21 KiB
| title | date | activity | place | city | state | country | duration | public | youtube | translations | files |
|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
| Prosigo a la Meta | 2004-05-12 | 2 | Dallas | Texas | US | 00:00:00 | false |
Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios. Para esta ocasión leemos en Filipenses, capítulo 3, versos 10 al 14, y dice de la siguiente manera:
“A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte,
si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.
No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.
Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,
prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema es: “PROSIGO A LA META.”
En la vida hay siempre una meta, en todos los aspectos de la vida del ser humano hay una meta. Cuando la persona estudia en la escuela, tiene la meta de aprender; cuando estudia en la universidad tiene la meta de graduarse en la universidad y obtener una profesión; cuando la persona se enamora tiene una meta, tiene la meta de algún día casarse y formar un matrimonio y tener niños, formar una familia; cuando la persona trabaja tiene también una meta: ganar dinero, para así suplirse sus necesidades y las de su familia; para comprar ropa, pagar la casa, comprar comida, tener auto (si desea tener auto), y así por el estilo.
Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, tiene una meta: la salvación de su alma, recibir la Vida eterna. Y cuando Cristo murió en la Cruz del Calvario en Su Primera Venida, tenía una meta. Él vino a la Tierra con una misión celestial: morir en la Cruz del Calvario para salvarme a mí, ¿y a quién más? A cada uno de ustedes también. Él tiene la meta de que nosotros seamos iguales a Él.
La meta divina es que todos seamos perfectos, eternos, con cuerpos eternos y glorificados como el cuerpo glorificado de Jesucristo. Esa es la meta de Dios: que seamos eternos, con cuerpos jóvenes y glorificados. Y cuando la persona recibe a Cristo como su Salvador, concuerda con la meta de Dios, porque la meta del creyente en Cristo es ser eternos con cuerpos eternos como Jesucristo nuestro Salvador, y vivir con Cristo en Su Reino eterno.
Por lo tanto, cuando la persona recibe a Cristo, es bautizada en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce el nuevo nacimiento en la persona. Por eso es tan importante que se predique el Evangelio de Cristo, dándose a conocer el misterio de la Primera Venida de Cristo, y dando así a conocer el porqué Cristo vino y murió en la Cruz del Calvario. “Para que todo aquel que en Jesucristo cree, no se pierda, más tenga Vida eterna.” Esa es la única forma en que el ser humano puede recibir la Vida eterna. No hay otra forma.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” San Juan, capítulo 3, verso 16.
La meta de Dios dar a Su Hijo al mundo para morir en la Cruz del Calvario es para que todo aquel que en Jesucristo cree no se pierda, mas tenga Vida eterna. La meta divina es la Vida eterna.
Por lo tanto, toda persona que recibe a Cristo tiene una meta, la misma meta: la Vida eterna. Porque no hay otro nombre en que podamos ser salvos, solamente hay uno y se llama EL SEÑOR JESUCRISTO. Por lo tanto, todo creyente en Cristo continua perseverando en Cristo en el Cuerpo Místico de Cristo, que es Su Iglesia, con Su mirada puesta en la meta divina, la Vida eterna; y perseveramos sabiendo que ya tenemos Vida eterna espiritual en nuestra alma. Pero nos falta la Vida eterna física en un cuerpo físico que Él ha prometido darnos, un cuerpo glorificado, eterno, inmortal, incorruptible, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.
En Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21, dice San Pablo:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”
Ahí tenemos la promesa de la transformación de nuestros cuerpos, la cual Jesucristo efectuará en mí, ¿y en quién más? En cada uno de ustedes también. Esa es la meta: llegar a la inmortalidad física, llegar a la Vida eterna física y espiritual.
En Primera de Corintios, capítulo 15, versos 49 en adelante, dice San Pablo:
“Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.
Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.
He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,
en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.
Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.
Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.”
Cuando seamos transformados, tendremos el cuerpo eterno glorificado, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo; y entonces no nos pondremos viejos, no nos enfermaremos y nunca moriremos, seremos eternos físicamente como nuestro amado Señor Jesucristo. Esa es la meta: llegar a ser perfectos, llegar a ser eternos, llegar a ser inmortales como nuestro amado Señor Jesucristo.
Por lo tanto, las palabras de Cristo: “Sed, pues, vosotros perfectos (San Mateo, capítulo 5, verso 48), como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.”
En lo físico vamos a ser perfectos, y por consiguiente inmortales. Por lo tanto, como creyentes en Cristo, proseguimos la meta. Hay una meta: llegar a ser perfectos, llegar a ser inmortales, llegar a tener cuerpos glorificados y eternos, como el cuerpo eterno y glorificado de Jesucristo nuestro Salvador. Por esa causa es que Jesucristo ordenó a Sus discípulos en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16:
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Toda persona que tiene la meta de la Vida eterna, de vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino, recibe a Cristo como su Salvador, cree en el Evangelio de Cristo, cree en la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario; y así la persona entra al Programa Divino de la salvación y Vida eterna, que es el Programa de la Redención para el ser humano ser restaurado a la Vida eterna, con Jesucristo en Su Reino eterno.
Por lo tanto, la persona que recibe a Cristo como su Salvador tiene una meta en su mente y en su corazón: la Vida eterna, la inmortalidad, para ser iguales a Jesucristo nuestro Salvador con cuerpos físicos glorificados, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador. Por lo tanto, todo creyente en Cristo puede decir como San Pablo: “Prosigo a la meta.” Sabiendo que vamos a llegar a la meta de la inmortalidad, de la Vida eterna, en un cuerpo eterno y glorificado.
Pero toda persona que no ha recibido a Cristo como Salvador, no tiene esa meta, pero le gustaría vivir eternamente con Cristo en Su Reino; para el que tenga esa meta necesita recibir a Cristo como su Salvador, arrepentido de sus pecados, para que Cristo lo perdone y con Su Sangre lo limpie de todo pecado, y pueda ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautice con Espíritu Santo y Fuego, y obtenga el nuevo nacimiento, nazca en el Reino de Cristo, y así tenga la meta de la Vida eterna, y espere recibir un cuerpo eterno como el de Jesucristo.
Yo tengo una meta en mi vida: la meta de la Vida eterna, de la inmortalidad. Ya tengo Vida eterna en mi alma, en mi interior, ¿y quién más? Cada uno de ustedes también. Pero a mí me falta la Vida eterna física, la inmortalidad física, me falta tener Vida eterna en el cuerpo físico, porque este cuerpo cada día se pone más viejo. Por lo tanto, tengo la meta de recibir un cuerpo nuevo, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, como el cuerpo glorificado de Jesucristo, porque Jesucristo lo ha prometido, y yo lo creo con toda mi alma, ¿y quién más? Cada uno de ustedes también.
“PROSIGO A LA META.”
¿Y quién más prosigue a la meta de la inmortalidad, de tener un cuerpo eterno? Cada uno de ustedes también. Si hay alguno que todavía no ha recibido a Cristo y no está siguiendo a la meta de la inmortalidad, de tener un cuerpo eterno, en esta noche puede recibir a Cristo como Salvador, para que tenga esa misma meta de ser igual a Jesucristo, de obtener la inmortalidad física y tener un cuerpo glorificado y joven para toda la eternidad. Cristo dijo:
“El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” (San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16).
También Él dijo a Sus discípulos en el capítulo 24 de San Lucas, que predicaran en Su Nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados.
Por lo tanto, se le da la oportunidad a todo ser humano que vengan a los pies de Jesucristo arrepentidos de sus pecados y Cristo les perdonará y con Su Sangre les limpiará de todo pecado, porque la Sangre de Jesucristo es lo único que limpia al ser humano de todo pecado. Y Jesucristo es el único que puede perdonar nuestros pecados y con Su Sangre limpiarnos de todo pecado.
Por lo tanto, toda persona que no ha recibido a Cristo todavía como Salvador, necesita recibirlo arrepentido de sus pecados para que Cristo lo perdone y con Su Sangre lo limpie de todo pecado, y pueda ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautice con Espíritu Santo y Fuego, y entonces tenga como meta la Vida eterna, la inmortalidad, en el glorioso Reino de Jesucristo nuestro Salvador.
En esta noche toda persona que desea recibir a Cristo como Salvador, puede levantar su mano y yo estaré orando por usted, para que Cristo le reciba, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, y pueda ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en usted el nuevo nacimiento, nazca una a nueva vida, a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador.
Por lo tanto, puede levantar su mano y yo estaré orando por usted en esta noche. Por aquí tenemos manos levantadas, pueden pasar al frente y estaré orando por ustedes. También en esta sección los que desean recibir a Cristo, por los cuales estaré orando, pueden pasar al frente también, para que Cristo les reciba, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado, para que así tengan la meta de la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno, para vivir con Cristo por toda la eternidad, con cuerpos inmortales y glorificados.
Pueden continuar pasando todos los que desean vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino eterno. Cristo dijo: “El que me confesare delante de los hombres, Yo le confesaré delante de mi Padre.” También dijo: “El que me negare delante de los hombres, Yo le negaré delante de mi Padre.” Pero todos queremos que Cristo nos confiese delante de nuestro Padre Celestial. Todos queremos vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino.
Por lo tanto, todos necesitamos recibir a Cristo como nuestro Salvador, para recibir la Vida eterna, y tener como meta la Vida eterna, y estar conscientes que cuando nuestra vida terrenal termine, tenemos la Vida eterna para vivir con Cristo por toda la eternidad.
Esta vida que tenemos actualmente es temporal, pero es una bendición tener esta vida, porque nos da la oportunidad de hacer contacto con Cristo, recibiéndolo como nuestro Salvador, para asegurar nuestro futuro eterno en la Vida eterna con Jesucristo en Su Reino eterno.
Por lo tanto, cuando se nos acabe esta vida temporal tenemos la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. Por lo tanto, hay que asegurar nuestro futuro eterno; y con el único que lo podemos asegurar es con Jesucristo nuestro Salvador, porque no hay otro nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos, no lo hay, solamente hay un nombre y ese Nombre es SEÑOR JESUCRISTO.
Por lo tanto, todos los seres humanos necesitamos recibir a Cristo como nuestro Salvador, para asegurar nuestro futuro eterno en la Vida eterna con Jesucristo en Su Reino eterno.
Jesucristo ascendió al Cielo hace unos dos mil años, y está tan joven como cuando se fue; porque Él tiene un cuerpo eterno glorificado; esa es la clase de cuerpo eterno glorificado que Él ha prometido para mí, ¿y para quién más? Para cada uno de ustedes también. Y esa es nuestra meta: llegar a tener el cuerpo eterno y glorificado, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador. Y ese es el plan de Dios, a través de Jesucristo: que seamos inmortales, que seamos personas con cuerpos eternos para vivir con Él por toda la eternidad.
Y si es bueno vivir en estos cuerpos mortales, ¿cómo será en un cuerpo eterno, como el que Él ha prometido para mí y para cada uno de ustedes? Todavía vamos a dar unos segundos en lo que pasan las demás personas que desean vivir eternamente con Cristo en Su Reino, y desean tener como meta la Vida eterna.
No hay nada más importante para el ser humano que la Vida eterna. Y si no hay nada más importante, entonces hay que darle la atención completa a la Vida eterna. Cristo dijo: “Buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia.” Por lo tanto, hay que buscar primero el Reino de Dios y su justicia, hay que buscar a Cristo, recibirlo como nuestro Salvador, para que Él perdone nuestros pecados y con Su Sangre nos limpie de todo pecado, y seamos bautizados en agua en Su Nombre, y Él nos bautice con Espíritu Santo y Fuego.
“Pedro les dijo: Arrepentíos , y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa...”
Pueden continuar pasando todas las personas que han recibido el llamado en sus almas, Dios les ha abierto el corazón y el entendimiento, y las Escrituras, para comprender que solamente a través de Jesucristo es que podemos recibir la salvación y Vida eterna, mientras estamos en estos cuerpos mortales. Cuando se nos acabe el tiempo en estos cuerpos mortales, pues se acabó la oportunidad. Por eso es que tenemos que asegurar nuestro futuro eterno mientras estamos en este cuerpo mortal.
Todavía estamos dando oportunidad a los que faltan por pasar, pues hay muchas personas aquí presentes que desean vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino. Para eso es que recibimos a Cristo como nuestro Salvador: para que Él nos dé Vida eterna.
Todavía pueden continuar pasando los que falten por pasar, vamos a dar unos segundos y luego oraremos por todos los que han pasado. “En día aceptable te ayudé, en día de salvación.” Y hoy es el Día de Salvación. Estamos en la Dispensación de la Gracia desde la muerte de Cristo hacia acá, que es el Día de Salvación para todo ser humano que escucha la predicación del Evangelio de Cristo y cree de todo corazón.
Hoy es el Día aceptable delante del Señor, donde Él acepta a toda persona que viene arrepentido de sus pecados a los pies de Jesucristo, lo recibe, lo perdona y con Su Sangre lo limpia de todo pecado, y le da salvación y Vida eterna.
Todavía si falta alguno puede pasar, para orar ya por todos los que han pasado. Si falta alguno puede pasar inmediatamente para ya orar por todos, para que quede incluido en esta oración, y así asegure su futuro eterno, porque hay que asegurar nuestro futuro eterno, porque después que terminen nuestros días en este cuerpo, ya no hay oportunidad para recibir a Cristo como nuestro Salvador.
Todavía estamos dando unos segundos para que pasen todos los que faltan por pasar. Todo ser humano tiene la oportunidad de recibir a Cristo como su Salvador. La decisión más grande que un ser humano hace es recibir a Cristo como su Salvador, porque es una decisión que lo coloca en la Vida eterna. No hay otra cosa que coloque al ser humano en la Vida eterna, sino recibir a Cristo como su Salvador.
Estamos esperando ya por las últimas personas que faltan por pasar. Cristo dijo: “El que oye mi Palabra y cree al que me envió, tiene Vida eterna; y no vendrá a condenación, más pasó de muerte a Vida.” (San Juan, capítulo 5, verso 24).
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han pasado en esta noche, para recibir a Cristo como su Salvador. Si falta alguno puede pasar inmediatamente, pues ya vamos a orar por los que han pasado. Todavía vienen más personas, por eso estamos esperando, porque así como ustedes hay más personas que desean vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino.
Vamos ya a inclinar nuestros rostros y vamos a orar, repitan conmigo esta oración, inclinemos nuestros rostros:
Señor Jesucristo, vengo a Ti arrepentido de mis pecados, reconociendo que soy pecador, y reconociendo que Tú eres el único Salvador. Señor Jesucristo, Te recibo como mi suficiente Salvador en esta noche; Señor Jesucristo, Te ruego perdones mis pecados, y Te ruego con Tu Sangre me limpies de todo pecado. Señor Jesucristo, en Tus manos encomiendo mi alma. Salva mi alma, Señor Jesucristo, Te lo ruego; y bautízame con Espíritu Santo y Fuego, luego que sea bautizado en agua en Tu Nombre. Te ruego produzcas en mí el nuevo nacimiento, quiero nacer en Tu Reino eterno para vivir contigo por toda la eternidad.
Señor Jesucristo, en Tus manos encomiendo mi alma. Salva mi alma, Te lo ruego Señor Jesucristo; públicamente he dado testimonio de mi fe en Ti, creo en Ti, Señor Jesucristo, con toda mi alma. Salva mi alma, Señor Jesucristo, Te lo ruego. En Tu Nombre Eterno, Señor Jesucristo. Amén.
Repitan conmigo: La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado.
Cristo les ha recibido, ha perdonado vuestros pecados, y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado.
Y ahora les falta ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, pues Él dijo:
“El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Pero ustedes han creído de todo corazón. Y ahora me preguntarán: “¿Y cuándo me pueden bautizar en agua en el Nombre del Señor Jesucristo?” Hay dos bautisterios aquí, hay agua, hay ropas bautismales también en la parte de atrás, por consiguiente hoy mismo pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y así cumplir el mandato del Señor Jesucristo, que dijo: “El que creyere y fuere bautizado será salvo.”
En el bautismo en agua se estarán identificando con el Señor Jesucristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Cuando la persona es bautizada, cuando el ministro toma a la persona para bautizarlo, esa persona ha recibido a Cristo, y por lo tanto ha muerto al mundo, y ahora tiene que ser sepultado simbólicamente, es sumergido en las aguas, y ahí está representando la sepultura de Cristo; y luego cuando es levantado de las aguas, está representando, tipificando la resurrección de Cristo; y por consiguiente usted ha muerto con Cristo, ha sido sepultado con Cristo, y ha resucitado con Cristo a una nueva vida, a la Vida eterna. Todo eso es tipificado en el bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Por lo tanto, dejo al Rvdo. Juan Ramos, para que continúe y les indique hacia dónde caminar para cambiarse de ropas y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Ha sido para mí un privilegio y bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de nuestro tema: “PROSIGO A LA META.”
Y la meta es la Vida eterna; para eso es que recibimos a Cristo como nuestro Salvador: para tener Vida eterna, para que Él nos dé Vida eterna.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.
Con nosotros el Rvdo. Juan Ramos para continuar.
“PROSIGO A LA META.”