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|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
| La bendición de perseverar | 2004-07-05 | 1 | Chihuahua | Chihuahua | MX | 00:00:00 | false |
Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Reciban todos saludos de mi esposa Erica, y los niños reciban saludos de América y de Yahannah Gabriela, mis niñas.
Para esta noche leemos en San Mateo, capítulo 10, versos 22 al 28, donde dice:
“Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.
Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre.
El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor.
Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa? (‘Cuánto más a los de su casa,’ o sea, cuánto más a los hijos e hijas de Dios, a la Familia de Dios).
Así que, no los temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse
Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas.
Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema es: “LA BENDICIÓN DE PERSEVERAR.”
¿Cuál es la bendición de perseverar? Aquí mismo dijo Cristo: “Mas el que perseverare hasta el fin, éste será salvo.” La bendición de perseverar en Cristo sirviéndole todos los días de nuestra vida es la salvación de nuestra alma.
Cristo dijo que el que pone su mano en el arado y mira hacia atrás, no es apto para el Reino de Dios, porque dejó de seguir a nuestro amado Señor Jesucristo, y por consiguiente no permaneció en Cristo, y no perseveró sirviendo a nuestro amado Señor Jesucristo; porque perseverar, mantenerse firme y continuar con Cristo en Su Reino, en Su Iglesia, eso es perseverar, eso es persistir, eso es seguir, y como meta la Vida eterna, la Salvación y Vida eterna para vivir con Cristo por toda la eternidad.
Por lo tanto, vale la pena perseverar sirviendo a Cristo todos los días de nuestra vida. Toda persona desea vivir eternamente con Cristo en Su Reino, pues nadie desea dejar de existir, todos deseamos continuar viviendo, existiendo; y para eso necesitamos entrar a un Reino eterno, en donde hay Vida eterna para que sea otorgada a nosotros la Vida eterna, y podamos vivir por toda la eternidad con Jesucristo en Su Reino eterno.
Para lo cual se predica el Evangelio de nuestro amado Señor Jesucristo. Esa es la meta de la predicación del Evangelio, Cristo mismo lo dijo en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16, cuando dijo:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Tan simple como eso. Por lo tanto, la meta de la predicación del Evangelio de Cristo es la salvación de nuestra alma, para que podamos vivir con Él en Su Reino por toda la eternidad. Por lo tanto, toda persona que desea vivir eternamente con Cristo en Su Reino, necesita entrar al Reino de Dios, al Reino de Jesucristo nuestro Salvador, para lo cual la persona necesita escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, creer en Cristo como su único y suficiente Salvador, ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en la persona el nuevo nacimiento, y así nace la persona a una nueva vida, en un nuevo Reino, el Reino de Jesucristo nuestro Salvador, para vivir por toda la eternidad con Jesucristo en Su Reino; y así es como obtiene la salvación de su alma.
Por lo tanto, para obtener el nuevo nacimiento, nacer en el Reino de Cristo, Cristo enseñó claramente a Nicodemo el Programa para entrar al Reino de Cristo. Dice Cristo a Nicodemo en el capítulo 3 de San Juan, palabras muy importantes, porque toda persona desea entrar al Reino de Dios; y Nicodemo, que era un gran maestro en Israel, era un hombre que temía a Dios y deseaba entrar al Reino de Dios y vivir eternamente.
Por lo tanto, Él va a Jesús en el capítulo 3 de San Juan, verso 1 en adelante, dice:
“Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos (o sea, que no era cualquier persona, era un principal entre los judíos).
Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.
Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo?¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.”
Por lo tanto, no podemos maravillarnos de que Jesús diga que es necesario nacer de nuevo para entrar al Reino de Dios. Si Él dijo que es necesario, es necesario. Y todo el que desea entrar al Reino de Dios para vivir eternamente con Cristo en Su Reino, lo que necesita es saber cómo entrar. Cristo dijo: “El que no nazca del Agua y del Espíritu no puede entrar al Reino de Dios.” Entonces el que nazca del Agua y del Espíritu entra al Reino de Dios.
Y ahora, ¿qué es nacer del Agua y del Espíritu? Por cuanto Cristo dijo:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Ahí tenemos cómo nacer del Agua: nacer del Agua es nacer de la predicación del Evangelio de Cristo, o sea, escuchar la predicación del Evangelio de nuestro amado Señor Jesucristo, y ahí nace la fe en nuestro corazón, en nuestra alma, para creer en Cristo como nuestro único y suficiente Salvador; porque la fe viene por el oír, el oír ¿qué? El oír la Palabra de Dios, el Evangelio de Jesucristo, para que así nazca en nuestra alma la fe para creer en Cristo como nuestro único y suficiente Salvador.
Y entonces ya la persona ahí tiene la fe, ha nacido en su alma la fe para creer en Cristo como su Salvador. Y por consiguiente ha creído de todo corazón en Cristo, porque con el corazón se cree para justicia. Por lo tanto, ya la persona al escuchar la predicación del Evangelio de Cristo ha creído, porque su fe, la fe de Cristo ha nacido en el alma de la persona; y luego se le da la oportunidad a la persona para que haga confesión pública de su fe en Cristo; y se le dice que reciba a Cristo como su único y suficiente Salvador; o sea, que la persona haga confesión pública de su fe en Cristo, pues Cristo dijo: “El que me confesare delante de los hombres, Yo le confesaré delante de mi Padre y delante de Sus Ángeles.” Por lo tanto, la persona necesita hacer una confesión pública de su fe en Cristo. “Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se hace confesión para salvación.”
Por lo tanto, se le da la oportunidad a la persona que haga una confesión pública de su fe en Cristo, y se le dice que levante su mano para testimonio de que cree y recibe a Cristo como su único y suficiente Salvador, y que pase al frente para orar por usted, por la persona, para que así públicamente la confesión suya sea hecha delante de los hombres, delante de las personas que están presentes. Y Cristo dijo: “El que me confesare delante de los hombres, Yo le confesaré delante de mi Padre.” Y entonces Cristo lo confiesa delante del Padre Celestial, para que le dé la entrada al Reino de Dios, para que lo bautice con Espíritu Santo y Fuego, luego que sea bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo así le recibe en Su Reino, el Reino de Dios.
Por lo tanto, la forma de entrar al Reino de Dios, al cual todo ser humano quiere entrar para vivir eternamente es naciendo del Agua, de la predicación del Evangelio de Cristo, y del Espíritu, del Espíritu Santo, recibiendo el Espíritu luego de haber creído y haber hecho confesión pública, y haber sido bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. También encontramos al Apóstol San Pablo hablándonos acerca del nuevo nacimiento, y también al Apóstol San Pedro.
En el libro de los Hechos el Día de Pentecostés el Apóstol San Pedro estuvo predicando un poderoso Mensaje en el cual Dios llamó un grupo de personas a Su Reino; como tres mil personas. Dice en el capítulo 2 del libro de los Hechos, verso 36 en adelante:
“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”
Por eso es que llamamos a Jesús: SEÑOR JESUCRISTO, porque Dios ha hecho a Jesús Señor y Cristo. Por eso Cristo dijo en San Mateo, capítulo 28, verso 16 al 20: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra.” Porque Dios lo ha hecho Señor y Cristo. Y Dios, el Padre Celestial lo sentó en Su Trono Celestial. Y el que está sentado en el Trono tiene el poder y la autoridad sobre todo el Reino que tiene; porque desde el Trono es que se gobierna el Reino de ese Rey.
Y ahora, Cristo está sentado con el Padre en Su Trono, por lo tanto, todo poder de Dios ha sido encomendado a Jesucristo nuestro Salvador. Él es el Rey de reyes y Señor de señores.
Y ahora, nuestro amado Señor Jesucristo quiere que todas las ovejas que el Padre le dio para que les dé Vida eterna, reciban esa Salvación y Vida eterna ¿cómo? Recibiendo a Cristo, que es la Vida eterna. Continuamos leyendo aquí:
“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.”
¿Ven? Para recibir el Don del Espíritu Santo hay que venir a los pies de Cristo arrepentidos de nuestros pecados, y recibirlo como nuestro Salvador, y ser bautizados en agua en Su Nombre. Cristo nos recibe y nos perdona y con Su Sangre nos limpia de todo pecado, somos bautizados en agua en Su Nombre, y Él nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego; porque Jesucristo es el que bautiza con Espíritu Santo y Fuego. Así lo dijo Juan el Bautista cuando presentó a Cristo y dijo: “Este es el que nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego.”
Por lo tanto, toda persona para recibir el Espíritu Santo y Fuego necesita recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador, para poder recibir el nuevo nacimiento, y así nacer en el Reino de Cristo, el Reino de Dios, y por consiguiente nacer a una nueva vida, a la Vida eterna; y así asegurar su futuro eterno con Jesucristo en Su Reino eterno, y perseverar en el Reino de Cristo, perseverar sirviendo a Criso todos los días de su vida en la Iglesia del Señor Jesucristo. “Y el que perseverare hasta el fin (Cristo dijo) éste será salvo.”
Por lo tanto, se requiere que toda persona escuche la predicación del Evangelio de Cristo durante la Dispensación de la Gracia, porque la Dispensación de la Gracia es el día agradable delante del Señor, es el tiempo aceptable delante del Señor, es el tiempo de salvación delante de Dios para todo ser humano, porque es el tiempo en que Dios ha estado cumpliendo lo que el día diez del mes séptimo de cada año se cumplía en medio del pueblo hebreo conforme a Levítico, capítulo 23, verso 26 en adelante, cuando se sacrificaba el macho cabrío de la expiación y el pueblo que se había arrepentido de sus pecados, y había confesado sus pecados a Dios, y había pedido perdón a Dios por sus pecados, obtenía el perdón de sus pecados y era cubierto con la sangre de la expiación, y Dios no veía sus pecados y le daba un año más de vida.
Pero ahora con el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, que es el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, ahora somos reconciliados con Dios, para vivir, no un año más sino para vivir por toda la eternidad con Cristo en Su Reino eterno. Así como aquel día diez del mes séptimo de cada año, conforme a Levítico, capítulo 23, versos 26 al 29, era el día de la expiación, el día de la reconciliación de los hebreos con Dios. Pero ahora ya no hay sacrificios de animalitos por el pecado, ni siquiera el pueblo hebreo tiene el templo allá en Jerusalén, ya no tiene templo para efectuar el sacrificio del macho cabrío de la expiación por el pecado del pueblo.
Pero no hay ningún problema, hay un Sacrificio perfecto, el cual fue efectuado en la Cruz del Calvario por Jesucristo, el Cordero de Dios, el cual también es el Macho Cabrío de la Expiación; o sea, el macho cabrío de la expiación lo tipificaba. Todos aquellos sacrificios del pueblo hebreo por los pecados, tipificaban el Sacrificio de Cristo que vendría a efectuarse más adelante. Y ya se efectuó el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario.
Por lo tanto, el ser humano: hebreos y gentiles, tienen el Sacrificio por el pecado para ser reconciliados con Dios, y ese Sacrificio por el pecado es el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario. Y así como el día diez del mes séptimo tenían que estar arrepentidos de sus pecados, ahora durante la Dispensación de la Gracia cada persona es llamada a arrepentirse de sus pecados, para obtener el perdón de sus pecados y ser reconciliados con Dios, reconociendo que tenemos un Sacrificio por el pecado, el Sacrificio de la Expiación, el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, para con Su Sangre limpiarnos de todo pecado, y para poder ser bautizados en agua en Su Nombre, en donde nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección, y para luego obtener el Espíritu Santo, obtener el bautismo del Espíritu Santo y obtener el nuevo nacimiento.
El que no nazca del Agua y del Espíritu, de la predicación del Evangelio de Cristo y del bautismo del Espíritu Santo, no puede entrar al Reino de Dios. Pero el que nazca del Agua y del Espíritu, el que escucha la predicación del Evangelio de Cristo, y crea de todo corazón en Cristo y sea bautizado en agua en Su Nombre y luego Cristo lo bautice con Espíritu Santo y Fuego, ha nacido del Agua y del Espíritu y ha entrado al Reino de Dios, ha sido sacado del reino de las tinieblas y colocado en el Reino de Jesucristo, el Hijo de Dios; y por consiguiente ha obtenido el privilegio y el derecho de continuar viviendo su alma, no por el lapso de tiempo de esta vida terrenal, sino por toda la eternidad.
Por lo tanto, toda persona necesita recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador para obtener la Salvación de su alma, y obtener por consiguiente la Vida eterna. Yo viviré eternamente con Cristo en Su Reino porque yo lo he recibido como mi único y suficiente Salvador, y he sido bautizado en Agua en Su Nombre y he recibido Su Espíritu Santo y he obtenido el nuevo nacimiento, he nacido en Su Reino eterno. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también, los que han recibido a Cristo como su único y suficiente Salvador, y han sido bautizados en agua en Su Nombre.
Pero si hay alguno que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, todavía no ha entrado al Reino de Cristo, y todavía no tiene Vida eterna. Por lo tanto, no tiene esperanzas de una nueva vida, de volver a vivir, de volver a vivir una vida pero en un cuerpo eterno y glorificado, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador. ¿Por qué? Porque no ha recibido a Cristo como su único y suficiente Salvador, y no está por consiguiente perseverando en Cristo, sirviéndole a Él todos los días de su vida.
Pero puede en esta noche recibirlo como su único y suficiente Salvador, para que Cristo le reciba, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, y sea bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo lo bautice con Espíritu Santo y Fuego, y obtenga el nuevo nacimiento y por consiguiente entre al Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador, y persevere en Cristo y Su Reino, y Su Iglesia, todos los días de su vida. Y luego nos veremos en el cuerpo nuevo, cuando Él nos dé el cuerpo nuevo, inmortal, eterno y glorificado y joven para toda la eternidad. Y nos diremos el uno al otro: “La decisión más grande que yo hice en mi vida fue recibir a Cristo como mi único y suficiente Salvador, y esa decisión me ha colocado en la Vida eterna, y ahora tengo un cuerpo eterno y glorioso y glorificado, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo, y estoy viviendo con Cristo en Su Reino por toda la eternidad.
Recuerden que no hay nada más importante que la Vida eterna. Y mientras vivimos en esta Tierra, tenemos que asegurar nuestro lugar en la Vida eterna, tenemos que confirmar nuestro lugar y nuestro nombre en la Vida eterna, en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador; pues Jesucristo es el único que nos da y nos garantiza la Vida eterna en Su Reino eterno. Ninguna otra persona puede hacer eso, ninguna otra nación puede garantizarle a usted la Vida eterna.
Pero Cristo en Su Reino eterno nos garantiza la Vida eterna en Su Reino, cuando lo recibimos como nuestro único y suficiente Salvador.
Cristo dijo: “El que oye mis palabras y cree al que me envió, tiene Vida eterna; y no vendrá a condenación, más pasó de muerte a vida.” Eso está en el Evangelio según San Juan, capítulo 5, verso 24. También en el Evangelio según San Juan, capítulo 6, versos 39 al 40, dice Cristo:
“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.
Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”
¿Ven? La voluntad de Dios es que todo aquel que ve al Hijo y cree al Hijo, a Jesucristo como su Salvador tenga Vida eterna, y Cristo dice: “Yo le resucitaré en el Día Postrero.” Por lo tanto, si muere su cuerpo físico (el cual es temporero) no tiene ningún problema, la persona por cuanto es alma viviente continua viviendo en el Reino de Cristo, en el Paraíso, en un cuerpo angelical. Y cuando Cristo haya completado Su Iglesia, entonces se levantará del Trono del Padre, tomará el Título de Propiedad, que es el Libro de los Siete Sellos, lo abrirá en el Cielo y hará Su Obra de Reclamo, resucitando a los muertos en Cristo en cuerpos glorificados y a los que vivimos nos transformará, y entonces todos seremos a imagen y semejanza de Jesucristo con cuerpos inmortales y glorificados, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.
Cristo también en San Juan, capítulo 11, verso 23 en adelante, cuando fue a resucitar a Lázaro, y Marta vino donde estaba Jesús, pues Marta vino a recibir a Jesús en el camino, dice:
“Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.
Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.”
Pues Cristo había enseñado que Él resucitaría a todos los creyentes en Él en el Día Postrero. Pero ahora Cristo va a resucitar a Lázaro en aquel tiempo como ejemplo de lo que Él va a hacer con todos los creyentes en Él en el Día Postrero. Por lo tanto, Lázaro va a ser el tipo y figura de los muertos en Cristo que van a ser resucitados en el Día Postrero. Cristo va a mostrar allí que Él tiene el poder para resucitar a todos los creyentes en Él que hayan muerto físicamente.
“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.”
¿Y nosotros qué decimos? Amén. Nosotros también lo creemos de todo corazón. Por lo tanto, lo recibimos como nuestro único y suficiente Salvador, sabiendo que si nuestro cuerpo físico muere, por cuanto somos creyentes en Cristo y perseveramos en Él seremos resucitados en el Día Postrero en un cuerpo glorificado y eterno. Pero si permanecemos vivos hasta ese momento de la resurrección, Cristo nos transformará y nos dará un cuerpo nuevo y eterno como Su cuerpo glorificado y eterno, y joven para toda la eternidad.
Por lo tanto, toda persona que ya ha recibido a Cristo como su único y suficiente Salvador, ha sido bautizada en agua en Su Nombre, y Cristo lo ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, ya tiene Vida eterna; aunque su cuerpo físico no tiene Vida eterna, porque es mortal, es temporero. Pero Él nos va a dar Vida eterna física también, nos va a transformar en Su Segunda Venida.
Por lo tanto, continuamos perseverando, sirviendo a Jesucristo con toda nuestra alma todos los días de nuestra vida. Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo, puede hacerlo en esta noche, para que Cristo le reciba en Su Reino, perdone sus pecados y con Su Sangre le limpie de todo pecado, sea bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego y obtenga la Salvación y Vida eterna, y entre así al Reino de Jesucristo el Hijo de Dios.
Y así tenga la esperanza de volver a vivir en un nuevo mundo eterno y glorioso en ese glorioso Reino de nuestro amado Señor Jesucristo que va a ser establecido en este planeta Tierra; pues Él dijo, enseñando a orar a Sus discípulos, les enseñó a pedir la venida del Reino de Dios. Y les dijo que orando dijeran: “Venga Tu Reino, hagase Tu voluntad como en el Cielo también en la Tierra.” Y así va a ser cuando el Reino de Dios sea establecido en la Tierra por nuestro amado Señor Jesucristo. Y allí yo estaré con Jesucristo nuestro Salvador. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.
Por lo tanto, las personas que todavía no han recibido a Cristo lo pueden hacer en esta noche, para que Cristo los reciba en Su Reino y les dé Salvación y Vida eterna y así aseguren su futuro eterno con Jesucristo en Su Reino eterno, y así obtengan la Salvación y Vida eterna.
Pueden levantar su mano y yo estaré orando por ustedes en esta noche. Pueden pasar al frente si tienen la bondad, para orar por ustedes en esta ocasión, para que Cristo les reciba, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado, y perseveren en Cristo sirviéndole a Cristo todos los días de nuestra vida, hasta que Cristo nos transforme y nos lleve con Él a la Cena de las Bodas del Cordero.
Jesucristo por medio de Su Espíritu Santo está llamando y juntando los últimos escogidos que Él enviaría al planeta Tierra en este tiempo final. Y con esos escogidos Él completará Su Iglesia en este tiempo final, se levantará del Trono del Padre y luego... y resucitará a los muertos creyentes en Él, y a nosotros los que vivimos nos transformará y nos llevará con Él a la Cena de las Bodas del Cordero, a esa gran Fiesta Celestial a la cual hemos sido invitados. Esta será la Fiesta más grande del Universo completo que se haya llevado a cabo. Esa Fiesta estará llena de Ángeles y de todos los creyentes en Cristo de las edades pasadas, y de este tiempo también.
Por lo tanto, es una gran Fiesta para todos los creyentes en Cristo que han perseverado sirviendo a Cristo todos los días de su vida. También los niños de diez años en adelante pueden pasar para recibir a Cristo como su Salvador, porque Cristo tiene lugar para los niños también. Cristo dijo: “Dejad los niños venir a mí, y no se lo impidáis porque de los tales es el Reino de los Cielos.” Por lo tanto, Cristo tiene en Su Reino lugar para los niños también.
Todavía continúan pasando más personas que desean vivir con Cristo en Su Reino eterno, desean perseverar hasta el fin, hasta obtener el nuevo cuerpo eterno y glorificado, desean vivir por toda la eternidad. Y la única forma establecida por Dios para que el ser humano pueda vivir por toda la eternidad es a través de Jesucristo, recibiendo a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador.
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
¿Ven que la única forma de Vida eterna es a través de Jesucristo? También nos dice en Primera de Juan, capítulo 5, dice verso 10 en adelante:
“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.
Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.”
¿Dónde está la Vida eterna? En Jesucristo, el Hijo de Dios. Él dijo: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida; y nadie viene al Padre sino por mí.” San Juan, capítulo 14, verso 6.
Ahora, esta Vida eterna que Dios da al ser humano está en Jesucristo. Por eso para recibir la Vida eterna hay que recibir a aquel que tiene la Vida eterna: Jesucristo nuestro Salvador, Él es el Regalo de Dios, Él es el Regalo divino de la Vida eterna. Por lo tanto, para recibir la Vida eterna, ese Regalo divino, hay que recibir a Jesucristo, que es la Vida eterna.
“El que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.”
¿Ven? O sea, el que no tiene al Hijo de Dios, a Jesucristo, porque no lo ha recibido como Su Salvador, pues no tiene la Vida eterna. Lo que tiene la persona es una vida temporera que se le va a terminar en algún momento, y después no sabe para dónde va a ir en alma y espíritu; porque cuando la persona deja su cuerpo físico, cuando muere su cuerpo físico, la persona sigue viviendo, porque la persona es alma viviente, pero va a vivir a otra dimensión, a otro mundo.
Y la persona si no ha recibido a Cristo como su único y suficiente Salvador, pues no puede ir al Paraíso, porque no quiso ir al Paraíso porque no recibió a Cristo como su único y suficiente Salvador. Cristo mostró en una parábola a los creyentes y también a los incrédulos; dice que hubo un hombre rico que hacía fiestas cada día, y hubo también un mendigo que se sentaba a la puerta de entrada de la casa, de la mansión de ese hombre rico; y dice que deseaba comer de las migajas que caían de la mesa del hombre rico que hacía cada día grandes banquetes; luego murió el mendigo y fue llevado por los Ángeles al Seno de Abraham, o sea, al Paraíso.
Porque cuando muere un creyente, va llevado por los Ángeles, los Ángeles de Dios vienen a buscarlo para llevarlo al Paraíso. Y dice que luego murió también el hombre rico, y luego cuando llegó al lugar donde fue llevado (el hombre rico), no por los Ángeles de Dios, sino por otros ángeles, pero no de Dios; los ángeles del maligno. Dice que levantando los ojos allá en el infierno, vio a Lázaro al otro lado en el Paraíso; porque en aquel tiempo todavía el Seno de Abraham estaba en un lugar donde podía ser visto desde el infierno.
Y el hombre rico ve a Abraham y le dice: “Padre Abraham, envía a Lázaro para que con su dedo mojado en agua coloque en mi lengua su dedo mojado en agua; porque soy atormentado en este lugar (o sea, en el infierno).” Y Abraham le dijo que eso no podía hacerlo él, no podía enviar a Lázaro allá. Vean, el hombre rico ahora quería que Abraham enviara a Lázaro al infierno, al infierno, cuando Lázaro había sido llevado por los Ángeles al Seno de Abraham, al Paraíso.
Y ahora, Abraham le dice: “Recuerda que tú en la Tierra recibiste muchos bienes, y allá disfrutaste mucho, pero ahora tú eres atormentado en el infierno; y Lázaro recibió muchos males, pero ahora él es consolado acá en el Paraíso (en el Seno de Abraham, donde estaba Abraham).”
Por lo tanto, la vida después que el cuerpo físico muere, la vida continúa, la vida no termina ahí, lo que terminó fue la vida del cuerpo físico; pero la vida del alma de la persona y del espíritu de la persona continúa en otra dimensión. Y solamente hay dos dimensiones a las cuales el ser humano puede ir, una: la quinta dimensión, que es el infierno, para los que despreciaron la oportunidad de recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador, van a ese lugar, que es el lugar de los incrédulos; porque un incrédulo no puede ir al Paraíso de Dios.
Vean, en Primera de Pedro, capítulo 3, dice San Pedro de la siguiente manera... capítulo 3, verso 18 en adelante de Primera de Pedro, dice:
“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu (o sea, que lo que murió de Jesús fue Su cuerpo físico, pero Él continúo viviendo en el cuerpo espiritual; y en ese cuerpo espiritual veamos a dónde Él tuvo que ir);
en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados,
los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua.”
Ahora, Cristo por cuanto tomó nuestros pecados, tuvo que morir, porque la paga del pecado es la muerte. Y por cuanto Él tomó nuestros pecados, murió y tuvo que ir al infierno, y allá estuvo donde estaban las almas de aquellos que habían sido desobedientes en el tiempo de Noé, o sea, que habían sido incrédulos y no creyeron el Mensaje de Noé, y allí les predicó a esas personas; y estaban en cuerpos espirituales allá en el infierno, la quinta dimensión.
Pero luego pasó al Paraíso y allá pasó a donde estaba Abraham, Isaac, Jacob, y Juan el Bautista también, que había llegado hacia un tiempo, algunos años; y allí Él los tomo el domingo de resurrección y resucitaron con Cristo, y estuvieron apareciendo a los santos, a los familiares, a muchas personas en la ciudad de Jerusalén; y Jesús estuvo apareciendo a Sus discípulos por cuarenta días en diferentes ocasiones durante esos cuarenta días; y luego de los cuarenta días ascendió al Cielo con todos los santos del Antiguo Testamento, y fueron a la presencia de Dios; porque esas personas perseveraron sirviendo a Dios todos los días de su vida.
Vale la pena perseverar sirviendo a Dios por medio de Jesucristo nuestro Salvador. Así es como aseguramos nuestro futuro eterno en la Vida eterna con Jesucristo nuestro Salvador.
Toda persona necesita un Salvador, necesita a Jesucristo para poder evitar tener que ir al infierno, donde fue el hombre rico y donde fueron aquellos espíritus, las almas de los incrédulos del día de Noé, que fueron en espíritu, o sea, en cuerpo espiritual al infierno. Tenemos que tener a Cristo para que al terminar nuestros días aquí en la Tierra seamos llevados por los Ángeles de Dios al Paraíso de Dios, donde están todos los creyentes en Cristo de las edades pasadas, donde están los Apóstoles y diferentes Mensajeros de Jesucristo que Él ha enviado a Su Iglesia.
Por lo tanto, todos queremos asegurar nuestro futuro eterno con Cristo en la Vida eterna, y por esa causa ustedes están aquí recibiendo a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador. Si falta alguna otra persona puede pasar y ya estaremos orando por todos los que han pasado.
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han pasado para recibir a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador. Si falta alguno puede pasar inmediatamente. Vamos todos a estar puestos en pie. Todavía faltan más personas que necesitan recibir a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador, para asegurar su futuro eterno con Jesucristo en Su Reino eterno, y así estar felices sabiendo que si nuestra vida terrenal se acaba, vamos al Paraíso para vivir donde están los Apóstoles y todos los santos de edades pasadas.
Vamos a inclinar nuestros rostros, nuestros ojos cerrados, y vamos a orar. Repitan conmigo esta oración:
Señor Jesucristo, vengo a Ti reconociendo que Tú eres el único Salvador. Señor Jesucristo, he escuchado la predicación de Tu Evangelio y he escuchado acerca de Tu Sacrificio en la Cruz del Calvario, el cual es el Sacrificio por el pecado para todo ser humano, para poder ser reconciliado con Dios el ser humano. Yo lo he creído de todo corazón.
Y, Señor Jesucristo, yo creo en Ti como mi único y suficiente Salvador, y públicamente en esta noche doy testimonio público de mi fe en Ti, y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Señor Jesucristo, salva mi alma, Te lo ruego. En Tus manos encomiendo mi alma.
Reconozco que soy pecador, Te ruego perdones mis pecados, y con Tu Sangre me limpies de todo pecado. Seré bautizado en agua en Tu Nombre, y Te ruego que Tú me bautices con Espíritu Santo y Fuego, y produzcas en mí el nuevo nacimiento. Quiero nacer en Tu Reino eterno para vivir contigo por toda la eternidad. Señor Jesucristo, salva mi alma, Te lo ruego. En Tus manos encomiendo mi alma. En Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y ahora repitan conmigo: La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado.
Ahora, ustedes me preguntaran, por cuanto Cristo dijo:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Ustedes me dirán: “Ya he creído de todo corazón, lo he recibido de todo corazón y he dado testimonio público de mi fe en Él, pero me falta ser bautizado en agua en Su Nombre. ¿Cuándo me pueden bautizar en agua en Su Nombre?”
Por cuanto ustedes han creído de todo corazón y han hecho confesión pública de que reciben a Cristo como su único y suficiente Salvador y lo han recibido, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Pregunto al ministro si hay agua: hay agua, hay bautisterios aquí a ambos lados. ¿Hay ropas bautismales también? Hay ropas bautismales también. ¿Hay lugar dónde cambiarse de ropas también? Hay lugar también para cambiarse de ropa. Por lo tanto, bien pueden ser bautizados esta noche en el Nombre del Señor Jesucristo, y así cumplir el mandato de Cristo:
“El que creyere (y ya ustedes han creído) y fuere bautizado, será salvo.” Tan simple como eso.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes, dándoles testimonio de nuestro tema correspondiente a esta ocasión: “LA BENDICIÓN DE PERSEVERAR,” de perseverar en Cristo sirviéndole todos los días de nuestra vida de todo corazón.
Muchas gracias por vuestra amable atención y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.
Que Dios les bendiga y les guarde, y con nosotros nuevamente el ministro para continuar e indicarles hacia dónde caminar para cambiarse de ropas y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Que Dios les bendiga y les guarde a todos. Con nosotros el ministro aquí presente.
“LA BENDICIÓN DE PERSEVERAR.”