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El Pregonero de la paz 2008-09-17 3 Torreón Coahuila MX 00:00:00 false

Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes, y también los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones. También un saludo muy especial al reverendo Misionero Miguel Bermúdez Marí­n, en Venezuela, y también al doctor Salomón Cunha allá también en la actividad que se está llevando a cabo con el reverendo Miguel Bermúdez Marí­n; y también a todos los ministros presentes y los que están también en otras naciones. Que la paz de Cristo sea sobre todo ustedes.

Para esta ocasión leemos en el capí­tulo 52, del libro de Isaí­as, verso 6 en adelante, donde dice:

"Por tanto, mi pueblo sabrá mi nombre por esta causa en aquel dí­a; porque yo mismo que hablo, he aquí­ estaré presente.

¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ¡Tu Dios reina!"

Que Dios bendiga nuestros corazones con Su Palabra y nos permita entenderla.

"EL PREGONERO DE LA PAZ."

En este pasaje leí­mos que son bienaventurados, hermosos los pies de los que anuncian la paz, o del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien. Por años y siglos, y también milenios, se estuvo esperando desde Adán en adelante este pregonero de la paz; pues Adán y Eva tení­an paz hasta que entró el pecado, y luego perdieron la paz; y la raza humana, los seres humanos, la descendencia de Adán no ha tenido paz por todos esos siglos o milenios, pero con la promesa de que vendrá uno con las alegres nuevas de la paz, anunciando la paz; y ese es el Mesí­as prometido para el pueblo hebreo, porque en Isaí­as, capí­tulo 9 [verso 6 al 7], tenemos la promesa y *dice de la siguiente manera:

"Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Prí­ncipe de paz."

Un niño que va a nacer será el Prí­ncipe de paz y sobre Él estará el derecho al Reino de Dios sobre la Tierra, y por consiguiente al Reino de David, que es el Reino de Dios en la Tierra.

"Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán lí­mite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto."

Aquí­ tenemos la promesa de que un niño va a nacer y va a ser el Prí­ncipe de Paz, y va a establecer Su Imperio, lo cual será la restauración del Reino de David, porque la paz, dice:

"No tendrán lí­mite, sobre el trono de David y sobre su reino..."

Aquí­ nos muestra que será también un heredero al trono de David y Reino de David, porque será un descendiente del rey David, y por consiguientes un prí­ncipe. Ese es el Mesí­as Prí­ncipe que por miles de años el pueblo hebreo estuvo esperando, y que está prometido en Daniel, capí­tulo 9, que a la mitad de la semana será quitada la vida al Mesí­as.

Esto es después de las sesenta y nueve semanas de años, o sea, después de cuatrocientos ochenta y tres años, desde que fue dada la Palabra hasta que vino el pueblo a su tierra y aparecerí­a el Mesí­as. Ahí­ tenemos las setenta semanas de Daniel, en la número setenta la vida al Mesí­as le serí­a quitada y eso es después de siete semanas y sesenta y dos semanas, que son sesenta y nueve semanas, después de eso viene la semana número setenta.

Y en ese tiempo el Mesí­as tendrí­a Su ministerio, morirí­a en medio del pueblo hebreo pero, ¿qué sucederí­a? Que no se darí­an cuenta, la mayor parte de los hebreos, que el Mesí­as estaba en la Tierra. Así­ tení­a que ser para que pudiera morir, porque de otra forma no lo rechazarí­an y no pedirí­an la muerte del Mesí­as; y Él tení­a que morir como el Sacrificio de Expiación por el pecado del pueblo hebreo y de todos los seres humanos.

Y ahora, siendo que el Mesí­as Prí­ncipe es el Prí­ncipe de Paz, es el que traerá la paz para la raza humana.

Y ahora, veamos lo que nos dice San Pablo y lo que nos dice Ezequiel. Veamos lo que nos dice Ezequiel, en el capí­tulo 34, hablándole al pueblo hebreo, capí­tulo 34, versos 22 en adelante, dice:

"Yo salvaré a mis ovejas, y nunca más serán para rapiña; y juzgaré entre oveja y oveja.

Y levantaré sobre ellas a un pastor, y él las apacentará; a mi siervo David, él las apacentará, y él les será por pastor."

Y aquí­ tenemos la promesa que será "el Amado," el David, el Mesí­as Prí­ncipe el que pastoreará al pueblo hebreo, en Su glorioso Reino que Él establecerá.

"Yo Jehová les seré por Dios, y mi siervo David prí­ncipe en medio de ellos. Yo Jehová he hablado.

Y estableceré con ellos pacto de paz..."

El Pacto de paz, vean, lo establece Dios con Su pueblo por medio del David Mayor que es el Mesí­as Prí­ncipe, el cual en la parte fí­sica o en ese reino fí­sico, será ese Reino del Mesí­as milenial que está prometido en la Escritura; ahí­ es que vendrá la paz para Israel, y para todas las naciones, bajo un pacto de paz.

Y ahora, para el ser humano como individuo, y para los descendientes de Abraham como individuos, el Pacto de paz, el Nuevo pacto es proclamado por medio del Evangelio de la paz, el Evangelio de nuestra salvación que gira alrededor de la Primera Venida del Mesí­as. En Ezequiel, capí­tulo 37, verso 21 en adelante, dice (aquí­ hay mucho para leer):

"Y les dirás: Así­ ha dicho Jehová el Señor: He aquí­, yo tomo a los hijos de Israel de entre las naciones a las cuales fueron, y los recogeré de todas partes, y los traeré a su tierra; y los haré una nación en la tierra, en los montes de Israel, y un rey será a todos ellos por rey; y nunca más serán dos naciones, ni nunca más serán divididos en dos reinos."

Aquí­ tenemos la promesa de un recogimiento de Israel, o sea, del reino del Norte de en medio de todas las naciones para ser restaurados a su tierra, y ser restaurado el reino de David.

"Ni se contaminarán ya más con sus í­dolos, con sus abominaciones y con todas sus rebeliones; y los salvaré de todas sus rebeliones con las cuales pecaron, y los limpiaré; y me serán por pueblo, y yo a ellos por Dios.

Mi siervo David será rey sobre ellos, y todos ellos tendrán un solo pastor; y andarán en mis preceptos, y mis estatutos guardarán, y los pondrán por obra.

Habitarán en la tierra que di a mi siervo Jacob, en la cual habitaron vuestros padres; en ella habitarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre; y mi siervo David será prí­ncipe de ellos para siempre.

Y haré con ellos pacto de paz, pacto perpetuo será con ellos; y los estableceré y los multiplicaré, y pondré mi santuario entre ellos para siempre.

Estará en medio de ellos mi tabernáculo, y seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.

Y sabrán las naciones que yo Jehová santifico a Israel, estando mi santuario en medio de ellos para siempre."

Ahora, vean estas hermosas promesas que hay para el pueblo hebreo en donde el Reino de David será restaurado por el Mesí­as Prí­ncipe, y el Mesí­as Prí­ncipe es el Pregonero de la Paz, el mayor de todos porque Él es el Prí­ncipe de paz. Vean, en Efesios, capí­tulo 2, verso 14 en adelante, dice:

"Porque él es nuestra paz (o sea, ¿quién? Cristo), que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación,

aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí­ mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz..."

¿Quién es el que hace la paz? Dios por medio de Cristo, y le da la paz al ser humano acá en su alma, paz para con Dios; entra a tener paz con Dios.

"Y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.

Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca;

porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espí­ritu al Padre."

Y ahora, Cristo cuando murió, fue sepultado y resucitó, vino y anunció las buenas nuevas de paz a todos. Por eso encontramos que cuando resucitó y apareció a Sus discí­pulos les dijo: "Paz a vosotros." Y así­ Él establece un nuevo Pacto, un Pacto de paz para Israel y para todo individuo. Desde el Dí­a de Pentecostés se ha estado pregonando la paz a todos los seres humanos, la paz por medio de Cristo nuestro Salvador. Y el mayor pregonero de la paz es el Señor Jesucristo, y Él por medio de los diferentes instrumentos que ha tenido: diferentes ministros, diferentes mensajeros, ha estado hablando por medio de ellos el pacto de paz, pregonando la paz imperecedera para el ser humano como individuo para que esté y entre en paz con Dios; y tenga la paz de Dios acá en su alma, y viva feliz por consiguiente él y su familia.

Cada ministro también es un pregonero de paz, de la paz imperecedera. De eso es que nos habla San Pablo, en Segunda de Corintios [capí­tulo 5], versos 14 en adelante, cuando dice:

"Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron;

y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí­, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

De manera que nosotros de aquí­ en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así­.

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí­ todas son hechas nuevas.

Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación."

El ministerio que Él ha dado a cada ministro es el ministerio de la reconciliación, reconciliación del ser humano con Dios por medio de nuestro amado Señor Jesucristo, que es el Sumo Sacerdote del Templo celestial en donde está como el Intercesor, el que intercede por nosotros ante Dios, o sea, el Abogado delante del Juez de toda la Tierra. "Si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo, Su Hijo, el Hijo de Dios." [Primera de Juan 2:1].

Un sumo sacerdote en el templo que construyó Salomón y en el tabernáculo que construyó Moisés (anteriormente al templo de Salomón), es un intercesor entre Dios y el ser humano, y el ser humano y Dios; y eso es Cristo entre el ser humano y Dios. Él intercede por nosotros ante Dios, es como un abogado en un juicio, el cual intercede por su cliente.

Y ahora, Cristo intercede por nosotros porque lo hemos recibido como nuestro abogado, como nuestro único y suficiente Salvador.

Y ahora, Él es el único que nos puede librar del pecado y de la paga del pecado, que es la muerte.

Por lo tanto, tenemos un Abogado en el Cielo, Su Nombre es Señor Jesucristo. Él es el Prí­ncipe de la paz, es el Pregonero mayor de la paz, y con Él somos nosotros también pregoneros de la paz predicando el Evangelio de la paz, que es el Evangelio de Cristo nuestro Salvador; para que las personas puedan recibir en su alma la paz de Dios, y estar en paz con Dios, y entrar al Reino de Dios que está en la esfera espiritual.

Cristo dijo a Nicodemo: "De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espí­ritu, no puede entrar al Reino de Dios." [San Juan 3:5].

Todos queremos entrar al Reino para vivir eternamente, y se entra naciendo del Agua y del Espí­ritu, naciendo de la predicación del Evangelio de Cristo que es el Evangelio de la paz y de la reconciliación, y recibiendo el Espí­ritu de Cristo. Por esa causa se predica el Evangelio a toda criatura y el que creyere y fuere bautizado será salvo; mas el que no creyere, será condenado, dice Cristo en San Marcos, capí­tulo 16, verso 15 al 16.

Y ahora, por medio de la predicación del Evangelio de la paz, el Evangelio de nuestra salvación, el Evangelio de Cristo, entramos a un nuevo Pacto: somos cubiertos con la Sangre del nuevo Pacto, el nuevo Pacto que Él dijo que establecerí­a con la casa de Israel y con la casa de Judá. Está eso en Ezequiel, capí­tulo 37, versos 15 al 29, y también en el capí­tulo 34, versos 21 en adelante; y nos habla ahí­ que establecerá un Pacto de paz con Su pueblo.

Ese Pacto de paz está dentro del nuevo Pacto, y por consiguiente está dentro del Reino del Mesí­as, Reino que está en la esfera espiritual en donde se produce el nuevo nacimiento de millones de seres humanos en cada etapa de la Iglesia, para venir así­ a formar parte de la Iglesia de Jesucristo, y por consiguiente formar parte del pueblo de Dios.

En el nuevo Pacto han estado entrando los descendientes de las diez tribus de Norte, o sea, del reino de la casa de Israel, pues fueron esparcidas por el mundo pero con la predicación del Evangelio de Cristo, han escuchado la Voz de Cristo, pues Él dijo: "Yo también tengo otras ovejas que no son de este redil las cuales también debo traer, y oirán mi Voz, y habrá un rebaño y un pastor." (San Juan, capí­tulo 10, verso 14 al 18).

Y también Él dijo: "Mis ovejas oyen mi Voz y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy Vida eterna." [San Juan 10:27]. Es para Cristo darle Vida eterna a todas esas ovejas, almas que Dios le ha dado a Cristo, para que las busque y les dé Vida eterna que se predica el Evangelio, y se da la oportunidad para que las personas vengan a los Pies de Cristo y le reciban como único y suficiente Salvador.

Cada ministro es también un pregonero de la paz, de la paz de Dios por medio de Cristo dentro del Nuevo pacto, el pacto de paz que Él dijo que establecerí­a con la casa de Israel y con la casa de Jacob, en donde entran también gentiles que escuchan, nace la fe de Cristo en su alma y lo reciben como único y suficiente Salvador.

El apóstol Pablo sigue diciendo en este pasaje [Segunda de Corintios 5:18]:

"Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación;

que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación."

¿Cuál es la palabra de la reconciliación? El Evangelio de Cristo, ese es el Evangelio de la reconciliación del ser humano con Dios. Es el Evangelio de la paz, es el Evangelio de salvación.

"Así­ que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios."

La palabra de la reconciliación es el mensaje del Evangelio de Cristo, el Evangelio de nuestra salvación; y por medio de ese mensaje, rogamos a las personas, le decimos a las personas en Nombre de Cristo: "Reconciliaos con Dios por medio de Cristo." Ese es el mensaje para todos los seres humanos, dado y ordenado por el mayor Pregonero de la paz, que es Jesucristo, a Sus discí­pulos y a todos los ministros que predicarí­an el Evangelio de Cristo. Y dice San Pablo que somos embajadores en Nombre de Cristo. Y como embajadores representamos a Cristo, y representamos Su Reino; y damos las buenas noticias de que hay un Pacto de paz por medio de Cristo, para ser reconciliados con Dios, y ser restaurados a la Vida eterna.

"EL PREGONERO DE LA PAZ."

El Pregonero de la paz es Cristo y ha estado en medio de Su Iglesia pregonando la paz a través de cada ministro que ha predicado el Evangelio de Cristo, y por consiguiente se convierte también cada ministro en un pregonero de la paz: de la paz de Dios para el ser humano, de la paz imperecedera.

"EL PREGONERO DE LA PAZ."

Ya hemos visto que ese es Cristo, y el cual está en medio de Su Iglesia en Espí­ritu Santo pregonando la paz por medio de cada ministro, por medio de cada predicador que proclama el Evangelio de la paz, el Evangelio de nuestra salvación; y esa es la forma en que las ovejas del Señor escucharí­an Su Voz: por medio de la predicación del Evangelio de Cristo, pues ese es el mensaje que proclama la paz para el alma de cada ser humano y proclama la paz del ser humano con Dios.

"EL PREGONERO DE LA PAZ."

Yo escuché Su mensaje, nació su fe, la fe de Cristo en mí­ y lo recibí­ como mi único y suficiente Salvador, y fui reconciliado con Dios por medio de Cristo, y Él perdonó mis pecados, con Su Sangre me limpió de todo pecado, fui bautizado en agua en Su Nombre y Él me bautizó con Espí­ritu Santo y Fuego; y produjo en mí­ el nuevo nacimiento para ser ahora una nueva criatura perteneciente al Reino de Cristo, que es celestial; y así­ estoy reconciliado con Dios por medio de Cristo, y tengo la paz de Dios por medio de Cristo acá en mi alma, ¿y quién más? Cada uno de ustedes también que han entrado al nuevo Pacto y han sido reconciliados con Dios por medio de Cristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario.

Él es el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados para ser reconciliados con Dios y tener la paz de Dios en nuestra alma.

Si hay alguna persona que todaví­a no habí­a escuchado el Evangelio de la paz, el Evangelio de nuestra salvación, el Evangelio de la reconciliación y en estos momentos ha escuchado y ha nacido la fe de Cristo en su alma, puede venir a los Pies de Cristo y estaremos orando por usted para que Cristo le reciba en Su Reino, le perdone, y con Su Sangre le limpie de todo pecado y sea bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo lo bautice con Espí­ritu Santo y Fuego y produzca en usted el nuevo nacimiento, y obtenga la salvación y Vida eterna, y la paz imperecedera en su alma.

Vamos a dar la oportunidad a toda persona que todaví­a no ha recibido a Cristo para que pueda pasar al frente, para dar testimonio público de su fe en Cristo y recibirlo como único y suficiente Salvador. También las personas que están en otras naciones pueden venir a los Pies de Cristo, si todaví­a no lo han hecho, para recibirlo como único y suficiente Salvador.

Los que están allá en Venezuela, los que están también en diferentes partes de la República Mexicana, los que están en diferentes partes de la República del Brasil, en diferentes ciudades y comunidades; los que están en diferentes partes de Puerto Rico, los que están en diferentes partes de Colombia, los que están en diferentes partes del Perú, del Ecuador, de Bolivia, de Paraguay, de Chile, de Argentina, de Uruguay y demás paí­ses de Suramérica; y también los que están en El Salvador, en Ecuador, en Honduras, en Nicaragua, en Panamá, en Costa Rica, en Guatemala, en todos los lugares o ciudades de la República Mexicana, y también en Norteamérica; y demás naciones del planeta Tierra, pueden venir a los Pies de Cristo para que Cristo les reciba y les dé la salvación y Vida eterna, y la paz a su alma; y así­ queden reconciliados con Dios dentro del nuevo Pacto.

Estamos dando todaví­a unos segundos en lo que llegan otras personas, que como ustedes, quieren recibir a Cristo como Salvador, quieren ser reconciliados con Dios por medio de Cristo y quieren recibir la paz de Dios por medio de Cristo en sus almas. No hay paz sin Cristo, no hay felicidad sin paz.

La Escritura dice que no hay paz para los malos, pero cuando la persona recibe a Cristo, para esa persona hay paz de parte de Dios. Dios es el que da la paz, y la da dentro del nuevo Pacto a todos aquellos que son reconciliados con Dios por medio de Cristo nuestro Salvador.

En todas las demás naciones pueden estar puestos de pie, y también los que están aquí­ presentes, para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo. En todas las naciones pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo también, para recibir a Cristo como Salvador y recibir la paz de Dios a través de Cristo, y ser reconciliados con Dios.

Vamos a pedirle a los que están en otras naciones si pueden comunicarse y decirnos cuándo ya están listos también para orar por las personas que también están en otras naciones. Vamos ya a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo. Con nuestras manos levantadas al Cielo a Cristo, en todos los paí­ses y también aquí­ en la República Mexicana, con nuestras manos levantas al Cielo repitan conmigo esta oración:

Padre nuestro que estás en los Cielos, santificado sea Tu Nombre, venga Tu Reino y hágase Tu voluntad como en el Cielo también en la Tierra. Padre, vengo a Ti en el Nombre del Señor Jesucristo con todas estas personas que han recibido a Cristo como único y suficiente Salvador. Señor, Te ruego los recibas en Tu Reino.

Repitan conmigo esta oración:

Señor, escuché la predicación de Tu Evangelio, y nació Tu fe en mi corazón, creo en Ti de todo corazón, creo en Tu Primera Venida, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por mis pecados y por los de todo ser humano. Creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos.

Señor, reconozco que soy pecador, y necesito un Redentor, un Salvador. Doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado y me bautices con Espí­ritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y sea producido en mí­ el nuevo nacimiento; quiero vivir Contigo en Tu Reino por toda la eternidad.

Señor, me rindo a Ti en alma, espí­ritu y cuerpo. Señor, perdona mis pecados, salva mi alma. Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.

Y con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.

Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados, y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado. Por cuanto ustedes escucharon la predicación del Evangelio de la paz, del Evangelio de nuestra salvación, del Evangelio de Cristo, y lo han recibido como vuestro único y suficiente Salvador. Cristo dijo:

"Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado." [San Marcos16:15-16]. Tan simple como eso.

Ahora, ustedes me dirán: "Quiero ser bautizado en agua en Su Nombre, porque Él dijo: 'El que creyere y fuere bautizado.' Y ya yo creí­ y ahora me falta ser bautizado en agua en Su Nombre, ¿cuándo me pueden bautizar?" Es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón. Por cuanto ustedes han creí­do, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor. Y que Cristo les bautice con Espí­ritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino de Cristo nuestro Salvador.

El bautismo en agua es tipológico, pero es un mandamiento del Señor; y los ministros que han predicado el Evangelio han estado bautizando a todos los que han recibido a Cristo como Salvador. En el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección; cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando es sumergido a las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando es levantado de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida, a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.

Por lo tanto, el bautismo en agua es un mandamiento que Él ordenó llevar a cabo por los ministros a todos los que recibirí­an a Cristo como Su Salvador.

El agua no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado. Pero es un mandamiento de Cristo el bautismo en agua, aunque es tipológico, pero es un mandato de Cristo para que así­ estemos identificándonos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección; porque estábamos con Él eternamente.

Bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espí­ritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino de Cristo.

Dejo al ministro aquí­ presente, para que les indique hacia dónde dirigirse para colocarse las ropas bautismales, y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. En cada paí­s también dejo al ministro correspondiente.

Que Dios les bendiga y les guarde, y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de nuestro amado Señor Jesucristo, el mayor Pregonero de la paz.

"EL PREGONERO DE LA PAZ."