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El Pacto de paz 2008-05-25 1 Goiânia Goiás BR 00:00:00 false

Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes, y los que están a través del satélite Amazonas y de internet. Un especial saludo al doctor Salomón Cunha y su esposa Kélita de Cunha, y también al ingeniero Klébert y su esposa Raquel, y también a Miguelito y su esposa Juliana, los cuales se encuentran todos ellos allá, en Jerusalén; y también un saludo para el doctor Miguel Bermúdez Marí­n, donde se encuentre en estos momentos, y para todos los ministros en todas las congregaciones reunidos en estos momentos.

Aprecio mucho todo lo que están haciendo por Puerto Rico, que Dios les bendiga grandemente a ustedes ministros y sus congregaciones, y que esos terrenos y ese nuevo auditorio o Carpa-Catedral, allá en Puerto Rico, sea de bendición para todos los ministros y todas sus congregaciones alrededor del mundo.

Para esta tarde, en Monterrey, República Mexicana, AMISRAEL tiene reunión; y aprecio mucho al ministro Epifanio y su congregación, el respaldo que le ha estado dando a AMISRAEL allá en Monterrey. También en Puerto Rico hay reunión de AMISRAEL en esta tarde, en las oficinas de AMISRAEL, allá en el gimnasio; y aprecio mucho el respaldo que la iglesia allá le está dando a AMISRAEL. Espero que hoy haya una reunión grande allá, en Puerto Rico, y el reverendo José Benjamí­n Pérez y la congregación allá, respalde completamente esta reunión.

Y en cualquier otro paí­s que tengan reunión de AMISRAEL, que los ministros también con sus congregaciones que estén cerca a esa reunión, puedan asistir y respaldar esas reuniones. Y que Dios los bendiga, y les use grandemente en esos trabajos también de AMISRAEL.

Ya se está llegando al dí­a para el viaje a Jerusalén, me informaron que en las noches está fresco, pero hay calefacción en los hoteles; pero si salen a dar una vuelta, entonces hay que estar preparado por si el frí­o aumenta (o sea, por si baja la temperatura).

También para los que van a estar en el Sinaí­, allá en Egipto, también allá hace mucho viento, y aunque es de dí­a el viaje al Sinaí­, por causa del viento puede ponerse la temperatura fresca al subir al monte, por lo tanto, pueden llevar alguna chaqueta o algo encima de las camisas, o de los t-shirt; e ir cómodos, ropa cómoda y zapatos cómodos como para subir monte. Así­ que, vayan con zapatos cómodos para subir al monte Sinaí­.

Para esta ocasión nos preguntamos: ¿Qué está sucediendo en el planeta Tierra? Pues todo lo que acontece en el planeta Tierra, en una u otra forma, está ligado al pueblo hebreo, y por consiguiente al Medio Oriente.

Para este tiempo final, algo grande está prometido para suceder en el Medio Oriente, lo cual va a ser de bendición, de beneficio, para Israel y para el mundo árabe (para el mundo musulmán); para el mundo musulmán, y para el Cristianismo también, y para toda la humanidad.

El pueblo hebreo tuvo su edad de oro en el tiempo del rey Salomón y del rey David, esos dos reyes tuvieron paz en su reino; David tuvo un tiempo de lucha pero al final logró la paz en Israel, y luego Salomón heredó un reino en paz, todo Israel le obedeció.

Ahora, tenemos al pueblo hebreo esparcido por el mundo, pero en el 1948 se estableció Israel como nación, pero en la diáspora hay millones de descendientes de Abraham. Israel tiene los adelantos de una nación de primer mundo, pero le falta una cosa: la paz.

Y nos preguntamos: ¿Cómo vendrá la paz para Israel? Pues Dios ha dicho que tiene pensamientos de paz para Israel, y por consiguiente, tienen que estar expresados en Su Palabra, esos pensamientos de paz para Israel, conlleva un Programa Divino, un proyecto divino para traer esa paz para Israel.

Israel lo encontramos dividido. En el tiempo del hijo de Salomón, el rey Roboam, fue dividido el reino de David en dos reinos: el reino de Judá, en el cual un heredero o descendiente de David gobernaba ese reino del Sur, y el reino del Norte compuesto por diez tribus, que le fue dado a Jeroboam, un descendiente de José por medio de Efraí­n, porque José tení­a la primogenitura (la primogenitura le fue dada a José cuando fueron bendecidos los hijos de José).

Y ahora, sin la Bendición de la Primogenitura no puede haber paz en Israel; y la Bendición de la Primogenitura la tiene José, por lo tanto, la tribu de José que consta de dos tribus: la tribu de Efraí­n y la tribu de Manasés, tienen que estar en la tierra de Israel, para traer la bendición de la paz.

Y ahora, para el reino de David ser restaurado, y sentarse en el Trono de David un descendiente del rey David, que será el Prí­ncipe de paz, serí­a el Mesí­as Prí­ncipe, tienen que ser juntadas las diez tribus del reino del Norte, con las dos tribus del reino del Sur, y ser colocado como Prí­ncipe un descendiente del rey David, que será el Mesí­as Prí­ncipe.

Veamos en Ezequiel, capí­tulo 34, versos 22 en adelante, donde dice:

"Yo salvaré a mis ovejas, y nunca más serán para rapiña; y juzgaré entre oveja y oveja.

Y levantaré sobre ellas a un pastor, y él las apacentará; a mi siervo David, él las apacentará, y él les será por pastor.

Yo Jehová les seré por Dios, y mi siervo David prí­ncipe en medio de ellos. Yo Jehová he hablado."

Otras versiones dice: "Yo, El Señor," o "el Eterno." Esta versión dice: "Jehová," y por eso lo estamos leyendo así­.

"Y estableceré con ellos pacto de paz..."

"EL PACTO DE PAZ."

La paz para Israel vendrá de parte de Dios, por medio del Mesí­as Prí­ncipe, que será el David mayor, el amado mayor, porque David significa: "amado;" o sea, David y amado es lo mismo, se escribe igual en hebreo.

Y ahora, la bendición para el pueblo hebreo está aquí­ prometida en el reino de David siendo restaurado, en donde el Mesí­as Prí­ncipe, el amado de Dios, se sentará en el Trono de David y reinará sobre Israel y sobre todas las naciones. Sigue diciendo:

"Y estableceré con ellos pacto de paz..."

Para que haya un Pacto tiene que haber un sacrificio. Dios ha prometido en Jeremí­as, capí­tulo 31, versos 31 al 36, establecer un Pacto nuevo con Su pueblo. Dice capí­tulo 31, versos 31 en adelante:

"He aquí­ que vienen dí­as, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá."

Aquí­ nos habla de los dos reinos del pueblo hebreo: del reino de Judá y del reino de Israel, o sea, del reino de Judá con las dos tribus en el Sur, y el reino de Israel con las diez tribus en el Norte, el reino del Norte.

Y ahora, la promesa es que Dios hará un nuevo Pacto con Israel y con la Casa de Judá, y coloca a Israel (o sea, al reino del Norte) primero, y después al reino del Sur. Dice:

"No como el pacto que hice con sus padres el dí­a que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová."

O sea, que no será un Pacto como aquel que fue dado en el monte Sinaí­, sino que será un nuevo Pacto; pero por cuanto para el establecimiento de un Pacto, encontramos que siempre se ha efectuado un sacrificio, tiene que efectuarse un sacrificio para el establecimiento de este nuevo Pacto, y la sangre de ese sacrificio será la sangre de ese nuevo Pacto, Pacto que será eterno conforme a la promesa divina; después de ese Pacto, no habrá otro Pacto.

Y ahora, veamos lo que nos dice aquí­:

"Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos dí­as, dice Jehová..."

Y ahora nos habla de la casa de Israel, que es el reino del Norte compuesto por diez tribus, y que le fue dado a Jeroboam, un descendiente de la tribu de Efraí­n. Y luego sigue diciendo:

"Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo."

Aquí­ encontramos que no mencionó a la casa de Judá, o sea, al reino del Sur, sino al reino del Norte, que es la casa de Israel.

Y ahora, veamos, ya que estamos hablando de este nuevo Pacto, veamos lo que dice San Pablo en su carta a los Hebreos con relación a este nuevo Pacto. Capí­tulo 8 de la carta a los Hebreos, verso 6 en adelante:

"Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas."

Ahora, nos habla de un nuevo Pacto aquí­, y nos dice:

"Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo."

Si el primer Pacto fuera sin defecto, no se procurarí­a lugar para otro segundo Pacto. Pero Dios ha dicho: "Haré un nuevo Pacto con la casa de Israel, y con la casa de Judá." Y luego dice: "Con la casa de Israel," y no menciona a la casa de Judá. Por lo tanto, a la casa de Israel le toca primero entrar a ese nuevo Pacto. Sigue diciendo el apóstol Pablo:

"Porque reprendiéndolos dice:

He aquí­ vienen dí­as, dice el Señor,

En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto;

No como el pacto que hice con sus padres

El dí­a que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto;

Porque ellos no permanecieron en mi pacto,

Y yo me desentendí­ de ellos, dice el Señor.

Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel

Después de aquellos dí­as, dice el Señor:

Pondré mis leyes en la mente de ellos,

Y sobre su corazón las escribiré;

Y seré a ellos por Dios,

Y ellos me serán a mí­ por pueblo;

Y ninguno enseñará a su prójimo,

Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor;

Porque todos me conocerán,

Desde el menor hasta el mayor de ellos.

Porque seré propicio a sus injusticias,

Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades.

Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer."

Y ahora, aquí­ está establecido que el nuevo Pacto serí­a establecido con la casa de Israel o reino del Norte, y luego con la casa de Judá.

Y ahora, podemos ver un cambio aquí­ de Pacto, y por consiguiente de dispensación también.

Y ahora, encontramos que bajo ese nuevo Pacto, está una nueva dispensación, o sea, un nuevo dí­a dispensacional en donde toda persona podrá obtener la misericordia de Dios, podrá obtener la salvación y Vida eterna. La Dispensación de la Gracia es el dí­a dispensacional de salvación, de eso fue que habló San Pablo cuando dijo: "Hoy es el dí­a de salvación." Dice el capí­tulo 6, verso 2 en adelante de Segunda de Corintios:

"Porque dice:

En tiempo aceptable te he oí­do,

Y en dí­a de salvación te he socorrido.

He aquí­ ahora el tiempo aceptable; he aquí­ ahora el dí­a de salvación."

Toda esa Dispensación de la Gracia, es dí­a dispensacional de salvación para todo aquel que cree; por lo tanto, las ovejas perdidas de la casa de Israel, o sea, las ovejas perdidas, el pueblo, las diez tribus y sus descendientes que estaban perdidos, entrarí­an al nuevo Pacto; y por consiguiente obtendrí­an la paz en el alma, obtendrí­an la ley divina escrita en su mente y en su corazón por la mano de Dios, a través del Espí­ritu Santo.

Y ahora, por cuanto para el establecimiento de un Pacto se requiere un sacrificio, en Isaí­as está la promesa de un sacrificio; y por consiguiente con ese sacrificio se tendrá el sacrificio para un nuevo Pacto y la sangre de ese nuevo Pacto, Pacto que será eterno. Capí­tulo 53, verso 10 de Isaí­as dice... este es un pasaje mesiánico, y dice:

"Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos dí­as, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada."

Nos habla este pasaje del Mesí­as, y nos dice que pondrá Su vida en expiación por el pecado, y por consiguiente ese será el Sacrificio de Expiación para el establecimiento de un nuevo Pacto por lo cual vendrá el nuevo Pacto, para la casa de Israel y para la casa de Judá.

En la profecí­a de Daniel, capí­tulo 9, también nos habla, comenzando en el verso 24 (dice el ángel Gabriel al profeta Daniel, y también gobernador de la provincia, o departamento, o estado de Babilonia), dice:

"Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad (si va a ser expiada la iniquidad, tiene que haber un Sacrificio de expiación), para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecí­a, y ungir al Santo de los santos.

Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesí­as Prí­ncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.

Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesí­as..."

O sea, que el Mesí­as tiene que morir conforme a esta profecí­a, y tiene que morir después de las sesenta y dos semanas, y antes de las sesenta y dos semanas, transcurren siete semanas. Estas son semanas de años, y por consiguiente las setenta semanas son cuatrocientos noventa años; pero después de las sesenta y nueve semanas (sumando las primeras siete y después las sesenta y dos), transcurren unos cuatrocientos ochenta y tres años; y luego, durante la semana número setenta, el ministerio del Mesí­as y luego la muerte del Mesí­as: a la mitad de la semana número setenta, el Mesí­as tení­a que morir. Dice:

"Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesí­as, mas no por sí­ (o sea, que Él no se la quitará Él mismo, ni morirá de viejo; y luego de la muerte del Mesí­as, miren lo que está profetizado); y el pueblo de un prí­ncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario..."

El pueblo de un prí­ncipe que habrí­a de venir, o sea, de un hombre que habrí­a de venir, el cual fue Tito Vespaciano; y el pueblo de ese prí­ncipe, que luego vino a ser el emperador, el pueblo de ese prí­ncipe es Roma, el pueblo romano; dice que el pueblo de ese prí­ncipe que habrí­a de venir destruirí­a la ciudad y el santuario, para lo cual vendrí­a una guerra.

"...y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones."

Ya en el año 70 la ciudad de Jerusalén y el templo fueron destruidos, el mismo Jesús profetizando dijo que "no quedarí­a piedra sobre piedra de aquellos edificios, incluyendo al templo." [San Marcos 13:2]. No quedarí­a piedra sobre piedra, por lo tanto, todo serí­a destruido. Eso se cumplió en el tiempo del general romano Tito, el cual luego vino a ser el emperador romano, y si se cumplió esa parte, antes de esa destrucción la vida al Mesí­as le tení­a que ser quitada; por consiguiente hay que buscar en la historia un hombre que haya muerto en expiación por el pecado del pueblo, después de las sesenta y dos semanas de años, o sea, en la semana número setenta; o sea, después de cuatrocientos ochenta y tres años, desde que fue dada la orden para la restauración de Jerusalén.

Y para ese tiempo, en que la semana número setenta se estaba cumpliendo, murieron muchas personas, el imperio romano los crucificaba: eso era la muerte máxima, la pena de muerte mayor.

Y ahora, entre los que murieron en esa semana número setenta, tenemos que encontrar a UNO que haya cumplido todos los requisitos para ser reconocido como el Mesí­as Prí­ncipe que tení­a que morir en expiación por el pecado, y Su Sangre ser la sangre del nuevo Pacto que Dios establecerí­a; y bajo ese nuevo Pacto serí­an colocadas las ovejas perdidas del reino de Israel. Por eso Jesús dijo: "Yo he venido a las ovejas perdidas de la casa de Israel (o sea, del reino del Norte)." [San Mateo 15:24].

Por eso Él dijo a Sus discí­pulos: "Id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel." [San Mateo 10:6]. O sea, que los descendientes del reino del Norte, de esas diez tribus, serí­an evangelizados y entrarí­an al nuevo Pacto millones de descendientes de las tribus perdidas de la casa de Israel, o sea, del reino del Norte; y por consiguiente obtendrí­an el perdón de sus pecados, serí­an limpios con la Sangre del Mesí­as, serí­an bautizados en agua en Su Nombre y recibirí­an el Espí­ritu de Dios; y Dios habitarí­a en ellos y en medio de ellos, o sea, en ellos como individuos y en ellos como Cuerpo Mí­stico de creyentes.

En Hebreos, capí­tulo 2, nos habla el apóstol Pablo con relación a esto mismo, y nos dice capí­tulo 2, verso 10 en adelante de su carta a los Hebreos:

"Porque convení­a a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos.

Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos,

diciendo:

Anunciaré a mis hermanos tu nombre,

En medio de la congregación te alabaré.

Y otra vez:

Yo confiaré en él.

Y de nuevo:

He aquí­, yo y los hijos que Dios me dio."

O sea, esas son las ovejas que el Padre le dio para que las busque y les dé Vida eterna. "Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se habí­a perdido." (San Lucas capí­tulo 19, verso 10).

"Así­ que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tení­a el imperio de la muerte, esto es, al diablo,

y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.

Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham."

¿A qué descendencia socorrió? A la descendencia de Abraham. Ahí­ están las diez tribus del Norte, y luego las dos tribus del Sur; y también aparecen otros descendientes de Abraham, por otros hijos de Abraham, como la descendencia de Esaú y también la descendencia de Ismael.

Ahora, podemos ver que hay un Sacrificio, y por consiguiente un nuevo Pacto establecido para la descendencia de Abraham, porque Abraham vendrí­a a ser padre de naciones, no solamente de una nación sino de naciones; y por cuanto Dios dijo así­ a Abraham, y que también saldrí­an de él reyes (eso está en el Génesis), esa promesa para ser cumplida tiene una forma. Vean aquí­ capí­tulo 17, verso 4 en adelante, dice:

"He aquí­ mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes.

Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes.

Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti."

Aquí­ podemos ver que de Abraham saldrí­an reyes, saldrí­an naciones. No solamente una nación, sino muchas naciones y muchos reyes.

"Y estableceré mi pacto entre mí­ y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti.

Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos."

Podemos ver que de Abraham saldrí­an naciones, y también reyes por consiguiente.

Ahora, veamos cómo vendrán estas otras naciones: en el capí­tulo 48 del Génesis, verso 19 en adelante, cuando Jacob está bendiciendo a los hijos de José, y coloca su mano derecha sobre Efraí­n, que es el menor, y su mano izquierda sobre Manasés, que es el mayor (lo cual no le gusto a José, siendo que en la mano derecha está la Bendición de la Primogenitura), ahora, vean ustedes:

"Mas su padre no quiso, y dijo: Lo sé, hijo mí­o, lo sé; también él vendrá a ser un pueblo, y será también engrandecido; pero su hermano menor será más grande que él, y su descendencia formará multitud de naciones."

Ahí­ tenemos la forma para la multitud de naciones. La promesa que le fue dada a Abraham, miren cómo va pasando de Abraham a Isaac; y de Isaac a Jacob; y de Jacob a José a través de Efraí­n. Manasés representa al pueblo hebreo, representa a los judí­os, y Efraí­n representa a la Iglesia del Señor Jesucristo, o sea, al Cristianismo; y ahí­ está la forma en que serí­an formadas naciones, multitud de naciones. Todo eso está bajo el Cristianismo: la multitud de naciones.

Y por consiguiente, cuando ocurra la resurrección de los muertos en Cristo, y la transformación de los que estarán viviendo en este tiempo, creyentes en Cristo nacidos de nuevo, luego irán a la fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero que durará tres años y medio, y después regresarán a la Tierra, después de la gran tribulación, para el establecimiento del Reino de Dios; y ahí­ estarán los mensajeros de cada edad, con su grupo, con su pueblo; y esos serán Sacerdotes, serán Reyes, y Jueces también, en el Reino del Mesí­as; o sea, que ellos serán la realeza de ese Reino, con el Rey de reyes y Señor de señores.

Y ahora, ellos han estado bajo el nuevo Pacto, cubiertos con la Sangre del nuevo Pacto, y ellos vienen a ser descendientes de las tribus perdidas de Israel. Ahí­ es donde se encuentran las tribus perdidas de Israel: en medio del Cristianismo bajo el nuevo Pacto; fuera del Cristianismo no están dentro del nuevo Pacto. Por eso Cristo cuando estuvo en la Tierra, en la última cena en el capí­tulo 26 de San Mateo, versos 26 al 29, dijo al dar la copa a Sus discí­pulos (con vino), dijo: "Bebed de ella todos, porque esta es la Sangre del nuevo Pacto que por muchos es derramada."

O sea, por todos aquellos que entrarí­an al nuevo Pacto, los cuales están escritos en el Cielo en el Libro de la Vida del Cordero; esas son las ovejas perdidas de la casa de Israel. Por eso en el reino milenial estarán también allí­ como Reyes, Sacerdotes y Jueces con el Mesí­as Prí­ncipe, el cual es el Rey mayor, el Sacerdote mayor, o sea, Sumo Sacerdote y el Juez mayor, o sea, el que juzgará a los vivos y a los muertos.

Y ahora, podemos ver todo este secreto del Pacto de paz; la casa de Israel representada en el Cristianismo, ha estado recibiendo la paz en el alma y las leyes divinas escritas, no en piedras sino en el corazón, en las tablas del corazón; escribiéndolas el Espí­ritu Santo en el corazón, en el alma y la mente de cada persona, y bautizándolos con Espí­ritu Santo y Fuego, porque Él dijo que serí­an llenos del Espí­ritu de Dios. Él dijo que derramarí­a de Su Espí­ritu sobre toda carne, por lo tanto, Él lo ha estado haciendo desde el Dí­a de Pentecostés, luego que cincuenta dí­as antes se habí­a efectuado el Sacrificio de Expiación por el pecado.

Por lo tanto, podemos ver que hay un nuevo Pacto, el cual es el Pacto de paz, el cual tiene o está bajo un sacrificio: el Sacrificio del Mesí­as Prí­ncipe que murió en la Cruz del Calvario; y la Sangre del Mesí­as Prí­ncipe es la Sangre del nuevo Pacto que limpia de todo pecado a todos los creyentes en Cristo, los cuales entran a ese nuevo Pacto.

Vean, en Hebreos, capí­tulo 12, dice (verso 22 en adelante):

"Sino que os habéis acercado al monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañí­a de muchos millares de ángeles,

a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos (la congregación de los primogénitos es la Iglesia del Señor Jesucristo, compuesta por los primogénitos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero), a Dios el Juez de todos, a los espí­ritus de los justos hechos perfectos..."

O sea, que tienen un espí­ritu o cuerpo angelical o espiritual, perfecto, para toda la eternidad. Ese es el espí­ritu que han recibido de parte de Dios: el cuerpo angelical de la sexta dimensión; cuando muere fí­sicamente un creyente en Cristo nacido de nuevo, sigue viviendo en el cuerpo angelical en la sexta dimensión, que es el Paraí­so, y espera hasta la resurrección para recibir el nuevo cuerpo eterno y glorificado, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo. Sigue diciendo:

"... a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel."

Esa sangre rociada, la Sangre de Cristo, es la que nos limpia de todo pecado.

En el capí­tulo 13, verso 20 al 21, dice (de Hebreos):

"Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo (si Dios es el Dios de paz, ¿quien es el que le puede dar la paz a Israel? Dios; y todo eso tiene que ser dentro de un nuevo Pacto), el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno."

La Sangre del Pacto eterno es la Sangre de Cristo derramada en la Cruz del Calvario. Este Pacto es eterno, y bajo ese Pacto está la paz para Israel, para Judá, y para toda la humanidad, para toda la descendencia de Abraham, y para todo ser humano.

Por lo tanto, el Pacto de paz está dentro del Programa Divino, es el nuevo Pacto el Pacto de paz para Israel y para toda la humanidad.

Estamos viviendo en el tiempo final, en donde está ocurriendo un despertamiento entre el Cristianismo, y pronto ocurrirá un despertamiento entre el Judaí­smo, y también en el Islam. ¿Por qué? Los tres están esperando a Elí­as, y están esperando a Moisés, y están esperando al Mesí­as, porque los tres (el Judaí­smo, el Cristianismo y el Islam) pertenecen a descendientes de Abraham; los tres creen en Abraham, creen en Elí­as, creen en Moisés; y todas estas cosas lo creen y están esperando al Mesí­as para que establezca Su Reino y traiga la paz para toda la descendencia de Abraham y para toda la humanidad.

En Isaí­as, capí­tulo 9, verso 6 al 7, nos habla del Mesí­as Prí­ncipe, y nos dice que es el Prí­ncipe de paz, es Padre eterno, Dios fuerte, Prí­ncipe de paz. Y dice que lo dilatado de Su imperio (o extendido de Su imperio) y la paz, no tendrán lí­mite, porque en el Reino del Mesí­as la paz será para todas las naciones, para todos los seres humanos, la paz no tendrá lí­mites.

Por eso en Zacarí­as nos habla de una persona que vendrá. Vamos a ver ese pasaje de Zacarí­as. Recuerden que estamos hablando del Pacto de paz. En Zacarí­as nos habla de ese Pacto de paz; vamos a buscar el pasaje que nos habla de ese Pacto de paz, para lo cual tienen que estar escritas las leyes en el corazón de las personas. Nos dice que el Mesí­as Prí­ncipe, el cual será esa persona que aparecerá, estará relacionada a la paz. Es en Zacarí­as (ya dentro de unos momentos vamos tener ese pasaje)... queremos que aparezca esa persona lo más pronto posible. Capí­tulo 9, verso 10 de Zacarí­as, dice:

"Y de Efraí­n destruiré los carros, y los caballos de Jerusalén, y los arcos de guerra serán quebrados; y hablará paz a las naciones (¿de qué le estará hablando a las naciones? De paz), y su señorí­o será de mar a mar, y desde el rí­o hasta los fines de la tierra.

Y tú también por la sangre de tu pacto serás salva..."

Y ahora, veamos también el capí­tulo 8, verso 12 de Zacarí­as:

"Porque habrá simiente de paz; la vid dará su fruto, y dará su producto la tierra, y los cielos darán su rocí­o; y haré que el remanente de este pueblo posea todo esto.

Y sucederá que como fuisteis maldición entre las naciones, oh casa de Judá y casa de Israel (o sea, el reino de Judá y reino de Israel, o reino del Norte), así­ os salvaré y seréis bendición."

O sea, que el reino del Norte y el reino del Sur serán reunidos, juntados; se formará, se establecerá el Reino del Mesí­as, y la casa de Israel y la casa de Judá al ser unidos en un solo Reino, será para bendición de todas las naciones. Ahí­ esta la bendición para todas las naciones; así­ como fueron de maldición, ahora serán de bendición.

La salvación, Jesús dijo que viene de los judí­os, y la bendición aquí­ está prometida que vendrá de la casa de Judá y de la casa de Israel, cuando sean unificados y se establezca el Reino del Mesí­as, se restaure el reino de David. Por eso los discí­pulos de Jesús, antes de Jesús ascender al Cielo, le preguntaron en el libro de los Hechos, capí­tulo 1 (del 1 al 9): "¿Restaurarás tú el reino de Israel en este tiempo?"

Ellos deseaban la bendición de Dios para todo el pueblo hebreo, y para todas las naciones, porque la bendición viene de los judí­os y la paz viene de los judí­os. Está prometida que el Prí­ncipe de paz en Su Reino, el reino de David restaurado, traerá la paz para Israel y para todas las naciones; fuera de ese Reino no habrá paz para los judí­os, ni para el Medio Oriente, ni para el resto de las naciones.

Pero se podrá lograr una paz temporal, que terminará con una tercera guerra mundial, por eso San Pablo dijo en el capí­tulo 5, de Primera de Tesalonicenses, versos 1 al 12: "Cuando digan paz y seguridad, entonces vendrá destrucción repentina." Porque esa no será la paz imperecedera, la paz permanente, esa será una paz que será obtenida por medio de pactos humanos.

Ahora, tenemos la promesa de la venida de Elí­as y de la Venida del Mesí­as también.

Y ahora, ¿cómo lo vamos a conocer a Elí­as? En este libro titulado: "La Religión de Israel," por el señor S. Lots, dice en la página 73:

"Cuando llegue el tiempo del reino de la fe israelita Dios enviará a su profeta Elí­as, 'que unirá el corazón de los padres al de sus hijos (o sea, que enviará al profeta Elí­as para unir, para unir a Su pueblo) y el corazón de los hijos a los padres,' y proclamará así­ la paz universal imperecedera."

¿Cómo lo están esperando? Proclamando la paz imperecedera, la cual está en el Reino del Mesí­as que estará siendo establecido en la Tierra, y por consiguiente estará anunciando la venida, la restauración del reino de David, en donde Dios dará, en ese Reino para toda la humanidad, la paz imperecedera; y ese Reino estará dentro del nuevo Pacto.

Por lo tanto, podemos ver que la promesa de Elí­as, de la venida de Elí­as, será una realidad. Lo vamos a vigilar, lo vamos a estar vigilando, proclamando la paz imperecedera, prometida para ser dada por Dios en el Reino del Mesí­as.

Por lo tanto, estará proclamando la venida del Reino de Dios y todas las bendiciones que Dios dará en ese Reino. Los judí­os bajo el Judaí­smo, los cristianos y los islámicos, están esperando a Elí­as, o sea, convergen en la venida de Elí­as; y están esperando también al Mesí­as; o sea, que piensan en la misma forma en que vendrá Elí­as, y en que vendrá también el Mesí­as; y por consiguiente en que el Reino del Mesí­as será establecido para beneficio de todos los habitantes del Medio Oriente, y para todas las naciones, y por consiguiente para todos los seres humanos.

Ahí­ es donde la humanidad obtendrá la paz imperecedera, y como meta, la felicidad; y esa será la edad de oro del Reino de Dios en la Tierra, la edad de oro del Reino de David. Y todo ese Reino estará dentro del Pacto de paz, del Pacto eterno, con la Sangre del nuevo Pacto, la Sangre del Mesí­as, que es la Expiación en Su Sacrificio expiatorio; en Su Sacrificio expiatorio Él dio Su vida, como el Sacrificio de Expiación por el pecado del ser humano.

Y ahora, podemos ver esta bendición tan grande que ha estado siendo manifestada en el campo espiritual, y que más adelante también será en la parte fí­sica con el establecimiento del Reino del Mesí­as; y ahí­ entrarán muchas naciones, Israel recibirá su redención, y muchas naciones también recibirán su redención, o sea, serán restauradas al Reino de Dios, al Reino del Mesí­as.

Esperamos que todos los paí­ses de la América Latina obtengan la redención, juntamente con la redención de Israel, y entren, por consiguiente, al Reino de Dios; y todos estos reyes que saldrí­an de Abraham, tengan su posición importante en el Reino del Mesí­as, porque Él nos ha hecho para nuestro Dios, Reyes y Sacerdotes, al limpiarnos con Su Sangre de todo pecado. Ahí­ están los reyes y sacerdotes, y los jueces descendientes de Abraham.

Y así­ es como se ha estado formando una multitud de naciones en el campo espiritual; en el campo fí­sico también todas las naciones tienen sangre hebrea, gobernantes, y parte de los habitantes de las diferentes naciones, son millones los que tienen algo de sangre hebrea.

Por lo tanto, escucharán la proclama del mensaje de Elí­as, proclamando la paz imperecedera en el Reino del Mesí­as; y así­ estará preparando el camino al Mesí­as, para el Mesí­as traer la paz imperecedera en Su Reino, que será el reino de David; será el reino de David al cual Él es heredero y al cual Él restaurará, y ahí­ todos estarán dentro del Pacto de paz, todos serán reunidos o unidos con Dios en el Pacto eterno, se juntarán con Dios en el Pacto de paz.

"EL PACTO DE PAZ (eso será en el Reino del Mesí­as)."

En lo espiritual, ya millones de seres humanos, ovejas perdidas de la casa de Israel, han obtenido la paz en el alma, pero viene también la paz fí­sica para Israel como nación, y para muchas naciones que se unirán a Israel dentro del nuevo Pacto de paz. E Israel dirá: "¿Y estos quiénes son? ¿Y de dónde han venido?" Son las naciones que le dijo Dios a Abraham que saldrí­an de él, porque él serí­a padre de naciones, y reyes saldrí­an de él también.

Por lo tanto, naciones con sus reyes, con sus lí­deres polí­ticos, con sus gobernantes, se unirán a Israel, y entonces se hará la introducción al Reino del Mesí­as. Esa introducción la hará Elí­as, Elí­as será el que llamará y juntará ciento cuarenta y cuatro mil hebreos, doce mil de cada tribu; su mensaje será la gran Trompeta o gran Voz de Trompeta, llamando y juntando Sus escogidos en el Dí­a Postrero, o sea, en el tiempo final.

Estamos en el tiempo más glorioso de todo los tiempos.

Si todaví­a hay alguna oveja, de las que Cristo dijo que el Padre le dio para las busque y les dé Vida eterna, que todaví­a no han venido al Redil del Señor, y al escuchar Su mensaje final ha llegado a su alma y ha nacido la fe de Cristo en su alma, ahora tiene la oportunidad de dar testimonio público de su fe en Cristo, porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.

Por lo tanto, ya la fe de Cristo nació, porque la fe viene por el oí­r; y usted escuchó la Palabra de Dios. Ahora tiene la oportunidad de dar testimonio público de su fe en Cristo recibiéndole como único y suficiente Salvador, si todaví­a no lo ha hecho.

Los que están en otras naciones también pueden venir a los Pies de Cristo, para que Cristo les reciba en Su Reino, y así­ entren al nuevo Pacto, el Pacto de paz, el Pacto eterno de Dios para toda la descendencia de Abraham.

En las demás naciones también pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo. Así­ ha sido en el Cristianismo en donde se ha dado a conocer el nuevo Pacto, el Pacto de paz, el cual ha sido proclamado por todos los mensajeros de paz, comenzando por Jesucristo, por los apóstoles, y por cada mensajero junto a todos los ministros de cada una de las etapa de la Iglesia.

Los mensajeros, comenzando por Jesús, continuando con los apóstoles y con cada mensajero de cada edad, han sido los mensajeros grandes de la paz, mensajeros de paz, de la paz eterna, de la paz permanente, de la paz de Dios y con Dios bajo el nuevo Pacto. Dice que son benditos los pies de los que anuncian buenas nuevas, de los que anuncian la paz, o sea, la paz del nuevo Pacto, la paz que trae Dios al alma de cada persona que entra al nuevo Pacto.

En las diferentes naciones pueden venir a los Pies de Cristo los que todaví­a no lo han hecho, para que Cristo los reciba en Su Reino. Los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo, para que Cristo les reciba en Su Reino.

Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo.

Ya están listos en las demás naciones, en la República Mexicana, en Colombia, en Venezuela, en diferentes partes del Brasil, y ya estamos para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión. Si falta alguna persona por venir puede venir, para que Cristo les reciba en Su Reino. Todaví­a vienen más personas que como ustedes quieren entrar al Reino de Cristo, al Reino de Dios.

En los demás paí­ses pueden también continuar viniendo a los Pies de Cristo para entrar al Pacto de paz, el nuevo Pacto que Dios establecerí­a con Su pueblo.

Vamos a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en estos momentos. Si falta alguno por venir puede venir. Vamos a levantar nuestras manos al Cielo, a Cristo, los que están en otras naciones también, y con nuestros ojos cerrados, los que han venido a los Pies de Cristo repitan conmigo esta oración:

Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio, el Evangelio de la paz y nació Tu fe en mi corazón; creo en Ti, creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos, creo en Tu primera Venida y creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por mis pecados y por los de todo ser humano. Creo en Tu sepultura, en Tu resurrección y ascensión al Cielo; creo que Tú estás como Sumo Sacerdote haciendo intercesión con Tu Sangre por todos los que Te reciben como su único y suficiente Salvador.

Señor Jesucristo, doy testimonio público de mi fe en Ti, reconociendo que soy pecador y necesito un Salvador; y Te recibo como mi único y suficiente Salvador, mi rindo a Ti, me entrego a Ti en alma, espí­ritu y cuerpo.

Señor, sálvame, Te lo ruego, perdona mis pecados y con Tu Sangre lí­mpiame de todo pecado, y bautí­zame con Espí­ritu Santo y Fuego, y sea producido en mí­ el nuevo nacimiento. Quiero nacer en Tu Reino, quiero nacer a la Vida eterna. Señor, sálvame, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.

Y con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.

Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados, y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes escucharon la predicación del Evangelio de Cristo, nació la fe de Cristo en vuestra alma, y lo recibieron como único y suficiente Salvador.

Él dijo en San Marcos, capí­tulo 16, versos 15 al 16: "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado."

Ustedes me dirán: "Escuché la predicación del Evangelio de Cristo, creí­ y lo recibí­ como mi Salvador, y ahora me falta ser bautizado en agua en Su Nombre, porque Él dijo: 'El que creyere y fuere bautizado, será salvo.' ¿Cuándo me pueden bautizar?" Es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón. Por cuanto ustedes han creí­do en Cristo, y lo han recibido como Salvador bien pueden ser bautizados en agua. Y que Cristo les bautice con Espí­ritu Santo y Fuego.

En el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Estábamos con Él, como Leví­ estaba en Abraham cuando diezmó a Melquisedec, en el capí­tulo 14 del libro de Génesis.

Y ahora, nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección porque estábamos en Él; y ahora en el bautismo en agua, lo expresamos.

El bautismo en agua es tipológico, es simbólico, pero es un mandamiento del Señor Jesucristo que está siendo obedecido por los apóstoles y por todos los ministros, bautizando a todas las personas que han recibido a Cristo como Salvador.

Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador muere al mundo; y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida: a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.

Por lo tanto, bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice on Espí­ritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino del Mesí­as, de Jesucristo nuestro Salvador.

En las demás naciones también pueden ser bautizados en estos momentos. Y que Cristo les bautice con Espí­ritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

Dejo al ministro, reverendo Josué Cunha con ustedes aquí­ presente, y en cada nación dejo al ministro correspondiente para que les indique hacia dónde dirigirse para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Que Dios les bendiga y les guarde, y continúen pasando todos una tarde llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.

Con ustedes el reverendo Josué Cunha, y en cada nación al ministro correspondiente.

Dios les bendiga.

"EL PACTO DE PAZ."