego, el Ángel de Jehová le apareció a Moisés y le dijo: “Yo Soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.” Y lo envió para la liberación del pueblo hebreo; y a través de Moisés, Cristo, que es el Ángel de Jehová, en quien está Dios en toda Su plenitud, libertó al pueblo hebreo.
No fue Moisés el que hizo aquellos milagros e hizo la liberación del pueblo hebreo y abrió el mar rojo después, sino que fue Cristo, Cristo, el Ángel de Jehová usando al Profeta Moisés. Moisés lo que hacía era hablar la Palabra que Dios colocaba en la boca de Moisés, pero el que hacía la obra era el que estaba con Moisés: el Ángel de Jehová, que es Cristo en Su cuerpo angelical, el cual es el Verbo que era con Dios y era Dios, y sigue siendo Dios.
Y ahora, continuemos aquí, sigue diciendo:
“En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.”
No hay Redención, excepto a través de la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. No hay perdón de pecados, excepto a través de Cristo y Su Sangre derramada en la Cruz del Calvario. Por lo tanto, todo ser humano tiene cómo quitar sus pecados: a través de la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador, lo cual es una bendición muy grande para la humanidad.
Antes de la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario, el pueblo hebreo tenía los sacrificios por el pecado: como la expiación, el día diez del mes séptimo de cada año, en donde se sacrificaba el macho cabrío de la expiación por Jehová, y los pecados del pueblo o por los pecados del pueblo era sacrificado ese macho cabrío.
Y luego, otro macho cabrío que no era sacrificado, sobre el cual el sumo sacerdote colocaba sus manos y confesaba los pecados del pueblo, y luego lo enviaba lejos a través de un hombre señalado ya para ese propósito, y eran llevados lejos los pecados del pueblo.
Ambos machos cabríos representan a Cristo. El macho cabrío de la expiación que era sacrificado representa a Cristo crucificado, representa el cuerpo físico de Jesucristo, el cual fue crucificado; y el macho cabrío sobre el cual eran confesados los pecados del pueblo y ese macho cabrío no era sacrificado, representa a Cristo en Su cuerpo angelical.
El cuerpo angelical de Cristo no fue crucificado, solo el cuerpo de carne; Cristo murió por ( Nota - aquí hubo un corte de audio)... como grandes gotas de sangre, pues allí fue donde El tomó nuestros pecados y se hizo mortal, y luego lo tomaron preso, luego lo juzgaron y lo crucificaron, porque ya había tomado nuestros pecados, ya se había hecho pecado por nosotros al tomar nuestros pecados. Pero El había dicho:
“Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.”
O sea, que El sabía para lo cual El había venido, El sabía que tenía que morir, tenía que morir por los pecados del pueblo, para quitar los pecados de Su pueblo, tanto del pueblo hebreo (el pueblo terrenal de Dios) como el pueblo Celestial, que son los escogidos de Dios que componen la Iglesia del Señor Jesucristo.
En San Mateo, capítulo 1, verso 21 dice, hablando acerca de Jesús. Vean, cuando el Ángel le apareció en sueños a José... veamos aquí capítulo 1, verso 18 en adelante dice (de San Mateo):
“El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo.
José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente.
Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David (¿por qué le dice: ‘José, hijo de David’? Porque José era descendiente del rey David)... José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.
Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.”
El único que puede salvar a Su pueblo de sus pecados es Jesucristo nuestro Salvador, tanto a Su pueblo terrenal (el pueblo hebreo), como a Su pueblo Celestial, que es la Iglesia del Señor Jesucristo; la Iglesia del Señor Jesucristo es el Israel Celestial, tiene sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.
Y ahora, encontramos que solamente en Jesucristo hay salvación para el ser humano, sean hebreos o sean gentiles, porque no hay otro nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos, solamente hay un Nombre y es el Nombre de nuestro amado Señor Jesucristo.
Por eso es que se predica el arrepentimiento y el perdón de los pecados en el Nombre del Señor Jesucristo, como Jesucristo mismo lo ordenó en San Lucas, capítulo 24, versos 46 en adelante, donde dice:
“Y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día;
y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.
Y vosotros sois testigos de estas cosas.
He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.”
Y ahora, podemos ver porqué se predica en el Nombre del Señor Jesucristo el arrepentimiento y el perdón de pecados.
¿Y qué sucede cuando se predica el Mensaje de Cristo y se da a conocer estas cosas al pueblo? Vean, aquí también en San Marcos, capítulo 16, verso 15 al 16, está la orden de ir a predicar, dice:
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Y ahora, ¿por qué se predica el Evangelio? Para que toda persona sepa que no hay otro Nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos, solamente en Jesucristo nuestro Salvador; y así toda persona tenga la oportunidad de arrepentirse de sus pecados y pueda obtener el perdón de sus pecados, y pueda ser redimida el alma de la persona, pueda ser reconciliada con Dios el alma de la persona, y pueda así recibir vida Eterna.
Porque el ser humano al nacer en esta Tierra nace en medio de una raza caída que está gobernada por el reino de las tinieblas, y el reino de las tinieblas no tiene vida Eterna para ninguna persona; solamente Cristo es el que tiene vida Eterna, y por eso se requiere que el ser humano reciba a Cristo como su Salvador, porque no hay otro Nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos.
Y el ser humano para arrepentirse tiene que hacerlo con Cristo. No le cuenta al ser humano (si se arrepiente de sus pecados) si NO lo hace recibiendo a Cristo como su Salvador y lavando sus pecados en la Sangre de Cristo.
Una persona puede arrepentirse de sus pecados, pero si no tiene la Sangre de Cristo para ser limpiado de todo pecado, de nada le sirvió haberse arrepentido de sus pecados, eso no le da salvación y vida Eterna, a menos que lo haga por medio de Jesucristo nuestro Salvador. Por eso Cristo ordenó predicar el arrepentimiento y el perdón de los pecados. Dice:
“Y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.”
Para que toda persona se arrepienta de sus pecados, confiese a Cristo sus pecados y sea limpiado con la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador, y entonces la persona queda justificada ante Dios, o sea, que queda como si nunca en la vida hubiese pecado; por eso se predica el Evangelio a toda criatura.
Y ahora, Cristo nuestro Salvador es el Ángel del Pacto, el Verbo que era con Dios y era Dios, y creó todas las cosas, Dios por medio de El creó todas las cosas; el Verbo, el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, es el cuerpo angelical de Dios, el cual es Jesucristo en Su cuerpo angelical, y El es la imagen del Dios Viviente.
Continuamos aquí en Colosenses, que nos habíamos detenido, Colosenses, capítulo 1, verso 14 (vamos a repetir este pasaje):
“En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.”
Ninguna persona puede obtener perdón de pecados, a menos que sea por medio de Jesucristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario, donde derramó Su Sangre preciosa con la cual nos limpió de todo pecado.
“El es la imagen del Dios invisible...”
¿Quién es la imagen del Dios invisible? Jesucristo, Jesucristo en Su cuerpo angelical es la imagen del Dios invisible.
¿Y qué es la imagen del Dios invisible? El cuerpo angelical de Dios, el cual es Jesucristo en Su cuerpo teofánico angelical.
“El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación (o sea, que lo primero visible que apareció fue el cuerpo angelical, el Verbo, Cristo en Su cuerpo angelical).
Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.”
Por medio de Cristo, que es la imagen del Dios invisible, que es el cuerpo angelical de Dios, fueron creadas todas las cosas, fueron creadas por medio de El y para El:
“Y él es antes de todas las cosas...”
O sea, antes de las galaxias con sus sistemas solares, Cristo es, Cristo es antes de todas las cosas, antes de las cosas visibles y antes de las cosas invisibles también.
“Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten.”
Sin Cristo el Universo dejaría de existir, sin Cristo la raza humana dejaría de existir, sin Cristo el planeta Tierra dejaría de existir, sin Cristo los ángeles dejarían de existir, sin Cristo el mundo visible dejaría de existir y el mundo invisible también dejaría de existir.
“Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia (El es la cabeza de la Iglesia y El es la piedra del Ángulo que los edificadores desecharon, la cual ha venido a ser cabeza del Ángulo)... y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, el que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia;
por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud.”
En el único ser humano que ha habitado toda la plenitud de Dios es Jesucristo nuestro Salvador. Por eso Cristo decía: “El Padre que mora en mí, El hace las obras,” y El decía: “Yo no hablo nada de mí mismo, sino lo que yo escucho al Padre hablar, eso es lo que yo hablo, y lo que yo veo al Padre hacer, eso es lo que yo hago.” Y en El está el Padre.
Cristo dijo a Felipe, cuando Felipe dice: “Muestranos al Padre y nos basta.” Cristo dice: “Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, ¿y no me has conocido Felipe? ¿No sabes que el que me ha visto a mí ha visto al Padre?, ¿cómo pues dices tú: muéstranos el Padre y nos basta? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.”
Un hombre que pueda hablar eso es un hombre que es más grande de lo que cualquier persona se pueda imaginar. El que veía a Jesús, estaba viendo al Padre. Pero esto es sencillo de explicar, todos nosotros somos almas vivientes, el alma está dentro del cuerpo que tenemos y del espíritu que tenemos, el alma nuestra nadie la puede ver; pero cuando una persona ve nuestro cuerpo dice: “Ahí está fulano de tal,” porque está viendo nuestro cuerpo, nuestra casa terrenal donde nosotros como almas vivientes estamos morando.
Y por cuanto Dios moró en Cristo en toda Su plenitud, los que estaban viendo a Jesús estaban viendo a Dios, estaban viendo la Casa de Dios, el cuerpo físico de Dios, donde moró Dios en toda Su plenitud. Como también en el Antiguo Testamento, los que vieron al Ángel de Jehová estaban viendo a Dios cara a cara, ¿por qué? Porque estaban viendo el cuerpo angelical teofánico de Dios.
Como también cualquier persona que vea el espíritu suyo, lo va a ver en forma, como en la forma suya, y va a decir: “Estoy viendo a fulano de tal.”
Recuerdan ustedes los comentarios que hacen la gente de antes y alguna de nuestro tiempo, que han visto personas pasar y luego las buscan y se desaparecen, y dicen: “Es fulano de tal y parece que murió o va a morir, porque su espíritu fue el que vimos nosotros.”O sea, que ha salido del cuerpo tal persona, el alma de tal persona ha salido en el cuerpo espiritual, ha dejado su cuerpo físico.
Cuando las personas mueren, el alma de la persona no ha muerto, ni su espíritu tampoco solamente el cuerpo de carne; la persona va a vivir luego a la dimensión a la cual pertenece el espíritu, ese cuerpo espiritual. Si no es un creyente en Cristo la persona va a vivir a la quinta dimensión, porque a esa dimensión es que pertenece el espíritu de todo ser humano que nace en esta Tierra, pero si la persona es un creyente en Cristo nacida de nuevo, la persona ha recibido el Espíritu de Cristo y ha recibido un cuerpo espiritual, un cuerpo angelical teofánico, por lo tanto la persona va a vivir a la dimensión a la cual pertenece ese cuerpo angelical, que es la sexta dimensión llamada el Paraíso.
La sexta dimensión es llamada el Paraíso y la quinta dimensión es llamada el infierno; por eso es necesario nacer de nuevo, nacer del agua y del Espíritu, para poder entrar al Reino de Dios y tener un cuerpo angelical teofánico de la dimensión del Reino de Dios, del Reino de Jesucristo, que es la sexta dimensión, tener un cuerpo teofánico angelical. Y así cuando la persona muere va al Paraíso, que es la sexta dimensión donde están todos los creyentes redimidos por Cristo, de edades pasadas.
Ahora, podemos ver la importancia de la predicación del Evangelio, para que todo aquel que en El cree no se pierda, mas tenga vida Eterna.
Estamos en este planeta Tierra para hacer contacto con Cristo, la vida Eterna, para que así El salve nuestra alma y así no tengamos que morir, no tengamos que ser condenados y echados al lago de fuego, sino que nosotros podamos vivir eternamente en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador. “El que en El cree no es condenado, pero el que no cree ya ha sido condenado.”
Así que, es un asunto de creer para no ser condenado en el juicio final y vivir eternamente en el Reino de Cristo; no creer significa muerte para la persona y condenación, significa que será echada la persona en el lago de fuego donde dejará de existir en cuerpo, espíritu y alma también.
Ahora, podemos ver la necesidad que tienen todo ser humano de creer en Cristo para poder obtener el nuevo nacimiento y vivir eternamente en el Reino de Cristo.
Ahora, Cristo es La luz del mundo, El dijo: “Yo Soy la Luz del mundo,” El es la Luz de un nuevo día.
Encontramos que Cristo en Su ministerio terrenal estaba viviendo en un tiempo de entrelace dispensacional, allí se estaba entrelazando la Dispensación de la Gracia con la Dispensación del Reino, y la Palabra hecha carne es la Luz de la edad y dispensación cuando la gente ven esa Palabra hecha carne, el Verbo, la Palabra, el Verbo, el cuerpo angelical se hizo carne en el velo de carne llamado Jesús y estaba allí.
El cuerpo angelical es un cuerpo de luz, puede aparecer en la forma de una luz o puede aparecer en la forma de un hombre, pero de otra dimensión.
Y ahora, ese Ángel de Jehová del Antiguo Testamento es nada menos que Cristo nuestro Salvador.
En San Juan, capítulo 8, verso 56 en adelante, dice:
“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.”
¿Cómo era Cristo antes de Abraham? Cristo era en Su cuerpo angelical llamado el Ángel de Jehová o Ángel del Pacto, luego se hizo carne y habitó en medio del pueblo hebreo para llevar a cabo la Obra de Redención muriendo en la Cruz del Calvario ¿por quién? Por cada uno de ustedes y por mí también, y por el pueblo hebreo, por toda persona escrita en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.
Cuando el carcelero de Filipo escuchaba a Pablo y a Silas cantando en la cárcel, luego hubo un temblor de tierra o terremoto y se abrieron las puertas de la cárcel y el carcelero pensó que se habían ido todos los presos, sacó su espada para matarse y Pablo gritó y dijo: “No te hagas ningún mal, todos estamos aquí,” y el carcelero pregunta: “¿qué haré para ser salvo?” “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa.”
Toda persona desea ser salva, toda persona desea que su alma no se pierda, toda persona desea que su alma viva eternamente en el Reino de Cristo. Cristo dará un nuevo cuerpo físico glorificado a todos aquellos que lo desean con toda su alma, y les dará un cuerpo angelical espiritual. Para eso es que se le da la oportunidad a las personas de que reciban a Cristo como su Salvador. “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa”.
Por lo tanto, toda persona al escuchar la predicación del Evangelio tiene la oportunidad de creer, recibir a Cristo como su Salvador, lavar sus pecados en la Sangre de Cristo, ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo le dará el bautismo del Espíritu Santo y la persona obtendrá así el nuevo nacimiento.
Para eso es que se da la oportunidad a las personas de que reciban a Cristo como su Salvador y laven sus pecados en la Sangre de Cristo y sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, para que Cristo les de Su Espíritu Santo y obtengan el nuevo nacimiento y nazcan así en el Reino de Cristo, y así tengan vida Eterna.
Por eso el Día de Pentecostés donde ciento veinte creyentes en Cristo estaban por diez días allí orando y esperando el cumplimiento de la promesa de Cristo, el cumplimiento de la Venida del Espíritu Santo, el Día de Pentecostés vino el Espíritu Santo y fueron llenos del Espíritu Santo y fueron repartidas lenguas como de fuego sobre cada creyente; y allí obtuvieron ciento veinte creyentes en Cristo el nuevo nacimiento, y allí obtuvieron sus cuerpos angelicales, y allí tenemos lenguas como de fuego sobre cada creyente.
Allí tenemos cuerpos angelicales, siendo recibidos por cada creyente. Luego ese mismo día en el cual están llenos del Espíritu Santo y están hablando en otras lenguas, en otros idiomas las maravillas de Dios, gente que lo que sabían era hablar el hebreo o arameo al estilo de aquel tiempo, ahora están hablando en otros idiomas, era el Espíritu Santo en ellos hablando en otros idiomas.
Y ahora, todas las personas que habían venido de diferentes naciones (hebreos y también convertidos al judaísmo que habían venido a Jerusalén para adorar a Dios), escuchan a estos ciento veinte hablando en otros idiomas las maravillas de Dios y se quedan maravillados y dicen: “Pero estas personas ¿no son ellos galileos los que están hablando? ¿cómo les oímos nosotros hablar en nuestra propia lengua en la cual nosotros hemos nacido (porque eran hebreos que habían nacido en otras naciones y conocían esas otras lenguas, esos otros idiomas)?”
Y ahora, ellos no comprendían lo que allí estaba pasando, Pedro les dice en el capítulo 2, verso 14 en adelante del libro de los Hechos:
“Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.
Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día.
Mas esto es lo dicho por el profeta Joel:
y en los postreros días, dice Dios,
Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,
Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
Vuestros jóvenes verán visiones,
Y vuestros ancianos soñarán sueños;
Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.”
Allí Pedro está explicando lo que allí estaba sucediendo; es que los Postreros Días comenzaron cuando Cristo tenía de tres a diez años de edad.
Los Postreros Días delante de Dios son los milenios postreros para la raza humana, y los milenios postreros son: Quinto Milenio, Sexto Milenio y Séptimo Milenio. Para esos postreros milenios Dios prometió que enviaría Su Espíritu Santo, derramaría de Su Espíritu Santo sobre toda carne, sobre toda persona que recibiera a Cristo como su Salvador, lavara sus pecados en la Sangre de Cristo y fuera bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, para esas personas es la promesa, la promesa del bautismo del Espíritu Santo.
Y ahora, en el libro de los Hechos, ese mismo día en el mensaje de San Pedro, en el mismo capítulo 2, verso 32 en adelante, dice:
“A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.
Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice:
dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”
Por eso luego de la muerte y resurrección de Cristo, a Jesús se le llama SEÑOR JESUCRISTO, Señor Jesucristo, porque Dios le ha hecho (a Jesús), le ha hecho Señor y Cristo.
“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.
Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”
En seguida que la persona recibe a Cristo como su Salvador, lo próximo es ser bautizado en agua para que Cristo le dé Su Espíritu Santo, lo bautice con Espíritu Santo y fuego, y la persona obtenga el nuevo nacimiento.
Y lo más rápido posible se debe hacer el bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, porque de eso depende que Cristo le bautice con Espíritu Santo y fuego; de eso depende el nuevo nacimiento de la persona: de escuchar la predicación del Evangelio, creer en Jesucristo como nuestro Salvador, lavar sus pecados en la Sangre de Cristo y ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo para recibir el Espíritu Santo y fuego, y obtener así el nuevo nacimiento.
Y ahora, podemos ver el porqué el bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, es que Dios ha hecho a Jesús Señor y Cristo, y todo lo que hace la Iglesia de Jesucristo, lo hace en el Nombre del Señor Jesucristo, ya sea de palabras o de hechos lo hace en el Nombre del Señor Jesucristo. Así lo hicieron los Apóstoles (Pedro y demás Apóstoles), así también lo hizo San Pablo, y así lo hace la Iglesia del Señor Jesucristo en este tiempo final.
Y ahora, siendo que Cristo es la Luz del mundo, Cristo es la Luz de un nuevo día dispensacional, Cristo es la Luz de la Dispensación de la Gracia para alumbrar el alma de todo ser humano, para que no camine más en tinieblas sino que camine en la Luz del Hijo de Dios, Jesucristo nuestro Salvador, para que camine en Cristo, lo cual es caminar en la Luz.
“Pero si andamos en Luz, como él está en Luz, tenemos comunión unos con otros, y la Sangre de Jesucristo Su Hijo nos limpia de todo pecado.” Primera de Juan, capítulo 1, verso 7, ahí San Juan da testimonio de esta verdad divina.
Y ahora, para todos los creyentes en Cristo, bautizados en el Nombre de Jesucristo y llenos del Espíritu Santo, la noticia es que han nacido de nuevo y que tienen Vida eterna.
Primera de Juan, capítulo 5, verso 10 en adelante, dice:
“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.
Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.”
¿Dónde está la Vida eterna para todo ser humano? En Jesucristo, el Hijo de Dios.
“El que tiene al Hijo tiene la Vida (el que tiene a Jesucristo el Hijo de Dios ¿tiene qué? La vida Eterna); el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.”
No tiene la persona vida Eterna si no tiene a Jesucristo el Hijo de Dios; por eso es que el ser humano es llamado por medio del Evangelio para recibir a Cristo como su Salvador, para que así Cristo le de vida Eterna, y esa persona, que es alma viviente, pueda vivir eternamente con Cristo en Su Reino, y pueda obtener un cuerpo físico glorificado y obtener también el cuerpo angelical. Todas estas son bendiciones para todos los que reciben a Cristo como su Salvador.
En Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21 dice San Pablo:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra (o sea, transformará estos cuerpos mortales), para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya (o sea, para que sea un cuerpo glorificado como el cuerpo glorificado de nuestro amado Señor Jesucristo), por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”
Con ese poder con el cual puede sujetar a Sí mismo todas las cosas, con ese poder va a transformar nuestros cuerpos físicos, y vamos a tener un cuerpo físico glorificado, eterno, inmortal, incorruptible, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador, y entonces seremos todos a imagen y semejanza de Jesucristo nuestro Salvador; y así tendremos la imagen de Dios, que es el cuerpo angelical, y tendremos la semejanza física de Dios, que es el cuerpo físico glorificado, y así seremos iguales a Jesucristo nuestro Salvador. El es nuestro Hermano mayor, por eso El dice: “Anunciaré a mis hermanos tu nombre.” El es la cabeza de esa Familia Celestial, El es el Primogénito de la Familia de Dios.
Y ahora, ¿quiénes son los hermanos de Jesucristo? Todos nosotros. Nuestro Hermano Mayor tuvo que venir a la Tierra para salvarnos, para darnos Vida eterna y reconciliarnos con Dios.
Y ahora, nuestro Hermano mayor, Jesucristo es la Luz del nuevo día, para el nuevo Día de la Dispensación de la Gracia, que comenzó (totalmente), comenzó el Día de Pentecostés, allí se abrió plenamente el Día de la gracia, aunque durante todo el tiempo de Jesucristo se estaba viviendo ya en ese entrelace dispensacional, pero luego entró de lleno el Día de Pentecostés. Y ha estado siendo alumbrado todo ser humano, en la Dispensación de la Gracia, por Cristo nuestro Salvador, la Luz del nuevo Día de la Dispensación de la Gracia.
Pero tenemos la promesa que habrá un nuevo Día que se entrelazará con el Día de la Dispensación de la Gracia.
Recuerden que Cristo es también nuestro reposo, nuestro descanso tipificado en el sábado, el séptimo día; por lo tanto Cristo es el Séptimo Día, el Día de descanso para todo ser humano, El es el Día.
Y ahora, este es el día que hizo el Señor, lo materializó en Jesucristo nuestro Salvador.
Y ahora, Cristo en Su Primera Venida es la Luz del nuevo día de la Dispensación de la Gracia, y Cristo en Su Segunda Venida es la Luz del nuevo día de la Dispensación del Reino.
Y ahora, estamos en ese entrelace del día de la Dispensación del Reino con el día de la Dispensación de la Gracia, en donde se está entrelazando la luz del nuevo día de la Dispensación del Reino con la luz del día de la Dispensación de la Gracia.
Para todos los creyentes en Cristo, la promesa es que estarían siendo alumbrados, iluminados con la Luz del nuevo Día de la Dispensación de la Gracia, y luego para el Día Postrero (en adición) serán alumbrados e iluminados con la luz del nuevo día de la Dispensación del Reino, serán alumbrados con la Luz del nuevo día de la Dispensación del Reino que es la Luz de la Segunda Venida de Cristo.
En Malaquías, capítulo 4 está la promesa donde dice, verso 1 en adelante:
“Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama.”
Durante la gran tribulación viene fuego atómico, fuego volcánico y todo tipo de fuego puede ser encendido para el juicio que caerá sobre el reino de los gentiles; pero para los que temen el Nombre del Señor, para los creyentes en Cristo, dice:
“Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada.
Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies, en el día en que yo actúe, ha dicho Jehová de los ejércitos.”
Porque los malos van a ser ceniza, porque van a ser quemados en el día ardiente como un horno, que es en la gran tribulación. Pero los que temen el Nombre del Señor la promesa es: “Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de Justicia.” Y el Sol de Justicia es la luz de un nuevo día, del nuevo día de la Dispensación del Reino.
Por lo tanto, para todos los escogidos de Dios tenemos la promesa de la Luz de un nuevo día, la Luz de Cristo en Su Segunda Venida para alumbrarnos el alma, y alumbrarnos también todas las Escrituras, para recibir así la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Y ahora, en Apocalipsis, capítulo 22, verso 16, dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias.”
Por lo tanto, por medio del Mensaje de este Ángel del Señor Jesucristo recibimos la revelación divina de todas estas cosas, el cual viene dando testimonio de estas cosas en las iglesias. En Apocalipsis, capítulo 4, verso 1 dice Cristo con esa Voz de Trompeta:
“Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas.”
Las cosas que sucederán después de las que ya han sucedido durante estos dos mil años aproximadamente de Dispensación de la Gracia.
Y ahora, ya han sucedido todas estas cosas durante las siete edades de la Iglesia, pero hay cosas que tienen que suceder en nuestro tiempo, las cuales no sucedieron en aquellos tiempos. Estas cosas que han de suceder en este tiempo, la promesa es que serán reveladas, dadas a conocer a los creyentes en Cristo.
Hay que subir a la edad-etapa donde Cristo está en este tiempo final, que es la etapa de la Edad de la Piedra Angular, para poder oír la Voz de Cristo por medio del Ángel del Señor Jesucristo, dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, y así ser alumbrados con la Luz de un nuevo día, con la Luz del nuevo día de la Dispensación del Reino.
Y ahora, en Apocalipsis, capítulo 22, verso 6, dice:
“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.”
¿A quién dice Dios aquí, Cristo aquí que ha enviado? A Su Ángel, ¿para qué? Para dar a conocer, para manifestar, para mostrar a Sus siervos las cosas que han de suceder, las cosas que deben suceder pronto en este tiempo final.
No hay forma de comprender claramente las cosas que deben suceder en este tiempo final, excepto por medio del Ángel del Señor Jesucristo. Ese Ángel que le dio a Juan el Apóstol la revelación del Apocalipsis en el año o década de los 90, allá por el año 96, ese Ángel estaba en Su cuerpo angelical en ese tiempo, el cuerpo angelical es un cuerpo teofánico, y ministró a Juan la revelación del Apocalipsis.
Siendo que ese Ángel de Jesucristo es un Profeta, estando en Su cuerpo espiritual, teofánico, tiene que hacerse carne para estar en medio de la Iglesia de Jesucristo en este tiempo final.
Así como el Ángel de Jehová estuvo en medio del pueblo hebreo, estuvo en el tiempo de Adán, estuvo en el tiempo de Abraham también, en el tiempo de los Profetas y de los reyes, y luego se hizo carne y estuvo en medio del pueblo hebreo y fue conocido por el nombre de Jesús, al cual Dios hizo Señor y Cristo; y cuando ascendió al Cielo victorioso en Su cuerpo glorificado se sentó en el Trono de Dios.
Y ahora, para este tiempo final, así como Dios envió al Ángel de Jehová en carne humana, ahora para este tiempo final Cristo dice: “Yo Jesús he enviado mi Ángel.”
Cristo envía Su Ángel en este tiempo final en carne humana para dar a conocer a la Iglesia de Jesucristo todas estas cosas que deben suceder pronto.
Luego, Cristo adoptará a Su Ángel, y luego lo sentará con El en Su Trono, así como Dios sentó a Jesucristo en Su Trono estando Cristo en Su cuerpo angelical. Cuando este Ángel reciba Su cuerpo angelical, entonces es que podrá sentarse con Cristo en Su Trono en el Reino Milenial; así como Jesucristo se sentó en el Trono del Padre en el Cielo, se sentó a la diestra de Dios, o sea, recibió todo el poder de Dios.
Y ahora, Cristo en Apocalipsis, capítulo 2, verso 26 y 27 dice:
“Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones,
y las regirá con vara de hierro, y serán quebrantadas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre.”
En la misma forma que Cristo la recibió del Padre cuando se sentó en el Trono de Dios, así Cristo la otorgará al Vencedor, que será Su Ángel Mensajero cuando sea adoptado, y en el Reino Milenial tendrá autoridad sobre las naciones.
Ahora, encontramos que lo mismo que el Padre hizo con Su Hijo Jesús, Jesucristo hará con Su Ángel Mensajero, que es uno de los hijos de Cristo en Su Cuerpo Místico de creyentes, y por consiguiente es también uno de los hermanos de nuestro amado Señor Jesucristo. Nuestro amado Señor Jesucristo es nuestro Hermano mayor.
Y ahora, por medio de Jesucristo es que Dios está creando una nueva raza con Vida eterna, por medio de Jesucristo es que están viniendo a existencia con Vida eterna hijos e hijas de Dios, por medio de Jesucristo produciendo el nuevo nacimiento en todos los que lo reciben (a Cristo) como su Salvador, lavan sus pecados en la Sangre de Cristo y son bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y reciben el Espíritu Santo de parte de Cristo, así obtienen el nuevo nacimiento, y así nacen en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador.
Y ahora, todo esto lo hace Cristo, la Luz del nuevo día de la Dispensación de la Gracia, y Cristo, la Luz del nuevo día de la Dispensación del Reino.
Vean, cuando Cristo estuvo en la Tierra en carne humana, la Luz, el Verbo que era con Dios y era Dios y creó todas las cosas, que es la Luz que alumbra a todo hombre, la Luz que vendría a este mundo, vino en forma humana y seguía siendo la Luz. Por eso El podía decir: “Yo Soy la Luz del mundo.”
Y ahora, la Luz cuando se hace carne, es cuando se hace carne el Verbo, la Palabra, y sigue siendo la Luz, es la Luz en forma humana alumbrando por medio de Su Palabra revelada, alumbrando el alma, el entendimiento de los seres humanos, para caminar en un nuevo día sin tropezar, caminar en el Reino de Cristo, que es el Reino de luz.
El Reino de Cristo se ha estado manifestando espiritualmente y han estado naciendo en el Reino de Cristo millones de seres humanos que han recibido a Cristo como su Salvador.
Por medio del nuevo nacimiento al recibir el Espíritu Santo han obtenido el nuevo nacimiento, han nacido en el Reino de Cristo nuestro Salvador, y han recibido un cuerpo angelical, pero todavía tenemos el cuerpo físico; por lo tanto físicamente, físicamente no hemos entrado al Reino de Cristo, que es el Reino Milenial de Cristo, pero cuando seamos transformados habremos entrado físicamente al Reino de Cristo, pero mientras tanto hemos entrado espiritualmente. Y Cristo reina acá en nuestra alma, en nuestro corazón.
Y ahora: “LA LUZ DEL NUEVO DÍA.”
Hemos visto que La luz del nuevo día es el Verbo, la Palabra hecha carne, el cuerpo angelical teofánico hecho carne en medio del pueblo de Dios.
El Ángel de Jehová se hizo carne dos mil años atrás, la luz que vendría a este mundo, y vino vestido de carne humana. “A Dios nadie le vio jamás, el unigénito hijo que está en el Seno del Padre, El le ha dado a conocer, El le declaró.”
Y ahora, ¿por qué dicen algunos Profetas del Antiguo Testamento y santos de Dios del Antiguo Testamento que vieron a Dios cara a cara como Jacob? que dijo: “Vi a Dios cara a cara. Y por eso le puso por nombre al lugar donde tuvo esa experiencia le puso por nombre Peniel que significa: ‘Rostro de Dios,’ porque vio a Dios cara a cara, vio el rostro de Dios.
Pero la Escritura dice que nadie jamás ha visto a Dios, entonces ¿qué fue lo que vio Jacob? Vio el rostro de Dios del cuerpo angelical de Dios, pero el que estaba dentro de ese cuerpo no lo vio (que era Dios).
Así como el que lo ve a usted, dice: “Yo vi a fulano de tal, vi el rostro de fulano de tal, era fulano de tal,”pero no vio el alma suya y usted es alma viviente, por lo tanto no lo vio a usted sino que vio su cuerpo físico, puede ver también - su espíritu se sale del cuerpo y lo verá en forma de una persona, pero el alma suya no la ve. Así sucede con Dios.
Pero cuando Dios estaba en Jesucristo en toda Su plenitud en carne humana, las personas estaban viendo a Dios en carne humana, el cuerpo físico de Dios, Jesucristo nuestro Salvador. En el Antiguo Testamento lo vieron en Su cuerpo angelical, llamado el Ángel de Jehová.
Y ahora, El es la Luz del nuevo día, El es la Luz del nuevo día de la Dispensación de la Gracia y El es la Luz del nuevo día de la Dispensación del Reino también.
El en Su Primera Venida es la Luz del nuevo día de la Dispensación de la Gracia, como el Cordero de Dios quitando el pecado del mundo, y como Sumo Sacerdote del Templo Celestial.
Y en la Dispensación del Reino El es la Luz del nuevo día de la Dispensación del Reino como el León de la Tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.
Durante el Reino Milenial se estará enseñando todo el Programa Divino que Cristo estará llevando a cabo en este tiempo final para la Dispensación del Reino, como la Luz del nuevo día de la Dispensación del Reino. El Mensaje del Evangelio del Reino gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo, y ese es el Mensaje que se estará predicando durante el Reino Milenial de Cristo.
Y ahora, podemos ver que así como en la Dispensación de la Gracia se manifestó en carne humana la Luz del nuevo día, y luego, vean ustedes, el Mensaje de la Gracia gira alrededor de esa manifestación en carne humana del Ángel de Jehová; y eso es lo que se ha estado predicando y la Obra que El ha hecho, la Obra de Redención en la Cruz del Calvario.
Y para la Dispensación del Reino, el Mensaje del Evangelio del Reino gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo como el León de la Tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo, y eso es lo que se estará predicando durante el Reino Milenial.
Y con esa revelación de la Luz del Día Postrero, de la Luz de la Dispensación del Reino es que recibimos la fe, la revelación para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. Con esa revelación divina es que obtenemos el conocimiento para recibir nuestra transformación y obtener el cuerpo teofánico, o para recibir el cuerpo físico glorificado.
Así como con la revelación divina de la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario, recibimos la fe, la revelación, el conocimiento, para obtener el cuerpo físico o espiritual, angelical teofánico de la sexta dimensión. Obtenemos el conocimiento para recibir a Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en Su Sangre, ser bautizados en agua en Su Nombre y recibir Su Espíritu Santo y obtener el nuevo nacimiento y obtener el cuerpo angelical.
El cuerpo angelical gira alrededor de la Primera Venida de Cristo, la Luz del nuevo día de la Dispensación de la Gracia y el cuerpo físico glorificado gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo, como León de la Tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.
Por eso es que San Pablo dijo en Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo (eso es la Segunda Venida, estamos esperando a Cristo en Su Segunda Venida) el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya.”
¿Ven? ¿Para qué los creyentes en Cristo están esperando a Cristo en Su Segunda Venida? Para nuestra transformación.
Ahora, encontramos que hay un Programa para ser llevado a cabo, el cual es el Programa de Reclamo. Ese Programa tiene que ser llevado a cabo, para así los muertos en Cristo ser resucitados en cuerpos glorificados y nosotros los que vivimos ser transformados.
Todo eso está en el Programa de Reclamo correspondiente a la Segunda Venida de Cristo como la Luz del nuevo día de la Dispensación del Reino.
“LA LUZ DEL NUEVO DÍA.”
Por lo tanto, tiene que ser manifestado Cristo en medio de Su iglesia en este tiempo final, para darnos la fe para ser transformados, la revelación del misterio de Su Segunda Venida.
Así como ha dado a conocer el misterio de Su Primera Venida y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario. Sin el conocimiento de la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario como Cordero de Dios, es imposible que una persona obtenga la salvación, porque ¿cómo van a creer si no se les predica? ¿y cómo van a predicar si no son enviados?
Por lo tanto, se predica el Evangelio, en donde se muestra todo el misterio de la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario y entonces la persona dice: “Yo creo en Jesucristo como mi Salvador, Señor salva mi alma, Tú eres el único que puede salvar mi alma.” Y entonces la persona se rinde a Cristo, como hacían el día de la expiación, en el mes séptimo de cada año, lo cual se actualiza y se materializa en medio de la Iglesia de Jesucristo nuestro Salvador.
Vean lo que sucedía allá el día diez del mes séptimo, vean lo que acontecía.En Levítico, capítulo 23, verso 6 en adelante. Dice:
“También habló Jehová a Moisés, diciendo:
A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.
Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.
Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.”
Ese día de la expiación era, es, para las personas afligidas por haber pecado, afligidos en sus almas, confesar a Dios sus pecados, y así obtener el perdón de sus pecados. El sumo sacerdote sacrificaba el macho cabrío de la expiación, llevaba la sangre de la expiación dentro del lugar santísimo, esparcía con su dedo siete veces sobre el propiciatorio, y ahí estaba siendo cubierto con la sangre de la expiación cada persona arrepentida de sus pecados.
El que no se arrepentía de sus pecados, afligiendo su alma, no quedaba cubierto con la sangre de la expiación y por consiguiente sería cortado del pueblo, ese mismo año el juicio divino caería sobre la persona y moría de alguna causa, enfermedad o algún problema, era cortado del pueblo ¿por qué? Porque no se había afligido en su alma, no se había arrepentido de sus pecados y no había quedado cubierto con la sangre de la expiación, y por consiguiente no había quedado reconciliado con Dios por ese año.
Y ahora, Cristo es el que nos reconcilia con Dios.
Y ahora, ya no se requiere un sacrificio de un animalito, ya el sacrificio de la expiación fue hecha por Cristo en la Cruz del Calvario, ya el Sacrificio para nuestra reconciliación lo llevó a cabo Jesucristo nuestro Salvador. El es el Sacrificio y El también es el Sumo Sacerdote, por eso ascendió al Cielo y colocó Su propia Sangre sobre el Propiciatorio del Templo Celestial, entró al Lugar Santísimo del Templo Celestial, lo cual todo había sido tipificado en el templo terrenal de Salomón y en el tabernáculo que Moisés había construido, por lo tanto en esa misma forma Cristo hizo en el Cielo.
Por lo tanto, el sumo sacerdote Aaron y todos los sumos sacerdotes eran tipo y figura de Cristo, el Sumo Sacerdote del Templo Celestial. Ya no se requieren sumos sacerdotes terrenales, pues tenemos un Sumo Sacerdote Celestial: Cristo, conforme al Orden de Melquisedec, porque El es Melquisedec, el Sumo Sacerdote del Templo Celestial, Sumo Sacerdote del Dios viviente.
Y ahora, Cristo está haciendo intercesión por cada persona que arrepentido de sus pecados recibe a Cristo como su Salvador, lava sus pecados en la Sangre de Cristo, la persona queda cubierta con la Sangre de Cristo y queda limpio de todo pecado, y queda reconciliada la persona con Dios.
Vean, lo que sucedía el día de la expiación allá, ha estado sucediendo durante estos dos mil años aproximadamente, desde que Cristo realizó Su Sacrificio en la Cruz del Calvario, y todavía no ha terminado el día de la expiación, todavía hay Misericordia para toda persona que arrepentida por haber pecado contra Dios, arrepentida en su alma, afligida en su alma quiere que Cristo perdone sus pecados y le limpie con Su Sangre Preciosa.
Después que haya completado entre los gentiles Su Iglesia y los haya reconciliado a todos, después se tornará al pueblo hebreo, y se abrirá la fuente para limpiar el pecado del pueblo hebreo, se abrirá para ellos, ya está abierta desde la Cruz del Calvario, pero ellos todavía no han sido lavados con la Sangre de Cristo, porque no lo han recibido.
Y toda persona que no ha recibido a Cristo como su Salvador, todavía no ha sido lavado con la Sangre de Cristo nuestro Salvador. Por lo tanto, toda persona que quiere ser limpio de todo pecado necesita la Sangre de Cristo, que lo limpie de todo pecado.
¿Cuántos ya han sido lavados con la Sangre de Cristo? Esa es una bendición grande para todos ustedes y para mí también, hemos sido justificados delante de Dios, como si nunca en la vida hubiésemos pecado.
Por lo cual dice San Juan, capítulo 5, Primera de Juan, capítulo 5, verso 13 (que no lo leí):
“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”
La buena noticia es que todas las personas que han recibido a Cristo como nuestro Salvador, han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo, han sido bautizados en agua en Su Nombre y han recibido el Espíritu Santo, la buena noticia es que tienen Vida eterna, y esta vida está escondida ¿en quién? En Jesucristo nuestro Salvador. Teniendo a Cristo en nuestra alma, en nuestro corazón tenemos la Vida eterna aquí en nuestra alma.
Y ahora, toda persona que no tiene al Hijo, a Jesucristo, no tiene la vida, por lo tanto no tiene esperanzas de una Vida eterna después de esta vida terrenal; pero por cuanto está vivo todavía y la Misericordia todavía está abierta en el Cielo para todo ser humano que quiera Vida eterna, esta es la oportunidad para recibir Vida eterna, para que sus pecados sean lavados con la Sangre de Cristo, y así sea reconciliado con Dios.
Por lo tanto, toda persona que desea que Cristo lave sus pecados con Su Sangre y le dé Vida eterna (a la persona), ésta es la oportunidad para pedirle a Cristo que lo salve, recibir a Cristo como su único y su suficiente Salvador; y estará orando por ustedes el Misionero, Rvdo. Miguel Bermúdez Marín, para que Cristo les reciba, les salve, y les bendiga y les dé Vida eterna, y los coloque en Su Reino.
Dejo nuevamente al Rvdo. Miguel Bermúdez Marín para que ore por todas las personas que quieren que Cristo perdone sus pecados y los limpie de todo pecado, todas las personas lo pueden hacer recibiendo a Cristo como su Salvador, que es la Luz del nuevo día.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de: “LA LUZ DEL NUEVO DÍA.”
Muchas gracias por vuestra amable atención amados amigos y hermanos presentes, y que las bendiciones de Cristo, el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, sigan derramándose sobre vuestras almas; y pronto se complete el número de los escogidos de Dios y pronto todos seamos transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y con nosotros nuevamente el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín para orar por las personas que quieren vivir eternamente, que quieren Vida eterna de parte de Cristo, la Luz del mundo, el cual es la Luz del nuevo día.
Con nosotros nuestro amigo y hermano, el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín.
“LA LUZ DEL NUEVO DÍA.”