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|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
| La Parábola del Buen Samaritano | 2005-06-07 | 1 | Ibagué | Tolima | CO | 00:00:00 | false |
Muy buenas noches, amables amigos presentes aquí en el Coliseo de Deportes, Colegio INEM, Ibagué, República de Colombia, y también los que están a través de la radio.
Que las bendiciones de Cristo nuestro Salvador sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y nos abra el corazón y nos hable directamente a nuestra alma. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Para esta ocasión leemos en el Evangelio según San Lucas, la parábola del buen samaritano, y dice en el capítulo 10 de San Lucas, verso 30 al 37:
“Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo.
Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.
Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia;
y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.
Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.
¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
El dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Vé, y haz tú lo mismo.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
En esta parábola del buen samaritano presentaremos a nuestro amado Señor Jesucristo como el buen samaritano.
“EL BUEN SAMARITANO.”
A través de la historia bíblica, encontramos que el ser humano antes era inmortal pero luego murió por una causa: porque pecó contra Dios al comer del árbol de ciencia del bien y del mal, del cual Dios le había dicho que no comiera de ese árbol de ciencia del bien y del mal, porque el día que de él comiera, ese día moriría, aquí está en Génesis, capítulo 2, verso 16 al 17, donde dice:
“Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer;
mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.”
Y ahora, el ser humano pecó contra Dios y murió. Encontramos en el capítulo 5 del Génesis, que luego Adán vivió 930 años pero luego murió.
En cuanto a un día delante del Señor... dice la Escritura que un día delante del Señor es como mil años y mil años como un día, en Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8 y en el Salmo 90, verso 4.
Pero ahora, veamos, Adán no pudo vivir más de un día delante de Dios, que son mil años. Un día delante de Dios para los seres humanos son mil años, y por consiguiente murió ese día delante de Dios, o sea, en ese milenio murió.
Pero en cuanto a la muerte inmediata también murió, murió a la Vida eterna el día que pecó contra Dios, y solamente le quedó vida temporal que se le terminó a los 930 años.
Por lo tanto, al ser humano representados todos allá en Adán y Eva les llegó la muerte, la muerte entró por el pecado, en la primera pareja humana que Dios colocó en la Tierra. La muerte entró por un hombre: por Adán a la raza humana.
Es como cuando usted tiene una semilla de algún producto de café o de aguacate, o de algún otro producto, y está contaminada con alguna plaga, usted siembra esa semilla, ¿y qué sucede con la planta que va a nacer? Estará también contaminada, tendrá esa plaga, ¿cómo entró a esa planta la plaga? Por la semilla.
Y la muerte entró a la raza humana por Adán, cuando pecó Adán y Eva allá en el Huerto del Edén, y así entró el pecado; y las consecuencias del pecado es la muerte. “Porque la paga del pecado es muerte.” [Romanos 6:23]
Y ahora, el ser humano, que era inmortal, que tenía Vida eterna, la perdió cuando pecó en el Huerto del Edén.
La serpiente, dice que le habló a Eva y engañó a Eva. La serpiente que en aquel tiempo era un animal que hablaba y caminaba, y era nada menos que el animal entre el chimpancé y el ser humano, el cual era el animal más parecido al ser humano; encontramos que no tenía alma (aunque tenía lugar para el alma), y allá en el lugar que tenía para el alma entró el diablo, y a través de ese animal le habló a Eva y engañó a Eva, y trajo el pecado de la raza humana.
Y así encontramos que la raza humana fue mordida por la serpiente causando el pecado, mordida por el pecado, y entró el veneno del pecado a la raza humana y por consiguiente el resultado fue la muerte, la muerte para la raza humana; y así la raza humana vino a ser mortal.
Pero encontramos que aunque la raza humana estaba como este hombre, que fue robado por ladrones y herido y dejado como muerto, así la raza humana estaba. Pero llegó Cristo nuestro Salvador como el Buen Samaritano y se compadeció de la raza humana, y murió por la raza humana para darle Vida eterna.
Cristo ha colocado en el ser humano que lo ha recibido como Salvador, el Aceite de Su Espíritu y el vino del gozo, del gozo producido por la Palabra revelada para el tiempo en que la persona vive.
Por lo tanto la persona al escuchar la Palabra revelada, el Evangelio de Cristo para el tiempo en que vive, y recibir a Cristo como Salvador, recibe el estímulo del gozo, recibe el vino del gozo divino.
Así ha sido para cada persona representada en aquel hombre que descendió de Jerusalén a Jericó, y fue herido en el camino. Así como ahora la raza humana fue herida allá en el Huerto del Edén, pero Cristo, el Buen Samaritano, vino para compadecerse de la raza humana, del ser humano y curar sus heridas, y pagar en el mesón; allí el buen samaritano pagó por todo lo que habían usado, y luego también dejó pagado también; cubría algo más, pero si gastaba algo más de lo que se había pagado, el buen samaritano dijo: “Me lo cargas a mi cuenta y cuando yo regrese, te pagaré.”
Ahora, Cristo encontramos que siendo el Buen Samaritano ha pagado toda nuestra deuda, y todos nuestros gastos, para ser sanados y ser restaurados a la vida, para que no muramos.
El hombre herido iba a morir. La raza humana, el ser humano iba a morir eternamente.
En el día en que Cristo estaba en el Getsemaní, allí fue el momento más decisivo de la vida de Jesús, Él decía: “Pasa de mí esta copa, si puede ser pasada; pero no se haga como yo quiero, mas como tú quieres.” Y Él tenía que tomar esa copa, morir por mí en la Cruz del Calvario para yo poder vivir. ¿Y por quién más? Por cada uno de ustedes también.
Por lo tanto, cuando Cristo murió en la Cruz del Calvario, lo cual Él sabía, porque Él había venido con esa misión divina a la tierra: de poner Su vida por todas las ovejas que el Padre le dio para que les dé Vida eterna; por lo tanto, Él sabía que tenía que morir y que no había otra forma en que la raza humana pudiera continuar viviendo.
La raza humana estaba a punto de ser destruida, pero Cristo cuando murió, el día en que la raza humana tenía que morir, murió Cristo por todos nosotros.
Vean, esto está tipificado allá en Egipto, cuando Dios le dijo a Moisés que aquella noche de la pascua que vendría, Dios visitaría a Egipto, y todo primogénito moriría en Egipto: desde el hijo del rey hasta el hijo del esclavo y del que estaba en la cárcel, y también los primogénitos de los animales. Todos los primogénitos tenían que morir en la noche de la pascua.
Y eso es tipo y figura de lo que tenía que suceder en la noche de la pascua. Pero vean, Dios ordenó a Moisés que le ordenara al pueblo hebreo que sacrificara un cordero de un año, sin defecto, y colocaran la sangre de ese cordero en el dintel y los postes de los hogares hebreos, y asaran ese cordero y lo colocaran dentro de sus hogares y lo comieran durante la noche de la pascua; porque durante la noche de la pascua, a la media noche vendría el juicio divino, la muerte visitaría a Egipto y todos los primogénitos en Egipto morirían.
Ahora, encontramos que en la víspera de la pascua murió el cordero pascual, y Cristo murió en la víspera de la pascua también. En la víspera de la pascua también durante la noche Cristo tomó la Santa Cena con Sus discípulos, y les dijo en el capítulo 26 de San Mateo, versos 26 en adelante:
“Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.
Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;
porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.”
Y ahora, con la muerte de Cristo y Su Sangre derramada en la Cruz del Calvario, los pecados del ser humano serían quitados, serían limpios de todo pecado los seres humanos, y ahora la muerte que tenía que venir sobre todos los primogénitos, que tenía que venir sobre la raza humana, vino sobre Jesucristo.
Por lo tanto, nosotros somos representados en Cristo: Cristo muriendo al tomar nuestros pecados y por consiguiente murió por nosotros, murió como pecador, aunque Él no tenía pecado, pero murió por y con nuestros pecados, para quitar el pecado del mundo.
Juan el Bautista cuando vio a Jesús, en el capítulo 1 de San Juan, verso 29, dijo:
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”
El único que podía quitar el pecado del mundo, el único que podía quitar el pecado de la raza humana, el único que podía tomar la raza humana, el ser humano y curarlo (pues la raza humana había sido herida de muerte).
Y ahora, el único que podía curar la raza humana era nuestro amado Señor Jesucristo.
Vean aquí en Isaías, capítulo 53, dice (verso 4 en adelante):
“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.
Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.”
Isaías está hablando del Mesías, y cuando Jesús vino cumplió esas profecías muriendo por mí. ¿Y por quién más? Por cada uno de ustedes también en la Cruz del Calvario.
Luego nos dice del verso 7 en adelante. Sigue diciendo aquí:
“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.
Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido.
Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.
Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.”
Aquí nos muestra que el Mesías pondría Su vida en expiación por el pecado, por el pecado del ser humano. Sigue diciendo:
“Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos.
Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.”
Y ahora, Cristo llevó nuestros pecados y por Su llaga fuimos nosotros curados; y así al creyente en Cristo de todos los tiempos representado en aquel hombre, que bajó de Jerusalén a Jericó, y fue asaltado, fue atacado por ladrones y le robaron y le hirieron, y le dejaron como muerto.
Así también quedó la raza humana, cuando el ladrón más grande que existe, el cual veamos aquí cuál es... Cristo lo identifica, por lo tanto vamos a identificarlo también. En San Juan, capítulo 10, verso 10, Cristo dice:
“El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir.”
Ahí se refiere al diablo, y por eso también los ladrones van para hurtar y para matar, cuando se ven en apuros matan a sus víctimas, los destruyen, pero Cristo dice:
“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.”
Y ahora, Cristo es el que nos da la Vida eterna, el que cura nuestras heridas y nos limpia con Su Sangre de todo pecado y nos da el aceite del Espíritu Santo, y nos da el vino del estímulo, del gozo por la revelación de Su Palabra.
Por lo tanto, el hombre herido es el ser humano. Cada uno de nosotros fuimos heridos allá cuando estábamos representados en Adán y Eva.
El diablo, el ladrón vino para robarle la bendición que Dios le había dado al ser humano: el planeta Tierra con todo lo que tiene el planeta Tierra; le robó la herencia y le quitó también la vida, la Vida eterna; y solamente le quedó al ser humano vida temporal, que eso muestra que quedó casi muerto.
Porque el ser humano al tener una vida temporal que le dura en la actualidad alrededor de cien años, porque la mayoría de las personas ni llegan a cien años, vean esos es estar aquí vivos, pero con una vida que es tan corta que eso es estar casi muertos.
Pero Cristo vino para que tengamos vida y vida en abundancia, lo cual es Vida eterna. Cristo vino para que no muramos sino que vivamos eternamente en el Reino de Dios, para lo cual nos dice la Escritura en San Juan, capítulo 3, verso 16 en adelante:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
El que cree en Cristo no se perderá, no morirá eternamente, sino que vivirá eternamente con Cristo en el Reino de Dios.
“Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.”
El ser humano es condenado si no cree en Jesucristo; o sea, que el ser humano es condenado y echado en el lago de fuego y dejará de existir por no creer en Cristo, por ser incrédulo a Cristo; y el ser humano que se salva, que vivirá eternamente, es porque cree en Cristo, lo recibe como su único y suficiente Salvador.
Vean aquí en San Juan, capítulo 3, verso 36, dice:
“El que cree en el Hijo tiene vida eterna.”
¿Qué tiene, qué recibe el que cree en el Hijo de Dios, en Jesucristo? Vida eterna.
“...pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida (no verá la Vida eterna, no vivirá eternamente), sino que la ira de Dios está sobre él.”
Y la ira de Dios al estar sobre la persona significa entonces que la persona no podrá vivir eternamente.
En el sacrificio que el pueblo hebreo efectuaba el día diez del mes séptimo de cada año, el cual efectuaba el sumo sacerdote y llevaba la sangre de ese sacrificio al lugar santísimo, a la presencia de Dios, vean lo que aquí está señalado, para que tengan el cuadro claro; porque este sacrificio es tipo y figura del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario. Capítulo 23 de Levítico, versos 26 al 29, dice:
“También habló Jehová a Moisés, diciendo:
A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.
Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.
Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.”
Toda persona que no se afligía en su alma por haber pecado contra Dios y no pedía perdón a Dios por sus pecados, quedaba condenada, la ira de Dios caía sobre esa persona y moría, porque no creyó en el sacrificio de la expiación por el pecado, y no quedó reconciliado con Dios.
Aquel sacrificio representa el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, para que todo aquél que en Él cree no se pierda mas tenga Vida eterna.
Toda persona que escucha la predicación del Evangelio de Cristo y cree en Cristo como su único y suficiente Salvador, porque nace la fe de Cristo en su alma, esa persona da testimonio público de su fe en Cristo recibiéndolo como su único y suficiente Salvador, y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, arrepentido de sus pecados, afligido en su alma por haber pecado contra Dios; y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en la persona el nuevo nacimiento, y así la persona entra a la Vida eterna, entra al Reino eterno de Cristo.
Recuerdan a Cristo hablándole a Nicodemo, le dijo:
“De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.” (San Juan, capítulo 3, versos 3 al 7*).
Y ahora, para entrar al Reino de Dios hay que nacer de nuevo para así entrar a la Vida eterna, y eso es escuchando la predicación del Evangelio de Cristo y creyendo en Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, eso es nacer del Agua, y nacer del Espíritu es recibir el Espíritu de Cristo y obtener así el nuevo nacimiento.
Por lo tanto, las personas que reciben el Espíritu de Cristo son los que reciben a Cristo como su único y suficiente Salvador y son bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo les bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce el nuevo nacimiento en esas personas, y entran al Reino de Dios, quedan curados, quedan sanados de la herida mortal que el diablo produjo en la raza humana.
Y por lo tanto quedan libres del veneno del pecado, porque la Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado, y nos da el aceite de Su Espíritu Santo, y el Agua del gozo, el vino del gozo, del gozo por la revelación de la Palabra que nos es dada, en donde nos es dado a conocer, todo el Programa Divino y todas las bendiciones divinas para los creyentes en Cristo.
Por lo tanto, todo ser humano está tipificado en el hombre herido de muerte, que fue robado por los ladrones; y el buen samaritano es nuestro amado Señor Jesucristo, que se compadeció de nosotros.
Toda persona que ha recibido a Cristo como su Salvador y afligido en su alma por haber pecado contra Dios, ha pedido perdón a Cristo por sus pecados, y ha sido bautizado en agua en Su Nombre; y Cristo le ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, ha sido sanado por Cristo, el Buen Samaritano, al cual le agradecemos que haya tenido Misericordia de nosotros y haya muerto en la Cruz del Calvario por mí. ¿Y por quién más? Por cada uno de ustedes también.
Cristo es el Buen Samaritano que fue movido a Misericordia para no dejar que muriéramos eternamente, sino curar la herida mortal que el diablo produjo en la raza humana, y darnos la Vida eterna.
Por lo tanto, Jesucristo nuestro Salvador es el Buen Samaritano; así como el Salvador de aquel hombre herido ¿quién fue? El buen samaritano.
Por lo tanto, Jesucristo es el Buen Samaritano, el cual murió por nosotros en la Cruz del Calvario. Él se compadeció de mí y ha curado mis heridas, y me ha dado el aceite de Su Espíritu Santo y el vino del gozo por la revelación de Su Palabra. ¿Y a quién más? A cada uno de ustedes también.
Si hay alguna persona que todavía no ha sido sanada de las heridas del pecado y de la muerte, en esta ocasión Jesucristo nuestro Salvador tiene compasión de usted.
Por lo tanto, tiene la oportunidad de venir a los Pies de Cristo dando testimonio público de vuestra fe en Cristo, porque la fe viene por el oír la Palabra de Dios; y ya usted ha escuchado la Palabra, de Dios, el Evangelio de Cristo, ya nació la fe de Cristo en su alma y ya usted está creyendo en Cristo de todo corazón.
Y ahora, tiene la oportunidad de dar testimonio público de su fe en Cristo, porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
Ahora, tiene la oportunidad, privilegio y derecho a dar testimonio público de su fe en Cristo recibiéndole como vuestro único y suficiente Salvador, para que Él le perdone, con Su Sangre le limpie de todo pecado, sea bautizado en agua en Su Nombre, y Él le bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento, y así usted nazca a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador.
Cristo dijo en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Tan simple como eso. Es un asunto de fe, de creer en Cristo para ser salvo y vivir eternamente con Cristo en Su Reino, o de no creer en Cristo para la persona ser condenada y ser echada en el lago de fuego y dejar de existir, pierde el derecho a vivir eternamente la persona que no cree en Cristo y no lo recibe como su único y suficiente Salvador.
Pero todos queremos vivir eternamente con Cristo en Su Reino, para lo cual lo recibimos como nuestro único y suficiente Salvador. Pueden venir a los Pies de Cristo, los que todavía no lo habían hecho, para que Cristo les reciba en Su Reino y les dé la salvación y Vida eterna.
El Señor Jesucristo: el Buen Samaritano.
En el Buen Samaritano está tipificado nuestro amado Señor Jesucristo que ha tenido Misericordia de nosotros. Pueden continuar viniendo, Dios tiene mucho pueblo en esta ciudad de Ibagué, República de Colombia.
Y Cristo como el Buen Samaritano está para darles la Vida eterna, es para poder continuar viviendo eternamente que recibimos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador. No puede el ser humano ser reconciliado con Dios y obtener la Vida eterna, a menos que sea a través de Cristo. Cristo es entonces la solución para el ser humano.
Todo ser humano desea vivir eternamente y por consiguiente necesita conocer el secreto de cómo obtener la Vida eterna: el secreto está en Jesucristo. En Primera de Juan, capítulo 5 nos dice de la siguiente manera, capítulo 5, versos 10 al 13, dice, Primera de Juan, capítulo 5, verso 10 al 13, dice:
“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.
Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.”
¿Dónde está la Vida eterna que tanto anhela el ser humano? En Jesucristo. Cristo es la Fuente del Agua de la Vida eterna, y por eso Él dijo en una ocasión en San Juan, capítulo 7, versos 37 al 39:
“Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.
El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.
Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.”
A la mujer samaritana también Cristo le dijo algo muy importante con relación a la Vida eterna. Eso está en San Juan, capítulo 4, verso 14, dice:
“Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.”
Cristo es la Fuente del Agua de la Vida eterna, lo cual fue tipificado en la roca que hirió Moisés con su vara, y la roca le dio aguas al pueblo.
Si el pueblo no obtenía agua moriría de sed, pero la roca herida dio agua para el pueblo. Y Cristo nos da el Agua de la Vida eterna, que es el Espíritu Santo. Por eso en Apocalipsis, capítulo 22 y 21, nos habla del Agua de la Vida. Dice en el capítulo 22, verso 17, dice:
“Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.”
Es gratuita el Agua de la Vida eterna. Ninguna persona podría pagar el precio del Agua de la Vida eterna para vivir eternamente, por lo tanto es gratuita para el pobre y para el rico, para todo ser humano.
En Apocalipsis, capítulo 21, verso 6, dice:
“Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.”
Gratuitamente Cristo le da de la Fuente del Agua de la Vida a toda persona que tiene sed del Agua de la Vida eterna para vivir eternamente.
Por esa causa ustedes están aquí en esta noche: porque ustedes tienen sed del agua de la Vida eterna, ustedes tienen sed del Espíritu de Dios para recibir la Vida eterna y vivir con Cristo en Su Reino eterno.
Por lo tanto, ustedes en esta noche tienen el Agua de la Vida eterna para tomar y obtener la Vida eterna. Cristo es la Roca, la Fuente del Agua de la Vida eterna, Su Espíritu es el Agua de la Vida eterna.
Por eso Cristo ordenó ir por todo el mundo predicando el Evangelio a toda criatura, y el que creyere y fuere bautizado será salvo, mas el que no creyere será condenado.
En el libro de los Hechos, también San Pedro... mientras llegan los que vienen de camino, vamos a leer este pasaje aquí, capítulo 2 del libro de los Hechos, versos 36 en adelante dice San Pedro predicando el Día de Pentecostés:
“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.”
Por lo tanto, el Espíritu Santo es para toda persona que Dios llame, Dios lo llame a Su Reino para darle la salvación y Vida eterna.
Por lo tanto, cuando la persona escucha la predicación del Evangelio de Cristo, Cristo está llamando las almas, llamándolas a Su Reino; y cuando la persona responde a ese llamado porque nace la fe de Cristo en su alma, la persona cree de todo corazón en Cristo y da testimonio público con su boca de su fe en Cristo, recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador, y Cristo le recibe en Su Reino, la persona es bautizada en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Cristo con Su Sangre lo limpia de todo pecado a la persona, y lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en la persona el nuevo nacimiento, y así la persona obtiene la salvación y Vida eterna; porque el Hijo del Hombre para eso vino: vino para buscar y salvar lo que se había perdido: seres humanos, personas que estaban heridas con el pecado. Y por cuanto la paga del pecado es muerte, estaban muertos a la Vida eterna y condenados a la segunda muerte que es el lago de fuego. Pero apareció Cristo en la escena como el Buen Samaritano y se compadeció de nosotros.
Todavía pueden continuar viniendo los que faltan por venir a los Pies de Cristo, pues Cristo como el Buen Samaritano se ha compadecido de todos nosotros.
“A Cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.
Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.” (San Mateo, capítulo 10, versos 32 al 33).
Si le damos la espalda a Cristo, Él nos negará delante de nuestro Padre Celestial; si lo confesamos públicamente (a Cristo) como nuestro único y suficiente Salvador, Cristo nos confiesa delante de nuestro Padre Celestial como creyentes en Cristo en Él, y como personas que hemos perdido perdón a Él por nuestros pecados, y Él nos ha perdonado y con Su Sangre nos ha limpiado de todo pecado, y somos bautizados en agua en Su Nombre, y Él nos bautiza con Espíritu Santo y fuego y nos da el agua de la Vida eterna, Su Espíritu Santo, y así obtenemos la Vida eterna para vivir con Cristo en Su Reino por toda la eternidad.
En las demás naciones que están a través de internet o del satélite o de algún otro medio de comunicación, pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo, para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo.
Los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de nuestro amado Señor Jesucristo.
Todavía siguen viniendo más personas, por eso estamos esperando unos segundos en lo que llegan todos los que faltan por venir. Dios tiene mucho pueblo aquí en la ciudad de Ibagué, República de Colombia, y los está llamando por medio de Su Evangelio, para darles la salvación y Vida eterna.
En los demás países también pueden continuar viniendo a los pies de Cristo, porque Cristo tiene lugar para ustedes también aunque están en otras naciones.
Todos los que están allá en los diferentes países de la América latina, del Caribe, de Norteamérica, del Canadá, de Europa, del Japón, del África y demás naciones, pueden continuar viniendo a los Pies de nuestro amado Señor Jesucristo, para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo.
Todavía vienen más personas a los Pies de Cristo, y los estamos esperando, pues es Cristo el Buen Pastor el que los está llamando.
Usted está aquí en esta actividad o está escuchando a través de la televisión, de la radio o de algún otro medio de comunicación o a través del satélite o de internet en los diferentes países, porque el nombre de ustedes está escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida, y Él les está llamando.
Por eso es que Dios les guió para estar aquí presentes o a través de la radio, o de la televisión o de internet o del satélite: para escuchar la predicación del Evangelio de Cristo y obtener ese llamado de Cristo.
Todavía pueden venir las personas que faltan por venir a los Pies de Cristo, para que queden incluidos en esta oración.
Hay personas que son un poco tímidas, y algunas veces le da timidez y vergüenza venir a los Pies de Cristo. Pero Cristo dijo:
“El que se avergonzare delante de mí, yo me avergonzaré de él delante de mi Padre.”
No podemos avergonzarnos de Cristo. Todos queremos la Vida eterna y no hay otro lugar en donde esté la Vida eterna, solamente hay UNO y ese lugar es nuestro amado Señor Jesucristo.
Todavía vienen más personas de camino, por eso estamos esperando unos segundos, ya vamos a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo, vamos a estar puestos en pie, si falta todavía alguna persona puede venir para que quede incluida en esta oración que estaré haciendo por todos.
Vamos a estar todos puestos en pie para orar, puede venir si falta alguna persona; y los niños de diez años en adelante, también pueden venir a los Pies de Cristo, pues ya tienen conocimiento del bien y del mal, y pueden venir a los Pies de Cristo arrepentidos de sus pecados, para que Cristo les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado, y puedan ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y para que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca el nuevo nacimiento en ustedes, niños de diez años en adelante.
Todavía vienen más personas de camino, porque Dios tiene mucho pueblo en esta ciudad y Él los está llamando. “Si oyes hoy Su Voz, no endurezcáis vuestros corazones,” dice San Pablo en Hebreos, capítulo 3, verso 7; y Hebreos, capítulo 4, 7.
Vamos todos a estar listos para orar, los que están en otras naciones, también si falta alguno por venir, puede venir para que quede incluido en esta oración que estaré haciendo en la cual ustedes estarán dando testimonio público de vuestra fe en Cristo.
Vamos ya a levantar nuestras manos a Cristo al Cielo, para orar. Si falta todavía alguna persona puede venir, vamos todos los que están en otras naciones también a tener sus manos levantadas a Cristo al Cielo. Vamos a cerrar nuestros ojos y vamos a orar, y repitan conmigo esta oración que haré por ustedes. Nuestros ojos cerrados.
Señor Jesucristo, vengo a Ti creyendo en Ti de todo corazón luego de haber escuchado la predicación de Tu evangelio. Creo en Tu Primera Venida, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por mis pecados; y doy testimonio público de mi fe en Ti reconociendo que soy pecador y necesito un Salvador.
Señor Jesucristo, creo en Ti de todo corazón, doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador.
Señor Jesucristo, Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y produzcas en mí el nuevo nacimiento. Quiero nacer en tu Reino eterno, quiero vivir eternamente Contigo en Tu Reino.
Señor Jesucristo, en Tus manos encomiendo mi alma, salva mi alma Señor Jesucristo. Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y todos con nuestras manos levantas al Cielo a Cristo, decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes escucharon la predicación del Evangelio de Jesucristo, y nació la fe de Cristo en vuestra alma, y dieron testimonio público de vuestra fe en Cristo recibiéndole como vuestro único y suficiente Salvador, pues Él dijo:
“El que creyere y fuere bautizado, será salvo.”
Y ustedes ya han creído. Y ustedes me dirán: “Todavía me falta ser bautizado en agua en Su Nombre. ¿Cuándo me pueden bautizar. Quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo lo más pronto posible.
Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados en agua en estos momentos, para lo cual pregunto al ministro si hay agua: Hay agua, hay bautisterios. ¿Hay también ropas bautismales? Hay ropas bautismales también para que no mojen las ropas de ustedes sino que se cambien de ropas, se coloquen las ropas bautismales y sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
¿Hay personas que les ayudarán también? Hay personas que les ayudarán también para que puedan llegar hasta el lugar de los vestidores. ¿Hay vestidores también? Hay vestidores también. ¿Y hay ministros también que les bautizarán? Hay ministros que les bautizarán también. Hay personas también que cuidarán de vuestras ropas en el lugar donde ustedes las van a dejar, en lo que serán bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, en estos momentos.
Y que Jesucristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Y a vuestros familiares Cristo los traiga a Sus Pies y les dé también la salvación y Vida eterna, para que estén con ustedes en el Reino eterno de Cristo viviendo por toda la eternidad. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y ahora, dejo al Reverendo aquí Francisco Torres, para que les indique hacia dónde caminar, para cambiarse de ropas, colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Muchas gracias por vuestra amable atención amables amigos y hermanos presentes aquí en El Coliseo de Deportes, Colegio INEM de Ibagué, Colombia, y también a los que están a través de la radio, y también a los que están a través de internet y del satélite en otras naciones.
Que Dios les continúe bendiciendo a todos.
Con nosotros el Reverendo Francisco Torres para continuar.
Los que están a través de la radio no se retiren, para que continúen escuchando, y también obtengan teléfono y dirección donde ustedes pueden llegar para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Que Dios les continúe bendiciendo a todos.
Los que están en otras naciones, dejo al ministro encargado en cada nación, para continuar. También pueden ser bautizados en las demás naciones los que recibieron a Cristo como su único y suficiente Salvador.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos.
“LA PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO.”