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El toque del Señor 2008-10-23 1 Buenos Aires AR 00:00:00 false

Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes y todos los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones; es un privilegio grande para mí­ estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

Para lo cual leemos en el libro del Apocalipsis, el último libro de la Biblia, en el capí­tulo 1 del Apocalipsis, versos 1 en adelante, y nos dice Dios en Su Palabra:

"La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan,

que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto.

Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecí­a, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.

Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espí­ritus que están delante de su trono;

y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,

y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.

He aquí­ que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí­, amén.

Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.

Yo Juan, vuestro hermano, y copartí­cipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.

Yo estaba en el Espí­ritu en el dí­a del Señor, y oí­ detrás de mí­ una gran voz como de trompeta,

que decí­a: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y enví­alo a las siete iglesias que están en Asia: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.

Y me volví­ para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro,

y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro.

Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego;

y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas.

Tení­a en su diestra siete estrellas; de su boca salí­a una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.

Cuando le vi, caí­ como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí­, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último;

y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí­ que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.

Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas.

El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias."

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Tomamos el verso 17 de este mismo capí­tulo 1, que dice:

"Cuando le vi, caí­ como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí­, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último."

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Para esta ocasión nuestro tema es: "EL TOQUE DEL SEÑOR."

A través de la historia de la raza humana encontramos a diferentes personajes de la Biblia que han sido tocados por la mano del Señor, los cuales han recibido grandes bendiciones de parte de Dios, y toda persona desea ser tocado por el Señor y por consiguiente todos queremos saber cómo recibir ese toque del Señor.

Tenemos diferentes pasajes bí­blicos, como el del libro del Profeta Daniel también, que es similar al libro del Apocalipsis y por consiguiente suceden al Profeta Daniel y a Juan el apóstol cosas similares, las cuales en el libro del Apocalipsis son nada menos que un grado de luz mayor acerca de las mismas cosas que fueron habladas al Profeta Daniel; al cual Dios le envió un Arcángel llamado Gabriel, y en palabras modernas podrí­amos decir: un hombre de otra dimensión que le apareció a un polí­tico llamado Beltsasar que vino a ser el gobernador de la provincia de Babilonia.

Por consiguiente, este hombre de Dios que era un polí­tico, pero que también era un hombre espiritual, el cual tení­a las dos conciencias juntas, lo cual lo hací­a un profeta, y él está recibiendo esas revelaciones de parte de Dios por medio del Ángel Gabriel, lo hací­a no solamente un profeta, sino un Profeta de Dios, era un descendiente de la realeza de la tribu de Judá, y por consiguiente era un hombre muy importante allá, en Babilonia, el cual ocupaba esa posición polí­tica que le fue otorgada por el rey Nabucodonosor, el cual vio en Daniel el Espí­ritu divino que lo acompañaba y que estaba en él.

Por lo cual no podí­a haber otra persona mejor para ocupar esa posición de gobernador, porque tení­a comunicación directa con Dios, y por consiguiente podí­a orar a Dios, podí­a pedirle a Dios muchas cosas y Dios mostrarle todo lo que él debí­a hacer para beneficio de ese reino.

Ahora, este Ángel Gabriel y este profeta Daniel, tení­an una buena amistad, pues le dice el Ángel o Arcángel Gabriel: "Daniel, no temas," también le dice: "Desde que dispusiste tu corazón a entender (o sea, a entender las cosas de Dios) y oraste a Dios, tu oración fue oí­da." También le dice: "Daniel, tú eres muy amado." Muy amado en esa dimensión celestial, lo cual toda persona también desea para sí­ mismo: ser amado en esa dimensión de Dios y los Ángeles.

Este Ángel Gabriel es nada menos el hombre de otra dimensión que tiene acceso al Libro de la Verdad, y por eso le dice en el capí­tulo 10 del libro de *Daniel: "Yo te mostraré lo que está escrito en el Libro de la Verdad."

En el Libro de la Verdad está contenido todo lo que pasarí­a a la raza humana, y por consiguiente todo lo que pasarí­a al pueblo hebreo, lo que pasarí­a al Cristianismo y lo que pasarí­a a todos los sistemas terrenales, por eso en el capí­tulo 2 del libro de Daniel le fue mostrado al rey Nabucodonosor una visión o sueño profético, un sueño dirí­amos polí­tico, una visión polí­tica.

Recuerden que los polí­ticos buenos son los que tienen visión, un polí­tico sin visión que no ve de antemano las cosas, o sea, que no ve para preveer, para él preparar todo y hacer un buen trabajo, ya de antemano sabiendo las cosas que van a pasar y cómo hacer para que lo que pase sea bueno para su ciudad, para su nación, y por consiguiente para toda la humanidad que será influenciada por lo que pase en esa nación.

Miren, en la actualidad todo lo que ha estado pasando en Norteamérica ha estado influyendo en el mundo entero, por lo tanto, tenemos que entender que todo lo que suceda en la nación en que vivamos, va a influir en otras naciones. Por ejemplo, lo que ha estado pasando en la Argentina, ha estado influyendo en otra u otras naciones, ¿en qué nación? En Chile estuvo influyendo y en otras naciones, en España también, un lugar tan lejos, y miren, lo que pasa acá en la Argentina influye allá en España. Lo que ha estado pasando en Norteamérica, ha estado influyendo en el mundo entero.

Por lo tanto, se requiere que los lí­deres polí­ticos tengan visión profética, tengan por consiguiente una experiencia con Dios, un toque de Dios directo al alma, al corazón, para que así­ estén conscientes que no están solos, y que por consiguiente necesitan la ayuda del Dios Creador de los Cielos y de la Tierra, la ayuda para ellos mismos y para toda su nación; sin Dios la persona, como también las naciones, están perdidas, están sin esperanza.

Ahora, este Ángel o Arcángel Gabriel teniendo acceso al Libro de la Verdad conoce todas las cosas que sucederí­an a la raza humana, todas las cosas que sucederí­an al reino de los gentiles, o sea, en el aspecto polí­tico, mundial, y le da al profeta Daniel la interpretación del sueño que habí­a tenido el rey Nabucodonosor, el cual querí­a comprender el significado de ese sueño, porque el rey era un hombre que creí­a en los sueños, que creí­a en Dios y que reconocí­a que necesitaba a Dios para dirigir su pueblo.

Y ahora, no hubo sabio, ni magos, ni adivinos que pudieran interpretar el sueño al rey Nabucodonosor, y más: al rey se le habí­a olvidado el sueño, y ahora aparece un hombre (porque iban a matar a todos los sabios), y Daniel y sus hermanos, Sadrac, Mesac y Abednego eran de la tribu de Judá que habí­an sido llevados a Babilonia; y como eran jóvenes inteligentes, sabios, estaban en la categorí­a de sabios en Babilonia y por consiguiente estaban sentenciados también a muerte, por cuanto no le pudieron interpretar el sueño al rey Nabucodonosor los sabios, los hechiceros, los adivinos, los magos y así­ todas esas personas, él mandó a matar a todos esos sabios, esos magos, esos adivinos, y a los hechiceros y a todos; estaba muy enojado porque nadie le interpretaba el sueño, ni le podí­a revelar cuál era el sueño.

Pero Daniel cuando supo la sentencia que el rey habí­a dictado, sabí­a que estaba incluido también en esa sentencia, que estaba sentenciado a muerte, y él habla con el que estaba a cargo de Daniel y los demás compañeros de Daniel y le dice que le comunique al rey que Daniel le va a dar a conocer cuál es el sueño y cuál es la interpretación de ese sueño; y entonces se abre ahí­ una brecha de tiempo en lo que Daniel ora a Dios y le pregunta a Dios cuál es el sueño y también cuál es la interpretación de ese sueño que habí­a tenido el rey Nabucodonosor.

Por lo tanto, el profeta Daniel al obtener la revelación de este sueño que se le habí­a olvidado a Nabucodonosor, está en el capí­tulo 2, verso 5 (ahí­ está), dice que el asunto se le habí­a olvidado al rey.

Y ahora, Daniel siendo profeta, teniendo las dos conciencias juntas puede pasar de una dimensión a otra, orar a Dios y recibir el conocimiento de lo que le habí­a sido mostrado al rey Nabucodonosor, y recibe el conocimiento de cuál fue el sueño y qué significaba ese sueño y lo da a conocer al rey Nabucodonosor.

El sueño habí­a sido una estatua que habí­a visto el rey, la cual tení­a la cabeza de oro, lo cual representaba el imperio babilónico encabezado por el rey Nabucodonosor, los pechos de esa estatua eran de plata juntamente con sus brazos, lo cual representaba el reino o imperio medo-persa, tení­a el vientre y los muslos de bronce, lo cual significaba o representaba el imperio de Grecia.

Una estatua muy rara, pero recuerden que tení­a un simbolismo.

Tení­a también los muslos y las piernas, el vientre y los muslos son de bronce, el imperio de Grecia, y las piernas de hierro y los pies de hierro y de barro cocido, lo cual representa el imperio romano, el imperio de los Césares, ese imperio que destruí­a todo.

En el tiempo del Señor Jesucristo el imperio de los gentiles que estaba imperando era el romano, o sea, las piernas de hierro, fue el imperio romano el que crucificó a Cristo a petición de los lí­deres religiosos del pueblo hebreo, a petición del sumo sacerdote representando el concilio del sanedrí­n; pero todo eso tení­a que suceder, ya el Profeta Daniel le habí­a dicho al pueblo por revelación del Arcángel Gabriel, que el Mesí­as a las setenta semanas o después de las sesenta y nueve semanas, o sea, en la semana número setenta, le serí­a quitada la vida al Mesí­as, por lo tanto, eso estaba en el Libro de la Verdad y tení­a que cumplirse, porque tení­a que morir. En Isaí­as, capí­tulo 53, nos dice que Él pondrí­a Su vida en Expiación por el pecado. Vamos a leerlo para que lo tengan claro, capí­tulo 53, verso 10 de Isaí­as:

"Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos dí­as, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada."

¿Ven? Tení­a que morir el Mesí­as Prí­ncipe, el cual está aquí­ en este pasaje mesiánico profético, y el mismo Jesús daba testimonio que Él tení­a que morir, que Él tení­a que poner Su vida y luego volverla a tomar, y Él la pondrí­a voluntariamente, ese mandamiento habí­a recibido del Padre. Eso está en San Juan, capí­tulo 10, versos 14 en adelante, Él pondrí­a Su vida en Expiación por Sus ovejas, las ovejas que el Padre le dio, las cuales son seres humanos que han venido de Dios y que aparecerí­an en este planeta Tierra en diferentes tiempos, y que la mayor parte de esas personas al aparecer en la Tierra no comprenderí­an que habí­an venido de Dios y que eran descendencia de Dios en sus almas.

No hemos escogido venir a esta Tierra para vivir en este tiempo, alguien escogió para nosotros el que estemos aquí­, y ese fue: Dios. Por lo tanto, Él sabe porqué estamos aquí­.

Ahora, en el sueño que tuvo el rey Nabucodonosor y que le interpretó el profeta Daniel, encontramos que en la etapa de los pies de hierro y de barro cocido es que la Venida del Mesí­as herirá en esa etapa de los pies de hierro de la estatua, de hierro y de barro cocido, será que herirá esa estatua, o sea, herirá al reino de los gentiles; y luego serán desmenuzados los pies de hierro y de barro cocido, las piernas, los muslos, el vientre, el pecho y los brazos de plata y la cabeza de oro; o sea, todo lo que quedaba de ese imperio o de ese imperio de los gentiles en sus diferentes etapas, desaparecerá.

Y la Piedra no cortada de manos que es el Mesí­as Prí­ncipe, crecerí­a, esa piedra crecerí­a, serí­a un gran monte que llenarí­a toda la Tierra, o sea, que se harí­a un gran Reino en la Tierra a nivel mundial, ese es el Reino del Mesí­as Prí­ncipe que ha de venir en la etapa cuando los pies de hierro y de barro cocido desaparezcan.

Y ahora, estamos en la etapa de los pies de hierro y de barro cocido, estamos viendo a las naciones cómo van teniendo graves problemas y como que el reino de los gentiles está ya llegando a su fin, como que se está desintegrando, y como que de un momento a otro un gran viento lo quitará, está conforme a la Escritura una tercera guerra mundial que será atómica.

Pero todo eso para Dios, para el pueblo de Dios todo eso obrará para bien, porque con esos problemas que han de venir va a ser quitado el reino de los gentiles en la etapa de los pies de hierro y de barro cocido y va a ser establecida la Piedra no cortada de manos, o sea, el Mesí­as Prí­ncipe en Su segunda venida con un Reino permanente, con un Reino que llenará toda la Tierra y traerá la prosperidad, traerá la paz y la felicidad para toda la humanidad.

Todo eso está en el Libro de la Verdad del cual el profeta de otra dimensión (como yo le llamo al Arcángel Gabriel), le llamo: el profeta de la sexta dimensión, el Profeta de esa dimensión de Dios, porque viene dando a conocer las cosas que han de suceder. Por lo tanto, Daniel es un profeta terrenal, pero Gabriel es un Profeta celestial. Daniel solamente repite lo que le fue revelado.

Y ahora, encontramos a Daniel en el capí­tulo 10, que es tocado por el Ángel Gabriel cuando se le presentó, y con la llegada de ese poderoso Arcángel Daniel quedó sin fuerzas, quedó sin fuerzas, se desmayó, perdió el conocimiento, pero el Ángel Gabriel lo tocó, lo despertó, lo fortaleció y comienza a hablarle de las cosas que han de suceder, y también de las cosas que ya habí­an sucedido, cuando le dice que él habí­a estado peleando contra el prí­ncipe de Persia y que no le ayudó nadie, excepto el Ángel o Arcángel Miguel, o sea, el prí­ncipe de Israel, el prí­ncipe que está por los hijos del pueblo de Daniel. Eso está aquí­ en el libro de Daniel, capí­tulo 10, verso 8 en adelante, dice:

"Quedé, pues, yo solo, y vi esta gran visión, y no quedó fuerza en mí­, antes mi fuerza se cambió en desfallecimiento, y no tuve vigor alguno.

Pero oí­ el sonido de sus palabras; y al oí­r el sonido de sus palabras, caí­ sobre mi rostro en un profundo sueño, con mi rostro en tierra.

Y he aquí­ una mano me tocó, e hizo que me pusiese sobre mis rodillas..."

Y ahí­ tuvo un toque divino, el toque de este Arcángel y dice, sigue diciendo:

"Y he aquí­ una mano me tocó, e hizo que me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos.

Y me dijo: Daniel, varón muy amado, está atento a las palabras que te hablaré, y ponte en pie; porque a ti he sido enviado ahora. Mientras hablaba esto conmigo, me puse en pie temblando.

Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer dí­a que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oí­das tus palabras..."

O sea, que vean, desde que comenzó Daniel a disponer su corazón para entender. Dice:

"...a humillarte en la presencia de tu Dios (dice), fueron oí­das tus palabras (siempre que usted ore a Dios, sepa que desde que usted ora a Dios, sus palabras han sido escuchadas en el Cielo); y a causa de tus palabras yo he venido."

Hay otras personas que aparecen en la Escritura que oraron a Dios y luego Dios les envió un Ángel para traerles la respuesta; y así­ es con el profeta Daniel, a Daniel le fue enviado un Ángel mayor, un Arcángel. Por lo tanto, lo que tení­a que obtener de parte de Dios en respuesta a su oración era muy importante, y por consiguiente tení­a que ser un Ángel que tuviera acceso al Libro de la Verdad. Qué hermoso es poder decir: "Oré a Dios, y Dios escuchó mi oración y me mandó un Arcángel con la respuesta a mi oración." Dios escucha la oración de Su pueblo.

También sucedió con el sacerdote Zacarí­as que habí­a orado a Dios, su esposa era estéril, llevaban ya muchos años de casados y no podí­an tener niños, pero pasado el tiempo Dios le envió al Arcángel Gabriel con la respuesta que tendrí­a un hijo y serí­a Profeta del Altí­simo, y serí­a grande delante de Dios; o sea, que vino una respuesta con una bendición grande, ese serí­a el precursor de la primera Venida del Señor, del Mesí­as. Ahora, aquí­, vean aquí­:

"Mas el prí­ncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún dí­as (o sea, que estuvo luchando con el prí­ncipe de Persia por veintiún dí­as); pero he aquí­ Miguel, uno de los principales prí­ncipes, vino para ayudarme."

El Arcángel Miguel con su ejército vino ayudar al Arcángel Gabriel, el Arcángel Gabriel tiene que ver con los cambios polí­ticos del reino de los gentiles; o sea, que es un Arcángel que tiene que ver con la polí­tica mundial, tiene que ver con los gentiles, como también con el pueblo hebreo, tiene que ver con todas las naciones.

Y cuando llega el tiempo para un cambio, ahí­ está él con su ejército, y si necesita ayuda, Miguel aparece con su poderoso ejército, aquí­ dice: "Vino para ayudarme." O sea, que necesitan ayuda algunas veces para acabar el trabajo más rápido. Como nosotros cuando necesitamos ayuda deseamos que Dios nos enví­e a alguien que nos dé la mano para así­ lograr éxito en lo que queremos, una ayuda, una ayudita nunca está de más, y si es de parte de Dios, mucho mejor.

"Mas el prí­ncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún dí­as; pero he aquí­ Miguel, uno de los principales prí­ncipes..."

Recuerden que el reino espiritual, el mundo espiritual, el mundo de los cuerpos angelicales, cuerpos como los nuestros pero de otra dimensión, tiene un orden: hay prí­ncipes, hay potestades, hay autoridades, así­ como está un presidente, están los gobernadores, están los alcaldes y también están los senadores, los representantes, los diputados y así­ por el estilo, son personas de autoridad, son autoridades en la posición en que se encuentran. Y así­ es el mundo espiritual, el mundo de los espí­ritus, por eso nos habla en esos términos aquí­ el Ángel Gabriel y también San Pablo explica mucho acerca del mundo espiritual, y el mismo Cristo nos habla de ese mundo.

Ahora, el mundo espiritual influye en este mundo terrenal, y queremos que en nuestras vidas influya el mundo espiritual de parte de Dios y tengamos un toque divino acá en el alma de cada uno de nosotros.

Algunas veces pasamos por etapas en donde pensamos: "Mi situación es tan difí­cil que un Ángel no es suficiente, necesito que Dios me mande un Arcángel." Y algunas veces las naciones también se encuentran en una situación tan difí­cil que necesitan Arcángeles con sus ejércitos para que les ayuden en el mundo espiritual, porque los problemas fí­sicos vienen del mundo invisible, lo que se ve es hecho de lo que no se veí­a, capí­tulo 11 de Hebreos. O sea, que cuando hay muchos problemas aquí­ en la Tierra, debe haber una lucha grande en el mundo espiritual, debe estar el Arcángel Miguel y el Arcángel Gabriel peleando en contra del prí­ncipe de las tinieblas. Y ahora en estos dí­as en que hay tantos problemas fí­sicos, en el mundo espiritual la lucha debe ser muy grande.

Cuando aparece Gabriel a Daniel, vean, era un tiempo de entrelace en donde iba a ser quitado en el reino de los gentiles, iba a ser quitado el reino o imperio medo-persa e iba a dar comienzo el imperio de Grecia; y cuando llega ese tiempo, aparece Gabriel. O sea, miren, en el mundo polí­tico cuando la situación está muy difí­cil aparece casi siempre un polí­tico que dice que él y su partido son el partido del cambio. Pero cuando va a haber un cambio de imperio en el reino de los gentiles, el Arcángel de cambio es el Arcángel Gabriel y tiene todo el respaldo de parte de Dios.

Y ahora, cuando aparece Gabriel hay un cambio, porque es el Ángel del cambio. Y ahora, aquí­, vean ustedes, nos dice:

"Y quedé allí­ con los reyes de Persia.

He venido para hacerte saber lo que ha de venir a tu pueblo en los postreros dí­as..."

¿Ven? Es un Ángel que tiene acceso al Libro de la Verdad, y por consiguiente tiene que ver y conoce lo que le va a suceder al pueblo hebreo y conoce lo que le va a suceder a las demás naciones, es el Ángel de la revelación divina. Dice:

"...porque la visión es para esos dí­as.

Mientras me decí­a estas palabras, estaba yo con los ojos puestos en tierra, y enmudecido (cualquiera frente al Arcángel Gabriel).

Pero he aquí­, uno con semejanza de hijo de hombre tocó mis labios. Entonces abrí­ mi boca y hablé, y dije al que estaba delante de mí­: Señor mí­o, con la visión me han sobrevenido dolores, y no me queda fuerza.

¿Cómo, pues, podrá el siervo de mi señor hablar con mi señor? Porque al instante me faltó la fuerza, y no me quedó aliento (quedó trancado de la respiración, ya ni podí­a respirar casi).

Y aquel que tení­a semejanza de hombre me tocó otra vez (un segundo toque, algunas veces necesitamos unos cuántos toques divinos para recuperarnos, para despertar a la realidad y para tomar fuerzas, tomar ánimo para seguir adelante en nuestras vidas, así­ también es para las naciones, dice), y me fortaleció (¿ven? El toque de ese Ángel fortalece),

y me dijo: Muy amado, no temas."

Es que en una situación así­ está con miedo la persona, y le dice:

"Muy amado, no temas, la paz sea contigo."

La persona está desesperada en una situación así­, está con miedo, por lo cual no tiene paz, y ahora le habla de que no tenga miedo, que la paz sea con él, estáte en paz, estáte tranquilo."

"...esfuérzate y aliéntate (toma ánimo, lo que hay que tener siempre en la vida: ánimo para seguir viviendo y tomar aliento). Y mientras él me hablaba, recobré las fuerzas, y dije..."

Recuerde que hay palabras que alientan a la persona, que reaniman a la persona y que hacen que la persona se esfuerce y así­ se fortalecen las personas interiormente:

"Él me dijo: ¿Sabes por qué he venido a ti? Pues ahora tengo que volver para pelear contra el prí­ncipe de Persia (o sea, es un Ángel también que pelea, pelea, guerrea en favor del Programa Divino, o sea, que tení­a que regresar para continuar y finalizar la guerra que estaba llevándose a cabo en el mundo invisible y que se reflejaba en el mundo visible); y al terminar con él (o sea, dice que al terminar con él, va a terminar con él), el prí­ncipe de Grecia vendrá."

Y entonces vendrá el prí­ncipe de Grecia que es ¿quién? Alejandro el Grande, y establecerá su imperio, el tercer imperio que es el imperio de Grecia.

Ahora, vean cómo influye el mundo espiritual sobre el mundo fí­sico, sobre la polí­tica y sobre todas las demás cosas de la raza humana. Muchas personas y algunos cientí­ficos hubo tiempo en que pensaron que estábamos solos en este planeta Tierra, pero leyendo aquí­ estos pasajes descubrimos que no estamos solos, hay un mundo invisible, un mundo espiritual, un mundo en donde hay personas que viven, que tienen cuerpos como el nuestro, pero de otra dimensión y que están con nosotros en este planeta Tierra.

Hay unos que son malos: los del enemigo de Dios y todo su reino, el reino de las tinieblas, son malos, son ángeles caí­dos, malos ángeles; pero están los buenos Ángeles, como Arcángel Gabriel y el Arcángel Miguel con sus ejércitos, y tienen que luchar y pelear en favor de los seres humanos, tienen que luchar y pelear en contra del prí­ncipe de las tinieblas y todos esos ángeles de las tinieblas que son malos.

Por lo tanto, las cosas que suceden en la Tierra están influenciadas por ese mundo invisible, por ese mundo de seres en cuerpos angelicales, en cuerpos de otra dimensión. Por lo tanto, podemos decir: "No estamos solos en este planeta Tierra." Es más, nosotros con estos cuerpos fí­sicos llegamos último, ellos estaban primero aquí­ en la Tierra, y por consiguiente saben más que los seres humanos.

Y ahora, continuemos aquí­, porque esto que sucedió al profeta Daniel nos alienta, nos fortalece, nos da paz, nos da tranquilidad, nos da esperanza y nos da una enseñanza de que es posible obtener la paz y la felicidad. Sigue diciendo:

"Pero yo te declararé lo que está escrito en el libro de la verdad; y ninguno me ayuda contra ellos, sino Miguel vuestro prí­ncipe."

Y ahora, aquí­ vuelve y le repita que nadie lo ayudó sino Miguel, Gabriel dice: "Nadie me ayudó sino Miguel," o sea, el Arcángel Miguel, el prí­ncipe. O sea, que ese es el Arcángel prí­ncipe del pueblo hebreo, de esa dimensión invisible y por lo tanto ayuda al pueblo hebreo, y ayudó al Arcángel Gabriel en ese proyecto de cambio de gobierno del imperio medo-persa al imperio de Grecia.

Ahora, hemos visto que no estamos solos, hay un mundo espiritual invisible de seres llamados Ángeles de otra dimensión, de gente, de hombres y mujeres pero de otra dimensión, aun los creyente en Cristo que han muerto están en otra dimensión, la dimensión de los Ángeles, en cuerpos angelicales, cuerpos invisibles a nuestra vida pero visibles a los que están en esa dimensión.

Y ahora, esas personas creyentes en Cristo de diferentes tiempos, recibieron el toque de la mano de Dios. Cuando estuvieron escuchando la predicación del Evangelio de Cristo, algo sucedió en el corazón: fue el toque de la mano de Dios, fue el toque de Dios por medio de Su Palabra, que es como espada de dos filos que llega acá al corazón, el toque de Dios para bendición llegando al corazón de cada persona.

Ahora, recuerde, no solamente sentimos o es efectuado un toque en la parte fí­sica, sino que puede ser tocada la persona en el cuerpo fí­sico o en cuerpo angelical, cuerpo espiritual que es el espí­ritu de la persona o puede ser tocada en el alma.

Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador es porque Dios lo tocó acá en el alma, un toque divino en el alma para salvación y Vida eterna, y por medio de la Palabra, Dios toca el corazón del ser humano. "Si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón," dice Hebreos, capí­tulo 3, verso 7, y Hebreos, capí­tulo 4, verso 7; son palabras de San Pablo basadas en la Escritura.

Y ahora, así­ como han sido tocadas otras personas por Dios, hemos sido tocados en nuestra alma por Dios, el estar como creyentes en Cristo no ha sido mera casualidad, ha sido el toque divino a nuestra alma.

También encontramos en la Escritura que hay personas que han tocado a Dios: en los dí­as de Jacob, él tocó a Dios cuando se agarró del Ángel del Pacto y no lo soltó, hasta que recibió la bendición de ese Ángel; personas que se han acercado a Dios y se han agarrado de Dios en esa manifestación de Dios a través de ese Ángel, que es el cuerpo angelical de Dios, y no lo han soltado hasta que han recibido la bendición de Dios.

Eso ha sido personas buscando a Dios para tocar a Dios y recibir la bendición de Dios. Como también aquella mujer que tení­a flujo de sangre en los dí­as de Jesús y hubo mucha gente que rodeaba a Jesús y ella no podí­a casi llegar a Jesús, pero ella pensó: "Si tan solo yo toco el borde de su vestido, seré sana, si tan solo toco parte de su vestido, sanaré." Y así­ lo hizo, y Jesús sintió que virtud, fuerza salió de Él, sintió un poco como de debilidad y eso indicaba que alguien tomó esa fuerza.

Por la fe obtenemos poder de Dios, obtenemos virtud de Dios, obtenemos fuerza de Dios, así­ como esta mujer buscando su sanidad. Y ahora nos podemos acercar a Jesucristo, el Sumo Sacerdote, para tocar aunque sea Su vestidura de Sumo Sacerdote y obtener nuestras peticiones, por la fe, la poderosa mano de la fe agarra a Cristo y Su Palabra y obtiene lo que Él ha prometido.

El toque del Señor a nuestra alma, a nuestro espí­ritu y a nuestro cuerpo fí­sico es muy importante que lo sintamos cada dí­a, para así­ estar como los bebés que sienten el toque de su madre y están seguros, se sienten seguros y felices.

Por medio de la Palabra, al estar escuchándola o leyéndola la Palabra de Dios, sentimos ese algo acá, eso es el toque de la mano del Señor a nosotros en nuestra alma, en nuestro espí­ritu; y algunas veces lo sentimos en nuestro cuerpo, porque algunas veces sentimos como un frí­o, y decimos: "La Presencia del Señor está aquí­." Así­ como también algunos sienten debilidad por la gloriosa Presencia de Dios por medio de Cristo, el Ángel del Pacto.

Ahora, cuando se predica el Evangelio de Cristo y las persona escuchan, sienten algo aquí­, es que Dios por medio de Cristo a través de Su Palabra está tocándole el alma y está naciendo la fe de Cristo en el alma de la persona, están sintiendo ese toque divino, está escuchando la Voz de Dios acá en su alma, y la recomendación de San Pablo es: "Si escuchas hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón." Es que Él te está tocando el alma, el corazón para darte la salvación y Vida eterna. ¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma? El alma es lo que en realidad es el ser humano, porque Dios hizo al ser humano alma viviente; el ser humano es alma, espí­ritu y cuerpo.

El cuerpo fí­sico es una casa terrenal, si la perdemos, si muere fí­sicamente nuestro cuerpo, nosotros continuamos viviendo porque somos alma, y continuamos viviendo en el cuerpo espiritual, el espí­ritu es un cuerpo de otra dimensión.

Por lo tanto, necesitamos estar asegurados. ¿Qué seguro entonces necesitamos? El seguro de la Vida eterna. ¿Y dónde lo puedo conseguir? ¿Qué compañí­a de seguro me puede vender ese seguro? Si hay alguna compañí­a en la Tierra, usted no tendrí­a suficiente dinero para comprarlo. Pero hay UNO que tiene ese seguro disponible para toda persona, Su Nombre es SEÑOR JESUCRISTO, Él tiene el seguro de la Vida eterna para toda persona que lo recibe como su único y suficiente Salvador, toda persona que recibe el toque de Cristo acá en su alma.

Él dice que el que oye Su Palabra y cree al que lo envió, tiene Vida eterna, y no perecerá jamás, sino que Él le da la Vida eterna y lo resucitará en el Dí­a Postrero, o sea, que la persona es sellada en el Reino de Dios con Vida eterna; y si muere su cuerpo fí­sico no tiene problema, Cristo lo resucitará en el Dí­a Postrero, que es el séptimo milenio de Adán hacia acá, y si permanece vivo hasta la resurrección de los muertos en Cristo, tampoco tiene problema, Cristo lo transformará, le dará un cuerpo nuevo igual a Su cuerpo glorificado.

Por eso es tan importante que al escuchar la Voz de Dios, el Evangelio de Cristo y sentir el toque de Cristo acá en el alma, respondamos positivamente recibiéndole como nuestro único y suficiente Salvador.

El apóstol Pablo sintió el toque también de Cristo cuando se encontró con la Columna de Fuego y cayó de su caballo, y escuchó la Voz: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón." Y Saulo, sabiendo que aquella luz que le apareció era la misma que le habí­a aparecido al profeta Moisés en la zarza ardiente y que lo habí­a llevado a Egipto para libertar al pueblo hebreo, y que habí­a acompañado a Moisés y al pueblo hebreo por todo el desierto, luego siendo Pablo un estudiante importante del Judaí­smo, sabí­a que aquella luz que le apareció y aquella Voz que le habló era la misma que le habí­a aparecido y le habí­a hablado a Moisés.

Y ahora, le dice: "Saulo." Le pregunta Saulo. "Señor..." Ya sabe que es el Señor, el mismo que apareció a Moisés: "Señor, ¿quién eres?" Y Él le dice: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues." Pablo habí­a recibido el toque no solamente en el alma, en el alma lo está recibiendo ahí­ cuando está escuchando la Voz de Cristo, está llegando acá al alma, pero habí­a recibido también el toque en su cuerpo fí­sico y cayó de caballo.

Y ahora, Saulo le dice: "Señor, ¿qué quieres que yo haga?" Esa es una pregunta positiva: "¿Qué quieres que yo haga?"

Luego de escuchar la predicación del Evangelio de Cristo es muy importante saber qué tenemos que hacer si todaví­a no hemos recibido a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador.

El Dí­a de Pentecostés cuando vino el Espí­ritu de Dios, de Cristo sobre ciento veinte creyentes en Cristo, allá en el Aposento Alto, y comenzaron hablar en otros idiomas, en otras lenguas, y las personas que estaban allá en Jerusalén que habí­an venido de diferentes naciones y sabí­an diferentes idiomas, los escuchaban hablar cada uno en el idioma de la nación en la cual ellos habí­an nacido, se habí­an criado y así­ por el estilo, y preguntan: "¿Qué significa esto?" Y Pedro les explica que eso fue lo que habí­a sido prometido por Dios a través del profeta Joel, que en los postreros dí­as Dios derramarí­a de Su Espí­ritu Santo sobre toda carne, o sea, sobre todos aquellos que invocarí­an el Nombre del Señor; y todo el que invocare el Nombre del Señor, será salvo.

Se invoca el Nombre del Señor para recibirlo como Salvador y para ser bautizado en agua en el Nombre del Señor, y luego que San Pedro termina o está terminando su mensaje en el capí­tulo 2 del libro de los Hechos, versos 36 en adelante, dice:

"Sepa, pues, ciertí­simamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.

Al oí­r esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?"

Esa es una pregunta positiva: "¿Qué haremos?" Ya habí­an sido tocados por medio de la predicación del Evangelio de Cristo a través de San Pedro, el Espí­ritu Santo usando a San Pedro, habí­a tocado el alma, el corazón de todas aquellas personas que estaban escuchando.

Y ahora, preguntan: "¿Qué haremos?" Ahora, vamos a ver la respuesta a este pregunta:

"Pedro les dijo: Arrepentí­os, y bautí­cese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espí­ritu Santo.

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.

Así­ que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel dí­a como tres mil personas."

En respuesta a la pregunta: "¿Qué haremos?" La respuesta fue: "Arrepentí­os (arrepentimiento), y bautí­cese cada uno de vosotros en el Nombre de Jesucristo para perdón de los pecados y recibiréis el don del Espí­ritu Santo."

Y ahora, todas aquellas personas fueron tocadas por la mano de Dios, por la diestra de Dios en lo profundo de sus corazones, en sus almas.

Y ahora, esa misma experiencia yo la sufrí­ cuando escuché la predicación del Evangelio de Cristo y nació la fe de Cristo en mi alma y lo recibí­ como mi Salvador, ¿y quién más? Cada uno de ustedes también. Y luego fui bautizado en agua en Su Nombre, y Él me bautizó con Espí­ritu Santo y Fuego y produjo en mí­ el nuevo nacimiento, y así­ nací­ en el Reino de Cristo, en el Reino de Dios, entré al Reino de Dios.

Si hay alguno que todaví­a no ha recibido a Cristo y ha sido tocado en su alma por la mano de Dios, por medio de la predicación de Su Evangelio, por medio de Su Palabra, puede en estos momentos dar testimonio público de su fe en Cristo recibiéndole como su único y suficiente Salvador.

La fe viene por el oí­r la Palabra de Dios, ya la fe de Cristo ha llegado a su alma; y con el corazón se cree para justicia, ya usted está creyendo en Cristo; y con la boca se confiesa para salvación. Y ahora tiene la oportunidad de confesar públicamente a Cristo como su único y suficiente Salvador, para lo cual puede pasar acá al frente para así­ orar por usted en esta noche.

Los que están en otras naciones también pueden venir a los Pies de Cristo, para que Cristo les reciba en Su Reino, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado, sean bautizados en agua en Su Nombre y Cristo les bautice con Espí­ritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

Es un asunto de salvación y Vida eterna recibir a Cristo como único y suficiente Salvador. Cristo dijo. "Mis ovejas oyen mi Voz, y yo las conozco y me siguen; y yo les doy Vida eterna; mis ovejas oyen mi Voz y me siguen, y yo les doy Vida eterna." (San Juan, capí­tulo 10, versos 27 en adelante).

Es para recibir la Vida eterna que recibimos al que tiene la Vida eterna, que es Jesucristo nuestro Salvador, la Vida eterna solamente se puede recibir a través de Jesucristo. Él dijo: "Yo soy el camino, la verdad, y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mí­." [San Juan 14:6].

Nadie puede venir a Dios si no es por medio de Cristo, el Ángel del Pacto, Él es el intermediario, el Intercesor, el Abogado delante de Dios para todo ser humano, todos queremos vivir eternamente. Y ahora sabemos cómo obtener la Vida eterna; es por medio de Jesucristo nuestro Salvador.

Jesucristo tiene la exclusividad de la Vida eterna, el que tiene al Hijo, o sea, a Jesucristo, tiene la vida, la Vida eterna; el que no tiene Cristo, al Hijo de Dios, no tiene la Vida eterna, solamente tiene una vida temporal que se le va a terminar en algún momento y no sabe cuándo se le va a acabar, tenemos por consiguiente que asegurar nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno.

La buena noticia para los creyentes en Cristo es que tenemos Vida eterna.

Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión. Los que están en otras naciones también estén de pie y también estén continuando en el llamamiento, viniendo a los Pies de Cristo los que todaví­a no habí­an venido a los Pies de Cristo.

Los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo, porque Jesucristo tiene lugar en Su Reino para los niños también, Él dijo: "Dejad a los niños venir a mí­, y no se lo impidáis, porque de los tales es el Reino de los Cielos." [San Mateo 19:14].

Si falta alguna persona por venir a los Pies de Cristo, puede venir, ya sintió el toque de Dios, sintió la mano del Señor tocándole en su corazón, en su alma por medio de la Palabra, el Evangelio de Cristo, y ya está consciente que ha sido tocado por la mano de Dios, ha sido el toque del Señor en su corazón.

Vamos ya a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo. Si falta alguno por venir, puede pasar al frente para que quede incluido en esta oración que estaremos haciendo por ustedes. Con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, y nuestros ojos cerrados los que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión, repitan conmigo esta oración.

Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Palabra y sentí­ el toque de Tu mano en mi corazón, sentí­ el llamado tuyo en mi alma.

Señor, ha nacido Tu fe en mi corazón, creo en Ti con todo mi corazón, creo en Tu primera Venida; creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por mis pecados; creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo en que podemos ser salvos, creo y reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, un Redentor. Doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador, Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado y produzcas en mí­ el nuevo nacimiento. Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente Contigo en Tu Reino.

Señor, me rindo a Ti, me entrego a Ti en alma, espí­ritu y cuerpo. Sálvame, Señor, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.

Y con nuestras manos levantadas al Cielo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.

Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador. Cristo dijo:

"Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado."

Ustedes me dirán: "Ya creí­, y ahora quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo lo más pronto posible, pues Él dijo: 'El que creyere y fuere bautizado, será salvo.' ¿Cuándo me pueden bautizar?" Es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón.

Por cuanto ustedes han creí­do en Cristo de todo corazón y lo han recibido como Salvador, bien pueden ser bautizados en estos momentos. Y que Cristo les bautice con Espí­ritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

En el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida: a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.

El agua no quita los pecados, es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. El bautismo en agua es un mandamiento del Señor Jesucristo, el cual ha estado siendo obedecido por los apóstoles y por todos los ministros del Evangelio de Cristo a través de estos dos mil años que han transcurrido, y todaví­a se continúa bautizando en agua a todos los que reciben a Cristo como Salvador.

Aunque es simbólico, es un mandamiento de Cristo que ha estado siendo obedecido y continuará siendo obedecido hasta que entre hasta el último escogido de Dios al Cuerpo Mí­stico de Cristo y por consiguiente al Reino de Dios.

Conscientes del significado del bautismo en agua, bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espí­ritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino de nuestro amado Señor Jesucristo.

Ha sido para mí­ un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión.

Que Dios los bendiga y les guarde, y dejo con ustedes al ministro aquí­ correspondiente, reverendo Julio Alejandro Pérez, para que les indique hacia dónde dirigirse para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Y que Cristo les bautice con Espí­ritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

Pasen todos muy buenas noches.

"EL TOQUE DEL SEÑOR."