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El Templo de Dios 2005-06-05 1 Bogotá D.C. Cundinamarca CO 00:00:00 false

Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes, y los que están a través de internet y también a través del satélite y a través de algún otro medio de comunicación; es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

Para lo cual leemos en el libro del Apocalipsis, capítulo 11, verso 15 al 19, donde dice:

El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos.

Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios,

diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado.

Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra.

Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema para esta ocasión es: “EL TEMPLO DE DIOS.”

En este pasaje hemos leído en el verso 19:

Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo.”

El Templo de Dios en el Cielo es el lugar donde está el Trono de Dios, y donde nuestro amado Señor Jesucristo está sentado a la Diestra de Dios y está como Sumo Sacerdote haciendo intercesión con Su Sangre, por toda persona escrita en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, que lo recibe como su único y suficiente Salvador.

Ahora, siendo que las Escrituras nos hablan de un Templo en el Cielo, y también nos hablan las Escrituras de un templo que construyó el rey Salomón aquí en la Tierra y de un tabernáculo que construyó el Profeta Moisés, y también las Escrituras nos hablan de que los creyentes en Cristo somos templo de Dios.

Ahora, todo esto que ha sido un misterio, todo es sencillo: en el Cielo está el Templo de Dios y allí está Su Trono también. Dios es Rey y Sacerdote, y por consiguiente el orden que está allá en ese Templo Celestial, es el Orden de Melquisedec, o sea, el Orden de Dios, el cual es Rey y Sacerdote, y Él también es Juez de toda la Tierra y de todo el Universo.

Y ahora, encontramos que Dios le mostró al Profeta Moisés en el Monte Sinaí, el diseño del tabernáculo que Moisés tenía que construir; y luego San Pablo hablándonos acerca de ese tabernáculo que construyó el Profeta Moisés, nos dice de la siguiente manera en Hebreos, capítulo 9, verso 18 en adelante, dice:

De donde ni aun el primer pacto fue instituido sin sangre.

Porque habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el mismo libro y también a todo el pueblo,

diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado.

Y además de esto, roció también con la sangre el tabernáculo y todos los vasos del ministerio.

Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.

Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos.”

Y ahora, el tabernáculo que construyó el Profeta Moisés y las cosas que estaban en ese tabernáculo terrenal, eran la sombra, eran los tipos y figuras de las cosas celestiales, de las cosas que están en el Templo Celestial, donde Dios está sentado en Su Trono; y donde luego que Cristo murió, resucitó y subió, ascendió al Cielo, se sentó a la diestra de Dios, y ha estado como Sumo Sacerdote haciendo intercesión por los seres humanos que arrepentidos de sus pecados reciben a Cristo como su único y suficiente Salvador, porque Jesucristo es la única esperanza para el ser humano. Todo eso fue tipificado allá en el tabernáculo que construyó Moisés y en el templo que construyó el rey Salomón.

El día diez del mes séptimo de cada año, se ofrecía el sacrificio de la expiación por los pecados del pueblo, se sacrificaba un macho cabrío por Jehová; el sumo sacerdote lo sacrificaba, tomaba la sangre en una vasija y entraba al lugar santísimo de ese tabernáculo o templo terrenal, y esparcía con su dedo siete veces sobre el propiciatorio.

Y luego que él concluía sus labores de ese día, ya en la tarde, bien entrada la tarde, él había ya entrado unas cuantas veces al lugar santísimo; y ya cuando salía por última vez, cuando el pueblo lo veía salir, se llenaba de gozo, porque había quedado el pueblo perdonado y sus pecados habían quedado cubiertos con la sangre de aquel sacrificio, y había quedado el pueblo, había quedado reconciliado con Dios para vivir un año más.

Así tenía el sumo sacerdote que hacer cada año, porque los animales no son perfectos por cuanto no tienen alma, y por consiguiente los sacrificios de animales no son sacrificios perfectos, el espíritu del animal no puede venir al creyente.

Pero esos sacrificios de animales solamente eran el tipo y figura, la sombra, tipificaban un Sacrificio Perfecto que vendría más adelante, el cual sería realizado por el Mesías Príncipe que vendría al pueblo hebreo para morir por el ser humano, para llevar nuestros pecados y por consiguiente morir como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.

De esto fue que habló el Profeta Isaías, en el capítulo 53, verso 10, cuando dijo, hablando del Mesías:

Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.”

Y aquí leímos: “Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado.” ¿Ven? El Mesías en Su Primera Venida tenía que poner Su vida en Expiación por nuestros pecados, y por consiguiente tenía que morir en lugar del pecador; y ése sería el Sacrificio perfecto por los pecados de los hijos de Dios.

En Daniel también, la profecía de Daniel, del capítulo 9, nos dice... capítulo 9, aquí el Arcángel Gabriel le está hablando al Profeta Daniel, y le dice... capítulo 9, verso 21 en adelante, dice:

Aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde.

Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo: Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento.

Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. Entiende, pues, la orden, y entiende la visión.

Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.

Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.

Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones.”

Y ahora, aquí nos habla de las setenta semanas que están determinadas sobre el pueblo hebreo, y nos dice que el pecado será quitado, se le pondrá fin al pecado y se expiará la iniquidad.

Para expiar la iniquidad tiene que efectuarse un sacrificio, y aquí cuando nos dice: “Y después de las sesenta y dos semanas;” antes de las sesenta y dos semanas hay siete semanas, y después sesenta y dos semanas, ya son sesenta y nueve semanas, después de las sesenta y nueve semanas viene la semana número setenta. Recuerden que son semanas de años, y luego en esta semana número setenta la vida al Mesías le será quitada.

Ya estas semanas se cumplieron, y solamente falta la mitad de la semana número setenta, que son tres años y medio que corresponden al tiempo en que Dios tratará con el pueblo hebreo nuevamente, y en donde el Espíritu de Dios regresará al pueblo hebreo.

El Mesías Príncipe murió a la mitad de la semana número setenta, y la muerte del Mesías Príncipe fue la muerte de Jesús en la Cruz del Calvario, murió llevando nuestros pecados, y por consiguiente murió en lugar de nosotros, para así quitar el pecado y poder darnos Vida eterna.

Por esa causa es que cuando la persona recibe a Cristo como su único y suficiente Salvador, se identifica con Cristo, y por consiguiente está en Cristo dos mil años atrás el pecado de todos nosotros ya juzgado, condenado y todo.

Cristo pagó por nuestros pecados, por lo tanto, ahora el ser humano puede quedar libre de sus pecados dando una mirada de fe a Cristo, y reconociendo que ya Cristo pagó los pecados.

Es como cuando una persona tiene una deuda, y un hermano suyo la paga, y es una deuda del banco; cuando usted llega al banco a pagar, le dicen: “Ya su deuda está pagada.” Usted puede decir: “Yo no la pagué, por lo tanto tengo que pagarla.” Pero su hermano mayor la pagó. No le pueden cobrar por la deuda suya, porque ya fue pagada.

Y ya la deuda nuestra fue pagada por Cristo en la Cruz del Calvario, y dice San Pablo: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es.” Y también nos dice que no hay ninguna condenación para los que están en Cristo.”

Ya el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados fue efectuado dos mil años atrás en la Cruz del Calvario, para que usted y yo podamos estar libres del pecado y del juicio divino, de la ira de Dios, porque la ira viene por el pecado. “Porque la paga del pecado es muerte; mas la dádiva de Dios es Vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” Romanos, capítulo 6, verso 23.

Por lo tanto, Cristo ya murió por nosotros en la Cruz del Calvario, y luego que resucitó subió al Cielo, entró al Templo Celestial y entró al Lugar más importante del Templo Celestial: el Lugar Santísimo, donde está el Trono de Dios; y entró allí como Sumo Sacerdote llevando Su propia Sangre, para con Su propia Sangre hacer intercesión por nosotros.

Así como lo hacía el sumo sacerdote en el templo terrenal que construyó Salomón y en el tabernáculo terrenal que construyó el Profeta Moisés. Ya no existe el tabernáculo que construyó Moisés y tampoco existe el templo que construyó el rey Salomón.

Y ahora, es en el Templo Celestial donde todo está funcionando desde que Cristo subió al Cielo y se colocó allá como Sumo Sacerdote haciendo intercesión, ya no se necesitan templos terrenales donde se efectúen sacrificios con animalitos, porque ya eso era el tipo y figura allá en el Antiguo Testamento.

Y ahora, ya en el Templo Celestial está la Sangre del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario; el Sacrificio que Él hizo en la Cruz del Calvario, ahora la Sangre de ese Sacrificio está en el Cielo, en el Templo Celestial, en el Templo de Dios.

Y ahora, allá no entra sacerdote terrenal a ese Templo Celestial para hacer intercesión, porque el Orden Sacerdotal de ese Templo Celestial es el Orden de Melquisedec, del cual Jesucristo es el Sumo Sacerdote que intercede por nosotros ante Dios.

Ese Orden Sacerdotal del Templo Celestial, está allí y ha estado allí eternamente, es el Orden de Melquisedec, el cual es Dios, el cual se le apareció a Abraham en forma visible, y apareció como Rey de Salem, Rey de Paz, Rey de Justicia y Sacerdote del Dios Altísimo, el cual no tiene principio de días ni fin de tiempo. Es Dios.

Él le apareció a Abraham en Su cuerpo angelical llamado el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el cual también le apareció a diferentes Profetas a través de toda la historia del Antiguo Testamento.

Ese Ángel de Jehová es la imagen visible de Dios en otra dimensión; y Dios manifestado en Su Ángel: el Ángel de Jehová, le apareció como Melquisedec y le dio pan y vino a Abraham.

Luego, más adelante encontramos que el Orden de Melquisedec allá en el Cielo, tuvo acá en la Tierra una representación, o sea, un orden sacerdotal terrenal que era tipo y figura del Orden Sacerdotal Celestial.

Ese orden terrenal fue el orden Levítico, del cual Aarón fue el sumo sacerdote; y los hijos de Aarón y descendientes de Aarón eran los sumos sacerdotes; cuando moría uno era colocado otro. Y también los sacerdotes que estaban trabajando con el sumo sacerdote eran también descendientes de Aarón; y luego también hubo otro grupo de sacerdotes que eran familia de Aarón, porque eran descendientes de Coat; luego los levitas, y así por el estilo.

O sea, hay un orden levítico establecido en la Tierra que es tipo y figura del Orden Sacerdotal Celestial de Melquisedec, pues todo lo que estaba en el tabernáculo que construyó Moisés y en el Templo que construyó el rey Salomón, solamente era el tipo y figura de las cosas celestiales.

Ahora, vean aquí lo que nos dice el Apóstol Pablo en Hebreos, capítulo 7, versos 6 en adelante, dice:

Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos (o sea, no es contada de entre los levitas), tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas.

Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor.

Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive (o sea, de uno que no muere, el cual es Melquisedec).

Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos;

porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.

Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón?

Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley.”

Y ahora, el sacerdocio ha sido cambiado; el sacerdocio levítico ha sido cambiado, y ahora el que está vigente para los seres humanos es el Sacerdocio de Melquisedec, que es el Sacerdocio del Templo Celestial.

Y Dios que es Rey, Sacerdote y Juez de Su Reino, a través de Su Ángel, el Ángel del Pacto, se ha manifestado eternamente; y a través de Su Ángel, el cual es Cristo en Su cuerpo angelical, creó los Cielos y la Tierra; y a través de ese Ángel de Jehová le apareció a Abraham y también le apareció a muchos otros hombres de Dios.

Por lo tanto, ese Ángel de Jehová el ministerio que tenía, tiene y tendrá eternamente, es el ministerio de Melquisedec manifestado en Él, el ministerio de Dios como Sacerdote y Rey.

Por eso a través de Su Ángel, el Ángel de Jehová, fue manifestado en el Antiguo Testamento y le apareció a Abraham; todavía no tenía un cuerpo de carne, pero le aparecía en Su cuerpo angelical a diferentes Profetas.

Pero luego conforme al Programa Divino el Ángel de Jehová vendría a la Tierra en medio del pueblo hebreo en carne humana, para lo cual una virgen estaba señalada en la profecía que concebiría y daría a luz un hijo, y sería llamado Emanuel, que traducido es: “Dios con nosotros.”

Esa profecía se cumplió, la cual es de Isaías, capítulo 7, verso 14, se cumplió en el nacimiento de nuestro amado Señor Jesucristo. Ese es Emanuel, Dios con nosotros, Dios manifestado en carne humana en la persona de Jesús.

Y ahora, encontramos que Jesús vino a ser Sumo Sacerdote del Templo Celestial según el Orden de Melquisedec; por lo tanto, ahora Jesús, en Jesús está Dios el Padre y está el Ángel de Jehová, está en Él el Espíritu de Dios, y por consiguiente el Orden Sacerdotal de Melquisedec está manifestado en Jesús como Sumo Sacerdote en el Templo Celestial.

Ese Orden de Melquisedec es el Orden Celestial del Cielo, de Dios, y por consiguiente es ese el Orden donde está Dios como Rey, como Sacerdote y también como Juez; y todo eso, vean ustedes, lo colocó Dios en Jesús, pues ya Jesucristo resucitó y está glorificado, y en Él está Dios, y estará por toda la eternidad.

Pero el Orden de Melquisedec no tiene un solo Sacerdote, solamente tiene un Sumo Sacerdote, pero hay otros Sacerdotes en ese Orden, que serían manifestados, y por consiguiente siendo que es un Orden Celestial, un Orden del Templo Celestial, esos que pertenecen a ese Orden Celestial Sacerdotal, vean aquí quiénes son, para que tengamos el cuadro claro y comprendamos el Programa Divino que Dios ha estado llevando a cabo.

En Primera de Pedro, capítulo 2, nos dice de la siguiente manera, y vamos a leerlo, dice San Pedro en el verso 9 al 10, dice:

Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.”

Y ahora, ¿de qué orden somos Real sacerdocio? Del Orden Celestial de Melquisedec, no del orden Levítico, porque para ser sacerdote del orden Levítico la persona tiene que ser un descendiente de Leví; pero ahora, veamos aquí de este Orden Celestial del Templo Celestial, en Apocalipsis, capítulo 1, versos 5 al 6, dice:

Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,

y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.”

Y ahora, dice que nos lavó con Su Sangre, nos lavó de nuestros pecados con Su Sangre y nos hizo Reyes y Sacerdotes para Dios, Reyes y Sacerdotes para Dios, para ese Orden Celestial de Melquisedec; de ese Orden es que somos Reyes y Sacerdotes.

Vean también aquí en el capítulo 5, versos 8 en adelante del Apocalipsis, dice:

Y cuando hubo tomado el libro...”

O sea, el Libro de los Siete Sellos, cuando Cristo, el Cordero lo tomó: “Y cuando hubo tomado el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el Trono.” ¿Ven? Esto ocurre en el Cielo, en el Templo Celestial:

Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;

y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;

y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.”

Y ahora, aquí nuevamente da testimonio la Escritura que Cristo con Su Sangre nos ha redimido, nos ha limpiado de todo pecado, nos ha redimido para nuestro Dios, y nos ha hecho para nuestro Dios Reyes y Sacerdotes, y reinaremos sobre la Tierra.

El Orden Celestial de Melquisedec reinará sobre este planeta Tierra, porque será establecido, ese Reino de Dios Celestial será establecido en la Tierra; por eso Cristo dijo que orando pidiéramos la Venida del Reino de Dios: “Venga Tu Reino, hágase tu voluntad como en el Cielo también en la Tierra.”

La Venida de ese Reino es la Venida del Reino de Dios a la Tierra, y por consiguiente el Orden Celestial de Dios, el Orden de Melquisedec será el que gobernará este planeta Tierra; y de ese Orden es que Cristo es el Sumo Sacerdote, y de ese Orden es que Cristo es el Rey de reyes y Señor de señores; y de ese Orden es que yo soy Rey, Sacerdote y Juez también, porque Cristo de ese Orden es Rey, Sacerdote y Juez, pero siempre Jesucristo es el Mayor.

Jesucristo es el Rey que juzgará o que gobernará sobre el planeta Tierra, pero Él también es Rey de los Cielos, como Hijo de Dios, y es el Rey de reyes y Señor de señores; pero nosotros somos coherederos con Cristo, a todo lo que Cristo es heredero, y por eso somos Reyes también, Reyes menores que Jesucristo. Y Jesucristo es el Sumo Sacerdote del Templo Celestial del Orden de Melquisedec; y nosotros somos Sacerdotes de ese orden también. Ese Orden Sacerdotal es el que será establecido en este planeta Tierra el Reino Milenial de Cristo.

Y luego Cristo es el Juez de los vivos y de los muertos, el cual los juzgará, porque Dios está en Jesucristo en toda Su plenitud. Cristo dijo: “El Padre a nadie juzga, mas todo el juicio dio al Hijo.” Por eso es que Dios por medio de Jesucristo juzgará a los vivos y a los muertos. Eso es conforme al Orden de Melquisedec.

Por lo tanto, de ese Orden de Melquisedec también nosotros somos Jueces, y por eso el Apóstol Pablo nos dice en Corintios, capítulo 6, verso 2 en adelante:

¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo ? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?

¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?”

Y ahora, los santos son los creyentes en Cristo nacidos de nuevo, los redimidos con la Sangre de Cristo, son los que con Cristo van a juzgar al mundo y a los ángeles también. Cristo es el Juez Supremo y nosotros somos Jueces de esa Corte Celestial; los miembros de esa corte son los creyentes en Cristo redimidos con la Sangre de Cristo.

Por eso en el poder judicial Cristo es el Juez Supremo y nosotros somos Jueces también con Él, somos Su Gabinete del Poder Judicial.

Y del Poder político Cristo es el Rey de reyes, Él es el heredero al Trono de David, y por consiguiente es el Rey de Israel; aunque no lo quisieron en Su Primera Venida, pero hubo un propósito: tenía que morir para redimir al ser humano, para así el ser humano tener el Sacrificio de Expiación por sus pecados, por lo tanto, Cristo tenía que morir.

Y ahora, en la Segunda Venida de Cristo Él viene como Rey y como Juez conforme al Orden Celestial de Melquisedec, viene para juzgar al mundo, a la humanidad; y viene para reclamar el Trono de David y por consiguiente el Reino de David, y restaurar el Reino de David, y sentarse sobre el Trono de David como Rey y gobernar sobre el pueblo hebreo.

De eso fue que el Arcángel Gabriel le habló a la virgen María, cuando le dice en el capítulo 1 de San Lucas, verso 30 en adelante, dice:

Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.

Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.

Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;

y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.”

Jesucristo es el heredero al Trono de David, para establecer el Reino de Dios en la Tierra y quedar así restaurado el Reino de David y Trono de David, porque el Reino de David y Trono de David es el Reino de Jehová Dios sobre la Tierra en medio del pueblo hebreo, y el Trono de David es el Trono de Dios, de Jehová terrenal.

El Trono terrenal de Dios es el Trono de David, y el Reino terrenal de Dios es el Reino de David. Y por esa causa el Mesías Príncipe del Orden de Melquisedec establecerá ese Reino Celestial en la Tierra, y será así restaurado el Reino de David y el Trono de David sobre el pueblo hebreo, y no reinará solamente sobre el pueblo hebreo sino sobre todo el planeta Tierra.

Como Hijo de David Él es el heredero al Trono de David.

Como Hijo de Abraham es el heredero a la realeza.

Como Hijo del Hombre es el heredero al mundo entero, al planeta Tierra completo.

Y como Hijo de Dios es el heredero de los Cielos y de la Tierra.

Todo le pertenece a Jesucristo, Él es nada menos que el personaje más grande que Dios tiene y en el cual Dios está en toda Su plenitud.

A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él (le declaró) le ha dado a conocer.”

O sea, que Dios a través de Jesucristo se ha revelado al ser humano.

¿Y cómo se reveló a través de Cristo antes de Jesús nacer en la Tierra? A través del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová, que es Cristo en Su cuerpo angelical; ése es el cuerpo angelical de Dios, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el cual es nada menos que el cuerpo angelical de Jesús.

Y ahora, encontramos que conforme al Orden de Melquisedec, hay un Templo en el Cielo, en el cual el Orden Sacerdotal allí establecido, no es el orden levítico, el sumo sacerdote allí no es Aarón, tampoco ningún descendiente del sacerdote Aarón, sino Jesucristo nuestro Salvador, conforme al Orden de Melquisedec, conforme al Orden divino, al Orden de Dios como Rey y como Sacerdote y Juez.

Conforme a ese Orden Celestial de Dios que es eterno, Jesucristo es el Sumo Sacerdote allí, haciendo intercesión por todos los hijos e hijas de Dios; todo eso en el Templo Celestial.

Ahora, también el ser humano como individuo es un templo, por lo cual Cristo en San Juan, capítulo 2, verso 19, dijo:

Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.”

Y pensaban que estaba hablando del templo físico que estaba allí, el templo que había construido Herodes, porque estaba frente allá al templo, pero Él hablaba de Su Templo, de Su cuerpo, que es el Templo humano de Dios. Y nosotros como creyentes en Cristo somos un templo humano donde mora Dios en Espíritu Santo acá en nuestra alma, y está sentado acá en el trono de nuestro corazón, de nuestra alma.

También encontramos que la Iglesia del Señor Jesucristo como Cuerpo Místico de creyentes, es un Templo Espiritual, y en ese Templo Espiritual no está funcionando el orden Levítico, está funcionando el Orden de Melquisedec; y todos los Apóstoles y todos los Mensajeros que Cristo ha enviado a Su Iglesia y todos los ministros de Su Iglesia, son ministros, sacerdotes según el Orden de Melquisedec, según ese Orden Celestial del Templo Celestial.

Por eso Dios, vean, nos dice que Jesucristo con Su Sangre nos ha limpiado de todo pecado y nos ha hecho para nuestro Dios Reyes y Sacerdotes, y reinaremos sobre la Tierra; Reyes y Sacerdotes no del orden levítico, no del orden de Aarón, sino del Orden Celestial de Melquisedec.

De ese Orden yo soy Rey, Sacerdote y Juez. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también, todos los redimidos con la Sangre de Cristo pertenecen al Orden de Melquisedec, y son Reyes, Sacerdotes y Jueces de ese Orden Celestial, de ese Templo Celestial. Y ése es el Orden que está en la Iglesia del Señor Jesucristo.

Cristo como Sumo Sacerdote hace intercesión por las personas, y Él en Espíritu Santo está en medio de Su Iglesia manifestando ese Orden de Melquisedec; por lo tanto, en todos los creyentes en Cristo el Orden Sacerdotal es Celestial; por eso San Pablo dice que nuestra ciudadanía está ¿dónde? En el Cielo.

De donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.” Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21.

Y ahora, si nuestra ciudadanía es celestial y somos sacerdotes, somos Sacerdotes del Orden Celestial de Melquisedec, y somos Reyes del Orden real de la realeza Celestial, del cual Jesucristo es el Rey de reyes y Señor de señores.

Por lo tanto, pertenecemos a un Orden Celestial todos los redimidos por la Sangre de Cristo, pertenecemos al Orden Celestial del Templo de Dios Celestial, lo cual es el privilegio más grande que puede tener una persona; pero ya eso estaba destinado, predestinado por Dios para que fuera de esa manera, conmigo ¿y con quién más? Con cada uno de ustedes también. Dios escribió nuestros nombres en el Cielo en el Libro de la Vida del Cordero, y ahí están escritos los nombres de todos los pertenecientes a ese Orden Celestial.

Ahora, podemos ver que hay un Templo en el Cielo y que hay un Orden Celestial, que es el Orden Celestial de Melquisedec, el cual tiene la rama religiosa, y por consiguiente el Sacerdocio correspondiente al Templo Celestial tiene la rama —diríamos— política, porque un reino donde hay un rey que gobierna, pues tiene esa rama política, y Cristo es el Rey de ese Reino.

Dios ha sentado a Jesucristo en Su Trono y le ha dado poder, autoridad en el Cielo y en la Tierra; por eso Jesucristo es el Rey de reyes y Señor de señores. ¿Qué significa esto? Rey Dios, Rey Teofanía, Rey Jesús.

Por lo tanto, nuestro amado Señor Jesucristo es el Rey de reyes, no del orden terrenal de las naciones, de los reinos terrenales y de la realeza de reinos terrenales, sino del Reino Celestial.

Por lo tanto, así como Jesucristo pertenece al Orden Celestial del Templo Celestial, y es Rey, Sacerdote y Juez, yo también pertenezco a ese Orden Celestial y soy Sacerdote, soy Rey, Sacerdote y Juez también. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.

Por lo tanto, no es solamente para mí, es para ustedes también esta bendición de ser miembros del Templo Celestial y del Reino Celestial del cual somos Reyes, Sacerdotes y Jueces, por lo cual Cristo tuvo que morir para que las cosas celestiales mismas, estas personas celestiales fueran purificadas con la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.

Nuestra alma no es de la Tierra, somos almas vivientes, hemos venido del Cielo, Cristo dijo que había descendido del Cielo: “Nadie subió al Cielo, sino el que descendió del Cielo, el Hijo del Hombre que está en el Cielo,” y estaba en la Tierra.

También Él dijo: “No son del mundo como yo tampoco soy del mundo.” ¿Y entonces de dónde somos? Del Cielo, somos los miembros del Templo Celestial, y somos los que heredamos con Cristo ese Reino de Dios, y heredamos ese sacerdocio según el Orden de Melquisedec, y heredamos la parte del poder judicial con Cristo también. Por eso San Pablo dice: “Los santos juzgarán al mundo y también a los ángeles.”

Cristo ha estado llamando y juntando todos los miembros de Su Reino; en la parábola del trigo y la cizaña Él dijo que el trigo son los hijos ¿de quién? Del Reino, los hijos de ese Reino de Dios, y Él dijo que los hijos del Reino escuchan la Palabra.

Son los hijos del Reino los que escuchan la Palabra de Dios, el Evangelio de Cristo, y reciben a Cristo como su único y suficiente Salvador para ser purificados con la Sangre de Jesucristo y entrar al Orden Celestial de Melquisedec, para así estar en función como un sacerdote, ofreciendo a Dios sacrificios de alabanzas, porque estamos en la fase espiritual todavía de ese Reino de Dios.

Cuando Cristo complete los miembros de Su Reino, complete Su Iglesia, resucitará a los muertos creyentes en Él en cuerpos glorificados y eternos y jóvenes, y a nosotros los que vivimos nos transformará, y entonces obtendremos la inmortalidad física y seremos jóvenes para toda la eternidad.

Y entonces estaremos físicamente como Sacerdotes de ese Reino Celestial, y ese Reino Celestial será establecido en la Tierra, y estaremos en la Tierra como Sacerdotes, también como Reyes y como Jueces con nuestro amado Señor Jesucristo, que es el Rey de reyes y Señor de señores, el Juez Supremo, y es también el Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec.

Melquisedec, que es Dios, que no tiene principio de días ni fin de años, Él se manifestó en forma visible a través de Su cuerpo angelical llamado el Ángel de Jehová o Ángel del Pacto, y le apareció a Abraham; y luego Melquisedec se hizo carne, se hizo hombre de esta dimensión terrenal, se vistió de un cuerpo humano, un cuerpo de carne, y fue conocido por el nombre de Jesús, y Dios ha hecho a Jesús Señor y Cristo, porque en Jesús habitó, habita y habitará eternamente la plenitud de la Divinidad, lo cual es Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Por lo cual encontramos que en Jesús Dios como Melquisedec, ha estado manifestándose todo el tiempo desde que Cristo apareció en la Tierra, era la manifestación de Melquisedec a través de un hombre llamado Jesús, y sigue Dios en Jesús manifestado y seguirá eternamente.

Jesús como hombre, Su cuerpo físico no era Melquisedec, pero al manifestarse Dios, Melquisedec en Él, luego a través de Jesús, Dios, Melquisedec, ha estado manifestándose y ha estado obrando; y por consiguiente el cuerpo físico de Melquisedec, que es el cuerpo de Jesús glorificado. Tan simple como eso.

Por lo tanto, en el Reino Milenial de Cristo Él estará como Rey y Sacerdote según el Orden de Melquisedec, ése es el Reino mesiánico que el pueblo hebreo está esperando, en donde el Reino y Trono de David será restaurado. Tan simple como eso. Será un Rey, Sacerdote y también Juez: ése es el Mesías, nuestro amado Señor Jesucristo.

Cuando una persona escucha la predicación del Evangelio de Cristo, y escucha que Cristo vino a la Tierra y murió en la Cruz del Calvario, y obtiene la revelación divina vertida en el Evangelio de Cristo, que esa muerte de Cristo en la Cruz del Calvario fue el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, y que ahora el ser humano no necesita sacrificar animalitos y ya Dios tampoco los acepta, sino que hay un solo Sacrificio por los pecados del ser humano, y es el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, y que toda persona tiene acceso a ese Sacrificio por sus pecados, y lo cree de todo corazón, nace la fe de Cristo en su alma, y cree en la Primera Venida de Cristo y en Su Nombre, y en Su Sacrificio como el Sacrificio de la Expiación por sus pecados.

La persona al creerlo, dice la Escritura que la fe viene por el oír, el oír ¿qué? El Evangelio, la Palabra de Dios. “Y con el corazón se cree para justicia (ya la persona está creyendo), y luego con la boca se confiesa para salvación.” [Romanos 10:10]

La persona da testimonio público de su fe en Cristo, recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador, y Cristo lo recibe en Su Reino, lo perdona y con Su Sangre lo limpia de todo pecado, es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego y produce en la persona el nuevo nacimiento, la persona nace a una nueva vida: a una Vida celestial, a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno, nace en el Reino de Dios. Por eso le dijo Cristo a Nicodemo:

De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.”

Nacer del Agua es nacer de la predicación del Evangelio de Cristo, y nacer del Espíritu es nacer del Espíritu Santo al recibir el Espíritu Santo; y la persona ha nacido de nuevo y ha entrado al Reino de Dios y por consiguiente ha entrado a la Vida eterna, nació a la Vida eterna.

Así como para nosotros entrar a esta dimensión terrenal y a entrar a este reino terrenal, ¿qué tuvimos que hacer? Nacer. El que no nació, no vivió; por lo tanto, los habitantes de este planeta Tierra, son los nacidos en este planeta Tierra a través de sus padres terrenales, han nacido a este reino de morales, a este reino que perdió la Vida eterna cuando Adán y Eva pecaron, y ahora a la raza humana solamente le quedó la vida temporal.

Por lo tanto, ahora el ser humano que quiere entrar al Reino de Dios para vivir eternamente, tiene que nacer de nuevo. “Porque la carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción,” dice Primera de Corintios, capítulo 15, versos 49 en adelante. Por lo tanto, se requiere que el ser humano nazca de nuevo, dijo Cristo a Nicodemo.

¿Cómo nacemos de nuevo? Del Agua y del Espíritu, de la predicación del Evangelio de Cristo, al escuchar nace la fe de Cristo, creemos en Cristo, damos testimonio público de nuestra fe en Cristo, somos bautizados en agua en Su Nombre pidiendo perdón a Cristo por nuestros pecados, y Cristo nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en nosotros el nuevo nacimiento, y así nacemos a una nueva vida: a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.

Y así es como hemos venido a ser Reyes y Sacerdotes en el Reino de Dios, en ese Reino Celestial, porque Cristo nos ha hecho para nuestro Dios Reyes y Sacerdotes de ese Reino según el Orden de Melquisedec, del cual yo soy Sacerdote, Rey y también Juez. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también, nuestra ciudadanía como creyentes en Cristo es Celestial, porque el nuevo nacimiento es del Cielo,

Si hay alguna persona que todavía no ha entrado al Reino de Dios, porque no ha dado testimonio público de su fe en Cristo todavía, y mientras escuchaba la predicación del Evangelio de Cristo nació la fe de Cristo en su alma, y ya está creyendo acá en su alma, en su corazón en Cristo, puede dar testimonio público de su fe en Cristo para lo cual tiene en estos momentos la oportunidad, privilegio y bendición, para que Cristo le reciba en Su Reino, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, y sea bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento, nazca usted de nuevo, nazca a la Vida eterna y entre por consiguiente en el Reino de Dios, que es eterno.

Para entrar al Reino de Dios hay que nacer de nuevo, por eso Cristo ordenó predicar el Evangelio a toda criatura:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” Tan simple como eso.

Es necesario nacer de nuevo, nacer a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno, para lo cual si usted no ha dado testimonio público de su fe en Cristo todavía, lo puede hacer en estos momentos, y yo oraré por usted para que Cristo le reciba en Su Reino, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, y lo bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en usted el nuevo nacimiento, y usted nazca en el Reino eterno de Cristo, usted nazca de nuevo y entre por consiguiente al Reino eterno de Cristo, y venga a formar parte de ese Orden de Melquisedec, venga a ser Sacerdote, Rey y Juez del Orden Celestial de Melquisedec.

Vamos a dar unos minutos en lo que vienen a los Pies de Cristo los que ya han escuchado y han creído de todo corazón, y ahora tienen la oportunidad de dar testimonio público de su fe en Cristo, recibiéndole como su único y suficiente Salvador; y yo oraré por ustedes, yo oraré por usted para que Cristo le reciba en Su Reino.

Vamos a dar unos minutos en lo que vienen los que todavía no habían dado testimonio público de su fe en Cristo, pero ya Cristo les abrió el corazón y el entendimiento por medio de Su Palabra y de Su Espíritu, para entender, comprender que hay un Salvador que murió por nosotros para limpiarnos con Su Sangre de todo pecado, y que hay un Templo de Dios en el Cielo, donde Cristo está como Sumo Sacerdote haciendo intercesión por todos los que lo reciben como su único y suficiente Salvador.

Cristo dijo en San Mateo, capítulo 10, versos 32 en adelante:

A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.”

Y Cristo está en los Cielos, en el Templo Celestial como Sumo Sacerdote haciendo intercesión; cuando la persona recibe a Cristo, Jesucristo como Sumo Sacerdote confiesa a esa persona delante del Padre Celestial, porque Él es el intercesor. La Escritura dice: “Si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre: a Jesucristo Su Hijo.” Él intercede por nosotros ante el Padre Celestial.

Mientras Él está como Sumo Sacerdote en el Cielo, es un intercesor, es un Abogado, el cual intercede por nosotros, y le muestra al Padre que Él (Jesucristo) murió por mí y por cada uno de ustedes en la Cruz del Calvario, y que ya Él murió por nuestros pecados y nosotros no tenemos que morir sino que vivir eternamente, y entonces es otorgada la Vida eterna a nuestra alma por Dios.

Tenemos derecho a la Vida eterna, los seres humanos están en este tiempo, en el siglo pasado y también en este siglo, reclamando sus derechos; porque la última edad de las siete edades de la Iglesia, fue en Laodicea, o fue representada en la Iglesia de Laodicea de allá de Asia Menor, y esa es la edad que representa los derechos del pueblo.

Y siendo que estamos en un tiempo en que todos los seres humanos están reclamando los derechos, hasta los niños, y hay derechos establecidos para los niños.

Ahora, el derecho más grande que un ser humano tiene, y que tiene que reclamarlo, porque sino un derecho que no se reclama no es efectivo; como un dinero que usted tenga, si no lo usa, no le es efectivo para comer.

Ahora, el derecho más grande que todo ser humano tiene, ¿saben cuál es? El derecho a la Vida eterna, es un derecho que usted tiene y usted lo reclama con Jesucristo, le pide a Cristo el derecho a la Vida eterna: para eso es que recibimos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador: para que Él nos dé derecho a vivir eternamente con Él en Su Reino, es un derecho que tiene el ser humano.

Y algunas personas se les olvida el derecho más grande que tienen, y algunas veces están reclamando derechos de cosas pequeñas, y se les olvida el principal: el derecho a la Vida eterna.

Todos ustedes tienen derecho a la Vida eterna y yo también; y ese derecho lo reclamamos a Dios a través de Jesucristo nuestro Salvador, y Dios nos otorga el derecho a la Vida eterna a través de nuestro amado Señor Jesucristo; y el amor de Dios es expresado, manifestado, y es visto en que nosotros siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.

Esa es la expresión máxima del amor de Dios hacia el ser humano, para darle el derecho a la Vida eterna; pero cada persona tiene que reclamar ese derecho, ¿cómo? Recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador, para que Cristo le dé el derecho a vivir eternamente con Él en Su Reino.

En el sacrificio del macho cabrío de la expiación del día diez del mes séptimo de cada año, de Levítico, capítulo 23, verso 26 al 29, cada persona tenía que ese día arrepentirse de sus pecados, y pedirle perdón a Dios por sus pecados, y creer en el sacrificio de la expiación que era hecho en ese día, si no la persona perdía el derecho a la vida y Dios lo cortaba del pueblo.

Toda persona que no se arrepentía y no se afligía en su alma por haber pecado contra Dios, Dios lo cortaba del pueblo, no quedaba perdonado y no quedaba reconciliado con Dios, perdía el derecho a la vida terrenal.

Y ahora, por cuanto aquel sacrificio tipifica el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, ahora toda persona que no se arrepiente de sus pecados y pide perdón a Cristo por sus pecados, y recibe a Cristo como su único y suficiente Salvador, pierde el derecho a la Vida eterna, no queda reconciliado con Dios para vivir eternamente con Cristo en Su Reino eterno.

Pero toda persona que arrepentido de sus pecados pide perdón a Cristo por sus pecados recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador, y es bautizado en agua en Su Nombre y Cristo le bautiza con Espíritu Santo y Fuego, obtiene el derecho a la Vida eterna.

Vean aquí, para que lo vean más claro aquí en San Juan, capítulo 3, verso 16, dice:

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

Es para que tengamos la Vida eterna que Dios ha dado a Su Hijo al mundo, para que viniera y muriera en la Cruz del Calvario. Y también aquí en San Juan, capítulo 3, verso 36, dice:

El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.”

El que rehúsa creer en Jesucristo el Hijo de Dios, no verá la Vida eterna, no podrá vivir eternamente porque no creyó en Jesucristo el Hijo de Dios, no lo recibió como su único y suficiente Salvador.

La única esperanza que hay para vivir eternamente, es Jesucristo. No hay otra esperanza para el ser humano, Él es nuestra única esperanza. Por lo tanto, Él es nuestro único medio de salvación provisto por Dios. Cristo dijo:

Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?”

Porque no hay recompensa que el ser humano pueda pagar para que Dios le dé la Vida eterna.

Recuerden, lo más importante que tenemos es nuestra alma, somos almas vivientes viviendo en estos cuerpos mortales; pero esta es una etapa de prueba, para que cada persona confirme su lugar en la Vida eterna con Jesucristo en Su Reino eterno.

El que confirma su lugar, lo hace escuchando la predicación del Evangelio de Cristo, y creyendo en Cristo de todo corazón y recibiéndolo como su único y suficiente Salvador arrepentido de sus pecados, y siendo bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, en donde se identifica la persona con Cristo en Su muerte, Sepultura y resurrección, porque estábamos en Cristo cuando Él vino a la Tierra, así como Leví estaba en Abraham cuando Abraham pagó los diezmos a Melquisedec.

Y así como nuestro cuerpo físico estaba en nuestro padre terrenal, así también estábamos en Jesucristo cuando Él vino a la Tierra.

Así como una planta de trigo con muchos granos de trigo, ¿dónde estaba antes de estar en la Tierra, con todo ese fruto? ¿Dónde estaba antes? Estaba en un granito de trigo. Ahí todo estaba condensado, potencialmente ahí estaba una planta de trigo con muchos granos de trigo; y Jesucristo es el grano de trigo que fue sembrado en Tierra. Y ahí estábamos nosotros.

El Día de Pentecostés nació la planta de trigo, que es la Iglesia del Señor Jesucristo, para llevar muchos granos de trigo, muchos hijos e hijas de Dios. Por eso es que es la Iglesia del Señor Jesucristo la que recibió la comisión de ir por todo el mundo predicando el Evangelio a toda criatura:

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Por lo tanto, nacen en la Iglesia del Señor Jesucristo, la planta de trigo, todos los granos de trigo, porque la vida de Cristo, el Espíritu Santo, está en la Iglesia del Señor Jesucristo, reproduciéndose Cristo en Espíritu Santo, reproduciéndose en muchos hijos e hijas de Dios.

Todavía si falta alguno por venir a los Pies de Cristo puede venir, pues todos queremos vivir eternamente. Cristo está en el Templo Celestial todavía como Sumo Sacerdote, haciendo intercesión por toda persona que lo recibe como su único y suficiente Salvador.

Usted no puede ir a la farmacia y decir, o al supermercado: “Quiero un frasco de detergente del que quita el pecado.” Le dicen: “Usted está loco o usted está loca, esa clase de detergente o de blanqueador no lo vendemos aquí.”

Pero necesitamos ser limpios de todo pecado, y entonces ¿dónde vamos a encontrar ese blanqueador que nos limpie de todo pecado? Vean aquí, en Apocalipsis, capítulo 7, verso 14, dice:

Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.”

Es la Sangre de Jesucristo la que nos limpia de todo pecado. También en el libro del Apocalipsis, en el capítulo 22, también nos dice... capítulo 22, verso 14, dice:

Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.”

Para entrar por las puertas de la Nueva Jerusalén hay que lavar nuestras vestiduras, ¿con qué? Con la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.

También, vean aquí en el capítulo 12 del Apocalipsis, dice cómo es que hemos vencido al diablo. Dice capítulo 12, verso 11 del Apocalipsis, dice:

Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.”

Es con la Sangre de Cristo que obtenemos la victoria, somos limpios de todo pecado y somos restaurados a la Vida eterna, somos reconciliados con Dios y entramos al Reino eterno de Dios. No hay otra forma, no hay otro detergente que nos pueda limpiar de todo pecado, solamente la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.

Para eso fue que murió Cristo y derramó Su Sangre en la Cruz del Calvario, y por eso es que está Cristo con Su Sangre allá en el Cielo como Sumo Sacerdote haciendo intercesión.

Por lo tanto, en el Templo Celestial es donde está la acción de Cristo como Sumo Sacerdote haciendo intercesión.

Por esa causa los que reciben a Cristo como Salvador arrepentidos de sus pecados, y Cristo los perdona y con Su Sangre los limpia de todo pecado y son bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo los bautiza con Espíritu Santo y Fuego, obtienen ese nuevo nacimiento, nacen del Cielo como ciudadanos Celestiales. Y pueden decir: “Mi ciudadanía es celestial, aunque tenga una terrenal, que es buena mientras esté en este cuerpo físico, pero tengo una que es eterna: la ciudadanía celestial, y por consiguiente soy ciudadano de la Nueva Jerusalén, la Ciudad de nuestro Dios.”

Todavía si falta alguna persona por venir a los Pies de Cristo, puede venir para que Cristo le reciba en Su Reino.

Algunas veces hay personas que son tímidas y les da vergüenza pasar al frente, porque piensan que los van a estar mirando y se avergüenzan. No podemos avergonzarnos de Cristo; si nos avergonzamos de Él, Él se avergonzará de nosotros delante de Su Padre Celestial.

Cristo dijo en el capítulo 10 de San Mateo, verso 33, ya habíamos leído el 32, donde dice:

A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.

Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.”

Todos queremos que Cristo nos confiese delante del Padre Celestial, para lo cual recibimos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador.

Vamos a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo aquí en Bogotá, Colombia, y también los que están en otras naciones que han venido a los Pies de Cristo; también pueden continuar viniendo en otras naciones a los Pies de Cristo, los que faltan por venir.

Vamos a estar puestos en pie ya para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión.

Todavía si falta alguno en alguna nación por venir a los Pies de Cristo, allá donde se encuentran en diferentes auditorios o en diferentes iglesias, pueden venir, pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo.

Y los que faltan por venir aquí a los Pies de Cristo, pueden venir para que así den testimonio público de vuestra fe en Cristo, y Cristo le reciba en Su Reino y les dé la salvación y Vida eterna.

Todavía veo que vienen más personas, vamos a dar unos segundos en lo que llegan.

Los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo, pues Cristo tiene lugar en Su Reino para los niños también. Él dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis, porque de los tales es el Reino de los Cielos.”

Vamos ya a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo.

Si falta alguno puede venir. Vamos ya a orar, vamos a levantar nuestras manos al Cielo a Jesucristo, vamos a cerrar nuestros ojos los que están aquí en Bogotá, Colombia y los que están también en otras naciones, y vamos a repetir esta oración que haré por ustedes. Repitan conmigo:

Señor Jesucristo, he escuchado la predicación de Tu Evangelio, y ha nacido Tu fe en mi corazón, creo en Ti con todo mi corazón, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por mis pecados, creo que Tú eres el único y suficiente Salvador para mí.

Señor Jesucristo, reconozco que soy pecador, reconozco que necesito un Salvador, doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador.

Señor Jesucristo, Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, y produzcas en mí el nuevo nacimiento; quiero nacer en Tu Reino eterno.

Señor Jesucristo, bautízame con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, quiero entrar en Tu Reino eterno.

Señor, en Tus manos encomiendo mi alma, salva mi alma Te lo ruego Señor Jesucristo. En Tu Nombre eterno y glorioso Señor Jesucristo. Amén y amén.

Y con nuestras manos levantadas al Cielo a Cristo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.

Por cuanto ustedes escucharon la predicación del Evangelio de Cristo, y nació la fe de Cristo en vuestra alma y dieron testimonio público de vuestra fe en Cristo, recibiéndole como vuestro único y suficiente Salvador, Cristo les ha recibido en Su Reino, pues Él dijo:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Ustedes han creído de todo corazón, ustedes me dirán: “Todavía me falta cumplir el mandato de Cristo que dijo: Y fuere bautizado. Por lo tanto, quiero ser bautizado en agua lo más pronto posible en el Nombre del Señor Jesucristo. ¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta de ustedes.

Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo en estos momentos.

Y que Jesucristo, el Ángel del Pacto, les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Y a vuestros familiares Cristo los traiga a Sus pies y les dé la salvación y Vida eterna, para que estén con ustedes en el Reino eterno de Cristo viviendo por toda la eternidad. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Ahora, pregunto aquí al ministro Alejandro si hay agua: Hay seis bautisterios. ¿Hay ropas bautismales también? Hay también ropas bautismales. ¿Hay vestidores de ropa, dónde cambiarse de ropas para colocarse las ropas bautismales? También hay. ¿Hay personas que les ayudarán? Hay personas también que les ayudarán y cuidarán de vuestras ropas también. ¿Hay ministros también que les bautizarán? Hay ministros que les bautizarán, allá están los bautistas que les bautizarán, los ministros que les bautizarán.

Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo en estos momentos, así como sucedía cuando el Señor Jesucristo y los Apóstoles predicaban, que los que creían eran bautizados en agua en ese mismo momento; así era en el pasado y así es todavía en el presente.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

En el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección; por lo tanto usted se identifica con la muerte de Cristo como un creyente en Cristo que estaba en Cristo representado cuando Él vino a la Tierra y murió en la Cruz del Calvario, y también representado cuando Él fue sepultado y representado en Cristo cuando Él resucitó.

El bautismo en agua es simbólico, es tipológico. Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo, cuando la persona es sumergida en las aguas bautismales, está tipológicamente siendo sepultada; y cuando la persona es levantado de las aguas bautismales, la persona tipológicamente está siendo resucitada, resucita a una nueva vida, a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno, para vivir sirviendo a Cristo todos los días de su vida en Su Reino.

Así que teniendo ya este conocimiento de lo que es el bautismo en agua, entonces bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

El agua no quita los pecados, es la Sangre de Cristo, el bautismo en agua es tipológico, la persona ahí se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección, como un creyente en la Primera Venida de Cristo y Su Nombre; y en Su muerte, y un creyente en Su sepultura y un creyente en la resurrección de Cristo.

Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Y nos continuaremos viendo en estos cuerpos mortales, y cuando tengamos el nuevo cuerpo nos continuaremos viendo por el milenio y por toda la eternidad.

Que Dios les continúe bendiciendo a todos.

Con nosotros nuevamente el Reverendo Alejandro para continuar e indicarles hacia dónde caminar las damas y hacia dónde caminar los caballeros, para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Que Dios les continúe bendiciendo a todos.

EL TEMPLO DE DIOS.”