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El Hijo de la Promesa 1993-10-10 1 Bogotá D.C. Cundinamarca CO 00:00:00 false

Muy buenos días, amados hermanos y amigos presentes aquí en Bogotá, Colombia; y cada uno de ustedes a través de toda la República de Colombia; y cada uno de ustedes también allá en Cayey, Puerto Rico, y en diferentes lugares del Caribe, y en toda la América Latina, en Norteamérica, el Canadá, y cualquier otro lugar que esté en la línea telefónica. Que las bendiciones de Dios para la Dispensación del Reino sean sobre todos ustedes y sobre mí también.

En esta mañana quiero leer una Escritura que se encuentra en Gálatas, capítulo 3, verso 13 en adelante, y dice de la siguiente manera:

Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero),

para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.

Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade.

Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchas, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.

Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa.

Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa.”

EL HIJO DE LA PROMESA.”

Abraham fue de la descendencia de Adán. Abraham fue escogido por Dios para, de Abraham, Dios formar una nación. Dios, en el Génesis, encontramos que llamó a Abraham y lo separó, para así comenzar una nación con Abraham. Dice Dios en el Génesis, capítulo 12, verso 1 en adelante:

Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.

Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.

Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.”

Esta fue la promesa dada por Dios a Abraham. Dios promete a Abraham hacer de él una nación: “haré de ti una nación grande.” También promete bendecirlo: “y te bendeciré.” Y promete engrandecer su nombre: “y engrandeceré tu nombre.” Y promete que será una bendición: “y serás bendición.”

Y también dice: “bendeciré a los que te bendijeren”: la bendición para las personas estaba en bendecir a Abraham. Y “maldeciré a los que te maldijeren”: y para aquellos que se levantaran en contra de Abraham, y hablaran en contra de Abraham, la maldición retornaría a esas personas. “Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.”

Ahora, Abraham vivió cierta cantidad de años en este planeta Tierra. Y encontramos que él no tenía hijos; y sin embargo Dios le había dicho: “haré de ti una nación grande,” y no tenía hijos. Pero él creyó lo que Dios le dijo. El tenía en forma de simiente, de Palabra simiente, esa promesa; por lo tanto, él tenía todo eso que Dios dijo; luego se materializaría a través del tiempo.

Encontramos que Abraham tenía en su alma, donde realmente la persona cree, tenía ahí en su alma la Palabra simiente, para esa Palabra simiente ahí nacer, crecer y llevar el fruto que Dios prometió que sería visto, que sería la materialización de todas esas cosas que Dios prometió.

Ahora, Abraham esperaba tener hijos, porque Dios le había dicho: “Haré de ti una nación grande”; pero no llegaba familia, no llegaban hijos para Abraham; pero Dios le dijo que tendría un hijo, y le dijo que se llamaría Isaac.

Y encontramos que pasó el tiempo y no llegaba el hijo, pero Abraham lo tenía en su corazón, en su alma, en forma de Palabra hablada, Palabra creadora. Esa semilla o simiente original estaba en Abraham, para allí materializarse en la manifestación de ese hijo que Dios le prometió.

Las promesas, podemos ver, que fueron dadas a Abraham antes de la circuncisión, las promesas fueron dadas a Abraham antes de venir la Ley de Moisés; y encontramos que Abraham creyó a Dios, esperanza contra esperanza.

¿Y qué significa esto? Abraham creyó a Dios esperando lo que no se podía esperar, porque a la edad que él estaba no se podía esperar tener hijos, y menos a través de Sara, su esposa, que ya estaba anciana, de alrededor de 89 o 90 años, y Abraham de 99 años; encontramos que no se podía esperar, no se podía tener esperanza de tener hijos, pero Abraham creyó esperanza contra esperanza, esperando lo que no se podía esperar, esperando o con esperanza en donde no se podía tener esperanza.

Dios cumplió a Abraham lo que le prometió, dándole ese hijo de la promesa. Dios estaba representando en Abraham y en Isaac un programa mayor del que se estaba realizando en Abraham: Abraham representa a Dios, es tipo y figura de Dios, e Isaac representa a Cristo.

Y encontramos que de la simiente de Abraham hubo muchos ministros, hubo muchos profetas también; pero de entre todos los mensajeros, los profetas, hubo uno conocido por el nombre de Jesús de Nazaret, en el cual se cumplió la promesa divina representada en Isaac, porque Isaac vino a ser tipo y figura de Cristo. Y de la semilla o simiente de Abraham, vino la simiente señalada y prometida a Abraham, la simiente de Abraham que recibiría la Herencia, el Heredero de todo.

Encontramos que de esa semilla o simiente de Abraham, así como vino de la simiente de Abraham según la carne, de la simiente de Abraham, Isaac, vino el pueblo hebreo, una nación grande, una nación con la bendición divina, una nación con la Presencia de Dios en medio de ella, una nación bendecida por Dios. Y el que bendiga a la nación hebrea, será bendecido, pero el que la maldiga, será maldecido.

Encontramos que a través de la historia del pueblo hebreo, personas, pueblos, naciones y reyes, han bendecido al pueblo hebreo, en algunas ocasiones, y han sido prosperados, han sido bendecidos; pero también encontramos a naciones que han maldecido al pueblo hebreo, los han perseguido, y han destruido a mucho pueblo del pueblo hebreo, y la maldición divina ha caído sobre ellos.

Encontramos que el pueblo hebreo últimamente, o en los últimos siglos, ha sido perseguido, y por millones murieron en el tiempo de Hitler, Mussolinni, Stalin, y otros dictadores. Y estos dictadores, y estas naciones y pueblos que despreciaron al pueblo hebreo y pidieron su destrucción, les rebotará a ellos estas maldiciones y persecuciones que colocaron en contra del pueblo hebreo. Miren a Hitler, la maldición cayó sobre él, y así también sobre otros dictadores.

También podemos ver que sobre esas naciones el juicio divino vendrá; parcialmente ha caído, pero vendrá en toda su plenitud en los juicios señalados en la revelación apocalíptica.

Esto, vean ustedes, por causa de lo que han hecho con la descendencia de Abraham por medio de Isaac, que es el Israel terrenal. Todas esas naciones que se levantaron en contra del pueblo hebreo, en el fin del tiempo reciben la maldición divina señalada aquí en la Escritura: “los que te maldijeren serán malditos.” Si esto es así con el Israel terrenal, ¿cómo será con el Israel celestial?

El Israel celestial procede del Hijo de la promesa representado en Isaac, el cual es Cristo; y por medio de Cristo encontramos que Dios ha estado trayendo hijos Suyos, hijos del cielo, a esta Tierra, manifestados en carne humana. Estos son hijos del Hijo de la promesa, por lo tanto son herederos con El de la promesa divina.

Encontramos que esos hijos del Isaac espiritual, de Cristo, el Hijo de la promesa, pertenecen al cielo, pertenecen a una ciudad celestial, conocida en la Biblia como la Nueva Jerusalén o la Jerusalén celestial. Sus nombres están escritos en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo.

Y el Señor Jesucristo como el Hijo de la promesa, el Hijo de Abraham, ha estado en esta Tierra, por Su Palabra, engendrando hijos Suyos, hijos de Dios, y ha estado produciendo el nuevo nacimiento del cual El le habló a Nicodemo, diciéndole: “De cierto, de cierto, te digo que el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios.” Ni lo puede ver ni puede entrar en el Reino de Dios el que no nazca de nuevo. Y el Señor Jesucristo ha estado haciendo posible el nuevo nacimiento. Y han estado naciendo de nuevo millones de seres humanos, de hijos e hijas de Dios, a través de las edades de la Iglesia gentil y en este tiempo final.

Encontramos que han estado naciendo del Espíritu, han estado naciendo de la teofanía, han estado teniendo ese nuevo nacimiento de la sexta dimensión, el cual, por causa de la caída, cuando han aparecido en esta Tierra no tuvieron ese nacimiento allá en la sexta dimensión, en un cuerpo teofánico o Espíritu teofánico, y obtuvieron un espíritu terrenal, o sea, un espíritu del mundo, mundano; y por tal motivo, aunque han sido hijos de Dios que han nacido en esta Tierra, vinieron con la inclinación hacia el mal, por causa de ese espíritu del mundo en la permisiva voluntad de Dios, que han recibido al nacer. Y también han recibido un cuerpo físico mortal, corruptible, sujeto a los problemas existentes en este planeta Tierra, un cuerpo que nace, crece, se envejece y después se muere.

Pero el plan de Dios para con Sus hijos es que vivan eternamente; pero por causa de la caída hemos llegado a este planeta Tierra, un planeta Tierra caído, con una generación caída, con una raza caída; pero con todo y eso los hijos de Dios son hijos de Dios, y hemos estado pasando por este proceso en lo que todo regresa nuevamente a la eternidad.

En esta etapa terrenal por la cual pasan los hijos de Dios, tienen el privilegio de experimentar lo que es vivir en un cuerpo mortal, corruptible, que se enferma, que sufre, y que necesita la ayuda de Dios, y que necesita ser alimentado, y necesita de la ayuda de medicinas y de cosas de aquí de la Tierra.

Es una experiencia única, por la cual pasan los hijos de Dios, la cual no se repetirá para los escogidos de Dios. Es una etapa en donde cada hijo de Dios tiene el derecho de parte de Dios de trabajar en el Reino de Dios, de trabajar en el programa divino, y esforzarse, y recibir de parte de Dios Sus bendiciones; y luego, cuando ya estemos en el cuerpo eterno, recibir los galardones correspondientes por las labores llevadas a cabo en estos cuerpos mortales.

El Señor Jesucristo murió en la Cruz del Calvario para quitar el pecado del mundo, para limpiarnos de todo pecado, para que cada uno de nosotros pudiera nacer del Espíritu, pudiera nacer en esa sexta dimensión y de esa sexta dimensión, o sea de la dimensión de la teofanía, y tener su cuerpo teofánico o Espíritu teofánico para luego (más adelante) recibir su cuerpo eterno, su cuerpo físico eterno, celestial, en donde habitará cada hijo de Dios con el Espíritu teofánico que ha recibido con el nuevo nacimiento, y así ser todos a imagen y semejanza del Señor Jesucristo. Ese es el programa divino para todos los hijos de Dios, los hijos del Hijo de la promesa, los hijos de Dios a través del Señor Jesucristo, que es el Hijo de la promesa o el Hijo prometido.

Encontramos que así como Abraham representa a Dios, Isaac representa a Cristo. Y miren ustedes, hay una descendencia de Abraham según la carne: el pueblo hebreo, y hay una descendencia de Abraham según la fe: los hijos de Dios, que a través de Cristo han recibido un nuevo nacimiento.

Los hijos de Abraham según la fe, por el Hijo de la promesa, por Cristo, son celestiales. El apóstol San Pablo dice en I de Corintios, capítulo 15: “tal el terrenal, tales también los terrenales, y tal el celestial, tales también los celestiales”; o sea, tal Adán, tales también la descendencia de Adán terrenal, y tal el celestial: Cristo, tales también los celestiales, los hijos de Dios, que por medio de Cristo reciben el nuevo nacimiento.

Encontramos que de todos los hijos de Abraham según la carne, todos los hijos del pueblo hebreo según la carne, encontramos que hubo profetas; pero uno de ellos fue el Hijo de la promesa, el Hijo que heredaría todas las promesas que le fueron hechas a Abraham.

Y ahora, miren ustedes, el Señor Jesucristo siendo el Hijo de la promesa, y siendo el Heredero de todas las promesas dadas a Abraham, y siendo el Heredero de los cielos y de la Tierra, siendo el Heredero de este planeta Tierra, siendo el Heredero de la tierra de Israel, y siendo el Heredero del Trono de David, el Señor Jesucristo hace lo mismo que Dios hizo con El.

Dice la Escritura que el Señor Jesucristo ascendió al cielo y se sentó a la diestra de Dios, se sentó en el Trono de Dios. Encontramos que el Señor Jesucristo, esto mismo que El recibió de parte del Padre, sentarse en el Trono de Dios en el cielo, ahora miren ustedes lo que El promete aquí en la Escritura para un hijo de Abraham, pero un hijo de Abraham según la fe de Abraham, un hijo de Abraham descendiente o de la línea del Hijo de la promesa, que es Cristo, un hijo de Abraham por Cristo, por el nuevo nacimiento que Cristo realiza en cada hijo Suyo.

Así como un hijo de Abraham por Isaac, según la carne, un hijo del pueblo hebreo, fue el heredero de la promesa dada a Abraham, y ese fue Cristo; y ahora un hijo de Abraham, Abraham representa a Dios, por lo tanto un hijo de Dios, por Isaac actualizado, que es Cristo, recibe una bendición.

Encontramos que a través del tiempo todos esperaban recibir la bendición de Abraham, pero vean ustedes, la recibió Cristo; y por medio de Cristo la bendición de Abraham pasó a los gentiles; por lo tanto la bendición de Abraham se convierte en una realidad en medio del pueblo gentil, para así cumplir todo lo que Dios estaba mostrándole a Abraham: Dios a Abraham le estaba mostrando un programa mayor, representado en ese programa que Dios llevó a cabo a través de Abraham.

Ahora, en el programa mayor de Dios, encontramos que todo lo terrenal que Dios dio y mostró a Abraham, está representando lo celestial. De Abraham sacó un pueblo terrenal, un Israel terrenal, la nación hebrea; pero de Cristo, el Hijo de Abraham, encontramos que saca una nación celestial, un pueblo celestial, el cual nace de nuevo, cada uno en su edad, cada uno en su tiempo correspondiente.

El Israel celestial, la descendencia de Abraham según la fe que viene por Cristo, ha tenido a través de las edades muchos predicadores, ha tenido pastores, ha tenido maestros, ha tenido evangelistas, ha tenido apóstoles y profetas. Encontramos que los apóstoles del Señor Jesucristo, muchos de ellos, eran profetas: San Pedro, San Juan, Santiago, y otros más.

Encontramos que también el apóstol San Pablo fue un profeta, por esa causa él pudo recibir la revelación divina de la nueva dispensación que había comenzado, pudo tener un encuentro con Cristo en el camino a Damasco, y verlo en esa Columna de fuego, y preguntarle: “Señor, ¿quién eres?” Y esa Columna de fuego, que es Jesucristo en esa teofanía, le dijo: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues.”

Jesús en la Dispensación de la Gracia es el mismo Jehová, el YO SOY que le apareció a Abraham, y le apareció también a Moisés en aquella zarza ardiente. El mismo Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, del Antiguo Testamento, le estaba apareciendo a Saulo de Tarso en el camino a Damasco, y le dijo: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues.”

Había ocurrido un cambio de dispensación, y Dios había cambiado de dispensación, y había cambiado de nombre. El tenía un nombre nuevo para una nueva dispensación: el nombre Jesús, que representa Redentor, Salvador, estaba ligado a la obra de salvación que El llevó a cabo, por eso el nombre Jesús fue el nombre que Dios escogió para Su manifestación en carne humana, conocida por el profeta Isaías como el Hijo de la virgen que nacería, que sería concebido y que nacería, y Su nombre sería Emanuel, que traducido es Dios con nosotros.

Ahora, ese Hijo de la virgen, encontramos que luego de llevar a cabo Su obra de redención aquí en la Tierra con ese cuerpo físico que tuvo, sin pecado, y sobre el cual Dios colocó el pecado de toda la humanidad.

Encontramos que luego que murió, resucitó y ascendió al cielo, encontramos que se sentó a la diestra de Dios, y luego descendió Jesucristo en forma de Columna de fuego; cumpliéndose así lo que El dijo: ``salí del Padre, y vuelvo al Padre; salí de Dios y vuelvo a Dios.'' El Padre se mostraba al pueblo hebreo en aquella Columna de fuego. Y El salió del Padre, salió de ser la Columna de fuego, y luego regresó nuevamente a ser la Columna de fuego en la Dispensación de la Gracia.

Encontramos que sacó a San Pablo, a Pedro y a otros más de la cárcel, los libertó en muchas ocasiones. ¿Quién? Jesucristo en esa Columna de fuego.

Y ahora estaba la Columna de fuego, ya no en la Dispensación de la Ley, ya no en la Dispensación del Padre, sino en la Dispensación del Hijo. Por esa causa la Columna de fuego en la Dispensación de la Gracia se manifiesta como el Hijo de Dios. Es la manifestación del Hijo de Dios en esa Columna de fuego.

Encontramos que el Señor Jesucristo ha estado reflejando la obra que corresponde a estos Títulos. En cada tiempo El ha usado estos Títulos de Hijo que El tiene: Hijo de Dios, Hijo del Hombre... Y en el fin del tiempo El estará utilizando, manifestando, los Títulos de Hijo de Abraham e Hijo de David, e Hijo del Hombre; porque estos Títulos contienen la Herencia que El reclama en el fin del tiempo.

Con estos Títulos El tiene unos derechos celestiales, tanto para ser aplicados en el cielo como en la Tierra.

El con el título de Hijo de Abraham tiene el derecho a heredar la tierra de Israel completa, con todo lo que tiene la tierra de Israel. Y El como Hijo de David tiene derecho a sentarse en el Trono de David y reinar por mil años, y luego por toda la eternidad. Reinar no solamente sobre el pueblo hebreo sino sobre todo el planeta Tierra. Y El como Hijo del Hombre, manifestándose como Hijo del Hombre, El tiene el derecho a todo el planeta Tierra, El tiene el derecho a heredar el planeta Tierra completo con todo lo que está en el planeta Tierra; y ser Rey no solamente sobre el pueblo hebreo sino sobre el planeta Tierra completo, como Hijo del Hombre.

Como Hijo del Hombre El es heredero del planeta Tierra completo con todo lo que posee; como Hijo de David: heredero del Trono de David en medio del pueblo hebreo; como Hijo de Abraham: heredero de la tierra de Israel; y como Hijo de Dios: heredero de los cielos y de la Tierra también. Así que no queda nada fuera, todo le pertenece al Señor Jesucristo, a la simiente de Abraham, al Hijo de la promesa.

Es tan grande esta Herencia y esta bendición, que nadie puede heredar nada, ni decir que tiene nada, a menos que no le sea concedido por el Dueño, el Heredero de los cielos y de la Tierra.

El Señor Jesucristo siendo el Heredero de todo... Nos dice la Escritura, hablando de los hijos de Dios en Romanos capítulo 8, verso 14 en adelante:

Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.”

Para eso viene el Espíritu teofánico para cada hijo de Dios, o sea, su Espíritu teofánico de la sexta dimensión que viene con el nuevo nacimiento a cada hijo de Dios.

Y también viene el Espíritu teofánico ministerial, correspondiente a cada edad y a cada dispensación, que es un Espíritu teofánico ministerial que se manifiesta para cada edad o para cada dispensación; o sea, un Espíritu ministerial, un mensajero, al cual Dios envía en la edad correspondiente para ese mensajero.

Dios envía un Espíritu teofánico ministrando en un hombre, y ese mensajero trae la Palabra de Dios; por cuanto está operando en él un Espíritu teofánico de la sexta dimensión, él trae esa Palabra de allá, de la sexta dimensión, a donde Dios la lleva, y de ahí la trae a esta dimensión terrenal; porque son espíritus administradores a los herederos de salvación, de salud.

Dice en Hebreos capítulo 1, verso 14: “¿No son todos Espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?” Espíritus ministradores, para ministrarle el Mensaje, la Palabra, que corresponde para la edad en que son enviados estos Espíritus ministradores, son enviados en carne humana.

Cada profeta mensajero del Antiguo Testamento o del Nuevo Testamento, cada ángel mensajero, es un enviado de Dios, es un Espíritu teofánico enviado de Dios, velado en carne humana, ministrando la Palabra de Dios, el Mensaje de Dios que corresponde para ese tiempo.

Así fue cada mensajero del Antiguo Testamento, y así también del Nuevo Testamento. Y el mismo Señor Jesucristo es también un Espíritu teofánico velado en carne humana que apareció dos mil años atrás en medio del pueblo hebreo. El es nada menos que el Angel del Pacto, la Columna de fuego, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, que le apareció a Abraham, a Isaac, a Jacob, y le apareció también a Moisés en una Columna de fuego.

Por esa causa encontramos que el profeta Malaquías en el capítulo 3, anuncia la Venida del Mesías en la siguiente forma, diciendo:

He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí (ese mensajero que envió fue Juan el Bautista, lo envió con el espíritu y virtud de Elías, con ese Espíritu ministerial); y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos.”

¿Quién vendría? El Angel del Pacto que le apareció a Moisés, a Abraham, a Isaac, a Jacob; y le dijo a Moisés: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.”

Por eso cuando le decían a Jesús que El blasfemaba, porque decía que era Hijo de Dios, El hablando con estos líderes religiosos, El les dijo que ellos querían matarlo; ellos decían: “nosotros somos hijos de Abraham, y nosotros somos hijos de Dios,” o sea, usando eso como para mostrar que ellos eran personas muy religiosas, muy creyentes en Dios, y que eran incapaces de matar a un hombre; pero vean ustedes que sí querían matarlo; y al final pidieron Su muerte; y fue crucificado.

Ahora, el Señor Jesucristo les dijo: “si ustedes fueran hijos de Abraham, las obras de Abraham ustedes harían.” Y les dijo: “Abraham deseó ver mi día, lo vio y se gozó.” Ellos entonces tratan de decirle que es un mentiroso, y le dicen: “No tienes cincuenta años todavía, y dices que has visto a Abraham,” o sea, “eres mentiroso, pues tienes unos treinta y tres años, y estás diciendo que has visto a Abraham.” Y Jesús les dijo: “Antes que Abraham fuera, yo soy.”

¿Por qué? Porque era el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, velado en carne humana; era la Columna de fuego, el Angel del Pacto, vestido de carne humana, vestido de un ropaje humano para morir en la Cruz del Calvario y quitar el pecado del mundo, y así limpiarnos de todo pecado. Era el Espíritu de Dios, era la Columna de fuego, el Angel del Pacto, encarnado, y no lo pudieron ver.

Y estaba prometido que vendría el Angel del Pacto; pero cuando vino, la vestidura que trajo no le gustó al pueblo hebreo, o no le gustó a los líderes religiosos de aquel tiempo, porque aquella vestidura no era una vestidura fina; ustedes saben que el Señor Jesucristo y también Juan hablaron de las vestiduras finas. Y Jesús hablando de Juan, dijo: “¿que salisteis a ver al desierto? ¿un hombre bien vestido, vestido de púrpura, vestido bien?” Dijo: “Los que se visten así, están allá en los palacios de los reyes. ¿Qué salistes a ver? ¿Un hombre, un predicador, un profeta?'' Más que profeta. Y comenzó a decir quién era Juan el Bautista: señalando que Juan el Bautista era el Elías que tenía que venir.

Pero vean ustedes la forma en que vino: con una vestidura rara para la alta aristocrasia y para la jerarquía religiosa de aquel tiempo. No vino con una vestidura de clérigo, vino con una vestidura de piel de camello o de oveja, era una vestidura rara; no estaba vestido como un clérigo, como un ministro, no estaba vestido como un sacerdote; pero Jesús dijo: ``De los nacidos de mujer no hubo ninguno mayor que Juan; pues el más pequeño entre vosotros, es mayor que Juan.

Ahora, miren ustedes, Juan el Bautista también era un espíritu teofánico manifestado en carne, y precursando la Primera Venida de Cristo.

Los profetas de Dios han operado, han ministrado, bajo el espíritu teofánico que Dios envía a ellos. Y por esa causa han podido recibir la Palabra de Dios para el tiempo en que viven, y darla al pueblo; y han podido realizar las obras correspondientes para el tiempo en que han sido enviados. Y aún milagros que son inconcebibles para la mente humana, ellos han podido llevarlos a cabo.

¿Por qué? Porque han estado ministrando bajo ese espíritu teofánico enviado de parte de Dios. Porque Dios es el Dios de los espíritus de los profetas, de esos espíritus teofánicos que El envía de tiempo en tiempo, de edad en edad y de dispensación en dispensación.

Cuando El envía un espíritu teofánico para una edad; ese espíritu teofánico viene manifestándose, operando, en un hombre; y ese hombre viene a ser el mensajero de esa edad; y es un espíritu grande.

Un espíritu teofánico es algo grande de parte de Dios, enviado a la Tierra. Pero por cuanto encontramos que las personas no tienen las dos conciencias juntas, como las tiene el mensajero que Dios envía para cada edad o cada dispensación, encontramos que no son comprendidos en la edad en que son enviados, excepto por los escogidos de Dios de ese tiempo, los cuales reciben el Mensaje, la Palabra; y no pueden decir otra cosa sino: “esto era lo que yo estaba esperando, este era el Mensaje, y este es el hombre, el mensajero, que Dios ha enviado a nosotros”; porque son de la misma descendencia de Abraham según Cristo, por el nuevo nacimiento para cada hijo de Dios. El nuevo nacimiento del Espíritu teofánico que le es concedido a cada hijo de Dios.

Cuando Dios envía un Espíritu teofánico en carne humana para una dispensación, ese viene a ser un mensajero dispensacional, es un Espíritu teofánico mayor, con una misión mayor en favor de todos los hijos de Dios, descendientes de Dios a través de Cristo.

Y ese Espíritu ministerial opera a través de carne humana, y los escogidos de ese tiempo despiertan con el Mensaje que ese mensajero trae ungido con ese espíritu ministerial de profeta. El trae el Mensaje dispensacional para ese tiempo. Y El con ese Mensaje abre esa nueva dispensación, y cierra la dispensación anterior; porque Dios coloca en ese mensajero Su Palabra, como hizo con Moisés.

Dios en el tiempo de Moisés abrió una nueva dispensación con la Palabra que colocó en Moisés, y cerró el tiempo de esclavitud del pueblo hebreo, sacando libre al pueblo hebreo, al Israel terrenal. Todo esto luego se convierte en tipo y figura de lo que Dios haría con el Israel celestial, con los hijos de Abraham según la fe en Cristo.

Y de todos los mensajeros que Dios enviaría en Su cuerpo místico, Su Iglesia, encontramos que en alguno de ellos El cumplirá todas estas promesas que están hechas en Apocalipsis, en cada una de las promesas dadas a cada Iglesia de Apocalipsis capítulo 2 y capítulo 3, que es la Iglesia del Señor Jesucristo pasando por siete etapas para luego llegar a la perfección, para luego llegar a la etapa en donde hereda todas las cosas que El ha prometido, donde heredará la vida eterna, estando aún vivos los escogidos del fin del tiempo; pues el apóstol San Pablo dice: “No todo dormiremos (o sea no todos moriremos), pero todos seremos transformados (de lo mortal a lo inmortal, de lo corruptible a lo incorruptible, de lo temporal a lo eterno).'' Habrá una transformación, un cambio de cuerpo para cada hijo de Dios).

Ahora, si leemos las promesas dadas (en Apocalipsis) al vencedor, encontraremos, uniendo todas estas promesas, que son nada menos que el cumplimiento de lo que El promete en Apocalipsis capítulo 21, verso 7. Dice:

El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.”

Vean ustedes, esto es lo que Dios promete, lo que el Señor Jesucristo promete, para el que venciere. Vamos a leer todas estas promesas dadas aquí en las siete edades, y luego tendremos un cuadro claro de lo que significa: “El que venciere herederá todas las cosas.”

Todas estas cosas que están prometidas a la simiente de Abraham, porque Cristo, siendo la simiente de Abraham, luego comparte la Herencia con Sus hijos. Por eso dice que somos herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús Señor nuestro. O sea, que la Herencia nadie la puede recibir, a menos que no sea a través de Cristo. El es el que imparte o reparte esa Herencia a los herederos de Dios, porque El heredó los cielos y la Tierra.

Ahora, miren ustedes, dice Apocalipsis capítulo 2, verso 7:

El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.”

Una promesa para el que venciere. En la primera edad el apóstol San Pablo fue Su mensajero, mensajero de la primera edad. Estas promesas y estos Mensajes son enviados, dados a los ángeles mensajeros, y luego ellos lo hablan al pueblo.

Podemos ver que al apóstol San Pablo, aunque recibió vida eterna, con todo y eso en su cuerpo físico no continuó viviendo por toda la eternidad, sino que su cuerpo físico tuvo que morir y él pasar al Paraíso a descansar, juntamente con los creyentes de la primera edad de la Iglesia gentil. Por lo tanto, aunque él fue un vencedor, y aunque él permaneció firme en la Palabra de Dios y llevó a cabo la obra de Dios para aquel tiempo, con todo y eso, esta promesa no se cumplió en él y para él plenamente, sino parcialmente.

Pero él regresará, y entonces tendrá vida eterna en su cuerpo físico también, porque será un cuerpo eterno que recibirá en la resurrección; pero él estando vivo no recibió en toda su plenitud el cumplimiento de esa promesa.

Luego, eso fue a la iglesia de Efeso que fue dada esta promesa, y a su mensajero, pero se cumplió parcialmente en él nada más. Luego, a la segunda edad de la iglesia gentil, representada en la iglesia de Esmirna allá en Asia Menor; pues las siete iglesias de Asia Menor mencionadas aquí en Apocalipsis representan la Iglesia del Señor Jesucristo pasando por siete etapas a través de la Dispensación de la Gracia; esto es en el sentido profético. Dice así en el capítulo 2, verso 10 y 11 de Apocalipsis:

No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.

El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte.”

No sufrirá daño de la segunda muerte, que es el lago de fuego; o sea, no será echado en el lago de fuego, sino que vivirá eternamente. Dice: “se fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida,” la corona de la vida eterna para que vivas eternamente.

Esta promesa en lo espiritual sí se cumplió, en el mensajero de la segunda edad de la Iglesia gentil; pero plenamente no se cumplió, porque tuvo que morir y pasar al Paraíso; pero luego, en la resurrección, él tendrá esa promesa cumplida, porque tendrá un cuerpo eterno.

Luego en la tercera edad de la Iglesia gentil, representada en la iglesia de Pérgamo, dice en el capítulo 2, verso 17:

El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.”

El mensajero de esta tercera edad recibió esta promesa, o su cumplimiento parcialmente, pero no en toda su plenitud. El la tuvo en forma de semilla. Esta piedrecita blanca y este maná escondido, encontramos que este maná escondido representa el Mensaje final, el Mensaje del Evangelio del Reino, pues el maná en el templo que hizo Moisés y el que hizo Salomón, fue colocado en el lugar santísimo, y luego que pasaron aquellos cuarenta años en donde vino maná para el pueblo hebreo, luego de eso no hubo más maná; pero en el lugar santísimo sí, porque el mná estaba escondido allí en una vasija de oro.

Por eso el Señor Jesucristo promete este maná escondido, que es tipo y figura de la revelación divina del fin del tiempo, la revelación divina de la Edad de la Piedra Angular, la revelación divina de la Edad del Lugar Santísimo del Templo espiritual del Señor Jesucristo, que es Su Iglesia, en donde el Maná escondido es la Palabra, porque “no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”

Y la Palabra que corresponde al Lugar Santísimo del Templo espiritual del Señor Jesucristo es la Palabra del Evangelio del Reino, la Palabra de la trompeta final o gran Voz de trompeta, la Palabra del Señor Jesucristo hablándonos con esa Voz de trompeta, y llamando y juntando a todos los escogidos.

Es el Maná escondido, la revelación divina, la Palabra, el Mensaje del Evangelio del Reino, siendo dado al vencedor que esté vivo en el tiempo en que El da el Maná escondido. Y eso es después de las siete edades de la Iglesia gentil; porque a ninguno, ni a este ángel mensajero de la tercera edad de la Iglesia gentil ni a ningún otro ángel mensajero de las siete edades, le fue dado el Maná escondido. A ninguno de ellos les fue dado el Mensaje del Evangelio del Reino, porque ellos no vivieron en la Edad de la Piedra Angular, ellos no vivieron en la Edad del Lugar Santísimo del Templo espiritual del Señor Jesucristo, ellos estaban en otras etapas en la construcción del Templo espiritual del Señor Jesucristo.

Y sigue diciendo: “y le daré una piedrecita blanca...” una piedrecita blanca: eso es la Venida del Señor, la Piedra no cortada de manos que vio Daniel y el rey Nabucodonosor, que vino en el fin del tiempo e hirió a la imagen en los pies de hierro y de barro cocido; es la Venida de Cristo como la Piedra Angular, la Piedra no cortada de manos, que hiere a la imagen, al reino de la bestia en el fin del tiempo, el cual estará en los pies de hierro y de barro cocido de la imagen que vio el rey Nabucodonosor.

La Escritura dice, hablando de Cristo como la Piedra Angular, la Piedra del ángulo, dice que será Piedra de tropiezo. Tropezaron en la Primera Venida con la Piedra de tropiezo; por la forma en que se cumplió la Venida de la Piedra Angular, la Piedra no cortada de manos, tropezaron con ella y cayeron; y en el fin del tiempo tropezará la imagen que vio Nabucodonosor, tropezará con esa Piedra no cortada de manos, y no le llevará un dedo sino los dos pies completos.

Así que tropezará pero en una forma que le llevará no solamente la uña del dedo grande, sino le llevará las uñas de todos los dedos, le llevará todos los dedos, le llevará todos los pies. ¡Qué tropezón! Así acontecerá en el fin del tiempo con la imagen que vio el rey Nabucodonosor y la interpretó el profeta Daniel.

Este es el tiempo en que los pies de hierro y de barro cocido han estado tomando forma. Ese imperio del anticristo está tomando forma en los pies de hierro y de barro cocido. Y por alianzas humanas, tratados nacionales e internacionales, se unirá el barro y el hierro: se unirá el barro (las naciones) con el hierro (con el reino, con ese imperio del anticristo) y formarán el gran imperio del anticristo en el fin del tiempo.

Y ahí, el imperio del anticristo, de la bestia, dominará en este planeta Tierra, pero solamente por tres años y medio. Tiempo concedido por Dios para que se cumplan las profecías correspondientes al fin del tiempo y así venga el día de venganza del Dios nuestro sobre esas naciones que le darán el poder y la autoridad a la bestia para que reine; pero luego esas mismas naciones, dice la Escritura en Apocalipsis capítulo 17, verso 11 en adelante, tenemos el cuadro aquí claro, lo mismo que vio el rey Nabucodonosor y que vio e interpretó el profeta Daniel. Dice:

La bestia que era, y no es, es también el octavo; y es de entre los siete, y va a la perdición.

Y los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia.

Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia.

Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles.

Me dijo también: Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas.

Y los diez cuernos que viste en la bestia, éstos aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego.”

Esto es fuego atómico, porque estos reyes que le darán su poder y su autoridad a la bestia, tendrán el poder atómico, para al final de la gran tribulación quemar a la bestia, cuando Dios ponga en sus corazones que aborrezcan y quemen a la bestia; porque la bestia, el anticristo, estará llevando a cabo un imperio dictatorial; y por algunas causas, luego, estos reyes (el barro) que le dieron su poder, se revelarán en contra del hierro, en contra de la bestia, y la desnudarán, la destruirán, la quemarán con fuego, fuego atómico. Y ahí será el final de la bestia.

El profeta Daniel también vio el final de la bestia y se maravilló del final de la bestia. Daniel capítulo 7, verso 9, dice así:

Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente.

Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos.

Yo entonces miraba a causa del sonido de las grandes palabras que hablaba el cuerno; miraba hasta que mataron a la bestia, y su cuerpo fue destrozado y entregado para ser quemado en el fuego.”

Ahí tenemos lo mismo que está en Apocalipsis: la bestia será matada, destruida y entregada para ser quemada. Eso será con fuego atómico.

Habían también quitado a las otras bestias su dominio, pero les había sido prolongada la vida hasta cierto tiempo.”

Bueno, aquí podemos ver un cuadro claro de las cosas que estarán aconteciendo en este tiempo final.

Pero por el lado bueno, el lado de la bendición de Dios, por causa de las promesas dadas a Abraham, en las cuales Dios está representando Su programa, el cual El a través de Cristo estaría realizando, encontramos que así como en cada tiempo Dios dio una promesa, pero que no se cumplió en toda su plenitud sino que la saludaron de lejos, porque sabían que el cumplimiento pleno de esa promesa estaría para el fin del tiempo, así como aconteció con la descendencia de Abraham según la carne.

Vamos a seguir leyendo aquí las promesas que faltan por ser leídas, para luego finalizar. Sigue diciendo:

Le daré una piedrecita blanca (esa es la Venida de Cristo, esa Piedra no cortada de manos), y en la piedrecita escrito un nombre nuevo (¿por qué? porque la piedrecita, que es Cristo en Su Venida, El viene con un Nombre nuevo que El recibió cuando ascendió al cielo), el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe (y es el único que lo podrá dar a conocer).”

Luego en la cuarta edad y cuarta iglesia representada en la iglesia de Tiatira, la promesa fue dada aquí en Apocalipsis capítulo 2, verso 26 en adelante:

Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones,

y él las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre.”

Ahora vean ustedes, al que venciere El le promete que le va a dar autoridad sobre las naciones, y que las regirá con vara de hierro, y que serán desmenuzadas delante de él como vaso de alfarero. Y dice: “así como yo he recibido de mi Padre.”

Así como El ha recibido esa misma autoridad de Su Padre, El la va a dar, esa misma autoridad, al vencedor que esté en el tiempo de Su Venida, que esté en el tiempo para el cumplimiento de estas promesas en toda su plenitud.

Y le daré la estrella de la mañana.”

Jesús dice en Apocalipsis capítulo 22 y verso 16: “Yo soy la estrella resplandeciente de la mañana.” ¿Quién? El Señor Jesucristo es esa estrella resplandeciente de la mañana.

¿Qué es lo que le va a dar al vencedor que esté en ese tiempo? Le va a dar la estrella resplandeciente de la mañana, le va a dar la Venida de Cristo en la mañana de un nuevo Día dispensacional.

Sigue diciendo a la quinta iglesia, que representa a la quinta etapa o edad de la Iglesia gentil, representada en la iglesia en Sardis, en Asia Menor, sigue diciendo en el capítulo 3 y verso 5 en adelante:

El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.”

Esta es una promesa que El dio, pero que no se cumplió en toda su plenitud en el mensajero de la quinta edad de la Iglesia gentil, ni en el pueblo de la quinta edad de la Iglesia gentil, sino parcialmente o espiritualmente, pero plenamente no se cumplió.

Luego en la sexta edad de la Iglesia gentil, o sexta etapa, representada en la iglesia de Filadelfia, en Asia Menor, la promesa es (Apocalipsis capítulo 3, verso 12):

Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios (una columna significa una persona importante en ese Templo del Señor, que es Su Templo espiritual); y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.”

Hay personas que por no leer la Biblia con sus ojos abiertos no saben que el Señor Jesucristo tiene un Nombre nuevo, el cual recibió cuando ascendió al cielo victorioso y se sentó a la diestra de Dios en el Trono de Dios. Y ese es el Nombre que El promete escribir sobre el vencedor.

No lo escribió en el primer ángel mensajero, ni en el segundo, ni en el tercero, ni en el cuarto, ni en el quinto, ni en el sexto, ni en el séptimo. El dice que lo escribirá sobre el vencedor. Y ese será el Nombre eterno de Dios, y ese será el Nombre de la Nueva Jerusalén. Por cuanto es nueva, la nueva Jerusalén tiene un Nombre nuevo también: la nueva Jerusalén se llamará del Nombre nuevo del Señor Jesucristo; así como la tierra de Israel es llamada del nombre del nieto de Abraham, de Jacob, de Israel, así también la Nueva Jerusalén será llamada del Nombre nuevo del Señor Jesucristo.

Vean ustedes, la tierra de Israel es llamada: Israel; ese territorio y el pueblo es llamado del nombre nuevo de Jacob. Y del Nombre nuevo de Jesús será llamada la Nueva Jerusalén.

Ahora vean ustedes, Dios colocó el nombre de la tierra de Israel, ¿lo colocó dónde? En un hombre, en Jacob, y luego fue colocado ese Nombre en la tierra de Israel y el pueblo de Israel; porque son llamados de Israel, del padre de las doce tribus o padre de los doce patriarcas.

Encontramos también que todo lo que en el Israel literal se cumplió, es tipo y figura de las cosas que Dios realizaría en el Israel celestial.

Vamos a continuar aquí, leyendo esta promesa de que El escribirá el Nombre de Dios, y el Nombre nuevo de El, sobre el vencedor. Es una promesa que no se cumplió plenamente en los ángeles mensajeros anteriores, aunque sí en forma parcial.

Luego la edad de Laodicea, que es representada en la iglesia de Laodicea en Asia Menor, encontramos esta promesa dada en Apocalipsis capítulo 3, verso 21:

Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.”

Una promesa que no se cumplió en ninguno de los siete ángeles mensajeros, una promesa que corresponde para el fin del tiempo, para una nueva dispensación, para un mensajero dispensacional, el cual sería el Angel del Señor Jesucristo que El enviaría en el fin del tiempo con el ministerio correspondiente para esa nueva dispensación, para la Dispensación del Reino, para el Señor Jesucristo sentar en la Dispensación del Reino y en el Trono del Señor Jesucristo, el Trono del Hijo de David, sentar a ese vencedor. Y con ese vencedor el Señor Jesucristo llevar a cabo la obra del fin del tiempo, y obtener el Señor Jesucristo la final y total victoria. Y así ser establecido plenamente el Reino de Dios en este planeta Tierra, y quitar la bestia, la imagen de la bestia, el anticristo, el falso profeta, y todos estos reyes que le darán su poder y su autoridad a la bestia; ser quitado todo eso y ser establecido el glorioso Reino milenial del Señor Jesucristo.

Al que venciere, le daré (le daré, le concederé) que se siente conmigo en mi trono (¿cómo?), así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.”

El Señor Jesucristo desde el Trono del Padre obtiene todos los derechos; y todo desde el Trono del Padre pasará al Trono del Señor Jesucristo, el Trono del Hijo de David. Y desde ahí todo lo del Trono del Padre pasará a ese Trono y gobernará en este planeta Tierra. Y ahí el Señor Jesucristo dice: “Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.”

Lo mismo que hizo el Padre en el cielo, en el Trono que está en el cielo, lo hará el Señor Jesucristo con ese vencedor que se sentará, o que El sentará en Su Trono. Este es un misterio grande que en el fin del tiempo sería abierto y dado a conocer a los escogidos de Dios.

El pueblo hebreo está esperando el cumplimiento de esa promesa, aunque plenamente no conoce esta promesa, porque plenamente no cree en el Nuevo Testamento, pero esta promesa está también en el Antiguo Testamento, esta promesa está en las promesas dadas a Abraham; por lo tanto en el Apocalipsis están ampliadas todas esas promesas del Antiguo Testamento. Y de todos los mensajeros del Señor Jesucristo, del Hijo de la promesa, uno de ellos recibirá en toda su plenitud el cumplimiento de cada una de estas promesas.

Al cumplir la promesa: “Al que venciere se sentará conmigo en mi trono.” Ahí, al estar en su Trono, automáticamente todas esas demás promesas están contenidas en el cumplimiento de ésta: “se sentará conmigo en mi trono,” o la promesa de Apocalipsis 21, verso 6:

El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios (dice el Señor Jesucristo), y él será mi hijo (un hijo del Señor Jesucristo, un hijo de Dios, un hijo del Heredero de todas las cosas).”

¿Saben ustedes una cosa? Que si no hubiese ocurrido la caída en el Huerto del Edén, el primer hijo que Eva hubiera tenido hubiera sido el Señor Jesucristo; y de ahí todos los demás hubieran descendido; sería una línea directa que los llevaría al Señor Jesucristo. Pero aunque aparentemente fue interrumpido el programa, aquí estamos nosotros, descendientes directos del Señor Jesucristo, descendientes de Dios, seres celestiales, aunque estamos en estos cuerpos mortales.

Nosotros somos la descendencia de Abraham según la fe, somos hijos de Abraham celestiales, hijos de Abraham por medio del Hijo de Abraham: Jesucristo, el Heredero de todas las cosas; y por esa causa es que la Herencia pasa a nosotros también, por esa causa es que somos herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús, porque somos hijos del Señor Jesucristo por el nuevo nacimiento que El ha efectuado en cada uno de nosotros, y nos ha dado de Su Espíritu, ese Espíritu teofánico, y nos dará un cuerpo semejante al Suyo: eterno, glorioso, sin pecado, sin enfermedades, sin dolencias, y sin que el tiempo le deje marca, porque estará representando por toda la eternidad de 18 a 21 años, que es la flor de la juventud, que es la edad que Dios escogió para Sus hijos, para vivir eternamente.

Esta bendición o estas bendiciones que El ha prometido en y a las diferentes iglesias de Asia Menor, vean ustedes, en lo profético fueron aplicadas en las siete etapas de la Iglesia gentil; pero así como las iglesias de Asia Menor las saludaron de lejos, también las siete edades de la Iglesia gentil saludaron de lejos estas promesas en su cumplimiento pleno; solamente tuvieron un cumplimiento parcial que fue de grande beneficio para ellos.

Pero luego de terminadas las siete etapas o edades de la Iglesia gentil, el que venciere, ya fuera de las edades de la Iglesia gentil, el que venciere heredará todas las cosas, dice el Señor Jesucristo.

Así que el Señor Jesucristo no está hablando de El mismo, el Señor Jesucristo dice: “Al que venciere yo le daré que se siente conmigo en mi trono.” El Señor Jesucristo está hablando de otra persona, está hablando de alguien; porque si El dice: “Al que venciere”, es porque hay la posibilidad y está en el programa divino de que alguien va a vencer para sentarse con el Señor Jesucristo en Su Trono.

No dice: “a los que vencieren.” Como explica San Pablo cuando dice que a la simiente de Abraham fueron hechas las promesas. San Pablo dice: “a la simiente,” no “las simientes,” hablando no de muchas sino de Uno, de Cristo. Y así el Señor Jesucristo cuando dice: “al que venciere,” ¿está hablando de cuántos? no dice: “a los que vencieren,” sino “al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono.”

En palabras más claras, todo lo que El tuvo y recibió en el cielo, El lo da por heredad al que venciere y lo sentará en Su Trono, el Trono del Hijo de David, el Trono de David que será establecido para el glorioso Reino milenial, y con El reinaremos todos en ese glorioso Reino milenial.

Ahora, con estas promesas para el vencedor, encontramos que le es concedida esa Herencia que dice Dios en Su Palabra. Y el apóstol San Pablo dice que somos herederos de Dios; así es como heredaremos a Dios y de Dios todas las cosas.

Y sigue diciendo: “herederos de Dios y coherederos con Cristo,” por eso “se sentará conmigo.” No heredará El sólo, sino El dice: “se sentará conmigo en mi Trono,” “yo le daré que se siente conmigo,” o sea le concederá.

Coheredero, dice: “somos herederos de Dios y coherederos.” Así que habrá un coheredero que se sentará con Cristo en Su Trono, porque Cristo estará manifestando Sus títulos de Hijo de Abraham, Hijo de David, e Hijo del Hombre, en ese vencedor que se sentará con El en Su Trono. Y a través de él Cristo estará reflejándose y revelándose con estos títulos; y por esa causa es coheredero del Trono, “se sentará conmigo en mi trono, así como yo me he sentado con mi Padre en su trono.”

Por eso le promete también escribir sobre él el Nombre de Dios, el Nombre eterno, el Nombre de la ciudad, y el Nombre nuevo del Señor Jesucristo; por eso le promete darle esa piedrecita blanca con un Nombre escrito que ninguno conoce sino aquel que lo recibe, aquel que recibe esa piedrecita con ese Nombre nuevo.

Todo esto es así y ha sido profetizado para ser cumplido en el fin del tiempo y disfrutarlo en el glorioso Reino milenial y por toda la eternidad.

EL HIJO DE LA PROMESA.” Vean ustedes, el Hijo de la promesa dos mil años atrás vino a ser el Señor Jesucristo, en el cual se cumplió la promesa dada a Abraham, y el cual heredó la promesa dada a Abraham, siendo Cristo la simiente de Abraham.

Y luego Jesucristo promete dar y compartir Su Herencia con el vencedor, ese es el Hijo prometido del Señor Jesucristo, el cual El sentará en Su Trono con él. Y así estarán manifestados estos títulos de Hijo de Abraham, Hijo de David.

Hijo de Abraham: heredero legal a la tierra de Israel; Hijo de David: heredero legal al Trono de David; Hijo del Hombre: heredero legal a este planeta Tierra, a heredar este planeta Tierra. Y por esa causa Cristo en esa Columna de fuego desciende en Apocalipsis capítulo 10. Vamos a leerlo, porque esto tiene que ver con esa Herencia que El ha prometido al vencedor:

Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube...” Es Cristo viniendo, pero envuelto en una nube, envuelto en esa Columna de fuego, en esa Nube que libertó al pueblo hebreo, esa Nube de fuego que le apareció a Moisés en una zarza ardiendo, esa Nube de fuego que estuvo en el monte Sinaí mientras Moisés recibía los diez mandamientos, esa Nube de fuego que guió al pueblo hebreo por el desierto, esa Nube de fuego que habitó en el lugar santísimo del templo que hizo Moisés y el templo que hizo Salomón, esa Nube de fuego que es la Shekinah, el Logos. Desciende Cristo envuelto en esa Nube, en esa Columna de fuego.

...con el arco iris sobre su cabeza...”

El arco iris es un pacto. En Apocalipsis capítulo 4 encontramos que ese pacto está allí en el Trono. Vamos a ver Apocalipsis capítulo 4, verso 1 al 3. Dice:

Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas.

Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado.

Y el aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina; y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda.”

Aquí tenemos nuevamente el pacto, el arco iris, alrededor del Trono.

Y acá, el Señor Jesucristo al descender del cielo en esa Columna de fuego, dice: “con el arco iris sobre su cabeza.” Trae ese pacto divino para la Dispensación del Reino, para los escogidos de entre los gentiles y los escogidos del pueblo hebreo. Viene con un pacto, con el pacto eterno, para vida eterna, para la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos.

...y su rostro era como el sol...”

Por esa causa en el monte de la Transfiguración el Señor Jesucristo, cuando mostró la Venida del Hijo del Hombre en Su Reino, se transfiguró Su rostro como el sol; porque Su Venida es como el Sol de justicia. Dice el profeta Malaquías: “mas a los que temen mi nombre nacerá el Sol de justicia y en sus alas traerá salvación.” Es para salvación de todos los escogidos, es para traer la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos, para nuestro regreso a la vida eterna.

Malaquías vio la Venida de Cristo, la Venida del Angel del Pacto para el fin del tiempo. Y dijo así en Malaquías capítulo 4 y verso 2:

A los que temen mi nombre nacerá el Sol de justicia (que es la Venida de Cristo, el cual dijo: yo soy la luz del mundo, y el que me sigue no andará en tinieblas, mas tendrá la luz de la vida, esa vida eterna).”

Ahora, este profeta Malaquías tuvo el privilegio de ver la Primera Venida de Cristo y la Segunda Venida de Cristo. La Primera Venida del Angel del Pacto y la Segunda Venida del Angel del Pacto.

Aquí lo tenemos con Su rostro como el sol, “y sus pies como columnas de fuego.

Tenía en su mano un librito abierto...” que ese es el Libro de los Siete Sellos que El tomó en el cielo, y lo abrió, y luego lo trae a la Tierra. Ese es el Título de Propiedad de los cielos y de la Tierra, es el Libro de la Redención. Y el Señor Jesucristo al morir en la Cruz del Calvario pagó el precio de la redención, por lo tanto El con Su Sangre limpió a todos los escogidos, los cuales tienen sus nombres escritos en ese Libro que estaba sellado con siete sellos.

Ese es el Libro de la Vida, el Libro de la Vida del Cordero, el cual a través de las edades de la Iglesia ha estado siendo manifestado, cada parte de ese Libro de la Vida se ha estado convirtiendo en una realidad en medio de la raza humana. Y todavía quedan cosas de ese Libro de la Vida para ser cumplidas en este tiempo final, en el glorioso Reino milenial y luego en la eternidad.

Ahora, ese es el Título de Propiedad; teniéndolo el Señor Jesucristo en Sus manos El es el Dueño, El es el Heredero de todo: de los cielos y de la Tierra. El como Hijo de Dios heredó los cielos y la Tierra, por esa causa le fue entregado ese Título de Propiedad, pudo tomarlo, nadie más lo podía tomar y abrir ese Título de Propiedad. Sigue diciendo:

Tenía en su mano un librito abierto; y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra;

y clamó a gran voz, como ruge un león; y cuando hubo clamado, siete truenos emitieron sus voces.”

¿Clamó cómo? Como cuando ruge un león. ¿Por qué? Porque ya no es el Cordero sino el León de la tribu de Judá, ya El cuando toma ese Libro y lo abre, ya El ha terminado Su obra de Cordero de Dios y se ha convertido en el León de la tribu de Judá para reclamar, reclamar todos Sus derechos contenidos en ese Título de Propiedad. Por esa causa El tenía que tomar ese Título de Propiedad allá en el cielo. Y siete truenos emiten sus voces cuando El clama como cuando ruge un león. El es el León de la tribu de Judá cuando toma el Libro, lo abre y lo trae luego a la Tierra.

Ahora, vamos a ver qué El hace con ese Libro, qué El hace aquí en la Tierra cuando desciende en esa Columna de fuego.

Cuando los siete truenos hubieron emitido sus voces, yo iba a escribir; pero oí una voz del cielo que me decía: Sella las cosas que los siete truenos han dicho, y no las escribas.”

El contenido de esos truenos Juan no lo pudo escribir, no podía escribir el contenido de esos truenos ni podía colocar el simbolismo de esos truenos, porque el contenido de esos truenos es la revelación divina de la Segunda Venida de Cristo como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores. Y ese misterio Dios lo ha mantenido por toda la eternidad en Su Mente, en Su corazón; y ese misterio no podía ser conocido en tiempos o edades pasadas; porque ese misterio sería abierto en el fin del tiempo, cuando el Señor Jesucristo descendiera envuelto en esa Nube de fuego, en esa Columna de fuego, y entregara ese Título de Propiedad al vencedor, que estaría viviendo en este tiempo final. Sigue diciendo:

Y el ángel que vi en pie sobre el mar y sobre la tierra, levantó su mano al cielo,

y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y las cosas que están en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que están en él, que el tiempo no sería más.”

El tiempo termina con la Venida de ese Angel fuerte, con la Venida de Cristo. El tiempo de los gentiles termina, el tiempo de las edades de la Iglesia gentil termina, el tiempo de la Dispensación de la Gracia termina, y se abre una nueva dispensación, y se abre un nuevo programa, el programa del Reino de Dios, se abre el programa de la Dispensación del Reino para todos los hijos de Dios. Y ahí la Venida del Hijo del Hombre en Su Reino se convierte en una realidad para todos los hijos de Dios.

Sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas.”

Vean ustedes, todo este misterio que estaba oculto de las edades pasadas, con el Mensaje del séptimo ángel mensajero fue abierto todo ese misterio de todo lo que fue cumplido, conforme a la Palabra, en esas siete edades de la Iglesia gentil; y él trazó, por el Espíritu de Cristo, trazó correctamente la historia de las siete edades de la Iglesia gentil: señalando las edades, señalando los ángeles mensajeros de cada edad y señalando el territorio donde se cumplieron esas edades, e identificando también la lucha que hubo en cada una de esas edades, e identificando también cómo el enemigo de Dios, el diablo, se levantó en cada etapa, en cada edad, en contra del programa que Dios estaba realizando en cada edad.

Cosas que no podían ser abiertas, dadas a conocer, en aquellos tiempos, fueron abiertas en el fin del tiempo por el séptimo ángel mensajero de la séptima edad de la Iglesia gentil y precursor de la Segunda Venida de Cristo, el cual también señaló las cosas que faltaban por ser cumplidas, como la Venida de Cristo con Sus Angeles y un sinnúmero de cosas más, como la Venida de una nueva edad y de una nueva dispensación, y de un nuevo pueblo que estaría en esa nueva dispensación.

Luego lo único que faltaría para ser dado a conocer sería el gran misterio que los siete truenos hablaron. Y el misterio que los siete truenos hablaron es el misterio de la Segunda Venida de Cristo, misterio que por más que han tratado de descubrir los seres humanos a través de sus estudios teológicos no han podido dar en el blanco, como tampoco pudieron hacerlo en la Primera Venida de Cristo.

Vean ustedes, aun con toda la teología que tenía el Sumo Pontífice y que tenían los doctores de la Ley, los sacerdotes, los fariseos y los saduceos no pudieron dar en el blanco identificando el cumplimiento de la Primera Venida de Cristo; y dijeron mas bien que era Beelzebú, y que por la mano o dedo de Beelzebú echaba fuera los demonios; pensaron que era un fanático, que era un loco, que era un endemoniado, pensaron que era un falso profeta, pensaron que era un samaritano loco.

Pero era el verdadero Mesías, era el verdadero profeta del cual Dios le dijo a Moisés: “Profeta de entre vuestros hermanos os levantaré, profeta como tú, a él oiréis; y cualquiera que no escuchare lo que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta, yo le desarraigaré del pueblo.” ¿Por qué? Porque Dios dijo: “porque yo pondré mis palabras en su boca, y él hablará todo lo que yo le mandare.”

Así que, miren ustedes, allí estaba con el pueblo hebreo y con aquellos líderes religiosos, el Mesías que ellos estaban esperando. ¿Y por qué no lo pudieron ver? Porque ellos tenían sus propios conceptos de cómo sería el Mesías, y fallaron en la interpretación que le dieron a las profecías de la Primera Venida del Mesías. Ellos creían también que era solamente una sola la Venida del Mesías y que no había una Primera Venida y una Segunda Venida de Cristo, del Angel del Pacto. Ellos malinterpretaron lo que Dios había prometido para aquel tiempo.

Y en este tiempo final el cristianismo completo, por dos mil años aproximadamente, ha estado esperando el cumplimiento de la Segunda Venida de Cristo, y le han dado sus interpretaciones, y han diseñado todo con sus interpretaciones de cómo será la Venida del Mesías; pero Dios no está obligado, comprometido, a cumplir la Venida de Cristo conforme a las interpretaciones teológicas que le han dado las religiones o sectas religiosas del cristianismo, sino que Dios está obligado a lo que El prometió y a cumplirlo en la forma que El lo pensó desde antes de la fundación del mundo, lo quieran creer y recibir o no, así como sucedió en la Primera Venida de Cristo.

Aquí Cristo, en Apocalipsis capítulo 10, con el Librito abierto en Su mano, encontramos que desciende a la Tierra envuelto en esa Nube, en esa Columna de fuego, en el Logos, la Shekinah, y en el verso 8 miren ustedes lo que El hace y para lo que El ha descendido.

Ese Libro que cuando estaba en el cielo, en la mano del que está sentado en el Trono de Dios, nadie era digno de tomar ese Libro para abrirlo, ni siquiera de mirarlo, porque todos habían nacido por medio de la unión de un hombre y de una mujer, en una raza caída, todos habían sido contaminados con el pecado; y el que no había nacido ya contaminado, Adán, había caído; y Cristo, el cual había nacido sin pecado, y el cual había muerto por nosotros, no aparecía en el cielo; y Juan lloraba mucho, y decía: “y no había ni en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra, uno digno de tomar ese Libro y abrir esos sellos; pero el anciano me dijo: Juan, no llores, he aquí el León de la tribu de Judá, el cual ha prevalecido para tomar el Libro y abrir los sellos.”

Y cuando Juan miró, ¿a quién vio? A Cristo, el Cordero ensangrentado, que es el Señor Jesucristo, el cual es el Cordero de Dios y también es el León de la tribu de Judá, el cual estaba, conforme a lo dicho por el anciano, como León de la tribu de Judá, ya en ese momento; aunque Juan lo conocía como el Cordero de Dios.

Ahora, vean ustedes, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, hubo ningún hombre digno de tomar ese Libro; pero Cristo, siendo el único digno, lo tomó, lo abrió, porque de otra forma todo estaba perdido. Juan lloraba porque todo estaba perdido si no era tomado ese Libro y abierto por una persona; pero apareció Cristo y así hubo alegría, jubileo, en el cielo. Luego desciende a la Tierra, y mire lo que hace:

La voz que oí del cielo habló otra vez conmigo, y dijo: Ve y toma el librito que está abierto en la mano del ángel que está en pie sobre el mar y sobre la tierra.''

Ahora, vean ustedes, en el cielo ningún hombre era digno de tomar ese Libro, solamente el Señor Jesucristo; y ahora la Voz del cielo le dice a Juan... Juan representa a la Iglesia del Señor Jesucristo con Sus mensajeros pasando por diferentes etapas, y aquí está en la etapa final del cuerpo místico del Señor Jesucristo, representada esa etapa en Juan el discípulo amado, y el cual representa al cuerpo místico, encabezado en cada edad en el ángel mensajero de cada edad; y siendo en el fin del tiempo, cuando las edades han terminado, aquí está representando al cuerpo místico del Señor Jesucristo en una nueva dispensación y en una nueva edad, y está representando al cuerpo místico del Señor Jesucristo encabezado en el Angel del Señor Jesucristo; y por cuanto la Palabra siempre viene al mensajero de una edad o de una dispensación, aquí viene la Palabra de parte de Cristo, ese Libro que ya El trae abierto, viene en la mano de Cristo, y la Voz le dice:

Ve y toma el librito que está abierto en la mano del ángel que está en pie sobre el mar y sobre la tierra.

Y fui al ángel, diciéndole que me diese el librito. Y él me dijo: Toma, y cómelo...”

Un libro que nadie en el cielo podía tomarlo y abrirlo, sino el Señor Jesucristo; y ahora desciende a la Tierra y va a un hombre, y le dice que le dé el Librito, y El le dice: “aquí está, tómalo.”

Y fui al ángel, diciéndole que me diese el librito. Y él me dijo: Toma, y cómelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel.''

El propósito de la Venida del Angel fuerte, el propósito de la Venida de Cristo en esa Columna de fuego: traer a la Tierra el Título de Propiedad que la raza humana había perdido en el Huerto del Edén, en la caída, y había regresado a la mano de Dios; y en el fin del tiempo es tomado nuevamente de la mano de Dios por Cristo, abierto en el cielo y traído a la Tierra para restaurar ese Título de Propiedad a la raza humana, encabezada la raza humana en el Angel del Señor Jesucristo, el Angel de la Dispensación del Reino, representado este Angel en Juan el discípulo amado, y en este Angel están representados todos los escogidos de Dios, los cuales a través del Angel recibirán ese Título de Propiedad; y la raza humana es representada en ese Angel del Señor Jesucristo. Sigue diciendo:

Entonces tomé el librito de la mano del ángel, y lo comí; y era dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo hube comido, amargó mi vientre.”

Porque cuando ese Angel del Señor Jesucristo lo recibe de Cristo, de la Columna de fuego, y se lo come, es dulce: es dulce recibir ese Título de Propiedad, es dulce recibir todo ese conocimiento contenido en ese Título de Propiedad; pero luego cuando lo digiere, y se convierte en energía, y se convierte en células de él, se convierte en parte de él, y comienza a predicarlo: a causa de las pruebas, persecuciones y malos entendidos de muchas personas, y ataques sin piedad de muchas personas, es amargo.

Pero lo importante es que es el Título de Propiedad que una vez estuvo en la Tierra en manos de Adán, pero que perdió los derechos a ese Título y le fue quitado... cuando él perdió los derechos a ese Título y le fue quitado, perdió los derechos a la vida eterna, con toda su descendencia. En ese Título de Propiedad están todos los derechos a la Herencia de Dios, a la Herencia de la vida eterna, a la Herencia de un cuerpo eterno, a la Herencia de la juventud eterna, de la salud eterna, de la felicidad eterna, del glorioso Reino milenial y Reino eterno que el Señor Jesucristo ha prometido para todos los que con El heredarán esas bendiciones.

...pero cuando lo hube comido, amargó mi vientre.”

Todas las persecuciones, críticas y cosas que sean vistas en contra del que se come ese Libro en el fin del tiempo, son las amarguras; pero es mejor sufrir como sufrieron los profetas del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento, y el Señor Jesucristo, y Juan el Bautista, sufrir esas amarguras, pero estar bien con Dios, y estar en el programa de Dios, y ser un hijo de Dios; porque si nuestro cuerpo terrestre se deshiciese, si lo matan o se muere, tenemos uno eterno con Dios. La vida eterna está en Dios, y los derechos a la vida eterna los tiene Cristo, y el Título de Propiedad contiene esos derechos.

Y él me dijo: Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.”

Un Mensaje profético es el Mensaje que saldrá de la boca del que se come ese Librito o Título de Propiedad que el Señor Jesucristo trae a la Tierra y lo entrega a Su Angel mensajero del fin del tiempo y Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino; tendrá el Mensaje profético de bendición para todos los hijos de Dios y de juicio divino para todas las naciones, pueblos, lenguas y reyes.

Con ese Título de Propiedad es que el Señor Jesucristo, al entregarlo, le está dando a él y está compartiendo con él Su Reino, y está así dándole el Título de Propiedad que lo colocará como la persona que se sentará con Cristo en Su Trono.

El que venciere heredará todas las cosas.” Por eso le tiene que dar el Título de Propiedad para que pueda heredar todas las cosas, como Cristo ha prometido; y será así coheredero con Cristo Jesús, como El lo prometió.

Por eso en Apocalipsis capítulo 11, que es el capítulo que le sigue al capítulo 10, encontramos el ministerio de los dos olivos, de los dos candeleros, que es el ministerio de Moisés y Elías; ministerios que durante la gran tribulación tendrán el poder y el control de toda la naturaleza.

¿Por qué? Porque primeramente el Título de Propiedad le es otorgado al Angel del Señor Jesucristo, en donde el ministerio de Moisés y Elías estarían operando en favor del programa divino, y en favor de cada hijo de Dios para la restauración de todos los hijos de Dios a la vida eterna con todos los derechos restaurados.

Esto es así y fue profetizado así en el Antiguo Testamento y también en el Nuevo Testamento, y esto está de acuerdo a la promesa dada por Dios a Abraham y a Jesucristo como el Hijo de la promesa.

Vean ustedes, el Hijo de la promesa que le fue dado a Abraham, aparentemente era Isaac, pero era Cristo; y luego el Hijo o vencedor prometido que Cristo señala que heredará todas las cosas, al cual Cristo le concederá sentarse con El en Su Trono, vean ustedes, es el Hijo de la promesa que Cristo ha hecho de que uno se sentará con El en Su Trono.

Y ese Hijo es un hijo del Señor Jesucristo engendrado por el Señor Jesucristo por Su Palabra creadora, y nacido por el Espíritu de Cristo en la dimensión de la teofanía, y luego aquí en la Tierra, enviado ministrando la Palabra, el Mensaje profético del fin del tiempo, el Mensaje profético del Evangelio del Reino, el Mensaje que contiene todas las bendiciones para todos los hijos de Dios, para ser habladas, y también contiene todos los juicios divinos que han de venir sobre este planeta Tierra.

Todo esto está en el Mensaje contenido en este Título de Propiedad que se come el Angel del Señor Jesucristo representado en Juan el discípulo amado, porque ese Angel es el Hijo prometido por el Señor Jesucristo que heredará todas las cosas, que heredará todas estas bendiciones que fueron habladas a las siete iglesias y a los siete ángeles mensajeros, los cuales saludaron estas promesas de lejos, pero que ahora en el fin del tiempo se han hecho cercanas estas promesas para ser tomadas, al ser tomado el Título de Propiedad, el Libro que estaba sellado pero que fue abierto, el Libro de los Siete Sellos.

EL HIJO DE LA PROMESA.” El Hijo de la promesa dos mil años atrás, el Hijo que Dios, que el Padre prometió a Abraham, representado en Isaac, fue Cristo; y el Hijo que Jesucristo ha prometido, el vencedor que Jesucristo ha prometido, representado también en Isaac, y también representado en cada ángel mensajero o reflejado en cada ángel mensajero, es el Angel del Señor Jesucristo.

Estas cosas son habladas claras, porque estamos en el tiempo en que el Título de Propiedad ha sido abierto, y es necesario que cada hijo de Dios conozca estas cosas y reciba este Título de Propiedad en forma de Mensaje, para que regrese a la vida eterna, reciba la fe para ser transformado y raptado, y así obtenga el cuerpo eterno que Dios ha prometido.

Cada escogido, cada hijo de Dios, mantendrá su corazón y su mente puesta siempre en esa Palabra, en ese Título de Propiedad que es dado en forma de Mensaje, pues es la Palabra creadora de Dios.

Vendrán apreturas para el pueblo escogido de Dios, vendrán momentos difíciles; pero El nos dice: “Confiad, yo he vencido al mundo.”

Por lo tanto hemos de tener la gran victoria en el amor divino; y en esa gran victoria en el amor divino saldremos vencedores, y ahí plenamente se manifestará cada una de esas promesas que fueron hechas en el pasado; y ahí aparecerá, obteniendo esa gran victoria en el amor divino, Jesucristo en Su cuerpo místico y a través de Su Angel mensajero. Y así estará el vencedor para heredar todas las cosas y coheredar con Cristo Jesús Señor nuestro el glorioso Reino milenial, y cada uno de nosotros, como escogidos de Dios, heredar también ese Reino; y ser así del glorioso Gabinete del Señor Jesucristo en ese glorioso Reino; porque somos Reyes y Sacerdotes, y reinaremos con Cristo mil años para comenzar, y luego por toda la eternidad.

Podríamos decir: reinaremos por mil años; y habrá un Reino bueno, perfecto, correcto, y tendremos la reelección para toda la eternidad. Y Dios es el que elige y reelige a cada uno de nosotros como Reyes y Sacerdotes para Su glorioso Reino milenial, con Cristo como el Rey de reyes y Señor de señores sentado en Su Trono, con el vencedor que se sentará con Cristo en Su Trono, en el cual se cumplirán las mismas cosas que Dios dio a Cristo.

Dice: “se sentará conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono.” En palabras más claras: lo que el Padre hizo con Jesús, con el Hijo, Jesucristo hará con Su Hijo, el vencedor, porque será un hijo del Señor Jesucristo, así como todos nosotros somos hijos del Señor Jesucristo, hijos del Dios eterno.

EL HIJO DE LA PROMESA.” Recuerden que es Cristo el Hijo de la promesa, el Hijo de Abraham; y Cristo, el Hijo de la promesa, otorga también en la misma forma a Su Hijo, Su Angel mensajero, estos mismos privilegios, estas mismas bendiciones, para que así las promesas hechas, las cuales aparentemente eran para los siete ángeles mensajeros, y que no se cumplieron en ellos, se cumplan en el último hijo profeta mensajero, Angel mensajero, del Señor Jesucristo; siendo así el Hijo de la promesa dada por el Señor Jesucristo, que uno se sentaría con El en Su Trono.

Que Dios derrame todas las bendiciones de la Dispensación del Reino sobre cada uno de ustedes y sobre mí también, y que las bendiciones para el Hijo de la promesa, prometido por el Señor Jesucristo, se conviertan todas en una realidad, cada una en su debido momento; y mientras más rápido se cumplan, se materialicen, estas promesas, mucho mejor.

Yo estoy esperando la materialización, como también ustedes, de un sinnúmero de promesas que el Señor Jesucristo ha hecho a través de Sus profetas del Antiguo Testamento y también del Nuevo Testamento, de la Dispensación de la Gracia.

Estoy esperando lo que El ha prometido. Ya muchas cosas han sido cumplidas para ustedes y para mí, y faltan otras de ser cumplidas; y el que cumplió las primeras, cumplirá ¿cuáles? las otras también, como El ha dicho, así El hará.

EL HIJO DE LA PROMESA.” Todos nosotros también somos Hijos de la promesa, de la promesa correspondiente al fin del tiempo y de toda promesa que El ha hecho para los escogidos, para estar como Reyes y Sacerdotes en ese glorioso Reino milenial.

Caminemos todos como Reyes y Sacerdotes en el Reino de Dios, siendo realmente los verdaderos Reyes y Sacerdotes de este planeta Tierra, del glorioso Reino de Dios.

EL HIJO DE LA PROMESA.” No solamente el Angel del Señor Jesucristo es el Hijo de la promesa hecha por el Señor Jesucristo para el fin del tiempo, sino que también cada escogido del fin del tiempo es también un Hijo de la promesa, para recibir las bendiciones de esas promesas que El ha hecho y que se materialicen en cada uno de nosotros.

Somos como grupo, y como edad, y como dispensación, los Hijos de la promesa; y el Angel del Señor Jesucristo como mensajero es el Angel mensajero Hijo de la promesa hecha por el Señor Jesucristo, que uno se sentaría con El en Su Trono, el vencedor. Y así todos los Hijo de la promesa estaremos en ese glorioso Reino del Señor Jesucristo, como Reyes y Sacerdotes, y reinaremos por mil años, eso es para comenzar, y luego por toda la eternidad.

¿Qué reino de esta Tierra le ofrece que usted sea un rey o una reina en ese reino? Ninguno. Pero el Reino de Dios tiene promesas para cada uno de nosotros, para ocupar la posición de Reyes y Sacerdotes en el glorioso Reino del Señor Jesucristo.

EL HIJO DE LA PROMESA.” El Hijo de la promesa del Señor Jesucristo nacería de una Virgen, la Novia Virgen del Señor Jesucristo. Y ahí lo vamos a dejar.

EL HIJO DE LA PROMESA.”

Continuaremos en la tarde, Dios mediante, si Dios nos permite. No habrá transmisión para los demás países de la América Latina, excepto para las diferentes ciudades de Colombia, que estén en la línea telefónica todos los que deseen. Y estaremos aquí ya a las 2:00 de la tarde, para la segunda parte; así que tenemos una hora y algo para receso; y luego continuar comiendo el Maná escondido; porque no solamente de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios.

Luego de 5:00 a 6:00 de la tarde ya estaremos en el Gaitán. Si permanecen allá en el Gaitán los que están allá, ya yo estaré caminando hacia allá lo más rápido que pueda, y podrán tener un receso de 1 a 2 horas; y continuaremos a la hora que yo llegue allá. Y mientras llego, tendrán el receso, y luego los cánticos, y luego estaré con unas palabras de saludo y de despedida, ya que mañana estaremos viajando hacia otros países; y en esta tarde es nuestra despedida, diciéndole a todos un hasta luego; porque nosotros nos hemos conocido en esta Tierra, pero hemos venido de la eternidad, somos Hijos de Dios venidos de la eternidad, y nos hemos conocido y reconocido aquí en la Tierra.

Y y podemos decir una cosa: Estaremos viéndonos y estaremos visitándonos por toda la eternidad, estaremos viéndonos en estos cuerpos, y estaremos viéndonos también en el nuevo cuerpo cuando tengamos el nuevo cuerpo; así que solamente lo que siempre decimos es que será hasta la próxima ocasión en que estaremos con ustedes nuevamente, ya sea en estos cuerpos o en el nuevo cuerpo.

Así que Dios les bendiga, Dios les guarde, y adelante en el programa divino, adelante en nuestra edad y nuestra dispensación, porque las bendiciones que Dios tiene en nuestra edad y nuestra dispensación para nosotros, son las más grandes de toda edad y de toda dispensación, son las bendiciones del Hijo prometido del Señor Jesucristo.

Bueno, con nosotros por aquí ya está nuestro hermano y amigo Miguel Bermúdez Marín. Que Dios les continúe bendiciendo a todos, que Dios les guarde, y será hasta las 2:00 de la tarde, hora de Colombia, aquí nuevamente en el Centenario, para continuar recibiendo la Palabra de Dios, el contenido del Título de Propiedad.

Muchas gracias por vuestra amable atención y que Dios les continúe bendiciendo a todos con todas las bendiciones de la Dispensación del Reino, y a mí también. Con nosotros Miguel Bermúdez Marín.

EL HIJO DE LA PROMESA.”