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| Poniendo a Dios primero | 2004-10-26 | 2 | Lambaré | Central | PY | 00:00:00 | false |
Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición y privilegio grande estar con vosotros en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Reciban todos saludos de mi esposa Erica, y los niños reciban saludos de América y de Yahannah Gabriela.
Leemos en estos momentos la Escritura de San Mateo, capítulo 22, versos 34 al 40, donde dice:
“Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una.
Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo:
Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?
Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
Este es el primero y grande mandamiento.
Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema es: “PONIENDO A DIOS PRIMERO.”
A través de las Escrituras encontramos que Dios ha establecido para el ser humano que primero es Dios, Dios es primero; por lo tanto, toda persona debe comprender que Dios es primero, que tiene que poner a Dios primero en su vida, para así agradar a Dios.
Y ahora, ¿cómo ponemos a Dios primero? Eso es muy importante conocerlo.
Veamos algunas Escrituras: en el capítulo 10 de San Mateo, nos habla también Cristo, versos 28 en adelante, donde nos dice (28 al 39):
“Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.
¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre.
Pues aun vuestros cabellos están todos contados.
Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos.
A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.
Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.
No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada.
Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra;
y los enemigos del hombre serán los de su casa.
El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí;
y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.
El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.”
En estas palabras Cristo nos muestra que Jesucristo, en quien estaba, está y estará Dios en toda Su plenitud, es primero que todas las cosas, es primero que papá, que mamá, que nuestros hermanos, primero que nuestro trabajo, primero que nuestras riquezas. Jesucristo es primero para todos nosotros. Por eso Él nos muestra que el que ame padre, madre, hijo e hijas, más que a Él, no es digno de Él.
El amor humano es el amor filio, es el amor filio, es amor humano, amor terrenal, amor familiar, amor hermanable. Pero el Amor de Dios y a Dios es el Amor Ágape, con el cual amamos a Dios.
Pedro escuchó a Cristo, después que Cristo había resucitado, lo escuchó preguntándole a Pedro: “Pedro, ¿me amas?” Y Pedro le contestaba: “Señor, yo te amo.” Luego le preguntó de nuevo: “¿Pedro, me amas?” Y Pedro le contesta: “Señor, yo te amo.” Y luego la tercera vez, Cristo le pregunta a Pedro: “Pedro, ¿me amas? O sea, ¿me amas más que todos éstos, o todos los demás?” Y Pedro le dice: “Señor, Tú sabes que te amo.”
Eso está aquí en San Juan, capítulo 21, versos 15 al 17, dice:
“Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. El le dijo: Apacienta mis corderos.
Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas.
Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.”
En las ocasiones anteriores a esta tercera vez, Pedro le había contestado con la palabra que significaba: “Amor filio,” que es amor humano, amor hermanable, amor familiar; pero en esta tercera vez Pedro le contesta con la palabra que significa: “Amor Divino, Amor de Dios.”
Ahora, es con Amor Divino que amamos a Dios, y lo amamos con toda nuestra mente, con todo nuestro corazón (o sea, con nuestra alma), con toda nuestra mente, con nuestro espíritu, con nuestras fuerzas. Así hay que amar a Dios; o sea, en todos los sentidos hay que amar a Dios, porque primero es Dios; y Dios entonces nos bendice y hace de nuestra vida terrenal una vida llena de las bendiciones del Cielo.
Para amar a Dios, y ése Amor agradar a Dios, la persona tiene que estar dentro del Pacto Divino correspondiente a su Dispensación en la cual está viviendo. Si la persona vivía en el tiempo del Antiguo Testamento, en el tiempo en que Moisés dio la Ley para el pueblo, la persona expresaba su amor a Dios conforme a los mandamientos establecidos por Dios en la Ley. Pero ahora en el Nuevo Testamento, Dios dijo que establecería un nuevo Pacto con la casa de Judá y la casa de Israel.
Eso está en Jeremías, capítulo 31, versos 31 en adelante, donde nos dice de la siguiente manera:
“He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá.
No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová.
Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.”
Ahora, en el Nuevo Testamento Dios escribe Sus leyes por medio del Espíritu Santo en las tablas del corazón del ser humano. Y el ser humano para entrar en este nuevo Pacto, que Dios había prometido establecer con la casa de Israel y con la casa de Judá, vean ustedes, el secreto de este Nuevo Pacto, vean, aquí en San Mateo, capítulo 26, versos 26 al 29, Cristo hablando en la última Cena, dice:
“Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.
Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;
porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.”
Y ahora, bajo en Nuevo Pacto, ya las personas no tienen que estar sacrificando animalitos, ya no necesitan que los sacerdotes o el sumo sacerdote sacrifique un animalito, como se sacrificaba el animalito del macho cabrío de la expiación el día diez del mes séptimo de cada año; así como también Moisés había sacrificado un macho cabrío, y había esparcido la sangre sobre el propiciatorio y sobre todos los vasos de servicio en el templo, y sobre todo el pueblo.
Ahora, bajo en Nuevo Pacto, la Sangre es la Sangre de Jesucristo, el Cordero de Dios, el cual también es el Macho Cabrío de la Expiación, la Sangre de la Expiación por y para nuestros pecados, es la Sangre que nos limpia de todo pecado; y esa es la Sangre del Nuevo Pacto, del Pacto eterno que nos dice San Pablo en Hebreos, capítulo 13, verso 20 al 21, donde nos dice:
“Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno,
os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.”
Y ahora, la Sangre del Pacto eterno es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.
Y ahora, Dios habiendo prometido establecer un Nuevo Pacto con la casa de Judá y con la casa de Israel, ahora ha establecido un Nuevo Pacto, conforme a como Él lo ha prometido.
Vean, en Ezequiel nos habla de este Nuevo Pacto que Él establecería con Su pueblo, y nos enseña de este nuevo Pacto lo siguiente... y vamos a ver más claramente de este Nuevo Pacto, lo que está aquí prometido. Vamos a ver este Nuevo Pacto, que es un Pacto de Paz para todo el pueblo. Este Pacto de Paz, vean aquí en Jeremías, capítulo 34, verso 18, dice:
“Y entregaré a los hombres que traspasaron mi pacto, que no han llevado a efecto las palabras del pacto que celebraron en mi presencia, dividiendo en dos partes el becerro y pasando por medio de ellas.”
Aquí nos habla de este pacto. Ahora, también tenemos un Nuevo Pacto establecido por Dios. Vamos a ver este Nuevo Pacto más claramente... Jeremías 32 también nos habla de este Nuevo Pacto: es un Pacto de paz. Y la Escritura nos dice: “No hay paz para el impío.”
Y ahora, ¿cómo es que Dios tiene un Pacto de Paz, y no hay paz para el impío? Porque la Paz de Dios está dentro de ese Nuevo Pacto, de ese Pacto de Paz. Por lo tanto, toda persona que quiera la Paz de Cristo, de la cual Él dijo: “Mi Paz os dejo, Mi Paz os doy; no como el mundo la da, Yo os la doy.” Esa Paz de Cristo solamente la reciben aquellas personas que entran al Pacto de Paz.
San Juan, capítulo 14, verso 27, dice:
“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.”
Ahora, podemos ver que Cristo da Su Paz a todos aquellos que creen en Él, los cuales por medio del Sacrificio de Cristo, entran al Nuevo Pacto, el Pacto de Paz, para vivir en paz todos los días de su vida, con la Paz de Dios, de Cristo, acá en su corazón, porque han puesto a Dios primero. Hay que poner a Dios primero, y hay que buscar el Reino de Dios primero.
¿Y para qué buscamos el Reino de Dios? Para entrar al Reino de Dios.
¿Y cómo entramos al Reino de Dios? Naciendo del Agua y del Espíritu, como le dijo Cristo a Nicodemo. Él dijo: “De cierto, de cierto, te digo: que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.” Y por consiguiente si no entra al Reino de Dios, no entra al Pacto de Paz, que es el Nuevo Pacto establecido por Dios a través de Jesucristo. Y ya la Sangre del Nuevo Pacto no es la sangre de un animalito, sino la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. Y con la Sangre de Cristo hemos sido limpios de todo pecado, porque la Sangre de Cristo nos limpia de todo pecado. Y todo esto, porque hemos puesto a Dios primero.
Hay que buscar a Dios primero y Su Reino, para entrar al Reino de Dios, y estar dentro del Nuevo Pacto, del Pacto de Paz, cubiertos con la Sangre del Nuevo Pacto, la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador, para así tener la Paz de Dios, la Paz de Cristo acá en nuestro corazón, y tener la Vida eterna.
Y cuando la persona tiene la Vida eterna está en paz, tiene la Paz de Dios en su corazón, y sabe que cuando terminen sus días terrenales en el cuerpo físico, continuará viviendo en el Paraíso en el cuerpo angelical, y luego cuando Cristo complete Su Obra de Redención, cuando Cristo complete Su Iglesia, haya redimido hasta el último escogido, escrito en el Cielo en el Libro de la Vida del Cordero, Cristo se levantará del Trono del Padre, tomará el Título de Propiedad, que es el Libro de los Siete Sellos, lo abrirá en el Cielo y hará Su Obra de Reclamo, conforme a Apocalipsis, capítulo 5, verso 1 en adelante.
Y entonces resucitará los muertos creyentes en Él en cuerpos glorificados, y a nosotros los que vivimos nos transformará, y entonces todos tendremos el cuerpo eterno y glorificado y seremos todos iguales a Jesucristo: seremos a Su Imagen: cuerpo angelical, y a Su semejanza: cuerpo físico glorificado, y entonces todos viviremos eternamente con Cristo en Su Reino físico que Él establecerá en este planeta Tierra.
Por lo tanto, poniendo a Dios primero, recibimos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador; y lo más importante para nosotros es Jesucristo, en quien está Dios en toda Su plenitud. Y amar a Jesucristo es amar a Dios, porque Dios está en Jesucristo.
Por lo tanto, poniendo a Dios primero, tenemos a Dios de nuestra parte y tenemos las bendiciones de Dios en nuestra alma y en nuestra vida, en todo nuestro ser; y por consiguiente tendremos bendiciones espirituales y bendiciones materiales también, tanto en nuestra vida terrenal, como cuando estemos ya en el cuerpo nuevo y eterno, ahí tendremos bendiciones mayores; y seremos Reyes y Sacerdotes y Jueces en el Reino eterno de Jesucristo; estaremos en el Reino Milenial de Cristo y después también por toda la eternidad en Su Reino eterno, teniendo las grandes bendiciones del Cielo; porque Cristo recompensará a cada uno según sea su obra.
Por eso Cristo dijo en San Mateo, capítulo 16, versos 26 en adelante:
“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.”
Por lo tanto, amar a Dios, poner a Dios primero es el secreto; poner a Dios primero en todas las cosas en nuestra vida es el secreto para tener éxito y vivir eternamente con Cristo en Su Reino.
Vean, en Apocalipsis, capítulo 22, verso 12 en adelante, dice:
“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.”
Y estamos esperando Su Segunda Venida y esperando la recompensa que Él traerá para nosotros en Su Segunda Venida. Él traerá para nosotros la Corona de la Vida eterna, Él traerá para nosotros la transformación de nuestros cuerpos, y entonces tendremos Vida eterna física, seremos inmortales físicamente, porque Él nos dará un cuerpo eterno y glorificado y joven para toda la eternidad, un cuerpo glorificado como el cuerpo glorificado que Él tiene, el cual no se ha puesto viejo. Desde que Él ascendió al Cielo hasta nuestro tiempo, Él está tan joven como cuando ascendió al Cielo.
Por lo tanto, esa es la clase de cuerpo que nosotros necesitamos, porque este cuerpo terrenal que nosotros tenemos se nos va poniendo viejo, y llega el tiempo en que se pone tan viejo que muere; y algunas veces antes de ponerse viejo, por alguna enfermedad muere también; y aún sin enfermedad, también por un accidente también muere.
Por lo tanto, tenemos que asegurar nuestro futuro eterno en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador, ¿cómo? Recibiendo a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, siendo bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, arrepentidos de nuestros pecados, y Cristo nos perdona y con Su Sangre nos limpia de todo pecado y nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego y produce en nosotros el nuevo nacimiento, y entramos a la Vida eterna, entramos al Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador, y así tenemos Vida eterna; y eso es porque hemos puesto a Dios primero.
Hemos venido a este planeta Tierra con un y para un propósito divino, el propósito divino por el cual y para el cual hemos venido a la Tierra lo dice aquí San Pedro, en Primera de Pedro, capítulo 1, verso 2, donde nos dice:
“...elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo...”
¿Para qué hemos venido? Para obedecer a Dios y ser rociados con la Sangre de Jesucristo. Ese es el propósito por el cual yo he venido a este planeta Tierra a vivir en este cuerpo de carne. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.
Hay un propósito por el cual vivimos en esta Tierra. Usted no escogió venir a vivir a este planeta Tierra, y no escogió vivir en este tiempo tampoco; fue Dios el que escogió para usted el que viviera en esta Tierra para ser rociado con la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador, y ser limpio de todo pecado y ser colocado dentro del nuevo Pacto, y estar cubierto con la Sangre del Nuevo Pacto, poniendo a Dios primero, obedeciendo a Dios y sirviéndole todos los días de su vida, y así teniendo asegurado su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno.
“¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” Preguntó Cristo en San Mateo, capítulo 16, verso 26 en adelante. ¿Ven? El propósito nuestro en la Tierra es la salvación de nuestra alma, recibiendo a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, siendo limpiados con la Sangre de Cristo de todo pecado, siendo bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y siendo bautizados por Cristo, bautizados con el Espíritu Santo y Fuego, Cristo bautizándonos con Espíritu Santo y Fuego, y produciendo en nosotros el nuevo nacimiento, naciendo de nuevo, naciendo así del Agua y del Espíritu, naciendo de la predicación del Evangelio de Cristo y del Espíritu Santo.
Para eso fue que Cristo ordenó a Sus discípulos predicar el Evangelio, en San Marcos, capítulo 16, verso 15 al 16, cuando dijo a ellos:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Tan simple como eso. Es un asunto de fe en Cristo para ser salvo y obtener la Vida eterna; y es un asunto de incredulidad a Cristo para la persona ser condenada y no tener la oportunidad de vivir eternamente con Cristo en Su Reino, sino ser echado en el lago de fuego, donde será quemado y dejará de existir. Pero nadie quiere ser echado en el lago de fuego, porque toda persona quiere vivir eternamente.
Por lo tanto, ya sabemos cómo obtener la Vida eterna: poniendo a Dios primero, recibiendo a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, para que Él nos perdone y con Su Sangre nos limpie de todo pecado, y seamos bautizados en agua en Su Nombre, donde nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección; y Él nos bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en nosotros el nuevo nacimiento, y así nazcamos a la Vida eterna. Esa es la forma para nacer en y a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador.
Cuando nacimos en esta Tierra a través de nuestros padres terrenales, nacimos a la vida, pero no a la Vida eterna, sino a una vida temporal, que a la mayor parte de las personas se les termina antes de los cien años, en la actualidad. Muy pocos son los que pasan de cien años.
¿Pero por qué tan corto el tiempo de vida aquí en la Tierra? Porque usted no necesita muchos años para hacer contacto con la Vida eterna, con Cristo, para poner a Dios primero y recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador.
Por lo tanto, lo que tiene valor no es cuántos años usted viva en la Tierra, es: que usted reciba a Cristo como su único y suficiente Salvador; luego los muchos años se los va a dar Dios en el Reino Milenial de Cristo y por toda la eternidad, cuando le dé a usted y me dé a mí el cuerpo nuevo y eterno y glorificado, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.
Por lo tanto, en estos cuerpos físicos no necesitamos tantos años, lo suficiente para recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, y así confirmar nuestra vida con Cristo en Su Reino eterno, y así asegurar nuestro futuro eterno con Jesucristo en Su Reino eterno, asegurar nuestro futuro en la Vida eterna; porque no hay nada más importante para el ser humano que la Vida eterna.
¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y pierde su alma? De nada le habrá servido vivir en esta Tierra. No importa lo rico que sea la persona, si no tiene a Cristo en su alma, si no lo ha recibido como su único y suficiente Salvador, pues es tan pobre como el hombre rico que murió y fue al infierno, y allí no tenía ni para comprar un vaso de agua; las riquezas no se las pudo llevar.
Por lo tanto, por más rico que sea un individuo aquí en la Tierra, cuando muere no se puede llevar nada, todo se queda para sus hijos, sus familiares y para el gobierno.
Pero Cristo dijo: “Haced tesoros en el Cielo, donde ladrones no minan y donde la polilla ni el orín corrompen.” Ahí es donde tenemos que hacer tesoros, los cuales los disfrutaremos en el Reino Milenial de Cristo y en toda la eternidad, porque Cristo recompensará a cada uno según sea su obra.
Por lo tanto, para hacer tesoros en el Cielo, hay que entrar al Reino de los Cielos, al Reino de Dios, y para entrar al Reino de Dios tenemos que nacer del Agua y del Espíritu; y para nacer del Agua y del Espíritu, tenemos que recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, ser bautizados en agua en Su Nombre, y recibir Su Espíritu Santo y obtener así el nuevo nacimiento.
Por lo tanto, todos queremos entrar al Reino de Dios, al Reino de los Cielos, para vivir con Cristo por toda la eternidad. Por lo tanto, ponemos a Dios primero y recibimos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador.
Eso es lo primero que todo ser humano tiene que hacer en su vida: recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador, para así asegurar su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno; pues no hay nada más importante para el ser humano que la Vida eterna, y así la persona está poniendo a Dios primero.
Yo he puesto a Dios primero, porque he recibido a Cristo como mi único y suficiente Salvador.
¿Y quién más ha puesto a Dios primero? Cada uno de ustedes también. Por lo tanto, por poner a Dios primero las bendiciones de Dios son y están con ustedes, y vivirán eternamente con Cristo en Su Reino.
Si hay alguna persona que todavía no ha puesto a Dios primero, que no ha confesado a Cristo como su único y suficiente Salvador. Cristo dijo: “El que me confesare delante de los hombres, Yo le confesaré delante de mi Padre.” Todos queremos que Cristo nos confiese delante de nuestro Padre Celestial. Por lo tanto, todos queremos vivir eternamente, porque el que quiere que Cristo lo confiese delante del Padre Celestial, quiere que lo confiese para que le dé la salvación y Vida eterna.
Por lo tanto, todos queremos confesar a Cristo públicamente como nuestro único y suficiente Salvador, dando testimonio así de nuestra fe en Cristo. Ya yo lo hice. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.
Si hay alguna persona que todavía no ha confesado a Cristo públicamente como su único y suficiente Salvador, puede hacerlo en esta noche para que Cristo le confiese delante del Padre Celestial y le dé la salvación y Vida eterna. “El que tiene al Hijo, tiene la Vida, la Vida eterna.” El que no tiene a Jesucristo el Hijo de Dios, no tiene la Vida eterna; porque Dios nos ha dado Vida eterna.
¿Y dónde está la Vida eterna que Dios nos ha dado? Esa Vida está en Jesucristo. Y para la persona recibir la Vida eterna que Dios nos ha dado, la persona tiene que recibir a Jesucristo en quién Dios colocó la Vida eterna, y a través de quién Dios nos ha dado la Vida eterna. El que en Él cree no es condenado; pero el que no cree en Él, en Cristo, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el Nombre del unigénito Hijo de Dios.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” [San Juan 3:16]
Es Vida eterna lo que recibe la persona que recibe a Cristo como su único y suficiente Salvador.
Para la persona que busca a Dios primero y recibe a Cristo como su Salvador, es Vida eterna lo que Cristo le da: para eso es que recibimos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador. Y para eso es que se predica el Evangelio de Cristo: para que las personas comprendan cómo obtener la Vida eterna. “Porque no hay otro nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos, no hay otro nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos.” [Hechos 4:12] Solamente hay uno, y ése Nombre es SEÑOR JESUCRISTO.
Por lo tanto, si hay alguna persona en esta noche que todavía no ha recibido a Cristo como su Salvador, puede en esta noche, luego de haber escuchado y haber nacido en su alma, en su corazón, la fe de Cristo para creer en Cristo como su Salvador, puede dar testimonio público de su fe en Cristo, pasando acá al frente, y yo oraré por usted, para que Cristo le reciba y le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado. Pueden continuar pasando y yo estaré orando por ustedes en esta noche, y así ustedes estarán poniendo a Dios primero en vuestras vidas.
“PONIENDO A DIOS PRIMERO.”
Eso es lo que ustedes están haciendo, ustedes que están viniendo para dar testimonio público de vuestra fe en Jesucristo nuestro Salvador.
Es un asunto de Vida eterna recibir a Cristo como nuestro Salvador, dar testimonio público de nuestra fe en Cristo. Nadie nos puede dar Vida eterna, excepto Jesucristo. Por eso venimos a Cristo, lo recibimos como nuestro Salvador, porque queremos la Vida eterna, queremos vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino; y para vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino, tenemos que recibir al Rey de ese Reino: a Jesucristo como nuestro único y suficiente Salvador.
Así es como entramos al Pacto eterno y quedamos cubiertos con la Sangre del Pacto eterno y recibimos la Paz del Pacto eterno, la Paz del Nuevo Pacto, la Paz de Cristo en nuestras almas, en nuestros corazones.
Y la angustia existencial que tiene la raza humana, porque no sabe de dónde vino, no sabe porqué está aquí en la Tierra, y no sabe hacia dónde va, desaparece de la persona, porque tiene la Paz de Cristo en su alma, porque ha puesto a Dios primero. Recibiendo a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador es que ponemos a Dios primero, y Cristo escribe en las tablas de nuestro corazón los mandamientos de Dios. Todo esto es bajo el Nuevo Pacto, y Cristo con Su Sangre nos limpia de todo pecado.
Usted no puede ir a la farmacia o al supermercado y pedir un frasco de detergente para usted ser limpio de todo pecado, para aplicarlo en usted para ser limpio de pecado. No. Solamente hay una cosa que limpia al ser humano de todo pecado, y eso es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. Y estamos en este planeta Tierra para ser rociados con la Sangre de Jesucristo: para eso fue que Dios le envió a usted a vivir en este planeta Tierra, y a mí también.
Todavía pueden continuar pasando las personas que faltan por pasar para que queden incluidas en esta oración que haré por todas las personas que han pasado. Vamos a estar puestos en pie, y todavía si falta alguna persona por pasar, puede pasar, y los niños de diez años en adelante también pueden venir para que queden incluidos en esta oración, porque Cristo también tiene lugar para los niños en Su Reino.
Dios tiene mucho pueblo en esta ciudad de Asunción, Paraguay, y los está llamando en esta ocasión para que entren al Pacto de Paz, al Pacto eterno, y así pongan a Dios primero en sus vidas.
Algunas veces, luego que han escuchado la predicación del Evangelio y ha nacido la fe de Cristo en sus corazones, en sus almas, porque la fe viene por el oír la Palabra, por el oír la Palabra (y con el corazón se cree para justicia), luego cuando llega el momento para hacer confesión pública de su fe en Cristo (porque con la boca se confiesa para salvación) algunas veces se ponen tímidas algunas personas y se ponen tímidos para pasar al frente.
Pero diga: “Ya yo he escuchado la predicación del Evangelio de Cristo, y ha nacido la fe de Cristo en mi alma, en mi corazón, y he creído en Cristo como mi único y suficiente Salvador. Por lo tanto, yo paso al frente y doy testimonio público de mi fe en Cristo.” Y así obtiene la Victoria y obtiene la salvación y Vida eterna.
Si falta todavía alguna persona por venir al frente para recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador, dando testimonio público de su fe en Cristo, puede hacerlo inmediatamente para que quede incluido en esta oración, o incluida en esta oración.
Ustedes están aquí en esta noche porque el nombre de ustedes está escrito en el Cielo en el Libro de la Vida; y por eso Dios les ha traído hasta aquí para escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, para crear en vuestros corazones la fe de Cristo para creer en Cristo como vuestro único y suficiente Salvador; porque la fe viene por el oír la Palabra de Dios. Dios les ha traído hasta aquí para darles salvación y Vida eterna, y para limpiarlos de todo pecado con Su Sangre, la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.
Vamos ya a orar por las personas que han pasado. Si falta todavía alguna persona por pasar al frente, puede hacerlo inmediatamente. Vamos a levantar nuestras manos al Cielo a Cristo, y repitan conmigo esta oración (nuestros ojos cerrados):
Señor Jesucristo, vengo a Ti reconociendo que soy pecador y reconociendo que Tú eres el único y suficiente Salvador; creo en Tu Primera Venida, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio, como el Sacrificio de la Expiación por mis pecados, y doy testimonio público de mi fe en Ti, y Te recibo como mi único y suficiente Salvador.
Señor Jesucristo, Te ruego perdones mis pecados, y Te ruego me limpies de todo pecado con Tu Sangre preciosa, y Te ruego me bautices con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en Tu Nombre en agua. Señor Jesucristo, quiero entrar a Tu Reino, quiero recibir la Vida eterna y quiero vivir eternamente contigo en Tu Reino. En Tus manos encomiendo mi alma, salva mi alma, Señor Jesucristo, Te lo ruego. En Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo, Te lo ruego. Amén y amén.
Repitan conmigo, con nuestras manos levantadas al Cielo: La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado. Cristo ha hecho eso porque ustedes han escuchado la predicación del Evangelio de Cristo y han creído y lo han recibido como vuestro único y suficiente Salvador. Él dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” Y ustedes han creído de todo corazón en Cristo y lo han recibido como vuestro único y suficiente Salvador.
Ustedes me dirán: “Todavía me falta algo: ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.” Y me preguntarán: “¿Cuándo me pueden bautizar?” Por cuanto ustedes han creído de todo corazón en Cristo bien pueden ser bautizados en agua esta misma noche en el Nombre del Señor Jesucristo.
Y pregunto al ministro aquí, el Reverendo William Paras si: ¿Hay agua? Hay agua, hay bautisterios aquí al lado. ¿Hay ropas bautismales también? Hay ropas bautismales. ¿Hay lugar dónde cambiarse de ropas también? Hay vestidores para damas y también vestidores para caballeros, y también personas que cuidarán de sus ropas. Así que hay ropas bautismales para que ustedes se cambien de ropa, y lugar dónde cambiarse de ropas; y personas cuidarán de sus ropas en lo que ustedes serán bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo esta misma noche.
Cristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” En el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.
Cuando la persona ha recibido a Cristo como Salvador, ha muerto al mundo; y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, está tipificando eso la sepultura; usted está siendo sepultado con Cristo. Y cuando usted es levantado por el ministro de las aguas bautismales, eso representa, tipifica, la resurrección, una resurrección a la Vida eterna; usted ha resucitado, ha sido levantado de entre las aguas bautismales, ha resucitado a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno, para vivir con Cristo en Su Reino eterno todos los días de su vida.
“PONIENDO SIEMPRE A DIOS PRIMERO.”
Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí también; y Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, luego de que ustedes sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; y a vuestros familiares, los traiga también Cristo a Sus Pies, y les dé la salvación y Vida eterna, para que estén con ustedes en el Reino eterno de Cristo por toda la eternidad. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Muchas gracias por vuestra amable atención amables amigos y hermanos presentes, y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.
“PONIENDO A DIOS PRIMERO.”