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Los verdaderos hermanos de Cristo 2007-01-21 1 Franca São Paulo BR 00:00:00 false

Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes y los que están a través de internet o del satélite Amazonas. Un saludo muy especial también para el reverendo, el doctor Miguel Bermúdez Marín, el cual se encuentra en San Félix, Venezuela, en el Auditorio: “Las Pirámides,” donde está el reverendo, doctor Nephtaly Díaz; un saludo muy especial también para el reverendo Nephtaly Díaz y para todas las personas que están allí reunidas, para toda la congregación.

También un saludo muy especial para Puerto Rico y todos los que están allá reunidos en Cayey, Puerto Rico, en el auditorio: “La Carpa.” También un saludo muy especial para mi esposa Erica y mis niñas América y Yahannah Gabriela; y para todos los que están reunidos en estos momentos en todas las naciones glorificando a Dios, y para estos momentos listos para escuchar la Palabra de Dios.

Leemos en San Lucas, capítulo 8, versos 19 al 21, donde dice (esto fue un momento muy especial en que Jesús estaba predicando). Dice:

Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud.

Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.

El entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

“LOS VERDADEROS HERMANOS DEL MESÍAS, EL CRISTO.”

LOS VERDADEROS HERMANOS DE CRISTO.”

Cristo, Mesías y Ungido es lo mismo, es el hombre ungido con el Espíritu de Dios, en palabras más claras: es el hombre donde está el Ángel del Pacto manifestándose y obrando por consiguiente lo que Él prometió realizar para ese tiempo. Los profetas son hombres ungidos con el Espíritu de Dios. Los reyes ungidos por Dios, como fue el rey Saúl y luego el rey David, y luego el rey Salomón fueron los ungidos como reyes en el tiempo que les tocó reinar.

Los sacerdotes también eran ungidos, el Sumo Sacerdote, por ejemplo, era ungido en el aspecto religioso, en el orden sacerdotal tenía la posición mayor de todos los sacerdotes de ese orden de Aarón. Y en el Cielo el Sumo Sacerdote es el Mesías Príncipe, el cual como Sumo Sacerdote estaría intercediendo con Su propia Sangre por cada persona escrita en el Cielo en el Libro de la Vida del Cordero. Él tenía que pasar por esta Tierra para realizar el Sacrificio de Expiación por el pecado de cada hijo de Dios, y con Su Sangre limpiar a la persona de todo pecado.

Ahora, Jesucristo en Su ministerio terrenal nos muestra un cuadro muy importante en este pasaje que hemos leído, donde nos muestra que Su madre y Sus hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios. No está negando en ningún momento Su familia terrenal, sino que nos está mostrando que sobre la familia terrenal hay una Familia celestial, y esa es la más importante. Esa Familia celestial pertenece a la Nueva Jerusalén. Todas esas personas tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero; y esos son los verdaderos hermanos de Jesucristo, porque esos son eternos con Cristo.

Él vino por ellos para redimirlos, o sea, restaurarlos a la Vida eterna , y por consiguiente en el Reino eterno de Dios. Por eso la Escritura dice en Hebreos, capítulo 2, versos 10 en adelante:

Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria (¿quién llevará muchos hijos a la gloria? El Mesías, el Cristo, reconocido por el Cristianismo como Jesucristo), perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos.

Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos.”

Esos son los verdaderos hermanos de Jesucristo, los que Él llevará a la gloria, los que Él redimiría con Su Sangre preciosa y los restauraría a la Vida eterna con cuerpos angelicales, y luego les daría también un cuerpo físico glorificado. El cuerpo angelical es joven y se parece al cuerpo físico, ése es llamado: “el ángel” de cada cristiano, como le dijeron a la joven Rode cuando Pedro tocó la puerta (allá en el libro de los Hechos).

Pedro había sido libertado de la cárcel por el Ángel del Señor, y luego Pedro llegó a la casa donde estaban orando por él, tocó a la puerta y una joven que estaba allí en esa casa fue a abrir la puerta; pero cuando se dio cuenta que era Pedro, de gozo no abrió la puerta, y regresa a donde estaban las personas que allí oraban por Pedro y les dice a ellos: “¡Es Pedro!” Ellos sabían que Pedro estaba preso, pero no sabían que Pedro había sido libertado por Dios; y ellos le dicen a la joven Rode: “¡Estas loca!” ¿Por qué? Porque ellos sabían que Pedro estaba preso y no podía ser libertado, estaba con guardas o guardias dentro de la cárcel. Pero Dios es nuestro Libertador. Si libertó al pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto, ¿no puede libertar a una sola persona? ¡Claro que sí!

Y ahora, ellos le dicen a la joven Rode: “¡Estás loca! ¡Es su ángel!” Aquí están dando ellos una enseñanza de algo que ellos conocían: que cada creyente en Cristo tiene un ángel, ese ángel es el cuerpo angelical que recibe la persona cuando nace de nuevo. Siempre que hay un nacimiento, un cuerpo tiene que haber nacido.

Si alguna persona dice que está embarazada y luego dice que dio a luz unos meses después, y usted llega a la casa y le dice: “Múestrame el bebé, quiero verlo,” y no le puede mostrar un bebé, pues no estuvo embarazada ni tampoco tuvo un bebé, no dio a luz, era solamente idea de ella. Pero si le muestra el bebé, verdaderamente dio a luz. Y así es con el nuevo nacimiento, así como hemos obtenido un cuerpo físico cuando hemos nacido en esta Tierra y hemos obtenido también un cuerpo espiritual, aunque es del mundo, como el cuerpo físico también, pero lo hemos obtenido.

Y por eso cuando se nos pregunta: “¿Dónde naciste?” Uno dice el lugar donde nació. Y si le preguntan: “¿Cuál es la fecha de tu nacimiento?” Puede dar la fecha en que nació. Y si le preguntan: “Tu ciudadanía, ¿cuál es?” Da la del país donde nació.

Ahora, Pablo nos dice en Filipenses, capítulo 13, verso 20 al 21, que “nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”

Y ahora, si nuestra ciudadanía está en los cielos, hemos nacido en el Cielo, ¿cómo ha sucedido esto? Eso es el nuevo nacimiento del cual habló Cristo a Nicodemo cuando le dijo: “El que no nazca del Agua y del Espíritu no puede entrar al Reino de Dios. Eso está en San Juan, capítulo 3, verso 1 al 6. Así como para estar viviendo en esta Tierra tuvimos que nacer.

Y ahora, para entrar al Cielo, al Reino de Dios, tenemos que nacer de nuevo, para así nacer a una nueva vida, a la Vida eterna, porque el que nace, nace a una vida; cuando nacimos en esta Tierra, nacimos a una vida temporal; cuando hemos nacido de nuevo, del Agua y del Espíritu, hemos nacido a una nueva vida, a la Vida eterna en el Reino eterno de Dios, el Reino de Jesucristo.

Y ahora, esas personas son los verdaderos hermanos de Jesucristo, de los cuales Cristo dijo que esos son Su madre y Sus hermanos; tener padre y madre terrenal y hermanos es muy bueno. Pero no tener hermanos del Cielo o no ser un hermano de Jesucristo, es muy triste. El privilegio más grande es ser un hermano de Jesucristo, Cristo dice en el capítulo 25 de San Mateo de la siguiente manera, y vamos a leerlo para que ustedes vean cómo Cristo habla de Sus hermanos, de Sus hermanos celestiales; cuando está haciendo el juicio de las naciones, y habla acerca de la bendición para unas personas que ayudaron a los hermanos de Jesucristo, del Cielo, Él les permite entrar al Reino del Mesías, al Reino de David que será restaurado en la Tierra. Dice capítulo 25, verso 40:

Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.”

Y ahora, nos está hablando de unos hermanos menores a Él, porque Él es el primogénito de todos los hijos e hijas de Dios, Él es el hijo mayor; pero Él tiene más hermanos.

Y ahora, podemos ver que Él nos habla de Sus hermanos menores, que son todos los creyentes en Él nacidos de nuevo, y Él dice que Sus hermanos son los que oyen la Palabra de Dios, ellos son también la buena tierra de la parábola del sembrador del capítulo 13 de San Mateo, verso 23, donde dice:

Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.”

La buena tierra son esos hijos de Dios, los que oyen la Palabra de Dios y llevan fruto; también en la parábola del trigo y de la cizaña en el verso 37 al 38, dice:

Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre (o sea, Jesucristo es el que siembra la buena semilla, y por consiguiente va a producir hijos e hijas de Dios).

El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino...”

Y ahora, podemos ver que los hijos del Reino, de Dios, son representados en la buena semilla, en el trigo. Cristo también en San Juan, capítulo 12, verso 24, dijo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda; mas si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva.” Si Cristo es el grano de trigo, el Hijo de Dios, Él se va a reproducir en muchos hijos e hijas de Dios. Así como nosotros nos reproducimos en más seres humanos, ahora Jesucristo se va a reproducir en muchos hijos e hijas de Dios.

Para un grano de trigo reproducirse, tiene que morir, es sembrado en tierra, y luego surge una planta de trigo y esa planta de trigo crece en sus diferentes etapas del crecimiento y luego lleva fruto, ¿qué va a producir? Muchos granos de trigo. Y Jesucristo siendo la semilla original, el que siembra también la buena semilla, y es el grano de trigo que tiene que morir para llevar mucho fruto; murió en la Cruz del Calvario, fue sepultado, resucitó y el Día de Pentecostés envió Su Espíritu y allí nació una planta de trigo: la Iglesia del Señor Jesucristo.

A través de la Iglesia del Señor Jesucristo Él se va a reproducir, porque en la Iglesia de Jesucristo Él colocó Su Espíritu para reproducirse en muchos hijos e hijas de Dios.

Y ahora, muchos cuerpos angelicales van a ser manifestados en la Iglesia de Jesucristo. Por medio del nuevo nacimiento muchas personas van a entrar al Reino de Dios, van a formar parte de la Iglesia de Jesucristo, y entonces tendrán ¿qué? Un cuerpo angelical igual al cuerpo angelical de Jesucristo, el cual fue llamado en el Antiguo Testamento el Ángel del Pacto o Ángel de Jehová. Así también cada hijo de Dios tiene un cuerpo angelical. De ese cuerpo angelical fue que le hablaron a Rode, diciéndole que era el ángel de San Pedro, o sea, el cuerpo angelical de Pedro.

Y ahora, encontramos que cada creyente en Cristo nacido de nuevo tiene un cuerpo angelical: entró al Reino de Dios que está en la esfera espiritual, ya tiene Vida eterna. Luego de esa transformación en donde Él nos ha sacado del teino de las tinieblas y nos ha colocado en Su Reino, como dice San Pablo en Colosenses, capítulo 1, verso 12 en adelante, ahora ya tenemos esa parte de la redención. Redimir es: “Volver al lugar de origen,” o sea, ser llevado de regreso a su lugar de origen.

Los hijos de Dios son y han venido del Reino de Dios, y por consiguiente son y vienen de la Vida eterna y tienen que ser restaurados a la Vida eterna, y para eso tienen que ser restaurados al Reino de Dios, que es el único Reino que tiene Vida eterna, y ése es el Reino de Jesucristo, el Reino de Luz, tienen que ser sacados del reino de las tinieblas y colocados en el Reino de Luz, en el Reino de Cristo; y esas personas son los verdaderos hermanos de Jesucristo. De esto fue que dijo Cristo que son los que escuchan la Palabra de Dios: “Esos son mi madre y mis hermanos.”

Y ahora, la virgen María y los hermanos de Jesús según la carne, tuvieron el privilegio de ser hermanos también del Cielo, y eso es lo más importante.

Y ahora, en Hebreos estábamos leyendo hace algunos momentos, en donde dice la Escritura. San Pablo hablando dice que Jesucristo no se avergüenza de llamarnos: “hermanos.” Él nos reconoce como Sus hermanos. Dice (Hebreos 2:11 en adelante):

...por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos,

diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre,

En medio de la congregación te alabaré.

Y otra vez: Yo confiaré en él. Y de nuevo:

He aquí, yo y los hijos que Dios me dio.”

Y ahora, son Sus hermanos y también son Sus hijos, ¿cómo podemos entender esto? Es que Jesucristo es el unigénito hijo de Dios y también es el primogénito; como primogénito es el mayor, es el primero; y como unigénito Él es el único, unigénito. ¿Y cómo va Dios a tener otros hijos si Jesucristo es el unigénito? Pues a través de Jesucristo trae a existencia, a manifestación, todos los demás hijos de Dios, como un grano de trigo que usted tenga. Dice: “Solamente tengo un grano de trigo, éste es el único que tengo, el unigénito, no tengo más nada.” Pero usted quiere tener muchos granos de trigo y no hay forma de ir a comprar granos de trigo (en el ejemplo que les estoy dando).

Pero si usted sabe que en ese grano de trigo potencialmente hay una planta de trigo con muchos granos de trigo, y hay más plantas de trigo para tener muchos granos de trigo, porque usted conoce la ley de la siembra y de la cosecha, entonces si usted siembra ese grano de trigo, muere, desaparece, pero surge una planta de trigo y crece y después salen muchos granos de trigo, producto de aquel grano de trigo; y luego puede sembrar esos granos de trigo y tener más plantas de trigo, con miles de granos de trigo.

Y eso es lo que ha estado pasando con Cristo y el Programa de la Reproducción del Hijo de Dios reproduciéndose en muchos hijos e hijas de Dios a través de Su manifestación amorosa en y con Su Iglesia. Todo hijo e hija de Dios nace de nuevo en la Iglesia del Señor Jesucristo, no puede nacer fuera de la Iglesia de Jesucristo. Usted no puede decir: “Yo tengo un grano de trigo o muchos granos de trigo.” Y decir: “Nacieron en un árbol de mango o de aguacate.” Le van a decir: “Usted está loco.”

Y así es en lo espiritual: cualquier persona que crea que un hijo de Dios puede nacer como un hijo de Dios (o sea, nacer de nuevo) fuera de la Iglesia de Jesucristo, está equivocado. La vida de Cristo, el Espíritu Santo, está en la Iglesia del Señor Jesucristo, para reproducir a Cristo en muchos hijos e hijas de Dios. Esos son los verdaderos hermanos de Jesucristo que han venido del Cielo, de la eternidad, de Dios, como Jesucristo también ha venido de Dios. Esos son los que Él llamó: las ovejas que el buen Pastor, Cristo, llamaría y ellas escucharían Su Voz, y lo seguirían.

“También tengo otras ovejas que no son de este Redil, las cuales también debo traer; y oirán mi Voz y habrá un rebaño y un pastor.” San Juan, capítulo 10, verso 14 al 18.

También Él dice: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida para volverla a tomar; nadie me la quita, yo la pongo de mí mismo, este mandamiento recibí de mi Padre.” [San Juan 10:17 y 18]

¿Y por qué Él pondría Su vida? La pondría en Expiación en favor de todos nosotros, para que todos los hijos e hijas de Dios tengan un Sacrificio de Expiación por sus pecados y puedan obtener el perdón de sus pecados, ser limpios de todo pecado con la Sangre de Jesucristo y ser bautizados en agua en Su Nombre y recibir el Espíritu de Cristo y obtener así el nuevo nacimiento, nacer de nuevo, nacer del Agua y del Espíritu, nacer en el Reino de Cristo, en el Reino de Dios, como un hijo o una hija de Dios; esos son los verdaderos hermanos de Jesucristo, son hermanos del Cielo. Y ser hermanos del Cielo es mayor que ser hermanos terrenales. Los hermanos del Cielo vivirán eternamente, porque ellos pertenecen al Reino de Dios, son ciudadanos de la Nueva Jerusalén, la Jerusalén Celestial.

Ahora, podemos ver quiénes son los verdaderos hermanos de Jesucristo: son los que escuchan la Voz de Dios, la Voz del Espíritu Santo, la Voz del Espíritu de Cristo, de edad en edad, de etapa en etapa, durante estas etapas de la Iglesia que han estado transcurriendo desde los días de Jesucristo hasta nuestro tiempo. “El que es de Dios, la Voz de Dios oye.” Dijo Cristo en San Juan, capítulo 8, verso 47; y también en el capítulo 10, versos 27 en adelante, Cristo dice: “Mis ovejas oyen mi Voz y me siguen, y yo las conozco y yo les doy Vida eterna; y no perecerán jamás. Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Mi Padre, el Padre y yo, una cosa somos, uno somos.”

Y ahora, las ovejas que el Padre le dio a Cristo, para que les dé salvación y Vida eterna, para que las busque. “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” San Lucas, capítulo 19, verso 10.

“Y no es la voluntad de nuestro Padre Celestial que se pierda uno de estos pequeñitos.” San Mateo, capítulo 18, verso 11 al 14. No es la voluntad de Dios que se pierdan estos hermanos menores de Jesucristo. Por eso Él tuvo que venir a la Tierra y morir por mí en la Cruz del Calvario, ¿y por quién más? Por cada uno de ustedes también.

Ahora, estamos viviendo en el tiempo final, en donde se completará de un momento a otro la Iglesia de Jesucristo, la Familia de Dios, la Familia de Jesucristo, esa Familia Celestial. Usted ha entrado porque el nombre suyo está en el Cielo escrito en el Libro de la Vida, por eso usted ha escuchado la Voz de Cristo, el Evangelio de Cristo.

Y ahora, en nuestro tiempo de un momento a otro se va a completar la Iglesia de Jesucristo, cuando entre hasta el último escogido a formar parte de la Iglesia de Jesucristo y por consiguiente entrar al Reino de Dios. Ya Cristo habrá terminado Su Obra de Intercesión en el Cielo; o sea, con el último que entre Él completará Su Iglesia y terminará Su Obra de Intercesión en el Cielo, donde Él está como Sumo Sacerdote en el Templo Celestial, en el Lugar Santísimo; y luego se convertirá en el León de la tribu de Judá, en el Rey de reyes y Señor de señores y Juez de toda la Tierra, tomará el Título de Propiedad, que es el Libro de los Sellos de Apocalipsis, capítulo 5, verso 1 en adelante.

Ése es el Libro de la Vida del Cordero donde están escritos los nombres de todos los hermanos de Jesucristo, lo abrirá en el Cielo y hará Su Obra de Reclamo, y entonces realizará la Redención física, que será la resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos eternos y la transformación mía, ¿y de quién más? De cada uno de ustedes también, de toda persona creyente en Cristo nacido de nuevo que permanezca vivo hasta ese momento.

Pero si alguno muere físicamente siendo un creyente en Cristo nacido de nuevo, no tiene ningún problema, será resucitado en un cuerpo eterno, inmortal y glorificado como el cuerpo glorificado de Jesucristo, un cuerpo joven, inmortal; entonces todos seremos jóvenes como Jesucristo e inmortales; y luego tendremos unos días aquí en la Tierra, como Jesucristo luego de ser resucitado estuvo apareciendo a Sus discípulos por cuarenta días; o sea, en esos cuarenta días le apareció a ellos en diferentes ocasiones, no menos de ocho veces; y ellos pensaban que era un espíritu, o sea, que era un cuerpo angelical; pero Él dijo a ellos: “Toquen mis manos y mi cuerpo, vean, soy yo; el Espíritu, o sea, el cuerpo espiritual o angelical no tiene carne y hueso como ustedes ven que yo tengo.”

Ahora, podemos ver cómo va a ser para nosotros también: para los muertos en Cristo resucitarán en cuerpos glorificados que podrán ser tocados, que podrán comer y que le podremos decir: “Te invito a una feijoada, con arroz también, y con carne picaña, y algunas otras cosas que se comen acá en el Brasil, pues de todo ellos podrán comer.

Recuerden que Jesucristo ya resucitado dice a Sus discípulos: “¿Tienen algo de comer?” Le dan un pedazo de pescado y un pedazo de panal de miel, y comió delante de ellos para mostrar a ellos que podía comer; y eso muestra que cuando los muertos en Cristo resuciten, podrán comer también. Por eso cuando los visitó el reverendo William Branham, le dijeron que allá en el Paraíso ni dormían (allá no da sueño), en el cuerpo angelical no hay problemas como en nuestro cuerpo físico; ni dormían, ni trabajaban, ni comían.

Pero miren, le dicen a él: “Pero nosotros vamos a regresar a la Tierra, y cuando regresemos a la Tierra, entonces comeremos.” Y nosotros decimos: “Están invitados para comer con nosotros.” Cuando los veamos, seremos transformados. Estamos esperando ese momento. Por eso llevamos el Evangelio de Cristo por todos los lugares, para que llegue el llamado de Cristo, el buen Pastor, hasta la última oveja, hasta el último escogido, para que escuche y entre al Redil del Señor a formar parte de la Iglesia de Jesucristo; y entre por consiguiente al Reino de Cristo, al Reino de Dios, y tenga Vida eterna, sea restaurado a la Vida eterna.

Esperamos que pronto entre hasta el último escogido, en algún momento va a entrar, por eso se le da la oportunidad a las personas de escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, y los que escuchan la predicación del Evangelio de Cristo tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida; y tienen la oportunidad, la cual se les ofrece de recibir a Cristo como único y suficiente Salvador, porque la fe viene por el oír la Palabra de Dios; y el que es de Dios, la Voz de Dios oye, oye el Evangelio de Cristo, nace la fe de Cristo en su alma, porque la fe viene por el oír la Palabra. “Y con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.” [Romanos 10:10]

Por lo tanto, la persona que escucha la predicación del Evangelio de Cristo recibe la bendición de la fe de Cristo naciendo en su alma, en su corazón, y descubre que cree en Cristo; luego tiene la bendición y privilegio de recibir como único y suficiente Salvador a su hermano mayor, a Jesucristo. Él, nuestro hermano mayor, vino a la Tierra para salvarnos porque somos Sus hermanos menores. Un hermano mayor defiende a sus hermanos menores, y Él vino para buscar y salvar a Sus hermanos menores que se habían perdido, que habían perdido la Vida eterna, y por consiguiente habían salido del Reino de Dios y se encontraban en el Reino de las tinieblas.

Y ahora, nuestro hermano mayor, nuestro amado Señor Jesucristo, es el único y suficiente Salvador para Sus hermanos menores. Si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón, yo escuché Su Voz llamándome y respondí a Su llamado, lo recibí como mi único y suficiente Salvador. Él me salvó, me dio Vida eterna, me colocó en Su Reino, ¿y a quién más? A cada uno de ustedes también.

Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, y está escuchando en estos momentos la predicación del Evangelio de Cristo, usted tiene su nombre escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida, y Cristo lo ha estado llamando por medio de Su Voz, que es el Evangelio de Cristo que usted está escuchando. Y ahora tiene usted la oportunidad de recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador, y dar testimonio público de su fe en Cristo, para lo cual tienen la oportunidad de pasar acá al frente para recibir a Cristo como único y suficiente Salvador, recibir como único y suficiente Salvador a nuestro hermano mayor: el Señor Jesucristo.

Vamos a dar unos minutos para que puedan venir acá al frente para orar por ustedes, los que todavía no han recibido a Cristo como Salvador. También los que están en otras naciones y no habían recibido a Cristo como Salvador, lo pueden hacer en estos momentos; pueden venir al frente también en las demás naciones, para dar testimonio público de su fe en Cristo recibiéndole como único y suficiente Salvador.

Los que se encuentran allá en Puerto Rico y no habían recibido a Cristo como Salvador, lo pueden hacer en estos momentos. Pueden pasar al frente para dar testimonio público de vuestra fe en Cristo, recibiéndole como único y suficiente Salvador. También los que se encuentran allá en Venezuela, pueden venir a los Pies de Cristo, si no lo habían hecho. Y los que se encuentran allá en Colombia o en el Perú, o en el Ecuador, o en Chile, o en el Paraguay, o en el Uruguay, o en Bolivia, o en Argentina, o en diferentes lugares de la República del Brasil, o en el África, o en el Japón, o en China, o en Norteamérica, o en diferentes países de la América Latina y el Caribe.

Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo para dar testimonio público de vuestra fe en Cristo, recibiéndole como único y suficiente Salvador, recibiendo a nuestro hermano mayor como nuestro único Salvador. Él es nuestro restaurador, nos restaura a la Vida eterna, Él es nuestro pariente redentor.

Los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo para que queden incluidos en esta oración, si todavía no han recibido a Cristo. Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo. Si falta alguno por venir, puede venir. Si alguno se ha descarriado, también puede venir a los Pies de Cristo, para ser reconciliado con Cristo, nuestro hermano mayor. Nuestro hermano mayor nos ama y por eso dio Su vida voluntariamente por nosotros en la Cruz del Calvario.

Dios nos ama tanto que “envió a Su hijo unigénito para que todo aquél que en Él cree, no se pierda, mas tenga Vida eterna.” Ése es el propósito, la meta divina es que todos los hermanos menores de Jesucristo, que son todos los hijos de Dios menores a Jesucristo, reciban la bendición de la Vida eterna, la cual habían perdido, pero que ahora es restaurada por nuestro hermano mayor, el Señor Jesucristo. Él es nuestro hermano, Él nos reconoció a nosotros como Sus hermanos menores. Y usted le reconoce como su hermano mayor recibiéndole como único y suficiente Salvador.

Es una obra de restauración, es una obra de redención, Dios por medio de Jesucristo restaurando Su Familia, juntando Sus hijos en Su Reino. Yo respondí al llamado de Cristo, ¿y quién más? Cada uno de ustedes también. Si falta alguno por venir a los Pies de Cristo, puede venir para que Cristo, nuestro hermano mayor, le reciba en Su Reino, le dé la bienvenida en Su Reino.

En las demás naciones también pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo. Es un asunto de Vida eterna recibir a Cristo como único y suficiente Salvador. Lo más importante para el ser humano es la vida.

Miren ustedes, hay muchas cosas importantes en esta Tierra para el ser humano: la ropa, la comida, los estudios, obtener una profesión, el trabajo, tener un buen trabajo; vea, eso es lo que uno siempre desea. Todo eso es importante. Pero miren ustedes, usted puede perder el trabajo y seguir viviendo, usted puede no comer un día y sigue viviendo, usted puede perder su familia y sigue viviendo; pero usted pierde la vida y deja de vivir aquí en la Tierra, porque lo más importante es la vida.

Y ahora, si la vida terrenal es tan importante, la cual es temporal aquí en la Tierra, cuánto más la Vida eterna. Si usted no recibe a Cristo como Salvador, usted no puede obtener la Vida eterna. Dios nos ha dado Vida eterna y esta Vida está en Su Hijo, en Jesucristo. El que tiene al Hijo, a Jesucristo, tiene la Vida eterna. El que no tiene al Hijo, no tiene la Vida eterna. De eso es que nos habla San Juan en su primera Carta en el capítulo 5, versos 10 al 13.

Y luego la buena noticia es que tenemos Vida eterna todos los que hemos recibido a Cristo como único y suficiente Salvador. Si usted no lo ha recibido todavía, éste es el momento en que Él, el buen Pastor, le está llamando para colocarlo en Su Reino con Vida eterna. Si usted no obtiene la Vida eterna, pues usted no vivirá eternamente. Para vivir eternamente la persona tiene que obtener la Vida eterna a través de Jesucristo recibiéndolo como único y suficiente Salvador: para eso es que se le predica a las personas, a todo pueblo, nación y lengua, y se les da la oportunidad de recibir a Cristo como único y suficiente Salvador, para que así quede asegurada la Vida eterna para la persona o para que la persona asegure su vida, su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno.

Jesucristo, como hemos visto, es nuestro hermano mayor, y por consiguiente somos sus hermanos menores, su familia. Tenemos el privilegio y el orgullo de decir que nuestro hermano mayor es Jesucristo; y así como Él no se avergüenza de llamarnos: “hermanos,” tampoco nosotros nos avergonzamos de llamarlo a Él: “Nuestro hermano mayor.” Y tampoco nos avergonzamos de llamarnos hermanos los unos a los otros. Él tampoco se avergüenza de llamarnos: “hermanos.” Mas bien Cristo dice: “El que se avergonzare de mí y de mis palabras, el Hijo del Hombre se avergonzará de Él cuando venga con Sus Ángeles en la gloria de Su Padre.” Eso está en el capítulo 8, verso 38 de San Marcos; y también en San Mateo, capítulo 16, versos 26 al 28; y también en San Lucas, capítulo 9.

No nos podemos avergonzar de Cristo, si nos avergonzamos de Cristo, Él se avergonzará de nosotros. Miren aquí también en San Mateo, capítulo 10, versos 32 al 33, dice:

A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.

Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.”

No queremos que Él nos niegue delante del Padre celestial, sino que nos confiese delante de nuestro Padre celestial como Sus hermanos menores, que lo hemos recibido como nuestro único y suficiente Salvador. Él dijo: “El que es de Dios, la Voz de Dios oye.” [San Juan 8:47] Y también Él dice: “Mis ovejas oyen mi Voz y me siguen.” [San Juan 10:27] Esos hermanos menores de Jesucristo son los que escuchan Su Voz, y están representados en ovejas, y Él dice: “Y yo les doy ¿qué nos da? Vida eterna.” Eso es lo más grande que un hombre puede recibir o una mujer o un niño: la Vida eterna, eso es lo más importante para todo ser humano: la Vida eterna, y está al alcance de todo ser humano a través de Jesucristo.

La exclusividad de la Vida eterna la tiene un solo hombre: Jesucristo, solamente a través de Él, el ser humano puede obtener la Vida eterna. No hay otra forma, Dios nos ha dado Vida eterna y esta Vida está en Su Hijo, en Jesucristo. El que tiene al Hijo, tiene la Vida, la Vida eterna; el que no tiene al Hijo porque no lo ha recibido como Salvador, pues no tiene la Vida eterna. De eso es que habla primera de Juan, capítulo 5, versos 10 al 13.

Y ahora, ustedes están aquí al frente porque quieren la Vida eterna y saben que Jesucristo la tiene para otorgarla a ustedes. Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, puede venir a los Pies de Cristo en estos momentos para dar testimonio público de su fe en Cristo recibiéndole como su único y suficiente Salvador, tanto los que están aquí presentes como los que están en otras naciones, y que están conectados también por internet o por el satélite Amazonas en las diferentes naciones.

Vamos ya a orar por todas las personas que han venido a los Pies de Cristo. Si falta alguno todavía por venir a los Pies de Cristo, puede venir. Vamos ya a orar, vamos a levantar nuestras manos al Cielo, a Cristo, y repitan conmigo esta oración; los que están en otras naciones también, los cuales han venido a los Pies de Cristo en estos momentos, y los que están presentes aquí; con nuestros ojos cerrados y manos levantadas al Cielo en señal de que nos rendimos a Cristo, repitan conmigo esta oración:

Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio, nació Tu fe en mi corazón, en mi alma; creo en Ti de todo corazón, creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos; creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio único por mí, como el Sacrificio de Expiación por mis pecados.

Señor Jesucristo, creo que Tu Sangre me limpia de todo pecado.

Señor Jesucristo, reconozco que soy pecador y necesito un Salvador. Doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Me rindo a Ti, me entrego a Ti en alma, espíritu y cuerpo. Sálvame, Señor, Te lo ruego, perdona mis pecados y con Tu Sangre limpiame de todo pecado y bautízame con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre y sea producido en mí el nuevo nacimiento. Quiero nacer en Tu Reino, quiero entrar a Tu Reino eterno, quiero vivir eternamente Contigo en Tu Reino. Sálvame, Señor, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso. Señor Jesucristo. Amén y amén.

Y con nuestras manos levantadas al Cielo a Cristo, todos decimos: ¡La Sangre de Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre de Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre de Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.

Y ahora, Cristo les ha recibido en Su Reino, les ha dado la bienvenida en Su Reino, y ahora ustedes me dirán: “Escuché la predicación del Evangelio de Cristo, nació la fe de Cristo en mi alma, conforme a como fue prometido, pues Él dijo (Cristo dijo): Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo. Ya escuché la predicación del Evangelio, creí y lo recibí como mi Salvador; y ahora me falta ser bautizado en agua en Su Nombre.” La pregunta es: “¿Cuándo me pueden bautizar?” Esa es la pregunta desde lo profundo de vuestra alma, de ustedes que están aquí presentes y de los que están en otras naciones y han recibido a Cristo como Su único y suficiente Salvador en estos momentos.

La respuesta es: bien pueden ser bautizados en agua en estos momentos en el Nombre del Señor Jesucristo. Y que Jesucristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén. Y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino de nuestro amado Señor Jesucristo.

Ahora, pregunto al reverendo Antonino, si hay agua: hay agua, hay bautisterios. ¿Hay ministros que les bautizarán? Hay ministros que les bautizarán. También en las demás naciones hay bautisterios y hay agua, hay ministros también que les bautizarán en las demás naciones. ¿Hay ropas bautismales? Hay ropas bautismales. Por lo tanto, no tendrán que mojar la ropa de ustedes. ¿Hay vestidores de ropa? Hay también vestidores de ropa y personas que les ayudarán a llegar a los vestidores de ropa. Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en estos momentos en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, donde se identificarán con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.

El bautismo en agua es tipológico, es simbólico. Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo, cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado. Cuando la persona es levantado de las aguas bautismales por el ministro, está siendo resucitado o está resucitando a una nueva vida, a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.

Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Él dijo:

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16).

Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Y que Jesucristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, en ustedes que están presentes y en los que están en otras naciones y han recibido a Cristo como Salvador en estos momentos; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino de nuestro amado Señor Jesucristo, de nuestro amado hermano mayor.

Muchas gracias por vuestra amable atención y continúen pasando una tarde llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro hermano mayor.

Dejo al reverendo Antonino para que les indique hacia dónde caminar para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

También vamos a tener al doctor Miguel Bermúdez Marín aquí en la pantalla. Vamos a pedirle que pase hacia adelante la transmisión (los que están transmitiendo)... él está en Venezuela en estos momentos, va a entrar en vivo. Vamos a esperar que aparezca aquí en la pantalla. Ya lo están presentando. Vamos a pedirle a los que están en los equipos si tienen las facilidades para pasar la imagen del doctor Miguel Bermúdez Marín en esta transmisión en vivo desde Venezuela hacia acá, así, para saber de lo que está hablando.

Parece que no ha sido posible. De aquí hacia Venezuela y hacia Colombia y a todos los demás países no hay problema para transmitir en vivo; pero no sé si de otro país hacia acá.

...a la familia de Dios, han estado entrando en esta ocasión, ustedes que han estado recibiendo a Cristo como Salvador en estos momentos aquí presentes y también los que están en otras naciones. Bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Y que Jesucristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad. Muchas gracias.

Con ustedes el reverendo Antonino.

LOS VERDADEROS HERMANOS DE CRISTO.”