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title: 'El Reino venidero'
date: 2008-03-09
activity: 1
place:
city: Goiânia
state: Goiás
country: BR
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Ayer fue el Dí­a Internacional de la Mujer, por lo tanto, muchas felicidades a todas las mujeres. Es una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, con ustedes aquí­ presentes y con los que están a través del satélite Amazonas y también por internet.
Para esta ocasión leemos en San Mateo, capí­tulo 13, versos 11 al 17, donde dice Jesús, vamos a ver verso 10, comencemos:
*"Entonces, acercándose los discí­pulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas?*
*El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado.*
*Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.*
*Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.*
*De manera que se cumple en ellos la profecí­a de Isaí­as, que dijo:*
*De oí­do oiréis, y no entenderéis;*
*Y viendo veréis, y no percibiréis.*
*Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,*
*Y con los oí­dos oyen pesadamente,*
*Y han cerrado sus ojos;*
*Para que no vean con los ojos,*
*Y oigan con los oí­dos,*
*Y con el corazón entiendan,*
*Y se conviertan,*
*Y yo los sane.*
*Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oí­dos, porque oyen.*
*Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oí­r lo que oí­s, y no lo oyeron."*
**"EL REINO VENIDERO."**
A través de la historia de la familia humana, leemos en la Biblia que Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza; o sea, que primero le dio la imagen, que es el cuerpo angelical, y después le dio la semejanza fí­sica, que es el cuerpo fí­sico, el cual recibió Adán, y de Adán luego Dios sacó a Eva: formó a Eva de una parte de Adán.
Y ahora, encontramos allá en el capí­tulo 1 y capí­tulo 2 del Génesis la forma en que Dios trajo al hombre a existencia (capí­tulo 1, verso 26 al 27 del Génesis, y capí­tulo 2, verso 7 del Génesis). Luego Dios colocó al hombre en el Huerto del Edén, donde habí­a colocado el Árbol de la Vida y el árbol de ciencia del bien y del mal. El Árbol de la Vida es Cristo, el árbol de ciencia del bien y del mal es el maligno, el que traerí­a muerte; pero el árbol de la Vida, que es Cristo, trae la Vida eterna.
Y ahora, en el Huerto del Edén Dios le dijo al ser humano que no comiera del árbol de ciencia del bien y del mal, porque el dí­a que de él comiera ese dí­a morirí­a; o sea, que morirí­a la vida que Dios le habí­a dado allí­. La vida que ellos tení­an era eterna. El ser humano si comí­a del árbol de ciencia del bien y del mal, morirí­a a la Vida eterna y solamente le quedarí­a vida temporal, que se le acabarí­a a cierto tiempo.
Ahora, literalmente un dí­a de veinticuatro horas, corresponde a la noche y al dí­a.
Y ahora, el ser humano cuando pecó, murió literalmente a la Vida eterna, y solamente le quedó vida temporal; y también como delante de Dios un dí­a es como mil años, durante ese milenio en el cual el ser humano pecó, el ser humano murió no solamente a la Vida eterna, sino que también luego cuando tení­a novecientos treinta años, Adán murió, porque habí­a perdido la Vida eterna, y así­ pasó con Eva también.
Y ahora, todos los hijos de Adán y Eva serí­an mortales, vendrí­an a esta Tierra por una temporada, y luego morirí­an. El ser humano, por consiguiente, cayó esclavo en el reino de las tinieblas, porque el reino de las tinieblas no tiene Vida eterna, porque el reino de las tinieblas es temporal; y todos los que están en el reino de las tinieblas también son temporales. El único reino eterno es el Reino de Dios, al cual hereda o heredó Cristo, ese es el Reino de Jesucristo, el Hijo de Dios, el Reino del Mesí­as.
En el único reino que el ser humano puede obtener la Vida eterna es en el Reino de Cristo, el Reino del Mesí­as. Ahí­ es donde el ser humano es restaurado a la Vida eterna. Ahí­ es donde el ser humano es sacado del reino de las tinieblas y colocado en el Reino del Hijo de Dios, y por consiguiente, es restaurado a la Vida eterna. Ese es uno de los misterios del Reino de los Cielos, en donde entrarí­an judí­os y gentiles y formarí­an la Iglesia del Señor Jesucristo, la Iglesia del Nuevo Testamento que viene a ser también la Esposa del Cordero, la Esposa de Cristo: son misterios del Reino de los Cielos.
Y ahora, siendo la Iglesia la Esposa del Cordero (la Esposa de Cristo), el Segundo Adán, Cristo siendo el Segundo Adán, Su Iglesia es la Segunda Eva; y así­ como Dios le dio a Adán una compañera para que se reprodujera en hijos e hijas de Dios en el Reino de Dios; ahora al Segundo Adán le fue dada una compañera, la cual es Su Iglesia, para reproducirse Cristo en hijos e hijas de Dios, porque Cristo es el Hijo de Dios y se tiene que reproducir en hijos e hijas de Dios.
Él representó a Su Iglesia en la planta de trigo y Él se representó en el grano de trigo que serí­a sembrado en tierra y luego nacerí­a una planta de trigo a través de la cual se reproducirí­a el grano de trigo en muchos granos de trigo. De eso es que nos habla el capí­tulo 12, verso 24 de San Juan, sobre el grano de trigo que serí­a sembrado en tierra: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda." O sea, si Cristo el grano de trigo, el Hijo de Dios... recuerden que el trigo representa a los hijos de Dios.
Y ahora, si Cristo el grano de trigo, la semilla original a través de la cual vendrí­an los hijos e hijas de Dios no morí­a, entonces quedaba solo Jesucristo viviendo en esta Tierra, pero no nacerí­an más hijos e hijas de Dios. Pero en el Programa Divino estaba que Jesucristo, el Hijo de Dios, se reprodujera en muchos hijos e hijas de Dios por medio de Su Esposa, que es Su Iglesia.
Todos los hijos e hijas de Dios en el Nuevo Testamento nacen por medio de la unión de Cristo y Su Iglesia, y vienen a formar la familia del Segundo Adán y de la Segunda Eva, la Familia de Cristo y Su Iglesia, que está compuesta por judí­os y gentiles desde el Dí­a de Pentecostés hacia acá. Y esa familia llegará a completarse, esa familia tendrá sus prí­ncipes, sus apóstoles (sus doce apóstoles), que vendrán a ser jueces para juzgar a las doce tribus de Israel. Por eso Cristo dijo a Sus discí­pulos: "Vosotros os sentaréis en doce tronos y juzgaréis a las doce tribus de Israel." (San Mateo, capí­tulo 19, versos 26 al 28; y San Lucas, capí­tulo 22, versos 28 al 30). Esos son los doce apóstoles (doce ancianos) que forman parte de los veinticuatro ancianos de Apocalipsis, capí­tulo 4, y capí­tulo 5, y otros pasajes del Apocalipsis. Los otros doce ancianos son los doce patriarcas, hijos de Jacob.
Y ahora, ellos serán los que juzgarán a las doce tribus de Israel, serán los jueces y por consiguiente, eso nos habla de la teocracia siendo restaurada en la Tierra. También, estos hombres de Dios del Nuevo Testamento correspondientes a cada edad de la Iglesia, o sea, los mensajeros de las siete edades de las Iglesia, también son prí­ncipes y tienen que ver con la Iglesia que es llamada de entre los gentiles, los que formarí­an la Iglesia, que es un pueblo llamado de entre los gentiles, formado por individuos, porque Dios trata con Su Iglesia del Nuevo Testamento con individuos, con Israel Él trata como nación.
Y ahora, esos siete mensajeros vendrán a ser también jueces en el Cuerpo Mí­stico de Cristo en lo que tiene que ver con el juicio para los gentiles. Y en el Dí­a Postrero, en la Edad de la Piedra Angular, aparecerá también un mensajero que tendrá que ver con la Iglesia del Nuevo Testamento y también con el pueblo hebreo. Por eso estará en él el ministerio de Elí­as, el cual operaba en Elí­as Tisbita para judí­os y para gentiles también; no tení­a limitaciones ese ministerio.
Por lo tanto, el Espí­ritu Santo estará operando ese ministerio en el Dí­a Postrero en un mensajero que Él enviará a Su Iglesia para abrir la Edad de la Piedra Angular y la Dispensación del Reino. Ése será un Profeta dispensacional; y en esa edad nacerán los últimos hijos e hijas de Dios en el Reino de Dios. Ahí­ será que se completará el número de los escogidos de Dios; y ese grupo... pues es el Benjamí­n de todos los grupos, porque será el último grupo, pero tendrá bendición.
Ese grupo tendrá una bendición muy grande: para los de ese grupo, la promesa de la transformación estando vivos, se convertirá en una realidad. Pero si alguno de ellos se va antes, lo esperaremos regresando en un cuerpo nuevo. Aunque ninguno quiere irse, todos queremos permanecer y trabajar en la Obra del Señor, hasta que seamos trasformados. Si alguno se va antes, ya se le acabó el trabajo aquí­ en la Tierra, se fue a descansar; pero entonces ya no tendrá parte en el resto de las cosas que hagamos.
Por lo tanto, si alguno está cansado, va a desear irse; pero el que no está cansado de trabajar en la Obra de Cristo dirá como Caleb: "Estoy con la mismas fuerzas que tuve cuando salí­ de Egipto." No importa el tiempo que haya pasado; habí­an transcurrido cuarenta años que habí­an salido de Egipto y ya habí­an entrado a la tierra prometida (o sea, que habí­an transcurrido cuarenta y algo de años), y Caleb le dice a Josué: "Permí­teme ir a conquistar el lugar que Moisés dijo que yo obtendrí­a (o sea, el lugar que le habí­a sido dado por herencia)." Le decí­a a Josué, su fiel compañero, el cual habí­a ido con él a la tierra prometida hací­a cerca de cuarenta años; y habí­a sido fiel y habí­a dado testimonio que la tierra prometida era real y que era para ellos.
Y ahora, le dice a Josué: "Permí­teme ir a conquistar la tierra, el territorio que Moisés dijo que serí­a mi herencia." En ese lugar estaban los gigantes, pero Caleb no miraba los gigantes, Caleb miraba lo que le habí­a sido prometido a él. Y así­ es que tenemos nosotros que ver las cosas: qué es lo que está prometido para nosotros para este tiempo final, no importa los obstáculos, no importan los problemas, lo que importa es qué ha prometido Dios, y entonces lo creemos de todo corazón y trabajamos por eso, creyéndolo de todo corazón, y Dios lo hará una realidad; por la fe conquistaremos todo lo que Dios ha prometido, y trabajaremos en aquello que Dios ha prometido y hemos creí­do de todo corazón.
Y ahora, en el Reino de los Cielos, el cual ha estado manifestado en medio del Cristianismo, encontramos que millones de seres humanos han entrado al Reino de Dios.
La forma de entrar al Reino de Dios es un misterio, pero fue dado a conocer por Cristo, Él dijo a Nicodemo la forma de entrar al Reino de Dios. Él también dijo: "Buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia"(San Mateo, capí­tulo 6 verso 33).
¿Y para qué buscar el Reino de Dios? Para entrar a él y obtener la Vida eterna, y así­ asegurar nuestro futuro eterno con Cristo en el Reino de Dios.
Y ahora, la forma de entrar al Reino de Dios la dio a Cristo a conocer a Nicodemo. Él dijo: "De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios." Nicodemo pensó que era nacer otra vez a través de su madre y le pregunta a Jesús cómo puede ser hecho eso, cómo puede entrar en el vientre de su madre y nacer de nuevo. Y Cristo le explica lo que es el nuevo nacimiento, le dijo: "De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espí­ritu no puede entrar al Reino de Dios." Nacer del Agua es nacer de la Palabra de Dios, del Evangelio de Cristo, por eso Cristo dijo: "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura; el que creyere y fuere bautizado, será salvo."
Por lo tanto, la explicación de Cristo a Nicodemo concuerda con el mandato de Cristo en San Marcos, capí­tulo 16, versos 15 al 16, de ir por todo el mundo predicando el Evangelio y todo el que crea y sea bautizado será salvo. En San Juan, capí­tulo 3, fue que Cristo le habló a Nicodemo la forma de entrar al Reino de Dios: Naciendo del agua, o sea, de la Palabra de Dios, del Evangelio de Cristo en donde nace la fe de Cristo en el alma y la persona recibe a Cristo como Salvador, y es bautizada en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espí­ritu Santo y Fuego.
Ser bautizado con Espí­ritu Santo y Fuego ocasiona o es el nuevo nacimiento: nace del Espí­ritu, y por consiguiente ha nacido en el Reino de Dios; esa es la forma de nacer en el Reino de Dios; y por consiguiente ha nacido a una nueva vida, a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno, y ahora es un hijo o una hija de Dios manifestada en el Reino de Cristo, en el Reino de Dios, y por consiguiente en la Vida eterna; ha nacido en la Vida eterna, ha sido restaurada su alma a la Vida eterna en el Reino eterno de Dios, lo cual ha hecho el Segundo Adán: Jesucristo, al unirse a Su Iglesia, Su Esposa, y reproducirse en hijos e hijas de Dios; y así­ nuestra alma ha sido trasladada del reino de las tinieblas al Reino del Hijo de Dios, conforme a Colosenses, capí­tulo 1, verso 12 en adelante.
Y ahora, estamos en la Familia de Dios, como hijos e hijas de Dios; y por consiguiente, estamos dentro del nuevo Pacto cubiertos con la Sangre del nuevo Pacto, que es la Sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, el cual estaba ordenado, predestinado, para dar Su vida en Expiación por el pecado, por el pecado del ser humano, conforme a Isaí­as, capí­tulo 57, versos 10 al 15; y también Daniel capí­tulo 9.
Y ahora, podemos ver el porqué el Mesí­as tení­a que morir en Su Primera Venida, y para lo cual el pueblo hebreo tení­a que ser cegado para que no viera que Jesús era el Mesí­as, porque si veí­a que Jesús era el Mesí­as, entonces no iba a pedir Su muerte y no se podí­a efectuar el Sacrificio de Expiación por el pecado de Su pueblo y de todo ser humano. Por lo tanto, fue para bendición la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario.
Y ahora, todo este Programa corresponde al Reino de los Cielos.
Y ahora, en el Reino de los Cielos, han estado naciendo los hijos e hijas de Dios. El Reino de Dios ha sido colocado en medio del Cristianismo, y está en la esfera espiritual, en donde han estado naciendo de nuevo, naciendo a la Vida eterna, millones de seres humanos, y así­ asegurando su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno; esas personas tienen la promesa de una resurrección si mueren fí­sicamente, esa resurrección está prometida para el Dí­a Postrero, que es el séptimo milenio de Adán hacia acá. En algún año del séptimo milenio ocurrirá la resurrección de los muertos en Cristo. La promesa viene desde el Génesis pasando por los diferentes pasajes bí­blicos del Antiguo Testamento.
En Daniel, capí­tulo 12, también nos habla del tiempo en que el Ángel o Arcángel Miguel, que está por los hijos del pueblo de Israel, se levantará, y dice que será un tiempo de angustia, lo cual nos habla de la gran tribulación: tres años y medio por los cuales pasará la familia humana y en donde el reino de los gentiles será quitado, y luego vendrá literalmente el Reino de Dios con todos los hijos del Reino de Dios y con el Mesí­as Prí­ncipe, para establecer en la Tierra el Reino de Dios, y así­ ser restaurada la familia humana al Reino de Dios, y por consiguiente, entrar al Programa de Vida eterna.
Para ese tiempo Dios estará tratando con Israel como nación y con las demás naciones, también como nación, porque eso corresponde a la Dispensación del Reino; pero en la Dispensación de la Gracia Dios trata con los gentiles como individuos; y para tratar con Israel tiene que venir la Dispensación del Reino, en donde Dios tratará con Israel como nación, para Israel nacer de nuevo; nacer en el Reino de Dios, en el Reino del Mesí­as, y así­ estar Israel restaurado al Reino de Dios, que es el Reino del Mesí­as, que es el Reino de David que será restaurado al pueblo hebreo.
Por eso le preguntaron a Jesús en el Libro de los Hechos, capí­tulo 1, versos 3 al 6: "¿Restaurarás el Reino a Israel en este tiempo?" No les tocaba a ellos saber el tiempo en que serí­a restaurado, porque ellos estaban entrando a la Dispensación de la Gracia, y en la Dispensación de la Gracia no serí­a la restauración del Reino, porque la restauración del Reino es para la Dispensación del Reino; y por consiguiente bajo el mensaje del Evangelio del Reino que estará predicando (proclamando) Elí­as en su quinta manifestación, será que ese misterio de la restauración del Reino será abierto para Israel, y por consiguiente también para los creyentes en Cristo que estarán en el Dí­a Postrero en esta Tierra.
Ahora, tenemos el misterio del Reino venidero mostrado por Cristo en diferentes pasajes.
Ahora, Él nos habla de los misterios del Reino de los Cielos que estarí­an cumpliéndose durante la Dispensación de la Gracia; y luego, más adelante, vendrán a ser manifestados los misterios del Reino literal que será establecido en este planeta Tierra.
Estos dos mil años que han transcurrido de Cristo hacia acá, han sido muy misteriosos para el pueblo hebreo porque Dios no ha estado tratando con el pueblo hebreo, pues no tienen templo y por consiguiente no tienen sacrificio, y por consiguiente sus pecados no han sido quitados, porque si no hay un sacrificio por el pecado que haya sido aceptado por Israel, entonces no hay perdón y no hay limpieza de los pecados.
Ahora, tenemos bajo la Dispensación de la Gracia, el Sacrificio de Expiación por el pecado del ser humano, que es el Sacrificio del Mesí­as Prí­ncipe en la Cruz del Calvario, dos mil años atrás, el cual es el Sacrificio correspondiente al nuevo Pacto y Su Sangre es la Sangre del nuevo Pacto de la cual Cristo dijo, cuando dio la copa de vino a Sus discí­pulos en la última cena, Él dijo: "Tomad, esta es la Sangre del nuevo Pacto que por muchos es derramada." En aquel vino Él tipificó Su Sangre, la Sangre del nuevo Pacto; por eso en la Santa Cena tomamos el vino como sí­mbolo de la Sangre de Cristo, mostrando que la Sangre de Cristo nos limpió de todo pecado y que estamos cubiertos con esa Sangre del nuevo Pacto, y por consiguiente estamos dentro del nuevo Pacto que Él dijo que establecerí­a con Su pueblo.
Y ahora, en estos dos mil años que han transcurrido, los misterios del Reino de los Cielos en la Dispensación de la Gracia, han estado siendo manifestados; y hay algunos que todaví­a faltan ser manifestados como la resurrección de los muertos en Cristo en el Dí­a Postrero, y la transformación de los vivos en Cristo en el Dí­a Postrero.
Primero vendrá la resurrección de los muertos en Cristo y luego la transformación de los vivos, y eso es para el tiempo en que la Trompeta, la gran Voz de Trompeta o Trompeta final esté sonando. Esa Trompeta es el mensaje del Evangelio del Reino que estará predicando los dos Olivos, Moisés y Elí­as. Esa será la gran Trompeta que estará sonando para llamar y juntar a todos los escogidos de Dios de entre los hebreos (ciento cuarenta y cuatro mil, doce mil de cada tribu).
Para el tiempo en que esa Trompeta esté sonando, que es la gran Voz de Trompeta o Trompeta de Dios, o sea, la Voz de Dios, la Voz de Cristo hablando, para ese tiempo los muertos en Cristo van a resucitar en cuerpos glorificados; y los que vivimos siendo creyentes en Cristo nacidos de nuevo, seremos transformados. Esa es la promesa de parte de Dios. Y por consiguiente, ése es uno de los misterios del Reino de los Cielos, el cual se cumplirá en el Dí­a Postrero, que es el séptimo milenio.
Conforme al calendario gregoriano ya estamos en el séptimo milenio, de Adán hacia acá, ya llevamos ocho años dentro del séptimo milenio; y si le añadimos los años de atraso que tiene el calendario, entonces ya estamos en el año, en el séptimo milenio como unos treinta y algo de años, digamos unos treinta y seis años ya dentro del séptimo milenio; y para no poner un número exacto, digamos, ya tenemos unos treinta y algo de años dentro del séptimo milenio, conforme al calendario gregoriano; conforme al calendario hebreo o judí­o faltan unos años. Vamos a ver con qué calendario Dios va a trabajar.
Y ahora, sabemos que Él dijo que serí­a en el Dí­a Postrero, Él dijo: "Y yo le resucitaré en el Dí­a Postrero." Eso está en San Juan, capí­tulo 6, versos 39 al 40; y capí­tulo 6, versos 40 en adelante; y también capí­tulo 11, versos 23 al 27. Es una promesa divina que será cumplida en el tiempo en que Cristo dijo: en el Dí­a Postrero. "Un dí­a delante del Señor es como mil años y mil años es como un dí­a." El séptimo milenio es el Dí­a Postrero delante de Dios.
Los dí­as postreros delante de Dios son el quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio. Por esa causa San Pablo y San Juan nos hablan del Dí­a Postrero, y también nos hablan de los dí­as postreros. También en el libro de los Hechos, ahí­ San Pedro nos habla de los dí­as postreros, y nos dice que para los dí­as postreros, Dios derramarí­a de Su Espí­ritu sobre toda carne (ese es el Libro de los Hechos, capí­tulo 2). Y el Dí­a de Pentecostés derramó de Su Espí­ritu sobre toda carne y ha continuado derramando de Su Espí­ritu sobre toda carne.
Pablo en el Libro de los Hebreos, capí­tulo 1, verso 1 al 3, nos habla de los dí­as postreros también; y nos dice que aquellos dí­as ya eran los dí­as postreros, es que un dí­a delante del Señor es como mil años. Los dí­as postreros de la semana son el dí­a quinto, el sexto y el séptimo, o sea, jueves, viernes y sábado; y de los tres, el Dí­a Postrero es el séptimo, o sea, el sábado; y para Dios los dí­as postreros son el quinto milenio, en el cual estaba Cristo en Su ministerio y en el cual nació la Iglesia de Jesucristo también y por consiguiente comenzaron allá los dí­as postreros.
Luego de estos dos milenios que han transcurrido, ha venido el séptimo milenio, que es el tercero de los tres milenios postreros, y por consiguiente este es el milenio donde todo lo que Él ha prometido para el Dí­a Postrero va a ser cumplido.
Ahora, dejaremos que Dios sea el que decida qué calendario va a usar.
Ahora, una cosa sí­ sabemos: que será en el Dí­a Postrero en algún año del Dí­a Postrero; ya sea con un calendario o con el otro, va a ser para el Dí­a Postrero, o sea, para el séptimo milenio. Y también la gran tribulación, y también el arrebatamiento de la Iglesia y la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo, y también la Venida de Cristo con Su Iglesia ya transformada en cuerpos glorificados para después de la gran tribulación, que será también después de la Cena de las Bodas del Cordero, venir para establecer Su Reino en la Tierra, o sea, establecer el Reino de Dios en la Tierra, restaurar a la familia humana en el Reino de Dios; y eso será Israel, la Iglesia del Señor Jesucristo y la familia humana siendo restaurada al Edén. El Reino milenial será una restauración a lo que era en el tiempo de Adán y Eva antes de pecar.
Ahora, podemos ver lo que será el Reino venidero: será el Reino del Mesí­as, el cual será establecido en la Tierra, para lo cual el fin del reino de los gentiles llegará de un momento a otro. El reino de los gentiles ha estado controlado por el enemigo de Dios, el maligno. Por eso Cristo dijo en San Juan, capí­tulo 12, verso 31, que el diablo es el prí­ncipe de este mundo. Pero ahora, la promesa es que Cristo, el Mesí­as, el Ángel del Pacto, el Ángel de Dios, vendrá con Su Iglesia glorificada, con cuerpos glorificados, y restaurará el Reino de Dios en la Tierra. Por eso Cristo dijo que orando pidieran la Venida del Reino: "Venga Tu Reino, hágase Tu voluntad como en el Cielo también en la Tierra." San Mateo, capí­tulo 6, verso 10.
Por lo tanto, el reino venidero será el Reino del Mesí­as y ése será el Reino de Dios que será restaurado a Israel como el Reino de David, y a la familia humana como el Reino de Dios, para vivir felices, vivir en paz y tener el amor y bendición de Dios; en ese Reino yo estaré. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también. ¿Por qué? Porque hemos entrado al Reino de Dios en la esfera espiritual primero, y luego automáticamente, entraremos a la esfera fí­sica cuando llegue el establecimiento de ese Reino literalmente.
Hemos estado viendo los misterios del Reino de los Cielos.
Hemos visto el misterio de cómo entrar al Reino de Dios: naciendo del Agua y del Espí­ritu; lo que ha estado llevándose a cabo durante estos dos mil años, la predicación del Evangelio de Cristo, ha sido para que millones de seres humanos entren al Reino de Dios, al Reino del Mesí­as, y tengan asegurado así­ su futuro con Cristo en la Vida eterna.
También el misterio de Cristo, o de Dios y de Cristo, es uno de los misterios del Reino de los Cielos. Dios estaba en Cristo en toda Su plenitud reconciliando Consigo mismo al mundo; y por consiguiente, a todos los escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.
También tenemos el misterio del proceso que se llevarí­a a cabo durante la dispensación de la Gracia en el Reino de los Cielos para la restauración del ser humano a la Vida eterna.
También hemos visto el misterio de las diferentes etapas de la Iglesia entre de los gentiles, que son las siete edades representadas en las siete iglesias que existieron en Asia Menor; y también el misterio de los siete ángeles representados en los siete pastores de esas siete iglesias, los cuales representaban a los siete mensajeros que Cristo enviarí­a a Su Iglesia durante esas siete etapas (esas son las siete estrellas en la diestra del Hijo del Hombre).
Hemos visto también el misterio del Libro de la Vida del Cordero, que es el Libro sellado con Siete Sellos que está en la mano del que está sentado en el Trono, o sea, en la mano de Dios, en Apocalipsis, capí­tulo 5, verso 1 en adelante.
Y ahora, hemos visto estos misterios, hemos visto el misterio del nuevo nacimiento. Nacer de nuevo, nacer del Agua y del Espí­ritu, esto es nacer del Evangelio de Cristo y del Espí­ritu Santo, nacer en el Reino de Dios como un hijo o una hija de Dios, nacer en un nuevo Reino, porque el nacimiento que tuvimos aquí­ en la Tierra fue para una vida temporal, pero que nos ha dado la oportunidad de hacer contacto con Cristo, que es la Vida eterna, para nacer a la Vida eterna en el Reino eterno de Cristo, o sea, nacer en el Reino de Dios que está en la esfera espiritual.
Hemos visto también el endurecimiento de Israel, lo cual obró para beneficio de los gentiles; y todaví­a el endurecimiento y ceguedad está sobre Israel, hasta que haya entrado hasta el último escogido al Cuerpo Mí­stico de Cristo; cuando haya entrado, entonces Dios abrirá los ojos de Israel y dirá: "Esto no es otra cosa que Casa de Dios y puerta del Cielo." Eso será la Iglesia del Señor Jesucristo para Israel, cuando Dios le abra los ojos; y descubrirá que Dios ha estado en Su Iglesia del Nuevo Testamento e Israel no lo sabí­a; estuvo ciego al Mesí­as y ha estado ciego a lo que es la Iglesia del Señor Jesucristo.
La Iglesia del Señor Jesucristo es la Casa de Dios del Nuevo Testamento, es el Templo espiritual de Dios del Nuevo Testamento, es Casa de Dios y puerta del Cielo; porque ahí­ está Cristo, el cual dijo: "Yo soy la puerta, el por que por mí­ entrare, será salvo" (San Juan, capí­tulo 10, verso 9).
Por lo tanto, este misterio del endurecimiento y ceguedad de Israel está claro para nosotros: tienen que esperar hasta que entre hasta el último elegido en el Cuerpo Mí­stico de Cristo.
Y ahora, nos encontramos al final del camino, en donde el Reino venidero se completará, los miembros de ese Reino, los miembros de la realeza de ese Reino son Cristo y Su Iglesia. Cristo es el Rey, y Su Iglesia es la reina y los hijos de Cristo y Su Iglesia son los prí­ncipes y princesas que heredarán el Reino de Dios. Por eso la Escritura dice que los creyentes en Cristo son Reyes y Sacerdotes; y dice que reinarán con Él por mil años. Eso está en Apocalipsis, capí­tulo 5, y Apocalipsis, capí­tulo 20, versos 4 al 6.
Por lo tanto, la bendición grande, la más grande todas le ha tocado a la Iglesia del Señor Jesucristo. En Primera de Pedro, capí­tulo 2, versos 4 al 10, dice que los creyentes en Cristo son piedras vivas para ser hecho un templo espiritual; o sea, con esas piedras, con esas personas Cristo está haciendo un Templo espiritual, que es Su Iglesia. Por eso la Iglesia de Jesucristo es Templo de Dios y cada creyente en Cristo como individuo, también es un templo de Dios. En la persona, así­ como el tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó el rey Salomón tuvo atrio, tuvo lugar santo y lugar santí­simo; en la persona el atrio es el cuerpo fí­sico, el lugar santo es el espí­ritu de la persona y el lugar santí­simo es el alma de la persona.
Y en la Iglesia del Señor Jesucristo como Templo espiritual encontramos que de Adán hasta Cristo es el Atrio, y de Cristo en adelante, de los apóstoles en adelante, hasta el séptimo ángel mensajero, es el Lugar Santo de ese templo espiritual; y de ahí­ en adelante, que corresponde a la Edad de la Piedra Angular, es el Lugar Santí­simo.
En la Iglesia de Jesucristo en este tiempo final nos encontramos en el Lugar Santí­simo, ése es el lugar para la Venida del Señor y para la resurrección de los muertos en Cristo y para la transformación de los vivos en Cristo; y para una manifestación plena del poder de Dios por medio de la manifestación de Cristo en medio de Su Iglesia, y para el llamado de ciento cuarenta y cuatro mil hebreos; y también para la ida de la Iglesia o rapto de la Iglesia.
En esa etapa o edad de la Iglesia, la Edad de la Piedra Angular, es donde la gran Trompeta o Trompeta final, que es la Voz de Dios hablando por medio del Evangelio del Reino estará sonando y estará dándole la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero, todos los creyentes en Cristo. Es ahí­ en esa etapa de la Iglesia donde el misterio de la Venida del Señor con Sus Ángeles estará siendo abierto a todos los hijos e hijas de Dios, y eso le dará la fe, la revelación, para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Ahora, podemos ver los misterios del Reino de los Cielos; y por consiguiente, podemos ver lo que será el Reino venidero; cuando sea materializado, ahí­ estarán todos los que han nacido en el Reino de Dios durante la Dispensación de la Gracia. El Reino de Dios en la Tierra será establecido en medio de los hebreos o judí­os, y por consiguiente será un reino israelita con el Hijo de David, el Mesí­as Prí­ncipe sentado en el Trono de David; será la restauración del Reino de David con las doce tribus restauradas a ese Reino y en ese Reino; y eso será el Reino venidero donde habrá paz entre los seres humanos y entre los animales también. No harán mal en todo el Santo Monte de Dios. Todos experimentaremos la paz, felicidad y amor que tanto hemos deseado todos los dí­as de nuestra vida en esta Tierra.
Ese reino está muy cerca. Yo lo estoy esperando, está muy cerca. El mensaje prometido como el Evangelio del Reino estará introduciendo ese Reino; por eso Israel está esperando a Elí­as que vendrá predicando el Reino, introduciendo el Reino y proclamando la paz imperecedera que traerá el Mesí­as Prí­ncipe en ese Reino, porque el Mesí­as Prí­ncipe es el Prí­ncipe de paz y Su Reino será un Reino de paz que cubrirá toda la Tierra, pero su capital será Jerusalén, y el distrito federal será el territorio de Israel. Esa es una bendición que ninguna nación le podrá quitar a Israel: fue prometida para Israel y Dios no va a cambiar de nación para el establecimiento de Su Reino; pero Su Reino será mundial. Ahí­ será que el deseo de los judí­os se hará una realidad: de gobernar el mundo, pero será el Mesí­as Prí­ncipe el que gobernará el mundo sentándose en el Trono de David y restaurando el Reino de David.
Por lo tanto, todas las naciones deben comprender esto y ayudar a Israel porque de ahí­ saldrá la paz para Israel, para el Medio Oriente y para todas las naciones. Y si el deseo es la paz, pues hay que buscar el sitio para donde está prometida la bendición de la paz saliendo para el Medio Oriente y para todas las naciones.
Es como decir, si las personas están buscando oro y la buena noticia es que el oro existe en una nación y que de ahí­ saldrá el oro para todas las naciones, ¿cómo van a irse a otra nación a buscar el oro? Tienen que ir a la nación donde está el oro. Y por consiguiente, si la humanidad está buscando la paz, la paz imperecedera, la paz permanente, entonces tiene que enfocar su mirada hacia el territorio que tiene la promesa que recibirá la paz y de ahí­ saldrá la paz para todas las naciones.
La paz permanente solamente vendrá a través del Mesí­as Prí­ncipe en el establecimiento de Su Reino que será el Reino de Dios, en donde Israel será restaurado al Reino de David, Reino que es llamado el Reino de Dios; y la humanidad será restaurada al Reino de Dios, que será el Reino de David, donde obtendrá la paz y la felicidad.
¿Ven lo sencillo que es todo? No es un asunto de juegos polí­ticos. Es un asunto de promesas divinas para Israel y para toda la humanidad. No podemos jugar con la paz y felicidad de la familia humana, tenemos que encarar la realidad, tenemos que ir a los escritos sagrados para ver cómo dice Dios que vendrá la paz para Israel, para el Medio Oriente y para todas las naciones, y entonces trabajar alrededor de esas promesas para que se haga una realidad. Todo eso se hará una realidad en el Reino venidero del Mesí­as.
Han estado entrando millones de seres humanos al Reino de Dios, al Reino del Hijo de Dios, al Reino del Mesí­as en la esfera espiritual; y por consiguiente esas personas van a estar también en el Reino literal que Él establecerá en la Tierra. Pero primero eso es espiritual en cuanto al Reino del Mesí­as. Yo entré a Su Reino al escuchar el Evangelio de Cristo y recibirlo como mi Salvador, ser bautizado en agua en Su Nombre y recibir Su Espí­ritu y así­ obtuve el nuevo nacimiento y entré a Su Reino, nací­ a la Vida eterna. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.
Si alguno todaví­a no ha entrado al Reino de Dios, puede lo hacer en estos momentos recibiéndolo como único y suficiente Salvador, para lo cual puede pasar al frente para quede incluido en esta oración que estaré haciendo por ustedes. Los que están en otras naciones también pueden venir a los Pies de Cristo para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo. Vamos a dar unos minutos mientras vienen a los Pies de Cristo los que faltan por venir.
El Reino de Cristo se está llenando de hijos e hijas de Dios, porque han estado naciendo hijos e hijas de Dios en el Reino de Cristo, que está en la esfera espiritual.
Cristo tiene mucho pueblo en esta ciudad, tiene mucho pueblo en todo el Brasil y los está llamando y los está colocando en Su Reino. También tiene mucho pueblo en todos los paí­ses de la América Latina y del Caribe, que son parte también de la América Latina, y también en Norteamérica, y también en el África, en Japón, en China, y demás naciones. Y los está llamando en este tiempo final para colocarlos en Su Reino con Vida eterna. Él está tratando con individuos entre los gentiles. Por eso el llamado es directamente al alma de la persona.
"Si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón." Dice San Pablo en Hebreos, capí­tulo 3, verso 7; y Hebreos, capí­tulo 4, verso 7. Es un llamado directamente al alma de la persona, ése es el llamado de Cristo por medio de Su Espí­ritu a través del Evangelio de Cristo, el Evangelio de nuestra salvación. El Evangelio de paz, el Evangelio de Vida eterna. En las demás naciones pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo también para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo por todos los que están viniendo a los Pies de Cristo.
Lo más importante es la Vida eterna y solamente la podemos obtener a través de Jesucristo. El que recibe a Cristo como Salvador recibe la Vida eterna a través de Cristo. Cristo dijo: "El que oye mi Palabra y cree al que la envió, tiene Vida eterna y no vendrá a condenación, mas pasó de muerte a vida" (San Juan, capí­tulo 5, verso 24). Y Él también dice: "Y yo le resucitaré en el Dí­a Postrero."
Por lo tanto, la persona tiene la esperanza de volver a vivir, pero será una Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo, el Hijo de Dios. Solamente tienen esa esperanza los creyentes en Cristo. Y su esperanza está bien basada en lo que Dios ha prometido, porque Dios nos ha dado Vida eterna y ésta Vida está en Su Hijo. "El que tiene al Hijo tiene la Vida, el que no tiene al Hijo no tiene la Vida (no tiene la Vida eterna)." \[Primera de Juan 5:12\] Para tener la Vida eterna hay que tener a Cristo porque Dios nos ha dado Vida eterna a través de Jesucristo; fuera de Jesucristo no puede obtener la Vida eterna porque Dios nos ha dado la Vida eterna; y ésta Vida, ¿dónde está? En Cristo y hay que venir a Cristo para recibirla.
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo. En las demás naciones también estemos todos de pie, vamos a preguntar a los que están en las computadoras si ya en otros paí­ses están listos: Venezuela, Colombia, México, Puerto Rico y demás naciones, vamos ya a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo. Recordando que lo más importante es la Vida eterna y la obtenemos exclusivamente, únicamente a través de Cristo. No hay otra forma. Cristo dijo: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, y nadie viene al Padre sino por mí­." \[San Juan 14:6\]
No hay otra forma de llegar a Dios y por consiguiente, no hay otra forma de llegar a la Vida eterna. Si falta alguna persona por venir, puede venir, ya sea que esté aquí­ presente o en algún otro paí­s. Ya vamos a orar por los que han venido a los Pies de Cristo. Vamos ya a estar listos para orar por todos los que han recibido el llamado en su alma y han respondido a ese llamado. Vamos a levantar nuestras manos al Cielo a Cristo, y con nuestros ojos cerrados los que han venido a los Pies de Cristo, repitan conmigo esta oración.
***Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón, creo en Ti de todo corazón. Creo en Tu Primera Venida, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por mis pecados; creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos; reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, necesito un Redentor. Doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador, me rindo a Ti en alma, espí­ritu y cuerpo. Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espí­ritu Santo y Fuego y produzcas en mí­ el nuevo nacimiento. Quiero nacer en Tu Reino, quiero entrar a Tu Reino, quiero vivir eternamente Contigo. Sálvame Señor, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.***
Y ahora con nuestras manos levantadas al Cielo todos decimos: **¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.**
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes le han recibido como único y suficiente Salvador.
Ahora, ustedes me dirán: "Quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo lo más pronto posible, porque Él dijo: 'El que creyere y fuere bautizado será salvo.' Quiero cumplir su mandato. ¿Cuándo me pueden bautizar?" Es la pregunta de ustedes. Por cuanto ustedes han creí­do en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo como bautizaban los apóstoles a todos los que creí­an en Cristo y lo recibí­an como Salvador.
Así­ ha sido en todos los tiempos. Por cuanto ustedes han creí­do en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados. **Y que Cristo les bautice con Espí­ritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.**
El bautismo en agua no le quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado. El bautismo en agua es simbólico, es tipológico. En el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección: cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, está siendo sepultado tipológicamente; y cuando lo levanta de las aguas bautismales está resucitando a una nueva vida, a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. Ese es el simbolismo del bautismo, el cual todos necesitamos comprender.
Por lo tanto, bien pueden identificarse con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección siendo bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. **Y que Cristo les bautice con Espí­ritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino de nuestro amado Señor Jesucristo.**
Que Dios les bendiga y les guarde y dejo con ustedes al ministro, al pastor Josué Cuhna con ustedes, para que les indique hacia dónde dirigirse para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Y ustedes que están en otras naciones, allá dejo a cada ministro correspondiente para que les indique hacia dónde dirigirse para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. **Y que Cristo les bautice a todos con Espí­ritu Santo y Fuego, y produzca en todos ustedes el nuevo nacimiento. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.**
Con ustedes el reverendo Josué Cuhna para indicarles hacia donde dirigirse y en cada paí­s dejo al ministro correspondiente.
Dios les bendiga y les guarde a todos (Dios te bendiga Josué).
**"EL REINO VENIDERO."**