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La restauración de Israel 2008-03-02 1 Goiânia Goiás BR 00:00:00 false

Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes, y también a todos los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones. También para ti, Miguel, que Dios te bendiga grandemente y te use grandemente en Su Obra en este tiempo final; y también a todos los ministros de este tiempo final, en el tiempo correspondiente y edad correspondiente del Programa Divino.

Para esta ocasión leemos en el Salmo 80, verso 1 en adelante, y nos dice:

"Oh Pastor de Israel, escucha;

Tú que pastoreas como a ovejas a José,

Que estás entre querubines, resplandece.

Despierta tu poder delante de Efraí­n, de Benjamí­n y de Manasés,

Y ven a salvarnos.

Oh Dios, restáuranos;

Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos."

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Para esta ocasión el tema será: "LA RESTAURACIÓN DE ISRAEL."

La restauración de Israel, no es sólo un anhelo de los hebreos, es la necesidad máxima de la familia humana. De Jerusalén saldrá la paz para todo Israel y para todas las naciones; y por consiguiente, el amor y felicidad para la familia humana. Por esa causa la restauración de Israel es la principal necesidad de la familia humana; por lo cual hay que trabajar para que pronto se realice la restauración de Israel.

A través de los profetas tenemos las promesas de la restauración de Israel. Aun cuando Jesús estuvo en la Tierra en Su ministerio terrenal, Él predicaba el Evangelio del Reino, donde presentaba el Programa Divino para la restauración del Reino. Cuando entró a Jerusalén en un burrito, fue rechazado como Rey; y preguntaban: "¿Quién es éste?" Sus discí­pulos decí­an, y otras personas, que era Jesús de Nazaret.

Y ahora, el reino fue rechazado al rechazar al rey. Cuando se rechaza al rey, se está rechazando al reino de ese rey; y Él dijo que el Reino pasarí­a a otro pueblo, a otra gente, que llevarí­an los frutos del reino, llevarí­an los hijos del Reino.

Y ahora, en los dí­as de Jesús, ya resucitado Él, le preguntan el dí­a en que Él tení­a que partir, en el libro de los Hechos, una pregunta relacionada al Reino y a la restauración de ese Reino. En el libro de los Hechos, capí­tulo 1, versos 1 en adelante, dice:

"En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,

hasta el dí­a en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espí­ritu Santo a los apóstoles que habí­a escogido;

a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta dí­as y hablándoles acerca del reino de Dios.

Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oí­steis de mí­.

Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espí­ritu Santo dentro de no muchos dí­as.

Entonces los que se habí­an reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?

Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad;

pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espí­ritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.

Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos."

En este pasaje podemos ver que los discí­pulos del Señor Jesucristo anhelaban y esperaban la restauración del Reino de Dios en la Tierra, que será la restauración de Israel en y al Reino de Dios, el cual es el Reino de David, que será restaurado en el tiempo final, en el Dí­a Postrero, que es el séptimo milenio de Adán hacia acá; porque ese reino de David es el Reino de Dios en la Tierra; y David fue confirmado en ese reino y por consiguiente su dinastí­a es la heredera de ese Reino: David y sus descendientes; y de entre su descendencia vendrí­a el Cristo, el Mesí­as, el Heredero del Reino de David, el cual lo tiene que restaurar.

Y ahora, el clamor de Israel es la restauración del Reino. El deseo de la humanidad es la restauración del Reino de Dios en la Tierra, que será la restauración del Reino de David. Y la humanidad tendrá por Capital mundial a Jerusalén: de ahí­ saldrán la paz, la felicidad y el amor, para todas las naciones.

La enseñanza acerca del Dios eterno, del Dios verdadero, saldrá de Jerusalén; y toda la Tierra conocerá a Dios, ya no habrán diferencias religiosas, porque todos conocerán a Dios, tendrán la enseñanza correcta acerca de Dios.

Por eso la Escritura dice en Zacarí­as, capí­tulo 14, que "en aquel dí­a el Señor será uno y uno Su Nombre; y Él será Rey sobre toda la Tierra."

También Habacuc, capí­tulo 2, verso 14, dice que "la Tierra será llena de la gloria del Señor," ¿por qué? Porque de Jerusalén saldrá la enseñanza de la gloria de Dios, saldrá la enseñanza por medio del Mesí­as Prí­ncipe; y por consiguiente esa será la enseñanza religiosa para Israel y para todas las naciones. De Jerusalén saldrán las bendiciones de Dios para todas las naciones. Jerusalén, por decreto divino, es la ciudad del Rey, del Rey de reyes y Señor de señores, del Mesí­as Prí­ncipe, en quien estará Dios reinando sobre Israel y sobre todas las naciones.

Por eso el profeta Isaí­as, en el capí­tulo 9, nos dice de la siguiente manera, el verso 6 en adelante:

"Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Prí­ncipe de Paz (ése es el que traerá la paz a Israel y a todas las naciones).

Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán lí­mite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto (o sea, que esto que está prometido ahí­, quien lo va a hacer es Dios, pero tendrá instrumentos que estará usando para hacer una realidad estas promesas)."

La restauración del Reino de David traerá la restauración de Israel, e Israel será restaurado al Reino de Dios. Dios será Su Rey manifestado a través del Mesí­as Prí­ncipe que estará sentado en el Trono de David, en la ciudad capital, que es Jerusalén; antes de que sea establecido el Reino y el Trono, habrá una guerra, es inevitable.

Y cuando escuchamos al doctor Salomón hablar acerca de un conflicto muy grande que se está formando, en que quieren traer otro holocausto sobre Israel; pero el que podrá traer un holocausto será Israel sobre sus vecinos, porque es el que está respaldado por Dios y el que tiene las armas con las cuales pueden hacer eso; y la Escritura en Zacarí­as, capí­tulo 12 y capí­tulo 14, nos habla de eso.

Por lo tanto, estamos muy cerca de la restauración de Israel al Reino de Dios, al Reino del Mesí­as, al Reino del Hijo de David, porque eso será la restauración de Israel al Reino de David; porque ese Reino será restaurado y de ahí­ vendrá toda bendición de Dios para Israel y para todas las naciones. Ahí­ es donde Israel obtendrá completamente la paz permanente.

Por lo cual la restauración de Israel no es sólo un anhelo, no es sólo un anhelo religioso, o polí­tico, o sionista, sino que es una necesidad para Israel y para todas las naciones.

Si queremos la paz, entonces oremos por la restauración de Israel. Estamos en el tiempo más importante de todos los tiempos. Es necesario que toda persona sepa que tiene oportunidad de entrar al Reino de Dios. Cristo dijo a Nicodemo: "De cierto, de cierto te digo que el que no nazca del Agua y del Espí­ritu, no puede entrar al Reino de Dios." (Capí­tulo 3 de San Juan).

Ese Reino de Dios está en la esfera espiritual, y millones de seres humanos han estado entrando al Reino de Dios al escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, y han quedado confirmados en el Reino de Dios al nacer del Agua y del Espí­ritu y entrar a un nuevo Pacto, han quedado cubiertos con la Sangre del Nuevo Pacto, que es la Sangre de Jesucristo, que fue derramada en la Cruz del Calvario para comprarnos y así­ darnos la salvación y Vida eterna.

Todos los que habrán entrado al Reino de Dios, que está en la esfera espiritual, luego cuando esté en la esfera fí­sica, estarán ahí­ también como Reyes, Sacerdotes y Jueces reinando con Cristo. Esa es la promesa para todos aquellos que entran al Reino de Dios, al recibir a Cristo como único y suficiente Salvador.

Todo eso ocurre en la Dispensación de la Gracia. Luego en la Dispensación del Reino, se va a materializar en la Tierra el Reino de Dios, que será la restauración del Reino de David, donde yo estaré. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.

¿Cómo sabemos que vamos a estar? Porque hemos entrado al Reino de Dios en la esfera espiritual. Por eso Cristo en la parábola del trigo y de la cizaña dice que el trigo son los hijos del Reino, y la cizaña los hijos del malo; y también Él dice en la parábola del sembrador acerca de la Palabra, la Palabra del Reino.

Vamos a verlo en el capí­tulo 13, donde nos dice verso 18 en adelante [San Mateo]:

"Oí­d, pues, vosotros la parábola del sembrador:

Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino."

La Palabra del Reino es el Evangelio. Cristo estaba predicando el Evangelio del Reino en aquellos dí­as y hablaba acerca del Reino de Dios; y luego bajo la dispensación de la Gracia se ha estado predicando la Palabra del Reino de Cristo, que está en la esfera espiritual; y los que han estado escuchando esa Palabra del Reino y la han estado entendiendo, miren lo que dice Cristo en el verso 23. Dice:

"Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno."

La identificación del que es buena tierra es que oye y entiende la Palabra y lleva fruto, los frutos que corresponden a la buena tierra.

Y ahora, podemos ver cómo Cristo les hablaba acerca del Reino de Dios con parábolas. Pero vean aquí­ algo muy importante: en el mismo capí­tulo 13, verso 10 en adelante, dice:

"Entonces, acercándose los discí­pulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas?

El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado (o sea, que a algunos les es dado saber, conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a otros no les es dado entender)."

Así­ también cuando le preguntan: "¿Restaurarás el Reino en este tiempo a Israel?" Él les dice: "A vosotros no es dado conocer sobre eso, a vosotros no es dado conocer lo que Dios ha puesto en Su sola potestad." O sea, que Él será el que decidirá a quiénes les dará el privilegio de conocer el tiempo de la restauración de Israel. Para ellos no era necesario conocer si aquel era el tiempo, porque no era el tiempo; el tiempo para la restauración de Israel tiene que ser después de la Dispensación de la Gracia.

Y ahora, para la restauración de Israel tiene que llegar el Dí­a Postrero, que es el séptimo milenio de Adán hacia acá; conforme al calendario gregoriano, que es el que principalmente usan los gentiles, sobre todo Europa, Norteamérica, América Latina y otras naciones. Conforme a ese calendario ya estamos en el séptimo milenio por 8 años; y si se le añaden los años de atraso que tienen, entonces ya estarí­amos por el año 2032 al 34. Pero si buscamos el calendario hebreo, todaví­a faltan unos años para llegar al séptimo milenio, alrededor de 30 años. Pero con todo y eso, eso serí­a el final del último siglo del sexto milenio de los judí­os.

Ahora, estamos viviendo en el tiempo final, y nos ha tocado ese privilegio a nosotros para entender que estamos en el tiempo para la restauración de Israel. Esa es la necesidad más grande que tiene Israel: la restauración de ellos al Reino de David; y eso va a ocurrir porque el celo del Señor hará esto, dice la Escritura que leí­mos en Isaí­as, capí­tulo 9; o sea, que será una Obra divina, y por consiguiente Dios tendrá las personas que usará para ese propósito. Israel despertará espiritualmente a esta realidad, ya se ven algunas manifestaciones que indican que está por despertar.

"LA RESTAURACIÓN DE ISRAEL," en donde la casa de Judá, que es el reino del Sur, con Judá y Benjamí­n y también los levitas (con los sacerdotes) y las diez tribus del Norte, encabezadas por Efraí­n, despertarán, serán unidas y crecerá tan grande Israel que dirá: "¿Y estos de dónde han venido?" Porque son hijos de Israel pertenecientes a las diez tribus del Norte que tendrán que regresar, van a ser restauradas a su tierra y a su reino, el Reino de David.

Las tribus para ser restauradas, para ser salvas, tení­an que estar perdidas primero. Para Dios ser Redentor tiene que haber algo que esté perdido. Así­ que las diez tribus Él las restaurarí­a a su tierra, Él redime a Su pueblo Israel, Él redime a las diez tribus del Norte. Por eso Él decí­a "Yo no he sido enviado sino a la casa de Israel, a las ovejas perdidas de la casa de Israel (o sea, del Reino del Norte, pues la casa de Judá es el Reino del Sur)."

Y ahora, encontramos a los descendientes de las diez tribus dentro del Cristianismo. ¿Por qué? Porque fueron esparcidos por la Tierra y fueron llamados para formar parte de la Iglesia del Señor Jesucristo. Hay millones de descendientes del reino del Norte que han entrado al Cristianismo.

Y ahora, tenemos en el Cristianismo la mayor parte de los descendientes de las tribus del Norte, del reino del Norte, del reino de Israel, y también hay gran cantidad del reino del Sur, o sea, del reino de Judá.

Y ahora, hemos llegado al tiempo de un entrelace dispensacional, o sea, de una encrucijada, en donde se entrelaza la Dispensación del Reino con la Dispensación de la Gracia; y luego seguirá la dispensación del Reino para el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra, que traerá la paz y felicidad para Israel, para el Medio Oriente y para toda la familia humana.

"LA RESTAURACIÓN DE ISRAEL Y DE JUDÁ."

De estas dos casas, de estos dos reinos que en el tiempo final al unirse formarán el Reino de David, nombrarán a un rey, a un jefe, y ése será el Mesí­as Prí­ncipe, será Ungido para gobernar sobre Israel y sobre todas las naciones; porque una cantidad grande de naciones se unirá a ese Reino y estarán bajo la corona de ese Reino, que será la corona de David que estará sobre el Mesí­as Prí­ncipe: la corona del Mesí­as.

Podemos ver que hemos llegado al tiempo más glorioso de todos, y usted no lo escogió, fue Dios que nos escogió a nosotros para vivir en este tiempo y ser instrumentos de Él en el Programa para la restauración del Reino de Dios en la esfera espiritual, y luego para la restauración del Reino de Dios en la esfera fí­sica también.

Hemos llegado a la edad más gloriosa: la Edad de la Piedra Angular, la Edad de Oro de la Iglesia del Señor Jesucristo. Hemos llegado al tiempo; y por esa causa estaremos viendo muchas profecí­as convirtiéndose en una realidad en medio de Israel y en medio del cristianismo, y en medio de la familia humana.

Estemos entonces con nuestras cabezas levantadas al Cielo porque nuestra redención, que será nuestra transformación, y para los muertos en Cristo la resurrección en cuerpos eternos, está muy cerca.

"LA RESTAURACIÓN DE ISRAEL Y DE JUDÁ," o sea, la restauración de la casa de Israel y de la casa de Judá, la restauración del reino del Norte y del reino del Sur para formar un solo Reino, que será el reino de David restaurado para Israel y para todas las naciones.

Si alguno todaví­a no ha entrado al Reino de Dios, que está en la esfera espiritual, recibiendo a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos y yo oraré por usted para que Cristo lo reciba en Su Reino.

Vamos a dar unos minutos mientras llegan a los Pies de Cristo las personas que han escuchado la Palabra y ha nacido la fe de Cristo en su alma. "La fe viene por el oí­r la Palabra de Dios." [Romanos 10:17] "Con el corazón se cree para justicia y con la boca se confiesa para salvación." [Romanos 10:10]

Los que se encuentran presentes y no han recibido a Cristo lo pueden hacer en estos momentos para entrar al Reino de Dios. Cristo dijo: "Yo Soy la puerta, el que por mí­ entrare será salvo." [San Juan 10:9] En todos los demás paí­ses también pueden venir a los Pies de Cristo, los que no lo habí­an hecho, para que Cristo les reciba en Su Reino.

Vamos a esperar unos minutos mientras llegan las personas que vienen de camino para recibir a Cristo como Salvador.

Los hermanos también pueden ayudar a las personas que todaví­a no habí­an recibido a Cristo, les pueden ayudar para llegar al frente y así­ dar testimonio público de su fe en Cristo. Allá en Venezuela, en Colombia, en Bolivia, en Ecuador, en el Perú, en Chile, en Uruguay, en Argentina, en todo el Brasil, en Puerto Rico, en República Dominicana, en Haití­ y las demás islas del Caribe, y también en el África, en Norteamérica y en todas las demás naciones pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo en estos momentos para que Cristo les reciba en Su Reino.

Lo más importante es entrar al Reino de Dios, para así­ asegurar su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno. Lo más importante es la Vida eterna. ¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma? De nada le habrá servido vivir en esta Tierra. El propósito de nuestra vida en la Tierra es obedecer al Evangelio de Cristo, recibirlo como Salvador y ser rociados con la Sangre de Cristo, para ser limpios de todo pecado, y entrar al nuevo Pacto y quedar cubiertos con la Sangre del nuevo Pacto.

Vamos a preguntarle a los que están en los equipos si ya en los demás paí­ses están listos. Vamos a esperar unos segundos mientras nos avisan del Perú y de otras naciones cuando están listos para la oración por las personas que han estado viniendo a los Pies de Cristo en esta ocasión.

Todaví­a pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo los que todaví­a no lo han hecho. Y los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo. Cristo tiene lugar en Su Reino para los niños también.

Todaví­a faltan en otros paí­ses personas por llegar a los Pies de Cristo y por esa causa estamos dando un poco de tiempo en lo que nos avisan en los demás paí­ses para hacer la oración por los que están viniendo a los Pies de Cristo. Ya vamos a orar, vamos a estar puestos en pie. Desde México si nos pueden avisar por internet, de Villahermosa y otros lugares. Ya están listos también.

La salvación tiene un precio, y Cristo en la Cruz del Calvario lo pagó al morir derramando Su Sangre en la Cruz del Calvario. Él nos compró para Dios y nos ha colocado en Su Reino; por consiguiente, nos compró para Dios y Su Reino.

Veo más personas que vienen, por eso estamos dando unos segundos (pueden moverse un poco más para acá).

En todos los paí­ses y los aquí­ presentes vamos a levantar nuestras manos al Cielo, a Cristo, y con nuestros ojos cerrados todos los que han venido a los Pies de Cristo, repitan conmigo esta oración:

Señor Jesucristo, escuche la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón; creo en Ti con todo mi corazón. Creo en Tu Primera Venida y creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por mis pecados y por los de todo ser humano; creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos.

Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, necesito un Redentor, y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Mi único y suficiente Redentor. Reconozco que soy pecador y necesito me salves. Me entrego a Ti en alma, espí­ritu y cuerpo. Sálvame, Señor, salva mi alma, perdona mis pecados y con Tu Sangre lí­mpiame de todo pecado y bautí­zame con Espí­ritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre.

Salvame, Señor, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.

Y con nuestras manos levantadas al Cielo todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.

Cristo les ha recibido en Su Reino porque ustedes escucharon la Palabra del Reino, que es Su Evangelio y lo han recibido como único y suficiente Salvador. Por lo cual ustedes me preguntarán: "¿Cuándo me pueden bautizar?" Por cuando ustedes han creí­do en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados en estos momentos. Y que Cristo les bautice con Espí­ritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

El bautismo en agua es simbólico. El agua no quita los pecado, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado; el bautismo en agua siendo simbólico, representa a Cristo en usted; o sea, usted se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección; o sea, que representa a Cristo en usted y a usted en Cristo. Cuando usted recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo, cuando es sumergido en la aguas bautismales tipológicamente usted está siendo sepultado; y cuando es levantado de las aguas bautismales está resucitando a una nueva vida en el Reino de Cristo, que es el Reino de Dios.

Por lo tanto, siendo una ordenanza de Cristo ha estado siendo obedecida por los Apóstoles y por todos los ministros y por todos los que reciben a Cristo como Salvador.

"El que creyere y fuere bautizado será salvo." Dijo Cristo en San Marcos, capí­tulo 16, versos 15 al 16. Y Pedro les dice a los que escucharon el Evangelio de Cristo y preguntaron: "Varones hermanos, ¿qué haremos?" Pedro les dijo: "Arrepentí­os, y bautí­cese cada uno de vosotros en el Nombre de Jesucristo para el perdón de los pecados."

Vamos a leerlo:

"...y recibiréis el don del Espí­ritu Santo.

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare."

Es para todos recibir a Cristo y ser bautizados en agua en Su Nombre y recibir el Espí­ritu Santo; y así­ entrar al Reino de Dios. La meta es entrar al Reino de Dios para vivir eternamente con Cristo en Su Reino.

Por lo tanto, bien pueden ser bautizados ustedes que están aquí­ presentes y han recibido a Cristo; y los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes paí­ses, también pueden recibir el bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Y que Cristo los bautice con Espí­ritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

Ahora, pregunto al ministro aquí­ reverendo Josué Cunha: ¿Hay agua? Hay agua, hay bautisterios. ¿Hay ropas bautismales? También hay ropas bautismales, hay personas que les ayudarán a llegar a los vestidores de ropas, también hay ministros que les bautizaran (también). Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo como hací­an los apóstoles allá en el principio.

Los que están en otras naciones y recibieron a Cristo también pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espí­ritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

Dejo en cada paí­s al ministro correspondiente para que les indique hacia dónde dirigirse para colocarse las ropas bautismales para ser bautizados en el Nombre del Señor Jesucristo en agua. Y aquí­ dejo al Reverendo Josué Cunha para que les indique hacia dónde dirigirse para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Y nos continuaremos viendo en el Reino del Mesí­as por toda la eternidad.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos.

"LA RESTAURACIÓN DE ISRAEL Y DE JUDÁ."