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Un encuentro con la Vida 2005-10-02 1 Brasília Distrito Federal BR 00:00:00 false

Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes, y los que están a través de internet en Venezuela, en Puerto Rico y demás naciones de la América Latina, del Caribe, de Norteamérica, del Canadá, de Japón, del África, y demás naciones.

Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también.

Para esta ocasión un saludo muy especial a Miguel Bermúdez Marín, que ya comenzó a vivir un nuevo año, comenzó a vivir el año 75, porque ya cumplió 74; y ahora comenzó a vivir el año 75. Esperamos, Miguel, que Dios te dé mucha vida, hasta que llegue tu transformación.

Y ahora, vamos a leer en Primera de Juan, capítulo 1, verso 1 al 3. Dice:

Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida

(porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó).”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema es: “UN ENCUENTRO CON LA VIDA.”

UN ENCUENTRO CON LA VIDA.”

La Vida divina, la Vida eterna, estaba con el Padre y se manifestó y fue vista en carne humana manifestada en la Persona de Jesús de Nazaret.

Ahora, siendo que nuestro tema es: “UN ENCUENTRO CON LA VIDA,” tenemos que ver cómo tener ese encuentro con la vida. Encontramos en San Juan, capítulo 1, versos 1 en adelante, que dice:

En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Este era en el principio con Dios.

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.”

Y ahora, ¿dónde estaba la Vida? En el Verbo.

Y ahora, para tener un encuentro con la Vida, la Vida eterna, tenemos que saber cómo prepararnos para ese encuentro con la Vida. Siendo que eso es un encuentro con el mismo Dios manifestado a través del Verbo que era con Dios y era Dios, el cual es nada menos que el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová. Ése es el Verbo.

Y ahora, veamos lo que sucedió en el capítulo 4, verso 12 de Amós, donde dice:

Por tanto, de esta manera te haré a ti, oh Israel; y porque te he de hacer esto, prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel.”

Dios llama aquí a Israel a prepararse para encontrarse con Su Dios.

Y ahora, vamos a ver en la historia bíblica una ocasión en que el pueblo fue preparado para encontrarse con Dios; está en Éxodo, capítulo 19, versos 9 en adelante, donde dice:

Entonces Jehová dijo a Moisés: He aquí, yo vengo a ti en una nube espesa, para que el pueblo oiga mientras yo hablo contigo, y también para que te crean para siempre. Y Moisés refirió las palabras del pueblo a Jehová.

Y Jehová dijo a Moisés: Vé al pueblo, y santifícalos hoy y mañana (o sea, dos días); y laven sus vestidos,

y estén preparados para el día tercero, porque al tercer día Jehová descenderá a ojos de todo el pueblo sobre el monte de Sinaí.”

Al tercer día sería la manifestación de Dios sobre el Monte Sinaí, para que todo el pueblo viera la presencia de Dios allí manifestada y escuchara la Voz de Dios hablándole al Profeta Moisés que estaría en el Monte Sinaí.

Y señalarás término al pueblo en derredor, diciendo: Guardaos, no subáis al monte, ni toquéis sus límites; cualquiera que tocare el monte, de seguro morirá.”

Dios le ordena a Moisés que le diga al pueblo hebreo que se santifique dos días: “Santifícalos por dos días, y al tercer día yo me manifestaré sobre el Monte Sinaí.”

Y ahora, sigue diciendo:

No lo tocará mano, porque será apedreado o asaeteado; sea animal o sea hombre, no vivirá. Cuando suene largamente la bocina, subirán al monte.”

Y ahora, tenemos aquí un orden divino para encontrarse con Dios en el día tercero; y estaría sonando largamente la bocina, o sea, la trompeta.

Y descendió Moisés del monte al pueblo, y santificó al pueblo; y lavaron sus vestidos.

Y dijo al pueblo: Estad preparados para el tercer día; no toquéis mujer.

Aconteció que al tercer día, cuando vino la mañana, vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el monte, y sonido de bocina muy fuerte; y se estremeció todo el pueblo que estaba en el campamento.

Y Moisés sacó del campamento al pueblo para recibir a Dios; y se detuvieron al pie del monte.”

Para recibir a Dios, primero tuvieron dos días de santificación.

Y ahora, para recibir a Dios, para recibir la Vida, para tener un encuentro con la Vida; así como la tuvieron allá aquellas personas: tenían que ser santificados por dos días, y después, al tercer día en la mañana, apareció una nube espesa, truenos y relámpagos, y el sonido de la bocina fuertemente y largamente (o extensamente); y luego Moisés al escuchar la bocina, o sea, la trompeta, sacó al pueblo del campamento para recibir a Dios, para recibir a Dios que es la Vida.

Y ahora, continuamos leyendo:

Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera.

El sonido de la bocina iba aumentando en extremo; Moisés hablaba, y Dios le respondía con voz tronante.

Y descendió Jehová sobre el monte Sinaí, sobre la cumbre del monte; y llamó Jehová a Moisés a la cumbre del monte, y Moisés subió.”

Y ahora, siendo que las cosas que sucedieron en el pasado son tipo y figura de las cosas que sucederán en el Nuevo Testamento, ahora veamos lo que todo esto significa para nosotros en este tiempo final.

En los días de Jesús, descendió Dios en carne humana en la persona de Jesús. Por eso Jesús decía que no hacía nada de sí mismo, sino que era el Padre que hacía las obras, era nada menos que Emanuel, conforme a Isaías, capítulo 7, verso 14; y San Mateo, capítulo 1, versos 21 al 23. Era Dios visitando a Su pueblo en un velo de carne llamado “Jesús;” era Emanuel, que significa: “Dios con nosotros;” era nada menos que la virgen había concebido y había dado a luz a Emanuel, que es: “Dios con nosotros,” Dios visitando a Su pueblo.

Cuando Jesús resucitó al hijo de la viuda, de la ciudad de Naín, al cual llevaban para ser sepultado, Jesús lo resucitó y la gente glorificaban a Dios y decían: “Un gran Profeta se ha levantado entre nosotros, y Dios ha visitado a Su pueblo.” Eso está en San Lucas, capítulo 7, versos 11 al 17. ¿Cómo Dios visita a Su pueblo? A través de un Profeta.

En los días de Moisés, Dios estaba visitando a Su pueblo en esa manifestación de Dios, a través del Profeta Moisés; y allí estaba la presencia de Dios en el Monte Sinaí manifestándose a Moisés y al pueblo hebreo.

Y ahora, cuando apareció Jesús, allí estaba Dios velado y revelado a través de carne humana en la persona de Jesús. Vean, Isaías, capítulo 40, versos 3 en adelante, dice:

Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios.

Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane.”

Esa Voz clamando en el desierto fue la aparición de Juan el Bautista, como precursor de la Primera Venida de Cristo, predicando allá en el desierto, era esa Voz en el desierto preparándole el camino al Señor.

Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; porque la boca de Jehová ha hablado.”

La gloria de Dios, la gloria de Jehová iba a ser manifestada en el tiempo en que esa Voz en el desierto estaría clamando; o sea, en el tiempo del ministerio del precursor de la Primera Venida de Cristo, aparecería la gloria de Jehová manifestada en carne humana, en un hombre nacido en medio del pueblo hebreo, a través de una virgen descendiente del rey David; y nacido en Belén de Judea, el cual sería Emanuel, Dios con nosotros, visitando a Su pueblo, Israel.

Por lo tanto, esa profecía fue cumplida; y Juan el Bautista estaba clamando y preparándole un pueblo al Señor, un pueblo para recibir a Dios manifestado en carne humana en el Mesías prometido para el pueblo hebreo, para así tener un encuentro con la vida, que se estaba manifestando en la persona de Jesús; era el Verbo que era con Dios y era Dios, y por consiguiente el Verbo se hizo carne y habitó en medio del pueblo hebreo.

El Verbo hecho carne es la Vida manifestada. Por eso Cristo dijo: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida; y nadie viene al Padre, sino por mí.” [San Juan 14:6]

Para tener un encuentro con la Vida, la persona tiene que venir a través de Cristo; porque en Cristo es que la Vida eterna es manifestada, porque Él es la Vida.

Cristo hablando en San Juan, capítulo 14, verso 6, dijo: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida; y nadie viene al Padre, sino por mí.” Y en San Juan, también en otro pasaje: capítulo 11, dice Cristo a Marta, verso 23 en adelante, dice:

Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.

Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.

Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida...”

¿Quién es la resurrección? Jesucristo: por eso pudo resucitar a Lázaro, y pudo resucitar al hijo de la viuda que había muerto, y lo llevaban para sepultarlo. Él es el mismo que resucitará a todos los creyentes en Él que han muerto físicamente; y a los que queden vivos, los transformará.

Por eso también Él podía decir: “Nadie me quita la Vida, Yo la pongo por mí mismo para volverla a tomar.” [San Juan 10:18] ¿Por qué Él podía hablar así? Porque Él era y es y será la Vida, la Vida eterna. Por lo tanto, Cristo podía decir:

Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.”

¿Y por qué el que cree en Cristo, aunque esté muerto vivirá? Porque Cristo lo resucitará en un cuerpo eterno. Por lo tanto, ya la persona al recibir a Cristo, recibió la Vida eterna, y tuvo un encuentro con la Vida, que es Jesucristo.

Y ahora, ese encuentro espiritual que hemos tenido con la Vida, nos ha dado como resultado la Vida eterna; porque Dios nos ha dado Vida eterna, y esta Vida está en Su Hijo, en Jesucristo. Para obtener la Vida eterna tenemos que tener un encuentro con la Vida eterna, que es Jesucristo. “Él es el Verbo que era con Dios y era Dios; en Él estaba la Vida y la Vida era la Luz de los hombres; y aquella Luz vendría a este mundo.” [San Juan 1:1-4] ¿Cómo vendría? En carne humana. Y cuando vino, era nada menos que el Verbo, que es la Vida hecho carne en medio del pueblo hebreo. Eso está en San Juan, capítulo 1, verso 14: “Y el Verbo fue hecho carne, se hizo carne y habitó entre nosotros.”

La Vida se hizo carne, la Vida se hizo tangible. Por eso los Apóstoles podían decir que aquella Vida se manifestó. Primera de Juan, capítulo 1, verso 1 al 2:

Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida.”

Tocaron al Verbo hecho carne, tocaron la Vida eterna hecha carne cuando tocaron a Jesús. Sus manos palparon la Vida eterna hecha carne; y el Nombre de la Vida, de la Vida eterna hecha carne es SEÑOR JESUCRISTO, en Él estaba - en Jesús, estaba el Padre y estaba el Espíritu Santo. Y el Padre por medio de Su Espíritu Santo obraba a través de Su Hijo Jesucristo. Por eso Él podía decir que Él no hacía nada de Sí mismo [San Juan 5:19], era Dios por medio de Su Espíritu Santo obrando todas aquellas maravillas; era nada menos que la Vida manifestada en carne humana, trayendo las bendiciones divinas para aquellos que tuvieron un encuentro con la Vida, con la Vida eterna.

Sigue diciendo Primera de Juan, capítulo 1, verso 2, sigue diciendo:

...(porque la vida fue manifestada, y la hemos visto (¿cómo la vieron? En carne humana manifestándose a través de Jesús), y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó)...”

Se les manifestó en carne humana: el Verbo que estaba con el Padre se manifestó haciéndose carne en medio del pueblo hebreo. Eso era Jesucristo, la Vida, la Vida eterna manifestada, para que así el pueblo tuviera un encuentro con la Vida, con la Vida eterna, que es Dios manifestado por medio de Su Espíritu Santo en carne humana, en Jesús.

Y ahora, ha traído el resultado de la Expiación por nuestros pecados, para que así tengamos una etapa de santificación. Así como Dios le ordenó al Profeta Moisés que el pueblo se santificara por dos días, y en el tercer día tendrían un encuentro con su Dios.

Y ahora, por cuanto un día delante del Señor es como mil años y mil años como un día [Salmo 90:4; Primera de Pedro 3:8], aquellos dos días, dos días literales tipifican dos días mileniales; o sea, dos mil años de la muerte de Cristo hacia acá, dos días que cubren la Dispensación de la Gracia, dos días, dos milenios.

Y ahora, estamos nosotros preparándonos todos, la Iglesia del Señor Jesucristo, todo el Cuerpo Místico de Cristo, para tener el segundo encuentro con el Verbo viniendo en este tiempo final. Esto es una promesa divina para ser cumplida en este tiempo final; y será cumplida en la Iglesia del Señor Jesucristo, porque la Iglesia del Señor Jesucristo está tipificada en el Monte Sinaí.

Y ahora, no nos hemos acercado nosotros al Monte Sinaí para tener ese encuentro con Dios. Ahora vamos a ver aquí en Hebreos, capítulo 12, verso 18 en adelante, para que veamos cómo el Apóstol Pablo toma como tipo y figura lo que sucedió en el pasado, para presentar el Monte de Dios del Nuevo Testamento. Veamos aquí en Hebreos, capítulo 12, verso 18 en adelante, dice:

Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar (o sea, al Monte Sinaí), y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad,

al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más...”

Y ahora, aquella bocina aquí es interpretada una trompeta; así como el pueblo hebreo sonaba la trompeta, el Shofar, aquel cuerno de carnero, lo sonaban en diferentes fiestas; y en la Fiesta de las Trompetas el día primero del mes séptimo que era y que en la actualidad celebra el pueblo hebreo como el primer día del nuevo año; o sea, el día de año nuevo.

Y ahora, aquella trompeta allá sonando, ha estado sonando en la Iglesia de Jesucristo, y ha estado hablándole al pueblo todo este tiempo que ha transcurrido, para producir una transformación interior en las personas, y llevarse a cabo esa primera etapa de Redención, la cual ocurre acá en el alma, y la persona obtiene la Vida eterna porque tiene ese encuentro con su Dios manifestado en Cristo; y la persona ve a Dios manifestado en Cristo y lo recibe como su único y suficiente Salvador; porque Dios estaba en Cristo reconciliando consigo mismo al mundo, a la humanidad, al ser humano.

Y ahora, con ese encuentro con nuestro Dios a través de Cristo, obtenemos la bendición de la Vida eterna, y obtenemos la primera parte de la Redención, que es espiritual; y obtenemos el nuevo nacimiento, y nacemos a la Vida eterna, y ya tenemos Vida eterna; y nos falta obtener la Vida eterna física, que es la segunda parte de la Redención.

San Pablo dice en Efesios, capítulo 4, verso 30, que nosotros hemos sido sellados con el Sello del Espíritu Santo. Dice:

Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.”

O sea, que hemos sido sellados para el Día en que Dios realizará la Redención del cuerpo, que es la resurrección de los muertos en Cristo, y la transformación de nosotros los que vivimos. De esa Redención nos habla San Pablo en sus diferentes epístolas; hablando aquí en Efesios, capítulo 1, verso 13 al 14, donde nos habla del Espíritu Santo. Dice:

En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa.”

El Sello de Dios es el Espíritu Santo; con el Espíritu Santo son sellados todos los creyentes en Cristo que lo reciben como su Salvador, lavan sus pecados en la Sangre de Cristo, son bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo los bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en esas personas el nuevo nacimiento; y así quedan sellados con el Espíritu Santo, y obtienen el cuerpo angelical de la sexta dimensión, que es como el cuerpo angelical de Jesucristo.

El cuerpo angelical de Jesucristo es llamado el Ángel de Jehová o Ángel del Pacto: un cuerpo angelical. Esa clase de cuerpo reciben todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo; solamente los creyentes en Cristo nacidos de nuevo tienen esa clase de cuerpo angelical; y si alguno muere físicamente, continua viviendo en su cuerpo angelical en el Paraíso, que es la sexta dimensión, hasta que Cristo complete Su Iglesia; hasta que, hasta el último de los escogidos de Dios tenga ese encuentro con su Dios, tenga ese encuentro espiritual con la Vida eterna y sea sellado en el Reino de Dios, sea sellado con el Espíritu Santo; y luego vendrá el encuentro para la transformación de nuestros cuerpos; ese será un encuentro glorioso.

Veamos aquí en Filipenses, capítulo 3, nos dice San Pablo en el verso 20 al 21:

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra...”

¿Para qué será el encuentro con Cristo en este tiempo final, el encuentro con el Verbo, el encuentro con la Vida eterna? Para obtener la Vida eterna física, obtener el cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado. Eso es lo que dice aquí:

...el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya...”

O sea, para que sea un cuerpo glorificado el que Él nos dé, un cuerpo como Su cuerpo glorificado: joven y eterno para vivir con Cristo en Su Reino por toda la eternidad, e ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero, a la Casa de nuestro Padre Celestial: para eso es el encuentro con la Vida, con la Vida eterna para este tiempo final. Pero primero tenemos que tener el encuentro espiritual con Cristo, recibiéndolo como nuestro único y suficiente Salvador; para luego tener el encuentro que nos dará la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero; o sea, que producirá la Redención del cuerpo, que es nuestra transformación, la cual estamos esperando. Sigue diciendo:

...por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”

Con ese poder que Él tiene es que Él nos va a transformar. Por lo tanto, será una Obra de Creación. Cristo hablará y los muertos en Cristo resucitarán. Cristo hablará y nosotros seremos transformados. Cristo hablando, esa Voz será la Voz de la Trompeta, la Voz que habló en el Monte Sinaí; allí hubo truenos, hubo relámpagos y truenos, hubo una trompeta sonando fuertemente. Y Dios hablándole a Moisés y el pueblo escuchando la Voz de Dios hablándole a Moisés.

Y ahora, la Ley fue dada por comisión de Ángeles, o sea, que Dios dio la Ley a Moisés para el pueblo hebreo a través de Su Espíritu Santo, o sea, a través del Ángel de Jehová; porque la Ley fue dada por comisión de Ángeles. Eso está en Hebreos, capítulo 2, verso 2; y el capítulo 7 del libro de los Hechos, el verso 53.

Y ahora, para este tiempo final tenemos que saber cuál es el Monte donde Dios estará manifestándose y estará tronando, relampagueando y tronando; esos son los truenos de Apocalipsis, capítulo 10. Es la Voz de Cristo clamando como cuando un león ruge y siete truenos emitiendo sus voces; y todo eso tiene que suceder en un monte, fue tipificado en el Monte Sinaí.

Por lo tanto, tiene que suceder en un Monte. Por lo tanto, vamos a ver cuál es ese Monte, para tener ahí el encuentro con la Vida, para obtener la Vida eterna física que ha sido prometida para todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo.

Ahora, continuamos leyendo: Hebreos, capítulo 12, pues nos habíamos detenido hace unos minutos atrás, donde dice:

...al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más (este pasaje está del capítulo 12, verso 18 en adelante. San Pablo refiriendo todo lo que sucedió en el Monte Sinaí. Sigue diciendo:),

porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo;

y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando;

sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles...

Y ahora, no nos hemos acercado al Monte Sinaí para estar bajo la ley, sino que nos hemos acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la Celestial.

Y ahora, es en ese Monte donde Dios se manifiesta y donde Dios habla, ése es el Monte para tener el encuentro con la Vida eterna en este tiempo final.

... a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos...”

¿Y cuál es la congregación de los Primogénitos que están inscritos en los Cielos? La Iglesia del Señor Jesucristo. Esa es la congregación de los Primogénitos que están inscritos en los Cielos; y ellos tienen una ciudadanía Celestial, y pertenecen al Monte de Sión, la Jerusalén Celestial (esa Nueva Jerusalén o Jerusalén Celestial); es ahí donde la Voz de Dios habla a todos los hijos e hijas de Dios.

...a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos,

a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.”

Todo esto está en el Monte de Sión. La Jerusalén Celestial, la Ciudad del Dios vivo, ahí está el mediador del Nuevo Pacto, Jesucristo como Sumo Sacerdote haciendo Intercesión con Su Sangre por cada persona que tiene Su Nombre escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Él está intercediendo como nuestro Abogado, como el Sumo Sacerdote del Templo Celestial, del Templo de la Ciudad Celestial, de la Nueva Jerusalén.

Ahí está también la Sangre rociada que habla mejor que la de Abel, ahí está la Sangre de Jesucristo, la cual nos limpia de todo pecado, y nos mantiene limpios de todo pecado. Cuando pecamos en alguna ocasión o cometemos algún error, lo confesamos a Cristo, pidiéndole perdón a Cristo arrepentido de nuestros pecados, y Cristo nos perdona y con Su Sangre nos limpia de todo pecado. Por lo tanto, nos mantiene limpios. Cristo con Su Sangre, nos mantiene limpios de todo pecado.

En el libro del Apocalipsis nos dice en el capítulo 1, veamos lo que aquí nos dice acerca de la Sangre de Cristo. Capítulo 1, verso 5 en adelante, dice:

...y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,

y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.”

Y ahora, Cristo nos ha limpiado con Su Sangre preciosa y nos ha hecho para nuestro Dios, Reyes y Sacerdotes y Jueces también, pertenecemos a un Orden Celestial en el cual ocupamos la posición de Reyes, Sacerdotes y Jueces; porque a todo lo que Cristo es Heredero en ese Reino Celestial, también nosotros somos coherederos con Cristo.

Cristo es el Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec del Templo Celestial, y nosotros somos Sacerdotes también de ese Orden Celestial de Melquisedec, y de ese Templo Celestial; y somos también Reyes de ese Reino Celestial; y somos también Jueces de ese Reino Celestial.

En Apocalipsis, capítulo 5, verso 9 en adelante, dice:

...y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación.”

Esos son los redimidos por la Sangre de Cristo, esos son los creyentes en Cristo cantando en el Cielo. Sigue diciendo:

...y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.”

Y ahora, por cuanto Cristo dijo que orando pidieran la Venida del Reino, diciendo: “Venga Tu Reino, hágase Tu voluntad como en el Cielo también en la Tierra.” Ese Reino Celestial va a ser establecido en la Tierra, y en ese Reino nosotros seremos Reyes, Sacerdotes y Jueces, ése es el Orden Sacerdotal para el Reino Milenial, ese es el Orden de la Monarquía para el Reino Milenial, y ese es el Orden Judicial para el Reino Milenial; es el Orden Celestial de Melquisedec, que estará en la Tierra establecido en ese Reino de Dios, que estará en la Tierra y gobernará sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones.

Y en ese Reino, en esta Tierra, el Trono terrenal es llamado el Trono de David, al cual el Mesías Príncipe, Jesucristo, es el Heredero; y por consiguiente se sentará sobre ese Trono, y con Él el Vencedor, y entonces quedará establecido el Reino Mesiánico en medio del pueblo hebreo, para el pueblo hebreo y para todas las naciones.

Y de Israel, de Jerusalén, saldrá la Ley de Dios, de Jerusalén, del Monte de Sion, saldrá la Ley de Dios, la Palabra de Dios. Dios rugirá desde Jerusalén, desde ese Monte de Dios.

Y ahora, veamos lo que nos dice en Apocalipsis, capítulo 20, donde nos muestra el establecimiento del Reino del Mesías. Capítulo 20, verso 4 en adelante (4 al 6), dice:

Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.”

Esas personas tuvieron un encuentro con la Vida, y por consiguiente tendrán derecho a volver a vivir en este planeta Tierra en cuerpos eternos, y estarán como Reyes, como Sacerdotes y Jueces en esta Tierra. Sigue diciendo:

...y vivieron y reinaron con Cristo mil años.

Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección.

Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo...”

Ahí tenemos el Orden Sacerdotal para el Reino Milenial de Cristo, para el Reino Mesiánico, es el Orden Sacerdotal de Melquisedec, que será establecido en este planeta Tierra, en ese Reino literal del Mesías.

...y reinarán con él mil años.”

Ahora, podemos ver la bendición tan grande que hay para los que tienen un encuentro con la Vida, y la Vida es nuestro amado Señor Jesucristo: Él es la Vida eterna manifestada en este planeta Tierra. Él es el Verbo, la Vida eterna.

Y ahora, tenemos la promesa para este tiempo final de estar escuchando la Voz de Dios en un Monte, en el Monte de Dios, en el Monte de Sion, en la Jerusalén Celestial, que es la Iglesia del Señor Jesucristo; aquí en la Tierra es la Iglesia, pues pertenece al Cielo, y en ella el Reino de Dios ha estado manifestándose en esa fase espiritual.

Ahora, continuamos leyendo, porque todos queremos escuchar esa Voz divina, escuchar esa Trompeta de Dios, pues la promesa es que sonará la Trompeta, la gran Voz de Trompeta, y los muertos en Cristo resucitarán. Así como sonó la Voz de la Trompeta en el Monte Sinaí, así también estará sonando la gran Voz de Trompeta, que es la Voz de Dios por medio de Su Espíritu Santo en el Monte de Dios, en el Monte de Sion, la Jerusalén Celestial, la Iglesia del Señor Jesucristo; y lo que esté Dios hablando en el Cielo será escuchado en la Iglesia del Señor Jesucristo; será Dios hablando desde el Cielo a Su Iglesia.

Sigue diciendo en Hebreos, capítulo 12, verso 25:

Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos.”

El que amonesta desde el Cielo es Jesucristo por medio de Su Espíritu Santo. El Espíritu Santo fue enviado a los creyentes en Cristo el Día de Pentecostés, y produjo el nuevo nacimiento en ciento veinte, y después en cerca de tres mil personas (como tres mil personas) que creyeron también en Cristo. Y ha continuado produciendo el nuevo nacimiento en todos los que escuchan la Voz de Cristo por medio de Su Espíritu Santo hablando a través de Sus Mensajeros que Él ha enviado de etapa en etapa en Su Iglesia; y ha sido la Voz de Dios por medio de Su Espíritu Santo hablándole a Su Iglesia, a través de los que han predicado el Evangelio por medio del Espíritu Santo; ha sido el Espíritu Santo predicando a través de seres humanos; y eso ha sido en la Iglesia del Señor Jesucristo. Y desde ahí la Voz de Cristo se ha escuchado, se ha extendido a todas las naciones en la predicación del Evangelio de la Gracia.

Por eso Cristo dijo [San Marcos 16:15-16]:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Es el Espíritu Santo hablando, predicando a través de sus diferentes instrumentos que Él ha enviado. Ha sido el Espíritu Santo enseñando a Su Iglesia, ha sido el Espíritu Santo guiando a Su Iglesia a toda justicia y a toda verdad, y enseñándole todas las cosas y recordándole todas las cosas que Jesucristo habló.

Por lo tanto, el Maestro que guía a la Iglesia del Señor Jesucristo y le habla desde el Cielo, es el Espíritu Santo. Cristo en Espíritu Santo; y por consiguiente lo que Él habla es la Voz del Cielo, hablándole a Su Iglesia, y a través de Su Iglesia sale esa Voz para todas las naciones, para todos los seres humanos.

Hebreos 12:26

Dios va a conmover la Tierra y también los Cielos o el Cielo. Por lo tanto, va a suceder algo muy grande, como en el Monte Sinaí; y eso será a escala mundial; porque Cristo, el Verbo, estará manifestado en la Tierra hablándonos directamente en el Monte de Sion, el Monte de Dios, la Jerusalén Celestial, que es la Iglesia del Señor Jesucristo.

Esa Voz es la gran Voz de Trompeta, es la Trompeta final, es la Trompeta de Año Nuevo, es la Trompeta de la Fiesta de las Trompetas de Levítico, capítulo 23, versos 23 al 25, es la Trompeta de un nuevo Día Dispensacional, del Día de la Dispensación del Reino, hablándole a Su Iglesia y hablándole al pueblo hebreo en la mañana del Tercer Día, en la mañana de ese Día milenial y de esa Dispensación del Reino.

Por lo tanto, estamos en el tiempo en que esa Voz estará hablándonos todas estas cosas que deben suceder pronto, es la Voz de Dios por medio del Espíritu Santo, por medio de Cristo en Su cuerpo angelical manifestándose en el Día Postrero por medio del ministerio de Elías, conforme a Malaquías, capítulo 4, verso 5 al 6.

Por eso el pueblo hebreo está esperando a Elías y está esperando escuchar la misma Voz que escuchó en el Sinaí; y por consiguiente está esperando escuchar esa gran Voz de Trompeta, que fue escuchada en el Monte Sinaí. Israel verá esa manifestación en la Iglesia del Señor Jesucristo, y dirá: “Esto es lo que nosotros estamos esperando.”

Por lo tanto, Iglesia del Señor Jesucristo: prepárate para el encuentro con la Vida, con la Vida eterna, con el Verbo que era con Dios y era Dios, y se hizo carne y habitó entre los seres humanos.

En Apocalipsis, capítulo 19, tenemos la promesa de la Venida del Verbo; y también en el capítulo 17 del Apocalipsis, verso 14 al 15, donde dice:

Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles.”

Y ahora los que están con Él son los redimidos con la Sangre de Jesucristo, los miembros de Su Iglesia, los cuales van a ser resucitados en cuerpos glorificados los que ya murieron y los que vivimos si permanecemos vivos hasta ese momento, seremos transformados, y entonces ahí estará el poderoso ejército del Verbo, el poderoso ejército de Jesucristo.

Y ahora, veamos Apocalipsis, capítulo 19, verso 11 en adelante, para que veamos quién es esta persona, el Cordero, el Rey de reyes y Señor de señores. Dice capítulo 19, verso 11 en adelante de Apocalipsis:

Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea.”

Ese Jinete es Cristo. Veamos:

Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo.

Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS.”

Ahí tenemos de nuevo la promesa de la Venida del Verbo; el Verbo cuando vino dos mil años atrás, el cual es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová. Cristo en Su cuerpo angelical cuando vino para el encuentro del pueblo con la Vida eterna, ¿cómo vino? En un Profeta llamado Jesús; se hizo carne el Verbo y habitó entre los seres humanos. Allí estaba el Verbo, la Vida manifestada en carne humana para que las personas tuvieran un encuentro con la Vida.

Por eso Él decía: “El que oye mi Palabra y cree al que me envió, tiene Vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a Vida.” (San Juan, capítulo 5, verso 24). Y también en San Juan, capítulo 3, verso 36, dice de la siguiente manera (y vamos a leerlo para que ustedes vean la bendición tan grande de aquellos que creyeron):

El que cree en el Hijo tiene vida eterna.”

¿Por qué? Porque está creyendo en la Vida, la Vida eterna que fue manifestada en carne humana, para llevar a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario.

El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida...”

El que rehúsa a creer en Cristo no verá la Vida eterna, no podrá vivir eternamente. Pero el que cree en el Hijo de Dios, en Jesucristo, tiene Vida eterna; y por consiguiente vivirá eternamente con Cristo en Su Reino. Pero el que no cree no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.

Y ahora, podemos ver la importancia de tener este encuentro con la Vida, para obtener la Vida eterna.

Y ahora, al tener este encuentro con Cristo obtenemos Vida eterna y ya tenemos esa Vida eterna acá en nuestra alma. Pero nuestro cuerpo físico todavía no tiene Vida eterna, es un cuerpo mortal, corruptible y temporal; pero Él nos va a dar Vida eterna física, dándonos un cuerpo eterno e inmortal, incorruptible y glorificado; y eso será bajo el tiempo de la gran Voz de Trompeta, porque será tocada la Trompeta (esa gran Voz de Trompeta) y los muertos en Cristo resucitarán en cuerpos glorificados, serán transformados, glorificados. O sea, que resucitarán en cuerpos inmortales, glorificados; y nosotros los que vivimos seremos transformados, y entonces seremos inmortales físicamente también. Para eso es el encuentro con la Vida, para obtener la Vida eterna.

Para este tiempo final tenemos la promesa de que el Verbo estará manifestado en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo y después en medio del pueblo hebreo; y en este encuentro es que obtendremos la Vida eterna física, porque obtendremos la fe para ser transformados a medida que estemos escuchando esa gran Voz de Trompeta, esa Trompeta final, esa Trompeta de Dios, esa Voz de Dios hablando a Su Iglesia en este tiempo final.

Y ahora, continuamos leyendo... hemos visto que ese Jinete que viene en el Caballo Blanco es nada menos que el Verbo. Y el Reverendo William Branham hablando de esta Escritura, enseñó que esto será lo que le dará la fe para transformación y Rapto a la Iglesia del Señor Jesucristo: la Venida de este Jinete, la Venida del Verbo, la Venida del Ángel de Jehová, la Venida del Ángel del Pacto, la Venida de Cristo el Ángel del Pacto.

Y ahora, continuamos leyendo... ahora, vimos que viene con un nombre que ninguno conoce sino Él mismo. En Apocalipsis, capítulo 3, verso 12, dice (para que tengamos el cuadro claro, dice de la siguiente manera, y vamos a leerlo):

Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios (o sea, que le hará una persona importante en Su Iglesia; y por consiguiente en Su Reino), y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.”

Y ahora, aquí Jesucristo dice que Él tiene un Nombre Nuevo. Ese Nombre Nuevo y ese Nombre de la Ciudad de nuestro Dios y Nombre de nuestro Dios, Cristo dice que lo escribirá sobre el Vencedor.

Por lo tanto, ese es el Nombre del Jinete del Caballo Blanco de Apocalipsis 19, un Nombre que ninguno conoce, un Nombre Nuevo. No es el Nombre Jesús, porque el Nombre Jesús todos lo conocen; es un Nombre Nuevo; así como tuvo un Nombre el Verbo cuando vino en medio del pueblo hebreo en carne humana, el Verbo en Apocalipsis, capítulo 19, en Su Venida para este tiempo final, vendrá con un Nombre Nuevo que nadie conoce. Pero será revelado en esa manifestación de la Venida del Verbo en este tiempo final, en la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y los escogidos conocerán ese Nombre; aun para el pueblo hebreo la promesa es que conocerán ese Nombre. En el capítulo 52 de Isaías, verso 6, dice:

Por tanto, mi pueblo sabrá mi nombre por esta causa en aquel día; porque yo mismo que hablo, he aquí estaré presente.”

Por lo tanto, con la presencia de Dios en Su manifestación vendrá la revelación y conocimiento de ese Nombre de Dios.

En Zacarías, capítulo 14, verso 9, dice (8 al 9):

Acontecerá también en aquel día, que saldrán de Jerusalén aguas vivas, la mitad de ellas hacia el mar oriental, y la otra mitad hacia el mar occidental, en verano y en invierno.

Y Jehová será rey sobre toda la tierra.”

Eso es el Reino Milenial donde Dios manifestado en el Mesías, reinará sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones. Dios se sentará como Rey en el Monte de Sion. Sigue diciendo:

En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre.”

O sea, que para ese Reino Milenial no habrá doctrinas contrarias a la doctrina verdadera y la revelación divina del único Dios verdadero, que es el Eterno Creador de los Cielos y de la Tierra.

Por lo tanto, obtendrá la victoria la enseñanza prometida aquí:

En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre.”

Por lo tanto, el Monoteísmo que viene del pueblo hebreo será el que estará establecido en ese Reino Milenial, y el Politeísmo desaparecerá, la creencia en otros dioses desaparecerá, y permanecerá eternamente el Monoteísmo.

La fe en un solo Dios verdadero, creador de los Cielos y de la Tierra, el cual por medio de Su Espíritu, el Ángel del Pacto, Cristo en Su cuerpo angelical se manifestó en el Antiguo Testamento, y luego se hizo carne y habitó en medio del pueblo hebreo, y dijo la Escritura que era Emanuel: “Dios con nosotros,” para el pueblo tener un encuentro con su Dios, con su Dios manifestado en carne humana. Era Emanuel, que significa: “Dios con nosotros.”

En Dios encontramos una trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y en Jesús encontramos esa trinidad manifestada: Padre. Él dijo que el Padre que estaba en Él era el que hacía las Obras; y también Él dijo: “El Espíritu del Señor está sobre mí.” [San Lucas 4:18] Ahí estaba la plenitud de la divinidad, la trinidad de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, estaba allí la plenitud de Dios en carne humana: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y tenía un Nombre: SEÑOR JESUCRISTO; porque Dios ha hecho a Jesús Señor y Cristo. Por eso llamamos a Jesús: SEÑOR JESUCRISTO

Ahí tenemos la trinidad manifestada en toda Su plenitud. Eso es la plenitud de la divinidad manifestada en Jesús; y todas las personas que vieron y creyeron en Jesús, tuvieron ese encuentro con la Vida eterna y recibieron Vida eterna; y los que creen en Jesucristo tienen ese encuentro con Cristo, ese encuentro espiritual y reciben la Vida eterna; y en la Venida del Verbo para este tiempo final, recibiremos la Vida eterna física, porque recibiremos la fe, la revelación del misterio de la Segunda Venida de Cristo; y entonces estaremos creyendo de todo corazón en Cristo, en el Verbo, viniendo en este tiempo final; y eso nos dará la fe, la revelación para obtener nuestra transformación física.

Recuerden que la salvación y Vida eterna la persona la recibe por fe, porque escucha la predicación del Evangelio que le da a conocer el misterio de la Venida del Señor y nace la fe de Cristo en su alma, la persona cree y recibe a Cristo como Salvador, y obtiene salvación y Vida eterna.

Así también es para nuestra transformación: el Verbo estará en medio de Su Iglesia manifestado en este tiempo final, y todos los que lo verán estarán teniendo un encuentro con la Vida, para obtener la Vida eterna física, y estarán escuchando la gran Voz de Trompeta, la Trompeta de Dios, estarán escuchando esa Voz de Arcángel, estarán escuchando la Voz de la Trompeta del día primero del séptimo mes. Estarán escuchando la Voz del Shofar, estarán escuchando la Voz de Dios, la Voz de Cristo, la Voz de la Trompeta del Día de Año Nuevo.

Esa es la misma Voz que va a escuchar el pueblo hebreo, esa es la Voz de la séptima Trompeta de las siete Trompetas de Apocalipsis, capítulo 11, verso 15. Esa es la Voz de Cristo, la Voz del Verbo; y por consiguiente la misma Voz que habló en el Monte Sinaí y estremeció el Monte Sinaí, es la misma Voz que estremecerá la Tierra; y no solamente la Tierra, sino también el Cielo.

Por lo tanto, esa es la Voz que yo quiero estar escuchando en este tiempo final: la Voz de Dios por medio de Cristo, el Ángel del Pacto, el Verbo, para tener así un encuentro con la Vida, que es Cristo, el Verbo; y así obtener la Vida eterna física también; porque está prometido que habrá un grupo de creyentes en Cristo que no verán muerte, sino que serán transformados estando vivos.

¿Y quiénes son esas personas que estarán viviendo en este tiempo? Somos nosotros, somos las personas que estarán escuchando esa Voz que fue escuchada en el Monte Sinaí. Es la Voz de Dios por medio de Cristo, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el Espíritu Santo hablando a Su Iglesia en este tiempo final.

Si oyes hoy Su Voz, no endurezcas Tu corazón, Él te está hablando en este tiempo final. Dios por medio de Su Espíritu Santo te está hablando a través del Evangelio de la Gracia, y te está llamando para darte la salvación y Vida eterna, para luego darte también la transformación de tu cuerpo, si permaneces vivo hasta que los muertos en Cristo resuciten. Pero si mueres físicamente, pues te va a resucitar en un cuerpo glorificado.

Por lo tanto, mantengamos nuestro oído atento a la Voz de la gran Trompeta de esa Voz, de esa Trompeta que sonó en el Monte Sinaí. Es la Voz de Dios por medio del Ángel del Pacto, por medio del Verbo, por medio del Espíritu Santo.

Y ahora, para este tiempo esa es la Voz que estará hablándole a la Iglesia del Señor Jesucristo, para tener un encuentro con la Vida, que es Cristo nuestro Salvador, y obtener no solamente Vida eterna espiritual, sino también obtener la Vida eterna física. Pero si alguno se va antes de ser transformado, no importa, regresará en la resurrección en un cuerpo glorificado.

Y los que permanezcamos vivos hasta ese momento, seremos transformados, porque estamos escuchando la gran Voz de Trompeta, la misma Voz de Trompeta que sonó en el Monte Sinaí. Esa es la Trompeta de la Fiesta de las Trompetas, esa es la Voz de Dios para este tiempo final. Esa es la Trompeta de Año Nuevo, es la Trompeta que suena en la mañana del Tercer Día, de las tres Dispensaciones últimas: la Dispensación de la Ley, la Dispensación de la Gracia y luego la tercera Dispensación de esas tres últimas Dispensaciones, que es la Dispensación del Reino.

Por lo tanto, esa es la Voz de Dios, de Cristo, del Ángel del Pacto, la gran Voz de Trompeta para este tiempo final en la Iglesia del Señor Jesucristo, para tener un encuentro con la Vida, que es Cristo, con la Vida eterna.

Si alguno todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, para ser preparado para el encuentro con el Verbo para este tiempo final, y ha escuchado atentamente y nació la fe de Cristo en su alma, y cree ahora en Cristo de todo corazón; pues la fe viene por el oír la Palabra de Dios, el Evangelio de Cristo [Romanos 10:17]. “Y con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.” [Romanos 10:10]

Ahora tiene la oportunidad, privilegio y derecho de dar testimonio público de su fe en Cristo, recibiéndole como su único y suficiente Salvador, para que Cristo le reciba en Su Reino y le dé la salvación y Vida eterna; y así tenga ese encuentro espiritual con Cristo en este tiempo final.

Vamos a dar unos minutos en lo que vienen a los Pies de Cristo las personas que han escuchado y nació la fe de Cristo en su alma.

Estamos en el tiempo más glorioso de todos los tiempos, para tener un encuentro con la Vida, que es Jesucristo nuestro Salvador. Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo, yo estaré orando por ustedes para que Cristo les reciba en Su Reino, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado.

Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo también las personas que están allá en Venezuela, y también los que están en Puerto Rico, y los que están en la República Mexicana, y los que están en Colombia, los que están en Perú, los que están en Argentina, los que están en Paraguay, los que están en Uruguay, los que están en Bolivia, los que están en diferentes naciones escuchando en estos momentos, allá en el Ecuador, también en República Dominicana, también en las demás Islas del Caribe; allá en Haití también; también en el África y demás naciones. Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo, para que Cristo les reciba en Su Reino, pues ustedes han escuchado la Voz de Cristo bajo la predicación del Evangelio de Cristo.

Por lo tanto, Cristo les ha hablado en esta ocasión. Si oyes hoy Su Voz, no endurezcáis vuestro corazón, abre tu corazón y recibe a Cristo en tu corazón, en tu alma, como tu único y suficiente Salvador, para que Él te dé la Vida eterna. En este encuentro con la Vida el resultado es Vida eterna para nosotros.

Todavía pueden continuar pasando al frente para recibir a Cristo como Salvador las personas que están aquí presentes en Brasilia, República del Brasil, y allá en Venezuela y en las demás naciones que están a través de internet o del satélite en estos momentos. Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo allá en Venezuela. Estoy viendo que están viniendo a los Pies de Cristo muchas personas, pues Cristo tiene mucho pueblo en la República de Venezuela, y los está llamando en estos momentos; y también Él tiene mucho pueblo aquí en la República del Brasil; y aquí en Brasilia los está llamando en estos momentos, los que están aquí presentes y los que luego escucharán esta predicación del Evangelio de Cristo.

Pueden continuar viniendo a los Pies e Cristo las personas que se encuentran en otras naciones, para que Cristo les reciba en Su Reino, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado.

Vamos a dar unos segundos en lo que llegan las personas que faltan por venir, de los que están aquí presentes y de los que están a través de internet en otras naciones. Podemos ver que están viniendo a los Pies de Cristo allá en Venezuela muchas personas, y también en otras naciones.

En la República Mexicana y también en Puerto Rico y otras naciones, pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo. También allá en el África y en las demás naciones.

Ustedes han estado escuchando hoy, en estos momentos, la predicación del Evangelio de Cristo y han estado aquí presentes, y ustedes allá en los diferentes lugares donde están escuchando, porque Dios por medio de Su Espíritu Santo les ha traído para estar escuchando la predicación del Evangelio de Cristo, y tener este encuentro con la Vida eterna; porque el nombre de ustedes está escrito en el Cielo en el Libro de la Vida; y por esa causa ustedes están escuchando en estos momentos la predicación del Evangelio de Cristo, y Él ha colocado la fe de Cristo en su alma, nació la fe de Cristo en su alma y usted está creyendo en Cristo de todo corazón.

Por lo tanto, si todavía no ha venido a los Pies de Cristo, venga en estos momentos para que dé testimonio público de su fe en Cristo, recibiéndole como su único y suficiente Salvador.

Todavía estamos dando unos minutos más en lo que llegan allá en Venezuela los que faltan por venir a los Pies de Cristo, y de los que faltan también por venir a los Pies de Cristo aquí en Brasilia, República del Brasil. Cristo les está llamando para darles la Vida eterna; porque Cristo es la Vida eterna que fue manifestado para darnos Vida eterna.

Todavía siguen viniendo más personas a los Pies de Cristo en la República de Venezuela. Todavía siguen viniendo más personas a los Pies de Cristo allá en Venezuela, y vamos a dar unos minutos para que puedan continuar viniendo a los Pies de Cristo las personas que faltan por venir.

También en las demás naciones pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo, para que Cristo les reciba y les dé la Vida eterna.

Dios nos ha dado Vida eterna, y esta Vida está en Su Hijo, en Jesucristo. Por lo tanto, para recibir la Vida eterna tenemos que venir a Cristo, porque la Vida eterna está en Jesucristo. Dios nos ha dado Vida eterna y esta Vida está en Jesucristo (dice Primera de Juan, capítulo 5, verso 10 al 13).

Y la buena noticia es que tenemos Vida eterna, los que hemos recibido a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador: para eso es que se le da la oportunidad a las personas, luego de escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, para que vengan a los Pies de Cristo y reciban la Vida eterna a través de Jesucristo nuestro Salvador; porque Él lo que tiene para usted es Vida eterna.

Usted no puede obtener la Vida eterna de otra forma, solamente a través de Jesucristo. Él es la Fuente del Agua de la Vida eterna. Por lo tanto, Él nos da el Agua que salta para Vida eterna. Eso fue lo que le dijo a la mujer samaritana en el capítulo 4, verso 14 [San Juan], cuando estuvo hablando con ella.

Todavía siguen viniendo más personas a los Pies de Cristo porque quieren recibir la Vida eterna a través de Jesucristo. No hay otra forma para obtener la Vida eterna, solamente hay una forma en que podemos obtenerla, y es a través de nuestro amado Señor Jesucristo.

Cristo dijo: “El que me confesare delante de los hombres, Yo le confesaré delante de mi Padre que está en los Cielos. Pero el que me negare delante de los hombres, Yo le negaré delante de mi Padre que está en los Cielos.” De eso es que habla Cristo en San Mateo, capítulo 10, versos 32 al 33.

Por lo tanto, si nos avergonzamos de Cristo, Él se avergonzará de nosotros delante de nuestro Padre Celestial. Pero si lo confesamos públicamente como nuestro único y suficiente Salvador, Él nos confiesa delante de nuestro Padre Celestial y entonces obtenemos la Vida eterna, y entramos al Reino eterno de Dios: para eso es que Cristo dijo que buscaran el Reino de Dios [San Mateo 6:33; San Lucas 12:31]: para entrar al Reino de Dios y por consiguiente obtener la Vida eterna.

Cristo dijo a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.” Eso está en San Juan, capítulo 3, versos 1 al 6.

Por lo tanto, hay que nacer de nuevo del Agua y del Espíritu, de la predicación del Evangelio de Cristo y del Espíritu Santo, para poder entrar al Reino de Dios. Así es como obtenemos el nuevo nacimiento y obtenemos la Vida eterna.

Vamos todos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo. Si falta alguna persona por venir a los Pies de Cristo, venga para que quede incluido en esta oración que estaré haciendo, y Cristo le reciba en Su Reino.

Si falta alguna persona también en otras naciones que están a través de internet escuchando la predicación del Evangelio de Cristo en estos momentos, venga a los Pies de Cristo para que quede incluido en esta oración que estaré haciendo, venga a los Pies de Cristo para dar testimonio público de su fe en Cristo, recibiéndole como vuestro único y suficiente Salvador, y así entregándole su vida a Cristo, en alma, espíritu y cuerpo, para que Él salve su alma, y le dé por consiguiente la Vida eterna.

Si falta alguna persona en alguna nación por venir a los Pies de Cristo, venga. Vamos a dar unos segundos y luego oraremos por las personas que han venido a los Pies de nuestro amado Señor Jesucristo.

Pedro dijo el Día de Pentecostés cuando le preguntaron: “Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro dijo: Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el Nombre de Jesucristo, para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo; porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos; y para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.” [Hechos 2:38-39] Esto es para los que están cerca, o sea, los que están allá en medio del pueblo hebreo; y para los que están lejos, esto es para los gentiles.

La promesa de salvación y Vida eterna es para todo aquel que cree y viene a los Pies de Cristo, y es bautizado en agua en el Nombre de Jesucristo arrepentido de sus pecados, y entonces Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y le da así la Vida eterna; dándole el Espíritu Santo le está dando la Vida eterna, le está dando el Agua de la Vida eterna, que es el Espíritu Santo; y por consiguiente está produciendo el nuevo nacimiento en la persona; y la persona nace en el Reino de Cristo como un bebé.

Así como nacimos en este reino terrenal, para poder estar aquí presentes en esta Tierra, en estos cuerpos mortales, tuvimos que nacer; y para estar en el Reino de Cristo tenemos que nacer de nuevo, nacer del Agua y del Espíritu, para lo cual se predica el Evangelio de Cristo.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Por lo tanto, todos queremos ser salvos y entrar al Reino de Dios y vivir eternamente con Cristo en Su Reino. Ya vamos a orar por todos los que han venido a los Pies de Cristo. Vamos a ver allá en Venezuela si ya vinieron todos a los Pies de Cristo los que no habían recibido a Cristo todavía como Salvador. Si todavía falta alguno puede pasar inmediatamente para que quede incluido en esta oración que estaré haciendo. Y en cualquier otra nación que esté a través de internet o del satélite, también puede venir inmediatamente a los Pies de Cristo.

Los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo, Cristo tiene lugar en Su Reino para los niños también.

Vamos ya a orar por todos los que han venido a los Pies de Cristo, vamos a levantar nuestras manos al Cielo a Cristo, vamos a cerrar nuestros ojos; y todos los que han venido a los Pies de Cristo en estos momentos repitan conmigo esta oración:

Señor Jesucristo, vengo a Ti en estos momentos habiendo escuchado la predicación de Tu Evangelio, ha nacido Tu fe en mi corazón, creo en Ti de todo corazón, creo en Tu Primera Venida, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por mis pecados.

Señor Jesucristo, reconozco que soy pecador y que necesito un Salvador.

Señor Jesucristo, reconozco que Tú eres el único y suficiente Salvador, creo en Tu Sacrificio en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por mis pecados, y doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador.

Señor Jesucristo, Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y produzcas en mí el nuevo nacimiento. Quiero entrar a Tu Reino, quiero nacer en Tu Reino, quiero obtener la Vida eterna, quiero vivir Contigo por toda la eternidad en Tu Reino glorioso.

Señor Jesucristo, en Tus Manos encomiendo mi alma, me entrego a Ti en alma, espíritu y cuerpo. Salva mi alma, Señor Jesucristo, Te lo ruego, en Tu Nombre eterno y glorioso. Señor Jesucristo. Amén.

Y todos con nuestras manos levantadas al Cielo a Cristo, decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.

Y ahora, ustedes han dado testimonio público de vuestra fe en Cristo, recibiéndole como vuestro único y suficiente Salvador. Cristo les ha perdonado y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, pues Él dijo [San Marcos 16:15-16]:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Ustedes escucharon la predicación del Evangelio de Cristo y creyeron de todo corazón y lo recibieron como vuestro único y suficiente Salvador. Usted me dirá: “Cristo dijo: El que creyere y fuere bautizado, será salvo. Ya yo he creído y he dado testimonio público de mi fe en Cristo, y ahora quiero ser bautizado en agua lo más pronto posible, para identificarme con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.”

Cuando la persona recibe a Cristo, muere al mundo; y cuando la persona es sumergida en las aguas bautismales, está siendo sepultado el viejo hombre; y cuando es levantado de las aguas bautismales por el ministro, la persona está resucitando a una nueva vida, a la Vida eterna; y está dando testimonio público así de que cuando Cristo murió, usted murió con Cristo, estábamos en Cristo. Y cuando Cristo fue sepultado, usted fue sepultado con Cristo. Y cuando Cristo resucitó, usted fue resucitado con Cristo.

Y ahora, cuando Cristo ascendió al Cielo, subimos con Él al Cielo, y por lo tanto vamos a ser transformados y vamos a subir con Cristo al Cielo a la Cena de las Bodas del Cordero. Pero en lo espiritual, al obtener el nuevo nacimiento subimos al Cielo, y nuestra ciudadanía es Celestial [Filipenses 3:20-21], de la Nueva Jerusalén. Así subimos al Cielo en lo espiritual.

Pero nos falta también en la parte física cuando seamos transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero con cuerpos eternos, jóvenes y glorificados. Por eso dice la Escritura en Apocalipsis, capítulo 19, versos *9 al 10, que son bienaventurados los que son convidados a la Cena de las Bodas del Cordero, van a ir a la Cena de las Bodas del Cordero con cuerpos glorificados, a la Cena, a la Fiesta más importante que en el Cielo se haya celebrado.

Esa será la Fiesta más grande de todas las fiestas que se hayan celebrado en el Cielo. Y yo estoy invitado, yo he sido convidado. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también que están aquí presentes y los que están allá en Venezuela, y los que están en Puerto Rico, y los que están en la República Mexicana, y los que están en las demás naciones escuchando en estos momentos la predicación del Evangelio de Cristo.

Hemos sido convidados a la Cena de las Bodas del Cordero, por lo tanto somos personas bienaventuradas. Estaremos con Cristo en la Casa de nuestro Padre Celestial, en la gran Cena de las Bodas del Cordero, que es la Cena de Boda, la Cena que está representada en la recepción que se hace en unas bodas; luego que se casa esa pareja de novios, luego se van a la recepción, a una fiesta, para celebrar ese matrimonio, esa unión, en donde el hombre y la mujer vienen a ser una sola carne.

Y con Cristo nos iremos a la Cena de las Bodas del Cordero para celebrar las Bodas del Cordero, en donde tendremos una misma carne: un cuerpo glorificado como el cuerpo glorificado de nuestro amado Señor Jesucristo; y entonces seremos una misma carne, una misma clase de cuerpo: cuerpo glorificado, eterno, inmortal y joven para toda la eternidad; y eso sí que hay que celebrarlo en el Cielo.

Esa es la meta: llegar a ser a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo: para eso es que Cristo les ha llamado. Ustedes luego de haber venido a los Pies de Cristo me dirán: “Quiero ser bautizado lo más pronto posible, ¿cuándo me pueden bautizar?” Por cuanto ustedes han creído de todo corazón, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y a vuestros familiares Cristo los traiga a Sus Pies y les dé también la salvación y Vida eterna, para que estén con ustedes en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador. En el Nombre del Señor Jesucristo.

Ese es el deseo más grande que podemos tener en favor de nuestros familiares: que vengan a los Pies de Cristo y Cristo les dé la Vida eterna, porque no hay nada más grande y más importante que la Vida eterna, y está en Jesucristo, al alcance de toda persona, recibiéndolo como su único y suficiente Salvador.

Ahora pregunto al Reverendo Salomón Cunha si hay agua: ¿Hay bautisterio? Hay bautisterio. ¿Hay ropas bautismales? Hay ropas bautismales también. ¿Hay ministros que les bautizarán? Hay también ministros que les bautizarán. ¿Hay personas que les ayudarán también? Hay personas también que les ayudarán. ¿Hay lugar dónde cambiarse de ropas? Hay vestidores, hay lugar donde cambiarse de ropas, y colocarse las ropas bautismales, y personas que les cuidarán sus ropas también? También hay personas que cuidarán de vuestras ropas en lo que ustedes serán bautizados.

Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, y entren al Reino de Dios. En el Nombre del Señor Jesucristo.

Los que están en otras naciones también pueden ser bautizados en estos momentos, pues allá también hay ropas bautismales, hay personas que les ayudarán y ministros que les bautizarán y también hay bautisterios. Por lo tanto, ustedes también que están a través de internet pueden ser bautizados en estos momentos en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, y entren al Reino eterno de Dios. En el Nombre del Señor Jesucristo.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de nuestro tema: “UN ENCUENTRO CON LA VIDA,” o sea, un encuentro con Cristo, que es la Vida, la Vida eterna para mí. ¿Y para quién más? Para cada uno de ustedes también.

Muchas gracias por vuestra amable atención amables amigos y hermanos presentes, y los que están a través de internet o del satélite en otras naciones.

Que Dios les continúe bendiciendo a todos. Dejo a cada ministro en cada nación para que continúe y les indique hacia dónde caminar para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Y aquí en Brasilia, República del Brasil, dejo al Reverendo Salomón Cunha para que les indique hacia dónde caminar los que han recibido a Cristo como Salvador, para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Con nosotros a continuación el Reverendo Salomón Cunha.

UN ENCUENTRO CON LA VIDA.”