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| La Familia de la Fe | 2004-08-13 | 1 | Panamá | Panamá | PA | 00:00:00 | false |
Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes; es para mí un privilegio y bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Reciban todos saludos de mi esposa Erica, y también los niños reciban saludos de América y de Yahannah Gabriela.
Leemos en Gálatas, capítulo 6, versos 7 al 10, palabras del Apóstol Pablo, que dicen:
“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.
Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.
No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.
Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.”
Nuestro tema es: “LA FAMILIA DE LA FE.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
En esta noche hablaremos de esta gran Familia: La Familia de la Fe. Siendo que hay una Familia llamada: “La Familia de la Fe,” tenemos que ver cuál es esa Familia, porque todos queremos ser de esa Familia de la Fe, porque los que pertenecen a esa Familia son llamados también: Hijos de Abraham.
Vean aquí en Gálatas, capítulo 3, verso 6 en adelante, 6 al 9, dice:
“Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.
Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham.
Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones.
De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.”
Así que los que son de fe, estos son hijos de Abraham. Ahora también en Gálatas, capítulo 3, verso 26 al 39:
“...pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús;
porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.
Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.”
Y ahora, todos los que son de Cristo son linaje de Abraham, porque son de la fe de Abraham, porque son de la fe en Cristo.
Ahora, en el capítulo 4, verso 1 en adelante, 1 al 6, dice [Gálatas]:
“Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo;
sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre.
Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo.
Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,
para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.”
La Adopción de hijos la recibimos cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador, lavamos nuestros pecados en Su Sangre, somos bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y recibimos el Espíritu Santo, y ahí nacemos en el Reino eterno de Cristo como hijos e hijas de Dios. Esa es la Adopción como hijos e hijas de Dios, la Adopción Espiritual.
Luego, la Adopción física como hijos e hijas de Dios será nuestra transformación para los que vivimos; y para los muertos en Cristo será la resurrección en cuerpos eternos, en cuerpos señalados por Dios para los hijos e hijas de Dios; y ese es el cuerpo eterno con Vida eterna física en esos cuerpos.
Ahora, hemos visto que los que son de la fe en Cristo, estos son la Familia de la Fe, esa es la Familia de Dios, la descendencia de Dios. Sigue diciendo:
“Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!
Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.”
O sea, que somos coherederos con Cristo. A todo lo que Cristo es heredero, nosotros somos también coherederos; o sea, herederos, pero con Cristo. Ninguna persona puede heredar sin Cristo; porque todo lo que pertenece a Dios, Jesucristo es el que lo hereda. Y nadie puede heredar aparte de Jesucristo. Para heredar y ser un heredero de Dios que hereda, heredero de Dios que hereda algo, tiene que heredarlo con Cristo, porque Cristo lo hereda todo y lo comparte con todos los hijos e hijas de Dios.
Ahora, veamos en Hebreos, capítulo 3, donde nos habla más claro acerca de esta familia, dice (capítulo 3, verso 5 al 6):
“Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir;
pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.”
Y ahora, la Casa de Dios somos nosotros, los creyentes en Cristo. No es una casa de cuatro paredes, sino es una Casa, una Familia. La Familia de Dios, la Casa de Dios, la descendencia de Dios son los creyentes en Cristo nacidos de nuevo como hijos e hijas de Dios en el Reino de Dios, y por consiguiente en la Iglesia del Señor Jesucristo.
Ninguna persona puede decir: “Yo quiero unirme a la Familia de Dios.” No, tiene que nacer en la Familia de Dios, se forma parte de esa Familia por medio del nuevo nacimiento; y para obtener el nuevo nacimiento, del cual Cristo habló cuando dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu no puede entrar al Reino de Dios.” Por lo tanto, no puede entrar para formar parte de esta Familia de Dios, de la Familia de la Fe.
¿Y cómo es que se nace del Agua y del Espíritu? Nacer del Agua es nacer de la predicación del Evangelio de Cristo, en donde la fe de Cristo y en Cristo nace en el alma, en el corazón de la persona, y la persona cree de todo corazón en Cristo, porque la fe viene por el oír la Palabra, el Evangelio de Cristo. “Y con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación.” o sea, la persona confiesa a Cristo públicamente como su único y suficiente Salvador, y lo recibe como su Salvador; y ahí la fe que vino por la Palabra, el Evangelio de Cristo que escuchó la persona, y nació ahí en su corazón la fe, ahora le trae la salvación de su alma, porque confiesa públicamente a Cristo como su único y suficiente Salvador, Cristo lo recibe y lo perdona y con Su Sangre lo limpia de todo pecado, es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego.
Y ahora, nacer del Espíritu es nacer del Espíritu Santo, es nacer del bautismo del Espíritu Santo en donde la persona obtiene el nuevo nacimiento y así nace en el Reino de Cristo, en la Casa de Dios, en la Familia de la Fe, nace como un hijo o una hija de Dios en la Familia de la Fe, en la Iglesia del Señor Jesucristo; ha nacido del Agua, la predicación del Evangelio de Cristo y del Espíritu.
Por lo tanto, es un fruto del Evangelio de Cristo y del Espíritu Santo, y por consiguiente es una Nueva Criatura, una Nueva Creación, pertenece a esa Nueva Creación, que es la Iglesia del Señor Jesucristo, de la cual Cristo es el principio, el primero de esa Nueva Creación, el Primogénito y Principio de esa Creación, porque Cristo es el Principio de la Creación de Dios, de esa Raza creada por Dios, de esa Familia de Dios, de esa Familia de la Fe; y esa Familia de la Fe tiene fundada su fe, ¿en quién? En Cristo, nuestro hermano mayor.
Ahora vean, hemos visto aquí cómo es que se viene a formar parte de la Familia de la Fe. La Familia de la Fe es la Iglesia del Señor Jesucristo, y por cuanto es la Familia de la Fe, Su Fe está basada en Jesucristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario. Por eso Cristo dijo: “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura, el que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere será condenado.” Eso está en el Evangelio según San Marcos, capítulo 16, verso 15 al 16.
Por lo tanto, toda persona que desea pertenecer a la Familia de la Fe, una cosa muy importante que tenemos que entender es que su nombre está escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero; así como en una familia que tiene hijos, encontramos que los padres pensaron tener niños y hasta los nombres de esos niños ya los escribieron de antemano, la mayor parte de las personas escriben: “Se va a llamar fulano de tal si es varón, y si es niña le pondremos por nombre tal nombre.” Y lo escriben y lo tienen ahí guardado; y cuando queda embarazada la esposa, ya se ponen muy contentos, y el esposo coloca la mano en la barriguita, en el vientre de la esposa, y le dice: “¿Será varoncito o será nena?” Y no saben qué nombre llamarle.
Pero cuando ya nacen, o cuando el médico ya con sus equipos dice: “Es un varoncito, es una niñita.” Ya el papá y la mamá le van llamando por el nombre que ya tienen registrado, que ya tienen escogido para si es niñito o si es niñita. Y si los padres terrenales hacen así: que escogen los nombres, la mayor parte de los padres escogen los nombres, aun desde antes de concebirlos. Cuánto más nuestro Padre Celestial, que sabe cuántos hijos e hijas va a tener.
Por lo tanto, Él escribió en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero todos los nombres de los que formarían la Familia de la Fe, la Familia de Dios, la descendencia de Dios. Recuerden que hijos es descendientes, descendientes de Dios.
Por lo tanto, estos hijos de Dios están prometidos para ser manifestados en la Tierra; aquí en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento, Dios nos habla de esos hijos, y nos muestra que vendrían a existencia esos hijos e hijas de Dios.
Vean aquí en Oseas, capítulo 1, verso 6 en adelante, para no leer mucho (verso 6 al 11), dice Oseas:
“Concibió ella ( o sea, la esposa de Oseas)...
Concibió ella otra vez, y dio a luz una hija. Y le dijo Dios: Ponle por nombre Lo-ruhama, porque no me compadeceré más de la casa de Israel, sino que los quitaré del todo.
Mas de la casa de Judá tendré misericordia, y los salvaré por Jehová su Dios; y no los salvaré con arco, ni con espada, ni con batalla, ni con caballos ni jinetes.
Después de haber destetado a Lo-ruhama, concibió y dio a luz un hijo.
Y dijo Dios: Ponle por nombre Lo-ammi, porque vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré vuestro Dios.
Con todo, será el número de los hijos de Israel como la arena del mar, que no se puede medir ni contar. Y en el lugar en donde les fue dicho: Vosotros no sois pueblo mío, les será dicho: Sois hijos del Dios viviente.
Y se congregarán los hijos de Judá y de Israel, y nombrarán un solo jefe, y subirán de la tierra; porque el día de Jezreel será grande.”
Ahora, aquí vean en estos hijos, hijos e hijas que tuvo Oseas estaba tipificado el pueblo de Israel, y también los gentiles; porque en un Profeta y su familia, Dios refleja Su Programa, refleja a Su pueblo, y las cosas que Él va a hacer en medio de Su pueblo.
Ahora, veamos en Romanos, capítulo 9, lo que San Pablo nos enseña con relación a esta profecía aquí que leímos.
Ahora, veamos en el capítulo 9 de Romanos, verso 25 al 27, dice:
“Como también en Oseas dice:
Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo,
Y a la no amada, amada.
Y en el lugar donde se les dijo:
Vosotros no sois pueblo mío,
Allí serán llamados hijos del Dios viviente.
También Isaías clama tocante a Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo.”
Y ahora, hemos visto que de en medio del pueblo que no era el pueblo de Dios, o sea, de en medio de los gentiles, han estado siendo llamados hijos e hijas de Dios a todos aquellos que han recibido a Cristo como su único y suficiente Salvador. Y Dios ha estado formando Su Iglesia de personas de entre los gentiles, y algunos también de entre los hebreos; porque en la Iglesia del Señor Jesucristo no hay judío ni griego, no hay varón ni hembra, no hay gentil o hebreo, todos somos uno en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Por lo tanto, en el Cuerpo Místico de Cristo, en la Familia de Dios, todos somos uno en Cristo, hijos e hijas de Dios, somos la Familia de Dios, la Familia Celestial de Dios, el Israel Celestial de Dios bajo el Nuevo Pacto, cubiertos con la Sangre del Nuevo Pacto, la Sangre del Pacto eterno, que es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. Por eso el pueblo hebreo tuvo Sacrificios de animalitos, lo cual tipificaba el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario que vendría más adelante. Y ya vino ese Sacrificio, por lo tanto, ya Dios no acepta sacrificios de animalitos, porque ya está el Sacrificio perfecto hecho por hebreos y por gentiles también.
Y ahora, la Familia de la Fe es la Familia de Dios, los hijos e hijas de Dios, y por consiguiente esa es la Casa de Dios, o sea, la Familia de Dios, la descendencia de Dios. El Apóstol Pablo en Efesios, también nos habla de esta Familia tan importante, porque es la Familia más importante, la cual viene a la Tierra a vivir, pero es del Cielo, es una Familia Celestial. Nuestra ciudadanía como hijos e hijas de Dios, es una ciudadanía ¿qué? Celestial; porque el nuevo nacimiento no es de los hombres, es del Cielo, es de Dios.
Así como al nacer físicamente aquí en la Tierra a través de nuestros padres terrenales, obtuvimos la ciudadanía de la nación donde hemos nacido. Pero ahora por medio del nuevo nacimiento tenemos la ciudadanía de donde hemos nacido de nuevo. ¿De dónde hemos nacido? Del Cielo, de ahí es el nuevo nacimiento.
Si Cristo preguntó a los fariseos y saduceos acerca del bautismo de Juan, y les preguntó: “¿El bautismo de Juan de dónde era? ¿Del Cielo o de los hombres? ¿De Dios o de los hombres?” Y si el bautismo de Juan era del Cielo, de Dios, cuánto más el nuevo nacimiento, cuánto más el bautismo del Espíritu Santo.
Ahora, veamos esta Familia de Dios en Efesios, capítulo 2, verso 17 en adelante, dice:
“Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca;
porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre.
Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios,
edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,
en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;
en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.”
Y ahora, esta Familia de Dios, esta Casa de Dios, estos miembros de la Familia de Dios, que son los creyentes en Cristo nacidos de nuevo, que son los miembros de la Iglesia de Jesucristo, son edificados como individuos, como un Templo Espiritual donde mora Dios. Y la Iglesia de Jesucristo compuesta por estas personas, la Iglesia es un Templo Espiritual de Dios, de Cristo, donde mora Cristo en Espíritu Santo.
Ahora, hemos visto lo importante que es esta Familia de Dios.
Ahora vean algo aquí bien importante de esta Familia de Dios. Dice capítulo 3, verso 1 en adelante de Efesios (dice San Pablo):
“Por esta causa yo Pablo, prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles;
si es que habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros;
que por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente,
leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo,
misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu (¿Ven? La revelación del misterio de Cristo, no es por medio de conocimiento humano, intelectual, sino por medio de la revelación del Espíritu Santo dada a los Apóstoles y Profetas, y Pablo dice que Él la recibió de parte de Dios por el Espíritu de Dios):
que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio,
del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder.
A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo,
y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas;
para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales,
conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor,
en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él.”
Y ahora, tenemos aquí en las Escrituras algo muy, pero que muy, importante. Para dar al pueblo hebreo el conocimiento, para dar a conocer al pueblo hebreo la Ley que fue dada por Dios a Moisés, y Moisés la dio al pueblo hebreo, hubo instituido en medio del pueblo hebreo un orden sacerdotal, en donde hubo sacerdotes: el sumo sacerdote y demás sacerdotes, hubo levitas, y luego aparecieron los doctores de la Ley, aparecieron los fariseos, aparecieron los rabinos, y así por el estilo, para enseñar al pueblo la Ley.
Pero ahora en el Nuevo Testamento hay un Orden Sacerdotal, al cual pertenecen todos aquellos que han recibido a Cristo como su único y suficiente Salvador.
Y vean ustedes quiénes son esas personas conforme al Libro del Apocalipsis, capítulo 1, verso 5 al 6, dice:
“...y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,
y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.”
Y ahora, Jesucristo, el cual nos amó, con Su Sangre nos limpió de todo pecado, y nos ha hecho para nuestro Dios Reyes y Sacerdotes.
Y ahora, en el Nuevo Pacto, en el Nuevo Testamento, los sacerdotes no son los sacerdotes hebreos del orden de Aarón, y el sumo sacerdote no es del orden de Aarón, sino del Orden de Melquisedec, del Orden Celestial del Templo Celestial. Y a ese Orden es que pertenece toda la Familia de Dios, pertenece a un Orden Sacerdotal Celestial, para dar a conocer a las potestades y principados. Dice:
“...para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales (Efesios, capítulo 3, verso 10).”
Y ahora, es por medio de la Iglesia de Jesucristo que se lleva el Mensaje del Evangelio de Cristo, donde está la Sabiduría de Dios expresada, y con esa Sabiduría es dada a conocer toda esta bendición de Dios para hebreos y para gentiles, para venir a formar parte de la Familia de la Fe, de la Familia de Dios, de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Vean, también en el capítulo 5 del Apocalipsis nos habla de este Orden Sacerdotal y también de este Orden de la Monarquía Celestial y la Teocracia Celestial. En el capítulo 5 del Apocalipsis, versos 8 en adelante, dice:
“Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;
y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;
y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.”
Y por cuanto Cristo nos ha hecho Reyes y Sacerdotes, reinaremos sobre este planeta Tierra como Reyes de ese Reino Milenial de Cristo, cuando Él establezca en este planeta Tierra; y estaremos como Sacerdotes de ese Orden Sacerdotal de ese Reino; porque un reino tiene que tener la parte política, pero también tiene que tener la parte religiosa; y también tiene que tener la parte judicial.
Por lo tanto, pertenecemos a esos tres grandes poderes del Reino Divino. En el capítulo 20 del Apocalipsis, verso 4 al 6, dice de la siguiente manera:
“Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar.”
¿Ven? Recibieron ¿qué? Facultad de juzgar. Por lo tanto son Jueces de ese Reino. ¿Que los miembros de la Familia de la Fe son Jueces de ese Reino de Cristo? Vamos a verlo aquí en Primera de Corintios, capítulo 6, verso 12 en adelante, dice:
“¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?”
Y ahora vean, el mundo va a ser juzgado por los miembros de la Iglesia de Jesucristo, por la Familia de la Fe.
“¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?” (Capítulo 6, verso 2 al 3 de Primera de Corintios).
Y ahora, continuamos en el capítulo 20 del Apocalipsis:
“Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.”
¿Ven? Reinaremos con Cristo en ese Reino Milenial como Reyes, como Sacerdotes y como Jueces. O sea, que somos el Gabinete de Cristo, de y para ese Reino que Él va a establecer en este planeta Tierra. A todo lo que Cristo es heredero, son herederos también los miembros de la Familia de la Fe, son coherederos con Cristo.
“Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección.
Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.”
¿Ven? Serán Sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con Él mil años, reinaremos como Reyes en ese Reino Milenial. Pero el Orden Religioso pertenece también a Cristo y a los miembros de la Familia de la Fe, pertenecen a Cristo y a Su Iglesia; y el Orden Judicial pertenece a Cristo y a Su Iglesia. Cristo es el Juez de los vivos y de los muertos, y nosotros somos jueces con Él de ese Orden Judicial, y Cristo es el Rey de reyes y Señor de señores, Él es el Rey de los Cielos y de la Tierra, y nosotros somos Reyes con Él. Y Él es el Sumo Sacerdote del Templo Celestial, del Orden Celestial, que es el Orden de Melquisedec; y nosotros somos Sacerdotes con Cristo, pero Él es el mayor de todos: el Sumo Sacerdote.
Por eso por medio de Cristo es que nosotros ministramos para Dios en el Templo de Dios, en el Templo Celestial. Por eso nuestras oraciones y todo lo que hacemos para Dios, lo hacemos a través del Sumo Sacerdote, Jesucristo, y todo va directamente a Dios; porque los verdaderos adoradores, adorarán al Padre en Espíritu y en Verdad.
Ahora, veamos aquí en Primera de Pedro, capítulo 2, verso 4 en adelante, dice:
“Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa,
vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.”
Por medio del Sumo Sacerdote, que es Jesucristo. También aquí nos habla San Pedro en este mismo capítulo 2 de Primera de Pedro. Primera de Pedro, capítulo 2, vamos a ver lo que nos dice en el verso 9:
“Mas vosotros sois linaje escogido (un linaje escogido, el linaje ¿de quién? De Dios. Somos linaje de Dios, descendientes de Dios, hijos e hijas de Dios. Eso es lo que es un hijo: es un descendiente de su padre. Y somos hijos de Dios, el Padre Celestial, somos descendientes de Dios)...
Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.”
Y ahora, tenemos una comisión divina: de anunciar, de anunciar las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a Su Luz admirable. Tenemos la comisión divina de anunciar el Evangelio de Cristo. El misterio de la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario, y todas las bendiciones que hay en ese Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, para que así las personas escuchen, nazca en sus corazones la fe para creer en Cristo como su Salvador, y lo reciban como su Salvador, y obtengan el perdón de sus pecados, sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo los bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ellos el nuevo nacimiento, y nazcan como hijos e hijas de Dios en el Reino de Dios, que es la Iglesia del Señor Jesucristo, que es la Familia de la Fe.
La meta de la predicación del Evangelio de Cristo es que las personas escuchen, crean en Cristo como su Salvador, lo reciban, sean bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo los bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y obtengan el nuevo nacimiento, nazcan a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador. Por eso Cristo dijo en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Tan simple como eso. Es un asunto de fe en Cristo la Salvación y Vida eterna. El Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados lo hizo Jesucristo muriendo en la Cruz del Calvario, para que todo aquél que en Él cree no se pierda, mas tenga Vida eterna.
Y toda persona que ha escuchado la predicación del Evangelio de Cristo y ha creído en Cristo, y ha sido bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo lo ha perdonado y lo ha limpiado con Su Sangre preciosa, y lo ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, ha nacido de nuevo, ha nacido en el Reino eterno de Cristo; y por consiguiente es un miembro de la Iglesia de Jesucristo, es un miembro de la fe, es un miembro de la Familia de la Fe.
¿Y quiénes son esos miembros de la Familia de la Fe? Yo soy uno. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también, porque hemos escuchado la predicación del Evangelio de Cristo y hemos creído en Cristo como nuestro único y suficiente Salvador de todo corazón, hemos creído en Su Sacrificio en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados. No hay ninguna persona que pueda perdonar nuestros pecados, excepto nuestro amado Señor Jesucristo.
Y no hay ninguna persona que nos pueda limpiar de todo pecado, excepto Jesucristo con Su Sangre preciosa. Y no hay ninguna persona en la Tierra que nos pueda dar Vida eterna, excepto nuestro amado Señor Jesucristo. Por eso es que lo recibimos como nuestro único y suficiente Salvador, para que Él perdone nuestros pecados, con Su Sangre nos limpie de todo pecado, seamos bautizados en agua en Su Nombre, y Él nos bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en nosotros el nuevo nacimiento, y así todos obtengamos ese nacimiento como hijos e hijas de Dios en la Familia de la Fe, la Iglesia del Señor Jesucristo; y así estemos sellados con Cristo en Su Reino eterno, y así esté confirmado nuestro lugar y nuestro nombre en la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador.
Por lo tanto, la Familia de la Fe es la Familia más importante, no solamente de la Tierra sino del Cielo también. La Familia de la Fe, que es los que han recibido a Cristo como su Salvador, y han nacido de nuevo, esos son los miembros de la Familia de la Fe, son los descendientes de Dios; así como nuestros hijos son nuestros descendientes y son a nuestra imagen y semejanza, los descendientes de Dios son a imagen de Dios y a semejanza de Dios. Lo más que se parece al hombre es Dios, y lo más que se parece a Dios es el hombre, el ser humano; porque Dios creó al ser humano a Su imagen y a Su semejanza. Por eso también lo más que se parece al Padre son los hijos.
Ahora, podemos ver que hay una Familia Celestial, del Cielo, con ciudadanía en el Cielo.
En Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21, San Pablo nos dice acerca de esta Familia, la cual es la Familia de Dios, la Casa de Dios, la Casa de Dios como Familia. Dice Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya...”
¿Para qué nos va a transformar nuestro cuerpo? Para que sea - para que seamos a Su imagen y semejanza, para que el cuerpo nuevo que Él nos dará sea a Su semejanza, un cuerpo semejante al cuerpo de Jesucristo, al cuerpo glorificado de Cristo, un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado y joven para toda la eternidad. Eso es lo que Cristo ha prometido para mí. ¿Y para quién más? Para cada uno de ustedes también.
Porque ustedes son miembros de la Familia de la Fe, eso es lo que Cristo ha prometido para los miembros de la Familia de la Fe; como para los miembros de la familia de cada uno de ustedes, que nacen en su Familia. ¿Qué es lo que ustedes les tenían? Un cuerpo, un cuerpo igual al de ustedes. Eso es lo que le dan los padres a los hijos: un cuerpo físico como el cuerpo de los padres.
Y eso es lo que Cristo da a los miembros de la Familia de la Fe: primero nos da el cuerpo angelical espiritual, parecido a nuestro cuerpo pero de otra dimensión; y luego nos dará el cuerpo físico nuevo glorificado, para que seamos a Su imagen y a Su semejanza. Esa es la bendición que tienen los miembros de la Familia de la Fe, y así tienen la Vida eterna.
Es un privilegio y una bendición grande ser un miembro de la Familia de la Fe en Cristo; porque eso significa que esa persona es un hijo o una hija de Dios, un descendiente de Dios, que es la cosa más grande que puede ser una persona: un descendiente de Dios.
Así como Jesucristo es la persona más importante, los creyentes en Cristo son las personas más importantes que Jesucristo tiene, son la Familia de Dios sobre la cual Dios ha colocado a Su Hijo Jesucristo, como Señor sobre Su Casa, lo ha colocado para que dirija Su Casa. Por lo tanto, la Casa de Dios, la Familia de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo está bajo la dirección de Jesucristo.
“Pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.” [Hebreos 3:6]
Cristo está como Hijo sobre Su Casa, la cual Casa somos nosotros. Él es el que está a cargo de la Casa de Dios, de la Familia de Dios. Y Cristo por medio de Su Espíritu Santo está dirigiendo la Casa de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo, que es la Familia de la Fe, de la Fe en Jesucristo; y por consiguiente esos son hijos de Abraham por la Fe en Cristo. Esa es la Familia de la Fe, los hijos e hijas de Dios, las personas nacidas de nuevo creyentes en Cristo como su único y suficiente Salvador.
Toda persona desea pertenecer a esa Familia; así como cuando ustedes eran niños o niñitas, decían - veían películas de esas de tiempos antiguos, de los reyes y reinas, y pensaban: “Me gustaría ser un hijo o una hija de ese rey y esa reina, para ser una princesa o un príncipe de ese reino.” Pero miren, el deseo ese que había ahí en el corazón era a causa de que somos hijos del Rey de los Cielos y de la Tierra.
Por lo tanto, no tenemos que envidiarle nada a los hijos de los reyes terrenales, mas bien ellos son los que tienen que envidiar la bendición que tenemos nosotros siendo hijos de la fe, siendo los miembros de la Familia de la Fe, somos príncipes de Dios; y las hermanas son princesas de Dios, del Rey de los Cielos y de la Tierra.
Por lo tanto, somos Real Sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciemos las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su Luz admirable. Somos la Familia Real del Cielo que gobernará sobre este planeta Tierra y sobre el Universo completo con Cristo como el Hijo sobre Su Casa, como el principal sobre la Casa de Dios. Él es el Príncipe que está sobre la Casa de Dios, sobre la Iglesia del Señor Jesucristo. Él es el Príncipe de ese pueblo Celestial.
Por lo tanto, le damos gracias a Dios por habernos escogido, habernos predestinado para ser hijos e hijas de Dios, y por consiguiente miembros de la Familia de la Fe, los cuales escucharían la predicación del Evangelio del Reino de Cristo, el Evangelio de Jesucristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario, y creeríamos de todo corazón en Jesucristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario, y lo recibiríamos como nuestro Salvador, dando testimonio público de nuestra fe en Cristo, y vendríamos así a obtener el perdón de nuestros pecados, ser limpios de todo pecado con la Sangre de Cristo, ser bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo nos bautizaría con Espíritu Santo y Fuego, y así naceríamos de nuevo, naceríamos en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador, como miembros de la Familia de la Fe, como miembros de la Familia de Dios, como miembros de la Iglesia del Señor Jesucristo.
¿Y quiénes son esos miembros de la Familia de la Fe? Todos nosotros. Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, todavía no ha nacido en el Reino de Cristo, en la Familia de Dios, en la Familia de la Fe como un hijo o una hija de Dios. Pero en esta noche ha escuchado la predicación del Evangelio de Cristo, y ha nacido la Fe de Cristo y en Cristo para creer en Cristo como su único y suficiente Salvador.
Por lo tanto, puede dar testimonio público de su fe en Cristo levantando su mano y pasando al frente para orar por usted en esta noche, para que Cristo le reciba, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, y pueda ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo por un ministro, y Cristo lo bautice con Espíritu Santo y Fuego, y obtenga el nuevo nacimiento, nazca en la Familia de la Fe, la Familia de Dios, la Familia más importante, no solamente de la Tierra sino del Cielo también.
Pueden pasar al frente y ya estaré orando por ustedes, para que así Cristo les reciba en Su Reino, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado, y puedan ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo produzca en ustedes el nuevo nacimiento. Vamos a esperar unos segundos en lo que pasan todas las personas que ya han escuchado la predicación del Evangelio de Cristo y ha nacido esa fe en vuestros corazones, porque la fe viene por el oír la Palabra de Dios, el Evangelio de Cristo. “Y con el corazón se cree para justicia, pero con su boca, con la boca se confiesa para salvación.”
Cristo dijo: “El que me confesare delante de los hombres, Yo le confesaré delante de mi Padre. Mas el que me negare delante de los hombres, Yo le negaré delante de mi Padre.” Pueden continuar pasando, pueden acercarse más. Ustedes están aquí reunidos en esta noche, y ustedes que han pasado también, porque desde antes de la fundación del mundo vuestros nombres fueron escritos por Dios en el Libro de la Vida en el Cielo, para ustedes aparecer en esta Tierra, en este tiempo, y escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, y recibirlo como vuestro único y suficiente Salvador; o sea, que no ha sido por sabiduría vuestra, sino por elección divina desde antes de la fundación del mundo.
Por eso Cristo podía decir: “Mis ovejas oyen mi Voz y me siguen.” Y también Él podía decir: “Y Yo les doy Vida eterna, y no perecerán jamás; y nadie las arrebatará de mi mano; mi Padre que me las dio, mayor que todos es; y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.” Eso está en San Juan, capítulo 10, verso 1 al 30.
Por lo tanto, las ovejas del Padre dadas a Cristo son aquellas personas escritas en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, que escucharían la predicación del Evangelio de Cristo, y lo recibirían como su único y suficiente Salvador. Por eso es que ustedes están aquí presentes en esta noche al frente, y también los que están sentados que han venido a esta actividad, el Espíritu de Dios los ha traído para escuchar y producir en vuestros corazones la fe, crear la fe en Cristo en vuestros corazones para creer en Cristo como vuestro único y suficiente Salvador.
La fe no es de vosotros, es Don de Dios, Él la coloca en vuestros corazones por medio de la predicación del Evangelio de Cristo, porque la Fe viene por el oír la Palabra de Dios, el Evangelio de Cristo. Y “con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”, se hace confesión pública de vuestra fe en Cristo, recibiendo a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador, para venir a formar parte de la Familia de la Fe, de la Fe en Jesucristo como nuestro único y suficiente Salvador.
Pueden continuar pasando; vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han pasado. Vamos a dar unos segundos en lo que pasan las demás personas que faltan por pasar, que ya han escuchado la predicación del Evangelio de Cristo y han creído de todo corazón, y solamente les falta pasar al frente y dar testimonio público de vuestra fe en Cristo, recibiendo a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador, dando testimonio público de Jesucristo como vuestro único y suficiente Salvador, porque no hay otro Salvador, hay uno solo y se llama SEÑOR JESUCRISTO. “Porque no hay otro nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos.” Solamente hay un nombre, y ese nombre es SEÑOR JESUCRISTO. Eso está en el libro de los Hechos, capítulo 4, verso 12.
Por lo tanto, Jesucristo es nuestro único y suficiente Salvador, y nuestra fe es en Jesucristo. Por eso somos miembros de la Familia de la Fe, somos miembros de la Iglesia del Señor Jesucristo, que es la Familia de la Fe, en donde nacen todos los hijos e hijas de Dios, donde nacen esos Reyes, Sacerdotes y Jueces del Reino de Dios, del Orden Celestial de Melquisedec.
Cuando el Reino de Dios sea establecido en la Tierra, el Reino literal donde Cristo será el Rey en esta Tierra, ahí estaremos nosotros como Reyes, como Sacerdotes, y como Jueces también de ese Reino que será establecido en la Tierra, que es el Reino de Dios. ¿Por qué? Porque somos miembros de la Familia de la Fe. Es la Familia de la Fe la que estará con Cristo aquí en la Tierra reinando por el Milenio y por toda la eternidad.
Recibir a Cristo como nuestro Salvador es Vida eterna para nosotros, porque Dios nos ha dado Vida eterna y esta Vida está en Su Hijo Jesucristo. Por lo tanto, hay que recibir al que tiene la Vida eterna, que es Jesucristo.
Si nuestros padres terrenales nos envían un regalo a través de nuestro hermano mayor, cuando lo vemos a él, seguida vamos a él, lo vamos a recibir, le damos la bienvenida y le decimos: “Ahora dame el regalo que papá y mamá me han enviado contigo.” Hay que recibir al que trae el regalo. Y el regalo que trae de parte del Padre Celestial, Jesucristo, el Hijo de Dios, nuestro hermano mayor, es el regalo de la Vida eterna, el regalo más grande que Dios da al ser humano.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
La Vida eterna esta en Jesucristo. La paga del pecado es muerte, pero la Dádiva de Dios es Vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. Por lo tanto, recibimos a Cristo para que Él nos perdone y con Su Sangre nos limpie de todo pecado, y seamos bautizado en agua en Su Nombre, y Él nos dé el regalo del Espíritu Santo y así nos dé la Vida eterna. Porque queremos vivir eternamente con Cristo en Su Reino eterno. Recibir a Cristo como Salvador es Vida eterna para nosotros.
Todavía estamos dando unos segundos en lo que pasan las personas que faltan por pasar. Recuerden que es Vida eterna recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador. Tenemos que asegurar nuestro futuro eterno. ¿Y quién nos puede asegurar nuestro futuro eterno? Jesucristo en Su Reino eterno. No hay otra persona que pueda asegurarnos nuestro futuro eterno.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
¿Ven? El que tiene Vida eterna es el que cree en Jesucristo como su único y suficiente Salvador. También en las Escrituras dice Cristo: “El que me confesare delante de los hombres, Yo le confesaré delante de mi Padre. Mas el que me negare, Yo le negaré delante de mi Padre.” ¿Ven? Es un asunto de fe en Cristo y dar testimonio público de nuestra fe en Cristo como nuestro único y suficiente Salvador. “Porque, ¿de qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de Su Padre con Sus Ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a Sus Obras.” San Mateo, capítulo 16, versos 26 al 28.
Por lo tanto, tenemos que asegurar nuestro futuro eterno con Cristo en la Vida eterna en Su Reino eterno, para así estar seguros que cuando termine nuestra vida terrenal en estos cuerpos terrenales, viviremos con Cristo en Su Reino eterno por toda la eternidad. El tiempo que Dios nos da en estos cuerpos mortales es para que busquemos el Reino de Dios y Su Justicia, y entremos a Su Reino al obtener el nuevo nacimiento al nacer del Agua y del Espíritu, y nacemos del Agua y del Espíritu al creer en Cristo como nuestro Salvador, recibirlo y ser bautizados en agua en Su Nombre, Él nos perdona y nos limpia con Su Sangre preciosa, y nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en nosotros el nuevo nacimiento, nacemos en la Familia de la Fe como hijos e hijas de Dios.
¿Ven lo sencillo que es todo el Programa Divino para los miembros de la Familia de la Fe? No es por ejércitos o con ejércitos, no es con ejércitos ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho el Señor. Él es el que por medio de Su Espíritu produce el nuevo nacimiento en los que reciben a Cristo como Salvador y nacen esas personas en la Familia de la Fe como hijos e hijas de Dios.
Ya vamos a orar por las personas que han pasado. Si falta alguna puede pasar inmediatamente. Algunas veces hay personas que escuchan, creen, pero cuando les corresponde pasar al frente para dar testimonio público de su fe en Cristo sienten algo que les aguanta y les impide pasar al frente. Pero digan: “Yo he creído al escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, y yo quiero vivir con Cristo por toda la eternidad, quiero nacer en la Familia de la Fe, en la Familia de Dios; por lo tanto me levanto, paso al frente, y doy testimonio público de mi fe en Cristo, recibiéndolo como mi único y suficiente Salvador,” y así obtiene la victoria y recibe la bendición de Dios.
Vamos ya a orar por todos los que han pasado. Los niños de diez años en adelante también pueden pasar para recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador. Recuerden que es un asunto de Vida eterna recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador. Y tenemos que hacerlo mientras vivimos en estos cuerpos mortales; y no sabemos cuántos días vamos a vivir en estos cuerpos mortales; por lo tanto hay que hacerlo: recibir a Cristo como nuestro Salvador lo más rápido posible, mientras nos queda vida en el cuerpo físico; porque nadie sabe si al otro día ya sus días habrán terminado en la Tierra, y luego ya no podrán recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador, para venir a formar parte de la Familia de la Fe, de la Fe de Cristo y de la Fe en Jesucristo.
Lo más importante es la Vida eterna. Por eso recibimos a Cristo para que nos dé la Vida eterna. Vamos a orar ya por las personas que han pasado, vamos a inclinar nuestros rostros para orar, nuestros ojos cerrados, y repitan conmigo esta oración. Con nuestras manos levantadas a Dios, a Jesucristo, decimos:
Señor Jesucristo, he escuchado la predicación de Tu Evangelio, y he creído en Ti y en Tu Sacrificio en la Cruz del Calvario como la Expiación por mis pecados.
Señor Jesucristo, doy testimonio público de mi fe en Ti, y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Salva mi alma, Señor Jesucristo, perdona mis pecados y con Tu Sangre límpiame de todo pecado, y bautízame con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre. Te ruego produzcas en mí el nuevo nacimiento, quiero nacer en Tu Reino, quiero nacer a la Vida eterna, quiero nacer en la Familia de la Fe, quiero entrar a Tu Reino eterno, quiero vivir eternamente contigo en Tu Reino, Señor Jesucristo.
Salva mi alma, Te lo ruego, Señor Jesucristo. En Tus Manos encomiendo mi alma. En Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Repitan conmigo, con nuestras manos levantadas al Cielo: La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado.
“Él dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo.”
Ya ustedes han creído de todo corazón en Cristo como vuestro único y suficiente Salvador. Pero me dirán: “Pero todavía me falta ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. ¿Cuándo me pueden bautizar?” Por cuanto han creído de todo corazón en Cristo como vuestro Salvador, bien pueden ser bautizados en agua en esta misma noche en el Nombre del Señor Jesucristo.
Para lo cual pido al Rvdo., aquí: Elizondo, pase acá para preguntarle si hay agua: ¿Hay agua dónde puedan ser bautizados? Sí hay agua, y bastante, aquí hay un bautisterio grande. ¿Hay ropas bautismales también? Ropas bautismales también. ¿Hay lugar dónde cambiarse de ropas también? Hay lugar también, y personas que les ayudarán para cuidar vuestras ropas, para que así esté segura vuestra ropa, y luego que sean bautizados cambiarse de nuevo de ropa y regresar a vuestros hogares felices, gozosos y agradecidos a Cristo por la Salvación de vuestra alma.
Y que Jesucristo nuestro Salvador les bautice con Espíritu Santo y Fuego luego que sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, y nazcan en la Familia de la Fe. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén. Y que traiga también a vuestros familiares para que reciban a Cristo como Salvador y obtengan la salvación y Vida eterna también, y estén con ustedes luego en el Reino eterno de Jesucristo por toda la eternidad.
Ha sido para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta noche, dándoles testimonio de nuestro tema: “LA FAMILIA DE LA FE.”
El nuevo nacimiento se lleva a cabo en la Familia de la Fe: nace la persona de nuevo en la Familia de la Fe, de la Fe en Cristo.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.
Con nosotros el Rvdo. Carlos Elizondo para continuar e indicarles hacia dónde caminar para cambiarse de ropas y ser luego bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Buenas noches, y el Señor les bendiga a todos.
“LA FAMILIA DE LA FE.”