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La Gracia de Dios Manifestada 2002-06-27 1 Santa Engracia Hidalgo Tamaulipas MX 00:00:00 false

Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión: 27 de Junio, igual a la otra ocasión en que estuve con ustedes (según escuché), y con el tema parecido o igual pero con un poquito más, ya que el lugar se llama también así: Santa Engracia. Así que es realmente una bendición grande estar en este lugar, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo bajo el tema: “LA GRACIA DE DIOS MANIFESTADA.” Reciban también saludos de mi esposa Erica, y también de mis niñas América y Yahannah Gabriel.

Dice San Pablo en Efesios, capítulo 2, verso 4 al 10:

Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó,

aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos),

y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,

para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;

no por obras, para que nadie se gloríe.

Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.”

LA GRACIA DE DIOS MANIFESTADA.”

La Gracia de Dios, el favor inmerecido de Dios para con nosotros, el Amor inmerecido de Dios para con nosotros, ha sido manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Nuestro amado Señor Jesucristo es la Gracia de Dios manifestada para todos nosotros, es el favor de Dios para todos nosotros, para que nuestros pecados sean perdonados y limpiados con la Sangre de Cristo, y obtengamos la salvación y Vida eterna, la cual nadie puede comprar con dinero; es por Gracia, sin dinero, que usted la puede obtener, y la puede obtener solamente de UNA PERSONA, y esa persona se llama NUESTRO AMADO SEÑOR JESUCRISTO.

¿Por qué necesitamos recibir a Cristo como nuestro Salvador? Porque la Gracia de Dios ha sido manifestada en toda Su plenitud en y a través de Jesucristo nuestro Salvador. Cuando usted recibe a Cristo como su Salvador, usted está recibiendo la Gracia de Dios manifestada.

Y ahora, se manifiesta por usted, y usted recibe la salvación y la Vida eterna, cuando usted lo acepta, lo recibe como su Salvador; por las obras de la Ley ninguna persona es justificada ante Dios, somos justificados ante Dios y con Dios por medio de la fe en Jesucristo nuestro Salvador. Por eso por Gracia somos salvos. No porque usted se la ganó, es Cristo el que nos ha dado la Salvación y la Vida eterna.

Dios por medio de Cristo nos ha dado salvación y Vida eterna, por lo tanto es por Gracia, por la Gracia de Dios manifestada en Jesucristo nuestro Salvador. El ser humano al pecar en el Huerto del Edén, perdió las bendiciones de Dios. “Por cuanto todos pecaron, todos están destituidos de la Gloria de Dios.” Dice San Pablo en Romanos, capítulo 3, verso 23. Y en Romanos, capítulo... vamos a ver el otro lugar de Romanos, capítulo 6, verso 23, dice... aun un poquito antes, verso 20 al 23, dice de Romanos, capítulo 6:

Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia.

¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte.

Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.

Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”

La dádiva de Dios es Vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro. Usted no puede obtener Vida eterna, a menos que sea por medio de Jesucristo nuestro Salvador, porque Cristo es la Gracia de Dios manifestada en favor de todos nosotros y para todos nosotros. Cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador, estamos recibiendo la Gracia de Dios, y estamos obteniendo el perdón de nuestros pecados, y estamos obteniendo salvación y Vida eterna, porque el Hijo del Hombre, Jesucristo, vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Eso está en San Mateo, capítulo 10. San Mateo, capítulo 10, y también en Lucas 19:10. Lucas 19:10 y San Mateo (más bien) 18... San Mateo 18:11, dice:

Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido.”

Y en Lucas 19:10 también nos habla de esto, diciéndonos:

Porque...” Eso fue cuando fue a la casa de Saqueo... capítulo 19, verso 9 al 10, dice:

Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.

Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”

Jesucristo, la Gracia de Dios manifestada, vino para salvación y Vida eterna de todos los que se habían perdido, porque El vino a buscar y a salvar pecadores.

Ahora, podemos ver que el ser humano al caer en el Huerto del Edén perdió el Título de Propiedad y regresó a la mano de Dios, pero el diablo se apoderó de toda la herencia del ser humano, del planeta Tierra con todo lo que contenía. Pero el ser humano sería restaurado a la Vida eterna, el ser humano perdió la Vida eterna, perdió el derecho a seguir viviendo en el cuerpo físico que Dios le dio, y entonces comenzó a contarle el tiempo, y viviría un lapso de tiempo solamente.

Adán no llegó a la Adopción estando en su cuerpo de carne, si hubiera llegado a la Adopción, ya de ahí en adelante no moriría, pero no llegó a la Adopción.

Ahora, el ser humano será restaurado a todo lo que perdió Adán y Eva en la caída. El ser humano al nacer en la Tierra por medio de sus padres terrenales, obtiene un cuerpo mortal, corruptible, temporal, y obtiene un espíritu del mundo, para lo cual lo hace mortal, y vive una cantidad de tiempo solamente aquí en la Tierra, tiempo suficiente para hacer contacto con el Programa Divino, y recibir la Gracia de Dios, que es Cristo nuestro Salvador.

Por Gracia somos salvos, no es que usted tenga méritos para ser salvo y vivir eternamente. No, es por la Gracia de Dios que ha sido manifestada en favor de todos nosotros. Por eso es que todo ser humano necesita a Cristo, necesita recibir a Cristo como su Salvador.

Ahora, es muy importante saber que Dios va a destruir en el lago de fuego a todos los pecadores.

¿Y cómo se puede hacer para no ser destruido? Pues recibir la Gracia de Dios, que es Jesucristo nuestro Salvador, y entonces la persona recibe el perdón de sus pecados, y es justificado y santificado, queda como si nunca en la vida hubiese pecado, y entonces la persona recibe de parte de Dios la salvación y la Vida eterna.

Cristo dijo en San Juan, capítulo 14, verso 6:

Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida; y nadie viene al Padre sino por mí.”

Por lo tanto, no busque usted otro camino, ni siquiera piense de que porque usted es una persona buena, eso le da derecho a vivir eternamente, no, lo que nos da derecho a vivir eternamente es que hemos recibido la Gracia de Dios, hemos recibido a Jesucristo como nuestro Salvador, y El nos ha limpiado con Su Sangre preciosa y nos ha justificado, nos ha dejado como si nunca en la vida hubiésemos pecado.

Por eso es que necesita todo ser humano recibir a Cristo como su Salvador. El ser humano sin Cristo está perdido, el ser humano sin Cristo se dirige al infierno, el lago de fuego. El ser humano sin Cristo se dirige a la ira de Dios, donde serán destruidos por la ira de Dios todos los pecadores. Pero para quitar los pecados solamente hay una cosa: Cristo con Su Sangre, el cual nos limpia con Su Sangre de todo pecado, no hay otra forma. Y gracias a Dios que no hay otra forma, hay una sola, y es suficiente para todo ser humano.

Cristo está en el Trono del Padre, haciendo intercesión con Su propia Sangre, por toda persona que lo recibe como su Salvador.

Desde el día que Cristo murió en la Cruz del Calvario, la Gracia de Dios fue extendida para todo ser humano, estaba en Cristo, y de la muerte de Cristo en adelante ha estado extendida para que todo ser humano pueda recibir la Gracia de Dios, pueda obtener el perdón de sus pecados, y pueda ser salvo y vivir eternamente.

Vean en Romanos, capítulo 5, verso 8 en adelante, dice San Pablo:

Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.

Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.

Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.

Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.”

Por medio de Cristo hemos sido reconciliados con Dios, y esta es una bendición muy grande para todos nosotros. Ya estamos reconciliados con Dios, por consiguiente tenemos Vida eterna, hemos sido restaurados a la Vida eterna, tenemos Vida eterna espiritual, pronto vamos a recibir Vida eterna física cuando seamos transformados y recibamos el nuevo cuerpo, eterno, inmortal e incorruptible, igual al cuerpo glorificado de nuestro amado Señor Jesucristo.

Ahora, podemos ver la bendición tan grande que hay en recibir la Gracia de Dios. Por Gracia somos salvos, no por obras nuestras sino por Gracia, por la fe en Cristo nuestro Salvador.

Y ahora, está escrito que: “El que invocare el Nombre del Señor será salvo.” Por lo tanto, la persona que recibe a Cristo como su Salvador, ha invocado el Nombre del Señor, pidiéndole a Cristo que lo perdone, lo salve; y esa persona ha recibido la Gracia de Dios.

Y ahora, esto fue mostrado en el día de la expiación que el pueblo hebreo realizaba el día diez del mes séptimo de cada año. Vean lo que sucedía, en Levítico, capítulo 23, verso 26 al 32, dice... esta es una de las fiestas que Dios le dio al pueblo hebreo, dice:

También habló Jehová a Moisés, diciendo:

A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.

Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.

Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.”

Esta fiesta de la expiación es en donde el sumo sacerdote sacrificaba el macho cabrio de la expiación y la sangre la tomaba en una vasija y llevaba, iba al lugar santísimo con esa sangre, y esparcía con su dedo siete veces sobre el propiciatorio. Ese día todos los hijos del pueblo hebreo, todos los hebreos, tenían que estar afligidos en sus almas por haber pecado ante Dios, por haber pecado contra Dios, al violar las leyes divinas.

Y ellos con su fe puesta en el sacrificio de la expiación que se llevaría a cabo ese día, esperaban obtener el perdón de sus pecados, y ser reconciliados con Dios por un año más. Y el sumo sacerdote era el que se encargaba de realizar esa obra de intercesión en el lugar santísimo del templo que construyó Moisés, ese tabernáculo, y también en el templo que construyó el rey Salomón. No podía hacer esa labor de intercesión (con la sangre de la expiación) cualquier sacerdote, sino el sumo sacerdote, y tenía que ser con la sangre señalada para la expiación.

Ese día diez del mes séptimo, el día de la expiación, era el día del perdón, y el que no se arrepintiera de sus pecados, afligido en su alma por haber pecado contra Dios, sería cortado del pueblo; o sea, que la labor de intercesión que estaría haciendo el sumo sacerdote no obraría en favor de la persona que no se arrepintiera, la muerte del macho cabrío de la expiación no obraría en favor de las personas que no se arrepintieran; tenía que estar arrepentida de sus pecados, y haberse afligido, estar afligidos por haber pecado ante Dios.

Luego que el sumo sacerdote realizaba todas las labores de ese día en el templo, entrando al lugar santísimo las ocasiones que tenía que entrar, luego que terminaba sus labores y salía por última vez del lugar santísimo, el pueblo se regocijaba, porque se había realizado la obra de la expiación y Dios había aceptado la sangre de la expiación, y había aceptado la labor de intercesión que realizó el sumo sacerdote, el cual tenía que hacerla conforme a lo que estaba establecido en la ley divina; no podía violar ninguna de las ordenanzas divinas para la labor de intercesión, si las alteraba Dios no aceptaba esa intercesión, y entonces el pueblo no quedaba reconciliado, y por consiguiente el juicio divino vendría sobre el pueblo hebreo durante todo ese año, y sería un año muy terrible para el pueblo.

Toda persona que no se arrepintiera ese día de la expiación sería cortada del pueblo, o sea, que durante ese año esa persona moría, Dios lo cortaba, perdía el derecho a pertenecer al pueblo de Dios; y el día de la expiación y el macho cabrío de la expiación, todo eso es tipo de Cristo muriendo en la Cruz del Calvario, como el macho cabrío de la expiación, El también es el Cordero de Dios. ¿Ven? Todos esos tipos y figuras de los sacrificios de animalitos del Antiguo Testamento se cumplen en Jesucristo nuestro Salvador.

Y ahora, desde la muerte de Cristo en adelante, desde ese día comenzó el Día de la Expiación en el Cielo, y por eso Cristo tuvo que venir a la Tierra para morir en ese día exacto en el cual en el Cielo se requería que muriera una persona justa, sin pecado, por la raza humana, o sino la raza humana moriría. Cristo dijo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda; pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva (o sea, muchos hijos e hijas de Dios).”

Y ahora, Cristo al morir, recuerden que El es, tanto el Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo, como dijo Juan: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.” Como también Cristo es el Macho Cabrio de la Expiación, para quitar nuestros pecados y reconciliarnos con Dios; el Día de la Expiación es el Día de la reconciliación, es el Día del perdón, para así ser reconciliados con Dios.

Y desde que Cristo murió en la Cruz del Calvario, comenzó en el Cielo el Día de la Expiación, y por consiguiente, Día del perdón y reconciliación del ser humano con Dios. Por eso es que se predica el Evangelio de Cristo, se le da a conocer la Obra Redentora de Cristo en la Cruz del Calvario, y se le ofrece al ser humano la oportunidad de que arrepentido de sus pecados, reciba a Cristo como su Salvador, para que así sea perdonado de todos sus pecados, y sea reconciliado con Dios.

Si la persona deja pasar esa oportunidad mientras vive aquí en la Tierra, ya después no tendrá otra oportunidad de decir: “Yo quiero el perdón de mis pecados, yo quiero ser reconciliado con Dios.” No, a donde va la persona cuando muere, no hay ya oportunidad para decir que quiere recibir a Cristo como su Salvador, es aquí mientras vivimos en esta dimensión terrenal.

Y ahora, Cristo ascendió al Cielo victorioso y llevó Su propia Sangre, porque Cristo también es el Sumo Sacerdote, y como Sumo Sacerdote El llevó Su propia Sangre de Su propio Sacrificio, y la colocó en el Cielo, en el Lugar Santísimo del Templo Celestial, en el Trono de Dios.

Y por estos dos mil años aproximadamente ha estado haciendo intercesión por el pueblo de Dios, ha estado haciendo intercesión por todo ser humano que lo recibe como su Salvador, ha estado haciendo intercesión por toda persona que tiene su nombre escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, el cual viene a la Tierra a vivir en cuerpo mortal, corruptible y temporal, para hacer contacto con Cristo y Su Programa de Redención, para obtener el perdón de sus pecados y ser reconciliado con Dios, y tener derecho a vivir eternamente.

El que no aprovecha esa oportunidad pierde el derecho a vivir eternamente, es cortado del pueblo de Dios, y por consiguiente no vivirá ni en el Reino Milenial de Cristo ni en la Eternidad con Cristo, ¿por qué? Porque no afligió su alma y no se arrepintió de sus pecados, para recibir el perdón de sus pecados, y ser reconciliado con Dios.

Toda persona tiene la oportunidad de ser reconciliada con Dios, y así recibir la Gracia de Dios manifestada, para que la Gracia de Dios sea manifestada en el alma de usted, de cada uno de ustedes y también en mi alma.

Y ahora, vean cómo el día de la expiación del día diez del mes séptimo de cada año del pueblo hebreo, de esa fiesta del pueblo hebreo, tipificaba todo este lapso de tiempo que estamos viviendo desde la crucifixión de Cristo hacia acá.

Pero así como el día de la expiación tenía cierta cantidad de horas, y cuando terminaban esas horas, en donde ya también el sumo sacerdote terminaba sus labores, luego ya no había oportunidad para ninguna persona que luego quisiera arrepentirse; tenía que hacerlo cuando el sumo sacerdote estaba en sus funciones, ese día era para arrepentirse cada persona de sus pecados, y para afligir su alma por haber pecado ante Dios, y pedir perdón a Dios por sus pecados, para así ser perdonado y ser reconciliado con Dios, y así los pecados de la persona ser colocados en el macho cabrío.

Ahora, la muerte del macho cabrío es la muerte de Cristo, tipifica la muerte de Cristo. Dios cargó en Cristo nuestros pecados, Cristo murió por nuestros pecados como el macho cabrío de la expiación moría por los pecados del pueblo.

Y luego, el sumo sacerdote luego que terminaba esas labores de llevar la sangre al lugar santísimo y esparcir sobre el lugar santísimo, luego salía y tomaba el otro macho cabrío, que era por Azazel, y colocaba las manos, el sumo sacerdote colocaba las manos sobre la cabeza del macho cabrío que no era sacrificado, sino que permanecía vivo, y confesaba los pecados del pueblo sobre ese macho cabrío, y luego era llevado por un hombre asignado para ese propósito, era llevado al desierto, y así los pecados del pueblo eran llevados lejos.

Y Cristo tomó nuestros pecados y los llevó lejos; cuando Cristo murió por nuestros pecados, a causa de nuestros pecados; luego nuestros pecados los llevó al infierno, al diablo, que fue el originador, y cuando regresó, Cristo cuando resucitó, resucitó justificado, o sea, resucitó sin nuestros pecados, porque los dejó en el infierno, los dejó, los llevó lejos al infierno, regresaron al originador del pecado que fue el diablo.

Y cuando confesamos a Cristo nuestros pecados, la Sangre de Cristo desintegra el pecado y los regresa al dueño original, que es el diablo. Por eso es tan importante confesar a Cristo nuestros pecados: porque nadie quiere tener sus pecados en sí, sino que quiere salir de sus pecados.

¿Cómo salimos de nuestros pecados? Por medio de Cristo, por medio de Cristo que es la Gracia de Dios extendida a todos nosotros. El que se quede con sus pecados morirá por sus pecados, pero el que los confiesa a Cristo, pues ya Cristo murió por nuestros pecados, y nosotros entonces tenemos derecho a vivir eternamente en el Reino de Cristo.

Y ahora, vean ustedes cómo el macho cabrío de la expiación que era sacrificado, y el otro macho cabrío por Azazel, ambos representan a Cristo. El macho cabrío de la expiación representa a Cristo, el cuerpo físico que fue sacrificado, el otro macho cabrío por Azazel, representa a Cristo en Su cuerpo angelical teofánico; el cuerpo angelical teofánico no fue crucificado, en ese cuerpo fue Cristo al infierno y predicó a las almas encarceladas, los espíritus encarcelados que fueron desobedientes en el tiempo de Noé cuando se preparaba el arca, donde ocho personas fueron salvas por agua; Cristo les predicó no para salvación, sino les predicó confirmándoles que el Mensaje de Noé era correcto, y que por incrédulos ellos fueron destruídos por el diluvio y fueron llevados al infierno en cuerpo espiritual.

Ahora, podemos ver que luego Cristo resucitó, Cristo le quitó las llaves del infierno y de la muerte al diablo, y resucitó, salió del infierno, pasó al Paraíso, y en el Paraíso estaban los santos del Antiguo Testamento que habían realizado los sacrificios por el pecado con animalitos, y lo estaban esperando allí; ellos tenían sus pecados cubiertos con la Sangre de aquellos animalitos, pero cuando Cristo murió en la Cruz del Calvario, la Sangre de Cristo al ser derramada limpió los pecados de los santos del Antiguo Testamento también, por lo tanto, ya estaban sin pecados, y Cristo los sacó del Seno de Abraham, los resucitó; cuando Cristo resucitó, resucitaron con Cristo, se levantaron los santos del Antiguo Testamento y aparecieron a muchos en la ciudad de Jerusalén, dice San Mateo, capítulo 26, verso 51 en adelante (o capítulo 27 más bien). Capítulo 27 de San Mateo, verso 51 en adelante, dice:

Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron;

y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;

y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él (o sea, después de la resurrección de Cristo, fue que salieron de los sepulcros), vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.”

Ahora, podemos ver lo que sucedió con aquellos santos del Antiguo Testamento que habían ofrecido a Dios sacrificios por el pecado, esos sacrificios representaban a Cristo y el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, era el tipo y figura, la sombra.

Y ahora, si en el tipo y figura fue así tan glorioso, cuánto más la realidad del Sacrificio por el pecado realizado por Cristo nuestro Salvador en la Cruz del Calvario. La Sangre de Cristo no cubre nuestros pecados, la Sangre de Cristo quita nuestros pecados, nos limpia de todo pecado, desintegra nuestros pecados y los envía al diablo que fue el originador.

Por lo tanto, toda persona necesita a Cristo, necesita recibir a Cristo, para que Cristo quite sus pecados, para que Cristo lo lave con Su Sangre. Ya el Sacrificio por el pecado fue hecho, lo que necesita la persona es aceptarlo, al aceptarlo se convierte en realidad en la persona el Sacrificio de Cristo y Su Sangre le limpia de todo pecado.

Por lo tanto, toda persona necesita recibir la Gracia de Dios manifestada, para que sea manifestada en su alma, en su vida, la Gracia de Dios, que es Cristo nuestro Salvador, el don inmerecido de Dios para nosotros; un don inmerecido, que no merecíamos, lo ha dado Dios para nosotros, para salvación y Vida eterna.

Todo ser humano necesita recibir a Cristo como su Salvador, porque todo ser humano necesita la Gracia de Dios, y necesita que la Gracia de Dios sea manifestada en su vida. Sin la Gracia de Dios manifestada en nuestra vida estamos perdidos, pero con la Gracia de Dios manifestada en nuestra vida estamos a salvo, y viviremos con Cristo por el milenio y por toda la eternidad.

Cuando haya entrado al Cuerpo Místico hasta el último escogido de Dios, cuando hasta el último escogido de Dios haya recibido la Gracia de Dios manifestada en su vida, se habrá completado la Iglesia del Señor Jesucristo, se habrá completado el Israel Celestial, el Israel espiritual, y entonces se habrá completado el Día de la Expiación, o sea, terminará el Día de la Expiación, terminará el Día de la reconciliación del ser humano con Dios.

Y el que no había recibido a Cristo como su Salvador, entonces no quedó reconciliado con Dios, y tendrá que atenerse a los juicios divinos que caerán durante la gran tribulación, y luego al juicio final, donde será juzgado y condenado y echado al lago de fuego; porque la ira de Dios está encendida contra los pecadores, y lo único que puede quitar nuestros pecados es la Sangre de Jesucristo, nuestro Salvador.

Por lo tanto, toda persona que aun no ha recibido a Cristo como su Salvador, pues no ha recibido la Gracia de Dios, y sus pecados no están perdonados, necesita entonces recibir a Cristo como su Salvador. Dice en San Lucas, capítulo 24, versos 46 en adelante:

Y les dijo (Cristo a Sus discípulos)...

Y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día;

y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.

Y vosotros sois testigos de estas cosas.”

El arrepentimiento y el perdón de los pecados se predica en el Nombre del Señor Jesucristo, para que las personas se arrepientan de sus pecados, y reciban a Cristo como su Salvador, el cual perdona sus pecados y los quita con su Sangre preciosa. En San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16, dijo Jesucristo luego de resucitado:

Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Toda persona que quiere ser salvo y vivir eternamente en el Reino de Dios, necesita creer en Jesucristo, nuestro Salvador, recibirlo como su Salvador, y arrepentido de sus pecados ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y luego Cristo le dará el bautismo del Espíritu Santo, y así la persona obtendrá el nuevo nacimiento; porque ninguna persona puede entrar al Reino de Dios, si no nace de nuevo, dijo Cristo a Nicodemo en San Juan (Evangelio según San Juan), capítulo 3, donde dice verso 3 en adelante:

Respondió Jesús y le dijo (¿a quién? A Nicodemo): De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios (o sea, que no lo puede entender).

Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?

Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.

Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.”

Por lo tanto, toda persona tiene que nacer de nuevo, porque el nacimiento que obtuvimos por medio de nuestros padres terrenales nos colocó en una raza caída, una raza caída, una raza pecadora destituida de la gloria de Dios. Por eso se requiere el nuevo nacimiento: para así nacer en el Reino de Cristo, nuestro Salvador, y obtenemos el nuevo nacimiento espiritual primero, y después obtendremos el cuerpo nuevo y eterno y glorificado; o sea, que se comienza en el campo espiritual primero, y luego vendrá la parte física, que será la resurrección de los muertos creyentes en Cristo que han partido, y la transformación de nosotros los que vivimos.

Ahora, hemos visto porqué es que se predica el Evangelio de la Gracia de Cristo, y se le da a las personas la oportunidad de recibir a Cristo como su Salvador, y la persona de todo corazón está llamado a recibir a Cristo como su Salvador, sin nadie obligarlo; la persona es la que tiene necesidad de que Cristo lo salve, como Pedro cuando se estaba hundiendo en el mar embravecido, Pedro dijo: “¡Sálvame Señor que perezco!” Y Cristo extendió Su mano y lo salvó, lo sacó de las aguas.

Y el ser humano se encuentra en esa misma condición. Pero necesita clamar a Cristo: “¡Señor sálvame, yo te recibo como mi Salvador!” Y Cristo por cuanto ya hizo Su Obra de Redención, de Salvación en la Cruz del Calvario, extiende Su mano y lo recibe, y así los pecados de la persona son perdonados, y la persona es justificada, queda como si nunca en la vida hubiese pecado, porque la Sangre de Cristo nos limpia de todo pecado, y nos coloca con Dios reconciliados, nos coloca en la Vida eterna para vivir en el Reino de Cristo por toda la eternidad.

Si nuestro cuerpo físico muere, eso no es ningún problema, nuestra alma continuará viviendo en el cuerpo angelical teofánico, en el Paraíso, que es la sexta dimensión; y cuando Cristo termine de completar Su Iglesia, resucitará los creyentes que han partido, y ahí estará usted, si tiene que partir de esta Tierra; pero si permanece vivo hasta ese momento, entonces será transformado, y entonces tendrá un cuerpo glorificado, igual al cuerpo glorificado de nuestro amado Señor Jesucristo.

Ahora, pueden ver todas las bendiciones que Dios nos da por medio de Su Gracia, de Su don inmerecido para nosotros, pero que El por amor a nosotros nos ha dado Su Gracia para darnos salvación y Vida eterna. “Por Gracia sois salvos.” Por Gracia somos salvos por la fe en Cristo nuestro Salvador.

La vida aquí en la Tierra es corta, una persona que pueda vivir en la actualidad cien años ha vivido demasiado y se le hace difícil continuar viviendo, porque ya su cuerpo está muy agotado. Pero los años que Dios nos da para vivir en esta Tierra, es para que los aprovechemos y recibamos a Cristo como nuestro Salvador, para así ser restaurados a la Vida eterna, y podamos vivir eternamente con Jesucristo nuestro Salvador en Su Reino. ¿Ven que tiene un propósito nuestra vida aquí en la Tierra?

El propósito no es nacer, comer, dormir, estudiar, luego trabajar, seguir viviendo, ir poniéndose uno viejo y después morir, eso sería algo como los animales que no tienen entendimiento y llevan una vida sin una meta, sin un futuro. Pero el ser humano necesita comprender que hay un futuro para el ser humano, glorioso, el cual solamente Cristo puede darle al ser humano, de otra forma la persona perecerá, dejará de existir para siempre.

Y ninguna persona desea dejar de existir, todos deseamos existir eternamente, y hay una forma: recibiendo la Gracia de Dios, recibiendo a Jesucristo, el don inmerecido que El nos ha dado para darnos Vida eterna, porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Sin Cristo la persona está perdida, pero con Cristo la persona está salva, y tiene Vida eterna. Así como Dios envió a Sus Apóstoles y a Sus Angeles Mensajeros de cada edad; para dar testimonio de la Redención realizada por Cristo y de la Obra de Intercesión que Cristo ha estado llevando a cabo en el Cielo, para el tiempo final también Cristo tendrá un Mensajero del cual dice en Apocalipsis, capítulo 22, verso 16:

Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias.”

Por lo tanto, toda persona tiene la oportunidad de arrepentirse de sus pecados, recibir el perdón de sus pecados, y ser reconciliado con Dios, porque todavía estamos viviendo en el Día del perdón en el Templo Celestial; así como era el día del perdón el día diez del mes séptimo de cada año en medio del pueblo hebreo. Por eso es que la Dispensación que comenzó en los tiempos de Jesús y los Apóstoles se llama: “La Dispensación de la Gracia,” donde el ser humano puede recibir la Gracia de Dios, donde el ser humano puede recibir la Misericordia de Dios, el perdón de Dios, y puede ser reconciliado con Dios.

Pero algún día se cerrará la Puerta de la Misericordia, y ya de ahí en adelante ningún ser humano podrá obtener perdón de Dios, y no podrá ser reconciliado con Dios, tendrán que pagar por sus pecados, porque no aceptaron a Cristo, el que pagó por nuestros pecados.

Y ahora, los que han recibido a Cristo como su Salvador, han recibido la Gracia de Dios, y tienen salvación y Vida eterna.

¿Dónde están los que han recibido la Gracia de Dios manifestada y está manifestada en sus almas? (Nota - Los hermanos de la congregación responden: “¡Amén!”) Aquí estamos en esta ocasión, glorificando a Dios y escuchando Su Palabra.

Si hay también algunos que todavía no han recibido la Gracia de Dios, que todavía no han recibido a Cristo como su Salvador, para obtener el perdón de sus pecados y obtener la reconciliación con Dios a través de Jesucristo, y obtener salvación y Vida eterna, tendrán la oportunidad en esta ocasión, para hacerlo levantando su mano para que nuestro hermano Bermúdez ore por ustedes, y Cristo perdone sus pecados, y Cristo los reconcilie con Dios.

Ha sido para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de: “LA GRACIA DE DIOS MANIFESTADA.”

Que las bendiciones de Cristo, el Angel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y que la Gracia de Dios a través de Cristo permanezca manifestada en vuestras almas, en vuestros corazones todos los días de vuestra vida terrenal y por toda la eternidad; y pronto se complete el número de los escogidos de Dios en el Cuerpo Místico de Cristo, y pronto Cristo se levante del Trono del Padre, resucite a los muertos creyentes en El en cuerpos glorificados, y nos transforme a nosotros los que vivimos, y nos lleve con El a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes, dándoles testimonio de: “LA GRACIA DE DIOS MANIFESTADA.”

Muchas gracias por vuestra amable atención, y pasen todos muy buenas tardes. Con ustedes nuevamente el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín, para orar por las personas que han reconocido que necesitan a Cristo como su Salvador, y que nunca antes lo han recibido como su Salvador. Con nosotros el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín, para esta parte tan importante de orar por las personas que desean recibir a Cristo como su Salvador.

LA GRACIA DE DIOS MANIFESTADA.”