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|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
| La Casa de Dios | 2005-05-31 | 2 | Medellín | Antioquia | CO | 00:00:00 | false |
Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes aquí en Medellín, República de Colombia, y también los que están a través de internet y del satélite en las demás naciones de la América Latina, del Caribe, de Norteamérica, del Canadá, de Europa, del Japón, del África y demás naciones.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Para esta ocasión, leemos en el Salmo 27, versos 4 en adelante, donde dice:
“Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré;
Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida,
Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.
Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal;
Me ocultará en lo reservado de su morada;
Sobre una roca me pondrá en alto.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Tomamos las palabras del salmista, que dice:
“Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida.”
Nuestro tema es: “LA CASA DE DIOS.”
Ése era el deseo del rey David: estar todos los días de su vida en la Casa de Dios.
También el salmista en el Salmo 122, verso 1 dijo:
“Yo me alegré con los que me decían:
A la casa de Jehová iremos.”
Y ahora, el rey David, un hombre de esa posición política, social y económica deseaba estar todos los días de su vida en la Casa de Dios; y ése es el deseo del alma de todo ser humano: estar en la Casa de Dios para contemplar la hermosura de Dios.
¿Cómo podemos ir y entrar a la Casa de Dios? Esa es la pregunta que hay en la mente y el corazón de todo ser humano, pues todo ser humano desea entrar a la Casa de Dios para vivir eternamente con Dios en Su Reino eterno, ése es el anhelo del alma de todo ser humano.
El salmista también decía: “Mi alma tiene sed, sed del Dios Vivo.” [Salmo 42:2]
Y ahora, encontramos que si el salmista David deseaba estar en la Casa de Dios, hay entonces una forma para entrar a la Casa de Dios y estar en la Casa de Dios; y si hay una forma queremos saber cuál es esa forma, porque todos queremos estar en la Casa de Dios, todos queremos estar en la Casa de Dios. Y ahora vean, dice el salmista:
“Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti,
Para que habite en tus atrios (para que habite en los Atrios de la Casa de Dios.).” [Salmo 65:4]
Ahora, encontramos que el tabernáculo que construyó el rey David, lo hizo de acuerdo al modelo que le fue mostrado en el Cielo.
O sea, que el Profeta Moisés, como también luego el rey David y el rey Salomón construyeron una casa para Dios aquí en la Tierra, que era el tipo y figura de la Casa de Dios Celestial; y por consiguiente esa casa tiene atrio, lugar santo y lugar santísimo; en el lugar santísimo era que estaba la presencia de Dios sobre el arca del pacto, en medio de dos querubines de oro los cuales estaban sobre el propiciatorio, que es la tapa del arca del pacto y es de oro puro.
Y ahora, en el Programa Divino, encontramos que la Casa de Dios tiene Atrio, Lugar Santo y Lugar Santísimo. El salmista dice también que él desea estar en los Atrios de la Casa de Jehová.
En el tiempo del salmista y rey y Profeta David, la etapa de la Casa de Dios entre los seres humanos, la etapa que se estaba materializando entre los seres humanos era la etapa del atrio, y a David le tocaba estar en el Atrio de la Casa de Dios.
Luego, encontramos también que desde Adán hasta Juan el Bautista, la etapa de la Casa de Dios corresponde al Atrio, y de Jesús y Su Sacrificio en la Cruz en adelante, hasta el séptimo Ángel Mensajero de la séptima edad de la Iglesia, corresponde a la parte llamada el Lugar Santo, y después del séptimo Ángel Mensajero (el cual ya se fue) corresponde la etapa de la Casa de Dios: al Lugar Santísimo.
Todo esto que está en el Cielo, ahora encontramos que fue reflejado en el tabernáculo que construyó Moisés, que tenía atrio, lugar santo y lugar santísimo, y en el templo que construyó el rey Salomón, que tenía atrio, lugar santo y lugar santísimo.
Y hay una Casa, no está el tabernáculo que construyó Moisés, tampoco está el templo que construyó el rey Salomón. Y ahora nos preguntamos: ¿Y dónde y cuál es la Casa de Dios? Porque así como el salmista quería estar en la Casa de Dios, todos queremos estar en la Casa de Dios, queremos entrar a la Casa de Dios.
Por cuanto aquel tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó el rey Salomón, son tipo y figura del Templo Celestial, y estando en estos cuerpos no podemos físicamente ir a la Casa que está en el Cielo.
Pero, vamos a ver por cuanto todos deseamos estar en la Casa de Dios. En Hebreos, capítulo 3, nos dice el gran Apóstol San Pablo, versos 5 al 6:
“Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir;
pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.”
Y ahora, así como Moisés fue fiel como siervo en toda la Casa de Dios, fue fiel en el pueblo hebreo y fue fiel en el tabernáculo que Dios le ordenó construir.
Y ahora, no está el tabernáculo que construyó Moisés ni el templo que construyó el rey Salomón.
Y ahora, ¿dónde está y cuál es la Casa de Dios? Dijo aquí el Apóstol Pablo, que así como Moisés fue fiel en toda la Casa de Dios allá en el Antiguo Testamento bajo la Dispensación de la Ley, ahora Jesucristo el Hijo de Dios como Hijo sobre Su Casa.
Ahora, Jesucristo el Hijo de Dios es fiel como Hijo sobre Su Casa la cual Casa somos nosotros. ¿Y cómo podemos ser la Casa de Dios? La Casa de Dios es la Familia de Dios.
Por eso cuando el Profeta y líder y caudillo Josué, le dijo al pueblo que eligieran a quién servirían: si a Jehová o a los dioses que el pueblo tenía al otro lado del río, y Josué dijo: “Yo y mi casa serviremos a Jehová.”
No se refería a una casa de cuatro paredes sino se refería a él y su familia. La Casa de Dios, dice aquí el Profeta y Apóstol Pablo, dice:
“...pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros.”
Esa casa es la Familia de Dios, los hijos e hijas de Dios; y Cristo está sobre esa Casa, Cristo el Hijo de Dios es la Cabeza de esa Casa, esa Casa, esa Familia viene de Dios a través de nuestro amado Señor Jesucristo.
Jesucristo es el Principio de la Creación de Dios, el principio de esta Familia de Dios, el principio de los hijos e hijas de Dios. Por lo tanto, Jesucristo es la Cabeza de esta Familia, de esta Casa, y esta Casa es la Iglesia del Señor Jesucristo.
Por eso dice el Apóstol Pablo que la Iglesia es Templo de Dios, un Templo Espiritual para morada de Dios en Espíritu Santo en medio de esa Casa, de ese Templo Espiritual, de esa Familia de Dios. En Efesios, capítulo 2, dice el Apóstol Pablo, hablando de esta Familia, capítulo 2, verso 19 al 22, dice:
“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios.”
Como miembros de la Familia de Dios ¿qué somos? Hijos e hijas de Dios, por eso podemos llamar a Dios: Nuestro Padre Celestial. ‘Abba, Padre,’ o sea, ‘Padre Nuestro.’ Somos conciudadanos de los santos y miembros de la Familia de Dios.
“...edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,
en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor.”
Y ahora, todos estos hijos e hijas de Dios, que es la Familia de Dios, los descendientes de Dios... cuando se dice que la persona es un hijo o una hija de Dios es un descendiente de Dios, y esa es la Familia de Dios, y esa es la Casa de Dios, la Familia de Dios, y es un Templo Espiritual para Dios morar en Espíritu Santo acá dentro del alma, del corazón de cada miembro de la Familia de Dios, de cada hijo e hija de Dios.
La persona es como individuo un templo Espiritual, y la Iglesia del Señor Jesucristo que está compuesta por todos los creyentes en Cristo como Cuerpo Místico de creyentes es un Templo Espiritual también, la Casa de Dios. Dice:
“...en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.”
Así que podemos ver cuál es la Casa de Dios: en el Nuevo Testamento es la Iglesia del Señor Jesucristo, esa es la Casa de Dios, la Familia de Dios compuesta por todos los hijos e hijas de Dios.
Vean aquí lo que nos dice el Apóstol San Pablo en Primera de Timoteo, capítulo 3, verso 15, dice:
“...para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente.”
¿Cuál es la Casa de Dios? La Iglesia de nuestro amado Señor Jesucristo, la Iglesia del Dios Viviente compuesta por todos los creyentes en Cristo, dice:
“...columna y baluarte de la verdad.”
La Iglesia del Dios Viviente es Columna y Baluarte de la verdad, ahí está la Verdad, que es Cristo; y está la verdad de Cristo que es el Evangelio de nuestro amado Señor Jesucristo.
Por lo tanto, esa es la Casa que el alma del ser humano desea entrar, esa es a la Casa que el alma de todo ser humano desea entrar, para contemplar la hermosura de Dios.
En el libro del Apocalipsis nos muestra también la Casa de Dios, la Ciudad de nuestro Dios, y ahora aquí nos muestra a la Nueva Jerusalén que desciende del Cielo en Apocalipsis, capítulo 21, versos 1 al 27.
Esta es la Ciudad de Dios que está en el Cielo, y por consiguiente todos los miembros de la Familia de Dios, de la Iglesia del Señor Jesucristo son ciudadanos de esa Ciudad Celestial. Por eso San Pablo en Filipenses, capítulo 3, nos dice... luego leeremos en Apocalipsis, capítulo 3 de la carta de San Pablo a los Filipenses, verso 20 al 21, dice:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.”
Y ahora, ¿por qué dice que nuestra ciudadanía está en los Cielos? Así como somos ciudadanos del país, de la nación donde hemos nacido, y tenemos un acta de nacimiento que nos identifica como nacidos en ese país, ciudadanos de ese país.
¿Cómo usted ha venido a ser ciudadano de la nación y por consiguiente ciudadano de este planeta Tierra? Por nacimiento, porque nació en este planeta Tierra, y nació en una nación, por lo tanto usted es un ciudadano terrenal con una ciudadanía de una nación, la nación donde usted nació, y fue inscrito.
Y ahora, ¿cómo es que somos ciudadanos Celestiales? Por el nuevo nacimiento. Cristo dijo: “El que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.” Pero el que nace del Agua y del Espíritu entra al Reino de Dios y ha nacido en el Reino de Dios como un ciudadano celestial, porque el Reino de Dios es Celestial y el nuevo nacimiento es Celestial, es del Cielo, y usted es un ciudadano celestial de la Nueva Jerusalén.
Ahora, veamos más claramente, dice:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra.”
La Segunda Venida de Cristo es para transformar nuestros cuerpos físicos y ser a imagen y semejanza de Jesucristo, dice:
“...el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya.”
Para que seamos semejantes a Cristo físicamente; así como Cristo tiene un cuerpo físico glorificado, nosotros tengamos un cuerpo físico glorificado y eterno para vivir con Cristo en Su Reino por toda la eternidad.
“...por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”
Con ese poder que Él tiene, Él nos transformará y esto mortal vendrá a ser transformado y entonces seremos inmortales, y jóvenes para toda la eternidad.
Dios glorificará la Casa de Su gloria, Dios glorificará Su Iglesia, que es la Casa de Dios compuesta por los creyentes en Cristo, para lo cual transformará a todo creyente en Cristo nacido de nuevo, a los muertos en Cristo los resucitará en cuerpos glorificados y eternos, y entonces todos estaremos glorificados y así estará glorificada la Casa de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo.
También veamos aquí en Apocalipsis, capítulo 3, verso 12, lo que nos dice de la Nueva Jerusalén, capítulo 3, verso 12, dice:
“Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.”
Hay personas que no saben que Jesucristo tiene un Nombre Nuevo, pero aquí lo hemos leído, y si Él lo dice, pues Él lo tiene.
Y ahora, en la Casa de Dios, la Ciudad de nuestro Dios Celestial, que es la Nueva Jerusalén, ahí estará el Vencedor con Cristo y nunca más saldrá de esa ciudad, porque ha nacido del Cielo por medio del nuevo nacimiento y es un ciudadano celestial, nuestra ciudadanía está en los Cielos ¿dónde? En la Nueva Jerusalén.
Somos ciudadanos de la Nueva Jerusalén, de la Jerusalén Celestial, de la cual Dios es el Rey, Él es el Rey de Salem, o sea, de la Nueva Jerusalén, de la Jerusalén Celestial, Él es el Melquisedec que le apareció a Abraham y le dio pan y vino en el capítulo 14 del Génesis, Él es ese Melquisedec, Dios, Rey y Sacerdote en la Nueva Jerusalén, la Jerusalén Celestial, la Ciudad del Dios Vivo.
Y ahora, todos queremos entrar a la Nueva Jerusalén, la cual está representada en la Tierra en la Iglesia del Señor Jesucristo, en la Iglesia del Señor Jesucristo se materializa la Nueva Jerusalén.
Por lo tanto, los miembros de la Familia de Dios, de la Casa de Dios, de la Iglesia del Señor Jesucristo son los que habitarán en la Nueva Jerusalén en el tiempo en que la Nueva Jerusalén sea establecida en este planeta Tierra.
Pero antes de eso, cuando seamos transformados y Cristo resucite a los muertos en Cristo en cuerpos glorificados, luego nos iremos con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero a la Nueva Jerusalén, a la Ciudad Celestial, donde Dios es el Rey de esa Ciudad y Rey del Universo completo, y en donde Cristo está sentado con el Padre en Su Trono.
Por lo tanto, a esa Ciudad iremos todos los miembros de la Familia de Dios, todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo, porque hemos venido a formar parte de la Casa de Dios, de la Familia de Dios, que es la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y ahora, todos los que desean entrar y vivir eternamente en la Nueva Jerusalén, la Ciudad de nuestro Dios, nacen de nuevo y entran así a la Ciudad de nuestro Dios entrando a la Casa de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo.
En Hebreos, vimos que el Apóstol Pablo nos dice que así como Moisés fue fiel en toda la Casa de Dios como siervo, no como hijo sino como siervo, porque Moisés pertenece al pueblo de los siervos.
El pueblo hebreo es el pueblo de los siervos de Dios, es el Israel terrenal, es la Iglesia del Antiguo Testamento bajo la Ley, pero la Iglesia del Señor Jesucristo es el pueblo de los hijos e hijas de Dios, es la Iglesia, la Casa de Dios del Nuevo Testamento.
Y a esa Casa de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo todos desean entrar, para formar parte de la Familia de Dios, de la Iglesia del Señor Jesucristo y luego morar eternamente en la Nueva Jerusalén, que es el Templo Celestial a donde iremos con Cristo en el rapto o arrebatamiento de la Iglesia, para estar disfrutando allí la Gran Cena de las Bodas del Cordero.
Y ahora, hemos visto nuestro tema: “LA CASA DE DIOS.”
Y hemos visto quiénes son los que pertenecen a esa Casa de Dios, a esa Familia de Dios: todos aquellos que escuchan la predicación del Evangelio de Cristo y nace la fe de Cristo acá en su alma y creen en Cristo como su único y suficiente Salvador, porque nace la fe de Cristo en su alma y creen en la Primera Venida de Cristo y en Su muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por sus pecados, y entonces dan testimonio público de su fe en Cristo recibiéndole como su único y suficiente Salvador, arrepentido de sus pecados, le piden perdón a Cristo por sus pecados, Cristo los perdona y con Su Sangre los limpia de todo pecado, porque la Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado.
Usted no puede ir a la farmacia o a un supermercado a pedir un detergente o un blanqueador para bañarse y quitarse los pecados, hay solamente un blanqueador y es la Sangre de nuestro amado Señor Jesucristo, la Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado, por lo tanto no podemos buscar otra cosa para ser limpios de todo pecado, solamente hay una cosa y es: la Sangre de nuestro amado Señor Jesucristo.
Vean aquí en el libro del Apocalipsis, lo dice en las siguientes palabras: Capítulo 1, verso 5 al 6, dice:
“Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,
y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.”
Y ahora, Cristo nos ha lavado de nuestros pecados con Su Sangre y nos ha hecho para nuestro Dios Reyes y Sacerdotes. O sea, que tenemos un título o una posición de la realeza en el Reino de Cristo, la posición de Reyes, de Sacerdotes y también de Jueces, porque los santos juzgarán al mundo, dice San Pablo en su Carta de Primera de Corintios, capítulo 6, verso 2:
“¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?
¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?”
Y ahora, los creyentes en Cristo que forman la Casa de Dios, el Templo de Dios, forman la Iglesia del Señor Jesucristo, van a juzgar al mundo entero y también a los Ángeles que se rebelaron en contra de Dios.
Y ahora, podemos ver que aunque no tengamos una posición importante en este planeta Tierra, en esta vida terrenal, en el Reino de Cristo tenemos la posición de Reyes, de Sacerdotes y de Jueces, para cuando Cristo establezca Su Reino literal aquí en la Tierra, nosotros estemos con Él como el Gabinete de Su Reino, con una posición muy importante, porque pertenecemos a la Casa de Dios, la Familia de Dios, que es la Iglesia del Señor Jesucristo.
¿Cómo entramos a la Casa de Dios, a la Iglesia del Señor Jesucristo? Dice Cristo a Nicodemo la forma de entrar, dice en el capítulo 3 de San Juan, hablando con Nicodemo, le dice Jesús, capítulo 3, verso 3 en adelante, dice:
“Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.”
Y usted no se maraville de que Cristo diga que es necesario nacer de nuevo.
Cuando hemos nacido en este planeta Tierra, hemos entrado a este reino terrenal que está controlado por el príncipe de las tinieblas, pero cuando escuchamos la predicación del Evangelio de Cristo y nace la fe de Cristo acá en nuestra alma y creemos en Cristo, creemos en Su Primera Venida y en Su muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.
Y damos testimonio público de nuestra fe en Cristo recibiéndole como nuestro único y suficiente Salvador, y somos bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo arrepentidos de nuestros pecados, Cristo con Su Sangre nos limpia de todo pecado, y nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego y obtenemos el nuevo nacimiento, y así entramos al Reino de Dios, nacemos a una nueva vida, a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador.
Y así es como hemos venido a formar parte de la Casa de Dios, de la Iglesia del Señor Jesucristo para estar en la Iglesia del Señor Jesucristo eternamente con Vida eterna, ya Él nos ha dado Vida eterna, nuestra alma tiene Vida eterna, Dios nos ha dado Vida eterna y esta vida está en Jesucristo.
Por eso es que para obtener la Vida eterna hay que venir a los Pies de Cristo arrepentidos de los pecados y creyendo en Cristo de todo corazón, creyendo en la muerte de Cristo como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, para que Él nos reciba en Su Reino, nos perdone y con Su Sangre nos limpie de todo pecado y seamos bautizados en agua en Su Nombre y Él nos bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en nosotros el nuevo nacimiento.
Y así hemos nacido del Agua y del Espíritu, hemos nacido de la predicación del Evangelio de Cristo y del bautismo del Espíritu Santo, hemos nacido en un nuevo Reino, en el Reino de Dios, y hemos nacido a una nueva vida, a la Vida eterna con Cristo en Su Reino, porque la clase de vida que hay en el Reino de Cristo es la Vida eterna, y así hemos asegurado nuestro futuro eterno con Jesucristo en Su Reino eterno, en Su Casa: la Casa de Dios, que es la Iglesia del Señor Jesucristo.
Yo escuché la predicación del Evangelio de Cristo y nació la fe de Cristo acá en mi alma, creí en Él de todo corazón, dí testimonio público de mi fe en Cristo y fui bautizado en agua en Su Nombre y Él me bautizó con Espíritu Santo y Fuego y produjo en mí el nuevo nacimiento, y nací en la Casa de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo, y así obtuve la Vida eterna, nací en Su Reino, entré a Su Reino; por esa causa es que se predica el Evangelio de Cristo.
Ahora, ¿cuántos más escucharon el Evangelio de Cristo, lo recibieron como Salvador y fueron bautizados en agua en Su Nombre y Él les bautizó con Espíritu Santo y Fuego y produjo en ustedes el nuevo nacimiento? Todos ustedes también. Por eso fue que Él dijo en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16, y les dijo, ya resucitado Cristo dijo a Sus discípulos:
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Tan simple como eso, es un asunto de creer en Cristo al escuchar la predicación del Evangelio de Cristo y recibirlo como único y suficiente Salvador, para obtener la salvación y Vida eterna, y es un asunto de no creer en Cristo cuando se predica el Evangelio de Cristo para la persona ser condenada y no tener esperanzas de volver a vivir, no tener esperanzas de vivir eternamente en el Reino de Dios.
Pero todos queremos vivir eternamente, todos queremos por consiguiente entrar a la Casa de Dios, a la Iglesia del Señor Jesucristo, todos queremos entrar al Reino de Dios, para obtener la Vida eterna, para lo cual Cristo dijo:
“El que no nazca del Agua y del Espíritu no puede entrar al Reino de Dios.”
Por lo tanto, ustedes ya han escuchado la predicación del Evangelio de Cristo y ha nacido la fe de Cristo en vuestra alma, y por consiguiente creen en Cristo de todo corazón.
Y ahora, ya saben que Cristo vino a la Tierra dos mil años atrás y murió en la Cruz del Calvario, y la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario en aquellos días, parecía ser una desgracia para Cristo, pero era la Gracia de Dios para todos nosotros, era que Cristo tomó nuestros pecados y se hizo mortal por nosotros para que nosotros podamos vivir eternamente con Cristo en Su Reino eterno.
Y ahora, ya hemos visto que no fue una desgracia sino que fue la gracia de Dios en favor de nosotros, para que nosotros pudiéramos entrar a la Vida eterna.
Por lo tanto, ya usted ha escuchado de la Primera Venida de Cristo y de la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario, Él muriendo por nosotros en la Cruz del Calvario, y así perdonando nuestros pecados y limpiándonos con Su Sangre de todo pecado.
Ahora, ya usted está creyendo en Cristo y en Su muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por vuestros pecados, porque a través de la predicación del Evangelio de Cristo, por lo cual Cristo dijo:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Ya la fe de Cristo nació en vuestro corazón, porque la fe, que es un Don de Dios, viene por el oír la Palabra de Dios, el Evangelio de Cristo, y con el corazón, no con la mente, sino con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
Por lo tanto, ahora usted que no había dado testimonio público de vuestra fe en Cristo, tiene la bendición, oportunidad y derecho a dar testimonio público de su fe en Cristo recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador, para lo cual daré unos minutos, para que usted pueda venir acá al frente, y yo oraré por usted, para que Cristo le reciba en Su Reino.
Pueden venir para dar testimonio público de vuestra fe en Cristo, los que no habían dado testimonio público de su fe en Cristo, para que así Cristo le reciba en Su Reino, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado y sean bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, y así ustedes nazcan del Agua y del Espíritu, nazcan a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador, y así por consiguiente entren a la Casa de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo, la Familia de la fe, la Familia de Dios, la Familia de Dios que son los hijos e hijas de Dios que forman la Iglesia del Señor Jesucristo.
Vamos a dar unos minutos en lo que vienen para dar testimonio público de vuestra fe en Cristo, recibiéndole como vuestro único y suficiente Salvador, ustedes que están aquí en Medellín, República de Colombia, y ustedes que están también en otras naciones escuchando la predicación del Evangelio de Cristo en esta ocasión, y que ahora también ustedes que están en otras naciones tienen la oportunidad, derecho y privilegio de dar testimonio público de vuestra fe en Cristo, recibiéndole como vuestro único y suficiente Salvador.
Recuerden que es un asunto de Vida eterna creer y recibir a Cristo como único y suficiente Salvador. También los niños de diez años en adelante pueden venir a los Pies de Cristo, para que Cristo les reciba también en Su Reino, y para que así niños, jóvenes, adultos y ancianos entren a la Casa de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo, y aseguren así su futuro eterno con Jesucristo nuestro Salvador.
Y así estén conscientes que van a vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino eterno en esa Santa Ciudad: la Jerusalén Celestial, la cual luego va a ser establecida en este planeta Tierra, y ahí vivirán todos los miembros de la Familia de Dios, todos los hijos e hijas de Dios que escucharon la predicación del Evangelio de Cristo, nació la fe de Cristo acá en su alma, y dieron testimonio público de su fe en Cristo recibiéndole como su único y suficiente Salvador.
El salmista decía: “Que eran bienaventurados aquellos a los cuales Dios atraería a Sí mismo.” Bienaventurados dice que son las personas que son atraídas por Dios, para entrar a la Casa de Dios.
No es usted de usted mismo o de usted misma que está haciendo esto, es el mismo Dios que le ha traído para estar en esta actividad y le ha traído para que entre a la Casa de Dios.
Por lo tanto, usted es una persona bienaventurada, usted está escrita o escrito en el Libro de la Vida en el Cielo, para venir a formar parte de la Casa de Dios, usted es una persona privilegiada, usted tiene esa bendición de parte de nuestro Dios.
Por lo tanto, usted en esta noche ha sido llamado o llamada para entrar en la Casa de Dios y formar parte de la Casa de Dios, de la Iglesia del Señor Jesucristo, nuestro Salvador.
Y el deseo de entrar a la Casa de Dios en esta ocasión le será dado, vendrá a formar parte de la Familia de Dios, de la Casa de Dios, de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y así usted estará asegurando su futuro eterno con Jesucristo nuestro Salvador. Nadie le puede asegurar a usted el futuro eterno suyo, sino nuestro amado Señor Jesucristo.
Dios tiene mucho pueblo aquí en la Ciudad de Medellín Colombia, y les está llamando, los está atrayendo hacia Él, hacia sí mismo, para colocarlos ¿dónde? En la Casa de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo.
Todavía pueden continuar viniendo, pues Cristo les está llamando en esta ocasión, a ustedes que están aquí presentes y los que están a través de internet en otras naciones.
Los que están a través de internet en otras naciones, también pueden venir a los Pies de Cristo, pueden pasar al frente en el auditorio o en la Iglesia donde ustedes se encuentran, para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo por ustedes en esta ocasión.
Los niños también de diez años en adelante de las demás naciones, pueden venir también a los Pies de Jesucristo nuestro Salvador.
Estamos viviendo en el tiempo final, en el tiempo del llamado final, del llamado final a los escogidos de Dios, a los que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida, por eso usted está aquí y por eso Cristo le ha hablado directamente a vuestra alma y le ha abierto las Escrituras, y le ha abierto el corazón, y la mente, el entendimiento para creer y entender.
Es Dios que le ama y que escribió el nombre suyo en el Cielo, en el Libro de la Vida, y por consiguiente en esta noche le ha llamado para entrar a la Casa de Dios, entrar a la Familia de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo.
Todavía vienen más personas de camino, por lo tanto vamos a dar unos segundos en lo que llegan las personas que faltan por venir, también pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo las personas que están en otras naciones, y que Cristo les ha hablado en esta noche por Su Palabra, por Su Evangelio.
Todavía vienen más personas que como ustedes quieren vivir eternamente, quieren entrar a la Casa de Dios. El Reino de Cristo, la Casa de Dios se está llenando de colombianos en esta ocasión.
Recuerdan las parábolas, en donde el padre de familia, el rey hizo fiesta para su hijo y mandó buscar a los convidados y no quisieron ir a la fiesta de boda (eso fue el pueblo hebreo que rechazó a Cristo), y luego mandó a buscar personas de todos los lugares y todas las naciones, para llevarlos dentro de la gran Casa, donde se llevaría a cabo la gran Cena de las Bodas del Hijo de Dios, del Hijo del Rey.
Y por eso con la predicación del Evangelio de Cristo es que es extendida la invitación y llamada para entrar a la Casa de Dios, a la Casa donde están los convidados o invitados a la Gran Cena de las Bodas del Cordero.
Vean aquí en Apocalipsis, mientras esperamos los que faltan por venir, veamos aquí lo que nos dice Apocalipsis, capítulo 19, versos 9 al 10:
“Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios.”
Y ahora, son bienaventurados los que son convidados, los que son llamados a la Cena de las Bodas del Cordero.
El llamado es la predicación del Evangelio de Cristo, y los que entran a la Cena de las Bodas del Cordero, los que entran a la Casa de Dios son aquellos que escuchan, creen y reciben a Cristo como su único y suficiente Salvador, y así entran a la Casa de Dios.
Todos queríamos saber cómo entrar a la Casa de Dios, y ya hemos visto, y ustedes han venido a los Pies de Cristo para entrar a la Casa de Dios, para la gran Cena de las Bodas del Cordero.
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido para dar testimonio público de su fe en Cristo en esta ocasión. Si falta alguna persona todavía por venir, puede venir para que quede incluida en esta oración que estaré haciendo por todas las personas que han venido a los Pies de Cristo.
Si falta también alguna persona en las demás naciones que están conectadas con esta transmisión a través de internet o del satélite, también pueden venir los que falten por venir, pues todos queremos vivir eternamente, para lo cual tenemos que entrar a la Casa de Dios, al Reino de Cristo, la Iglesia del Señor Jesucristo.
Vamos ya a orar, si falta alguna persona que es tímida y se avergüenza que lo vean pasar al frente. Recuerden, Cristo no se avergonzó de nosotros para morir con nosotros en la Cruz del Calvario. No podemos avergonzarnos de Cristo, Cristo dijo: “El que se avergonzare de mí, Yo me avergonzaré de él delante de mi Padre que está en los Cielos.”
Por lo tanto, no nos podemos avergonzar de Cristo, Él dijo: “El que se avergonzare de mí, Yo me avergonzaré de él delante de mi Padre que está en los Cielos.”
Pero para los que no se avergüenza de Cristo, Él dijo: “El que me confesare delante de los hombres, Yo le confesaré delante de mi Padre que está en los Cielos.” San Mateo, capítulo 10, versos 32 al 33.
“Por lo tanto, el que se avergonzaré de mí (dice Cristo), el que me negare delante de los hombres, Yo le negaré delante de mi Padre que está en los Cielos.”
Por lo tanto, no nos podemos avergonzar de Cristo, todos queremos la bendición de Cristo, todos queremos entrar al Reino de Cristo, todos queremos vivir eternamente.
Y hay una forma para obtener la Vida eterna y vivir eternamente en el Reino de Dios: es recibiendo a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, para lo cual ustedes han venido en esta noche, para así dar testimonio público de vuestra fe en Cristo recibiéndole como vuestro único y suficiente Salvador.
Todavía si falta alguna persona puede venir, ya vamos a orar por todos los que han llegado a los pies de Cristo, también por los que han venido a los Pies de Cristo en otras naciones, vamos a orar, quedaran incluídos en esta oración.
Vamos a levantar nuestras manos al Cielo, a Cristo, y vamos a orar, y repintan conmigo esta oración los que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión, tanto los que están aquí como los que están en otras naciones escuchando en estos momentos la predicación del Evangelio de Cristo. Con nuestros ojos cerrados y nuestras manos levantados a Cristo al Cielo, repitan conmigo esta oración:
Señor Jesucristo, he escuchado la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón, creo en Ti de todo corazón, creo en Tu Primera Venida, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por mis pecados, doy testimonio público de mi fe en Ti reconociendo que soy pecador y que necesito un Salvador.
Señor Jesucristo, creo en Ti de todo corazón y Te recibo como mi único y suficiente Salvador.
Señor Jesucristo, Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego y produzcas en mí el nuevo nacimiento, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre.
Señor Jesucristo, en Tus manos encomiendo mi alma, salva mi alma, Te lo ruego. En Tu Nombre eterno y glorioso Señor Jesucristo. Amén.
Y todos con nuestras manos levantadas a Cristo al Cielo, decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado.
Por cuanto ustedes escucharon la predicación del Evangelio de Cristo, nació la fe de Cristo en vuestra alma y dieron testimonio público de vuestra fe en Cristo recibiéndole como vuestro único y suficiente Salvador.
Ustedes me dirán: “Cristo dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo.’ Ya he creído y me falta ser bautizado en agua en Su Nombre. Quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo lo más pronto posible, quiero cumplir el mandato de Cristo completo. ¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta de ustedes.
Por cuanto ustedes han creído de todo corazón en Cristo, bien pueden ser bautizados en agua en estos mismos momentos.
Y que Jesucristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
Y a vuestros familiares Cristo los traiga a Sus Pies y les dé la salvación y Vida eterna también, para que estén con ustedes eternamente en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Y ahora, pregunto al Reverendo Acero, si hay agua: Hay agua, hay bautisterios, ¿hay ropas bautismales también? Hay ropas bautismales. ¿Y lugar dónde colocarse las ropas bautismales, o sea, vestidores? ¿Hay personas también que les ayudarán? Hay persona que les ayudarán y también cuidarán de vuestras ropas en lo que ustedes serán bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. ¿Hay también ministros que les bautizarán? Hay también ministros que les bautizarán.
Es como fue en el tiempo de Juan el Bautista, y como fue en el tiempo de Jesús, y como fue en el tiempo de los Apóstoles: que predicaban, y los que creían eran bautizados en agua el mismo día.
Por eso Juan el bautista, como no tenía bautisterio, predicaba a la orilla del río y los que creían los bautizaba en el río, y también cando Jesús predicaba, los que creían los discípulos de Jesucristo los bautizaban, y el Día de Pentecostés predicó San Pedro lleno del Espíritu Santo, y los que creyeron fueron bautizados ese día, y eran como tres mil personas.
Por lo tanto, ustedes también bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo en estos mismos mementos.
Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, y entren así a la Casa de Dios, la Iglesia del Dios Viviente, la Iglesia de nuestro amado Señor Jesucristo, entren así a la Casa de Dios, la Familia de Dios, como hijos e hijas de Dios nacidos de nuevo del Agua y del Espíritu.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de nuestro tema: “LA CASA DE DIOS.”
Muchas gracias por vuestra amable atención, y dejo con ustedes al Reverendo Alfonso Acero, para continuar e indicarles hacia dónde caminar las damas para colocarse las ropas bautismales y hacia dónde caminar los caballeros para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el nombre del Señor Jesucristo.
Que Dios les continúe bendiciendo a todos, y les bautice con Espíritu Santo y Fuego.
En el bautismo en agua, el cual es tipológico, la persona cuando recibe a Cristo muere al mundo; y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, representa la sepultura, representa la sepultura de Cristo y representa que la persona está siendo sepultada, el viejo hombre está siendo sepultado; cuando el ministro lo levanta de las aguas bautismales, representa la resurrección de Cristo y representa que la persona está resucitando a una nueva vida con Cristo en Su Reino eterno, para vivir eternamente con Cristo, está resucitando a la Vida eterna.
Así que ya pueden comprender lo que significa el bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Por eso Él dijo:
“El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Que Dios les continúe bendiciendo a todos, y nos continuaremos viendo eternamente, tanto en estos cuerpos como luego cuando tengamos el nuevo en el nuevo cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado.
Que Dios les bendiga a todos, y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.
Con vosotros el Reverendo Alfonso Acero para continuar.
“LA CASA DE DIOS.”