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| Jesucristo ha resucitado | 2001-04-15 | 1 | Cayey | PR | 00:00:00 | false |
Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición grande estar con ustedes en este domingo de resurrección, en el cual conmemoramos la resurrección de Jesucristo nuestro Salvador, el Hombre más importante que ha pisado este planeta Tierra. Leemos en Primera de Corintios, capítulo 15, versos 20 en adelante, donde dice el Apóstol San Pablo:
“Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.
Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos.
Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.
Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.
Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia.
Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.
Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.
Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas.
Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema para esta ocasión es: “JESUCRISTO HA RESUCITADO.”
Y esas son las buenas noticias para todos nosotros: Que Jesucristo ha resucitado.
Nuestro amado Señor Jesucristo es el Angel del Pacto, el Angel de Jehová, que en el Antiguo Testamento apareció a Adán, a Set, a Enoc, a Noé, a Abraham, a Moisés, y a todos los Profetas, como Elías y demás Profetas del Antiguo Testamento. El aparecía en la forma de un hombre de otra dimensión, de la sexta dimensión. Y ese hombre de la sexta dimensión, llamado el Angel de Jehová o Angel del Pacto, es el hombre de la sexta dimensión en el cual Dios ha morado y a través del cual Dios creó todo el Universo, toda la Creación. Es llamado el Verbo que era con Dios y era Dios, en San Juan, capítulo 1, verso 1 en adelante, y en San Juan, capítulo 1, ahí mismo dice:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.”
Dice (vamos a leerlo directamente):
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.”
Todo fue hecho por el Verbo que era con Dios y era Dios. Aparentemente se trata aquí de dos personas: el Verbo que era con Dios y creó todas las cosas. Pero cuando dice “que era con Dios y era Dios,” entonces podemos comprender que era Dios y era con Dios, porque es el cuerpo angelical de Dios, en donde Dios estaba morando.
Y luego en este mismo capítulo 1, verso 14, dice:
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”
Y ahora, el Verbo se hizo carne y habitó en medio de la raza humana, en medio del pueblo hebreo, y fue conocido por el nombre de Jesús. En el capítulo 8 de San Juan (también el mismo Cristo hablando), versos 56 en adelante, dice:
“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy (pensaron que estaba loco Jesús).
Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue.”
Un hombre que le diga a las demás personas que Abraham había visto Su día y que se había gozado al ver Su día, lo cual ocurrió realmente cuando Abraham vio a Elohím y a los otros dos varones que andaban con Elohím, los cuales eran Gabriel y Miguel, los cuales visitaron a Abraham el día antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra en el capítulo 18 del Génesis; y en el capítulo 19, ya vino la destrucción de Sodoma y de Gomorra.
Ahora, el día antes de la víspera de la destrucción de Sodoma y Gomorra, le aparecieron Elohím, Gabriel y Miguel, a Abraham, y comieron con Abraham, Abraham les preparó una becerra, una ternera, con todo lo que conlleva una buena comida para tan importantes visitantes; pudieron comer porque estaban en cuerpos de carne creados por Dios del polvo de la Tierra para visitar a Abraham.
Por eso cuando Cristo habla de la Venida del Hijo del Hombre para este tiempo final, dice que será como en los días de Lot. Los días de Lot vino en esos días la destrucción de Sodoma y Gomorra con fuego y azufre, lo cual es tipo y figura de la destrucción que vendrá con fuego atómico en el día en que Dios traerá el juicio divino sobre la raza humana. O sea, que el juicio divino de la gran tribulación y durante el tiempo de la gran tribulación será terrible para la raza humana, como fue terrible para los habitantes de Sodoma y de Gomorra.
En el capítulo 4, verso 1 de Malaquías, dice:
“Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama.”
Eso es el fuego atómico que se va a desatar sobre la raza humana, y fuego volcánico también, y fuego del sol también. Pero para los que han recibido al Cristo resucitado, la bendición será grande:
“Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada.”
Esta es la bendición para los escogidos de Dios que estarán viviendo en este tiempo final: “A los que temen mi Nombre (dice) nacerá el Sol de Justicia.” O sea, nacerá la Segunda Venida de Cristo. ¿Para qué? Para Salvación. “Y en Sus alas traerá salvación,” la Redención del cuerpo para los que estamos vivos y permanezcamos vivos hasta la resurrección de los muertos en Cristo, en donde luego vendrá la transformación de nosotros los que vivimos.
Ahora, podemos ver que hay una bendición muy grande para todos los que pueden recibir al Cristo resucitado, a nuestro amado Salvador Jesucristo, el cual es nada menos que el Angel de Jehová, el Angel del Pacto, que se hizo hombre, se hizo carne, se hizo hombre en esta dimensión. El es un hombre de la sexta dimensión, llamado el Angel del Pacto o Angel de Jehová, el cual creó el Universo completo, y en el cual ha estado Dios siempre en toda Su plenitud. Pero luego se hizo un cuerpo de carne para visitar la raza humana y redimir al ser humano. Y ese cuerpo de carne nació de la virgen María, porque en ella fue creado ese cuerpo de carne, cuando Dios creó una célula de vida en el vientre de María, cuando hizo sombra sobre María.
Y ahora, encontramos que el Señor Jesucristo es la Persona más importante que ha pisado este planeta Tierra, porque es nada menos que el Verbo que era con Dios, el Angel del Pacto, el Angel de Jehová hecho hombre en medio de la raza humana, para llevar a cabo la Obra de Redención, para (como Cordero de Dios) El entregar Su cuerpo físico en un Sacrificio para quitar el pecado del ser humano. Por eso la Escritura dice que la Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado.
Ninguna otra sangre puede limpiar al ser humano del pecado. La sangre de los animalitos que eran sacrificados en el Antiguo Testamento solamente cubrían el pecado de las personas. Pero la Sangre de Jesucristo no cubre el pecado, sino que lo quita.
Y ahora, vean ustedes porqué se llevaban a cabo aquellos sacrificios de animalitos en el Antiguo Testamento: era porque representaban, tipificaban a Jesucristo, el Cordero de Dios, que vendría a la Tierra y quitaría el pecado del ser humano. Y estando Dios en Jesucristo en toda Su plenitud, estando la divinidad en Jesús, estando la divinidad en un cuerpo de carne llamado Jesús, viene a ser Jesús el hombre, aquel cuerpo de carne, el velo de carne de Dios, el cuerpo físico de Dios.
Por lo tanto, Dios dio Su cuerpo físico en Sacrificio por todos nosotros. Dios se proveyó de un Sacrificio. El Sacrificio por el pecado que Dios se proveyó para quitar el pecado del mundo, fue Su propio cuerpo físico de carne, llamado Jesús. Por eso es que Jesús podía decir: “El Padre y Yo una cosa somos.” Como usted puede decir: “Mi alma y yo una cosa somos.” ¿Por qué? Porque usted es alma viviente, que es lo más importante en usted.
Eso es lo que en realidad es la persona: alma viviente; pero tiene un cuerpo físico para poder vivir en esta dimensión terrenal, y poder trabajar, poder hablar, poder manifestarse en esta dimensión terrenal. Si pierde el cuerpo físico, ya no puede estar manifestándose en esta dimensión, no puede estar trabajando, no puede estar compartiendo con su familia.
Esta dimensión - o este cuerpo físico es para nosotros hacer contacto con esta dimensión terrenal, y el cuerpo físico tiene cinco sentidos, los cuales usamos para manifestarnos en esta dimensión y hacer contacto en y con esta dimensión y con los seres que viven en esta dimensión.
Ahora, el cuerpo que tenemos es temporal, porque lo hemos obtenido luego de la caída del ser humano. Pero Dios en Su Programa tiene un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado para cada uno de aquellos que reciben al Cristo resucitado, nuestro amado Señor Jesucristo, como nuestro Salvador.
Y ahora, tendremos pronto un cuerpo físico y glorificado, conforme a la promesa divina, para vivir eternamente en un cuerpo en y a través del cual nos podremos comunicar con esta dimensión y con todas las dimensiones que estarán en existencia, y en el Reino Milenial y en la eternidad. Será un cuerpo glorificado igual al cuerpo glorificado de nuestro amado Señor Jesucristo.
Ahora, Jesucristo habiendo dado Su cuerpo físico en Sacrificio por el pecado, pues El tomó nuestros pecados, y a causa de tomar nuestros pecados se hizo mortal, para así el Grano de Trigo, que es Cristo, el Hijo del Hombre, caer en Tierra y morir (o sea, como el grano de trigo), para llevar mucho fruto, muchos hijos e hijas de Dios a imagen y semejanza de ese Hijo de Dios, de ese grano de Trigo, de Jesucristo nuestro Salvador. Por eso es que todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo serán a imagen (ese es el cuerpo teofánico) y a semejanza de Jesucristo. Semejanza de Jesucristo, ese es el cuerpo físico, y la imagen es el cuerpo teofánico o angelical.
Por lo tanto, todos los creyentes en Cristo, en el Cristo resucitado, serán a imagen y semejanza del Cristo resucitado; tendremos un cuerpo angelical como el cuerpo angelical de Jesucristo. El cuerpo angelical de Jesucristo es el Angel del Pacto o Angel de Jehová; y esa misma clase de cuerpo es el que nosotros recibimos al nacer de nuevo. Y Cristo cuando resucitó, resucitó Su cuerpo en forma glorificada, en condición glorificada.
Ahora, vean ustedes, estuvo en la sepultura, luego de morir allí estuvo Su cuerpo; pero Cristo en Su cuerpo angelical, llamado el Angel del Pacto, descendió al infierno y predicó a las almas que allí estaban encarceladas, las cuales fueron desobedientes en el tiempo del Profeta Noé, mientras Noé preparaba el arca.
Dice Primera de Pedro, capítulo 3, verso 18 al 22:
“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu.”
O sea, que la muerte de Cristo fue en la carne, lo que murió fue Su cuerpo físico; pero Su cuerpo espiritual, que es el cuerpo angelical no murió, solamente Su cuerpo físico. Así como también la persona que vive en este planeta Tierra cuando muere, muere solamente su cuerpo físico, pero su cuerpo espiritual (que es de otra dimensión) sigue viviendo, hasta que sea juzgado en el juicio final, para lo cual será resucitada la persona al final del Reino Milenial para ser juzgada, y en el juicio final ser condenada si sale culpable.
Pero para los que están en Cristo el juicio que tenía que hacerse a nosotros, ya fue hecho cuando Cristo tomó nuestros pecados y fue juzgado y fue condenado y fue crucificado; estábamos en El desde antes de la fundación del mundo.
Por lo tanto, en toda la trayectoria de la vida de Cristo terrenal y de la vida de Cristo antes de venir en el cuerpo físico, estábamos nosotros en El y con El. Así como el cuerpo físico nuestro estaba en nuestro padre en forma de genes o espermatozoide, pero luego fue manifestado por medio de la unión de nuestra madre terrenal, y ahí se unió con el óvulo, y se formó nuestro cuerpo físico. Pero vean ustedes, usted no tenía ese cuerpo físico, estaba en su padre terrenal.
Y ahora, encontramos que nosotros estábamos en Dios desde antes de la fundación del mundo, eternamente. Y cuando de Dios salió el Verbo, el Logos, ese cuerpo angelical en el cual Dios moró, porque es el Logos, ese cuerpo teofánico que surge es el cuerpo angelical de Dios, es el Verbo que era con Dios y era Dios, por medio del cual Dios creó todas las cosas. Toda la Creación que Dios llevaría a cabo, estaba ¿dónde? En el Verbo. Ese es el origen de la creación.
Vean lo sencillo que es encontrar el origen de la Creación, el cual es Cristo, El es el origen de toda la Creación, de El surgió toda la Creación, porque Dios estaba en El. Y ese Verbo que era con Dios y era Dios es el cuerpo angelical de Dios. Y puede aparecer en la forma de una luz en cualquier momento que desee aparecer, y le acompaña a ese cuerpo angelical, a ese hombre, una luz; porque Dios hace a Sus Angeles Espíritus y a Sus ministros llama de fuego.
Le apareció una Luz a Moisés y era el Angel de Jehová, el Angel del Pacto, que le habló y lo envió para la liberación del pueblo hebreo. Y en el Nuevo Testamento le apareció una Luz a Saulo de Tarso, y Saulo reconoce que esa Luz es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Angel del Pacto; y cuando le pregunta, cuando le dice esa Luz: “ Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Esa Luz en el Libro de los Hechos, capítulo 9, le dice a Saulo de Tarso, al decirle: “¿Por qué me persigues? Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón.” Saulo pregunta... sabiendo que es Dios el que le está hablando, que es el Angel del Pacto, el mismo que le habló a Moisés y le dijo: “Moisés, Moisés.”
Y ahora, dice: “Saulo, Saulo...” Le pregunta: “¿Quién eres, Señor?” Y esa Luz le dice: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues.”
Y ahora, Cristo había dicho: “Salí de Dios y vuelvo a Dios, salí del Padre y vuelvo al Padre.”
Ahora, encontramos que Jesús vuelve a ser la Columna de Fuego, el Pilar de Fuego para manifestarse en medio de Su Iglesia. Pero Su cuerpo físico glorificado está en el Trono del Padre sentado, haciendo Intercesión por cada persona que tiene su nombre escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.
El había dicho al sumo sacerdote en San Mateo, capítulo 26, versos 63 al 68:
“Mas Jesús callaba (esto fue cuando estaba siendo juzgado por el sumo sacerdote y el concilio del sanedrín)...
Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.
Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.
Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia.
¿Qué os parece? Y respondiendo ellos, dijeron: ¡Es reo de muerte!
Entonces le escupieron en el rostro, y le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban,
diciendo: Profetízanos, Cristo, quién es el que te golpeó.”
Vean, así hicieron con Jesucristo nuestro Salvador cuando le juzgaron; y cuando le preguntan si es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, El dice que sí: “Tú lo has dicho (y dice), y además de esto, y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentando a la Diestra del Poder de Dios, y viniendo en las nubes del Cielo.” Por eso cuando Cristo hubo resucitado, El dijo: “Todo Poder me es dado en el Cielo y en la Tierra.”
Ahora, con la muerte de Cristo nuestros pecados fueron tomados por Cristo cuando El fue a morir, y murió por nuestros pecados. Pero si Cristo no resucitaba Su Sacrificio era nulo.
Pero ahora, el domingo de resurrección encontramos que Cristo resucitó. Ese domingo de resurrección encontramos que era el primer día de la semana, y el primer día de la semana se llevaba a cabo algo muy importante en medio del pueblo hebreo: y es aquí la fiesta de las primicias, que es la fiesta de la gavilla mecida, la cual representa la resurrección de Cristo, en donde la gavilla mecida es presentada a Dios.
Por lo tanto, Cristo resucitando de entre los muertos en domingo de resurrección se presentará a Dios para ser aceptado por Dios. Por eso es que en San Juan... vamos a ver aquí (luego vendremos aquí de nuevo) en San Juan, capítulo 20, verso 11 en adelante, dice... leemos el verso 1 también, 1 en adelante, dice (de San Juan, capítulo 20):
“El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro.
Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús (o sea, a Juan), y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.
Y salieron Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro.”
Recuerden que estamos leyendo en el Evangelio según San Juan, por lo tanto Juan omite su propio nombre, y no da el nombre del discípulo que fue con Pedro. Pero los demás evangelios sí habla acerca del que fue con Pedro, el cual era Juan el Apóstol. Dice:
“Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro (o sea, Pedro estaba ya... era mayor —lo más probable—, y quizás tenía algunas libras más que Juan; Juan era un joven; por lo tanto Juan estaba en mejores condiciones y podía correr más que Pedro).
Y bajándose a mirar (éste fue Juan), vio los lienzos puestos allí, pero no entró (o por miedo o porque no era una persona que en ese tiempo examinaba bien las cosas).
Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí.”
Y ahora Pedro, el cual examinaba bien las cosas, y como era una persona que tenía negocios, negocio de pesquería, tenía su embarcación; y ese era su negocio: pescar con su hermano Andrés, y eran compañeros también de Jacobo y Juan, los cuales también eran pescadores.
Ahora, así como Pedro examinaba los peces, ahora examina bien este caso de la desaparición del cuerpo de Jesús del sepulcro. Dice:
“Y bajándose a mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no entró.
Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí,
y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte.”
Si aquí encontramos los lienzos puestos allí y el sudario que estaba sobre Su cabeza enrollado, podemos ver que alguien quitó todo esto a Jesús, o El mismo. Recuerden que cuando El resucitó a Lázaro, también estaba todo enrollado con los lienzos y con el sudario, o todo lo que habían colocado. Y Jesús dice: “Desatadlo, quiten todo esto de él.” ¿No diría el Padre Celestial a estos Angeles también: “Desatadlo, quiten todos estos lienzos y este sudario de El.”?
“Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó.
Porque aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos.”
Vean, Cristo le había hablado a ellos en muchas ocasiones que El subiría a Jerusalén, sería tomado preso, sería juzgado, sería condenado, sería crucificado, condenado a la muerte y crucificado, y al tercer día El resucitaría. Cristo le habló de todas estas cosas pero ellos no habían entendido, hasta este momento en donde ven que ya no está en el sepulcro. Dice:
“Y volvieron los discípulos a los suyos (ahora, todavía no lo habían visto).
Pero María (o sea, María Magdalena)...
Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro.”
Ahora, recuerden que María al principio había visto la piedra quitada del sepulcro, pero no había visto los lienzos, no había entrado dentro del sepulcro, no había visto los lienzos ni había visto esta gran visión de los Angeles.
Ahora, cuando entra... miren, de Pedro y Juan no dice que ellos vieron los Angeles.
Pero ahora, recuerden que los Angeles están en otra dimensión; pueden dejarse ver o pueden obrar para que la persona los pueda ver, aunque las demás personas que estén presentes no los vean, pueden obrar con ciertas personas para que los puedan ver.
Ahora, María ¿qué hizo?:
“Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro (o sea, luego que Pedro y Juan salieron del sepulcro, ella se asomó para mirar también y ver lo que habían visto Pedro y Juan);
y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto.
Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.
Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús.”
¿Y cómo María Magdalena que había visto a Jesús por tanto tiempo, años de ministerio de Jesús?... durante esos tres años de ministerio de Jesús encontramos que María llegó al conocimiento de que Jesús era el Mesías, el Cristo, fue recibido, ella lo recibió, El la recibió a ella como parte del grupo de los creyentes, y ella conocía a Jesús.
Ahora, recuerden que Jesús cuando fue condenado por el sumo sacerdote y el concilio del sanedrín, le dieron de puñetazos y de bofetadas, de golpes, y le arrancaban también la barba, y desfiguraron todo Su rostro. Hay Escrituras en el Antiguo Testamento que hablan acerca de que El sería desfigurado, y no habría parecer en El. Luego, cuando El va a ser crucificado, también los soldados romanos le dan golpes con un palo, y también corona - le colocan una corona de espinas sobre Su cabeza.
Y ahora, cuando Cristo resucita, María Magdalena no lo reconoce, y los caminantes a Emaús tampoco lo reconocieron, aun Jesús estando hablando con ellos y caminando con ellos, y ellos viendo a Jesús, y no reconocen que es Jesús. Hay un misterio ahí: el misterio es que Cristo resucitó en una condición glorificada. Y cuando Cristo ha resucitado en una condición glorificada, ha tenido un cambio de físico, ha tenido un cambio en Su cuerpo.
Y la promesa es que nosotros seremos transformados y que nosotros estaremos a Su imagen y a Su semejanza, y que nosotros seremos transformados, y entonces estaremos a la semejanza de Su gloria.
En Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21, dice el Apóstol San Pablo:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya (¿para que sea cómo? Para que sea semejante al cuerpo de la gloria Suya) por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”
Si vamos a ser transformados para ser nosotros semejantes al cuerpo de Su gloria, el cuerpo glorificado que hemos de recibir será igual al cuerpo glorificado de Jesucristo. Si vamos a ser a la semejanza del cuerpo de Su gloria, entonces Jesucristo tiene un cuerpo glorificado. Jesucristo resucitó en una condición glorificada. Así también van a resucitar los muertos en Cristo: en una condición glorificada, en un cuerpo glorificado. Y cuando nosotros seamos transformados vamos a estar en una condición glorificada, en un cuerpo glorificado.
Y ahora, podemos ver que el misterio por el cual no conocían a Jesús era que Jesucristo resucitó en una condición glorificada. Y un cuerpo glorificado es en apariencia un cuerpo jovencito que representa de 18 a 21 años de edad; aun también los Angeles que estaban allí (uno a la cabecera y el otro a los pies), dice que eran dos jóvenes, dos jóvenes allí presentes, también dice que eran dos Angeles. También cuando Jesucristo ascendió al Cielo aparecieron dos varones, y de seguro son los mismos, los cuales estaban acompañando a Cristo.
Ahora, continuemos (continuemos aquí). Dice:
“...y vio a dos ángeles con vestiduras blancas (capítulo 20, verso 12 en adelante), que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto.
Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.
Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús.
Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano...”
La humanidad no se ha dado cuenta quién es nuestro amado Señor Jesucristo, y ha pensado que ha sido un hombre más que ha venido a vivir a este planeta Tierra. También el sumo sacerdote Caifás y el sumo sacerdote Anás, también pensaron que era un hombre que había vivido, nacido en la tierra de Israel y que era un fanático; y también la mayor parte del concilio del sanedrín y la mayor parte del pueblo hebreo. Pero era nada menos que el Hijo de Dios, Jesucristo nuestro Salvador.
“Ella, pensando que era el hortelano, le dijo (o sea, el que cuidaba el cementerio)... le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.
Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro).
Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas vé a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.”
El no podía ser tocado, porque eso lo contaminaría y entonces sería rechazado al presentarse ante Dios.
En San Juan, capítulo 7, verso 37 al 39, dice:
“En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.
El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.
Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.”
Vean, Jesús tenía que ser glorificado.
Y ahora, Jesús tiene que ascender al Padre y tiene que ser aceptado por el Padre, y tiene Jesús, como Sumo Sacerdote, como Melquisedec, el Sacerdote del Dios Altísimo, presentar esa ofrenda, y presentar esa Sangre.
Recuerden que en el atrio el sumo sacerdote sacrificaba el macho cabrio de la expiación, y allí estaba esa macho cabrio sacrificado en el atrio, pero la sangre la tomaba en una vasija y la llevaba dentro del Lugar Santísimo, y esparcía con ella sobre el propiciatorio, para así hacer la expiación, la intercesión y reconciliar al pueblo hebreo con Dios en ese año.
Y ahora, Cristo asciende al Cielo para presentarse ante Dios y colocar en el Trono del Padre, en el Propiciatorio, colocar Su propia Sangre como la Sangre de la Expiación por el pecado del pueblo, por el pecado de cada hijo e hija de Dios escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, desde antes de la fundación del mundo. Por eso Cristo no permitió que María Magdalena lo tocara, lo tocase en ese momento. Pero en otros evangelios encontramos que Jesús permitió que lo tocaran. Esto está en San Mateo, capítulo 28, dice:
“Pasado el día de reposo (verso 1 en adelante, que nos habla de la resurrección)...
Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro.
Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella.
Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve.
Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos.
Mas el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado.
No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor.
E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho.
Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos,
he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron.
Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán.”
Ahora, vean en San Juan, capítulo 20, verso 17, Jesús le dice a María Magdalena: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre.”
Y aquí en San Mateo 28, verso 29, le aparece a María Magdalena y a la otra María, y les permite abrazar Sus pies y adorarlo. Es que ya para este momento, ya Cristo había subido al Padre, había presentado Su Sangre, había colocado Su Sangre sobre el propiciatorio, y entonces ya cuando le aparece a Sus discípulos, ya había sido aceptado Su Sacrificio, y Su Sangre había sido recibida arriba en el Cielo.
Y ahora, El va a tener unos días de estadía ya resucitado con Su cuerpo glorificado, va a tener unos días de estadía en medio de Sus discípulos, y va a darles a conocer muchas cosas importantes y va también a estar llevando a cabo maravillas y milagros, pero esto va a ser algo privado, va a ser algo para Sus discípulos, no solamente los Apóstoles, sino para todo el grupo de creyentes que había seguido a Jesús, que era un grupo de unas 500 ó más personas que lo habían visto resucitado.
O sea, que luego que Jesús resucitó, luego fue apareciendo en diferentes ocasiones, y fueron como 500 personas o más los que lo vieron resucitado. Por lo tanto, tuvo actividades con ellos donde estaban todos reunidos, y llevó a cabo maravillas y milagros, señales, y también estuvo predicándoles, hablándoles acerca del Reino de Dios.
Ese ministerio que tuvo así en privado es tipo y figura de lo que estará sucediendo cuando los muertos en Cristo resuciten y nosotros seamos transformados, en donde nosotros con los muertos en Cristo permaneceremos en esta Tierra por unos 30 ó 40 días, en donde ya la Puerta de la Misericordia estará cerrada. Pero Cristo estará manifestado en medio de Su Iglesia en toda Su plenitud, y estará adoptado Su Angel Mensajero para ese tiempo, y estarán adoptados los santos del Nuevo Testamento que han partido con - juntamente con Sus Angeles Mensajeros, y ese es el tiempo para la Adopción también de todos los escogidos de Dios que estarán viviendo en esta Tierra, y que forman el Cuerpo Místico del Señor Jesucristo.
La Adopción es la Redención del cuerpo, o sea, la transformación de nuestro cuerpo, donde obtendremos un cuerpo glorificado, eterno, inmortal, incorruptible como el cuerpo glorificado de nuestro amado Señor Jesucristo. Así como los muertos en Cristo, Cristo los va a resucitar en cuerpos glorificados, Dios resucitó a Cristo en cuerpo glorificado, lo resucitó en una condición glorificada.
Así que vemos, podemos ver el misterio de la resurrección de Cristo glorificado, y podemos ver que así será la resurrección para los muertos en Cristo en cuerpos glorificados.
Y ahora, encontramos que con la resurrección de Cristo, la gran victoria del Amor Divino fue obtenida. Y por eso en la gran victoria del Amor Divino está la Bendición para todos los que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Con esa gran victoria del Amor Divino obtenemos el perdón de nuestros pecados, obtenemos la reconciliación con Dios, y somos restaurados a Dios y por consiguiente a la Vida eterna. Sin Cristo el ser humano está perdido, con Cristo el ser humano está salvado, está a salvo para vivir por toda la eternidad.
Así como en medio del pueblo hebreo se llevaba a cabo el sacrificio del cordero pascual y también del macho cabrío de la expiación, en el Nuevo Testamento tenemos a Cristo como el Cordero Pascual. El es nuestra Pascua para la preservación de la Vida eterna de todos los Primogénitos de Dios escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Y El también es el Macho Cabrío de la Expiación que ha muerto por nuestros pecados, para reconciliarnos con Dios.
Y El también es el Macho Cabrío que - de los dos machos cabríos que eran presentados al sumo sacerdote, y por consiguiente eran presentados delante de Dios; el sumo sacerdote echaba suerte sobre estos machos cabríos, una por Azazel y la otra por Jehová. Y la suerte que caía de Jehová sobre uno de los machos cabríos, representaba que ese macho cabrío sería el que se sacrificaría por el pecado, y su sangre sería llevada dentro del lugar santísimo y rociada sobre el propiciatorio.
Cristo muriendo físicamente en la Cruz del Calvario es el macho Cabrío por Jehová que fue sacrificado, y Su Sangre llevada al Lugar Santísimo del Templo Celestial por el Sumo Sacerdote, que es el mismo Jesucristo en Su cuerpo teofánico. Melquisedec es Jesucristo en Su cuerpo teofánico.
Y el macho cabrío sobre el cual caía la suerte por Azazel representa también a Cristo, Cristo en Su cuerpo teofánico, el cual llevó lejos nuestros pecados, los llevó al infierno cuando descendió al infierno, cuando murió y fue sepultado. El, Cristo, descendió en Su cuerpo angelical, Su cuerpo teofánico descendió al infierno, y allá le predicó a las almas, a los espíritus encarcelados que fueron desobedientes en el tiempo de Noé, cuando Noé preparaba el arca y la paciencia de Dios esperaba por Noé y su familia, esperaba que el arca se construyera para la salvación de Noé, su familia y los animales y aves y reptiles que entrarían al arca para la preservación de la vida en este planeta Tierra.
Y ahora, Cristo allá en el infierno tuvo una lucha grande contra el diablo, y le ganó la batalla allá al diablo y le quitó las llaves del infierno y de la muerte. Y por eso en Apocalipsis, capítulo 1, versos... vamos a ver capítulo 1 del Apocalipsis, verso 18, dice (17 y 18, dice):
“Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último;
y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.”
Las llaves del infierno y de la muerte las tiene Jesucristo nuestro Salvador, El se las quitó al diablo allá en el infierno, y luego salió del infierno y pasó al Paraíso donde estaban los santos del Antiguo Testamento, allí estaba Abraham, Isaac, Jacob, ahí estaba también Adán y Eva, todos ellos estaban allí en el Paraíso esperando que se llevara a cabo el sacrificio por el pecado. Y cuando Cristo fue sacrificado en la Cruz del Calvario y Su Sangre derramada, los pecados de los santos del Antiguo Testamento que estaban cubiertos con la sangre de los sacrificios que ellos habían realizado, esos pecados fueron quitados con la Sangre de Cristo. O sea, que el Sacrificio de Cristo obra en favor de los Santos del Antiguo Testamento y de los santos del Nuevo Testamento.
Y luego cuando Cristo pasa por el Paraíso, entra al Paraíso, allí está Juan el Bautista también, lo recibe y lo presenta también a todos; así como lo hizo acá en la Tierra, que presentó a Cristo como el Mesías, del cual el había dicho que después de él vendría otro mayor que él. Y ahora, cuando está en el Paraíso Juan el bautista, ahí también, pues está predicando, diciéndoles a ellos que pronto ha de llegar el Mesías al Paraíso, porque ya estaba en la Tierra y Juan lo había visto y lo había presentado al pueblo hebreo.
Y ahora, cuando llega al Paraíso Jesús en Su cuerpo teofánico, Su cuerpo angelical, porque en el Paraíso, vean ustedes, se está en un cuerpo espiritual; como también en la sexta dimensión, el Paraíso donde van los santos del Nuevo Testamento, ahí no se está en un cuerpo de carne sino en un cuerpo angelical, un cuerpo como el cuerpo de los Angeles.
Y ahora, llega ahí al Paraíso, y luego en la mañana del domingo de resurrección del primer día de la semana se levanta y con El los santos del Antiguo Testamento. Siendo Cristo esa gavilla mecida de levítico, capítulo 23, vean ustedes, El luego tenía que ser presentado como la ofrenda que sería agradable a Dios.
En Levítico, capítulo 23, verso 9 en adelante, dice:
“Y habló Jehová a Moisés, diciendo:
Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy, y seguéis su mies, traeréis al sacerdote una gavilla por primicia de los primeros frutos de vuestra siega.
Y el sacerdote mecerá la gavilla delante de Jehová, para que seáis aceptos; el día siguiente del día de reposo la mecerá.
Y el día que ofrezcáis la gavilla, ofreceréis un cordero de un año, sin defecto, en holocausto a Jehová.
Su ofrenda será dos décimas de efa de flor de harina amasada con aceite, ofrenda encendida a Jehová en olor gratísimo; y su libación será de vino, la cuarta parte de un hin.
No comeréis pan, ni grano tostado, ni espiga fresca, hasta este mismo día, hasta que hayáis ofrecido la ofrenda de vuestro Dios; estatuto perpetuo es por vuestras edades en dondequiera que habitéis.”
Ahora, esta gavilla mecida es hecha de los primeros frutos, y Cristo es esa gavilla mecida. Por eso es que San Pablo en la lectura que tuvimos al principio, nos enseña que Cristo es primicias de los que durmieron. Dice capítulo 15, verso 20 en adelante de Primera de Corintios:
“Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.”
Y también, vean ustedes, vamos a ver:
“Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos.
Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.”
Todos serán traídos a Vida, a Vida eterna. Y somos traídos a Vida eterna primero en el campo espiritual, en el campo invisible, somos vivificados cuando creemos en Cristo como nuestro Salvador, lavamos nuestros pecados en Su Sangre, somos bautizados en el Nombre del Señor Jesucristo y recibimos Su Espíritu Santo.
Así somos vivificados: obtenemos el nuevo nacimiento, somos traídos a Vida eterna, y somos restaurados a Dios, somos reconciliados con Dios; y falta la Redención del cuerpo, que es nuestra transformación, en donde hemos de obtener el cuerpo glorificado y eterno, en donde vamos a ser vivificados, traídos a Vida eterna físicamente en un cuerpo eterno, inmortal, glorificado, como el cuerpo glorificado de nuestro amado Señor Jesucristo.
“Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.”
Y ahora, Cristo es las primicias de toda esa cosecha de hijos e hijas de Dios que Dios tendrá en Su Reino, para ser cosechados como hijos e hijas de Dios con Vida eterna, no solamente en cuerpo angelical teofánico, sino también en cuerpos físicos, eternos y glorificados.
Ahora, la cosecha corresponde a este tiempo final, donde el trigo, en la parábola del trigo y de la cizaña, donde el trigo será recogido para nuestro Señor, bajo el ministerio de los Angeles del Hijo del Hombre. Por eso es que la promesa es que enviará a Sus Angeles con Gran Voz de Trompeta y juntarán a Sus escogidos. Eso está en San Mateo 24, verso 31, y en Primera de Tesalonicenses también nos habla San Pablo, diciéndonos (verso 14 en adelante):
“Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él (o sea, a los creyentes en Cristo que han partido).
Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor...”
O sea, que habremos quedado hasta que Cristo termine de completar Su Iglesia y se levante del Trono del Padre, tome el Título de Propiedad, que es el Libro de los Sellos allá en el Cielo, lo abra en el Cielo y reclame todos Sus escogidos que El ha redimido con Su Sangre, los resucite en Su Obra de Reclamo y nos transforme a nosotros los que vivimos.
O sea, que nosotros que vivimos, los cuales estamos viviendo en este tiempo final, en donde la promesa de la Segunda Venida de Cristo será convertida en una realidad en este tiempo en la etapa de la Edad de la Piedra Angular, para los que estemos viviendo en este tiempo y permanezcamos vivos hasta que los muertos en Cristo resuciten, la promesa es que seremos transformados.
Por lo tanto, les digo: un poquito más, permanezcan firmes, será un poquito más, un poco más, porque pronto vamos a ser transformados. No se desanimen en su vida cristiana. Si tienen problemas, recuerden: confiesen a Cristo sus problemas, sus faltas, sus errores o cualquier pecado, El tendrá Misericordia de ustedes como también de mí, porque El murió para tener a nuestra disposición Su Sangre para limpiarnos de todo pecado. El murió para quitar el pecado.
Por lo tanto, si luego de estar en Cristo viviendo y sirviéndole cometemos algún error, falta o pecado, lo confesamos a Cristo y la Sangre de Cristo nos limpia de todo pecado; porque está todavía en el Trono del Padre Su Sangre, haciendo Intercesión por cada persona que tiene su nombre escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Está disponible para nosotros las 24 horas del día.
Por lo tanto, cuando usted se da cuenta de que ha cometido un error o pecado o falta, lo mas rápido posible lo confiesa a Cristo y obtiene limpieza con la Sangre de Cristo de todo pecado. La Sangre de Cristo lo limpia de todo pecado y queda ahí mismo limpio de todo pecado y queda justificado ante Dios.
No amontone sobre sí pecados, más bien aplique la Sangre de Cristo, deje que la Sangre de Cristo lo limpie de todo pecado; y esto lo obtiene confesando a Jesucristo nuestro Salvador sus pecados; así es para ustedes y así también es para mí. Yo tengo necesidad de la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador, como también la tienen ¿quiénes más? Todos ustedes también.
Ahora, la promesa es que los que estemos vivos hasta Su Venida, seremos transformados. Pero dice:
“...que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron (o sea, no vamos a ser transformados antes de los muertos en Cristo ser resucitados).
Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.
Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.”
Hemos visto que la promesa es que habrá una Voz de mando, una Voz de Arcángel y una Trompeta de Dios. Ese es el mismo Cristo, la misma Voz de Cristo en sus diferentes etapas (y ahora...) y llevando a cabo Su Programa. En Primera de Corintios nos habla también de esto cuando dice en el capítulo 15, verso 49 en adelante:
“Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial (seremos iguales a nuestro amado Señor Jesucristo).
Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.”
O sea, que con este cuerpo de carne y sangre no podemos vivir eternamente, porque es corruptible. No podemos heredar la incorrupción en este cuerpo corruptible; tiene que ser en un nuevo cuerpo eterno, inmortal e incorruptible y glorificado, que heredaremos la incorrupción, no se pondrá viejo, no se enfermará y no morirá. Ese es el cuerpo glorificado que El ha prometido ¿para quiénes? Para cada uno de ustedes y para mí también.
“He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,
en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.
Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.”
Vamos a ser vestidos de inmortalidad, esto será dándonos Cristo un cuerpo inmortal, incorruptible y glorificado igual a Su propio cuerpo glorificado.
“Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.”
O sea, que ya de ahí en adelante desaparecerá la muerte física para todos nosotros, ya estaremos inmortales e incorruptibles, y estaremos con Cristo nuestro Salvador para toda la eternidad. Y así es como el Grano de Trigo que cayó en Tierra el día en que fue crucificado en la Cruz del Calvario y murió, llevará mucho fruto, muchos hijos e hijas de Dios a imagen y semejanza Suya, a imagen y semejanza de Jesucristo nuestro Salvador.
De todas las huestes celestiales, la hueste celestial más importante, del nivel más alto, ¿saben cuál es? La hueste celestial de Jesucristo, que son Sus hijos, Su Iglesia, los creyentes en Cristo nacidos de nuevo. Esa es la parte más importante de los Cielos y de la Tierra que Dios tiene: Cristo y Su Iglesia, Cristo y Sus escogidos. Jesucristo, el Hijo de Dios, con todos los hijos e hijas de Dios.
Ahora, podemos ver el porqué toda la Creación pertenece a Cristo y a Su Iglesia: porque Cristo y Su Iglesia, Cristo y todos los hijos de Dios nacidos de nuevo por medio de Cristo son los herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús, Señor nuestro. Todo fue creado por medio de El, de Jesucristo, y para El. Por eso El es el Heredero de todo, y nosotros somos herederos de Dios y coherederos con Jesucristo.
No hay ni habrá ante Dios nada más importante que Cristo y Su Iglesia, que Cristo, el Hijo de Dios, y los hijos e hijas de Dios nacidos en el Cuerpo Místico de nuestro amado Señor Jesucristo.
Por eso fue que Jesucristo hablando acerca de Juan el Bautista, dijo: “De los nacidos de mujer no hubo ninguno mayor que Juan; pero el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que Juan.” Porque Juan pertenece al pueblo de los siervos, al pueblo hebreo. Pero el más pequeño del Reino de los Cielos pertenece a la Iglesia del Señor Jesucristo, pertenece a los hijos e hijas de Dios.
Y vean, en un reino, digamos en un reino aquí en la Tierra, de los tiempos antiguos o de nuestro tiempo, donde hay un rey, ¿quién y quiénes son las personas más importantes en ese reino para ese rey? Pues su esposa y sus hijos. Los hijos del reino, que son los hijos del rey, son los más importantes para ese rey. Y ese amor que siente ese rey por esos hijos es mayor que el amor que pueda sentir por las demás personas que están sujetos a ese reino; porque el amor que siente ese rey hacia sus hijos, es un amor de padre a hijo. Pero el amor que siente ese rey por todas las personas que pertenecen a ese reino, que están sujetos a ese reino, es el de rey sobre sus súbditos. ¿Ven?
Ahora, el amor de padre a hijo es el amor más alto que hay de un hombre hacia otra persona (hablando en términos terrenales).
Y ahora, podemos ver que ese es el amor que tipifica el Amor de Dios hacia Sus hijos. Y se logra que pueda expresar ese amor de padre a hijo, pues uniéndose a su esposa; por lo tanto siente amor de esposo hacia esposa, y luego logra obtener y manifestar su amor de padre a hijos.
Ahora, vean ustedes, todo esto tipifica el Amor de Dios siendo manifestado, el Amor de Dios siendo expresado. Vean ustedes, el Amor de Dios a través de Cristo siendo expresado hacia Su Iglesia como la Iglesia virgen de Cristo; y por medio de esa Iglesia trayendo hijos e hijas de Dios, que serán adoptados, serán glorificados en este tiempo final.
Y ahora, el Amor de Dios, vean ustedes dónde está manifestado, el Amor de Padre a hijos, a Sus hijos, está manifestado ¿dónde? En medio de Su Iglesia, expresándolo a los miembros de Su Iglesia.
Y ahora, así como Cristo tuvo la gran victoria en el Amor Divino, porque aquella fue una victoria en Amor Divino y del Amor Divino.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” [Nota - San Juan 3:16].
Y ahora, por esa manifestación del Amor Divino: enviando a Jesucristo, el Hijo de Dios a la Tierra, encontramos que se obtuvo la gran victoria en el Amor Divino, al morir Cristo, ser sepultado, resucitar al tercer día, ascender al Cielo y sentarse en el Trono de Dios a la Diestra de Dios. Todo eso es el fruto del Amor Divino. Por lo tanto, es la victoria en el Amor Divino la que obtuvo Jesucristo nuestro Salvador en favor de todos nosotros. Por lo tanto, nosotros somos los beneficiarios de la gran victoria del Amor Divino que obtuvo Cristo en la Cruz del Calvario.
Por eso es tan importante ver al Cristo resucitado, a Jesucristo resucitado, y reconocerlo como nuestro amado Salvador, el único que puede salvar el alma del ser humano. “Porque, ¿de qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y pierde su alma?” De nada le habrá servido al ser humano. San Mateo, capítulo 16, versos 26 al 28:
“Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.”
Ahora, por medio del Cristo resucitado, de nuestro amado Salvador habiendo resucitado, nosotros somos participantes de la gran victoria en el Amor Divino que obtuvo Jesucristo nuestro Salvador. Por eso es que al creer en Cristo como nuestro Salvador, cuando el Evangelio es predicado somos lavados en la Sangre de Cristo y somos bautizados en Su nombre en agua y recibimos Su Espíritu Santo.
Vean ustedes, ahí se representa la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. Estábamos con El en Su muerte, en Su resurrección - en Su sepultura y en Su resurrección, y damos testimonio de nuestra fe al ser bautizados, en donde damos testimonio de que una obra interior en nuestra vida ha sido llevada a cabo.
Y luego en la Santa Cena también damos testimonio de la muerte y resurrección de nuestro amado Salvador, Jesucristo. Y damos testimonio de que Su Cuerpo fue partido por nosotros y Su Sangre fue derramada por nosotros, y que Su Sangre es la Sangre del Nuevo Pacto establecido por Dios por medio de Jesucristo nuestro Salvador.
Ahora, podemos ver porqué ya no necesitamos sacrificios de animalitos, y ya las cosas que estaban bajo el Antiguo Pacto ya pasaron y ahora son todas hechas nuevas bajo el Nuevo Pacto. En el Antiguo Pacto estaban los sacrificios de animalitos, y los días festivos; y ahora, en el Nuevo Pacto y bajo el Nuevo Pacto tenemos los sacrificios actualizados en el Sacrificio de nuestro amado Señor Jesucristo. Y los días festivos y los sábados y todos estos días festivos están cumplidos en Cristo, porque Cristo es nuestro reposo. Y el sábado era el día de reposo, por lo tanto, el que está en Cristo está en sábado, está en reposo.
Y así por el estilo, podemos ver que todo lo que estaba en el Antiguo Testamento siendo llevado a cabo, era tipo y figura de lo que sería llevado a cabo en el Nuevo Testamento por nuestro amado Señor Jesucristo, para el establecimiento de un Nuevo Pacto.
Ya el Pacto Antiguo terminó y hemos entrado a un Nuevo Pacto bajo la Sangre del Nuevo Pacto; y estando bajo la Sangre del Nuevo Pacto reconocemos a Jesucristo resucitado y sentado a la Diestra de Dios en el Trono de Dios, haciendo Intercesión por cada persona que tiene su nombre escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, hasta que entre hasta el último escogido de Dios escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.
Esto mismo que ha sucedido con Cristo estará - estaría reflejándose en la Iglesia del Señor Jesucristo desde su nacimiento hasta este tiempo final. Así como Cristo vino, nació en la Tierra, murió, resucitó y se sentó a la Diestra de Dios, la Iglesia estaría pasando por esas etapas también.
La Iglesia que nació el Día de Pentecostés, luego más adelante cuando Constantino conquistó la Iglesia y le dio poder en el gobierno, luego la Iglesia murió y entró en sus edades oscuras, como Cristo murió y fue al infierno. Pero luego una resurrección para la Iglesia, una resurrección espiritual sería llevada a cabo, y eso es una restauración.
Y en el día domingo de resurrección, vean ustedes, Cristo resucitó, y el domingo es el día octavo o primer día de la semana.
Hemos tenido siete etapas de la Iglesia, que son siete días para la Iglesia, siete edades, y luego viene la Edad de la Piedra Angular, que es el día octavo como edad, o primer día para una nueva dispensación. Y es en la Edad de la Piedra Angular donde la Iglesia tiene la promesa de una resurrección como Iglesia, en donde tiene la promesa también de un cuerpo glorificado como Iglesia, y en donde los hijos e hijas de Dios que estarán en Su Iglesia en el Día Postrero serán glorificados, tendrán un cuerpo glorificado también.
Así que, nosotros estamos viviendo en un tiempo paralelo a los días de nuestro amado Señor Jesucristo. La Iglesia de Jesucristo está viviendo en un tiempo paralelo.
Esos días de ministerio de Cristo hasta Su muerte, vean ustedes, son muy importantes porque son los días en donde se cumplió el propósito de Dios para el cual Cristo vino.
Y ahora, para este tiempo final la Iglesia del Señor Jesucristo se encuentra en una etapa paralela a los días del Señor Jesucristo. Por eso es que así como Cristo resucitó glorificado en cuerpo glorificado, los muertos en Cristo resucitarán en este tiempo final en cuerpos glorificados, y los que vivimos seremos transformados. Es que estamos viviendo en un tiempo paralelo al tiempo en que Jesucristo resucitó.
Así que, estemos preparados porque este es el tiempo más glorioso de la historia de la Iglesia del Señor Jesucristo. Así como el tiempo de la resurrección de Cristo y ascensión al Cielo, fue el tiempo más glorioso de nuestro amado Señor Jesucristo en Su Primera Venida.
Y así como Cristo ascendió al Cielo luego de resucitado y de tener unos 40 días aquí en la Tierra apareciéndole a Su Iglesia, a Sus discípulos; cuando los muertos en Cristo resuciten y nosotros seamos transformados, estaremos de 30 a 40 días aquí, y luego nos iremos a la Casa de nuestro Padre Celestial, subiremos a donde Cristo subió con los santos del Antiguo Testamento. Y allí obtendremos los galardones por todas nuestras labores realizadas en el Cuerpo Místico del Señor Jesucristo.
Es para una bendición grande que seremos transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero; así como fue para una bendición grande la resurrección de Cristo y la ascensión de Cristo al Cielo, para sentarse en el Trono de Dios en el Cielo.
Y ahora, Cristo, nuestro Salvador, el Redentor del ser humano, nuestro amado Señor Jesucristo ha resucitado. El es el Cristo resucitado, el cual luego ascendió al Cielo y está sentado en el Trono de Dios, y le fue dado - le fue dada toda autoridad y potestad en el Cielo. El fue adoptado.
Y ahora, tenemos en el Cielo un representante que está sentado en el Trono de Dios. Ese es el Cristo resucitado, nuestro amado Señor Jesucristo que ha resucitado y se ha sentado en el Trono del Padre hace aproximadamente dos mil años; y todavía está sentado en el Trono del Padre, haciendo Intercesión por todos los Primogénitos de Dios escritos en el Cielo desde antes de la fundación del mundo.
Las buenas noticias de la Primera Venida de Cristo es que Cristo ha resucitado. Y la resurrección de Cristo conlleva la salvación para todo ser humano, la Vida eterna para toda persona que lo recibe como su Salvador. Toda persona en Cristo y a través de Cristo puede obtener la inmortalidad, la Vida eterna; pero antes tiene que obtener el perdón de sus pecados, y con la Sangre de Cristo sus pecados ser borrados; y todo eso está a la disposición de todo ser humano. Por dos mil años aproximadamente está - ha estado a la disposición de todos los seres humanos.
Y para nosotros ha sido una bendición grande que nuestro amado Señor Jesucristo haya resucitado el domingo de resurrección, el primer día de la semana donde se ofrecía a Dios la gavilla mecida, se mecía esa gavilla ante la presencia de Dios, y la gavilla era parte de los primeros frutos, era parte de la cosecha, pero eran los primeros frutos que eran cosechados; de esos primeros frutos se ofrecía a Dios una gavilla mecida, lo cual representa a Cristo como la gavilla mecida. Y el resto de ese fruto somos nosotros: hijos e hijas de Dios para obtener Vida eterna por medio de Jesucristo, el cual ha resucitado el día de resurrección (aproximadamente dos mil años atrás).
Y todavía Su ministerio en el Cielo es tan efectivo y Su Sangre es tan efectiva que todavía están siendo llamados y juntados los escogidos de Dios que faltan de llegar al Cuerpo Místico de nuestro amado Señor Jesucristo. Por eso trabajamos en la Obra de Cristo llevando el Mensaje, para que Cristo complete Su Iglesia, Sus escogidos, y se complete así el trigo de Dios en este tiempo final.
Tenemos buenas noticias para todos los seres humanos, y sobre todo para los creyentes en nuestro amado Señor Jesucristo: que la historia de la Primera Venida de Cristo es fiel y verdadera, que Cristo tuvo Su ministerio de tres años y medio en la Tierra; cuando tenía cerca de 30 años comenzó Su ministerio, y a los 33 años terminó Su ministerio, murió y resucitó, y luego ascendió al Cielo y se sentó a la Diestra de Dios.
La historia contenida en los evangelios y en las cartas apostólicas de la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario es fiel y verdadera, y resucitó para nuestra salvación. El ha resucitado para nuestra salvación. En El tenemos la Vida eterna, fuera de El no hay Vida eterna para ninguno de nosotros. Es en El.
Por lo tanto, no se aparte ninguno de ustedes de Jesucristo nuestro Salvador, no importa los problemas o luchas o dificultades por las cuales usted pase en esta vida terrenal. Si sufrimos con El reinaremos con El, porque Jesucristo ha resucitado. Son palabras fieles y verdaderas de El: Si sufrimos con El reinaremos con El.
“JESUCRISTO HA RESUCITADO.”
Por lo tanto, todas las bendiciones del Cielo son restauradas a cada uno de ustedes y a mí también, y somos restaurados a la Vida eterna por medio de Jesucristo que ha resucitado hace aproximadamente dos mil años, y está sentado a la Diestra de Dios en el Cielo.
En esta tarde estaremos nuevamente con ustedes en el culto de Santa Cena y Lavatorio de Pies, en donde también estaremos hablando acerca de la Santa Cena, lo que significa para nosotros, lo que es en realidad la Santa Cena y la bendición contenida en la Santa Cena.
Cristo dijo a Pedro: “Si no te lavaré no tienes parte conmigo.” Así también es en la Santa Cena. O sea, que la Santa Cena y el Lavatorio de Pies van juntos, y ahí hay una bendición, en ese símbolo hay una bendición, como hubo una bendición en los símbolos de los sacrificios y de los días festivos, y cosas así que se llevaban a cabo en el Antiguo Testamento.
En esta tarde veremos la bendición que hay en la Santa Cena y el Lavatorio de Pies, y estaremos tomando la Santa Cena y llevando a cabo el Lavatorio de Pies también.
Bueno, ha sido para mí una bendición grande estar con ustedes dándoles testimonio de Jesucristo, y de que El ha resucitado, porque JESUCRISTO HA RESUCITADO.
Que Dios les continúe bendiciendo a todos, que Dios les guarde. Muchas gracias por vuestra amable atención, y dejo nuevamente con ustedes a nuestro amigo y Hno. El misionero, Rvdo. Miguel Bermúdez Marín, para finalizar nuestra parte en esta ocasión y luego tener un receso para que ustedes tomen sus alimentos y luego regresaremos para la próxima actividad.
Bueno, con nosotros nuestro amigo y Hno. Miguel Bermúdez Marín para finalizar nuestra parte en esta ocasión, mientras cantamos el cántico que nos habla de Jesucristo, el Hombre que nos transformó, el cual resucitó de entre los muertos.
“JESUCRISTO HA RESUCITADO.”