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Cristo, nuestro Precursor 2004-09-12 1 São Paulo São Paulo BR 00:00:00 false

Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes; es para mí un privilegio y bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Reciban todos saludos de mi esposa Erica, y los niños reciban saludos de América y de Yahannah Gabriela.

Para esta ocasión leemos en las sagradas Escrituras, en la carta de San Pablo a los Hebreos, capítulo 6, versos 13 al 20, donde dice:

Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo,

diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente.

Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa.

Porque los hombres ciertamente juran por uno mayor que ellos, y para ellos el fin de toda controversia es el juramento para confirmación.

Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento;

para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros.

La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo,

donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema para esta ocasión es: “JESUCRISTO NUESTRO PRECURSOR.” “JESUCRISTO NUESTRO PRECURSOR.”

Siendo que el Apóstol Pablo nos habla aquí del Lugar Santísimo del Templo Celestial, donde Jesucristo entró por nosotros como precursor y se presentó como Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec, y ofreció y colocó Su propia Sangre ante la presencia de Dios sobre el propiciatorio del Templo Celestial.

Así como el pueblo hebreo tenía un templo terrenal: el tabernáculo que construyó Moisés y luego el templo que construyó el rey Salomón, los cuales eran tipo y figura del Templo Celestial; por lo tanto en el tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó el rey Salomón, se reflejaba el Templo Celestial y las cosas del Templo Celestial.

En el tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó el rey Salomón está representado todo el pueblo hebreo, y están representadas todas las cosas del pueblo hebreo, y está allí la presencia de Dios en el tabernáculo que construyó Moisés y templo que construyó el rey Salomón, está la presencia de Dios en el Lugar Santísimo; porque en el Cielo la presencia de Dios en Su Trono está en el Lugar Santísimo del Templo Celestial.

Encontramos que todas las cosas que están en el tabernáculo terrenal son tipo y figura de las cosas celestiales; por lo tanto el pueblo hebreo teniendo un sacrificio por sus pecados, el cual el sumo sacerdote ofrecía a Dios el día diez del mes séptimo de cada año, y llevaba la sangre de ese sacrificio al lugar santísimo y esparcía con su dedo siete veces sobre el propiciatorio. Eso es tipo y figura de un Sacrificio perfecto que vendría más adelante, y que sería presentado, ese Sacrificio y esa Sangre de ese Sacrificio sería presentado en el Templo Celestial por el Sumo Sacerdote del Templo Celestial, que es Melquisedec, el cual le apareció a Abraham en el capítulo 14 del Génesis y le dio pan y vino a Abraham, y Abraham dio a Melquisedec los diezmos de todo.

Ahora, podemos ver que el Templo Celestial tiene un Sumo Sacerdote, Melquisedec es el Rey de Salem (o sea, de Jerusalén), Rey de Justicia y Rey de Paz, y Sacerdote del Dios Altísimo, Sacerdote del Dios Altísimo del Templo Celestial.

Por eso en el sacerdocio terrenal del tabernáculo que construyó Moisés y del templo que construyó el rey Salomón, encontramos que en ese sacerdocio se está reflejando el Sacerdocio del Templo Celestial.

El sacerdocio terrenal tenía un sumo sacerdote y tenía un grupo de sacerdotes, y tenía levitas que trabajaban también en el templo; todo eso es tipo y figura del Orden Sacerdotal Celestial de Melquisedec, del cual el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, que es el Cristo y que es el Melquisedec que le apareció a Moisés, es el Sumo Sacerdote del Templo Celestial.

Y en ese Templo Celestial algún día se colocaría la Sangre de la Expiación por los pecados del ser humano, y la Misericordia de Dios sería extendida para la raza humana, para que así toda persona que arrepentida de sus pecados viniera a Cristo, lo recibiera como su único y suficiente Salvador, lo recibiera como el Sacrificio de la Expiación por sus pecados, alcanzara el perdón de sus pecados y fuera limpio de todo pecado con la Sangre de Jesucristo, con la Sangre de la Expiación por nuestros pecados, que es la Sangre del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario.

El sacrificio que el pueblo hebreo efectuaba el día diez del mes séptimo de cada año, el cual lo ofrecía a Dios el sumo sacerdote, el cual sacrificaba ese macho cabrío de la expiación; era la sombra, el tipo y figura del Sacrificio del Cristo, del Mesías, del Ungido prometido para venir en medio del pueblo hebreo en las últimas semanas de las setenta semanas de Daniel.

En las últimas semanas estaría presente el Mesías en la Tierra; y en la última semana (la semana número setenta) tendría Su ministerio; y a la mitad de la semana número setenta le sería quitada la vida al Mesías no por sí misma (o sea, que alguien le quitaría la vida al Mesías), lo matarían y así el Mesías moriría como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.

Y luego no se necesitarían más sacrificios de animalitos por los pecados del ser humano, porque tendríamos un Sacrificio Perfecto: el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, y tendríamos la Sangre Perfecta que nos limpiaría de todo pecado, y seríamos colocados dentro de un Nuevo Pacto, conforme a como estaba prometido para el pueblo de Dios: que Dios establecería con Israel, con la casa de Israel y con la casa de Judá un Nuevo Pacto. Bajo ese Nuevo Pacto hay un Orden Sacerdotal nuevo, y es un Orden Sacerdotal Celestial: el Orden Sacerdotal del Templo Celestial, del cual el Mesías, Jesucristo, es el Sumo Sacerdote de ese Templo Celestial; y todos los creyentes en Cristo pertenecen al Orden Sacerdotal del Cielo, del Templo Celestial.

Por eso Jesucristo con Su Sacrificio en la Cruz del Calvario nos limpió de todo pecado con Su Sangre preciosa, y nos hizo para nuestro Dios Reyes y Sacerdotes. Somos Reyes y Sacerdotes y Jueces de un Orden Celestial; no de un orden terrenal, sino de un Orden Celestial.

Por eso nuestra ciudadanía está en los Cielos, somos ciudadanos celestiales que hemos pasado por este planeta Tierra para entrar al Nuevo Pacto, recibiendo a Cristo como la Expiación por nuestros pecados, y así ser limpiados de todo pecado con la Sangre de Jesucristo, que es la Sangre de la Expiación por nuestros pecados.

Vean, en Apocalipsis, capítulo 1, verso 5 al 6, dice:

Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,

y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.”

Así como el sumo sacerdote ofrecía el sacrificio de la expiación por los pecados, encontramos que él ofrecía el sacrificio también por los pecados de los sacerdotes y por los pecados del pueblo. El sumo sacerdote era el único que podía ofrecer el sacrificio por los pecados.

Ahora, encontramos que el único que podía ofrecer el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados en el Templo Celestial, es el Sumo Sacerdote del Templo Celestial, el cual es Melquisedec y el cual vendría en carne humana en medio de Su pueblo: el pueblo hebreo, para efectuar el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados con Su propio cuerpo físico, el cual fue crucificado en la Cruz del Calvario; y luego que fue sepultado y resucitó, ascendió al Cielo victorioso, glorificado, y colocó Su propia Sangre en el propiciatorio del Templo Celestial.

Por lo tanto, desde la muerte de Cristo en adelante un Orden Celestial comenzó, se abrió en el Cielo para hebreos y para gentiles también. Ya no se ministra la expiación por los pecados del ser humano en el templo terrenal, sino que es desde el Templo Celestial donde está la Sangre de Cristo, que es la Sangre de la Expiación por nuestros pecados.

Vean ustedes, ahora es en el Templo Celestial, y todo está bajo un nuevo Orden Sacerdotal del cual Jesucristo es el Sumo sacerdote en ese Templo Celestial. Por consiguiente Jesucristo está haciendo Intercesión en el Cielo, en el Templo Celestial por toda persona escrita en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.

Esas personas cuando vienen a este planeta Tierra escuchan la predicación del Evangelio de Cristo y nace en sus almas, en sus corazones la fe en Cristo, para creer en Cristo como su único y suficiente Salvador, y dan testimonio público de su fe en Cristo, recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador, y obtienen el perdón de sus pecados, son limpios con la Sangre de Jesucristo de todo pecado, y son restaurados a la Vida eterna, son bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo los bautiza con Espíritu Santo y Fuego y obtienen el nuevo nacimiento, nacen de nuevo, nacen a una nueva vida, a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador, y somos hechos para nuestro Dios Reyes y Sacerdotes de ese Reino de nuestro amado Señor Jesucristo.

Para los escogidos de Dios, para esas personas Cristo ministra en el Cielo como Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec; y todos los hijos e hijas de Dios son colocados bajo el Nuevo Pacto y son cubiertos con la Sangre del Nuevo Pacto, del Pacto Eterno.

La Sangre de Jesucristo es la Sangre del Nuevo Pacto, del Nuevo Pacto que Dios dijo que establecería con la casa de Israel y con la casa de Judá, o sea, con el reino del Norte compuesto por diez tribus, y con el reino del Sur compuesto por dos tribus: la tribu de Judá y la tribu de Benjamín. Un Nuevo Pacto fue prometido, y Dios cumple lo que Él prometió.

Vean, en Jeremías, capítulo 31, nos dice (capítulo 31, verso 31 en adelante de Jeremías):

He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá.

No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová.

Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.”

Un Nuevo Pacto fue prometido y un Nuevo Pacto fue establecido; y la Sangre del Nuevo Pacto no es la sangre de animalitos, sino la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.

Juan el Bautista cuando vio a Jesús dijo: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.” La sangre de animalitos no puede quitar los pecados del ser humano, aquellos sacrificios de animalitos no podían quitar el pecado del ser humano, solamente era perdonada la persona; era perdonada la persona pero los pecados quedaban en la persona, quedaban cubiertos con la sangre de esos animalitos, pero no podían ser quitados porque no era un sacrificio perfecto, y por consiguiente no podían quitar los pecados esos sacrificios, pero estaba dando testimonio que más adelante se efectuaría un Sacrificio Perfecto, el cual sería el Sacrificio del Mesías por los pecados del pueblo, y Él libraría a Su pueblo de sus pecados.

Eso fue lo que le dijo el Ángel a José, el esposo de María: le dijo que la virgen María estaba embarazada pero que era del Espíritu Santo, y le dijo que le pusiera por nombre Jesús al niño que iba a nacer, porque Él salvaría a Su pueblo de sus pecados. Eso está en San Mateo, capítulo 1, verso 20 al 21.

Por lo tanto, el único que puede salvar a Su pueblo y por consiguiente a todo ser humano de sus pecados, tiene un Nombre, Su Nombre es SEÑOR JESUCRISTO. Por eso el Ángel dijo que le pusiera por Nombre JESÚS. Jesús significa: “Salvador, Redentor.” En hebreo, pues es JOSUÉ.

Ahora, vean aquí en el verso 34 lo que a continuación dice de este mismo capítulo 31 de Jeremías:

Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.”

Podemos ver que bajo el Nuevo Pacto, los pecados de la persona son perdonados y son borrados con la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador, y no se acordará Dios de los pecados de esas personas, que han sido limpiados con la Sangre del Nuevo Pacto, la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. Esa es la fuente que se abriría en Jerusalén conforme a Zacarías, capítulo 13, verso 1:

En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia.”

Podemos ver que esa fuente fue abierta allá en Jerusalén con la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario, para la purificación del pecado y de la inmundicia, porque lo único que puede limpiar al ser humano de todo pecado es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.

También en Isaías, capítulo 53 hablando acerca del Mesías, verso 4 en adelante para no leer mucho, dice... hablando del Mesías, dice, profetiza:

Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.

Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.”

Todos los golpes, azotes y la crucifixión de Cristo, todo eso está aquí profetizado. Fue por nosotros que Él sufrió todos esos azotes y la crucifixión en la Cruz del Calvario:

Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.”

Nuestros pecados Él los tomó, se hizo pecado por nosotros, fue hecho pecado por nosotros, y por esa causa Él tuvo que sufrir, porque la paga del pecado es muerte:

Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.

Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido.

Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.

Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.

Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos.

Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.”

Llevó el pecado de muchos, Él fue la Expiación por los pecados:

Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje.” Ese es el verso 10 del capítulo 53 de Isaías.

Este pasaje es la profecía de la Venida del Mesías para tomar los pecados del ser humano y morir como la Expiación por nuestros pecados, y así cumplirse en el Mesías el tipo y figura del Antiguo Testamento de Levítico, capitulo 23, versos 26 al 29. Dice que pondría Su vida en Expiación por el pecado. Y la expiación por el pecado señalada en Levítico, capítulo 23, se efectuaba el día diez del mes séptimo de cada año; capítulo 23, versos 26 al 29 de Levítico dice de la siguiente manera:

También habló Jehová a Moisés, diciendo:

A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.

Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.

Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.”

El día diez del mes séptimo de cada año es el día del perdón, es el día para todo ser humano ser reconciliado con Dios en medio del pueblo hebreo en el Antiguo Testamento; y todo eso es tipo y figura del día de la expiación por el pecado del ser humano que el Mesías Príncipe, conforme a la profecía de Isaías 53 llevaría a cabo en Su Venida, porque Él vendría para hacer la expiación por nuestros pecados y reconciliarnos con Dios. Todo fue tipificado en el sacrificio de la expiación del día diez del mes séptimo de cada año.

Ahora veamos en Daniel, capítulo 9, versos 21 en adelante, dice.

Aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde.

Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo: Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento.”

Este es el Ángel que tiene acceso al Libro de la Verdad, es el Ángel de la revelación divina, por eso aparece en diferentes ocasiones en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento:

Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. Entiende, pues, la orden, y entiende la visión.

Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.

Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.

Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones.”

Esta profecía nos habla de las setenta semanas determinadas para el pueblo hebreo; y a la mitad de la semana número setenta (o sea, después de las sesenta y dos semanas y las siete semanas anteriores, que suman sesenta y nueve semanas), después de eso, después de esas sesenta y nueve semanas por todas, vendría el ciclo divino donde le sería quitada la vida al Mesías.

Todos sabemos que esas setenta semanas estuvieron cumpliéndose y Jerusalén fue restaurada, el templo también; pero luego más adelante el General romano Tito destruyó la Ciudad y destruyó el templo, y eso está aquí profetizado.

Y el Mesías, al cual le sería quitada la vida al Mesías, a Él... ¿quién fue entonces? El único hombre, el cual cumplió todas estas profecías mesiánicas, se llama JESUCRISTO.

Si Jesucristo no fue el Mesías, entonces hay que buscar quién fue el Mesías Príncipe que murió como la expiación por los pecados del pueblo hebreo y de todo ser humano, para el ser humano ser reconciliado con Dios, al venir arrepentido de sus pecados y pedir perdón a Dios por sus pecados, y ser limpios con la Sangre de la Expiación por los pecados del ser humano.

La promesa mesiánica es que la vida le sería quitada al Mesías, después de las sesenta y dos semanas en unión a las siete semanas; siete semanas y sesenta y dos semanas son sesenta y nueve semanas, y luego de eso comienza la semana número setenta. Esas son semanas de años, y en esa semana número setenta le sería quitada la vida al Mesías. Si Jesucristo no fue el Mesías, hay que buscar quién fue el Mesías que murió en ese tiempo por el pecado del pueblo hebreo y de todo ser humano, porque el Mesías Príncipe sería la Expiación por nuestros pecados.

Y aquella expiación por los pecados del pueblo que efectuaba el sumo sacerdote el día diez del mes séptimo, se haría realidad en Jesucristo, en el Mesías que es Jesucristo, el cual cumplió todas estas promesas mesiánicas; y si Jesucristo no fue el Mesías, entonces hay que buscar otra persona que haya cumplido todas esas profecías mesiánicas. Y no hay otra persona al cual se le pueda llamar el Mesías Príncipe que murió llevando los pecados del pueblo hebreo y de todo ser humano.

Ahora, ¿por qué el pueblo hebreo rechazó a Cristo y pidió la muerte de Cristo? Todo estaba en el Programa de Dios, porque el Sacrificio de la Expiación por los pecados del ser humano tenía que morir. Si el pueblo hebreo, el sumo sacerdote y el concilio del sanedrín llegan a recibir a Jesucristo como el Mesías, no se podía efectuar el Sacrificio de la Expiación por los pecados del pueblo hebreo y de todo ser humano. Todo estaba en el Programa Divino, fue como con José: sus hermanos lo vendieron, pero todo estaba en el Programa Divino, después se reveló a ellos entre los gentiles.

Ahora, encontramos que por cuanto todo estaba en el Programa Divino, no podemos criticar al pueblo hebreo por lo que hicieron. Más bien yo digo: “Gracias a Dios por lo que ellos hicieron, gracias a Dios porque lo rechazaron, y eso dio lugar a que se efectuara el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, el Sacrificio Perfecto, el cual tenía que efectuarlo un hombre.” Y no un hombre corriente, porque todo ser humano que nace en la Tierra, nace contaminado con el pecado, porque nace como descendiente de Adán y Eva.

Y ellos pecaron y murieron, aunque siguieron viviendo, y Adán vivió 930 años, y murió. Pero el día que pecaron, ese día murieron, porque Dios dijo: “El día que comas del árbol de ciencia del bien y del mal, ese día morirás.” Y aparentemente no murió, pero sí murió, murió a la vida: a la Vida eterna, y solamente le quedó vida temporera que se le acabó a los 930 años.

Y en la actualidad a la mayor parte de las personas se les termina esa vida temporera antes de los cien años; el que llega a cien años podemos decir que es un campeón, logró pasar de los cien años. Pero con todo y eso al final se muere, porque el ser humano al pecar murió, murió a la Vida eterna y solamente le quedó vida temporera.

Pero ahora por medio del Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, efectuada por el Mesías Príncipe que dice el Arcángel Gabriel que iba a morir después de las sesenta y nueve semanas, iba a morir por consiguiente en la semana número setenta, iba a morir como la expiación por nuestros pecados.

Gracias a Dios por lo que hizo el pueblo hebreo, por rechazar a Cristo y pedir la muerte de Cristo, estaba pidiendo la Expiación por sus pecados y por los pecados de todo ser humano.

Dios cegó a los líderes religiosos de aquel tiempo para que pudieran hacer eso. Por eso es que Cristo en la Cruz del Calvario dice: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.”

Ellos no sabían que estaban crucificando al Mesías Príncipe, pero la profecía tenía que cumplirse; y por cuanto tenía que cumplirse fueron cegados. La Escritura dice en Isaías, que serían cegados, estarían ciegos, y por esa causa rechazaron al Mesías.

Pero todo obró para bien, todo estaba en el Programa Divino, y por esa causa es que Dios tiene Misericordia del pueblo hebreo, porque estaban ciegos, Dios mismo cegó a Su pueblo para poder efectuarse el Sacrificio de la Expiación por los pecados del pueblo hebreo y de todo ser humano.

Para que todo ser humano que recibe el Sacrificio de la expiación por sus pecados, que es el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, obtenga el perdón de sus pecados y sea limpio con la Sangre de la Expiación por nuestros pecados, la Sangre del Nuevo Pacto, del Pacto Eterno, del Nuevo Pacto que Dios dijo a través del Profeta Jeremías en el capítulo 31, verso 31 en adelante: que haría un Nuevo Pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. O sea, con el reino del Norte compuesto por diez tribus, y con el reino del Sur: el reino de Judá compuesto por dos tribus. Dos tribus importantes hay en medio del pueblo hebreo: La tribu de Judá y la tribu de Efraín.

Estas dos tribus tienen una bendición grande para el pueblo hebreo, porque son las cabezas de tribus en las cuales están los dos palos: palo de Judá y palo de Efraín, esos dos palos serán juntados en la mano de Dios y así se va a consolidar el reino del Norte y el reino del Sur. Y entonces será restaurado el reino al pueblo hebreo, el Reino de Dios que era el Reino de David, y el Trono de David, que es el Trono terrenal de Dios, porque Dios tiene Su Trono en el Cielo, pero tiene un Trono terrenal en la Tierra: es el Trono de David.

Por eso el pueblo hebreo es tan importante, y por eso el Trono de David es tan importante, y el Reino de David es tan importante, y por cuanto David era un rey conforme al corazón de Dios, o sea, un rey que reinaba para Dios, Dios le prometió que Su Reino sería para siempre, porque ese es el Reino de Jehová en la Tierra.

Vamos a ver lo que dice la Escritura acerca del Reino de David y el Trono de David; el pueblo hebreo lo que ha deseado lo va a obtener. ¿Saben qué es? Gobernar el planeta Tierra completo. ¿Que el pueblo hebreo va a lograr eso? Está profetizado, y si está profetizado se va a cumplir. Pero hay un Orden, un Orden Divino ya establecido para que eso se convierta en una realidad.

En Primera de Crónicas, capítulo 28, verso 5 en adelante dice el rey David hablando ya cuando iba a entregar el trono a su hijo Salomón, dice:

Y de entre todos mis hijos (porque Jehová me ha dado muchos hijos), eligió a mi hijo Salomón para que se siente en el trono del reino de Jehová sobre Israel.”

El Trono del Reino de Jehová sobre Israel. ¿Dónde está el Trono de Dios, el Trono terrenal de Dios? En Israel, en Jerusalén. Por eso Jerusalén será llamada: “Trono de Jehová,” porque el Trono terrenal de Dios del Reino terrenal de Dios corresponde a Israel, y el Trono del Reino de Dios es el Trono de David.

Si las naciones comprendieran eso, todas tendrían al pueblo hebreo en la palma de las manos: “¿Qué necesitan? ¿Qué quieren que hagamos por ustedes?” Pero no lo han comprendido y por eso han estado persiguiendo al pueblo hebreo, y por poco lo exterminan en dos ocasiones principales: en el tiempo de la inquisición y en el tiempo de Hitler, Mussolini y Stalin.

Pero el pueblo hebreo no puede ser exterminado, el pueblo hebreo tiene promesas para existir por toda la eternidad, y para Jerusalén ser la capital del Universo, del mundo, y no solamente del mundo, del Universo completo, porque Jerusalén será llamada: “Trono de Jehová, Trono de Dios.” Porque ese el Trono de David. El Trono de David es el Trono de Jehová terrenal, y el Reino de David es el Reino terrenal de Dios. Veamos aquí en Primera de Crónicas, capítulo 29, verso 22 al 23:

Y comieron y bebieron delante de Jehová aquel día con gran gozo; y dieron por segunda vez la investidura del reino a Salomón hijo de David, y ante Jehová le ungieron por príncipe, y a Sadoc por sacerdote.

Y se sentó Salomón por rey en el trono de Jehová en lugar de David su padre, y fue prosperado; y le obedeció todo Israel.”

¿En qué trono se sentó Salomón? En el Trono de Jehová, el Trono de Dios terrenal, en el cual estaba sentado el rey David; pero ya David llegó al final de sus días, y antes de terminar sus días quiso colocar en el Trono de Jehová a su hijo Salomón, y tuvo el privilegio y gozo de ver el próximo que se sentaría en el Trono de Jehová.

El Trono de Jehová terrenal que es el Trono de David, está fusionado con el Trono celestial de Dios; por esa causa a través del Reino terrenal de Jehová y Trono terrenal de Jehová, que es el Trono de David y Reino de David, todo lo del Cielo, todo lo del Trono de Dios Celestial será transmitido y dirigido a través del Trono de David, en el Reino de David que será restaurado en medio del pueblo hebreo. Y estamos en un tiempo muy importante en que de un momento a otro Dios se tornará al pueblo hebreo.

El pueblo hebreo ha tenido muchos problemas, ha sido perseguido a muerte y por poco lo exterminan. ¿Pero saben por qué? Porque si no hay una expiación por los pecados del ser humano, la paga del pecado es muerte.

Toda persona que no se arrepentía el día de la expiación cuando el sumo sacerdote ofrecía el sacrificio de la expiación por los pecados, la persona que no se arrepentía de sus pecados estaba condenado a muerte, Dios lo cortaba del pueblo. Pero los que se arrepentían quedaban reconciliados con Dios para vivir un año más. ¿Por qué un año más? Porque los sacrificios de animalitos no son perfectos, pero cuando viniera el Sacrificio del Mesías Príncipe, ese Sacrificio sí es perfecto, Él llevaría nuestros pecados y nos reconciliaría con Dios no para un año más, sino para vivir eternamente en el Reino de Dios.

Es Vida eterna lo que hay en el Sacrificio Expiatorio del Mesías Príncipe, porque ese es el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.

Y por cuanto Jerusalén fue destruida por el general romano Tito y el templo fue destruido, y después de eso más adelante construyeron un templo de los gentiles: la Mezquita de Omar, donde estaba el templo en Jerusalén, ahora el pueblo hebreo no tiene templo y por consiguiente no tiene sacrificio de la expiación por sus pecados, como lo hacían en aquellos tiempos antiguos, porque el sacrificio tenía que ser efectuado en el templo que estaba en Jerusalén.

Y si no hay sacrificio de expiación por los pecados, la muerte persigue a las personas que no tienen el sacrificio de la expiación por sus pecados. Por lo tanto, la muerte los persigue y ese ha sido el problema de las persecuciones que el pueblo hebreo ha tenido, por cuanto no ha tenido el Sacrificio de la Expiación por sus pecados; ya no hay templo ni Sacrificio de Expiación por los pecados, y no han reconocido el pueblo hebreo como nación, no ha reconocido el Sacrificio de la Expiación por los pecados que el Mesías Príncipe, Jesucristo, realizó en la Cruz del Calvario.

¿Ven? Pero lo va a recibir, lo va a reconocer conforme a la profecía de Zacarías, capítulo 12, todo eso estaba en el Programa Divino. Por eso no podemos criticar al pueblo hebreo, más bien la profecía dice: “El que te bendiga, será bendito; y el que te maldiga, será maldito.” Por lo tanto, veamos lo que aquí dice Zacarías, capítulo 12, versos 8 en adelante:

En aquel día Jehová defenderá al morador de Jerusalén; el que entre ellos fuere débil, en aquel tiempo será como David; y la casa de David como Dios, como el ángel de Jehová delante de ellos.”

La casa de David, la familia de David, esa casa real será restaurada, esa es la casa que tiene la promesa del Reino de Dios en esta Tierra. Hubo un hombre que tuvo la oportunidad pero perdió la bendición de esa casa, o digamos: dos hombres; el primero fue Esaú, que no apreció la Bendición de la Primogenitura y la vendió a Jacob.

Miren, el mejor comerciante del mundo entero se llama: “Jacob;” y le fue cambiado el nombre por Israel, hizo el negocio más importante, más grande, y ese negocio y los resultados, los beneficios de ese negocio son para toda la eternidad, para él y su descendencia, compró la primogenitura.

En esa primogenitura está la bendición del Reino de Dios sobre el planeta Tierra, para el que tenga esa Bendición de la Primogenitura y para su descendencia. Por eso no se dice que el pueblo terrenal de Dios es el pueblo descendiente de Esaú, sino el pueblo descendiente de Jacob, porque Jacob compró la Bendición de la Primogenitura. Pero eso también estaba ya ordenado por Dios desde antes de la fundación del mundo.

Desde antes de nacer esos niños, la Escritura dice: “A Jacob amé, y a Esaú aborrecí.” Y todavía no habían hecho ni bien ni mal, pero la elección divina es desde antes de la fundación del mundo; no estamos aquí por mera casualidad, Dios nos trajo a esta Tierra para este tiempo. Usted no escogió vivir en este tiempo, fue Dios el que lo escogió para usted, estamos aquí con y por un propósito divino.

Por lo tanto, vean ustedes, en la elección divina Jacob estaba elegido por Dios desde antes de la fundación del mundo. Por eso amaba la bendición de Dios, por eso buscaba la Bendición de la Primogenitura aún desde el vientre de su madre, ahí estaba luchando por la Bendición de la Primogenitura.

Luego el otro hombre que tuvo en su mano la bendición y la perdió fue Saúl. Saúl perdió la bendición porque no obedeció la Voz de Dios; pero David, un joven conforme al corazón de Dios amaba la bendición de Dios, y luego fue ungido como rey por Dios, aunque era un jovencito y todavía no iba a tomar el Reino, pero ya estaba ungido por Dios, por lo tanto todas las cosas iban a obrar para bien para que llegara hasta el Trono de Jehová.

David por consiguiente es el que tiene la bendición del Reino de Jehová sobre la Tierra, y por consiguiente el Trono de Jehová corresponde a David y a su descendencia.

Si Saúl no hubiera desobedecido a Dios, no se diría: “El Trono de David,” sino que se diría: “El Trono de Saúl;” y el Mesías Príncipe tenía que ser un descendiente de Saúl. Y si Esaú no hubiera vendido la primogenitura, el Reino de Dios tenía que pertenecer a la descendencia de Esaú, y el Mesías Príncipe tenía que venir como un descendiente de Esaú; los dos se parecen: Esaú y Saúl, y cometieron el mismo error: perdieron la bendición grande.

Pero hubo un Jacob que amó la bendición de Dios y la compró; y hubo un David que amó la bendición de Dios y se agarró de ella y fue fiel a Dios. Y Dios prometió que no faltaría en el Trono uno de su descendencia que se sentara en el Trono, Dios daría a David lámpara, un heredero al Trono.

¿Ven? Y el heredero al Trono de David es el Mesías Príncipe, ese es el heredero al Trono. Por eso tuvo que venir a través de la descendencia de David y de la tribu de Judá. No hay otra persona que haya cumplido esas profecías mesiánicas sino uno solo, y Su Nombre es: Señor Jesucristo, el cual el pueblo hebreo de un momento a otro va a recibirlo como el Mesías Príncipe que estuvo en medio de ellos y lo rechazaron.

Pero Él les dirá: “Todo obró para bien, todo estaba en el Programa de Dios.” Como pensaban los hermanos de José: “Ahora nos va a matar porque lo vendimos.” Pero José les dijo a ellos: “Todo obró para bien, fue Dios el que me trajo acá.”

Por lo tanto, fue Dios también el que obró para que el Mesías Príncipe muriera en la semana número setenta de la profecía de Daniel. Si Jesús no fue el Mesías y si no hay otra persona que pueda ser señalada como el Mesías Príncipe que murió en la semana número setenta, la profecía de Daniel está equivocada y el Arcángel Gabriel dio una profecía errónea.

Pero no es posible que la profecía esté equivocada, la profecía está correcta, lo que sucedió fue que Dios cegó los ojos de los líderes religiosos del pueblo hebreo para que rechazaran a Jesús y pidieran Su muerte para que se efectuara el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, para que pudiera Dios extender Su Misericordia al ser humano y darle Vida eterna.

El Mesías Príncipe tendrá un Reino eterno, y en ese Reino estarán todas las personas que lo hayan recibido como su único y suficiente Salvador, y estará el pueblo hebreo también, porque Dios va abrir los ojos espirituales del pueblo hebreo, y van a ver la verdad, van a conocer la verdad y van a llorar, porque Zacarías dice:

Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito.

En aquel día habrá gran llanto en Jerusalén, como el llanto de Hadad-rimón en el valle de Meguido.

Y la tierra lamentará, cada linaje aparte; los descendientes de la casa de David por sí, y sus mujeres por sí; los descendientes de la casa de Natán por sí, y sus mujeres por sí.”

Esto se cumplirá cuando Dios se torne al pueblo hebreo y le abra los ojos espirituales, y comprendan que el Mesías Príncipe que Dios les prometió para estar en medio de ellos y morir en la semana setenta es el Señor Jesucristo, llorarán arrepentidos de su pecado y Dios tendrá Misericordia de ellos, pues Cristo dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.”

Ese perdón se convertirá en una realidad cuando reciban el conocimiento de la verdad y pidan perdón a Dios. Ya el perdón está decretado, pero un perdón no es efectivo hasta que la persona lo acepte.

Ahora, estamos viviendo en un tiempo muy importante, estamos viviendo en el tiempo en que de un momento a otro Dios se tornará al pueblo hebreo; y mucho que necesita el pueblo hebreo que Dios se torne a ellos, porque tiene problemas y luchas en todos los campos, está en una situación bastante difícil con todos los problemas que tiene.

Pero necesita a Dios, y Dios se va a tornar al pueblo hebreo y se va a cumplir Ezequiel 37, que es la restauración de Israel, y el Espíritu de Dios será llamado para que regrese al pueblo hebreo, porque el Espíritu de Dios está entre todos los gentiles llamando un pueblo para Su Nombre desde tiempos pasados.

Desde hace dos mil años atrás comenzó Dios a llamar un pueblo de entre los gentiles para Su Nombre, pero se va a tornar Dios al pueblo hebreo y va a ser restaurado el Reino de Dios, el Reino de Jehová, y el Trono de Jehová va a ser restaurado en medio del pueblo hebreo, y vendrá a ser Jerusalén la capital del planeta Tierra completo, porque ahí estará el Trono de Jehová que es el Trono de David, y desde Jerusalén saldrá la Palabra de Dios.

Toda Palabra de Dios para el gobierno de ese Reino mesiánico saldrá de Jerusalén. O sea, que los ministerios —digamos— de educación, el ministerio de la educación religiosa, el ministerio de la agricultura, el ministerio de las demás cosas, todo estará en Jerusalén, en la capital.

Desde ahí saldrá toda la enseñanza de todos los campos; Jerusalén será la capital no solamente de Israel, sino del mundo entero, e Israel será el distrito federal. Esa es la bendición grande que Dios tiene para Israel y que Dios tiene para el planeta Tierra completo; y llegará un tiempo en que el planeta Tierra será el lugar desde donde se gobernará el Universo completo.

Por esa causa es que Dios ha guardado tanto este planeta Tierra, es que este planeta Tierra va a convertirse en el planeta capital del Universo entero, la capital del Universo será Jerusalén, y por consiguiente el planeta Tierra será el distrito federal, será el planeta más importante de todos los planetas.

Por eso es que Dios ha colocado a Sus hijos en este planeta Tierra: para que pasemos por esta etapa temporera, pero luego tendremos la parte eterna y tendremos cuerpos eternos, inmortales y glorificados, que es la clase de cuerpo más importante. Y así, físicamente estaremos restaurados a la Vida eterna la cual perdió Adán y Eva cuando pecaron.

Hay tres clases de cuerpos: cuerpos angelicales, cuerpos físicos de carne (el segundo cuerpo, segunda clase de cuerpo) y cuerpo glorificado.

El cuerpo glorificado es la clase de cuerpo más importante; en el cuerpo glorificado no hay limitaciones, esa es la clase de cuerpo que tiene Jesucristo, el Mesías Príncipe, resucitó glorificado.

Todos los muertos en Cristo serán resucitados en cuerpos glorificados, y nosotros que vivimos seremos transformados, y entonces seremos inmortales físicamente y estaremos en ese Reino Milenial con Cristo, en Jerusalén.

Y ese grupo de personas que tendrán cuerpos glorificados serán los herederos de Dios y coherederos con el Mesías Príncipe, son Reyes, son Sacerdotes y Jueces también del Orden Celestial de Melquisedec, del Orden Celestial del Templo Celestial son Sacerdotes; y el Mesías Príncipe: Jesucristo es el Sumo Sacerdote del Templo Celestial, el cual ha colocado Su Sangre en el propiciatorio del Templo Celestial, en el Trono de Dios. Y por eso desde el Trono de Dios se extiende la Misericordia para todo ser humano.

Jesucristo como precursor nuestro entró al Templo Celestial, y entró al Lugar Santísimo y colocó Su propia Sangre de la Expiación por nuestros pecados sobre el Trono de Dios, sobre el propiciatorio. Y por eso el planeta Tierra no ha sido destruido, porque Dios mira al planeta Tierra y a sus habitantes a través de la Sangre de la Expiación.

Pero cuando sea quitada del Trono de Intercesión, entonces vendrá el juicio divino sobre la raza humana; pero antes los escogidos de Dios tendrán el Sacrificio de la Expiación por sus pecados, ya lo habrán recibido.

Estamos viviendo en un tiempo muy grande y glorioso, en el tiempo más grande y glorioso de todos los tiempos; no hubo otro tiempo más grande y glorioso que este tiempo.

Este es el tiempo de la Lluvia Temprana y Tardía, la Lluvia Temprana de la predicación del Evangelio de la Gracia, que gira alrededor de la Primera Venida del Mesías; y el tiempo de la Lluvia Tardía, la predicación del Evangelio del Reino, que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo, de la Segunda Venida del Mesías. Bajo la predicación del Evangelio del Reino será que el pueblo hebreo despertará, ocurrirá el milagro grande, los ojos espirituales le serán abiertos. Pero primero tiene que entrar hasta el último escogido de Dios en la Iglesia del Señor Jesucristo.

Hay escogidos hebreos y hay escogidos de entre los gentiles escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, que formarían parte de la Iglesia de Jesucristo.

La Iglesia del Señor Jesucristo es el Reino de Dios en una fase espiritual, pero luego vendrá la fase física y entonces estaremos en la Tierra como Reyes literales con Cristo, con el Mesías en Su Reino mesiánico, y allí estaremos disfrutando las bendiciones del Reino de Dios.

Cristo es el precursor nuestro, entró al Cielo, entró al Lugar Santísimo como el precursor nuestro, como lo es el sumo sacerdote de los demás sacerdotes. Y nosotros ofrecemos a Dios sacrificios espirituales a través del Sumo Sacerdote, Cristo, el Mesías, el Cristo, el mismo Ángel de Jehová, el mismo Ángel del Pacto que se hizo carne y murió por nosotros.

El Mesías que moriría en la semana número setenta sería el mismo Ángel del Pacto, porque ninguna otra persona puede establecer un Nuevo Pacto, a menos que sea el Ángel del Pacto.

En Malaquías, capítulo 3, verso 1 nos dice que Él envía Su Mensajero delante de Él, y luego dice que será para que le prepare el camino:

Y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros.”

¿Ven? Vendría el Mesías, que es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, ese Ángel de Jehová que le apareció a Moisés. Por eso Jesús decía: “Antes que Abraham fuese, Yo Soy.” No en Su cuerpo físico sino en Su cuerpo angelical, porque es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová.

Vean la persona tan importante, que es el Mesías Príncipe, el cual murió en la semana número setenta por mí en la Cruz del Calvario. ¿Y por quién más? Por cada uno de ustedes también.

Este es un misterio muy grande, pero ha sido abierto y ya está abierto, y millones de seres humanos han recibido al Mesías Príncipe y han recibido el Sacrificio de la Expiación por sus pecados, para ser reconciliados por Dios para toda la eternidad.

No hay más sacrificios por el pecado, solamente uno, y es el Sacrificio del Mesías Príncipe, de Jesucristo. Para hebreos y para gentiles el mismo Sacrificio: el Sacrificio del Mesías, el cual pondría Su vida en Expiación por el pecado. ¿Ven? Todo eso es profecía bíblica.

Los sacrificios de animalitos eran la sombra, el tipo y figura del Sacrificio del Mesías Príncipe que sería el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados. Y ya fue efectuado el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.

Por lo tanto, Jesucristo como nuestro precursor entró al Cielo, al Templo celestial, al Lugar Santísimo y está como Sumo Sacerdote haciendo Intercesión por toda persona que lo recibe como su único y suficiente Salvador.

¿Cuántos ya lo han recibido? Todos los que le reciben, reciben el perdón de sus pecados, son limpiados con la Sangre de Cristo de todo pecado, son bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo los bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y obtienen el nuevo nacimiento, nacen a una nueva vida: a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador, y ya han asegurado su futuro eterno con Jesucristo en Su Reino eterno.

Si hay alguno que todavía no ha asegurado su futuro eterno con Cristo, con el Mesías Príncipe, lo puede hacer en esta ocasión recibiendo el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, que es el Sacrificio de Jesucristo en la Cruz del Calvario, para así ser reconciliado con Dios y ser restaurado a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador.

Si hay alguna persona que quiere ser reconciliada con Dios, que quiera entrar al Reino de Dios, que quiera nacer del Agua y del Espíritu para entrar al Reino de Dios, lo puede hacer pasando al frente y yo estaré orando por usted en esta ocasión, para que Cristo le reciba, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado. Pueden ya pasar al frente y estaré orando por ustedes en esta ocasión.

Cristo tiene mucho pueblo en esta Ciudad de San Pablo y en toda la República del Brasil. Por lo tanto, Él está llamando con la Gran Voz de Trompeta a Sus hijos en este tiempo final, y después llamará ciento cuarenta y cuatro mil hebreos con la Trompeta señalada en Isaías 27, verso 13. Esa es la trompeta que llama y junta a los escogidos de Dios.

Los escogidos de la Iglesia de Jesucristo son llamados y juntados con esa Gran Voz de Trompeta, y los escogidos del pueblo hebreo son llamados y juntados con esa Gran Voz de Trompeta, con esa trompeta que está profetizada que sonaría en este tiempo final, es la Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino.

El pueblo hebreo era reunido por medio del toque o sonar de las dos trompetas de plata; y plata representa redención. La Trompeta del Evangelio de la Gracia y la Trompeta del Evangelio del Reino llama y junta al pueblo de Dios, a los escogidos de Dios, esa es la forma de Dios llamar y juntar a Sus hijos en este tiempo final:

Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos.”

Esa es la promesa para este tiempo final, y la Trompeta está sonando, la Trompeta del Evangelio del Reino y la Trompeta del Evangelio de la Gracia, y eso es la Lluvia Temprana y la Lluvia Tardía de la Enseñanza del Evangelio, de las buenas nuevas para Israel y para la Iglesia del Señor Jesucristo.

En el pueblo hebreo fue reflejada la Iglesia del Señor Jesucristo; y en el tabernáculo terrenal que Moisés construyó fue reflejado el Templo celestial de Dios; y en el sumo sacerdote terrenal fue reflejado el Sumo Sacerdote del Templo Celestial; y en los sacerdotes del templo terrenal fueron reflejados los Sacerdotes del Templo Celestial.

Y de ese Templo Celestial es que yo soy Sacerdote según el Orden de Melquisedec, por eso ministro al pueblo las cosas del Cielo y del Templo Celestial: para que vengan las bendiciones del Trono celestial de Dios a los seres humanos, y así las personas sean reconciliadas con Dios; les hablo del Sacrificio de la Expiación por los pecados del ser humano: el Sacrificio del Mesías Príncipe y de la Sangre que está en el Trono de Dios en el Lugar de Intercesión, en el Propiciatorio del Templo Celestial.

Vean ustedes, desde la muerte de Cristo cesó el Orden Sacerdotal terrenal del pueblo hebreo, y comenzó el Orden Sacerdotal del Templo Celestial, una bendición mayor para hebreos y para gentiles. Y comenzó el Nuevo Pacto que Dios prometió hacer con la casa de Israel y con la casa de Judá, un pacto sobre mejores promesas; y un pacto en el cual el Sumo Sacerdote es el Mesías Príncipe, Sumo Sacerdote del Templo Celestial según el Orden de Melquisedec, porque el Mesías Príncipe es Melquisedec, Sacerdote del Dios Altísimo y Rey de Salem (o sea, de Jerusalén) y Rey de Justicia y Rey de Paz.

La paz de Jerusalén y de todo el pueblo hebreo, ¿saben dónde está? La paz que está buscando Jerusalén y todo el pueblo hebreo, todo Israel, la paz está dentro del Nuevo Pacto, el Pacto de Paz, que es el Nuevo Pacto que Dios prometió establecer con el pueblo hebreo y por consiguiente también para todo ser humano.

Todavía pueden continuar pasando las personas que desean recibir el perdón de sus pecados y ser limpios con la Sangre de la Expiación, que es la Sangre del Mesías Príncipe derramada en la Cruz del Calvario.

Los niños de diez años en adelante también pueden pasar, porque ya tienen conciencia del bien y del mal, y por consiguiente necesitan arrepentirse de sus pecados, para que Cristo les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado. Cristo dijo:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” Tan simple como eso.

Pueden continuar pasando las personas que faltan por pasar, por cuanto la fe viene por el oír la Palabra de Dios ya ustedes han escuchado la Palabra de Dios y han creído, porque la fe ha nacido en vuestros corazones. Por lo tanto, les falta dar testimonio público de vuestra fe en Cristo. “Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se hace confesión, se confiesa para salvación.” [Romanos 10:10] Es para recibir la salvación y Vida eterna que recibimos a Cristo, al Mesías como nuestro único y suficiente Salvador para ser reconciliados con Dios, porque Cristo es el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.

Pueden continuar pasando los que faltan por pasar; todos queremos vivir eternamente y por consiguiente todos queremos recibir la Vida eterna, y la Vida eterna Dios la ha dado al ser humano y esta vida está en Jesucristo, por lo cual hay que recibir a Jesucristo para que Él nos dé la Vida eterna.

No hay otro Salvador, no hay otro Sacrificio por el pecado, no hay otro que pueda perdonar nuestros pecados, y no hay otro que nos pueda limpiar de todo pecado sino Jesucristo con Su Sangre preciosa.

Por lo tanto, todos necesitamos recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, recibimos a Cristo para que Él nos dé la Vida eterna. No es para ser un religioso más, es para recibir la Vida eterna la cual está en Jesucristo.

Vamos a estar puestos en pie y vamos a orar por las personas que han pasado. Si falta alguna otra persona puede pasar inmediatamente para que quede incluida en esta oración que haré por ustedes.

El Reino de Cristo vemos que se está llenando de Brasileros, pero eso estaba escrito en el Libro de la Vida del Cordero, porque no es del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene Misericordia.

Y ustedes están en esta actividad en esta ocasión, porque el nombre de ustedes está escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, y Cristo está en el Cielo haciendo Intercesión por cada uno de ustedes, porque ustedes están destinados, predestinados, elegidos desde antes de la fundación del mundo, para ser limpiados con la Sangre de Jesucristo, la Sangre de la Expiación por nuestros pecados.

Fuimos destinados, fuimos elegidos desde antes de la fundación del mundo, como Jacob fue elegido: “A Jacob amé.” Dice la Escritura, pero dice de Esaú: “Mas a Esaú aborrecí.”

Todavía si falta alguna persona puede pasar, pues usted está aquí porque Dios lo ha traído para que escuche y darle la fe en Cristo, para que crea en Cristo como su único y suficiente Salvador, porque no hay otro Salvador, Él es el único que salvaría a Su pueblo de sus pecados, salvaría a Su pueblo terrenal, que es el pueblo hebreo, y a Su pueblo Celestial, que son los miembros de la Iglesia de Jesucristo.

En el pueblo hebreo se reflejó el Israel Celestial, el pueblo celestial de Dios. Por eso San Pablo dice que nuestra ciudadanía está en los Cielos, somos ciudadanos celestiales pero hemos venido a la Tierra para recibir el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, para ser reconciliados con Dios y ser restaurados a la Vida eterna y al Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador.

Lo más importante es la Vida eterna; y la decisión más importante que una persona puede hacer en su vida es una sola, aunque en la vida el ser humano tiene que hacer muchas decisiones, pero la más importante de todas es la decisión de recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador. Esa es la decisión que coloca a la persona dentro del Nuevo Pacto y queda limpio con la Sangre de Cristo de todo pecado, y queda restaurado a la Vida eterna, o sea, esa decisión coloca a la persona en la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.

No hay otra decisión más importante que usted pueda hacer en su vida, esa es la decisión que toda persona tiene que hacer lo más pronto posible en su vida, porque la persona no sabe cuándo tiene que dejar su cuerpo terrenal.

La persona necesita asegurar su futuro eterno con Jesucristo en Su Reino eterno, y eso lo tiene que hacer mientras vive en esta Tierra en el cuerpo de carne. Si deja eso para otra ocasión y muere, no puede ir al Reino de Cristo. Cristo dijo: “El que me confesare delante los hombres, Yo le confesaré delante de mi Padre. Mas el que me negare delante de los hombres, Yo le negaré delante de mi Padre.” Si le damos la espalda a Cristo Él nos dará la espalda delante del Padre Celestial, pero si lo confesamos públicamente como nuestro Salvador, Él nos confiesa delante del Padre Celestial como creyentes en Él, y por consiguiente nos coloca dentro del Nuevo Pacto y nos limpia con Su Sangre preciosa y nos da la Vida eterna.

Y así aseguramos nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno, y así dormiremos tranquilos, viviremos tranquilos teniendo paz para con Dios, porque estamos dentro del Pacto de Paz, dentro del Nuevo Pacto, cubiertos con la Sangre del Pacto Eterno, que es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.

Y por consiguiente no nos preocupamos cuántos años vamos a vivir en estos cuerpos físicos. Si vivimos, vivimos para Dios; y si muere nuestro cuerpo físico, pues vamos al Paraíso a vivir en el Paraíso con todos los santos que están allá.

Y en la resurrección de los muertos en Cristo resucitaremos en cuerpos glorificados, cuerpos eternos, inmortales, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador, esos cuerpos son eternos, inmortales, y son jóvenes para toda la eternidad, representan de 18 a 21 años de edad.

Esa es la edad que todos queremos tener, y esa es la edad que aparenta el cuerpo eterno y glorificado que Cristo nos dará, porque lo hemos recibido como nuestro Salvador, como la Expiación por nuestros pecados, y nos ha reconciliado con Dios para vivir por toda la eternidad, y así hemos asegurado nuestro futuro eterno.

Muchas personas quieren asegurar su futuro terrenal, y eso está bien, cada persona debe asegurar su futuro físico, debe tener los niños estudiando para que se hagan profesionales, si es posible, si tienen las facilidades económicas y demás facilidades, para que puedan tener buenos trabajos y así tener un futuro más cómodo físicamente. Pero todo eso es temporero, cuando se mueren se acabó todo, y algunas veces cuando se enferman o cuando tienen algún accidente también se les acaba todo, aunque tengan una profesión no pueden ir a trabajar.

Pero nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno nunca se acabará, estaremos como Reyes, como Sacerdotes y Jueces en Su Reino según el Orden de Melquisedec, a ese Orden es que yo pertenezco: al Orden Celestial de Melquisedec.

Y a ese orden, ¿quién más pertenece? Cada uno de ustedes también. Ese es el Orden que gobernará sobre el planeta Tierra y estará en medio del pueblo hebreo, y esa es la bendición que el pueblo hebreo tendrá, tendrá personas inmortales con cuerpos glorificados, y tendrá el Reino de Dios establecido en la Tierra.

Por lo tanto, el pueblo hebreo será el pueblo más protegido de todos los pueblos.

Todavía si falta alguna persona puede pasar, para que quede incluida en esta oración.

Vamos a orar ya por las personas que han pasado. Repitan conmigo esta oración, nuestros ojos cerrados y nuestras manos levantadas en alto a Dios, a Jesucristo, para que Él extienda Su Amor y Misericordia sobre nosotros. Repitan conmigo:

Señor Jesucristo, vengo a Ti reconociendo que Tú eres el Mesías Príncipe que viniste a este planeta Tierra y moriste en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por mis pecados.

Señor Jesucristo, creo en Ti y en Tu Sacrificio de todo corazón, y doy testimonio público de mi fe en Ti, y Te recibo como mi único y suficiente Salvador.

Señor Jesucristo, salva mi alma Te lo ruego, perdona mis pecados, límpiame con Tu Sangre de todo pecado, y Señor Jesucristo, justifícame.

Y Señor Jesucristo, bautízame con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, Te ruego produzcas en mí el nuevo nacimiento, quiero nacer en Tu Reino eterno a la Vida eterna, en Tus manos encomiendo mi alma, salva mi alma Señor Jesucristo Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso Señor Jesucristo. Amén y amén.

Repitan conmigo: La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. Amén y amén

Jesucristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes le han recibido como el Sacrificio de la Expiación por vuestros pecados. Él dijo:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” [San Marcos 16:15-16]

Ustedes han creído de todo corazón, ustedes me dirán: “¿Y cuándo me pueden bautizar? Porque Él dijo: El que creyere y fuere bautizado, será salvo. Yo quiero ser bautizado en Su Nombre para cumplir todo el mandato de Jesucristo.” Por cuanto ustedes han creído de todo corazón en Jesucristo como vuestro Salvador, como la Expiación por vuestros pecados, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo hoy mismo.

Pregunto al ministro, el Reverendo Oswaldo si hay agua, hay bautisterios aquí. ¿Hay ropas bautismales también? Hay ropas bautismales también. ¿Y lugar dónde cambiarse de ropas? También hay vestidores, lugar dónde cambiarse de ropas. Y hay personas que les ayudarán también y cuidarán sus ropas, para que así cuando sean bautizados, luego regresen y se cambien de ropa, se coloquen las ropas de ustedes y regresen a sus hogares gozosos y agradecidos a Cristo por la salvación de vuestra alma.

Ha sido para mí un privilegio y bendición grande estar con ustedes, dándoles testimonio de nuestro tema: “JESUCRISTO COMO NUESTRO PRECURSOR.”

Dejo con nosotros al Reverendo Oswaldo Natale, para continuar e indicarles hacia dónde caminar para cambiarse de ropas y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes; y Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego luego que sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y a vuestros familiares Cristo los traiga también, y salve sus almas para que estén con ustedes en el Reino eterno de Cristo, viviendo por toda la eternidad.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos.

CRISTO NUESTRO PRECURSOR.”